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Capítulo XXXVI

XXXVI - PRIMER AMOR

Me aparto suavemente de Jared, que sigue durmiendo boca abajo con la mejilla en la almohada y un brazo sobre mí. En cuanto intento apartarme, sus dedos se cierran en mi cintura y me arrastran más cerca. Y ni siquiera se ha despertado. Niego con la cabeza.

Lo miro de reojo y la verdad es que la tentación de lanzarme sobre él... es grande. Pero ya conozco al señorito. Y no tiene muy buen despertar.

De todas formas, decido arriesgarme. La vida es corta.

Así se habla, hermana.

Esbozo una sonrisita juguetona y me estiro hacia él. Le doy un beso en el hombro y sigo un caminito invisible con los labios hacia su nuca. Para cuando estoy recorriendo el otro hombro, noto que se remueve y abre lentamente los ojos. Yo, por mi parte, ya estoy sentada en su espalda con una sonrisita.

—Buenos días, bella durmiente —bromeo contra la piel de su hombro.

—¿Te has despertado de buen humor? —bromea él con la voz adormilada.

—Bastante. ¿Y tú? Porque no recuerdo una sola vez que no te hayas despertado de mal humor.

—Creo que voy a estrenarme en ese sentido.

Sonrío cuando veo que las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba. 

Creo que acabo de descubrir la fórmula secreta para que se despierte de buen humor.

Le beso la nuca de nuevo, recorriendo el contorno de un tatuaje con la punta de la lengua. Se coloca mejor, divertido, cuando sigo hacia abajo, deteniéndome en la mitad de su espalda. Ya le arde la piel. Seguro que la mía está todavía peor. Cuando le paso las manos por las costillas y meto una entre las sábanas y su estómago, él me mira con una ceja enarcada.

—¿Estás intentando insinuarme algo, Rocky?

—Puede... ¿eres capaz adivinar qué es?

—Creo que voy a necesitar que me des más pistas.

—No hay problema.

Empieza a reírse y yo tiro ligeramente de su hombro. Se da la vuelta dócilmente y me quedo sentada en su estómago. Apoyo las manos en el colchón para inclinarme hacia delante y atrapar el lóbulo de su oreja entre los dientes. Bajo un poco por su mandíbula y la barba incipiente me pincha ligeramente los labios hasta que llego a su garganta. ¿Cómo puede ser sexy incluso su maldita garganta? Es odioso que sea tan perfecto.

Cuando noto que intenta sujetarme de las caderas, le apartó las manos y las sujeto al lado de su cabeza. Entrecierra los ojos cuando le dedico una mirada de advertencia.

—A ver cuánto aguantas quietecito.

—Poco.

—Seguro que puedes hacer un esfuerzo.

—Lo dudo mucho.

Sonrío y le beso la clavícula usando la punta de la lengua, ligeramente los dientes y los especialmente los labios. Suelto sus muñecas y me apoyo con una mano en su pecho para volver a subir y besarlo por fin en la boca. Corresponde al beso enseguida, pero cuando intenta darle más intensidad que yo, me aparto con una sonrisa malvada.

—¿Tú también te has levantado de buen humor, Jed?

Sonríe y cierra los ojos cuando oye su apodo, pero los vuelve a abrir —al igual que sus labios— cuando bajó la mano por su estómago juguetonamente hasta llegar donde sé que le cortaré la respiración.

—Joder, Brooke...

—Tengo malas noticias.

—¿Eh?

—Ya me has oído.

—Pero... ¿tienes que decírmelas ahora?

—Sí. Porque me encantaría seguir con esto, pero he quedado con Liam, Riley y Lex para desayunar... y tengo que ir a ducharme.

Le doy una palmadita en el pecho y me pongo de pie. Veo que me mira con la boca abierta, indignado.

—Eso es provocar —me acusa.

—No lo he negado.

—Muy maduro por tu parte.

Pestañeo inocentemente y él se apoya sobre los codos con expresión agria.

—Vuelve aquí y acaba lo que has empezado.

—Llega a la ducha antes de que te cierre la puerta y, a lo mejor, consideraré acabarlo ahí.

Intento llegar corriendo al cuarto de baño, pero —como ya esperaba— me atrapa por el camino y, con un solo brazo, me lleva a la ducha con él entre risas e intentos vagos de zafarme.

***

Cuando termino de vestirme, todavía me quedan diez minutos antes de tener que preocuparme de llegar tarde. Me detengo delante del espejo que hay junto a mi armario y me paso los dedos por el pelo húmedo para colocarlo un poco mejor. Veo a través del espejo que él recoge sus pantalones del suelo y se los pone tranquilamente.

—Hoy no podré venir a verte. Tengo ensayo hasta tarde.

—Tranquilo, creo que Lexi me tendrá ocupada todo el día.

—¿Todo el día? ¿Por qué?

—Porque anoche Kevin no estaba aquí. Seguro que han discutido y necesita insultarlo durante unas cuantas horas para desahogarse.

Me sonríe ligeramente, pero me da la sensación de que la sonrisa no llega a sus ojos. Me doy la vuelta y dudo un momento antes de preguntar, extrañada.

—¿Estás bien?

—Sí —se acerca a mí, relajando la expresión—. Es... ¿quieres venir a cenar a mi casa esta noche?

Me sorprende un poco que lo pregunte así. Normalmente, solo nos mandamos un mensaje diciéndonos la hora y eso es suficiente. Intento no dejar ver que me ha sorprendido al sonreír.

—¿Solo a cenar? —enarco una ceja.

—Y a dormir —aclara—. Estaba implícito.

—Entonces, sí. ¿Vas a cocinarme algo para demostrarme tu amor incondicional? —levanto y bajo las cejas.

Él pone una mueca.

—¿Es obligatorio?

—Quizá.

—Es decir, que lo es.

—Exacto.

Empieza a reírse y se inclina para darme un último beso corto en los labios.

—Pásalo bien, Rocky.

—Lo mismo te digo.

En cuanto me deja sola, voy a por mi móvil y veo que Liam ya me ha mandado un mensaje diciéndome que está de camino. Agarro el abrigo y las llaves y bajo las escaleras de la residencia. Lexi está abajo y me mira con un aire sombrío que, por un momento, me deja un poco descolocada.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Que he visto pasar al buenorro de tu novio —refunfuña.

—¿Y a qué viene esa cara?

—¡A que yo también quiero a un buenorro tatuado que babee por mí!

—Ojalá babeara por mí tanto como crees —murmuro, negando con la cabeza.

Ella me mira un momento antes de suspirar.

—Espero que no estés tan ciega para hacer fotos, amiga mía.

—Bueno, tienes a Kevin.

Se ríe irónicamente y emprende el camino hacia la cafetería. Yo me apresuro a alcanzarla y le paso un brazo por encima de los hombros.

—¿Qué ha pasado? —pregunto directamente.

—Que es un imbécil.

—Nada nuevo, entonces.

—Pues no.

—¡Es que se ha acostado con dos chicas! ¡Dos!

—Lexi, tú te has acostado con tres chicos.

—¡Pero él no lo sabe! ¡Yo no se lo digo! ¡Yo, al menos, tengo un poco de respeto!

Niego con la cabeza y la dejo despotricar sobre las faltas de respeto durante el corto trayecto a la cafetería.

En cuanto llegamos, veo que Liam ya está en la mesa. De hecho, está hablando con Riley y haciéndola reír, para variar. Sam no vendrá, claro. Y es agradable ver a Riley más animada. No la he visto mucho desde que fui a su casa, pero estoy segura de que apenas ha sonreído.

Bueno, Liam tiene un don para hacer felices a los demás. Es un amor.

Me siento a su lado y Lexi se coloca junto a Riley. 

—Buenos días, Brookie-tookie-pookie.

—Ese apodo cada vez es más largo —protesto en voz baja.

Estoy a punto de decir algo, pero me detengo cuando me doy cuenta de que me está mirando fijamente. Y con una sonrisita pervertida.

—¿Qué? —pregunto directamente.

—Alguien ha echado un polvo mañanero, ¿eh?

Noto que mis mejillas se encienden al instante y ellos empiezan a reírse.

—¿Eh? ¿Cómo...?

—Sé reconocer una mirada de polvo mañanero —se jacta felizmente.

—Liam sabe reconocer cualquier cosa relacionada con sexo —aclara Lexi.

—Exacto. Soy vuestro gurú sexual.

Niego con la cabeza y me pido unas tortitas con sirope de chocolate cuando viene la camarera. Hoy me apetece algo que me engorde. En cuanto me las trae, empiezo a devorarlas con ganas mientras ellos le preguntan a Riley todo lo que yo le pregunté el otro día al ir a su casa. La verdad es que parece sinceramente mucho mejor. Y eso que solo ha pasado poco más de una semana. Me alegro por ella.

—Bueno, no hablemos todo el rato de mí —protesta, algo avergonzada de ser el centro de atención de la mesa—. Lexi, ¿qué tal con Kevin?

Lexi arruga el gesto.

—No hay nada, así que ni bien ni mal —clava el tenedor en su desayuno como si quisiera apuñarlo—. Él hace su vida. Yo hago la mía. Y no nos hablamos.

—Es decir, que habéis cortado —concluye Liam—. Otra vez.

—¡No hemos cortado porque no estábamos saliendo!

—Normal, si os pasáis el día acostándoos con otras personas...

—Liam, cállate.

—¡Si yo soy el primero al que le gusta todo eso de repartir amor! Pero no cuando estás con alguien.

—¡Que no estábamos juntos!

—Venga ya. Seguro que anoche te acostaste con él.

—No lo creo —murmuro—. No escuché gritos saliendo de su habitación.

Mientras Lexi sigue apuñalando su desayuno con rabia, Riley me mira con curiosidad.

—¿Y tú por qué estabas ahí anoche? —me pregunta—. ¿No tenías que llegar esta mañana?

Me quedo callada al instante.

—Decidimos irnos antes —digo, simplemente.

Supongo que ellos ven que eso no es todo lo que pasó —no es que las mentiras sean mi fuerte—, pero tienen la consideración de no seguir preguntando. 

Bueno, Lexi lo hará en cuanto estemos a solas.

—¿Y qué tal la familia de don guitarrita? —pregunta Liam con la boca llena—. ¿También tienen cara de amargura vital y tatuajes?

—Tatuajes sexys —aclara Lexi.

—No son tan sexys —refunfuña él.

—A mí no me gustan y tengo que admitir que son muy sexys en él —Riley se encoge de hombros, sonriendo.

Liam nos mira a las tres como si fuéramos las responsables de todos sus problemas y yo le pellizco la mejilla, divertida.

—No te pongas celoso, Liam. Tú no necesitas tatuajes. Eres muy tierno.

—Perdona, yo no soy tierno. Soy una ardiente máquina sexual.

Empiezo a reírme a carcajadas y él me señala.

—Sí, tú ríete. Solo lo haces porque no lo has probado.

—Bueno, no nos desviemos —Lexi me mira—, ¿qué tal su familia? ¿Cómo son?

Evito pensar en el padre de Jared a toda costa cuando los describo tal y como fueron: geniales. Incluso menciono la parte en que fuimos a casa de mis padres. Lexi parece sinceramente sorprendida de que Jared consiguiera convencerme.

Liam, por su parte, suspira cuando termino

—Así que Brookie tiene su historia de amor perfecta mientras yo hace dos largos días que no tengo una cita, Riley y papi Sami han terminado y Lexi se debate entre acostarse con un cantante loco o no. Yo creo que la suerte no está muy compensada en esta mesa.

Sonrío como un angelito.

—Para una vez que yo soy la afortunada... ¿cuánto tiempo tuve que aguantar veros a todos con vidas amorosas y sexuales mientras yo me iba a dormir tristemente sola?

—Te ibas a dormir tristemente sola porque querías —aclara Liam—, porque te recuerdo que siempre me ofrecía a darle un poco de consuelo a tu soledad.

—Oh, mierda.

Levanto la mirada hacia Lexi, divertida.

—¿Qué?

Pero mi sonrisa desaparece cuando veo que tiene los ojos clavados en un punto por encima de mi hombro. Me doy la vuelta, confusa, y veo que están entrando cinco chicos al local. Varias cabezas se giran hacia ellos y, por un momento, me da la impresión de que es la banda de Jared. Pero no. La gente no se quedaría sentada algo intimidada al verlos a ellos. Probablemente irían a pedirles algún autógrafo. No crearían este ambiente de tensión palpable.

Es la banda de Brent. Las serpientes esas. O como se llamen.

Me quedo mirando a Brent un momento y trago saliva cuando veo que tiene dos cicatrices pequeñas que no había visto hasta ahora; una en la ceja —que se ve claramente— y otra en la barbilla. Quizá las identifico al instante porque son las que Jared le hizo delante de mí.

Probablemente lo haya mirado por un momento de más, porque él gira la cabeza en mi dirección. Me apresuro a darme la vuelta, más asustada de lo que me gustaría admitir.

—¿Quién es? —pregunta Riley, sorprendida.

—Sea quien sea, no tiene cara de ser mister simpatía —murmura Liam.

Miro a Lexi. Esto le ha hecho tanta gracia como a mí. Ella estaba conmigo esa noche. No vio lo que había pasado, pero estuvo conmigo tanto como pudo después.

—Es... el cantante de una banda de la ciudad —digo en voz baja, como si pudiera estar escuchando—. Serpientes.

—Oh, así que su cara me suena por eso —comenta Liam—. Tienen fama de ser un poco...

—...locos —concluye Riley, frunciendo el ceño—. También he oído hablar de ellos, ahora que lo mencionas. ¿De qué los conoces?

—El rubio se llama Brent. Él y Jared... mhm... no se llevan demasiado bien.

Tanto Lexi como Liam me miran al instante.

—¿Por qué? —ella parpadea, confusa—. ¿Rivalidad de bandas?

—No, no es eso. Es más... personal.

—Oh, ese es el chico de su pelea —deduce Liam.

Asiento con la cabeza lentamente.

—¿Quieres que nos vayamos? —pregunta Lexi.

—No. Mejor me voy yo. No os preocupéis.

—Tú no te vas sola estando yo aquí —me asegura Liam.

Tras discutirlo por unos instantes, los cuatro nos ponemos de pie y yo intento no darme la vuelta con todas mis fuerzas, aunque algo me dice que nos están mirando.

Finalmente, no me queda más remedio que pasar junto a ellos. Para mi alivio, no me están prestando atención. Aunque no veo a Brent por ninguna parte. Me apresuro a salir de la cafetería junto a Liam, que se ha rezagado para esperarme y me sujeta la puerta.

Sin embargo, siento que algo va mal en cuanto ponemos un pie fuera de la cafetería. Me giro instintivamente hacia la izquierda y me quedo de piedra cuando veo a Brent apoyado con un hombro en la pared de la cafetería, fumándose un cigarrillo. Esboza media sonrisa cuando sus ojos encuentran los míos.

—Cuánto tiempo, Brooke.

Me giro hacia Liam, pero él se ha adelantado con las demás cuando hemos salido de la cafetería, así que estoy sola.

Bueno, ¿qué más da? Solo es un idiota. Y ya se llevó una paliza la última vez que intentó hacerse el listo. No creo que vuelva a pasarse de la raya. Aunque... bueno, Jared no está aquí.

—Brent —murmuro frívolamente—. Bonita cicatriz.

Sonríe aun más.

—Bonito culo.

Intento no sacarle el dedo corazón con todas mis fuerzas.

—¿Has visto a Cassie? —pregunta con los ojos brillándole por la diversión.

Ya estaba encaminándome al coche, pero me detengo en seco para mirarlo.

Todavía recuerdo lo que Jared me contó. Lo que le hizo este imbécil a Cassie. Estuvo con ella durante mucho tiempo, aprovechándose tanto como pudo de la pobre chica. Por no hablar de la parte en que la golpeó.

—No te atrevas a mencionar a Cassie —le advierto en voz baja.

—Así que sí has estado con ella. Seguro que me echa de menos.

—Te aseguro que no.

—Qué pena. Era un poco aburrida, pero no estaba mal. Demasiado pequeña, quizá. A lo mejor tú podrías gustarme más.

—Lamento mucho no poder decir lo mismo.

—La última vez que nos vimos no tenías tantas ganas de hablarme. De hecho, tenías mucha prisa por marcharte. ¿Te acuerdas de esa noche, Brooke?

Aprieto los labios.

—¿De la parte en la que Jared te tiró al suelo y te partió la cara? Sí, la recuerdo bastante bien.

Veo que su mirada se crispa por un breve segundo.

—Debes hacerle unas muy buenas mamadas para que se cabree tanto solo por hablarte mal. ¿Qué te da a cambio? ¿Dinero? ¿Te deja acompañarlo a las giras para que te sientas especial y no solo una fan más?

No me molesto en responderle. Le dedico una mirada furibunda y le doy la espalda, volviendo al coche. Escucho su voz a mi espalda.

—Nos vemos pronto, Brooke.

—Lo dudo —espeto.

—Yo no lo dudaría tanto.

***

Tengo que reprimir una sonrisa cuando el profesor Addams suspira por tercera vez consecutiva porque Cris le da otra orden.

—Esa foto no debería estar aquí.

—Está justo donde debe estar.

—Habíamos acordado que estaría con las de la playa.

—¡Aquí está justo donde...!

—¿Y qué me dices de esta otra? ¡Qué desastre de organización!

—¡Es mi organización!

—Pues mejora tu organización.

Me aparto y suspiro, paseándome por la galería vacía. Bueno, no del todo. Los demás alumnos están aquí con sus profesores para organizar sus zonas de la sala con sus fotos. Somos cinco en total. 

Tengo que decir que, objetivamente, la mía es la zona más bonita. No sé si debería mencionarlo porque Cris y mi profesor se pondrían a discutir —otra vez— sobre quién es el responsable de que esté tan bien.

Mientras ellos siguen discutiendo, me detengo delante de uno de mis paneles de fotos y lo repaso con la mirada distraídamente. Justo lo estoy haciendo por tercera vez cuando noto un brazo demasiado familiar rodeándome la cintura desde atrás.

—Qué fotos tan horribles —murmura Jared.

Pongo mala cara, divertida, y me doy la vuelta hacia él. Acaba de llegar. Y veo que varios alumnos lo han seguido con la mirada hasta aquí.

A veces, me pregunto si lo siguen con la mirada porque es famoso o porque está bueno.

O por las dos cosas.

—Lo siento, los autógrafos se piden al final de la jornada —sonrío.

Parece divertido cuando se inclina para darme un beso corto en los labios.

—Gracias por venir —murmuro—. Sé que tenías ensayo y...

—Que le den al ensayo. Enséñame todo esto.

Sonrío ampliamente y lo arrastro conmigo al inicio de mi parte. Cris y mi profesor siguen discutiendo a unos metros de nosotros. Me giro hacia Jared y veo que él observa a su alrededor con curiosidad.

—Cris hacía realmente bien su trabajo, ¿eh?

 —¿Cris? ¿Y yo qué? Te recuerdo que las fotos son mías.

—Tú haces lo que puedes, Rocky.

Hago un ademán de golpearlo en el brazo y me sujeta la muñeca con una habilidad que me hace sentir ridícula —como de costumbre—. Intento apartarme y, justo cuando se inclina sobre mí, escucho a Cris soltando un suspiro a nuestro lado.

—Brooke, cielo, ¿puedes decirle a tu querido profesor que la foto de la costa debería estar al otro lado de la sala?

—La foto de la costa está perfecta donde está —espeta el profesor Addams, enfurruñado.

Suspiro y Jared me dedica una pequeña sonrisa de diversión.

—¿No se supone que estáis aquí para solucionarme los problemas? —protesto.

—¡Te los estamos solucionando! —protesta Cris.

—¡Me estáis creando más!

—Yo, como tu profesor, se supone que estoy aquí para ayudarte. Es mi obligación —aclara él—. Lo que no entiendo es la función de esta mujer, Brooke.

—Esta mujer tiene un nombre, guapo —le espeta Cris.

—¿Y cuál es ese nombre, guapa? —él entrecierra los ojos, irritado.

—Cris para la gente que me cae bien. Cristina para ti.

—¿Y se puede saber qué...?

—¿Por qué no os relajáis un poco? —les sugiere Jared de repente—. Os recuerdo que se supone que Brooke debería ser vuestra principal preocupación. Lo importante es que le guste a ella, no a vosotros dos.

Veo que ambos enrojecen al instante.

—Jed tiene razón —dice Cris, mirándome—. Si te gusta así, se queda así.

—Exacto —el profesor Addams asiente con la cabeza.

Esbozo una sonrisa divertida.

—Entonces, ahí se queda —sentencio.

Mi profesor se apresura a marcharse cuando ve uno de los promotores de la galería y Cris lo observa, negando con la cabeza.

—Brooke, querida —me mira—, ¿sabes si está casado?

Me quedo mirándola un momento, pasmada.

—¿No has estado toda la noche discutiendo con él?

—¿Y qué? Mira qué culito tiene.

—¿Y tú no tienes novio? —pregunta Jared, enarcando una ceja.

Cris lo mira con mala cara.

—Me gustabas más cuando estabas calladito, Jed.

Al final, no sé si consigue ligar con él. No tardo en irme de la galería con Jared. Después de todo, me he dado cuenta de que no estaba haciendo nada de provecho ahí. Cuando llegamos a su edificio, saludo al portero con la cabeza —ya está harto de verme, el pobre hombre— y subimos a su piso.

Me entretengo un rato irritándolo mientras cocina, pero como no quiero que explote el piso por andar cerca de los fogones —soy peligrosa en una cocina—, decido dejarlo solo un rato y llamar a Lexi. Justo como había supuesto, se pasa casi media hora despotricando contra Kevin por lo mismo de esta mañana.

Cuando vuelvo a entrar, veo que él ya ha terminado y cenamos en la barra. Pese a que la cosa está tan calmada como de costumbre, no puedo evitar fijarme en que él parece un poco tenso en todo momento, cosa que me está empezando a preocupar un poco. 

Sin embargo, no saco el tema. Ni siquiera cuando vamos al sofá y él me coloca las piernas en su regazo. Veo que frunce un poco el ceño antes de mirarme de soslayo.

—Yo... tengo que hablar contigo, Brooke.

Debe verme la cara de espanto, porque se apresura a rectificar.

—No he hecho nada malo —aclara—. Solo quiero contarte algo.

—Vale... 

Él se pasa una mano por la nuca, algo nervioso. Verlo nervioso es algo a lo que no estoy acostumbrada. Para nada. Me acerco un poco más, intrigada, y le pongo una mano en el hombro.

—Creo que es un buen momento para recordarte que hay cuchillos a menos de diez metros de mí —le digo—. Así que, si me has sido infiel, no sé si deberías esperar un poco a confesarte.

Eso parece relajarlo de nuevo cuando me sonríe, divertido.

—Muy bien, pues te lo contaré en otro momento.

—¡Jared!

Sonríe un poco, pero no tarda en dejar de hacerlo y suspirar.

—No, ahora en serio... —traga saliva—. Ayer tenías razones para estar enfadada conmigo. No puedo culparte por ello. No me merecía que me dejaras dormir contigo.

Si soy completamente sincera, casi se me había olvidado. Dudo un momento antes de rodearle el cuello con los brazos y acercarme para sentarme en su regazo.

—¿Estás insinuando que soy demasiado blanda contigo? —pregunto, algo divertida.

—Estoy insinuando que muchas veces no me merezco que lo seas.

Pongo los ojos en blanco.

—¿Qué más da? Ya estamos bien, ¿no? ¿Qué importa...?

—No te lo he dicho para rememorar la discusión.

—¿Entonces?

—Te enfadaste porque dijiste que no quería hablarte de... ciertos temas. Y eres mi novia. Mereces saberlos. Más que nadie.

Me quedo callada, algo sorprendida por la seriedad de sus palabras. Como no sé que decir, asiento lentamente con la cabeza.

—Eso no significa que tengas que sentirte presionado a... —empiezo.

—No me siento presionado a nada. Quiero contártelo. Aunque tuve que habértelo contado antes de conocer a mi padre.

Trago saliva cuando veo que toma una respiración profunda y aparta la mirada durante unos segundos. Sea lo que sea, le incomoda muchísimo. Y una parte de mí ya se está planteando si realmente quiero saberlo o no.

—Cuando tenía quince años, iba al único instituto del pueblo donde vivía —empieza—. No tenía demasiados amigos. De hecho, pasaba mucho tiempo solo. Especialmente porque nadie quería ser el amigo del hijo del profesor de historia del arte.

—¿Tu padre es profesor de instituto? —pregunto, pasmada.

—Era.

—Oh...

Algo en la forma que ha usado para decirlo no me ha terminado de gustar, pero le hago un gesto para que siga hablando.

—Había una chica en mi clase, Ivy, que también era muy solitaria. Siempre se sentaba al final de la clase y comía sola en la cafetería. Mi padre me dijo muchas veces que intentara acercarme a ella para que no se sintiera mal. Había llegado ese mismo año del pueblo y realmente nadie le había dado la oportunidad de tener una amistad con ella.

—¿Y lo hiciste? —no puedo evitar sonar un poco sorprendida.

—No. Al menos, no hasta que me vi obligado. Mi padre me puso a hacer un trabajo con ella, terminamos hablando y... bueno, como éramos los raros de la clase, supongo que sentimos la necesidad de ser amigos. No teníamos gran cosa en común, pero al menos no estábamos solos.

—¿Tú y ella...?

—Es complicado —ya entiende mi pregunta sin necesidad de terminar de formularla—. Ella no estaba mal, así que la invité a mi casa algunas veces. Yo también fui a la suya. Descubrimos que a ambos nos gustaban los mismos videojuegos y muchas veces nos veíamos solo para jugarlos... bueno, esas cosas. Nos hicimos muy buenos amigos.

No sé por qué, pero no me imagino a Jared jugando a videojuegos. Le paso un pulgar por la nuca cuando veo que hace una pausa, pensativo.

—De hecho, nos llevábamos tan bien que... bueno, un día ella me besó. Yo nunca había besado a nadie. Y ella tampoco. Fue bastante raro. Y los dos actuamos como si no hubiera pasado nada. Pasó lo mismo varias veces. Especialmente cuando venía a mi casa. Nos besábamos en el salón hasta que aparecía mi madre y le preguntaba cómo estaba, o mi padre para hablar con ella de historia del arte, porque a Ivy le encantaba.

—¿No me dijiste que no habías tenido novias? —pregunto, confusa.

—No era mi novia. Era... ya te lo he dicho, complicado.

Trago saliva, algo incómoda por la pregunta que quiero hacerle.

—¿Tu primera vez fue con ella?

—Sí.

Observa mi reacción por unos segundos.

—De nuevo, fue raro. Pero... supongo que no estuvo mal para ser la primera de ambos. La cosa se repitió unas cuantas veces, pero luego siempre actuábamos como si nada hubiera sucedido. Como si fuéramos solo amigos.

—¿La querías?

—No —esboza media sonrisa algo triste—. No, no la quería. Tampoco me gustaba especialmente. No en ese sentido, al menos. Pero lo pasaba muy bien con ella y le tenía mucho cariño.

—Erais mejores amigos —deduzco cuando se queda en silencio.

Él se encoge de hombros.

—Lo fuimos. Hasta que un día ella dejó de hablarme. Y no solo eso. Sentía que me evitaba, que no me miraba cuando no le quedaba otra que pasar por mi lado en el pasillo, que intentaba sentarse al otro extremo del aula... y yo no lo entendía. Nunca llegué a preguntarle directamente qué le sucedía. Simplemente, supuse que ya se le pasaría y me lo contaría cuando se sintiera lista para hacerlo. Y la dejé en paz.

—Me da la sensación de que eso no tiene un final bonito —murmuro cuando se queda callado de nuevo.

—No. De hecho, terminó bastante mal.

Él suspira y me mira por fin.

—Solo una semana después de eso, estaba en cenando en casa tranquilamente cuando, de pronto, llamaron a la puerta. Era la policía. Mamá se puso histérica cuando insistieron en que tenían que llevarme con ellos a comisaría. Cassie no entendía nada, era muy pequeña. Y mi padre solo intentaba que mi madre se calmara. Ella no dejaba de preguntarme qué había hecho, pero yo no era capaz de imaginarme absolutamente nada.

»Así que me llevaron esposado a comisaría y me dejaron ahí... esperando en una celda por lo que pareció una eternidad. No tenía reloj y estaba solo. Y solo tenía quince años. Estaba aterrado.

Hace una pausa y me entran ganas de abrazarlo con fuerza, pero no quiero interrumpirle, así que me limito a acariciarle la nuca con los dedos, apretando los labios.

—Cuando uno de los policías me vino a buscar, me aislaron en otra sala. Volvieron a dejarme ahí durante demasiado tiempo. Yo prácticamente me estaba durmiendo en la mesa cuando por fin volvió uno de los agentes. Se sentó delante de mí y empezó a preguntarme cosas generales como... qué había comido ese mediodía, cuál era mi asignatura favorita, qué me gustaba hacer en mi tiempo libre...

»Y, entonces, las preguntas cambiaron. Empezó a preguntarme cosas de Ivy. Si la conocía, si me llevaba bien con ella, si pasábamos tiempos juntos... en fin, cosas también muy genéricas. Yo fui tan sincero como pude. También lo fui cuando me preguntó qué había estado haciendo el lunes anterior, justo después de que terminaran las clases. Me había ido a casa. Y se lo dije. Él me preguntó si había alguien que pudiera afirmarlo y propuse a Cassie, pero no le valió. Dijo que era demasiado pequeña.

»Siguió insistiendo en que le dijera qué había estado haciendo, pero yo no quise mentirle, así que me reiteré una y otra vez. Me dejó solo durante más de una hora antes de volver e iniciar todo el ciclo de nuevo. Yo sentía que me estaba volviendo loco cuando, por fin, me quitaron las esposas y me dejaron salir.

Hace una pausa y me da la sensación de que se le crispa un poco la mirada antes de continuar, como si esa parte no le gustara.

—Mis padres vinieron a buscarme y mi madre me preguntó durante todo el trayecto a casa qué había hecho, pero no sabía qué decirle. Les conté lo que había pasado en la comisaría, pero ellos tampoco parecían entenderlo. Además, me habían prohibido asistir a clase al día siguiente para volver a la comisaría. Yo no entendía nada.

»Al menos, no lo entendí hasta esa noche. Me había metido en la cama, pero no podía dormirme. Mi padre se metió en mi habitación y me dijo que todo iría bien, que seguro que encontraríamos la forma de arreglar todo lo necesario... bueno, todas esas cosas que se dicen para consolar a alguien. Pero yo lo notaba nervioso. Muy nervioso. Le pregunté varias veces si estaba bien, pero me respondía con evasivas.

»Finalmente, cuando se iba, volvió a sentarse a mi lado y me pidió que dijera a la policía que yo tenía la culpa de lo que fuera que había pasado.

No puedo evitar fruncir el ceño, confusa.

—¿Cómo ibas a asumir la culpa de algo que ni siquiera sabíais que era?

—Yo no lo sabía, Brooke —me dice lentamente—, pero él sí sabía lo que había pasado.

Tardo unos segundos en empezar a entender lo que me está diciendo, pero una parte de mí no quiere creerlo.

—¿Cómo?

—Me confesó que se había estado viendo con Ivy durante un tiempo.

Soy incapaz de responder. Solo lo miro fijamente y veo que su mirada se aparta de la mía tras revisar mi expresión.

—¿Se había estado viendo...? Pero, ¿cuántos años tenía esa chica?

—Quince. Como yo.

—¿Y tu padre?

—Cuarenta.

—Joder —no puedo evitar soltarlo—. Eso es... es...

—Lo sé.

—Pero... ¿eran...? ¿Eran... relaciones consentidas?

Jared suspira, claramente incómodo.

—Ella nunca le dijo que no —aclara finalmente—, pero... tampoco le dijo nunca que sí. O que le gustara eso, ¿sabes? No se negó directamente, pero sabía que estaba mal. Y mi padre también sabía que estaba mal, pero, pese a ser el adulto, nunca hizo nada para pararlo. De hecho, poco después me enteré de que le había estado gustando desde el principio. Y de que por eso me había insistido tanto en que nos hiciéramos amigos.

Sigo sin terminar de procesar lo que me está diciendo, pero me obligo a mí misma a reaccionar.

—¿Qué tiene todo esto que ver contigo? A parte de... bueno... de que se acostara con ambos.

Jared esboza media sonrisa amarga.

—Mi padre me contó que ese lunes se habían visto después de clases. Como siempre. Ella había llegado después a su casa y, de alguna forma, sus padres se habían dado cuenta de que algo iba mal. No me dijo exactamente el qué, pero hizo que sus padres llamaran a la policía. Y ella me acusó a mí de lo que fuera que había pasado.

—¿A ti? Pero... ¿qué demonios...?

—Mi padre me dijo que, si no asumía la culpa, se la echarían a él. Y eso solo haría que perdiera su trabajo y que nos quedáramos en la ruina porque con el sueldo de mamá no llegábamos a cubrir los gastos. Me insistió tanto que, de alguna forma, terminé accediendo.

—Jared...

—Sé que fue una estupidez, pero no lo pensé en ese momento.

Él niega con la cabeza, frustrado.

—Así que cuando fui a la comisaría al día siguiente, dije que lo había hecho yo. Los policías empezaron a bombardearme a preguntas que no sabía responder, pero les pareció suficiente. Solo necesitaba un culpable. Y la chica ya había dicho que había sido yo, así que el resto no importaba. Entonces...

Se detiene, incómodo, y frunzo un poco el ceño.

—Entonces, empezaron a enseñarme fotos —añade en voz baja.

Tardo un poco en atreverme a preguntar.

—¿Fotos de qué?

—Fotos de Ivy. De sus muñecas, de su espalda. Tenía marcas de agarrones y dedos en todas partes. Y una marca de mordisco en el estómago.

Entreabro los labios, perpleja.

—Sus padres habían visto el mordisco y ella les había dicho que había sido yo por miedo a que mi padre le hiciera algo malo. Por supuesto, sus padres dijeron que había sido una violación. Y ella lo corroboró. Así que había confesado que había agredido y violado a una chica sin siquiera saberlo.

No sé ni qué decir. Él no se atreve a mirarme. Solo tiene los dientes apretados con los ojos clavados en mis rodillas.

—Pensé en retractarme, pero era muy tarde. Además, en cuanto vieron que yo era bipolar, no necesitaron más para tener al chico que buscaban.

—P-pero... tu padre...

—En cuanto llegué a casa esa noche y vi que estaba solo, le exigí una explicación. Él no la tenía. O, al menos, no me la dio. En cuanto le amenacé con contar la verdad, me dijo que no me creerían. Y que no pensaba parar lo que había estado haciendo hasta ese momento porque a Ivy le gustaba que se lo hiciera. En cuanto le amenacé con contárselo a mi madre, se puso a reír y me dijo que, si era lo que quería, no volvería ni a rozarla.

Justo lo que le había dicho a Jared de mí anoche. Cierro los ojos un momento cuando me doy cuenta de que anoche no entendí por qué se enfadaba tanto al oír esa frase. Ahora lo entiendo.

—Como era menor de edad, se debatieron entre mandarme a un centro de menores o ponerme un castigo ejemplar. Al final, la chica intentó negar que hubiera sido una violación y descartaron lo del centro de menores, pero me abrieron un expediente y me dijeron que, en cuanto cumpliera los dieciocho, tendría que enfrentarme a un juicio por lo que había pasado.

—Lo de la condicional, entonces... ¿es por eso?

—No. La condicional fue por lo de Brent. Quizá me habría librado de ella de no haber sido porque ya tenía un expediente de malos tratos.

—Pero... no era cierto.

—Eso ellos no lo sabían, Brooke.

Niego con la cabeza, frustrada.

—Por eso el policía no dejaba de preguntarme lo de los moretones —mascullé.

Jared me mira, confuso.

—¿Qué?

—El día que te detuvieron tenía golpes en los brazos por los globos de pintura. Y uno de los policías no dejó de preguntarme si me habías golpeado. Insistió muchísimo pese a que yo le decía que no. Ahora entiendo el por qué. Y es injusto.

Él esboza media sonrisa un poco triste.

—Siento que tuvieras que pasar por eso, Brooke. De verdad que lo siento.

—Yo no estuve encerrada en una celda toda la noche —le recuerdo.

—Ni tampoco le diste una paliza a alguien.

—Sí, bueno, lo mío es más volverme histérica y gritar.

Sonríe, aunque la sonrisa no llega a sus ojos. Respiro hondo antes de volver a mirarlo.

—¿Qué paso con tu madre? —pregunto—. ¿Ella no sabe la verdad?

Jared no se mueve por unos segundos, pero finalmente niega con la cabeza.

—Estaba convencido de que solo arruinaría la vida si se lo contaba. Aunque sirvió de poco, porque no mucho después de eso mi padre y ella tuvieron esa pelea en la que decidieron separarse.

—Oh, Jared, tendrías que haber...

—Pensé en decírselo al cabo de unos años —murmura—. Pero... no lo sé. No lo hice. Durante mucho tiempo, mi madre me miraba como si fuera...

Se detiene antes de decirlo.

—No importa —masculla finalmente—. La cosa es que terminó creyendo que había cambiado después de ver las consecuencias de hacer eso y, aunque apenas me habló en tres años, siempre estuvo a mi lado.

—¿Y Cassie?

—Ella... bueno, no era muy mayor cuando todo pasó. No sabe mucho del tema. Ella también cree que todos mis problemas con la policía han sido por Brent.

Hago una pausa antes de hacer la pregunta que me ha estado rondando la cabeza durante ya unos minutos.

—¿Por eso hace tantos años que no vas a casa de tu madre? —pregunto en voz baja.

Él asiente con la cabeza.

—Los del pueblo siguen tratándome como a un violador. No es que me lo digan o algo así, pero es obvio por sus miradas y sus gestos de desprecio. Así que preferí alejarme de ello. Ademas, estoy seguro de que son mucho más simpáticos con mi familia ahora que yo no vivo con ellos.

—¿Y la chica? ¿Qué fue de ella?

—Mi padre se fue de casa después de separarse con mi madre. No había pasado ni un año desde la denuncia. No supe qué había sido de él hasta un tiempo después. Y, como yo había empezado a estudiar en el instituto del pueblo vecino, no volví a verla. Supongo que sigue viviendo en el pueblo. Nunca he preguntado.

—¿Y ella no podría decir que fue todo mentira? ¿Que tú no...?

—Brooke, las cosas no funcionan así.

—Pero tú tendrás eso en tu expediente toda tu vida. No es justo.

Se encoge de hombros, pero yo no puedo tomármelo con tanta filosofía.

—Y tu padre, el muy imb... —me detengo al darme cuenta de que he estado a punto de insultarlo, avergonzada—, es decir...

—Brooke, no me ofenderé —me asegura, casi divertido.

—Bueno, pues es un maldito imbécil. Y deberías habérmelo dicho antes y en la cena le hubiera hecho el vacío. Y le habría metido mucha sal en el plato. Y en el vaso. Para que se atragantara con el vino, el muy imbécil.

No sé si me ofende un poco que mi pequeño ataque de rabia le esté haciendo gracia.

—No me extraña que te cueste tanto confiar en la gente. Si tu primer amor te trató así...

—Tú eres mi primer amor.

Lo miro de reojo intentando hacerme la dura, pero mis mejillas me traicionan cuando se tiñen de reojo. Intento volver a tema.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—¿Crees que es algo que quiera ir contando por ahí?

—Pero... si lo hubiera sabido... —niego con la cabeza, frustrada—. No hubiera reaccionado así. No hubiera sido simpática con él. Ni te hubiera exigido serlo a ti. Ni siquiera habría querido ir a cenar con él. Solo con tu madre, Robert y los demás.

Jared lo considera un momento, pensativo.

—Mamá tiene suerte de haber encontrado a Robert —dice finalmente.

—El otro día te vi mirándolos en la cena —comento suavemente—. No... no parecías muy contento.

Lo pienso un momento y supongo que es para acordarse. En cuanto lo hace, traga saliva.

—No es porque Robert no me guste —aclara.

—¿Entonces?

—Es que yo no...

Vuelve a quedarse en silencio, eligiendo las palabras.

—Es difícil de explicar.

—Creo que puedo intentar entenderlo, Jared.

—Lo sé, pero yo no... —se pasa una mano por la cara—. No tiene nada que ver con Robert. Estaba pensando en otra cosa.

—¿En qué?

—En... —duda de nuevo—. Yo no sé si ese es el futuro que quiero, Brooke.

Levanta la mirada hasta que choca con la mía y yo vacilo antes de hablar.

—¿Qué parte, exactamente? —pregunto con suavidad.

—La parte de tener hijos.

—Ya me dijiste que tener hijos no está en tus planes por ahora.

—No lo estará nunca —aclara.

Parpadeo, sorprendida ante la rotundidad con la que lo ha dicho.

—¿Por qué lo tienes tan claro?

—Porque no quiero que un niño pequeño tenga la misma enfermedad que yo por mi culpa.

Oh, mierda.

¿Cómo no he pensado en eso hasta ahora?

—No te voy a decir esto para que te lo replantees —murmuro—, pero que tú lo tengas no quiere decir que un hijo tuyo vaya a tenerlo sí o sí.

—Yo lo heredé.

—Y Cassie no.

—No es eso, Brooke. Cuando eres adulto es difícil, pero manejable. Siendo un niño... es una mierda. Especialmente si estás solo.

—Tú no estabas solo. Tu madre...

—Mi madre se pasaba el día trabajando y no recibía mucha ayuda de mi padre.

—Pero... no tendría por qué ser así en nuestro caso.

Aparta la mirada, claramente incómodo. Decido desviar el tema rápidamente. Ya tendremos tiempo de hablar de ello. O no. Tampoco es que haya prisa.

—Gracias por contármelo —murmuro.

Vuelve a mirarme, claramente más relajado. Es como si se hubiera quitado un peso de encima.

—Te aseguro que ya no me queda nada más por contar —bromea.

—Eso espero. Siempre pareces tener un misterio nuevo.

—Esta vez no —se lleva una mano al corazón para reafirmarlo.

—¿Seguro? ¿No tienes un hermano gemelo malvado?

Empieza a reírse y niega con la cabeza. En serio, creo que nunca me acostumbraré a lo guapo que es riéndose.

—Sería interesante, pero no.

—Menos mal. No podría manejar a dos como tú.

—¿Estás insinuando que soy complicado?

—Estoy insinuando que complicado se queda corto para ti.

Sonrío, divertida, pero la sonrisa se transforma en una mueca de sorpresa cuando, en un movimiento, me da la vuelta y me encuentro a mí misma de espaldas en el sofá con él encima.

—Me he cansado de hablar —me informa.

—¿Y qué tienes en mente, pervertido?

—Por ahora quitarnos la ropa. Después iré improvisando.

No puedo evitar soltar una risita idiota.

—Me gusta cómo improvisas.

Él me dedica una mirada que casi hace que se me caigan las bragas antes de separarse para sacarse la camiseta de un tirón. Sin decir nada más, me sujeta la cara con una mano y me besa en los labios.

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