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Anabelle.

Dan no ha querido probar bocado hoy.

Le muestro la blanquecina carne de langosta que humea ante sus ojos pero la rechaza una y otra vez. Su piel está sudorosa y las náuseas han acudido en múltiples ocasiones, por lo que me mantiene alerta y vigilante ante cualquier signo de deshidratación.

Salma sigue tumbando cocos de las pocas palmeras que hasta el día de hoy permanecían intactas en el lindero de la arena y el descomunal bosque. La actividad la mantiene distraída pero en algunos momentos he disimulado verla llorando o enjugándose las lágrimas en silencio.

Aun no tenemos ningún rastro de Paul, lleva seis días desaparecido y la verdad nadie quiere decir lo que a nuestro entender es evidente. Es muy difícil que sobreviva en el bosque, sin agua, sin comida y sin refugio. Quizás, todos esperamos lo peor o, simplemente no somos lo suficientemente valientes para saber que en esta isla no se sabe que destino tendrá cada uno de nosotros.

Y pensar en eso, me pone los pelos de punta.

—Bebe un poco. –dice Salma acercándome la cristalina agua de coco y observando a Dan—. Ayudará a evitar que no se complique.

Dan coge el fruto y comienza a tomar de manera exasperada.

Es evidente que se siente muy mal pero no me lo dice. Nuestra relación o lo que sea que tengamos se ha solidificado con el paso de los días en la isla. En algún punto que no sabría decir cual, sentí la necesidad de no despegarme de su lado y fue cuando entendí que estar tan cerca de él me hacía sentir de maravilla.

La reciprocidad entre los dos creo que es tangible. Y los otros suponen que tenemos algo aunque a decir verdad ni yo misma sé realmente que significa eso.

—Se ven de maravilla. –comentó Ariadna el día de ayer mientras le ayudaba a cazar en el mar.

No hubo manera de responderle pero el calor que sintió mi cuerpo tras esas palabras bastó para que ella se diera de cuenta.

—Lo lamento, no quería incomodarte. –puntualizó.

Le hice un gesto con mi mano y seguimos en nuestra faena.

Debo admitir que las cosas en la isla no son realmente malas. El hecho de estar con personas en este inhóspito lugar me ha demostrado lo trascendental que puede ser cada segundo de mi vida. Al decir esto me refiero que lamento no haber pasado mi cumpleaños con mis padres y que lo que en ese instante me resultaba una trivialidad ahora me parece de suma relevancia.

—Hay que estar en el fondo del abismo para querer estar nuevamente arriba. –señaló Dan la pasada noche cuando le comenté sobre mis antiguos y frívolos actos.

Dan.

Dan.

De verdad las cosas con él me resultan tan distintas a como ocurría con Marcus. Con él no tengo que fingir que soy perfecta, más por el contrario, soy yo misma y me siento a gusto de ser tal cual como soy.

Sin filtros.

Sin barreras.

Sin adornos.

¿Enamorada?

No lo sé, pero espero que Camille también lo note.

— ¿Qué piensas al respecto?

La voz de Salma me sobresalta. Por mi expresión entiende que no he estado prestando atención a sus palabras.

—Disculpa no...

—Tranquila, solo quería saber que pensabas sobre eso. –me dice mientras me otorga un fruto amarillo similar a la pomarrosa.

Es dulce y jugoso. Lo pruebo y el suculento sabor me envuelve por completo. Aunque las raciones del día son escasas y un poco limitadas, entiendo y aplaudo el esfuerzo que la mayoría hace para mantenernos con el estómago lleno. Un caracol, un pedazo de carne de pez o como en situaciones de inmenso prestigio sucede: un trozo de carne de cerdo salvaje, me podía parecer una nimiedad unos meses antes. Pero, en estos momentos y en estas circunstancias hasta este pequeño fruto me resulta de gran importancia y valorar la forma en que nos cuesta obtenerlo.

—Decía que si quieres quedarte o unirte para ir a investigar al otro lado de la isla.

Suena tentador, pienso.

Deseo fervientemente ir a explorar otros sitios y no permanecer de manera perenne en estos linderos. Sin embargo, pienso en Dan y sé que aunque lo veo un poco mejor prefiero quedarme con él para así resguardar el refugio y los escasos recursos obtenidos. Él me observa con interés como si no le importara mi decisión.

Niego con la cabeza.

Salma asiente, y se levanta.

—Creo es lo mejor. –me susurra—. Irá Camille y Jared también, por lo que me sentiría más segura sabiendo que estarás aquí por si llega a aparecer.

En un primer momento, no comprendo el trasfondo de sus palabras pero un poco después, asiento y sé que lo dice por si llegamos a obtener respuestas sobre el paradero de Paul.

—Perfecto. –le respondo.

El grupo de exploración, se conforma por Jared con su afilada lanza de cacería; Salma a quién Ariadna le ha provisto de dos filosas y puntiagudas armas con forma de dagas y por supuesto, Camille quién para sorpresa de todos se ha desprendido de sus zapatos y lleva una improvisada envoltura de enormes hojas sobre sus pies.

Aun no la he confrontado del todo pero admito que no siento la más mínima preocupación para con ella. Parte de todo este problema y de la desaparición de Paul es por su culpa.

—Perfecto, nos vamos. –avisa Jared mientras camina por la orilla de la playa junto a Ariadna.

— ¡Traedme un jugoso cerdo, por favor! –grito desde mi posición en las sombras de las palmeras.

Ariadna levanta las manos en señal de clemencia.

No puedo evitar sonreír; no puedo dejar de pensar que quizás mi destino sea de esta manera y tener que pasar el resto de mis días junto a ellos.

Junto a mis compañeros... junto a mi nueva familia.


***

Cuando me despierto observo el rostro de Dan a mi lado, sonriéndome.

— ¿Qué ocurre?

Él no me responde. Por el contrario, agacha un poco su cabeza y me besa en la frente. Levanto la mirada y siento el fuego abrasador del deseo.

— ¿Qué estás pensando? –le vuelvo a preguntar.

Su cuerpo se mueve y quedamos al mismo nivel.

—Averígualo. –

Y entonces, me comienza a besar.

Sus labios me rozan con delicadeza y nuestros cuerpos se funden en un sublime calor. Dan se incorpora y se despoja de su franela lo cual deja a la vista sus prominentes músculos. Lo miro con placer y el empieza a besar mi pecho.

Ahogo un gemido y noto como su lengua asciende lentamente hasta mi cuello.

Me muerde el labio.

Lo rodeo con mis brazos y siento su imponente erección.

—Te deseo, Annie. –me susurra tras morderme el lóbulo de la oreja.

—Yo también. Hazlo. –exijo.

Y tras esas palabras me retira con suavidad mi ropa interior y se introduce dentro de mí con cautela pero con ferocidad. La embestida me hace gemir y su formidable cuerpo se mueve en un sincrónico vaivén. Dan toma mis piernas y las separa aún más y me deja completamente expuesta ante él.

Parece un león... y yo soy su presa.

Embiste.

Siento el dolor y el placer por igual.

Me mira y de sus ojos emanan el inclemente fuego del infierno. Estoy a punto de llegar al clímax. Este momento lo había deseado tanto pero jamás pensé que fuera de esta manera. Sin duda, jamás pensé sentirme así con un hombre.

—Eres mía. –me ruge.

Ahora soy yo quien lo beso con frenesí y con mis temblorosas piernas le envuelvo su espalda y lo atraigo hacia mis adentros. Dan levanta la cabeza y gime de placer cuando ambos, en un mar de deseo y pasión, estallamos en el momento más placentero que pudiese imaginar.


***

—Me gustas mucho. –susurra con el movimiento irregular de su enorme pecho.

Lo miro y le sonrío.

—No me mires así, o me veré en la obligación de poseerte otra vez, Annie.

—Oh, ¿me está amenazando?

Él lo piensa un buen rato.

—Más que amenaza es una advertencia, señorita. –concluye.

Ambos sonreímos. Si así será el resto de mis días podría acostumbrarme muy fácilmente a esto, la verdad.

—Tú también me gustas mucho. –admito.

Dan me atrae e intenta responderme pero su voz queda apagada ante la inesperada interrupción de aquel idílico momento.

—Entonces, supongo que son ciertos los rumores. . –masculla Camille. 

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