Capítulo III
(No os acostumbréis a que publique varios días seguidos, es que estaba inspirada :P)
III - TEMPERATURA
Me estoy poniendo el uniforme mientras Lexi me mira, tumbada en mi cama. Está masticando chicle ruidosamente. Es un mal hábito que tiene. Hace una pompa con él cuando me quito una arruga de la camiseta.
Mi habitación en la residencia es enana, pero tengo suerte de tener una para mí sola. Y con cuarto de baño privado. Es por la beca que conseguí el año pasado, claro. No podría permitírmela sin ella.
Ahora que lo pienso... hace casi dos años que vivo aquí y sigo sin haberla decorado demasiado. Hay dos cámaras viejas en la mesa, ¿eso cuenta? Y nunca me he puesto a contar las fotografías que tengo tiradas por todas partes. Bueno... igual no tiene estilo, pero tiene personalidad. Algo es algo.
—¿Tema libre? —acabo de contarle a Lexi lo del proyecto de clase. Ella me mira.
—Sí —murmuro.
—¿Y se te ha ocurrido algo?
Me quito una arruga de la camiseta. Mi uniforme es bastante sencillo: pantalones negros largos y camiseta de manga corta del mismo color. La camiseta tiene el logo del bar encima del pecho derecho. Me ato las zapatillas mientras Lexi sigue masticando ruidosamente su chicle.
—No —murmuro—. Ojalá.
—Bueno... —se da cuenta enseguida de que quiero cambiar de tema—. He perdonado a Kevin con por ser un imbécil.
—Sí, eso parecía mientras estabas sentada encima de él.
—Es tan guapo —me sonríe tontamente—. Por cierto... acabo de darme cuenta de que no me has dicho nada de tu conversación con quien-tú-sabes.
—Fuiste tú quien lo mandó a nuestra mesa, ¿no? —y mi tono incriminatorio es obvio.
—Oh, no te enfades. Solo intentaba facilitarte las cosas. ¿Cómo fue?
—Mal.
—¿Mal?
—Me pidió que fuera a cenar con él.
Lexi se incorpora de golpe, mirándome con los ojos muy abiertos.
—¡¿Qué?!
Cuando veo que está a punto de empezar con su baile de la felicidad, niego con la cabeza.
—Le dije que no.
—Eres tonta —se altera.
Me encojo de hombros, poniéndome una chaqueta.
—He hecho lo que creía correcto... creo.
—A veces, me pregunto si realmente tienes cerebro para algo que no sean fotos.
Le lanzó una almohada a la cara y ella sonríe.
—Bueno... no estaba de muy buen humor cuando volvió la mesa —dice, pensativa—. De hecho, creo que no me dijo nada hasta que estuve a punto de irme.
—¿Y qué te dijo? —ojalá pudiera disimular la ansiedad de mi voz.
—¿Ahora te interesa? ¡Rechazaste al pobre hombre!
—Pues no me lo digas —mascullo.
Me ato el pelo de mal humor. Veo, a través del espejo de cuerpo entero, que ella se asoma y me mira con una pequeña sonrisa.
—Me ha preguntó si me apetecía ir a su próximo concierto —me dice en tono sugerente.
Frunzo un poco el ceño.
—Pero... ¡con la condición de que llevara a alguien conmigo! —sonríe ampliamente.
Me quedo mirándola sin entenderlo muy bien. Ella se deshincha un poco al ver mi falta de reacción.
—¿Y qué? —pregunto.
—¿Eres tonta? ¡Quiere que vaya contigo! ¡Quiere volver a verte!
No puedo evitarlo. Un pequeño sentimiento de triunfo se apodera de mí, pero me lo quito de encima enseguida.
—Creo que lo estás analizando mal. Quizá es porque Kevin quiere que...
—Kevin no me ha invitado a nada, Brooke. Bueno, hemos quedado hoy, pero no es lo mismo.
—Bueno, pues igual Jed quiere acostarse contigo y no conmigo. No sería la primera vez que nos pasa.
—¡Quieres que vayas tú, idiota! —pone los ojos en blanco—. Me dio dos entradas VIP. Y dos pases directos a su fiesta de después.
—No quiero ir —pero me conoce demasiado, sabe que no es cierto.
—Es mañana —me dice.
—Tengo trabajo.
—¡Pues que le den al trabajo! ¿No puedes cogerte un día libre o algo así?
Lo considero un momento, mirándome en el espejo.
—No puedo cogerme un día libre así como así.
—¿Qué hay que hacer?
—Conseguir que alguien cubra mi turno, pero...
—¡Pues pídeselo a Liam! —me dice, entusiasmada—. Haría lo que fuera por ti. Vamos, Brookie, no me dejes sola en esto.
Suspiro.
—Me lo pensaré —murmuro.
—¡Bien!
—¡No he dicho que sí!
—Todavía —me da un beso en la mejilla—. ¡Ya me encargaré de que cambies de opinión!
Una hora más tarde, estoy entrando en el local que, como siempre, es lúgubre y huele a alcohol. Hoy hay varias parejas en mi zona. En cuanto llego a la barra, me quito la chaqueta y la chica que tiene su turno antes de que el mío se apresura a marcharse, agotada. Agarro el delantal rojo y me lo ato en la cintura.
—Hola, Brookie —me sonríe Liam, apareciendo de la nada delante de mí con su uniforme impecable, su pelo corto y sus ojos castaños risueños.
—Hola, pesado —le sonrío.
—Hoy te brilla la mirada —ladea la cabeza—. ¿Has echado un polvo?
—Tú siempre tan fino.
—Me lo tomaré como un no.
—Es un no.
—Yo tampoco, por si te consuela. Aunque todo puede cambiar en un momento —levanta y baja las cejas—. ¿Lo hacemos en el baño de tíos?
Pongo los ojos en blanco.
—No me saques todo su romanticismo de golpe, Liam, o creo que me desmayaré.
—Te sujetaría en brazos en plan Hollywood si lo hicieras —sonríe mientras me deja ir a por mi bandeja.
Liam y yo tenemos esta extraña relación. Y parece que a él le gusta. Me hace bromas coquetas —o, directamente, se acerca a mí— y yo le digo que pare. No se me hace pesado. De hecho, Liam me cae de maravilla. Siempre está ahí para mí. Y, honestamente, cuando Sam y yo perdimos el contacto, sentí que él lo sustituía un poco. Además, siempre me acompaña a la residencia después de trabajar para que me sienta segura. Es un buen amigo.
Lexi estuvo intentado que saliera con él cuando lo dejé con mi último novio, pero no era lo que quería. Liam y yo somos demasiado buenos amigos. Sería extraño. Además, yo soy la primera que, en las fiestas, lo ayuda a ligar con las chicas que le gustan.
Me paso la siguiente media hora atendiendo mis mesas. Me toca la zona de las ventanas, que normalmente es la zona de las parejitas y los grupos de amigos —lo fácil, porque saben que soy un desastre—. Solo me tocó la zona mala una vez —la cercana a la barra, donde normalmente hay gente menos agradable— y se me cayeron las copas en más ocasiones de las que quiero admitir. Mi jefa, la señora Wells, se puso tan nerviosa que me dijo que me fuera a casa por lo que me quedaba de noche.
Tengo un pequeño respiro cuando vuelvo a la barra, donde Keira y Liam están hablando. Ellos dos son mayores. Keira tiene veintitrés años y se está pagando el máster trabajando aquí. Liam, por otra parte, tiene un año más que yo y estudia no sé qué de biología.
Keira siempre tiene dramas con sus novios. Por eso, casi siempre que voy a la barra a pasar un rato con ellos, está hablando de uno de ellos y Liam la escucha pacientemente.
—...dijo que no funcionaría —estaba terminando de contar dramáticamente—. ¿Te lo puedes creer? Después de todo lo que hemos pasado...
—Llevabais dos semanas juntos —le recuerda él.
—¡Pero qué dos semanas! —ella suspira, mirando el local—. No hemos salido del dormitorio más que para alimentarnos e ir a clase.
Liam y yo intercambiamos una mirada divertida cuando ella cierra los ojos, recordándolo.
—¿Has intentado llamarlo? —sugiero.
—Igual debería... —se interrumpe al clavar la mirada en el local—. Agh, que sí, que ya te veo, imbécil, deja de hacerme señas.
Pasa por mi lado para llegar a la mesa del hombre que la miraba impacientemente. Liam y yo nos dedicamos una pequeña sonrisa divertida.
—Menos mal que Wells no está —murmuro.
Mi jefa normalmente no está con nosotros, pero cuando viene... se nota. Hay mucha más tensión. Critica todo lo que ve. Es un alivio que no esté presente. Además, Liam apenas puede hablarme en su presencia sin que se ponga a gritarme como una loca.
—¿La echas de menos? —bromea él.
—Oh, sí. Es el amor de mi vida.
—Creía que ese era yo —pone un mohín.
—Vale, Liam. Estás justo después del chocolate y las golosinas.
—Me parece bien —sonríe—. Es difícil competir con eso.
Hay una breve pausa cuando un hombre se acerca a la barra y me pide una cerveza. Se la doy rápidamente mientras Liam mueve el pie al ritmo de la música de fondo.
—¿Qué tal el concierto? —me pregunta. Recuerdo que le conté que iría con Lexi en mi día libre.
—No estuvo mal —me encojo de hombros.
—¿No estuvo mal? Todo el mundo me dijo que había sido una pasada —pone un mohín—. ¿La pequeña Brookie no ligó esa noche?
—No todo el mundo puede tener siempre el sexo en mente, Liam —sonrío.
—Quizá. Pero deberían. La vida es más interesante así —dice, sonriente—. Voy a aprovechar estos bonitos momentos, porque está entrando gente en tu zona y vas a desaparecer dentro de poco.
—En realidad... —dudo un momento. ¿Debería contarle lo de Jared?
—Uuuuuh —se separa dramáticamente y me mira—. ¿Qué? Quiero saberlo todo.
—No es nada importante —le aseguro—. Hubo un... bueno... el guitarrista de la banda y yo...
—¿Te lo montaste con un rockero? —sonríe de lado, divertido—. ¿Ya has tachado esa fantasía de tu lista?
—¡No tengo ninguna lista!
—¿Entonces?
—Hay... algo —murmuro, avergonzada—. No me había pasado nunca con nadie.
—¿Algo? —repite, confuso.
—Es difícil de explicar. Es como... —no me puedo creer que vaya a usar esa palabra— ¿caliente?
Durante un instante, él parece confuso. Después, estalla en una carcajada.
—Caliente —imita mi voz temblorosa antes de volver a reírse—. Ay, Brookie... ¿nunca te habías sentido así con nadie?
—¿Eh?
—Se llama atracción sexual, pequeño saltamontes —me da un golpecito en la nariz con el dedo—. Es bastante más común de lo que crees. Y más intenso, también.
—No sé... —murmuro.
—Claro que no lo sabes. Por eso, te lo digo yo.
Me guiña un ojo, divertido por la situación.
—Venga, que tienes clientes, irresponsable. Deja de hablarme de los chicos que quieres tirarte antes que yo.
—Ninguno te superaría jamás —me llevo una mano al corazón dramáticamente.
—Usaré en tu contra en el futuro —me dice, señalándome con el trapo.
Le sonrío alegremente y me voy a las dos mesas nuevas que han llegado. Los primeros son una pareja que me pide lo de siempre: cerveza. ¿Por qué todo el mundo pide siempre lo mismo? Me acerco a la segunda mesa con la libreta en la mano.
—Bienvenidos al Well's —digo, abriendo la libreta—. Los martes y jueves por la noche tenemos descuentos en chupitos y cervezas, ¿les interesa...?
—¡Hola, Brookie!
Levanto la cabeza y miro a Lexi. Ella sonríe ampliamente...
...sentada en las piernas de Kevin, que ha venido con su maldita banda.
La voy a matar.
Mis ojos se desvían al instante hacia su derecha, donde Jared me mira con una pequeña sonrisa divertida. Se me seca la boca al instante, pero ahora mismo estoy demasiado irritada con Lexi como para centrarme en él. ¡Menuda encerrona!
—Lexi —digo lentamente con un tono un poco tenso—, no me habías dicho que vendrías aquí.
—Ha sido idea de Kevin —sonríe ella ampliamente, rodeándole el cuello con los brazos.
—¿Cómo estás, Brooke? —me pregunta él alegremente.
—Bien, gracias —murmuro, mirando mi libreta. La sujeto con ambas manos al ver que me tiembla.
—A mí me interesa lo de las cervezas —dice el batería del grupo, atrayendo mi atención.
—Sí, cervezas, como si nunca las pidiéramos —murmura una voz femenina, y me doy cuenta de que la persona que toca el bajo es una chica. Tiene el pelo corto y cobrizo apuntando en todas direcciones. Quizá, me habría fijado más en ella de no haber estado tan centrada en otro miembro de su grupo.
—Si compráis siete cervezas os sale a diez dólares —murmuro.
—Me apunto —dice el batería, repiqueteando las manos en la mesa.
—Sí, y yo —dice la chica.
—¡Cervezas para todos! —exclama Kevin antes de besuquear de nuevo a mi mejor amiga.
El hombre y la mujer que no forman parte de la banda se limitan a asentirme con la cabeza. La mujer frunce el ceño cuando su móvil vibra y se apresura a salir del restaurante atendiendo la llamada. La miro de reojo antes de girarme hacia Jared, que es único que no ha dicho nada.
Él me observa en silencio, consciente de que está haciendo las cosas muy incómodas para mí. Siento su mirada atravesándome cuando levanta un poco las comisuras de los labios. No va a decir nada. Va a hacer que le hable yo, claro. Y yo tengo que aclararme la garganta para volver a encontrar mis cuerdas vocales.
—¿Qué quieres tú? —le pregunto, enarcando una ceja a la defensiva.
Su sonrisa se ensancha cuando me mira lentamente de arriba abajo. Odio que el efecto de eso sea inmediato. Odio que me corazón se acelere. Odio tener calor. Odio que él sepa perfectamente lo que está haciendo.
—¿Qué me recomiendas? —pregunta suavemente, con un brillo divertido en los ojos.
¿Por qué siempre hace esas preguntas de forma tan... sexual? ¿O soy yo la que se sugestiona creyendo que lo hace?
—Cualquier cosa que esté en la carta —replico en voz baja, retándolo con la mirada.
Él se ríe suavemente.
—Lástima. Quería probar algo nuevo.
Mierda. No te pongas roja. No te pongas roja. No te pongas roja.
—Lástima —le digo yo también.
Vuelve a mirarme fijamente unos segundos en los que creo que el resto del mundo ha desaparecido. Sinceramente, cuando me mira así... me siento como si estuviera desnuda. Y no es una forma de hablar. De verdad, nunca me había sentido tan expuesta con nadie. Da un poco de vértigo.
Entonces, justo cuando noto que me baja un calor —que ya empieza a ser familiar— por el cuello, él aparta la mirada como si nada, dejándome ahí de pie como una idiota embobada.
—Lo mismo para mí —me dice, observando el local sin mucho interés.
Parpadeo varias veces y vuelvo a la realidad en la que Lexi me mira con una sonrisa malvada. Me doy la vuelta y me deslizo hacia la barra de nuevo, donde Liam acaba de atender a dos hombres. Cuando me ve llegar, parece sorprendido.
—¿Tienes calor?
Me detengo, poniendo una de las cervezas en la bandeja.
—¿Qué?
—Estás roja —me dice, divertido—. ¿Quieres que abra una de las ventanas?
Balbuceo algo que no logro entender. No me lo puedo creer. Ya estoy poniéndome roja otra vez.
—Estoy bien —aseguro en voz baja.
—Venga ya —pone los ojos en blanco.
—Después de lo cuento, ¿vale?
Parece sinceramente curioso cuando termino de llenar las jarras. No sé por qué no quiero contárselo ahora. Bueno, sí lo sé. Me da la impresión de que, si Jared me ve, sabrá al instante si he hablado de él o no. Soy una paranoica.
Estoy tan nerviosa cuando les llevo las cervezas que casi me da miedo tirarlas al suelo. Suspiro aliviada cuando llego a la mesa sin ningún derrumbamiento. La mujer sigue hablando fuera. Parece enfadada. Dejo las bebidas delante de cada uno, dejando lo peor para el final. Pongo la cerveza delante de él. Me extraña un poco que no levante la mirada.
Entonces, me doy cuenta de que está mirando fijamente el pequeño tatuaje que tengo en la muñeca de la silueta de una estrella. Retiro la mano de un tirón y trago saliva. Él me frunce el ceño. Miro a Lexi. Ella también se ha dado cuenta.
—¿Dónde está el servicio, Brookie? —me pregunta, salvándome.
—Por ahí... ven, puedo acompañarte.
Y, con esa excusa de mierda, deja a los demás escuchando una anécdota de Kevin mientras nosotras nos escabullimos al cuarto de baño. En cuanto estamos a salvo de una mirada entre el verde y azul, la agarro del brazo y le frunzo el ceño.
—¿Se puede saber qué te pasa? —pregunto, irritada.
—¡Pensé que te alegrarías de verlo! —me dice, sorprendida.
—¿Te parece que estoy alegre, Lexi?
—La verdad es que me parece que estás muy caliente —empieza a reírse de mí.
Le suelto el brazo, avergonzada. Ella me guiña un ojo.
—Se nota mucho —añade.
—¿El qué? —me hago la tonta.
—La tensión sexual. Es muy... intensa.
Ya estamos de nuevo con esas dos palabritas.
—No me gusta —me cruzo de brazos.
—Claro, claro.
—¡Es verdad!
—Me ha preguntado si tienes novio.
Me detengo de golpe, mirándola.
—¿En serio?
—¡No! —sonríe malévolamente—. ¿Lo ves? ¡Te gusta!
—¡No tiene gracia, Lex!
—Nunca habla conmigo. De hecho, creo que las pocas veces que he escuchado su voz ha sido en tu presencia —me guiña un ojo—. Puedo decírselo, si quieres. Que no tienes novio.
—¡No quiero que le digas nada! ¡Esto es una encerrona!
—¡No es una encerrona!
—¿Y qué es?
—Yo intentando amorosa y cariñosamente que mi queridísima mejor amiga se tire de una vez al tío que la tiene loca desde hace tres días.
—No me tiene loca —mascullo.
—¡Voy a decirle que no tienes novio!
—¿Eh? ¡No, Lexi!
Pero ella ya se ha deslizado con sorprendente agilidad hacia su mesa. La miro con horror cuando Kevin me hace un gesto para que me acerque. No puedo decir que no. Soy su maldita camarera. Me acerco a regañadientes y veo que Lex ya se ha vuelto a sentar en una de sus piernas.
—¿Quieres sentarte con nosotros? —me ofrece, señalando su otra pierna. Lexi parece divertida. No lo entiendo. Si yo estuviera sentada sobre un chico y le ofreciera su otra pierna a otra persona, no me haría mucha gracia.
—Estoy trabajando —le digo.
—Solo te quedan diez minutos antes de cerrar —me dice Lexi—. No va a entrar nadie más.
—¿Seguro que no quieres sentarte con nosotros? —insiste Kevin, señalando su pierna.
Abro la boca para responder, pero me interrumpe otra persona de la mesa.
—Deja de molestarla, Kev —le dice Jared, mirándolo fijamente.
Casi quiero matar a Lexi cuando esboza una sonrisa de triunfo.
—Estoy siendo amable —protesta Kevin.
—Estás siendo un pesado.
—No le hagas caso, Brooke —me recomienda Kevin sin mirarlo—. Su humor siempre es así de malo.
—Vamos, siéntate —Lexi señala la que se supone que es su silla, al lado de Jared—. Solo un ratito. No es para tanto.
Miro la silla y veo que Jared la aparta un poco para mí con expresión burlona. Pongo los ojos en blanco y me siento al borde de ella, muy tensa. Soy demasiado consciente de que está a mi lado.
—Estoy dando una muy mala imagen del bar —murmuro.
—Puedes decir que estás fidelizando tus clientes —sonríe la chica de la banda.
—Sí, seguro que fidelizas a Kevin —bromea el batería.
—Te aseguro que sí —sonríe Kevin, mirándome—. ¿Tienes novio, Brooke?
Cuando veo que él y Lexi intercambian una mirada cómplice, adivino que todo esto es un plan malvado que han montado entre ellos. Intento no ponerles mala cara.
—No —murmuro.
—Podríamos ir a cenar alguna vez por ahí —me dice, guiñándome un ojo.
No puedo evitarlo —lo prometo— y echo una ojeada a mi lado. Jared lo está mirando fijamente con una ceja enarcada. Kevin aumenta su sonrisa, pero su tono es de falsa decepción.
—Oh, no, ¿te gusta este idiota? Si ofrece el mismo cariño que un muro de piedra.
—Yo creo que el muro de piedra es más cariñoso —señala el batería.
Jared los ignora completamente. Sé que tiene los ojos clavados en mi perfil, pero no me atrevo a girarme hacia él. Me limito a mirar a Kevin, que intimida menos.
—No me interesa nadie —aclaro, intentando sonar firme.
—Whoa, ¿en serio? —él se lleva una mano al corazón—. ¿Y si te invito a beber algo?
—Estoy trabajando.
—Pues cuando termines. ¿Cuándo terminas?
—Kev —la chica lo mira, cansada—. Déjala en paz. ¿No ves que le gusta Jed?
Oh, genial.
—No la incomodéis más —el hombre que no forma parte de la banda pone los ojos en blanco.
—Todas siempre lo prefieren a él —Kevin le pone una mueca a Lexi—. Tú me prefieres a mí, ¿verdad?
—Sabes que sí.
Y empiezan a besarse otra vez.
La chica pone los ojos en blanco al verlos.
—Voy a fumar y a vomitar.
—Me apunto —dice el batería, poniéndose de pie.
El conductor los sigue, dejándome sola con la parejita que no deja de besuquearse. Bueno... y con él, que sigue mirándome fijamente. Me giro hacia él con mi expresión más digna.
—¿Tienes calor? —me pregunta.
—¿Qué? —vale, no me esperaba esa pregunta.
—Tienes las mejillas rojas.
Genial. Ya se está burlando de mí.
—No tengo calor —le digo, a la defensiva—. ¿Lo tienes tú?
Él sonríe, divertido.
—Supongo que podrías llamarlo calor.
No sé cómo lo hago, pero consigo que mis mejillas no se ruboricen más. Parpadeo varias veces, intentando centrarme.
—Tengo que volver a...
—¿Has cenado? —me pregunta de pronto, dejándome desconcertada por unos segundos.
—No tengo tiempo para cenar cuando tengo trabajo —murmuro.
—Deberías cenar cada día.
—Vale, papá.
Me arrepiento en el momento en que lo digo, porque hace que yo me ruborice y a él se le oscurezca la mirada con una mezcla de diversión y otra cosa que no quiero saber qué es.
—Una alimentación correcta es muy importante, hija —levanta una ceja, siguiendo mi broma.
No puedo evitarlo y esbozo una pequeña sonrisa divertida. Él clava los ojos en mis labios y las comisuras de su boca se levantan.
—Ven a cenar conmigo —me dice, al igual que la última vez.
Sonrío, negando con la cabeza. Cuando frunce un poco el ceño, me da la vaga sensación de que estoy ganando una batalla.
Sin embargo, toda mi seguridad se evapora cuando veo estira el brazo hacia mí. ¿Qué hace? Mi pulso se acelera y no se calma cuando noto que engancha mi silla con los dedos, arrastrándola hasta que la pega a la suya. Ahora, estoy tan cerca que puedo olerlo. Y huele demasiado bien. Sonríe, apoyando ese mismo brazo en el respaldo de mi silla.
—¿Qué puedo hacer para que cambies de opinión? —pregunta, mirándome a los ojos.
Ojalá pudiera decir nada con toda seguridad, pero sería mentira. Ya vuelvo a estar hipnotizada. Me he olvidado de la parejita, aunque ellos también nos ignoran categóricamente.
Aparto la mirada y trago saliva. Puedo sentir su mano rozándome la nuca y me está costando mucho concentrarme. Él pone el otro brazo encima de la mesa, delante de mí. Ver su mano flexionándose cuando repiquetea los dedos en la mesa hace que se me nuble la mente.
—No —repito.
—Eres difícil de convencer —me otorga, divertido.
—Y tú eres muy insistente —le devuelvo la jugada, mirándolo.
Él sonríe enigmáticamente.
—Solo cuando quiero algo.
—¿Y qué quieres ahora? —enarco una ceja.
Su sonrisa se ensancha cuando recorre mi cara con los ojos, centrándose un momento de más en mis labios.
—Ven a cenar conmigo y te lo diré.
Me doy cuenta de que he estado conteniendo la respiración y me obligo a mí misma a seguir permitiendo el oxígeno entre en mi cuerpo. Estoy casi mareada. Está muy cerca de mí.
—Son las once, Jared —le digo con voz un poco aguda.
—¿Y qué?
—Que los restaurantes ya estarán cerrando.
—Encontraré algo —me asegura, colocando el brazo más cerca de mi espalda.
—No encontrarás nada —intento hacerme la segura.
—Siempre podemos ir a mi casa —enarca una ceja, divertido.
Me estremezco notablemente cuando noto que su dedo pulgar recorre la línea de mi columna vertebral desde el borde la camiseta hasta el nacimiento de mi pelo, enviándome una corriente de electricidad que llega a cada terminación nerviosa de mi cuerpo.
—¿Vas a venir mañana al concierto? —pregunta suavemente.
A veces, esos cambios de rumbo de la conversación me confunden un poco. Y mucho más si está acariciándome en el proceso. Me encojo de hombros cuando su pulgar vuelve a hacer el mismo camino, esta vez hacia abajo. Se detiene en el cuello de la camiseta y lo recorre lentamente. Me tiemblan las manos, así que me aprieto las rodillas.
—Invitaste a Lexi, no a mí —murmuro.
Él esboza una pequeña sonrisa.
—Supuse que ella tendría más éxito convenciéndote que yo.
Me quedo mirándolo un momento.
—¿Por qué quieres que vaya? —pregunto.
Su sonrisa se congela un momento y muere lentamente, pero su pulgar no deja de trazar el final del cuello de mi camiseta.
—Tú sabes por qué —me dice en voz baja.
Dios, es la forma en que me mira. Es como si me estuviera comiendo y apenas me está rozando. Tengo la boca seca.
Y las palabras salen antes de que pueda controlarlas.
—Ahí estaré —murmuro.
Me mira fijamente. No hay ninguna sonrisa, pero puedo ver que sus ojos están brillando más que antes. Su pulgar no deja de acariciarme la nuca cuando baja la voz.
—Ahí te esperaré.
—¡Brooke, tu zona!
Doy un respingo cuando escucho la voz de Keira detrás de mí. Me está mirando fijamente con cierto reproche en los ojos. Me separo de un salto de Jared, que me frunce un poco el ceño.
—¡Perdón, ya voy! —me apresuro a decir, poniéndome de pie.
—¡Tienes que centrarte, chica! ¡Hace un rato que te cubro!
—¡Lo sé, lo sé, perdón!
Agarro mi libreta y me apresuro a encargarme yo. Keira suspira dramáticamente.
—Yo también quiero ligar con los que vienen —me dice, encogiéndose de hombros—. Te entiendo, pero... ya tendrás tiempo para eso, ¿eh?
—Sí, claro —mascullo, medio divertida.
Agarro mi bandeja en la barra y miro por última vez hacia su mesa. Jared se está poniendo de pie con la chaqueta en la mano. Se está marchando.
Me dedica una corta mirada, media sonrisa, y desaparece por la puerta del local, dejándome sin aliento.
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