Capítulo 24:
Mi primer día de instituto.
No es que tenga miedo, es que tengo pánico. Me ducho lo más rápido posible, me seco el pelo, me lo ondulo e intento domar los cuatro pelos que me salen del flequillo.
Pongo en blanco los ojos.
Me pongo un poco de rímel y colorete y ya empiezo a notar cómo resurjo de mis propias cenizas. Hoy me siento mejor que ayer, porque el maquillaje hace que me sienta bien.
Rápidamente me pongo el uniforme, cojo la única chaqueta que tengo que abriga bien y salgo por patas de la habitación con la mochila a cuestas. Nick sale de su habitación contigua a la misma vez que yo y nada más verme agacha la cabeza. Ni buenos días le pienso decir, ahí se pudra.
Bajo corriendo las escaleras, me tomo el vaso de leche y un cruasán para desayunar y salgo por la puerta principal más rápido de lo que lo había hecho antes. Uf... ha sido el sprint más rápido de toda mi existencia.
Nick sale tras de mí y ambos nos subimos en el coche en silencio. Hoy nos llevan los padres de familia.
Instituto nuevo, gente nueva... ¿vida nueva?
Al menos eso es lo que no paran de repetir Camilo y Reina cuando me llevan en coche hasta la mismísima puerta. Miran constantemente en mi dirección a través del espejo retrovisor, como si estuvieran comprobando que todavía no me he tirado del coche en marcha, y cada vez que lo hacen intento sonreír. Lo malo es que siempre me sale una sonrisa bastante forzada y se nota a leguas que no es sincera, aunque no parecen notarlo.
— Bienvenida a Ripdoll, tu nuevo instituto — dice Reina con una sonrisa de oreja a oreja.
Bilingüe es el instituto, estupendo, paleta hablando en castellano y paleta doble hablando en inglés.
No entiendo cómo Reina no tiene arrugas ni patas de gallo con todo lo que sonríe. ¿A veces le dolerá sonreír tanto? ¿De verdad es tan feliz como se muestra? Camilo lleva el uniforme de policía, así que supongo que hoy tiene que trabajar y Reina va impoluta, como siempre, lleva un vestido blanco de tubo que le viene como anillo al dedo y el pelo perfectamente recogido en un moño. Su nombre le queda que ni pintado.
Asiento con la cabeza en dirección al enorme edificio que tengo ante mis ojos. Es igual de grande que el orfanato, no os voy a mentir. Tiene ventanales inmensos, unas escaleras increíbles que llevan a la puerta principal y una especie de campanario arriba del todo con una campana extravagante. ¿Eso será lo que marca el inicio y finalización de las clases?
— El instituto se construyó dentro de una catedral muy famosa aquí en Algeciras, ahora es un campinsti, un campanario instituto.
— Madre mía — susurro y pongo los ojos en blanco.
< Vaya, es todo un buen creador de palabras, parece el que le pone los nombres a los desastres naturales que salen en la televisión > Sonreímos mi Consciencia y yo.
— Bueno cariño, ya sabes que si necesitas algo puedes hablar con dirección en cualquier momento y ellos me llaman enseguida, ¿vale? — insiste Reina.
— Sí — pero no paro de mirar a través de la ventanilla del coche.
Hay muchísima gente. Gente de todas las edades que pidas. ¿Tanta gente tiene esta ciudad? ¿Y todos son jóvenes o cómo está el asunto? Lo digo porque todavía en casi tres semanas que vivo aquí no he visto a una persona de la tercera edad.
Cada vez estoy un poco más nerviosa que en el segundo anterior. ¿Haré amigos? ¿Me aceptarán? Entro con el curso empezado. ¿Quién se va a acercar a mí? A estas alturas siempre están los grupos hechos y evidentemente, siempre he sido un bicho raro. A veces dejaba de serlo, pero porque iba con Camila o Ethan, pero aquí... madre mía... si por lo menos me llevara bien con Nick ahora mismo sería su perrito guardián.
< No, Valeria, no. Sal del coche, cabeza alta y sonríe. Todo saldrá bien > Mi amiga la Conciencia no ayuda.
Nadie garantiza que esto vaya a salir bien. Quién lo diría.
— Bueno, esto... hasta luego — dice Nick.
Creo que se pensaba que iba a ir con él, porque ha esperado demasiado en el coche y la gente que está fuera lleva como diez minutos llamando su atención para que fuera con ellos. Pues la lleva como un palo de recto si pensaba que iba a ir con él.
— Hasta luego, Nick. Que tengas buen día — dice Camilo.
— Chao, Nick — dice Reina —. Bueno, Val, es tu turno, ánimo, seguro que tienes un día estupendo.
— Em... sí, claro... Hasta luego — salgo del coche titubeando y trago saliva.
No me puedo creer que vuelva al instituto. A un instituto que no está dentro de un horrible orfanato, está al aire libre, está rodeado de césped y vegetación, las gaviotas sobrevuelan nuestras cabezas porque el mar está muy cerca y al respirar creo que puedo llegar a sentirme bien aquí, por lo menos fuera de esas cuatro paredes. Dentro es otro tema.
Me agacho por la ventanilla del conductor y me despido de Reina y Camilo con la mano.
— Adiós, cariño. Que tengas un gran día, suerte — grita Reina mientras Camilo pone en marcha el cole.
Y yo solo rezo para que así sea.
Tengo un nudo en la garganta, la boca seca y seguramente ahora me habría desmayado si no me ayudara a subir los escalones con la barandilla que hay en las escaleras de la entrada. Las piernas me tiemblan, las manos están al unísono y solo puedo escuchar las campanas que indican el inicio de las clases y que se acompasan con mis latidos del corazón, que van en aumento.
<Ay mi madre, ni siquiera sé dónde tengo que ir ahora> Me pongo la mano en la frente.
Aunque haga frío, estoy sudando. Es un sudor frío y no sé si es por miedo, inseguridad o las dos cosas.
— Ey — saluda alguien tras de mí —. ¿Estás bien?
< Venga, Val. Levanta la cabeza colega. Deja de mirarte la suela de los mocasines y saluda, estás bien. Estarás bien > Pienso para mis adentros.
— Esto... hola, sí, estoy bien. Mi primer día — intento sonreír con entusiasmo, pero no lo consigo.
— Ahora entiendo el pánico — y se echar a reír —. Soy Gemma, estoy en el último curso de secundaria.
— Yo Valeria, encantada. También voy al último curso — intento estrecharle la mano, pero se me adelanta y me planta dos besos.
Vaya, pues es cariñosa. No estoy acostumbrada a que me saluden con dos besos. Me parece machista. ¿Qué pasa si no quiero tener las babas de alguien en la mejilla durante un tiempo? ¿Qué pasa si quiero estrechar la mano como hacen los del sexo contrario? Menuda estupidez. Deberíamos empezar a normalizar eso.
— Si quieres te acompaño a clase, yo sé dónde es – Sonríe.
— Eso sería una muy buena idea porque no tengo ni idea de por dónde se va.
— Pues vamos, que ya llegamos tarde.
Sigo a Gemma por lo amplios pasillos de este instituto, es enorme madre mía, parece el orfanato, pero multiplicado por cinco. Gemma frena de golpe en una de las tantas puertas que protagonizan este pasillo, no me doy cuenta y acabo chocándome con ella.
— Au — suelta cuando se gira.
Sí, me he comido todo su codo.
— Perdón — intento sonreír a modo de disculpa.
— Shhhhh, el Profesor Antón tiene muy mala leche y llegamos tarde.
— Vaya, señorita Gemma, otra vez llegando tarde — interrumpe el Profesor Antón abriendo de par en par la puerta.
— Lo siento, Profesor Antón. Es que me he encontrado con Valeria por el camino y quería guiarla porque es su primer día — ¿acaba de poner cara de corderito degollado? Toma ya, menuda táctica. Ignoro que me ha usado como excusa.
— Ya, claro, seguro que esa es tu excusa de hoy — señala y mira hacia mí —. Hola, ¿y tú eres...?
— Valeria — digo sin creer aún mis propios apellidos.
— Ah, sí, la adoptada de los Jones. Pasad antes de que se me colme la paciencia.
Genial, otro necio en el pueblo. Fantástico.
__________
✨Amoressss, otro capítulo más a la lista✨
¿Qué os parece este nuevo comienzo para Valeria? ¿Se integrará bien? ¿Qué os parece el instituto nuevo? Ripdoll... mmm, muy inglés, ¿verdad? 🙊
Espero que os guste, os quiero 💖💖💖
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