Capítulo 7:
La mañana pasa como de costumbre, clases, clases y más clases, de ocho de la mañana hasta las dos de la tarde, un verdadero suplicio. Lo único bueno es que cambiaron la norma esa de que por las tardes hubiera clase, no os podéis imaginar lo insoportable que es ir por la tarde a clase, a veces hace un calor asfixiante, es la hora de la siesta y solo tienes ganas de pegar más de una cabezada. Solo nos dejan quince minutos para descansar entre clase y clase y lo único que hago yo, como de costumbre, es estar en un banco fuera del aula esperando a que abran, porque debido a que mis únicos dos amigos son más mayores que yo, no es que tenga muchos amigos en mi clase, la verdad, soy una inadaptada social y me da rabia ser así.
La hora de la comida aún no ha llegado a su fin y ni siquiera he visto a Ethan, qué narices, ni siquiera me ha dicho 'Buenos días, ratita' esta mañana cuando me ha visto. No sé qué nos está pasando, pero me está afectando emocionalmente más de lo que me gustaría.
Me he sentado a comer en la mesa de las amigas de Camila, no sé dónde está Camila tampoco, pero no entiendo absolutamente nada, es la primera vez en años que no estoy comiendo junto con Camila y Ethan, ¿dónde están? Aparte de la comida tan asquerosa que sirven aquí, no estar junto a las dos personas que quiero me resulta extraño, y, además, no es que las amigas de Camila sean lo más, no paran de hablar de tíos y solo se repite uno, Carlos.
— Oye, Valeria, tú que conoces más a Carlos...
Comienza a decir una tía pelirroja, más alta que yo y con los ojos más azules que el mar de los mapas de geografía. Ni siquiera me acuerdo de su nombre, qué desperdicio de memoria, Valeria.
— Yo no conozco a Carlos — le digo sin darle importancia mientras intento encontrar con la mirada a mis amigos.
— Bueno, no tenemos todas esa opinión, ¿verdad, chicas? — se ríe del modo más horrible que conozco. Parece una bruja.
La verdad es que tiene pinta de ser una arpía de cuidado. Vale, lo admito, no conozco en absoluto a ninguna amiga de Cami, nos juntamos de vez en cuando, pero no es la misma relación que hay entre Cami y yo, eso es especial y creo que este grupo no tiene nada de especial, seguramente las unas a las otras se tiren de los pelos constantemente.
— Me da igual la opinión que tengáis — les sonrío —. Pero es la realidad.
< Menuda miradita te ha echado la Barbie, nena > Me dice mi amiga la Conciencia. Parece que le ha sentado como una patada en el culo mi tono de voz.
Valeria 1 – Barbie 0.
A la vez, se levantan, cogen sus bandejas y se dirigen a otra mesa del comedor. Vaya, si sigo así voy a seguir teniendo muchísimos problemas a la hora de hacer amistades. Sigo sin encontrar a Camila, tampoco veo a Ethan y Carlos tampoco está, vaya, todo es un poco extraño. ¿Estarán juntos? Qué tontería, Valeria.
Intento terminarme el puré más malo que me he comido en mucho tiempo para dejar la bandeja y largarme a la Sala de Música, ¿quién es la que se encarga de cocinar? Creo que merece una clase magistral de algún chef de cocina, como esos que salen a veces en los anuncios de la televisión, esos que cocinan comida minimalista que tienes que ver con lupa.
Sin darme cuenta, ya me he sentado frente al enorme piano de cola de la Sala de Música dejándome llevar por la música. No sé qué sería del mundo sin música, es el tren más maravilloso para subirse y ver pasar por la ventanilla las composiciones más bonitas de la vida. Con la música puedo evadirme, ocultarme, ser yo misma y volar, flotar como si la vida me fuera en ello, me siento llena, completa y libre, siempre libre.
Mientras paso todos y cada uno de mis dedos por las preciosas teclas blancas intentando tocar 'Nuvole Bianche' de Ludovico Einaudi, recapacito sobre mí, sobre qué soy, qué quiero ser y hacia dónde debo ir. Estar aquí encerrada es lo peor que le puede pasar a cualquier persona, no existen las libertades, no puedes ir de compras, al cine o al parque, no puedes conocer a gente del exterior, no puedes viajar, no tienes vida, y yo no quiero esto, nunca lo he querido. Ojalá pudiera saber de dónde vengo, a dónde pertenezco, qué es lo que movía y motivaba a mi familia, quiénes son, por qué estoy aquí o qué ha ocurrido para que me dejaran aquí... ¿Era yo el motivo de que me dejaran aquí? ¿Hice algo mal? ¿Sería por mis problemas médicos? Yo, a veces, me odio por ser así. Me encantaría saber tantas cosas de mí que no voy a poder conocer jamás...
— Hola — dice una voz mientras termino de tocar la pieza musical.
No me hace falta girarme para saber quién es, mi corazón ha hecho el trabajo por sí solo. Sin pedirme permiso, se ha puesto a danzar por toda la Sala de Música al ritmo de la música. No sé por qué, pero no paro de tocar, ahora no puedo hacerlo, no es que me guste que me miren tocar, de hecho, lo odio, me da más vergüenza de la que me gustaría admitir, pero que Ethan me escuche y se una al mismo compás que el mío me atrae demasiado.
De 'Nuvole Bianche' paso a tocar 'Matches Var. 1 – Day 2' del mismo compositor. Ludovico es mi compositor favorito, el profesor de música que estaba aquí hace ya bastante tiempo y al cual cogí muchísimo cariño me lo presentó de la forma más bonita posible, mediante un concierto de piano, tocando él, por supuesto. Eso fue realmente impresionante. Ludovico es un compositor y pianista italiano, supongo que por el nombre lo habréis adivinado, y destaca por crear las frases melodiosas más puras que existen, o por lo menos es lo que yo considero.
Mientras paro de tocar y levanto la cabeza hacia el enorme espejo que está enfrente del piano desde el cual puedo observar cómo Ethan me está mirando atentamente, intento colocar todas las partituras en orden para guardarlas en la carpeta y cerrar la tapa con cuidado.
— ¡Joder! — chillo
Misión imposible, si es que ya me lo decía Camila, no puedo actuar con normalidad mientras él está presente. Se me ha caído en peso muerto la tapa del piano en la mano derecha. Soy un desastre.
— Ay, Val, ¿estás bien? — me pregunta Ethan sujetándome la mano entre las suyas.
Vaya, no sé en qué momento se ha movido tan rápido y ha venido hacia mí. Tiene las manos calentitas y... ¿tristeza en los ojos? Tiene las mejillas sonrojadas y los ojos brillantes. Vaya, sí que se ha preocupado.
— Eh... sí, sí. Estoy bien — le sonrío mientras me muero de dolor por dentro.
— ¿Seguro? Se te está hinchando — me dice sorprendido.
— ¿En serio? Oh no, miento, miento... Me duele un huevo — continúo quejándome.
— Ven anda, vamos a ponerte hielo — me dice entre risas.
Coge mi carpeta con las partituras, cierra la puerta de la Sala de Música y me acompaña a la cocina. ¿Cómo puedo ser tan torpe? No es que pese un quintal, pero la verdad es que la tapita de las narices hace más daño de lo que pensaba.
— Oye, ¿estás bien? — me pregunta mientras caminamos por el pasillo.
— Sí, solo me duele un poco — le contesto mirando el pedazo de mano que se me está quedando.
— No me refiero a la mano, ratita.
— ¿A qué te refieres entonces? — le pregunto más que interesada en la respuesta.
— No sueles tocar obras de Ludovico a no ser que estés triste o tengas algún problema.
Vaya, pues sí que me conoce bien.
No es que esté triste, hoy sí que es verdad que me he sentido algo sola, sobre todo en la comida, pero no estoy triste para querer llorar veinticuatro horas seguidas, es como que he sentido un vacío que necesitaba llenar con la música, es la mejor medicina.
— Estoy bien, cara sapo — le sonrío —. ¿Dónde habéis estado Cami y tú? No os he visto en el comedor a la hora de comer.
Cuando llegamos a la cocina, no hay ninguna Profesora que pueda darme algo de hielo, así que Ethan decide servirse él mismo. Como lo pillen, se va a llevar una buena, porque no nos dejan tocar nada que no sea de nuestras pertenencias.
— Hemos... hemos comido por ahí — dice cogiendo el hielo, enrollándolo en un trapo y ofreciéndomelo.
— ¿Por ahí? — pregunto interesada mientras me pongo el hielo sobre la mano.
— Sí, hemos ido a un bar cerca del orfanato.
— ¿A un bar? — vaya, esto sí que no me lo esperaba.
— Sí, han puesto una nueva norma, los mayores de diecisiete años pueden salir por ahí acompañados de las Profesoras, para empezar a ver mundo, ya que les queda poco para salir y así se familiarizan con las cosas — dice subiendo los hombros.
— Entiendo...
— Te habría llevado, ratita, se lo dije a una Profesora, pero no me ha dejado llevarte porque no tienes diecisiete.
— Ya.
La verdad es que esto me ha molestado más de lo necesario. Mis dos mejores amigos se han ido a comer juntos por ahí y no me han dicho ni pío, cuando ellos saben que no hay nada en el mundo que desee más que salir de estas cuatro paredes.
— De verdad, ratita, lo siento, te quería llevar, sé la ilusión que te hace, pero no me han dejado — me dice casi suplicando que le perdone.
— Me da igual.
Me levanto de la silla, cojo el hielo y salgo de la cocina. No sé muy bien cómo me encuentro, si estoy enfadada o defraudada. Si yo hubiera podido salir y ellos no, me habría quedado con ellos, siempre hemos hablado de cómo sería nuestra primera vez fuera de este maldito lugar, y siempre nos lo imaginábamos mientras nos sentábamos en una terraza de cualquier bar a hablar de nuestro futuro, pero ahora veo que ese futuro solo lo veo yo. Qué ingenua.
— Val, eh — me llama —. Valeria, por favor, para — me coge del brazo.
— Déjame en paz. Ya veo que no formo parte de tus planes, tal vez ya no seamos amigos y solo lo veo yo — le digo mientras me suelto de su mano.
— ¿Qué no formas parte de mis planes? — me chilla —. ¿De qué vas? Siempre formas parte de mis planes, esto ha sido pensado y hecho, nos ha sacado la Profesora para hablar con nosotros.
— Ah, ya veo, sólo tenía que hablar con vosotros dos, ¿no? — le digo con malas formas y riéndome con incredulidad.
— Sí, Valeria, así es, solo con nosotros dos. ¿Y sabes por qué? Por ti — me chilla mientras me señala con su dedo índice.
— ¿Por mí? Vaya, claro — me río y me dirijo hacia las escaleras. No quiero seguir hablando con él.
— Pues sí, lo de la norma esa me lo he inventado.
— No sería lo único que te inventas — le suelto mientras empiezo a subir las escaleras.
— Te marchas — dice a penas en un susurro de voz.
— ¿Qué dices? — digo sin creer haber escuchado lo que he escuchado.
— Que te vas, Valeria. Te vas de aquí.
< ¿Qué...? > Piensa mi Conciencia.
¿Cómo me voy a ir de aquí? ¿Dónde? No tengo a dónde ir. ¿Me está tomando el pelo? Porque esta gracia no me gusta en absoluto.
— ¿Me estás tomando el pelo, Ethan? — le pregunto con la voz hecha un manojo de nervios.
— No, ratita, no te estoy tomando el pelo. Te vas del orfanato — dice mientras agacha la cabeza, sorbe por la nariz y observo cómo la primera lágrima que veo arrojar por los ojos de Ethan estalla en el primer escalón de la escalera.
<Señorita Valeria acuda al despacho del director>
Madre mía, madre mía. El corazón se me ha parado en seco. La voz de la Profesora me ha traspasado en lo más hondo de mi ser. Solo oigo cómo mi cerebro está mandando todas las señales posibles para que reaccione, pero no lo hago. Esto debe de ser una broma. Miro a la única persona que no quiero perder jamás, Ethan, que está parando frente a la puerta principal, con la cabeza en alto y mirándome con los ojos llenos de lágrimas. Parece destrozado.
¿Qué está pasando?
__________
✨¡Buenas!✨
Hoy no estoy tan contenta... ¿Qué Valeria se va? ¿Del orfanato? Estoy igual de triste o más que Ethan... sus caminos se separan... ¿Qué os pasa por la mente? Os leo 👀
Mil gracias por leerme, os quiero 🥰♥️
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