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Capítulo 2: ETHAN

Nos hemos escapado del orfanato.

Sí, como lo leéis. Nos hemos escapado de noche, haciendo el menor ruido posible y robando una botella de Larios del desván de las Profesoras. Como nos pillen esto se merece una semana de aislamiento mínimo.

Carlos ha insistido en que tengo que salir, bueno, más bien, salir de fiesta y conocer a pavas nuevas, por no sé qué de su querida frase "un clavo saca otro clavo". Como si Valeria fuera un simple clavo. Valeria es toda la ferretería. Además, un clavo nuevo no puede quedarse a vivir por siempre en otro porque se enquista. Pero bueno, aún a regañadientes, he accedido. Soy un blando.

Camila, Carlos, Fabio y yo salimos por la arboleda del orfanato intentando hacer el menor ruido y seguimos a Carlos. Dice que conoce la ciudad, y aunque sé que es mentira, asiento con la cabeza. Vamos a seguir a este tonto del culo a ver dónde nos lleva.

Carlos dice que nos va a llevar a una discoteca, una en la que dejan pasar a menores de edad. ¿Eso es posible? Me da que vamos a acabar fatal.

—¿Estás bien, musculitos? — pregunta Camila mirándome con intensidad.

—No mucho — me encojo de hombros.

Sí, últimamente Camila está muy pendiente de mí, creía pensar que era porque Valeria se lo había pedido, pero no me jodas, nada más lejos de la realidad, a Valeria literalmente le importo tres mierdas en vinagre.

Caminamos por lo que me parece una eternidad y al fin llegamos al centro de la ciudad. La verdad es que Oviedo es una ciudad preciosa, y en la increíble fuente que está frente a la catedral, Carlos se sienta y comienza a darle sorbos a la botella de Larios. Qué puto asco si tengo que beber de ahí.

Me parece increíble que esté con este payaso, no paraba de tontear con Valeria cuando ella vivía conmigo. Bueno, quiero decir, en el orfanato. Y, aunque en su momento decidí que iba a ser a la primera persona a la que le deseaba el mal ajeno, ahora creo que me está cayendo bien. Joder, estoy perdiendo totalmente la puta cabeza.

—Eh... ¿vas a beber? — dice Fabio.

Ni siquiera me acordaba de su existencia. Se marchó de mi habitación por lo mal que lo trataba, estar sin Valeria destruyó absolutamente todo. Me da pena, pero la verdad es que no le echo de menos. No éramos uña y carne, eso solo lo éramos Valeria y yo. Puedo vivir sin él.

—No, gracias — digo al fin.

Los tres me miran como si hubiera dicho una palabrota, pero después deciden pasar de mí. Sin más. Mejor, así me gusta. ¿Por qué narices he tenido que salir del orfanato?

Hay muchísimas personas alrededor nuestro y es debido a que se ve que aquí está el pub más importante de Oviedo, Salsipuedes se llama. Es que todo me parece un maldito chiste.

Todos y todas beben y ríen junto con sus amigos y amigas, y yo lo único que tengo ganas es de ahogarme en el poco agua que tiene esta fuente. La verdad es que es bonita. Como Valeria.

< Joder, ya basta Ethan, deja de torturarte, tío. >

Hasta Oviedo me recuerda a ella y no había ni salido de las cuatro paredes de piedra labrada del orfanato.

Oigo de fondo cómo Camila, Fabio y Carlos hablan sin cesar, pero no me interesa en absoluto. Siempre pensé que Camila y Fabio iban a tener algo, pero desde que Valeria se marchó, Camila ha pasado completamente de él y solo está centrada en mí. Creo incluso que por eso Fabio se fue de la habitación. Seguramente las escenas que presenciaba no eran santo de su devoción. Porque joder, os lo juro, Camila jamás había sido tan lapa.

Observo cómo los grupos de amigos y amigas están reunidos alrededor de la plaza principal, bebiendo alcohol sin parar y esto me recuerda a una rave que vi algún día en las películas de los sábados por la noche. La mayoría son de mi edad, y estoy alucinando con que les dejen beber en la calle, a las tantas de la noche, puedan entrar en una discoteca y encima no haya maderos.

—Hola, perdona... nunca te había visto por aquí.

¿De quién es esa voz?

Levanto la cabeza y me encuentro a una chica morena, con flequillo, ojos marrones y pecas en la nariz. Venga ya, ¿dónde está la cámara oculta? Esto es una puta broma, no me jodas. Lo único que no tiene en común con Valeria es que mide, tal vez, diez centímetros más que yo.

—Es que no hemos salido mucho — dice Carlos.

< Ahí va el gilipollas > Sonríe mi Conciencia.

—Mmmm... ya veo — sonríe la chica —. ¿Cómo te llamas?

—Carlos.

—Tú no, él — me señala con la cabeza.

Lo admito, el zasca que le ha metido a Carlos me hace sonreír.

—Ethan — la observo de arriba abajo y trago saliva con dificultad.

Mierda. ¿Por qué se tiene que parecer tanto a ella? Necesito un trago.

Le quito de una la botella de Larios a Carlos y bebo un largo trago. Siento que me quema la garganta, pero más me quema el corazón y nadie dice nada.

—Yo soy Lucía — me ofrece su mano.

¿Quiere que se la estreche?

Sin decir nada más retira su mano de inmediato y no sé por qué, porque iba a estrechársela, lo juro.

—Perdón, no sabía que tenías novia — y se va. Así, sin más.

¿Novia? Ja, ya me gustaría. Aunque creo que sé por qué lo dice. Me giro hacia Camila y ahí está, esa mirada que tanto odio y poco reconozco. No le he hecho nada para que me mire como si me estuviera perdonando la vida.

—¿Me explicas qué te pasa? — le digo dándole un buen trago a la botella.

—Eh, no te lo acabes todo — dice Fabio.

Me la quita de las manos y él y Carlos beben mientras observan la escena que tienen delante como si fuera un maldito partido de tenis.

—Camila, ¿qué coño te pasa? Solo ha sido simpática.

—Ay, Ethan... ¿De verdad eres tan tonto? — sonríe con incredulidad.

—Vale, fin, ya está bien. ¿Estás celosa? — digo ya al fin y haciéndolo realidad en voz alta.

—Tú estás flipando — se levanta y se va.

No me gusta una mierda la actitud que está teniendo últimamente conmigo, está súper protectora, no me deja ni a sol ni a sombra y ya no se junta con su grupito de pijas tontas, solo conmigo. Realmente es un puto agobio.

Miro hacia mis dos supuestos... ¿amigos? Yo qué sé, ni siquiera sé si tengo de eso. Bueno, es cierto que antes tenía a mi grupo, pero eran compañeros de clase, nadie se puede asemejar ni de lejos a una amistad, no como la de Val y la mía. Nadie ha llegado ni llegará a ese nivel nunca.

Carlos me mira como si hubiera metido la pata hasta el fondo y Fabio, aunque también se une al club de "Ethan, la has cagado", tiene un reflejo en los ojos que detona que le jode que Camila no le haga ni puto caso. ¿Acaso soy el culpable? Evidentemente no, así que me la bufa lo que piense.

—Ve y habla con ella, anda — Carlos, el consejero de la vida. ¿Lo queréis? Yo no, os lo regalo.

—¿En serio?

—En serio — dice Carlos finalizando con el último trago de la botella.

—Joder.

Me levanto y voy tras ella, que ahora parece ser que le encanta la discoteca. Cuando entro el sonido de la música me retumba en los oídos y de un momento a otro escucho un pitido que se me clava en lo más profundo del tímpano. Por el amor de Dios, van a acabar todos con hipoacusia moderada mínimo. Intento cogerla de la camisa de punto amarilla que lleva, pero ni de lejos lo consigo.

—Camila, eh, para — le chillo por encima de la música.

¿A quién quiero engañar? No se me ha oído una mierda y esta situación me la pela tantísimo que estoy haciendo esfuerzos en balde.

Camila se dirige a lo que parece ser el cuarto de baño de las tías, pero la detengo antes de que cruce el umbral de la puerta. Nos miramos fijamente por lo que se me antoja una eternidad, y aunque tiene unos ojos preciosos y es una persona bastante atractiva, la verdad es que nunca la he visto como nada más que la amiga de la mujer de mi vida.

—¿Qué coño te pasa, Camaleón? — le grito por encima de la música.

¿Qué mierda de música está sonando?

Como si alguien me leyera la mente, gritan por encima de la música "Viva Nathy Peluso". Ni puta idea de quién es, pero ahora que la escucho bien tiene ritmo que te cagas.

—Déjame en paz, Ethan — se gira y me da la espalda.

La agarro del brazo para que vuelva a mirarme. Joder, qué pereza, de verdad.

—No, para, no vas a mear hasta que no me digas qué te pasa.

—Tú me pasas, gilipollas — me grita, literalmente. Todo un grupo de personas que estaban a nuestro alrededor se han callado de una y han dejado de bailar para fijar la mirada en nosotros.

Válgame el señor.

—¿Qué? — susurro.

No me ha oído ni de coña, pero es que no entiendo qué le pasa.

Observa a la gente que nos mira fijamente, pone los ojos en blanco, tira de mí hacia la puerta de salida de la discoteca y de un momento a otro la música se para y el corazón me late a mil por hora. Joder, qué pena, Nathy Peluso era lo mejor del momento.

Camila me empuja contra la pared de ladrillos, me coge de la solapa de mi camisa blanca e intenta llegar a la altura de mi boca para impactar sus labios en los míos. Me aparto bruscamente de ella y la miro como si no diera crédito a lo que estaba a punto de suceder.

—¡¿Qué mierdas estás haciendo?! — le grito en medio de toda la calle donde varias personas se giran hacia nosotros.

Me aparto lo más rápido que puedo de ella y la miro con la peor cara posible, ¿de verdad ha intentado hacer lo que creo que iba a hacer? Estoy alucinando.

—P- perdón... yo, lo siento, de verdad, yo no...

—Cállate, ni me hables — intento darle la espalda y seguir mi camino con la cabeza gacha, pero sus palabras vuelven a llamar mi atención.

—Ethan, lo siento... es que ya no podía aguantar más — dice casi con un sollozo.

< Respira, respira hondo, Ethan > Me recuerda Valeria susurrando en mi cabeza.

Me paso la mano por la cara una y otra vez. Eso no ha podido pasar, vamos, no ha podido pensar ni un mínimo segundo en lo que iba a hacer. ¿Cómo se atreve a hacer eso sabiendo lo que sabe?

—¿Me ibas a besar? — pregunto sabiendo obviamente la respuesta.

—Sí, y aunque he dicho que lo siento, no, no lo siento. Quería hacerlo desde que Valeria se fue del puto orfanato.

Sus ojos son puro fuego ardiendo en llama viva, como si estuviera delante de una enorme fogata, sin embargo, a mí no me importa una mierda lo que piense o lo que sienta, no me cabe en la cabeza lo que estaba a punto de suceder.

—¿Pero qué mierdas me estás contando? — me encaro a ella y casi con nuestras frentes rozándose ella baja la mirada y dice lo más inesperado de la noche.

—Me gustas — dice en un golpe de aire.

—¿Qué has dicho? — la miro incrédulo entrecerrando los ojos.

No me lo puedo creer. No acaba de decir eso.

—Que me gustas, y mucho — dice esta vez alto y claro.

Sus ojos me atraviesan como si la primera lanza creada por el hombre hubiera sido hecha por y para mi destrucción y no soporto la presión.

Giro sobre mis talones, me paso la mano por la cara y suspiro.

—¿Pero qué cojones me estás contando? — la observo con las manos a ambos costados de la cintura e intento procesar lo que acaba de soltar por su boca.

—Lo que oyes. Me gustas, y quería besarte desde hace mucho tiempo. Pensaba que... pensaba que tú también ibas a querer, porque estos días has estado muy receptivo conmigo y, pensé... no sé, yo pensé que...

—Cállate, Camila. Por Dios, cállate — suspiro. Es que esto es increíble —. ¿Quieres saber por qué estaba receptivo contigo? — asiente con mirada de corderito degollado —. Porque me recuerdas a Valeria, porque cada puto centímetro de ti, del orfanato, de Fabio, de Carlos y de absolutamente todo me recuerda a Valeria, y porque pensaba que ella te había mandado a cuidar de mí. Jamás me fijaría en ti, Camila. Y sabes muy bien por qué. Estoy total, completa y jodidamente enamorado de Valeria y siempre lo voy a estar. 

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✨Holisssss✨

Ahí va un nuevo capítulo 🙊

Estoy impactada y eso que la he escrito yo 😂

¿Qué os parecen las intenciones de Camila?
Os leo y os quiero 💖

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