Capítulo XIV
Mini-maratón 2/2
XIV - CONFESIÓN
Estoy tan distraída mirando mi móvil con frustración que casi me da un infarto cuando Lexi entra en mi habitación como si fuera suya. Yo abro los ojos de par en par, llevándome una mano al pecho.
—Tengo una gran noticia —sonríe ella ampliamente.
Miro distraídamente el portátil. Estaba editando unas cuantas fotos que saqué ayer en la calle. No creo que pueda concentrarme más mucho cuando veo que ella se tira en mi cama, pero lo intento de todas formas.
—Ilumíname —murmuró, distraída.
—He cambiado de banda favorita.
—¿En serio? —finjo sorpresa—. ¿Tú? ¿Cambiando de gustos cada dos semanas?
—Oh, cállate —pone los ojos en blanco—. Y han pasado más de dos semanas. En fin, ahora, me gustan los de... mhm... ¿cómo se llamaban?
—Se nota que te encantan —bromeo, divertida.
—Cállate. Da igual. Sé que el cantante se llama Brent. Es suficiente.
—Brent —repito, no muy convencida—. No me gusta ese nombre.
—A mí, honestamente, me da igual. Lo que me gusta es su cara. Y su cuerpo, en general. Mira, búscalo.
—¡No sabes ni cómo se llama la banda!
—Busca su nombre y esta ciudad, ¡seguro que algo sale!
Lo hago un poco a regañadientes, pero me sorprende ver que sí sale la estúpida banda. Son tres miembros mirando a la cámara con expresiones pedantes. El tal Brent, el rubio grandote del centro, está cubierto de tatuajes y tiene un piercing en la ceja. Debe tener veinticinco años.
—Se llaman Serpientes —la miro—. Y tienen un logo de serpientes.
—Es original, ¿no?
—No, Lexi, no lo es.
—Bueno, da igual. ¿Sabes que esta noche tienen un conc...?
—Oh, no —empiezo a negar con la cabeza—. De eso nada, Lexi.
—¡Vamos, por fa, por fa, por fa!
—Te digo que no —cierro el portátil—. Ya tuve suficiente con Brainstorm como para tener que ir a ver otro grupo.
—¡Te recuerdo que gracias a eso, te estás tirando al chico más guapo que has visto en tu vida!
Sí, ojalá.
Nunca pensé que volvería a hacerme esto, pero hace nueve malditos días que no sé nada de él. Es la primera vez que le he enviado algún mensaje yo misma, pero no ha respondido. Le envié otro con el mismo resultado. Empecé a preocuparme al cuarto día, pero seguía sin dar señales de vida.
Fue una suerte —o una desgracia— que Hunter y Ally aparecieran al día siguiente al bar. Me acerqué a ellos y les llevé sus pedidos tan disimuladamente como pude.
—¿Está bien Jared? —les pregunté.
Ally me había mirado, extrañada.
—¿Jed? Sí, ¿por qué?
—Hace días que no sé nada de él.
Ellos intercambiaron una mirada. Pareció que no sabían qué decir. Al final, fue Hunter quien habló.
—No te preocupes por ese idiota —me recomendó—. Siempre va a lo suyo. Igual no vuelves a saber nada de él.
—¡Hunter! —lo regañó Ally.
—¿Qué? Es verdad.
Y tenía razón. No he vuelto a saber de él.
Nueve días.
Pero... ¿por qué sigue haciendo esto? ¿Por qué sigo dejando que me lo haga? ¿Por qué me siento tan mal porque lo esté haciendo? No es como las otra veces. En esta ocasión, no me siento enfadada, sino... triste. Muy triste. Y decepcionada conmigo misma.
De pronto, llaman a la puerta. Mi corazón se detiene un momento al pensar que puede ser él. Lexi va a abrir por mí. Pero... no. Es Sam. Y viene con Riley. El primero entra en la habitación hecho una furia. Está sosteniendo algo. Parpadeo, confusa, cuando me lo tira al regazo.
—¡Esperaba mucho más de ti, Brooke!
Agarro la revista que me ha lanzado con perplejidad.
—¿Qué dices? —pregunta Lexi con el ceño fruncido.
—Cariño... —empieza Riley.
—¡No, lee la puta revista, Brooke! —me grita Sam.
Madre mía. Nunca lo había visto así. Si él es la típica persona que te da un manotazo cuando dices una palabrota.
—¿Qué te pasa? —pregunto, confusa.
—¡La revista!
Miro la dichosa revista con expresión de confusión total.
Y el mundo se congela.
Es una foto de la noche del karaoke. En la que me besa. En la mesa. De... esa forma. Trago saliva cuando lo veo. Ni siquiera me atrevo a leer el titular. Y, solo con la foto, ya vuelven a revolotearme mariposillas por el estómago que, en estos momentos, odio con todas mis fuerzas.
—¡Dijiste que no volverías a liarte con imbéciles, Brooke! —suelta Sam de malas maneras, apartándome de mis propios pensamientos.
—Riley, o te calmas o... —empieza Lexi.
—¡Tú cállate, Lexi! ¡Podrías haberlo parado y no hiciste una mierda!
—Cariño, tienes que calmarte —Riley parecía preocupada.
—¡No estaba ahí, capullo! —Lexi le devuelve el grito—. Y si hubiera estado, ¡me hubiera alegrado por ella!
—¿Alegrado? ¡¿Te has vuelto loca?!
—¡A Brooke le gusta ese chico! ¡Le gusta pasar tiempo con él y besarlo! ¡Claro que me hubiera alegrado por ella! ¡Supéralo!
Sam la ignora, agarra la revista y casi me la estampa en la nariz.
—¿Es así como quieres que te vean?
—Solo es un beso —protesto.
—¡Sabes perfectamente qué imagen da esto de ti, Brooke! ¡Parece que eres la zorra de un guitarrista cualquiera! ¿Eso es lo que quieres ser?
Lo miro un momento, dolida.
—Creo que deberías irte antes de decir algo más que... —le advierto.
—¡Es lo que ven! ¡Lo que veo yo ahora cuando te miro!
—¡Sam! —Riley tiene los ojos llenos de lágrimas.
Eso de llorar solía funcionarle en situaciones en las que Sam se enfadaba un poco, pero nunca lo había visto así. Tan... fuera de sí. Y no sirve para nada, la ignora por completo. De hecho, se acerca a mí con los puños apretados.
—Espero que lo disfrutaras —me dice en voz baja.
—¡No es tu problema si lo disfruté o no! —protesto—. Soy una adulta, Sam, puedo hacer lo que quiera.
—¡No piensas en lo que es mejor para ti!
—¡Ni tú tampoco! ¡No eres ni mi hermano, ni mi novio, ni mi padre! ¡Eres mi amigo! ¡Deberías alegrarte por mí!
Él está tan tenso como yo. Nos miramos el uno al otro.
—Te has coronado —murmura, y da media vuelta—. Quédate con la revista. Querrás tener una respuesta cuando te pregunten por qué ya nadie está interesado en ti.
Furiosa, aprieto la revista entre mis dedos cuando se marchan. Riley me dedica una mirada de disculpa antes de cerrar la puerta. Lexi está negando con la cabeza cuando me giro hacia ella de nuevo.
—Es un imbécil —murmura.
Yo no digo nada. Tengo ganas de llorar. Pero no lo haré. No lo pienso hacer. Cierro los ojos con fuerza. Lexi se estira y agarra la revista.
—Ignora al idiota de Sam. Estáis geniales.
—¿En serio? —sonrío un poco, sentándome a su lado de nuevo.
—Sí, claro. Se nota que estáis calientes como monos en celos.
—Acabas de perder toda tu ternura.
Señalo la revista.
—Por eso no quiero ir al concierto ese contigo —le digo—. No necesito más guaperas tatuados en mi vida.
—Pues yo sí, Brookie. Olvídate del idiota de Sam. Ya se arrepentirá y vendrá a pedirte perdón, como siempre.
—¿Qué te hace pensar que este idiota —señalo la pantalla de mi portátil con la cabeza— será menos idiota que el idiota Kevin?
—Tengo un sexto sentido para estas cosas —esboza una pequeña sonrisa.
—Sí, seguro...
—Vale, pues no vengas al concierto —suspira—. Le preguntaré a alguien de mi clase. Ya que mi mejor amiga no me quiere lo suficiente como para...
—No empieces con eso, Lex.
—...acompañarme a un mísero concierto que...
—¡Lexi!
—...estará aquí al lado. Y a la que yo la llevaría. Y a la que le pagaría la entrada.
—No me interesa.
Resopla y se pone de pie, analizándome de arriba a abajo.
—¿No hay nada que pueda decir para que cambies de opinión?
—No hay...
Me detengo en seco cuando me vibra el móvil. Me olvido por completo del enfado anterior y mi mundo interior se ilumina cuando veo que es un mensaje de Jared diciéndome que está subiendo. ¿Está aquí? ¿Por qué me emociono tanto? ¡Debería estar enfadada! ¡No me ha hablado en nueve largos días!
—Oh, no, ya sonríes como una idiota.
Miro a Lexi y la borro al instante. No me había dado cuenta de que sonreía.
—Cállate.
—¡Pues yo me voy al concierto! —se cruza de brazos—. ¡Sola! ¡O con cualquiera que me quiera más que tú!
—Lexi...
—Déjame en paz.
Ella abre de un tirón y se encuentra de frente con Jared, que levanta un poco las cejas. Ni siquiera enfadada es capaz de resistirse a sus encantos. Se pone roja al instante.
—Hola —le dice él, algo sorprendido.
—Dile a tu novia —recalca la última palabra a modo de venganza, haciendo que yo abra los ojos de par en par—, que me voy a encontrar una mejor amiga que ella. Adiós.
Y pasa por su lado, hecha una furia. En cuanto oigo su puerta cerrándose, Jared entra y cierra la mía, mirándome con la pregunta en los ojos.
—No he querido ir a un concierto con ella —me encojo de hombros.
Él ladea la cabeza, curioso.
—¿Qué concierto?
—Uno estúpido, seguro —me pongo de pie y noto su mirada en mi espalda cuando voy a dejar del portátil a un lado—. De un grupo que no conozco. Creo que se llaman Serpientes o algo así. No sé.
Me giro y veo que su expresión ha cambiado un poco. De hecho, se ha oscurecido. Pero no como de costumbre, sino de otra forma. Parece tenso.
—¿Qué pasa? —pregunto, confusa.
—Nada —me asegura enseguida, como si hubiera vuelto en sí—. Entonces, ¿no irás?
—No —aseguro enseguida, sentándome en la cama.
—Bien —murmura.
—¿Bien? —pregunto, confusa.
Él pasa los ojos por las fotos de mis paredes, como siempre.
—No quiero que vayas ahí —me dice, simplemente.
Levanto una ceja al instante.
—¿No quieres?
—No.
—Bueno, ¿y si yo quisiera?
Me clava una mirada fría que hace que mi valentía repentina retroceda un poco.
—Solo es un concierto —frunzo el ceño—. Ni siquiera los conozco.
—No hace falta que los conozcas —murmura.
Y, como siempre, soy incapaz de sostenerle la mirada por más de dos segundos.
—¿No te caen bien?
Él ignora mi pregunta cuando levanto la vista de nuevo. Como sé que no va a responder, me limito a mirarlo. Levanto las cejas cuando me doy cuenta de un detalle.
—Mira quién vuelve a tener los ojos como siempre —sonrío.
Él mira mis labios cuando sonrío, acercándose.
—Los ojos no cambian de color, Brooke, es un efecto de la luz —me dice.
—Oh... eh...
—Tengo que hablar contigo.
Parpadeo, sorprendida, por la seriedad que ha usado. Casi me mira como mira a todo el mundo. Hasta ahora, nunca me había mirado así. Y eso hace que me remueva, un poco incómoda.
—Aquí estoy —murmuro—, ¿qué pasa? ¿Me vas a decir por qué has desaparecido durante más de una semana? Me ha dado tiempo a hacer una lista entera de nuevas canciones para ti.
Le sonrío, pero dejo de hacerlo cuando veo que no me devuelve la sonrisa. De hecho, él sigue mirándome con la misma expresión.
—¿Qué pasa?
Hay unos momentos de silencio antes de que él decida hablar.
—No voy a seguir viniendo a verte, Brooke.
Me quedo mirándolo sin reaccionar por unos instantes.
—Oh... —busco las palabras adecuadas—. ¿Tienes conciertos?
—No.
—¿Ensayos?
—No más que de costumbre.
¿Por qué habla así de frío? Frunzo un poco el ceño. ¿Por qué no se ha sentado? ¿Por qué sigue mirándome así?
—¿Quieres que nos veamos en otro lado? —mi voz suena un poco apagada cuando empiezo a darme cuenta de lo que está insinuando.
Él niega lentamente con la cabeza, sosteniéndome la mirada.
Y sé, al instante, que no quiero saber cómo va a terminar esta conversación.
—¿Y qué...? ¿Qué pasa?
Él me observa durante unos segundos que parecen eternos. No puedo ver nada de calidez en sus ojos y eso está haciendo que se me forme un nudo en la garganta sin necesidad de que diga nada.
—No quiero seguir con esto, Brooke.
Las palabras flotan entre nosotros durante unos segundos. El nudo en mi garganta aumenta. Me siento como si me acabaran de dar una bofetada con un guante de hielo.
—¿Con... esto?
—Ya sabes de lo que estoy hablando.
Agachó la cabeza un momento, intentando centrarme antes de volver a mirarlo.
—¿Por qué no?
Él aparta la mirada un momento y niega con la cabeza antes de volver a mirarme.
—No buscamos lo mismo.
No, no está haciendo esto, ¿verdad? ¿Por qué, de pronto, siento tanta desesperación? Me pongo de pie sin darme cuenta, acercándome un poco. Él no se mueve de su lugar.
—Yo no... ni siquiera sabes lo que quiero.
—Sí lo sé —me dice en voz baja—. Me dijiste que te gustaba.
—Pero... yo no...
Odio su expresión vacía. Odio que le dé igual lo que está diciendo mientras mis ganas de llorar van aumentando a cada segundo que pasa. Y mi sensación de vacío con ellas.
—No... no quería decir...
—Sí lo querías decir —me interrumpe—. Y no puedo gustarte, lo siento. No es lo que necesito ahora mismo en mi vida.
No es lo que necesita en su vida.
Yo no soy lo que necesita en su vida.
Debería enfadarme. Debería echarlo de aquí. Pero no puedo. Porque mis músculos se sienten entumecidos, como si me hubiera dado una paliza. En lugar de eso, solo soy capaz de acercarme y, por algún motivo, ponerle una mano en la mejilla.
—¿Estás bien? ¿Ha pasado algo o...?
—No ha pasado nada.
—¿Entonces...?
—Solo he estado pensando, Brooke.
—Pero...
—Está decidido. Lo siento.
Niego con la cabeza.
—Yo no... yo...
Ni siquiera sé qué decirle.
—No puedes... dejarlo todo así como así... yo...
—No puedo ser tu novio, Brooke —me corta, esta vez más brusco—. No quiero serlo.
Me quedo mirándolo fijamente cuando él levanta la mano y se quita la mía de la cara. Mi brazo queda inerte a mi lado, colgando, cuando veo que se da la vuelta y empieza a avanzar hacia la puerta.
¿Por qué me siento así de... destrozada? No hace tanto que lo conozco. No siento nada por él. Solo... me atraía. No debería sentirme así de mal. No debería tener estas ganas de llorar y gritar.
—¿Dónde vas? —pregunto. Mi voz suena un poco más urgente de lo que me gustaría.
—A casa —ni siquiera me mira.
Me quedo con los ojos llenos de lágrimas clavados en su espalda. Estoy a punto de llorar.
—¿Por qué estás haciendo esto? —pregunto, y mi voz suena un poco temblorosa. Odio esto.
Él se detiene con la mano en la puerta. Por un momento, veo que agacha la cabeza. Sin embargo, cuando se da la vuelta, solo me mira con la misma indiferencia que antes.
—Porque los dos nos merecemos a alguien que quiera lo mismo que nosotros.
—No sabes si yo quiero lo mismo —no me puedo creer que me esté arrastrando. Nunca lo había hecho. Con nadie—. No te has molestado en preguntármelo. En... no lo sé... en hablar conmigo o...
—Brooke, tú sabes para qué te quiero yo.
—¿Lo sé? —aprieto los labios—. ¿Y para qué es?
Muy bien, ¿quiere esto? Pues que me lo diga a la cara. Que sea capaz de hacerlo. Ya me da igual.
—Brooke... —me dice, negando con la cabeza.
—No, dímelo. Quiero saberlo. Al parecer, tú sabes perfectamente para qué te quiero yo en mi vida. Es lo justo que yo sepa para qué me quieres tú, ¿no?
—No voy a hacer esto —me advierte.
—¡Hazlo! ¡Es lo que has venido a hacer!
—¡He venido a decirte por qué no quiero seguir viéndote!
—¿Y por qué es, Jared?
Él suelta la puerta y me mira. Esta vez, parece enfadado.
—El único motivo por el que no te he follado todavía es porque sabía que, si lo hacía, te pillarías de mí. Y lo último que necesito ahora mismo es una niña que me persiga, Brooke. Por eso estoy haciendo esto. Por eso no voy a volver. Y por eso no quiero ser tu jodido novio.
Me quedo mirándolo, muda de la impresión. No estaba preparada. No lo estaba. Agacho la cabeza cuando noto que me van a salir las lágrimas.
Y él, sin más, se marcha.
Tardo unos segundos en darme cuenta de lo que ha pasado. Me dejo caer contra la puerta y me encuentro a mí misma con unas ganas de llorar increíbles. No me lo puedo creer. Me acaba de dejar y ni siquiera estábamos juntos. Y yo... me siento como una mierda. Como las sobras de un perro.
Todo esto ha sido por mi culpa. Él me lo dijo. Nunca había salido con nadie. Y yo sabía para qué me quería. Lo supe desde el principio. Sam me lo advirtió. Y dejé que se aprovechara de mí. Incluso acepté que no quisiera nada conmigo más allá de unos cuantos besos cuando yo sí lo quería.
Dejé que hiciera conmigo lo que quisiera.
Mierda, no me puedo creer que esté llorando por ese idiota. No me puedo creer que lo haya defendido antes. No debería defenderlo. No debería llorar por él.
No debería haberme pillado de él.
Porque sí, me he pillado.
De ese idiota que acaba de dejarme.
Lanzo lo primero que pillo —que resulta ser una fotografía— al otro lado de la habitación con rabia. Después, me paso una mano por la cara mojada, frustrada.
Y, antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo, agarro el móvil para llamar a Lexi.
***
Odio sentirme como una mierda. Odio todo. Especialmente a él. Idiota. Imbécil.
Lo pienso mientras veo cómo el camarero de la discoteca me sirve otro chupito. Le dejo el billete y me lo tomo sin mirarlo. Lexi me espera a mi lado, un poco impaciente.
—¡Date prisa o no llegaremos!
Levanto un dedo en su dirección y la hago esperar mientras me tomo otro. Lexi suspira.
—¿No has tenido suficiente?
—No —le digo, terminándome el segundo. Me arde la garganta—. Ahora sí. Por un rato.
—¡Pues venga!
Creo que ni siquiera me he dado cuenta de lo que ha pasado en el concierto. Estaba demasiado centrada en odiar a Jared con todas mis fuerzas. Pero sí me he dado cuenta de que esos tipos son mucho más ruidosos, sus fans mucho más violentos y yo estoy mucho más borracha.
Maldito Jared. Ya no es estúpido, ahora es maldito. Seguro que todo es culpa suya.
Miro mi móvil inútilmente. Claro que no me llamará. Ni me escribirá. Idiota. Soy una idiota y una patética.
Ahora estamos en una discoteca en la que está la banda de las serpientes esas. Veo su logo por todas partes. No es que sea muy bonito, pero a Lexi no le importa mientras se abre paso entre la gente hacia el fondo, donde hay unos sofás marrones que huelen a cigarrillo. Efectivamente, dos de miembros de la banda están ahí sentados bebiendo, fumando y charlando con tres chicas que revolotean a su alrededor. El cantante, Brent, está de pie mirando la camiseta que firma de un chico joven. Tiene un cigarrillo entre los labios. Y un tatuaje en el grueso cuello. Es bastante grandote. Parece que podría romperme el cuello de un agarrón. Qué miedo.
—¡Hola! —lo saluda Lexi alegremente, plantándose delante de él.
—¿Dónde te firmo, cariño?
Lexi le pone las tetas tan cerca como puede de su cara. Brent sonríe de lado, sujetando el cigarrillo con una mano y firmándola con la otra. Me mantengo al margen cuando veo que uno de los de la banda me mira de arriba a abajo. No me extraña. No me he arreglado mucho. Estaba un poco desesperada por irme y ni he mirado lo que llevaba puesto.
—¿Esa no es la zorra de Jed? —pregunta el que me estaba mirando.
Quizá me habría tensado más de no haber estado un poco borracha. Todos se giran hacia mí al instante. Incluido Brent, que me repasa de arriba a abajo con expresión pensativa.
—¿Estás seguro? —le pregunta a su amigo sin mirarlo.
—Sí, joder —él se pone de pie apartando a la chica y se acerca a mí, que retrocedo dos pasos—, ¿o no es verdad?
Lexi me mira con urgencia. Está asintiendo con la cabeza, completamente ajena a la situación tensa que vivo yo. Yo intento mantenerme en mi lugar.
Trago saliva.
—No soy nada de nadie —murmuro.
Él se me queda mirando unos segundos antes de que Brent lo agarre suavemente del hombro y lo aparte. Brent se acerca a mí con una sonrisa cordial.
—Perdónalo —me dice, llevándose una mano al pecho—. Ya sabes cómo es la rivalidad entre bandas. La gente se lo toma muy en serio.
Miro a su amigo, que se ha sentado pero sigue mirándome con mala cara.
—No pasa nada —murmuro.
Brent me sonríe.
—Creo que no nos conocemos —aplasta el cigarrillo contra el cenicero y me ofrece esa mano para que la estreche.
La mano tatuada me recuerda a Jared y me hace querer llorar. No es lo mismo. Nadie será lo mismo. O quizá estoy en modo dramático porque estoy borracha.
Me obligo a recomponerme y se la estrecho. Cuando intento quitarla, él la aprieta un poco más y me atrae hacia sí mismo. Parpadeó, sorprendida, cuando hace un gesto a una de las chicas de la mesa. Ella le da algo y Brent, sin soltarme una mano, me lo ofrece.
—No quiero que te sientas fuera de lugar —sonríe, ofreciéndome la camiseta de su banda.
Por fin, suelta mi mano y la agarro, dudando un poco. Lexi mira todo desde un metro de distancia, pero está más centrada hablando con el único miembro de la banda que no me ha dirigido la palabra. Oh, conozco la expresión en sus ojos. Va a tener una noche entretenida.
No como yo. Por culpa del est... maldito Jared.
Miro la camiseta un momento. Brent sigue sonriendo, pero una de sus cejas se arquea. Quiere que me la ponga. No aceptará un no por respuesta.
—¿A qué esperas? —pregunta suavemente.
Menos mal que voy con un top sin mangas. Agarro la camiseta y me la pongo. Me queda un poco grande, pero no me atrevo a quejarme.
—¿Cómo te llamas? —la voz de Brent no deja de ser suave cuando se inclina hacia delante y me quita el pelo de dentro de la camiseta, dejándolo caer sobre mi espalda.
Trago saliva, tensa, cuando sus dedos me rozan deliberadamente el cuello y se detienen para agarrarme la nuca.
Demasiadas confianzas. Lo acabo de conocer.
—Brooke —murmuro.
—He oído que estás saliendo con Jed, Brooke —me dice, pasándome el pulgar por el cuello lentamente.
No hay punto de comparación a lo que sentía cuando lo hacía el idiota de Jared. Todo mi cuerpo reaccionaba a su tacto y hacia que quisiera lanzarme a sus brazos. Cuando lo hace Brent, solo siento un dedo frío en mi cuello. Nada más. Y no me gusta.
—No salía con él —murmuro.
El maldito Jared lo ha dejado muy claro hace unas horas.
—¿No? —Brent vuelve a levantar una ceja cuando detiene su dedo en mi barbilla para levantármela un poco y que lo mire—. Entonces, ¿la foto de la revista era un montaje?
Trago saliva. Él me sonríe al verlo.
—No —mascullo.
—Así que sí tenías algo con él.
—Tenía —recalco.
Noto que Lexi, a mi lado, me mira con sorpresa. No le he comentado nada del tema. No he comentado nada con nadie. Sin embargo, vuelve a centrarse en su nuevo ligue, pasándole una mano por el hombro.
—Qué pena —me dice Brent, aunque dudo que realmente le sepa mal—. Todos sabemos cómo es Jed. No me gustaría pensar que se ha aprovechado de ti. Como de tantas otras.
Aprieto los labios, pero no digo nada.
—Espero que no te haya hecho daño.
—No lo ha hecho —mascullo, pero es obvio que lo digo con demasiada rabia como para ser cierto.
—Claro que no —sonríe un poco—. Si se enterara de que estás aquí, se enfadaría mucho.
Parpadeo, sorprendida.
—¿Por qué?
Su sonrisa se acentúa.
—¿Por qué no te sientas con nosotros?
Miro a Lexi. Ella ya se besa con el chico ese. Qué rapidez. Brent me hace un gesto hacia el sofá libre, donde me siento un poco tensa. Él se coloca a mi lado al instante y me tenso cuando noto su pierna pegada a la mía. Pasa el brazo por encima de mis hombros y yo miro a Lexi, pero ella está ocupada comiéndole la boca al chico. El otro miembro de la banda, el que me ha llamado la zorra de Jared, me mira con desconfianza.
—Danny —lo llama Brent sin despegar los ojos de mí—, ¿por qué no nos acercas algo para beber? Seguro que Brooke tiene sed.
Él tiene una expresión extraña por un segundo, pero después se adelanta, agarra tres cervezas, y se pone de pie. Trago saliva cuando se sienta a mi otro lado, también con la pierna pegada a la mía.
Vale, esto no me gusta. No me gusta nada.
Tengo la mesa justo delante y ellos me bloquean las dos salidas, así que tendría que empujar a uno para salir corriendo. Y estoy muy borracha. No podría hacerlo. Eso me causa cierta ansiedad que intento disimular cuando Danny me mira y me da la cerveza.
—Brooke —me la ofrece.
Incluso odio sus formas de pronunciar su nombre. Nadie lo hace tan bien como el maldito Jared.
Maldito, estúpido, asqueroso Jared.
La agarro con una mano un poco temblorosa y miro a Lexi, que ya se besa con el otro chico. Brent sonríe y abre la cerveza para mí, ofreciéndomela. Le doy un buen trago, tensa.
—Alguien tenía sed —dice Danny, mirándome fijamente.
—Así que... —Brent ladea la cabeza hacia mí—, ¿Jed no te ha hablado de nosotros?
Clavo la mirada al frente cuando Danny pasa su brazo por encima del respaldo del sofá. Ahora, tengo sus dos brazos encima. Y estoy muy tensa. Me sudan las manos.
—No —murmuro, claramente incómoda.
—Seguro que hacían cosas más interesantes que hacer —comenta Danny.
Los dos se ríen suavemente y aprieto las piernas para alejarlas de las suyas. Los dos las pegan todavía más.
—¿Sabes? —Brent me toca el cuello con la fría punta de su cerveza, mirándome fijamente. Noto una gota de cerveza helada bajándome por el cuello que hace que mi pulso se acelere en el mal sentido—, conozco a Jed desde hace muchos años.
Lo miro de reojo solo para perder a Danny de vista. Es el que menos confianza me da de los dos.
—¿En... en serio? —pregunto.
Asiente con la cabeza y hace un gesto a una de las chicas de la mesa, que observan todo en silencio. Al instante, una le da un cigarrillo y un encendedor. Se lo enciende y se lo pasa a Danny. El brazo de Brent está peligrosamente cerca de mi cuerpo al hacerlo. Danny directamente me roza los pechos para agarrarlo. Cuando lo miro, esboza una sonrisa no muy inocente.
—Sí —me dice Brent, atrayendo mi atención de nuevo—. De hecho, ahora no nos llevamos muy bien, pero solíamos ser muy amigos.
No sé qué decirle, así que vuelvo a beber. Noto la mirada de Danny clavada en mí mientras lo hago y mis ganas de salir corriendo aumentan. Él suelta el humo en mi cuello, claramente divertido.
—¿Quieres? —me pregunta, ofreciéndome el cigarrillo.
—No —digo en voz baja, sin mirarlo.
—Una chica sana —Danny mira a Brent y los dos empiezan a reírse suavemente.
Se inclina hacia delante para agarrar su cerveza y noto su cara demasiado cerca cuando lo hace. Y me da la sensación de que es a propósito.
—Jed es complicado —me dice Brent.
Intento no demostrar lo tensa que estoy al mirar a Lexi, que sigue besándose con el otro idiota.
—Aunque seguro que Brooke ya lo sabe —añade Danny—. Parece una chica lista.
—¿Complicado? —repito.
Los dos se miran con una pequeña sonrisa.
—Tiene mal carácter cuando quiere —replica Danny, apretando su rodilla contra la mía.
—Oh, sí —Brent se señala la cara y vi una pequeña cicatriz en su ceja—. Puedes preguntármelo a mí.
Me quedo mirándolo un momento.
—¿Te lo hizo él?
—Oh, sí —se ríe, pero no lo entiendo. Danny también se está riendo—. Y más cosas. Pero no es una historia muy agradable. Pero sí muy larga. Y no vamos a pasarnos la noche entera hablando, ¿no?
—No, hay cosas más interesantes —sonríe Danny.
Cuando noto que me pone una mano en la rodilla, hago un ademán de levantarme al instante.
Quiero beber. Quiero alejarme de ellos.
Sin embargo, Brent aprieta el brazo que tiene mis hombros, manteniéndome sentada.
Miro a Lexi, asustada. Ella ha desaparecido en los cuartos de baño con el chico ese. Y yo estoy a punto de llorar sin saber muy bien por qué.
—Acabo de darme cuenta de que no te he firmado nada —me dice Brent en voz baja, claramente divertido—. Ayúdame, Danny.
Vuelvo a hacer un gesto de apartarme, pero Danny me sujeta la cara con una mano para retenerme y Brent agarra el cuello de mi camiseta, bajándolo. Noto el frío en la clavícula y mi corazón empieza a latir con fuerza, presa del pánico. Noto la fría punta del rotulador en mi cuello. Me está firmando el cuello. Me quedo muy quieta. Solo quiero que pase rápido. Para poder irme. Quiero irme. No me gusta esto.
Danny me guiña un ojo, divertido.
Entonces, me suelta la cara y Brent se guarda el rotulador en el bolsillo, divertido. Luego, me pasa un dedo por el cuello.
—Perfecta —sonríe—. Ya tienes algo bueno en la piel.
—Igual tendrías que tatuártelo —se ríe Danny de mí.
Tengo ganas de vomitar y ni siquiera sé por qué. Quiero irme. Muy urgentemente. Trago saliva y hago un ademán de ponerme de pie, pero noto que Brent me aprieta el brazo en los hombros otra vez. Mis ganas de llorar aumentan con la velocidad de mi respiración.
—¿Ya te vas?
—Nos lo estábamos pasando bien —me dice Danny.
—Tengo que irme —digo torpemente.
Honestamente, ya estoy en alerta máxima. Y Lexi ha desaparecido con el otro chico. Quiero irme. Aunque sea sin ella. Ha visto lo incómoda que estaba y no ha hecho nada. Quiero irme. Quiero irme. Quiero llorar.
Y, para mi sorpresa y alivio, Brent se aparta para dejarme pasar.
—Nos veremos pronto —sonríe.
Sé lo que quiere decir esa sonrisa. Que podría no haberse apartado de haberlo querido. Solo estoy saliendo de ahí porque él me ha dejado. Eso hace que mis ganas de vomitar aumenten.
Dudo un momento y noto la respiración acelerada cuando paso por delante de él y me alejo rápidamente del grupo sin mirar atrás. Dejo la cerveza a medio beber en la barra y me meto entre la gente para salir de aquí. No sé ni andar. He bebido demasiado y ahora me arrepiento. Choco con alguien y tardo unos segundos en volver a orientarme. Quiero ir a mi habitación y llorar.
Cuando consigo llegar al cuarto de baño, no puedo evitarlo y me pongo a llorar dentro de uno de los cubículos, agachándome hasta quedarme en cuclillas en el suelo.
No sé cuánto tiempo paso ahí, eN cuclillas, pero sé que me tiemblan las piernas cuando me pongo de pie de nuevo. Salgo del cubículo y alguien choca conmigo. Estoy tan borracha que me caigo al suelo y vuelvo a ponerme a lloriquear, tapándome la cara con una mano.
—¿Estás bien? —me pregunta una chica.
—Sí —murmuro tras unos segundos.
Ella vuelve a alejarse y yo me apoyo en el lavabo para ponerme de pie torpemente. Me quedo mirándome a mí misma. Soy un maldito desastre de maquillaje corrido, lágrimas y... vacío.
Y todo por culpa del imbécil de Jared.
Quiero vengarme. Quiero hacerlo. Aunque sea una bobada.
Brent ha dicho que se lleva mal con él, ¿no? Que le molestaría saber que estoy aquí.
Pues se va a enterar. Joder si lo va a hacer.
Saco mi móvil con una sonrisa malvada y, por suerte, vuelvo a estar sola en el servicio. Busco la cámara en mi móvil torpemente. Estoy casi un minuto buscando la postura adecuada. Pero, al final, me limito a sonreír con superioridad y hago la foto, dando especial enfoque en la camiseta y la firma de mi cuello. Tardo otro minuto en encontrarlo en mis contactos. No sé ni escribir, pero sí sé pensar.
Y pienso que mañana me arrepentiré de esto.
Pero... ¿qué más da? A la mierda todo.
Enviar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro