
Episodio 11
"—¿Quiere ir al Área Verde? —aunque trató de ocultarlo, el desdén en sus palabras era evidente.".
Después de una clase aburrida con el profesor de matemáticas y una complicada clase de lenguas, en la hora del receso, Sálum se dirigió a la sala de armas que se marcaba en una parte del horario.
Al igual que los otros lugares de la escuela, las paredes alrededor de la puerta de la sala de armas estaba plegada de ilustraciones antiguas que habían sido retocadas para que su color no se perdiera..
La puerta de la sala de armas estaba abierta, así que entró. Al igual que en la biblioteca estaba Nalzir para "custodiar" los libros, en la sala de armas también había una persona que la custodiaba, sin embargo y, para su sorpresa, la persona encargada de hacer dicha tarea era uno de sus compañeros. Específicamente, aquel pelinegro que le había ganado.
El pelinegro tampoco mostró ninguna reacción de sorpresa al verlo; lo inspeccionó por no menos de un segundo, antes de volver a leer el libro que tenía en las manos.
Sálum imaginó que al igual que en la biblioteca tenía que registrar su huella dactilar, en este lugar también tendría que haber una prueba de que había estado aquí.
Y estaba en lo cierto.
Sobre el mostrador donde el pelinegro estaba apoyado había un cuaderno y un lápiz; varias personas ya se habían inscrito allí.
Sin pedir permiso, Sálum agarró tanto el cuaderno como el lapicero. Ambos eran objetos similares a los que usaban en su Era, por lo que no fue muy difícil adivinar su propósito. El pelinegro lo miró de reojo; sin decir ninguna palabra, volvió a sus asuntos.
Después de poner los datos de Zhalir, entró a la sala de armas.
Mientras caminaba revisó una vez más la sala de armas en el horario; la sala de armas se dividía en dos, siendo la primera para todas las armas que la escuela tenía almacenada, dividiéndose esta misma en tres niveles. La segunda división era para la sala de entrenamiento; esta tenía muchos más niveles, cada uno para distintas artes marciales.
Dejó el horario a un lado mientras caminaba hacia las armas.
Como esperaba, en esta época las espadas y los sables, o cualquier arma afilada ya no se usaban tanto. Las armas eran mucho más modernas, sin embargo, algunas de ellas solo tenían modelos diferentes y rediseñados, ya que aunque no eran muy usadas por los alrededores de los Antiguos Ríos, sí que las había visto cuando viajaba al Occidente, en las raras misiones que llegaban desde el extranjero.
Dedicó un tiempo a observarlas, pero ninguna captó su atención.
Aunque el Sable Blanco no fue un sable diseñado específicamente por él, el herrero de los Antiguos Ríos la había diseñado de acuerdo a sus necesidades, así que incluso mientras revisaba la G19, pequeña y fácil de usar, no le dedicó más de dos miradas.
Después de confirmar que cada área tenía una clasificación específica, comenzó a buscar hasta que encontró la sección de "Armas blancas".
Fue como si de repente hubiera encontrado una parte de los Antiguos Ríos en esta escuela; las armas blancas habían existido desde el momento de su nacimiento (aunque no con tal término). Nunca se había molestado en prestar atención a quién había sido su creador y dio un agradecimiento poco sincero hacia esta persona.
Aunque, como antes dicho, no sentía tanta conexión como la que tenía con su Sable Blanco. Estas armas podrían ser de buen uso durante su estancia en este lugar, además de que le ofrecían cierta ventaja; antes de que su Sable Blanco fuera forjado, a los 11 años durante sus dos primeros años como asesino viajó por varias partes del mundo con espadas, ya fuera con la Falcata o con la Gladius, así que su conocimiento hacia estas armas no era solo básico.
Por ahora no estaba interesado en ir a la sala de entrenamiento, así que durante los próximos 20 minutos se dedicó a caminar y revisar detalladamente las armas que había en la sección.
Cuando estaba a punto de dirigirse hacia la sala de entrenamiento una persona interrumpió su camino.
Era el pelinegro que antes le había ganado.
Pensando que estaba ahí para quizá revisar algo, Sálum se hizo a un lado. Le dedicó una sonrisa justo para escuchar al otro decirle:
—¿Tienes alguna clase importante en este momento?
Sálum inclinó la cabeza. Se lo pensó un momento antes de responderle con otra pregunta: —¿Consideras las clases con Aferman como importantes?
El pelinegro no lo pensó. Respondió: —Siendo tú un guerrero, no.
—Oh —Sálum asintió con la cabeza, esperando a que el otro expresara lo que realmente quería.
El pelinegro se dio la vuelta y agarró el bracamarte. Sálum alzó las cejas; el bracamarte era una espada parecida a un sable. Se había detenido más tiempo de lo que había estado observando las demás armas por su parecido al sable, no porque en la sala de armas no hubiera sables, si no porque no se daría el tiempo de tocar uno.
En la sala de armas habían varias armas del mismo tipo; el pelinegro le lanzó el bracamarte, mientras él mismo recogía uno.
El pelinegro lideró el camino. Sálum le siguió por detrás.
Mientras caminaban, el otro le preguntó:
—¿Has entrenado el Gomm?
—Un poco.
—¿Un poco o nada? —el pelinegro fue directo—. El otro día, en el tatami, parecías no conocer completamente el Quinto movimiento.
—¿Eso significa que no he entrenado nada? —Sálum intentó hacer una broma, sin embargo, a diferencia de su Hallabir, aún no era muy bueno en eso y la otra persona tampoco tenía una buena personalidad.
Aunque el camino hacia la sala de entrenamiento era corto, había cierta incomodidad entre las dos personas.
El pelinegro no se molestó en buscar una sala especial para el entrenamiento, si no que escogió el mismo tatami donde habían entrenado anteriormente. Mientras caminaban hacia el tatami, dijo en voz baja:
—Aunque no has entrado y tus músculos aún están rígidos, como un guerrero, tienes talento natural en esto. Quizá en tres meses o menos, con un entrenamiento arduo, puedas derrotar a Bester.
Sálum se quedó quieto en su lugar, mientras observaba con el ceño fruncido la espalda del otro.
Cuando el pelinegro sintió que no lo seguían, miró hacia atrás.
Su ceño también se frunció un poco. Con impaciencia, preguntó:
—¿Por qué no vienes?
Sálum hizo todo lo posible porque sus ojos dejaran salir toda tristeza e inseguridad que Zhalir hubiera tenido. Preguntó en voz baja y lentamente, muy diferente a como había sido antes:
—¿Por qué me quieres ayudar?
El pelinegro parecía que no había esperado esta reacción por parte del otro; se quedó en silencio durante varios segundos, sin poder soportar la mirada de Zhalir, apartó la mirada.
—Yo..., solo..., —parecía que en ese momento recordó que el otro no sabía quién era, por lo que caminó nuevamente hacia este: —Habelm del clan Sutssan. Tengo el poder de curar heridas, sin embargo, no tengo la fuerza ni el talento suficiente como para practicar artes marciales —suspiró un poco, mientras apartaba la mirada y bajaba la cabeza, avergonzado: —Te ofrezco mi ayuda a cambio de la tuya. Puedo enseñarte artes marciales. A cambio..., a cambio quiero tu apoyo y amistad. ¿Puedes?
Sálum no necesitó muchas palabras para entender qué tipo de apoyo y amistad quería Habelm.
Aunque no sabía mucho de los chicos Sutssan, lo que sí sabía era que, como había dicho Habelm, el trabajo principal de los Sutssan era sanar, principalmente, a los guerreros, ya que eran estos quienes se enfrentaban cara a cara con los enemigos. A excepción de esto, su poder en la lucha debería de haber sido normal, pero Sálum nunca hubiera imaginado que quizá no fuera así.
Por la forma en la que Habelm hablaba sobre ello, parecía que el luchar realmente podría provocarle problemas.
Pero estaba seguro de que lo que necesitaba Habelm era el apoyo de alguien "grande" y "fuerte" y aunque estas no fuesen las palabras perfectas a la hora de describir a Zhalir, como hijo principal y próximo heredero del linaje, el apoyo de tal guerrero en la vida de Habelm sería fundamental.
—Yo..., está bien. Sí. Acepto —dijo con nerviosismo mientras miraba hacia otro lado.
—Entonces, podemos comenzar.
Caminaron hasta pararse sobre el tatami.
Todo el tiempo Habelm había estado cargando con una mochila, la cual dejó sobre el tatami, mientras aún sostenía el bracamarte dijo:
—Observa bien.
Poco después de terminar todos sus entrenamientos ese día, caminó hacia las salas de los profesores; Ozunma tenía la rara manía de ser la última en salir de la sala.
Sálum se detuvo frente a la puerta. Ajustó su expresión lo más que pudo y tocó la puerta; la abrió un poco y preguntó: —¿Puedo entrar?
Ozunma parecía haber estado observando unos papeles importantes, ya que cuando Sálum llegó se quedó aturdida durante un par de segundos. Miró a Sálum y sonrió un poco.
—¿Necesita algo?
—Yo..., solo... —Sálum titubeó un poco. Levantó la mirada y después la desplazó nuevamente—..., me preguntaba si podía ayudarme con algunas dudas.
—Primero que nada —señaló la puerta—, entra.
»Entonces, ¿cuáles son tus dudas?
Sálum se rascó un poco la nuca y, aún sin mirar directamente los ojos de Ozunma, respondió.
—Me han contado muchas cosas sobre el Área Verde, ¿sabe? Sobre todo tipo de misterios —hizo un gesto con las manos— y también me han contado sobre las misiones. Así que...,
—¿Quiere ir al Área Verde, joven Zhalir? —aunque trató de ocultarlo, el desdén en sus palabras era evidente.
Sálum asintió.
—Bueno, quizá le han contado también que en el Área Verde hay todo tipo de criaturas que por aquí no se atreverían a pasar y que ni los de allá mismo podrían descubrir —bebió un poco del café que se encontraba en su mesa—. Mayormente los estudiantes tendrían que esperar cinco años para ir a las misiones. Por lo peligrosas que son, claro. Y que no todos pueden controlar sus poderes. Sin embargo, todos aquellos de la línea directa en los clanes son la excepción —miró a Zhalir con una sonrisa aún más amplía—; sus poderes se desarrollan mucho más rápido que los de la mayoría —hizo hincapié en la última palabra.
Sálum soltó una risita y murmuró un: "Entonces es así".
Pero antes de que pudiera expresar sus pensamientos por completo, Ozunma lo interrumpió:
—Perdóneme por ser tan dura, joven Zhalir, pero espero que pueda preguntarse —hizo una pausa deliberada— si entre usted y una persona de un clan común hay alguna diferencia.
—Ah..., yo —los ojos de Zhalir se cerraron y no supo bien qué decir.
—Y no lo digo de mala manera —Ozunma se acercó un poco más a Zhalir y colocó una mano sobre su brazo—; usted podría entrenarse y desarrollarse tan bien como los demás, pero tendría que poner mucho más empeño, por las diferencias, obviamente.
—Entonces, yo..., ¿qué cree usted que podría yo hacer?
Ozunma sonrió satisfecha, tal y como si esa hubiera sido la pregunta que ella siempre hubiera estado esperando.
Se alejó de Zhalir y volvió hacia su asiento.
—Puede hacer varias cosas, pero la más conveniente, diría yo, es —suspiró— que vaya al Bosque de Xir.
—¿Bosque de Xir? —Zhalir frunció el ceño.
Sálum recordó haberlo escuchado de una de las dos hermanas, pero como no entraron tanto en detalle en eso, no lo recordaba del todo.
—¿No ha escuchado sobre eso? —Ozunma frunció el ceño y agregó—. El Bosque de Xir es el que dio lugar al legado que ha dejado su hermano en esta escuela, joven Zhalir —las palabras de Ozunma salieron con un poco más de rudeza que la que esperaba, por eso, recordando cuál era su misión, agregó en un tono más suave: —Si pudiera ingresar al Bosque de Xir y regresar bien y vivo..., con un grupo completo, obviamente, entonces la escuela le otorgaría puntos. Puede verificarlo en el perfil de la escuela directamente.
Por la manera en la Ozunma había mencionado aquel lugar, Sálum estaba casi seguro que aquella mujer lo estaba mandando a la muerte.
Aunque también estaba apostando por él, claro.
¿Qué mejor manera de ver si aquella planta que quería cultivar era realmente buena que enviándolo a una misión casi de muerte? Y si Zhalir no moría, aún mejor, porque le estaría debiendo "un favor". Además del agradecimiento y la confianza que le tendría Zhalir a Ozunma.
Pero la información que quería ya estaba en sus manos.
Sonrió un poco y dijo:
—Muchas gracias por ayudarme en esto —hizo una leve reverencia.
—No importa —Ozunma sacudió las manos, restándole importancia al asunto. Volvió su mirada a los informes que tenía sobre la mesa y, como si no considerara a Zhalir alguien tan importante, añadió: —Cierra la puerta con cuidado, por favor.
Sálum echó un vistazo a los archivos y, luego, como si nada, apartó la mirada. Asintió, sabiendo que aunque la mirada de Ozunma no estaba en él, aún le estaba prestando atención.
De regreso a su habitación fue al baño. Después de un baño de menos de veinte minutos, se colocó ropa ligera. Bebió un poco de agua y justo cuando estaba listo para apagar las luces del dormitorio, escuchó algo sonando en la habitación.
Su corazón saltó al no saber qué era aquello que estaba sonando.
Sabía que estaba solo, ya que aquel sonido no parecía el que haría alguien cuando quería ocultar su rastro; era algo más.
Comenzó a buscar cuidadosamente por cada parte de la habitación. Echó un vistazo hacia el lugar donde había guardado las ropas de Zhalir y, con sumo cuidado y a paso lento, se dirigió hacia allí.
Extendió la mano hacia la gaveta superior y la abrió. Nada. Aunque el sonido provenía de allí, no encontró nada.
Sin otra opción, entró su mano entre la ropa. Agarró al causante del sonido; el cual ya se había detenido dos veces, antes de volver a sonar.
Era el artefacto más pequeño que Lima le había dado.
Lo sacó.
El artefacto ahora estaba prendido y presentaba varios símbolos, entre los cuales bien sabía que solo tres de ellos eran los más importantes; el más grande eran unas letras: Hermano mayor y abajo de eso había dos círculos de colores diferentes. Uno rojo y otro verde.
Por alguna razón su sentido le dijo que escogiera el verde. Lo pulsó y después de ver que no sucedía nada, aún precionándolo, deslizó la mano.
Los signos volvieron a cambiar, pero ya no prestó atención porque una voz salió del artefacto. Al principio no pudo escucharla muy bien y justo cuando se preguntaba si además de ser ciego, Zhalir también tendría problemas en los oídos, el otro lado habló.
—¿Por qué no respondes?
Sálum se quedó dos segundos en silencio antes de responder, con una voz más suave:
—Estaba en el baño, ¿qué pasa?
—¿Estás a punto de dormir? —el otro lado preguntó aligerando su voz que momentos antes había sido más ruda. Tosió un poco y susurró un incómodo "Lo siento", como si no estuviera acostumbrado a pedir disculpas—. Vi que no te conectabas por ninguna aplicación así que te llamé directamente. Sé que no estás acostumbrado a utilizar el celular, pero ahora que no estás cerca de casa deberías cambiar ese hábito. Tampoco debes hacer que mamá se preocupé —murmuró la última frase.
El corazón de Zhalir pareció detenerse. Aunque las palabras del hombre no eran autoritarias ni nada peligrosas, la duda sobre su identidad hizo que Sálum desconfiase de su propia actuación.
—Lo entiendo —susurró.
Ambos lados se quedaron en silencio.
El otro lado, un poco incómodo, dijo: —Si te sucede algo, no dudes en llamarme. También..., sobre lo que pasó hace algunas semanas, he conseguido rastros de quienes pueden ser. Tú..., no te preocupes. Hablemos después. Descansa bien. Adiós.
—Adiós —murmuró un poco después de quitar el artefacto de su oreja.
Sálum tiró el "celular" hacia un lado.
Ni siquiera pudo cuestionar cómo podía salir voz y vida a través de ese artefacto, porque tanto el tono como las palabras que Zhasem le había dicho se sentían extrañas. La suavidad y el cuidado con el que hablaba, aún con su voz claramente ruda, hizo sentir a Sálum como si fuese un vidrio; un vidrio que al más mínimo toque se podría romper.
Sálum se quedó en trance durante un par de minutos, antes de obligarse a despertar.
"Ese es el hermano de Zhalir", se recordó. "Ese cuidado y esa suavidad son por el secuestro y el sufrimiento de Zhalir". Y así, sin poder evitar recordar las palabras de Zhasem, se durmió.
Nota de autora: ¿ya les dije que me gustan los hombres con traje? Pues con la aparición de ustedes saben quién, lo vuelvo a repetir.
En otras noticias *leer con voz de periodista* el arco en el Bosque de Xir está a punto de comenzar, tin tin tin. ¡Hasta pronto!
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