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Capítulo 5:

< Será memo > Chilla mi amiga la Conciencia dentro de mí.

Que si estamos bien dice, hay que ser paleto, de verdad. Pero si hace menos de tres horas estaba a punto de comerme la boca. Quién sabe lo que se le estaría pasando por la cabeza, en fin, será mejor que pase página y haga caso omiso a este pequeño corazón que ya se ha convertido en un puzle.

Menudo día de cumpleaños más bonito. Le regalo lo más cutre que podría haber creado el mundo, desayunamos lo mismo que todos los días, discutimos por lo de San Sebastián, vemos una película preciosa y se raya porque un chaval me ha dejado su chaqueta, casi me besa en los baños y ahora me dice que estamos bien. ¿Qué estamos bien de qué? Tengo ganas de matarlo.

— ¿Todo bien? — pregunta Camila cuando entro a la habitación.

— No, todo mal. Yo no sé en qué momento te tuve que hacer caso. "Habla con él" "Habla con él". Hay que ser tonta — finalizo mientras me cruzo de brazos y me tiro sobre mi cama.

— Vaya, creo que ha ido algo mal, ¿no?

— Ha dicho que es imposible besarme y que si estamos bien. Que si estamos bien. ¿Lo ves normal, Cami? Porque yo definitivamente no — le digo chillando.

— Te entiendo, Val. Pero cálmate, ya sabes cómo son los tíos.

— Ya veo, ya. Me voy a ver si las Profesoras me dan algo para el dolor de cabeza. A mí estas situaciones me van a matar.

Tiro el cojín sobre la cama y salgo de mi habitación hecha una furia. Me dirijo a la cocina, a ver si con un poco de suerte hay alguna Profesora por aquí que pueda darme algo para aliviar el dolor de cabeza que llevo, ¿por qué tiene que pasarme esto a mí ahora? Con lo feliz que yo estaba haciendo mis pinitos y montándome historias felices en mi cerebro.

Con todo este drama ni me he acordado de hablaros de este maravilloso e increíble lugar. Qué va, es coña, esto parece una cárcel y eso que nunca he visto ninguna, solo en las películas, pero supongo que no se llevan mucha diferencia. Este sitio es gigante y parece que tiene forma de un cuadrado perfecto, y digo "parece" porque jamás he salido de aquí. Está construido con paredes de piedra labrada y en medio del insípido lugar hay un miniparque (como solemos llamarlo) lleno de árboles, pinos y matorrales de toda la gama de colores verdes que hay en el mundo.

A este encantador lugar le llaman "Mil Colores", como si pensaran que esto es un lugar lleno de felicidad y alegría para todos los que entran aquí, demasiado irónico para ser verdad. Aquí el único rayo de sol que entra es a través de las enormes cristaleras que hay como a metro y medio por encima de mí, si tuviera que ser yo la que las limpiara me habría muerto de un infarto, porque sí, tengo miedo a las alturas y no necesito que algo sea muy alto para morirme.

Aquí hay de todo menos colores y felicidad. En las clases las Profesoras dicen que los colores son los que dan vida a todo lo que nos rodea, pero vaya clase de broma es poner ese nombre al orfanato, aquí hay de todo menos vida y no me refiero a los niños y a las niñas que lo habitan.

— ¿A dónde va Señorita? — me interrumpe los pensamientos una de las Profesora.

La verdad es que para qué os voy a decir cómo es, si todas son iguales. Bajitas, delgadas, de piel blanca y morenas. Nada destaca en ninguna.

— A la cocina, necesito algo para el dolor de cabeza.

— Venga conmigo.

Aquí, todas las Profesoras nos tratan como si tuviéramos noventa años, nos llaman de 'Usted' y nos dicen 'Señorita o señorito' porque casi ninguna se acuerda de nuestros nombres. Somos muchos y supongo que cuesta adaptarse, aunque hay muchas Profesoras que llevan aquí más de diez años, y no les debería costar mucho aprenderse un par de nombres.

Mientras me guía a la enorme cocina que tenemos aquí dentro, me fijo en los carteles que están en las escaleras. "Sección de Chicos" y "Sección de Chicas". Vaya estupidez de carteles, no entiendo de qué van. Que viva la diversidad. Estos carteles muestran el camino hacia las habitaciones y tenerlo así separado es como si juntarnos fuera lo peor. Las habitaciones están separadas por sexos porque Don Sebastián, el director, no quiere que cometamos "locuras sexuales" por las noches, como él lo llama. Pero vaya, no es necesario utilizar la noche ni ninguna habitación para cometerlas, para ello están los baños, el Salón de Actos... en fin, he visto cosas que madre mía, mejor ni las cuento.

Para llegar a la cocina que parece que está a kilómetros de mi habitación, tenemos que pasar por debajo de las escaleras, donde creo que hay como una especie de sótano. Se supone que es para guardar todo tipo de material, pero para ser sincera, nunca he ido, así que, en realidad, no sé para qué se usa.

Por fin llegamos a la cocina y la Profesora camina como si estuviera paseando caracoles. La verdad es que la cocina es bastante amplia, los fogones están justo en el medio, encima de una isla maravillosa que me encantaría tener en mi futura casa, hay cazuelas enormes de hierro y sartenes gigantes en las que las Profesoras cocinan los menús más sosos de este planeta, pero supongo que no puedo quejarme. Del techo cuelgan sartenes de todos los tamaños posibles y también hay una estantería pequeña que guarda todos los medicamentos que puedes encontrar perfectamente en una farmacia. La Profesora se pone de puntillas e intenta coger una caja rosa y blanca, la cual supongo que estarán los analgésicos para quitarme este maldito dolor de cabeza.

— Aquí tienes, Señorita — me dice la Profesora.

— ¿Qué es? — le pregunto.

— Es una infusión de hierbas, le vendrá bien — vaya, pensaba que me iba a dar un analgésico. ¿Esto funciona?

Espero que no tenga matarratas o algo parecido, no me extrañaría nada que lo tuvieran. Aquí ha habido gente que se ha intoxicado con una simple sopa.

— Gracias, Profesora.

De vuelta a mi habitación observo cómo un grupo de personas se dirigen al comedor, supongo que para terminarse la tarta que sobró esta mañana, porque de normal a estas horas, después de comer tenemos que estar todos y todas en nuestras habitaciones para que las Profesoras puedan limpiar los desastres que hacen los más pequeños, pero ni idea. Nadie sabe lo que hacen las Profesoras en la hora de la siesta. Bueno, en realidad, nadie sabe lo que hacen las Profesoras durante todo el tiempo que no están en clase o sirviendo la comida. Es todo un enigma.

Normalmente, cada semana las dietas alimenticias cambian, más que nada porque las Profesoras dicen que tenemos que comer de todo y probar cualquier cosa, pero sin embargo todos los desayunos son iguales, por lo menos desde que tengo uso de razón. Maldito sea el vaso de leche y las tostadas.

En el comedor entra la luz más natural del mundo, porque toda la parte exterior está hecha de ventanales, siempre impolutos, y no sé nunca en qué momento los limpian. Supongo que un lugar tan oscuro necesita una buena limpieza de cristales para que por lo menos haya algo de luz, no suelen malgastar luz eléctrica a no ser que sea estrictamente necesario.

Le doy un sorbo a la infusión de hierbas y se me encoge el estómago, esto está más malo que los desayunos. Normal que sirva para quitar el dolor de cabeza, porque te dolor de tripa.

Decido que lo mejor para dejar de pensar en todo lo ocurrido hoy es pasearme por los pasillos sujetando la taza con la tila, sin embargo, no puedo contener las ganas que tengo de ir a tocar un poco el piano a la Sala de Música. Si soy sigilosa y no me pillan, tal vez pueda ir, aunque sea a ver el piano tan precioso que hay en todo el medio. Normalmente nadie pasa por ahí, a no ser que tengamos clase de música o cualquier acto en el que toca una de las Profesoras para todos y todas. Como un acto de celebración de algo, pero nunca sé de qué. Aquí parece que los días no pasan y nadie tiene ganas de celebrar nada.

Cuando me dirijo a la Sala de Música paso por algunas aulas y me fijo en lo monótonas e insólitas que son. Las mesas están de dos en dos una detrás de otra, de color verde y sillas a juego, con un tablado alto con la mesa de la Profesora y una pizarra de tiza detrás. Suelen estar decoradas con los proyectos que hacemos en las clases y también tienen ventanales que dan al miniparque central. Las clases van por edades y aquí no existe la separación de sexos, porque dicen que quieren educar por igual, pero todos y todas aquí dentro sabemos que siempre hay favoritismos.

Algunos niños pasan correteando a mi lado, pero ninguno me saluda, así soy, poco sociable incluso con los más pequeños del orfanato. Normal que ni Ethan quiera tener algo conmigo, soy la persona más sosa, aburrida y antisocial que existe. Cuando miro la clase en la que se imparte bachillerato pienso en Ethan inmediatamente, ojalá tuviera mi edad y pudiéramos estar en la misma aula, por lo menos lo vería más a menudo, aunque ahora estemos en un punto de no retorno.

Nada más llegar a la Sala de Música lo veo, el instrumento más maravilloso de la vida. El piano. Tanto la Sala de Música como la Biblioteca están en la parte de bajo, cerca de la cocina y el gran comedor, mientras que las habitaciones están en la parte superior. Lo más bonito de la Sala de Música, aparte de los instrumentos y toda la música que puedes crear aquí, es que tiene acceso directo al miniparque y eso me encanta. Me apasiona tocar, componer o cantar frente a una enorme pineda con arbustos, flores y plantas de todos los tipos, eso me inspira y me llena de alegría.

El piano negro de cola me llama la atención desde que tengo uso de razón y lo aprendí a tocar con apenas siete años, un Profesor que por aquellos años estaba aquí me enseñó que mi verdadera pasión en esta vida era la música en todas sus ramas, él fue un ejemplo a seguir, pero enseguida lo tiraron del centro y aún no sé muy bien el por qué. Supongo que algo tendrá que ver con que ahora son todas mujeres, ni un solo hombre es Profesor.

También hay varios instrumentos de percusión, algunos instrumentos de viento metal y viento madera y una pizarra con pentagramas para componer canciones. De normal soy la única que compone canciones, ya tengo algunas escritas y cantadas, pero solo para mí y mi soledad, por supuesto. Aunque estoy segura de que alguien en este sitio me ha escuchado, porque literalmente que puedo pasarme horas y horas sin salir de aquí. Pero solo en horas que no tengo clase o fines de semana. Nos prohíben ir a las clases cuando es fin de semana y también tenemos vetado el Cuarto de Juegos durante la semana, porque como dicen las Profesoras "lo primero son los estudios", lo cual me parece una idiotez. La gran mayoría son niños y lo que necesitan para crecer es estimular su mente con la imaginación y lo que les facilita el juego, pero bueno, no he venido aquí para juzgar.

No es que el Cuarto de Juegos sea una maravilla, al igual que el Salón de Actos, está bien porque es multiusos, puedes hacer lo que quieras y te da para hacer varias actividades y no aburrirte, lo único es que creo que tanto las cosas que hay en el Salón de Actos (como el armario donde se guardan las cosas para hacer ejercicio, o la televisión, o las películas, por ejemplo) son objetos que la gente que se supone que nos quiere nos regala para las Navidades, ya sea porque te han tenido en acogida, porque han hecho una campaña de recolecta de juguetes y objetos que la gente "normal" ya no necesita o porque básicamente estaba en buen estado y no los quería tirar a la basura.

En fin, poco más hay por aquí.

Después de terminarme la infusión de hiervas y descubrir que te quita el dolor de cabeza, pero te da dolor de tripa y tocar un par de teclas en el piano más bonito que existe, decido salir a tomar algo de aire, porque después de todo lo que ha pasado hoy, la verdad es que parece que este lugar sea más pequeño y cada vez me asfixie más.

El miniparque es lo más hermoso que puedes observar aquí dentro. Cada árbol es más alto, grande y más verde que el anterior, hay bancos de madera para poder sentarte, fuentes en las que puedes refrescarte y hay una mini balsa con dos patos, una rana y siete peces. En realidad, no sé ni quién es el encargado de echarles comida, pero si están vivos supongo que no pasarán mucha hambre.

Decido quedarme en uno de los bancos, hoy el día me ha dado para muchos dolores de cabeza, y sentarme en el único banco de piedra que hay frente a la mini balsa mientras miro cómo el sol se pone, es lo mejor que se me ha ocurrido hoy y la paz que se palma es increíble. No hay nadie fuera, al ser domingo supongo que la gente estará dividida entre el Cuarto de Juegos y haber salido a caminar por el frondoso bosque que rodea al orfanato, por lo tanto, se está de lo más relajado aquí.

Miro hacia el cielo con la intención de olvidarme de todo lo que me ha pasado hoy y cierro los ojos, creo que es el único momento en mucho tiempo que me siento en paz, tranquila y por suerte, sin dolor de cabeza. ¿Qué lleva esta infusión?

Me gustaría analizar lo que ha pasado, pero mi cerebro no para de darle vueltas al intento de beso en los baños comunes, eso podría haber sido una maravilla o un desastre. Aunque para hablar de desastres, vaya décimo séptimo cumpleaños ha tenido Ethan, no me gustaría ser él, la verdad. Pero bueno, qué es estoy diciendo. Todo se lo ha buscado él.

— Ey, ¿qué haces aquí? Ya está empezando a refrescar.

Ahí está, mi corazón taquicárdico preferido. La verdad es que por un momento he querido quedarme sin contestar, sin bajar la cabeza del cielo, sin abrir los ojos... pero su voz me atrae de la peor forma posible.

— Estoy bien — contesto sin bajar la vista del cielo sujetando la taza que no tiene nada en su interior.

Sé que sigue ahí, mirándome de la manera más intensa que puede, lo noto y lo siento. Seguramente lleve ya puesto su pijama de lana a cuadros y una camiseta de manga corta blanca que hace que se le marquen esos brazos tan bronceados, aquí no hay casi sol, ¿cómo puede estar tan moreno?

— ¿Puedo sentarme? — pregunta

Solo puedo asentir y entonces, bajo la mirada a donde estaba la infusión extraña. Tengo que preguntarle a la Profesora qué es lo que llevaba, a ver si me ha puesto en realidad algo extraño.

— ¿Estás enfadada conmigo? — me pregunta Ethan dándome un empujoncito en el hombro.

Solo me queda negar con la cabeza, porque en realidad, ¿qué motivo tengo para estar enfadada? ¿Qué no haya querido besarme? Claro que no quería besarme, soy su mejor amiga, eso estropearía absolutamente todo.

— Bien... Solo quiero que sepas, que eres la persona más importante de mi vida, Val... Siento todo lo que ha pasado en este día, ha sido un cumpleaños movidito — me sonríe con incredulidad.

— Sí — le sonrío con poca gana.

— Oye, lo siento ¿vale? Quiero que estemos bien, lo necesito — se queda mirándome.

— Yo también — vuelvo a intentar sonreír.

Lo admito, no voy a negar que hoy me ha dolido todo lo que ha ocurrido, que se enfadara porque a lo mejor no me iba a vivir con él y que pasara lo que pasara en el baño para luego nada. Ha sido todo muy confuso y no se me va a olvidar de la noche a la mañana aún que a él ya se le haya olvidado, pero le quiero, le quiero tanto que no puedo estar mal con él.

— Te quiero, ratita — me dice finalmente mientras me acerca a sus brazos.

— Y yo a ti — finalizo la conversación mientras el cielo se oscurece en toda su totalidad y pienso en todo lo que podría ser y seguramente nunca pasará.

__________

✨¡Hola, hola!✨

Ya tenéis por aquí alguna descripción sobre el orfanato... ¿qué os parece? ¿Os recuerda a algún lugar? A mí me recuerda más bien a una cárcel que vi en una peli, aunque no recuerdo cuál... decidme qué os parece 👀

Mil gracias por leerme, os quiero ♥️🥰✨

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