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Capítulo 25:

He seguido a Gemma como si fuera un perro lazarillo todas las horas de clase. Lo siento Gemma. Cuando he querido desaparecer para no ser una lapa durante la hora de almorzar, me ha cogido del brazo y me ha guiado hasta la mesa en la que suele sentarse ella a comer y me ha presentado a su grupo, bueno, a dos personas más concretamente.

Primero estaba Leslie, que es una estudiante de intercambio de Escocia, la verdad es que para que su lengua nativa sea el inglés, tiene un nivel de español de locos, se le entiende a la perfección. Ojalá pudieran decir de mí lo mismo, pero para mí el inglés es la muerte en asignatura. Nos ha contado que quiere estudiar filología inglesa y sacarse un máster de profesorado en Educación Secundaria y ser profe, la verdad es que le va que ni pintado, y, además, dice que le ha encantado tanto España que quiere quedarse a vivir para siempre. Y yo, rezo para que así sea, porque me ha caído genial.

Leslie es pelirroja, de complexión delgada y tiene unos ojos que hipnotizan. Son verdes con motas de color dorado, y bueno, ya sabemos qué me pasa a mí con los ojos verdes. Es una chica despampanante, os lo juro, ojalá pudierais conocerla.

Y, después, Gemma me ha presentado a Abel. Al principio tenía un poco de miedo, puesto que al ser un hombre han resurgido en mí todos los pensamientos malos y he rememorado todas las experiencias que he tenido en estas semanas con los hombres, pero es que él se ha ganado un hueco en mi corazón para el resto de mi existencia. Él dota de significado la frase de que todos los hombres no son iguales. Tiene un estilazo de locos, es increíble y alucinante, tanto por fuera como lo poco que he podido descubrir de él por dentro. Dice que quiere estudiar Asesoría de Imagen Corporal y Corporativa, no tengo ni idea de qué es eso, pero seguro que le viene al pelo.

Gemma y yo vamos al mismo grupo de clase, sin embargo, Abel y Leslie van a otro, y aunque solo nos veremos a la hora de almorzar, siento este grupo como si ya fuera mío y como si perteneciera a algo importante, porque ellos me han hecho sentir así. Son personas muy amables, simpatiquísimas y creo que puedo llevarme muy bien con ellos.

Me han hecho mil quinientas preguntas, la verdad, de dónde vengo, quiénes son mis padres biológicos, mis padres adoptivos, dónde vivo, qué quiero hacer con mi vida, quién es el amor que habita en mis pensamientos y tropecientas preguntas más que no he podido responder ni a la mitad, pero he tenido la sensación de pertenecer a algo bonito. Y esa sensación me gusta.

Hay veces en la vida que sientes flechazos y conexiones con gente que no son de tu misma sangre y aunque a veces te preguntas por qué pasa eso, se siente como lo mejor que puede pasarte, y la verdad, es que he tenido flechazo con estas tres personas. Siento que conectamos de un modo muy guay, como si los conociera de toda la vida y eso también me gusta, tengo la sensación de que vamos a poder hablar de todo dentro de muy poco tiempo y que jamás seré juzgada por ello.

Sin embargo, a pesar de sentirme la mar de relajada y a gusto con ellos, tengo sentimientos encontrados y pensamientos que revolotean en mi cabeza que no me dejan ser yo misma al cien por cien.

Pienso en Ethan, en qué estará haciendo ahora mismo, si comerá bien, si ha hecho más amigos, si ha conocido a alguien y si ya se ha olvidado de mí.

Pienso en Camila, en si realmente está bien sin mí, si sigue con el mismo grupo de amigas, si sigue pintando la mar de perfecto y si ella y Ethan se llevarán bien y se ayudarán el uno al otro.

Pienso en Ana, en lo que fui y en lo que soy ahora mismo y tomo nota mental de que tengo que llamar por teléfono para saber cómo están, porque, aunque he llamado tres veces más desde la última vez y nadie ha respondido, todavía no pierdo la esperanza y sé que aún me recuerdan.

Pienso en la vida que tuve, y en la que tengo ahora mismo. En que he pasado de nada a todo en menos de un mes, y me siento a veces muy extraña con todo.

Pienso en la familia que me ha adoptado, en que siento que me ocultan cosas y que, aunque a veces siento que estoy en casa y que tengo un hogar, algo en mí sabe que si no estoy dando el máximo de mí con ellos es porque algo falla.

Y pienso en los borrachos que abusaron de mí y en el odio que crece en mí cada vez que me cruzo a Nick por los pasillos o en el comedor, y sé que, aunque me muera de ganas de hablar con él, porque me siento a gusto, todavía falta tiempo para cerrar heridas.

Sé que me he quedado muchas veces ausente durante la conversación, pero es que sus vidas parecen tan perfectas, que no puedo creer que, a mí, con dieciséis años casi recién cumplidos me esté pasando esto.

Porque una niña de dieciséis años debería de tener una vida perfecta, como la que parecen tener ellos, con una madre o un padre normativo, con unos hermanos y hermanas que les hacen rabiar, una casa a la que llamar hogar, un sitio al que acudir, amigos y amigas de verdad que escuchen tus penas y tus alegrías y unos pensamientos muy distintos a los que yo tengo.

Porque una niña de esa edad se merece ser feliz, crecer con amor y cariño alejada de todas las cosas que pueden hacer que su vida se tuerza. Sin embargo, esa niña jamás seré yo.

La hora del almuerzo ha llegado a su fin y sumergida en estos pensamientos no me he dado ni cuenta de todo lo que pasaba a mi alrededor, y con esa hora del almuerzo, pasan las tres siguientes, marcando el fin de mi primer día de instituto en Algeciras.

Me despido de Leslie, Gemma y Abel, y me dirijo a la salida, necesito aire fresco y necesito volver a respirar, no me había dado cuenta de que llevo desde el almuerzo casi sin respirar bien y noto cómo la ansiedad se apodera de mí.

Francisco me dijo una vez que todo lo que alimentaba mi ansiedad eran pensamientos intrusivos, pensamientos que desde el almuerzo no han parado de venir a mi cabeza como si fuera la boca de un tiburón que va de lleno a zamparse un bañista.

Me siento tan mal mentalmente...

Las clases han estado bien, me he sentado junto a Gemma en todas y al final de la clase, para no llamar mucho la atención. Me gusta estudiar y me gusta ir a clase, qué vamos a hacerle. La hora del almuerzo ha sido genial, me he integrado bastante en el grupo y sé que voy a poder contar con ellos, sin embargo, yo no estoy bien. Y creo que no lo estoy porque no he cerrado esos ciclos que ya os he comentado antes. No he cerrado el ciclo con Ethan, Camila y el orfanato. No he cerrado el ciclo de los dos borrachos que abusaron de mí y tampoco he cerrado el ciclo de las mentiras, los cambios drásticos de humor y la conversación con Nick. ¿Es por eso por lo que todo me duele tanto?

Sé que es importante entender que todo tiene su proceso, al igual que la vida, la muerte, el día o la noche. Lo que me pasa, lo que he pasado también tiene su proceso, porque todo gira alrededor de un ciclo que debe de asumirse y pasarse.

También sé que esto no significa el fin, que seguramente todo vuelva, de alguna forma u otra, pero han sido cambios importantes en mi vida que debo de tomar como un proceso que debe terminar para poder ser un poco más feliz, aunque duela.

Cerrar un ciclo duele, porque yo me he aferrado con todas mis fuerzas a volver a ver a Ethan y a Camila, a volver a ver a quien yo consideraba de verdad mi familia. Me he aferrado a la esperanza de que las mentiras son pasajeras, que han acabado en mi vida y volver a presenciarlas duele.

Me he aferrado a Nick y a la esperanza de que podía ser mi héroe salvavidas sin saber que la única salvadora soy yo. Me he aferrado al mundo que conocía, a lo que era y a lo que tenía y esto duele una barbaridad.

Francisco me dijo que cuando nos aferramos a algo no nos damos la oportunidad de rendirnos ante lo que realmente es, porque he creído mucho tiempo en los "para siempre" que se veían en las películas los sábados en el orfanato y en los finales felices y resulta que la vida no es ni de lejos ninguna de esas películas.

Cerrar un ciclo duele porque no estoy viendo esto como una oportunidad para crecer, vivir nuevas experiencias, conocer diferentes lugares, cosas y personas maravillosas, estoy aferrada a un pasado que ya no volverá y un futuro que ni siquiera existe, pero sé que no quiero seguir en ese bucle, sea como sea, debo salir de él.

Debo aprender a no enfrentarme con lo que ha pasado, debo dejar que quien tenga que irse se vaya, que quien corte, que se aleje y cerrar cuando hay puertas medio abiertas por las que ya no pasa luz, y aunque duela y sienta que estoy muriendo, tengo que confiar en que cerrar ciclos es bueno y que la vida me deparará cosas mejores.

Porque si no cierro, es porque tengo miedo, y el miedo solo debe de ser el aliento que me empuje a superar todo lo que he vivido.

El miedo no nos hace cobardes, o eso espero, el miedo debe de hacernos valientes y eso quiero ser.

Sé que con el tiempo empezaré a cerrar ciclos y a sanar las heridas que se me han quedado abiertas, pero creo que ahora es el momento de cerrar las heridas más pequeñas, porque sé que anclarme al pasado, a lo que era y a lo que tenía solo hará que me hunda todavía más en lo más profundo del océano.

— Hola, cielo, ¿qué tal ha ido tu día? — dice Reina sacándome de mi ensimismamiento.

¿En qué momento me he metido en el coche y ya estamos casi en casa? Vaya... qué raro se siente decir "casa".

— Esto... bien, muy bien — digo recordando lo bien que se me ha dado hacer amigos.

Nick está a mi lado, ni siquiera me había dado cuenta, debo de parecer una auténtica zombi cuando pienso. Me mira con ojos expectantes, como si fuera imposible que el primer día de instituto me haya ido muy bien.

— ¿Sí? Eso es fantástico, cariño — continúa Camilo.

— ¿Has hecho amigos? ¿Y amigas? ¿Con quién has almorzado? ¿Te han caído bien?

— Em... Sí, he conocido a tres personas bastante majas, y me han contado qué quieren ser de mayor. He almorzado con ellos y creo que ha estado bastante bien — sonrío.

< Sí, ha estado más que bien, si has socializado y todo, Val, enhorabuena > Se ríe mi Conciencia.

— Eso es estupendo cielo, ¿has visto cariño? ¡Le ha ido bien! — dice Reina casi chillando.

— Sí, eso veo... ¿y ellos qué quieren ser de mayores? — pregunta Camilo mientras aparca el coche en el garaje.

— Pues... Leslie quiere ser profesora de inglés en secundaria, Gemma quiere ser bióloga marina y Abel, bueno, ni siquiera sé qué es lo que se estudia en Asesoría de Imagen y no sé qué — prosigo apeándome del coche.

— ¿Asesoría de Imagen Corporal y Corporativa? — se pronuncia Nick.

No le pienso ni contestar, así que solo asiento y me dirijo hacia la cocina. Tengo muchísima sed y hambre.

— Creo que es que básicamente te hacen un cambio parcial o completo de ti misma, rollo que resaltan las expresiones corporales positivas, el maquillaje, el protocolo y todo ese rollo — finaliza Nick.

Me importaba tres pepinos su explicación, pero bueno, la verdad es que a Abel esa profesión se le daría de muerte.

Hago caso omiso a su explicación y saco de la nevera un zumo y me lo bebo sin ponerlo en el vaso, qué sed tenía.

— Pues la verdad es que parecen interesantes, ¿no, Val? — dice Camilo.

— Sí, supongo — me encojo de hombros.

— ¿Y tú? ¿Qué quieres ser de mayor? — pregunta Reina.

Casi me atraganto con el último sorbo de zumo. Jamás me lo había planteado. Me gusta la música, me gusta tocar el piano, crear mis propias canciones y cantarlas, me gusta escribir, pero que nadie lo lea... sin embargo, no me he imaginado nunca viviendo de nada de eso... ¿qué es lo que me gusta realmente?

— Em... no... no lo sé aún — titubeo.

— Bueno, aún queda tiempo, no te agobies — dice Camilo posando su mano en mi hombro.

Me resulta familiar y reconfortante.

— Vamos a comer — dice Caterina con alegría.

Hoy se ha maquillado y tiene el pelo recogido con una trenza que le bordea la cabeza. Se ha quitado el delantal y lleva un vestido de flores de manga larga y una chaqueta de punto verde. Sinceramente, está preciosa y creo que con la tez morena de su piel todo le va perfecto.

Caterina ha preparado un puchero de cinco estrellas michelín si es que se dan tantas, está exquisito y pasamos el tiempo hablando de cosas triviales, de cómo le ha ido a Nick el día, cómo me ha ido mi primer día, de cómo les ha ido a Reina y Camilo en el trabajo y cómo Caterina se ha arreglado tanto porque... ¡ha quedado con alguien! Nos cuenta que ha conocido a un señor por Tinder, o sea, es que no doy crédito, no sabía que existían aplicaciones para conocer gente. Caterina me resulta bastante valiente, yo no haría algo así ni por todo el oro del mundo, además de morirme de la vergüenza. A saber qué clase de persona te encuentras por ahí, que en este planeta hay gente de todas las calañas posibles.

Hoy nos toca a Nick y a mí recoger la cocina, seguramente lo hayan hecho a posta porque desde el día que me dijo lo peor que podría haberle salido por la boca, entre nosotros el ambiente se puede cortar con un hilo de pescar. Serán cabrones.

Recogemos la cocina en un silencio sepulcral que me pone los pelos de punta, pero bueno, no voy a ser yo quien hable la primera, aunque ahora que lo pienso, tampoco me apetece hablarle. Este chico ha pasado de hablarme fatal en la terraza, a defenderme de los borrachos, a cuidarme como un bebé con las tazas de chocolate y las conversaciones hasta las tantas y a volver a ser un capullo engreído.

¿Tiene algún tipo de trastorno bipolar?

— Val... — dice al fin.

No es que esperara que me hablara, pero es que la tensión en el ambiente y las miradas que me echaba me estaban dando dolor de cabeza, y prefiero decirle algo a que me estalle.

— ¿Qué quieres? — le digo de mala gana dejando un plato sucio en el lavavajillas.

Este chisme es la leche, en el orfanato no teníamos nada de esto y la verdad es que les habría venido de perlas, porque a una de las Profesoras podías confundirla por sus manos con una señora de casi cien años.

— Yo... quería pedirte perdón, Val, me he comportado contigo como un auténtico gilipollas y el otro día... el otro día se me fue la pinza, estaba enfadado y solo quería que me dejaras en paz y... con el corazón en la mano te lo digo, no pienso que eso sea así por nada del mundo, dije lo primero que se me pasó por la cabeza y no sé...

— Mira, en serio, creo que tienes un problema grave de comportamiento y de bipolaridad — le digo cortándole el sermón que me estaba echando y cerrando el lavavajillas.

Por lo menos la cocina ya está recogida.

— ¿Cómo? — dice acercándose más de lo necesario a mí.

Me impone y encima creo que es en el buen sentido. ¿Qué me pasa?

— Pues tío, que no puede ser que tengas esos cambios de humor, de comportamiento y de todo, tienes graves problemas. No puedes pasar de hablarme como un energúmeno en la terraza el primer día que llego, a ser el héroe amable que me trae chocolate caliente y me habla de su vida con todo el amor y volver a ser un necio que solo dice idioteces por su boca, porque esos cambios a mí me hacen explotar la cabeza — digo intentando terminar la conversación —. Cuando te aclares y decidas cuál de todas esas personalidades eres, entonces me buscas y me pides perdón, pero ahora... ahora no sé cuál eres. Qué digo, si no te conozco tan siquiera.

Intento salir de la cocina lo más rápido posible, pero Nick me coge por el brazo y hace que me gire hacia él, quedando totalmente pegada a su pecho. Nos quedamos frente a frente durante lo que me parece una eternidad e intento con todas mis fuerzas dejar de mirar la profundidad de sus ojos, más que nada porque siento que de un momento a otro esa profundidad me va a engullir. Qué ojos tan bonitos, ¿no?

< Para, Valeria, para. Stop. >

— Decido que quiero ser el héroe amable que te lleva chocolate caliente y te habla de su vida con todo el amor — le ha cambiado el brillo en los ojos. Ha pasado de estar triste y preocupado por mi reacción a estar calmado y un poquito alegre.

< ¿Por qué he tenido que decir "con todo el amor"? > Eres tonta, Valeria.

Se acerca del todo a mí y tengo que levantar la cabeza para poder mirarle a la cara, caray, no me había dado cuenta de que era tan alto.

— Pues... pues... — ¿qué pasa? Estoy tartamudeando, eres un cuadro Valera.

— ¿Sí? — se relame el labio inferior.

¿Perdona? ¿Está coqueteando conmigo?

— ¿Qué... qué haces? — le digo cuando me pone un mechón detrás de la oreja.

— Nada... ¿y tú? — me mira como si delante tuviera un plato de paella riquísimo.

— Necesito... necesito espacio, Nicolás — me alejo, me alejo tanto como puedo, pero me agarra de la muñeca con fuerza sin hacerme daño.

Se me acelera el corazón, pero no tanto como con uno que me sé muy bien.

— Suéltame — le digo.

Aunque más que una orden no sé por qué suena a "sí, por favor, agárrame más fuerte".

— Vale... lo siento — dice bajando la mano y la mirada. Ha perdido el brillo de alegría y calma —. ¿Estamos bien?

— Em... sí, bueno, eso creo, pero aún no te he perdonado.

— Lo sé, pero si tengo la más mínima oportunidad de que me perdones, ya tengo suficiente — dice mientras se pone un delantal y se marcha en dirección al jardín.

Bueno, no sé si le perdonaré, pero lo que tengo claro es que... ¿me atrae? Ay, madre, tengo la cabeza hecha un lío.

Reviso que toda la cocina esté limpia para irme a mi habitación y hacer los deberes que han mandado cuando me quedo mirando extrañada un trozo de papel que hay en el suelo. ¿Será de Nick? Lo cojo e intento no mirarlo por si es algo íntimo y salgo en dirección al jardín para preguntarle si es suyo, pero algo me llama la atención.

No, no puede ser.  Me quedo blanca.

— ¿Ethan?

__________

✨Diooooos, ya está aquí un capítulo clave✨

Tenía muchísimas ganas de subirlo, ahora viene lo bueno y creo que... no lo vais a ver venir 😬😬😬🙊🙊🙊

Disfrutadlo, os quiero 💖

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