Capítulo 12: ETHAN
Han pasado cinco días desde la marcha de Carlos, y también cinco días desde que leí esa dichosa carta, la misma que está guardada bajo llave en el despacho del director con el resto de los informes. Tenía que guardar todo de nuevo, porque las Profesoras ya empezaban a sospechar y a hacer preguntas inoportunas.
Esa carta... me partió el corazón.
Pensaba que mi corazón se había destruido con la marcha de Valeria, y que, después de saber la verdad por parte de Camila, él mismo se construyó de nuevo por voluntad propia y pese a ello, hemos vuelto al principio. Mi corazón está hecho añicos y todo por esa puta carta.
Una carta que tiene palabras que ni reconozco ni me apetece reconocer. Palabras que a mi parecer son una sarta de mentiras que no dejan ver más allá de la verdad. Esas dichosas palabras se repiten en mi cabeza todos los días y todas las noches. Incluso cuando cierro los ojos, únicamente veo sus caras, las que me recuerdan que, en vez de buscar ayuda e intentar solucionar esto como una familia decente, me han dejado a mi suerte por ser unos ludópatas de mierda.
¿Que por circunstancias de la vida han tenido que recurrir a esta medida para salvarme? ¿Qué he sido, soy y seré el amor de sus vidas? Menudos hipócritas, no ha sido por circunstancias de la vida, esto ha pasado por sus malas decisiones y sus jueguecitos estúpidos. Y, si alguien es el amor de tu vida luchas por él hasta quedarte sin aliento, no lo abandonas en un puto orfanato.
Sus palabras decían que no sabían si lo que habían hecho les convertía en una terrible familia, pues les respondo. Sí, evidentemente, sois unos padres de mierda, porque yo jamás permitiría que a mi hijo le pasara algo semejante.
Van de coña cuando dicen que se quieren reencontrar conmigo en Valencia, ¿verdad? Es que vamos, no me jodas, ¿tan ilusos son? ¿Si es verdad que mi padre conoce a tanta gente, por qué no han recurrido a esa medida antes de dejarme aquí? Es que no tengo ni palabras para procesar todo esto, solo sé que, ahora mismo, todo me parece una putada en toda regla.
Ni siquiera sabía que yo había nacido en Oviedo, siempre pensé por esas zapatillas que era de Valencia, sin embargo, un informe adjunto a la carta de mi madre demostraba mi partida de nacimiento y aquí es donde nací y aquí es donde me he criado. No me cabe en la cabeza cómo se han ido hasta Valencia, ¿esperan que me reencuentre con ellos? Por favor, dejadme que me ría.
Son las ocho y cuarto de la mañana de un domingo cualquiera de julio, y aquí sigo yo, sentado en mi incómoda cama sujetando entre las manos una foto en la que no reconozco a ningún componente de ella. ¿De verdad estos son mis padres? No sé por qué, pero tenía una perspectiva totalmente diferente de mi madre, aunque tal vez sea por los trapos que llevaba el día que me dejó aquí.
Me hace gracia la cara de felicidad que tiene ese niño enano con hoyuelos. Es un niño precioso, y no tiene nada que ver con el Ethan de ahora. Ese niño irradia amor por los poros, alegría, cariño y familiaridad, y el Ethan actual está totalmente consumido por las llamas, como si hubiera quedado reducido a brasas. Así me siento.
Mi padre me sujeta por la derecha y mi madre por la izquierda. Ambos me miran con algo que se podría decir que es... ¿amor? Ni idea, ni siquiera sé cómo es esa mirada cuando proviene de tu familia, pero los dos me sonríen y yo únicamente sonrío a la cámara.
Mi madre sale bastante bien en la foto, lleva el pelo suelto ondulado y sujeto con dos horquillas en la parte superior y un vestido blanco de tubo que le queda como un guante acompañado de unos tacones blancos altísimo. Mi padre, al contrario, no sale muy favorecido. Él es calvo, bastante corpulento y va muchísimo menos arreglado que mi madre, únicamente lleva unas bermudas verdes, una camisa de rayas blancas y negras y unas zapatillas sin más.
Observo con cautela la imagen y... no reconozco nada, ni siquiera me resulta familiar, es como observar a dos extraños que me sujetan en brazos, y si no fuera por las excesivas fotografías que me han hecho las Profesoras a lo largo de los años, incluso diría que no soy yo al cien por cien, algo que me pasa muy a menudo.
Me levanto de la cama, guardo la foto en el primer cajón de la mesita de noche y me dirijo al espejo de mi habitación. A veces ni siquiera sé quién soy, no me reconozco y diría que eso es disociar, pero no voy a meterme en términos psicológicos. Me levanto la camiseta y ahí está, esa cicatriz que tanto me ha acomplejado toda mi vida y que pensaba que era una marca de nacimiento. Pobre estúpido. Me revienta saber que mis padres han tenido que ver con esto y hace todavía más imposible el hecho de que se me pase por la cabeza perdonarlos e ir a buscarlos cuando salga de aquí.
Ellos no han sido ni serán mi familia, Valeria sí.
Recuerdo con especial añoranza un día cualquiera de verano que tras ver en el Salón de Actos la película "Yo antes de ti", las Profesoras nos propusieron ir a la piscina del pueblo porque hacía un calor infernal y Val y yo éramos las personas más dichosas del orfanato. Salir de esas cuatro paredes e ir a una piscina era una bendición divina que nos llevaba a tener una sonrisa bobalicona en la cara todo el día.
Valeria se presentó por sorpresa en mi habitación con un bikini más antiguo que la tos, una toalla del año de Tutankamón y unas sandalias que le venían enormes porque eran mías y yo supe que me enamoraría de ella hasta las últimas venitas pequeñas que recorrían su precioso cuerpo diminuto. Sin embargo, la sorpresa se la llevó ella.
Todavía siento sobre mí la expresión de horror que sostuvo cuando observo la cicatriz. Yo pensé que era porque era la primera vez que me veía en ropa interior y se alarmó, pero no fue así. Ella no se alarmó porque fuera una cicatriz feísima, se alarmó y se puso triste porque sabía que en ese preciso instante en el que me la hice, yo sufrí. Y bueno, ella sufrió por mí cuando me vio.
No dijo nada, no despegó los ojos de la raja que recorría mis costillas, simplemente puso su dedo índice sobre ella e hizo un recorrido con él de principio a fin. Después de eso, me miró a los ojos, pidió perdón a ese niño pequeño que se cortó y bajo hasta ella para posar en cada centímetro de su contorno besos delicados como si una ligera pluma me estuviera acariciando.
Me quedé inmóvil, completamente absorto en el tacto de sus labios contra mi piel desnuda y sensible y cuando hubo terminado me miró, la miré y nos fundimos en un abrazo que se me antojó como una eternidad.
Una eternidad rodeado de ella.
Fue un momento único, mágico e inigualable, como Val.
El estridente sonido del teléfono que me arregló Carlo me saca de mi ensimismamiento y hace que todas mis alarmas se disparen y deje de pensar en mi supuesta familia. ¿Será que habrá encontrado a Valeria? Hace unos días atrás me dijo que había llegado bien a Algeciras, que en el trabajo lo trataban de puta madre y que estaba muy cómodo por allí, pese a que no había visto ni rastro de Val, pero bueno, ha continuado con la búsqueda que es lo importante.
—Eh, ¿qué pasa, tío? — dice Carlos al otro lado de la línea.
—Hola, colega — sonrío para mí —. ¿Qué pasa? ¿Cómo va todo?
—Pues bien, tío, a tope de faena en el bar, la verdad. ¿Tú cómo estás?
—¿Quieres que te diga la verdad o que te mienta?
—Estaría bien saber la verdad — resopla Carlos.
—Me siento solo, triste y acabado — me río.
—¿Eso no es de una película?
—No sé tío, pero es la realidad.
—Peter Pan.
—¿Qué? — le pregunto. ¿Ahora me va a hablar de películas?
—Que eso se lo decía Peter Pan y los niños perdidos al Capitán Garfio para que cayera al mar. Solo, triste y acabado — dice con más énfasis y casi cantando —. Solo, triste y acabado.
—Estás fatal — me río y niego con la cabeza pese a que sé que nadie puede verme porque es un imbécil de campeonato —. Bueno, ¿sabes algo de Val?
—No, tío, lo siento, no he podido investigar mucho, este bar está siempre petado y soy
el único camarero. En unos días dicen que van a contratar más gente, y así puedo tomarme más días libres para seguir buscando. Mi jefe está hasta los huevos de que le pregunte sobre ella, porque parece ser que aquí nadie conoce a Valeria.
—¿No? Joder...
—No te preocupes, tío, la encontraré y cuando así sea serás el primero en saberlo.
—Ya me jodería no serlo — respiro hondo y me toco el puente de la nariz. Tengo ganas de salir ya de aquí —. Estoy harto de estar encerrado y no poder hacer nada.
—Eh, Ethan, recuerda. Siempre que pierdas el norte, léeme, yo estaré contigo en cada golpe de voz — sé que sonríe y ni siquiera le veo.
—Tío, déjate de adivinanzas, todavía no sé qué quieres decir con eso.
—Ya lo sabrás. Pero bueno, cuéntame, ¿cómo va todo? ¿Leíste la carta y todo ese rollo?
—Sí, ¿tú la leíste? — le pregunto.
—No, no lo hice. Vi las primeras líneas, no te lo voy a negar, pero no podía seguir, pensé que estaba entrando en un terreno demasiado íntimo y que solo debías de pasar por ese camino tú.
—Vaya — resoplo —. En la carta ponía que eran ludópatas y que la cicatriz de mis costillas me la hice cuando vivíamos en la calle.
—No jodas — inspira hondo a través de la línea.
—Sí, y que están viviendo en Valencia por no sé qué rollo de que mi padre conoce a gente que les puede ayudar a reincorporarse en la sociedad.
—¿Y qué piensas sobre eso?
—No sé, creo que deberían haberlo hecho antes, antes de dejarme aquí y arreglar las cosas como una familia decente.
—Tienes razón, pero lo bueno es que han visto que tienen que cambiar, ¿no?
—Tal vez sea demasiado tarde para ello, Carlos. Han pasado diecisiete años y no han venido a por mí. ¿Qué me dice eso al respecto? Si realmente han mejorado su problemática, ¿por qué no han tenido ni la decencia de pasarse un día a verme?
—No sé, tío, pero sinceramente, son tu familia y... tú tienes la posibilidad de volver a verlos, de conocer la versión de ellos. Al final yo con el tiempo descubrí que lo único que te queda en la vida es la familia, y que es lo más importante. A lo mejor es bueno que cures tus heridas y los busques, ya sea para encontrar respuestas, para volver a verlos o para cerrar al fin una herida que ahora no te deja respirar.
—Sí, puede que tengas razón — ¿Por qué soy tan fácil de convencer?
Me paseo por la habitación mientras escucho las hazañas de Carlos en Algeciras, las cuales he de decir que no tienen ningún desperdicio, pero estoy en otra honda, una en la que seguramente no salga hasta que sane esta maraña de sentimientos negativos.
Después de saber que además de las mujeres, también le gustan los tíos (cosa que no vi venir cuando vivía conmigo) porque según él en Algeciras están todos para tirar cohetes; que en su trabajo está genial y duerme en una habitación mejor que la mía; y que va a seguir buscando a Val le cueste lo que le cueste, le cuento cómo me han ido estos cinco días sin su presencia.
Le digo que el calor en el orfanato es insoportable, que las Profesoras a veces nos sacan de paseo como si fuéramos perritos que adoctrinar y que nos llevan a algunas de las playas más cercanas a Oviedo, como la de Xivares, donde me encontré a Lucía por casualidad. Sí, esa niña de la discoteca que quería que hiciera como si ella fuera Val. Ja, como si eso fuera posible en alguna de las vidas. Carlos no da crédito a lo que le cuento, sobre todo porque no entiende el por qué no le he tirado bocado a esa chica, pero qué os voy a contar, es Carlos, no podemos pedirle peras al olmo.
Básicamente, la existencia de Lucía me da igual. Es mona y maja, pero no es mi tipo en absoluto, y aunque lo fuera, jamás haría nada teniendo en mente a Valeria. Así que esa visita a la playa acabó siendo eso, una visita más pese a compartir unas siete cervezas con ella y sus amigos y acabar borrachísimo llorando en su hombro porque echaba de menos a Valeria.
Si es que soy un cuadro de persona.
También le comento que he empezado a abrirme a la gente del orfanato, porque el Ethan que conocían años atrás como el popular, gracioso y tío bueno del orfanato se acabó desde el día en el que me dijeron que Valeria iba a irse de aquí. En realidad, también lo he hecho para no quedarme solo. Le cuento que estoy mirando por internet dónde trabajar y qué estudiar para cuando tenga los dieciocho y pueda largarme de aquí y que he mandado a Camila al psicólogo.
—¿Cómo que la has mandado al psicólogo? — me pregunta casi ahogando un grito tras la línea.
—¿Eso que he escuchado es un plato estrellarse contra el suelo? — le pregunto.
—Un vaso, exactamente.
—Te pido perdón por haber sido el causante de esa muerte.
—¿Cómo dices que has hecho lo de Camila? — pregunta a la vez que hace mil quinientos ruidos.
—A ver, no es que la haya enviado yo directamente, pero se lo he sugerido. Vino a mi habitación, habló conmigo y me contó muchísimas más mierdas, tío y bueno, le dije con el corazón en la mano que buscara ayuda.
—Vaya, ¿y va a ir?
—Ni idea, pero para mí está muerta y enterrada.
—Bueno, es entendible, la verdad es que necesita a alguien con quien hablar y ese no deberías ser tú — dice casi en un susurro.
—¿Por qué susurras?
—Porque se ha acabado mi tiempo de descanso y viene el jefe.
—Pues venga, tío, ¿a qué esperas?
—No quiero dejar de hablar contigo, además sé que hablar conmigo te recompone.
—Tampoco te lo creas mucho, pero si te echan del trabajo y ya no tienes sitio donde quedarte y seguir buscando a Val, te puedo asegurar que me vas a destruir más de lo que me recompones.
—Está bien, pesado, pero solo una cosa — respira hondo —. Cuídate, sé fuerte y no dejes que nadie te coma la cabeza y te hipnotice, piensa que únicamente hay una persona que puede hacer eso, y esa... es... Medea — se ríe y cuelga el teléfono.
Me río y me tumbo boca arriba en la cama. Más tonto y nace de culo el chaval.
¿Por qué no tengo ganas de hacer absolutamente nada? Joder, hace años comencé a hacer pesar en la habitación, a hacer ejercicio por el miniparque y cuidar a esos animalillos de las fuentes y todo me iba muchísimo mejor. Desde que se fue Val todo ha ido en decadencia y en picado. ¿Será que acabaré estrellándome de verdad?
Cierro los ojos, me paso la mano por la cara y respiro. Muchas veces me olvido de hacerlo. Intento ordenar mis pensamientos y me pongo a pensar en qué quiero hacer con mi vida en estos dos meses que me quedan antes de cumplir los dieciocho años. Dios, qué ilusión, solo dos meses. Es que no veo el momento de salir de aquí.
¿Debería hacer caso a Carlos y buscar a mis padres? ¿Será que puedo volver a abrir mi corazón a unas personas que han sido las causantes del comienzo de mis desgracias aquí dentro? No sé, me gustaría tener una bola mágica o una lámpara y pedir un deseo al genio, pero esto es la vida real y debo de solucionar mis problemas yo solo. Tal vez sí sea la mejor opción ir a Valencia, buscar a mis padres y obtener respuestas para ver si nuestra relación puede continuar y si yo puedo perdonar el increíble dolor que me han causado. Tal vez sí sea la mejor opción reencontrarme con mi familia biológica y más tarde con mi verdadero amor. Tal vez sí sea la mejor opción volver a vivir como un ser humano de pleno derecho y sentirme vivo en este mundo que llevo deambulado durante meses.
Giro la cabeza y veo el libro del padre de Carlos. ¿Por qué para Carlos fue tan importante? Dijo que con ese libro logró tener cerca a su padre, pese a estar a millones luz de él. ¿Será que a mí también puede acompañarme y sanarme de esa forma?
Cojo el libro de la mesita de noche y lo observo de arriba abajo. "A veces, los sueños se cumplen" dice el título. Desearía que así fuera. Abro la primera página y ahí está, la frase de Carlos.
Siempre que pierdas el norte, léeme, yo estaré contigo en cada golpe de voz.
Maldito cabrón.
Junto a la frase hay una fotografía nuestra del día anterior a su cumpleaños. Estamos cogidos de los hombros, nos miramos cara a cara y nos reímos a carcajada limpia. Creo recordar que la foto nos la hizo Ana de improviso, ese día fuimos a un salón de bolos y gané a Carlos por goleada. Él me dijo de todo porque tiene un perder de mierda y yo empecé a descojonarme en su cara. Supongo que él se contagió y por eso la fotografía es de lo más imprevisible. La verdad es que es un recuerdo bonito y jamás me había visto sumergido en una amistad así. Bueno, sin contar a Val, ya sabéis.
Termino de mirar con añoranza la fotografía y paso la siguiente hoja.
Mi corazón se encoge en un vuelco, se me erizada todo el bello de mi cuerpo, los ojos comienzan a humedecerse y se me seca la boca en su totalidad. No puede ser, ¿cómo es posible?
Dicen que a los sueños hay que darle alas, pero yo creo firmemente que a lo que hay que darle alas es a los miedos, porque ellos te tienen encadenado, y cuando ya pueden volar, no te aferras a nada y eres libre. Es entonces cuando puedes tener la capacidad de soñar.
Y acompañada de estas increíbles palabras, está ella.
Más preciosa que nunca.
Su piel morena brilla con el reflejo de los rallos del sol, el agua del mar ilumina su belleza como nunca y esa sonrisa es la causante de que todo mi sistema inmunológico se colapse. Me cago en mi vida, es una auténtica diosa.
Es ella, es Val y tengo ante mis manos una fotografía de Valeria en la playa riendo como nunca.
Está tan guapa, tan resplandeciente que me duele en el alma no poder cogerla de la mano ahora mismo.
Y es ahora cuando entiendo esas palabras, esa dedicatoria del padre de Carlos.
Val es mi sueño, he tenido que darle alas y dejarla ir para que cuando volvamos a vernos, ya no exista el miedo a estar juntos, ya no estaremos encadenados a nada y podremos volar, libres y de la mano, haciendo que ambos podamos soñar juntos.
Carlos no quería que leyera el libro de su padre porque sí, Carlos quería que viera que cada dedicatoria que su padre le escribió en las líneas de sus versos también está destinada a mí y que en cada una de ellas contaba la misma historia que yo tengo con Valeria, pero con fotografías de su nueva vida. ¿Cómo ha conseguido todas estas fotos? Se me hincha el corazón de la alegría.
Las palabras de Carlos ahora tienen más sentido que nunca.
Siempre que pierdas el norte, léeme, esas palabras hacen referencia a este libro, yo estaré en cada golpe de voz, estas son el mismísimo Carlos mostrándome fotos de Val y todo acompañado de las dedicatorias que su padre le hizo antes de morir.
Está bien, lo admito, jamás me han hecho un regalo tan bonito como este.
Gracias, Carlos.
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¡Hola, hola! 🙌🏽
Perdón por este capítulo tan largo, pero me apetecía subirlo y dedicárselo a GeraldineMontes863 ☺️ Muchísimas gracias por darme la oportunidad de ser la primera en leer este segundo borrador ❤️
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