Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 63

Estaba nerviosa. Las manos le transpiraban aferrándose al borde de la silla de la sala de espera hacia la oficina del hokage. Las rodillas juntas no impedían que un pie repicara insistentemente en el piso, moviéndole ambas piernas. Apenas si era consciente de ello, únicamente lograba reparar en que estaba sola en esa habitación, agradecida de que nadie la viera, porque los ojos clavados en aquella puerta lograban apenas disimular su estado; siendo su imaginación la principal enemiga al presentarle en los pensamientos a Kakashi sentado tras el escritorio, con su mirada pesada, ese aspecto relajado pero a la vez tan consciente, una mera fachada distractora, la atención puesta en todo aunque no se le notara, tan seguro, tan dominante, tan sigma como sólo él podía serlo. Le imaginaba apoyado el codo en el posa brazos, sosteniendo la cabeza entre dos dedos mientras estudiaba cada palabra que le dijeran, armando estrategias, respuestas, análisis, siempre acertados, objetivos, concisos.

Él mantenía una reunión con los empresarios más importantes de la aldea, y se habían demorado teniéndola a Shizune de aquí hacia allá en la búsqueda de documentos y citando a más gente.

"El hokage me dijo que esperes, no se extenderá mucho más", le dijo cuando ya llevaban veinte minutos de demora. Ella simplemente asintió, agradeciendo ese tiempo extra que le permitiera acomodar las sensaciones que la tenían ansiosa.

Porque era saber que pronto estaría a solas con él en aquella oficina, para que el corazón se le desbocara, y era que no existía novedad alguna en aquello, menos para su reciente recuperada amistad; pero era la perversión la que ahora le azuzaba la libido recordándole lo que fueron y tuviera que soltar, la que la llevaba a refugiarse inmediatamente detrás de los celos de Seiyi, buscando la excusa que amedrentara a las ganas, encontrando sólo otra razón para encenderse aún más. Era que ya no se entendía, era que sentía que se estaba metiendo en medio de algo que no sabía cómo definirle, ni cómo manejar, algo caliente que podía salirle terriblemente mal. Y no podía impedirlo, porque más que no poder, quizás era que no quería, que buscaba quemarse, porque el placer que estaba gozando desde que Kakashi volviera, era el mejor que hubiera experimentado en toda su vida; porque se sentía plena, la felicidad que la comenzaba a invadir opacaba a la culpa que le provocaban sus acciones y pensamientos, porque sentía que al final todo en su vida comenzaba a ocupar el lugar que necesitaba, que comenzaba a tener todo lo que alguna vez quiso. Y no lo entendía, no entendía que era eso, si había algo mezquino en ella, o demasiado ambicioso; la única certeza que tenía en ese instante era que temía de sí misma, porque si algo estaba claro en sus pensamientos era que no quería controlar nada ni dejar de vivirlo.

Suspiró enderezando la espalda al inclinarse levemente hacia el frente, y no pudo evitar el respingo que la inmovilizó de inmediato cuando la piel inflamada de su trasero ardió al rosar con la tela de la falda pegada a la silla.

«Maldito...»

Y luego sonrió recordando la mirada dura de Seiyi al verle entrar en su oficina, en esa repentina visita al medio día.


El ceño contraído cuando ella le sonrió pícara en saludo, aquel cabello pesado que rodó sobre uno de sus anchos hombros, al apoyar las espaldas en el respaldar de su asiento, al girar hacia a ella cruzando un pierna sobre la otra, altivo, majestuoso como sólo él podía ser, observándola sin la menor pizca de sorpresa en los rasgos.

La indiferencia con la que le habló al exigirle quitarse las bragas y subirse la falda, luego de indicarle a su secretaria que no quería interrupciones en los próximos cuarenta minutos, la tuvo esforzándose por contener la respiración que se le desbocaba a cada segundo que transcurría viéndole.

—Cuenta — le dijo con voz dura.

La mirada no transmitía nada, fría, dura, esos labios perfectos al modular cada palabra, no demarcaban ningún gesto, indescifrable, y aquella imagen le hacía temblar mordiéndose los labios mientras recostaba su vientre sobre las piernas del varón, el trasero desnudo en alto.

—¿Cuánto?

No hubo respuesta. La primera nalgada seca le azotó un glúteo, respingándola, robándole ese uno que salió disparado como un grito.

—¿Sabes lo que has hecho? —Le preguntó cuándo el número cinco se pronunció en medio de un gemido.

—No, mi señor.

—Hacía diez minutos me esperaban en una junta.

—Lo... lo siento, mi señor.

Hubo nuevas nalgadas, una más dura que la anterior, la quemazón era tan intensa que suplicar por piedad fue una de las ideas. Pero no lo haría, deseaba demasiado aquello aún sin saber hasta dónde llegaría el amo por el que reclamaba, y estaba bien así, le era imposible no devorar el ansioso temor que le despertaba la incertidumbre.

La piel ya le ardía, no había consuelo luego de cada golpe. Solo uno nuevo, más intenso que el anterior. Su centro se contraía ante cada uno, la humedad ya manchaba sus muslos y había latidos que consolaban su erecto clítoris. Aquello era más de lo que había imaginado cuando se presentó en esa oficina de imprevisto, y hubo placer cuando él no la recibió con sorpresa, como si la esperara, como si ya supiera que hacía ella allí. Siempre un paso adelante, siempre en control, con su aura de amo y señor de todo aquel lujo que le rodeaba. Eso era lo que buscaba al ir por él, la excitación por encontrar justamente eso se veía opacada por el nuevo placer por lo que le hacía.

—¡Diez! ... Dios, diez... mmmmm...

—Soy un hombre ocupado, preciosa.

—Mi señor...

Nuevas nalgadas le robaron el once, doce y trece, uno tras otro y luego la orden que le abrió las piernas vino, seguida de esos dedos que con maestría le robaron un potente orgasmo en escasos minutos después.

Y allí jadeando, mordiéndose los labios, con los ojos cerrados mientras los dedos se aferraban a la tela del pantalón del varón, se lo dijo. Lo soltó simplemente, sin preámbulos, sin dudas, entendiendo que se lo debía, no podía mentirle a él.

—Vino Kakashi recién... cómo... como mi paciente.

—Sigue.

—Yo... yo... no pude evitar buscarte cuando él se fue...

Fue grandioso lo que siguió a eso.

Una mano le acarició las nalgas mientras la otra le tomaba el rostro instándola a ponerse de pie.

Él le siguió luego, mirándole a los ojos al inclinar apenas la cabeza hacia abajo mientras le delineaban el rostro con los dedos. La mirada dura, el ceño contraído en aquella furia que lo volvía irresistible, y luego esa pequeña media sonrisa de satisfacción que se mantuvo segundos frente a ella antes de besarla.

Fue exquisito aquel beso. Como se tomó el tiempo para recorrerle cada rincón, como la lengua suavemente le acariciaba la suya inundándola de su sabor, mientras los labios se deslizaban suavemente. Como la contuvo después cuando hubo una lágrima que rodó de sus jades, y el nuevo orgasmo que le brindó al agacharse entre sus piernas devorándole con la lengua.

Un chofer la llevó de regreso al hospital cuando la despidió, con las debidas exigencias de cómo debía seguir aquello a la noche.


La cabeza la tuvo en las nubes todo el día, repasando detalles de lo que había sucedido y sentido. Los ojos de Kakashi que la miraban con deseo, o eso creía ella, no podía equivocarse, no quería equivocarse por más perverso que aquello le supiera. Los ojos de Seiyi que la analizaban, que leían detrás de su piel y pensamientos, que la poseían antes de siquiera tocarla.

Un nuevo suspiro intentó aliviarla, aquello era fuerte, sentía por momentos que la mujer de esa mañana no era ella misma. Y ahora la puerta que se abría la arrancaba de sus cavilaciones disparándole los latidos a mil.

—Sakura —la voz de Shizune le robó el aire. La llamarían. Y lo vería—. Puedes pasar.

Ella asintió tragando duro, y se puso de pie acomodando la falda antes de tomar la carpeta que había apoyado en la mesita a su lado.

Suspiró una vez más y comenzó a caminar frunciendo el ceño cuando las nalgas ardieron otra vez. No se había aplicado el jutsu de sanación, Seiyi se lo había prohibido. La quería así, con sus marcas intactas para la noche, y entendía que no sólo buscaba eso al dejarla de esa forma.

—¿Estas bien? —Preguntó una atareada Shizune cuando pasó a su lado, Sakura acababa de sonrojarse.

—Sí, ¿por?

—Pareciera como si te doliera algo.

—Eh.. no nada... es... ¡es cansancio! Ayer entrené.

—Ah, ok, entiendo... pasa. Vas a tener que esperar unos minutos dentro, pero ya despide a los caballeros y está contigo —.Se acercó para susurrarle—. Sabe que si te ven, se irán más rápido.

Asintió riendo cómplice por lo bajo, y entró a paso firme, elevando el mentón mientras contenía sus ansias. Debía verse profesional frente a él, y frente a las otras personas que estaban dentro.

Carraspeó suavemente acomodando la sonrisa más cortés, cuando dos de los tres hombres presentes, se voltearon al advertir sus tacones. El último, aún de espaldas, escuchaba atentamente al hokage.

Fue el hombre maduro más regordete quien le sonrió primero, ella no hizo más que devolverle el gesto. No lo conocía, tampoco al mayor que yacía a la derecha de este. Solo el que estaba de pie lucía más joven, parecía apuesto con su larga cabellera suelta.

—Buenas tardes cab...

El tercero volteó al final, robándole las palabras. Era Seiyi, quien la miró sonriéndole mientras hablaba con Kakashi.

El aire se le atoró en la boca al verle. Luego Kakashi separó su mirada buscándola. Y sus ojos cayeron en él, para volver al Hyuga segundos después. Hacía demasiado tiempo que no los veía así, juntos, uno al lado del otro, mirándole, esperando algo de ella, un saludo en ese momento.

Se sonrojó por completo. Ellos dos, con sus miradas puestas sobre ella, con esa suave sonrisa en los labios, tan apuestos, tan diferentes y tan...

—Perdón —carraspeó volviendo en sí, el corazón ya le castigaba el pecho—. Caballeros —avanzó hacia el primer hombre inclinándose en saludo, luego hacia el otro. No dijo sus nombres, no los conocía.

—Señor Hyuga —se inclinó después frente a Seiyi, este hizo lo mismo, pero solo con un gesto de cabeza, fiel a su estilo de supremacía.

—Hokage sama —el saludo fue más expresivo frente a la autoridad.

—Caballeros, los presento a la doctora Haruno—habló Kakashi luego de corresponderle— , la pupila de nuestra anterior hokage —. Le miró dedicándole una breve sonrisa—. Primero mi pupila, claro.

—¡Oh! —Exclamó el mayor carcajeando después— ¡Oí mucho sobre usted! ¡Una de las jóvenes promesas de Konoha! Es un gusto conocerle en persona, señorita.

—El gusto es mío, señor —le respondió sonriendo respetuosamente, para luego mirar de reojo a Seiyi. Este lucía calmado y a gusto.

—Hattori.

Ella asintió—. Un gusto, señor Hattori.

—Mi hija es una gran admiradora suya —acotó el otro, tenía un voz rasposa y amigable, era un hombre que caía bien de entrada—. Y de todo el equipo siete. Pero a usted la adora, perdón Hokage —este carcajeó negando, no era la primera vez que le decía aquello—. Usted señorita, es su modelo a seguir, siempre me lo dice.

—Me halaga señor, agradézcale de mi parte.

El hombre carcajeó.

—¡No será necesario! Usted la está entrenando.

Sakura entrecerró el ceño. Ella no era un sensei en la academia.

—Me presento, soy Omuko Sakai.

—¿Sakai? —Los ojos se abrieron en sorpresa— ¡Es el padre de Lui!

—Así es —el hombre sonrió orgulloso—. Le comentaba al hokage que ayer mi pequeña regresó feliz de entrenar con usted y —miró a Kakashi— con su excelencia. Me dijo que el hokage necesita ejercicio —carcajeó contagiando al hombre sentado a su lado. Kakashi sonrió divertido, mirando de reojo a Seiyi, aquel comentario le venía como anillo al dedo para provocar a su amigo, pero este ni se había inmutado, riendo disimuladamente junto al resto de los caballeros. Sakura acababa de sonrojarse por completo.

—Bueno, si... órdenes médicas —acotó el peliplata mirándola cómplice.

Sakura sonrió nerviosa, tomando la carpeta frente a ella con más fuerza de la esperada.

—Le agradezco, porque —continuó Omuko, interrumpiéndose de inmediato por la carraspera que le opacó la voz—... porque ella —y ya no pudo hablar más, la tos le tomó la garganta, enrojeciéndole por completo, se notaba que era un fumador emprendido y el sobre peso no le ayudaba—. Disculpen —y se llevó la mano en puño tapándose la boca para terminar de mover, disimuladamente, el catarro que le molestaba.

—¡Menos mal que hay un médico presente! —Se burló el otro hombre, también mayor, pero ostentando de un excelente estado físico—. Doctora por favor...

Ella quiso acercarse pero el Omuko la detuvo.

—¡Estoy bien, estoy bien! Sólo es... un poco de tos —respiró hondo un par de veces calmándose y luego la miró sonriendo—. Le decía —carraspeó nuevamente para acomodar la voz—, agradezco todo lo que hace por mi niña. Ella ha progresado mucho desde que comparte con usted.

Sakura se sonrojó más y se inclinó varias veces en respeto.

—Muchas gracias por sus palabras, señor Sakai. Realmente lo hago con gusto. Es un placer compartir con esos jóvenes tan entusiastas. Por favor, envíele mis saludos a Lui y dígale que siga esforzándose así, que va a lograr todo lo que se propone.

El hombre sonrió asintiendo—. Se va a poner feliz cuando le comente sus palabras —y luego miró al Hyuga—, y tú, muchachote, cuídala, ¿eh? Que te conozco y esta jovencita, es el premio mayor. ¡Ya quisiera yo ser soltero con veinte años menos!

Y carcajeó, el hombre a su lado negó riendo también.

Seiyi asintió.

—Por supuesto, amigo mío —el hombre era un competidor directo en su nuevo emprendimiento hotelero, pero le respetaba.

El otro mayor lo miró con extrañeza— ¿Pero porque que le estás diciendo eso? ¿A caso...?

Kakashi acababa de endurecer su semblante. Sabía lo que venía, y le jugaba en contra.

—¿No me digas que no lo sabías? Raro...

—¡Yo no tengo tres adolescentes como hijas que me cotillean todo el tiempo! —carcajearon.

El otro torció la boca restándole importancia al comentario —El señor Hyuga y la señorita Haruno están en una relación formal. Ahora lo sabes. ¡Felicítalos!

Abrió los ojos y se volvió a ellos. Sakura sentía que no sabía dónde meterse, completamente sonrojada. Seiyi sonreía calmo.

—¡Al fin te atraparon! —todos carcajearon, Kakashi simuló hacerlo también— ¡Felicitaciones! Hacen una bonita pareja de por cierto, ¿no es así, Omuko?

—Sí, así es. ¿Ya tiene fecha para la boda?

Sakura abrió inmensos los ojos, Seiyi carcajeó y Kakashi suspiró apoyando las manos en el escritorio.

—Caballeros, no es que los chismes no me agraden...

—¿Chismes? —Interrumpió el Sakai— ¡Hombre, que tu pupila se casa!

Sakura negó mordiéndose los labios, Seiyi carcajeaba.

—Entiendo —dijo Kakashi manteniendo el tono—. Pero en estos momentos no, y mi jornada sigue con la señorita aquí presente —los hombres le miraron, resoplando el mayor porque le gustaba enterarse de chismes rosas—. Ella me contará cuando así sea, ¿no Sakura? —La aludida asentía, terriblemente incómoda—. Así que si está todo claro, hemos terminado por hoy.

—¿Cuando sería la próxima reunión? —Aportó Omuko—. Porque resta de resolver y el tiempo no está de nuestra parte.

—Sí, dato importante —dijo el otro, mirando ahora al Hyuga.

Kakashi suspiró.

—Caballeros —habló al fin Seiyi—, es mejor que esperemos la confirmación de la señorita Matsuo —. Sakura le miró en ese instante, estaba hablado de Mio—. Ella es clave para el éxito de la solicitud de Kakashi —. El nombrado asintió.

—Así que bueno... ¿esperamos tus noticias Seiyi?

—Así es, hokage sama. Déjelo en mis manos —le miró en ese instante, fijos los ojos de uno en el otro por unos segundos—. Bien sabe que me ocupo muy bien de todo lo que me encarga.

No le dijo nada, pero no le bajó la mirada, diciendo con esos duros iris todo lo que sus palabras no podían. El hombre mayor carcajeó.

—¡Siempre tan humilde, tu!

Seiyi le sonrió y luego miró a Sakura cortando el duelo, cuando el otro mayor se puso de pie yendo hacia el hokage para hablar de temas personales. Le tendría ocupado por unos minutos, que aprovecharía para hablar con ella. Había notado la forma en que Kakashi se había movido, no fue casual que la hiciera entrar en ese momento, bien sabía que él no la vería si la hubiera convocado luego de que salieran de la oficina. Esa fue una provocación directa.

La tomó suavemente desde el codo, sonriéndole cuando ella le miró al comenzar a seguirle el paso, alejándola unos metros más allá del escritorio para tener algo de privacidad.

Kakashi les seguía de reojo, el ceño contraído, no le gustaba aquello, atento más a la pelirrosa que a lo que le decían, carcomiéndole en algún punto en los celos cuando viera esa preciosa sonrisa temblar ni bien alzó la vista a su amigo.

—¿Cómo estás? —Le susurró Seiyi ni bien estuvieron a una distancia prudente.

—Bien... estoy bien —se sonrojó. Se sentía incómoda— ¿Por qué me lo preguntas?

—Te veo nerviosa.

—¿Nerviosa? N-no estoy nerviosa

Él le sonrió. Claro que lo estaba. Iba notando que cada vez que se encontraba con Kakashi, las inseguridades y la libido se le iban a las nubes, buscándolo luego a él para calmar todo lo que el otro alborotaba. Y no le gustaba aquello, aunque no por ello se negaría ni lo aprovecharía. No dejaría ninguna veta por la que su amigo pudiera colarse.

Suspiró mirándola con calma, ella buscaba desesperada en sus ojos aquel refugio que siempre él le daría. Y ese día, no sería la excepción. Le brindó una pequeña sonrisa apacible, y la vio aflojando los hombros.

—¿Tienes muchos temas que tratar?

Ella asintió, sus labios volvieron a estirarse imitando los del varón. Y no pudo evitar sentir esa calidez que él siempre le provocaba, aquella sensación de seguridad, de que todo estaba bien cuando él andaba cerca.

—Sí, varios... trae novedades del daimyo por un proyecto del hospital y luego viene todo el tema de comunicación. Me dijo que había más cosas que quería decirme, pero no me imagino que.

—Bueno... está relacionado con lo que tratamos hoy... pero dejaré que él te cuente.

La chica respingó en ansiedad.

—¿Son cosas buenas?

—Sí, muy buenas. Sobre todo para la aldea.

—Ok... ok —quedó pensativa con la mirada puesta en la corbata gris que él vestía—. Entiendo —se respondía, era evidente que en su cabeza había miles de preguntas. Él simplemente sonrió para luego maldecir en sus pensamientos, era hermosa cuando se sumía en sus ideas, y sería el peliplata quien la tuviera para sí mismo de esa forma.

—Sakura —le llamó— ¿quieres que venga a buscarte cuando termines?

—Es que... no sé cuánto demorará esto, y no quiero tenerte colgado esperando por mí.

—Entiendo.

—¡No pienses mal!

Él carcajeó bajo mirándola.

—¿Porque lo haría?

—N-no sé... siempre te pones celoso con Kakashi.

Nuevas carcajadas y ahora le miraba la boca.

—Fuertes afirmaciones pequeña —ella apretó los labios, la voz con la que le hablaba era grave, usando ese tono que le enloquecía— ¿Como anda tu trasero?

Ella sonrió. Picaba.

—¡Eres un desgraciado! —Le dijo al fin, y ahora moría por besarle, aunque tuviera que disimular todo para que nadie en la habitación se enterara, aunque aquellos ojos grises que a la distancia la observaban cada tanto, entendían todo, maldiciendo la jugada que le estaba pateando en contra.

Shizune entró en ese momento, buscando a Seiyi con la mirada entre los hombres. Uno de los mayores le entendió, señalándole el rincón en el que estaba junto a la joven. Y allí fue.

—Seiyi —carraspeó—. Disculpen —le sonrió a Sakura—, un mensajero me avisó que la señorita Matsuo está viniendo para aquí, entusiasmada con el proyecto.

Toda sonrisa en el rostro de la pelirrosa se esfumó.

—Excelente —respondió Seiyi—. No creí que estuviera dispuesta hoy, pero mejor así. ¿Te dijo algo más?

—Sí, que la esperes. Quiere reunirse contigo de inmediato.

Asintió y ahora Shizune miraba a Sakura.

—Tengo unos documentos que necesito que firmes. ¿Puedes ahora?

—Sí, sí, no hay problema.

—Ok, ya te los alcanzo.

Ni bien volteó para retirarse, Sakura miró a Seiyi con el ceño apenas contraído, luchando por disimular tras una sonrisa casual, el malestar que le ocasionaba esa mujer cerca de su hombre.

—¿Tienes que reunirte con Mio?

—Sí, ella está en este... llamémoslo, proyecto.

—¿Kakashi te lo pidió?

—No, yo la sugerí.

Sakura abrió los ojos en ese instante, el semblante se le endureció por unos segundos, los que tardó en tratar de acomodar su expresión, y aunque tuviera cierto éxito en aquello, fue Seiyi más rápido en leerla.

—Ah, entiendo.

Celos... hermosos celos. Sonrió. Le gustó aquello.

—Entonces, nos vemos en la cena, preciosa.

Ella torció la boca.

—¿No dijiste que ibas a venir a buscarme?

La sonrisa de Seiyi se ladeó.

—No creo que pueda, ahora —le encantaba como la chica luchaba por ocultar la molestia de los celos por Mio—. Envío a Watari por ti.

Ella suspiró, la sonrisa ya era imposible que se le formara, mirarlo a los ojos se le hacía difícil si no quería ser tan obvia.

—No, está bien. No lo molestes —. Ahora le tomaba apenas de la manga del saco, jalando levemente como si no quisiera que se fuera—. Pero... te veo esta noche, ¿no?

La sonrisa en Seiyi se ensanchó.

—Tenemos un asunto pendiente. Creo que se te va a hacer difícil olvidarlo.

—A mí no se me olvida —sonrió apenas, pero la mirada de cachorra regañada que le echó luego fue irresistible, y no sólo para Seiyi— ¿Y a ti?

—¿Ves que me esté olvidando? —Le susurró relamiéndose los dientes, había disfrutado demasiado el castigo que le impartiera durante la corta visita, dejando apenas asomar el sadismo que lo caracterizaba, y no podía negar que la respuesta de la chica le estaba invitando a ir por más, a dejar de resistirse a esa naturaleza suya que se guardaba con ella, y sin entender bien la razón, hubo un cierto temor en esa certeza, porque sabía que de mostrarle definitivamente su lado más perverso, iba a entregarlo por completo a esa dulzura rosa que comenzaba a jugar juegos peligrosos con su corazón.

—Aunque... ¿estés con Mio?

«Preciosa».

Carcajeó y le acarició la mejilla luego. Celosa era una faceta más de aquella joya que ya veneraba.

—Caballeros —la voz de Kakashi se impuso a todo en la habitación, le siguió su firme postura de pie, una que lo tenía mirando directamente a Sakura, obligando a Seiyi a alejar el contacto cuando los otros dos hombres alzaron la mirada hacia ellos—. Hemos concluido por hoy. Si me disculpan, debo seguir con la doctora Haruno.

Seiyi sonrió de lado, con ese brillo de victoria y celo en la mirada que cruzó con su amigo luego. Había amargado un poco aquella provocación marcando el territorio, ya ahora debía dejarla sola con él. La miró por un segundo, ella se mordía el labio de lado acomodando la carpeta que tenía entre sus manos.

—Hokage —le decía el mayor luego de toser nuevamente—, confío en su discreción.

Este asentía antes de devolverle el saludo.

El otro tomaba el fino abrigo de verano desde la silla, despidiéndose de Seiyi.

—Hokage sama, estamos en contacto —dijo el Hyuga cuando fue su turno de saludarlo—. Le dejo seguir con —la miró a Sakura, esta se acercaba con ese nerviosismo incipiente comenzando a asomar ya sin poderlo disimularlo, por lo menos ante los dos hombres de su vida— ...su agenda. Que tenga un buen fin de jornada.

—No lo dudes que lo será —le respondió. El otro le dedicó una media sonrisa que rayaba con la advertencia, antes de salir de la habitación.

Sakura le siguió con la mirada hasta que la puerta entornada le quitó la silueta de su campo visual. Recién allí suspiró volviendo a Kakashi quien la esperaba observándola.

—Hola Sakura —le dijo con voz apacible, sonriéndole después.

Ella no pudo evitar contagiarse del gesto, aunque el nerviosismo le empañara la mueca.

—Ho-hola, hokage sama.

—Uf... ya hablamos esto.

—¡Kakashi sensei! —Se corrigió rápidamente.

El peliplata carcajeó. Volvían al juego.

—¿En serio? Ya no soy tu-

—Lo serás siempre para mí —le interrumpió, sonrojándose después por lo que aquello significaba entre ellos—. Bueno... tu... tú lo dijiste... antes.

Él volvió a sonreír tentándose a seguir provocándola con ese juego tan propio de ellos, pero la veía muy nerviosa y que no quería molestarla más. Su idea era que ambos disfrutaran de aquel escaso tiempo compartido, no que terminara frustrada sin contar con demasiadas opciones para relajarla después.

La observó por unos segundos, ella cortaba el contacto visual torpemente, estática en su lugar.

—Bien —dijo y luego respiró hondo, no le gustaba verla así—, comencemos con lo nuestro —. Esas palabras parecieron calmarla un poco, desarmando el cruzo de brazos que mantenía la carpeta aferrada contra su pecho— ¿Que traes para mí?

Ella sonrió ampliamente ahora, acercándose rápidamente.

—Los resultados del proyecto de comunicaciones —respondió diligente, apoyando los escritos al desplegarlo frente a él—. Avanzamos muy rápido, más de lo que creí —carraspeó—. Hice un seguimiento de varios casos, a los que pudimos dar una respuesta rápida gracias a la primera fase, luego de instalar el teléfono directo con los brigadieres. ¡Es un éxito, Kakashi!

Él asentía leyendo cada cifra.

—Nuestros paramédicos, si bien no están al cien por ciento, con esa comunicación fluida con las patrulla de rescate, han hecho maravillas. Dentro de dos semanas, comienza el entrenamiento de dos grupos más, y se reclutaron seis ninjas médicos jóvenes para armar en un par de meses una escuadra completa, con turnos rotativos de veinticuatro horas.

—¿Sugerencia de Sasuke? —preguntó sin levantar la vista de los documentos que ella le entregara.

—Sí, bueno, en realidad fue un consenso entre todos.

—Excelente.

—Bueno...aunque a sugerencia mía —carcajeó bajito, se venía algo que se salía del plan—, espero que no te enojes.

—¿Enojarme, yo? —Respondió alzando la vista por unos segundos, le encantaba que comenzara a relajarse— ¿Cuando me he enojado contigo?

—No puedes preguntarme eso, Kakashi.

Él rio continuando con lo suyo, luego de batir una mano en el aire invitándole a seguir con su exposición.

Ella suspiró y siguió.

—Bueno... ha pedido mío, vamos a instalar cuatro líneas más en el hospital, no solo las de emergencia.

Ahora Kakashi la miró, había captado toda su atención. Iba a preguntarle algo cuando Shizune entró casi sin anunciarse.

—Perdone hokage —colocó frente a Sakura una serie de formularios—, son los que te comenté hace un rato, para que los firmes.

Esta asintió inclinándose rápidamente sobre los escritos. Sabía que había urgencia en el trámite.

—¿Para eso nos interrumpes? —Reclamó Kakashi.

—No sólo para eso. También necesito que venga conmigo —. Kakashi suspiró echándole una mirada de muerte—. Tengo un delegado del consejo en la sala chica de reuniones. ¡No te quejes! —advirtió restando de cualquier honorífico ahora, con Sakura no había problema en aquello— Hace una hora que te lo retengo.

—Dile que venga mañana.

—Eso le dije ayer. Ya no puedo —suspiró frustrada— ...tienes que verle.

Este rodó los ojos, sabiendo de ante mano lo importancia de aquello. Pero era Sakura quien tenía en frente, y no quería desperdiciar tiempo de ella.

—¡Ahora, Kakashi! —Le reclamó la morocha ente dientes.

Este se puso de pie de mala gana, refunfuñando alguna maldición bajo la mirada reprobatoria de Shizune, y luego se dirigió a Sakura.

—No demoraré mucho.

—No hay problema Kakashi, te espero —le sonrió y luego volvió a los escritos para terminar de firmarlos. Eran varias páginas.

En segundos quedó a solas, dejándola en completo silencio cuando cerraran las puertas tras la salida de los dos, apenas el barullo de su incipiente discusión se oyó por unos instantes más mientras se alejaban. No le importó demasiado, ni siquiera la espera si demoraba mucho, lo sentía en cierta forma como un alivio. Había demasiadas sensaciones pululando y no estaba logrando calmarse a solas con Kakashi, aunque él no tuviera culpa alguna, se estaba portando bien con ella.

La última firma la tuvo soltando un largo suspiro al enderezarse. Podía decir que ese silencio y la escueta actividad, le habían relajado del tenso momento que vivió cuando viera a Seiyi al lado del peliplata. Sonrió y luego no pudo evitar morderse el borde de los labios. Recordar ambos pares de ojos sobre ella fue extrañamente gratificante, notar esa competencia que se esforzaban por disimular, esos celos que se encendía en Seiyi, juntos los dos; fueron momentos incómodos alguna vez, pero ahora también lo disfrutaba, y demasiado. Porque era ver a cada uno por separado para que el corazón se le alocara; tenerlos juntos, cerca, era sublime, saberlos dos amos tan posesivos, dos hombres tan calientes, tan masculinos, juntos ahí para ella era...¡dios! Era... era... encendía de todo en su cuerpo aleteándole el corazón y el estómago, y... ¡¿qué mierda estaba pensando?!

—Sakura... no, no, no... ¡no vayas por ahí, mujer! —Se reprendió sacudiendo la cabeza después para quitarse esas ideas. No era bueno ir por ese camino, menos sabiendo que pronto estaría a solas con Kakashi, su ex sensei, su superior, su amigo. Sí, su amigo, solo eso, no estaba bien fantasear con él.

La vergüenza le invadió de repente, sofocándole el cuello, las mejillas el rostro. Era que se desconocía últimamente, no entendía en qué demonios estaba convirtiéndose, ni a que jugaba. Tener algunas fantasías en momento de alcoba, era una cosa, ¿pero en público, todo el tiempo? Eso no estaba bien, más cuando Kakashi no estaba insinuando nada diferente. Esa historia entre los dos ya había pasado, ahora volvían a lo que fueron toda la vida.

Respiró hondo abanicándose el rostro con una mano, sentía que el calor le incendiaba las mejillas y parecía no querer ceder, humedeciéndole la nuca ahora. La misma mano pasó por su cuello luego, sin lograr refrescar nada. Maldijo. Nunca antes su libido había estado tan descontrolada, ella no era mujer lujuriosa, y no comenzaría ahora. No, no.

Un nuevo suspiro la tuvo mirando hacia la ventana apenas abierta, acercándose al instante para correr más una de las hojas y permitir que la brisa hiciera lo que ella no estaba logrando.

El atardecer estaba delicioso, el aire apenas fresco era gratificante. Abajo la gente circulaba, siendo demasiada a esa hora en que las jornadas se cerraban.

Sonrío cuando al filo de la acera apreció la silueta de un hombre alto que parecía ser Seiyi. Esa cabellera pesada y larga, su postura, era muy característica de él, pero no estaba segura, el hombre se encontraba fumando, era evidente por el humo que asomo luego de una calada, y Seiyi ya había dejado el hábito. No le importó demasiado, hasta que el sujeto volteó apenas confirmando su identidad.

Era Seiyi, y estaba fumando. O sea que la maldita costumbre se resistía a irse, o por lo menos lo controlaba sólo cuando estaba con ella. Era bueno que redujera la cantidad, pero ahora lo había descubierto y merecía un llamado de atención, e iba a gritarle algo cuando lo vio relajar su postura, sonriendo ampliamente al recibir a una persona que se acercaba en medio del gentío.

El ceño se le contrajo y hubo un apretón en su pecho cuando la sonrisa masculina se transformó en el abrazo que rodeó a la mujer. Una mujer elegante, hermosa, de pesada cabellera oscura y... era Mio. Toda esa dicha, esa hermosa sonrisa, ese recibimiento, eran para Mio. Y no le gustó, para nada. Porque esas sonrisas tan claras, tan genuinas, tan hermosas, siempre fueron sólo para ella, o al menos eso quería creer.

Mio le hablaba, se veía entusiasmada. Ahora Seiyi le soltaba pero ella le tomaba de los brazos negándose a romper el contacto, con los pulgar le acariciaba, mientras este calaba de nuevo de su cigarro, asintiendo, sonriendo, volteando el rostro a un lado para soltar el humo luego sin darle a la mujer.

Y la descarada hablaba, cerca, demasiado, robándole el cigarro de entre los dedos después para llevárselo a sus labios.

Los dedos que aferraban el borde de la ventana se cerraron, la mandíbula se le tensó. No le gustaba eso, Seiyi era hombre de rodearse de mujeres que lo deseaban, y si bien ninguna le caía, era Mio la que le hizo sentir inseguridad desde la primer vez que la vio. Esa emoción amarga comprimiéndole la garganta, era la misma que Kakashi le provocaba cada vez que lo veía con Zulima. Y lo odió.

Y él seguía sonriéndole, tan claro tan hermoso, siguiendo con la mirada cada palabra que la otra le decía. Eso no estaba bien, no le gustaba.

La puerta de la oficina se abrió en ese instante haciéndole respingar y voltear de inmediato. Kakashi entraba luego de Shizune, esta le hablaba señalándole una delgada carpeta entre sus manos mientras el peliplata asentía.

Por un instante sus ojos se cruzaron. Sus jades bien abiertos, en esa expresión que trataba de procesar lo que le sucedía, mientras Kakashi ahora le sonreía. Hubo calidez en el gesto, uno que la gratificó sonrojándola apenas.

—Creo que fui rápido, ¿no? —Le dijo, Sakura no respondió.

—¿Estás bien, Sakura? —Fue Shizune la que ahora le hablaba, hojeando desde el escritorio los documentos firmados— ¿Necesitas...?

—Em... ¡sí, sí! —Carraspeó acomodando un mechón tras la oreja— ¿Qué... que me decías?

Kakashi se acercaba ahora, asomándose apenas por la ventana abierta.

—¿Tienes calor?

—Emmm... sí, bueno, algo. Pero... pero cierra si te molesta.

No dijo nada, solo la observó por unos segundos luego de ver hacia abajo.

—Gracias por esto —le dijo Shizune alzando las hojas luego de depositar la carpeta—. Bueno, si no necesitan nada —la miró, la chica parecía no entender nada, así que sólo asintió— ...bien, los dejo, así continúan. Kakashi, ¿vas a necesitar algo más de mí?

—No, es todo por hoy. Si quieres, puedes retirarte —le dijo este acercándose al escritorio.

Sakura suspiró. En otras circunstancias saber que quedarían en la torre completamente a solas, le hubiera picado en los nervios. Pero en ese momento, poco le importó.

—Bueno, gracias. Todos los documentos de tus gestiones están en la carpeta y —se mordió el labio pensando—... no, nada. Está todo ahí y ... ¡ah! No te olvides de pasar por lo de Shikamaru como me prometiste.

Kakashi carcajeó.

—No me olvido.

—Y mándale mis saludos a Temari y al pequeño Shikadai.

—Serán dados.

—Entonces... me despido hasta mañana. Buenas noches, Kakashi —.Este le levantó la mano en saludo, tomando asiento después—. Buenas noches, Sakura.

Esperó en vano una respuesta, la chica ensimismada en sus pensamientos, tenía la mirada perdida en un punto del suelo mientras se mordía la uña del dedo pulgar.

—¿Sakura?

—Que...—cuando levantó la vista, los tenía a ambos observándola—. Sí, sí... está todo bien.

Shizune carcajeó— ¡Pero mujer! ¿Qué te tiene tan distraída? —Kakashi apenas frunció el ceño observándola— Te estaba saludando.

—Ah... ah. Ok, ok —. Sonrió nerviosa—. Perdón, tengo muchas cosas... nada. Buenas noches, Shizune.

La pelinegra asintió negando después cuando Sakura volteó hacia el escritorio y a sus documentos. Su amiga estaba diferente últimamente, mezclarse con esos dos le había conferido una personalidad más segura, mas desenvuelta, pero la ocupaban demasiado. Aunque no le reclamaría, al fin y al cabo, la veía mejor en todo sentido. Pero, por si las dudas, le echó una mirada de advertencia a Kakashi, una que este ignoró por completo.

—¿Continuamos? —Le dijo este cuando al fin quedaron solos. Sakura leía una de las páginas que había presentado, mientras se mordía una uña, totalmente ajena al hombre frente a ella—. Sakura, ¿me oyes? —Nada—. Doctora Haruno, si le parece...

—Dígame —levantó repentinamente la vista interrumpiéndole. Kakashi no pudo más que carcajear.

— ¿En dónde estabas?

—A-aquí...yo...

—¡Claro que estabas aquí! —Volvía a reír—. Pero no tu mente.

Sakura se sonrojó nuevamente y luego las cejas se le curvaron por un instante en preocupación. Aunque logró acomodar sus gestos, sonriendo luego.

—Yo... disculpa, Kakashi —se acercó lentamente al escritorio, acomodándose a su lado cuando este le extendió las hojas que minutos atrás analizaban—. Estoy con muchas... muchas cosas últimamente y ando medio... ansiosa.

—Bueno, mejor así —dijo y se giró a ella—. Creí que los caballeros que estaban aquí te habían incomodado.

—¿Cómo? —Abrió los ojos enormes quedando helada.

—Sí, son algo intensos y...

—¿Lo-lo dices por el señor Omuko?

No, no lo decía por eso.

—Claro.

—Es que... es que no estoy a acostumbrada a los cumplidos y... —Kakashi carcajeó. Era realmente hermosa— ¿De que te ríes?

—No cambias, ¿eh?

Ella frunció el cejo.

—Los cumplidos siguen poniéndote nerviosa —Sakura torció los labios, el tuvo que morderse la lengua para contener las ganas que le provocaba esa boquita— ¡Y no deberían! Te los mereces.

—Bueno... es que a veces son muy... muy efusivos.

—Cada quien se expresa como mejor le sale.

—Algunos buscan algo a cambio. No son honestos.

Kakashi asintió.

—Tienes razón. Pero no por eso no puedes disfrutarlos, ¿no?

Sakura le sonrió, asintiendo luego.

—Calculo que...es correcto lo que dices —suspiró—. Y... y es lindo oírlos, pero creo que me llevará un tiempo tomarlos así como me dices.

—¡Esa es mi chica! —Ella se sonrojó —. Y te recomiendo que comiences a practicar porque —tomó la delgada carpeta que Shizune le había entregado, extendiéndosela—... tienes muchos admiradores.

—¿Que... que es esto?

—Léelo.

Sakura suspiró con el ceño contraído pero de inmediato hojeó la carpeta. Tenía tres documentos de una sola página. Eran rápidos de leer y pronto pudo constatar de qué se trataba.

Alzó la vista sorprendida.

—Esto... esto es...

Kakashi sonrió ampliamente asintiendo, los ojos se le estiraron en dos finas líneas, y no pudo evitar carcajear cuando la chica soltó un chillido de excitación brindando un pequeño salto al mismo tiempo, para taparse la boca después

—¡Oh, perdón, perdón!

—No pasa nada.

Ella sonreía, sus ojos se movían rápido por cada renglón, saltándose algunas líneas.

—¡Dios! ¡Lo conseguiste! ¡Kakashi, lo conseguiste! —Y le miró con la felicidad embelleciéndole el rostro.

—Emmm... en realidad lo conseguiste tú.

—¿Yo? Pero si el que tuvo que negociar fuiste tú.

Kakashi carcajeó.

—Yo sólo lo mencioné. Créeme cuando te digo que tienes admiradores y ¡grandes admiradores!

Sakura levantó la mirada de los escritos fijándose en los ojos del peliplata por unos segundos.

—¡Nha! Me estás cargando.

—Nope

—Kakashi... vamos que te conozco.

Él carcajeó.

—Pues... se nota que no tanto —. La pelirrosa infló los cachetes para replicarle, pero él fue más rápido interrumpiéndola— ¿Porque no lees la última página?

Le hizo caso y fueron unos instantes para que la mueca de reprimenda cambiara a otra de sorpresa.

—¡Kakashi!

—¿Si?

—Quieren... quieren...

—¿Ajá?

Ahora apoyaba su trasero en el borde del escritorio para sostenerse, los labios articulaban balbuceantes las palabras del documento, la voz no salía.

Tragó duro.

—Quieren invertir en... en... ¿una universidad de medicina?

Él la esperaba sonriente para asentir cuando ella quedara fija en sus ojos otra vez.

—Así es. ¡Felicitaciones doctora Haruno!

Ahora se tapaba la boca, pálida al principio, luego el calor llegó a sus mejillas como aquella sonrisa que le iluminó el rostro.

—No... no lo puedo creer. Este era una idea que teníamos con Tsunade desde que inicié mis estudios con ella... y... no creí que...

Había emoción en esa respuesta, que Kakashi lo confirmara sólo le dio el pequeño empujón que necesitaba para terminar de convertirlo en realidad.

—Sigue leyendo.

Y lo hizo. Respirando hondo antes de que sus ojos se posaran en la mitad de la página.

El pecho se le agitaba con cada nuevo renglón, Kakashi la observaba disfrutándola, sabía lo que llegaba al final, así que no demoró. Se puso de pie y fue hacia el escueto mueble en su despacho, sacando de una de las puertas llevadas, una botella de sake añejado y dos pequeñas tacitas. Ella leía, seguramente estaba repasando un párrafo, era rápida para leer, el tiempo que demoró en regresar al escritorio no fue demasiado. La miró una vez más, ella ahora se mordía una uña, la ansiedad calaba en esos hermosos ojos, había un brillo único que él disfrutaba, la había imaginado tantas veces durante su viaje con esa expresión, que ahora no se privaría ni un segundo de observarla. Sonrió, y luego llenó amabas tacitas, extendiendo una hacia ella cuando se colocó al frente.

Sakura tragó duro al leer el último párrafo, bajando la hoja para tomar esa pequeña copa.

—Van a construir una universidad —él asintió estirándose a buscar la suya—. Y... y... capacidad de hospedaje para... los estudiantes.

—Así es —sonrió alzando la copa a la altura del rostro de la chica.

—Van a venir estudiantes de todo ... el país.

—Sip.

—Yo... yo...

—Buscándote, Sakura —se inclinó apenas hacia ella para decirlo, casi como si fuera un secreto entre ambos. La sonrisa que le devolvió fue hermosa, como aquellos dientes que mordieron el labio inferior cuando alzó la copa para chocarla con él—. Felicitaciones, doctora —le susurró apenas inclinándose hacia ella.

—A usted, hokage —le respondió con el mismo tono.

—Ya te dije que...

Ella carcajeó llevando la copa a los labios, él hizo lo mismo, luego vino esa mueca que le apretó los ojos cuando el alcohol descendió por su garganta, que lo tuvo sonriendo por la ternura que le despertaba, Sakura era una pésima bebedora. Y a ello le siguió la mirada de agradecimiento que ella posó en sus cansados ojos, seguida de esa única sonrisa sonrojada que le encendía el alma, enloqueciéndole el corazón. Era hermosa, era única, tan única. Y ahora sus ojos no pudieron hacer otra cosa que posarse en aquella pequeña gota de sake que se deslizó desde sus rosados labios, y fue la mano que salió disparada de imprevisto hacia ese rostro, el pulgar que la rosó limpiándola suavemente, sin que ella se alejara ni cortara el contacto visual, la que los unió por un instante que pareció eterno y correcto. Solo su sonrisa que se ensanchó ante el toque e impidió que aquella mano se fuera de inmediato, quedándose con la excusa de quitar algunos cabellos para llevarlos tras su oreja.

Y ahora sí se retiraba, porque si tan solo se quedaba unos segundos más, el deseo por tocarla lo llevaría más cerca, las ganas de besarla harían el resto y temía, porque sentía que ella no se opondría a nada y eso no era lo peor, sino si acaso él soportaría sólo con robarle un beso.

—Bueno —dijo respirando hondo —... las incubadoras llegan en un par de semanas.

—Sí, leí. El daimyo se hace cargo de todo —.Kakashi asintió. Había una molestia en esa noticia, pero era buena. Solo debía estar atento—. No tendrás que usar tus fondos, ni yo los del hospital, lo que me soluciona un problema.

—¿Qué? ¿Necesitabas más dinero?

—Pues, sí —.Sonrió encogiéndose de hombros, Kakashi entrecerró el ceño— ¿Recuerdas los teléfonos de los que te hablé hace un ratito?

—Sí —le hizo señas para que prosiguiera.

—Bueno, venía a pedirte más dinero porque tenía una idea que... ¡Sasuke estuvo de acuerdo! —Se escudó ante ese cómplice cuando Kakashi le miró con advertencia—. Bueno...ahora solo voy a contarte, no necesito que me autorices a na-da.

—¿Porque no tengo que darte dinero?

—Claro —sonrió con picardía—. El hospital y su directora se hacen cargo de todo.

Kakashi carcajeó.

—Bueno... está bien. Pero aun así debes contarme, ¿eh? Son asuntos de la aldea.

—Claro.

—Todo.

—¿Ahora?

—No. Ahora debo hablarte de lo que acabas de leer.

—¿La universidad?

—Exacto —suspiró, aquello le ponía nervioso, sentía que la cancha se complicaría, había una amenaza personal en todo el asunto, pero no por eso le prohibiría nada—. Bueno... ¿recuerdas los caballeros que viste al llegar?

Ella asintió. La sonrisa se empequeñeció en ese momento, pero le miraba igual de atenta e ilusionada.

—Bueno... vas a tener que ir a una fiesta.

—¿Qué?

Suspiró buscando con la vista el reloj de pared, dejándola con la intriga.

—¿Qué hora es?

—¿Cómo? No me ibas a...

—Siete y treinta...tarde, ¿no?

—Pero...

—Toma tu bolso —ella se movió torpemente enderezándose del escritorio, él se quitaba la casaca de hokage colgándola de la percha que quedaba más cerca— ¿Y? ¿No estás lista?

Prácticamente si corrió hacia la oficina de al lado, había dejado sus cosas en lo de Shizune. Se sentía torpe al moverse, estaba algo mareada y tuvo que sostenerse del marco al volver. Kakashi reía disimuladamente observando el esfuerzo que hacía para mantener la compostura.

—Yo... no entiendo.

—¿No recuerdas mi promesa de esta mañana?

—Ehhh...

—Ven, vamos. En el camino te voy contando —y le hizo señas con la cabeza para que lo siguiera, aunque se moría de ganas de rodearla con el brazo y pegarla a su cuerpo para caminar juntos, como lo que siempre debía haber sido, ella suya, su mujer.



—¡Buenas tardes, hokage sama! —La pequeña joven de enormes ojos color almendras, se inclinaba una y otra vez en un entusiasta y no menos respetuoso saludo, al recibirlo en el local. Había ido prácticamente corriendo a su encuentro, ni bien lo viera atravesar las puertas luego de cederle el paso a Sakura, quien sonreía sosteniéndose de su brazo, más por necesidad que mera cortesía— ¡Es un gusto tenerlo nuevamente aquí!

—Buenas tardes, Zuki —saludó y luego miró a Sakura, esta inclinaba apenas la cabeza saludando, algo desconcertada y muy sonrojada.

—¡Nos tenía abandonadas! —Una mujer mayor apareció de repente detrás de la joven, tomándole los hombros al comenzar a hablar con voz modulada y medida, que permitía deducir fácilmente quien estaba a cargo allí—. Nos preguntábamos que le podía suceder a nuestro cliente favorito que ya no nos visitaba —se quejó contrayendo los labios en un pequeño puchero. Kakashi carcajeó, Sakura entrecerró el ceño, ¿le estaba coqueteando?

—Estaba de viaje, señora Kusumi. Ni bien tuve unos minutos libres, regresé, podrá usted ver.

La mujer sonrió y luego susurró al oído de su empleada lo que pareció una orden, ya que la joven les sonrió y se retiró de inmediato ni bien le terminó de hablar.

—Me alegro de volverle a ver —se tomó las manos en frente estirando aún más los labios, si aquello era posible, para luego reparar en ese brazo que Sakura mantenía aferrado con ambas manos, y luego alzó la vista para fijarse directamente en ella—. Y veo que muy bien acompañado, de por cierto. La señorita es...

—La doctora Haruno —le respondió Kakashi, girando luego su rostro hacia la pelirrosa, esta le sonrió ni bien cruzó miradas con él—. Fue mi pupila, y ahora es mí...

—Su doctora, hokage —este suspiró asintiendo, no le gustó el título que le otorgó a su relación—. Y ...amiga, ¿no?

—¡Oh! Su amiga —dijo la mujer reparando nuevamente en la mano que se aferraba al antebrazo del varón— ¡Bien! ¡Quién lo diría! —Carraspeó batiendo la mano en el aire—. Entonces, que mejor para celebrar la —sus ojos fueron otra vez a esas manos— ... amistad, que un excelente combinación de hierbas en un buen te. Tenemos una novedad de lavanda que... mmmmm... delicioso.

—A eso veníamos, ¿no Sakura?

Ella asintió viéndole, sin poder evitar morderse el labio inferior motivada por el timbre de su voz, uno grave, modulado, exquisito. Uno que le provocaba más de lo que recordara.

La mujer los observaba, ellos ni la reparaban, y ahora Kakashi apoyaba la mano libre sobre la que Sakura mantenía en su antebrazo.

—¿Estará disponible la mesa que uso siempre? —Le dijo sin mirarla en un principio. Fue reparar en la mujer de reojo sólo para apurarla, cortando esa mirada chismosa con la cual los escrutaba tratando de entender.

—¡Oh! SÍ, sí... por... por supuesto que —nerviosa giró el rostro buscando a la joven empleada, la cual se acercaba prácticamente si corriendo, asintiendo ni bien hiciera contacto con la mujer— ¡Claro que sí! ¡Siempre tenemos lista su mesa!

Kakashi sonrió rascándose el mentón.

—No es mía.

—¡Claro que sí! Ya todos aquí se la mantenemos disponible a esta hora —acotó recibiendo desde la chica un pequeño papel—. Por favor sígame.

Y echó a andar, dando nuevas indicaciones a la joven.

Kakashi tomó fuerte la mano de Sakura antes de jalar para que esta comenzara a caminar, no sin trastabillar un par de veces, siendo sostenida por la fuerza del varón.

—P-perdón —le susurró.

Kakashi carcajeó, avanzando más lentamente.

—¿Estás bien?

—S-sí... solo que —suspiró— ¿Qué carajos me diste cuando brindamos?

Rio nuevamente e iba a jugarle una broma, cuando la mujer corrió una cortina de cuentas llamándoles para hacerles pasar.

—¡Bienvenidos!

—Gracias —le dijo el peliplata, desarmando el agarre con el que aferraba a Sakura, pero sin soltarle la mano al hacerle entrar primero.

La mujer los observaba, ahora intrigada más que curiosa.

—Kusumi —le llamó Kakashi al pasar a su lado—¿ Nos traes unos dulces con el té?

—¡Por supuesto! ¿Cuáles prefiere?

—Los de limón. Y la especialidad de la casa —le guiñó un ojo, la mujer asintió comprendiendo, antes de sonreír soltando las cuentas para que se cerraran—. Les daremos privacidad.

Sakura observaba todo el lugar. Era lo opuesto al local al que habían entrado, como si fuera otra cosa, diferente decoración, iluminación discreta, sonidos suaves. Las pocas mesas de esa estancia se encontraban muy espaciadas unas de otras, con una luz arriba que le ofrecía claridad, pero confería un aura que parecía encerrar en una burbuja a quienes se encontraban sentados, admitiendo no más de dos personas por mesa. Había un par de personas en el lugar, ni los miraron siguiendo con lo suyo. Uno de ellos leía mientras fumaba de una larga pipa.

Kakashi jaló de la mano que nunca soltó para llevarla consigo a la más apartada, una que daba hacia una entrada en arco que se abría a la galería externa completamente adornada de rosedales y jazmines. Más allá, una pequeña fuente inundaba el recinto de los sonidos salpicantes y calmantes del agua al correr.

—Ven... sígueme —le dijo, pasando de la mesa para entrar al jardín.

Una serie de almohadones rodeando una baja mesa de madera, se encontraba al finalizar el camino.

—Wow —fue todo lo que ella dijo— ¿Ésta es tu mesa?

—No —carcajeó—. En realidad es aquella, la que dejamos atrás. Pero este lugar me gusta más, la señora Kusumi lo habilitó cuando me encontró una vez sentado en el suelo de madera, leyendo.

—¿Aquí?

—Sí.

Sakura carcajeó bajito observando todo. Era de esperarse que su sensei no acatara convencionalismos, aquello era muy típico de él y le encantaba.

—Y no estabas errado, ¿eh? Es... es hermoso, Kakashi. Tan acogedor —inspiró profundo por la nariz, llenándose de los aromas de esa primavera que ya estaba encontrando su final, las suaves notas del jazz melódico que acompañaron a las flores le invitaron a cerrar los ojos para maximiza el goce— ... y tan... tan romántico.

Él se acercó, las manos correspondieron a los bolsillos para no terminar sobre ella.

—¿Romántico? —Le miró. Ella asintió, mordiéndose el labio inferior al cruzar miradas—. Puede ser... no me había dado cuenta de eso.

—Ya, si... seguro.

—¡En serio! —Sonrió—. Yo lo siento muy relajante.

Sakura carcajeó y luego lo observó agacharse a tomar uno de los almohadones para moverlo antes de sentarse en el. Estiró la mano invitándola a hacer lo mismo en frente, aunque en realidad las ganas jalaran por llevarla a su lado.

Ella dudó, buscando la forma agacharse sin mostrar nada. La falda no le haría las cosas fáciles, menos ese trasero adolorido. Fue la carcajada de Kakashi al extenderle una de los cojines pequeños, guiñándole el ojo cuando señaló donde ella debería sentarse, recordando aquella noche de pagos de apuestas, antes de que todo sucediera entre ellos, en que la curiosidad de la chica hiciera mella iniciando la historia que los unió en cuerpo y en alma.

—Eres... imposible —le dijo acomodándose, riendo al colocar ese cojín entre sus piernas al bajar, ella también recordaba, la picardía de sus ojos la delataba—. Creo que no vestiré más falda cuando venga a verte.

—Eh... ¿porque no? Me gusta cómo te lucen.

—¡No seas pervertido!

Carcajearon.

—¡Pero te lucen bien! —Ella sonrió mientras suspiraba pasando una mano por su frente al terminar de acomodarse, lucía acalorada— ¿Y? ¿Ya te sientes mejor?

—Mmmmm... aun algo mareada...

—¿Todavía?

Asintió tocándose las mejillas ahora con las palmas, sentía mucho calor, y no era por la bebida— ¡Fue fuerte lo que me diste! —Él reía negando ahora— ¡En serio! Que malo eres...

—¿Malo? ¿Yo?

—Sí, tu. Querías que me pusiera así —le reprochó frunciendo los labios.

Él negaba, la carcajada ahora era más grave y tuvo que taparse la boca para que no interrumpiera a nadie en un lugar tan agradable y calmo.

—¡Y ya no te rías!

—¡Es que no fue para tanto! Sigues siendo muy, muy mala con la bebida.

Ella torció la boca. Aquello era cierto aunque no le gustara, siempre Seiyi se lo decía en las cenas en que apenas dos copas de vino ya la tenían relajada, desinhibiéndola de más.

—Bueno... en mi defensa, mira que intento mejorar, ¿eh?

—¿Si? No se estaría notando —ella le devolvió una mirada de muerte, él no pudo evitar carcajear otra vez, tenerla así, provocarla de esa forma, le encantaba, era como regresar a los viejos tiempos y a sus juegos que terminaban inevitablemente en la cama—. Ya... no te enojes. ¿Porque no le dices a Seiyi que te haga practicar? Él es un excelente bebedor.

—¡Pero es que le digo!

—¿Y?

—No me deja tomar mucho —puchereó—. Dice que me pongo demasiado rápido muy... ¿apetecible? No, no me dice eso....mmmm... ¿como es que me dice?

Kakashi sonrió. Sabía las palabras que usaba.

—Que te pones comestible.

—¡Eso! —Y carcajeó nerviosa, con las mejillas encendidas, recordando aquellos momentos en que el hombre frente a ella, pronunciaba esas exactas palabras para luego ordenarle que se desnudara, y justo allí, en ese preciso recuerdo, uno que se superponía a otros similares pero con Seiyi, su limpia mirada jade se clavó en él, esos ojazos abiertos en sorpresa, en intriga, coronados del sonrojo que exudaba algo más—. Me...me dice... igual que tú.

Kakashi asintió. Había una sonrisa debajo de la máscara, pero ya no reía. Solo la mirada profunda fija sobre ella, sobre sus ojos, el recuerdo tan presente en sus pupilas de lo que seguía a aquel reclamo, y ahora ella bajaba esa pícara mirada, colocándose un mechón detrás de la oreja antes de volverla a alzar, tímida y decidida a la vez.

—Y ahora me ... ¿me veo... así?

«Mierda».

No podía haberle preguntado eso. Y a la vez agradecía que lo hubiera hecho.

Respiró hondo. Lucía calmado aunque la mano que descansara sobre su rodilla, apretaron los dedos al cerrarse luego, cuando la mirada se oscureció. Agradeció que la iluminación no arrojara claridad sobre su rostro, porque no podría disimular demasiado lo que se obligaba a callar.

—¿Realmente quieres que responda a eso?

Ella apretó los labios. Luego la boquita se torció antes de bajar la mirada. Parecía decepcionada.

—Yo... perdona. No quise...

—Sí.

Le miró.

El ceño en Kakashi se contraía, los ojos fijos en ella la estaban midiendo, le conocía. Había anhelo en esos jades, la respiración que se cortaba era coherente con la mirada, y él la leía perfecto. Sakura no se había olvidado de él.

Él jamás podría olvidarla.

—Sí... a...¿a qué?

—A tu pregunta, Sakura.

Ella debió respirar hondo. Sintió esa respuesta atravesarle el alma. No esperaba aquella sinceridad, no esperaba que aquel coqueteo que percibía fuera real, le fascinaba, le excitaba, la llenaba de dicha, pero siempre quiso considerarlo meras fantasías suyas. ¿Y.. no lo eran?

La mirada intensa que ese hombre, su sensei, le dedicaba ahora, sus jades que no cedían y la respiración que se le aceleraba, le decía que no se equivocaba. Y aquello le alegró y le aterró en partes iguales, porque quizás significaba más que lo que esperaba, quizás él no se había olvidado de ella, él sentía algo, y ella... le miró la boca, hubiera preferido que la máscara no estuviera allí, pero era mejor así. Los dedos inquietos aferraron el cojín deseando tocarlo, él seguía fijo en ella, ¿qué esperaba? Porque ella esperaba algo, ¿y acaso era correcto sentirse así?

Kakashi se inclinó hacia el frente, una mano se posó en la mesa, ella se agitaba siendo su pecho el imprudente delator al no contener la respiración. Tal vez quiso acercarse, él lo hacía. Y ahora las cuentas de la cortina se oyeron repiquetear al ser corridas, deteniendo todo. Cortos pasos se acercaban rápidamente a ellos, había un tintineo de vajilla y nuevos aromas. Era la mujer, seguida de una de sus jóvenes mozas.

—¡Oh! ¡Aquí estaban! —Les dijo al divisarlos desde la mesa vacía, acercándose rápidamente— ¡Veo que la mesa fue reemplazada al fin! —Festejó— ¿Le gustan los cojines que elegí, hokage? Los traje especialmente para usted, cambiando los anteriores —con un ademán ordenó a la chica que dispusiera de las tazas, el té y los dulces sobre la mesa, arremetiendo luego, Kakashi ni la miraba— ¿Son de su agrado? ¿Se siente cómodo?

Quizás hubo un gruñido de parte del peliplata, o tal vez Sakura lo imaginó, no podía decir que a ella le agradara demasiado la interrupción, pero fue oportuna. No se sentía lista para enfrentarse a una verdad que deseaba pero que tal vez doliera, o no supiera manejar. El corazón se le enloquecía en el pecho.

—Sí, son cómodos —respondió al fin, siendo cortés.

—¡Me alegro! Sírveles el azúcar rubia —ordenó en un susurro a la chica, para luego mirar a Sakura— ¿Y a usted señorita?

—¿Cómo? Ah... sí, sí —los nervios le llevaron a acomodarse un nuevo mechón tras la oreja bajo la atenta mirada de Kakashi—. Es todo muy hermoso... a-aquí.

—¿Cierto? —La mujer ensanchó la sonrisa en orgullo—. Bueno, aunque es parte mérito de nuestro hokage, el descubrió este lugar —y ahora se inclinaba hacia la pelirrosa, hablándole casi en un susurro, aunque la intención era que el varón escuchara también—. El buen gusto del hokage es innegable —.Y luego le guiñó un ojo, para apurar a la moza, tomando ella misma las bandejas—. Les dejamos solos.

Y comenzó a retirarse cuando otra de las mozas la detuvo a punto de abandonar la galería. Miró hacia atrás y su rostro esbozó una sonrisa que más de gusto era de disculpa.

Kakashi apretó aún más el ceño cuando la vio acercarse nuevamente, no veía la hora de quedarse a solas.

—Disculpe, hokage —carraspeó—. No es mi intención interrumpirle pero-

—Entonces no lo haga —espetó molesto.

—¡Kakashi! —fue la voz entre dientes de Sakura quien lo hizo caer en su error.

—Disculpe, señora Kusumi —suspiró—. No me haga caso.

—No, no ,no... le entiendo. Y no lo molestaría por cualquier nimiedad, usted lo sabe. Más estando con una señorita tan bonita —.Le sonrió brevemente a Sakura volviendo su atención a él, se notaba lo nerviosa que estaba—. Sólo que lo buscan en la barra y es con urgencia.

—¿Me buscan? —Había verdadera molestia en ese ceño por demás contraído.

—Sí, su secretaria y un señor que se presentó como el asistente de la señorita Matsuo.

Sakura alzó la cabeza en ese instante, fijándose en la mujer. Estaban hablando de Mio.

—Entonces, entrégale un mensaje de parte mía.

—Lo haría, pero —carraspeó—, dicen que es imperioso hablar con usted, en persona. Me pidieron que le mencionara que el señor Hyuga es quien lo solicita. Que usted entendería.

El peliplata respiró hondo al oír ese nombre. Los labios se le ladearon en una sonrisa de sorna que duró unos segundos, cuando advirtió a Sakura removerse en su asiento.

Seiyi estaba en medio de eso, era más que obvio que haría algo, ni siquiera debía extrañarse por la interrupción. Bien sabía que Sakura estaría con él largo rato, se esforzó para que estuviera al tanto al provocarle, y era evidente que había averiguado en donde se encontraban. Era obvio que no se quedaría quieto.

Apretó los dientes maldiciendo por dentro antes de mirar a Sakura, esta había cambiado la mueca, ya no había picardía en sus ojos sino una leve molestia que ni siquiera se esforzaba en ocultar, sumida en vaya a saber que pensamientos mientras la mirada la perdía en su taza de té, pero sin dudas ya no pensaba en él.

—Por favor, hokage...

—Sí, Kusumi. Adelántese, en unos instantes estoy con ellos. Ofrézcales algo, va por mi cuenta.

La mujer asintió y se inclinó varias veces en saludo, antes de retirarse.

—Sakura —le llamó ni bien quedaron a solas.

La chica elevó los ojos, seria. Intento sonreír pero no pudo. El nombre de Seiyi mezclado con el de aquella mujer había picado duro en su pecho. Y fue peor enfrentarlo, cruzar con esos oscuros ojos mirándola de esa forma, luego de...

—Tienes que...que ir, ¿n-no?

Él asintió.

Pero esperaba otra respuesta. Sinceramente quería retomar desde donde habían dejado, y era imposible ya, lo que tan espontáneamente se había dado, ya no estaba. Seiyi fue más efectivo que él.

—No te preocupes —esbozó una pequeña sonrisa—. Te espero para el té.

—No, si quieres aprovecha que está a la temperatura justa, es delicioso —ella asintió apretando los labios—. No demoraré mucho.

—Sí, lo sé.

La observó unos segundos. No quería levantarse de ese lugar, sentía que al regresar, ya estarían en otra sintonía.

—¿Estarás bien?

No dijo nada, sólo respiró hondo luego tomó la cuchara plateada que reposaba al lado de la taza y lo miró. Había una dulce sonrisa en sus labios ahora, lo había conseguido, ocultando todo.

—Claro —encogió un hombro—. Está hermoso a-aquí, y estos dulces... me intriga el de chocolate.

Kakashi sonrió, aunque la mueca no llegó a sus ojos. El momento se le había perdido y casi que si odió a Seiyi por ello.

—Bueno —se puso de pie—, el deber llama.

Ella asintió brindándole una cálida sonrisa antes de tomar la taza con ambas manos para llevarla a los labios e iniciar su ritual.

Era imposible no quedarse a observarla, era preciosa cuando hacía eso. Se tomó unos segundos antes de salir, quería verla, quería ser testigo de ese hábito, lo sentía propio, pero necesitó irse de allí cuando ella le miró desde abajo abriendo inmensos esos jades mientras soplaba por tercera vez.

Sakura le observó de reojo perderse tras la entrada a la galería. Cuando sobrepasó la mesa, las cejas se le curvaron en preocupación. Era que sintió tanto en esos breves instantes de provocación, que fue oír el nombre de Seiyi para caer en la cuenta del embrujo en el que su libido y sus sentimientos la habían metido.

Volvió a soplar nerviosamente sobre la superficie del té, tal vez sus ganas jalaron por buscarlo pero no se atrevió, sentía que era lo mejor. No se atrevió porque si tan dolo cruzaba con esos ojos otra vez, no podría ocultar más nada. Solo sus oídos se afinaron para captar el choque de las cuentas al correr la cortina, señal de que definitivamente se había ido. La taza apoyada en sus labios encontró el justo momento para ser inclinada cuando supo que estaba sola. El sabor de las hierbas con ese leve dulzor del azúcar rubia, la que siempre pedía Kakashi, le inundó la boca, pero no pudo disfrutarlo.

Pronto la taza volvió cuidadosamente al plato, y recién cuando sus dedos se soltaron suspiró. Un suspiro profundo, nervioso, cargado. Uno que buscaba aliviar cuando era demasiado efímero para lograrlo.

¿Qué demonios estaba haciendo? Porque fue tener esos instantes a solas para caer en la cuenta de lo que acababa de suceder, de lo que hizo, de ese deseo que buscaba encontrar el mismo sensei que la sedujo, que le hizo el amor tantas veces y que, sin prometerle nada, la ilusionó con un futuro y un amor que ahora era otro quien se lo ofrecía. Y era entender eso para que la culpa la golpeara. Seiyi frente a todos la reconocía como su mujer, su novia, aun cuando la sociedad lo considerara un soltero codiciado e imposible de cazar; él mostraba orgulloso a la mujer que podía tenerlo en la palma de su mano. Y ella seguía buscando a un hombre que la sanó, pero que siempre fue clandestino, que siempre fue claro en que su historia duraría hasta que se aburriera. ¿Y ahora? ¿Ahora qué? Él le demostraba que... que ... ¿no la olvidaba?

Hubo enojo, molestia por esa duda, porque parecía regresar lo que añoraba, pero no era correcto. Y a la vez no podía reclamarle nada, porque jamás le mintió, fueron sus anhelos, sus ideas, los que la pusieron en ese lugar. Y era recordar ese beso con la rubia que le descubrió aquella tarde, para que doliera, aun dolería como si el tiempo no hubiera pasado, devolviéndola al presente y a lo acertado de sus decisiones.

Y Seiyi...ese hombre la llenaba de tantas gratas sensaciones, de esa seguridad que le convertía la vida en más fácil, en más hermosa, que era imposible no desearlo. Con él ella se sentía una verdadera mujer, su mujer, y no estaba entre sus intenciones soltarlo. Y aun así... ¿porque sentía que añoraba a Kakashi?

Dios... el corazón le latía rápido, una voz en ella le advertía que la codicia llevaba a la soledad, y debía escucharle. Debía calmarse.

Kakashi estaba con otra mujer. Era su amigo y Seiyi... en esos instantes estaba con Mio y fue recordarlo para que el ceño se le contrajera. No le gustaba esa mujer, y no quería preocuparse, él no le haría lo mismo que Kakashi, ¿no? No, Seiyi no. Se lo había prometido. Él sí fue claro con el futuro que le ofrecía, el esfuerzo que dedicaba a ellos lo demostraba, el cariño que había en sus miradas a la mañana, cuando despertaban y había cabellos rosas arremolinados por todos lados, el fuego en sus labios, la posesividad de sus dedos, de su cuerpo. Era precioso lo que le brindaba, lo que esos ojos transmitían, no podía otra arrebatárselo tan fácil. No, porque no la dejaría.

Y Kakashi... él...él era su sensei, él era su amigo, no debía confundirse, debía dejar de jugar con esa libido y esas ganas, no había nada más allí y...

—Bueno —la voz masculina a su lado la sorprendió, sacándola de esos pensamientos. Dio un respingo en su asiento, aferrando el pequeño cojín que la cubría—. Perdón, no era mi intención asustarte.

Ella le miró, él le sonrió tomando asiento en frente.

—No... no me asustaste —le devolvió el gesto—. Solo que... pensaba ...

—¿En mí?

—Sí —Kakashi sonrió con gusto— ¡No! No es...

—Sí, pero no, ¿cómo sería eso? —una nueva sonrisa le estiró los ojos y luego carcajeó, revolviendo su té antes de reparar en la taza casi intacta de la chica.

—Digo, que sí pensaba en ti, pero no...¡no de esa forma!

—No bebiste tu té.

—¿Eh?

—Tu té —le señaló y se acercó la taza bajando rápidamente la máscara para beber el primer sorbo.

—Te... te —los ojos de Sakura se habrían inmensos, él no se cubrió rápido, y fue intencional, brindándole una media sonrisa que la tuvo fija en esos labios que tanto extrañaba, ahora que los veía caía en la cuenta de ello—... esperaba, dije que... te esperaría.

—Sí, lo dijiste —bebió otra vez y luego sí se cubrió, la mirada de ella rayó en decepción en ese instante y a él le encantó— ¿Pero ni siquiera lo probaste?

—Lo... lo probé. ¡Delicioso!

—Sabía que te gustaría —y ahora tomaba un dulce de chocolate—. Estos están mejores —y se lo extendió.

Ella lo tomó agradeciendo, y se lo llevó a los labios para dar el primer mordisco, los ojos se abrieron inmensos cuando la explosión de sabores mentolados, dulces y hasta picantes, le invadieron las papilas.

—¡Mmmm! ¡Es riquísimo!

Él sonrió contemplándola por unos segundos. La chica lucia contrariada, aunque se esforzara por mantenerse calmada.

Y él la deseaba mirándolo con picardía, con las ganas que la llevaron a provocarlo, a indagar en que pensaba ella sobre él.

—¿Y de qué forma pensabas en mí?

Sakura tosió ni bien lo escuchó, ahogándose con su propia saliva cuando se cruzó con esos oscuros ojos sobre ella.

Con la mano golpeó el pecho un par de veces y luego bebió un sorbo de té, calmándose.

— ¿Que...que dijiste?

—Pensabas en mí, ¿no?

—Sí... sí —volvió a beber—, en que... es que me... me tienes intrigada.

—¿Por?

—Me dijiste que me ibas a contar algo en camino aquí y... y no me contaste —él sonrió, pero no le gustó esa respuesta, ella ahora carcajeaba también— ¡Tú y Seiyi siempre tan misteriosos!

Y eso le gustó menos.

—¿Qué tiene que ver Seiyi?

—Él me comentó que estaba en tu oficina por algo que luego tú me explicarías. ¡Y me dejó intrigada! Y ahora... ¡ahora me das vueltas y vueltas y no me dices nada!

Él asintió y sonrió desviando por unos segundos la mirada a la pequeña fuente. Definitivamente su momento se había perdido. Apretó los labios y luego suspiró disimuladamente. No importaba. Esa no sería la última vez que compartirían solos, existirían otras oportunidades, y más ahora que Sakura le había confirmado que no se olvidó de él; sus provocaciones y ese dejo de culpa que le leía en la mirada, daban cuenta de ello.

Así que se armaría de paciencia, las ganas no estaban entendiendo de tiempos, pero sabía que presionarla en ese momento volvería a alejarla. Y Seiyi estaba atento, no podía dar pie a nada.

—Bueno... lo dejé para el último, porque sé que puede incomodarte. Pero créeme que es muy positivo para ti y para la aldea.

Ella abrió los ojos inmensos asintiendo. Su boquita se cerró con un leve frunce, como hacía siempre que estaba atenta. Era preciosa.

—Konoha ha crecido mucho y, como ya sabes, se ha convertido en una ciudad referente en el comercio, salud y educación.

—Sí, estamos todos orgullosos de eso.

—Bueno... el daimyo también, y quiere mostrarlo. El crecimiento que se logró con la paz, la prosperidad que los jóvenes como tú —ella sonrió, siguiendo cada palabra—, trabajando codo a codo con sus mayores, trajeron a esta nación, y la quiere ver crecer más.

—Te sigo —le dijo con seriedad cuando el peliplata hizo una pausa.

—Su idea es hacer algo así como... fraternizar con otras ciudades y países para aceitar las relaciones diplomáticas y comerciales. La última guerra nos unió y ahora quiere limar todas las asperezas que queden por antiguos conflictos —carraspeó—. En un par de semanas, se organizarán jornadas de encuentro de distintos sectores, defensa, educación, empresariales, de la salud —la miró—. Vendrán a Konoha personalidades de todos lados.

—¡Eso es genial, Kakashi! —Saltó con una sonrisa enorme—. Tengo entendido que el desarrollo hotelero va en aumento en la aldea —él asintió aunque tenía sus dudas—, y nuestra gastronomía es excelente. Sé que es un montón de trabajo para ti, puedo ayudarte si quieres. ¿Eso temía que me incomodara?

—No, no, tranquila. El daimyo del Fuego, junto a otros daimyo y kasekages, enviarán delegados, ellos coordinarán todo junto a nosotros. Pero el peso no recaerá exactamente en nosotros. No todo, al menos.

—Ok. Estoy a disposición.

—Lo sé —y respiró hondo poniéndose serio.

—¿Pero?

Kakashi carcajeó, estaba hermosa con esa mirada de intriga. Ella entrecerró el ceño, aquella cautela traía algo detrás, lo conocía muy bien. Que riera sólo la ponía más alerta.

—En una semana estas jornadas serán anunciadas en una fiesta.

—¿La fiesta que me dijiste?

Él asintió.

—Así lo quiere el daimyo —encogió un hombro—, y me dio buenas razones para ello aunque no estuviera de acuerdo en un principio. Demasiadas razones... —suspiró.

—¿Pero qué clase de fiestas?

—Una con empresarios, altas figuras y políticos.

—Ah, de gala —él asintió— ¿Hoy Seiyi y los otros hombres que estaban en tu oficina era por eso?

—En parte.

Ella sonrió, luego su atención cayó en los dedos que jugaban con la cuchara de té, al revolverlo lentamente. El ceño se le contrajo por unos segundos, la boquita se le apretó. Estaba hermosa.

—Te agradezco que me cuentes, Kakashi, pero no entiendo porque yo... ¿que tengo que ver en esa fiesta? Además de ayudarte —le miró.

—Bueno... resulta que el hijo menor del daimyo es un pionero en la industria farmacéutica. Estudió ingeniería química en occidente y la verdad, su trabajo ha traído grandes beneficios para todos. ¿Te suena el nombre Rigen?

—Claro. Es la farmacéutica que provee la mayoría de los insumos médicos y medicamentos.

—Buena, aRigen es el grupo la de empresas médicas propiedad del hijo del daimyo —Sakura asentía—. De él viene la idea de la universidad aquí y de la inversión que hizo para el hospital.

Ella sonrió.

—Bueno...¡entonces deberías presentármelo para agradécele! —Carcajeó bromeando.

—Créeme que tendrás la oportunidad.

—¿Cómo? Pero que... ¡lo dije en broma!

—Bueno, pero no lo es.

—Que...

—El doctor Kanedo va a presentar el proyecto educativo él mismo en la fiesta —ella enmudeció, no sabía que pensar—. Y quiere hacerlo junto a ti.

—¡¿Qué?!

—Lo que oíste.

—¿Pero qué? ¿Porque yo? Entendiste mal.

Kakashi carcajeó.

—Está muy interesado en tu trabajo y los descubrimientos que hiciste con el negatiboru. Además del proyecto, quiere conocerte.

—¿A mí? —Él asentía riendo, la expresión de la chica lindaba entre el terror y la emoción— ¡¿Kiyoshi Kaneko quiere conocerme a mí?!

—Veo que sabes de él.

—¡Obvio! Todos los que estamos en medicina lo conocemos. Es... ¡es el Elon Musk de la biotecnología!

— Bien, sí... como digas —le sonrió, no le había gustado la efusividad de la chica al definir al sujeto, no le caía ese hombre—. Sabe de tu carrera y quiere conocerte en persona. En la fiesta se darán las presentaciones formales, en definitiva el daimyo la quiere organizar para eso— suspiró, no estaba cómodo con ese encuentro—. Para que todos se conozcan en público.

—Me pone nerviosa —él asintió—, no sé... Kakashi, ¿estás seguro que quiere conocerme a mí? ¿No será a Tsunade?

—A Tsunade ya la conoce.

—Pero no soy la más indicada para esas tareas de...de... así políticas.

—En tu ámbito lo eres, lo harás bien.

Ella torció la boca, dudando. Los dedos inquietos encontraron nuevamente la cuchara para jugar, la mirada fue a los dulces por unos segundos antes de alzarla a él.

—No sé... No me gusta toda esa cosa de las... adulaciones. ¿Es realmente necesario que yo esté en esa fiesta?

Le sonrió. Sabía que esto sucedería— Puedes negarte.

—Pero no sería muy profesional de mi parte si lo hago, ¿no?

—No es tan así... y no quiero obligarte a nada. Pero si participas, sería muy beneficioso para ti y tu carrera. Estás siendo una mujer reconocida desde joven, Sakura.

—Bien —fue todo lo que respondió quedando inmóvil en su lugar. Lo que le decía Kakashi era cierto, lo sabía. Su resistencia radicaba en la exposición que aquello exigía, y conocía los beneficios, y los quería. La seriedad le cubrió el rostro. Él sonrió— ¿Y cuando es...?

—En una semana.

—¡Dios! ¡¿En una semana?! —Kakashi carcajeó— ¡¿Y recién me avisas?!

—Todo se dio muy rápido.

—Pero... ¡¿como voy a prepararme en una semana?! —Ahora se pasaba una mano en el rostro, él la observaba, ya los dedos le picaban por tomarle ese rostro y calmarla— Tengo trabajo y encima... esto... ¡Kakashi!

—¿Sakura?

—¡En serio! Apenas si conozco los detalles de este nuevo proyecto y tengo que ... que conversar con una eminencia como Kaneko.

—Tú también eres reconocida, no te restes importancia.

—¡Pero tengo que presentarlo a-ante mucha gente y...!

—Mañana por la mañana —le interrumpió hablándole calmadamente—, Shizune se acercará con toda la documentación para ...

—¡Mañana tengo una cirugía! —Le respondió cortándole.

Le sonrió apacible.

—Coordinará con tu secretaria.

—Y a la tarde tengo consultas y el tiempo va a pasar y... no sé si voy-

—Ella te ayudará, tranquila.

—¡El vestido! —Continuó casi sin escucharlo—. Tengo que pensar en que ponerme, mi peinado... ¡no sé nada de galas y todas esas cosas! No estoy hecha para esto y...

—Seiyi sí sabe —le interrumpió cortando la queja, ella le miró, había una pequeña súplica en sus ojos, y los dedos impacientes que ahora se movían sobre la mesa lo invitaron a estirarse para envolver esa pequeña mano con la suya—. No te preocupes —ella suspiró al sentir ese contacto, parecía electrizarle la piel—. No voy a dejarte sola con esto.

—¿C-como...?

—Que yo también voy a ayudarte.

—Pero... no puedes Kakashi...

—Sí, puedo.

—Eres el hokage, tienes muchas... miles de cosas más importante que yo y-

—Tú eres lo más importante para mí —y le sonrió. Esos jades se abrieron más al oírle decir esas palabras. La mano que se refugiaba debajo de su piel, se removió, no para salir, buscaba más contacto y él lo notó, tomándola ahora entre sus dedos para acariciarla sin disimulo—. Es cierto lo que digo...

—Yo...

—No te dejaré sola.

Ella respiró hondo, los hombros aflojaron apenas la postura, y sus jades quedaron presos de esa pesada mirada que decía mucho más que las palabras.

—¿Nunca más?

Fue la pregunta que salió tímida desde sus labios.

Y él no pudo más que sonreír sintiendo el peso de aquellas simples palabras.

—Cometí errores en mi vida Sakura —y ahora se alejaba lentamente, cortando todo contacto físico.

Ella observó el recorrido de esa mano sobre el mantel, algo se apretó en su garganta.

—Entiendo —los dedos se cerraron, sintió frío donde antes estaba la piel de él envolviéndola. Y ahora era la vergüenza la que la avasallaba, no fue bueno reclamar aquello. Por un minuto lo sintió cerca, muy cerca, como cuando eran sensei y alumna, como cuando despertaba entre sus brazos, en su cama. Pero volvía a caer en la misma trampa que sus anhelos, tal vez su libido, le pusieran cada vez que lo tenía cerca. Y le dolió. Ardió algo por dentro. La mirada se agachó y dudó si beber algo más de té para aliviarse. Y fue en ese momento, en que quizás hubo un nudo que quiso formarse en su garganta, que le oyó.

—Yo... no voy a volver a cometer el mismo error.

—Lo sé... no te preocupes por...

—Dejarte ir fue la peor decisión que tomé en mi vida.

Ella alzó la mirada de repente.

Él la esperaba.

No hubo ninguna mueca que le confortara, solo esa calma mirada que le confirmaba todo y que se quedó allí, fija en ella, acariciándole el rostro por lo que su piel no podía en este instante, desnuda, no había doble intenciones. Sólo una, una que pedía disculpas, que parecía buscarla, que abría puertas.

—Me... me echaste —le corrigió.

—Sí.

Ella respiró hondo. Ahora esa pequeña mano aferraba el cojín.

—Yo... yo te amaba, Kakashi.

"Amaba"... aquello resonó en su mente como una confirmación. Que lo dijera en pasado debía ser la señal que le advertía de que no fuera más por ese camino, pero esos ojos, esos profundos y chispeantes ojos verdes, que ahora se llenaban de un brillo diferente, no le mentían. Que fuera en pasado su reclamo, era mera defensa, era un escudo al dolor que le causó y a la culpa a la que la sometía con sus acciones ahora.

—Es mi promesa, no voy a volver a dejarte sola.

Ella asintió apenas, suspiró después, viéndole, sin poder alejarse. El corazón le golpeaba el pecho, había una calidez que comenzaba a crecer con cada latido, y allí fue a parar, a aquella tímida sonrisa que se asomó al final, contagiando al varón segundos después.

—Te... te tomo la palabra.

—Palabra de honor.

Carcajeó bajito.

—Ok. De honor —la sonrisa se amplió en aquellos labios, tal como la dicha que le envolvía el pecho.

La puerta estaba abierta y que la reacción de ella fuera aquella alegría, aun sabiendo que restaba mucho camino, era suficiente. Por ese día, era más que suficiente.

—¿Tienes hambre? —dijo al fin él.

—Mmmm... tenemos dulces.

—¿Es un sí, eso?

Sakura carcajeó.

—¿Los dulces no son comida acaso?

—Los dulces no son comida —afirmó Kakashi.

—¿Desde cuándo te volviste tan saludable?

Él respiró hondo apoyando ahora la cabeza en la pared de madera detrás suyo.

—¿Desde cuándo me la haces tan difícil?

Ella rio nuevamente.

—¿Qué? ¿Me estás invitando a cenar?

—Claro.

—¡No te lo puedo creer! —él reía ahora— ¡Mi sensei invitándome a cenar!

—No soy ya tu...

—Sí. Acepto.

Él la miró y no dudó, luego se puso de pie para extenderle la mano al final.

—¿Qué, ahora?

—Son pasadas las ocho. Si quieres llegar temprano a casa, es mejor que vayamos.

—¿Donde? —Y tomó esa mano para que le ayudara a ponerse de pie sin mostrar nada.

—Sorpresa.

—Me dan miedo tus sorpresas —se quejó.

—¿Desde cuándo?

—Desde... ¿ahora?

Él carcajeó nuevamente inclinándose a tomar la cartera y abrigo de la chica para dársela después.

—Hablaremos del proyecto, de tu misión política. Tranquila.

—Ah... ok, ok.

—¿Qué pensaste? —Y le ofreció el brazo en jarra cuando ella terminó de acomodar sus cosas— ¿Tan pervertido me crees?

Le miró y luego carcajeó

—Ok, ok. No creo nada. Va a ser una cena de... mmmm... negocios.

—Así es —echaron a andar—. De negocios esta vez.



El portón de acceso al terreno de la mansión estaba abierto. Aquello significaban sólo dos cosas: recién había llegado alguien, o pronto saldría un coche desde la casa.

Contrajo el ceño subiendo las escalinatas que daban a la caseta del guardia, el camino que recorría cada tarde cuando decidía regresar a pie, ya todos la conocían.

Saludó al joven de turno con una sonrisa. Él le devolvió ese "buenas noches señora" que tan extraño le sabía cada vez que lo oía.

Señora... tenía veinticinco años apenas, no era una señora. Odiaba la edad que le sumaba aquella simple palabra, pero no podía contradecirla.

El estacionamiento se abrió a los pocos minutos de avanzar, dos coches estaban estacionados. El deportivo que siempre usara Seiyi y otro más elegante y amplio, con el chófer de pie al lado, apoyado en la puerta, fumando un cigarro que rápido intentó ocultar cuando la viera.

—Buenas noches, señora.

Y ahí iban otra vez.

—Buenas noches —le sonrió—. Fumar es malo para la salud, debería saberlo.

—Sí, señora. Me disculpo.

Ella asintió en saludo y siguió su camino.

Maldijo al llegar a la puerta. Ese coche le confirmaba que había gente de visita, lo que significaba que Seiyi estaría ocupado y, sinceramente, necesitaba verlo, estar a solas. No hizo más que pensar en él todo el trayecto desde Ichiraku hasta la mansión, porque ese había sido el lugar al que Kakashi la había invitado, rememorando viejos tiempos en los que hacían misiones juntos y Naruto los esperaba a su regreso para que le pagaran el tan preciado ramen, solo que esa noche fueron ellos dos.

El peliplata le acompañó un tramo, luego se separaron más a pedido de ella que por decisión del ninja. No quería que Seiyi la viera junto a él, no había nada clandestino en aquello, pero no lo sentía correcto esa noche. No después de aquellas confesiones y con esa necesidad tan imperiosa que tenía de sentirlo, porque era así cada vez que Kakashi la veía, necesitaba a Seiyi luego, como si él calmara algo dentro de ella.

—Buenas noches, señorita —fue Watari quien le abrió la puerta. Le encantaba cuando él la recibía, su saludo era cálido, sin mencionar que la devolvía a su edad con aquella galante "señorita" que siempre le dedicaba.

—¡Hola Watari! —Y le entregó sus cosas cuando este se las pidió— ¿Seiyi llegó, no?

—El señor se encuentra en el estar.

Ella sonrió ampliamente y sin demorar se dirigió a la estancia. Watari nunca la detenía cuando el Hyuga se encontraba en el estar. Y a ella le encantaba cuando la recibía allí, más cuando lo encontraba relajándose al tocar el piano, y últimamente no coincidían nunca, uno de los dos llegaba tarde o sobre la hora para cenar. Sus agendas estaban cargadas.

Tomando el último pasillo, el que daba hacia la entrada doble, fue que su sonrisa se opacó.

Seiyi estaba dentro, lo oía, sus elegantes carcajadas eran inconfundibles, esa voz oscura y sensual que ahora se quejaba, pero no estaba solo. Mezclándose con otra, con una femenina que ella bien conocía.

—¡Quédate quieto!

Él reía otra vez.

—¡Déjame un segundo, mujer!

—No hasta que termine... ¡ya! ¡Me arruinaste todo! Que te quedes quieto, te digo.

Hubo una punzada en el estómago, el corazón se aceleró y los dedos le temblaron. Las puertas estaban abiertas, era evidente que los ocupantes no buscaban esconder nada. Pero aquello tampoco le tranquilizaba, la experiencia le recordó que no hay necesidad de ocultar sino se espera ser descubierto.

Apuró el paso cuando las risas se mezclaron, respirando hondo al cruzar las puertas y avanzar al primer escalón de las amplias escalinatas.

Seiyi ahora se inclinaba, había también un muchacho joven con ellos y le decía algo en voz baja. Se detuvo cuando la vio, agachando la mirada ni bien el Hyuga volteara.

—Llegaste, Sakura.

Ataviado en un traje formal, de saco largo en tonos borra vino oscuro, la camisa al tono levemente más oscura, tenía el cuello elevado por las manos de la fémina que buscaba ajustarle la corbata negra.

Era Mio, también vestida en sus galas, portando un vestido aterciopelado negro que le dejaba la espalda descubierta hasta el inicio de las caderas, demarcando un cuerpo de escultura. La mujer la miró por sobre su hombro, dedicándole una media sonrisa como saludo.

—Buenas noches... no sabía que estabas ocupado.

—Sí... disculpa —le dijo y volvió su atención al muchacho—. Muchas gracias. Espero tu reporte en el Osten, entras con mi nombre.

Este le saludó, agachando la cabeza cuando pasó al lado de la pelirrosa al retirarse.

—¿Ya acabas, Mio?

—Si te quedaras quieto...espera... ¡listo! —Le soltó alejándose un paso— Sí, ahora sí estás bien guapo. Como a mí me gusta.

Este le sonrió, acomodándose los gemelos de una manga mientras caminaba hacia Sakura.

—No lo demores demasiado, hermosa.

Sakura dio un respingo.

—¿Me dice a mí?

—Eres hermosa, ¿no? —Sakura no supo como responder a eso—. Sí, te digo a ti.

—Muy hermosa —replicó Seiyi deteniéndose frente a Sakura antes de acariciarle una mejilla.

—Y tutéame, no soy tan mayor —arremetió con su tono mandó, mientras se llevaba a los labios un cigarrillo.

—No se puede fumar aquí, Mio. Lo sabes.

La mujer rodó los ojos, tomando con desgano el bolso y la boa de piel que yacían sobre el sillón.

—Bien. ¿Voy al jardín entonces?

Seiyi no le respondió, solo le sonreía a Sakura. Mio bufó por lo bajo y echó a andar hacia la puerta.

—Te espero en el auto, no demores —y miró a Sakura al pasar a su lado—. Que descanse, doctora.

—Buenas noches, señ —le respondió y ya no pudo más. El beso con el que el varón le tomó los labios, desprevenida le robó el aliento. Pronto le siguieron las manos que se apoyaron en el pecho antes de ponerse en puntas de pie para darle más acceso. La vehemencia del beso, esa lengua que le recorría, firme, lenta, decidida; fue deliciosa. Pronto su centro recordó las promesas del medio día, ardiéndole las nalgas al esperar por la atención que anhelaba desde que el primer golpe le escociera.

Las manos de Seiyi eran grandes, y ahora le tomaban el rostro robándole un gemido cuando el beso se tornara más violento.

—Te... ¿te vas? —Le dijo cuando apenas se separó de él.

Un nuevo beso fue la respuesta, y luego aquella mirada con el ceño contraído, una dura, aquella en que la furia se mezclaba con el deseo, intensa; la tuvieron mordiéndose los labios en espera por los de él de nuevo.

—Preciosa —le acarició, la observaba, había algo más detrás de aquel silencio—, te demoraste...

—Recién... termina mi reunión.

—¿Aún estabas con Kakashi?

Ella asintió.

—¿Cómo te fue?

—¡Genial! —Sonrió, él seguía observándola—. Tienes que ayudarme con... con una fiesta. Me dijo que ahora podrías contarme.

Seiyi respiró hondo. Y luego le soltó el rostro alejándose apenas.

—Lo hablaremos mañana.

—¿Te vas?

—Sí. Tenemos una cena con unos delegados del daimyo y los empresarios.

—¿Por lo de Kakashi?

—Exacto.

Ella suspiró. Asintió después jugando con la corbata.

—¿Te vas con Mio?

—Sí.

Volvió a asentir. El ceño se le contrajo por un segundo, debiendo disimular la molestia cuando él le alzó el rostro tomándole del mentón.

—Pídele a Watari lo que quieras para cenar, y descansa.

—¿Vas a volver tarde?

—No lo sé.

—Y... estarás... con... ¿con ella?

—Sí.

No le gustó la respuesta.

Él lucía demasiado apuesto, la otra era una mujer elegante, dura, una mujer digna del estatus en el que él se encontraba. Y era evidente que había un interés por su hombre.

—No importa, te espero.

—No será necesario.

—Y ... ¿y lo que acordamos?

—No podrá ser esta noche.

Se acercó y le dio un nuevo beso.

—Descansa.

Ella ahora le buscaba los labios aferrándole las solapas. Él se dejó encontrar observándola besarlo.

—No... no quiero que te vayas.

Seiyi sonrió.

—Sólo será una cena...

—Que se roba a mi hombre —apretó los labios—. Y ella... ¿ella te gusta?

Seiyi carcajeó.

—¿A qué viene esa pregunta ahora?

—Está hermosa así vestida. Y te coquetea.

—Es el estilo de Mio.

—No me respondiste.

Seiyi sonrió e intentó besarla para evadirle la pregunta, pero ella no se lo permitió.

—Hablamos cuando regrese.

—Entonces ella te gusta.

Le sonrió de lado. Así que la pequeña estaba celosa y ahora le buscaba pelea en donde no había razones.

—Esas son tus palabras, no mías.

—Quien calla otorga —le replicó. Ahora estaba enojada, ese pequeño sonrojo la delataba, y la firmeza de esos jades evidenciaba los celos que ya le azuzaban.

Con una simple respuesta podía cortar aquello, pero no quería. Le había demostrado con creces lo que ella significaba en su vida, que tenía todo de él, y unos instantes con Kakashi la tuvieron dudando casi como si todo su esfuerzo no valiera la pena.

Le acarició, ella quiso evadir el toque, pero la firmeza de los dedos le mantuvo el rostro en el lugar para que recibiera el beso que se posó después.

—Ve a tomar un baño. Watari te subirá un té. Descansa.

—No quie...

—No es una sugerencia.

Ella apretó la mandíbula. Iba a replicarle, pero la mano que le tomó la cintura apretándola contra él, le robó el aliento. Luego llegó un nuevo beso y el susurro que la tuvo apretando las piernas.

—Nada de ryo no jutsus, te quiero intacta.

No esperó una respuesta, los ojos cerrados de la chica y aquella respiración pesada que intentaba ser contenida por labios apretados, fue todo lo que necesitó antes de soltarla, iniciando su camino escaleras arriba.

Oyó vagamente que le decía algo a Watari pero no se atrevió a voltear. Aquella había sido una orden del amo y se odió por sucumbir a ella tan fácilmente, por el deseo que despertó en su cuerpo por encima de esos celos, que hasta si parecía que el sólo hecho de sentirlos la calentaba más. Él estaría con otra gran parte de la noche, riendo, conversando. Ella seguramente se florearía colgada de su brazo, le tocaría, lo miraría. Esa mujer lo buscaba, lo quería para sí misma tal como Zulima deseaba a Kakashi. Y lo consiguió. Ahora lo tenía. Y Mio...

«No, Sakura, no vayas por ahí...»

Quiso auto convencerse esnifando fuerte, pero pronto necesitó recorrer rápido el camino que la llevó al sillón, sentándose antes de que la primer lágrima rodara pesada impulsada por las imágenes de esas hermosas sonrisas, sus genuinos hoyuelos, ahora provocadas por otra. Y fue recordar esa tarde aquel té, aquellas miradas, sus provocaciones y el pedido de perdón para sentirse algo aliviada, como si su falta excusara a Seiyi ahora, como si tuviera opciones por si la lastimaban.

—¿Señorita Haruno? —La voz de Watari la sobresaltó. Rápidamente se secó las lágrimas con los dedos peinándose el cabello antes de responder.

—¿Sí?

—Oh... aquí estaba.

—Pasa —y se puso de pie.

—Su baño está listo. Me tomé el atrevimiento de prepararle la tina con sales de descontractura. Me dijo el señor que necesitaba relajarse.

—Sí... sí, está bien —le sonrió—. Gracias.

—No demore, está a la temperatura justa, como le gusta.

Ella asintió.

—Cuando me diga le alcanzó su té. ¿Va a querer cenar algo?

—No, no, está bien. Ya cené.

El hombre se inclinó en saludo retirándose luego.

Ella le siguió segundos después, tomando el camino a su habitación.

Se daría aquel baño después de todo, tal como se lo había ordenado Seiyi, su amo. Y bebería el té para descansar aunque supiera que le sería muy difícil dormir.

No le gustaba que Seiyi estuviera con otra mientras ella le deseaba. Le molestaba, le hervía en la sangre. Eso no estaba bien, podía tener mujeres rodeándolo por su trabajo, lo aceptaba. ¿Pero que lo tocaran coqueteándole tan descaradamente? ¿Encima frente a ella?

No, eso no. No lo toleraría. Él era su hombre, y si ella era su mujer, no admitiría ser tratada como menos. No permitiría que él hiciera lo que Kakashi le hizo, no quería más disculpas, lo quería a él. Las condiciones eran claras, todo o nada.



Casi dos meses y medios después, regresé. Ayyyyy... perdón! No tengo más excusas que el verano. Y el trabajo, claro... jajajajaja

Muchos cumples a los que prometí capítulo y no cumplí. Perdón, perdón, perdón. Este cap laaaargo va para todos esos cumples. Espero que les guste, o les haga corajes. Cualquiera de las dos emociones me conforma jajajajajaja

Y para mis adoradas del grupete de Whatsapp... ¡acá está! Llegué perfecto para el vuelo a Los Ángeles, pero no para el día libre del domingo. Y a mi querida @MilleHatake, gracias! Siempre ahí firme, apoyándome, corrigiéndome y dándome seguridad cuando le digo "me quedó horrible!" jajajaja.. genia! ;)

Bueno, ahora sí: las leo.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro