Capítulo 64
Los sonidos agudos y penetrantes del despertador la molestaban. Hacía ya demasiado tiempo que se oían, el volumen en aumento era evidencia de ello. No entendía porque Seiyi no lo apagaba, él siempre despertaba antes que ella y...
Abrió los ojos de repente.
Siempre dormía de lado, viendo hacia él. Cada nuevo día eran sus besos los que la iban robando poco a poco del mundo de Morfeo, pero esa mañana no había nadie a su lado.
Estiró la mano apoyándola en donde debía descansar su cuerpo, como si no confiara en lo que sus adormilados ojos le devolvían.
Frío.
Se sentían frías las sábanas.
Él se había levantado más temprano que ella... o no había regresado la noche anterior.
Arrugó el ceño sentándose torpemente para tener un mejor ángulo de visión.
Las sábanas levemente revueltas, él era hombre ordenado, le tranquilizaron solo un poco. Había regresado, había descansado a su lado quizás. Pero ya no estaba.
Respiró hondo pasándose las manos por el rostro. Los ojos los sentía hinchados, ardiéndole los párpados al frotarlos. No pudo evitar llorar cuando quedó a solas en la cama, en esa hermosa habitación que esa noche se sintió desalmada en el tamaño y en soledad. El único consuelo que obtuvo fue el leer, no cualquier lectura, el libro que le había prestado Kakashi fue la única elección posible, la que le permitió olvidar aunque fuera por un rato ese opresivo sentir, reemplazando pensamientos.
Estiró la mano para tomarlo, había conciliado el sueño mientras leía, si lo soltaba se despertaba de inmediato por ello no le quedó otra opción que dejarlo entre sus manos para lograr descansar aunque sea un poco. Así que debía estar cerca, entre las sábanas...
Lo buscó por la cama palpando de un lado y luego del otro. Nada. Se asomó por el borde, en el suelo no estaba, debajo de la cama menos, tampoco sobre su mesa de noche. ¿Dónde...?
Y allí, cuando alzó el rostro, frente a ella, le sorprendió un pequeño sillón sobre el que posaba una prenda. La noche anterior no estaba en ese lugar y definitivamente ella no lo había acomodado ahí. Se levantó para acercarse, observando detenidamente la prenda, era el saco que vistió Seiyi para ir a su cena con Mio. Lo tomó llevándoselo a la nariz, más por instinto que otra cosa. El perfume del varón la invadió de inmediato, tan intenso y profundo, tan seductor. Hacia el final había otro, uno dulce, que no le gustó. Así olía Mio cuando pasó a su lado, empalagosa, invasiva... insoportable.
Maldijo por dentro, quiso enojarse aunque más le dolió que otra cosa, y eligió no pensarlo, no considerar lo que su instinto le gritaba en ese momento. No, no quería sentir eso, no lo elegía, no sería la víctima porque tampoco Seiyi le haría eso, no hubo señales que le alertaran, no hubo palabras no dichas que prefirió ignorar. Con Kakashi, sí. Él se había alejado, la trató diferente frío, evitándole con sutileza al principio, con obviedad después, hasta que lo descubriera.
Suspiró sorprendiéndose cuando sobre el almohadón del sillón reparó en el libro. Era evidente que Seiyi lo había dejado allí, quizás se lo retiró al advertir que le molestaría al dormir, o que ella podría lastimarse con su afilado lomo. Le asentó bien el gesto, aunque eligió seguir enojada. No quería que le doliera, no quería que sus pensamientos se desbocaran luego buscando en el presente excusas que le justificaran que el pasado volvía a repetirse, porque no era así. Se resistía a considerarlo.
Rápidamente fue hasta el baño, estaba hecho un desastre. Un toque del jutsu médico desinflamó los ojos, la crema de peinar y un leve maquillaje hicieron el resto. Con una liga, fijó los cabellos en una coleta alta luego de cepillarlos desarmando nudos, la mañana arrancaba pronto con una cirugía, se llevaría todo en el bolso grande para lucir presentable después.
Vistió rápido las prendas cómodas para la faena. A parte preparó la camisa, falda y zapatos que usaría para las consultas de la tarde, rogando que Shizune se presentara y pudieran tener aquella conversación que Kakashi le prometiera.
Suspiró al bajar las escaleras con los bolsos en mano. En la cocina chica le esperaba Watari, quien comenzó a servirle el café con un toque de espuma de leche, ni bien la vio entrar.
—¡Buenos días, señorita! —Le sonrió levantando apenas los ojos de su faena—. Le he preparado una tostada integral con huevo, queso cremoso y oliva, como a usted le gusta cuando la mañana comienza cargada.
Ella le devolvió el gesto sentándose en frente.
—Gracias. Sí, tengo un día... de locos. Eres muy atento, Watari — le sonrió.
—Gracias, señorita.
Sakura se llevó un trozo de fresa a la boca, había un platito con dos cortadas a la mitad, el azúcar por encima le confería ese brillo y dulzura extra que le encantaba, Watari siempre se las tenía lista. Lo adoraba.
Le miró, él sonreía calmo mientras terminaba de acomodar su desayuno.
—¡Qué perceptivo eres, Watari! Realmente, te admiro. Anoche, estaba tan en la mía, que se me pasó comentarte. Gracias por esto.
—Le agradezco el halago, señorita, pero lamento admitir que no es mérito mío —. Le alcanzó un platito con trozos de naranja ahora—. El señor me lo dijo esta mañana, antes de retirarse.
—¿Seiyi? —encogió el ceño. Él tampoco lo sabía, ni conversar había podido, menos contarle su agenda.
—Sí. Me dejo instrucciones de... perdón —giró tomando desde la alacena un recipiente con miel azucarada—. Me encargó que endulce su café con miel, y que no olvide sus vitaminas. Me dijo que las necesitaría hoy. —Sakura buscó sobre la mesa el medicamento—. Están disueltas en el vaso con agua a su derecha.
La pelirrosa negó, tomando luego el vaso. No pudo evitar que el gesto también se sintiera cálido, Seiyi la cuidaba aun en su ausencia, pero por alguna razón en ese instante también le molestaba.
—Te dijo que las necesitaría... claro.
—Me comentó que estaría bajo mucho estrés hoy. ¿Es correcto?
Suspiró.
—Sí, lo es —y le sonrió, estaba molesta pero ese hombre no tenía la culpa, no era justo demostrarle aquello.
Un nuevo suspiro la tuvo fijando la vista en los dedos que jugaban ahora con un trozo de naranja, cuando Watari volteara a seguir con lo suyo. La boca se le torció, el semblante se contraía. Era evidente que Seiyi de alguna forma estaría al corriente de todo lo que Kakashi le encomendaría a ella, era obvio que lo averiguaría si era que ya no lo sabía antes de que fuera oficial. En todo momento estaba un paso al frente, y si bien aquello siempre le excitaba, esa mañana le picaba en el enojo, porque iba cayendo en la cuenta de que nada, absolutamente nada, de lo que ese hombre hiciera era casual.
Nada se le escapaba, lo iba conociendo poco a poco y era que si ya hasta le adivinaba la forma en que observaba aquello que le interesaba. Esos modos en que parecían que nada le importaba, nada le sorprendía, pero todo lo veía. Cada palabra, cada gesto, todo estaba medido.
Y allí, justo en ese instante, cayó en la cuenta. Que Mio estuviera a su alrededor y que él dejara que ella lo advirtiera, no fue un descuido. Ella no descubrió nada, él se lo dejó ver.
Entonces... ¿hasta qué punto podía confiar de la falta de señales que justificara la negativa de creerle al instinto? ¿Y si acaso sucedía lo que estaba intuyendo y aquella noche, ese encuentro, fue la señal de advertencia?
El corazón comenzó a latir fuerte. La angustia volvió a azotarle la garganta, e intentó respirar hondo para calmarse. No podía dejar que sus pensamientos fueran por ahí. No debía. No quería, su día no se arruinaría por un hombre, hoy, ni nunca más.
Así que optó por considerar que estaba sacando conclusiones de adelantado. No le daban los tiempos para eso. No... no era posible, no otra vez...
—Señorita, ¿se encuentra bien? —Fue Watari quien la sacó de esas tortuosas cavilaciones.
—Emm... sí, sí. Sólo... recordaba mi agenda y...
—Entiendo —le sonrió—. Pensé que había algo mal en su desayuno.
—No, no. Está todo... ¡perfecto! Siempre haces todo perfecto. Eres un genio, Watari.
—No es necesario el halago, lo hago con gusto, pero gracias —se inclinó en agradecimiento—. Y... ¡ah! Casi lo olvidaba.
Volteó y desde la heladera de postres, extrajo una pequeña cajita adornada con un delicado moño de raso, color rosa claro.
—El señor me pidió que le entregara esto antes de que se fuera al hospital, ya que no iba a poder estar esta mañana para alcanzarla él mismo. No iba a entregárselo hasta que finalizara su desayuno, pero creo que este es el mejor momento para que lo reciba.
Ella lo tomó suavemente, se veía frágil, y lo abrió sin demora. Dentro, perfectamente acomodados en la cajita color perla, yacían dos dulces, uno de limón y el otro de fresa, los mismos dulces que degustaran en aquel primer té que compartieron juntos, cuando él la agasajara siendo ella su médica, como una forma de agradecimiento por el éxito en su tratamiento.
Hubo una pequeña lágrima que se formó en sus ojos. Pero pudo contenerla. Ese detalle era... ¿cómo podía hacer eso cuando ella estaba enojada con él?
—Anoche... ¿lo viste cuando llegó?
—Sí, señorita.
—A que... a que... No le escuché cuando se acostó a mi lado...
—Llegó temprano, para lo que son esas cenas.
Ella le miró.
—¿Sí?
—Así es. No le mentiría a usted —. Se inclinó para hablarle en un susurro—. No se lo diga al señor, por favor, pero tenía el encargo de enviar a uno de los choferes a la media noche.
—¿En serio? —Hubo una pequeña sonrisa que quiso formarse—. Ah... claro, se había ido en el auto de Mio.
Él asintió y luego le guiñó disimuladamente un ojo, en ese momento entraba una de las mucamas a retirar una bandeja.
Sakura esperó a que se fuera y luego miró cómplice al hombre, carcajeando bajito, y le devolvió en un susurro.
—Nuestro secreto.
Watari asintió sonriéndole apaciblemente luego.
Y en ese instante Sakura comenzó a desayunar. No era que las dudas ya no la azotaran, pero eran más livianas. Entendía que tal vez fueron los celos hablándole los que la convencieron de tal suposición, no que se repetía la historia. O tal vez fueron esos miedos que el pasado le plantara. O quizás era la... culpa.
«Maldita sea».
No quiso seguir por allí.
"Dejarte ir fue la peor decisión de mi vida".
Suspiró. Casi que si podía oír la voz calma y grave de su sensei repitiendo esa confesión. Y decidió no indagar lo que aquello significaba. Miró nuevamente esos dos pequeños pastelitos dentro de la caja, para sonreír y calmarse.
Todo estaba bien. Todo.
—Watari — le llamó cuando este se encontraba acomodando una vajilla, posiblemente en la que desayunara Seiyi—, quería preguntarte algo.
—Dígame, señorita.
—Es sin compromiso, ¿eh?
—Usted puede preguntarme lo que quiera.
—Ok —. Asintió sonriendo, y luego contrajo el ceño antes de hablar—. ¿Usted conoce bien a Mio?
—¿La señorita Matsuo? —Sakura asintió—. Es la hija de una gran amiga de la señora Hyuga.
—¿La mamá de Seiyi?
—Sí —carraspeó—. El señor tenía cinco años recién cumplidos cuando la señorita Matsuo nació. Puede decirse que... se criaron juntos.
—Ah... o sea, la conoce de toda la vida.
—El señor Seiyi era un niño más bien solitario de pequeño. Se puede decir que la señorita fue el primer amigo infante estable.
El ceño de Sakura se contraía, ahora en pena, pero no dejaba de haber preocupación, ya que la mujer no era una amiga más, era alguien por quien él tendría cierto cariño.
—Y... alguna vez el señor... digo, Seiyi —carraspeó, la pregunta le costaba— ...digo, él... ¿la trató diferente?
—¿A qué se refiere?
Sakura se sonrojó.
—Digo...si ellos... desarrollaron algo así... como más que amigos.
Watari sonrió.
—En la adolescencia temprana, tal vez. Luego el señor, bueno, reparó en sus... efectos sobre las mujeres, y a la señorita Matsuo no le agradó demasiado.
—Ah —.Asintió luego, pero la mirada le quedó perdida en algún punto de la habitación asimilando aquella respuesta, que parecía ser convincente en esencia, pero no le restaba al temor que ya se le había instalado.
Y Watari lo notó.
—¿Me permite acotar algo?
—Emmm... sí, sí... claro.
—No se deje llevar por lo que observa cuando el señor está con la señorita Matsuo —.Sakura estaba helada, ¿como pudo darse cuenta?— Usted es la primera con la que realmente es él mismo.
Pestañeó luego de unos segundos. Eran palabras fuertes. Luego le miró, intentó decir algo más, pero no pudo, y no logró evitar el sonrojo que la cubrió cuando el mayor frente a ella le guiñó un ojo.
—Recuerde, el diablo sabe más por viejo que por diablo —y volteó para retirarse a iniciar sus quehaceres.
Respiró hondo al quedar sola, luego se llevó la tostada a la boca brindando un gran mordisco a esa mezcla de pan, huevo y queso cremoso. Le encantaba y Watari sacaba todo al punto justo.
Era demasiado que procesar aquello, y el enojo que no dejaba de pulular mezclado con esa calidez que la bañaba cada que reparaba en las atenciones que Seiyi había dejado para ella, aun cuando debía intuir que debía estar molesta con él. No entendía, no le entendía, y era que quizás no debía entender nada, debía tan solo mirar desde dónde venía esa duda, esa molestia, si era realmente desde el presente o por su pasado, por la llaga que abrió aquel en el que confió hasta su vida tantas veces. Y no, a la vez se resistía, debía recordar para que no volvieron a lastimarla, y esos pastelitos... ¿por qué lo hizo si ya no la quería? ¿Por qué tantos esfuerzos por un juguete?
— Dios... ¡ya! —Fue tal vez esa frase la que la alivió y el hecho de que el tiempo pasaba, denunciado por aquel reloj pulsera que precioso le recordaba que debía salir de inmediato si quería llegar a tiempo al hospital.
Los pasillos del hospital estaban especialmente atestados ese viernes por la mañana. Dando casi las once, la gente que iba a atenderse o a practicarse algún estudio, se impacientaba moviéndose de un lado a otro, o reclamando a cada rato, y el personal se contagiaba del ánimo estresante. No cursaba una emergencia ni epidemia alguna, eran simplemente esas coincidencias infortunadas de exámenes e inicio de ciclos lectivos, sumados a la actividad normal de un recinto del tamaño como ese, en el que cada vez más extranjeros acudían por recomendación dado el nivel de las prestaciones médicas.
Sakura avanzaba entre la gente lo más rápido que podía, le urgía llegar a su consultorio de la última planta a hablar con Noozomi. Aún vestía el pantalón suelto y la remera floja al mismo tono de azul, el tono de los cirujanos, aunque la coleta alta ya no se bamboleaba, ahora caía floja por sobre sus hombros con algunos mechones algo alborotados.
—¡Doctora! —Se iluminó Noozomi ni bien la viera llegar. Dos pacientes, los que acababa de reprogramar, voltearon a saludarla con respeto antes de retirarse, entendían que era un médico solicitado, y por ello toleraban los cambios de turnos.
—Noozomi —suspiró al apoyar las manos en el escritorio de la nombrada, la cofia se arrugó en el puño—. Qué mañana, ¿no?
—¡Ni que lo diga!
Le sonrió— ¿Qué tienes para mí?
—¡Sí! —Se inclinó buscando tres fajos de papeles—. Los reportes de las guardias de paramédicos para que analice —le entregó el primero—, tal como lo pidió. Y aquí la solicitud de los descartables para enfermería. Me tomé la libertad de analizar un nuevo proveedor, algunos precios están buenos.
—Excelente. Siempre tan eficiente —se los tomó.
—¡Gracias! Y este último son los documentos para la reunión con los cirujanos.
—¡Uy, cierto! Era hoy, ¿no?
—Sí, a las diecisiete horas.
—Bien —tomó el documento hojeándolo rápidamente—. Sí, así es... esperaba esto... ¿Te dijeron algo?
—¿Quién? —Sakura le miró con advertencia—. Ah, sí, sí...el delegado. No, no me aclaró nada nuevo. Además de invitarme a salir —y carcajeó.
—¿En serio? No pierde el tiempo ese muchacho.
—Y mua —se señaló a sí misma—, tampoco.
—¿Le dijiste que sí? —La miró riendo, Noozomi era terrible.
—¡Obvio! Una taza de café no se le niega a nadie, ¿o no?
Sakura negó mordiéndose el labio inferior mientras leía el último documento.
—Bueno. Eso por un lado doctora. Le re agendé las citas del mediodía, para el lunes.
—¿Surgió algo?
—Vino la señorita Shizune, dijo que la esperaba a almorzar. Que usted entendería.
Sakura la miró en ese instante acaparando toda su atención.
—¿Te dijo dónde?
—En el café que queda a dos cuadras. ¿Se da cuenta? ¿El de las ensaladas? No recuerdo el nombre.
—Sí, el café Ibiki.
—¡Ese! Y me dejó unas formas para que las firme y se las alcance hoy.
—Sí, dámelas.
—Están sobre su escritorio.
—Perfecto —con los dedos golpeó la mesa— ¿Nada más?
—Nope —asintió—. Todito lo que le di es lo que tengo. Estoy preparando la agenda de la semana que viene, para que la revise. Se la dejo en un rato.
—Perfecto —y sin dejar de repasar el último documento, la había dejado inquieta reparar en esa bendita reunión con los cirujanos, comenzó a caminar hacia su despacho.
—¡Sakura! —La voz aguda de una mujer la hizo voltear de repente. Noozomi dio un respingo en su asiento, ambas sorprendidas— ¡Hola hermosa! ¿Mira quien llegó?
Los ojos de Sakura tardaron de salir del susto, sonriendo ampliamente cuando al fin reparó en quien era la joven elegante y chispeante, que vociferaba desde la entrada al pasillo.
—¡Siena! ¡Loca!
Noozomi observaba con ojos grandes, como esas dos mujeres estiraban los brazos para tomarse fuertemente cuando al fin se encontraron.
—¡Qué linda sorpresa! —Chillaba Sakura, la voz se le oía apagada en medio del abrazo.
—¡Si! ¡Tenía tantas ganas de verte! —La apretó—. Cuando llegamos a Konoha, no hacía otra cosa que hablar de ti con los chicos. Adrien te extraña mucho.
—¿Si? ¿Qué hacen esos locos?
—¿Además de trabajar todo el bendito día y cocinar?
—Sí, además de eso.
Siena la miró con una sonrisa sugerente en los labios a la que Sakura respondió carcajeando. Noozomi no entendía nada.
—Ven, pasa, pasa, así charlamos un rato, tengo unos minutos antes de salir a un almuerzo.
—Me encantaría, pero no puedo. Tengo un turno en el laboratorio en cinco minutos
—¿Si? ¿Te encuentras bien?
—Sí, sí, no te preocupes. Son controles de rutina. ¡Bha! —Rodó los ojos—. Adrien y su psicosis. Que me ve pálida, que ando ensayando mucho, que estoy más cansada que otras veces, que me faltan vitaminas.. bla, bla, bla.
—¡No le critiques! —carcajeó—. Ese hombre te adora.
—Es un divino. Pero por ahí se pone pesado.
Sakura asintió riendo.
—¿Y tú te sientes como él te ve?
La chica torció la boca y luego la miró.
—Ando más cansada que otras veces, eso sí. Pero también es cierto que estoy dejando la vida en esta nueva obra.
—¿Pero te cuidas? ¿Descansas bien, comes bien?
—¡Obvio! —Sakura la miró con incredulidad, la chica se veía más delgada que de costumbre y había unas muy bien maquilladas ojeras que querían asomar de ese aterciopelado blanco rostro— ¡Ya! ¡No me mires así! Eres igual que él ¿sabías? Por eso te llevas tan bien —carcajearon—. Bueno, me voy que si no llego tarde.
—Dale. ¿Quieres que vea algo de los estudios?
—Si quieres...Adrien estará encantado que metas también tus manos en mí —le guiñó un ojo, Sakura le asintió mordiéndose el labio inferior, la chica no perdía oportunidad—. Ah... le voy a decir a los chicos que queden con Seiyi este fin de semana, es mi descanso. ¿Te pinta que cenemos en casa?
— Me encantaría —sonrió— ¿Cocina León?
—¡Obvio!
—Entonces, me encantaría el doble.
—¡Hecho! —Y la tomó entre sus brazos para chantarle un beso enorme en ambos cachetes, primero uno, luego el otro, cerca de sus labios— ¡Nos vemos, bella!
Sakura le arrojó un beso al aire, batiendo la mano luego cuando la otra se retiró prácticamente corriendo. Noozomi la observaba con el ceño contraído.
—Esa era... no me diga que... ¡es el cisne negro!
—¿Cómo? —le miró.
—¡Es la bailarina principal del cuerpo de danza del País del Fuego!
—Emmmm —mucho no sabía de lo que Siena hacía, sólo que era bailarina, y le avergonzó no haberse interiorizado más en la vida de su nueva amiga—. Creo que... ¿sí?
—¡Pero sí! —Noozomi hojeaba emocionada una revista de chismes— ¡Aquí está! —y le extendió la página en la que salía la foto de la joven en su tutú negro, con el cabello recogido y ese maquillaje artístico que le rasgaba aún más los ojos, recibiendo un ramo de rosas desde las manos de León.
—Sí, es Siena esa...
—¿Vio? ¡Era no más! No se me escapa una de la farándula. ¡Mi memoria visual es una joyita!
—¡Ya lo creo! Y ese es... ¡León! Mira que elegante que sale en la foto —sonrió, si hasta ternura había en el gesto—. Es terrible haciéndose el serio.
—¿Qué? ¿El rubio? — se asomó para ver también.
—Sí, ese rubio. Es su marido. Es un divino.
—¿Qué? ¿Lo conoce, doctora?
—Sí, es amigo de Seiyi y...
—¡Doctora! —la miró sugerente—. ¡Tengo que invitarla a tomar un café así me cuenta!
Sakura carcajeó devolviéndole la revista antes de echarle una divertida mirada de advertencia, la chica se tornaba algo intensa cuando arrancaba con los chismes. La oyó quejarse al no responderle más y salir hacia su oficina. No quería perder demasiado tiempo, necesitaba cambiarse y maquillarse antes de revisar los documentos de la reunión. Pasaría por el laboratorio por los análisis de Siena al regreso de su almuerzo con Shizune, no iba a olvidarlo.
Cerró la puerta trabándola luego y se dirigió a su bolso para extraer las prendas a vestir, incluido los zapatos que tenía envueltos en otra bolsa para evitar manchas, mientras pensaba en lo poco que había leído de los documentos enviados por los cirujanos, era la reunión más pesada que tenía en la jornada aunque no la que la mantuviera en vilo. Saber que Shizune la había citado, le brindaba cierto alivio pero no dejaba de preocuparle contrayéndole el estómago. Aún no conocía todos los detalles del plan del señor Kanedo, ni cómo moverse políticamente con aquello. Se sentía demasiado joven para aquellas faenas, aunque sabía que ni debía mencionar esa duda, si Tsunade la escuchara decir algo como aquello, la mirada que le echaría sería la más suave reprimenda que recibiría como escarmiento.
Suspiró cuando al fin logró calzarse la falda tubo color negra, que le llegaba poco más de la mitad del muslo. Medias no era necesario vestir ese día, había amanecido caluroso.
La mañana había sido agitada, aunque la cirugía hubiera transcurrido con normalidad y sin complicaciones. Agradecía que la mente la tuviera ocupada, no quería seguir pensando en Seiyi y en esos celos que cada tanto buscaban asomar cuando creía apreciar en la gente alguna situación que le recordaba lo sucedido. Odiaba sentirse así, odiaba las dudas que clavaba eso y como le hacían temblar las entrañas. Y se odiaba más por haber bajado la guardia con un ser tan peligroso como Seiyi.
Suspiró. Era estúpido aquello, pero no podía evitarlo, la situación era estúpida.
—Estúpido —susurró cuando al fin vistió la blusa sin mangas blanca de seda fría. Estiró las manos para prender el botón del cuello que quedaba en la espalda, y tuvo que maldecir nuevamente cuando el roce de sus propios dedos le recordara a los de Seiyi. La piel esperó por el beso que venía después, porque siempre, cada mañana, era él quien se encargaba de cerrar las prendas que tenían su cierre en la espalda.
Y cuando el ceño se le arrugó en enojo, fue el pequeño paquetito color perla el que le plantó el freno. Los pastelitos que le regalara en la mañana...
El estómago le crujió, hasta eso anticipaba el desgraciado. Sabía que a esa hora le daba hambre y siempre ella se quejaba por faltarle más de una hora para el almuerzo, y que luego terminaba en atracones apurados. Aquel era el bocadillo perfecto, el extra de energía y saciedad que le permitiera llegar íntegra a la comida. ¡Y era dulce! Lo más importante, dulce.
Los tomó ni bien terminó de abotonar la camisa, y con bronca se llevó primero el de fresa a la boca. El sabor era increíble, mejor que aquella primera vez. Cerró los ojos masticando, un suspiro que expulsó por la nariz terminó de relajarla. El enojo estaba pero también el placer, y no entendió por qué pero, en ese instante, pensó en Kakashi, en sus ojos observándola disfrutar del tentempié. En el beso que le robara en su oficina, aquella tarde cuando le regalara la tortita de limón por su cumpleaños, la avasalló encendiéndola. Ese día le había dolido, ahora lo deseaba y fue recordar el sabor de esos labios para que los de Seiyi se impusieran luego. El ímpetu de esa boca, la forma en que esos dedos la tocaron el día anterior dejándola frustrada cuando le fueron negados por otra.
Abrió los ojos de repente.
No estaba bien pensar esas cosas. No estaba bien tener ese deseo tan retorcido que la hacía sentir tan libidinosa, tan... era tan... tan.. se sentía estupendo.
Pero no estaba bien.
Esos dos eran unos idiotas, siendo ella la idiota mayor por dejarse llevar tan fácilmente por lo que les provocaban. Tenía que ponerlos en su lugar, uno por regresar confundiéndola de esa forma, cuando tan claramente la había expulsado de su vida romántica después de enseñarle que ella era digna de ser amada; y el otro por prometerle un futuro que ella deseaba y meterse a juegos que juró ya eran parte del pasado. Esos dos la tenían muy fácil con ella, porque les brindaba todo, aun intentando ponerse reparos era su corazón quien terminaba abriéndose, cuerpo y alma, hasta la felicidad les entregaba y... y ya era hora de que supieran de que no se podía jugar con ella. O por lo menos que no lo sería más.
Debía mantener ese enojo firme, para no caer. Para no olvidar la decisión que acaba de tomar.
Y fue así que cerró los dedos que se habían estirado a buscar el segundo dulce. No lo comería. ¿Que se creía Seiyi al anticiparse a todo? Ese afán de cuidarla ese día le sabía a control, y ella estaba en la desventaja. Así que su rebeldía se limitaría a lo que podía, y aunque él no se enterara, al segundo no lo comería.
Respiró hondo, y luego se calzó los zapatos de tacón medio, colocándose los aros perla que completaban su atuendo formal al terminar. Perfume en el cuello y en las muñecas, y ahora se acercaba al pequeño espejo en la pared detrás de su escritorio, para maquillar levemente los ojos, un poco de rímel, algo de rubor en las mejillas y brillo con una leve tonalidad rosa en los labios. Acomodó la coleta, reemplazando la liga y peinando los cabellos sueltos y... listo. Estaba lista para enfrentar la jornada que le seguía en la tarde.
Ahora debía repasar esos benditos documentos, un par de firmas y prepararse para la reunión con los cirujanos. Esos quisquillosos cirujanos... hoy también la conocerían.
Shizune la observaba mientras giraba los palillos para enroscar los fideos udon con verduras, el platillo que se había pedido para mantener la dieta vegetariana que había iniciado hacía un par de semanas. No llevaba mucho y ya extrañaba los sabores de la carne, sobre todo la de pollo, y aquel plato, no entendía porque, pero con el dorado de las verduras a la parrilla le hacían olvidar un poco de aquella carencia.
Sakura, con el ceño contraído, en una mano sostenía los palillos altos en el aire, mientras en la otra correspondía el resumen de los documentos oficiales, para la presentación del proyecto de la universidad junto al hijo del daimyo. Las pupilas se movían a toda velocidad recorriendo los escritos, que tan diligentemente había armado la morocha en un tiempo record, que casi le había robado horas de sueño.
Suspiró, Shizune alzó la vista esperando la pregunta.
Nada.
Un nuevo suspiro y ahora sí la observaba.
—No sé cómo voy a decir todo esto.
La mujer asintió varias veces masticando el último bocado. Era un almuerzo blando, no necesitaba demasiado de molerlo para tragar, pero se había servido un gran bocado que le dificultaba ambas tareas.
— Shi, en serio —ahora la mirada enojada era un ruego— ... no estoy hecha para esto.
—Es que —tragó duro, luego asintió buscando la servilleta para limpiarse los labios— ... en realidad lo va a presentar el señor Kanedo, tu deberás estar a su lado co-
—¡Como un florero!
—¿En serio, Sakura? —Sonrió con el ceño contraído, y luego apoyó los palillos al lado del plato, ya comenzaba a irritarle el estado emocional de su joven amiga, ese día no era la Sakura de siempre y no pudo evitar echarle la culpa a Kakashi por ello—. A ver, primero me das toda una charla argumentando que no deberías hablar en esa fiesta, y ahora te enojas porque te confirmo que no vas a hablar.
—Bueno... es que...
—¡Tranquila mujer! —Sakura exhaló nuevamente, y ahora una mueca de preocupación le curvaba las cejas—. Aquí me tienes, estoy ayudándote. Kakashi me quitó obligaciones hoy para que esté contigo. Te hice ese resumen para que fueras interiorizándote, el documento completo que tienes en tu bolso, te llevará un rato de lectura. Cuentas con el fin de semana para ello —sonrió burlona.
—Sí, Shi, y te lo agradezco —estiró la mano para tomar la de la mujer—, de corazón lo digo, aprecio muchísimo tu esfuerzo.
—Lo sé, chiquilla —le sonrió—. ¿Porque no comes algo? Va a relajarte, ese sushi se ve delicioso. ¡Aquí lo preparan de lujo! —Y se relamió los labios, casi que si podía apreciar el sabor del pescado solo con imaginarse llevando uno de los rollos a la boca.
La pelirrosa asintió, obedeciendo luego. Tenía hambre, aunque sintiera una presión en su estómago, sin mencionar, menos reconocer, que el bocadillo dulce que su novio le regalara había cumplido con el objetivo de quitarle la ansiedad para el almuerzo. Su novio... no debía olvidar que estaba enojada son Seiyi y casi que si sentía que debía quitarle ese título.
Suspiró mojando el primer rollo en la salsa de soja y luego asintió llevándoselo a la boca. Era pequeño, lo comería rápido.
—Sí —dijo luego de tragar—, todo ese asunto me tiene nerviosa. No estoy acostumbrada a tanta... exposición.
—Te entiendo — le respondió Shizune limpiándose la boca nuevamente, los fideos le salpicaban bastante—. Pero es un buen ejercicio. Tómalo como ... como un adelanto de lo que se viene.
Sakura abrió grandes los ojos dejando el segundo rollo en suspenso en el camino hacia sus labios.
—¡Vamos, Sakura! ¿Qué te sorprende?
La aludida suspiró preocupándose más. Shizune no pudo más que sonreírle, enternecida en cierto punto. Esa mujer tan pequeña y joven, le había robado en poco tiempo el cariño que ninguna otra pudo hacerlo en años. Y luego de ser testigo de cómo se sobrepusiera a cada escollo del destino, más cuando perdió a sus dos padres en la última guerra shinobi, le admiraba. No sólo porque su tía la hubiera elegido como su única pupila, tanto en las artes médicas como ninjas, sino porque por mérito propio se había ganado su propia simpatía. No fue ni necesario que Kakashi le pidiera que se dedicara a ella un tiempo extra, lo hubiera hecho de todas formas.
—¿Tan rápido olvidaste los sueños que tenían con Tsunade?
Sakura negó.
—Cómo olvidarlos... eran charlas tan intensas.
—Intensas es un buen calificativo —y carcajeó recordando cuando la pasión las desbordaba en sus conversaciones cuando el sake estaba de por medio—. ¿Dónde quedaron esas ganas de transmitir conocimientos más allá de la escuela ninja?
Sakura asintió varias veces, llevándose otra pieza de sushi a la boca. La pelinegra tenía razón. Y le fascinaba lo que estaba por vivir, lo quería, era como tocar el cielo con las manos; pero le aterraba toda esa exposición, ser ella la cabeza de aquello. Cuando soñaban junto a Tsunade, ella estaba siempre en el papel de la mano derecha, la segunda al mando, nunca a la cabeza. Esa era tarea de su sensei, una que la mujer desempeñaba más que bien, lo llevaba en la sangre.
—Es que... ¡iba a ser Tsunade la que estuviera al frente de esto!
Shizune carcajeó. Se esperaba aquella respuesta.
—Pero estás tú. Y déjame decirte que estás en muchísimas mejores condiciones para llevar este proyecto que mi tía.
—No puedes decir eso.
—¡Sí que puedo! La conozco en más facetas que tú —respondió con la boca llena, para luego limpiarse los labios con la servilleta—. ¡Así que deja de preocuparte!
—¡Ay! No sé, Shi.
—¡Ya! No estás sola. Mira, me tienes a mí aquí. Voy a ayudarte me lo diga Kakashi o no — Sakura le sonrió—. Y lo tienes al idiota del hokage también.
— ¡Shi!
La otra rodó los ojos.
—Sabes que no va a dejarte sola.
—Él tiene muchas ocupaciones, no creo que-
—No creas. Pero ya me estuvo haciendo acomodar la agenda para tener sin excepciones una hora al día contigo toda la próxima semana. ¡Y mira que me costó acomodar esa agenda!
Sakura abrió grande los ojos. —¿En serio?
— Sí, en serio —. Rodó nuevamente los ojos observando el plato de la pelirrosa—. ¿Te falta mucho? —Esta negó tomando rápidamente la penúltimo pieza—. Entonces pido el postre —y levantó la mano para llamar al mozo que cruzaba entre las mesas.
Sakura la dejó hacer, sabía lo adicta al dulce que era su amiga, más cuando estaba bajo presión, y entendía que todas esas jornadas que estaban organizando no le harían la vida más simple.
La última pieza llegó a su boca cuando la morocha ordenaba dos porciones del mouse de chocolate con avellanas, la recomendación del chef, sin preguntarle si realmente quería. Era obvio que lo querría.
—Bueno, no debería haberte dicho eso... pero ya está.
—¿Lo de Kakashi? —cruzó los palillos sobre el plato.
—Sí. Así que no te preocupes. Tienes un ejército detrás. ¡Si hasta al bombón de tu novio dijo que iba a ayudarte!
—¿Qué? ¿Dijo eso?
—¡Obvio! Cuando terminó la reunión con Kakashi, me ordenó, porque viste que él no pide favores, ordena —. Sakura carcajeó asintiendo— Bueno, me pidió una copia de todos los documentos del proyecto y de toda la información que tuviera del señor Kanedo.
—¿Enserio?
—¡Sí! ¿Porque te crees que lo fui a ver cuándo estabas con Kakashi? No me pude ir a casa tranquila —. Suspiró y luego la miro con media sonrisa en los labios—. No sé qué le has hecho, mira que lo conozco al desgraciado ese, y en mi vida lo había visto tan serio, así ya con cara de "voy a matar a alguien" —ambas carcajearon—. Podría decir que lo vi hasta... ¿celoso? Realmente, ¡Seiyi celoso! ¡Quién lo diría!
—¿Celoso? ¿Por el proyecto?
—¡Que va! Estaba orgulloso por tu proyecto, ¿no te dijo nada anoche?
Sakura negó, el ceño se le contrajo de solo recordar que él se fuera con Mio.
—Estaba muy... estaba ocupado con... los empresarios.
—Sí, ahora que lo mencionas... ¿la cena con los empresarios, no? —Sakura asintió, quitando las manos del mantel cuando el mozo llegó a retirarle los platos—. ¿Puede traerme otra limonada? —pidió Shizune antes de que se retirara— Gracias.
—Exactamente esa cena.
—Y estaba la estirada de Mio —. Sakura la miró quedándose helada—. Es insoportable. Pero ¡que se le va a hacer! Es excelente en lo suyo, entiendo porque Seiyi la pidió.
—¿La conoces?
—Demasiado para mi gusto —. Suspiró—. A la cena de anoche la organizó ella. Seiyi no estaba de acuerdo, pero resulta que junto con uno de los delegados de daimyo venia la mano derecha de su hijo, Kiyoshi, y no quiso dejar pasar esa oportunidad para averiguar más. No le quedó otra que ceder —. La miró con una nueva sonrisa— ¿Cómo lo tienes, eh?
—¿Que ... que quieres decir?
—Seiyi jamás, pero jamás, cede ante nadie. Nunca va a hacer algo que no quiere. Y anoche cedió ante Mio solo porque iba a estar ese ejecutivo.
—No entiendo...
—¿No? ¡Chica! ¡Lo tienes muerto de celos por toda la atención que el hijo del daimyo tiene puesta en ti!
—Pero... eso ¡no significa nada! —dijo sonrojándose.
—¡Claro que no! Pero se ve que a tu novio no le cae —carcajeó, para luego mirarla con picardía y, porque no, un dejo de admiración—. Y no sólo a él —coronó la frase que salió cantarina desde sus labios, con un guiño de ojo.
Sakura se sonrojó por completo, no sabía bien porque, pero aquella mirada de su amiga sobre ella le ponía nerviosa.
—Shi... no sé qué quieres...
El mozo la interrumpió cuando, con una amable sonrisa, nuevamente pidiera su permiso para apoyar los platitos con el postre.
—Nena, tienes un no sé qué que vuelve locos a esos dos.
Las mejillas de Sakura le ardían ahora. Shizune carcajeaba al verla tan incómoda.
—No sé de qué hablas. ¡Pero no me estás ayudando con todo esto!
—No me hagas caso —sonrió para meter la primer cucharada en su postre y llevárselo a la boca—. Mmmm... delicioso. ¡Pruébalo! ¿Qué esperas?
La pelirrosa suspiró y decidió no ahondar en las palabras que Shizune había soltado. No quería escucharla hablar sobre Kakashi, menos que mencionara la relación que habían tenido. No quería poner palabras sobre ese pasado que se suponía era secreteo, que fue una efímera aventura de placer que desfogó ganas viejas y materializó fetiches, fantasías. No quería a nadie metiéndose en aquello, porque no podría ocultar lo que le causaba, los nervios, las ilusiones, las culpas. Aunque menos podía negar que le diera gusto suponer que Kakashi estaba celoso por el hijo del daimyo. Y más que Seiyi también lo manifestara.
Y sólo recordar la mención de los celos del Hyuga, unos celos que no pudo esconder de terceros, la llevaron a observar a su amiga.
—Shi...
—¿Mmm? —levantó la vista hacia la joven.
—Me dijiste que ayer viste a Seiyi con Mio.
—Sí. Cuando fui a llevarle los documentos.
Asintió y luego apretó los labios—. Puedo... ¿puedo preguntarle algo?
—Claro.
—¿Que... que sabes de Mio?
—¿Además de que es una perra estirada, alzada por tu novio, insoportable, arrogante e implacable en los negocios?
—Bueno...
—Además de eso, ¿qué más quieres saber?
Sakura suspiró dudando. Así que era obvio que estaba tras Seiyi.
—¿Dijiste alzada por mi novio?
—¡De toda la vida! —Se limpió la boca, la servilleta quedó manchada de chocolate—. Casi se casan, ¿sabías?
Los ojos de Sakura se abrieron.
—No, no sabía.
—Bueno, ella y la que sería ahora tu suegra, quisieron casarlo a Seiyi. Para que siente cabeza o unir familias, algo así. Creo que no sabían con quien se metían —carcajeó—. ¡Casar a Seiyi! ¡Pero por favor! —y luego bebió de su nuevo vaso de limonada observando la preocupación en Sakura—. No me malentiendas, si existe una mujer que puede atrapar a ese hombre, esa eres tú Sakura. No hubo, hay, ni habrá otra.
—Bueno —. Tembló nerviosa una sonrisa en esos pequeños labios, luego la atención se desvió por unos segundos a su postre—. Yo no quiero... atraparlo.
—¿No?
—¡Shi! ¡Un matrimonio es un contrato, una pareja no se trata de atrapar al otro! Es...
—¡Lo sé, lo sé! —Carcajeó—. Estoy bromeando contigo. ¡Que sensible que estas hoy! ¿Te está por venir?
Sakura negó.
—Y tu toda... ¡graciosa! —Arremetió con enojo.
—¡Ay! ¡Mujer!
— Sí, estoy nerviosa. ¿Contenta? Además de este proyecto tengo reunión con los cirujanos esta tarde.
—No me digas que va también el estirado de Kumodo.
—Aun es uno de los cirujanos, ¿no?
—Pesadísimo —. Sakura asentía—. Hay cosas que simplemente no cambian.
La pelirrosa suspiró pesada, pasándose una mano por el rostro antes de hurgar sin ganas el postre. Shizune la miró, estirando la mano para posar en la que su amiga tenía sobre la mesa.
—Ay, nena, ¡tranquila! ¡En serio! No te martirices tanto con el proyecto, es algo grandioso. ¡Disfrútalo! Cuando te pongas a leer los documentos verás que todo ya lo sabes, que es natural para ti —. Sakura respiró hondo—. Eres mujer de ocuparse de las cosas, de llevar adelante desafíos. ¡No te me achiques! ¡Vamos!
Le sonrió nuevamente, apoyando ahora su otra mano sobre la de la pelinegra.
—Gracias.
—No estás sola.
—Lo sé. Lo sé... solo que estoy... no sé, es como muy de repente todo y todavía no lo proceso.
—Te entiendo. Cuando te pongas a leer, repito, te tranquilizarás. Vas a ver.
—Eso espero.
—El lunes, cuando ya tengas todo bien claro, volvemos aquí a almorzar y lo charlamos, ¿te parece? —asintió—. Te ayudo a prepararte, como lo hice con mi tía, como lo hago con Kakashi.
—Te lo agradecería, sólo que espero no ser una carga.
—¡Que va! —Bebió nuevamente—. Y aprovecha a Seiyi. ¡Tienes al mejor en negocios y en política durmiendo en tu cama!
Sakura carcajeó—. Bueno, técnicamente, yo duermo en la de él.
Shizune batió la mano en el aire—. Detalles, detalles... ¿te lo follas? —la pelirrosa asintió mordiéndose el labio inferior—. ¿Y te despiertas a la mañana toda impresentable, con él al lado y te mira y te dice "preciosa, cómo estas, vamos a desayunar luego de ducharnos juntos"?
La pelirrosa carcajeaba por el tono que la otra usó al imitarlo y luego la miro con divertida sospecha en los ojos.
—No me digas que tu...
—¡Nunca! ¡Jamás! —Gritó gesticulando con horror—. No soy chica de una noche y a ese hombre tuyo le gustan esporádicas —. La pelirrosa lució ofendida, aunque sabía que ella no entró nunca en esa categoría por más que el solo hecho de pensar en Mio, le retorciera las tripas—. Ya, en serio te digo. Él va a ayudarte más que yo y Kakashi juntos. Créeme.
—Sí... bueno...pero está muy ocupado con los empresarios.
—Se va a hacer tiempo.
—Y... y con Mio.
—¿Mio? ¡Ja! ¡Ya quisiera ella ocuparlo! —Rodó los ojos—. Olvídate de esa, no es nadie.
—Él la convocó para la tarea que le encomendó Kakashi.
—¿Y? Sí, la llamó. Es muy buena con estas cosas, pero es trabajo solamente.
Sakura torció la boca dudando, Shizune entrecerró el ceño observándola.
—¿Estás celosa de Mio? —La miró sin responderle, no podía negarlo y admitirlo era reconocer la derrota— ¡Sí! ¡Estás celosa! —Chilló tapándose la boca luego, la otra rodaba los ojos.
—¡No! —Respiró hondo para que luego la mirada se le curvara en preocupación—. Bueno... ¿y que sí lo estoy?
—¡No te juzgo! Créeme que no. En tu lugar, estaría todo el tiempo perseguida con ese pedazo de hombre que tienes.
—¿En serio, Shi? Menos mal que viniste a ayudarme.
Shizune estalló en carcajadas ahora, limpiándose una lágrima del rabillo del ojo.
—¡Ayyyy... nena! Eres tan... hoy me diviertes.
—Menos mal, ¿no? Sino seríamos dos aburridas en esta mesa —. El enojo era evidente ya y Shizune no quería hacerle sentir peor, pero era que hacía mucho que no la veía en esa actitud molesta e incómoda que le provocaba hasta un berrinche infantil.
—Está bien, está bien. La corto, ¿ok? —Respiró hondo con esa enorme sonrisa burlona en los labios, bebiendo luego para aclarar la garganta—. Sí... lo siento, lo siento. ¡Es que me la dejabas muy fácil, mujer!
Sakura negó, mirando hacia otro lado luego.
—¿Me perdonas? —Se estiró tocándole la mano— ¡Ey! ¡Mírame! —Un pucherito se dibujó en sus labios ni bien la otra girara para enfrentarla, con ese forzado desgano en la mirada—. Lo siento mucho. No te enojes, prometo portarme bien ahora, ¿si?
Dudó y luego sonrió victoriosa. Ambas carcajearon, y ahora Sakura se apoyaba en sus codos al inclinarse apenas sobre la mesa, cerrando espacio con su amiga.
—Shi, de verdad... me cuesta decirlo, pero no me gusta Mio.
—A mí tampoco.
—Ni Zulima.
—¿Zulima? —Sakura asintió, sonrojándose, desviando rápidamente la mirada hacia otro lado. ¿De donde había salido eso?— ¿La tetona que se coge Kakashi?
—Sí... esa. Al vicio la mencioné, pero no me gusta.
Shizune no supo que pensar, luego cayó en la cuenta de lo que estaba sucediendo. Sakura aun sentía cosas por el idiota de su hokage, y era evidente que se le estaba mezclando todo ahora que parecía que habían retomado la amistad. Y no le gustó, porque aun considerando que Seiyi era peligroso, estaba siendo un excelente hombre con ella, un hombre que apostaba a todo, el hombre que su amiga necesitaba y merecía. Que Kakashi la estuviera confundiendo de esa forma no estaba bien, porque era obvio que aquel sentimiento no había re aflorado en la joven solo por un par de conversaciones, lo conocía lo suficiente como para saber que no era del todo hombre inocente. Y no veía en Mio la competencia y el peligro que su amiga sí, y ahora le quedaba más que claro el porqué de aquel sentimiento. Temía que la historia se repitiera.
Hubo ternura en la mirada que le acompañó a la apacible sonrisa al estirarse en sus labios, copiándole a su amiga al cruzar los brazos sobre la mesa y acercarse más a ella.
—Sakura —le habló suavemente, esta le miró aún incomoda—, Kakashi es un idiota, ¿si? Déjalo que juegue con esa muñeca, olvídate de él —. Suspiró—. Seiyi te adora. En serio te lo digo, jamás lo vi tan... ¡es que jamás lo vi enamorado! Y contigo está hasta el hueso.
Sakura sonrió apenas, la mirada se le ilusionó como si hablara con una pequeña niña con el corazón a flor de piel.
—Sí... es muy bueno conmigo.
—¿Bueno? ¡Es excelente contigo! Créeme que todas estamos mirando, deseando tener algo igual que tú, o esperando con envidia el momento en que el idiota cometa un error —.Carcajearon—. Que no creo que vaya a cometer —advirtió— . Tiene mucho camino andado y es hombre de saber muy bien lo que quiere. ¡Y te quiere a ti! A ti y a todo el combo que viene con eso.
—¿En serio lo dices?
—Sí, en serio —. Suspiró—. Deja que Mio desee, porque solo va a quedar en eso. Créeme.
Sakura asintió sonriendo.
—Gracias, Shi.
—No hay porqué —y ahora respiraba hondo—. Y no es que quiera córtate, pero se me antoja un café. ¿A ti no?
Asintió riendo y luego apoyó las espaldas en su asiento cuando la pelinegra llamaba al mozo.
—Y ahora, vamos a lo nuestro. Saca el resumen, que tenemos una hora para comenzar a ver todos los puntos que estudiarás este fin de semana. Así te tranquilizas un poco, ¿si?
Su reunión con Shizune se extendió por media hora más, acortándole el tiempo libre que había previsto para acomodar algunos temas personales. Pero lejos de molestarle, pasar más tiempo con aquella mujer le gratificó, porque además de bajarle un poco la ansiedad que tenía por el nuevo desafío, le tranquilizó las inseguridades, llegando a considerar que quizás hasta exageró en las dudas con Seiyi.
Noozomi aún no había llegado de sus diligencias, le había pedido un par de horas para resolver un trámite que le había quedado pendiente de la mudanza, y era que la chica había encontrado nuevo apartamento de soltera cuando la pelirrosa le subiera el sueldo por su desempeño. Era muy útil su ayuda y cada día que pasaba mejoraba, si hasta recordaba cuando Kakashi se la impusiera.
Sonrió al entrar al consultorio, cerrando tras de sí. La soledad por unos instantes le venía como anillo al dedo. El pastelito que Seiyi le regalara y al que se negara en comer, reposaba sobre el escritorio. Se acercó luego de dejar su bolso sobre la silla y lo tomó. Era hermoso. Era pequeño y delicado, estaba ahí recordándole que él siempre andaba cerca para ella. Así fue desde que lo conociera, así era antes de que él se lo confesara, porque por mucho tiempo fue quien la cuidaba desde las sombras al pedido de un hokage que...
Negó.
Y luego sonrió nuevamente al dejarlo sobre la mesa.
El reloj de pared dio las catorce, aún faltaba tres horas para la bendita reunión con los cirujanos, y había podido adelantar todo el papeleo de las autorizaciones. El presupuesto que Noozomi armara estaba perfecto, casi que si solo tuvo sólo que firmarlo, la revisión no le tomó nada.
Por primera vez en mucho tiempo, le sobraban horas.
Miró el pastelito otra vez.
Seiyi... ¿que estaría haciendo a esa hora? Sus almuerzos eran muy livianos y rápidos sino debía compartirlo con algún cliente o ejecutivo. No conocía su agenda de ese día, en realidad pocas veces las sabía, pero el sólo hecho de haberlo visto por última vez la noche anterior, le sabía a qué habían pasado una eternidad separados. Y era que últimamente el varón se esforzaba mucho para acomodar sus jornadas y tener horas de exclusiva compañía.
Aún faltaba mucho para la noche, y esa conversación con Shizune le había plantado las ganas de verle, de besarle. Sabía que podía interrumpirle, el día anterior lo había hecho y él le había castigado. Un castigo delicioso y caliente, uno que su trasero aun recordaba. Sonrió. Le visitaría de nuevo, con suerte obtendría lo mismo que ayer, aunque se contentaba con robarle un beso, verle una de esas hermosas sonrisas o tal vez una mirada intensa. No importaba. Quería verle.
Se puso de pie tomando el bolso, el abrigo no era necesario. Repasó su maquillaje y volvió a echarse perfume, sobre todo en el cuello, donde a él siempre le gustaba. Y salió caminando rápido.
Pasaría primero por el laboratorio para revisar los análisis de Siena. Agregaría un par si era que Adrien no los había tenido en cuenta. Le había sentido una energía diferente cuando la abrazara, y quería descartar sospechas.
Pronto estaba abordando el taxi que la llevara al edificio del Hyuga. El trayecto fue rápido, a esa hora no era demasiado el tráfico, siendo el chofer aún más hábil en alargar un poco el camino pero yendo por fuera de la zona comercial, lo que en definitiva lo hizo más rápido.
El edificio era elegante e imponente, como todo lo del Hyuga. No tuvo que ni abrir la puerta del auto cuando el taxi se estacionara al frente. Uno de los sujetos de seguridad, ataviado en su típico traje negro, serio a muerte, con lentes de sol cubriéndole la mirada; la reconoció yendo a su encuentro. Pagó el taxi por ella y la escoltó hasta las escaleras que daban hacia el piso de las oficinas privadas de Seiyi.
Con un "que tenga una buena tarde, señora", se despidió sin cambiar un ápice la expresión en su rostro.
No se acostumbraría tan fácil a aquel título, lo veía lejos en su persona, pero era que ya tendría que estar haciéndose a la idea, más cuando la secretaria de Seiyi la recibiera nombrándola de la misma forma.
—Buenas tardes, señora. ¿En que puedo ayudarle? —Y le siguió aquella sonrisa suave, elegante, contenida.
—Buenas tardes... emmm... ¿Yura?
—Así es, señora.
—Bien, Yura. Estoy buscando al señor Hyuga.
—¿Tiene cita con él?
Sakura entrecerró apenas el ceño.
—Eh... no, no. Sólo pasaba y...
—Entonces no va a poder ser, señora —. Le interrumpió sonriendo apacible—. El señor tiene la agenda completa hoy.
—¿Está en junta en estos momentos?
—No. Está en su oficina.
—Entonces no voy a robarle mucho tiempo. Sólo un par de minutos —y quiso comenzar a caminar hacia la oficina, siendo detenida por una secretaria que se puso de pie para hablarle.
—No la puedo dejar pasar, señora. Tengo órdenes expresas de que no sea interrumpido.
Sakura se detuvo mirándola con extrañeza.
—Ah... sólo, pensé... ¿tienes órdenes?
—Sí, señora.
—Pero... ¿ni por mí puedes interrumpirlo?
—No, señora. Lo lamento —carraspeó sintiendo la presión de aquella mirada jade que no se decidía entre enojarse o lamentarse—. Si quiere, puede dejarle un mensaje. Se lo haré llegar rápidamente.
—Eh —se mordió el labio inferior, no le gustaba aquello, pero tampoco tenía como oponerse a la situación sin perjudicarle en el trabajo a la pobre joven, Seiyi era un jefe exigente e implacable—. No, no es necesario. Sólo —se detuvo por un segundo, la joven la miraba atenta, de pie detrás de su escritorio— ... no, nada. Déjalo. Muchas grac—
—Sí, sí ya puedes proceder —la voz de la mujer que entraba resonando los tacones a cada firme paso, la detuvo haciéndole voltear—. Y asegúrate de conseguirlo esta vez. ¿Entendido?
—Sí, señora —. El hombre que la seguía se inclinó en saludo antes de retirarse prácticamente corriendo.
La mujer no volteó a saludarlo, sólo siguió avanzando con el mentón en alto, quitándose los anteojos de sol cuando vio a las mujeres.
—¿El señor Hyuga está en su escritorio? —dijo sin mirar a la secretaria, su vista estaba en el pasillo que daba hacia la oficina de Seiyi.
—¡Buenos días señorita Matsuo! —La joven se puso de pie, inclinándose en respetuoso saludo—. Sí, se encuentra. La está esperando.
Sakura abrió enormes los ojos mirando con furia a Yura antes de volver a la mujer.
—Anúnciame y prepara el café que me gusta, lo quiero en cinco minutos —dijo y luego reparó en Sakura sonriéndole, con algo de falsedad en el gesto, ni bien la viera—. ¡Pero mira quien está aquí!
—Buenas... buenas tardes, Mio.
—¿Sales de ver a Seiyi?
—Eh —miró hacia la secretaria, ya no estaba en su puesto—. Sólo venía a dejar unos ... papeles —no quiso admitir nada.
—Bien. Mejor así. Tenemos mucho que hacer esta tarde y no me gustaría que lo distrajeran. Tú me entiendes.
Sakura sonrió nerviosa, no supo cómo responder a eso.
—Señora —regresó Yura—. El señor Hyuga la espera. Ya he pedido su café.
Asintió.
—Buen trabajo, Yura, no esperaba menos de ti —le sonrió fríamente antes de volver a Sakura—. Bueno querida, el deber me llama —. Los labios se estiraron más en una mueca que ahora era sugerente, antes de girar y comenzar a caminar ondeando las caderas—. Que tengas una buena tarde, Sakura —. Le dijo antes de perderse tras las puertas vidriadas que daban al pasillo.
—A-adiós —balbuceó viéndola entrar mientras Yura permanecía inclinada esperando a que se cerrara la puerta.
Sakura la miró. Ahora la furia le anidaba en la garganta.
—¿No era que no podía ser interrumpido?
—¿Como dice, señora?
—Me dijiste que no estaba para nadie.
—Sólo ella podía pasar.
Los celos le golpearon con la fuerza de un cañón.
—Aja —la incredulidad no se disimuló en los ojos—. Ni siquiera me anunciaste para saber si no podía recibirme aunque sea cinco minutos.
—El señor Hyuga me dijo que no lo molestara por nadie.
—Entiendo. Yo soy nadie, ¿no?
—¡No, no es eso lo que quise decir, señora! Yo...
—No te preocupes —le interrumpió—. Ya no —apretó la mandíbula, no sabía qué hacer. O tal vez sí sabía .Interrumpir en esa oficina era lo que sus ganas gritaban, pero no lo haría. No daría un espectáculo. Menos confirmar lo que sus dudas clavaban como retorcidas imágenes del pasado. No, otra vez no pasaría por eso.
Si Seiyi quería pasar tiempo con esa perra, que lo hiciera. Aquello se contrariaba con lo que Shizune le dijera, pero en ese instante poco le importaban las palabras de la morocha. La bronca, los agrios celos, el dolor con el que despertara esa mañana, regresaron prácticamente intactos, y no pudo más que apretar los puños y la mandíbula conteniendo las lágrimas que presionaban por aflorar.
—Está bien, yo... nada — dijo al fin respirando hondo. Yura le miró con esa expresión de profesionalismo que hasta si le daba bronca, esperando por sus palabras, pero sólo la vio voltear para iniciar la marcha, la que detuvo ni bien avanzara un par de pasos—. Aunque... ¿me dijiste que le darías un mensaje? —se giró sobre los pies.
—Sí, señora.
—Ok —. Lo meditó unos segundos mirando el piso—. Dile que... que me avise si esta noche va a tener compromisos.
—Esta bien señora —termino de escribirlo y la miró—. ¿Algo más?
—Mmmm... —carraspeó—. Agrega que no me gustaría enterarme a último momento de que cenaré sola. No esta noche.
La chica asentía escribiendo.
—Bien. ¿Le comento que vino a buscarlo?
—No —. Luego torció la boca y la miró. Hubo un suspiro que dudó, y fue el aleteo de esas maquilladas pestañas en la mirada de la joven hacia ella, la que removió algo dentro. ¿Qué hacía midiendo palabras para su hombre, con una secretaria de por medio? El coraje la movió, acercándose al escritorio en rápidos pasos—. ¡Dame lo que escribiste!
La mujer no entendió mucho el arrebato, pero le extendió la libreta. Sakura la tomó y la leyó rápidamente, había respetado el mensaje, pero ya no era eso lo que quería decirle. Arrancó la página haciéndola un bollo.
—Dame la pluma
La chica obedeció.
—Listo. Dale esta nota cuando le lleves el café. No le digas que le busqué. Sólo limítate a darle la nota. ¿Entendido?
—Sí, señora.
—No sabes nada. ¿Ok?
—Entiendo. Como usted diga —y recibió la hoja doblada en dos partes. Luego la libreta y la pluma.
—Gracias por todo, Yura —le dijo con ironía en la voz, porque si no la insultaría—. Ahora ve y cuida de tu empleador.
Y volteó saliendo a paso firme, con el mentón en alto pero conteniendo las lágrimas. No esperó por un saludo de regreso, ni siquiera se percató si la chica realmente se lo dijo. Seguramente sí, era muy formal y buena en su trabajo.
Demasiado buena...
Bajó las escaleras buscando el cesto más cercano para arrojar el bollo de la nota anterior. Tuvo que esnifar para contener las lágrimas cuando el mismo hombre de seguridad que la recibiera, se le acercó.
—¿Le pido un taxi, señora?
—No... no, está bien —le dijo y luego intentó sonreírle—. Gracias.
Y fue hacia la puerta para salir lo antes posible de allí, siendo seguida por el mismo sujeto que le abrió ni bien llegaron.
—Que tenga un buen día.
—Gra-gracias. Usted también.
Y se fue, como si alguien la corriera, y ni bien sus pies tocaron la acera del frente, antes de entrar al parque que separaba el edificio del resto de las calles, tuvo que buscar un pequeño asiento para descargar su frustración en las lágrimas que se le escaparon.
Aunque no se lo permitiría por demasiado tiempo. No esta vez.
Le dolía levemente la cabeza.
La tarde había sido pesada. Su humor no le acompañó el rato libre que le quedó antes de entrar a la reunión con los cirujanos. Intentó leer los documentos que le dejara Shizune cuando volvió de lo de Seiyi, luego de caminar un poco para aclarar los pensamientos.
No logró concentrarse demasiado, aunque algo hubiera aprovechado de la lectura. La imagen de Mio mirándola por sobre su hombro, la forma que le habló, como si fuera una chiquilla de tantas, un mero juguete descartable, le había dejado amarga la boca y furia en los dientes que se le apretaban cada vez que la recordaba. Y tal vez no estaba tan enojada con la actitud de la mujer como con su impasividad al enfrentarla.
¿Por qué demonios obedeció a la secretaria? Debería haber entrado de todas formas, antes de que la perra llegara. Pero entendía que si lo hacía, la pobre chica tendría problemas en su trabajo y... ¿qué carajos importaba? Ahora estaba molesta, dolida, impaciente. Esperando esa cena para cantarle unas cuantas a Seiyi.
La cabeza le punzó y gruñó en respuesta al apoyar la lapicera en el escritorio. La mano libre correspondió a apretar el puente de su nariz antes de desplegar el chakra que le aliviarla la tensión. Era una jaqueca por tensión, no había otro motivo para ello.
Cuando el dolor cedió abrió los ojos. Ya estaba oscureciendo, el tiempo le había volado luego de salir de esa bendita reunión. Una reunión pesada, no le sorprendió, sucedió tal como la esperaba; aunque la molestia que la inundaba esa tarde le ayudó a hacerla más diligente al no tolerar demasiado las ínfulas de un par de cirujanos. Si hasta se desconoció poniéndole los puntos a Kumodo cuando quiso chantajearla para imponerse. Quizá había sido algo dura, pero menos no se merecía el hombre. ¡Y sino le gustaban sus opciones, que se fuera a trabajar a otro hospital!
Suspiró mirando el reloj de pared. Daban pasadas las ocho. Noozomi se había retirado hacía rato, el hospital debiera estar ya más tranquilo. Un nuevo suspiro la alivió antes de observar el escritorio. Giró el cuello tronando algunas vértebras para aliviar el estrés, y luego se acarició la nuca observando el desorden de papeles que tenía en frente. De lo que quedaba desplegado, nada era urgente. Lo retomaría el lunes junto a las consultas que Noozomi le pasara en la agenda.
Apiló los documentos en tres grupos, clasificándolos y los puso a un costado para hacerle más simple la tarea al personal de limpieza, y luego fue por el bolso que se armara esa mañana, guardando los tacones antes de colocarse el calzado más cómodo para caminar hasta su casa, sus botas ninja. Siempre tenía un par a mano. El resto de las prendas eran frescas, más su falda. No se cambiaría.
Su casa... la casa de Seiyi era mejor decir aunque la propiedad la daba ese sentir, ya que en cierta forma ya la sentía como suya, había encontrado sus lugares, sus rincones, los aromas ya eran comunes para ella, la calidez que encontraba allí, aun siendo un diseño tan minimalista y frío, la reconfortaba, parecía sonreírle cada flor de decoración que se topaba, Watari se ocupaba de cambiarlas cada semana, adornando con color su estancia más cuando ella al fin se mudara. Era la gente que siempre se cruzaba la que le brindaba aquello. Era Seiyi, con su presencia, con esa aura tan protectora que siempre le hacía sentir que todo estaba bien, que allí con él todo tenía solución y nada podía pasarle. Era su refugio, era reconfortante permitiendo que esa feminidad que una vez se auto negara, aflorara intacta, empoderada, complacida. Le dolió pensar en aquello, porque ese día sentía que en algún punto se vería obligada a dejarlo ir.
¿Porque todo lo bueno no era para ella?
Suspiró otra vez. La jornada había estado plagada de suspiros, le pesaba el alma y le molestaba la piel. Cerró el bolso luego de guardar dentro los pesados documentos que le diera Shizune, y sin más demora, tomó la cartera colgándola en el otro brazo para salir. La falda no le molestaría al caminar y le quedaba hasta cool con aquellas botas ninjas.
Apagó las luces entornando la puerta, y salió por los pasillos, tomando la primera escalera que daba directo a la salida. El lugar estaba silencioso, no quedaba nadie en ese piso. Solo sus pasos resonaban retumbando con un leve eco por el vacío, y se apuró al avanzar para llegar rápido a las escaleras.
—¡Sakura!
La mencionada se detuvo volteando de repente, el llamado la había asustado.
—¡Sakura! ¡Espera! — Kakashi se acercó a zancadas largas no bien la detuvo. Había subido por el otro lado—. Al fin te encuentro...
—¿Sensei?
—¡Hola! —le sonrió al detenerse frente a ella luego de bajar los escalones al alcanzarla.
—Hola. ¿Le sucede algo?
—Puedes tutearme, Sakura.
—Emmm... estamos en público y-
—No hay nadie, Sakura.
—¡No voy a tutearte aquí! —Le dijo entre dientes y luego suspiró, él le sonreía—. ¿Que le trae por aquí?
—Vine a entrenar.
—¿A entrenar?¿Al hospital?
—Quedamos hoy en el gimnasio de la academia. Estuve esperándote por diez minutos. Pensé que te había sucedido algo, nunca eres impuntual.
Ella abrió enorme los ojos recordando la cita. Había sido un día de demonios, por lo menos para ella, y aquello se le había pasado.
—¡Ay, no!
—¿Lo olvidaste?
Asintió. Casi que si le molestaba reconocerlo. Sabía que el otro se la cobraría.
—Sakura, ¿te olvidaste de mí? —El tono fue de ofendido, la mano en el pecho que le siguió después completó el cuadro.
Sí, se la cobraría.
—No me salgas con que ahora te debo una —alzó el dedo en advertencia. Kakashi se lo miró y luego sonrió.
—Pero me lo debes.
—¡Kakashi!
—¿Sakura?
El dedo bajó y ahora eran las cejas que se curvaban en preocupación, acompañadas de esa trompita que iniciaba el berrinche.
«Preciosa».
—En serio, sensei. No estoy para bromas, ni deudas, ni reclamos. Hoy fue un día... de mierda.
—¡Epa!
—Sí, perdón por el término, pero ... ¡dios! —respiró hondo—. De verdad que estoy... me siento superada.
—¿Por el proyecto?
—En parte, sí. Y reuniones en el hospital, y los cirujanos, y la perra de... nada... cosas, gente imbécil.
—Bueno, de esos está lleno, ¿no? —le sonrió.
—¡Ya lo creo! —y le devolvió el gesto, aunque poco le durara. Aquellos pesados ojos que la observaban, le impedía disimular nada, porque sabía que Kakashi la leía como a nadie, siempre sabía lo que le pasaba, era muy difícil ocultarle cosas. Igual que a Seiyi—. Perdón.
—¿Por?
—Por olvidar el entrenamiento.
—No pasa nada —le dijo y bajó el último escalón para situarse a su lado—. Me debes una, eso es mucho mejor —le sonrió de lado y arrancó la marcha antes de que la chica reaccionara.
—¡Ey! ¡No se vale! —rápidamente lo siguió con algo de torpeza, sus dos bolsos mal colgados, la retrasaban—. ¡Te dije que no estoy para bromas! —le gritó, en esas escaleras no molestaban a nadie.
—¿Quién bromea? —le respondió el otro, girando en el segundo piso.
—¡No te la perdono! ¡Kakashi! ¡A esta no te la perdono!
Una carcajada masculina se oyó y luego el silencio propio del respeto al lugar, cuando abandonaron las escaleras para entrar a la enorme sala que comunicaba a la salida. Dada la hora había menos gente, entre pacientes, personal médico y seguridad, pero había. Y todos sabían quiénes eran ellos. Mínimamente, debían guardar las formas.
—¡Kakashi! —le llamo entre dientes—. ¡Espérame!
El otro apenas si ralentizó los pasos, metiendo las manos en los bolsillos al pasar al lado de uno de los oficiales de seguridad.
—Buenas noches —le dijo, el otro respondió con un movimiento de cabeza, observando luego a Sakura que venía apurada, con las mejillas enrojecida y el ceño contraído.
—Doctora Haruno, buenas noches.
—Buen fin de semana, señor Tendo.
Y apuró para alcanzar a Kakashi.
—Tortuga —le susurró este cuando la sintió a su lado.
—Síguela, síguela... te gusta jugar con fuego, ¿eh?
—¿Que, estás caliente?
— ¿¡Pero que dices!? —Lo miró con furia, y luego lo dejó hacer cuando este se adelantó para abrirle la puerta, le vino bien esa ayuda—. No estoy caliente, estoy-
—Enojada —le interrumpió, caminando hacia la calle, con Sakura siguiéndole.
—No, molesta. Hoy todo-
—Mmm-.. más pareces enojada.
—¡Déjenme hablar, maldita sea! —casi tropieza cuando uno de los bolsos se le enredó en una rama, siendo Kakashi quien impidió el porrazo al reaccionar sosteniéndola desde los hombros.
—¡Epa! ¿Perdiendo reflejos? Me parece que alguien también necesita entrenamiento.
—¡Ya cállate! ¿Quieres?
El peliplata carcajeó soltándola al asegurarse que ella ya estaba estable.
—¿Quieres que te lleve un bolso?
—No.
—Estás muy cargada y-
—¡Puedo sola, Kakashi!
—Bueno —se encogió de hombros y comenzó a caminar nuevamente.
Sakura maldecía por lo bajo, siguiéndole el paso segundos después sin medir la dirección que habían tomado, la cual era opuesta a la mansión de Seiyi.
—Entonces, ¿entrenamos? —dijo al fin el varón, luego de unos instantes en que ella no parecía contradecirle en dirección.
—¿Cómo?
—Que entrenamos.
—No te dije que sí.
—Entonces, ¿porque me sigues? —Ella se detuvo en seco constatando la dirección. Kakashi tenía razón—. Estamos yendo hacia el gimnasio. ¿No lo notaste?
Le sonrió. Ella le miraba con un frunce evidente en el ceño y la boquita contraída.
Kakashi carcajeó bajo, no pudo evitarlo. Lucía tan dulce con esa expresión, el maquillaje que aún conservaba en el rostro le resaltaba los jades y aquel atuendo que se ceñía a la cintura le quedaba de maravillas. Estaba más hermosa que nunca y tuvo que sacudir disimuladamente la cabeza para quitar las ganas que le asaltaron de tomarla entre sus brazos y calmarla. Sabía de donde venía esa molestia, y entendía que en cierta forma él tenía la culpa, aun cuando aquello fuera excelente para la carrera de la joven. Le enorgullecía el éxito que estaba logrando y quería a que fuera por más, a por todo, se lo merecía, y él la impulsaría sin dudarlo, aunque aquello significara presionarla como lo estaba haciendo. Era lo que podía brindarle.
—No... no me había dado cuenta —se mordió los labios indecisa, ya daban las veinte y treinta, y había casi que si obligado a Seiyi a estar en la casa para las veintiuna.
Kakashi suspiró. Tuvo que meter las manos en los bolsillos antes de acercarse, no confiaba en sí mismo cerca de ella en ese momento.
—Entiendo. Tuviste un mal día.
—Bueno... sí —. Suspiró pesado sin poder evitar huir de esa mirada que tan apacible la observaba, ese tono de voz, ahora profundo y calmo, la confortaba de alguna forma, como antaño, cuando luego le seguía esa mano acariciándole la mejilla para dar paso al beso que se posaba después—. Podría decirse que sí.
—¿Pudiste reunirte con Shizune? Le dije que se tomara todo el tiempo que fuera necesario contigo.
—Sí, sí. Almorzamos juntas y, digamos como que me tranquilizó un poco con lo que conversamos.
Kakashi carcajeó.
—¿Un poco?
Ahora esa pequeña boquita se estiraba en una sonrisa ladeada, una que aquella grave risa provocó.
—Así de poquito.
Nuevas carcajadas brotaron cuando él levantó una ceja incrédulo ante el gesto.
—Bueno... tendré que decirle que se dedique más a ti.
—Me dijo que el hokage también se haría un tiempo todos los días para mí. ¿Me mintió?
—No, en absoluto —. Y ahora se perdía en esa mirada jade que desde abajo se abría preciosa para él. Era tan pequeña, tan delicada y a la vez fuerte, era tan hermosa, tan única, que tuvo que suspirar para soportar las ganas que le picaron en los labios debajo de la máscara—. Si puedes ahora, con gusto repasamos el proyecto.
—¿Ahora?
—Sí.
—¿No íbamos a entrenar?
—Te olvidaste del entrenamiento.
—Bueno, sí, pero eso no significa nada.
—Significa que estás demasiado ocupada en algo más importante que entrenar conmigo —. Ella abrió inmensos los ojos, la afirmación se sentía reclamo y no entendió porque, pero en ese instante unas cosquillas le contrajeron el estómago al caer en la cuenta de lo fácil que le sería ponerlo celoso, y lo extremadamente caliente que era ese hombre en ese estado—. ¿O me equivoco?
Ella sonrió y hubo una exhalación que soltó disimulada para intentar que nada se notara.
—¿Me estás reprendiendo? —provocó.
—No me equivoco, ¿no?
Ella carcajeó.
—¡Bendita costumbre la tuya de responderme con preguntas! —ya que casi era un hábito que compartían con Seiyi.
—Y la tuya la de no responder.
Volvió a reír, por un segundo se mordió los labios.
—Pues sí... tengo un compromiso.
—Bien —hubo un destello en aquella pesada mirada, Sakura se relamía por dentro—. Ahora entiendo. Veo que tienes a tu sensei al último. Que fea actitud.
—Ex sensei.
—Tu hokage. Lo que lo hace peor aún.
La pelirrosa carcajeó, las mejillas se le encendieron e iba a replicarle cuando un auto se estacionó al lado de ellos, en la acera. Miró más por instinto que por otra cosa, cuando la ventanilla se bajó dejando ver la silueta de la despampanante rubia en su interior.
—¡Hatake! ¡Al fin te encuentro!
Kakashi rodó los ojos, Sakura estaba fija en la mujer, esta lo buscaba con la mirada.
—Zulima.
—La misma, mi hermoso platinado —le sonrió luego de arrojarle un beso—. Buenas noche, rosita.
—Se llama Sakura, Zulima.
La mujer carcajeó.
—¡Que ya lo sé! Se lo digo dulcemente. Es una preciosura rosa — y ahora la miró—. ¿Como estas Sakura? Tanto tiempo.
—Emm... buenas noches Zulima —. Intentó sonreír lo mejor que le salió, pero le era difícil ocultar el disgusto que le causaba aquella mujer cerca del peliplata.
—Hatake, espero que no te olvides de esta noche, ¿no?
—No me olvido.
—¿Tienes media hora para cambiarte y aún andas por la calle?
—Nunca dije que iba a ir.
—¡Hombre! ¡No me salgas con esa! —No se llegaron a oír las siguientes palabras, pero fueron obvias que se trataban de un insulto—. ¡Te dije que te necesito! Es por el club.
Kakashi respiró hondo.
—No puedes fallar. No puedes...
—Está bien, está bien. No exageres.
—¡Es que sino no me haces caso!
Sakura los observaba, parecían una pareja que tenían problemas. Pero pareja al fin. Y no le gustó, el karma era un imbécil con ella.
—Iré, tranquila.
—A las nueve te espero.
—Llegaré a tiempo.
—¡A las nueve, dije!
—Ok, ok... a tiempo.
—¡Kakashi!
—Zulima —el nombre se percibió helado en esos labios—, allí estaré —. La mirada fija en la mujer la tuvo abriendo la boca para decir algo más que no salió. En su lugar le brindó un gesto furioso de resignación.
—Está bien. ¡No me falles!
Y cerró la ventanilla haciendo chirriar las cubiertas al salir del lugar. Sakura la observó perderse calle arriba mientras Kakashi miraba el cielo maldiciendo en sus pensamientos.
—Bueno —dijo al fin la pelirrosa—, estabas destinado a no entrenar esta noche.
Él respiró hondo, las manos en los bolsillos se apretaron. Luego la observó.
—Iba a insistir.
Sakura apretó los labios. Luego le miró.
«Iba...»
Zulima se lo llevaba otra vez. La volvía a elegir, aun cuando sólo fueran unos instantes los que compartiría, volvía a preferir a otra, y dolía. Era amargo el sabor de aquella emoción. Siempre había otra, una mejor que ella, una que se llevaba lo que añoraba. Primero Sasuke, luego Kakashi, ahora... no quiso decir su nombre, no quería que Seiyi se sumara a esa lista.
—¿Ya no? —dijo, redoblando la apuesta.
—Tengo un compromiso. Tú también, por lo que me dijiste. Así que...
—Tu salud está primero, ¿no? —la miró, ella estaba firme.
Él terminaría yéndose con Zulima, sí, pero no en ese momento, ni por la siguiente hora. Llegaría tarde, por su culpa. Zulima sabría que se demoró porque estuvo con ella, que la prefirió aun cuando la otra lo demandara, aun cuando no fuera más que un entrenamiento. En ese momento sería de ella, ahora le pertenecía. Estaba harta de que todo el mundo se metiera con lo suyo, con lo que amaba y le pertenecía.
—¿Cómo?
—Que vamos a entrenar.
—Pero... llegarás tarde a tu compromiso.
—¿Te importa tanto mi compromiso? —le miró firmemente, el cejo contraído, las mejillas coloreadas pero no de pena, hermosa—. ¿O lo usas de excusas para irte con la platinada?
Kakashi contrajo el ceño. No entendía demasiado. ¿Ella estaba celosa?
—La puntualidad no es lo mío, Sakura. Lo sabes.
—Entonces, ¿qué esperas? —le dijo y echó a andar en dirección al gimnasio.
La observó adelantarse camino arriba, segundos después la siguió. Había un aura pesada a su alrededor, pudo sentirlo al alcanzarla.
—Esas ropas no van a ser muy cómodas.
—¿Cómo visto?
—Sí.
—¿Y es tu problema por...?
—Nada... sólo que... la falda se va a subir.
—No te preocupes.
—Créeme que no lo hago.
—Mejor así.
Él asintió.
Estaba enojada. Estaba furiosa. En un estado peor al que la había encontrado instantes atrás. Le desconcertaba, pero a la vez le fascinaba.
Intentó acotar algo más, pero prefirió callar, sólo observarla al caminar a su lado. Y mantener a raya ese instinto que pujaba por reclamarla y calmar esa histeria que le encontró al verla, que ahora la tenía al borde del estallido.
—¿Tienes las llaves? —le dijo cuándo cruzaron las puertas al patio de la academia.
—No es necesario.
—Kakashi, a esta hora no hay nadie.
—Pero dejaron el gimnasio abierto. Para nosotros —y le sonrió.
—Bien —respondió secamente, acelerando la marcha.
Sólo se relajó exhalando ruidosamente cuando entraron al enorme recinto. Lo observó por completo, había quizás nostalgia en el gesto, antes de dejar los bolsos en un rincón agachándose para extraer de uno un pequeño pantaloncito de licra. No demoró en comenzar a colocárselo subiendo la falda en el proceso.
—¿Me ayudas? —le dijo cuándo lo sintió observándola a una distancia prudente—. El cierre se me atascó.
Él dudó, no creía que lo necesitara, pero le hizo caso. No le fue fácil, no por la tarea en sí, la cercanía, sus dedos a un paso de los glúteos al deslizar el cierre, y ese perfume entre dulce y fresco que brotaba de su blanca piel, era demasiado.
—Listo —dijo ni bien lo logró, soltándola como si tocara una fuente caliente.
Sakura le miró por sobre su hombro, él lucía algo incómodo. Le gustó, pero no le dio importancia, agachándose a buscar el top deportivo que siempre llevaba en el bolso, más desde que comenzara a entrenar a los muchachos en el parque.
—Deberías quitarte la camisa —. Sugirió mientras hurgaba sin dar con la prenda.
—¿Cómo?
—Hace calor hoy, y no estamos al aire libre —abrió casi con bronca el segundo bolsillo del bolso, le estaba frustrando no encontrar la prenda— ¡Mierda!
Kakashi la observaba, ella estaba ajena a él, y comenzó a tomar la sugerencia de la chica cuando la oyera maldecir por segunda vez.
—Sakura, ¿estás bien?
—¡Sí! ¿¡Porque no debería estarlo!? —le respondió retirando una pequeña camiseta sin mangas.
—Nada... te oyes algo.. alterada.
Se giró de repente sin ponerse de pie. El ceño contraído y las mejillas encendidas eran clara evidencia de su estado.
—¿Qué? ¿Ahora no puedo enojarme acaso?
—Poder puedes, pero...
—¡Ya! —Se puso de pie desprendiéndose el botón de la camisa que yacía en la nuca — Voltéate, ¿quieres? Voy a cambiarme.
No le dijo nada, solo exhaló y se giró sobre sus pies mirando el techo al darle las espaldas.
—Si quieres, dejamos esto para otro día.
—¿Temes llegar tarde a tu cita? —fueron ácidas las palabras, Kakashi no pudo más que sonreír.
—No, no lo digo por eso.
—Ya estoy lista —Kakashi giró lentamente, las manos en los bolsillos le abultaban el pantalón y le encorvaban la espalda. Esa camiseta ajustada que dejaba los hombros fuera, cubriéndole el cuello y la mitad de la cara, le resaltaba toda la cincelada musculatura. Estaba perfecto, como siempre, y sus jades no pudieron menos que recorrerle de arriba a abajo. Carraspeó—. ¿Comenzamos?
Él respiró hondo mirándola fijamente.
—¿Qué esperas? —Reclamó alongando un brazo. Estaba hermosa. Esa corta camiseta blanca, que apenas si le cubría el ombligo, y los pequeños pantaloncillos de licra, le quedaban de maravillas.
—¿Realmente quieres hacer esto?
—¡Te dije que sí! ¿Qué te pasa?
—¿A mí? Nada. A ti te pasa.
Ella rodó los ojos.
—Estoy un poco nerviosa. ¡Ya te lo dije!
—Por eso...
—¡Nada Kakashi! ¿No dices siempre que una buena pelea calma los ánimos?
—Sí, pero tú alterada eres peligrosa.
Ella sonrió de lado, provocativa.
—¿Qué? ¿Me tienes miedo?
—¿Yo? Para nada —respiró hondo—. Pero no quiero tener que desviar fondos para reparaciones en el gimnasio de la academia.
—¡Ya! ¿Crees que no puedo cuidar las cosas que me rodean?
—Enojada, no.
Ella apretó los labios y luego crujió el cuello al ladearlo.
—Entonces, haz tu mejor esfuerzo para no esquivarme —y dicho eso salió impulsada en un salto con el puño en alto arremetiendo contra él.
Lejos de tomarlo por sorpresa, la esperaba, y pronto la maniobra con las manos la recibió envolviéndola en el aire para impulsarla hacia abajo.
Sakura dio un pequeño grito al golpear el suelo, recuperándose de inmediato para arrojarle una piedra que encontró. Y le siguió al escombro el puño que él logró esquivar, mas no el segundo que venía detrás el cual le dio de lleno en el estómago.
Kakashi tosió, dando unos pasos hacia atrás. Pero arremetió de inmediato cuando la vio venirse contra él con un nuevo puño en alto. La furia en esa mirada era intensa, ella estaba enojada, muy enojada. Entendía la presión que tenía encima, entendía que estaba frustrada por esas reuniones en su trabajo y esa supuesta persona idiota que la había molestado. Pero la furia que exudaba venía ahora de otro lugar, venía desde los celos. Estaba celosa. Y de él.
El puño que golpeó contra sus nudillos los hizo crujir pero la detuvieron. Vino luego el otro el cual frenó con la palma de la mano. Hubo un grito que la fémina soltó por no haber logrado darle, y luego saltaba hacia atrás para recuperar el impulso al armar un nuevo ataque.
Pero no llegó a mucho más. Kakashi le conocía las maniobras y la tomó de sorpresa, girándola para luego arrojarla contra la pared.
Sakura golpeó en medio de un grito. No fue violento, apenas que si marcó la superficie, Kakashi se estaba cuidado.
Sonrió furiosa, girando violenta en medio de un nuevo alarido para asestar un puñetazo detrás de otro en su ex sensei, quien se atajó en un cruce de brazos sobre la cabeza absorbiendo todos los golpes en sus callosos antebrazos.
Los dientes apretados, lo tenían midiendo los torpes movimientos de la pelirrosa, porque no había estrategia en aquel ataque más que la mera necesidad de descargar un enojo que la orillaba a olvidar cualquiera de sus lecciones. Y a esa altura, ya ni disfrutaba de esa tan predecible demostración de celos, porque no tenía forma de consolarla después, por más que deseara hacerlo.
—Sakura —le llamó. Esta ahora giraba con la patada en alto, siendo detenido por la mano que la tomo del tobillo— ¡Basta, Sakura! —y ahora ella se zafaba en el aire para estirar la otra pierna y bajar con toda la fuerza del golpe concentrada en su talón.
Él se agachó cruzando los brazos luego de invocar en ninjitsu que detendría esa enorme confluencia de chakra, y ni bien la frenó, arremetió con un golpe de aire arrojándola a dos metros de distancia.
— ¡Dije basta, Sakura!
—¿Qué? —ella sonrió limpiándose el sudor de la frente—. ¿Ya te cansas?
— Estás peleando.
— Estamos entrenando, sí, es una pelea.
— No, estás descargando tu ira en una pelea.
—No seas llorón —. Y dicho eso se abalanzó sobre él concentrando chacra en la punta de los dedos.
—Mierda —susurró y luego la esquivó, preparándose para la nueva arremetida, la cual la tuvo quejándose cuando la derribó— ¿Qué te pasa?
—¡Nada! —y quiso levantarse, pero la rodilla en la espalda fue más rápido devolviéndola al piso. La siguió él, tomándole el cuello por detrás y aferrando la muñeca de la mano que quiso aferrarle.
—Esto se termina aquí.
—¡No seas aguafiestas!
—Vamos a hacernos daño. ¡Basta!
—Awww... ¿tienes miedo?
Kakashi respiró hondo.
—Sabes que no estoy aplicando toda mi fuerza.
—Yo tampoco — y quiso levantarse pero él estaba usando chakra de inmovilización en la rodilla, no se lo permitió, acción que la enfureció aún más. Gritó removiéndose violenta—. ¡Kakashi! ¡No seas cobarde!
—Cálmate.
Ella respiraba acelerado, enojada.
—Sakura —su nombre se oyó firme y oscuro—. Cálmate.
Hubo un insulto que cruzó por sus pensamiento, pero no podía no obedecerle. Era su sensei quien le ordenaba aquello, su hokage, era... Kakashi. Respiró hondo, quizás se lamentó en aquello.
—Voy a soltarte, pero esto se termina aquí.
—¿Se termina? ¿Tan rápido quieres irte? Claro... aparece la tetona de turno y cualquier otra cosa pasa a segundo plano, ¿no?
—¿Qué? —ahí estaban, celos, agrios y dolorosos.
—Ya ni que debiera sorprenderme —. Apretó los dientes, hubo un nudo que molestó en la garganta pero tragó duro para disolverlo. Luego vino el suspiro que intentó contener las lágrimas—. ¿Hasta tu salud descuidas por esa?
—¿Qué tiene que ver...?
—Ya. Puedes soltarme... no haré nada.
Kakashi la observó unos segundos. Moría por abrazarla en ese instante y dudó. Dudó en soltarla, dudó en que hacer después. Le dolía verla así, aunque le hubiera complacido sentirla tan celosa ni bien arrancara la pelea, ya no lo disfrutaba.
—En serio... no haré nada. Puedes soltarme... e ir con ella.
Lo hizo. Quitó la rodilla y se alejó. Ella poco a poco se incorporó quedándose sentada unos segundos, dándole la espalda mientras parecía quitarse los cabellos del rostro.
No estaba haciendo eso.
Y él no pudo ignorar su sospecha.
—Ey... Sakura. ¿Qué sucede? —le dijo agachándose a su lado.
Ella giró el rostro de inmediato hacia el otro lado.
—Nada.
—¿En serio?
—Sí, Kakashi. Ve, se te hace tarde.
—No me gusta verte así —ella no dijo nada, él observó esa nuca unos segundos más y luego se sentó con ella en el suelo, pegado a su lado—. ¿Tan terrible fue esa reunión?
—¿Q-qué...?
—La reunión con los médicos. Por eso lloras, ¿o no?
—No estoy llorando.
Él suspiró y luego estiró la mano que le tomó el mentón suavemente para girarlo. Sakura se resistió al principio pero luego cedió, intentando secarse algunas gotas, aunque ni llegó a mucho.
—Entonces debe haber una gotera justo encima de tu cabeza —le sonrió—. Tienes las mejillas empapadas.
Una mueca de dolor le curvó las cejas y luego se soltó de ese agarre para agachar la cabeza.
—No me hagas caso.
—No lo hago, verás que sigo aquí.
—Ella te espera.
Él respiró hondo.
Sí, Zulima le esperaba y poco le importaba aquello, pero entendía que a ella le lastimaba.
—Que espere.
—Se va a enojar.
—Me tiene sin cuidado.
—¡Kakashi! —le miró ahora—. ¡Es tu mujer! La que elegiste, la que preferiste por sobre —se detuvo, luego necesitó esnifar para seguir— ...es la mujer que está contigo. Tienes que respetarla.
—No es mi mujer, Sakura.
—¡¿No?! Ah, cierto. No, tú no tienes novias ni nada de eso. Tú follas.
No le respondió. Ella volvía a enojarse.
—¿No dices nada?
—¿Qué quieres que diga?
—¡Que la respetes, carajo! ¡Que admitas que quieres estar con ella y no conmigo en este momento!
—No quiero estar con ella, no voy a-
—¡Cállate! ¡Ya cállate! ¿Quieres?
Intentó ponerse de pie, él la tomó de la muñeca.
—Sakura, háblame. ¿Qué te pasa?
—¡Ya te dije que nada! —Sacudió la mano zafándose, para comenzar a caminar rápidamente hacia sus bolsos. Nuevas lágrimas brotaron descontroladas y ella no pudo más que maldecir cuando cayó en la cuenta del espectáculo que estaba dando, de la debilidad que mostraba frente a Kakashi, un hombre que no se merecía que ella llorara por su culpa. Y no lloraba por él, no sólo por él. Sino por lo que él representaba, por lo que él trajo a su vida y que ahora Seiyi tan bien replicaba. Ella tenía un karma, o un trauma o era tan imbécil que los hombres le hacían una y otra vez lo mismo. ¿Qué mierda estaba haciendo mal?
—Sakura —la voz grave la detuvo tanto como la mano que le tomó del antebrazo—, en serio, cuéntame. Sabes que siempre seré tu amigo.
Ella volteó rápidamente ante esas palabras. El rostro estaba empapado, los ojos llenos de lágrimas y ahora las cejas se contraían en enojo otra vez.
—¿Mi amigo?
—Siempre lo fui.
—¿Lo.. lo fuiste?
Él suspiró, luego asintió. Sabía a qué iba con eso.
—Fui más que eso —. Nuevas lágrimas brotaron ante esas palabras—. Pero si ahora necesitas uno, aquí estoy...
—Mi... amigo —. Ella se soltaba, necesitaba sus manos para secarse las lágrimas—. Yo —le miró ahora, perdiéndose en esos pesados ojos grises que la observaban tan calmo y tan profundamente a la vez. Y se sentía tan bien, se sentía como antaño, se sentía sincero, único, exclusivo. Sería tan fácil abandonarse a ellos y buscar consuelo allí, que si hasta entender aquello le abrumó enojándola de nuevo. Porque así eran ellos, eran fuego, eran entrega y eran dolor. Y bastaba una simple mirada para que ella volviera a caer esperando, mendigando después, como lo hizo tantas veces con Sasuke, rogando por su amor, dando todo de ella, su cariño, dedicación, su tiempo y cuerpo. Y luego... siempre había alguien mejor para que simplemente siguieran sin ella—... yo... ya no quiero esto... no... no puedo.
Más lágrima le nublaron la vista. Los brazos la rodearon, tomándose ella misma para reconfortarse, para calmarse.
—Sakura, ¿qué es lo que no quieres? —quiso acercarse, ella retrocedió.
—Tenías razón... hoy no me sentía bien para... para entrenar.
—Espera...no me gusta verte así.
Esnifó—. Ya se me va a pasar.
—Habla conmigo —le miró, él la observaba con preocupación—. ¿Es por el proyecto? —Ella negó—. ¿La reunión?
—En serio, no pierdas el tiempo —y volteó para retirarse.
—¿Es por la mujer, esa imbécil que te ofendió? —se detuvo—. La que me dijiste ni bien nos encontramos.
— No te compliques conmigo Kakashi... ve con Zulima, ella se-
—¡Ya deja de nombrarla!
Sakura dio un respingo y luego volteó. Su rostro lleno de lágrimas ahora se fruncía nuevamente en enojo.
—¿Que no la nombre, dices? ¡Es tu mujer, maldita sea! ¿Y ahora no puedo nombrarla? ¿Qué? ¿Ya estás por cambiarla y comienzas a ignorarla? ¿Ya te cansaste de follarla? ¿¡Eh!? ¡Dime! ¿Es eso?
—No lo dije por eso.
—¡¿No?! ¡¿Y por qué no dices?! ¡Ah, ahora quieres que yo la olvide así vuelvo a confiar en ti!
—Sakura...
—¡Típico! Claro, quieres que baje la guardia, ¿no? Ahora se te antoja jugar conmigo otra vez, ¿no?
—No es eso, cálmate, sólo quiero-
—¡Me importa un carajo lo que quieras! ¡Tú y tu amiguito son iguales! Cortados por la misma tijera y yo...yo...
—¿Seiyi?
—¡Sí! ¡Ese idiota! ¡Otro más en mi vida, otro para la colección! —esnifó, lagrimas brotaban otra vez— ¡Que idiota que soy, por favor! ¡Tan, tan idiota!
—Sakura, no, espera —se acercó, intentó tomarle los hombros y ella lo empujó.
—¡No me toques!
—No quiero tocarte, solo déjame...
—¡No! ¡Vas a engañarme!
—No es eso —y ahora intentaba otra vez, sólo acercándose, ella no hizo nada para alejarlo, sólo miró el suelo—. No busco seducirte —. Ella levantó la vista, lloraba—. Sólo... me duele verte así.
—Y a ti que te ...importa si...
—Shhhh.
—No ... me —el llanto le hipaba ahora, impidiéndole hablar, la bronca buscaba ahora borrar los residuos de esa debilidad intentando secar las lagrimas al pasar bruscamente los dedos sucios de polvo. Él la detuvo tomándole las manos.
—Vas a lastimar tus hermosos ojos — y seguido a eso, retiró desde su bolsillo delantero un pañuelo de tela, perfectamente doblado. Kakashi era un hombre ordenado y pulcro, jamás pudo decir lo contrario, su temperamento relajado y olvidadizo contrastaba contra aquel rasgo—. No está usado —le advirtió antes de envolver dos dedos y comenzar a limpiarle suavemente las lágrimas desde las mejillas, luego desde los ojos cuidando de no estropear demás su maquillaje—. Estabas bonita pintada, no quiero que se corra.
Ella lo observo unos segundos, con que dedicación le quitaba las lágrimas, luego los ojos se le cerraron cuando le acunó el rostro con una mano.
—¿Mejor así? —le asintió suavemente, esnifando apenas luego—. Lamento haberte molestado. Lamento que mis acciones te... lastimaran así.
Abrió los ojos. Kakashi la miraba ahora, fijo en ella, en sus jades. Eran sinceras esas palabras.
—Yo... yo también —le respondió, él simplemente exhaló profundo, asintiendo al final—. Y lamento volver a caer en lo mismo.
La vista se le nubló nuevamente.
—No, no... por favor ya no llores —.Ella esnifó fuerte, él le cubría la otra mejilla con su otra mano en un arrebato de desesperación, y era eso o abrazarla. Quizás hubiera sido mejor abrazarla porque la forma en la que lo miró después, como esos pequeños labios se separaron para respirar, fue el castigo que quizá merecía al tener que contener las ganas que jalaban por comerle la boca—. Ya no llores, por favor.
—Es que... no puedo.
—¿Es por Seiyi esto? —Asintió, no era del todo verdad, pero era al final. Kakashi suspiró—. Conozco a Seiyi —era un imbécil, pero dudaba que le estuviera haciendo lo mismo que hizo él. No Seiyi, no había motivos, menos con Sakura, ni tampoco era su estilo. Si él se cansaba de una mujer, simplemente la botaba—. Él no es de hacer esas cosas.
—¿Lo defiendes ahora?
Demonios, sí, lo estaba defendiendo. Y no era un error, sabía que aquello usado correctamente tal vez fuera su oportunidad, pero no soportaba verla sufrir. Prefería que siguiera con el idiota de su amigo, a verla llorar y desmoronarse por un daño que él había causado, porque sabía que esas dudas, que ella pensara que todos los hombres le harían lo mismo, fue su culpa. No la de Sasuke. No la del Hyuga.
—Se puede decir que... ¿sí?
—Código de hombres.
Kakashi carcajeó levemente. Claro, era obvio que pensaría así.
—No, créeme que este no es ningún código de nada. Es la verdad.
Ella lo miró con preocupación en esos jades, había un ruego en las cejas que se curvaban y él tan cerca... Sus ojos cayeron en esa pequeña boquita que apenas se contraía por la fuerza de sus manos sosteniéndola, y tuvo que respirar hondo, mirar hacia a esos preciosos ojos otra vez para no terminar cediendo.
—Porque dices que él... que él no me está...
—Porque lo tienes loco —. No la dejó terminar—. Y porque él jamás miente. Si no quiere estar contigo, va a decírtelo. Y créeme... él quiere estar contigo.
Ella respiró hondo, tres de sus dedos se apoyaban sobre su mano ahora, siendo el pulgar el indiscreto que le acarició suavemente sus pequeños labios después.
—Pero igual... duele.
—Habla con él —. Sakura le miró, ahora le tomaba las muñecas acercándose. Kakashi le acariciaba una mejilla con el pulgar.
—Eso no me sirvió contigo.
Ese fue un golpe bajo. Le sonrió con dolor comenzando a soltarla lentamente al descender sus manos.
—Él es diferente —. Respiró hondo antes de mirarla nuevamente. Ahora sus manos se guardaban en los bolsillos, arqueada la espalda para verle mejor a los ojos— No tienes idea de...que me arrepiento cada día de mi vida de lo que te hice.
Ella abrió más grande los jades. Él la observó unos segundos más y luego miró al techo.
—Se hace tarde —. Sakura asintió aunque no pudiera verle—. ¿Seguimos el lunes?
—¿Entrenando?
—Sí, o revisando la propuesta.
—¿Las dos? —le sonrió apenas.
Él ahora hacía lo mismo.
—¿Estás mejor? —Asintió—. Bien... eso me hace-
Y no pudo decir más. El repentino abrazo que le envolvió la cintura, la tuvo golpeando con la mejilla el pecho y a él balanceándose para no caer. El corazón se le desbocó en el pecho y dudó unos segundo, pero fueron sus brazos más listos al rodearle la pequeña espalda y apretarla a su cuerpo.
—Perdón por esto...
—No hay nada que perdonar.
—Podemos sólo... ¿sólo estar un ratito así?
—Claro que sí —respondió perdida su voz entre cabellos rosas, su perfume lo invadía, el calor de ese pequeño cuerpo lo incitaba a apretarle más a él, con la memoria que sus brazos aun mantenían de esa figura. Y cerró los ojos, necesitaba concentrarse en esas sensaciones, en ella, olvidando todo el mar de tiempo que los había separado. Y se sintió bien, se sintió correcto, se sintió propio—. Todo el tiempo que quieras...
Dos meses después, y regreso. ¡Ups! Lo hice de nuevo... ¡qué mal!
Pero ustedes son muy pacientes y los adoro por eso. Mucho, mucho. Por eso creo que este capítulo viene muy bien después de dos meses de desaparecerme jajajajaja
Sé que dije que iba a ser doble, pero preferí primero publicar este y luego, en un par de semanas, publicar el otro. Y no dos juntos y luego hacerles esperar dos meses más. ¿Hice bien?
Bueno, estamos llegando al punto de inflexión de la historia. Ya cada vez falta menos para las decisiones... grandes. Muy grandes. Hay personajes que lo ignoran, otros que lo buscan y otros que simplemente lo saben, saben todo. Y por más que los acontecimientos vayan a ser difíciles... esta historia va de sanaciones y de amor, mucho amor. Así que no se enojen conmigo jajajajaja... síiiiiii?
Ahora sí, los leo.
Y los adoro. Recuerden siempre eso.
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