Iba a abrir la puerta cuando mi celular vibró—. ¿Con quién?—. Con la loca que están a punto de meter al manicomio ¿Dónde diablos estás?

No pude evitar sonreír, no necesitaba verla para saber que estaba muy molesta.

—Ya llegué, estoy en tu cuarto, tuve un accidente con mi ropa—. Ya voy para allá, no te muevas.

Maldecía una y otra vez, por qué a mí, por qué tiene que pasarme lo peor siempre a mí. A mi mente llegaron aquellas palabras que me dijo mi madre después de haber hablado con la directora sobre la razón por la que la había llamado esa tarde del accidente, Eres un ser despreciable, no mereces ser feliz nunca, nunca, Itzaé; no mereces el nombre que llevas, tú no eres un regalo de Dios, a ti te mando el diablo. Sentí como las lagrimas mojaban mis mejillas.

De repente alguien abre la puerta. ¡¿Adivinen quién es?!, Sí, la histérica de Ghersú.

—Oh, mírate, te ves hermosa ¿Que fue lo que te pasó?—. Alguien tropezó conmigo y dejó caer la bebida en mi pantalón—. Espera un momento y verás cómo hago magia.

En unos minutos ya había secado con un secador de cabello la parte mojada de mi pantalón.