Capítulo 21: Nuevos amores y viejos problemas
Hora indeterminada, lunes día 14 de septiembre, año 2023.
Eris:
— Simplemente nos he extraído del Universo, llevándonos a un plano alternativo donde nada existe — oí decir a Cronos. — Aquí, ni siquiera la luz o las sombras tienen cabida.
Después de haber consumido todas mis fuerzas sellando el báculo de Fobétor, me encontraba agotada. Seguía consciente, pero no podía levantarme ni tampoco recuperar la Manzana Dorada, que había rodado lejos de mí. Sencillamente sentía que me dolían todas las extremidades de mi cuerpo a causa de las heridas que me había infligido mi antiguo amante.
Para colmo, sellar su arma, en donde se encontraba parte de su esencia y poder divino, me había resultado devastador. Y no solo físicamente.
Lo que Félix y yo habíamos hecho no era solo inutilizar su báculo, sino más bien destruirlo espiritualmente hablando. Casi la mayoría de las armas y artefactos divinos contienen una parte del dios al que sirven. Por tanto, sellar así el báculo de Fobétor debía de haberle causado un dolor inimaginable al Amo de las Pesadillas. Era prácticamente el equivalente a arrancarle un trozo de su alma y prenderle fuego.
Solo de imaginarme su sufrimiento se me encogía el corazón.
Aún podía recordar su pícara y sádica sonrisa, de los primeros siglos en que estuvimos juntos, antes de que huyera. Me rompía el corazón pensar en lo que pudiera estar sufriendo ahora.
Espera, ¿desde cuando yo sentía empatía por otros? Estos... sentimientos hacia Fobétor que parecían haber estado dormidos en mí me estaban alterando nuevamente. Parece que, por más tiempo que pase, el enamoramiento nunca termina de desvanecerse.
Menudo asco.
— Como quieras. Si no puedo crear sombras para combatirte, ¡entonces crearé Pesadillas! — exclamó el oniro, supongo que amenazando a Cronos.
Ese había sido siempre su fuerte. Amenazar y sembrar dolor, pánico, caos y terror. Solo infligiendo heridas psicológicas, sin llegar a nada físico.
Eso era lo que siempre me había atraído más de él. Sentía que, por una vez, alguien me entendía.
No obstante, todas mis penosas y baratas reflexiones sentimentales se fueron al cuerno cuando una gran onda expansiva me lanzó por los aires.
Pude abrir los ojos un segundo, lo justo para ver a la crème de la crème del panteón olímpico lanzándose y atacando al inútil Cronos, que no sabía ni por donde le venían los golpes. Hasta me daba pena, el pobre.
Aunque debo admitir que tuve que reprimir una risita cuando Poseidón lo empaló con aquel gran tenedor que tenía por arma. Lo siento, pero es que la situación era simplemente desternillante.
Sin embargo, tenía problemas más urgentes.
Ese titán idiota había creado un vacío infinito e inagotable para pelear contra Fobétor, y por culpa del creído de Zeus, ahora estaba flotando a la deriva. Y lo que es peor, me alejaba cada vez más de todo y todos. A este paso, me distanciaría tanto de los fragmentos de la habitación que Cronos había traído consigo, que acabaría perdida en la nada, suspendida por el resto de la eternidad.
O lo que es peor: al cerrarse la dimensión alternativa que el Amo del Tiempo había creado, esta desaparecería, y yo con ella. Para siempre.
Traté de reaccionar y moverme, pero sentía todo el cuerpo entumecido y débil. Aquel cuerpo mortal no respondía a mis órdenes, y se limitaba a sangrar por varios puntos, y hacer que ondas insoportables e inagotables de dolor me recorriesen de arriba a abajo.
— Cronos... — susurré débilmente, braceando hacia mi aliado.
Sin embargo, él no me veía. Estaba demasiado ocupado partiéndose la cara con sus hijos de pega. ¿Ahora qué podía hacer?
Cerré los ojos, escapando del momento presente. Por un instante, me pregunté si aquel era mi destino. El castigo, el final que merecía por todas aquellas acciones atroces que había ejecutado como un mero pasatiempo. Había matado, torturado, devastado, sembrado el caos...
Pese a todo, las reflexiones filosóficas nunca fueron lo mío. Así que, decidí pensar en algo más agradable. Por ejemplo, en qué hubiera pasado si no hubiera abandonado a Fobétor.
En aquel entonces supe que algo no iba bien. El oniro nunca llegó a decírmelo directamente, pero supe que algo en su forma de ser, de tratarme, había cambiado. Era más educado, y galán conmigo, seductor como siempre, pero buscaba algo más... Hacerme feliz. Sus ojos, pese a ser completamente negros, transmitían una chispa de amor.
Y eso me aterró.
— Porque yo sentía lo mismo — musité, revelando aquella verdad que hasta a mí misma me había escondido.
De pronto, dejé de flotar a la deriva, y unos brazos fuertes se ciñeron a mi espalda. Un perturbador y a la par familiar y placentero aroma a muerte y sangre llenó mis fosas nasales.
— ¿Y por qué te fuiste? ¿Por qué me abandonaste? — susurró dolorosamente el Amo de las Pesadillas a mi oído, mientras me sostenía en brazos, apretándome con fuerza contra su pecho.
Su cercanía me dejó sin palabras. El calor que su cuerpo despedía me resultaba demasiado placentero. Quería quedarme allí con él, abrazarlo y no soltarlo nunca. Deseaba más que nada besarlo y perderme en sus brazos.
Abrí los ojos con dificultad, contemplando el rostro tenso, y lleno de rabia del oniro. Por un instante pensé que estaba enfadado, hasta que pude distinguir la profunda tristeza y preocupación que asomaba tras sus negros ojos.
— Tras tu partida no entendía nada. Todo marchaba tan bien... Hasta que te fuiste. Quise ponerme en contacto contigo, pero lo evitaste por todos los medios. Tardé siglos en recuperarme, en rehacer mi vida. Y cuando lo conseguí y creí haberte olvidado, te presentaste en mi puerta, reclamando mi amor nuevamente — relató Fobétor, el dolor sobrepasando sus defensas.
Limpié una lágrima solitaria que descendía por su mejilla, mientras me preparaba mentalmente para lo que estaba a punto de decir.
— Me dio miedo Fobétor. De pronto, ya no era igual. No deseaba tanto la ruina de la humanidad. Solo quería estar contigo. Era feliz y... Tuve pánico de perderme a mí misma.
El Amo de las Pesadillas escuchó mi confesión muy atentamente, y permaneció en silencio. Inconscientemente, comenzó a acariciar la parte baja de mi espalda, haciendo que un escalofrío de placer culpable me recorriera de pies a cabeza.
— Siento mucho haberte hecho daño — me dijo al fin, mientras besaba mi cuello, justo en la zona en la que me había decapitado minutos antes. — Creí que sería capaz de cumplir las órdenes de mi... de Nix. De acabar contigo. Pero me equivocaba — admitió, con una sonrisa triste.
Sin poder creer lo que estaba a punto de hacer, negué con la cabeza.
— Soy yo la que debe disculparse contigo. Actué como una egoísta, y te hice sufrir... Perdóname — solté.
La sonrisa de Fobétor se amplió, y pasó a ser una de pura y genuina alegría, como la de un niño. Esa mueca encendió algo en mi interior, y súbitamente perdí el control de mis movimientos. Como si mi mente cediera a la pasión que ocultaba en mi interior.
De la que el Amo de las Pesadillas inclinaba su cabeza para besar mi cuello nuevamente, enredé las manos en su pelo, y lo atraje hacia mí, besándolo con intensidad. Al principio él se mostró sorprendido, pero pronto me correspondió con vehemencia, apretándome contra su cuerpo. Mis manos recorrieron su espalda, mientras él profundizaba el beso.
Sin previo aviso, nos separamos, ambos jadeantes, con sonrisas nerviosas aflorando en nuestros labios. Parecíamos un par de adolescentes. ¿A quién quería engañar? Estaba más feliz ahora que en las últimas cinco décadas.
Continuamos abrazados en silencio, unos segundos más, hasta que Fobétor dijo algo que hizo que mi corazón se acelerara aún más.
— Te quiero Eris — declaró, su mirada clavándose en la mía, penetrando hasta mi alma misma.
Ante su declaración no supe qué decir, ni tampoco qué responder. Una frase irónica brotó de mis labios, como si de un acto reflejo se tratara.
— ¿Seguro que no me odias? Porque hace un par de minutos estabas decapitándome...
El Amo de las Pesadillas retiró un mechón de cabello rubio de mi frente, y me sonrió con una mezcla de ternura y sadismo.
— Podría decirse que lo nuestro es una relación de amor-odio, ¿no te parece? — bromeó.
Apreté los labios, esforzándome por encontrar las palabras adecuadas. De verdad que quería decirlo, que quería corresponder a su declaración. Sin embargo, mi mente se empeñaba en no reaccionar, y solo pude emitir un par de balbuceos, que el oniro silenció poniendo su dedo índice sobre mi boca.
— No tienes por qué responder ahora. Te conozco muy bien... — me dijo, con una sonrisa. — Debo terminar esta pelea y acabar con Cronos. Espero que puedas responderme cuando vuelva... — me susurró, con tono provocador, mientras me depositaba suavemente sobre un pedazo de suelo cercano.
Y dicho esto se alejó, dejándome sola con aquella maraña de sentimientos encontrados contra la que nada podía hacer.
Dicho esto, os estaréis preguntando, ¿Cronos está ciego, o cómo no pudo ver todo lo que sucedía delante de sus narices, y después decirme tan ancho que me alegrara porque Fobétor había muerto?
Pues bien, para que no lo crucifiquéis, debo admitir que Fobétor usó sus sombras para camuflar todo cuanto sucedía, de forma que nadie pudo verlo. Todo un detalle por su parte, para que no perdiera mi reputación de diosa maligna y destructora de la humanidad.
Y hasta aquí llegó mi sentido del humor.
Tras mi intervención para salvar a Cronos de Hiperión, la revelación de que él era el auténtico titán de la observación, y la retahíla que este nos soltó (con acertijo incluido), las lágrimas reemplazaron a las risas.
Hiperión se lanzó contra Fobétor, y lo comenzó a golpear cruelmente, y antes de que pudiera hacer nada, ambos desaparecieron, engullidos por completo. La última imagen que recibí del dios, fue una mirada suplicante suya, mientras todo su rostro estaba quemado y bañado en sangre.
Bueno, y también separado del resto de su cuerpo, puesto que aquel malnacido titán decapitó al oniro que me había enamorado.
Mi corazón se rompió, al saber que no volvería a verlo. Porque en el fondo de mi corazón, antes siquiera de que Cronos dijera nada, lo tenía claro. Hiperión lo había matado. Solo pude llorar. Y escapar, claro, como siempre hacía.
Hasta que me topé con algo de lo más inconveniente.
***
21:01 P.M, lunes día 14 de septiembre, año 2023.
Félix:
Dormía profundamente, sumido en el agotamiento tras mis peleas contra Primitivo y Fobétor. Pero no estaba solo.
Debajo de mí había un cuerpo cálido. Una presencia amable que encendía cada fibra de mi ser con una pasión inimaginable, un afecto profundo y sincero que nunca había sentido por nadie, excepto quizá Carlos.
Porque desde el principio tuve clara la identidad de aquel al que me encontraba abrazado. Y me daba igual que fuera un titán, o que tuviera no sé cuantos millones de años. Algo en mi interior me decía que sentía algo especial por él.
Y me dediqué un rato a entregarme a ese cosquilleo suave, esa sensación placentera que me embargaba cuando su piel entraba en contacto con la mía, la misma que sentí cuando sus ojos color miel se conectaron con los míos por primera vez.
Hasta que me acordé de que tenía novio. De que estaba saliendo con mi dichosa alma gemela, la persona con la que estaba predestinado que estuviera. El chico del que me había enamorado locamente hacía un año, y que, por culpa de los celos, había demostrado sentir lo mismo por mí. ¿Qué estaba haciendo?
Al fin tenía todo cuanto siempre había deseado. En estos momentos, debería ser más feliz que nadie. Y lo era, pero por la razón, o mejor dicho, la persona equivocada.
Me había costado tanto llegar hasta el corazón de Carlos... Y aunque tengo que admitir que sentía algo más que simple amistad o afecto por Cronos, no podía arruinar eso. Por fin tenía la oportunidad de ser feliz, y no iba a echarla a perder.
De una forma un tanto más brusca de lo que habría querido, rompí el abrazo que me unía al titán, haciendo que este se despertara de inmediato.
— ¿Félix? — balbuceó él, mirando a su alrededor. — ¿Pasa algo malo?
Me apresuré en negar con la cabeza, mientras un ligero rubor se encendía en mis mejillas.
— ¡NO! — exclamé, más alto de lo que debería, haciendo que Cronos se mostrara todavía más desconcertado.
¿Qué me pasaba? Tenía que serenarme de una maldita vez. Tras carraspear un par de veces, procedí con un tono más calmado.
— No te preocupes Cronos, todo está bien. Simplemente me he despertado, y me ha sorprendido ver que me estabas abrazando...
En esta ocasión fue el titán el que se puso nervioso.
— T-te intenté levantar, pero entonces tú... te caíste encima mía. No pude aguantar tu peso y caí inconsciente — soltó al fin.
Me crucé de brazos, tratando de quitar hierro a aquella incómoda situación.
— ¿Me estás llamando gordo? — bromeé.
No obstante, el titán digamos que no lo entendió muy bien.
— ¡Nunca me atrevería a hacer una cosa así! — dijo, mientras se ponía de pie de un salto, alborotándose el pelo con la mano derecha. ¿Estaba mal decir que eso lo hacía ser todavía más guapo? — Eres un joven muy atractivo Félix. ¿Por qué habría de pensar algo semejante? — me replicó, en un tono que casi rozaba ¿la coquetería?
Y en ese momento una bombilla se encendió dentro de mí. ¿Podría ser que...? No. El Señor del Tiempo, padre de Zeus, el titán Cronos no podría sentirse atraído por mí.
¿Cierto?
Antes de poder responder a su cumplido, una alterada Eris entró corriendo a la habitación, cerrando la puerta a su espalda. Su rostro estaba pálido y sudoroso, y sus ojos completamente enrojecidos, como si hubiera estado llorando.
— Bien, veo que habéis dejado de comportaros como un par de recién casados en su luna de miel — comentó, con tono agitado.
Sus insinuaciones no hicieron más que enfurecerme.
— ¿Has vuelto a hacerlo otra vez Eris? — la interrogué.
Necesitaba respuestas. Aquello que sentía por Cronos no era normal... Si tan solo la diosa pudiera confirmar que estaba manipulándonos de nuevo para que nos gustáramos entre nosotros, podría dormir más tranquilo sabiendo que mi corazón solo le pertenecía a Carlos.
— ¿Hacer el qué? — me contestó Eris, confusa.
Estallé de ira.
— ¡Manipular los sentimientos de Cronos y los míos! ¿Estás haciendo que volvamos a comportarnos como dos animales en celo? — le pregunté, lleno de rabia y furia hacia aquella manipuladora.
A modo de respuesta, ella estalló en carcajadas.
— ¡Eso fue directo! ¿Has oído Cronos? Aquí el mortal quiere ser algo más que tu amigo... — comentó Eris con picardía.
Al fin fue consciente de lo que acababa de decir, y mi mirada se desvió inconscientemente hacia el titán, el cual, completamente enrojecido y avergonzado, miraba al suelo. Pero, ¿qué acababa de hacer? Literalmente había confesado lo mucho que Cronos me empezaba a atraer. ¡Y delante suya!
Ante el silencio que flotaba en el aire, Eris me dio mis anheladas respuestas, que resultaron no ser las que esperaba.
— No Félix. Esta vez no os he manipulado — confirmó, con un suspiro. — Que os tumbarais en el suelo abrazaditos y lo convirtierais en vuestro nido de amor, ha sido cosa vuestra. Pero sabed que siempre aposté por vosotros dos — repuso con un guiño.
Vale, ahora sí que quería que me tragase la tierra. O que Fobétor apareciera para llevarme al Mundo de las Pesadillas. Me conformaba con cualquiera de las dos opciones.
Cronos posó una mano en mi hombro, y fue bajándola recorriendo toda mi espalda, causándome un escalofrío.
— Félix, la verdad es que yo... — comenzó él.
Pero lo interrumpí de inmediato.
— Estoy saliendo con Carlos — solté, dejando al titán completamente congelado.
No podía dejar que pasara. Si él lo decía, si decía que le gustaba, sabía que lo acabaría besando. Y yo quería a aquel pelirrojo. O eso pensaba entonces.
— Pese a que estoy disfrutando de lo lindo con vuestro pequeño melodrama adolescente — comentó Eris, mientras aplaudía con deleite. — Tenemos asuntos más graves a los que hacer frente.
Y dicho esto, nos tendió un trozo rectangular de papel, agujereado por los bordes, como si hasta hace poco hubiera estado colgado de una pared.
— ¿Qué es esto? — quise saber, dándole la espalda a Cronos.
— Míralo por ti mismo — me retó la diosa, con tono enigmático.
Le di la vuelta al papel... Y el rostro del difunto Torres me devolvió la mirada.
Era una fotografía antigua, en blanco y negro, pero sin lugar a dudas era él. Sobre la imagen, figuraba la pregunta: ¿Has visto a este hombre?
— Ya han comenzado a organizar batidas de búsqueda, y la policía está haciendo de las suyas. No se han tragado la historia de los de la administración — nos informó la diosa de la Discordia.
Ahora sí que estábamos en un buen aprieto.
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