Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 62

Era extraña la sensación que la recorría. Saber aquellos ojos pesados en sus espaldas, en sus caderas, mientras se alejaba de él, fue grandioso y sumamente erotizante. Su voz mientras le hablaba, aquel suspiro que supo que debió soltar cuando ella al fin se perdió tras la esquina. El corazón volvía a repiquetear en su pecho con ese simple recuerdo, hasta las mejillas se le encendían.

Fue extraña la sensación porque entre lo grandiosa se sentía indebida, y allí iba otra vez naciendo aquel nerviosismo por la falta que cometió y que cometía, al no lograr abandonar del todo ese calor que le sentaba tan bien a su cuerpo. Porque fueron unos instantes compartiendo nuevamente con Kakashi para que todo lo que vivieron juntos, aflorara nuevamente sobre la piel, como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si él no la hubiera lastimado tanto. Peor, como si él no la hubiera sacado de su vida.

No entendía el porqué de aquello, y quería resistirse, porque sabía que lo único que importó e importaba era ese afecto, ese mutuo respeto que tantos años los unió, el resto fue solo sexo, uno revelador para ella pero al fin eso. Lo verdadero, la relación verdadera, se la estaba ofreciendo Seiyi, y así sería. Y siendo tan consciente de ello, no entendía por qué se sentía culpable, no debía siquiera existir la molestia.

No hubo nada de malo en el reencuentro, nada que ocultar, sólo un acuerdo tácito de volver a la amistad, a la complicidad, nada más y... y en ese punto, ya no estaba tan segura de si realmente no significó nada, porque sin tan solo pudiera afirmar que aquella alegría surgía solo de la emoción de recuperar una vieja amistad, nada de eso se sentiría tan extraño.

Pero no era así, no estaba sola retumbando entre sus latidos. Porque le era imposible no esperar la ilusión que asomaba después, una que se teñía de una tímida añoranza por un pasado que le gustaba pensar que estaba a su alcance nuevamente. Y allí, justamente allí, yacía ese dolor que se envolvía en culpa. Porque sin tan solo encuadrara el sentir que Kakashi le provocó en simples caprichos, aquello no sería más que sólo combustible para ese fuego que ahora hervía en el bajo vientre, y que pedía por Seiyi para ser consumido. Pero no era sólo eso, se arriesgaba a más al catapultar sus ganas en un deseo que era indebido, y peligroso.

El agua cálida de la ducha le golpeó el rostro con hilos suaves que pronto le recorrieron el cabello, el cuello, los hombros.

Cerró los ojos inundándose de la calma que necesitaba, forzándose a abandonar ese anhelo, a reducirlo a meros juegos de una libido que hasta echaba mano a fantasías para enardecerse. Y aunque en cierta medida lograba quitarse la molestia, era el recuerdo de aquellos ojos oscuros, pesados, que hasta si parecían acariciarla cuando la observaron fijamente al inmovilizarla contra el árbol, los que le dificultaban la tarea.

Cuanto le deseó la boca en ese momento, y ahora los dientes buscaban sus propios labios conteniendo la abrumadora sensación. Estaba mal eso, ella no era así, y recordó las veces que Seiyi le había robado besos, lo fuerte que se sintió aquello siendo prohibido cuando ella quería construir algo con el peliplata.

Gimió.

No, no fue lo mismo. Kakashi no le prometía nada, le mostraba una cosa para después hacerle sentir que todo era fugaz, temporal, sólo una experiencia bonita y...

¡Dios! Era un lío aquello. ¡Y no debía serlo!

Se frotó el rostro con las manos obligándose a soltar la culpa, la confusión. Volvía la amistad con su sensei, se perdonaban heridas, nada más. No era más que eso, la estima, el cariño, la complicidad. No había más. Era tonto enroscarse en otra cosa.

Seiyi era su pareja.

Kakashi era su amigo, con un pasado sí, pero ahora sólo su amigo.

Suspiró botando algunas gotas cuando las manos pasaron por su rostro para retirar el exceso de agua. Y ahora giraba para sólo dejar el cabello bajo la regadera.

Estaba en falta. Seiyi enfurecería si siquiera intuyera aquello. La competencia que había entre esos dos hombres era hasta por momentos infantil. Los celos que se tenían el uno del otro cuando ella entraba en la ecuación, la preocuparon alguna vez, pero ahora no hacía más que halagarla. Quizás en aquel punto era una chiquilla dañina, pero le era imposible no encenderse cuando desplegaban su hombría al acecharla, marcándola como propia.

Sonrió.

Y luego una pequeña carcajada escapó.

No debía darle tanta vueltas al asunto. En definitiva, no había nada en aquello, era imposible. Kakashi ya había pasado página de cualquier historia romántica con ella. Ese reencuentro fue simplemente para regresar a la respetuosa amistad que los unió tanto tiempo, se lo repetiría todas las veces que hiciera falta. Seiyi no debía preocuparse, y ella tampoco. Estaba bien así. Por primera vez era una relación verdadera la que estaba formando, una con declaraciones, con promesas. Con pasión y desafíos.

Los ojos cerrados disfrutaron al fin de las gotas que los acariciaron. La piel se erizaba debajo del placer de aquella tibia caricia, y ahora su cuerpo respingaba involuntario cuando fuera una firme mano la que surcara su abdomen al bajar indecorosa.

Hubo un jadeo que no llegó a formar la pregunta cuando la otra mano le envolvía los cabellos jalando suavemente la cabeza hacia el costado. Y fue la demanda de esos labios los que le recorrieron el cuello, mordiéndola al paso después, los que la tuvieron ahora forzando un encuentro que no llegaría fácil, porque deseaba besarlo.

El duro falo castigaba su espalda apenas él la apoyara contra su cuerpo. El vapor que los envolvió no hizo más que florecer el perfume que el varón vestía, siendo esa y su caliente piel la que la tuvieron gimiendo antes de que le encontrara al fin la boca.

Los dedos ahora le castigaban el clítoris mientras ella se retorcía abriéndose más.

No hubo palabras, no hubo una orden que explicara nada, solo la presión sobre sus manos abiertas para que se apoyara en la pared, y la dura intromisión que vino después cuando tomándola de las caderas la penetrara en una estocada.

Gritó su nombre en ese instante. Él no se detuvo, la firmeza de su castigo era caliente y la tuvo sonriendo a nada.

Estaba celoso, la demanda con la que la tomaba, la rudeza de su toque lo decían todo, era claro que lo sabía o tan solo lo suponía, era de esperarse. Hubo demasiada gente en el parque, Kakashi, el hokage, no pasaría inadvertido, y el Hyuga era hombre de saber encontrar hasta la información que se forzaran olvidar.

Seiyi celoso era una delicia para su ego, al fin debía reconocer que ella también tenía un lado oscuro, uno que ansiaba conocer al perverso amo que vio aquella noche cuando le descubriera en el Lux. Y así, encendido por los celos, podía robarle algo de esa faceta que él no le mostraba del todo.

Él la marcaba. Con sus estocadas buscaba borrar un paso inexistente, con sus uñas y sus dientes. Sentía los costados arderle cuando los dedos se hundían aferrándola a su placer, uno egoísta, uno crudo.

Pronto hubo un orgasmo liberado en una puja que se hundió al fondo, y no fue el suyo. Sabía que no iba a dárselo, estaba enojado. Y ahora el aliento que caía por sobre su hombro susurraba algo al oído mientras buscaba tranquilizarse. Hubo una caricia sobre las caderas, apretado el falo dentro, hubo un beso sobre los hombros, y ahora salía de ella para alzarla entre sus brazos mirándola con el ceño contraído, las pupilas dilatadas, feroz, enojado, precioso.

La besó demandante y luego la sacó de la ducha. Los pies dejaban huellas de agua en el camino manchando la alfombra, y surcos con las gotas que caían desde sus cuerpos.

Golpeó ella la cama después, mojándola. No importaba. Separó las piernas tocándose ni bien lo observó. Él era imponente con ese cabello mojado sobre sus hombros, un mechón correspondía cincelando el marcado pecho. La mirada furiosa caía sobre su centro, ella se mordía una uña ahora, sonriendo con la picardía del gusto por aquello.

Gritó cuando el jalón en un tobillo le abrió más las piernas. Ahora el semen escurría junto a su frustrada humedad. Él bebió de aquello, de ella, violento azotó sus tiernas carnes con la lengua mientras ella quebraba la cintura soportando el placer.

No le dio tiempo a nada, tembló su cuerpo sin saber qué hacer, no era el orgasmo aquello, era la terrible excitación que no encontraba los tiempos justos para expresarse. Deseaba al hombre que se hundía entre sus piernas, necesitaba con locura lo que le estaba haciendo. Se sentía poderosa bajo aquella demanda que buscaba marcarla, sospechando que Kakashi también intentaría lo mismo, le gustaba pensarlo, le excitaba fantasearlo, aunque fuera consciente de que eran sólo sus ideas. Debían serlo. Pero en ese instante, el peligroso juego le elevaba el goce a niveles que nunca imaginó. Porque amaba al hombre que la estaba follando, y le encantaba el que estaba regresando a su vida.

Una mano encontró el lugar a los negros cabellos, quiso guiarlo aunque supiera que ni siquiera eso le sería permitido. Pronto estaba sobre sus rodillas, él hundiéndose violento otra vez, llenándola del doloroso placer que más le gustaba.

Sus brazos no le soportaron demasiado tiempo, estaba cansada por el ejercicio y el tormentoso placer que la inundaba no ayudaban en absoluto, pronto la mejilla se rozaba rítmica contra el edredón en cada puja, una más violenta que la anterior, las caderas arriba entregando todo. Y llegaba luego él, lamiendo su espalda, mordiendo sus lados después, su cuello cuando al fin la alcanzó, sin medir fuerza, escociendo en el contacto, desgarrando pequeños vasos bajo la piel, sembrando aureolas rojizas, testigos de su paso. Ella gemía, su centro se contraía y el orgasmo buscaba el punto de salida, uno que él no le permitiría encontrar.

No se lo merecía, no mientras no desfogara esa furia, no mientras el fantasma de Kakashi aún la calentara en sus pensamientos. Saberla con su amigo esa tarde, haber oído aquella confirmación que lo mantuvo intranquilo en la sospecha todo el día, encendió algo en su interior. Un deseo que quemaba, que se mezclaba con ese ácido celo que la reclamaba en exclusiva. Saberla con el otro aun entendiendo que no era nada romántico, saberla deseada por ese otro tan peligroso y astuto como lo fuera él mismo, le despertaba la más vil competencia, una a la que nunca se metió y juró jamás hacerlo: la competencia por una mujer.

Y allí estaba, gozando de la brutalidad de su reclamo, siendo consciente que en esa cama, entre esos apretados cuerpos, había un tercero. Uno que quizás estaba más presente por sus propios pensamientos que por los de ella.

Maldijo. Los dedos se cerraron con más fuerza en la carne, los dientes encontraron un mejor ángulo en ese delicado cuello, uno que la hizo gemir, uno que la hizo temblar. Ella gozaba de todo lo que él le brindara, hasta lo más ruin sin ser el perverso amo el que se manifestara, pero siendo también el que lo gozaba.

Las paredes lo succionaron, era grandioso cuando ella le hacía aquello, preludio de su final. Maldijo entre dientes por tener que cortarlo, y pronto estaba oyendo las quejas de la pelirrosa cuando salió de imprevisto. Se retorcía en la cama, girando de medio lado para verlo, con aquella fiebre de placer irresoluto en la mirada.

—Sei...

No le dio tiempo a más, se abalanzó sobre ella tomándole la boca con su beso, jalando de la mano que buscaba auto aliviarla para aferrársela contra el colchón sobre la cabeza, luego llegó la otra junto a su cuerpo que no tardó en profanarla de nuevo, iniciando aquella cadencia que con tanta urgencia la pelirrosa demandaba.

Ella gozaba, todo lo gozaba. Y había algo en él que esperaba que no lo hiciera, que esperaba le reclamara aquél brutal contacto, que le alejara como si no fuera él quien debiera estar entre sus piernas. Pero no era así, ni tampoco fue eso lo que le transmitió la mirada que se perdió en sus ojos cuando se separó por aire y la observó gozando.

Era preciosa, era tan única como era singular la forma en que le disfrutaba. Ninguna esclava antes recibió tanto ni él se contenía nada, pero con ella era que su perversión asomaba cuando era la posesividad la que mandaba, y no era correcto.

La deseaba, la amaba, la necesitaba toda para él, la necesitaba suya, sólo suya...

—Eres mía...

Ella gimió. Él le tomaba el rostro con una mano ahora, suavizando el movimiento que la profanaba.

—Eres mía.

Ella calmaba la fiebre que le nublaba el juicio en ese instante, entendía que aquellas palabras, esos movimientos que se cargaban de suavidad ahora, que la buscaban en lo profundo pero con la gracia de un amante que desfloraba el cuerpo de su mujer, era la tregua al celo, era el hombre en crudo el que comenzaba a asomar. Era Seiyi, no el Hyuga, no el conde, no el macho. Era el hombre.

—Eres tan... hermosa...

Ella le miró, perdiéndose en esos iris que ahora relajaban el entrecejo. Los labios separados se movieron con el trago que duro se deslizó por la garganta. Y ella debió humedecerse los propios por las ganas que tenía de morderle la boca, aun cuando los sintiera hinchados por la violencia que los degustara segundos atrás.

—Tuya... soy tuya...

Hubo un segundo de duda en el varón. Las cejas se contrajeron una vez más, las pujas se volvieron más lentas y la sonrisa intentó estirarse mas no lo logró. ¿Era ironía acaso aquello? ¿O ella intentaba engañarlo?

Y ella lo sintió. Vio la duda y esa fue finalmente la confirmación de que lo sabía todo.

— Estoy aquí... elijo esto... te elijo...

—Sakura...

—Te elijo a ti...siempre

Y era cierto.

Elegía lo que él le ofrecía. Su amor, su sexo, su vida. Elegía despertar cada día a su lado, no fue fortuito quedarse en esa cama ni en esa casa. Ahora entendía que no. Y tal vez su pecho se estrujara con el cinismo de esa afirmación, porque en ese deseo hacia el Hyuga, también se estaba mezclaba otro deseo, uno nuevo, uno que no podía evitar que despertara. Y era que Seiyi estaba haciéndole el amor y Kakashi se colaba en los detalles que le recordaban el pasado encendiendo el presente, porque también le deseaba con esas ganas que no habían perdido intensidad con el tiempo ni el dolor. Y aquello quizás le preocupó por un instante hasta que sintiera el agarre en sus muñecas ceder, hasta que viera la dubitación en aquellos ojos negros que ahora se endulzaban con el dolor de la duda. Ella sabía bien lo horrible que era sentir esa incertidumbre, esa necesidad de correspondencia. Y Seiyi no se lo merecía.

El corazón se le contrajo, el placer se volvió más intenso, él no dejaba de moverse y ahora le acariciaba el rostro jadeando por su propio goce.

—Sei, pensé en ti... toda la tarde...

—Quiero creerte.

—Aun cuando estaba con él.

Todo se detuvo en ese instante.

Seiyi no esperó esa confesión. Menos en ese momento. Que ella leyera tan bien sus pensamientos lo dejaba más expuesto de lo que ya estaba.

Apoyó todo el peso del cuerpo sobre los codos para poder alejarse lo suficiente y observarla.

Ella respiraba agitada, quizás demasiado excitada, pero también nerviosa.

— ¿Qué significa eso?

—Que me gustas. Mucho.

Hubo un instante. Nada se movió entre ellos, sólo la respiración de la chica que parecía acortarse.

— ¿Él también te gusta?

No le contestó y aquella fue toda la respuesta que buscaba.

Le sonrió de lado, había dolor en sus ojos, uno que se volvió duro cuando la mirada se opacó, tornando los rasgos en ilegibles. Se cerraba nuevamente y ella desesperó en aquello, le gustaba el Seiyi que había detrás de todas esas capas, lo adoraba, lo deseaba y ahora se escondía y era por su culpa.

—Soy... soy sincera —le detuvo cuando él intentó moverse para retirarse de ella—. No quiero... secretos.

—No quieres secretos...Que noble.

Y dicho aquello salió de su cuerpo recostándose unos segundos a su lado. Ella volteó la cabeza para verle, él ahora se deslizaba al borde sentándose, dándole la espalda.

—Seiyi...

—Tengo una reunión.

—Son —buscó un reloj, no había en esa habitación —... es tarde. Tienes que...

—Sí — una mano quitó los cabellos mojados que se adherían al rostro.

Ella ahora gateaba a su lado.

—Pero... estábamos follando y-

—Ya terminamos.

—Yo —le tomó del hombro inclinándose para ver su rostro, él ni se inmutaba—...yo no y... Sei, mírame.

Él apenas se esforzó en verla. Su mirada era helada. Del dolor, de la furia, del deseo que vio segundos atrás ya no quedaba nada.

Ella respiró hondo.

La había cagado.

—No...no quería lastimarte.

—No lo hiciste.

—Ah... ok. Creí que —bajó la mirada ahora—... Nada.

— ¿Tienes hambre? — fue lo que le dijo al ponerse de pie. El largo cabello unido en hebras apenas se movió en la espalda cuando comenzó a caminar hacia el baño.

Ella no entendía nada.

Hubo un puñado de lágrimas que se agolparon en los ojos y el nudo en la garganta ardió cuando intentó contener todo. Las manos se apoyaron en el borde, apretando las colchas, las rodillas se cerraron.

No entendía nada. O quizás sí, y no quería entenderlo. Esa mezcla de frustraciones con dolor, su cuerpo encendido y marcado, la angustia que se formaba al caer en la cuenta del error en su sinceridad. Pero era que mentirle hubiera sido peor, lo conocía, y nada era casual en ese hombre. Y odió por un segundo lo astuto y controlador que era, aun sin impedirle ni exigirle nada, él siempre estaba ahí, en cada detalle de su vida, un paso adelante.

— ¡Yo soy sincera! —espetó en un arrebato deteniéndolo en su andar.

—No esperaba menos de ti.

— ¡¿Qué?! —La furia la puso de pie— ¿Cómo... como puedes...? Sabías todo, ¿no?

Él sonrió entrando al baño ahora para abrir la regadera. No tuvo que esperarla demasiado, pronto estaba dentro de la ducha, a una pequeña distancia.

— ¿Que... qué es esto?

No le respondió. No tenía ganas.

La furia en la joven le contraía el rostro. El dolor explotaba en lágrimas ahora, que caían silenciosas. Y su cuerpo frustrado se llenaba de emociones que no entendía y se volvían incontrolables.

— ¡Seiyi, mírame!

—Cálmate.

— ¡¿Qué mierda dices?! ¡¿Me seguiste, me follaste para tu gusto y te... te enojas porque no te miento?! ¡¿Eres... eres consciente de eso?!

—Son tus palabras, Sakura. No mías.

El rostro se le enrojeció y ahora lo volteaba jalándole del brazo.

— ¡¿Te escuchas?! No te entiendo...que... ¿qué te pasa? ¡¿Qué mierda te pasa?!

Él ahora se soltaba tomándole de la muñeca para quitarla de su brazo. Y luego la miró, por primera vez desde que saliera de esa cama realmente la observó. Su cuerpo era un muestrario de las marcas que tan bien había dejado en cada rincón, algunas enrojecidos, otras que ya se habían tornado liliáceas. No le gustó ver eso. En su cuello, en el abdomen, sobre los pechos, en las piernas. El rostro encendido de la chica y aquellas lágrimas que lo surcaban pesado eran preludio de la emoción que la abrumaba. Estaba hecha un desastre, y por un instante se odió por ser tan efectivo en aquello, hasta que vio otras marcas que no eran las suyas y, de la culpa que lo afligió, ya no quedó nada.

— ¿Y lo preguntas?

— ¡Sí! ¡Porque me castigas por algo que no es correcto!

—Te castigo, dices... esto no es un castigo.

— ¿No? ¡Es el peor de todos! Me estás... me estás ninguneado, me estás denigrando, no me das lugar a explicar nada y todo por... por...

—Sakura, ve a cenar —le soltó la mano volteando a hacer lo suyo.

Ella jadeó.

Nuevas lágrimas brotaron y hubo una furia que salió descontrolada.

— ¡Sí! ¡Estuve con Kakashi esta tarde! ¡Yo lo invité a entrenar conmigo porque lo necesita, su salud lo requiere y... y quería que estuviera conmigo! ¡Sí! ¡Lo admito!

Seiyi continuó con lo suyo, sin demostrar nada, aunque debiera apretar los dientes para soportar esa verdad desde los labios de ella.

— ¡Me gusta que volvamos a ser amigos, que volvamos a ser los de antes! ¡Me gustó pasar tiempo con él, me gustó hablar y... y... voy a seguir viéndolo!

Nada. Él no hizo más que estirar el brazo para buscar el shampoo.

—Soy su médico ahora... nunca dejé de serlo, es mi obligación para con la aldea, ¿no? Y quiero serlo y... y ya no quería estar enojada con él —suspiró, parecía que aquello le había aliviado—. Pero veo que eso significa que tú te enojarás conmigo si... si sigo viéndolo.

Le miró ahora, él seguía de espaldas. El cabello se le llenaba de espuma bajo las suaves caricias que lo enrollaban, siendo esa tarea mucho más interesante que cualquier cosa que tuviera para decirle.

La ignoraba.

Hubo más lágrimas que brotaron pero ahora lo hacían por otra razón. Sabía que él estaba celoso, conocía ese carácter y no debía haber esperado menos. No había razón para excepciones, al fin y al cabo era una mujer más, una de tantas.

Le gustó verlo celoso, le gustó jugar con aquello, le gustó sentirse enfermamente deseada sabiendo que Kakashi también estaba sintiéndose así, lo vio en sus ojos esa tarde, lo sintió en su cuerpo cuando Seiyi la tomara. Y ahora... dolía. Dolía como el demonio.

Respiró hondo y luego se abrazó a sí misma por unos segundos.

La espuma ahora se deslizaba abajo con la fuerza del agua que la arrastraba. Él seguía con lo suyo, satisfecho, calmo. Y aunque ella sabía que esa era una mera reacción por celos, una que buscaba lastimarla tanto como a él le dolía, siendo hasta infantil en su seno y entendía que aquello era nuevo para el hombre; no por ello le dolía menos.

Y aun así, no cedería.

Su orgullo y sus deseos ya no estarían más en juego.

Esnifó.

—Voy a seguir viéndolo. Es mi amigo —él ni se inmutó, ella tragaba duro ahora—. Y eso no significa que no te elija, que no te ame.

Y aquello lo atravesó. Por unos segundos detuvo todo y luego volteó a verla. El ceño contraído, los dientes apretados en una boca cerrada que tensaba la mandíbula. El agua le recorría el rostro, el pecho, los brazos.

Ella lloraba silenciosa, abrazándose más fuerte por un segundo, intentado sonreír después de recorrerle con la mirada el cuerpo. Era un hombre imponente, sus hormonas reaccionaban siempre ante él, demasiado apuesto para su libido.

— ¿Qué dijiste? —fue Seiyi quien rompió el silencio.

Ella respingó. Una mano se cerró tomando coraje, nuevas lágrimas se agolparon y debió tragar duro cuando no supo a qué parte de sus afirmaciones iba la pregunta.

Él dio un paso hacia ella.

—Que te amo —asumió rápidamente siendo esa la verdad que dolería menos.

Lo esperó inmóvil, no fueron más de tres pasos los que lo llevaron a ella cerrando el espacio. Luego llegó la mano que se hundió en su rostro alzándoselo hacia él.

—Repítelo.

—Te amo —se clavó en sus ojos—. Seiyi, te... te amo.

Esos ónix que destellaban a perla le seguían cada facción en su rostro, hasta la lágrima que cayó pesada después, los labios abrirse para respirar.

—Lo deseaste esta tarde.

Debió tragar duro. Luego los dientes se apretaron al asentir. No le mentiría. Ese error ya no lo cometería.

—Y dices que pensaste en mí.

—Sí, cada vez...

—Cada vez que sentiste culpa.

Ella negó.

La culpa estuvo, no lo negaría, pero no era la predominante cada vez que el Hyuga se presentó en sus pensamientos, cada vez que el deseo por uno se encendía y confundía por la presencia del otro. No había uno sin el otro, y era de locos pensar en ello, sentía que había algo mal en ella por pensar así, pero eso era lo que le sucedía. Y que el infierno la esperara, porque no podía evitar sentirlo así.

— ¿No?

—Moría por besarte cuando él... estaba cerca.

El cejo se le contrajo, no era la respuesta que esperaba, no de una mujer como ella. Y el corazón se le enloqueció en ese instante por lo que aquello podía significar. Realmente era única, jamás había conocido a otra como ella que a esa corta edad entendiera tantas cosas, y las aceptara. La miró, las ganas se encendieron y el celo por compartirla hizo el resto exacerbado la lascivia que se alzaba en su cuerpo.

—Eres mía.

—Sí...

—Sólo mía —. La otra mano le tomó el rostro también, jalando suavemente para apoyarla en su cuerpo—. No lo olvides ni por un segundo —le susurró antes de besarla.

Ella gimió tomando esos labios. Era todo lo que quería. Las manos se apoyaron en el firme pecho cuando se alzó en puntillas para abarcar más, abrazándolo cuando la dureza le rozó el vientre.

Estaba excitada, frustrada, ese hombre entre sus brazos le fascinaba, le deseaba con locura. Y en medio de aquel frenesí, otros ojos la miraron pesados entre sus pensamientos, una máscara que se tensaba con la respiración agitada que la golpeó al inmovilizarla contra el árbol, un oscuro deseo que la envolvió cuando ella no hacía más que pensar en besarle. Y gimió contrayendo su ceño, dudando de la clase de persona en la que se estaba convirtiendo cuando notara que teniendo a uno y pensando al otro, el goce aumentaba.

No estaba bien eso. Pero nadie lo sabría.

Pronto sus espaldas golpearon la pared, las piernas se impulsaron para rodear y aferrarse a esas caderas cuando llegó el falo que tan fácilmente la penetró. Gritó entre esos labios, no se los soltaría, los había deseado toda la tarde. Y gruñó cuando en sus pensamientos Kakashi sí se bajaba la máscara para hacerle lo mismo contra aquel árbol.

No era la fantasía que reemplazaba la realidad, no era necesaria para disfrutarlo. No era la realidad la que buscaba aplastar a la fantasía. Eran las dos que sumadas eran mejor, eran completas. Y por un segundo se odió por sentir aquello, horrorizándose por el orgasmo que tan rápido se formaba en su bajo vientre ante esa infame mezcla. Pero no detendría nada, si estaba mal, ya no le importaba; por que el placer que la arrolló instantes después, le erizó cada poro y se sintió lo más maravilloso que alguna vez había experimentado.



Los dos golpes secos a la puerta entreabierta de su consultorio, le despegaron la vista de los documentos que leía acelerándole el corazón. La voz que se oyó después, le desplegó la sonrisa que le iluminó el rostro.

—Doctora Haruno, ¿puedo pasar?

—¡Kakashi! —Carraspeó—. Digo, hokage sama, si, sí, puede entrar.

Él se asomó apenas, estirándose los ojos en dos finas líneas ni bien la vio. Ella se ponía de pie, la bata médica sin abotonar le permitían ver la camisa blanca ajustada que vestía, una que apenas si ocultaba la fina línea del valle de sus senos. Realmente le asentaban de maravilla esos kilos de más.

—Pase, pase...

Entró preguntando con la mirada si cerraba la puerta. La respuesta era obvia así que ni esperó por ella.

—No había nadie en la recepción.

—Nozoomi está almorzando a esta hora.

— ¿Tu no almuerzas?

—Ya lo hice —señaló la bandeja de plástico con resto de gohan.

Él asintió y pronto tomó asiento frente a ella cuando esta se lo señalara.

Respiró hondo acomodándose al apoyar las espaldas en el respaldar, ella se inclinaba al frente, cruzando los dedos de sus manos al apoyar los codos en la mesa. Le miró, ella a él. La sonrisa en esos rosados labios que ese día vestían un labial muy natural, en un durazno que apenas los coloreaba, era preciosa, provocando en él lo mismo. La máscara se movió, ella ahora se inclinó sólo un poco más, como si su cuerpo jalara por acercarse. La mirada de uno en el otro no se soltaba, como tampoco las palabras que no querían ser formuladas para no romper el momento.

Afuera una brisa intensa se levantaba refrescando la siesta, la ventana apenas abierta dejaba colar el aroma de los cerezos que provenían desde el parque, florecidos en plenitud en aquella entrada primavera. Una pequeña ráfaga impactó la coleta alta de Sakura, sorprendiéndola por detrás, anidando algunos finos mechones en el labial para cosquillear el resto en la nariz.

Ella estornudó suavemente, cortando aquello.

Él carcajeó, la expresión de la chica era tanto dulce como sensual, y el sonrojo que la encendió al oír esa grave risa le provocó más.

—Te ves bien, Sakura.

Ella asintió.

—Gracias —y se peinó el mechón indiscreto detrás de la oreja — ¿Cómo... cómo estás hoy?

—Bien... algo adolorido, para ser precisos.

Ella rio.

— ¿Tan fuera de estado estás?

— ¿Di la impresión de que lo estaba?

—No —. Ella volvió a reír, luego se mordió apenas el labio inferior, aquel comentario no le supo a mero casual por el ejercicio—. Digamos que estabas fuera de ... emmm, como decirlo.... práctica.

—Bueno... eso sí —. Ahora se inclinó hacia delante, copiando la pose que instantes atrás la chica había adoptado—. Hacía un buen tiempo que no me ejercitaba tan duro.

— ¿En serio?

—Eres un buen oponente —le guiñó un ojo.

Ella suspiró riendo, quedando atrapada nuevamente en aquella mirada que no la soltaba. Y en ese instante, sintió la resistencia que su conciencia le ponía al cuerpo que buscaba cerrar más espacio, porque fue recordar el día anterior y el celo en los ojos de Seiyi mientras le follaba reclamándole exclusividad, para que su centro se encendiera al ver la expresión en las pupilas del peliplata. Había un dejo de deseo en esos ojos y tuvo que aferrarse a la idea de que eran meras fantasías suyas por el placer hedonista que aquello le producía, porque fue humedecerse los labios para que el hombre frente a ella sólo le mirara la boca, poniendo en duda la afirmación que con fiereza ella aferraba.

Respiró hondo y se alejó adoptando una postura profesional. No necesitaba más de aquello. Eran amigos después de todo.

—Bueno —dijo, el peliplata ahora se fijaba en sus ojos, sin detener la provocación que su postura implicaba —... bueno, tengo... tengo tus resultados... — se inclinó hacia el costado abriendo el cajón para retirar un sobre de papel madera—... ¡aquí!

—Bien.

— ¿Los leemos?

—Eres la doctora aquí. Tu estás al mando.

— ¿Si? ¿Desde cuándo? —Provocó carcajeando, y no debería haberlo hecho, esos ojos se oscurecieron al oírle, la mirada pesada ahora no era relajada y maldijo el momento porque lo conocía perfectamente viéndole así, pero en otras circunstancias—. Digo... siempre el mando...fue tuyo.

— ¿Lo prefieres así?

Ella asintió tímida, tragando duro.

—Entonces... lea los resultados, doctora.

Volvió a asentir. Los jades bien abiertos, fijos en esos pesados ojos.

—Estoy esperando.

Ella respiró hondo, pestañeando rápido. Tenía las piernas apretadas y los dedos torpes buscando abrir el sobre cuando su vista bajó para lograr la simple tarea.

Carraspeó al sacar las cinco hojas, todas llenas de números en una sola cara. Las releyó en voz baja rápidamente, recordando los resultados y su conclusión inicial, y debió repasarlos otra vez ya que no lograba retener ni un dato. El peliplata viéndola así, en esa postura que ahora apoyaba la mano sobre la mesa abarcando más espacio, la estremecía, recordando, casi sin medirlo, aquellas oportunidades cuando Seiyi le hacía lo mismo en su consultorio.

Tan diferentes y tan parecidos...

Debió suspirar para calmar las ansias que le aceleraron todo. Y luego sonrió carraspeando varias veces. Necesitaba volver a su modo profesional.

—Bueno —respiró hondo—, como te había comentado, no me gustó el resultado de colesterol, no pasa demasiado los valores límites, pero ... dada tu edad y-

— ¿Me estás tratando de viejo? —Interrumpió.

Ella carcajeó.

—No, no... pero convengamos que ya estás en tus cuarenta y-

—Me dijiste que estaba mejor que nunca.

Ella se sonrojó recordando todas la veces que le dijo aquello observándolo desnudo. ¿Porque demonios tuvo que traer eso a la conversación? Sino lo conociera, pensaría que estaba seduciéndola, recordándole aquellos momentos que tanto habían disfrutado. Y lejos de molestarle, aquello funcionaba de maravillas en ella, pero no era correcto, no para su amistad.

—Sí, pero no me refiero a...a eso justo ahora.

—Ah... ¿no?

—¡No, Kakashi! —Carcajeó divertida, completamente roja.

—Bueno... que mal —él también rio, sus ojos se estiraron en dos finas líneas con la sonrisa que le brindó mientras se rascaba el mentón.

—Hablo de tus análisis, no de tu apariencia.

Él asintió, sin aportar nada más. Aun provocaba de todo en la pelirrosa, pudo confirmarlo la tarde anterior y reconfirmarlo en ese instante. Aquello no hacía más que gratificarlo, pero demasiado no era mejor en ese momento, asi que volvería a la calma, aunque muriera por besarla.

—Bueno, como decía —carraspeó suspirando luego, tenía calor, los muslos apretados dentro de su ajustada falda, se sentían transpirados, llevándola a removerse en el asiento para abrirlos apenas—, dado el colesterol, te cambié la dieta y recomendé ejercicio. Con eso bastará. Por suerte los triglicéridos están bien. La función renal... mmm... hubo un aumento de creatina, producto de los fuertes medicamentos durante la internación. Nada grave, pero vamos a seguirlo, ¿de acuerdo?

Él no hacía más que observarla mientras hablaba. Cada tanto entendía lo que decía, el resto del tiempo sólo oía su voz, se prendaba de sus rasgos. Le encantaba cuando entraba en ese modo profesional, como esos jades se concentraban, la boquita se hacía pequeña hablando, torciéndose levemente cuando procesaban algo, un universo detrás de aquella mirada, de aquel suave rostro que guardaba una belleza sutil pero tan auténtica que cuando se encontraba era muy difícil de no perderse en ella.

La añoraba, por dios que daría cualquier cosa por tenerla en ese instante sentada sobre su regazo, abrazarla, poderle acariciar el rostro, el cabello sin tener que disimular, sin medirse; besarla lentamente saboreando cada rincón, embriagándose de esa suavidad, de su perfume. Nunca deseó algo con tanta fuerza que si hasta tuvo que respirar hondo para soportarlo.

—¿Todo bien, Kakashi?

La miró.

— ¿Cómo?

—Que si está todo bien.

—Eh... sí, ¿porque no lo estaría?

—Porque te pregunté de que sabor querías las vitaminas y me quedaste viendo.

— ¿Vitaminas?

—Sí, Kakashi. Nada raro, solo que van a ser un poco más fuertes que las que tomaste antes. Estás medio bajo de peso y no quiero-

—Elige tú el sabor —la interrumpió, no quería exponerse más—. Estará bien para mí.

—Bueno, entonces recomiendo vainilla. A la mayoría de mis pac-

— ¿Vainilla? ¿No es muy dulce?

Ella le miró.

—Bueno... sí, pero me dijiste que eligiera yo.

—Dame algo más cítrico.

Rodó los ojos.

—Bueno... ¿pomelo? No es tan dulce.

—Mejor, limón.

Ella carcajeó y anotó en la receta el sabor elegido.

—¿Para que me haces elegir a mí? —Balbuceó luego de anotar el último medicamento.

— ¿Cómo dijiste?

—Nada —le miró sonriendo con sarcasmo, y luego volvió a su nota.

—Te quejaste.

—No.

—Te oí, Sakura.

—Entonces, ¿para qué preguntas?

—Me conoces —le sonrió guiñándole un ojo.

Ella volvió a carcajear extendiendo ahora la receta que él tomó.

—Claro... siempre haciéndome renegar, ¿no?

Se encogió de hombros.

—Bueno, estos análisis que anoto, son para repetirlos en dos semanas. Comienza mañana con las vitaminas, ¿entendido? Quiero ver cómo sigue todo—. Firmó el pedido, tomando otra hoja—. Mañana quiero que te hagas estas placas y la espirometría. Quiero saber cómo quedaron tus pulmones.

—Sí, señora.

—Y sales a correr. No esperes a la semana que viene a que entrenemos con los chicos.

— ¿Sólo entrenas con esos genin?

— ¿Yo? —Le miró al firmar el último pedido—. Bueno... iba sola al parque, hasta que los encontré. Son divertidos, y desafiantes aunque no lo parezca

— ¿Y no entrenas más?

— A veces en el gimnasio de Seiyi —él asintió, no le gustó su mención, pero era parte de la vida de su niña rosa, debía aceptarlo—. Y algunas veces en el gimnasio de la academia. Pero hace rato de eso, cuando Ino podía. Ahora es imposible —carcajeó.

—Bueno, yo puedo.

Alzó la vista de repente.

— ¿Tu y yo...dices?

—En el gimnasio de la academia. Sí, eso digo.

Sakura sonrió de lado, dejando lo que estaba haciendo. Le miró llevándose sin querer la lapicera a la boca.

—Cuando.

Él se encogió de hombros.

— ¿Mañana a la misma hora de ayer?

Ella carcajeó y luego apoyó las espaldas en su sillón, movimiento que tensó el cuello de su ajustada camisa jalándolo hacia el costado.

Los senos se asomaron apenas, Kakashi se mantuvo firme en no bajar la mirada a ese corazón que tan suave se lucía, pero no puedo evitar notar la marca liliácea, apenas enrojecida, en el cuello. Una leve sonrisa de satisfacción se estiró hacia el lado. Era evidente que Seiyi se había enterado lo del entrenamiento, había notado un civil demasiado concentrado observándolos mientras hablaban, cuando quedaron a solas. Era evidente que la estaba siguiendo, y aquello le confirmaba que lo consideraba un rival. Y si Seiyi, con toda su supremacía, dudaba de su propia victoria, era porque su regreso había tambaleado a la pelirrosa.

La marcó porque sabía que volvería a verla. Esa marca significaba que él y solo él la estaba follando. Y quizás debía funcionar como una advertencia, al fin y al cabo eran iguales en ese punto, tanto como que aquello más que advertirle le alentaba a ir por más.

—Voy a ver si puedo —respondió Sakura con picardía en la mirada. No era consciente de lo que su cuerpo hablaba.

—Vas a poder.

Ella volvió a reír levantado un dedo en advertencia.

—No te atrevas a modificar mi agenda. No hagas esa magia de hokage.

Kakashi suspiró.

—Bueno, entonces dime que sí.

Ella rio mordiéndose el labio ahora. La insistencia de Kakashi no hacía más que echar leña a una imaginación que ya dudaba de si era tal. Era hombre persuasivo, le conocía, pero siempre relajado. Aquello era nuevo en su personalidad, o tal vez...

—No eres así.

— ¿Segura?

Negó riendo nuevamente para ahora volver a lo suyo, necesitaba una pequeña tregua, y estampar la firma en el último pedido parecía servirle.

— ¡Eres imposible! —Se lo extendió—. Toma y entrégale todo esto a Shizune para que se asegure de que lo hagas.

—A la orden —acomodó los papeles doblados en el bolsillo de su chaleco y luego la miró.

— ¿Y?

— ¿Qué?

— ¿Es un sí?

Ella carcajeó.

— ¡Dios! ¡Estás terrible hoy!

—Siempre fui así, recién lo notas.

—Sí, claro.

Él sonrió calmado, aunque su mirada fija en ella, pesada, distaba mucho de aquel estado. Parecía estar esperando por una presa que pronto caería.

Y caería.

Ella suspiró, indecisa. Aunque la indecisión no venía de sus ganas, porque moría por otra ronda con el peliplata. Venía desde la advertencia de un juego que podía ser peligroso.

Y excitante.

—Claro. Nos vemos mañana en el gimnasio, al final de la tarde.

Kakashi sonrió y se puso de pie. Ella hizo lo mismo.

—Sigue en pie la reunión de la aldea, ¿no? A las diecisiete horas.

Él asintió y luego chasqueó la lengua. Si la citaba a las cinco, Seiyi iría a su reunión una hora después. No la vería con él. Y además, la quería a solas. Ahora la necesitaba a solas con él.

Sonrió.

—Emmm... respecto a la cita que te envié.

— ¡No me digas que me cancelas!

—No, a ti nunca te cancelaría.

— ¡Vamos! Lo has hecho en el pasado.

—El pasado es pasado, Sakura.

Negó riendo. Estaba imposible.

—Ok. Dime.

—Te espero a las siete treinta.

— ¿Tan tarde?

—Sí, va a ser mejor a esa hora. Quiero hablar un par de cosas más contigo, y no me gustaría tener el tiempo acotado.

—O sea, sería la última.

—La que más tiempo va a tener conmigo.

—Y voy a tener que aguantarte todo frustrado y cansado.

—Va a haber té, eso me relaja.

— ¿En tu oficina?

—No, en la nueva casa de té que abrió cerca del parque. Es muy bonita.

Ella sonrió mirándolo con picardía.

—Hokage sama... ¿está usted acaso acosándome?

Él carcajeó. Le encantaba cuando se ponía juguetona, y sabía que en aquello, más que juego, había un incipiente temor. Pero no le daría tiempo a que siquiera lo considerara.

— ¿Te sientes acosada?

Ella rio nuevamente, ya ahora una mano se acariciaba la marca que Seiyi le había dejado en el cuello, una que le impidió se borrara con el jutsu médico, como si aquella jalara por recordarle su promesa. Luego negó y él sonrió yendo hacia la puerta.

—Me lo imaginaba.

—Eres imposible.

—Y así y todo, te gusto —le guiñó el ojo antes de abrir.

— ¡Yo no dije eso!

—No hace falta que lo digas —la miró una vez más, ella lucía algo nerviosa, tocándose el cuello. La marca y la culpa, él provocaba lo último, y en cierta forma le encantaba—. Nos vemos esta tarde.

—S-sí...nos vemos —le respondió tomando el picaporte para cerrarlo ni bien él salió. Aun Noozomi no llegaba y poca gente circulaba por esa área del hospital, pero necesitaba quedarse a solas.

Apoyó las espaldas en la madera, relajando el cuerpo. Luego cerró los ojos.

La cara le ardía, el corazón se le había enloquecido y sintió la necesidad de apretar las piernas una vez más. La mano que le acarició la marca, ahora nuevamente la frotaba, escociendo cuando las uñas la rasparon sin querer.

No entendía que demonios había sido todo eso. Su instinto le decía que Kakashi no estaba recuperando una amistad, pero su intención jalaba por meter esa idea en la categoría de fantasías. Sonrió, el corazón golpeaba el pecho y ahora su ropa interior se sentía húmeda, estaba caliente. Miles de preguntas se formaban en sus pensamientos, tantas que ni quería analizarlas. Y en medio de esa dulce incertidumbre, fueron los ojos de Seiyi los que borraron las dudas. Esos ojos duros, esa sonrisa ladeada, el pesado cabello, la furia y las caricias.

Buscó con los ojos el reloj de pared. Seiyi estaría almorzando en su oficina en ese instante, le había dicho que tenía jornada completa en la empresa, al no haber asistido a la reunión de anoche. Le quedaban algo menos de cuarenta minutos para su próximo turno y consideró que quizás visitarlo no sería mala idea. Si tomaba un taxi eso le dejaba suficiente tiempo.

Era loco, era irresponsable y arriesgado, pero lo necesitaba. Kakashi había removido algo dentro, y Seiyi con sus marcas no hacían más que recordarle lo delicioso que era follándola celoso.

Algo en ella buscaba eso, la fiereza, que la marcara nuevamente recordándole su lugar.

Se quitó la chaqueta médica arrojándola sobre el escritorio y tomó rápidamente su bolso.

Necesitaba verlo.

No sabía que excusa pondría que justificara la visita, algo se le ocurriría, porque necesitaba besarle desesperadamente. Decirle que le amaba.

Porque lo deseaba.

Porque necesitaba follarlo si quería calmarse.


Uf!

Sé que no les van a gustar.... je je je... ¡pero a mí sí!! jajajajajaja

Espero que lo hayan disfrutado. Acepto preguntas de toda clase.

Ahora, las leo.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro