Capítulo XV
XV - COMPLICADO
Hecho.
Mierda.
¿Hecho?
No, no, no.
¡No, no, NO!
¡MIERDA!
¿¡CÓMO SE BORRA ESTO?
Vale, no me arrepentiré mañana. Me arrepiento ahora.
¿Qué acabo de hacer? A lo mejor me lo imaginado, ¿no? Sí, seguro que me he equivocado y se lo he mandado a Liam o a alguien así. Alguien que no me haga sentirme como si hubiera lanzado mi poco orgullo por el retrete que tengo al lado.
Abro los mensajes y... sí. Se lo he mandado a él. El móvil se me cae de la impresión y casi me caigo de cara al suelo al agacharme a recogerlo por la borrachera que sigo llevando encima. Una chica se acerca y lo levanta para mí.
Por su cara, sé que lo que me va a preguntar. Y ya es la segunda en cinco minutos. Debo tener un aspecto horrible.
—¿Estás bien?
—Bueno, acabo de perder la poca dignidad que le quedaba a mi triste existencia. Pero tranquila, se me pasará en cinco minutos.
Mi voz suena arrastrada y rara. Ella pone una mueca al tenderme el móvil.
—¿Se puede borrar un mensaje enviado? —pregunto.
—No que yo sepa —pone una mueca—. ¿Has mandado un mensaje a tu ex, cariño?
—Algo así, pero me consuela un poco que todavía no lo haya... —murmuro, mirando el mensaje—. Oh, no... lo acaba de ver.
Ella me da una palmadita en la espalda.
—Buena suerte.
Y me vuelve a dejar sola. Al menos, Jared lo ha visto y no me ha dicho nada. No sé si eso me alivia o me enfurece. ¿Es que le da igual? Será capullo. Más le vale contestar. O no. Mejor que no conteste. ¿O si? ¿Quiero que conteste? No, pero sí.
Madre mía, chica, relájate.
Dejo el móvil en la encimera y me paso un poco de agua fría por la cara. Estoy medio muerta. Llevo dinero para el taxi, ¿no? Espero que sí, porque no tengo esperanzas de largarme de aquí con Lexi. Estoy enfadada con ella. Y con todo el mundo. Solo quiero irme a casa. Y apagar el móvil antes de hacer alguna otra tontería.
Doy un respingo cuando mi móvil empieza a sonar, martilleándome la cabeza.
Jared me está llamando.
Y NO estoy ilusionada. Para nada.
¡Ajá! ¡Así que, al final, sí que va a contestar! Pues que le den. Es mi turno de mandarlo a la mierda.
Esbozo una sonrisa maligna y le cuelgo.
Ya he vuelto otra vez a los diez años.
Bueno, ahora mismo me da igual.
Toma esa, idiota.
Eso está mejor.
Vuelve a llamarme casi al instante y vuelvo a colgarle. Mi sonrisa se amplía. Agarro el móvil y me lo meto en el bolsillo. Ha llegado el momento de mi huida a casa. Me quedo mirando la pista de baile y pongo una mueca al tener que meterme entre la gente. Estoy tan mareada que estoy a punto de caerme varias veces. De hecho, tengo la impresión de que alguien ha tenido que sujetarme en algún momento para que no me matara por el camino. Espero que no me hayan robado nada. Las luces parpadean y tintinean a mi alrededor y casi consiguen desorientarme.
Pero lo logro. Llego tambaleante a la puerta principal y me sujeto al marco de esta para salir. El de seguridad y algunos de la cola me miran de reojo al arrastrar los pies hacia la acera. Cuando consigo llegar a ella, no puedo más y me dejo caer sentada en ella, suspirando. Mi cabeza da vueltas. Mi móvil sigue vibrando. Lo agarro y mis cejas se disparan hacia arriba cuando apenas puedo leer nada.
Un momento, ¿son las tres y media de la mañana? ¿He tardado diez minutos en llegar hasta aquí? Ni me había dado cuenta.
Bueno, la cosa es que tengo dos mensajes y cinco llamadas perdidas. Y todas de la misma persona. No sé si eso me gusta o me disgusta. De todos modos, tardo un minuto más en conseguir enfocar las letras y poder leer nada.
Jared: Responde. Ahora.
Ha tardado tres minutos y tres llamadas más en enviarme el segundo.
Jared: ¡Brooke! ¡Contesta de una maldita vez!
Me entra la risa tonta al imaginármelo chillando como un chiquillo irritado. Sin embargo, la risa se borra cuando veo que está volviendo a llamarme. Creo que no va a parar hasta que responda algo, así que descuelgo y me llevo el móvil a la oreja.
—¿Ahora quieres hablar? —pregunto directamente.
Hay un momento de silencio al otro lado de la línea. Ni siquiera lo oigo respirar. Miro la pantalla y veo que su nombre sigue ahí. Vale, sigue conmigo. Vuelvo a llevarme el móvil a la oreja, confusa.
—¿Se puede saber... qué coño estás haciendo? —me pregunta muy lentamente.
Oh, oh. Palabrotas. ¿Alguna vez las había usado conmigo? Creo que no. Aunque, ahora mismo, apenas me acuerdo ni de cómo me llamo.
—Ahora mismo, estar sentada —sonrío.
—Brooke... —advierte.
—Estoy pasándomelo bien —frunzo el ceño e intento recuperar mi pequeña dignidad—. El mensaje... eh... la foto... no era para ti. Era para... mhm... Liam.
—¿Estás sola?
—¿Me has oído? Que no era par...
—¿Estás sola o no? —me interrumpe bruscamente.
Pongo los ojos en blanco y miro a mi alrededor.
—Estaba con Lexi —me encojo de hombros, como si pudiera verme.
—¿Dónde está Lexi ahora? ¿No está contigo?
—¿Y a ti qué te importa?
—¿Puedes, simplemente, responderme de una vez?
—No, no está conmigo. Pesado.
—¿Y con quién estás? ¿Está sola?
—Es difícil estar sola en una discoteca, Jared.
Hay un momento de silencio.
—Estás borracha —espeta.
—No estoy borracha —protesto.
—¿Dónde estás exactamente?
Suelto una risita que estoy segura de que eso hará que él se enfade aún más. Mejor. Que se joda.
—No estoy contigo, eso está claro.
—Brooke, te aseguro que ahora mismo no estoy de humor para esto.
—Uy, alguien se ha enfadado —me burlo.
—Dime ahora mismo dónde estás.
—No.
—¡Brooke, no...!
Y le cuelgo.
Ahí, viviendo al límite.
Durante un momento, me quedo mirando el móvil con cara de triunfo. Las pequeñas victorias de mi vida. Llega otro mensaje suyo. O espero que sea suyo, porque lo borro sin mirarlo. Miro la carretera en busca de un taxi que pasa mientras él me llama y sigo colgándole. ¿Por qué no hay ninguno?
Resoplo de nuevo, pero me detengo cuando recibo otro mensaje.
Jared: RESPONDE AL PUTO MÓVIL. AHORA.
Me siento como si realmente me lo hubiera gritado. Vale. Está muy enfadado.
Doy un respingo cuando mi móvil vuelve a sonar. Cuelgo, de nuevo con el ceño fruncido. ¡Le he dicho que la foto no era para él! ¿No debería dejarme en paz?
Sin embargo, no pasan dos segundos antes de que él vuelva a llamarme. Al final, decido responder otra vez, frustrada.
—¡¿Puedes dejar de llamarme como un loco?!
—¿Sigues en la discoteca? —me ignora.
Parpadeo, confusa. ¿Le he dicho yo que estuviera ahí? ¿Lo he hecho y no me acuerdo? Ni siquiera recuerdo cómo he llegado a la acera.
—¿Sí o no, Brooke? —insiste.
—Mhm... —miro hacia atrás, hacia el cartel. Sí. Es una discoteca—. Sí, pero, ¿cómo...?
—No te muevas.
Y me cuelga.
Me quedo mirando el móvil un momento, enfadada. Marco su número con el ceño profundamente fruncido.
—¿Qué? —me responde al primer tono.
—¡Aquí soy yo la que cuelga el móvil antes! —le espeto—. ¿Te enteras?
Hay un momento de silencio. Casi puedo ver que ha enarcado una ceja.
—¿En serio?
—¡Muy en serio, estúpido Jared!
Y cuelgo, orgullosa de mí misma. Esbozo una sonrisita cuando guardo mi móvil en el bolsillo, poniéndome de pie. Tengo que pillar un taxi. ¿He llegado a mirar si llevaba dinero encima? Creo que no. Estoy tambaleándome en mi lugar cuando noto que alguien se me acerca por detrás. Son Brent y Danny. Quizá mi sonrisa hubiera desaparecido de no haber sido porque ahora mismo no soy consciente de nada. Ni siquiera de mis señales de alarma.
—¿Qué haces aquí, Brooke? —me pregunta Brent.
—Espero un... eh... taxi —señalo torpemente la carretera—. Bueno, lo busco.
—¿Ya te vas? —pregunta Danny.
Estoy tan borracha que me da igual cuando Danny me pone una mano en el hombro.
—He bebido demasiado —murmuro con voz arrastrada.
—¿Has bebido demasiado? —repite Brent con una sonrisa—. Nunca es demasiado, ¿verdad, Danny?
Miro a Danny. Él me sonríe sin que la sonrisa llegue a sus ojos.
—Nosotros invitamos —añade él.
—No hace falta —me encojo de hombros—. Quiero irme a casa.
—¿A dormir?
—Sí. Tengo sueño.
—¿No tenemos una cama de sobra en el hotel, Brent?
Brent me mira y ladea la cabeza, sonriente.
—Sí, es verdad. Podrías subir y dormir ahí.
—Si estás tan cansada, será lo mejor —añade Danny.
Los miro, confusa.
—No sé...
—Vamos, ¿no te fías de nosotros?
—Somos tus amigos —sonríe Danny.
—¿Ah... sí? —pregunto, un poco perdida.
—Sí, además, ¿cuál es la alternat...?
Se interrumpe a sí mismo cuando veo que una mano se estruja en el pecho de Danny, agarrándolo de la camiseta con un puño y haciéndolo retroceder varios pasos sin soltarlo. No sé si estoy más mareada o pasmada al ver a Jared, que sigue sin soltarlo.
—Aparta la puta mano de ella —le advierte en voz baja.
Creo que, si me hubiera mirado así a mí, hubiera salido corriendo. Sin embargo, Danny se limita a alisarse la camiseta con mala cara mientras Jared se da la vuelta y viene hacia mí. El pecho le sube y le baja rápidamente cuando me ve y aprieta los labios. Sin embargo, no puedo fijarme mucho porque me engancha el brazo con una mano y empieza a arrastrarme con él, lejos de esos dos.
—Mira quién se ha apuntado a la fiesta —veo que Brent sonríe a su espalda—. Oye, solo estábamos hablando con Brooke. No hace falta ponerse así.
Jared, a mi lado, se detiene sin soltarme el brazo. Les está dando la espalda, pero veo que le late un músculo de la mandíbula. Aunque tiene el otro puño apretado, el que rodea mi brazo está sorprendentemente suave.
—Sí, hablábamos de que tenemos una cama disponible en el hotel —sigue Danny—. A lo mejor, Brooke prefiere quedarse con nosotros antes de venir contigo.
Los miro sin entender qué hacen. ¿No ven que lo están provocando? Pero, ¿qué digo? Claro que lo ven. Por eso no se callan, ¿no?
Observo a Jared de reojo. Él sigue sin moverse. Tiene los ojos clavados en el frente y sigue igual de tenso, pero no se mueve. Y me da la sensación de que lo que le apetece es girarse y partirles la cara.
—A lo mejor, incluso tú puedes quedarte —añadió Brent—. Quizá te haga una firma en el cuello... como la que lleva tu novia.
Jared no se mueve. Por un momento, veo que se le crispa un músculo del cuello y me da la impresión de que va a darse la vuelta. Pero no lo hace. En lugar de eso, empieza a avanzar de nuevo, ignorándolos. Tengo que sujetarme a su brazo para no caerme porque, a la velocidad que va apenas puedo seguirlo. Voy demasiado borracha.
—¿Ya os vais? ¿Tan pronto? —escucho las risas de Brent y Danny.
Él las ignora por completo y veo que ha dejado el coche mal aparcado al otro lado de la carretera. Me cuesta seguirlo al cruzarla. Ahora mismo, mis piernas no es que estén muy coordinadas. Alguien se acerca a pedirle un autógrafo y lo ignora de malas maneras. Yo estoy tan sorprendida que no me resisto hasta que llegamos a la puerta del copiloto y veo que él hace un ademán de sujetarme de la cintura para que suba. Doy un paso atrás y tiro de mi brazo. Su primer instinto es bajarlo hasta mi muñeca para sujetarme mejor.
—No quiero ir contigo —mascullo, tirando inútilmente.
Me encojo un poco sobre mí misma cuando me mira fijamente a modo de advertencia. Nunca había visto a alguien tan furioso. Y lo peor es que no dice nada. Solo necesita una mirada para confirmarlo.
—Brooke, te aseguro que no quiero pagar esto contigo —me dice en voz baja—, así que sube al puto coche. Ahora.
Lo miro un momento, muda. Entonces, sin saber muy bien por qué, obedezco y me siento en el lugar del copiloto. Él me cierra la puerta y veo que se detiene un momento para mirar a Brent y Danny, que siguen sonriendo. Jared aprieta los dientes con fuerza y da la vuelta al coche, subiéndose a su asiento. Lo miro de reojo cuando sujeta el volante con ambas manos y cierra los ojos. Le tiemblan los dedos.
—Yo... —empiezo.
—Ahora no —me corta bruscamente.
Me callo, mirándolo de reojo. Él sigue con los ojos cerrados cuando respira hondo dos veces. Después los abre y traga saliva. Parece más relajado, pero sigue dando miedo. Se gira hacia mí y tengo que hacer un esfuerzo para no moverme cuando se acerca, inclinándose para agarrar mi cinturón y ponérmelo. Me fijo en que tiene mucho cuidado en no tocarme. Y yo se lo facilito porque no me muevo ni un centímetro.
Cuando termina, se gira hacia delante y arranca sin mirarme, todavía con cada músculo de su cuerpo tenso. Aparto la mirada y trago saliva.
Hay silencio absoluto el resto del viaje. Y, sinceramente, hubiera podido secuestrarme y no me habría enterado porque estaba muy ocupada mirándome las manos y evitando sus ojos. Pero se limita a llevarme a mi residencia. Me quedo mirando mi edificio cuando detiene el coche. En menos de diez segundos, abre la puerta y yo me quito el cinturón torpemente, bajando del coche como puedo. Ojalá ahora mismo no estuviera tan patosa, pero no puedo evitarlo. Realmente, he bebido demasiado.
Él se queda de pie delante de mí, me sujeta con un brazo y se agacha para recoger mi chaqueta. No recordaba haberla soltado. ¡No me acordaba ni de haberla estado transportando de un lado a otro! Madre mía, se me va la cabeza.
Me agarra de la nuca con sorprendente suavidad mientras su otra mano se cierra en un puño entorno a mi pobre chaqueta, a la que le pongo una mueca de misericordia. Tiene los nudillos blancos cuando tira de mí hacia la residencia. Me siento como una niña pequeña.
Se detiene delante de mi puerta y mete la mano en el bolsillo de mis pantalones sin siquiera preguntar. En serio, ¿ni siquiera ahora puede mi cuerpo dejar de reaccionar a su contacto? Es inútil, se me acelera el pulso. Y no se lo merece. No me muevo mientras mete la llave en la cerradura y abre la puerta con un poco más de fuerza de la necesaria. El silencio es tenso y horrible. Y ha sido así desde que hemos abandonado la discoteca.
En cuanto entro, cierra la puerta y lo oigo moverse por detrás de mí. Retuerzo los dedos, nerviosa sin saber muy bien por qué.
—La foto no era para ti, ¿sabes? —repito.
Hay un momento de silencio. Lo miro por encima del hombro. Estaba metiendo mi chaqueta en mi armario. Él se gira hacia mí con mala cara y clava los ojos un poco más abajo. Sigo su mirada y veo mi camiseta. Con el logo de las serpientes esas. O lo que sean.
—¿Puedes quitarte eso? —pregunta en voz baja, apretando los diente de nuevo.
Miro mi camiseta y tiro un poco del borde de esta, dudando. Yo también quiero quitármela. Si no, no lo haría. No es porque él me lo esté pidiendo, ¿vale? Es porque quiero yo.
Creo que se impacienta cuando ve que no consigo quitármela porque estoy a punto de perder el equilibrio y se acerca a mí. Noto que Jared tira de la tela hacia arriba, sacándomela por la cabeza.
Ojalá esto de quitarme la ropa hubiera sido en una situación muy distinta.
Él aprieta los labios cuando la hace una bola y la lanza al otro lado de la habitación. Me pongo irremediablemente roja cuando se me queda mirando. Y eso que llevo la camiseta sin mangas debajo.
—Oye, la foto...
—Brooke, deja de decirme que no era para mí —me dice, irritado—. Ven aquí. Voy a quitarte esa mierda del cuello.
Ni siquiera espera una respuesta. Tira de mí hacia el cuarto de baño y cuando estamos en él, me agarra de la cintura y me sienta en la encimera. Yo estoy demasiado borracha y cansada para protestar, así que me limito a frotarme los ojos. Tiene todos los músculos tensos. Especialmente la mandíbula.
—No... —lo detengo cuando veo que se agacha para buscar algo—. Usa eso.
Enarca una ceja cuando ve que señalo las toallitas desmaquillantes.
—¿Eso?
—Sí. Están para... mhm... estas cosas.
—¿Para quitarte la firma de un imbécil del cuello?
—Entre otras cosas, sí.
¿Por qué estamos teniendo una maldita conversación sobre desmaquillantes?
—Como quieras —murmura.
Me aparta las rodillas y para acercarse a mí. Incluso en una situación así, hace que me revoloteen mariposas por el estómago. Ladeo el cuello sin decir nada y noto que me pasa la toallita húmeda por la piel.
Ni siquiera me había dado cuenta de que Brent había tirado tanto de la camiseta para hacer su firma. Danny me tenía distraída sujetándome la cara. La estúpida firma empieza en la mitad de mi cuello y termina en el borde del sujetador. Veo que los labios de Jared van apretándose más a medida que va bajando hasta llegar al final.
Cuando termina, me quita el maquillaje de los ojos, haciendo que los cierre. Lo miro de reojo al terminar, pero no me devuelve la mirada. Está ocupado frunciéndole el ceño a mi cuello. Después, lanza lo que ha usado a la basura como si le asqueara. Trago saliva cuando sale del cuarto de baño sin mirarme.
Bueno, con suerte se habrá ido cuando salga de aquí.
Aunque una parte ridícula de mí sigue queriendo que se quede. Aun después de todo lo que me ha dicho hace unas horas.
No sé qué hacer, así que salgo yo también y lo encuentro mirando por la ventana y dándome la espalda. Está muy tenso. Y yo sigo muy borracha, así que me acerco a mi cama y me dejo caer de espaldas en ella, suspirando. Uf, mi cabeza da vueltas...
Sigue sin decir nada y yo ya no puedo soportarlo más, así que me incorporo hasta quedarme sentada y lo miro.
—Oye, yo...
—¿Qué hacías en esa discoteca? —me corta.
Parpadeo, sorprendida e irritada a la vez.
—No he hecho nada malo.
Se gira hacia mí de golpe, furioso. Yo hubiera dado un paso hacia atrás de no haber estado sentada ya en la cama.
—¿Has ido a su concierto?
—Sí —frunzo el ceño—. Porque quería acompañar a mi amiga.
—Esta tarde no querías ir —me recuerda, mirándome fijamente.
—Bueno, he cambiado de opinión. Seguro que me entiendes. Tú también cambias de opinión muy a menudo, ¿no?
Me da igual sonar a patética. Honestamente, solo quiero que se sienta mal por lo que ha hecho. Aunque no tenga derecho a sentirme así porque, técnicamente, no éramos nada. Ahora mismo, todo me da igual.
Especialmente cuando su ceño fruncido se profundiza.
—¿Por eso has ido, Brooke? ¿Porque te dije que no quería seguir con esto?
—Sí, y porque últimamente tengo diez años mentales —murmuro, negando con la cabeza.
Él deja de fruncir el ceño, pero no despega sus ojos de mí cuando yo los clavo en él.
—¿Has visto lo de la revista? ¿Lo del beso?
—Sí —ni siquiera tiene que pensárselo.
—¿Cuántas veces te habían pillado besándote con una chica en público?
Él aprieta los labios.
—Ninguna.
—Entonces, ¿es por eso? ¿Por lo que te has... pensado todo esto mejor?
—No.
Esbozo una sonrisa irónica y tardo unos segundos en volver a hablar.
—¿Qué haces aquí, Jared? —pregunto, agotada.
Él parece momentáneamente confuso, dando un paso hacia mí.
—¿Qué quieres decir?
—Oh, sabes lo que quiero decir. Hace unas horas has venido a decirme que no ibas a volver. Que solo me querías para echar un polvo y que no querías ser nada serio para mí. Y, ahora, empiezas a llamarme como un loco porque te mando un maldita foto con la camiseta de otra banda.
Jared se queda en silencio, mirándome. Esta vez, no parece confuso, pero tampoco dice nada.
—Y, si solo querías echar un polvo, ¿por qué has estado viniendo por tanto tiempo? ¿Por qué no lo hiciste la noche... yo qué sé... del concierto? Lo habría aceptado encantada, te lo aseguro. Pero no, tú tuviste que decir que no e irte. Y volver. Y hacer lo mismo una, y otra, y otra vez...
¿Por qué no dice nada? Solo hace que me irrite más. Me pongo de pie, acercándome.
—¿No hubiera sido más fácil hacerlo en cuanto pudiste? Quizá yo no me hubiera olvidado de ti en unas horas, pero tú, definitivamente, te habrías olvidado de mí. Y en menos tiempo. No sería todo tan jodidamente complicado. Si no querías una niña que te persiguiera, hubiera sido lo fácil. Pero no, tenías que llevarme con tu banda a... a dos conciertos. A tus ensayos. A... ¡a tu maldita casa! ¡Dos veces! ¡Y tenías que esperar a que te dijera que me gustas para mandarme a la mierda!
Él sigue mirándome fijamente sin ningún tipo de expresión. No entiendo nada. Me detengo delante de él.
—¿No vas a decir nada? —pregunto en voz baja.
—No sé qué quieres que te diga —habla, finalmente.
—No quiero que me digas nada en concreto, Jared —suspiro—. Solo... quiero entenderlo.
—No hay nada que entender.
—¿Sabes? Cada vez que dices eso de que no hay nada que entender, que no pasa nada, de que todo está bien, de que... todo son imaginaciones mías... me da la sensación de que es una maldita mentira.
De nuevo, no dice nada. Eso me frustra todavía más y lo empujo por el pecho. Él da un paso hacia atrás, aunque dudo muchísimo que haya sido por mi empujón. Ahora mismo, con esta borrachera, no podría empujar ni a una almohada.
Y... oh, no. Se me forma un nudo con la garganta. Oh, no. No quiero llorar. Pero dudo que pueda evitarlo.
Adiós, dignidad. Ha sido un placer pasar estos años a tu lado.
—¿Se puede saber por qué has venido? —espeto, notando que los ojos se me llenan de lágrimas.
Hace un ademán de decir algo, pero vuelvo a empujarlo para detenerlo. Sus labios se aprietan cuando ve que estoy llorando. Dios mío, de verdad que no me creo que esté llorando delante de alguien. Hacía años que no lo hacía.
—¿Te lo has pasado bien con esto? —le pregunto, enfadada—. ¿Te lo has pasado bien jugando conmigo?
—No quiero jugar contigo, Brooke.
—¡Sí, sí quieres! ¡Todo el mundo me mira como si fuera una idiota más que se ha dejado engañar por el... típico famoso mujeriego! ¡Y lo peor es que lo soy! ¡No es que se lo imaginen! ¡Es que yo también me siento así! ¡Incluso mi mejor amigo lo ha dicho! ¡Soy una idiota que se ha creído que... que algo de esto iría a alguna parte! ¡Que valía algo para ti!
—Deja de decir eso —frunce el ceño.
—¿O qué? —agarro la camiseta arrugada de la otra banda que él había dejado en el suelo y se la tiro a la cara, pero la atrapa fácilmente—. ¿Vas a dejarme? ¿Eh?
Al menos, tiene la decencia de apartar la mirada.
—Eres un egoísta —le digo—. Si lo que querías era un jodido polvo, podrías haberlo hecho muchísimo antes. No espera a que yo.. a que... a nada de lo demás. No debiste haber seguido con este maldito juego.
—He sido egoísta en muchos momentos de mi vida, Brooke, pero te aseguro que no contigo.
Él lanza la camiseta a un lado con los labios todavía apretados. Yo niego con la cabeza, enfadada.
—¡Sí lo has sido, Jared!
Se acerca, esta vez también irritado.
—Si hubiera sido egoísta contigo, Brooke, seguiría viniendo a verte.
—¿Qué...? —estoy demasiado borracha, cansada y confusa para esto—. ¿Qué se supone que significa eso, Jared?
—¡Que he visto lo que sucede cuando alguien como yo empieza a salir con alguien como tú!
Hay momento de silencio. Nos miramos el uno al otro.
—¿Alguien como yo? —repito, perpleja.
—Sí, Brooke, alguien que no pertenece a toda esta mierda.
—¿A qué mierda? ¿De qué hablas?
—De... —parece que va a decir algo, pero se detiene y niega con la cabeza—. Mira, tienes razón, no debí haber venido tantas veces. Lo siento.
—¿Que lo sientes? —repito, perpleja—. ¡Yo sí que lo siento!
—Brooke...
—Si tanto lo sientes, ¿por qué seguiste apareciendo por aquí?
—¡Porque no podía evitarlo!
—¿No podías evitar salir con alguien como yo? ¿Que no pertenece a tu mundillo de... de música... y exceso... y todo eso que...?
—Esto no es por ti, Brooke —replica lentamente.
—Oh, no es por mí, ¿es por ti?
—Sí, es por mí.
—¿Y por qué es?
Ya sé que va a negar con la cabeza antes de que lo haga. Suspiro largamente.
—No lo entenderías.
—¡No te has molestado en decírmelo nunca!
—Ni lo haré.
Cierro los ojos un momento, frustrada.
—Entonces, ¿por qué demonios estás aquí? ¡Podrías haber ignorado el maldito mensaje y los dos seguiríamos igual de felices, cada uno en su lugar, sin vernos!
Me dedica una mirada furibunda.
—¿Felices? ¿Te crees que me hubiera ido a dormir muy felizmente sabiendo que estabas jodidamente sola por una discoteca cualquiera con esos idiotas, completamente borracha?
—¡Pues sí, Jared! ¡No soy tu problema! ¡No debí haberte enviado la maldita foto, lo siento, pero...!
—¡Sí, sí debiste enviármela! —me corta bruscamente—. ¡Porque, al parecer, tu amiga estaba demasiado ocupada como para preocuparse por ti!
—Oh, ¿y tú te preocupas por mí? —suelto una risa irónica.
Hay una pausa en la que me mira, perplejo. Le sostengo la mirada por más de cinco segundos por primera vez desde que nos conocemos, cruzándome de brazos. Sin embargo, mi repentina valentía desaparece cuando acorta la distancia entre nosotros y me sujeta de las mejillas.
—¿Qué demonios te crees que hago aquí? ¿Por qué te crees que he venido, Brooke? —me pregunta, irritado—. ¿Te crees que hubiera venido por cualquier otra persona?
Me quito sus manos de las mejillas y él aprieta los labios.
—¡Pues no lo sé, porque ahora me dices que te preocupas por mí y en media hora me dirás que me vaya a la mierda y que no necesitas una niña persiguiéndote!
Él me mira un momento y parece que va a decir algo pero, como siempre, se calla justo a tiempo y se da la vuelta, pasándose una mano por el pelo. Me quedo mirándole la espalda y me vuelven a entrar ganas de llorar.
—No tienes ninguna responsabilidad conmigo —le digo lentamente—. Si quieres irte, vete.
Él esboza media sonrisa sin un ápice del alegría al darse la vuelta.
—Ojalá fuera así de sencillo.
—Las cosas son sencillas, eres tú quien las complica.
Me mira durante un momento con expresión casi... dolida.
—Brooke, ojalá... —suspira y niega con la cabeza—. Debería irme.
No sé si reír o llorar. No puedo ni moverme. Y él sigue aquí, mirándome.
—Entonces, vete —murmuro, agotada.
—No me iré hasta saber que estás bien.
—Estoy bien —lo miro, abatida—. ¿Es lo que quieres oir? Ya puedes irte y seguir con tu vida. Tranquilo, no volveré a molestarte.
Él se acerca a mí y casi me da un infarto cuando me sujeta de la nuca para que lo mire. Debería volver a apartarme. Debería... pero no lo hago. Soy así de genial.
—No es... tan fácil.
—Sí lo es.
Ya está. Todo o nada. Estoy harta de esto.
Quito su mano de mi nuca, pero él me sujeta la muñeca cuando intento apartarme. Después de unos segundos, desisto y dejo que me la sujete.
—Puedes elegir —le digo.
—¿Elegir el qué, Brooke?
Trago saliva porque no sé ni cómo empezar a formular esto. Solo sé que, si no lo hago ahora, me arrepentiré. Y si lo hago, también. Es como si, haga lo que haga, ya hubiera perdido. Porque perdí en el momento en que me vio por primera vez. Y, aún así, sigo intentándolo.
Respiro hondo y le devuelvo la mirada.
—Puedes quedarte conmigo. Dormir aquí. Conmigo. E intentarlo —hago una pausa con un nudo en la garganta y señalo la puerta—. O puedes irte. Pero, si te vas, no voy a volver a intentar hablar contigo. Nunca.
Silencio.
Un silencio muy denso. Tanto que me duele el pecho. Pero, entonces, extiende la mano y estoy a punto de llorar, pero me contengo. Me toma suavemente la cara, soltándome la muñeca y la levanta para mirarla mejor. No sé leer su expresión, pero mi corazón se ha disparado.
Él se inclina hacia delante y me sorprendo cuando noto que me da un beso en la frente. Sus labios me rozan la piel y su aliento contrasta lo fríos que están. Me estremezco cuando hunde la nariz en mi pelo.
Estoy a punto de devolverle el abrazo pero, entonces, suspira contra mi pelo. Me mira como si quisiera decirme algo cuando pasa un dedo por mi mandíbula, mandándome escalofríos por todo el cuerpo. Detiene su pulgar en mi labio inferior y se queda mirándolo unos segundos. Mi cuerpo entero ya está agitado.
Sin embargo, él levanta los ojos y los clava en mí, vacíos y algo tristes.
—Ha sido un placer conocerte, Brooke.
Mi alma cae a mis pies cuando se separa de mí y me acaricia el cuello al soltarme.
Estoy tan sorprendida que no puedo decir nada cuando se separa de mí y se marcha sin mirar atrás.
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