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Capítulo 18: Uróboros

17:13 P.M, lunes día 14 de septiembre, año 2023.

Cronos:

— De hecho, creo que serás tú quien pague Fobétor — afirmé, mientras me ponía en pie, sintiendo de nuevo los latidos de mi corazón y el calor de la vida recorrer mi cuerpo.

Aquel fragmento de mi poder divino palpitaba en mi interior, llenándome de fuerza y vitalidad. Las cadenas que me ataban a aquella molesta camilla se hicieron añicos con solo desearlo, y lo mismo ocurrió con las ligaduras de cuero. Sin necesidad de hacer un solo gesto, hice avanzar su tiempo los años suficientes como para que se desintegraran por completo.

Bajé de aquella prisión improvisada de un salto, y me erguí en toda mi estatura, sosteniendo la mirada a un aterrado Fobétor.

— P-pero tú, tú estabas... — balbuceó el dios, sin entender lo que estaba sucediendo.

Comencé a sonreír con altanería, mientras adoptaba una posición de combate.

— Mucho me temo que he escapado de tu débil tormento. Voy a tener que enseñarte lo que es una verdadera pesadilla Fobétor — proclamé con arrogancia.

Tal y como había supuesto, las bellas facciones del Amo de las Pesadillas se distorsionaron en una mueca de pura rabia. Sin embargo, en breves segundos recobró su serenidad, y comenzó a reír.

— Puede que estés de vuelta Amo del Tiempo. Sin embargo, pareces haber olvidado que ahora no eres más que un mortal. Un chiquillo como tú no podrá siquiera tocar a un ser divino en plenitud como yo — afirmó Fobétor, mientras una sonrisa macabra se dibujaba en su rostro.

Tuve que admitir que era un gran actor. De no ser porque prácticamente había observado cada momento de la historia humana, no habría sido capaz de percibir el deje de nerviosismo que flotaba en su voz, así como el terror que asomaba tras aquella fachada sonriente. Ciertamente, era irónico que mientras afirmaba ser un dios mintiera tan mal como un humano cualquiera.

— Fobétor, parece que tu arrogancia no tiene límites — lo increpé, dando un paso al frente, haciéndolo retroceder con un siseo.

— Ya veremos quién es arrogante cuando despedace tu cuerpo y me bañe en tu sangre tiránica Cronos — me amenazó, mientras alzaba ambas manos.

Súbitamente, un ambiente pesado descendió sobre la habitación en que nos encontrábamos. Los sonidos comenzaron a amortiguarse, mientras la luz se distorsionaba y danzaba, formando pequeñas lágrimas que ascendían hacia el techo. La silueta del Amo de las Pesadillas se alargó de forma alarmante, a medida que iba consumiendo el resto de sombras del cuarto. Por cada una que absorbía, se tornaba más oscura y siniestra.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, e incluso los pelos se me pusieron de punta al percatarme de lo que pretendía. Todo, mientras un profundo miedo se apoderaba de mí. Parece ser que ahora que su amada Eris estaba fuera de combate, aquel dios pelearía con todo su poder.

Miré a ambos lados de la habitación, buscando una vía de escape rápida. Tenía que salir de allí, o de lo contrario moriría sin remedio. Sin embargo, Félix y Eris estaban allí, incapacitados, y también serían víctimas del ataque de Fobétor. Si me iba, ellos morirían sin remedio.

— ¿Aterrador, verdad que sí? — comentó el oniro, con voz profunda y grave.

La sombra, que hasta ahora había permanecido en el suelo, se alzó, descomponiéndose en las siluetas de un centenar de bestias que danzaban a la espalda del Amo de las Pesadillas. Antes de poder efectuar un solo movimiento más, todas ellas se abalanzaron sobre mí de golpe.

Desesperado, comencé a manipular el espacio-tiempo, distorsionando tanto la gravedad como la continuidad del espacio en el que nos encontrábamos. Acelerando el tiempo de los átomos del mobiliario, logré incrementar la velocidad de sus electrones hasta alcanzar velocidades relativistas, transformando la masa en energía, creando una barrera que logró repeler al primer asalto de las bestias.

Sin embargo, no pude evitar que dos cobras se abalanzaran sobre mí, e hincaran sus colmillos en mis antebrazos, mientras una boa constrictor se enroscaba en torno a mis piernas y tronco, trayéndome desagradables recuerdos de mi reciente juicio con Minos.

Fobétor, envuelto en sus propias sombras, emitió una risa de puro placer.

— ¿Este es todo el poder del titán que fue el primer rey del mundo? Me decepcionas Amo del Tiempo — exclamó, escupiendo cada palabra con desprecio.

Muy a su pesar, empleé mi dominio del tejido temporal para extraer la habitación del plano de la existencia en el que nos encontrábamos. Así, las paredes a nuestro alrededor e incluso el mundo exterior se difuminaron, siendo sustituidos por un gigantesco y espectral vacío. Una nada sin fin.

Únicamente el suelo de la habitación, junto con los escasos muebles que quedaban, y Eris y Félix se mantuvieron con nosotros.

— ¿¡Qué has hecho!? — vociferó Fobétor, mirando a su alrededor lleno de confusión.

Mi sonrisa se amplió mientras sentía la desesperación crecer dentro del Amo de las Pesadillas.

— Simplemente nos he extraído del Universo, llevándonos a un plano alternativo donde nada existe — proclamé, orgulloso por mi proeza. — Aquí, ni siquiera la luz o las sombras tienen cabida.

Y con un gesto triunfal (y un pequeño esfuerzo, claro está), me liberé de las serpientes sombrías que me habían alcanzado. Sin embargo, aún estaba lejos de ganar.

— Como quieras. Si no puedo crear sombras para combatirte, ¡entonces crearé Pesadillas! — declaró el oniro, riendo con locura, mientras se desgarraba la mano con sus uñas, infligiéndose una herida sangrante .

A mi alrededor, cuatro siluetas comenzaron a tomar forma, materializándose a partir de la oscuridad que Fobétor parecía irradiar de sí mismo, combinada con la sangre que brotaba de su palma.

Cuando pude ver lo que el oniro estaba creando, olvidé la promesa que le había hecho a Nix. Esto era ir demasiado lejos.

Mis tres hijos predilectos, Zeus, Poseidón y Hades, me observaban con una sonrisa tenebrosa, sus ojos completamente negros. ¿Hasta qué punto llegaría el poder de Fobétor? ¿Acaso sería capaz de replicar a un dios, con todo su poder?

A modo de respuesta, mi hijo menor, el líder de los olímpicos, blandió su rayo contra mí, creando una onda expansiva que fracturó el suelo, partiéndolo en mil pedazos que comenzaron a expandirse en todas direcciones. Desesperado, busqué con la mirada Félix y Eris, sin poder localizar a esta última.

Mientras el cabello castaño de Zeus se agitaba con el aire, este me saludó.

— ¿Cómo te encuentras hoy padre? ¿Al fin me devorarás? — me preguntó, sin abandonar esa sonrisa siniestra.

Antes de poder responderle, Hades, embozado en su Yelmo de Oscuridad, se materializó a mi lado, y me abofeteó con fuerza, tirándome al suelo.

— Tú rasgaste mi carne con tus colmillos, ¡te alimentaste de mí sin piedad! — me acusó, mientras comenzaba a asfixiarme con sus manos desnudas, alzándome hasta que mis pies dejaron de tocar tierra.

Sentí cómo me faltaba el aire, mientras las manos de aquella Pesadilla hacían añicos los huesos de mi cuello. Y justo en ese instante, el tridente de Poseidón atravesó limpiamente la parte baja de mi espalda, arrancándome un grito de dolor.

— Esta vez terminaremos lo que empezamos — me aseguró el dios del mar.

— No habrá condena para ti, papá, ¡solo la muerte! — vociferó Zeus, haciendo que un gran rayo me fulminase, abrasando mi carne y lanzándome al vacío.

Mientras tanto, Fobétor no paraba de reír.

— ¿Qué harás ahora dios del tiempo? ¿Pelearás contra mí para salvar al mundo, y con ello volverás a asesinar a tus "queridos" hijos? ¿O te rendirás y aceptarás tu muerte? — me interrogó, claramente divertido con la situación.

Fobétor no era consciente de lo que había hecho. Había osado manipularme a mí, el titán del tiempo, usando mis más profundos traumas y arrepentimientos. Ahora, me encontraba en una situación imposible. ¿Qué debía hacer?

Fijé mi mirada en mis tres hijos.

Poseidón me observaba, lleno de odio, blandiendo su tridente hacia mí. Tal y como lo recordaba, no aparentaba más de veinte años, y aún conservaba en el rostro esa apariencia frágil e inocente que tenía la primera vez que lo vi, siendo solo un bebé. La única diferencia, era que sus ojos color aguamarina ahora eran completamente negros, al igual que los de sus hermanos.

Hades, por otro lado, no perdía el tiempo.

Volvió a usar el poder de su Yelmo para situarse tras de mí, y en un segundo, cercenó la carótida de mi cuello de un brutal mordisco, haciendo que me contorsionara de dolor. Sus labios, manchados con mi sangre, me sonrieron de forma infantil y perturbadora.

— Te quiero papá — me susurró al oído, antes de apuñalarme repetidas veces en el estómago, hasta convertir mi torso en una masa sangrienta, y arrojarme al fragmento de suelo más cercano.

Aterricé con un golpe sordo, desangrándome por los cuatro costados. Las fuerzas que creí haber recuperado en el Infierno habían vuelto a abandonarme. Levanté la cabeza con un gemido, y me quedé observándolos.

Los tres me miraban fijamente, y aunque quería hacer algo, aunque quería pelear, me era imposible. ¡Eran mis hijos! Ya había cometido en el pasado el error de hacerles daño, y no volvería a hacerlo nuevamente. Los amaba demasiado.

Empecé a temblar, mientras me acurrucaba en posición fetal, completamente desolado. La sangre formaba un charco a mi alrededor, y a no ser que usara mi poder pronto para curarme, moriría por la hemorragia. El dolor me desgarraba por dentro, haciendo que cada instante de vida fuera inaguantable. Sin embargo, era casi hasta agradable. La muerte sería la salida del dilema que tenía ante mí.

Y pensé así... Hasta que sentí el cálido contacto de una mano amiga en el hombro.

Al volverme, vi a Félix, observándome débilmente, mientras negaba con la cabeza, y susurraba algo que no alcanzaba a oír. Al acercarme más a él, pude entenderlo.

— Ellos no son tus hijos Cronos. S-solo son Pesadillas, que se nutren de tu sufrimiento. N-no dejes que Fobétor gane, o todo lo que hemos hecho habría sido en vano... — logró decir aquel chico que tantas emociones había despertado en mí, antes de caer inconsciente por segunda vez.

Comprendiendo la verdad en sus palabras, la ira se encendió en mi interior. Yo, el Señor del Tiempo, había sido engañado por un dios de segunda como aquel malnacido de Fobétor. Me había manipulado usando mi amor paternal, y eso nunca se lo podría perdonar.

Había vuelto a este mundo por una razón, y esa era derrotar a aquel oniro. Y si se atrevía a jugar conmigo... Vería de qué pasta estaba hecho. 

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