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32


Anabelle.

La oscuridad me envuelve por completo.

Un ligero manto de ingravidez me mantiene suspendida en el aire y puedo sentir como mi cuerpo se va fragmentando en mil pedazos de una forma lenta y acogedora. Imaginaba la muerte de mil maneras: dolor, horror y lamentos pero, jamás así. Además, soy consciente de que esta fatídica muerte me ha hecho pensar en muchas cosas, espera...

¿Por qué sigo pensando si ya estoy muerta?

La respuesta me regresa a la vida abruptamente.

El respingo va acompañado de una larga bocanada que sale de lo más ínfimo de mí ser. Un grito ahogado emerge de mi boca y a continuación observo como unos brazos me toman y me rodean con suavidad.

Escucho una voz pero aún estoy completamente confundida. La oscuridad ha desaparecido pero siento que mi cuerpo tardar en activarse.

— Tranquila, tranquila. –me susurran al oído.

Pocos segundos después, me abraza y siento como su suave voz me reconforta. Dan.

Mis ojos se adaptan al lugar y percibo como gran parte de mi cuerpo está cubierto de arena.

—¿Un poco mejor? –

Asiento. La verdad, si me siento un poco mejor.

Poco a poco, voy separándome de él y noto como sus mejillas se han enrojecido por un momento. El gran Dan, sonrojado.

¡Qué novedad!

Sonrío y el desvía la mirada con evidente vergüenza.

— Lo siento... —comienza a decir.

Le coloco mi dedo sobre sus labios, este momento es tan íntimo, tan nuestro que no quiero que deje lugar a la duda. Sus ojos se fijan sobre mí. Fuego y pasión.

— Anabelle yo...

Y entonces, me acerco un poco más y lo beso.

Una rápida y embriagadora corriente eléctrica se extiende a través de nosotros. Nuestros labios se tocan una y otra vez, y Dan me coge el rostro con sus enormes brazos y puedo notar como el calor se expande de una forma apacible a nuestro alrededor.

Él muerde mi labio inferior y aunque mis ojos están cerrados en aquel momento puedo notar la calidez que emana de él. Me recorre con su lengua la delicada piel de mi cuello y lanzo un tenue gemido. Él sigue tranzando círculos y me atrae más hacia su corpulento cuerpo.

Un extraño pensamiento cruza mi cabeza, al ver como Dan y yo nos fundimos en uno solo:

¿Qué pensará Camille de esto?

¡Ja!

Como deseo que esa perra estuviese aquí para que vea lo que estoy haciendo.

— Vaya, vaya, Annie. –me sorprende una voz—. Como me has cambiado tan rápidamente.

Y al abrir los ojos veo como el objeto metálico se mueve en el aire, y choca con fuerza en la cabeza de Dan.



Marcus.

El clima ha cambiado, otra vez.

Las nubes se aglomeran entre sí y forman un tumulto sólido vaticinando, sin duda, otra tormenta. La naturaleza puede ser sumamente peligrosa y desafiarla no está nuevamente en mis planes.

Con el cansancio que asciende por mi cuerpo trato de mantener un poco la calma aunque sé por experiencia propia que en pocos segundos voy a perder el control. No es algo que me suceda con frecuencia pero reconozco que este lugar me pone los nervios de punta.

Un estruendo se escucha más allá de la fortaleza boscosa de donde me hallo. Giro la cabeza en busca de alguna señal humana pero, sólo observo el bosque detrás de mí como un centinela. Decido en última instancia que adentrarme allí es una pésima idea. Mi mente evoca imágenes de animales salvajes y otros espectros; y lo que menos deseo es sucumbir entre aquel desconocido paraje.

Desde hace unas tres horas que estoy aquí y no he visto rastro alguno de los demás. Lo último que mi mente recuerda con exactitud son los gritos de pavor de todos y el caos aumentar a nuestro alrededor.

Sí que fue una pésima idea irnos en el yate.

Pero, ¿me arrepiento...?

Supongo, que no.

Resignado, me levanto con brusquedad y salgo de la protección de las altas palmeras que se alinean por todo el borde la playa. Debo buscar un buen refugio y la posible señal de los demás. No me gusta para nada estar aquí sólo, aunque la soledad me ha perseguido desde la infancia no es algo con lo que quisieras lidiar.

— No estás solo. –afirma alguien a mi espalda.

La voz me paraliza por completo. Mi cuerpo ha dejado de funcionar y mis extremidades se detienen en pleno movimiento.

Empieza a hacer un frío atroz pero el viento permanece igual como antes.

Empiezo a temblar.

— Has estado solo, porque tú mismo lo has querido así.

La voz me eriza y decido girar hacia atrás.

Espero encontrarme con aquel individuo plantado a pocos metros de mí. Espero ver su rostro salpicado de sangre y con su sonrisa indeleble aun cuando sea yo mismo el causante de su dolor.

Recupero el control de mi cuerpo en el momento exacto que doy la vuelta pero no encuentro a Paul allí, de hecho no hay más nadie salvo las olas chocando con la blanquecina arena.



***

Jared.

Algo está a punto de suceder.

Lo sé por la bruma que rodea la isla. Las aves alzaron el vuelo en la mañana y no han regresado desde entonces. De hecho, los sonidos tenues del bosque se han silenciado de un momento a otro, como si se fuesen esfumados de manera improvisa.

La carga del ambiente es otra cosa inusual. La humedad crece y el cansancio se hace más evidente con el pasar de los segundos. El cielo está rodeado de nubes y un sol resplandeciente y al cabo de un momento, se torna gris y frío.

Conociendo cada uno de los acontecimientos del lugar, decido regresar al bosque para estar más seguro. Si una tormenta se acerca no quiero sentirme inseguro con el mar de leva muy cerca de mí.

Mis zapatos están secos y agradezco la protección que ejercen en mis magullados pies. El bosque tiene una gran extensión y lo más peligroso de todo está en la parte noroeste donde las zarzas se elevan y finas púas se entrelazan por el suelo, formando un claro extenso y mortífero de quien ose cruzarse en su camino.

No hay rayos de sol porque las nubes se consolidan. Sin duda, falta poco para la tormenta.

Un sonoro y estridente relámpago atraviesa el inmenso cielo pero las aves no alzan el vuelo.

Sumamente extraño, pienso.

Sigo dando tumbos sobre el suelo y con mi lanza de caza en mano voy apartando las enredaderas que se cruzan por el denso camino. De pronto, un grito me llega fugazmente. Detengo la marcha y agudizo el oído.

— ¡Suéltame, por favor! ¡Suéltame!

Oh, mierda.

El sonido se ubica a mi derecha y por el eco de la misma comprendo que no está muy lejos de mi posición. Decido incrementar el paso y sigo el rumbo de los gritos que comienzan a oírse un poco más.

— ¡DEJAME!

Y justo cuando salto sobre un árbol caído y caigo sobre mis talones al otro lado, veo el cuerpo de una joven estremecerse en el suelo con ferocidad. Lleva muy poca ropa y alrededor de su escuálido cuerpo noto como algo la rodea por completo. En un primer momento pienso que es una larga serpiente constrictora pero luego me acerco más y detallo que es una larga cuerda lo que le bloquea el tronco y las extremidades.

La chica sigue estremeciéndose intentando dar patadas en el aire, en vano.

— Shhh, silencio. Silencio.

Ella abre los ojos como platos.

Me observa e intenta gritar nuevamente pero soy mucho más rápido y coloco mi mano en su boca, neutralizando el alarido.

— ¡Cállate! ¡Cállate o nos van a oír! –le advierto en un hilo de voz.

El bramido que emerge del bosque me confirma que ya es demasiado tarde. 

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