Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Prólogo: El final de todo

21:59 P.M, día 7 de junio, año 2024

Félix:

El templo estaba colapsando.

Todo el lugar temblaba con violencia, haciendo que la intrincada arquitectura que nos rodeaba saltara por los aires. Ante mi atónita mirada, una sección entera de esbeltas columnas de estilo clásico se hizo añicos, mientras los pisos superiores comenzaban a hundirse, cayendo unos sobre otros, como si estuvieran determinados a aplastarnos bajo su milenario peso.

La misma montaña parecía ser consciente de que el final había llegado, dejando de oponer resistencia, y despedazándose, haciendo que toneladas de rocas y nieve se precipitasen ladera abajo. 

Todo aquel caos exterior contrastaba con la extraña paz y embotellamiento que habían invadido mi ser. Los sonidos me llegaban de forma amortiguada, y todo lo veía a través de una neblina espesa, un velo de humo que me aislaba del mundo. ¿Acaso este era mi final?

No podía permitirlo. 

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, logré alzar la cabeza, despegando la frente del frío suelo de roca, del que la sangre comenzaba a manar. Mi vista estaba desenfocada, y la completa oscuridad que había engullido el cielo no me dejaba ver otra cosa que no fuesen meros contornos o siluetas.

Pese a todo, logré apreciar los restos sin brillo de la Manzana Dorada, partida limpiamente en dos. A su lado, se encontraba el cadáver de aquella mujer a la que, en vida, pude llamar una vez amiga. Su cabellera rubia estaba sucia, manchada de sangre y polvo. Sus ojos carmesíes contemplaban la escena, vidriosos y sin vida. 

El entrechocar de dos armas captó mi atención, y entonces pude verlo. 

Allí estaba Cronos. Su alma relucía con ese brillo noble y obstinado que siempre lograba sacarme una sonrisa. Portaba la misma armadura plateada que la última vez que nos vimos, ahora casi irreconocible por todos los golpes que había encajado. 

Él se tambaleaba, herido y sangrante, insignificante ante la imponente presencia de su padrastro. Y aún así lograba resistir sus embestidas. Daba la impresión de que aquel coloso, blandiendo su Segadora de Almas, partiría a mi amigo en dos en cualquier momento. La tenebrosa aura que emanaba del dios del averno parecía engullir toda luz de este mundo, como un agujero negro capaz de alterar espacio y tiempo.

A duras penas, Cronos lo esquivó y aprovechó para arremeter con su guadaña. Sin embargo, la coraza de Tártaro rechazó el golpe con facilidad. Con una sonrisa que auguraba su inminente victoria, se limitó a chascar los dedos. Ese en apariencia insignificante gesto, liberó un torrente de sombras que envolvió a mi compañero, haciéndolo contorsionarse de dolor a medida que un crucifijo de llamas y sangre brotaba del mismo suelo, a su espalda. 

En aquel instante, hubiera preferido estar muerto a ver lo que sucedió.

Las tinieblas se transformaron en afiladas espinas de pura oscuridad... Que atravesaron su cuerpo por todas partes, clavándolo a la cruz. Esta incendió su cuerpo, destrozando las bellas facciones que poseía. Consumiendo su vida misma. Y al mismo tiempo, la espesa y oscura sangre resbalaba por sus mejillas ennegrecidas. 

No podía soportarlo. Él era quien siempre había permanecido a mi lado, pasara lo que pasase. Quien me había apoyado, convirtiéndose en mi mejor amigo... ¿O quizás algo más que eso?

Sea como fuere, verlo así hacía polvo mi corazón.

Aquel macabro espectáculo me animó a hacer acopio de mis últimas fuerzas, e intentar levantarme por última vez, mas me fue imposible. Me estampé de nuevo contra las baldosas, a medida que la mente me jugaba una mala pasada, empeñándose en hacerme sentir un cosquilleo donde minutos antes se encontraba mi brazo derecho. No obstante no me cabía ninguna duda de que ya no estaba allí.

De hecho, podía distinguirlo con total nitidez. Se encontraba unos metros por delante de mí, tendido sobre el pavimento resquebrajado, junto a parte de mi hombro. Había sido amputado limpiamente. 

En un instante todo estaba bien, y al siguiente el hacha de Tártaro me atravesaba el costado, partiendo uno de mis pulmones por la mitad, y llevándose mis miembros superiores derechos de propina. La oscuridad había brotado en una violenta explosión, y ya no pude hacer nada. El dios del averno me venció así, en apenas un segundo. 

Todo cuanto había hecho, las batallas que había superado, los amigos que se habían sacrificado para permitirnos llegar hasta aquí... Había sido en vano. Por suerte o por desgracia, el desenlace que tanto habíamos tratado de impedir se acercaba inexorablemente. 

Las heridas que me aquejaban emitían un flujo constante de sangre, que se entremezclaba con aquella que brotaba del suelo, procedente de la misma tierra. El mundo tal y como lo conocíamos estaba tocando a su fin. Humanos y dioses, en nuestra arrogancia, habíamos querido desafiar la entropía de un universo, cuyo destino estaba decidido de antemano. 

Ahora, pagaríamos el precio de nuestros pecados con el final de todo. 

Antes de morir, quise fijar la mirada en nuestra meta, al menos para consolarme viendo lo cerca que nos habíamos quedado. Tan solo unos metros por detrás de la imponente y satisfecha figura de Tártaro, se alzaba una gran esfera de éter negruzco. En su interior, once chispas de luz se removían incansablemente, buscando una salida de aquella eterna oscuridad. Habíamos estado tan cerca de liberarlos...

La sangre me salpicó al desplomarme de nuevo contra el suelo. Pude sentir, cargado de dolor, cómo esta penetraba en mis vías respiratorias y ojos, ahogándome en el proceso. Como si estuviera tratando de beber alquitrán, ardiente y espeso. Me abrasaba por dentro.

Este líquido se entremezcló con mis lágrimas, de luto, dolor, y frustración.

Si tan solo tuviera una segunda oportunidad... Pero claro, esta era dicha oportunidad. Me pareció irónico estar teniendo el mismo pensamiento, que hace un año, en esta misma fecha, en esta misma hora. En un mundo y una realidad diferentes, aunque con el mismo final.

Esta es mi historia, la de Félix Durand.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro