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Capítulo 18:

No he podido pegar ojo en toda la noche, empecé a adormilarme, pero en menos de una hora estaba con los ojos más abiertos que un búho. Me siento lo peor de la historia de la humanidad, me siento sucia, me duele todo el cuerpo y mi cerebro no ha parado de recordar todo lo que ocurrió la noche anterior. Me siento como ausente, como si este cuerpo no me perteneciera.

Nick se ha quedado conmigo toda la noche, no me ha rozado ni una sola vez y en varias ocasiones le he pillado mirándome de reojo. Ha estado toda la noche cuidándome y yo, sin embargo, no he parado de pensar, pensar y pensar. Me daba igual que me cuidara, me daba igual que me mirara, me daba igual todo, porque solo estaba pendiente de dos cosas. La primera es que jamás me había sentido tan mal, nunca en mi vida, y la segunda, en que esto en el orfanato acompañada de Ethan jamás habría pasado.

Ethan. Ese nombre se me repite con un eco revolucionado en mi cabeza. Jamás me podré olvidar de él. Quiero contarle lo que ha pasado, absolutamente todo, quiero contarle cómo me siento, quiero llorar abrazada a él hasta que nuestras pieles se fundan y quiero que me diga que me quiere a pesar de todo. Le quiero a él y ni siquiera se pone al teléfono cuando llamo.

Me siento sola. No importa que Nick esté a mi lado, ahora mismo siento que no pertenezco a este lugar, que no pertenezco a esta vida ni a mi vida. Siento odio hacia los dos borrachos violadores que me tocaron, siento odio a lo que simbolizan, siento odio hacia ellos por ser hombres y me odio a mí misma y no sé por qué.

Me levanto despacio para no despertar a Nick, que se ha dormido cerca de media hora atrás y me dirijo al cuarto de baño de mi habitación. No quiero mirarme, pero he de hacerlo, es hora de mirarme y ver en qué estado me encuentro.

Cuando levanto la vista veo en el espejo a alguien que no reconozco. Una chavala de pocos años de edad, más frágil que nunca, blanca como la cal, llena de moretones de diferentes tonos, con ojeras y bolsas en los ojos y el pelo enmarañado. No sé quién soy, no sé quién es la persona en la que esos tipos me han convertido. Me han dañado el alma. Me han destrozado.

— Hola, Val... — dice una voz muy conocida detrás de mí.

— Hola, Nick — intento quitar la mirada del espejo y me doy cuenta de que él tampoco ha dormido nada en toda la noche. Sus ojeras y la tristeza en sus ojos lo demuestran.

— Sigues estando igual de guapa — intenta sonreír.

No lo creo y no necesito ese cumplido, no ahora.

— Deberías de ver lo fea que me siento por dentro ahora mismo — digo volviendo la mirada al espejo. Tengo una pinta espantosa y me encuentro más mal que nunca.

— Escúchame, Val — se acerca. Se acerca mucho. Tiene las manos formando puños —. Quiero que sepas que quería matar a esos tipos, te lo juro, quería arrancarles la cabeza del sitio, quería que sufrieran y desearía que nadie te hubiera tocado así — se acerca más.

Estoy hiperventilando, pero no en el buen sentido. Esta cercanía me está empezando a agobiar.

— Sé que esto es duro, que lo que te ha pasado es horrible y que esos dos hijos de satán no deberían pisar la calle nunca, pero lo harán y quiero que seas consciente de ello. Así es la ley de nuestro país, hacer esto les sale gratis.

No me está ayudando en nada. Se acerca un poco más e intenta abrazarme. Su brazo roza mi mejilla izquierda con el moratón más grande de todo el cuerpo y yo reacciono. Me aparto de él como si su caricia me hubiera quemado.

— Lo... lo siento mucho, Val — baja la mirada —. Siento que estés tan destrozada y que no pueda hacer nada por montar esas pequeñas piezas de puzle en las que se han convertido tu corazón. Pero quiero que sepas, que mientras yo esté aquí, nunca, jamás en lo que me queda de vida, dejaré que algo así te vuelva a pasar. Porque te prometo por lo más sagrado que si lo intentan, los mataré.

Solo sé forzar una sonrisa, porque nadie puede garantizarme ese tipo de seguridad, y menos un hombre. Quiero que se vaya, quiero que me deje sola y quiero llorar. Quiero aferrarme a mi cuerpo y a mi vida como nunca porque no los siento míos, ya no formo parte de él y necesito volver a sentirme yo misma.

— Voy a desayunar, ¿quieres que te suba algo?

— No, gracias.

Y se marcha.

Sé que está mal decirlo porque me ha ayudado mucho, pero necesitaba que se fuera. Sé que no todos los hombres son como los dos borrachos y violadores que me querían poseer, pero ya no puedo confiar en ellos, no ahora. Necesito estar sola y comenzar a curarme las heridas por mí misma.

Necesito cerrar ciclos.

Me gustaría poder llamar ahora mismo a Camila o a Ethan, llamar a mi familia de verdad y contarles lo ocurrido o escaparme lejos y comenzar una vida nueva, porque aquí me siento contaminada y estoy desesperada. ¿Cuándo se supera todo esto?

La persona que se refleja en el espejo no me representa, pero me mira fijamente con los ojos más marrones y profundos que conozco, haciendo que sienta esa mirada penetrante por todo mi ser. Esos ojos que desvelan que está completamente dolida y buscando una escapatoria que ni siquiera yo conozco. Esos ojos quieren huir, quieren correr con todas sus fuerzas y perderse. Quieren llorar y sin embargo no salen de ellos ni una sola lágrima ya.

Me quito la ropa quejándome por cada movimiento y mirando en el espejo todos los cardenales que guían mi cuerpo. Esto es horrible, jamás había visto algo igual. Esa persona está en el pozo sin fondo más negro que todo un bosque perdido. Continúo quitándome los pendientes que tienen incluso un poco de sangre y me meto en la bañera. Me siento al final de la bañera y dejo que el agua intente limpiar las impurezas. Me agarro con fuerza las rodillas y comienzo a llorar sin consuelo. Ahora sí que brotan.

Lloro por las personas que han pasado por esto y por las personas que no tuvieron escapatoria y acabaron con ellas. Lloro por las mujeres que han sufrido acoso, humillación, abuso, agresión y violación. Lloro por las mujeres que sufren en silencio y no hay ley que las ampare. Y lloro por mí, por la persona que acabo de dejar de ser, por lo que he vivido y porque lo necesito.

Cojo la esponja y el jabón y me froto todo el cuerpo sin miramiento, haciéndome incluso daño, pero necesito quitar la suciedad de mi cuerpo para poder volver a ser yo, para sentirme bien y para quererme. Cuando me quedo sin jabón continúo con el mismo proceso y sigo frotando y frotando hasta que la piel se me queda roja al compás con los cardenales, y dejo caer los brazos a los costados.

Estoy rendida y sigo sintiéndome sucia. Vuelvo a llorar, aunque creo que nunca he dejado de hacerlo. Y cuando me doy cuenta, Reina está tirada en el suelo junto a mí e intenta que la mire mientras lloro y me limpio la piel con el agua. Me coge las manos, deja la esponja a un lado y el mango de la ducha al otro y me abraza. Me abraza como nunca nadie me ha abrazado y me siento en casa, me abraza como una madre de verdad (o eso creo). Me abraza tan fuerte que me deja sin respiración. Me acaricia el pelo y la espalda y comienzo a relajarme, ya he dejado de llorar, así que esto es un gran paso. Gracias, Reina.

— Ya cariño, ya pasó, estoy aquí y no te voy a dejar sola. Estás a salvo — esas son las palabras que necesito para que el ritmo de mi corazón vuelva al estado en el que se encontraba cuando me he levantado de la cama.

— Lo siento, Reina, lo siento.

— Shh... no es tu culpa, cariño, no es tu culpa — y me mira a los ojos. Tiene los ojos preciosos, por favor —. Jamás digas que lo sientes después de haber pasado por algo así. ¿Está claro? Tú puedes con esto, nosotras podemos con esto, estamos juntas. ¿Lo has entendido? Ahora somos una familia — y me vuelve a abrazar.

— Gracias.

Le devuelvo y el abrazo y pienso que esta es la última vez que me permito ser débil.

__________

✨Holiiii, volví✨

Bueno, aquí está el capítulo 18... Reina y Valeria están estrechando lazos y eso me encanta, estoy feliz por Valeria. ¿Qué os ha parecido?

Por cierto, casi llegamos a 2K de lecturas.

Gracias, gracias y gracias siempre ☺️

Os quiero 🥰♥️

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