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Capítulo 61

El atardecer estaba mucho más agradable que en el almuerzo, la temperatura templada y esa brisa cálida y suave, lo convertían en ideal. Y no solo Sakura pensaba así, el parque estaba más concurrido que nunca. Parecía que el encierro de varios días de lluvia había prácticamente si absorbido a toda la gente desde sus hogares. Y los genin, esos jóvenes aspirantes a ninjas, inquietos y con grandes expectativas, no eran la excepción. Habiendo acumulado energía y ganas de más, la mantuvieron ocupada gran parte de la hora que llevaban en la faena, aunque su atención y pensamientos no lograran centrarse en ellos porque estuvieron siempre fijos en los dos caminos que conducían al lugar. Le era imposible a cada rato no mirar hacia arriba de la colina, siendo obvia por más que intentara contenerse cuando se daba cuenta, si hasta una de las alumnas le llamó la atención por lo distraída que lucía.

No quería reconocerlo, pero los nervios le arremolinaban el estómago robándole el aire por momentos. Tenía muchas ganas de verlo y a la vez rogaba porque se olvidara, o decidiera no aparecer, le haría las cosas más fáciles, aunque no menos dolorosas. No entendía del todo lo que le sucedía, y tampoco quería invertir tiempo en ello, pero no podía evitar sentir ese resquemor de que estaba bajando la guardia; las fantasías que la asaltaron durante el fin de semana daban cuenta de ello, porque era como si al haberlo tenido cerca otra vez, ahora su cuerpo comenzara a extrañarlo. Y eso le atemorizaba, conocía muy bien como era el peliplata, siendo sus decisiones siempre firmes, su paso por su vida, su cama y ahora la distancia, no dependían de ella, nunca lo hicieron. Y si bien esa certeza le molestaba y debiera ser el justificativo suficiente para no sucumbir otra vez, le era imposible no preguntarse si a él le sucedería lo mismo, si acaso la echaría de menos como ella lo estaba haciendo. Y maldito aquello, porque en su vida ya no estaba sola, y le encantaba su nueva historia, y era por ello y esa insidiosa idea de falta, la que contribuía ese estado que le tenía el cuerpo ansioso, hasta si ilusionado y molesto. Y a pesar de ello, no querían abandonar ese sentir que regresó junto a él y que le recorría la piel cosquilleando. Porque fue gratificante volver a hablar con el Kakashi de antes, el que fuera su sensei, su amigo, porque fue volver a sentirle atento, sus ojos buscándole cálidos, su voz más oscura cuando se dirigía a ella, en ese juego de palabras que la desafiaban, tal vez el doble sentido que se colaba desde sus novelas, aquella cómplice picardía... para ya no quererlo lejos.

Le encantó lo que vio en aquel encuentro en la oficina del hokage, aquella disculpa, la delicadeza en sus palabras para no lastimarla, la prudencia de sus actos para no alejarla. Porque lo notó, esas no fueron simples ideas suyas, si algo había aprendido de esos dos hombres, era a leer las intenciones detrás de lo no obvio. Ese casual cruce bajo la lluvia, el libro, su risa, y ahora... encontrarlo en el almuerzo mientras lo pensaba, la transportó a un año atrás, cuando nada aun sucedía y eran ellos, era él, su sensei y ella su alumna. Le encantaba. Y le alocaba los latidos robándole sonrisas en la espera de ese momento que le tenía los nervios en vilo.

— ¡Miren! —una de las jóvenes exclamó, llamando la atención de sus compañeros.

Decidió no prestarle atención, estaba a punto de atrapar a uno de los miembros del equipo contrario, en aquella contienda que armaron a forma de entrenamiento de emboscada en ambientes abiertos.

—Lui, ¡¿qué haces?! ¡Concéntrate! —le reprendió entre dientes el compañero de equipo, iban a perder si se delataban, pero cuando el chico miró hacia donde su compañera no dejaba de señalar, no pudo más que quedar inmóvil, con los ojos inmensamente abiertos— ¡¿En serio?! Es... es...

—¡Sí! —chilló.

El otro, que estaba más lejos, uno de los adversarios, reveló su posición al asomarse de entre los árboles habiendo reparado en que lo que sucedía donde estaban sus rivales de turno, era más interesante que cualquier práctica— ¿¡Qué!? Es... ¡¿es el hokage?!

La joven lanzó un nuevo gritillo de emoción. Sakura ahora observaba brevemente por sobre su hombro, sin desconcentrarse, apenas que si los oía. No les había entendido del todo y estaba a nada de dar con su contrincante.

—¡Sakura san! ¡Mire, mire! ¡Su sensei viene! —repitió con entusiasmo la primera, gritando para que la oyera, carcajeando emocionada después —¡El hokage viene!

La sola mención de ese título, fue el detonante de los latidos que hasta si golpearon contra su pecho. En ese instante fue cuando reparó en el alboroto y luego hacia la sima del camino.

Y allí estaba, coronando la suave colina, aquellos desalineados cabellos plateados, con su camisa oscura de ninja, el típico chaleco y las manos en los bolsillos. Caminando a paso tranquilo la silueta de Kakashi asomaba.

Levantó la mano al percatarse de los estudiantes corriendo como manada a su encuentro, dando un respingo después cuando en la distracción Sakura no pudo esquivar el puño que impactó en su mejilla, porque si a algo le estaba prestando atención más allá de todo, era a ella.

La respuesta de la chica no fue menos cómica cuando volvió a su alumno con el ceño contraído, quien ya festejaba victorioso ya que nunca ninguno había podido darle ni de cerca, y en su alegría no vio venir el shanaro que le movió la tierra debajo de los pies.

—¡Hokage sama! ¡Es un honor que esté usted aquí! —le recibió cortésmente pero no con menos entusiasmo, una de las genin, inclinándose en respeto ni bien llegó en frente.

Kakashi sonrió, imposible hacer algo más que solo avanzar, pronto dos chicos más lo rodearon y venían tres más, incluido el maltrecho que recibió el golpe de su improvisada maestra.

—¿Viene a entrenar con su alumna? —dijo provocativa otra de las chicas, inclinándose de inmediato cuando su amiga le codeó las costillas— ¡Disculpe hokage sama! ¡B-buenas tardes, hokage sama!

—Buenas tardes, no es necesaria tanta-

—¡Es un honor verlo en persona, señor! —otro de los chicos prácticamente que si le gritó al llegar, mientras se inclinaba repetida veces.

Kakashi carcajeó rascándose incómodo la cabeza, no esperaba tal algarabía, y luego miró a Sakura, quien venía caminando detrás, toda sudada y con las mejillas coloreadas por el ejercicio. Lucía preciosa con esa coleta alta y la piel brillosa, y aquel incipiente nerviosismo en los ojos. Le guiñó cuando al fin hicieron contacto, sonrojándola más de lo que ya estaba. Le encantaba provocar esa reacción en la chica.

—K-Kakashi —carraspeó— ...sensei, buenas tardes —le dijo ni bien llegó, manteniendo la compostura.

—Ya no soy tu sensei, Sakura.

Todos carcajearon ,ella sonrió mirándolo cómplice.

—¿Vienes por consejo médico?

—Por supuesto, soy muy obediente a mi médico —y le sonrió, los ojos se le achicaron en dos finas líneas.

—Hombre inteligente, el hokage.

—¿Esperabas menos?

Los jóvenes miraban a cada uno con sorpresa y confusión. Era sabido por todos que el médico del hokage era su única alumna mujer, Sakura, y aquella forma de referirse al médico en tercera persona le resultaba un tanto extraño. Quizás eran juegos entre ellos, no lo sabían, pero lo que sí percibían claramente fue como todo alrededor de esos dos se esfumó ni bien estuvieron uno frente al otro. En aquella conversación los alumnos ya no existían.

—¿Con cuanto tiempo contamos? —preguntó Sakura, estirando un hombro.

—Hora... hora y media.

—Mmmm... ¿resistirás todo ese tiempo?

Kakashi carcajeó.

—Eh...¿por quien me tomas? ¿Tan viejo me veo?

Los chicos que los observaban abrieron más grandes los ojos.

—No es un tema de edad, y lo sabes.

—¿Entonces?

Una sonrisa maliciosa se abrió espacio en esa pequeña boca. Estaba jugando, pero más estaba nerviosa y no quería que se le notara frente a los jóvenes. Menos frente a él.

—Entrenarás conmigo.

—¿Y eso es un problema por...?

—No me ganaste la última vez.

Kakashi respiró hondo lentamente, la vista fue hacia arriba ganando tiempo, el cielo comenzaba a entintarse en naranjas dando inicio al atardecer, y luego movió el cuello para aflojarlo.

—La verdad... no me preocupa eso —la miró luego de suspirar —. Tú me ganaste una única vez. Eso fue suerte.

Los chicos que los rodeaban se taparon la boca, siendo uno el más osado, el pequeño de mechones celestes, el cual carcajeó sin disimulo.

—¡Sakura sama, acaban de desafiarla!

—¡Demuestre lo que tiene! —se animó una de las chicas luego.

—¿Eh? ¿Ese es el apoyo que le dan a su hokage?

Los chicos se sonrojaron borrando toda mueca de diversión desde sus rostros.

—Kakashi, no los molestes, ¿quieres?

Él suspiró.

—No me dejas divertirme.

Ella sonrió de lado, cruzando los brazos al frente.

—Ya vas a tener tiempo de divertirte cuando te deje en el piso.

El peliplata ahora reía quitándose el chaleco, hacía calor como para vestir ambas prendas. Una de las chicas se lo recibió, mirándolo emocionada. El hokage era alto.

—Yo que tu no me olvidaría de la suerte —provocó.

—¿Suerte? Bien, veamos cuanta te queda después de quince minutos conmigo.

—Ese número es muy pretencioso, Sakura —le respondió—. Vas a rendirte a los diez.

La carcajada de Sakura y aquel desarme de brazos, fue el disparo de largada que los tuvo a los dos desapareciendo de la posición, bajo la mirada asombrada de los chicos, quienes rápidamente encontraron un lugar favorable para observar el encuentro. Estaban fascinados, la velocidad del inicio de aquella pelea de entrenamiento y las técnicas avanzadas que lograban apreciar, los tenía tomando notas mentales de cada movimiento, a veces cerrando los ojos a la espera del golpe que nacía duro y preciso, pero que jamás daba en el destino elegido. Eran tan rápidos para atacar como para esquivarse y confundirse mutuamente.

Esa escena, de dos jonnin que tranquilamente podían ser sannin, maestro y alumna, un prodigio y un símbolo de la auto superación que había llegado lejísimos; era un privilegio.

Eran sus jutsus tan rápidos como los golpes, moviéndose desde un punto del campo al otro, que los chicos no hacían más que girar su rostro hacia cada lado una y otra vez al seguirlos. Las mandíbulas abiertas, el ceño contraído en algunos, admirados en otro, saltando cuando un kunai parecía golpear el cuerpo del contrincante, el cual desaparecía en la nube del jutsu de sustitución.

Civiles fanáticos de los ninjas se sumaron al exclusivo público que los observaba, cuando los sonidos de las explosiones por los pequeños shanaros soltados por Sakura se hicieron oír, quedando fascinados por quienes eran los protagonistas de tremenda contienda, cuando lograban distinguirlos en medio del polvo y escombros.

Y fue en ese último encuentro, en que pequeñas chispas saltaron cuando kunai y estrellas se encontraron, que Kakashi calculó mal, cayendo de rodillas a lado de los chicos. La camisa la tenía maltrecha, una manga cortada y varios jirones en el frente. Sonrió, Sakura a la distancia carcajeó y hubo esa mueca que lo invitó a más.

De un movimiento se quitó la prenda, arrojándola al lado, quedando con su ajustada camiseta negra, los brazos descubiertos. Las chicas se admiraron, el hokage era un hombre en verdadera forma, si hasta una de ellas tomó rápidamente la prenda para quedársela de trofeo.

Nuevas chispas saltaron, los movimientos casi no se apreciaban a la distancia. Hubo un jadeo, un par de los chicos exclamaron cuando parecía que el hokage había dado en el blanco, y ahora un nuevo salto los tenía enfrentándose en el cielo para caer luego tras la arboleda.

Todos se pusieron de pie, estirando sus cuellos a la espera de verles, pero se sobresaltaron cuando un shanaro hizo temblar la tierra esparciendo polvo y hojas. El antebrazo en los ojos les cubrió de la suciedad.

Nadie vio nada más, nadie vio que ahora Kakashi se encontraba inmovilizado contra el suelo con Sakura encima, un kunai en la garganta, ella en horcajadas sobre su cadera aprisionándolo.

Se miraban a los ojos, agitados, las manos del varón ahora querían moverse a tomarla.

—Yo que tu... no lo intento.

Carcajeó, ella sonrió de lado, la respiración era violenta. Las mejillas encendidas por el ejercicio y los rosados mechones que se escapaban de la coleta cruzándole los jades. Preciosa.

La mano en la garganta se aflojó, aunque la advertencia se mantuviera. No intentó levantarse y ahora eran esos largos dedos que le rozaban la cadera.

Fue rápido, no debería haber bajado la guardia, su oponente era formidable y le conocía, pero fue un segundo para que los roles se invirtieran golpeando ella las espaldas contra el suelo ahora, el varón encima abriéndole más la piernas con sus rodillas para que no intentara nada, mientras le robaba el kunai que ahora correspondió a su garganta.

—¿Tan mal te enseñé?

—¡Mierda!

Kakashi carcajeó, fue grave, estremeciéndole todo, reemplazando el sonrojo del ejercicio por uno imprudente que delató aquel gusto en las pupilas que no lograron disimularse.

Y él, clavado en sus ojos, leía perfecto, sonriendo para luego desearle los labios cuando la viera humedecérselos con la lengua.

—Buena pelea, sensei.

La mirada se le volvió oscura al escucharle.

—Ya no soy-

—Nunca vas a dejar de ser mí sensei.

La respiración se le agitaba ahora, aunque nadie podría haber deducido la verdadera razón de ello en ese instante, y fue esa pequeña lengua que volvía a la pecaminosa tarea en la fémina, la que lo tuvo contrayendo el ceño, obligándolo a pensar en otra cosa después. La posición no ayudaba, ella con las manos abiertas sobre a los lados de la cabeza y ese perfume tan cerca de él, casi que si lo torturaban.

—¿Ya te rindes? —le dijo, y luego sonrió, la máscara se movió— Me prometiste quince minutos y no llegamos a ocho.

Ella carcajeó, y aquella dulce risa fue miel.

—Eres un buen... oponente.

—Sakura, no te creo.

Una nueva risa y ahora sus pequeñas caderas le empujaban arriba con violenta fuerza, arrojándolo atrás, contra un árbol luego, impulsado por el puño que correspondió contra el pecho. Ella llegó después de arrojarle dos estrellas que rápidamente él esquivó, sonriendo al notar que con esas usadas ya no tenía más. Se las había contado, como a los kunai, el último estaba en su mano luego de que se lo quitara.

Los dos puños embistieron contra el peliplata, la esperaba, le conocía la maniobra. Y ahora el árbol detrás de su cabeza, estallaba en astillas, al tiempo que él agachado le envolvía con un brazo la cintura impulsándose al frente en un salto. Era Sakura la que golpeaba con las espaldas un nuevo árbol, dejando escapar en un jadeo el aire robado por el impacto, sin medir que sus manos eran inmovilizadas sobre su cabeza al mismo tiempo que el cuerpo del varón le aprisionaba el suyo. Le sintió el pesado aliento sobre su rostro al final, la mirada oscura cuando abrió los ojos.

—No vas a poder zafarte —ella se removió apenas rozando su pecho aún más con él, fue una queja sutil la que se le escapó por el movimiento, él lo disimuló apretando los dientes—. Gané, Sakura.

Ella quizás intentó sonreír, pero no pudo ahora. Su propia agitación le tenía los labios separados, el calor del otro cuerpo se sentía demasiado bien y ahora sus ojos caían en esos cubiertos labios que no podían ocultar la forma debajo de la tela. Ella les conocía el sabor, y en ese instante hubiera preferido que no.

—¿Aún seguimos entrenando? —preguntó volviendo a sus grises ojos. Él le miraba la boca peligrosamente cerca. Sus respiraciones tocaban lo que la piel no alcanzaba y se sentía casi lo mismo en aquel deseo, que ahora se abría indiscreto entre ellos.

—¿Quieres eso? —respondió y no atinó a nada cuando las pupilas de la chica se dilataron, porque si hacía caso de lo que su instinto demandaba como respuesta, estaría en problemas.

—¡Hokage! —fue ese llamado que se acercaba entre los árboles, el que les giró los rostros bruscamente.

Le siguió otro que la buscaba a ella, aunque se oyera más lejos.

—¿Están bien?

—¡Por aquí! —dijo un tercero. Los había divisado.

Kakashi soltó a Sakura de inmediato, alejándose un par de pasos luego, ella se acomodó las ropas que se habían subido por el golpe. Estaba sonrojada.

Carraspeó viendo como él se alejaba, y luego comenzó a caminar hacia dónde venían las voces.

—¡Aquí! —les llamó, suspirando luego. Kakashi había quedado atrás, y le gustó pensar que la razón en ello recaía en disimular lo que sus roces le habían causado. Porque en ella habían provocado de todo.

—¡Sakura sama! ¡Al fin la encuentro! ¿Están bien? —gritó una de las chicas ni bien la divisó cruzando un arbusto, para correr luego a su encuentro.

—Sí, bien...

— ¿Y el hokage?

Volteó el rostro, él se asomaba desde detrás de un árbol, manteniendo la distancia. Se sacudía exageradamente el pantalón, quitando tierra y astillas que prácticamente ni le ensuciaban.

Sakura sonrió mordiéndose los labios después.

—Aquí —respondió acercándose lentamente.

—¡Oh! ¡Están bien! ¡Qué alivio —dijo la chica luego de suspirar.

—¿Porque no lo estaríamos?

—¡Porque hicieron explotar de todo! ¿No se dieron cuenta?

Sakura y Kakashi se miraron, él ahora se detenía a su lado.

Dos chicos llegaron después, corriendo agitados, mirándolos con sorpresa y alivio.

—¡Qué bueno que los encontramos!

—¡Eso estuvo grandioso! —carcajeó el otro— ¡Por dios! ¿De dónde sacan tanto chacra?

—¡No te desubiques, Yito! —le reprendió su amiga.

—Déjalo —interrumpió Sakura—. Eso se llama control de chacra, Yito, lo que yo te insisto que debes practicar más si quieres avanzar.

El chico asintió observando luego al peliplata, quien había comenzado a avanzar primero para salir de la arboleda. Sakura le siguió y detrás fueron los jóvenes.

—¿Van a seguir entrenando? —le preguntó una de las chicas. Kakashi carcajeó anticipándose a lo que Sakura respondería.

—Si mi sensei aguanta, ¿porque no?

El peliplata negó y luego la miró por sobre el hombro con una sonrisa provocativa en los ojos.

— Bueno, veo que disfrutas de perder.

Los chicos carcajearon.

—Eso no fue perder.

—¿No? ¿Donde está tu kunai?

La chica se palpó el costado, luego el muslo. Podría habérsele caído, pero fue alzar la vista para maldecir por lo bajo. Era el último que le quedaba el que ahora giraba pretencioso en la mano del hokage—. Veo que acabas de encontrarlo —provocó.

—Mierda —susurró, Kakashi carcajeaba contrayendo disimuladamente los músculos, sabía que la pelirrosa haría su arremetida en tres, dos...

El salto de Sakura sorprendió a todos, una de las chicas gritó en sorpresa. Kakashi era el único listo, esquivando ese golpe al salir impulsado hacia delante, girando en el aire para arrojar la estrella que rosó luego el brazo de Sakura. Esta no lo notó, ya estaba en el aire preparando el próximo puño, sonriendo provocativa porque sabía que él no podría esquivarlo esta vez, no luego de ese movimiento. Le conocía los pocos puntos flacos y ese era uno.

Hubo una carcajada cuando impactó en el costado del peliplata, este gruñó tomándole de la muñeca para arrojarla por sobre su hombro con suficiente fuerza para sacarla definitivamente de la arboleda.

Los chicos corrían admirados detrás, observando ese duelo que otra vez se desarrollaba en el aire. Los puños eran más rápidos que las maniobras persuasivas, y más de uno daban en el blanco para ambos contrincantes. Y si bien eran precisos, la mayoría estaban medidos, no buscaban provocar un real daño, solo marcar puntos para lograr una victoria.

La contiendo se extendió en el tiempo, pasando los minutos casi sin nadie notarlo. Tanto contrincantes como espectadores estaban absortos en sus objetivos, divertidos los primeros que casi hasta carcajadas se escuchaban cada tanto. Y cuando el anochecer despuntó robándose los últimos rayos de sol, fueron las luces del parque las que mantuvieron iluminada la pelea, hasta que el último shanaro le quitara el sostén de los pies a Kakashi, cayendo luego Sakura a su lado presa de su propio cansancio.

Y allí fueron los chicos, metiéndose entre los escombros que esta vez no eran demasiados. Se notaba el agotamiento en ambos, aunque les extrañara que reían continuando con las mutuas provocaciones ni bien llegaron a buscarlos.

Dos de los chicos pusieron de pie a Sakura, mientras una las chicas hacía lo mismo con el peliplata, ayudándolos luego a llegar a la colina en donde los sentaron sobre el césped, cerca de los bolsos con las bebidas de minerales que siempre los chicos llevaban, a recomendación de Sakura.

Estaban fascinados, pronto llovieron las preguntas, imposible responderlas.

—¿Mañana volverá, hokage?

—¿Mañana? —preguntó luego de beber un trago.

—Sí, Kakashi, mañana también los entreno —respondió Sakura luego de beber.

—¿Es jueves mañana, no?

Todos asintieron.

—Mmm... entonces no vas a poder —ella le miró extrañada—. Te va a llegar la citación que envió hoy Shizune.

—¿¡En serio!?

Kakashi asintió bebiendo nuevamente desde la botella de color rosa con flores lilas, que una de las chicas le había ofrecido, la misma que arrodillada en frente le observaba embelesada. Estaba realmente buena la bebida.

—¿Qué es esto? —le preguntó sonrojándola, para luego beber de nuevo.

—¿Le gusta, hokage?

—Espera, Kakashi —interrumpió Sakura— ¿Mañana hay reunión de aldea?

—Lee la citación —le dijo y volvió a la niña—. Sí, es muy reconfortante.

—Es receta de Sakura sama —sonrió viéndola de reojo.

—¿De verdad? —observó la botella—. Quien lo diría ...

—Sí, Kakashi, es mi receta de minerales y vitaminas —respondió Sakura.

—Mejoraste.

La mirada de la pelirrosa mutó a una de muerte.

La jovencita en frente carcajeó por lo bajo tapándose la boca cuando le correspondió a ella la advertencia.

—Entonces, no entiendo —continuó ignorando aquel comentario—. Me dijiste que me citarías para la proxima reunión, pero no que era de la aldea y-

—Sakura, en la citación explico todo.

Suspiró.

—Sí... pero yo no la recibí aún.

—Mañana a primer hora te enterarás —y miró a la jovencita quien le sonrió—. Es un poco ansiosa, ¿no?

—¡Sí! ¡Muy! —dijo está carcajeando para luego sonrojarse cuando Sakura le llamó la atención.

—Entonces, ¿mañana no hay entrenamiento? —interrumpió Lui.

—No, según el hokage, mañana estaré ocupada.

Kakashi reía ahora.

—¿Volveremos a verlo por aquí, hokage?

—Bueno...

—¡Claro que sí! —interrumpió Sakura, el peliplata la miró— Órdenes médicas, Kakashi —. Este suspiró resignado—. Pero será la semana que viene, mañana estará ocupado y, aparentemente, yo también. Así que...

—¡Nosotros seguimos entrenando! —acotó con entusiasmo Lui.

—Eso.

—¡Yo practicaré mi control del chacra mañana! —exclamó Yito, poniéndose energéticamente de pie— Y pasado, y pasado, y pasado... ¡todo el fin de semana!

—Cuento con eso —le dijo Sakura, sonriéndole después—. El lunes quiero ver tus avances. El de todos, ¿ok?

—¿Tenemos que practicar nosotros también? —se quejó el más pequeño.

—Los saltos dobles, ese es tu punto flaco.

El chico bufó los demás se les burlaron, siempre le ganaban por ese motivo.

—Bueno... nosotras nos vamos —dijo una de las chicas. La joven frente a Kakashi se quejó entristeciendo, estaba muy a gusto cerca de su ídolo, pero pronto la arrastraron con ellas haciéndoles señas a los chicos para que las siguieran.

Hubo una breve despedida, fijando cita para el lunes a la tarde, si el clima les acompañaba y Sakura podía. La emoción pronto les invadió cuando el hokage confirmara que él también iría.

Se miraron al fin, cuando ya niguno de los chicos podía divisarse a la distancia, un breve espacio les separaba. Él le sonrió y ella hizo lo mismo luego, sonrojándose al bajar la mirada.

Estaba preciosa.

—Lindo atardecer, ¿no?

—Anochecer, Sakura.

—No es tan tarde.

—¿Segura?

Ella torció la boca dudando, y luego giró hacia su bolso, dándole la espalda. Estaba más lejos de lo que creía, por lo que debió estirarse de improvisto, dejando el cuerpo levemente recostado con el trasero arriba, brindando un excelente ángulo de todas sus curvas hacia el peliplata.

Y Kakashi ni siquiera intentó no observarla. Había ganado algo de peso, no demasiado, pero sus caderas lo evidenciaban en esa suave redondez que le quedaba de maravillas. Sonrió. Sabía muy bien lo exigente que era Seiyi en el cuidado de sus sumisas, enfocándose en la alimentación. Era casi propia la frase "las chicas de hoy creen que más delgado es más sensual", y más de una de sus sumisas se le enojó por hacerle subir de peso.

Sakura estaba en buenas manos. Que fuera Seiyi quien la conquistara luego de él, le dejaba tranquilo. Mejor hombre no podía ser. Pero a la vez le encendía los celos saber que por ese cuerpo, las manos de su amigo pasaría cada noche, cada día, cada vez que lo quisiera. Y ella gozaría siempre. Y no sería él quien la hiciera estremecer.

Regresó sosteniendo entre sus dedos una delicada pulsera. Era un reloj.

—Tienes razón...faltan apenas veinte minutos para las nueve.

Kakashi suspiró.

—Bonito reloj.

Ella sonrió gustosa, se notaba que aquel objeto le gustaba.

—¡Sí! Me lo regaló mi —dudó— ... es un regalo muy estimado.

—De Seiyi, ¿no?

Asintió apretando los labios. Y luego volteó a guardarlo.

El silencio se adueñó de los dos en ese instante. Ella mirando el horizonte, algo incómoda, tal vez sin saber cómo seguir desde ese punto. Había un picor en el pecho, quizás dudaba de si aquello era correcto, aunque , si lo pensaba, eran tan solo dos viejos amigos sentados en el parque, uno al lado del otro, compartiendo. No había falta en ello, sólo aquel sentir que le llevó a mirarlo cuando una nueva calidez se adueñó de su pecho, anidando en el bajo vientre al encontrarse con aquellos pesados ojos observándola, esperándola.

Ella sonrió suavemente, quizás no debería haberse quedado allí, pero lo hizo. No bajó la mirada, no cortó el contacto, solo su sonrisa se disipó apenas luego de unos instantes.

Kakashi le gustaba. Le había gustado siempre. Y a pesar de todo lo que sucedió entre ellos, era su corazón quien se negaba a abandonar lo que sentía, aun cuando le hiciera sentir culpable porque ya no latía solo, porque había otro sentir que ganaba fuerza día a día, que ya tenía su lugar, uno que no estaba dispuesta a abandonar.

—Me gustó mucho volver a entrenar contigo —dijo al fin Kakashi, relajando el momento.

Ella suspiró, luego sonrió.

—A mí también.

—Me divertí.

—Sí...es bueno volver a lo que éramos—un nuevo suspiro la llevó a acomodarse un pequeño mechón tras la oreja—...antes.

Él asintió, luego respiró hondo.

Lo que eran... lo que eran antes de probar esa dulzura, de sentirse pleno, de saber que lo que tenían era lo mejor que nunca había experimentado, y lo mejor que tendría alguna vez.

Y lo dejó ir...

—Kakashi... me...¿me extrañaste? —balbuceó, tímida salió la pregunta, apenas que si la oyó.

Y todo en él se estremeció con aquellas palabras. Fue valiente, fue indiscreta, fue jugada para el estado en el que su relación estaba, pero era necesaria. Y fue lo mejor de la tarde, porque si le gustó confirmar que aún ese cuerpo respondía al suyo, saber que ella aun sentía así por él, fue sublime.

—Cada día.

—Yo ...yo también —y sonrió, sus jades parecieron brillar en ese momento, y luego otra mueca los reemplazó tiñéndolos de culpa, era imperceptible pero él la conocía y sabía que aquello era por su amigo.

—Extraño nuestras charlas de té —agregó aliviándole.

Ella carcajeó y luego le miró mordiéndose los labios —Eran interesantes, ¿no?

—Pueden volver a serlo.

Esa preciosa sonrisa se ensanchó, limpia, liviana. Bellísima.

—Me encantaría.

—A mí también.

Y luego él sonrió. La máscara no pudo ocultar esa enorme genuina mueca, Sakura le conocía cada gesto debajo de aquella tela, la suavidad de esos firmes labios, como se estiraba su lunar. Y cada uno quedó prendado de la sonrisa del otro, ansiando más que eso pero tomando aquello como suficiente. Hasta que la prudencia en Kakashi lo llevó a mirar hacia el cielo, cortando el momento en el instante preciso en que demandaría de mayores acciones.

—Bueno... será mejor que me vaya —suspiró antes de ponerse de pie—. Pronto será la hora de la cena —y extendió la mano que ella tomó ayudándola a levantarse.

—Sí...claro, entiendo... deben estar esperándote.

Y se inclinó para tomar los dos bolsos del suelo.

—Vivo solo, Sakura.

Ella carcajeó apenas.

—Pero... ¿no estás con...?

—¿Estar?... Dices ... ¿en pareja?

Asintió. No le gustó la mención de esa palabra incluyendo a otra.

—Sabes bien que no.

—Bueno... yo —sonrió nerviosa, y luego se acomodó la coleta enroscándola en sus dedos para alisar un poco el cabello, aquella respuesta le había gustado, y hubo un toque de coquetería escondida en el aleteo de sus pestañas—... Nada, no me hagas caso. Entonces... aquí nos despedimos, ¿no?

—No —ella contrajo el ceño—. Debo pasar por la torre a buscar unos documentos. Es en la misma dirección que lo de Seiyi.

—Emmm... ¿sabes ..?

—¿Que estás viviendo con él?

Ella asintió, luego negó —Es... es temporal... yo estoy-

—No debes explicarme nada —sonrió, aunque no de gusto—. Yo hice lo mismo, ¿no?

—¿C-cómo?

—Te secuestré —y le guiñó un ojo antes de comenzar a caminar.

No supo cómo responder a eso. Carcajeó nerviosa quedándose inmóvil unos segundos hasta que apuró su paso para ponerse al lado.

—Kakashi... espero que... que no pienses mal de mí.

—¿Porque lo haría? —la detuvo— Espera —trepó la roca que se interponía, no habían tomado el camino asfaltado, y luego le tendió la mano para subirla—. Listo.

Y comenzó a caminar de nuevo, ella iba a su lado.

—Es que... fue todo tan... no sé cómo explicarlo.

Él respiró hondo, metiendo las manos en los bolsillos.

—Es un buen hombre.

—¿Seiyi?

—¿Qué? —le miró con fingido asombro— ¿No es con él con quien estás?

—¡Kakashi!

Carcajearon.

—Sí... es muy bueno conmigo. Y tan...

—Intenso.

—¡Eso!

Ella rio traviesa, él la observaba. Estaba hermosa, estaba cerca y ya no le pertenecía.

—Pero te tiene bien. Te ves muy bien, Sakura.

—Sí... bueno, gracias.

—Como dije, es un buen hombre.

La miró una vez más y luego de eso el silencio regresó a apoderarse de los dos, cada uno mirando al frente, ella con los ojos clavados en el suelo, aferrando las tiras de sus bolsos. Él apretando las manos en los bolsillos, maldiciendo en ese instante el hecho de no haber llevado uno de sus libros como para distraer un poco sus ganas.

Estaban nerviosos, aunque él lo disimulara perfectamente bajo esa facha de agotada apatía. Ella no lo lograba tanto.

—Bueno —Kakashi suspiró cuando llegaron al cruce de esquinas donde sus caminos se separaban—... Debo seguir por allí.

Ella sonrió mirándole.

—¿Entonces?

—Hasta mañana, Sakura.

Ella carcajeó, una pequeña risita, algo tímida, pura coquetería que él recibió complacido. Los dedos les picaron dentro de los bolsillos.

—Cierto. Tienes consulta conmigo.

—Y usted conmigo más tarde.

—¿Soy usted ahora?

—Mmmm... es mejor el respeto antes de encarar dos citas en un misma día, ¿no le parece?

Ella volvió a carcajear, ya sin disimulo. Ahora se mordía el labio inferior.

—Doble cita —repitió, él asentía—. Me gusta.

Estaba preciosa.

—Sí... a mí también —respiró hondo antes de continuar, los dedos en los bolsillos le picaron nuevamente— ¿El lunes vuelven a entrenar?

—Así es.

—Bueno... veré como hago para estar aquí. Esa pelea fue revitalizante, tenías razón, me hacía falta moverme.

—¡Claro que sí! Tantos años entrenando casi a diario, tu cuerpo lo necesita. Más con todo el estrés que vives constantemente.

—Bueno... gracias por obligarme, doctora.

—Gracias a usted, por obedecer a su doctora.

Él asintió sonriendo, ella no dejaba de verlo con ese leve sonrojo y la picardía en la sonrisa que le había instalado desde la primera vez que la besara. Y ahora, un vistazo rápidos a esos labios, lo tenían pensando en cómo hacer para volver a hacerlo.

Suspiró.

—Será mejor que me vaya, Sakura. El ejercicio fue revitalizante pero ya me está dando hambre.

Ella carcajeó.

—Sí, entiendo... buenas noches, sensei.

No podía haberle dicho aquello.

—Buenas noches, Sakura.

Y levantó la mano en saludo, siendo ese el primer momento en que la dejó libre de su contención. Los dedos picaron, y fue ella la que rompió la prudencia al acercarse y, en puntas de pie, impulsarse para dejarle un suave beso en la mejilla cubierta.

El cuerpo se le estremeció, imposible ya contener las ganas que le llevaron a acariciarle el rostro tan cerca de él. Ella le sonreía tan cálidamente, que tuvo que aferrarse a sus convicciones para no ceder. Estaba hermosa, estaba tan a su alcance, comenzando a derribar barreras, a borrar errores, que fue sentir el corazón alocarse para que sus fantasmas se removieran.

¿Qué estaba haciendo?

Ella había comenzado una nueva vida, un mejor hombre la cuidaba, le iba a brindar todo lo que él le daría sino estuviera roto y ahora, ¿quería quitárselo por mero egoísmo?

—Perdón —le dijo ella sonrojada.

—¿Perdón por qué? —su fachada fatigada era lo único que lo mantenía ilegible.

—Por el beso.

Él le sonrió— Me gustó.

—A mí también —suspiró—... me encantó volver a compartir contigo.

—Sí...

—No vuelvas a alejarte.

Ella era valiente, por dios que hasta demasiado, si no sólo le enloquecía la ganas, sino que asustaba a todo lo mal que estaba en su vida. El corazón le latió con más fuerza y no pudo más que sonreír para no mostrar el terror y el gusto que le invadían.

—Ya no... no volveré a irme —. Le sonrió, con esos jades encendidos y ahora apretaba las tiras de sus bolsos—. Ahora ve, te están esperando.

Ella asintió, la mueca le tembló, tal vez había algo de desilusión en aquello, pero fue saludarle una vez más para obedecerle y voltear calle arriba, hacia su destino, hacia él.

Kakashi suspiró.

El corazón aún martilleaba contra el esternón, y los dedos que la tocaron ahora se acariciaban entre ellos, buscando sentirla un poco más en aquel contacto.

Volvía a su vida, volvía como antes. No, mejor que antes, porque la historia los unió mucho más; las noches, las mañanas, cada momento que la saboreó invadiéndola, cada gemido, cada sonrisa. Hasta aquel te amo que él despreció en medio de su terror.

¿Se los diría a Seiyi? ¿El placer que él le provocaba se reflejaría igual en sus jades?

Quería creer que no, pero la nobleza de la joven no le permitiría otra cosa.

La observó caminar, como la coleta rosa se balanceaba a cada paso, como esa silueta se contoneaba un poco más, quizás sospechando de los ojos que la escoltaban a la distancia. Le dedicó una sonrisa cuando giró en la esquina, que la quitaba de su campo visual, y luego respiró hondo.

Estaba aterrado y a la vez feliz. Había visto una posibilidad, ella ya no huiría y él... él tampoco. No, no lo haría.

Ya no.

No sabía cómo carajos iba a hacer con todo lo que sentía, con su emoción rota, con sus miedos. Pero ella lejos, ya no lo soportaba.

Y por dios que era sincero cuando lo decía. Sincero en aquella afirmación, como en el tácito pedido que golpeaba sus pensamientos en la culpa, porque era imaginarla en sus brazos nuevamente, para también rogar que su amigo le perdonara, porque ahora haría lo imposible para enamorarla de nuevo.

El resto, dependería de ella.



¡¡Hola!!!

¡¡Felíz Navidad!!

¡¡Felíz Año Nuevo!!

Último capítulo del año, con este regreso tan esperado, con esta nueva etapa que se abre para Sakura, para Kakashi y también para Seiyi.

Se vienen momentos complicados para Sakura... pero extremadamente deliciosos. ¿Con quién se quedará? ¿Elegirá a uno? Mmmmm....

Terminando este 2022, mi espíritu busca los balances y aquí me llevo una sensación taaaaan hermosa. Esta historia comenzó en abril del 2021 y ¡¡aquí sigue!! Una historia que ahora, con este capítulo, entra en su tercer y última etapa, que no significa que será más corta.

Gracias por haberme acompañado estos dos años. Gracias por seguir allí, preguntándome cuando saldrá el próximo capítulo, alentándome, pidiéndome más. Yo estoy simplemente... ¡¡felíz!!

Ahora sí, los dejo leer.

Nos vemos en el 2023 ;)


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