Capítulo 28:
Recogemos la cocina en silencio, como si mi petición a hablar con Reina hubiera sido un error absoluto. Se han mirado todos, Nick a Caterina, Caterina a Reina, Reina a Camilo y Camilo a mí. Qué extraño todo. Solo es curiosidad, no es que vaya a licenciarme sobre el tema.
Subo a mi habitación, me meto en la cama y cojo el primer libro que pillo de la mesita de noche. Es uno de los libros que había en la gran biblioteca de esta casa, la verdad es que es una biblioteca impresionante.
Creo que es mi libro favorito y ni siquiera sé por qué, se titula "Hopeless: Tocando el cielo" y, bueno, a lo mejor sí que sé por qué es mi libro favorito.
"En ocasiones, conocer la verdad resulta más doloroso que creer las mentiras"
Eso dice la contraportada. Y, madre mía, cómo duele esa frase. Es más verdad de lo que me gustaría admitir, y no sé por qué, pero siento que en esta familia y con lo que ha pasado con Ethan, conocer la verdad me duele y me dolerá en lo más profundo.
La protagonista de este súper libro escrito por Colleen Hoover tiene cosas muy similares a mí, Sky se da cuenta de que tiene un pasado oculto, turbulento y borroso, y así es como he sentido que ha sido mi pasado durante la mayor parte de mi existencia.
Este libro realmente me pone la piel de gallina, y creo que por más que lo lea, jamás podré superarlo.
— Hola, cariño — dice Reina asomando la cabeza por la puerta.
— Hola, pasa — le digo dejando el libro de nuevo en la mesita, luego lo retomo, quiero leer ya el primer beso de Sky y Dean.
— Creo que necesitas respuestas — dice sin más y me deja pasmada.
Sí, bueno, me gustaría saber por qué sabe tanto sobre el tema, pero tampoco es que necesite la respuesta para abrir una caja fuerte o algo parecido. Pero asiento, a ver qué dice.
— Verás, cariño... lo de los ataques de pánico lo sé por mi hermana... ella... — solloza y le doy la mano por instinto, se sorprende, como yo —. Ella sufría muchos ataques de pánico al mes, tantos que teníamos en la cocina los calmantes necesarios para hacer frente a la mayor parte de ellos.
— Oh — consigo decir —. Vaya, lo siento mucho.
— Tranquila... siempre venían incentivados por culpa de algún chico que la llevaba de cabeza, porque un retrato no le salía bien o por cualquier minucia que hacía que todo se sacara de quicio, en verdad no sé exactamente qué cosas empezaban todo.
— Puede ser cualquier cosa, lo sé por experiencia.
— Lo sé... Ella solo se calmaba conmigo, le enseñaba algo que había hecho en el instituto, sobre todo en la clase de arte, porque ella era artista y lo que más le gustaba en la vida era dibujar y crear retratos idénticos de cualquier persona y eso la calmaba muchísimo.
— Entiendo...
— Por eso sé tanto sobre el tema, he pasado con ella los peores ataques de pánico, y siempre los solucionábamos juntas — sonríe con añoranza.
— Siento que ya no esté aquí, me habría gustado conocerla — digo para calmar el asunto y en cierta parte es verdad, si realmente Reina tiene ese brillo en los ojos y esa sonrisa en el rostro por ella debió ser una persona maravillosa.
— Seguro que le habría encantado conocerte — rompe a llorar, sí, literalmente.
Ay, mi madre, y ahora qué hago. ¿La abrazo? ¿Le doy palmaditas en la espalda?
— Lo siento, cariño, es que ella... ella lo pasó tan mal, no se merecía nada de lo que le pasó, era la persona más buena que conocía, era amable, cariñosa, una artista de pies a cabeza y una mujer increíble...
— Puedo... ¿puedo preguntar qué le pasó?
Me suelta la mano y se le oscurece la mirada. Se seca las últimas lágrimas que le caen por las mejillas y se levanta de la cama. Vaya, soy una bocazas.
— Lo... lo siento, Reina, de verdad, no quería incomodarte — insisto.
Mierda. Mierda. Mierda.
— No, tranquila... Es que... he recordado que tengo algo que hacer, hablamos otro día. ¿Vale? — y sale de la habitación.
< Perfecto, Valeria, eres una completa idiota > Aplaude mi amiga la Conciencia.
La noche pasa sin más y cuando suena el despertador a las siete de la mañana me duele la cabeza. He dormido bastante poco, pero me reconforta saber que hoy voy a ver a mis amigas de nuevo y ellas me alegran un poco el alma.
Me levanto para ver si puedo arreglar el pelo de bruja que llevo con el cepillo de púas y parece que toma buena forma. Además, me plancho un poco el flequillo con la plancha tan increíble que me dejó Caterina y me pongo brillo en los labios. Me miro en el espejo y comienzo a reconocerme.
< Ahí está la Valeria de siempre, resurgiendo de las cenizas > Me sonríe mi Conciencia.
Sí, el proceso es duro, pero lo estoy logrando.
Me pongo el uniforme, cojo la mochila y bajo a desayunar porque me muero de hambre. Al llegar a la cocina no veo a Reina por ningún lado, Camilo me ha dicho que tenía algo importante que hacer en el bufete de abogados y después de decírmelo sale por la puerta escopetado. El único que se reúne a desayunar conmigo es Nick, vaya suerte que tengo de parte mañana.
Las miradas que me echan parecen como si me estuviera perdonando la vida, cuando debería de ser al revés, pero bueno, vamos a pasar del tema.
Hago nota mental de darle las gracias, de nuevo, por lo que hizo con los números de teléfono, pero sinceramente, no creo que se las merezca. Debe ganarse de nuevo mi respeto, así que mejor que le den.
Sí, eso, que le den.
Todavía quiero preguntarle si la fotografía de Ethan y Camila se le cayó a él, y que, si es así, que me diga qué hacía con una foto así y encima, qué casualidad, que se le cayó delante de mí, pero creo que aún no estoy preparada para esa conversación.
— Te llevo a clase — dice una de las voces que está empezando a gustarme.
Ah, no, eso sí que no, Valeria. No puede gustarte su voz.
— No, gracias, iré andando — guardo el bol de cereales que me he zampado en menos de cinco minutos en el lavavajillas y me dirijo a la puerta principal.
Me miro en el espejo antes de coger las llaves de casa y salir tras la puerta principal cuando un escalofrío me recorre el cuerpo entero. No sé si es porque un corpulento Nick se ha puesto detrás de mí y me mira como si fuera a comerme de un momento a otro, o es porque la calefacción se ha estropeado y el otoño está pegando fuerte.
— Tengo que llevarte, aunque no te guste, son órdenes de Reina y Camilo, vas a tener que joderte.
— Jódete tú, que no vas a llevarme y se te va a caer el pelo — digo poniéndome la mochila sobre los hombros.
¿Encima me viene con aires de superioridad? ¿Quién se cree que es?
— Valeria, o subes tú a la moto o te subo yo. Tú eliges — me ofrece un casco.
De eso ni hablar. No voy a irme con él y menos en su moto. En el orfanato muchas chicas decían que sus padres de acogida no les dejaban subir a las motos de nadie, que era peligroso. ¿Es que Reina y Camilo no se saben las reglas de los padres?
Me apresuro a salir por la puerta principal y echo a andar de la forma más rápida que sé, porque correr no es que sea mi hobbie precisamente. Intento alisarme la falda de este estúpido uniforme y repaso mentalmente la clases que tengo hoy. Matemáticas, cultura general, inglés y artes escénicas. Qué fantasía de clase esta última.
Sin tomarlo ni beberlo y de un momento a otro, siento como alguien me levanta en volandas del suelo. Pero qué...
— Suéltame — le chillo al chico moreno de ojos como el cielo.
— Eso jamás, ricura — me da un azote en el culo.
— Pero ¿quién te has creído que eres? — pataleo en su espalda. Porque sí, me lleva como un saco de patatas invertido.
— Tu caballero andante — se ríe.
— Sí, ya te gustaría a ti — pongo los ojos en blanco y sigo pataleando, y aunque no se queja, intento darle con todas mis fuerzas.
Me lleva en volandas hasta su moto, una de cuarenta y nueve que no va ni para atrás. Me pone en el suelo y antes de que empiece a correr me pone el casco y me sube a su espalda. Seguidamente siento el cuero de la moto entre mis muslos y me enfado, menudo gilipollas.
No me da tiempo a reaccionar, porque ya estoy empezando a sentir el viento frío de noviembre en todo mi cuerpo y de lo rápido que va el muy asqueroso tengo que cogerme a su cuerpo.
Vaya... pues sí que está duro.
< Por Dios, Valeria > Pone los ojos en blanco mi Conciencia.
Llegamos al instituto en menos de cinco minutos, la verdad es que tengo que admitir que andando me habrían llevado más de quince, pero bueno. Estoy relajada, notar cómo su espalda sube y baja con su respiración me calma de alguna manera, y aunque últimamente tenía un bloqueo emocional, creo que ahora... ¿me gusta?
No, Valeria, no. Esto seguro que sí es una gastroenteritis.
Aparcamos cerca de la entrada y me quita el casco de la cabeza.
— Eso puedo hacerlo yo, no estoy manca.
¿He sonado muy borde? Eso no importa, Valeria.
— Eres insoportable — dice guardando un casco bajo el asiento y poniéndose el otro en el brazo.
— Dice el más soportable del mundo — pongo los ojos en blanco y me marcho en dirección a las escaleras.
Como de costumbre, Gemma, Leslie y Abel me esperan para que entremos juntos, y antes de que pueda decir "Hola" ya me están preguntando por Nick.
— ¿Pero y ese macizo quién ese? — dice Abel abriendo ligeramente la boca.
— Eso, eso — dice Leslie con el acento taaaaan bonito que tiene. Me encanta.
— Es... em... Nick, ya sabéis quién es, el que os pidió los números de teléfono, él vive conmigo en casa de Reina y Camilo, es el hijo de Caterina y vivimos todos juntos, ya sabéis... es... como el quehaceres de la casa, creo.
— Ah sí, sí, pues podría hacerme a mí un par de cosas — ríe Gemma.
— A mí también podría hacerme un par de quehaceres — sonríe Abel.
— Pero bueno — me entra la risa.
Son geniales.
Entramos en el edificio y nos dividimos para que cada una vaya a su clase y, entre asignatura y asignatura me pongo a pensar en dos niñas pequeñas a las que seguramente les ha faltado tiempo por vivir.
Cuando llega la hora de la comida la "Unión de Antisociales" se reúne en la misma mesa de siempre y empezamos a hablar de la fiesta del sábado en casa de la delegada.
— ¿Qué es lo que hay que ponerse en una fiesta? — pregunto bastante incrédula.
Parece que han visto un fantasma o algo parecido, Gemma abre su boca ligeramente, a Leslie se le cae un trozo de bocadillo de la boca y Abel se pasa la mano por el pelo negando ligeramente con la cabeza. Por inercia miro hacia atrás a ver si es que se ha aparecido Brad Pitt y no tenía ni idea.
— ¿Qué pasa?
— ¿En serio, tía? ¿Nunca has ido a una fiesta? — dice Abel.
— Mmmm... sí, muy en serio... No sé qué tengo que ponerme, yo nunca... nunca he ido a una fiesta así.
— ¿En serio, tía? — repite Abel.
Gemma y Leslie no se quedan muy atrás, me miran con ojos expectantes, como si estuvieran viendo un espectáculo del circo o algo parecido.
— Que sí — pongo los ojos en blanco y cojo un trozo de pizza que me he pillado para comer. Es de queso, y bueno, si no lo sabéis, amo el queso.
— Vale, vale, vale, entiendo — dice Gemma —. ¿Me estás diciendo que tienes dieciséis años y que jamás has ido una fiesta?
Asiento.
A ver si entiendo... ¿En Algeciras es pecado o algo así no haber ido a ninguna fiesta en dieciséis años?
— Vale, amiga, tenemos que ponerte al día — dice Leslie.
Sonrío. Qué bonito suena que me llamen "amiga".
— A ver, lo que tienes que saber es... en primer lugar, que vamos para emborracharnos.
— Eso, regla número uno, beberte hasta el agua de los floreros — afirma Abel la frase de Gemma.
— Tenemos dieciséis años... — intento explicar.
— Shhhh... eso no significa nada — dice Leslie.
¿Pero en su país puede beber siendo menor de edad? No entiendo nada.
— En segundo lugar, tienes que ponerte guapísima, un vestido de fiesta, un peinado perfecto y un maquillaje de lujo — sigue Gemma.
— No tengo ni el pelo perfecto, para empezar — pero asiento con la cabeza.
Me como otro trozo de pizza. Dios, el queso es magnífico.
— Eso no es problema, podemos ir a la peluquería — dice Leslie.
— ¿A la peluquería? ¿Para una fiesta con gente de dieciséis años? Qué locura — digo atragantándome con un trozo exquisito e intento beber agua.
— No es una fiesta para gente de dieciséis años, viene todo el instituto, Val.
Gemma me pone la mano en el vaso y continúa hablando.
— No hace falta ir a la peluquería, pero podemos ayudarte nosotras. ¿A que sí? — sonríe con malicia y me deja beber agua. Vaya, gracias, Gemma.
— Oh, oh... tengo una gran idea — dice Abel.
Cuando Abel dice que tiene una gran idea es que es algo descabellado, malo o que va a hacer que me lleven al despacho de la directora.
— El viernes podemos ir de compras, así te decimos qué puedes ponerte, y de paso, me compro yo algunas cositas que ya tengo vistas y me encantan — continúa Abel —. Y el sábado, si dejan a Valeria, podemos cenar en su casa, nos ponemos guapos y nos vamos juntos a la fiesta. ¿A que es la mejor idea que tendré jamás?
— ¿En mi casa? — escupo el trago de agua que estaba a punto de tragar.
— Sí — dice Leslie y Gemma al unísono supercontentas.
— Tu casa es la más grande, seguro que a tus padres no les importará — dice Abel.
"Tus padres". Vaya, suena demasiado bonito para ser verdad.
— Va, Valeria, porfi, porfi — dice Gemma.
— Por favor — dice Leslie.
Abel solo pone las manos en modo rezo.
— Vale, vale, está bien.
No sé cómo diablos voy a pedirles que me dejen la casa para el sábado, bueno, dejarme la casa no, a lo mejor no les parece bien que vengan mis amigos, tal vez es demasiado pronto, tal vez sean muy estrictos con eso...
— Eh, tranquila, que te dejarán seguro — dice Gemma sacándome de mi ensimismamiento.
— Si no no te preocupes, buscamos otras opciones — sonríe Abel.
Asiento, no sé qué más hacer.
Terminamos la hora de la comida maquinando el fin de semana, y cuando llega la hora de irnos observo cómo Nick me espera en la puerta principal para llevarme a casa. Sinceramente, podría andar y así adelgazar un poco, que no me vendría nada mal, pero parece ser que tengo un guardaespaldas.
— Hola, ricura. ¿Qué tal tu día? — sonríe. Guau, qué guapo cuando sonríe.
< No como esa sonrisa con hoyuelos que tanto te gusta, Val > Me dice mi amiga la Conciencia.
Las sonrisas con hoyuelos, qué suplicio. No quiero pensar en Ethan... quiero decir, en las sonrisas con hoyuelos.
— No te importa — digo poniéndome el casco y pasando de su absoluta presencia.
— Eres taaaan estúpida cuando quieres — sube a la moto y arranca.
— Lo dice el rey de la amabilidad — chillo contra el aire que me pega fuerte en la cara.
¡Pero qué frío hace aquí, por favor! Tiemblo como un flan del frío que tengo, las medias no hacen nada y como tardemos más en llegar a casa moriré congelada.
Como si Nick me leyera el pensamiento estira una mano hacia mi pierna derecha y la acaricia de arriba abajo, pero qué...
— He estado todo el día pensando en ti — grita por encima del viento.
NO. ME. JODAS.
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✨Hola, cielos, aquí tenéis el capítulo 28✨
Este es fundamental para que veáis cómo va poco a poco afianzándose la relación de Nick y Valeria y la relación de Valeria con Abel, Leslie y Gemma... ¿qué os ha parecido? 💖
Gracias de nuevo por contar y por darle a la estrellita, me hacéis muy feliz 🥰🥰
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