Capítulo 8
No hubo un día después en el cual rehuir la mirada por pena, o buscar explicaciones forzadas que les permitieran seguir viéndose sin que nada cambiara entre ellos, luego de que se acercaran un poco más allá del decoro.
El nuevo día los golpeó a ambos, sobre todo a él, el hokage, con cientos de tareas. Shizune ni le permitiría beber su segundo café matutino, que ya lo tenía en las primeras reuniones para la organización de las jornadas de jefes de aldea, las cuales se habían convenientemente adelantado.
Ni hablar de los primeros reportes, demasiados prematuros para su gusto, que le enviara Seiyi desde sus espías, información que le obligó a programar reuniones a deshoras alejándolo de su objetivo primordial.
Él nunca había tenido problemas con el tan temido día después, menos en el caso de ellos en que todo lo sucedido había sido tan casto. En realidad, temía por Sakura y esa educación tan arcaica que habían grabado a fuego en ella. Necesitaba verla, conversar aunque sea unos minutos y saber cómo se sentía. No quería que la culpa o la vergüenza opacara ese dulce despertar al disfrute de su sexualidad que había podido observar. Y además, su libido demandaba aunque sea unos momentos a solas con ella, para devorar esos sonrojos aunque sea sin poder tocarla.
Pero le sería imposible. Ese y los días que le siguieron. Ni siquiera forzando excusas encontraba momentos para escaparse y verla. Y ya le estaba molestando.
El destino parecía estar confabulando en su contra. O tal vez a su favor, no llegaba a descubrirlo. Pero si algo era certero era que los días se le diluyeron de entre los dedos luego de aquella tarde en la que Sakura se deshiciera entre sus brazos y le brindara los mejores momentos que pudiera pedir.
Y sería de hipócritas no admitir las ganas enfermizas que tenía de repetirlo, aunque sabía que era mejor que todo quedara así, como un accidente fortuito que le regalara preciosos recuerdos para el futuro.
Pero, en el fondo, agradecía cómo se habían dado las cosas. Porque entendía que casi había cometido un error al intentar meterse en la vida de su ex alumna, como más que ese simple amigo que intentara ganarse algunos derechos, en ese improvisado y rebuscado experimento de expiar sus culpas del pasado. O acercarse peligrosamente a ella.
Procuraba no pensarlo demasiado, pero si algo había conseguido fue demostrar el punto en el que Seiyi insistiera tanto. Poco le costaría que ella fuera suya y reconocía que la idea lo tentaba, pero estaba convencido de que esa no era la mejor decisión que podía tomar para Sakura. Atarla a él sería peor que condenarla a una vida de soledad. Sin contar con lo que la gente de la aldea pudiera llegar a opinar dado sus pasados como maestro y alumna.
Y aunque el cansancio lo abrumaba al final de las extensas jornadas de las últimas semanas, en la mayoría de las noches le era imposible conciliar rápidamente el sueño. Cuando los recuerdos de esa tarde asaltaban sus pensamientos, su voluntad y sus anhelos eran tomados como simples rehenes manteniéndolo en vilo casi toda la madrugada, imaginando aquello que fácilmente podría ser pero que no debía ni siquiera considerar.
Así que si las cosas debían darse de esa forma, regida por los desencuentros, confiaba en que tal vez era lo mejor para ambos, que ella se desencantaría eventualmente y le facilitaría mantener la distancia, sobre todo ahora que sus demonios no descansaban clamando por más de lo que llegaron a saborear tan efímeramente.
Pero esa, sería otra jugarreta de su suerte. Porque cuando ya había desistido de insistir en un encuentro, fue su niña rosa quien comenzó a ir hacía él sin ocultar esa demandante necesidad de verlo. Y eso lo enloquecía. Porque si bien no hubo enfrentamientos ni explicaciones, la pelirosa no perdía oportunidad de pasar por su oficina invitándolo a entrenar o simplemente a beber té. Invitación que ni siquiera tenía que rehusar porque casi nunca lo encontraba en esos días.
Era Shizune quien lo disculpaba y a veces tomaba ese convite por él, comentándole al día siguiente lo sucedido.
Sólo una vez tuvo la oportunidad de cruzar la sonrisa de la joven entre el gentío durante la última reunión de presupuestos. Una a la que lamentablemente también había asistido Seiyi oculto tras la máscara ANBU, quien no le quitara la mirada de encima, aunque ella ni lo reparara, aunque ella siempre estuviera buscando los ojos de él, su ex sensei.
¡Y como se sonrojaba cuando los encontraba!
A Kakashi se le disparaban los latidos en el instante en que esos grandes ojos jade se posaban sobre los suyos, y no podía más que responder con un gesto cómplice que provocaba en ella ese sutil temblor en los párpados y el tenue apocamiento que le obligaban a bajar la mirada. Y cómo lo enloquecía.
Tan poco se decían y tanto se transmitían en ese simple cruce de miradas, que lo hacía sentir peor, porque ni siquiera siendo consciente del error que podía cometer, y de que estaba a tiempo de frenar, podía detenerse. Porque no quería hacerlo.
Así los días se transformaron en semanas. Y las jornadas de reuniones y viajes anuales llegaron para el hokage impidiendo aún más ese ansiado tiempo a solas con su niña rosa. Y cuando logró librarse de esas obligaciones, fue el turno para Sakura.
Como flamante encargada del hospital y pionera en técnicas de cirugías complejas con chakra, la kunoichi fue la elegida por el consejo como la principal disertante de las jornadas de simposios médicos en desarrollo de nuevas técnicas.
Lucía especialmente hermosa esa tarde gris y lluviosa, en la que dos de los integrantes del consejo se lo comunicaran, requiriendo los permisos firmados por el hokage para su pronta partida. Ella sonreía sin quitarle esos ilusionados ojos de encima. Y él no podía más que sentirse feliz, aunque por dentro su instinto protector jalara por dar un rotundo no a la solicitud.
Porque si bien se sentía orgulloso por ella, le dejaba muy incómodo que la ninja médico abandonara la seguridad de la aldea en esos tiempos que comenzaban a teñirse con amenazas. Ella era muy competente con sus habilidades de pelea, podía dar fe en ello, pero aun así prefería cuidarla.
Y si bien Seiyi era la mejor opción para escoltarla aunque sea desde las sombras, ni loco recurriría a él para dicha tarea. No podía brindarle al ANBU una nueva oportunidad de estar cerca de ella y a solas, sobre todo sabiendo de antemano que lo aprovecharía a su favor. Que su amigo le advirtiera sobre el capricho que despertara por la kunoichi, era una rotunda declaración de guerra, y sería muy estúpido de brindarle ventajas voluntariamente al enemigo.
Conocía el hábil e inescrupuloso seductor que era su sempai, sumado al encanto de la belleza Uchiha que había heredado y que fuera la debilidad de la pelirosa en una época de su vida. No se arriesgaría a abrir una puerta aunque él se negara a tomarla para sí mismo.
Confiaría en ella. Sí, era fuerte, era inteligente y la veía más íntegra que nunca. Confiaría en las habilidades de la ninja y del destino.
Y también en Sai, a quien nombró como respaldo de equipo para la kunoichi. Sí, Sai sería un buen guardaespaldas y, por su entrenamiento ANBU, debía completa lealtad y reserva para con el hokage. Pequeñas ventajas que su pesada posición le brindaba.
Sólo debía soportar el tiempo que ella estuviera lejos. Por lo menos hasta los atardeceres en los que llegaran las aves mensajeras con los informes de su antiguo alumno.
Era entrada la noche de ese nublado y frío viernes. La jornada laboral había terminado hacía ya más de tres horas. Nadie quedaba en la torre del hokage. Nadie excepto el hokage y seguramente dos de los guardias ANBUS debidamente camuflados en puntos estratégicos de vigilancia. Kakashi sentía sus chakras, aunque hubieran ejecutado los jutsus de ocultamiento.
Desde la calle cualquier osado transeúnte que tuviera que circular en esa gélida noche, podría apreciar la tenue y cálida luz proveniente de la oficina del hokage. No se sorprendería, al fin y al cabo era el hombre más ocupado de la aldea, situación que le pesaba al peliplata. Y ya demasiado.
El invierno había comenzado hacía escasos dos días pero de forma sorprendentemente intensa. Y él, quieto en ese asiento, en esa oficina solitaria, no podía sentirse más que entumido y extrañar las tardes de entrenamiento o los acampares alrededor de una fogata, conversando con camaradas en plena misión.
Kakashi suspiró pesadamente, porque si bien echaba de menos su vida anterior de shinobi, más la extrañaba a ella, a su niña rosa. Aún quedaba una semana para que regresara, pero ya le pesaba demasiado y no dejaba de pensar una y otra vez que, para la próxima oportunidad que tuviera que dejarla ir de la aldea, se las ingeniaría y ser él, el hokage, quien la acompañara.
Frotó sus ojos por unos segundos para disminuir el cansancio, apreciando con algo de hastío las tres carpetas de documentación que aún le quedaban de revisar.
—Mierda...— maldijo antes de tomar nuevamente la pluma y retomar sus labores. Quería terminar todo esa misma noche, no dejaría nada para la mañana siguiente.
Por una vez en meses necesitaba tomarse un sábado para dormir un par de horitas demás y luego entrenar algo, mover el cuerpo. Un buen baño caliente al terminar para relajar la musculatura y un té verde humeante frente a la chimenea con el último Icha que se comprara semanas atrás y que aún no pudiera ni siquiera hojear.
Sí... la chimenea. Lo mejor de la modesta pero amplia casa que había comprado con el dinero extra que ahorró luego de asumir como hokage, y a la que se había mudado ni bien la terminara de acondicionar, por más que el consejo insistiera en que debía permanecer en la mansión prevista para su cargo. La mansión era un buen lugar, pero no era completamente suyo y, por ende, menos privado. Y sus gustos demandaban privacidad.
Abrió la primera carpeta de la última pila que le restaba y no pudo más que quejarse. Revisar y firmar todos esos documentos le llevaría hora y media más, pero con eso acababa todo el trabajo de semanas.
Suspiró intentando relajarse, sólo un poco más y tendría su merecido descanso.
El sonido de unos tacones retumbando a lo lejos por el pasillo hacia su oficina, lo distrajeron de la monotonía de la tarea y, por unos segundos, se detuvo concentrando toda su atención en ese leve barullo el cual se esfumó tan rápido como llegó. Pero el simple instante de desconcentración hizo que su corazón latiera sólo un poco más acelerado cuando creyó percibir el dulce chakra de su niña rosa.
Toda la atención se concentró en esa tenue energía, que olía a cerezo, dulce y suave como ella. Pero no lo encontró, abofeteándose mentalmente con el auto reproche a una mente dispersa que debía pensar en sólo terminar el trabajo y no en fantasías.
Quizás fuera Shizune buscando algo que se olvidara, o alguna encargada de la maestranza. No podía ser Sakura aunque lo quisiera. Además, si fuera alguien que requiriera de su atención los ANBUs se lo hubieran advertido.
Sólo lamentó la distracción.
Y que no fuera ella.
Realmente deseaba verla.
Se lamentó bajando la mirada a esos aburridos papeles, pero el crujir suave de la puerta al girar el picaporte, llamó nuevamente su atención. Alzó la mirada poniéndose en guardia rápidamente.
—¿Interrumpo?
Esa voz...
El corazón se le disparó.
—¿Sakura...?
Ella asomó su rostro por la puerta levemente abierta, dibujando una enorme sonrisa que apenas afloraba desde la bufanda color rubí que le abrigaba.
—¿A que no me sentiste?
Él negó riendo.
—¡Ja! ¡Siiii! — celebró entrando rápidamente — ¡Lo hice! ¡Lo hice! ¿Viste? Ejecuté tu jutsu de ocultamiento a la perfección. ¡Te gané!
—Ummm... más o menos. En realidad te percibí.
—¡Mentira!
—Nop. Algo de tu chakra llegó. — Ella hizo una mueca de incredulidad inflando los mofletes — Es verdad. Sabes que no pasas-
—Sí, sí, que nunca voy a poder pasar desapercibida para ti.
—Exacto. — Le sonrió observándola con ilusión.
Y ella hizo lo mismo, parada frente a él a una distancia prudente y que se le antojaba demasiada, aferrando nerviosa con ambas manos la tira de su cartera. No pudo más que perderse en esa mirada gris que la recorría. Y sentía que el corazón podía salírsele del pecho por simplemente tenerlo frente a ella.
Realmente lo había echado de menos, a él y a todo lo que le brindaba.
—Hola... — le dijo tímidamente, antes de bajar la mirada con algo de pena.
—Hola, Sakura. — Su voz era grave.
No pudo dejar de observarla, como si todo aquello fuera una mera jugarreta de sus ansias y de una imaginación alimentada hasta el engorde de historias románticas y otras no tanto.
Le sonrió ampliamente debajo de la máscara cuando sus ojos hicieron contacto nuevamente. Y la percibió jadear levemente, disimulándolo detrás de un suspiro.
Estaba tan hermosa...
— Dime algo, Sakura.
—¿M-mhm?
—Dime que no estoy dormido...
Ella rió, con esa risita aguda y juguetona, antes de morderse el labio inferior.
—¿Crees que esto que ves es un sueño?
—No sería la primera vez.
—¿En serio? — abrió grandes sus ojos, sonrojándose — ¿Tú...sueñas conmigo?
—Más de lo que crees.
Sakura sonrió mientras se quitaba la bufanda para refrescar el sonrojo que comenzaba a aumentarle la temperatura.
—Eso significa que me extrañaste. ¿O no?
— Y si te digo que sí ¿me creerías?
—Nope.
Y se quitó el abrigo en un ademán juguetón el cual Kakashi detalló en cada movimiento. Pero ella no lo hacía para provocarlo adrede, realmente sentía calor, y más bajo esa mirada que se le antojaba algo lujuriosa.
No podía culparlo, ella no hizo más que recordar su caliente toque ahí abajo una y otra vez desde aquella tarde, teniendo que evocarlo en cada oportunidad en que deseaba autosatisfacerse, si es que quería llegar al orgasmo. Y no podía menos que anhelarlo nuevamente.
Tenerlo al frente, hablándole así, disparaba su libido a mil, y entendía que debía retirar todas esas sensaciones e imágenes de su cerebro si pretendía mantener, después de tanto tiempo, una conversación amena como las de siempre. Como las que tenían antes de que todo eso entre ellos sucediera. Nada debía cambiar por una simple experiencia en la cual Kakashi buscaba sólo ayudarla, instruirla; ya que él era un imposible para ella.
Debía serlo.
Era mayor, era su ex sensei, y era el hokage. Para un hombre con todas las letras como él, con toda esa experiencia y mundo ¿qué tendría una chiquilla inexperta como ella para ofrecerle? Nada.
O problemas, porque de seguro el consejo se le vendría en sima si se enteraran de que algo sucedía entre ellos. Si es que acaso sobrevivía a Tsunade.
Así que suspiró mientras acomodaba el abrigo en su brazo y, señalando la silla frente al despacho, pidió permiso para tomarla. Él asintió.
—Entonces ¿para qué preguntas?
—Para molestarte — le sacó juguetona la lengua antes de apoyar ambos brazos en el escritorio observando la papelería que lo cubría, desviándose intencionalmente de esos oscuros ojos que tanto la provocaban — Mucho trabajo ¿no?
Kakashi respiró hondo.
—Demasiado para este viejo.
—No eres viejo.
—Sigue siendo demasiado.
Ella tomó en un ademán juguetón la hoja que reposaba frente al él, y la leyó bajo la atenta mirada del peliplata.
—¿Estás organizando las jornadas de las próximas semanas?
—Así es.
—Se van a posponer.
—¿Y me lo dices por...?
—Porque el congreso al que asistía se postergó hasta la primavera. Y todos los que le seguían después de ese. Un frente frío adelantó las nevadas, así que nos enviaron a todos a casa esta mañana. Aparentemente esperan más de tres metros de nieve para la noche, algo inusual pero no nuevo.
—¿De verdad?
Ella asintió sin dejar de leer el resto de las hojas.
—Los informes meteorológicos de hoy daban nevadas intensas pero para la semana próxima. ¿Tan grave lo tomaron en Yukigakure?
—Aparentemente sí. O son simplemente previsores. —Se encogió de hombros. —Yo me escapé ni bien nos avisaron. —Y le dedicó una amplia sonrisa apoyando el mentón entre sus manos.
—¿Tan aburrido estaba?
—Nope. Sólo que... digamos como que...tenía otras razones para volver rápido. —Su sonrisa se ensanchó aún más, iluminándole los ojos.
Él contrajo el ceño. El corazón le latía a mil sin entender exactamente el porqué. Tal vez le ilusionaba aquello que interpretaba de esas palabras, que ella quería regresar por él.
—¿Y eso se debe...?
Un leve sonrojo tiñó las mejillas de la joven antes de girar rápidamente sobre la silla, para hurgar en su cartera que yacía colgando del respaldo. Tras unos segundos, sacó una bolsita del tamaño de una libreta de muchas hojas. Y se la extendió con ambas manos, muy emocionada.
—Quería darte tu regalo.
—¿Para mí? — Le dijo abriendo grandes los ojos sin imaginarse que podía llegar a ser.
Asintió mordiéndose el labio inferior. Y él no sabía cómo leer ese conjunto de gestos. Estaba completamente sorprendido.
—¡Vamos! ¿Qué esperas? ¡Ábrelo!
—Tranquila emoción...
Cuando Kakashi logró deshacerse del envoltorio y extrajo el objeto, el cual resultó ser un libro de bolsillo, su ceño se contrajo. Y al girarlo y constatar el título, sus ojos se abrieron inmensos en aprobación.
—¿Es lo que yo creo?
Ella asintió repetidas veces, emocionada, ensanchando aún más esa hermosa sonrisa.
—¡Sí! ¡Es el último libro de tu autora erótica preferida! ¡De la que me hablas siempre!
—Sakura...esto es... es ... — balbuceaba totalmente absorto, procesando lo que tenía entre sus manos — ¡Es genial! — la miró al fin sin poder salir de ese estado. — Pero, no entiendo, la autora no lo iba a presentar hasta la semana próxima. ¿Cómo...?
—¿Lo conseguí?
Él asintió sin mirarla.
—Bueno, resulta que...A ver, como te lo cuento — suspiró inquieta, pero la sonrisa no se le quitaba — Digamos, como que... fue un accidente fortuito. Estaba en el lugar y momento precisos.
—¿Y?
—Fue una deuda. Resulta que ayudé a su pareja en un problemita con unas ...emmm...¿esposas? — un dulce sonrojo adornó esas mejillas.
Él abrió aún más los ojos, comenzando a reír. Conocía las preferencias de la autora, las cuales no estaban en absoluto lejos de las suyas, al fin y al cabo había elegido sus obras no sólo por la calidad y el estilo, sino porque trataban de una forma muy respetuosa y excitante sus gustos sexuales.
—Es largo de contar...— minimizó agitando la mano, ruborizada hasta las orejas — En fin, resulta que estaba tan agradecida por mi apoyo y reserva que quería pagarme, aunque me negara. Y bueno, sin querer, vi que sobre el escritorio tenía una edición de lectura de pre lanzamiento de su último trabajo, y ella insistía tanto en cómo pagarme que... ¡se la pedí!
Kakashi no pudo evitar carcajear. Sakura siempre había sido muy tenaz, la admiraba por ello.
—¿No soy genial?
—Sin dudas. Pero, ¿cómo la reconociste? — le cuestionó mientras comenzaba a hojearlo, acariciando cada página en la que se detenía —Te hablé de ella pero nunca te mostré fotos ni te di tantos detalles como para darte cuenta así.— Se tomó unos segundos leyendo un párrafo al azar. — Y menos de este libro.
Ella se sonrojó aún más, respirando hondo varias veces antes de hablar.
—Emm... me contaron en una librería que ella estaba en mi hotel para presentar...ese libro...— Lo dijo bajito, tragando duro mientras rogaba que Kakashi omitiera pedir más información.
—¿En una librería? — preguntó sin despegar la vista de la contraportada — ¿Qué hacías en...? ¡Mierda!
Ella dio un respingo en la silla.
—¡Sakura! — la miró con los ojos abiertos a más no poder — ¡Me lo dedicó! ¿Hiciste que me lo dedicara?
—¡Siiii! ¿A que soy más que súper, súper, súper genial? — y esperaba que con eso se compenetrara totalmente en el regalo olvidándose de los cómo.
—Eres... ¡única!— la emoción en su voz era evidente, mientras leía una y otra vez el breve texto que la escritora le dejara, de puño y letra, firmado al final — Esto vale cada gramo de su peso en oro, Sakura.
Ella sonrió ampliamente y suspiró aliviada observándolo leer, y como esos ojos se achicaban tras la sonrisa de satisfacción que se le ensanchaba a cada repasada que le brindaba.
—No veo la hora de leerlo. — murmuró.
—Sabía que iba a gustarte. Me hacía mucha ilusión dártelo.
Él levantó la vista en ese momento, detallándola con dulzura. Debía admitir que ese gesto desinteresado y tan preciso de Sakura hacia él demostraba que lo conocía profundamente, que escuchaba cada palabra y que lo estudiaba tanto como él a ella. Y no hacía más que enamorarlo más de lo que ya estaba.
Aun así, le intrigaba de sobre manera conocer cómo había dado con la autora. Algo sospechaba y la cautela de Sakura al largar prenda no hacía más que confirmárselo. La única manera de que esos accidentes, como ella los llamaba, hubieran estado tan a su favor, era que la kunoichi estuvo al fin husmeando por ese mundillo erótico que tanto demostraba horrorizarle. Aunque supiera que esas reacciones eran meras actuaciones que imponía la decencia social que tan profundo calaban en ella.
Y no se ahorraría el disfrute de provocarla mientras hacía que lo reconociera.
—Pero... ¿qué hacías en una librería erótica?
—¿¡Quien dijo que era erótica!?
—Vamos... esta clase de libros, tan específicos y de culto, no son conocidos en cualquier tienda. Aquí en Konhoa... bueno, puede ser. Pero en Yukigakure, imposible. — Esos negros ojos se volvieron perversamente cuestionadores — Dime, pequeña traviesa... ¿qué hacías en esa clase de librería? Porque no son tantas...
«¡Mierda! »
Era Kakashi, uno de los más temibles ninjas y agentes ANBU de su época. A quien no se le podían ocultar secretos. Los enemigos que entraban a interrogatorio con él, sabían que estaban perdidos.
Y ahora era ella la que estaría perdida, aún si se negara a comentarle algo, ese regalo la delataba por completo.
—¡No es lo que piensas!
—¿Y qué supones que pienso? — carcajeó, esto realmente le divertía.
—Que...que...¡me volví degenerada como tú!
—¿En serio? — abrió los ojos llevándose la mano a la boca, como si le hubieran ofendido esas palabras — ¿Eso piensas de mí? ¿Qué soy un degenerado?
—¡No! Bueno... ¡Sí! Digo... eres un pervertido que... que... ¡lee porno en la vía pública! Y-
—Erótico, Sakura. Leo género erótico. — le interrumpió — Al porno lo practico.
—¡Kakashi! — gritó echándose atrás en la silla y él no pudo más que reír.
—¡Eres malo! ¡No te mereces mi regalo!
—Ya... ¿Cuánto hace que no nos vemos y no te aguantas ni un chiste?
Ella le sacó la lengua cruzándose de brazos.
—Te mordería la boca cuando haces eso, ¿sabías?
—¡Kakashi!
Se puso roja hasta los cabellos ante el comentario, y él tuvo que apretarse el estómago por la risa. Y cuando al fin pudo calmarse, tenía frente a sí una Sakura muy enojada, aunque sabía que más que sentirlo estaba exagerando esa fachada para zafar de sus preguntas.
—Bueno... ¿estamos mejor?
—¡Pst! Hablas por ti.
—Ya... déjate de hacerte la enojada y cuéntame. ¿Qué hacías en esa clase de librerías?
—No quiero contarte.
—Resulta que no me importa que no quieras. Tienes que contarme.
—No, no tengo que-
—Soy el hokage y yo te envié a Yukigakure. Así que toma esto como... detalles de misión. — ella bufó maldiciendo y él le sonrió — Así que, cuéntame, ¿Qué hacías en esa clase de librerías?
Lo miró con furia, pero al encontrarse con esos negros ojos tan fijos en ella, rápidamente la mueca se transformó en una súplica. Y cuando él sonrió con algo de perversidad en el gesto, ella suspiró resignada a su destino.
Gruñendo se acomodó en el asiento y tomó una gran bocanada de aire para brindarse coraje y comenzar.
—Bueno...resulta que estaba algo... digamos que ansiosa en el congreso y...— se tapó la cara con ambas manos —¡Ay, no puedo, no puedo!
—Te escucho.
Respiró hondo una vez más, apoyando sus manos abiertas sobre el escritorio.
— Me pasó que... quise meditar para relajarme, como me enseñaste ¿recuerdas? — él asintió — Y como que la meditación tradicional... bueno ¿no me estaba funcionado? — suspiró pesado jugando nerviosa con sus dedos —Y tú estabas lejos y-
—Oh...me echabas de menos.
— ¡No seas idiota! — rieron — Bueno, sí... ¿un poco? ¿Poquito así?
Riendo, él le indicó que continuara contándole lo sucedido.
— Bueno, en medio de todo recordé lo otro...el otro método — tragó grueso, como si no quisiera continuar soltando palabra, pero esos oscuros ojos no iban a permitir que se detuviera y ella no iba a poder más que obedecer — Resulta que...nada... Yo... ¡no te rías! — le señaló con el dedo en advertencia.
Él escuchaba atento, mordiéndose los labios para contenerse.
— Bueno... un paseo, un par de averiguaciones y... una cosa trajo a la otra... ¡para qué mentirte!
—Pues... no me mientas.
—Como si pudiera...— murmuró entre dientes.
—¿Cómo?
— Que al final me compré un libro icha icha. — Lo dijo rápidamente, casi desinflándose y rindiéndose ante su ex sensei.
Kakashi sonreía ampliamente debajo de la máscara. Se lo imaginaba, la curiosidad de su ex alumna era imbatible y él sabía cómo despertarla. Sus ojos se redujeron a dos líneas cuando comenzó a reír por lo bajo. Una risa grave que solo contribuyó a aumentar el calor en Sakura, detalle que no pasó desapercibido para el peliplata.
—¡Pero que pervertida Sakura!
—¡No te burles! ¡Malo!— El enrojecimiento de sus hinchadas mejillas aumentó tornándose molesto para la joven, quien comenzó a tocarlas con el dorso de las manos frías para refrescarse.
Dulzura era lo menos que despertaba en él, pero sólo permitió que eso reflejara su mirada.
—Y dime — carraspeó acomodando la voz — ¿Que compraste?
—Recordé que me habías mencionado un título de esta autora...me dijiste que era como para mí.
—Ah... picarona. Compraste Beso francés.
Si bien el título de la obra era bastante simple y prometía una historia romántica con alto contenido erótico tradicional, juzgarlo así no podía estar más lejos de la realidad. El libro en sí era un tratado de como iniciarse en el mundo de la dominación y sumisión desde el punto de vista de una ingenua pero curiosa joven que, poco a poco, ingresaba en el juego de seducción de su maestro de arte en una firme decisión de convertirla en su sumisa.
No era que tuviera realmente intenciones de repetir esa situación entre ellos, aunque era una mentira decir que no lo deseaba. Así que deslizó esa sugerencia haciendo caso omiso del plan que sus demonios idearon, esperando que la curiosidad de la joven hiciera el resto.
Sakura asintió totalmente avergonzada.
—Aun no lo leí. — aclaró — Apenas si lo tenía que conocí en persona a Rieko y me diera el libro que te obsequié.
—Es muy bueno el que tienes. — Y bajó su mirada hacia el regalo hojeándolo algo ansioso.
La verdad era que esperaba esa publicación desde hacía algo más que un año. El libro se había prometido como el trabajo más extremo de la autora, siendo los anteriores realmente intensos y creativos.
En varias oportunidades había llevado a la práctica algunas de las escenas de sexo dominante de sus libros, y el placer que llegara a experimentar no era fácilmente superado por cualquier sesión más tradicional que se diera después. O tal vez era el morbo de cumplir las fantasías, que tan bien describía en esos textos, lo que le elevaba la libido. No lo sabía con certeza, pero sólo le sucedía con esos libros en exclusiva.
Al pasar varias hojas leyendo aleatoriamente algún que otro párrafo en un intento de saciar su ansiedad de lectura, notó unos pequeños dobleces, como si alguien hubiera dejado recordatorios. No le extrañó, al fin y al cabo era una edición para las presentaciones que debía dar la autora, lo que lo convertía en algo más preciado aún.
Lo que realmente le sorprendió fue encontrar de vez en cuando la marca de dos dobleces en la esquina de algunas páginas. Ese método tan particular era el que utilizara su niña rosa para recordar su propia lectura.
Contrajo el ceño, algo confundido pero no menos esperanzado. Aunque era tonto considerarlo, esta clase de historias la hubiera perturbado. Pero, por si acaso...
—Sakura... ¿leíste este libro?
—¿Ajá...? — respondió tímidamente.
Él rió sin levantar la vista, mientras leía la breve reseña que prometía y con creces.
—¿Y? ¿Qué te pareció?
—Fue...raro.
Esperaba una respuesta así.
—Pero muy excitante.
Eso no lo vio venir.
Él levantó la mirada en ese momento, posándola pesada sobre ella. Esa respuesta había capturado su completa atención.
—Aunque había ciertas cosas como que...ummm...me enfurecían... pero me... ¿provocaban?
—Interesante.
—Aunque...no sé...tengo muchas dudas... ¿Eso es real?
—Sí. — No iba a responderle más que eso. Ella estaba curiosa y realmente quería que siguiera así. Curiosa se animaba a experimentar. Y si lo hacía, él estaba dispuesto a guiarla porque no dejaría que nadie más lo hiciera.
—Ou... — respiró hondo con esos ojos incautos bien abiertos — ¿Y conoces gente que...lo hace?
—Claro.
—¿Es así como en el libro?
—Bueno...aun no lo leí, así que no puedo decirte hasta qué punto llega la fantasía aquí. Pero esta autora es muy realista y detallista. Como te habrás percatado — Sakura asintió — ella lo practica, es una domina reconocida, así que... podría adelantarte que es muy real.
Ella asintió otra vez apretando fuerte los labios, sellándolos a cualquier réplica.
El movimiento impaciente de las piernas de la joven sobre la silla le indicaban a Kakashi que su curiosidad estaba por las nubes, pero la decencia o el temor a lo desconocido la volvían tímida a la hora de pedir lo que necesitaba.
Y no podía enloquecerle más tenerla en ese estado. Era simplemente única cuando esa mirada jade se llenaba de ansias, cuando se mordía los labios nerviosa por ese ardor que comenzaba a recorrerla, como si fuera imprudente que ella sintiera de esa forma frente a él. Prudencia que se iba al demonio con la justa provocación, una que sólo él sabía darle.
Kakashi respiró hondo indeciso de que hacer. Pero fue notarla respirar pesado, para que la cautela se fuera al demonio. Y se la haría fácil. Solo porque necesitaba desesperadamente lo que seguía a eso.
—¿Quieres que lo leamos juntos?
Sus ojos jades se iluminaron en ese momento, resaltados por el rosa de sus mejillas aun encendidas.
—¿Eso es un sí, Sakura?
—Sino te incomoda...
—En absoluto. —Le sonrió. — Aunque...comenzaría con un título más sutil.
—¿El que me recomendaste?
—No, ese puedes leerlo sola. Tengo otros.
Si bien el libro que le regalara Sakura era muy bueno, podía resultarle algo ofensivo sino se encontraba familiarizada con ciertas reglas y prácticas. Sin mencionar que le gustaba leer junto a ella novelas que ya conocía, para de esa forma concentrarse únicamente en las reacciones de su niña rosa.
Adoraba ver como su entrecejo se contraía ante cada escena, como las dudas le asomaban ante el relato de una experiencia novedosa, el vaivén en su pecho por la respiración entrecortada que delataban lo excitada que se ponía. Realmente disfrutaba cuando ella le arrojaba sus planteos ya que ellos no eran un reproche o juicio aunque así se oyeran. Detrás de ellos se encontraba escondido el deseo por la experimentación. Y ahí, en ese punto, él encontraba la oportunidad para colarse y evitar que otras manos egoístas e inexpertas la profanaran.
Ella era perfecta.
Ella era suya.
Lo había declarado aun sin haberlo reconocido.
—Hace frío y tengo un buen hogar en mi casa.
Sakura sonrió con algo de malicia. Ya había aceptado.
—¿No tienes trabajo atrasado que terminar?
—¿No me decías que se iban a posponer estas reuniones?
Su sonrisa se amplió.
—Umm... Es algo tarde... —replicó mirando por la ventana, haciéndose la difícil.
—Tengo un sofá cómodo.
—¿Me estás sugiriendo que hagamos...una piyamada? —La sonrisa se volvió terriblemente coqueta detrás de ese juego de palabras, como si colara pequeñas provocaciones hacia él.
Y le encantaba así de juguetona, pero eligió dejarlo pasar. No podría levantarse del asiento si le permitía a sus pensamientos ir por ese camino.
—Si quieres definir lo así... ¿ordenamos piza?
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Bueno... bueno... sé que se quedaron un poquiiiiiiiito enojadas conmigo. ¿O me equivoco? ¿A que esperaban ya el delicioso? Pues... aún no. Paciencia, paciencia. Ya estamos muy, muy cerca.
Recuerden que Kakashi aún se autocastiga por lo que hace, aunque no pueda resistirse. Y Sakura se reprime por su educación y su pasado.
Despacito, lentamente.... ámame en cámara lenta... sí, sí... Valeria Linch ya lo decía. Y va a ir despacito hasta que... no jajajajajajaja
Quedense tranquilas que, conmigo, el lemmon, el delicioso, la cochinada; está siempre, pero siempre asegurada.
Un beso enorme. Gracias por todos los comentarios que me dejan y sus estrellitas, y su apoyo en las redes. De verdad, muchas gracias.
Nos vemos prontito. El próximo jueves. ¡Besos!
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