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Anabelle.
El metal golpea directamente contra la cabeza de Dan y el crujido que ocasiona me hace estremecer de pavor. Su cuerpo da una gran sacudida antes de desplomarse sobre mi regazo y entonces sin poder evitarlo, comienzo a gritar.
De inmediato, la imagen se tergiversa y siento como unas fuertes manos me cogen por los hombros arrastrándome a un sitio totalmente desconocido para mí. Todo se oscurece con una rapidez inimaginable y las sombras se apoderan del entorno. El miedo se acrecienta y entre el temor y la angustia... despierto.
— ¡Annie...! ¡Annie...! —la voz de Dan me arrulla con suavidad.
Mi cuerpo tiembla de pies a cabezas.
Los enormes brazos de Dan me sujetan con la fuerza adecuada mientras intenta calmarme lo cual a los pocos segundos logra para mi sorpresa.
Mi respiración se ha ralentizado y siento como comienzo a relajarme entre su cálido abrazo.
—No te preocupes, estoy contigo. –me dice y me atrae hacia su pecho.
Cierro los ojos e inevitablemente evoco la imagen de él siendo golpeado por Marcus. La pesadilla surca mi mente como un ave rapaz. Por la rigidez que mi cuerpo adopta siento como vuelve a atraerme y en esta ocasión empieza a rozar sus dedos por mi cabellera como mi madre estaba acostumbrada hacer en momentos de caos.
Lentamente me separo de Dan y observo que no lleva nada de ropa en la parte superior. Sus formidables músculos y extraordinarios tatuajes resaltan en la escasa luz que nos envuelve. Hasta ese momento me doy cuenta de lo hermoso que es y él parece sentir mi mirada porque comienza a sonreír con picardía.
— ¿Qué sucede? –interroga con curiosidad.
Niego con la cabeza y siento como un ligero calor asciende por mi cuello hasta mi rostro. Él sigue observándome y yo no puedo soportarlo más.
Desvío la mirada.
Vislumbro como las olas golpean la arena con su magnético vaivén.
Entonces, sus dedos me tocan la mejilla y dirigen mi cara hacia él. Mi corazón late desbocado y un tenue hormigueo en la parta más baja de mi vientre aparece de forma espontánea.
Nos miramos: fuego y pasión.
Y sin poder evitarlo, Dan se aproxima a mí y siento la suavidad de sus labios sobre los míos; poco a poco con la precisión exacta y que jamás había podido sentir nos comenzamos a besar. Nuestros latidos se unifican y su aliento me relaja por completo mientras su lengua entra dentro de mi boca con la experiencia innata que solo el deseo genuino puede otorgar.
Él me abraza y me atrae nuevamente hacia él.
Su cuerpo arde y mi cuerpo reclama lo que para ambos es evidente. El deseo crece a nuestro alrededor y cuando me dispongo a abrir los ojos para captar la imagen de forma más detallada, la noche ya ha caído sobre nosotros.
—Me gustas, Anabelle. –me dice tras separarse por un breve segundo.
Asiento y me coloco encima de su cintura y cual engranajes en movimientos lo sigo besando sin intención de detenerme. Jadeo presa de la enorme excitación que estoy sintiendo. Él me toca la espalda y realiza movimientos circulares con su boca en mi cuello. Su lengua desciende y mi piel se eriza con el recorrido de la misma.
Gimo.
Dan no espera más y ejerce un movimiento giratorio para quedar encima de mí. Me observa y su enorme cuerpo me cubre como un animal salvaje lo haría con una presa.
Sonríe y le imito en el proceso.
Cuando ambos nos volvemos a besar la lluvia ya está cayendo a raudales por todo el lugar. Sin embargo, no es eso lo que me detiene abruptamente. No es eso lo que realmente me separa de aquel idílico momento. Detrás de Dan y a pocos centímetros de distancia, unos enormes ojos de color ámbar nos observan fijamente sin siquiera pestañear.
Él también se detiene de improviso y me mira con confusión.
— ¿Qué pasa? –
—No voltees. Algo nos está mirando entre las sombras.
Y tras decir aquello, los refulgentes ojos dorados se multiplican en los matorrales y el bramido que precede al ataque, se alza por todo el lugar.
***
En el momento exacto que el alarido emerge de aquellas extrañas criaturas de la oscuridad, Dan me levanta con brusquedad y como algo que no se espera pero que de alguna forma se está preparado... comenzamos a correr.
La noche está en su mayor punto y la lluvia cae sin cesar sobre nosotros. Las olas han aumentado su tamaño y casi tocan el borde de la arena justo en el inicio del bosque.
— ¡Vamos, Annie!
Dan me sostiene de mi mano derecha y entre saltos irregulares sobre las pequeñas rocas que apenas podemos ver en la arena comprendo que es una mala idea seguir este rumbo. Lanzo una mirada hacia atrás y observo como unas oscuras bestias nos persiguen con sus fauces abiertas y salpicando saliva entre cada bramido realizado. Como la oscuridad nos rodea y es muy difícil discernir lo que realmente son: entiendo que nos ganan en número por lo que debemos ser más audaces y arriesgados si queremos salir con vida de este extraño ataque.
Mis pies golpean una enorme roca y solo hasta ese momento me doy cuenta de que aun llevo puestas mis botas altas de tacón grueso que había usado para mi cumpleaños.
Una mala decisión, pienso mientras le sigo torpemente el paso a Dan.
Hemos cruzado un recodo de la playa que se expande más y más ante nuestros ojos. La lluvia se acompaña en este punto de relámpagos que entre sus descomunales sonidos y los de las criaturas que nos persiguen, me ponen los pelos de punta.
— ¡Anabelle! ¡Debemos meternos en la playa o nos mataran aquí!
La voz de Dan es de supremo miedo.
No deja cabida a la duda.
Saltamos al mismo tiempo sobre un espacio inestable de arena húmeda y mis botas se hunden un poco más de la mitad. Y sin poder evitarlo, caigo de bruces.
La criatura pasa a mi lado por un microsegundo y ruge con furia mientras lanzaba su ataque. Dan sigue corriendo y tras observarme, se detiene bruscamente. Por su parte, la bestia se posa entre los dos como si decidiese a quien atacar primero. Mira de un lado a otro. Su pelaje negruzco y sus rendijas que resaltan en la oscuridad le dan un toque fantasmagórico.
Abre las fauces, y sus afilados dientes se asoman preparados para romper todo a su paso.
Comprendo que es mi final cuando da unos pasos hacia mí con sigilo.
La escena se detiene ante mis ojos y las otras criaturas, pienso agradecida, deben de haber desaparecido porque ya en este punto estaría muerta entre sus afiladas garras. Observo por última vez a Dan cuyas manos están a cada lado abiertas de par en par, esperando o decidiendo qué hacer.
Pero ambos sabemos que no hay nada que hacer.
La criatura se aproxima con su respiración espasmódica. Me recuerda a un tigre pero jamás había visto algo semejante, la verdad. Entonces, se abalanza lentamente hacia atrás para tomar impulso y cuando ya decide saltar sobre mí, veo como el objeto atraviesa la cabeza de la bestia y éste cae a mi lado vomitando un líquido oscuro y abrasivo.
Dan y yo no damos créditos a nuestros ojos, dos figuras han aparecido en el borde del bosque y uno de ellos, un hombre, sostiene en su mano una larga lanza apuntando hacia delante.
— ¡Por aquí! ¡Vamos! –ordena, adentrándose en el oscuro bosque.
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