Capítulo 10: CARLOS
Ethan es un blando en toda regla.
Puede que mi vida haya sido un puto desastre, pero también ha tenido cosas buenas, como él. Hacía muchísimo tiempo que no me sentía así en los brazos de alguien. Con los abrazos de Ethan me siento como en casa, como si hubiera encontrado al fin esa aguja en el pajar, como si perteneciera a algo bonito de verdad. Ahora entiendo a Valeria, ella en alguna ocasión me dijo que él era su familia, lo único que tenía y ahora me siento parte de ella.
Maldita sea, yo también soy un blando.
Ethan me abraza como si la vida se le fuera en el intento, sé que doy pena, pero no se lo he contado para que se lo tome así. Al final he aprendido a vivir de la mejor forma posible, y he encontrado gente por el camino que vale la pena y dotan de significado a la palabra amistad y familia. Algo que hace muchísimo tiempo no tenía.
Iba enserio cuando decía que iba a buscar a Valeria, al fin y al cabo, le debo a Ethan la oportunidad de que vuelvan a verse. Yo en cierta parte los separé cuando estaban casi liados, y durante muchos meses Ethan ha sido un apoyo fundamental para mí, así que sí, voy a encontrar a Valeria y cuando Ethan salga lo estaré esperando con los brazos abiertos para que pueda volver a juntarse con el amor de su vida.
Porque el amor lo mueve todo y sin él no seríamos nada.
—Bueno, qué, ¿ya está bien el sentimentalismo por hoy? — le suelto a Ethan entre carcajadas.
Lleva diez minutos fundiéndome en un abrazo. Me gusta, pero hasta cierto punto, tampoco hay por qué pasarse.
—Eres un aguafiestas, de verdad — se aleja de mí y se limpia las lágrimas sutilmente. —Te he visto llorar antes, no seas melodramático y tampoco te hagas el chulo.
—¿De verdad eres así de capullo de nacimiento o lo entrenas todos los días? — me dice yendo al armario para sacar ropa limpia.
—¿Te vas a cambiar de ropa?
—Claro, tendré que despedirte en condiciones.
—Menos mal, porque pareces un pordiosero.
—Muchas gracias, tonto del culo — me hace burla con la cara —. Bueno, pero te ha gustado el reloj o qué.
—Sí, por supuesto, la verdad es que, si buscas el nacimiento de los dinosaurios en internet, seguro que este reloj es todavía más antiguo. De hecho — miro por arriba y por abajo el reloj —, creo que incluso podría afirmar que ese reloj lo llevó en el paleolítico mi tataratía.
Ethan se ríe a carcajada limpia.
—Es que eres un gilipollas, pero me caes bien.
Termina de ponerse un chándal negro y azul a conjunto y se dirige a mí.
—¿Cuándo te vas?
Uh, la cosa se ha puesto seria y tensa.
—Dentro de veinte minutos.
—Menos mal, qué suplicio de persona, ya era hora — se tumba boca arriba en su cama y me mira de reojo.
Sí, cabroncete, yo también te echaré de menos.
—Oh, mierda, se me olvidaba — corriendo me dirijo hacia mi maleta y empiezo a sacar una cosa tras otra. Maldición, ¿dónde la he dejado?
—¿Qué buscas? — pregunta Ethan incorporándose en la cama y mirándome con curiosidad.
—Esto — le enseño una minitarjeta sim.
—¿Qué es eso? — pregunta intentando focalizar la vista en la minitarjeta arrugando los ojos.
—¿Necesitas una revisión del oculista? Es una tarjeta sim, tío.
—¿Eh?
—¿En serio? Creía que eras más listo. Es para el teléfono. Es mía, la colé cuando entré
aquí el primer día. Este es un número que tenía antes, es de prepago, lo que significa que si no pagas no funcionan las llamadas ni los mensajes, pero tranquilo, todavía hay dinero. Aquí tienes mi número de teléfono, que es el de la tarjeta con la que llamé a mi amigo de Sevilla y, además, tienes el número de teléfono del bar en el que voy a trabajar en Algeciras — le sonrío con una amplia sonrisa.
—No — está boquiabierto.
—Sí — le contesto.
—No — repite.
Pongo los ojos en blando.
—Que sí — le vuelvo a decir.
—No te creo — se pone las manos en la cabeza y la echa para atrás. —Que sí, imbécil — le cojo la mano y le pongo la minitarjeta en ella. —¿Has conseguido trabajo en Algeciras?
—Sí, de hecho, me lo consiguió Ana, la Profesora.
—Me estás tomando el pelo — es probable que la mandíbula le toque suelo de un momento a otro.
—¿Es necesario que dudes de mí cada cinco segundo? Me cansas — vuelvo a meter todo lo que he sacado de la maleta y vuelvo a sentarme en la cama.
—Perdón, pero es que... joder, Carlos, eres increíble tío. No voy a tener vidas suficientes para agradecerte todo esto — se abalanza sobre mí y me besa toda la cara.
Ah, no, eso sí que no, qué asco.
—Quita — lo intento apartar, pero sus babas son incluso más pegajosas que las de un caracol.
—Estás más fuerte, cabrón — dice sin apartarse de mí —. Tienes que dejar de hacer pesas.
No, no tenemos pesas en la habitación, son botellas de leche rellenas de agua. Somos pobres, qué vamos a hacer.
—Que te quites, asqueroso — lo consigo apartar de mí y se ríe en mi cara —. Ja, ja, muy gracioso — me quito la baba y me siento en su cama.
—¿Cómo lo has conseguido? — está impresionado y eso me hace gracia. —¿Sinceramente?
Ethan asiente.
—La he amenazado — finalizo.
Tengo hambre. Me levanto, me arreglo mi pelo rubio en el espejo y cojo una barrita energética que he robado de la cocina del orfanato.
—¿La has amenazado? — pregunta con los ojos fuera de las órbitas.
—Zi — digo masticando un trozo de barrita — Quiero decir, sí, la he amenazado. Le he dicho que habíamos visto los informes de Don Sebastián, que sabíamos que Valeria es su prima biológica, que estábamos cien por cien seguros de que su familia biológica es la que le ha adoptado y que también sabíamos que nada de lo que hizo fue legal.
—¿Y te la dio sin más?
Niego con la cabeza y pego otro bocado a la barrita.
Joder, qué hambre.
—Le he dicho que o me daba alguna pista sobre Valeria o algo con lo que ambos estar
en contacto, o la denunciaba a la policía.
—¿En serio? ¿Cómo sabes todo eso? — pregunta Ethan limpiándose las comisuras de
la boca que tiene en forma de O.
—Ajá — asiento mientras me como el último trozo de barrita y me relamo los dedos
que tienen resto de chocolate —. Simplemente hablé con Logan, mi amigo de Sevilla, y le pregunté sobre si esas cosas se podían hacer, y como es policía local me ha dicho que no, que en este caso Valeria debería de haber estado informada de todo.
—No me fastidies — dice pensativo.
—Sí, así que le dije que, si no quería que llamara a la policía, que me ayudara a encontrar trabajo en Algeciras y tener un medio de comunicación contigo, así que sí, tengo trabajo en un bar cerca del Parque del Centenario y puedo llamarte siempre que quiera con estas tarjetas. ¿No seré yo la mejor persona existiendo?
—Sí, lo eres.
—Guau... acabas de admitir que soy la mejor persona existiendo. ¿Me lo pones por escrito?
—Tampoco te pases — dice Ethan tirándome un cojín que intercepto de la mejor manera posible.
—Voy a encontrarla, te lo prometo, y cuando sea así te llamaré y te contaré todo para cuando salgas. Ah, y además tendré dónde dormir. El jefe del bar me deja una habitación que tiene en el desván del bar hasta que encuentre algo de alquiler, así que, como a mí no me ata nada ni nadie y soy un alma libre, viviré en Algeciras hasta que encuentre al amor de mi vida.
Ethan se levanta y sin previo aviso vuelve a lanzarse a mis brazos.
Me da dos besos en la mejilla y me da dos palmadas en la espalda.
—Gracias tío, gracias de todo corazón, eres increíble.
—De nada, para eso están los amigos, ¿no? — nos sonreímos mutuamente. Sí, para eso estamos.
Me gusta esta amistad, igual podemos matarnos, insultarnos y odiarnos, que podemos ser dos tíos completamente sinceros y cariñosos que se dicen halagos y piropos y se funden en abrazos infinitos. ¿Hay una definición más bonita de amistad que esta?
Cuando nos separamos caigo en la cuenta de que en los informes que robamos del despacho de Don Sebastián, los cuales no hemos devuelto aún y como los eche en falta alguien va a visitar aislamiento pronto, vi algo que creo que Ethan no sabe, y no puedo irme sin que lo vea. Es sobre su familia, y creo que debería saber la verdad.
—¿Ya te vas?
Miro la hora con mi súper nuevo reloj y me doy cuenta de que me quedan tres minutos para irme. Mierda, no me va a dar tiempo.
—Em... sí, un momento.
¿Dónde he dejado los informes?
Busco y rebusco por todos los cajones del escritorio, la caja de recuerdos de Ethan y los armarios de la ropa, pero no los encuentro.
—¿Qué buscas ahora? — pregunta Ethan siguiéndome con la mirada por toda la habitación.
—¿Dónde están los informes de Don Sebastián? — pregunto casi sofocado de la rapidez de mis movimientos.
—En mi cajón de la mesita, ¿por qué?
—¿Los has leído todos?
Niega con la cabeza.
—No, ¿por qué? — pregunta yendo hacia su mesita de noche y sacando los informes. —Ahí... ahí hay algo sobre ti, sobre tu familia.
Ethan levanta rápidamente la cabeza hacia mí y se queda blanco. ¿Tan malo puede ser?
—¿Vas en serio?
—Totalmente en serio. Con la emoción de haber encontrado a Valeria se me pasó
completamente, ahí hay una carta, creo que es de tu madre.
—No me lo puedo creer — Ethan clava la mirada en los papeles que tiene entre las
manos y tras buscar unos segundos encuentra la carta que leí antes de dar con el paradero de Valeria —. Esto tiene que ser una jodida broma.
—Lo siento, tío — escucho el claxon de un coche a través de la ventana de la habitación —. Mierda, tengo que irme, pero eh, sé fuerte, ¿me oyes? Esto no puede contigo, y aunque no esté a tu lado, tú puedes con esto y mucho más.
Me doy una palmada en el brazo e intento que se levante.
—Ahí no hay nada que no hayas intuido antes, ¿vale? Eres fuerte y puedes con esto — le cojo la cara entre las manos y le obligo a mirarme para apartar la vista de esa carta —. Esto es un paso más, la verdad está saliendo a la luz para todos y estoy seguro de que será para bien. Haz siempre lo que te dicte tu corazón y no te dejes llevar por tus impulsos, eres más que una simple rabieta, ¿vale? Eres una gran persona, Ethan, y la vida te va a deparar el mejor de los destinos.
Parece ausente, pero sé que me escucha porque asiente constantemente.
—¿Me prometes que serás fuerte? Solo te quedan cuatro meses y poco para estar aquí, y te prometo que cuando salgas tendrás todo lo que has anhelado siempre, confía en mí y estamos en contacto. Llámame siempre que quieras y estate atento al teléfono, no sea que te lo quiten y la liemos parda — le abrazo y le doy dos palmadas en la espalda —. Gracias por estos meses, nos vemos muy pronto, cara sapo — me separo de él, le guiño un ojo, recojo mi maleta y ambos salimos en dirección a la puerta principal del orfanato.
Logan mete mi maleta en el coche y me despido de Ana, Don Sebastián, Ethan y Camila, porque sí, pese a que hace meses que no hablamos de ella ni con ella, ha venido a despedirse. Supongo que al final del todo no es tan mala, ¿o sí?
—Cuídate, Carlos — me dice Camila.
—Gracias e igualmente — le doy un abrazo corto.
—Que te vaya muy bien en esta aventura y... — Ana se acerca a mí para abrazarme y
me susurra al oído —. Sé que vas a buscar a Valeria, pero solo te pido que le des tiempo y que la cuides como yo no puedo hacer, ella no sabe absolutamente nada de esto. Sé discreto — se separa de mí y se va en dirección al despacho.
Don Sebastián al contrario que Camila y Ana me da la mano y me la estrecha. Creo que ha visto que llevo puesto su reloj de la prehistoria, pero no me dice nada. A ver si tiene narices de meterme ahora en aislamiento.
Me dirijo hacia Ethan, que tiene la mirada perdida y juega con la palma de sus manos. Ese tic nervioso bien presente.
—Cálmate, todo irá bien — lo envuelvo en un abrazo e intento tranquilizarlo —. Siempre que pierdas el norte, léeme, yo estaré contigo en cada golpe de voz — le digo mientras me separo de él.
En ese momento Ethan reacciona y sonríe.
—¿Qué significa eso?
—Que nos vemos muy pronto — finalizo.
Y así es como comienza el primer día del resto de mi vida.
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¡Y de regalo un capitulito más! 😏
Espero que os guste esta versión de mi Carlitos.
Os quiero 💖
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