Capítulo 12: Mitos y Riesgos
07:00 A.M, lunes día 14 de septiembre, año 2023.
Eris:
Exactamente a las siete en punto, tal y como había planeado la noche anterior, abrí los ojos, dispuesta a salir de aquella pocilga.
Honestamente, aún no me terminaba de acostumbrar a eso que los mortales llamáis "dormir". Era muy extraño... Estabas inconsciente unas horas, tenías algún que otro delirio de esos que conocéis como sueños, y luego te despertabas con dolor de cabeza y más cansado que al acostarte.
¿De verdad os merece la pena? Porque a mí me parecía de lo más inútil.
Por suerte, como era una diosa, me desperecé bastante deprisa, y me levanté de la gran cama que había estado compartiendo con aquel desconocido toda la noche. Le eché un par de ojeadas mientras recogía y me ponía mi ropa, esparcida a lo largo de toda la habitación. Creo recordar que ese joven se llamaba Isidro, tenía dieciséis años, y era gallego o algo por el estilo.
Tengo que admitir que era medianamente mono.
Por descontado, iba al instituto, creo que un curso por detrás mía. Alto, de pelo castaño tirando a negro, ojos verdes y ligera barba. Usaba unas gafas de montura ligera que le daban un aire intelectual. Además, se notaba que hacía ejercicio. De lo contrario, no lo habría mirado dos veces seguidas, ni mucho menos habría pasado la noche con él.
Para colmo, a juzgar por lo ridículamente emocionado que estaba anoche, creo que le había robado la virginidad a otro jovencito más. Sonreí por mis adentros al percatarme de lo mucho que disfrutaba con estas situaciones. Vivir entre los mortales era una de las cosas más divertidas que me había pasado.
Como diosa de la Discordia, los corrompía en un santiamén. Era de lo más placentero ver cómo santurrones de cualquier época o tiempo acababan encandilados por mis encantos hasta hacer todo lo que yo les decía. Para colmo, no había nada más delicioso que ver cómo peleaban entre sí hasta matarse. ¡Era diversión en estado puro!
Chasqueé con desaprobación al comprobar que aquel idiota, con su torpeza de novato, había rasgado mi vestido rojo por la espalda. ¿Se podía ser más cafre?
Pero bueno, tengo que admitir que no me importaba en exceso. Extraje la Manzana Dorada de mi pequeño bolso, y canalizando su poder, la tela comenzó a repararse por sí sola. Los hilos se extendieron y comenzaron a entrelazarse entre sí, y en pocos segundos, el desgarrón se había desvanecido por completo.
Por desgracia para mí, tanto mis quejas como mi reparación express habían terminado por despertar a mi molesto anfitrión. El joven, con una sonrisa a medio camino entre la arrogancia y la prepotencia, se desperezó lentamente en la cama, y colocó sus manos tras su cuello, mientras escaneaba mi cuerpo con la mirada, repleto de lujuria.
— ¿Te vas tan pronto? — dijo Isidro, con voz ligeramente ronca.
Me volví hacia él, dirigiéndole una sonrisa pícara.
— ¿Acaso me ofreces alguna razón para quedarme? — le sugerí con coqueteo.
El muchacho se puso en pie con parsimonia, únicamente vestido con unos bóxer, estirando cada músculo de su cuerpo (y procurando que yo lo viera bien), y después, se acercó a mí, hasta acorralarme contra la pared y besarme apasionadamente.
— Se me ocurren un par de ideas bastante... entretenidas — me susurró al oído.
Tengo que admitir que me habría quedado gustosamente. Pese a todo, este imbécil era bastante atractivo, no besaba tan mal, y seguro que mejoraría en la cama con un poco de práctica. Pero, como diosa, no tengo costumbre de repetir con los humanos. Como suelo decir: Un mortal, una noche.
Sin excepciones.
— Pongámonos en marcha, pues — respondí, fingiendo estar maravillada con sus dotes de seducción. Y lo volví a besar.
Él me abrazó, y trató de quitarme la ropa que ya me había puesto. Sin embargo, su tiempo como amante de la diosa Eris de la Discordia ya había terminado. Sin que el joven se diera cuenta de nada, giré la Manzana Dorada en mi mano, liberando una oleada de luz dorada.
El chico se quedó rígido, su cuerpo frío, y sus labios inmóviles. Me aparté de él con un solo movimiento, dejando que su cuerpo sin vida cayera sobre la alfombra.
— No lo hiciste tan mal Isidro — le dije a su cadáver, mientras observaba la expresión grabada en el rostro del joven, a medio camino entre el placer y la confusión.
Con un chasquido de dedos, liberé su alma de la Manzana, y esta regresó con rapidez a su cuerpo, con sus recuerdos y sentir ligeramente modificados.
No habríais pensando que lo iba a matar, ¿verdad?
Bastante tiempo había perdido ya con el asesinato de aquel estúpido portero. Matar mortales era de lo más divertido, pero deshacerse de sus cuerpos siempre lo arruinaba todo. O sea, ¿no podíais ser más pequeños, o durar más sin pudriros? Es un incordio deshacerse de tantos cadáveres.
No. Ahora simplemente Isidro conservaría todos los recuerdos de nuestra noche juntos, pero no recordaría con exactitud a qué hora me fui, ni cómo nos despedimos. Para rematar la faena, no podría volver a acercarse a mí por mucho que lo deseara, pues su cuerpo y la maldición que había colocado sobre su alma se lo impediría.
Tras un par de carcajadas rápidas, y un último beso de despedida que le propiné a su cuerpo inconsciente, me marché de aquella casa con la cabeza bien alta.
Un nuevo día era una nueva oportunidad de hacer el mal y sembrar el caos.
***
12:37 P.M, lunes día 14 de septiembre, año 2023.
Eris:
Tras todo aquel drama que había vivido con Irene y el tonto de Félix, lo único que quería hacer era ir a casa.
Bueno, para ser más concretos, quería buscar una casa grande y lujosa, entrar a la fuerza, y usar mis poderes divinos para convertir a sus dueños en mis sirvientes mientras condenaba sus almas a una eternidad de tortura. Luego picaría un poco de comida rápida, y después me iría a dormir tan tranquila.
Pero, como no, en aquel instituto siempre había algo que hacer. En esta ocasión, el profesorado había decidido organizar una "maravillosa" excursión por todo el pueblo, con un par de guías locales que nos hablarían de leyendas del lugar, y nos mostrarían los principales monumentos históricos.
En resumen, un aburrimiento total.
Mientras recogíamos nuestras mochilas y libros en el aula, una voz medianamente conocida me sacó de mi ensueño.
— Chicos, ¿habéis visto a Félix? — preguntó Carlos a un par de chicos a unos metros mía.
En un principio, no terminaba de recordar de qué conocía a aquel chico. Primero pensé que había sido uno de mis amantes, pues, para ser sincera, daba la talla de sobra. Sin embargo, luego recordé que aún no había estado con ningún pelirrojo, así que finalmente pude recordar las palabras de Félix, y caí en que era su novio / alma gemela.
Estos mortales y sus tonterías.
¿Qué era el amor aparte de una ilusión temporal? Los humanos se enamoraban, y no hacían otra cosa aparte de sufrir y retorcerse del dolor y la agonía. Luchaban y peleaban en guerras por amor, llevando a sus naciones al borde de la devastación y provocando la muerte de cientos y miles de inocentes. Y si no me creéis, mirad a Paris y Helena. Por su culpa, Troya acabó como un colador. Y mira que era bonita esa ciudad...
Es lo que tiene el amor: destruye todo a su paso.
Además, debía reconocer que Carlos era algo apuesto, pero desde luego no lo suficiente como para atraer tanta atención. Mira el numerito que estaba montando esa chica por él...
Pasados unos minutos, la figura del pelirrojo desapareció de mi vista, momento que aproveché para entregarle a Laura el vial con aquel líquido rojizo que tanto me había suplicado. Ella me lo agradeció de todo corazón, e incluso me dio un abrazo, asegurándome que era la mejor amiga de todos los tiempos.
Por mi parte, estaba radiante. Sabía que lo que se disponía a hacer traería mucho caos y sufrimiento, la receta perfecta para que la Discordia gobierne los corazones humanos.
Media hora después, nos encontrábamos en el corazón del pueblo, recorriendo las calles sin sombras, bajo un sol abrasador y un calor de casi treinta grados. Todos mis compañeros sudaban copiosamente, salvo yo claro, que contaba con la protección de la Manzana Dorada.
Pese a todo, me aburría demasiado. Es lo que tiene ser una diosa que ha visto el desarrollo de todo el universo y la historia humana. Había estado en las mayores urbes, e incluso en la Biblioteca de Alejandría (ayudé un poquito a quemarla). Además, había provocado las mayores guerras, y casi me hago con el control de la Tierra en dos ocasiones.
¿Cómo se suponía que un pueblucho me iba a impresionar?
No obstante, todo cambió al llegar a una plaza decrépita, rodeada por edificios antiguos que parecían abandonados y en ruinas. La misma plaza parecía dejada de la mano de los dioses, con los árboles que la rodeaban muertos y la vegetación marchita.
Un par de nichos, una fuente sin agua, y un pozo grafiteado hasta el hartazgo eran los únicos elementos decorativos con los que contaba.
— ¿Quién conoce la historia de este lugar? — preguntó la guía, una mujer pelirroja entrada en años, de bonitos ojos azules y esbelta figura.
Mis compañeros se miraron entre sí, sin conocer la respuesta, mientras la cháchara rápidamente se apagaba, dando paso a un silencio sepulcral. Supe entonces que algo importante estaba por suceder.
Finalmente, Lorea levantó la mano.
— Aquel — dijo, señalando al pozo. — Es el hogar de la Mujer del Llanto, ¿verdad?
La guía aplaudió, emocionada.
— ¡Exactamente! Ahora, permitidme que os cuente la oscura leyenda que rodea este lugar...
Por lo que pude deducir de sus palabras, hacía más de doscientos años, en aquella plaza vivía una mujer. Su nombre era Plácida, y era considerada por sus vecinos como una hechicera, una bruja peligrosa que secuestraba niños y los sacrificaba en nombre de Satán. Un día, la mujer quedó embarazada misteriosamente, y todos los habitantes del pueblo dedujeron que el padre del niño era el mismísimo Diablo.
Una vez la criatura vio este mundo, numerosas calamidades empezaron a azotar la comarca. Animales asesinados misteriosamente, cosechas arruinadas, muertes inexplicables... Todo apuntaba a la hechicera como causa de la maldición. Ella solía sacar a pasear a su hijo por las noches, cerca del pozo, y las habladurías comentaban que justo al atardecer, su padre venía del mismo infierno a visitar a ambos.
Una noche, los pueblerinos la siguieron hasta el pozo, y una vez allí, redujeron a la mujer y la ataron. La obligaron a contemplar como depositaban a su hijo en una cesta llena de piedras, y lo arrojaban al pozo para que muriera. Finalmente, ahogaron a la mujer en un cubo con agua sacada del mismo lugar, mientras el sacerdote del pueblo exorcizaba al demonio que supuestamente había poseído su cuerpo.
Por último, la desmembraron, y quemaron sus extremidades. Sin embargo, su cabeza la arrojaron al pozo, para que descansara junto al hijo que había parido del Maligno.
— Y cuenta la leyenda, que cada vez que cae el atardecer, los llantos de la mujer resuenan por toda la plaza, y su espíritu posee a aquellos habitantes del pueblo que se encuentran cerca, obligándolos a tirarse al pozo y quitarse la vida como parte de su venganza — finalizó la guía, con una sonrisa en los labios.
Algunos de mis compañeros se mostraron impresionados por la historia. De hecho, más de uno abrió la app de Wattpad en el móvil y se puso a escribir. Otros simplemente se encogieron de hombros y fardaron de no tener miedo, afirmando que los fantasmas no existían.
Por mi parte, sabía perfectamente que estos tenían su lugar en el mundo mortal. Los espectros eran seres en pena, ajenos al poder divino y mortal, y extremadamente difíciles de matar. Normalmente Hades se hacía cargo de ellos, pero había tantos que había terminado por desistir un par de siglos atrás.
Desde el primer momento que pisé aquella plaza, supe que había algo extraño. Como diosa de la mentira, el odio y la disensión, podía percibir una especie de energía maligna cargada de resentimiento que flotaba en el aire. Pero jamás habría imaginado semejante historia. Incluso yo estaba ligeramente impresionada por la crueldad que habían mostrado esos mortales.
Sin poder darle más vueltas al asunto, el grupo comenzó a alejarse del lugar, mientras la voz de la guía se perdía entre las callejas circundantes. En unos instantes, me percaté de que me había quedado sola. Me giré para escapar de allí, y entonces, la oí.
Eran llantos, cada vez más fuertes, que provenían del pozo.
Poco a poco, me di la vuelta, y al mirar a ese lugar, un escalofrío de puro terror me recorrió de pies a cabeza. Del pozo brotaban brazos y se oían miles de voces que parecían estar en agonía. Un líquido negruzco rebasaba el extremo del mismo, y se vertía sobre el suelo. Los sollozos parecían resonar en mi misma cabeza, y comenzaban a volverme loca.
Y entonces, escuché una voz de mujer.
— Gracias por tu visita ama Eris. Gracias a ti, por fin tendré mi venganza... — parecía susurrarme al oído.
Sin poder aguantar más, escapé de aquella plaza maldita, corriendo tan rápido como me lo permitieron mis piernas, y las toneladas de joyas que cargaba conmigo. Solo una vez me hube alejado cinco calles, logré apoyarme en una pared y respirar tranquila, recobrando el aliento.
¿Qué demonios había sido eso?
Necesitaba respuestas, y las necesitaba ya mismo. Tomando la Manzana Dorada, la agité suavemente frente a mis ojos, y posándola sobre mi corazón, susurré, miedosa:
— Revélame el peligro que acecha en este pueblo.
Y lo que vi me hizo ponerme en marcha de inmediato. Todos estábamos en peligro, y de no hacer nada, la sombra de la muerte pronto se cerniría sobre todos nosotros, en forma de una atroz pesadilla.
Era hora de enfrentar a un enemigo que probablemente pondría fin a mi vida.
***
14:51 P.M, lunes día 14 de septiembre, año 2023.
Félix:
Lo primero que logré mover fueron los dedos de la mano izquierda. Un cosquilleo recorrió todo mi antebrazo, hasta que finalmente logre flexionar mi codo y apoyar mi palma sobre el suelo. Tras un poco más de esfuerzo, pude hincar ambas rodillas, y finalmente, con la desinteresada ayuda de una pared de hormigón, ponerme en pie.
Tras escapar de la ilusión de Eris, había estado inconsciente un buen rato.
Pero lo peor de todo es que esa inconsciencia no sirvió para eliminar el cansancio que se amontonaba dentro de mí. Aquella fatiga era la consecuencia directa de haber sido capaz de vencer el poder de una diosa.
Había estado minutos, o tal vez horas tratando de moverme, sin éxito. Sencillamente, mi cuerpo no respondía. Era como si ya ni me perteneciera.
Ahora todo era diferente, volvía a estar de pie, y conocía los planes de Eris. Debía impedir a toda costa que esa maldad creciera dentro de Irene. No podía permitir que una chica agradable e inocente como ella se convirtiera en una víctima, una marioneta más en manos de la diosa de la Discordia.
Tenía que hacer algo, ¿pero el qué?
Esa es la única pregunta que inundaba mi cabeza, mientras, con paso tembloroso, lograba salir de aquel maldito comedor. Los pasillos estaban completamente vacíos, y un rápido vistazo al reloj me permitió saber que llevaba más de tres horas incapacitado.
En ese momento recordé que había prometido a Carlos que lo alcanzaría pronto antes de enfrentar a Eris, y además, habíamos hecho planes juntos para aquella tarde. A pesar de que ya llevábamos casi una semana saliendo oficialmente, hoy iba a ser nuestra "auténtica" primera cita: Iríamos al cine, y luego tendríamos una cena romántica en un bonito restaurante italiano que acababan de abrir en el centro del pueblo.
Mi alma gemela debía de estar terriblemente preocupada por mí. Justo cuando me disponía a llamarle, la voz de Laura me sobresaltó.
— ¡Aquí estás! — exclamó la chica, emitiendo un suspiro de puro hastío.
Laura era una chica bastante particular... Y no solo en su aspecto, que muchos encontraban excesivamente llamativo, por decirlo de alguna forma.
Era un poco bajita, sin llegar a los metro sesenta de estatura. Tenía unos preciosos ojos aguamarina que contrastaban vivamente con su tez morena, y que iban a juego con su pelo. Porque sí, todo su cabello estaba teñido de azul. Y lo que (para mi gusto) es peor: Complementaba aquel peinado con unas mechas de color rosa fucsia en las puntas de su melena, que le llegaba hasta el pecho.
Sin embargo, eso no era lo extraño en Laura. Ella era lo que a mí me gusta llamar, una persona atípica, un alma errante. ¿A qué me refiero con esto?
El alma de Laura no poseía ninguna vibración. Esto, a priori, puede parecer una tontería, al fin y al cabo, uno no se imagina el alma como una alarma del móvil, ¿cierto? No obstante, si un alma carece de vibración, quiere decir que no posee un alma gemela.
Siendo sinceros, la mayoría de las personas nunca encuentra a su alma gemela, y los menos tienen una relación romántica con él o ella. Sin embargo, esas personas tienen el consuelo de saber que, en algún lugar del mundo, hay alguien que los estará esperando, aún sin saberlo.
Laura, por el contrario, estaba condenada a una eternidad de soledad.
Lo cierto es que ella y yo nunca nos habíamos llevado especialmente bien, así que ahora me extrañaba bastante que anduviera buscándome. ¿Qué podría querer de mí?
La respuesta salió de sus labios instantes después.
— Eris me pidió que te entregara esto — me susurró, como si me estuviera contando un secreto, mientras me deslizaba un sobre negro, lacrado con un sello de cera dorada, que representaba una manzana envuelta por una cobra enseñando sus colmillos.
Tomé el sobre sin darle mayor importancia, y cuando Laura hizo amago de alejarse, la detuve posando mi mano sobre su muñeca. Ella se volvió, sobresaltada. Su expresión reflejaba una gran ansiedad.
— ¿Por casualidad no habrás visto a Carlos? Temo que esté preocupado por mí... — le comenté, extrañado por su reacción.
La chica se acomodó un mechón de pelo rosa tras la oreja, como si estuviera sopesando sus palabras cuidadosamente.
— Lo he visto antes, cerca del bar de copas, a las afueras del pueblo. Estaba con un amigo, tonteando con un par de chicas. Parecía que la cosa iba en serio — se apresuró en aclararme.
Su respuesta me pilló desprevenido. ¿Sería Carlos capaz...? No, desde luego que no. Él me había confesado su amor hacía poco tiempo, y hoy teníamos nuestra primera cita. Pese a todo, no podía olvidar como en mi tiempo él me había ignorado, y se había ido con una chica, y luego otra, y otra. De hecho, si había decidido salir conmigo, es únicamente porque se había sentido celoso por ver a Cronos en mi casa.
¿Y si el ataque de celos ya había pasado, y se había aburrido de mí? Quizá hubiera decidido salir a buscar carne fresca. A fin de cuentas, ¿qué razón tenía Laura para mentirme?
Aunque quise resistirme a creer lo que ella decía, en mi fuero interno, sentí como la confianza que sentía hacia Carlos se resquebrajaba. Pero él no sería capaz de engañarme, ¿cierto?
Aprovechando mi confusión, Laura se escabulló antes de que pudiera exigirle más respuestas. Profundamente desalentado, abrí el sobre que contenía la nota de Eris. La caligrafía, en contraste con el lujoso sobre, era rápida y descuidada, y, tras un examen minucioso, me di cuenta de que había escrito la nota con pintalabios.
Dejando esto de lado, su mensaje me dejó atónito. Rezaba tal que así:
Félix,
Sé que antes hemos tenido nuestras diferencias, y ni siquiera pienses que he considerado tus estúpidas palabras.
Te escribo para que sepas que Cronos, y todos nosotros estamos en serio peligro. Mi sobrino ha atacado el hospital donde se encontraba, y ha matado a todos allí. También ha destruido las carreteras y ha tomado a Cronos como rehén.
Voy para allá para poner un poco de orden. Seguramente sea una trampa para intentar asesinarme, ¡así que ven lo más rápido posible!
Con mucho odio, Eris.
Me quedé perplejo. Yo pensaba que mi familia era complicada, pero, en comparación con la de Eris... ¿Quién demonios era su sobrino? ¿Y por qué tenía el poder suficiente como para destrozar un hospital y hacer como si nada?
Obtuve las respuestas en la otra cara del papel, a modo de postdata.
PD: Mi sobrino es Fobétor, uno de los oniros, los hijos de Hipnos. Es el Amo de las Pesadillas y le divierte torturar eternamente a las almas humanas en sueños. ¡Date prisa antes de que muramos todos!
***
Nota del autor: Os adjunto una posible imagen del personaje de Laura. ¡Dejadme en comentarios vuestra opinión!
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