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Capítulo XLI

Penúltimo capítulo :D


XLI - MUY TARDE

Jared

—¡Jed!

Parpadeo varias veces para volver a centrarme. ¿Qué...? Ah, sí. Ally. Me está frunciendo el ceño.

—¿Qué? —me recuesto mejor en el asiento de la limusina.

—Que si quieres venir a celebrar que el concierto ha sido un éxito —Hunter sonríe ampliamente y empieza a rebuscar más alcohol en la mini-nevera—. ¿Quién demonios me ha quitado la ginebra?

Kevin la esconde enseguida detrás de una de las chicas que lo acompañan. Me da la sensación de que cada noche tiene una más. Hoy son tres. Aunque una de ellas ha empezado a pasar de él y a mandar sonrisitas a Hunter. Él no parece darse cuenta. Su principal preocupación es la bebida.

—No me apetece —murmuro.

—Oh, vamos, Jed.

—Estoy cansado.

—Siempre está cansado —Kevin empieza a reírse—. Es como un abuelo. Tú, ve a despertarlo.

La chica no parece muy ofendida con que se haya dirigido a ella de esa forma. Pongo una mueca cuando la rubia se acerca y se sienta a mi lado, acariciándome la rodilla con la mano. 

Oh, no. Esto no. Me aparto y ella frunce el ceño, ofendida.

—No molestéis a Jed —protesta Ally—. Si está cansado, no tiene por qué venir. A mí tampoco me apetece esta noche.

—Bueno, parece que ya tenemos a dos abuelos —Kevin empieza a reírse, pero deja de hacerlo al verme apartarme de su rubia—. ¡No seas así! La pobre chica está intentando ser simpática.

Pero ¿esta chica no capta las señales de incomodidad ajena? Se lanza literalmente sobre mí y me envuelve el brazo con ambas manos, tirando de mí hacia ella. Kevin se ríe a carcajadas mientras yo me mantengo en mi lugar, tenso. Solo hay una persona en el mundo que me gusta que me toque, y te aseguro que no es la desconocida que acaba de presentarme Kevin.

Doy gracias a quien sea que escuche cuando Bruce detiene el coche en el hotel. Me zafo del agarre y escucho a la chica protestar, pero la verdad es que me da igual.

Ally es la única que me sigue al hotel, donde veo que Cris se pasea por la recepción con el móvil en la mano. Nos echa una ojeada y, cuando ve que estamos bien, sigue gritando por teléfono. Como de costumbre.

Cuando entro en el ascensor, me apoyo con un hombro en el espejo mientras Ally pulsa el botón del piso de nuestra suite. El silencio reina entre nosotros durante unos segundos, hasta que ella suspira.

—Sé que no debería meterme —empieza—, pero... quizá... mhm... ¿no crees que ya va siendo hora de pasar página?

Oh, genial. Lo que me faltaba. Una charla sobre esto.

—Tienes razón, no deberías meterte —le digo sin mirarla.

—Oh, vamos, Jed. Solo me preocupo por ti. Eres como mi hermanito.

—Soy mayor que tú, ¿sabes?

—Pero eres un inmaduro emocional, afróntalo.

Esbozo media sonrisa, aunque la verdad es que tampoco estoy muy alegre. Solo quiero meterme en la cama y dormirme de una vez, aunque incluso dormir es difícil sin ella. Últimamente, todos los días son un suplicio en el que solo quiero meterme en la cama para que se acaben. 

He intentado no decírselo al idiota de Pearson para que no me hable de lo bonita que es la vida y de que debería aprovecharla. Qué asco.

Ally ladea la cabeza en mi dirección.

—Cortasteis hace dos meses —insiste—. Vale que quieras guardarle el luto a tu relación, pero...

—No —la detengo, mirándola—, no quiero tener esta conversación.

—¿Estás seguro? A mí me ayuda hablar de...

—Ally...

—Vale —suspira—. Bueno, pero... si cambias de opinión, ya sabes dónde puedes encontrarme. 

Me da un ligero apretón en el hombro antes de girarse y salir del ascensor.


Brooke

¡Mierda! Ya llego tarde.

Me apresuro a meterlo todo en la mochila y en el proceso casi se me cae Betty II. Menos mal que la atrapo con la mano libre justo a tiempo. Creo que suelto tal suspiro de alivio que tiembla el edificio entero. Si llega a caerse, me muero con ella. Con lo que debió valerle a Jar...

No. Ahora no.

Cuando por fin lo tengo todo metido en su lugar, me cuelgo la mochila y voy directa a la puerta. Voy tan rápido que casi choco con la bolsa llena de grasa que alguien sostiene delante de mi cara. ¿Qué...?

Ladeo la cabeza y veo que Lexi tiene una sonrisa inocente mientras sigue sosteniendo la bolsa con comida basura.

—Es la comida de la paz —sonríe como un angelito—. Son hamburguesas. Justo como a ti te gustan. Sin queso, con lechuga y con...

Pongo una mueca y ella deja de sonreír, confusa.

—¿Sigues enfadada conmigo? —baja la bolsa, desilusionada.

—No, no es eso... mira, es que tengo mi primer trabajo y como no me dé prisa, llegaré tarde.

—¿Si te llevo en coche seremos amigas del alma otra vez?

—Amiguísimas del alma —le aseguro.

—¿Y si el coche es de Liam? Es que está abajo. El plan era comernos esto en un autocine y...

—¡Vamos, date prisa!

Liam está mirando su móvil con toda la tranquilidad del mundo cuando me subo a su lado, dejando todo delante de mí. Lexi se desliza en la parte de atrás, asomándose entre nuestros dos asientos.

—Eh... hola —me dice Liam, sorprendido—. ¿Para qué te traes la cámara? ¿No íbamos al autocine?

—No. Vamos a una boda —lo corrijo.

Ellos dos intercambian una mirada confusa y le sacudo el hombro a Liam como una histérica.

—¡Venga!

—¡Vale, vale! —se apresura a arrancar—. ¿Dónde vamos?

Le enseño la dirección en el móvil y él pone una mueca.

—¿Una boda playera? No voy vestido adecuadamente para...

—¡Que arranques!

Él me pone mala cara, pero arranca.

—Solo te perdono que me hables así porque eres mi amor platónico, Brookie.

Quizá en otro momento le habría sonreído, pero ahora mismo solo puedo intentar configurar la cámara a toda velocidad. Es media hora de camino hacia el pueblo ese, pero me parece que el camino se me hará muy corto y no tendré tiempo para hacer nada. Suelto una palabrota cuando se me cae la tapa de la lente en el suelo y tengo que rebuscarla entre los asientos. Liam intenta no reírse con todas sus fuerzas. Lexi le da un manotazo antes de centrarse en mí.

—Sé que no es el mejor momento, pero... ¿puedo preguntar por qué llegas tarde?

—Me he dormido —mascullo.

Porque duermo fatal desde que dejé al chico del que sigo estúpidamente enamorada. 

—Sí, todavía tienes la forma de las teclas del portátil en la mejilla —Liam se burla, pinchándomela—. Eres muy tierna, Brookie-tookie.

Te aseguro que ahora mismo no me siento tierna. Solo un ogro. Me miro a mí misma en el espejito e intento arreglar el desastre de pelo que tengo. El maquillaje ya no va a poder solucionarse. Menos mal que yo no saldré en las fotos.

Estoy hecha un manojo de nervios cuando Liam entra en el pueblo y empieza a dirigirse a la boda. Ya tengo la cámara colgando del cuello. Al menos, no llegaré tarde. Solo espero que las fotos estén bien.

—¿Es eso? —pregunta Lexi con la nariz pegada a la ventana.

Los tres nos quedamos en silencio cuando vemos que un aparcamiento está completamente reservado y dos hombres que parecen guardaespaldas vigilan quién entra y quién no. Trago saliva.

—Sí, es eso —vale, tengo miedo.

—¿Por qué hay seguridad? —pregunta ella con una mueca—. ¿Son mafiosos o algo así?

—No —suspiro—. Creo que el marido es famoso.

—¿Famoso? —a Lexi se le agudiza la voz—. ¡Qué guay, me haré una foto con él!

—¿Qué? ¡No! —le aseguro enseguida—. Vosotros os quedáis fuera.

Liam espera tras un coche cuyo conductor habla con los guardaespaldas tenebrosos y me mira con una mueca de disgusto.

—¿Por qué no?

—¡Yo quiero entrar! —insiste Lexi.

—¡Que no! ¡Solo soy la fotógrafa, no puedo colar a la gente en la boda de...!

Liam me interrumpe al avanzar hacia los guardaespaldas, que nos miran con desconfianza.

—¿Nombre? —pregunta directamente uno de ellos.

—Brooke —me asomo y le doy la tarjetita—. Soy la fotógrafa.

Él la revisa concienzudamente antes de volver a mirarme. Lo hace unas cuantas veces. Y empiezo a pensar que quizá nos hemos equivocado de lugar cuando, de pronto, sonríe ampliamente.

—Oye, tú eres la novia del chico de la guitarra, ¿no? Del de la banda esa. ¡De Jed!

No puede ser.

Liam y Lexi intercambian una mirada mientras yo me debato entre de ponerme roja o echarme a llorar. Por favor, que no me hable de Jared. Y menos ahora.

—Sí —decido que es mejor no darle más importancia y me estiro para quitarle la tarjetita de invitada.

—¿Puedes decirle que soy un gran fan? Voy a ir a su próximo concierto.

—Eso es genial —Liam le sonríe, divertido.

—Bueno, podéis pasar. Dejad el coche en el fondo. A la derecha.

En cuanto arranca, pongo los ojos en blanco y me giro hacia delante. ¿Por qué tengo que seguir siendo reconocida por ser la novia de Jared? Seguro que a él no le pasa. Es como si me obligaran a pensar en él cuando es lo último que quiero ahora mismo.

En medio de esa pequeña crisis, me otorgo un momento a mí misma para preguntarme si él habrá pensado en mí en algún momento de estos dos meses.

Bueno, no es el momento.

Liam deja el coche donde le han indicado y yo bajo de un salto, apresurándome a ir hacia el lugar de la ceremonia, que supongo que estará en la zona de playa del hotel. Apenas he dado dos pasos cuando escucho a los dos pesados siguiéndome. Me giro indignada para decirles que no pueden entrar, pero me detengo cuando escucho unos tacones acercándose.

—¿Brooke? —la chica me señala con una ceja enarcada.

—Sí —sonrío, un poco incómoda por tener a las dos grullas detrás—. Espero no haber llegado muy tarde.

—¡No, llegas muy bien! La novia todavía se está preparando. Soy Shanon. Su hermana. Hablamos por teléf...

Ella se detiene al girarse y ver a Lexi y Liam con sonrisas de angelitos. Los tres contrastamos dramáticamente con nuestra ropa informal junto a ella, que va vestida de dama de honor.

—¿Son tus ayudantes? —pregunta, extrañada.

—N-no... Son dos amigos que me han traído, pero ya se iban.

—Oh, no hace falta —ella sonríe ampliamente—. Hay comida de sobra. Ven, te enseñaré el altar.

Les pongo mala cara a esos dos, que parecen encantados.

La zona donde están los invitados y el arco nupcial está en la arena, y el caminito está hecho de pétalos de flores. Pongo una mueca al pensar que yo probablemente nunca tendré una boda así. Bueno, nunca tendré una boda, en general.

Shanon me explica un poco toda la zona en la que tendré que hacer fotos y luego se excusa y dice que va a ver, y cito textualmente, qué demonios hace la pesada de su hermana.

Como Liam y Lexi han desaparecido, me quedo de pie junto a la mesa de aperitivos y finjo tocar la cámara para tener algo que hacer en lo que llega la novia. Es verdad que está tardando un poco. Espero que no se vaya corriendo. Sería un curioso desenlace para mi primer trabajo.

Justo lo estoy pensando cuando se me acerca otra de las damas de honor con un bebé en brazos que no deja de tirarle del pelo y retorcerse para alejarse de ella. La pobre parece estar a punto de llorar de frustración mientras otra dama de honor se ríe sin mucho disimulo de ella y se aleja.

Me arrepiento de mirarla cuando levanta la mirada y se encuentra con la mía. 

—¿Por qué se me dan tan mal los niños? —me pregunta lastimeramente.

Abro la boca y vuelvo a cerrarla, sin saber qué decir. Ella suelta un gruñido de protesta cuando el niño le da otro tirón en el pelo y se retuerce en sus brazos.

—¡Jay, estate quieto de una vez, pequeño diablillo! —le dice, frustrada—. ¿Se puede saber qué te he hecho para caerte mal? Tía Naya no te va a dar ni un regalito cuando seas mayor. Soy muy rencorosa, enano.

Suelta un suspiro y, para mi horror, sostiene el niño hacia mí.

—¿Se te dan bien los niños?

—Eh...

—Genial. Sujétamelo. Llevo haciéndome pis desde hace media hora.

—P-pero... yo nunca...

Sostengo al niño lejos de mí, horrorizada. En mi vida he sujetado a un crío. Y él deja de retorcerse en cuanto lo sostengo. Me mira fijamente y esboza una sonrisita. Sonrío un poco, incómoda. Él empieza a mover los bracitos para acercarse a mí. Oh, no.

Capto algo por el rabillo del ojo y casi lloro de la alegría cuando veo que el novio se ha acercado a la mesa de aperitivos y está arrasando con ellos. Tiene la boca tan llena de comida que dudo que pueda respirar.

—Eh... ¿esto es tuyo? —intento bromear, señalando el niño con la cabeza.

Él levanta la cabeza y mira a su hijo. Suspira.

—¿Por qué demonios tarda tanto? —me pregunta, ignorando lo que le he preguntado yo—. ¿Crees que se ha ido corriendo? Yo creo que no. Pero, ¿y si lo ha hecho? Es decir... tiene antecedentes.

—Eh... —no sé qué decir.

—Si lo ha hecho, esta vez no se lo perdono —me asegura, volviendo a llenarse la boca con rabia y haciendo que sea difícil entenderlo—. Bueno, vale, ¿a quién quiero engañar? Probablemente sí la perdone si lo hace. ¡Pero va a tener que esforzarse mucho! Y comprarse mucha lencería.

Y, tal y como ha llegado, vuelve a irse y a dejarme sola con su hijo.

Esta gente es muy rara.

Menos mal que la dama de honor de antes vuelve a aparecer y se lleva al niño. No mucho después de eso, la música empieza a sonar y yo me apresuro a acercarme al altar para empezar las fotos en cuanto se acerque la novia.

Y así me paso el resto de la boda: haciendo fotos como una loca. Primero, a los novios en el altar. Y son preciosas. Han elegido un buen lugar. Luego, en el banquete, se las hago a los invitados. No es que haya muchos, pero todos —absolutamente todos— van de un lado a otro constantemente y es casi imposible hacer fotos decentes. Ya me estoy desesperando cuando la madre de la novia me hace un gesto y me dice que puedo hacer un descanso y comer algo porque seguro que estoy cansada.

La verdad es que no estoy muy cansada, pero me acerqué a la mesa de todas formas. Como estoy sola, aprovecho y me hincho a comida. Al menos, hasta que escucho a alguien carraspeando a mi lado. Me doy la vuelta, y veo que es uno de los invitados.

—¿Qué tal? —me sonríe ampliamente.

Trago enseguida y me apresuro a adoptar una postura más profesional al instante.

—¿Quieres que te haga una foto? —le pregunto enseguida.

—¿Eh? No —sacude la cabeza antes de volver a centrarse—. Es que te he visto muy solita y me he preguntado si querías compañía.

Oh, no.

Lo que me faltaba.

—Soy Mike —añade—. El hermano del novio. Y es rico. Si se muere, parte de esa riqueza será para mí. Y para cualquier chica afortunada que esté conmigo, espero.

Bueno, al menos es original.

—Lamento decirte que parece muy sano —digo, divertida.

—Bueno, siempre puedo matarlo —deshecha el tema de un gesto y se apoya en la mesa a mi lado—. ¿Cómo te llamas?

—Brooke.

—Brooke —repite, ladeando la cabeza—. ¿Y tienes novio, Brooke?

Estoy a punto de decir que no, pero luego recuerdo que está medio borracho e intentando ligar conmigo y cambio de opinión.

—Eh... sí.

A ver, el chico es guapo. De hecho, es muy guapo. Pero... el problema es que no puedo quitarme de la cabeza a otra persona. Y no quiero ligar con nadie ahora mismo. Ni siquiera con un chico obviamente guapo.

—¿Sí? —pone una mueca de disgusto, pero entonces se endereza—. Espera, tú me suenas.

Oh, no, por favor. Que no sea eso.

—¡Tú eres la novia de Jed!

Pues sí. Es eso.

Bueno, agradezco a la prensa que no se haya dado cuenta todavía de que hemos cortado.

—Sí —la palabra hace que se me forme un nudo en la garganta. Nunca creí que volvería a referirme a Jared como mi novio. Y... joder, es como si hubiera echado de menos hacerlo—. ¿Conoces a su banda?

—¡Pues claro! ¡Son mi referente! —sonríe ampliamente—. Es que yo también tengo una banda, ¿sabes? Soy el cantante. Y la primera vez que compuse una canción fue después de uno de sus conciertos. Me encantan. Especialmente él. Soy muy fan. Y mi hermano también. Creo que es de las pocas cosas que tenemos en común.

—Eso es genial —intento sonar tan natural como puedo, aunque esto me está destrozando por dentro. No soporto hablar de Jared sabiendo que no... que... bueno, eso.

—Oye, si te paso una de mis canciones, ¿podrías enseñársela? —pregunta enseguida—. Por si alguna vez quieren cambiar de cantante. Pero mejor no le digas que he intentado ligar contigo. Solo... dile que soy encantador, ¿eh? Y que tengo una voz muy melodiosa.

—Eh... no sé si...

—¡Genial, voy a por ella!

En cuanto se va corriendo, yo miro la playa en busca de una huída. Me la da la naturaleza cuando veo que se está poniendo en sol. Oh, esta es la hora perfecta. Mi favorita. Me giro en busca de los novios y me apresuro a acercarme a su mesa. Como no se dan cuenta de mi presencia, me aclaro la garganta.

—Hola —digo torpemente—. Espero que no sea un mal momento... Había pensado en hacer unas cuantas fotos más antes de que se pusiera del todo el sol. Podrían quedar bien.

La novia parece entusiasmada con la idea. Bien. Menos mal. La jefa está contenta.

Ella y el novio me siguen por la playa. He visto una zona en la que no se ven edificios detrás que supongo que será perfecta. Estoy pensando en ello cuando escucho la voz de la chica.

—¿Has hecho fotos en muchas bodas?

Oh, oh. Examen sorpresa.

—La verdad es que no —admito—. Es mi primera boda. Lo mío suelen ser los paisajes.

Y los chicos sexys y tatuados con guitarras.

—¿En serio? —parece sorprendida—. Mi hermana me dijo que trabajaste en una banda haciendo fotos a sus miembros.

Suspiro. 

¿Por qué es tan difícil olvidarme de ti, Jared?

Estúpido Jared.

Oh, echaba de menos mi mantra.

Estoy a punto de responder y me doy cuenta de que tengo un nudo en la garganta solo al pensar en él. Oh, no. No puedo ponerme a llorar ahora. Y menos delante de los novios. Cierro los ojos un momento.

La verdad es que ya llevo un buen rato sintiéndome a punto de llorar. Desde que he visto cómo se miraban ellos dos en el altar. Porque sé que nunca podré tener eso. Y porque no dejo de preguntarme si Jared alguna vez me ha mirado como mira este chico a su ahora mujer.

Y, bueno... ya he mentido respecto a esto. ¿Qué más da fingir por un rato que Jared y yo estamos bien? Que somos pareja. Que todo está bien. Que él dejó la banda y... todo está bien.

—Oh, bueno —esbozo una sonrisa demasiado triste como para que la considere sonrisa del todo—, eso fue... distinto. Mi novio estaba en la banda, así que me ofreció el trabajo... ya sabes. Es una larga historia.

Y triste.

—Oh, ¿es el chico tatuado de la foto de la guitarra?

Espera, ¿la ha visto? Me pongo nerviosa sin saber muy bien por qué. Sigo teniendo esa foto. Fui incapaz de venderla. Dudo que lo haga alguna vez. Aunque quizá sería lo mejor, teniendo en cuenta la situación actual.

—¿Desde cuando vas buscando fotos de chicos tatuados con guitarras? —escucho que masculla su recién estrenado marido.

—¡No la busqué! —pero se pone roja.

Vale. Efecto Jared. Conozco esa sensación. Mejor sacarla del apuro.

—¿La has visto? —fuerzo una sonrisa—. Es mi novio. El de la banda.

—Mi hermana me enseñó parte de tu trabajo para que decidiera si queríamos contratarte o no. Joder, tu novio parece muy...

...caliente. Y lo es, querida, lo es.

—Ejem, ejem —el chico se asoma y le entrecierra los ojos.

—...interesante —concluye ella.

Bien reconducido.

No puedo evitar reírme. Vale, me cae bien mi jefa.

—Te aseguro que lo es. Me llamo Brooke, por cierto. Es un placer.

—Jenna —dice alegremente—. Bueno, ¿dónde nos ponemos?

Les hago tantas fotos como puedo hasta que nos quedamos sin suficiente luz natural. Y hasta que aparecen los hermanos de la novia y la lanzan al mar, claro. Me alejo un poco para dejarles intimidad mientras ellos gritan y ríen en el agua, y Shanon no tarda en alcanzarme. Hablamos del pago y de las horas que he hecho y me despido de ella.

—¡Brookie-tookie!

¡Por fin! Lexi y Liam están en la entrada de la zona donde se ha servido el banquete. Niego con la cabeza cuando veo que siguen comiendo.

—¿Dónde os habíais metido? —protesto.

—Te hemos evitado para que no nos molestaras —explica Liam alegremente.

Niego con la cabeza y los tres vamos hacia el coche. Me dejo caer en el asiento del copiloto y suspiro pesadamente. No sé si este era el mejor momento de mi vida para ir a una boda. Ahora me siento más sola que nunca. Y echo de menos a Jared. Dios, lo echo tanto de menos que duele.

No debería haber hablado de él. Ha sido un error. He evitado hacerlo durante estos dos meses y ha funcionado, pero solo estaba rehuyendo la realidad. Y la realidad es que me entran ganas de llorar cada vez que pienso que no estamos juntos.

—Pues es verdad que en las bodas se liga —Lexi interrumpe mi deprimente hilo de pensamiento—. He conseguido el número de dos de los hermanos de la novia. Pero eran un poco raros, no se despegaban el uno del otro. ¿Crees que podría montarme un trío con ellos o sería muy raro?

Niego con la cabeza. Mejor que responda Liam, el gurú del sexo.

—Son hermanos —le dice, asqueado, saliendo del aparcamiento.

—Vale, es raro. Mejor uno tras otro. Luego podré comparar.

—Yo hubiera ligado con la novia si no fuera porque... bueno, porque se estaba casando —él pone una mueca—. Tenía buen culo. Lástima.

—Siempre te fijas en lo más importante —murmuro, medio divertida.

—Exacto —me sonríe—. ¿Y tú qué? Te he visto hablando con un chico.

—Solo me ha pedido fotos —miento. Hablar de lo que ha pasado con ese chico implicaría hablar de Jared. Y ahora mismo no quiero hacerlo.

Ellos cambian de tema rápidamente y yo apoyo la mejilla en la ventanilla. En cuanto llegamos a la residencia, Lexi y yo le damos un abrazo a Liam y subimos las escaleras. Cuando por fin estoy sola, me doy una ducha, me pongo un pijama y voy directa al escritorio. No puedo dormirme. Como siempre.

Me pongo a revisar las fotos y a eliminar las que no han quedado bien, retocando otras... el tiempo pasa y se hace tarde, pero sigo sin poder dormirme. Y eso que ya me escuecen los ojos de estar tanto tiempo mirando la pantalla del portátil en la oscuridad de mi habitación.

Me separo un poco y me apoyo en el respaldo de la silla. Al pasarme las manos por la cara, no puedo evitar soltar un suspiro lastimero. Estiro el cuello y, al mirar alrededor de mi habitación, mis ojos se clavan en la mesilla. 

No sé por qué no he quitado todavía a Rudolf, el estúpido muñequito que me regaló Jared. Quizá debí haberlo hecho en cuanto cortamos. Pero no lo hice. Y él sigue ahí, inocente y feliz, mientras que yo, al verlo, no puedo evitar que se me llenen los ojos de lágrimas.

¿Cómo puedo echarle tanto de menos? Es horrible. Es como si me faltara algo que no sé que es y, por tanto, no puedo recuperar. Y lo peor es saber que yo lo provoqué. Pero fue porque pensé que era lo mejor para los dos. ¿Y si tengo que pasar por esto en el futuro, cuando esté todavía más enamorada de él? Será peor. Sí, esto tiene que ser lo correcto.

Pero... ¿cómo puede ser lo correcto algo que me hace sentir tan miserable... tan vacía?

Suspiro por enésima vez y apoyo la frente en el escritorio, cerrando la tapa del portátil. No puedo seguir trabajando. No puedo seguir haciendo nada. Solo puedo pensar en él. Dios, lo que daría porque estuviera aquí, conmigo. Por volver atrás y fingir que no le dejé y que todo está bien. A no tener miedo constante a abrir el móvil y que Lexi me diga que la prensa le ha hecho fotos con otra chica. A no echarlo de menos.

Me pongo de pie y me paso las manos por el pelo. No puedo estar quieta. Vuelvo a mirar a Rudolf como si él tuviera las respuestas a todo. Me acerco a la cama y me dejo caer en ella, atrapándolo con la mano. Le doy un toquecito en la cabeza y ésta rebota felizmente. Aprieto los labios y me quedo mirando un momento a Rudolf.

Desvío un momento la mirada hacia un lado y veo que mi móvil está sobre mi almohada.

¿Quizá debería...?

Sacudo la cabeza.

Respiro hondo y vuelvo a mirar a Rudolf, cuya cabeza sigue rebotando. Se la detengo con un dedo y lo devuelvo a la mesita. Agarro el móvil y, tras dudarlo, lo dejo a su lado. Me meto en la cama y me hago un ovillo, dándole la espalda.

No puedo dormirme, claro. No dejo de pensar. En él. Y en si hice lo correcto. ¿Lo fue?

Puede que... no lo fuera.

Miro por encima de mi hombro. Si le llamara... ¿me respondería? Solo quiero oír su voz. No, lo necesito. Joder, ni siquiera yo sé hasta qué punto lo necesito. 

Aunque... quizá ahora ya no puedo hacerlo. Han pasado dos meses. No me debe nada. Al contrario.

No, no me respondería. No vale la pena.

Me acomodo mejor, pero apenas pasan dos segundos cuando suelto una maldición entre dientes.

Me doy la vuelta y agarro el móvil, marcando su número.


Jared

No me puedo dormir.

No importa lo mucho que lo intente. Desde que Brooke no está, dormirme es una maldita tortura. No lo consigo. Y, aunque Cris ha insinuado algo sobre medicarme para ayudarme a descansar, me he negado rotundamente. No voy a meterme más pastillas en el cuerpo. Bastante tengo con la maldita medicación, que me hace sentir como si estuviera muerto.

Aparto las sábanas y me pongo de pie. Miro el móvil y, como siempre, me pregunto qué estará haciendo. Si estará viendo una película en la cama, retocando fotos en la oscuridad o simplemente durmiendo. Sola.

Bueno, puede que no esté sola.

Cierro los ojos. No. No puedo imaginarme eso. Es demasiado doloroso. Ni siquiera me entra rabia al pensarlo. Solo dolor. Es horrible. No puedo imaginarla con otro. Solo no puedo.

Me pongo de pie y salgo de mi habitación. Es tarde, así que la suite está sumida en el silencio. De nuevo, Kevin se ha ido de fiesta. Se me ha hecho raro que Hunter no lo hiciera, pero hace una semana que se queda con nosotros en la suite. Y también hace una semana que escucho su puerta abriéndose y sus pasos hacia la habitación de Ally, justo cuando cree que yo estoy dormido. Tampoco es que me importe mucho que estén juntos. O que simplemente follen de vez en cuando. Sinceramente, ahora mismo me da igual todo.

Además, es obvio que a Ally le ha gustado Hunter durante mucho tiempo. El único que no lo había notado era él. Niego con la cabeza al pensarlo.

Escucho una risita de Ally y me acerco a la zona de la cocina, donde me lleno un vaso de agua. Necesito hacer algo, aunque no me apetece ir a correr —que suele ser mi alternativa para cansarme y dormir—. Estoy considerando otras opciones cuando la puerta de la suite se abre de golpe. Kevin entra tambaleándose y riendo. Dos chicas lo siguen entre risitas.

—Y esta es la suite —les explica él, completamente borracho—. ¿A que es genial? Es toda para mí.

—¿Y los demás miembros de la banda? —pregunta una.

—Oh, ellos tienen habitaciones normales. La estrella soy yo.

Pongo los ojos en blanco.

—Hola, Kev —lo saludo.

Él da un respingo y las dos chicas se giran hacia mí.

—¡Jed! —la que ha hablado irradia entusiasmo al veme—. ¡Oh, Dios, eres tú de verdad! ¡Qué fuerte!

—Sí, bueno, pero no hemos venido a ver a Jed —remarca Kev, que está molesto por no ser el foco de atención—. Oye, te tomo el coche prestado, ¿vale?

Dejo el vaso en la encimera y cruzo la suite con dos pasos, quitándole las llaves de la mano en cuanto las roba.

—De eso nada —murmuro—, ¿te has visto?

—Voy bien, no seas exagerado —empieza a reírse—. Vamos, les he prometido que iríamos a ver el cartelito ese de Hollywood —baja la voz—. Y a echar un polvo ahí, ya de paso.

—En mi coche, ¿no?

—¡Sí!

—No.

—Pero...

—No.

—Vamos, Jed. No seas aburrido.

—No vas a echar un polvo en mi coche.

—Si hubieras echado alguno y supieras lo genial que es, me dejarías.

Oh, lo hice. Solo pensar en Brooke hace que algo se retuerza en mi interior. Cierro los ojos un momento, intentando alejarla de mis pensamientos. Es imposible. Siempre vuelve, de una forma u otra.

—No —repito.

—Vale —suspira—, pero sigo queriendo ir a verlo con mis amigas. Luego ya lo haremos fuera.

—Llama a Bruce y te llevará con la limusina.

—Bruce tiene horas libres, ¿sabes? No es nuestro esclavo.

—Pues llama a un taxi.

—¡No puedo impresionarlas si llamo a un taxi!

—¿Por qué no?

—¿Y por qué no nos llevas tú? —al ver mi cara, se apresura a sonreír—. Si lo haces, tienes mi palabra de que no volveré a molestarte en una semana.

Lo pienso mejor.

—Dos semanas.

—Eso es mucho tiempo.

—Es lo justo por usar mi coche.

—Mhm... bueno, ¡vale! ¡Chicas, Jed va a llevarnos!

Ellas parecen un poco demasiado entusiasmadas con la idea, pero al menos voy a tener dos semanas de tranquilidad.

Ya en el coche, Kevin se queda en la parte de atrás con las dos chicas mientras yo me meto en el tráfico y suspiro pesadamente. No dejo de escuchar besos y risitas detrás de mí. Y no puedo dejar de pensar en una señorita de sonrisa dulce y ojos azules que no parece querer abandonar mi cabeza por mucho que intento que lo haga.

Aprieto los labios cuando Kevin intenta estirarse y me da una patada en el brazo, haciendo que dé un pequeño volantazo. Menos mal que enderezo el coche rápidamente. Además de borracho, temerario. Lo que me faltaba.

—Ten cuidado —advierto.

—Ten cuidado —me imita, ganándose unas risitas—. ¿No os parece que Jed está un poquito amargado, chicas?

Nuevas risitas. Lo ignoro completamente.

—Es que a vosotras Jed os puede parecer muuuuy frío, pero... la verdad es que tiene su corazoncito.

Noto que se me tensan los hombros casi al instante en que lo oigo.

—¿Sí? —pregunta una de las chicas.

—Sí. Y ese pequeño corazoncito... oh, yo diría que se lo han roto.

—Kevin, cállate —advierto, apretando los dedos en el volante.

—¿Por qué? —canturrea.

—Porque cada vez que abres la boca tienes más posibilidades de terminar aquí solo en medio de la oscuridad.

Otra vez, risitas. Y esta vez no puedo evitar que me parezcan molestas. Muy molestas.

—¿Veis? —no le estoy viendo, pero seguro que me ha señalado—. Está amargado. Nuestra querida Brooke le partió el corazón.

Mis dedos aprietan el volante sin que me dé cuenta. Kevin está jugando con fuego. Y esto no va a acabar bien como no cierre la maldita boca.

—Es una pena —añade—. Estaba muy buena. Daba gusto verla venir a los ensayos. A veces, me la imaginaba...

—Cállate —espeto esta vez, y las risas se mueren al instante.

—Oh, vamos, solo estoy jugando contigo —Kevin me da en el brazo con la bota y lo aparto bruscamente.

—Pues juega con tus dos chicas y a mí déjame en paz.

—No he dicho nada que no fuera verdad —esta vez me da un golpecito con la bota en el hombro.

—Vuelve a hacer eso y...

Cuando noto que me acerca la bota a la mejilla, no puedo evitarlo y lo aparto de un manotazo, desviando mi atención por un momento y haciendo que el volante se gire hacia un lado.

Entonces, todo es como si pasara en cámara lenta.

Escucho a una de las chicas gritando y no entiendo nada hasta que me giro hacia delante. He terminado en el carril de al lado, y dos faros se acercan a toda velocidad hacia nosotros. Contengo la respiración y mi cuerpo reacciona al instante, agarrando el volante y girándolo hacia el lado opuesto.

Noto una fuerte sacudida cuando una de las ruedas se sale de la carretera. Intento girar de nuevo, pero el coche vuelve a sacudirse y esta vez me envía contra el cinturón, dejándome sin respiración. La chica grita otra vez. Noto un dolor agudo en el brazo cuando choco con algo y vuelvo a caerme con fuerza contra el asiento gracias al cinturón, pero el coche no deja de sacudirse. Entonces, mi frente choca bruscamente con algo.

Y todo se vuelve negro.


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