la última respiración
Advertencias: contenido sexual, pensamientos negativos, suicidio, infidelidad.
La línea del tiempo es borrosa. Escribí esto antes de que Leo se fuera al Inter o se supiera que iría al Inter ,fue doloroso de escribir a decir verdad. :(
Por favor tener en cuenta que todo esto no es nada más que ficción.
*
La única cosa que se podía escuchar en la habitación eran las respiraciones. Los rayos del sol naranja se estaban a través de las grietas de las persianas, y él deseó poder subirlas para ver cómo el sol era opacado en el movimiento del planeta, pero no pudo. Todo era nuevo, con lo nuevo venía la paranoia de que algo fuera a salir mal. Esa paranoia estaba incrustada en el centro de su corazón, así que prefería no arriesgarse a nada, aún sabiendo que, donde estaban, nadie lo sabría.
Nadie sabría cuántas veces su piel había sido besada y acariciada mientras el sol seguía su camino. La forma en que su nombre había sido murmurado de manera devota y dulce, mientras era llevado al punto más alto de su vida. En la caída, al menos, había sido sostenido con manos fuertes, que dejarían huellas en su piel, y un aliento cálido en el espacio entre su cuello y su hombro.
Un teléfono vibró, al pie de la cama. Pensó que se trataba de un simple mensaje o notificación, pero cuando la vibración se siguió repitiendo aceptó que no era así.
Neymar suspiró, antes de rodar en la cama y levantarse. Leo estaba dormido de manera profunda, tan pacífico que no quería perturbarlo y sacarlo de su descanso. No era su teléfono, porque ese estaba en el sofá de la sala donde habían estado jugando antes de empezar a besarse, sino el de Leo. La pantalla estaba iluminada con un hombre que hizo que su estómago se retorciera, nauseabundo.
Anto.
La esposa de Leo. La madre de sus hijos. El amor de su vida.
Recogió el teléfono con las manos temblorosas, sin la intención de contestar pero con el deseo de que la llamada se terminara. Estaba a medio camino de ponerlo en el mueble a la par de su cama cuando la vibración terminó. La pantalla se iluminó con un mensaje al instante.
Amor, dónde estás??
Neymar dejó el teléfono en el mueble, poniéndolo tan rápido como si le hubiera quemado las manos. Tal vez no las manos, pensó, pero sí alguna pieza suelta de su corazón. Esa que estaba desesperanzada y que le seguía diciendo que lo que estaban haciendo mal. Que no iba a pasar mucho tiempo antes de que todo se derrumbara.
Él sabía, por supuesto que sí. Sabía que estaba mal por miles de razones diferentes y válidas, pero aún así no pudo contenerse a sí mismo de hacerlo. Leo, por más que luchara incluso cuando estaban juntos y se estaban besando como si fuera la última vez, tampoco podía. Se sentía demasiado bien estar juntos, la forma en que el tacto de sus pieles provocaba cosquilleos y sus labios encajaban tan bien juntos.
—¿Ney?
La voz de Leo se escuchaba un poco rasposa y suave por la somnolencia. Neymar se acostó en la cama y se hundió en sus brazos, tratando de borrar los pensamientos de su propia mente. Pensar no siempre le hacía bien, pero lo bueno era que no necesitaba hacerlo mientras tuviera a Leo con él.
—¿Sí?
Leo murmuró, sus ojos abriéndose y cerrándose en un parpadeo lento, antes de frotarse los ojos con la mano. Parecía un niño de esa manera, le provocaba ternura y cariño en el pecho.
—¿Qué hora es?
Siempre empezaba así. ¿Qué hora es…? Y media hora después, se estaba yendo, sin mirar atrás ni una sola vez y dejándolo en soledad. Neymar tendría que esperar media hora antes de irse por su propia cuenta.
La casa en la que se reunían estaba a las afueras de la ciudad, pero en carro no tomaba mucho tiempo llegar ahí. Neymar había adquirido los derechos de la propiedad un poco después de llegar a París, cuando quería tomarse un tiempo a solas sin nadie de su familia o amigos. Nunca le había dado tanto uso, y nadie sabía de la existencia, ni siquiera su papá. No hasta Leo, al menos.
Neymar había hecho mención a la propiedad y el acuerdo para reunirse ahí y evadir cualquier posibilidad de ser descubiertos fue mutuo.
—Ya es hora. —Eso fue todo lo que dijo. Ninguno de los dos necesitaba nada más que eso para ponerse en movimiento, pero en las últimas ocasiones ambos habían estado tardando más y dudando más a la hora de irse.
Él fue el primero en levantarse un momento después. Dejó una caricia en la mejilla de Leo con la punta de sus dedos, y le dio la espalda cuando comenzó a ponerse la ropa. No soportaba vestirse mientras lo veía a los ojos, porque esos ojos siempre lo miraban de una manera que no debería y lo hacían querer más. Lo hacían querer algo que no podía tener.
Los susurros de la ropa del otro no tardaron en escucharse.
Estaba bien si Leo lo miraba con devoción mientras estaban follando, mientras se estaban besando o acariciando. Él sabía que la lujuria le hacía muchas cosas a los sentimientos, a veces era difícil distinguir la línea casi imperceptible que dividía a la lujuria y la devoción, al amor. Pero cada vez que Leo lo veía, en otro momento, como si lo quisiera, su corazón dolía.
Leo tenía una esposa en casa, a sus hijos esperándolo para que fuera y les contara un cuento antes de dormir. Tenía una vida modelo y era un Campeón del Mundo, y aunque el Club actual no era el que su corazón quería, Neymar sabía que el otro estaba feliz en ese momento. Con las esperanzas altas, aún después de ser obligado a marcharse del lugar por el que sangró.
Era en esos momentos en donde se sentía que todo era más intenso en los que trataba de poner la distancia, en especial porque sabía que ya estaba haciendo suficiente daño.
—¿Te veo…?
La voz de Leo lo atrajo de sus sentimientos. Su primer impulso fue moverse hacia el argentino, pero se detuvo cuando se dio cuenta que sus ojos se sentían como si fuera a comenzar a llorar.
—Después.
Nunca sabían cuando iba a ser la próxima vez. Tampoco cuando iba a ser la última.
Había una sensación insistente en el estómago de Neymar que le decía que iba a ser más pronto de lo que creían.
Escuchó el tropiezo suave en los pasos de Leo, la manera en que se detuvo en el marco de la puerta y miró hacia atrás, como si quisiera ir hacia él y besarlo o despedirse de otra manera. Neymar no solía ser tan frío a la hora de despedirse, pero los mensajes y llamadas de Antonella siempre caían como un balde de agua fría.
Sacaban a la superficie la culpabilidad de sus acciones incorrectas.
La puerta se cerró con un golpe suave, dejándolo en silencio y con la fuente de los pensamientos abierta. Se acostó en la cama cuando calculó que Leo ya había llegado a su auto y pronto iba a salir de la propiedad, sin mirar atrás. Abrazó una almohada y cerró los ojos, las ganas de llorar incrementando más.
Él no lloró. No podía permitirlo. No todavía, al menos.
Estaba reservando sus lágrimas para cuando todo terminara.
*
Empezó días antes de que la Copa del Mundo empezara, pero cuando lo pensaba bien sabía que había venido sucediendo desde muchísimo antes. Los constantes cánticos groseros de la afición hacia Leo habían estado haciendo que el argentino se sintiera mal, eso sumado a que Antonella se estaba esforzando porque sus hijos no fueran muy conscientes de la forma en que su papá era tratado en este nuevo lugar.
Entonces, una pelea ocurrió entre Leo y Antonella que lo cambió todo.
Ella nunca había querido irse a Francia, pero lo había hecho para apoyar a Leo y para tener a su familia unida. Votó la estabilidad de sus hijos y de su vida para ir con su esposo, para ser un apoyo en la nueva etapa de su vida. Todos los que conocían a Leo sabían que él estaba devastado por lo sucedido en Barcelona, y ella era una de las que mejor lo conocía así que no quería dejarlo solo.
Neymar se sentía culpable cada vez que lo pensaba, porque había sido él el que convenció a Leo de irse a Francia, de manera egoísta. Había pintado rosas y arcoiris sobre una reunión y la posibilidad de estar juntos otra vez, sin detenerse a pensar mucho en las consecuencias para la familia. Por la forma en que Leo había aceptado, no estaba seguro de si él había pensado en ello o no, tal vez había aceptado tan rápido y fácil porque se trataba de él.
Y porque era de sus mejores opciones.
Como sea, las cosas al inicio habían ido algo bien. Pero después no. A los niños les estaba costando mucho adaptarse al idioma y la vida en Francia era bastante más diferente a lo que todos ellos estaban acostumbrados. Neymar podía ver qué Leo estaba bien con ello, pero cuando sus hijos comenzaron a sufrir por el cambio la realidad cayó un poco sobre ellos.
Antonella no tardó en comenzar a hablar con Leo para que volvieran a España al menos, aunque no fuera a Barcelona, pero Leo no quiso. Estaba herido. Así que le ofreció a ella volver con los niños pero ella no lo aceptó. Neymar lo sabía todo a detalle porque Leo se lo había contado todo en el día que empezó. Le habló sobre cómo comenzaron a pelear, a ser más fríos con el otro, a tener desacuerdos.
En lo difícil que era no pelear frente a los niños.
Neymar lo escuchó, paciente y comprensivo. Leo derramó sus problemas y preocupaciones y él las absorbió sin dudarlo, sintiéndolas en su propia piel porque con Leo siempre había sido así. Lo que Leo sentía, Neymar sabía que podía sentirlo con la misma intensidad.
Leo comenzó a venir a su casa más a menudo, a hablar más, a sonreír más. Un día, Neymar no sabría explicar por qué o cómo, pasó.
La mano de Leo había estado en su muslo mientras jugaban en la Play, sus dedos apretando su piel de manera casi posesiva. Entonces, Neymar había dado un grito de indignación porque Leo le volvió a ganar, y cuando se giró para mirarlo y quejarse con él se quedó sin respiración. Leo estaba cerca, muy cerca, y una sonrisa enmarcaba las facciones de su rostro. Fue como si alguien más tirara de los hilos, empujándolos hacia adelante y sumergiendolos en un beso superficial.
El único sonido que fue capaz de escuchar en ese momento fue el de su propio corazón, latiendo fuerte y desbocado, queriendo salir de su pecho.
Después del beso, había pasado lo que tenía que pasar.
Se evitaron en los entrenamientos de después, tomando una distancia inusual que puso alerta a varios en el equipo. Neymar había tenido que alejarse de Bruna, terminar las cosas con ella sabiendo que el fantasma de los labios de Leo lo iba a perseguir siempre, que siempre iba a querer sentir su piel y sus caricias mientras la estaba tocando a ella.
Hizo planes en su mente, para irse de París y escapar del fútbol y del ojo público. Estaba aterrorizado por haber arruinado las cosas, pero no quería causar más problemas y por eso mismo estaba dispuesto a dar un paso atrás.
Al final, no necesitó nada de eso porque Leo lo buscó y, cuando lo hizo, fue como si la corriente de un río los arrastrara a ambos para llevarlos al mar. Sin tener la fuerza necesaria para luchar, habían aceptado estar juntos en silencio, en secreto.
Nunca se habló de amor u otros sentimientos.
*
Neymar gimió, presionando su boca contra la almohada para ahogar los sonidos obscenos que salían de sus labios. Todo su cuerpo estaba presionado boca abajo contra las sábanas, su polla rozandose en las sábanas. Sus dedos se apretaron en las almohadas con fuerza, mientras la presión en su agujero incrementaba a medida que la polla de Leo se hundía más en su interior. Leo apretó sus caderas con fuerza hasta que estuvo completo en su interior, hasta que ambos se quedaron quietos y tensos, uno por el dolor y la presión del estiramiento y el otro por la calidez y estrechez.
—¿Estás bien?
Tarareó en respuesta. Su cuerpo estaba tenso y rígido, su interior no sabía si empujar a Leo más a profundidad o tratar de sacarlo de su cuerpo. Sus músculos comenzaron a relajarse un poco cuando los labios cálidos del otro comenzaron a esparcir besos en sus hombros y en sus omóplatos, mientras masajeaba su cintura y sus nalgas.
No era la primera vez que tomaba a Leo, pero cada vez se sentía casi lo mismo debido al grosor de su longitud.
Los besos llegaron a su cuello, la mano derecha de Leo se deslizó por su pecho hasta llegar a su mandíbula. Neymar se vio obligado a alzar la mandíbula cuando este lo indicó, pero valió la pena porque los besos húmedos no tardaron en marcarse contra el filo de su mentón y el interior de su cuello.
Un jadeo escapó de sus labios cuando los dientes de Leo rozaron el lóbulo de su oreja.
—Te mirás tan bonito —murmuró Leo, su voz había bajado y era más profunda—. Estás todo apretado a mi alrededor, tomándome tan bien…
La mano de Leo se tensó en su mandíbula cuando él trató de inclinarse hacia adelante y ahogar sus gemidos en la almohada.
—Fóllame —pidió—. Por favor, Leo, yo…
—Shh. —Leo lo acalló con un susurro—. Ya te voy a dar lo que querés. Tené un poquito de paciencia nada más…
Neymar se obligó a ser paciente entonces, no queriendo sonar más necesitado de lo que ya lo había hecho. Leo lo sostuvo de la mandíbula cuando sus caderas se trajeron y se volvieron a empujar hacia adelante, en una embestida fuerte y profunda que resonó en la habitación.
La noche ya estaba comenzando a absorber el día allá afuera, a juzgar por la forma en que la luz se iba reduciendo en la habitación.
Pronto iban a tener que irse, pero por ahora, iba a dejar que lo follaran bien, incluso si eso significaba estar adolorido en el entrenamiento del día siguiente.
Una nueva embestida de Leo sacó un gemido ruidoso de su pecho, obligándolo a volver a la realidad. El otro comenzó a embestirlo más rápido, en penetraciones fuertes y profundas. Neymar lo sintió moviéndose contra su espalda, la presión de su cuerpo caliente manteniéndolo atento y sensible a cada movimiento, y entonces el ángulo cambió. La siguiente embestida golpeó su próstata con fuerza, sacando un temblor de su cuerpo y habiendo que cada nervio de su sistema despertara.
Leo comenzó a follarlo de verdad entonces. Su mano se deslizó un poco hacia abajo y lo tomó del cuello, mientras sus caderas se movieron en un vaivén firme y profundo, que tocó su próstata en cada penetración. Neymar no pudo hacer mucho más que gemir y tratar de no perder todo el oxígeno con la presión sobre su cuello. Su propia polla comenzó a rozarse contra las sábanas y las mojó de presemen. Se sintió bien abierto alrededor de Leo pero con la necesidad de sentirlo más profundo en su interior.
La cama comenzó a mecerse por la rapidez y la fuerza de las embestidas, acompañada del sonido de sus pieles chocando en cada penetración. Era obsceno, tanto el ruido como la escena. Los sonidos que estaban saliendo de los labios de Neymar eran simplemente perversos.
Las lágrimas ardieron en los ojos de Neymar cuando el oxígeno se escapó de sus pulmones, siendo incapaz de tomar el suficiente mientras la mano de Leo lo estaba sosteniendo. Se sentía bien, su cuerpo al borde del orgasmo que presionaba en su vientre y la respiración de Leo presionada contra su espalda o su cuello.
Sus ojos rodaron cuando Leo lo penetró más fuerte, hundiendo sus cuerpos más en el colchón. Estaba tan dentro de su interior que podía sentirlo bien, abriéndolo más y más, llenándolo hasta que ya no hubiera espacio vacío en su cuerpo.
El orgasmo empañó sus ojos, las lágrimas rodaron por sus mejillas mientras su polla se derramaba contra las sábanas. Su agujero se apretó, contrayéndose alrededor de la polla de Leo, empujándolo más adentro. O tal vez afuera, Neymar no estaba muy seguro en la bruma del orgasmo.
La mano en su garganta se aflojó, pero no lo soltó. Él respiró lo mejor que pudo mientras su cuerpo se retorcía y Leo seguía follandolo. El ritmo del argentino no vaciló ni por un segundo, lo cogió mientras él tenía su orgasmo y lo cogió después, cuando la sensibilidad y la sensación de no saber si quería más o menos lo embargó. Dolía, pero quería más, así que no le pidió que se detuviera. Quería sentir a Leo corriéndose en él y llenándolo de semen.
Los sollozos de Neymar ahogaron los suspiros y gemidos quedos de Leo.
La mano de Leo soltó su garganta, antes de que el cuerpo de este dejara de estar presionado contra el suyo. Neymar se dejó manejar cuando el argentino salió de él y lo guió para alzarse sobre sus rodillas, expuesto y abierto para que Leo lo follara como quisiera.
Leo se acercó a él de nuevo, sus piernas presionadas contra los muslos de Neymar. Sus manos acariciaron la curva de las nalgas de Neymar casi con delicadeza.
—Leo… —Sollozó. No podía detener el llanto aunque lo intentara, y sentir un toque tan suave en su piel lo hizo sentir sensible.
No era que no le gustara ser tratado con delicadeza, era que no le gustaba lo necesitado de afecto y elogios que eso lo hacía sentir. Y no podía permitirse recibir elogios de Leo, más cuando no sabía si eran los mismos que iba a murmurar en el oído de Antonella mientras ellos…
Hundió su rostro en la almohada, sollozando con más fuerza. Lo que menos quería era avergonzarse a sí mismo o que Leo supiera lo que estaba pasando, así que se obligó a ahogar las lágrimas, con un nudo en la garganta.
Leo debió pensar que el llanto era por su necesidad, porque presionó un beso suave y tierno contra su espalda. Cuando sus labios dejaron su piel, su polla comenzó a rozarse en su agujero, tentando y jugando. Neymar dejó salir un suspiro en medio de las lágrimas cuando finalmente comenzó a ejercer presión en su agujero, hasta que la polla de Leo estuvo hundida en su interior.
El placer fue doloroso, aunque podría tomarse en un sentido reverso también.
La polla de Leo presionó el lugar correcto en su interior, amasó sus nalgas y rozó su agujero estirado alrededor de su polla mientras lo cogía con fuerza. Neymar estiró su brazo hacia atrás en un ángulo incómodo y tomó su cintura para presionarlo más contra su cuerpo. Tenía la necesidad de que sus pieles se fundieran, de que estuviera tan dentro de su cuerpo que no pudieran separarse nunca porque tal vez así no lo dejaría.
O tal vez encontraría la manera.
Neymar gimió largo y tendido contra la almohada cuando Leo lo penetró una última vez, antes de que su polla comenzara a derramar tiras de semen en sus entrañas. El líquido se sentía raro y cálido en su interior, la sensación de la polla del argentino palpitando en sus paredes fue avasallante. Leo fue tan silencioso como siempre durante el orgasmo, sosteniéndolo con los dedos apretados en su piel.
Se retiró de su interior después de un momento, obligando a Neymar a soltarlo y a acostarse bien en la cama, con sus músculos tensos. Leo se dejó caer a su lado, sus labios lo buscaron para hundirse en un beso húmedo y dulce, profundo.
Él ignoró los sentimientos de ambos que fueron derramados en el beso, sabiendo que eso no cambiaría nada. Sus ojos comenzaron a parpadear entre el beso, su cuerpo se sentía jodido y adolorido, pero estaba bien. Era de una manera satisfactoria.
No estuvo muy consciente de en qué momento se quedó dormido, mientras el cuerpo de Leo estaba a su alrededor y los brazos de este lo sostenían, pero sí estaba consciente al momento de despertar con frío y en una cama vacía, sin señales de Leo en la habitación.
A la mañana siguiente, los rumores comenzaron.
*
Cuando Leo dijo que sí, él fue el hombre más feliz del mundo desde el momento en tomó la absurda decisión de dejar el Barcelona. Cuando dijo que sí, pensó que podían volver a ser lo que eran antes de irse y empezar en un nuevo Club, formar una nueva historia.
Lo hicieron durante un momento, porque la química seguía existiendo y la amistad era intensa, fuerte y arraigada. Había superado años de lejanía, así que se nutrió con el reencuentro. El problema fue que en el mundo no existían solo ellos dos, que sus planes tuvieron interferencias ajenas. Por más que él deseara que todo fuera diferente, las cosas estaban destinadas a ser.
Cuando Leo ganó la Copa del Mundo, él supo que ese era un giro que sus planes no iban a aguantar. El mundo entero pareció querer a Leo otra vez, aún aquellos que ya lo habían despreciado, y los aficionados y personas que habían creído en Leo cuando este salió del Barcelona alentaron a otros a creer en un regreso.
Todos querían que Leo tuviera su cierre perfecto en el Barcelona, rodeado de su familia, afición y éxito. Leo ya tenía todo lo que alguna vez había aspirado, pero no tenía lo que lo había ayudado a cumplirlo. Barcelona. Neymar también quería que volviera, porque sabía que era importante, pero al mismo tiempo había un lado egoísta de él que quería que se quedara a su lado.
En el fondo, sabía que no sería así.
Las noticias se llenaron de supuestas conversaciones y posibilidades del regreso de Leo al Club que lo había visto nacer como futbolista. La gente se estaba volviendo loca, anhelando que fuera cierto. La prensa de París comenzó a enloquecer y los aficionados, que no lo querían desde antes, se sintieron más indignados.
Neymar se quedó en su casa, sin saber cómo afrontar la situación. Tenía sus propios problemas de los que preocuparse, en especial porque era más evidente que el PSG tampoco estaba interesado en seguirlo teniendo. Después de tanto… Neymar ahogó el pensamiento, sabiendo que era envenenarse a sí mismo.
Había tenido su último partido al lado de Leo y ni cuenta se había dado, porque aunque no era seguro que Leo volviera al Barcelona, era casi seguro que uno de los dos se fuera.
Leo se mantuvo alejado, lidiando con el odio de los parisinos y con su propia vida. Neymar lo esperó en su casa secreta como un tonto, sosteniendo esperanzas que sabía que estaban fuera del lugar. Aún cuando Leo no llegó a verlo o a hablar con él, él siguió esperando.
Todo fue en vano, así que bebió hasta cansarse. Se ahogó en su propia miseria, viendo vídeos de sus mejores momentos en el Barcelona y deseó que volvieran. Una vez, alguien le había dicho que solo los tontos deseaban tener de regreso algo que ya habían tenido y habían dejado escapar.
En la niebla de la borrachera, no recordaba si esa frase se la había dicho su abuela o alguna tía. Pero no importaba quién, importaba que tenía razón. Él había dejado escapar lo mejor de su vida y ahora su vida carecía de viveza y felicidad. Había un vacío en su pecho que había tratado de llenar en vano.
Estaba estúpidamente enamorado de Leo y no creía poder sobrevivir a la partida de la persona que más influencia e importancia había tenido en su vida, del que lo hizo ver la vida de una mejor manera y le ayudó a ser mejor.
Si Leo se iba… Tal vez la culpabilidad iba a terminar, pero entonces la insuficiencia iba a resurgir. Iba a salir del lugar en el que había sido neutralizada. Porque si Leo se iba, él sabía que ahora podía ser para siempre, después de lo que habían estado haciendo. La distancia con Leo ya se sentía hiriente aún cuando no se había ido, él no quería pensar en cómo se iba a sentir después de que se fuera.
No quería pensarlo, pero se durmió pensando en ello.
*
Estaba convencido de que Leo lo odiaba y que los rumores eran ciertos.
Al principio, pensó que solo era la prensa tratando de difundir noticias falsas. Era bastante probable que todo hubiera comenzado así. Pero después, Leo no firmó con el PSG un contrato que había estado en conversaciones desde antes de la Copa.
El presentimiento en el estómago de Neymar se afianzó en ese momento. Leo no dijo nada de forma pública, pero todavía no firmó. Neymar se mordió la lengua para no preguntarle por ello mientras follaban, preocupado de generar distancia entre ellos.
No tuvo que preocuparse mucho más, porque Leo mismo fue quien impuso distancia entre ellos. Dejó de pedirle que se reunieran, y cuando Neymar se lesionó, dejó que la distancia y la falta de presencia en los entrenamientos hicieran más amplia la distancia.
Él lo tomó como el final de lo que tenían, habiendo sabido desde el inicio que eso pasaría. Había estado listo para ponerle un fin, pero no para perder a Leo del todo. No para que este se fuera y lo dejara.
Quizás era la vida, pensó, dándole una lección. Leo lo había visto partir del Barcelona y había enfrentado sus propias dificultades debido a la distancia con Neymar y a su decisión de irse, ahora sonaba justo que Neymar pasara por lo mismo, ¿no?
Justo o no, no estaba listo. Nunca lo estaría.
Lloró por eso, sintiendo el pecho desgarrado y un mundo en la garganta, pensando y pensando, sintiendo que el mundo se estaba cayendo en pedacitos y él estaba muy, muy cansado para hacer algo y detenerlo. Bebió tratando de ahogar las emociones, pero solo sirvió para generar más melancolía en él, para recordar lo bueno del pasado, lo que dejó ir. Su estado mental era frágil, siempre lo había sido. Su papá había tratado de enviarlo a terapia varias veces pero él creyó que no la necesitaba.
Se dio cuenta en lo equivocado que estaba mientras la soledad lo envolvía, él no era lo suficientemente como para abrazarla y aceptarla, así que se dejó ahogar.
*
Leo no se veía bien. Neymar no lo había visto en días, pero en su mente Leo estaba brillante, feliz y ansioso de dejar el equipo de mierda en el que estaba. Sin embargo, al verlo se dio cuenta que sus pensamientos habían sido estúpidos.
—¿Qué pasó? —Preguntó, dándole la espalda y caminando hacia la cocina. Leo cerró la puerta detrás de sí, sus pasos resonaron en el piso mientras lo seguía hasta la cocina.
El piso estaba frío, pero Neymar no tenía ánimos suficientes como para ponerse algo en los pies. Un poco de frío no tenía importancia en los otros dolores que lo estaban molestando.
—Tu familia habló. No han sabido mucho de ti en un par de días. Ellos están preocupados.
Por supuesto que no vino por su propia cuenta.
—Bueno —dijo, abriendo un estante con la fuerza de la necesaria y cerrándolo de un golpe un momento después—, como ves, estoy bien.
—Yo también estoy preocupado, Ney. —Neymar llenó su vaso de agua y enfrentó a Leo, teniendo la necesidad de escapar del enfrentamiento—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué te ves así?
—¿Así cómo? Estoy bien. ¿Querés algo de tomar?
Su táctica no sutil de desviar la atención de Leo no funcionó.
—Estoy hablando en serio, Ney.
Ney bebió un sorbo de agua y dejó el vaso en la encimera. Recostó el mismo su cuerpo en la encimera, presionado el borde de esta con demasiada fuerza contra su estómago.
—¿Qué te hace pensar que yo no?
Leo pareció dudoso, antes de dar una respuesta. Parecía que estaba tratando de seleccionar las palabras correctas.
—Porque no te ves bien —dijo—. Te ves… agotado.
—Bueno —murmuró Neymar, mirándolo de arriba hacia abajo. Leo se removió incómodo bajo su mirada, sus mejillas tomaron un tono rojo de vergüenza—. Tú tampoco te ves bien. Pensé que estarías más feliz. Más brillante.
—¿Cómo? —Preguntó Leo, incrédulo—. ¿No te has enterado de lo que ha estado pasando?
—Me enteré de todo, es por eso que pensé que estarías feliz de irte de una vez por todas. Dado lo mucho que odias este país y… su gente.
Se mordió el labio inferior hasta sangrar cuando terminó de hablar, sintiendo la punzada de dolor y el cobre al instante. No quería sonar tan defensivo, como si fuera todo culpa de Leo. El principal culpable era él por ser un tonto esperanzado y también la afición que le estaba haciendo pasar malos ratos a Leo.
—No odio a esta gente. Esta gente… ni siquiera me importa, a decir verdad. Lo que digan o hagan. Me importa mi familia y el daño que causan en ellos.
Neymar asintió, sintiendo un mundo en la garganta. —Entiendo.
Leo mordió su propio labio, pareciendo más inseguro que unos momentos atrás. Las señales del cansancio estaban marcadas en su rostro, Neymar quiso besar las líneas de preocupación en su frente.
Ahora ya no podía hacer eso.
—No parece que lo entiendas, Ney. Mejor dime qué te pasa. —Neymar sacudió la cabeza, bajando la mirada. Él no iba a ser suficiente ni para superar esta conversación sin llanto, a juzgar por la forma en que estaba a un poco de ponerse a llorar—. Por favor, Ney. No quiero verte así.
La voz de Leo sonó más de cerca.
Te vas, pensó, mientras comenzaba a llorar y la mano de Leo posaba en su hombro, acariciándolo con la misma delicadeza con la que siempre lo había tocado.
—Te vas —dijo, mientras sus ojos enfrentaban los de Leo y el rostro de este se llenaba de dolor.
—Ney…
—¿Es verdad, no? —Preguntó, la voz llena de dolor y desesperación—. Solo dímelo para que pueda… cerrar esto.
Leo pareció como si fuera a empezar a llorar también, mientras Neymar se rompía frente a él y le pedía que le dijera la verdad mientras en el fondo anhelaba una respuesta diferente, una que era demasiado irreal para ser verdad. La esperanza era lo último que se perdía, y él sabía que este momento sería el que decidiría todo.
—Todavía no es seguro…
Neymar se alejó, mientras el llanto desconsolado comenzaba. Eso era un sí, pero Leo estaba siendo dócil. Estaba tratando de darle la misma piedad que Neymar le había dado cuando se fue.
Todavía no es seguro, mi papá cree que el PSG podría negarse a aceptar las condiciones. Si eso pasa, me quedo porque aquí es donde amo estar.
¿Entonces por qué te vas?
Maldito estúpido.
Escuchó la voz de Leo a sus espaldas, pero fue incapaz de distinguir lo que este estaba diciendo. Llegó a la habitación principal con los ojos nublados y el corazón hecho trizas, roto en tantas piezas que sería imposible volver a repararlo. Se metió bajo las almohadas y se acostó en la cama, todavía llorando.
—Ney, lo siento, Ney. —Leo se acercó a la cama y se sentó en el borde, pero no se atrevió a acostarse con Neymar—. No quería lastimarte así. No sabía que esto te iba a afectar tanto… hemos estado tan distantes que pensé que ya no querías… que ya no importaba…
Lo siento, Leo. Ya decisión ya está tomada.
¿Era esta la vida dándole su karma? ¿Devolviéndole el daño que había hecho? ¿Qué debía hacer? ¿Qué debía decir? Leo se iba a ir de todos modos, pero él no quería que Leo se sintiera culpable. Cada uno de ellos era responsable de sus propias emociones, sus emociones no podían ser una carga para Leo.
Nunca más.
—Está bien —contestó, ahogado, pero se negó a levantar las sábanas y afrontar su dolor—. Está bien, Leo, es solo que… ha estado pasando tanto. Para ambos. Pero está bien.
Leo no contestó. Neymar sabía que todavía estaba con él porque sentía la presión donde el colchón estaba hundido, pero si no hubiera sido así, habría creído que Leo se había marchado. Si fuera así, ¿cómo no darle la razón? Era una de las personas que había visto a Neymar en sus momentos más vulnerables en todos los malditos sentidos. Seguro que ya estaba cansado de verlo llorar siempre.
—Ney…
—¿Podemos hablar después? —Lo cortó, reconociendo el tono de voz como el que siempre lo hacía hablar.
Leo tardó un par de minutos en dar una respuesta. Pero finalmente dijo—. Sí.
Todavía había lágrimas en sus ojos cuando decidió quitarse las sábanas de encima, su corazón latiendo pesado y doloroso en su pecho. Leo pareció como si fuera a abrazarlo, pero se quedó quieto y paralizado en su lugar.
Neymar debía verse muy, muy mal para que Leo lo estuviera viendo así. Ni siquiera podía recordar la última vez en que lo había visto de tal manera.
—Leo… —No te vayas—. Está bien si te vas, lo sabes, ¿no? Yo entiendo, aunque me duela. Te mereces lo mejor, lo más bonito. Mereces tener tu cierre perfecto.
Leo bajó la mirada, luciendo apenado. Neymar vio las lágrimas rodando por sus mejillas unos segundos después de que sus palabras fueran dichas, pero no se arrepintió de haberlas dicho.
—Desearía… tenerlo con vos. Esto se siente vacío cuando sé que no vas a estar allí.
Neymar tragó saliva. Se sentó en la cama, mientras Leo seguía llorando sin producir ni un solo sonido. El argentino era callado hasta para llorar, él lo sabía con certeza porque no era la primera vez que lo veía entre lágrimas.
Ese era el detalle, que ellos se conocían bien, conocían al otro casi como si fueran ellos mismos y eso solo hablaba de la profundidad de su vínculo. Pero todos los vínculos profundos traían dolor, por lo arraigados que estaban. Una palabra mal dicha, un gesto incorrecto, una decisión importante…
Leo soltó un jadeo llenó de dolor cuando él lo abrazó. Se fundieron en el abrazo sosteniéndose fuerte, tratando de ser una cura para el dolor del otro, al menos durante un momento, hasta que la realidad los persiguiera hasta cazarlos y apresarlos en sus garras
Esta era la última vez que estaría así de cerca con Leo, se dio cuenta. La última vez que lo iba a sostener y ser sostenido por sus brazos. Quizás ninguno de los dos lo había notado, pero lo de ellos ya había llegado a su fin. Neymar debería estar feliz porque era algo que jamás debió haber sucedido mientras Leo tenía hijos y una relación, pero su lado egoísta lo empujó a sentirse mal. Dolía mucho saber que Leo nunca había sido suyo, dolía más saber que jamás, jamás lo iba a volver a tener.
—Ney…
Cuando Leo pronunciaba su nombre así, Neymar quería entregarse a él. La idea de pertenecer a alguien del todo jamás había sido demasiado atractiva para él aún cuando lo intentó, pero con Leo tenía una ferviente necesidad de ser suyo en todos los sentidos. De pertenecer al otro. Pero Leo jamás había sido suyo, ni siquiera en sus fantasías.
—Shh. —Murmuró, sabiendo que si lo escuchaba hablar más iba a caer en sus brazos o iba a hacer algo que lo haría sentir peor después—. Todo estará bien, Leo. Está bien.
No lo estaba.
Leo los presionó más fuerte en su abrazo, Neymar no sabía en qué momento había dejado de llorar pero el nudo en su garganta todavía estaba presente, causándole náuseas ante el futuro cierto.
Esta era la última vez.
—Te amo, Leo. Te amo. —Su voz estaba llena de desesperación. De adiós.
Contra la piel húmeda de su cuello, Leo susurró: También te amo.
*
No sabía qué sentir, de tantas emociones que inundaron su pecho mientras veía a Leo irse.
Leo presionó un beso suave en sus labios, suspirando con anhelo y dolor. Neymar acarició su mejilla durante el beso, resistiendo el impulso de presionar más y profundizar. En muchos sentidos, esta vez se sintió como las primeras.
Se sentó en el porche de la casa, como en los primeros días. Observó a Leo caminar hacia su auto, con lentitud y desgana. Abrió la puerta del conductor, y cuando Neymar pensó que iba a subirse y marcharse sin volver a decir nada, Leo se dio la vuelta y lo miró.
El momento se congeló entre ellos. Este reconocimiento era algo que nunca habían hecho fuera de la casa y la habitación. Salir de la casa era olvidar lo que pasaba adentro, eran una versión distinta en ambos espacios. Ellos jamás se habían tocado o hecho algo más en un espacio que no fuera su habitación, ni siquiera se habían mirado así, demasiado temerosos de que algo pasara o alguien se diera cuenta. Eso los destruiría.
Pero Leo ahora lo estaba viendo como tantas otras veces, con devoción, anhelo… amor. Con sus ojos, le estaba pidiendo que le pidiera quedarse. Si Neymar le pedía que se quedara, así como le había pedido venir a París, Leo iba a quedarse y eso estaba escrito en su mirada. Él quiso, pero cuando abrió los labios para llamarlo, las palabras no salieron. Pensó en todo lo que Leo había sufrido dejando Barcelona, en lo que había sufrido en París, en todo lo que su familia había pasado por venir a acompañarlo.
Leo no merecía los abucheos, los gritos, las burlas. No merecía ser tratado mal cuando no había hecho nada más que amar el deporte que completó su vida. Él merecía el cierre, merecía su familia, merecía volver a la cuna de la que había salido.
Neymar ya no quería ser más egoísta, así que asintió y lo dejó ir.
La mano de Leo se apretó en la puerta del auto. Por un instante, pareció que iba a volver sin que se lo pidieran, pero pudo haber sido la imaginación de Neymar que estaban enloqueciendo de dolor, porque después asintió y se subió. Se marchó sin mirar atrás una segunda vez, la oportunidad solo había sido una.
Una vez en la vida. Había cosas que si no se aprovechaban y atesoraban no volvían a repetirse.
Él entró en la casa y fue directo al baño para lavarse las lágrimas. Se miró en el espejo y se vio a sí mismo, débil, roto, frágil. Abrió el cajón donde guardaba las pastas de dientes y las cremas con las manos temblorosas y su estómago temblando. Quería vomitar. Estuvo a punto de vomitar las píldoras cuando se las echó a la boca, pero se forzó a tragarlas.
Se fue a dormir con la mente entumecida y el cuerpo sin energía. No se sentía como nada más que un cascarón de sí mismo, vacío, sin vida y sin sentido.
Pensó en Leo, en lo mucho que lo amaba y lo mucho que le deseaba la felicidad, a pesar de que no sería lo suficientemente valiente como para verla. No otra vez. Pensó en su familia y en lo mucho que a veces les había generado decepción y dolor. Pensó en su hijo, que lo amaba y admiraba tanto pero que no se merecía un padre que jamás le iba a dar todo su tiempo y que no iba a ser alguien vivaz y alegre.
Era lo correcto.
No tardó mucho tiempo en sentir la somnolencia, entró en pánico y trató de luchar contra ella, pero su pánico no duró mucho tiempo. Respiró hondo y profundo, ahogando las lágrimas. Cerró los ojos y se dejó envolver por la oscuridad.
La oscuridad nunca lo volvió a soltar.
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