Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 15:

No sé cuántas horas han pasado desde que Camilo y Reina se han ido de la terraza, pero es que no puedo estar más a gusto aquí. Sigo tumbada en la primera tumbona que he probado nada más irse mi nueva familia, con el sol pegándome en la cara y pensando una y mil veces en llamar a Cami y a Ethan para informarles de todo. Pero no puedo porque soy la persona más torpe del planeta y he perdido la foto con todos los datos.

Me pongo de pie y me dirijo a la barra de bar que está a mi izquierda. Está hecha de madera con una base de mármol y detrás de ella hay cinco neveras, cinco, sin exagerar y todas tienen comida y bebida de toda clase. ¿Por qué hay tantas neveras aquí arriba llenas si solo son tres en esta casa? No entiendo nada. Esto es demasiado grande para una familia tan pequeña.

Intento decidirme entre ver todos los envases que no conozco o ver si hay algo caducado, comérmelo y que pille un virus estomacal que me lleve al hospital y escaparme de toda esta historia de muñecas. Es que, sinceramente, no creo que suban todos los días a comprobar el estado de los alimentos. Sin embargo, todo está perfecto, no hay nada caducado ni nada fuera de lo normal. Creo que cogeré un "Aquarius". No he visto en mi vida este refresco. En el orfanato siempre bebíamos agua y si algún día teníamos refrescos eran Coca-Cola o Fanta de Naranja de la marca de chichinabo. ¿A qué sabrá este refresco? Pone que es de limón y creo que eso no me gusta.

Después de darle varios sorbos y asentir con la cabeza como si alguien me estuviera viendo, decido volver a la tumbona. Es jodidamente cómoda y continúo en mi estado de shock sin entender nada de lo que me está ocurriendo. No es que no lo entienda, seguramente es porque no soy capaz de asimilar todo esto. De no tener nada a poder tenerlo todo es difícil de entender. O eso creo. Tal vez será mejor que baje, por lo menos para que sepan que estoy viva y aún no he decidido tirarme terraza a bajo.

Termino el refresco y lo dejo en la basura que hay justo al lado de la barra, supongo que alguien lo recogerá. Tal vez Caterina lo recoja todos los días. Pobre mujer, debe de estar agotada con todo el trabajo para ella sola y encima tiene pinta de ser bastante mayor. ¿Se papea ella sola la limpieza de la casa, tiene ayuda o solo cocina?

— Vaya, parece que sigues aquí — dice una voz detrás de mí que no reconozco.

Me giro y veo a un chico moreno, con el pelo recién cortado, los ojos azules como el cielo que brilla en Algeciras y un mono de trabajo que no había visto durante estas horas por la casa. Ay, Jesús, ¿es el hijo? No se parece a ninguno de ellos, pero no sé, todo puede ser posible en el mundo de la genética.

— Hola — digo sin más.

— Camilo y Reina me han dicho que suba para ver si sigues viva — contesta con indiferencia.

Vaya, qué simpático.

— Sí, aún no me apetece suicidarme, la verdad — le digo con más indiferencia todavía.

— No me extrañaría que lo hicieras — dice dándose la vuelta para irse.

— ¿Cómo dices? — le interrumpo el paso.

— Que no sería nada nuevo que alguien como tú se suicidara porque esto le venga grande.

— ¿De qué estás hablando, chaval? — le digo casi con ganas de escupirle.

— Mira, mi obligación es venir a ver si sigues viva, ya lo he hecho y me voy.

— Menudo gilipollas — digo en voz baja sin saber que me ha escuchado.

— Yo seré gilipollas, pero tú te vas a convertir en una niñata pija y mimada que lo único que le importa es el dinero, si es que ya no lo eres ya, claro.

— Pero... ¿tú de qué vas? — le digo tirándole del hombro.

Menudo payaso, ¿quién se ha creído que es? ¿De dónde sale semejante engendro? Estoy flipando, ni siquiera me conoce y ya me está juzgando. Alucino. Yo no le he dicho en ningún momento que parece un pordiosero con ese mono que lleva. Iluso.

— De nada, solo digo lo que he vivido día tras día con gente como tú y tú no vas a ser menos. Ahora baja, que tus nuevos papis te están esperando — dice cerrando la puerta de la terraza de un portazo.

Pero... pero... será.... qué asco de persona y qué ganas de pegarle un puñetazo. ¿Quién demonios se ha creído que es? Solo espero que no sea de la familia porque si no voy a tener un problema gordo.

Bajo las escaleras de la terraza hecha una furia, después las escaleras del tercer piso, seguidamente las del segundo y acabo en el primer piso o planta baja. Me cago en el constructor o constructora de esta casa, ¿es que no existen las rampas o un ascensor? Me he cansado solo de bajar estos tres pisos. Estoy en muy mala forma, lo sé.

Me dirijo a la cocina para hablar con Caterina, a ver si ella me puede explicar quién narices es el moreno ojos bonitos con boca de lince que acaba de hablarme, ya que no encuentro en este laberinto de casa ni a Reina ni a Camilo y ¡bingo! Caterina está en la cocina haciendo la cena, que, por cierto, huele de maravilla.

— Hola, cariño. ¿Cómo te encuentras? Madre mía, estás roja. ¿Te has quemado con el sol? — dice preocupada.

< Qué mona, Val, podría ser tu abuela > Dice mi Conciencia.

— Sí, estoy bien, gracias por preguntar. Supongo que me he pasado tomando el sol. Es que en el orfanato no veíamos mucho el sol, la verdad es que estaba todo bastante tapado — contesto con una sonrisa de añoranza.

— Ahora entiendo por qué pareces un vampiro — dice el chaval que estaba en la terraza hace unos minutos entrando por la puerta que da a la piscina.

— Ay, cariño, qué bromista eres — dice Caterina —. Ya os conocéis, ¿verdad? — mira Caterina al chaval y luego a mí.

— No, ni siquiera me ha dicho su nombre. Solo ha soltado por su boca palabras que no tocan — insisto con una sonrisa.

— Solo digo verdades, ricura — vuelve a sonreír el pavo estúpido.

— Si yo empiezo a decir verdades me quedo sola, listo — le sonrío.

— Ya está bien, chicos — insiste Reina —. Veo que ya os habéis conocido — continúa diciendo mientras pasa alrededor del chico imprudente y le da un apretón de hombros fuerte.

— Ni siquiera sé cómo se llama — digo sentándome en uno de los taburetes de la isla.

— Pues él es Nicolás, es el hijo de Caterina y mi ahijado, vive aquí y duerme en la habitación contigua a la tuya. Somos como una familia.

Vaya, yo es que me cago en mi vida. De mal a peor, Valeria, de mal a peor. No es que solo sea su ahijado, sino que vive aquí y vamos a tener que convivir. Me quiero pegar un tiro o mejor, me voy a la terraza y me tiro.

— Es un placer conocerte, Valeria — dice Nicolás con un poco de ironía en sus ojos.

— Igualmente, Nicolás — le digo mientras Reina y Caterina se giran y yo le enseño el dedo corazón antes de largarme de la cocina.

— Será mejor que nos llevemos bien, sino esto puede ser un infierno — continúa diciendo Nicolás mientras me sigue cuando salgo de la cocina.

— Qué pesado eres.

Creo que es hora de ir a la sala del piano, a la sala de música. MI SALA DE MÚSICA. ¡No puedo estar más contenta! Solo sé chillar de emoción ahora mismo.

Me dirijo a la cómoda que hay y la abro. No puedo ni creerlo, está todo lleno de partituras. Partituras de mi compositor favorito, estoy living con todo esto. Parece un sueño hecho realidad. Qué fantasía. Cojo una de ellas y me dirijo a la banqueta del piano. Abro con cuidado la tabla y contemplo este piano fantasioso con los ojos como platos. Me recuerda tanto al piano que teníamos en la sala de música del orfanato que se me llenan los ojos de lágrimas. No ha pasado ni un día y ya echo mucho de menos todo aquello y eso que nunca pensé que iba a echarlo de menos.

Empiezo a hacer escalas, sintiendo cada tecla, cada acorde, dejándome fluir. Qué bonito todo. Jamás me había sentido tan en paz y tan a gusto con lo que necesito en mi vida, la música. Intento tocar la pieza nueva de Ludovico, pero es imposible, es demasiado difícil, pero lo haré poco a poco. Hoy ya he tocado bastante, ahora necesito cantar. Me levanto y cierro la puerta de la sala y regreso al piano. Las horas pasan como si fueran minutos y sin darme cuenta, nota tras nota, veo que el reloj que está enfrente de mí marca las ocho y media de la tarde.

Si tu viera la foto podría llamar ya a la Profesora y preguntarle sobre Camila y Ethan, y podría contarles todo lo que me ha pasado hoy. ¿Dónde he dejado la foto? Juraría que la llevaba en los bolsillos de la chaqueta a parches que tengo. ¿De verdad soy tan torpe de perder lo único importante que tenía?

Recojo lo más rápido que puedo y me dirijo a mi habitación a ver si hay suerte y encuentro la dichosa foto. No me va a dar tiempo. ¿Dónde está la foto? No entiendo cómo la he perdido. Soy lo más trasto del mundo.

Me pongo a registrar todos los armarios aun sabiendo que no he dejado nada más en ninguno porque no tengo ropa suficiente y evidentemente, no hay NADA. Bajo corriendo las escaleras y me dirijo al perchero de la entrada donde hemos dejado las chaquetas. Miro por dentro, por fuera, a un lado, a otro lado y sigo sin encontrar la puñetera foto. ¡Es que no me lo puedo creer!  No voy a poder hablar con ellos.

Cuando comienzo a sollozar pego un empujón al perchero y lo tiro al suelo. Inmediatamente le pido disculpas como si me fuera a contestar y recojo todos los abrigos que hay en el suelo para ponerlo en su sitio y sin darme cuenta, ¡ahí está la foto! Por el amor de Dios, ¡la foto!

No me lo puedo creer. Qué emoción. Miro el reloj de la entrada. Las nueve menos cuarto de la noche. Maldita sea, quince minutos, ¿dónde narices hay un teléfono fijo en esta casa? El salón inicial. Cuando he entrado y hemos ido directamente al salón he visto un teléfono. Le ruego a Dios que funcione. Marco el número que hay escrito en el dorso de la imagen y espero impaciente a que Ana me conteste. Por favor, por favor, por favor... necesito tanto hablar con ellos...

— Valeria... ¿¡Valeria eres tú!? — escucho a Ana gritar desde el otro lado del teléfono.

No puedo evitarlo y las lágrimas empiezan a recorrer mis mejillas como si de una carrera se tratara. Necesitaba muchísimo escuchar una voz familiar.

— Hola, hola... — digo en apenas un suspiro.

— Hola, pequeña, pensaba que no ibas a llamar, ¿cómo estás? ¿Has llegado bien? ¿Qué te parece todo? — cuántas preguntas madre mía.

— Estoy bien, sí, he llegado bien, todo está genial — digo susurrando para que nadie me oiga y vigilando si viene alguien.

— Cómo me alegro, de verdad, te mereces lo mejor. Escucha, queda poco tiempo, pero aquí hay alguien que quiere hablar contigo. He ido en su búsqueda nada más escuchar el teléfono por si eras tú — dice Ana con rapidez.

Se me ha parado el corazón. Es él. Es Ethan. No puedo creerlo, tiene ganas de hablar conmigo. ¿Estoy saltando de alegría? ¡Estoy saltando de alegría! Siento dolor de tripa, pero es un dolor bueno, qué ilusión. Seguro que me echa de menos igual que yo a él. Tengo ganas de verle y no hace ni veinticuatro horas de mi ida.

— Hola, Val — dice Cami al otro lado de la línea.

Mis ilusiones se han ido a tomar por saco, literalmente. He salido del pozo en el que estaba para volver a hundirme más. ¿Por qué Ethan no ha ido al despacho para hablar conmigo? ¿Es que acaso está enfadado conmigo? ¿No le habrá gustado lo de anoche? ¿Y si fui un error parar él? Preguntas y más preguntas que no serán resueltas jamás y encima no paro de llorar.

— ¿Valeria? — pregunta Cami.

— Ho... hola... Hola Cami — susurro.

— Ay, tía, qué alegría oírte. ¿Cómo estás? ¿Estás bien? Dime que sí, por favor. Te echo tantísimo de menos — dice casi llorando.

— Estoy bien, Cami. Me tratan genial y esto... este lugar... todo es maravilloso. Ojalá estuvierais aquí... estuvieras —finalizo aguantando las lágrimas.

— Ojalá, Val, ojalá. Pero no pierdas las esperanzas, nos veremos muy pronto. Te lo prometo. No me queda mucho para estar aquí y te prometo que iré a verte nada más salga de este agujero. ¿Dónde estás? — continúa.

— En Algeciras. No sé, es todo muy raro, ya te contaré con más detalle un día que no tengamos prisa... ¿sabes... sabes algo de... Ethan? — pregunto al fin.

— No, Val... Lo siento... Ethan no habla conmigo desde ayer, ni siquiera quiere que me acerque a él. No sé qué le está pasando. Ana le ha llamado, pero no sé por qué no se ha puesto al teléfono — finaliza.

— Ya... entiendo, bueno... tengo que dejarte, Reina viene de camino — contesto con el alma partida en dos.

— Val, por favor, cuídate muchísimo. Aquí te necesito y me va a costar mucho no saber de ti todos los días. Te quiero, te quiero de aquí al infinito ida y vuelta. Siempre juntas, ¿vale? Nos vemos pronto — finaliza.

— Yo también te quiero. Hasta pronto — finalizo colgando el teléfono.

Reina aparece por el umbral, pero antes de que pueda abrir la boca y decir algo me marcho corriendo a mi habitación.

Mientras subo peldaño a peldaño estas escaleras que parecen de cristal, me doy cuenta de que estoy rota, destruida y masacrada. No ha querido ponerse al teléfono. ¿Tan poco significo para él? No puedo entender cómo hemos pasada del todo a la nada en menos de dos días. Me duele el corazón más de lo que pensaba y no necesito sentirme así. No ahora. Salgo corriendo del salón y me dirijo a mi habitación. Solo quiero tumbarme en la cama y llorar sin consuelo alguno, aunque no quiero que nadie me vea llorar.

¿Después de tantos años esta relación acababa así, sin más? ¿Después de todo lo que hemos vivido? No puedo creerlo. La única que me echa de menos es Camila y Ana, no puedo entender la situación. ¿De verdad soy tan insignificante para él? Él era mi familia, lo único que tenía, mi pasado, mi presente y mi futuro y se ha quedado en la nada todo. Ha sido el primero.

— ¡Joder!

Lo que más deseaba en la vida era eso y ahora, me siento más usada que nunca.

No puedo con la situación. Necesito hablar con él, zanjar el tema y si tiene que ser el final que lo sea de verdad, pero con explicaciones. De verdad que lo necesito, porque esto me está jodiendo mentalmente. Es duro llegar a conocer que no eres lo suficientemente importante para la gente que tú tenías en un pedestal. Es muy duro subir hasta las nubes con fantasías mentales para caer hasta lo más bajo con una hostia terrible. Necesito hablar con él. Sea como sea.

— ¿Valeria? – pregunta Reina entrando en mi habitación. Bueno, su habitación.

— Dime — digo limpiándome las lágrimas que aún tenía en las mejillas.

— ¿Estás bien? Te hemos llamado para que bajaras a cenar — dice sentándose cerca de mí en la cama.

— No me he enterado, lo siento — digo intentando que no se note que estoy realmente mal.

— No te preocupes, cariño. Ahora Caterina te va a subir algo de cena. Entiendo que estés así, de verdad que lo entiendo, cariño. Pero tienes que comer, no te encierres en ti misma. Ahora somos una familia y yo voy a estar aquí siempre que me necesites — me dice acariciando mi flequillo.

— Gracias, Reina — contesto con una sonrisa—. Te lo agradezco mucho, de verdad, pero creo que necesito tiempo, esto me viene demasiado grande. Poco a poco — continúo con una sonrisa forzada.

Es verdad, necesito tiempo. Para asimilar que he salido, que no volveré a estar más en un orfanato, que tengo una familia nueva, que mi mejor amigo y la persona que más he amado en la vida me ha abandonado sin más, que mi mejor amiga está a casi nueve horas de viaje en coche y que Ana también está lejos. Necesito tiempo para entender esta casa de locos, estos lujos y entenderme a mí misma y a mis sentimientos.

— Te entiendo y eso haremos. Te daremos tu espacio, pero cuando nos necesites, estaremos aquí. Siempre. Ahora somos tu familia — dice Reina dándome un beso en la frente.

Y mientras observo como sale por la puerta, pienso en lo bonito que sería que te dieran un beso en la frente de buenas noches todos los días de tu vida.

__________

✨Hola!!!✨

¿Qué os ha parecido este capítulo? ¿Y qué me decís de Nicolás y Caterina? Yo adoro y amo a Caterina, es la mejor.

Nos leemos 👀

Os quiero ♥️🥰

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro