Capítulo XX
Mini-maratón 2/2
XX - SONRISAS
Hace ya más de tres semanas desde esa primera noche y me gustaría poder decir, con todo mi orgullo intacto, que ya no me intimida nada o que no me pongo nerviosa a su alrededor, pero... sería una mentira demasiado grande.
Sigo sin tener muy claro qué quiere de mí, pero al menos ya es más comunicativo conmigo. Sigo sospechando que hay cosas que no me cuenta, aunque no es lo mismo que antes. Además, ahora viene a verme casi cada día o me invita a su casa, donde... ejem... he pasado más noches de las que me gustaría admitir. Y he querido pasar muchas otras más.
Ahora mismo estoy en la cama con Lexi. Ella pone una mueca al pasar las fotos de mi portátil. Ninguna parece gustarle del todo. Necesito que elija una por mí. Esta noche ya es la fecha límite del proyecto y sigo sin entregar nada. El profesor Adams quiere matarme mediante el abuso de correos electrónicos preguntándome, de forma muy educada, qué demonios hago con mi vida.
—¿Ninguna? —inquiero, jugando con el elfo danzarín. Le doy golpecitos en la cabeza y él da saltitos. Es más entretenido que mirar el móvil.
—Ninguna —suspira—. A ver, están bien, no me malinterpretes, pero... no son como... boom. ¿Me explico?
—Sí. Más o menos.
—Creo que deberías darle algo más que un paisaje esta vez si quieres conseguir ganar ese puesto en la galería. Sigo sin entender por qué es tan importante eso, por cierto.
—Solo es una foto en una galería, no me lanzará al estrellato —sonrío—. Pero... quiero poder presumir de que algo mío ha estado alguna vez en una galería de arte.
—Oye, ¿y esta?
Me asomo y paso la foto enseguida cuando veo que es la de Jared con la guitarra.
—No, esa no.
—¡Si es genial!
—Es una foto que tomé sin permiso, Lexi. Estoy casi segura de que es ilegal presentarla.
—¡Si es famoso! No tiene vida privada.
—Yo soy parte de su vida privada —le recuerdo.
—Por eso —vuelve a la foto—. A ver... ¿cómo se vuelve atrás y...?
—Lexi, para.
—Pero...
—He dicho que no. Le mandaré la de la playa.
Me pone mala cara, pero decide hacerme caso mientras llaman a la puerta y voy a abrir. Jared me dedica una sonrisa de lado al inclinarse hacia delante y besarme a modo de saludo.
—Hola, Lexi —le dice sin despegar los ojos de mí.
—Jed —ella suspira largamente y cierra el portátil—. Algún día superaré lo bueno que estás, espero.
La miro con los ojos muy abiertos y ella sonríe ampliamente, pasando por nuestro lado.
—En fin, os dejaré... mhm... solitos. Para que hagáis vuestras cositas.
Cuando cierra la puerta, voy directa a la cama, que se mueve con el peso de Jared.
—¿Qué hacíais? —pregunta con curiosidad, tumbándose a mi lado.
—Tengo que entregar el proyecto del que te hablé. Es para dentro de muy poco y como no empiece a mandar cosas, el profesor no... —me detengo cuando veo su sonrisita mientras hace rebotar la cabeza del elfo—. ¿Qué?
—No me acostumbro a estar con una estudiante —dice simplemente.
Define "estar", por favor, mi subconsciente lo necesita.
Joder si lo necesito.
—¿Tienes alguna elegida? —pregunta, mirándome.
—En realidad... a Lexi le gusta una, pero no la voy a subir ni nada.
Sus ojos se iluminan por la curiosidad cuando gira la pantalla hacia sí mismo. Estoy un poco nerviosa cuando ve la foto que le hice. Retocada y todo. La verdad es que espero una reacción bastante negativa, pero lo único que recibo es una mirada de reojo.
—Bueno, tienes futuro como paparazzi —murmura—. Ni me di cuenta.
—No la voy a subir a ningún lado —le aseguro enseguida, quitándola—. Es que...
—No tienes que darme explicaciones —empieza a reírse de mi nerviosismo.
Le doy un manotazo en el hombro, irritada. No sé si me gusta u odio que se ría tanto de mí.
—¿No crees que deberíamos llamarlo Rudolph? —pregunta, haciendo rebotar la cabecita del elfo—. Ya que tú no te dejas.
—No tiene la nariz roja —protesto.
—Ni tú los músculos de Rocky. Hay que tener cierta imaginación.
Deja al ahora bautizado como Rudolph en la mesita y se gira hacia mí.
—Bueno, hoy no puedo quedarme —me dice, mirándome—. Pero quería hablar contigo.
—Uh —levanto y bajo las cejas, divertida—. ¿Qué has hecho?
Noto sus ojos sobre mí cuando dejo el portátil a un lado y cruzo las piernas, mirándolo. Él sigue tumbado con los dedos en su nuca.
—¿Y bien? —pregunto al ver que no dice nada.
—Dentro de una semana nos vamos por dos meses —me dice—. Es más de medio verano.
—Sí, lo sé —no puedo fingir que me entusiasme mucho la idea. Aún así, me esfuerzo en bromear—. Espero que te portes bien, ¿eh?
—Mi agente de la condicional también.
Estaba inclinándome con una mano en su pecho, pero me detengo abruptamente, mirándolo. Sus ojos están clavados en mi expresión, atentos.
Durante un momento, solo lo miro fijamente.
—¿Qué?
Él me dedica una pequeña sonrisa. Yo vuelvo a balbucear algo que no entiendo ni yo misma, pero creo que es otro:
—¿Qué?
—Creo que nunca te había hablado de eso.
—Pues no. Creo que me acordaría —replico en voz baja, medio atontada.
Él se queda en silencio y me tomo un momento para buscar las palabras adecuadas.
—¿Has ido... has estado...?
—No, no fui. Por enajenación mental justificada. Por ser bipolar.
—P-pero... ¿qué...? ¿Qué hiciste?
Él suspira y aparta los ojos un breve momento.
—¿Recuerdas a Brent? ¿El del otro...?
—Lo recuerdo —le aseguro, con demasiada ansiedad por saber qué pasó.
—Bueno, él y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo. Éramos vecinos de pequeños. Y buenos amigos. Incluso sabe lo de mi enfermedad. Mi primer grupo de música fue con él. Pero tuvimos que separarnos cuando se cambió de instituto por un año. Al volver, yo estaba con otra gente y nos distanciamos mucho.
Eso sigue sin explicar mucho, pero trago saliva cuando él se tensa.
—No fue mucho más tarde cuando empezó la rivalidad entre nosotros —añade, mirándome—. Él siempre ha sido muy competitivo. No soportaba ver que mi banda tenía más éxito que la suya. Intentó sabotearnos por todos los medios posibles y lo ignoré todas y cada una de esas veces. Pero... entonces empezó a acercarse a mi hermana.
Oh, oh. Noto que se le tensan los músculos bajo la mano que tengo en su hombro. Me inclino un poco más cerca. Tiene el ceño ligeramente fruncido y me encuentro a mí misma deseando besarlo para borrar eso.
—¿A Cassie? —pregunto al ver que no sigue.
—Sí. Ella... es más pequeña que tú y yo. Solo tenía quince por aquel entonces. Y Brent tenía diecinueve. Sabía perfectamente lo que hacía con ella. Empezó a manipularla, a hacerle creer que estaba interesada en ella, que... bueno, ya puedes imaginártelo. Y, cuando supo que la tenía enredada, me amenazó con que le haría todo el daño posible si no dejaba la banda.
—¿En serio? —niego con la cabeza, incrédula.
—Te lo estoy resumiendo —me asegura—. Obviamente, intenté que Cassie entrara en razón. Se lo conté todo y ella intentó dejar a Brent al instante. Fue entonces cuando volvió a casa con un ojo morado y... bueno, no pude controlarlo.
Nos quedamos en silencio un momento. Sus músculos siguen tensos. Subo la mano a su cuello para intentar relajarlo, pero no creo que sirva de mucho ahora mismo.
—A veces, los episodios vienen porque sí —me explica lentamente—. Pero cuando vienen por un estímulo externo... son mucho peores. Mucho más incontrolables. Cuando tengo los ojos oscuros, me enfado con mucha facilidad. Y no sé controlarme. Especialmente con imbéciles como Brent. Fue tan intenso que ni siquiera lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es amanecer en una celda de la comisaría con sangre seca en la camiseta y sin un solo golpe.
Trago saliva. Intento no imaginarlo siendo violento con nadie, pero la imagen de Cris tensa porque Jared no se metiera en la pelea en el primer ensayo al que asistí no deja de repetirse en mi cabeza.
—¿Y qué...? ¿Qué le hiciste? —no puedo evitar preguntarlo.
—Puedes imaginarte lo que le hice. Pero lo peor fue abrirle la ceja contra un espejo. Sigue teniendo esa maldita cicatriz. Y se la enseña a todo el mundo. Supongo que te la enseñó.
—Sí —no tiene sentido mentir.
—¿Y qué pensaste?
Esbozo una pequeña sonrisa.
—Me pregunté qué te habría dicho para merecerse eso.
Él me observa unos segundos con una expresión que no entiendo hasta que vuelve a proseguir con la historia.
—La cosa es que iban a caerme dos años y medio por violencia y alteración pública. O eso creo. Dos años con buen comportamiento. Pero mi abogado centró la defensa en mi enfermedad y el juez me concedió la condicional. Por tres años.
—Tres años —repito—. ¿Cuánto hace de eso?
—Dos años.
¿Cassie solo tiene diecisiete años? Parece mucho mayor. Sigo notando su mano acariciándome la espalda mientras sigue explicándome lo que pasó.
—Entonces, solo te queda un año —le sonrío—. No es para tanto, ¿no?
—La condicional para mí consiste en no poder beber alcohol o drogas, estar fuera de casa después de cierta hora, meterme en conflictos de cualquier tipo... todo eso.
Así que por eso no bebe nada. Por eso Brent lo provocaba la noche de su concierto. Porque sabía que no podía defenderse. Menudo imbécil.
—Espera —lo miro—, ¿lo de la hora...?
—Mi agente es bastante flexible con eso —se encoge de hombros—. Cuando tengo conciertos me deja quedarme toda la noche fuera. Sabe que no la joderé. Aunque tiene que hacerme tres visitas semanales. Y no puedo faltar a ellas. Suele venir a la hora en que se supone que tengo que volver a casa. Para ver si me estoy tomando la medicación, voy a terapia y...
—¿Y te la tomas? ¿La medicación?
Él abre la boca, pero vuelve a cerrarla.
—Jared... —suspiro.
—Estoy mejor, no pasa nada.
—No creo que sea bueno para ti no...
—Brooke, me hace sentir como si estuviera muerto —me dice—. Es horrible.
Lo miro un momento antes de asentir con la cabeza.
—Vale, ¿por eso te ibas siempre? ¿Por eso Cassie se enfadaba tanto?
—Sí. Básicamente.
Vale, puedo llegar a entender por qué no me lo dijo. Trago saliva.
—¿Qué pasaría si... incumplieras algo de eso? —pregunto lentamente.
—Que me caerían los años que no he cumplido más los de incumplimiento de condicional —murmura—. Más de cinco años.
—¿Cinc...? —me quedo pasmada—. Ni se te ocurra incumplirla.
—No lo tenía pensado —empieza a reírse suavemente al ver mi cara de horror.
—¿Y puedes controlarlo todo... bien? ¿Sin la medicación?
—Sí —me asegura enseguida—. Y, si me altero, no viene mal tener a alguien al lado que me diga que me tranquilice.
—¿Tu madre o Cassie?
—O tú.
Estoy a punto de sonreír, pero no lo hago cuando veo la seriedad que ha usado. Y sé que me va a decir algo. Que es lo que ha querido decirme desde que ha llegado.
—¿Qué? —pregunto.
—Necesitamos una fotógrafa para lo que queda de gira —me dice en voz baja—. Y te he propuesto a ti.
Parpadeo varias veces, intentando centrarme. Él parece... ¿nervioso? ¿Lo he visto nervioso alguna vez? Si no recuerdo mal, me dijo que solo se ponía nervioso en pocas ocasiones. Trago saliva con fuerza antes de conseguir reaccionar.
—¿Yo?
—Sí, tú. Eres buena.
—P-pero... yo no... no soy una profesional, solo estoy estudiando, Jared. No...
—Eres buena —repite.
Lo miro un momento.
—¿Esto es porque soy buena o porque quieres que vaya contigo?
Sonríe como un angelito al instante, rodeándome con un brazo para atraerme.
—Un poco de ambas.
—Es decir, que soy una enchufada.
—No es eso, Brooke. ¿No necesitas acumular un cierto número de prácticas antes de terminar la carrera?
—Bueno... sí, pero... yo no... no sé ni si eso entra en la categoría de prácticas. Yo...
—Cris se encargará de que entre —me asegura enseguida—. Los gastos de estancia, comida y transporte corren de nuestra cuenta. Tú solo tienes que venir con nosotros.
—P-pero...
—Vas a estar de vacaciones, ¿no? Me dijiste que no sabías qué hacer. Ahora ya tienes para elegir.
Sigo mirándolo fijamente, como si no pudiera entender lo que me dice. Él frunce un poco el ceño.
—No estás obligada a decir que sí —añade suavemente.
—No, yo... —reacciono por fin—. Yo no... es decir...
Sonríe disimuladamente cuando ve que estoy entrando en cortocircuito.
—¿Estás seguro de esto? —pregunto, finalmente.
—Más que nada.
—Jared, yo... van a ser dos meses. Viéndonos cada día.
—No necesitas hacerlo más atractivo para que me guste la idea. Ya me gusta.
—¡Estoy hablando en serio! —me río cuando veo que se burla de mí.
—Y yo también —me sonríe—. Ven con nosotros. Conmigo.
Recorro su cara con los ojos en busca de cualquier señal de arrepentimiento, pero no la hay. Y mi corazón late a toda velocidad. Ya sabía lo que quería decir antes de que formulara la pregunta.
—Sí —murmuro.
Parece sinceramente sorprendido.
—¿Sí?
—Sí, iré contig... con vosotros. ¿Dónde vamos?
—Primero, a Los Ángeles.
—¡A Los Ángeles! —parpadeo varias veces—. Vale... wow. Vale.
Durante un momento, solo me mira fijamente.
—¿Qué? ¿Ya te arrepientes de habérmelo pedido? —pregunto, divertida.
Me quedo muy quieta de la impresión cuando se inclina hacia delante y aplasta sus labios sobre los míos con una inesperada intensidad, sujetándome la cabeza con una mano. Se separa antes de que pueda reaccionar.
—Mañana vendré a buscarte y te contaré todo con más detalle —vuelve a besarme, incorporándose—. Tengo que irme.
Niego con la cabeza cuando me sonríe por última vez antes de mirar la hora, soltar una palabrota y salir casi corriendo de mi habitación.
Me pregunto su habré tomado la decisión correcta.
***
Me ha sorprendido un poco que el profesor Adams me haya pedido que fuera a verlo a su despacho hoy. Admito que estoy un poco nerviosa al entrar. Se supone que ya estamos en vacaciones y hoy entregan las notas.
—Hola, Brooke —me saluda él jovialmente, como siempre.
—Profesor.
—Quería hablar contigo del proyecto —murmura, buscando en su ordenador—. La foto que me enviaste no estaba mal. Nada mal.
Parpadeo, un poco sorprendida.
—¿No?
—No. En absoluto. Captaste muy bien la esencia de lo que retratabas. Lo que no me quedó muy claro fue qué título querías ponerle. Como me mandaste la foto sin más...
¿Que yo...?
—Mira, aquí.
Me asomo, intrigada, y creo que el mundo se me cae encima cuando veo la foto de Jared con su guitarra. Abro la boca y vuelvo a cerrarla precipitadamente. Mierda. ¿Qué...?
Oh, no, Lexi.
Voy a matar a esa mujer.
—Es una muy buena foto. Se te da bien fotografiar a la gente. Deberías intentar centrarte en eso además de en los paisajes —me recomienda él—. ¿Cuál es el título?
Yo sigo lamentándome por dentro cuando me mira.
—¿Eh?
—El título, Brooke.
—Oh, yo no... no lo he pensado todavía —digo precipitadamente—. De hecho, ni siquiera era la foto que quería enviarle. La oficial es...
—Esta está bien —me corta—. Es perfecta. Justo lo que quería con esto, que te salieras un poco de tu zona de confort. ¿Dónde encontraste este modelo? No lo reconozco.
—No es... —se me tiñen las mejillas de rojo.
—Oh, ya veo —él sonríe, divertido—. Bueno, todo el artista necesita sus musas, supongo.
Oh, genial. Lo que me faltaba. Que mi profesor se ría de mi vida amorosa.
Él se inclina hacia delante y me indica todos los cambios que cree que son necesarios para que quede perfecta. Es la primera vez que me da menos de diez. Yo sigo lamentándome por dentro.
Y sigo haciéndolo cuando me plato delante de la habitación de Lexi y empiezo a aporrear su puerta. Ella estaba escuchando música, pero la para cuando escucho sus pasos acercándose. Me cruzo de brazos cuando nos miramos la una a la otra. Parece sorprendida.
—Ho...
—¡¿Se puede saber por qué le enviaste?!
—Solo es una foto —enseguida sabe a qué me refiero.
—¡¿Solo una foto?! ¡Es mi maldito trabajo final, Lexi!
—¡Si te hice un favor! ¿Estás enfadada porque le ha gustado al profesor?
Paso por su lado y entro, enfadada.
—¡No, estoy enfadada porque nunca consultas las cosas conmigo antes de hacerlas! ¡Es mi maldito trabajo final! ¡No voy a tener una segunda oportunidad de...!
Me corto a mí misma cuando escucho algo removiéndose a mi lado. Doy un salto del susto cuando veo que hay alguien en la cama. Alguien desnudo. Kevin. Abro los ojos como platos cuando lo veo sonriéndome.
—Hey, Brooke —me saluda con la cabeza.
Mi mirada va directamente a Lexi y me doy cuenta de que está en ropa interior. Vuelvo a Kevin y mi cara es del color de la sangre. Seguro que estoy incluso morada.
—Sí, Kevin ha pasado a visitarme —me dice ella, divertida.
—Puedes quedarte si quieres —me dice Kevin—. No me voy a quejar.
—¡Es mi mejor amiga! —le protesta Lexi.
—¡Por eso! Los amigos saben compartir.
Yo he aprovechado el momento de discusión para deslizarme hacia la puerta de nuevo. Y justo tengo que encontrarme de frente con Jared, que da vueltas a sus llaves entre sus dedos. Se detiene de golpe cuando ve mi cara, sorprendido.
—¿Qué? —pregunta.
Lexi asoma la cabeza enseguida.
—Hola, Jed —le sonríe ampliamente.
Jared parece completamente perdido. Vuelve a mirarme con confusión.
Sin embargo, toda confusión se aclara cuando Kevin aparece —sin ropa, importante— y se queda ahí de pie mirándonos.
—Oh, hola, Jed.
—Hazle un favor al mundo y tápate —Jared pone los ojos en blanco.
—No me avergüenza mi desnudez —él pone las manos en sus caderas—. De hecho, siempre me he sentido orgulloso de mi cuer...
—Que sí —Lexi lo mete de un empujón dentro de la habitación antes de mirarme—. Brookie, no te enfades mucho conmigo, ¿vale? Ya te lo compensaré.
Hace un ademán de cerrar la puerta cuando Jared se hace a un lado para darlos intimidad, pero se detiene y se acerca a mí.
—Oye, ¿puedo preguntarte algo? —sonríe, bajando la voz.
La miro con desconfianza.
—¿El qué?
—¿Quién la tiene más grande?
No me lo creo. Entrecierro los ojos.
—Espero que sea una broma.
—¡Tengo curiosidad!
—No te lo diré.
—Es decir, que Kevin.
—No —enarco una ceja.
Ella pone una mueca.
—Parece que mi ojo de halcón ha fallado esta vez —suspira y vuelve a hablar en voz alta—. En fin, me voy a follar. ¡Pasadlo bien!
Cierra la puerta y vuelvo a escuchar música. Sacudo la cabeza mientras me doy la vuelta hacia Jared, que parece demasiado divertido.
—A lo mejor nosotros podríamos hacer lo mismo —sugiere.
—Sí, ver a Kevin así me ha puesto a cien —murmuro.
Él se ríe suavemente.
—¿Estás lista?
Ay, mi maleta. Nos vamos mañana por la mañana. Asiento entusiasta con la cabeza. Él transporta mi tristemente pequeña maleta hacia el coche.
No sé cómo no me ha echado. He estado todo el camino quejándome de que todavía no me han dado las estúpidas notas. Él sonríe cuando me cabreo con el mundo. Debo ser graciosa y no lo sabía. Sigo quejándome cuando estoy sentada en su sofá, de brazos cruzados, refrescando la página una y otra vez.
—El tiempo no pasará más rápido porque hagas eso —me dice, dejándose caer a mi lado.
Hemos cenado ya —él ha cocinado, porque yo soy capaz de hacer que la casa arda si me acercaba a un horno— y sigo esperando que sean las once y me den las notas. Son las diez y cincuenta y ocho.
—No, pero calma mi ansiedad.
—Yo podría calmar tu ansiedad —enarca una ceja.
—¿Podrías tardar menos de dos minutos? —lo fulmino con la mirada.
Él sonríe.
—Menudo desperdicio.
—Entonces, silencio.
—¿Qué...? —intenta preguntar, divertido.
—¡SHT!
Levanta las manos en señal de rendición. Cincuenta y nueve. Mierda.
—¿Y si he suspendido? —lo miro, aterrada—. No me convalidarían la beca otro año.
—Brooke...
—Tendría que... trabajar muchísimo. No podría seguir estudiando. Oh, mierda.
—Brooke, escúchame...
—¡Mierda, no puedo dejar de estudiar! ¿Y si lo he suspendido todo?
—No has suspendido nada, relájate —sonríe, divertido, poniéndome una mano en la nuca.
—¡El examen de Historia del arte fue horrible, Jared! Seguro que he suspendido eso. Seguro. Y no puedo...
—No has suspendido nada —repite.
—¿Y tú qué sabes?
—Te he visto estudiando tanto estas semanas que incluso yo me sé el temario —protesta—. Si has suspendido, voy a quemar la maldita facultad.
Lo miro un momento y sonrío, divertida.
—¿Y terminamos los dos en prisión como Bonnie y Clyde?
—Bonnie y Clyde no... —sacude la cabeza—. Da igual. No has suspendido nada, ¿vale? Ahora lo verás.
Mi cuerpo se relaja visiblemente, pero sigo mirando fijamente la pantalla. Él se desliza a mi lado y me pasa un brazo por encima de los hombros.
—Diez segundos —murmuro, sujetándole la muñeca que cuelga de mi hombro con un poco más de fuerza de la necesaria.
—Cualquiera diría que esperamos al despegue de un cohete —dice.
—Es peor todavía —digo en voz baja—. Mierda, cinco segundos.
—Brooke, lo has aprobado todo. Estoy seguro.
—¿Y si no?
—Si no, vamos a contratar un maldito hacker que cambie esa mierda. ¿Mejor?
—Sí, mejor.
Sonríe, divertido. Ya son las once. Como ve que no me muevo, estira el otro brazo y refresca él mismo la página. Durante un momento, me quedo mirándola fijamente y mi corazón me martillea el pecho. Él también se inclina para mirarlo. Reacciona antes que yo.
—Mírate, eres una cerebrito —murmura, divertido—. Un nueve de media.
—¿Eh? —no puedo creérmelo.
—Enhorabuena, Rocky, te lo mereces —murmura, besándome la cabeza.
Yo sigo demasiado ensimismada. Refresco la página para asegurarme de que no es un error y noto que se ríe suavemente.
—He aprobado —murmuro.
—Sí, eso parece.
—¡He aprobado! —no puedo evitarlo y salto sobre él, que tiene que sujetar el portátil para que no salga volando. Lo deja a un lado, riendo, mientras yo lo rodeo de brazos y piernas—. ¡No me lo creo!
—Pues créetelo —me devuelve el abrazo, divertido—. Lo raro hubiera sido que no aprobaras.
—Nunca había sacado tan buenas notas —me separo para mirarlo—. Incluso puedo aplicar una beca nueva el año que viene. Podría tener más dinero. ¡Podría dejar el trabajo!
Él sonríe cuando ve mi entusiasmo, quitándome un mechón de pelo de la mejilla.
—¿No quieres avisar a nadie?
—¡Liam y Lexi no van a creérselo! —alcanzo mi móvil sin moverme de encima de él—. Y Sam y Riley... Sam es de esas personas que siempre están diciéndote que no lo estás haciendo lo suficientemente bien, ¿sabes? El muy... en fin, da igual. Mira, les mandaré un mensaje a todos... ahí está.
—¿No le dirás nada a tus padres?
Mi sonrisa se congela un momento y tardo otro en levantar la cabeza y mirarlo.
—Yo... no, no creo.
Me observa en silencio. La curiosidad brillando en sus ojos, pero no insiste.
—Deberíamos celebrarlo —sonrío—. Aunque sea sin alcohol. Con agua. Un brindis con agua.
—¿Eso no da mala suerte?
—Entonces, no. Que dentro de unos días tenemos que coger un avión.
—No me digas que ahora tienes miedo a los aviones —sonríe.
—No me dan miedo los aviones —protesto—. Pero la perspectiva de caerme de uno sí.
—Bueno, eso es comprensible.
—¿Cuántas horas de vuelo son?
—¿A Los Ángeles? Solo dos —sonríe—. ¿Por qué estás tan emocionada?
—¿No lo estás tú? ¡Vamos a ir a Los Ángeles!
—He ido como cuatro veces. No es para tanto.
Pongo los ojos en blanco y hago un ademán de ponerme de pie, pero me retiene con ambos brazos y vuelve sentarme en su regazo, dándole la espalda.
—¿Dónde vas? —bromea, acomodándose conmigo encima.
—Eres un aguafiestas —lo miro por encima del hombro.
—Aguafiestas —repite, negando con la cabeza—. Eso me lo decía mi abuela, ¿sabes? Deberías modernizarte un poco.
—Deberías modernizarte un poco —intento retorcerme para salir de su abrazo.
—Espera, ¿no íbamos a celebrarlo?
—¡Eso intento!
—Ven aquí. Ya lo celebro yo.
Frunzo el ceño cuando tira de mí hasta dejar mi espalda pegada a su pecho. Antes de poder reaccionar, me sujeta la cara con una mano y me besa como si hubiera estado esperando años para hacerlo. Dejo de forcejear al instante con ambas manos en el brazo que sigue rodeándome y me relajo en su regazo.
—Eso está mejor —murmura, sonriéndome.
Intento decir algo, pero vuelve a inclinarse hacia delante y me atrapa en labio inferior entre los suyos. Cierro los ojos irremediablemente cuando empieza a acariciarme el estómago con las puntas de los dedos. Aprieto las rodillas sin querer cuando mete la mano bajo mi camiseta de manga corta y noto su piel contra la mía. Está áspera y eso solo lo hace mejor. Mi espalda se arquea porque sé que no llevo sujetador y él también. En cuanto atrapa uno de mis pechos con la mano, aprieto más las rodillas.
Él debe notarlo, porque engancha mis piernas con las suyas y las separa. Agarra la piel sensible de la punta con dos dedos y hago un ademán de volver a cerrarlas, pero las tiene bien sujetas.
Arqueo la espalda para ayudarlo cuando tira de mi camiseta hacia arriba, dejándome sin parte de arriba. Su otra mano abandona mi cara y va a atacar mi otro pecho. Ya lo siento dolorosos y pesados, necesitados de cariños que sé que él sabe darles. Me retuerzo un poco cuando noto sus labios en mi cuello y sigue pellizcándome, masajeándome y acariciándome. ¿Cómo puede dársele tan bien solo hacer eso? Prefiero no saberlo.
Ya no puedo más. Estoy demasiado acalorada. Le engancho una mano con la mía y se la bajo por mi estómago. Noto su sonrisa en mi cuello cuando baja ambas al botón de mi pantalón corto y lo deshace lentamente. Levanto las caderas y me sorprende un poco ver que me deja las bragas puestas cuando se libra de ellos.
—Interesante elección —murmura, divertido, dándole un ligero tirón a la tela roja con lunares azules, amarillos y morados.
—Si no te gustan, siempre puedes quitarlas de tu vista.
Empieza a reírse suavemente y yo le sonrío, mirándolo por encima del hombro. Sin embargo, la sonrisa desaparece cuando me saca un jadeo. Ha puesto una mano entera en mi entrepierna. Intento cerrar las rodillas por impulso cuando me besa el cuello y el hombro, pero él las abre más, obligándome a hacer lo mismo. Echo la cabeza hacia atrás cuando mueve la palma de su mano contra mis bragas mientras la otra sube a mi pecho otra vez.
Ya estoy perdida y solo hemos empezado. Cierro los ojos cuando pasa la mano con más fuerza. Lo peor es que solo necesita eso para que me sienta demasiado acelerada. Muevo la cadera para que vaya más deprisa, pero no lo hace. De hecho, cuando nota que me estoy moviendo, me empuja un poco por la espalda y deja de tocarme.
Me giro, indignada, pero veo que solo se está quitando la camiseta. La deja a un lado y me entran ganas de acariciarlo, pero me mantiene de espaldas, desabrochándose el cinturón. Lo ayudo a quitarse los pantalones y vuelve a sentarme. Él sí va desnudo. Y yo sigo llevando mis estúpidas bragas. Intento quitármelas y me detiene.
—Ve despacio —me dice con una sonrisa malvada.
Me da igual. No me las quito, pero me muevo hasta que me quedo sentada encima de su erección. Noto que me aprieta las caderas cuando me froto lentamente contra él, mirándolo por encima del hombro. Niega con la cabeza, pero se le han dilatado las pupilas. Vuelvo a hacerlo y sus dedos se aprietan. Tengo las bragas empapadas cuando vuelvo a hacer lo mismo. Ya no puedo más. Lo hago con más rapidez. Mi ritmo cardíaco aumenta. Mi calor corporal se dispara. Él agarra mis bragas con un puño y tira ligeramente de ellas, apretándome la entrepierna con la tela y haciendo que suelte un jadeo muy impropio de mí.
—No tienes ni idea de lo preciosa que estás —murmura, inclinándose hacia delante y besándome la nuca.
Ojalá yo pudiera hablar. Ahora mismo, solo puedo sentir. Sentir que estoy a punto. Me sujeto a sus manos en mis caderas porque me da miedo caerme hacia delante cuando empiezo a notar que un zumbido surgido de la parte baja de mi abdomen me recorre el cuerpo entero. Jared me sujeta con un brazo mientras vibro en su regazo y, antes de poder reaccionar, me da la vuelta para sentarme de cara a él. Me quita las bragas de un tirón
¡Yuju!
Me sujeta la cabeza con una mano y me da una beso que me deja mareada mientras me levanta las caderas y me coloca justo donde me quiere. Me siento encima de él y suelta todo el aire de sus pulmones, apoyando la frente en la mía. Hundo las manos en su pelo al empezar a moverme. Sigo besándolo notando que el placer me invade y él me sujeta de la parte baja de la espalda, ayudándome. Echo la cabeza hacia atrás cuando baja la cabeza y empieza a torturarme los pechos con la boca. Oh, está cerca. Puedo notarlo. Aumento el ritmo. Me duele el estómago de la anticipación. Jared clava los dedos en mi culo cuando nota que yo también estoy cerca y se mete un pezón en la boca.
Entonces, ya no puedo más y exploto. Le sujeto del hombro con tanta fuerza que, por un momento, creo que le estoy haciendo daño. Pero ahora mismo no puedo pensar en eso. Solo en la increíblemente agradable sensación de correrme para él. Aprieto las piernas en su cintura cuando se pone de pie. Todavía sigue dentro de mí y yo sigo vibrando. No sé ni dónde me lleva. No me importa.
Entonces, mi espalda choca con algo suave. Su cama. Él se tumba encima de mí y clava un codo el colchón, volviendo a marcar el ritmo. No me puedo creer que vuelva a estar a punto. Él hunde la cara en mi cuello y los dedos en mi cintura mientras yo le acaricio toda la piel que puedo encontrar y le beso los hombros y el pecho. Mi abdomen vuelve a empezar a vibrar y sé lo que se viene. Cierro los ojos y aprieto aún más las piernas a su alrededor.
Y, unos minutos más tarde, dejo de temblar cuando él aprieta las sábanas en un puño, clavando su frente en mi hombro. Hundo las manos en su pelo y le beso la cabeza cuando noto que también ha terminado y los músculos de su espalda se contraen al respirar con dificultad.
Me sorprende un poco ver que tarda unos segundos en levantar la cabeza. De hecho, yo sigo acariciándole la espalda y la nuca y él sigue sin moverse. No me quejo. Deja caer un poco más su peso sobre mí y suspira pesadamente contra mi cuello.
Justo cuando me pregunto qué le pasa, levanta la cabeza y me mira, distrayéndome. Dios, ¿por qué tiene que ser tan guapo? Incluso duele. Especialmente cuando está despeinado y le brillan los ojos como ahora.
—No ha sido una mala celebración —murmura, enarcando una ceja.
—¿Qué...? Ah, sí, las notas.
—¿Ah, si, las notas? —repite—. Si no recuerdo mal, hace un rato te preocupaban un poco más que eso.
—Me has distraído —protesto.
Y, lejos de arrepentirse, me dedica una sonrisa radiante.
***
Después de ducharme y volver a vestirme, voy al salón. Jared está mirando su móvil mientras toma un sorbo de un café.
—Buenos días, Rocky —murmura, sin necesidad de levantar la cabeza.
—Buenos días —sonrío, acercándome a invadir su nevera en busca de algo que comer—. ¿Cuándo nos vamos?
—¿Tanta prisa tienes? —sonríe de lado, mirándome.
—¿Tú qué crees?
—Creo que deberías asegurarte de que has metido todo lo que necesitas en tu maleta.
—Sí, papá —pongo los ojos en blanco.
Enarca una ceja y, aunque parece divertido, suspiro pesadamente y vuelvo a cerrar la nevera, yendo a por mi maleta.
Tardo unos minutos en revisar que lo tengo todo. Llaman a la puerta cuando ya la estoy cerrando y escucho la voz de Cassie. Parece enfadada. Me pongo de pie, sorprendida, cuando aparece por el salón. Pero ella no se ha dado cuenta de mi presencia.
—¡No puedes irte así como así! —le espeta a Jared, que la mira con mala cara—. ¡Podría darte otro episodio!
—Estoy bien.
—Oh, sí, tú siempre estás bien.
—Me llevo lo que necesito —él frunce el ceño.
—¡Vamos, Jed, te conozco, seguro que no te tomas ni la mitad de lo que deberías...!
Cassie se detiene cuando se da la vuelta y me ve con una maleta.
—Brooke me lo recordará —le dice Jared, tan tranquilo.
—Hey —la saludo, un poco incómoda.
—Oh —parece reaccionar por fin—. Pensé que... bueno, menos mal. Es decir... menos mal.
—¿Menos mal? —Jared le pone mala cara—. ¿Tan poco crees en mí?
—¿Hace falta que te responda?
—Tú no te rías de mí —me protesta Jared al ver mi sonrisa.
—Entonces, ¿irás con él? —Cassie lo ignora y se acerca a mí.
—Sí, claro. Soy la fotógrafa oficial.
—No te haces una idea de lo que me calma eso —me asegura en voz baja—. Él va a intentar no tomarse su medicación. Tienes que obligarlo, ¿vale?
—Pero...
—No importa lo que te diga. Va a necesitarlo. Tiene que tomarla. Sé que tú podrás convencerlo.
Parece tan preocupada que asiento con la cabeza.
—Sí, vale —le digo.
—Gracias, Brooke —me da un abrazo.
—No la agobies —le grita Jared desde la cocina.
Cassie se separa de mí, poniendo los ojos en blanco.
—Tienes mi número, ¿no?
—Sí, no te preocupes.
—No es eso. Es... bueno, si alguna vez necesitas hablar con alguien... ya sabes.
Le sonrío, agradecida, pero dejo de hacerlo cuando Jared aparece.
—Nos esperan abajo —anuncia, metiéndose el móvil en el bolsillo.
—¿Ya? ¡Si ni me he maquillado!
—Vas perfecta. Venga, vamos.
Se acerca a Cassie y le dedica una sonrisa antes de agarrar mi maleta y deslizarla hacia la puerta, donde está la suya. Cassie suspira. Supongo que no será de lo que dan abrazos porque sí.
—Pasadlo bien —nos dice cuando me acerco a Jared—. Y portaos bien.
—Lo mismo te digo —Jared le sonríe, divertido, sosteniéndome la puerta.
En cuanto salimos de su casa, ya puedo notar los nervios aumentando por la anticipación del viaje.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro