Capítulo 57
Las noches no habían sido las mismas desde esa maldita fiesta de cumpleaños.
La memoria de ella en sus dedos, en su piel, se había vuelto casi alienante, el dolor de su ausencia ya ni se sentía de tan profundo que calaba en el pecho adormeciendo los sentidos. Era ver una de sus sonrisas en algún recuerdo, para que la suya se estirara doliendo al saber que solo eran eso, un recuerdo.
Pero fue peor, si acaso era que se podía empeorar, desde esa noche lluviosa en el bar.
Ser testigo del nerviosismo que endurecían esos jades mientras le buscaba entre el gentío, al oír su nombre; con que temor parecían rogar no encontrarlo, y con qué ansias recorrían cada rostro. Ella no le vio, pero él sí. Aun antes de cruzar aquellas atestadas puertas.
Le dolió la dulzura que se dibujó en sus labios cuando volvió a Seiyi, la calma que cubrió sus párpados entornándolos al oír la voz de su acompañante. Con que devoción le escuchó, con que placer le sonrió después, dejando que sus mejillas se le encendieran.
Fue peor haber entendido que él se había convertido en un pasado tortuoso, que ser consciente del placer que la derretía en la cama del otro. Si creyó que le dolió verla salir de la habitación del Conde, en ese instante no sabía nada. Por qué verla huir de él, huir simplemente de una mirada, eso fue lo que terminó de desgarrarle.
—Mierda —maldijo al levantar los últimos papeles y constatar que había más.
Los arrojó apoyándose bruscamente en el respaldar de su sillón de oficina, antes de pasarse las manos por el rostro. Estaba cansado. Cansado de todo ese mundo de papeles, de sus decisiones, de las escasas horas de sueño.
Su mente era un desastre y había perdido el lujo del tiempo exclusivo de lectura, uno que le adormecía las emociones reemplazándolas por esa fantasiosa lujuria, que se deshacía en escenarios mentales. Como lo extrañaba. Más que el sexo con Zulima, y ella sabía muy bien qué puntos presionar para relajarle.
Que más daba. Podía echarle la culpa a cientos de cosas, detallar excusas tan precisas que hasta él mismo dudaría en no creerlas, y aun así sabría que sería mentira. Porque su cansancio no era tal, no venía de la sobre exigencia del cuerpo, ni del sueño esquivo. Venia de las ausencias, aun siendo una que eligió y que lamentablemente elegiría otra vez.
Sólo hubo un instante luego de las palabras de Guy, en el que el corazón se le aceleró considerando que aquello podía terminarse, que sus miedos podía ser meros retorcidos pensamientos, que se aferraron a las certezas de un niño demasiado pequeño para entender la muerte en soledad. Pero fue alejarse del bar debajo de la lluvia, para que la costumbre de años acarreando con esa verdad, lo regresara al cómodo y doloroso lugar en donde ella lejos, ella con otro; era lo correcto.
No había escapatoria para él, porque aquello era una condena eterna. Y así parecía funcionar. Porque estaba a salvo. Ella lo estaría.
Pero fuera de su vida.
¿Y eso estaba bien?
El golpeteo de las agujas del reloj de pared, resonó seco en el lánguido silencio, llevándole la atención a el. Le miró. La mañana había comenzado dos horas antes que cualquier jornada. Era de noche cuando entró al edificio siendo saludado por el sereno. Ya que el sueño le fue esquivo, aprovecharía la vigilia preparándose para la reunión de la aldea. Y para su proyecto de comunicación, el cual iniciaría con los sectores que más se beneficiarían de aquello.
La reunión de la aldea...
Esperaba ese momento desde hacía días. Y a la vez, lo dilató en semanas simplemente para darle espacio. Y darse espacio.
No podía negar que aquello no lo tenía nervioso. Y ansioso. Porque al fin la vería y ella no podría escapar de su mirada, ni de responderle sin intentar alejarlo o recordarle que la dejara ir. No, no podría.
Debería soportarlo. Y... no le gustaba eso.
Suspiró.
Pronto serían las nueve. El personal primordial había entrado a las ocho. Los administrativos estaban a nada de llegar, y con ellos el bullicio y Shizune, quien le traería su café cargado de la mañana. La morocha le había pegado el vicio y, en un día como ese, simplemente lo agradecía.
—Será mejor que siga con esto —se dijo a sí mismo para golpear luego con las palmas los apoyabrazos, e incorporarse a tomar la nueva tanda de documentos pendientes. Estos eran de la policía.
—Buenos días —se anunció Shizune, luego de golpear la puerta con sus toquecitos de dedo índice, y entrar lentamente— ¡Ah! Estás solo.
—¿Quién más estaría aquí a esta hora?
Shizune sonrió para luego cerrar la puerta con la mano libre. En una traía dos cafés en una bandeja de cartón.
—¿Una rubia alta y tetona?
—¿Tsunade?
Rodó los ojos.
—La que te follas —y apoyó la bandeja en el escritorio, retirando el primer vaso para extendérselo—. Amargo y cargado, como siempre.
—No me follo a Tsunade.
La morocha carcajeó, frunciendo el ceño después.
—Me clavaste una imagen mental... ¡ay, dios! —Kakashi ahora destapaba su vaso de café riendo— No, me refería a tu amiguita.
—Zulima —Shizune asintió tomando su vaso—. No, hace días que no la veo.
—Y te haría falta una de sus visitas.
—Como a ti —le sonrió malicioso.
—¿Qué insinúas?
—¿Charla... de mujeres? —la chica le entrecerró los ojos amenazadora— ¿Qué? Creíste que yo quise... ¡Shizune! —se hizo el ofendido— ¡No soy de pensar esas cosas!
—Ja ja —carcajeó irónica antes de beber el primer sorbo.
Kakashi hizo lo mismo. Necesitaba esa infusión más de lo que admitía jamás.
—Bueno, vamos a comenzar. ¡Hoy tenemos un día! —cortó la mujer, llamando a la seriedad del profesionalismo—A las diez y treinta ya estarán aquí todos citados, y son puntuales, lo sabes. En una hora comenzarán a llegar.
Kakashi asintió, dejando su café para desplegar las carpetas que ya había leído, mostrando que le faltaban dos.
—¿Qué opinas de esas?
—Bueno —el peliplata se rascó el mentón—. No cambia mucho desde la última vez. Los proyectos abiertos, se tocarán sólo para la rendición de gastos. El del hospital y las carreteras, ya se cierran en esta oportunidad. El resto, es retomarlo para discutir el presupuesto.
—Así es —le sonrió—. Además de presentar el de comunicación. ¿Vas a hacerlo, no?
—Sí, sabes que es lo que más me interesa.
La mujer asintió bebiendo otro sorbo.
—¿Ya decidiste quienes van a comandarlo?
—Anunciaré a los ingenieros en la reunión.
—¡Pero mira que te me adelantaste! —le festejó.
—¿Dudabas acaso?
—No, pero sí —bebió una vez más—. ¿Vas a hablarles a las organizaciones que quieres que lo tengan primero?
—Sí. No voy a dejar pasar más el tiempo. Tiene que estar listo antes del inicio del invierno.
—Bien —observó los papeles acomodándolos para dar un ligero repaso, Kakashi ahora bebía —. Bien. Perfecto... esto está listo y... ¡cierto!
—¿Que te olvidaste?
—Tengo un pedido desde la policía, necesitan ninjas para entrenar a los nuevos reclutas.
—No hay problema con eso.
—Y otro desde el hospital —mencionó rápidamente y carraspeó.
—¿De Sakura?
—Sí.
Hubo un par de segundos de silencio. Aquello era una sorpresa, el corazón se le aceleró aún sin entender bien porque.
—Cuéntame.
—Bueno... tiene que hacer unas compras para el hospital, sabes que Konoha se convirtió en un referente en medicina y-
—No le alcanza el presupuesto.
—No es tan así... será mejor que ella te lo explique. Lo que yo sé es sólo charla entre amigas.
—Está bien —suspiró —, si queda tiempo, lo trataremos hoy.
—¿Quieres los documentos que presentó?
—Tráelos.
La mujer se puso de pie retirándose diligente, momento que Kakashi aprovechó para pasarse las manos por el rostro.
Lo trataría sí sobraba tiempo...
Y sabía que no iba a sobrar. No al menos con todo el grupo. Situación que los que les dejaría a solas, brindándole minutos exclusivos, y aquello no pudo más que gratificarle, tanto como anudarle el estómago.
En ese momento ella ya no estaría obligada a guardar las formas. Allí podría verla al natural, observar exactamente como reaccionaba a él. Tendría su oportunidad. Una que quizás fuera la única que le quedaba.
Los miedos jalaron de nuevo ante la convicción. Pero fue más fuerte la soledad que le miró a los ojos, recordándole todo lo que arrancó de su vida, para que el enojo hiciera el resto.
No, no la desaprovecharía. No sabía que iba a hacer, pero tenerla lejos ya no era más una opción.
Sakura estaba preciosa. El cabello lo tenía más largo, podía apreciarlo cuando movía la cabeza y las puntas de la coleta alta que se había peinado, le rozaba el cuello de la camisa.
Se había maquillado, muy sutilmente, pero realzaba esos preciosos jades que, inquietos, cada tanto le observaban, coronándose con aquel leve sonrojo que siempre le fascinara.
Su actitud fue calma, muy profesional, y más desenvuelta que en reuniones anteriores. El puesto le quedaba muy bien y se notaba que tenía madera para aquello, manejando muy bien la tensión, aunque había algo de ansiedad en su respiración que temblaba cada tanto, una que sólo él podía notar, sobre todo cuando cruzaba con sus ojos y se percataban de que toda su atención estaba en ella.
Le encantó apreciar que aún su cuerpo seguía reaccionando a él, aunque ella huyera ni bien no existían más motivos laborales para mantener aquel contacto.
Cerca del mediodía, todos habían expuestos sus puntos, sin la necesidad de explayarse más del tiempo asignado, ya que el hokage había hecho los deberes más que a la perfección, interiorizándose en cada tema. Las decisiones ya estaban tomadas, solo debieron ser comunicadas revisando detalles en un par de ocasiones, para no generar controversia.
Sakura fue casi la última en ponerse de pie cuando todos estuvieron de acuerdo de que no había más que tratar hasta el próximo mes, luego de que Kakashi anunciara el proyecto de conectividad acercando la telefonía a la aldea. Muy pocos fueron los que se opusieron, temiendo que aquello afectara a ciertos negocios, situación en la que no coincidían los demás. A pesar de ello, no se encontraba en discusión la realización del mismo, lo que hiciera Kakashi fue simplemente comunicarlo. El consejo ya estaba de acuerdo.
—Antes de que se retiren, necesito que el oficial Fūma, la doctora Haruno y el brigadier Yamada pasen a mi oficina unos instantes —miró a Shizune quien se encontraba de pie al lado de la puerta de entrada— ¿Ya llegaron?
Esta asintió.
—Lo están esperando en su oficina.
—Perfecto —ahora giró hacia los nombrados, demorando su mirada por unos segundos más sobre Sakura—. Por favor, vayan con la señorita Kikazawa, en unos minutos estoy con ustedes.
Asintieron poniéndose en marcha, excepto Sakura quien se sonrojó cuando Kakashi no dejó de observarla, agachando la mirada rápidamente para tomar desde el escritorio la carpeta que trajo consigo.
Suspiró. Hasta ese momento no se había sentido tan nerviosa. Se había preparado mentalmente, era de esperarse ese cruce de miradas más allá de lo necesario. No fue que las buscara pero sabía que su cuerpo sí lo haría. Él seguía siendo importante para ella y, pese a la tranquilidad que Seiyi le transmitiera, temía algún embate como las veces anteriores que se vieron. Pero sus temores desaparecieron cuando el comportamiento del varón fue ameno y profesional, haciéndosela fácil la mayor parte del tiempo. Y ahora... una nueva reunión, una más privada, cambiaba las cosas. Tenía otra vez esa sensación de que algo pasaría. La forma en que le miró por última vez fue más intensa, que hasta sus piernas temblaron como si esperaran la orden que no llegaría.
Malditas piernas.
Aún su piel no se olvidaba de cómo se sentían las yemas del peliplata acariciándola, o castigándola. Casi que si podía...
¡No! Nada de eso sucedía ni sucedería. Ya era suficiente.
Todo aquello eran ideas suyas y de esa lascivia que él tan bien había plantado en su cuerpo. No hubo nada raro cuando le miró, ni había segundas intenciones en ello, sólo lo había hecho como lo hizo con el resto al nombrarlos. Cualquier historia, ya era parte del pasado. Ya no más. No dejaría que le afectara ese día ni ninguno más. Era momento de tranquilizar lo... ¡lo que fuera que sentía!
Aún le quedaba una reunión más con él, que por fortuna no sería a solas. Miró a Shizune en medio de la gente, conversaba con el jefe de policía y parecía difícil llegar a ella con tantos en medio.
—Señorita Haruno —el brigadier Yamada, un sujeto fornido, relativamente apuesto y que exudaba testosterona por donde se lo viera, le llamó la atención sonriéndole cordialmente ni bien ella alzó la mirada—. Por aquí le será más fácil pasar —le susurró cediéndole el paso al colocar su cuerpo entre ella y los demás hombres, para luego seguirla.
—Gracias —le respondió sonriendo, cruzando sin querer miradas con Kakashi. Este fijaba una advertencia en el hombre, quien no hizo más que incomodarse por aquel gesto sin entender del todo que significaba. El hokage era intimidante cuando quería.
Los nervios de Sakura aumentaron, como algo más que trató de ignorar.
—¡Sakaura! —le llamó Shizune— Por aquí.
La chica avanzó rápidamente para deshacerse de todos, saliendo de la sala ni bien alcanzara a la mujer.
Los dos hombres citados, las siguieron varios pasos atrás, conversando entre ellos.
Sakura apretaba la carpeta contra su pecho, había algo de nerviosismo en aquel gesto, uno que sólo alguien que la conociera profundamente podría notar.
—Pasó rápido esta vez, ¿no? —cortó el silencio Shizune, antes de tomar las escaleras hacia arriba.
—Eh... ¿la reunión?
—Sí, ¿qué más?
Carcajeó nerviosa.
—Claro, sí —suspiró—. Bastante ameno, y de parte de todos. Había buena predisposición.
—¡Y el hokage estaba preparado esta vez! —rieron las dos— Por cierto, armaste muy bien los números.
—Sí. La arquitecta y el ingeniero son personas muy eficientes y colaborativas.
Ni bien llegaron al piso, tomaron la puerta que los llevaba al pasillo hacia la oficina del hokage.
—¿Ahora vamos a tratar sobre el proyecto de comunicación?
—Sí. ¿Recuerdas que antes del invierno Kakashi quería arrancar?
—Sí. Lo recuerdo.
—Hay sectores sobre los que desea dar prioridad. Por eso los convoca.
Tomaron una curva.
—Entiendo.
—¡Señorita Kikazawa! —la joven voz de un cadete, que avanzaba prácticamente corriendo desde el sentido contrario, les hizo levantar la mirada— ¡Señorita... qué bueno que la encuentro!
—¿Qué sucede? Delegué todo en el cadete Yura, debería remitirse a él.
—¡Sí, sí, lo sé señorita! —se inclinó varias veces en respeto y disculpa— Sólo que llegó un documento del consejo con el sello de importante.
Shizune rodó los ojos. Justamente hoy se les ocurría a esos sujetos enviar algo. Suspiró después para calmarse, sino se descargaría con el pobre muchacho.
—¿No lo recibió Yura?
—Sí, pero ...¡pero me pidió que la buscara a usted! —comenzó a inclinarse nuevamente— ¡Perdón señorita!
—No entiendo —respiró hondo, el ceño se le había contraído en disgusto, pero no se las tomaría contra el joven, al fin y al cabo, cumplía órdenes —... ok, ok —miró a Sakura—. Adelántate, ve a la oficina de Kakashi con el señor Fūma y Yamada. En un rato estoy.
Sakura asintió viéndola partir junto al joven, quien no salió del todo ileso, ligándose un llamado de atención. Y suspiró antes de seguir avanzando.
Hacía tiempo que no iba a esa oficina. Bueno... no tanto, algo más que una semana, pero había pasado tanto desde esa última vez, que era imposible no sentirlo así. El tiempo era relativo a las emociones, siempre se repetía, y en ese instante parecía transcurrir más que lento a cada paso que avanzaba. Aquella oficina le traía recuerdos, estaría inundada del aroma de Kakashi, casi que ya si podía apreciar su colonia desde donde estaba y... algo más. Había algo más. Percibía una energía...
Apoyó la mano en el picaporte cuando al fin lo sintió. Esa energía, ese chakra fuerte y penetrante. Lo conocía... ¿era Seiyi?
Hubo una sonrisa, y una prisa repentina por verle. Sentía que si él se encontraba allí, estaría todo bien, estaría a salvo. Y tener esa sensación tan clara, sólo le hizo preguntarse a salvo de que.
Abrió rápidamente la puerta, con alegría en su semblante.
—¡Hola! ¡Qué sor-
Los presentes voltearon. Uno era Ino, quien ya exhibía una pancita de embarazada asomando desde sus ajustadas ropas, como siempre gustaba vestir. El otro era Sasuke.
—¡Sakura! —Ino le sonrió yendo hacia ella para abrazarla, ella sólo miraba a Sasuke quien ahora entrecerraba los ojos— ¡Qué bueno verte amiga! Hace días que no nos cruzamos. No desde tu cumpleaños. ¡Tienes mucho que contar!
—Sí... el trabajo...
—Llamémoslo trabajo ahora —carcajeó.
Sakura se sonrojó mirándola por unos segundos para volver su atención hacia el Uchiha, luego de escanearla para reconfirmar, y no era a ella a la que había percibido. Era a Sasuke. No podía ser, ¿cómo podía haberlo confundido tanto? Escaneó nuevamente su chakra, el otro se sorprendió al sentirla, al fin y al cabo era también sensitivo, aunque menos que ella.
—¿Qué pasa? —le increpó cuando esta no bajaba su inspección.
—No... nada. Solo que... nada.
—Esperabas a alguien más.
—No... por-
—Buenas tardes, oficial Fūma —Ino saludó al jefe de policía—. Brigadier, un gusto —los dos hombres entraban ahora a la oficina.
Sakura se corrió para permitir que Sasuke saludara también, quedándose quieta al margen mientras meditaba lo que había ocurrido.
Confundir así el chakra de Sasuke fue muy brutal de su parte, y quiso atribuírselo a ese nerviosismo que le arremolinaba el estómago, y a la necesidad de un salvoconducto, pero recordó que no era la primera vez que sucedía aquello.
Sabía por sus estudios, que era normal que los chakras fueran similares entre miembros de la misma familia, como sucedía con el color de cabello o algún rasgo físico dominante, siendo idéntico solo en el caso de hermanos gemelos. Alguna vez lo apreció entre Hinata y Neji, y si bien eran muy parecidos, no resultaba difícil identificar a cada uno, sólo notabas el parentesco antes de verlos cara a cara. Pero Seiyi y Sasuke no tenían una relación más allá de aquella filantropía, que le llevaba al Hyuga a ayudarlo a restaurar su clan.
No eran familia. Ni siquiera amigos. Lo que le resultaba muy extraño.
Seiyi era un Hyuga por parte de su madre, aunque su energía distaba mucho de la de sus primos. Tal vez se pareciera al padre, portaba el apellido Hyuga porque ella lo había tenido sola y...
—Disculpen la demora, caballeros —Kakashi entró de repente, sosteniendo el sombrero del hokage en una mano, el mismo que debería haber utilizado durante la reunión que acaba de celebrarse y que siempre tuvo a su lado, saltándose el protocolo—, damas.
—Buenas tardes, hokage —le saludó Ino.
Este asintió dirigiéndose hacia donde Sakura se encontraba, mirándola al pasar a su lado antes de dejar el sombrero en el perchero unos pasos más allá.
—Como sabrán, los cité aquí por el proyecto de conectividad que anuncié durante la reunión.
Todos asintieron. Kakashi ahora volvía al lado de Sakura, apoyándose en el escritorio. Era evidente que la informalidad era lo suyo.
—En dos semanas el cableado de telefonía entrará en la aldea. Se tomará una semana más para comunicar los principales puntos.
Todos le miraban atentos
—No me centré en los detalles técnicos ni lo haré, si alguien los precisa, ya conocen a los ingenieros que estarán en el proyecto, siéntanse libres de evacuar sus dudas con ellos —suspiró, apoyando las manos en la superficie de madera para relajar más su cuerpo—. Pero no es por eso que los llamé aquí.
Shizune entró en aquel momento, interrumpiendo el discurso.
—Disculpen —se acercó rápidamente el grupo—. Prosiga, Hokage.
—Bien —suspiró nuevamente, el semblante le lucía cansado ahora—. Como les decía, la razón por la que están aquí, es porque los primeros puntos dentro de la aldea que tendrán telefonía, además de esta oficina, serán el destacamento de policía —miró al oficial—, la sede de los bomberos y el hospital —y ahora su atención caía en Sakura, deteniéndose unos segundos en ella, quien cambió el peso de pierna algo incómoda—. Konoha está creciendo, no solo en población, sino en un centro de intercambio comercial, de conocimiento y político. Aumento de población y de ideas, conlleva a más accidentes, y es por eso que mi intención es que los cuatro principales centros de atención y emergencia, cuenten con una comunicación rápida para hacer frente a las urgencias.
Los presentes se movieron inquietos, ansiosos por la noticia y alegres por la facilidad que aquello acarrearía en su trabajo diario.
—El señor Uchiha y la señora Yamanaka ya conocían de mis planes, y están aquí para colaborar con ustedes en la definición de grupos de emergencias, con paramédicos, oficiales y brigadieres disponibles las veinticuatro horas para salir al rescate de cualquier situación.
Miró a Ino al terminar su discurso, esta le esperaba. Y asintió como la señal que le daría la entrada.
La rubia carraspeó llamando la atención de todos.
—Como ya es de completo conocimiento para el oficial Fūma —comenzó, todos la escuchaban—, a lo largo del año pasado y hasta hoy, iniciamos unas pruebas utilizando las habilidades del clan Yamanaka, aplicadas a la detección primaria de situaciones delictivas. Los resultados fueron muy favorables, aunque reconocemos que se puede mejorar mucho más.
Fūma, un oficial poco más joven que Kakashi, admirador de Inoichi, asintió sonriendo afablemente.
—Si bien, como Yamanaka, puedo transmitir información mentalmente, del otro lado el receptor debe ser también sensible al jutsu para que se abra un canal cien por ciento efectivo, sin consumir tanto chakra. Con la comunicación telefónica será más sencillo interactuar con civiles, además de ninjas que no tengan manejo de chakra.
Y miró a Kakashi quien sonrió satisfecho.
Sakura hizo lo mismo, con orgullo hacia su amiga. Estaba enterada de que trabajaba en un proyecto importante, pero nunca habían podido conversar realmente del tema, por cuestiones de seguridad. Ino era increíble, además de lucir espectacular hasta embarazada.
—Bueno, Sasuke —Kakashi le dio la palabra—, tu turno.
—Mi trabajo consistirá en desarrollar una oficina de emergencias que coordine todos estos puntos, identificando al equipo adecuado que deba concurrir al lugar del hecho para prestar asistencia.
Todos asintieron, y ahora Kakashi miraba a Sakura.
—Doctora, deberá conformar equipos de paramédicos, ya sean ninjas o civiles con entrenamiento médico, que estén disponibles solo para dar asistencia en la calle.
—Entiendo —le respondió.
—Oficial Fūma, sus equipos seguirán patrullando pero deberán mantenerse accesibles todo el tiempo. La ventaja adicional con la que contarán es que ahora podrán comunicarse más fácilmente con los otros tres sectores
Este asintió.
—Lo mismo para usted brigadier —el hombre le miraba atentamente asintiendo después—. Sé que hay dudas, y detalles que definir, por eso les pido que le informen a Shizune —la señaló dirigiendo su mirada a ella, esta asentía con su anotador en mano— sus disponibilidades y coordinen las reuniones que sean necesarias para estas definiciones. Ella ya tiene los horarios de los ingenieros.
Miró a cada uno ahora, quienes le asintieron acercándose la morocha. La última en la que posó sus ojos, fue en Sakura.
—Doctora —le llamó, esta alzó la vista a él con algo de nerviosismo, pero sin dejar que se le notara —, entiendo que su agenda es más complicada pero-
—No hay problema, hokage sama —le interrumpió—. El proyecto es muy importante y le acompañaré en todo lo que sea necesario. Mañana a primera hora estará mi secretaria aquí para coordinar con Shizune.
—Bien —quedó viéndola, ella a él. El resto estaba entretenido, nadie notaría aquel tiempo que quedaron solo viéndose, aunque fueran segundos hasta que ella se sonrojara agachando la cabeza—. Bien — repitió incorporándose desde el escritorio—. Eso sería todo por hoy.
Fūma y Sasuke, que estaban hablando entre ellos, asintieron siguiendo con lo suyo, mientras Ino y Yamada terminaban de dejar sus datos con Shizune.
Sakura se abrazó a su carpeta, observando por unos segundos al peliplata que se quitaba la casaca blanca de hokage, colgándola del perchero.
Suspiró. El hombre lucía cansado, ella sabía lo que lo estresaban las formalidades y las reuniones, era una persona más de estrategia y acción que para estar encerrado lidiando con política. Pero, a pesar de todo, lo veía entero, recordando en ese instante la mirada de dolor que le sostuvo cuando se cruzaran en el Lux, al salir de sus respectivas habitaciones.
Dolor.
Sí, eso fue lo que había visto. No se equivocaba. Esa pizca de desilusión en la confirmación de aquello que esperaba no se diera. Y no le gustó, porque no debería haber sucedido, sólo ella era la que tenía que estar desilusionada.
Y como si aquel pensamiento le llamara, fue él quien ahora le observó al apenas voltear el rostro.
Sakura agachó la cabeza buscando luego con los ojos a Shizune o a Sasuke, quien ahora le miraba acercándose a ella.
—¿Vas para el hospital? —le preguntó.
—Sí. Tengo una ronda antes del almuerzo.
—Bien, voy contigo.
Comenzaron a caminar hacia la puerta. Shizune y Fūma ya estaban saliendo, detrás iba Yamada hablándoles, e Ino, a su lado, le sonreía. Era evidente que el brigadier le parecía apuesto, ese aleteo en las pestañas era coquetería.
—¿No vas a almorzar?
—Después. Karin fue a llevar a los bebés a la consulta. Me espera con Seiyi.
Sakura entrecerró el ceño mirándole extrañada.
—¿Seiyi?
—Sí —sonrió, se le iluminaban los ojos cuando hablaba de sus hijos—. Se ofreció a ayudarla cuando le dije que no podía estar por la reunión.
—No sabía nada.
Sasuke se encogió de hombros, estirando la mano para abrir la puerta de salida que se había cerrado sola luego de que Ino la cruzara.
—Doctora Haruno —la voz de Kakashi los detuvo, volteando a verle—. Tengo aquí los documentos sobre el tema adicional a tratar.
—Ah, sí. Se los dejé anoche a Shizune —carraspeó, se había puesto nerviosa otra vez y no había motivo en ello—. P-pero no es urgente.
—Entiendo —suspiró tomando las dos hojas que conformaban el documento — ... pero no quiero dejar nada abierto. ¿Tiene unos minutos?
Ella apretó los labios. El estómago hizo lo mismo latiéndole rápido el corazón luego. De quedarse, estarían a solas y eso era a lo que más temía. Pero necesitaba tratar ese tema.
Y Kakashi lo notó en la duda que demostraban sus huidizos ojos. No era su intención presionarla, pero no quería dejarla ir. Esos minutos a solas con ella eran todo lo que le permitió sobrellevar con ganas la bendita reunión.
—La semana que viene no voy a estar —insistió—, pero sino puede en este momento no hay-
Sasuke la miró demorando en salir.
—¡No! Está bien. Puedo ahora —suspiró.
—¿Quieres que te espere? —le susurró el Uchiha.
—No, no hace falta —le sonrió con toda la calma que pudo—. Gracias. Estaré bien.
Este asintió, echándole una mirada de advertencia al peliplata antes de voltear para retirarse.
—Sasuke —le detuvo Kakashi— ¿Le dices a Shizune que venga ni bien se desocupe?
Este asintió y luego cruzó la puerta para al fin irse sin saludar, fiel a su estilo.
Sakura suspiró al quedar a solas mirando de inmediato al peliplata, este leía el documento que le mencionara. Aquel gesto, le dio seguridad. Saber que la morocha entraría en cualquier momento, le tranquilizaba, él no intentaría nada extraño.
El agarre en su carpeta se aflojó antes de comenzar a avanzar. Kakashi sonrió sin dejarse ver. La conocía lo suficiente como para saber que con aquello la relajaría. La quería así, la necesitaba así. La necesitaba cerca.
—Bien —volteó a la segunda hoja— Está claro.
Suspiró al terminar, tocándose la sien con dos dedos. El cansancio le comenzaba a pasar factura provocándole un dolor de cabeza.
—Lo detallé lo más conciso posible —aclaró Sakura—. Traté de no irme... por las ramas.
Sonrió nerviosa.
—Está claro. Y breve —devolvió el gesto al alzar la mirada—. Bien... así que necesitas comprar cinco incubadoras más, pero el presupuesto excedente de la obra te alcanza sólo para dos.
—Sí. Pero teniendo en cuenta el proyecto de conectividad, creo que este gasto deberá esperar.
—No es necesario. Los fondos los administra la aldea. No tienes que tocar los del hospital.
—Oh... bien. ¡Excelente! —sonrió— Era el proyecto que hace mucho querías...digo, quería realizar.
—Sí —suspiró—. No fue fácil convencer al consejo pero... digamos que... fui persuasivo.
—¡Me imagino! —y carcajeó por lo bajo.
Kakashi entrecerró los ojos sonriendo. Aquella risita le supo a gloria.
—¿Qué quieres decir?
—Nada malo... que el hokage es muy... digamos... inteligente.
Kakashi carcajeó ahora, la voz se le oscureció en aquel coqueteo intencional.
—¿Esa es tu definición de mí?
—Bueno... digamos que sí, hokage sama.
—No me llames así. Entre nosotros-
—Hokage está bien —aclaró rápidamente Sakura, cortando con aquellas risas—. Le debo... respeto.
Y distancia, pensó Kakashi.
Sonrió.
Ya había sido suficiente, que ella riera con él había sido mucho luego de todo lo que le hiciera semanas atrás.
—Entiendo —respiró hondo tomando las hojas nuevamente entre sus dedos—. Bueno, la aldea puede colaborar con los fondos para una más —ella asentía—. Pero, podemos conseguir el resto si logro convencer al daimyo la semana que viene.
—Eso... sería... ¡sería excelente!
—Sí, pero primero debes convencerme a mí de que te dé el dinero para una.
Sakura le miró, él estaba serio.
—Bien —dio un paso al frente apoyando la carpeta sobre el escritorio, respiró hondo después—. El crecimiento de Konoha en los dos últimos años fue exponencial, eso no es novedad.
Kakashi asintió. Se veía preciosa cuando tomaba ese rol, tan profesional y seguro. Casi que no parecía la misma Sakura de sus inicios, una niñita caprichosa, algo histérica y buscando con esfuerzo su lugar. Ahora lo tenía. Era una mujer preciosa, fuerte, segura. Y tan sumisa cuando la excitación le nublaba el juicio. Era una joya.
No necesitaba ser convencido de nada, el informe que presentara hablaba por sí mismo con las cifras, y lo entendía perfecto. Esas dos simples hojas servirían para tener al daimyo de su lado, pero escucharla hablar tan desenvuelta, relajada, sin nadie más al rededor, era el único desliz que podía permitirse con ella. Y no se abstendría.
La joven cambió levemente el peso de cadera, la cintura se marcó aún más debajo de esa camisa apretada. Sus pequeños pechos apenas si sobresalían del botón que se había desaprendido.
Las mejillas coloreadas por la pasión de su discurso le resaltaba los jades, y esa pequeña boquita, suavemente maquillada, brillaba al moverse. Sus dulces labios... les extrañaba.
—No sólo fue la alta tasa de natalidad la que sobrevino con la paz, sino las consultas de las aldeas circundantes. La decisión de Tsunade de incorporar tratamientos tradicionales a la medicina con chakra aumentó la eficacia de...
Preciosa. Única.
Y era suya.
—Disculpen —fue Shizune la que se asomó cortando la elocuente exposición— ¿Me llamabas?
Kakashi gruñó por dentro.
—Sí, pasa —le dijo al fin. La mujer se acercó diligentemente observando a Sakura por unos segundos.
—Dígame.
—Necesito que te comuniques con la academia y que dispongan de los tres estudiantes más avanzados. Envíenlos al destacamento de policía mañana a primera hora. Deberán dedicar sus horas fuera de la academia al entrenamiento de policías.
—Perfecto —tomó nota en su libreta.
—Naruto y el consejo vienen esta tarde, necesito los reportes de la expedición de la semana pasada y, tráeme una aspirina.
Sakura le miró.
—¿Qué sucede?
—Es una jaqueca, nada grave.
—Shizune, no traigas la aspirina. Me encargo yo.
La morocha le miró algo sorprendida. Desde que se descompusiera Kakashi, ella fue su médico hasta que el doctor Izusu se hiciera cargo. Así lo habían acordado las dos, para facilitarle superarlo.
—¿Sakura?
—Déjalo en mis manos, Shizune.
La mujer suspiró y luego torció la boca. Ya Sakura se acercaba a Kakashi indicándole que corriera un poco el sillón para que pudiera alcanzarle con las manos.
—Bueno —se rascó la mejilla — ...entonces el reporte y el anuncio y... ¿algo más?
—No, es todo. Gracias —le respondió el peliplata sin mirarla. Toda su atención estaba en la pelirrosa que ahora desplegaba el chakra de inspección.
Shizune dudó, pero fue observarla por unos segundos para entender que nada podía ni debía hacer allí. Ella se veía bien, entera. Él más que a gusto.
Suspiró y se largó a hacer su trabajo.
—Enderécese un poco más —el peliplata obedeció y ahora ella apoyaba la mano derecha sobre la frente, correspondiendo la izquierda en la nuca para facilitar la presión—. Está muy tensionado, los músculos del cuello... están rígidos.
Seguía refiriéndose a él con respeto. Con distancia. La corregiría, pero fue mejor lo que sintió después. Esa cálida piel apoyándose en la suya, era mil veces mejor que cualquier palabra.
No le dijo nada, sólo cerró los ojos cuando la sintió. Un frunce vino después cuando el chakra comenzó a penetrar por su piel.
—Lo lamento.
—No... hay problema —dijo en un suspiro al sentir el alivio de aquel procedimiento.
Su semblante se relajó, todo su cuerpo le siguió después. Y Sakura simplemente le observó. Ahora que sabría que él no la advertiría, se permitió esos segundos de calma contemplación.
Su ex sensei era muy apuesto. Un hombre masculino, frío sino se le conocía, distante sino le interesabas. Y con ella fue siempre tan diferente. Aun cuando no le prestara demasiada atención como maestro, sabía que estaba siempre cuidándola, lo sintió cada vez. Estaba segura cerca de él, todos sus movimientos no pasaban desapercibidos.
Hasta este.
No se percató el momento preciso cuando abrió los ojos y se fijó en ella.
La mano sobre la frente ya no irradiaba tanto chakra, no era necesario. El procedimiento había terminado. En la nuca, ya no había agarre solo los dedos que temblorosos apenas se perdían entre los cabellos plateados casi como en una caricia.
—Sakura —le susurró.
Ella dio un respingo, pero no se fue de ahí.
—¿Estás... mejor?
Y ahora le tuteaba.
—Sí.
Ella le sonrió. Él hizo lo mismo.
Y luego esas pequeñas manos se alejaron de su cuerpo.
—Bien —suspiró algo nerviosa al dar un paso atrás, tomándose una de las manos, Kakashi no pudo dejar pasar ese gesto cuando vio que se acariciaba la palma que lo había tocado—. Estás muy... tenso. ¿Entrenas?
—La verdad... poco últimamente.
—Siempre fuiste un hombre en estado... tu cuerpo necesita moverse. Deberías entrenar más.
—Lo tendré en cuenta.
Ella agachó la mirada cuando ya no pudo sostenerla, y era que él no podía dejar de observarla aun cuando sabía que debía ser cauteloso en aquello. Volvía la tensión en la chica en ese nuevo paso que dio hacia atrás alejándose, huyendo otra vez.
—Bueno —carraspeó—. Gracias por... esto —se señaló la cabeza sonriendo—. Ahora, ¿me decías sobre las incubadoras!
—Ah... sí ,sí...mis incubadoras.
—¿Tuyas?
Rio sonrojándose, para luego relajar su postura al apoyar el peso en una pierna.
—Bueno... es que... realmente la estoy peleando en esto.
—¡Ya lo creo!
—¿Qué? —le miró entrecerrando el ceño amenazante— ¿Qué quieres decir?
—Bueno —se rascó el mentón, los ojos se le estiraron en una sonrisa— ... conociéndote, debes estar... intensa.
Sakura volvió a reír.
—Sí... en eso... tienes razón. Pero, sólo algo.
—¿Algo? —él también rio, una carcajada grave que le supo exquisita a Sakura, llevándola a morderse el labio inferior sin darse cuenta. Los ojos del peliplata cayeron allí, como si buscara aquellos pequeños gestos que la delataban más allá de lo que ella pensara— Mmmm... no eres una mujer a medias, Sakura.
—¡No digas eso! —volvió a reír y ahora eran los inquietos dedos que se apoyaban en el escritorio, los que la dejaban en evidencia— ¡Soy una mujer moderada!
—No conmigo.
Las risas se silenciaron tras aquel comentario. La espalda se le enderezó alejando esa mano, alejándose un nuevo paso.
Y la volvía a cagar.
Kakashi suspiró agachando la cabeza apenas.
—Lo siento.
—No... no pasa-
—Sí, pasa —le miró—. Perdóname.
No le dijo nada, fue ese abrazo que se dio a sí misma el que habló por ella.
—Fui un idiota contigo.
—N-no tienes que disculparte... por...
—Sí. Tengo —suspiró nuevamente—. Necesito pedirte... No debería haberte besado esa vez.
Ella asintió tímidamente apretando los dedos que tomaban sus brazos. Recordaba el dolor que le causó aquello, pero más recordaba la sensación que le dejó sobre sus labios. Estuvo mal, pero no por ello no dejaba de extrañarlo.
—Ni haberte presionado en tu cumpleaños.
—Eso no...
—Sí, eso fue muy bajo de mi parte —suspiró nuevamente, su semblante era serio, su mirada profunda, pero no había esa dureza con la que le habló aquella noche en que cortara todo con ella—. Estabas tan hermosa y... lo siento, no debí hacerlo. Y te pido disculpas también por eso.
Sakura negó. Aquello la había dejado descolocada, pero no por eso no le agradaba.
—¿La aceptas? —ella le miró sorprendida— ¿Aceptas mis disculpas?
Quedó inmóvil, casi anonadada, mirándole a los ojos, sin responder más que el silencio que les permitía contemplarse buscando en la ausencia de palabras la respuesta.
—¿Sakura?
Dio un respingo ante la demanda, asintiendo después.
—Sí...
—No voy a molestarte más y-
—Tu no me molestas —ahora era Kakashi quien asentía—. Sólo que... ya sabes... me ...déjalo así.
Le sonrió tímidamente al verle. Estaba ruborizada. Y él hizo lo mismo. El corazón se le volvía loco en el pecho aunque lograra ocultarlo. Dejar de mirarla no era una opción, no ahora que a ella parecía no molestarle que lo hiciera.
Sentía que había avanzado.
— Te veo bien. Estás bien y —le sonrió— ... me alegro mucho.
—Sí —el abrazo se profundizó unos segundos antes de relajarse—... estoy empezando algo con...
—Lo sé —no le gustó que lo mencionara, no dejó que pronunciara su nombre, pero mantuvo la postura sonriéndole como pudo después— ¿Te hace feliz? —ella asintió— Bien.
El silencio nuevamente los dejó sólo mirándose, pero sin ser incómodo esta vez. Sakura relajó de a poco ese abrazo, ahora las manos bajaban quedando aferradas al frente.
—Tú... ¿estás bien?
—¿Yo?
Asintió.
—Bueno...digamos que...estoy ocupado. Muy ocupado.
Y ahora ella le sonreía asintiendo.
—Claro. Entiendo —suspiró, hubo un mechón que le rosó el rostro y aquella mano que lo acomodó detrás de la oreja, y él seguía cada movimiento—. Estás más delgado —le miró, hubo un leve sonrojo que la embelleció—. Deberías cuidar más de ti mismo.
— Lo hago.
—No se nota —suspiró y luego se acercó un paso—. Debes comer bien.
—Como bien.
—¿Cuantas veces al día?
—Cuatro.
Le miró con incredulidad.
—Bueno, tres. En realidad tres.
—Kakashi...
—Hago ayunos. ¿Ves? Me cuido.
—Inténtalo de nuevo.
—¡Lo digo en serio!
—Mmmmm...
Kakashi sonrió. Le había atrapado.
—Está bien... lo admito, a veces como dos veces, otras una. Da igual.
— De ahora en más no debe darte igual —había preocupación en su tono de voz—. Tuviste una afección respiratoria muy fuerte, estás bajo estrés constantemente y te alimentas mal. Kakashi, eso va a debilitarte.
—Tú ganas. Lo haré. Comeré bien.
—Voy a darte la dirección de un nutricionista —tomó la lapicera que se encontraba sobre el escritorio, y un anotador —. Envía a Shizune aquí, y dile que te preparen una vianda dos veces al día, alta a en nutrientes, sobre todo en proteína y verduras. Necesitas recuperar masa musc-
—¿Dices que compre comida?
—Sí.
—No me sobra el dinero, Sakura.
Esta carcajeó.
—¡No seas tacaño! Eres el hokage, prácticamente te la regalarán.
—Soy quisquilloso. Me gusta preparar mis alimentos.
—¿Si? —terminó de escribir las recomendaciones— ¿Desde cuándo?
—¿Desde siempre?
Una risita escapó al arrancar la hoja desde anotador para extenderla.
—Toma —obedeció— ¡Y deja ya de mentirme! Sé que eres muy perezoso para hacerte la comida —le sonrió.
Él carcajeó.
—No lo soy.
—Sí, lo eres. Te conozco.
—Te cociné muchas veces. ¿Acaso te olvidas?
—No, no me olvido, pero...
—Y elogiaste cada uno de mis platos.
Ella asintió, ahora sonrojándose tímida ante el recuerdo, uno que pesó por un momento por como acababan aquellas comidas, lo mucho que disfrutaba de robarle cada bocado de entre sus dedos, para besarlo después, para perderse en esas dulces palabras que no prometían nada, pero que tanto bien le hacían.
—Cocinabas sólo para mí.
—Sí.
—Y ahora —suspiró cuando la sonrisa comenzó a desaparecer— ... ¿sigues cocinando?
Kakashi respiró hondo. Sabía a donde iba esa pregunta, ya su salud era un tema menor en aquella conversación. Y también sabía que debía mentirle, había algo dentro de él que lo exigía.
Pero no lo haría.
—No. Ya no —Sakura quedó fija en sus pupilas—. Tenías razón —alzó la indicación entre sus dedos—. Voy a necesitar de esto.
Ahora asentía. Ya no había sonrisas.
Y Kakashi le miraba. Ella ya no huía. Ya no lo hacía, sólo se fijaba en él mientras las yemas de una mano rosaban la madera del escritorio.
Estaba hermosa. Se veía tal como aquel día en que todo había iniciado, cuando la encontrara a la sombra de ese frondoso árbol en el bosque de entrenamiento. Tan ingenua, tan dócil a su voz, tan dulce. Y a la vez había algo distinto en aquellos jades, un anhelo que esperaban ignorantes de su movimiento pero lascivos al goce que su mano podía brindar.
Hubo una calidez en su pecho que no podía ser entendida de otra forma que no fuera dicha, y hubo esperanza. Ella estaba en una nueva historia en su vida, otro hombre, promesas ciertas. Pero no se olvidaba de él, lo sabía. Aquellos labios que se abrieron apenas jadeantes cuando sus ojos no la soltaron, sabía que el pulso se le había acelerado y ahora sabía que pronto daría un paso atrás sino se detenía, vio la dubitación en sus piernas y en la mano que ahora se retiraba de aquel escritorio.
—Bueno —dijo suspirando— Lo haré, doctora.
Sakura sonrió.
—Y ahora sígame contando de su nuevo proyecto, las incubadoras.
Contrario a lo que esperaba, estuvo menos nerviosa al verlo, aunque no pudo evitar que se le acelerara todo cada vez que cruzaron miradas, ya sea por trabajo o porque simplemente lo descubría observándola. Porque la miró, y más de una vez.
Sonrió al salir del edificio del hokage, ya daban pasadas las dos de la tarde. Su intención era regresar al consultorio ni bien acabara la reunión, una ronda y tal vez un par de pacientes antes del almuerzo, luego aprovechar el hermoso día que hacía para comer una ensalada a la sombra de su árbol favorito en el parque. Pero no fue así, al final, decidió quedarse a almorzar con Kakashi, la reunión por las incubadoras se extendió más del tiempo que el que había estimado, llegando la hora del almuerzo y aquella invitación que ella aprovechó ,no sólo para tener una comida gratis, sino también para asegurarse de que él se alimentara bien, eligiendo el plato.
No le pesó esa decisión, y por un momento, mientras comían y conversaban de trabajo, algún chiste de por medio que le robaba unas carcajadas, se sintió como si nada de aquello que los convirtiera en unos extraños, hubiera sucedido. Se sintió como antaño, como cuando sólo eran algo más que sensei y alumna, como cuando eran amigos. Aunque entendía que llevar ese título aún le era difícil, de verdad lo prefería a no tenerlo, ese fue el descubrimiento de aquella mañana.
Debía aprender a verlo con otra, a saber que ya su complicidad no era exclusiva, a que nunca más sentiría el calor de esos labios sobre los suyos, ni su cuerpo, ni esos ojos hambrientos recorrerla, y así estaría bien. Porque era mil veces mejor escucharlo reír, discutir por trabajo con ella, a tratarlo con la distancia de un superior que solo aplicaba al trabajo y al frío respeto de la jerarquía.
Sabía que había asumido un riesgo al quedar a solas con Kakashi, y por un momento temió que él hiciera otro de sus avances que le lastimaban y confundían. Pero no sucedió. En su lugar, le pidió disculpas, y fue el Kakashi de siempre, su ex sensei, el hombre que le cuidaba, que estaba allí para ella, que la contenía y escuchaba, que le hacía sentir mejor, aunque ya no la viera como mujer, aunque ya no la deseara. Eso ya no contaba más como una posibilidad entre ellos.
La sonrisa se desdibujó lentamente sin ella notarlo, deteniéndose antes de entrar al parque que quedaba frente al edificio. La brisa era algo más cálida que días anteriores, era una bella primavera. Y suspiró. Se sentía aliviada, sentía que se había quitado un peso de encima y que ahora podría volver a intercambiar con él aunque fuera en lo laboral, pero ya podría. Ya podría hablar sin que el estómago se le contrajera y quedara su cabeza llena de ruido y pensamientos lastimándole después. Y eso estaba bien.
¡Era genial!
Pero aun así, había otra sensación en su pecho.
Volteó el rostro, apenas girando el cuerpo, apretando la tira de su bolso para encontrar el coraje que no sabía que necesitaba. Y levantó la vista. Fijó sus pupilas luego de que la mano libre le funcionara de visera, para opacar el brillo del sol coronando el cielo en ese momento. Y observó aquella ventana, la amplia que daba hacia la oficina del hokage.
Nadie. Quería pensar que no esperaba nada con aquello, pero era mentira porque en realidad buscó verle, encontrarlo otra vez observándola, bregando por ella.
Lo que fuera que sentía se apretujó en el pecho, intentando en vano hacerse pequeño.
Ya no le deseaba... ya había pasado completamente de ella.
Y eso estaba bien también, debía estarlo.
Pero no le gustó.
Suspiró volviendo la atención hacia el parque para luego sacudir la cabeza riendo suavemente. ¿Qué carajos estaba pensando?
Lo que estaba viviendo con Seiyi era igual de intenso que lo que había vivido con él, sintiéndose por momentos aún mejor, más cálido. Hacer las paces había sido lo correcto, no debía confundir una buena relación de amistad que contó con una intimidad única, con un romance. Allí ya no existía eso.
Suspiró. Y reinició la marcha hacia el hospital, recordando el comentario de Sauske. Seiyi le ayudaría con sus hijos en la consulta al pediatra.
¿Seiyi con los bebés de Sasuke? Sonrió. Se había perdido la oportunidad de verlo rodeado de niños, sabía que tenía madera con los pequeños, lo había visto con Sarada, pero verlo rodeado de tres...¡eso sí habría estado bueno!
Esa misma noche le preguntaría como habían salido las cosas, colando el pedido de que la acompañara a visitar a Sarada. Porque hacía días que no la veía y ya le picaban las ganas de sostener a esa sonriente bebita.
—¡Buenas tardes doctora! —la cantarina voz de Noozomi la recibió ni bien entró a la espera de su consultorio—. Se hizo larga la reunión esta vez.
—Sí, ¡ni que lo digas! —le sonrió— Pero, ¿sabes qué? —y la sonrisa se ensanchó.
—¡No! —se puso de pie repentinamente, emocionada— ¡Las incubadoras!
—¡Si! —Noozomi dio un gritillo de felicidad, estaba completamente al tanto de aquella necesidad en el hospital, siendo ella la que colaborara en el armado de los presupuestos— ¡Las conseguimos!
—¿A todas?
—Bueno, a corto plazo solo a la mitad. Pero mi sensei va a-
—El hokage, dirá.
—Sí, sí, el hokage. ¿Que dije? —la otra negó— Bueno, la semana que viene debe viajar a hablar con el daimyo y me prometió que iba a conseguir el resto.
—¡Es excelente, doctora!
—¡Si! ¡Muy!
—¿Ya habló con la doctora Inazawa?
—No, aun no. Pretendo hacerlo esta tarde —suspiró— ¿Almorzaste?
—Si doctora, son las dos y treinta. Perdón, pero mi pancita no aguantó esperarla.
—¡Cierto!
—¿Quiere su café de las tres? Un poco antes pero en fin, no hay nadie esperando consulta y yo también lo necesito.
Sakura carcajeó.
—Sí, tráelo. No voy a decirte que no esta vez —y emprendió marcha hacia su consultorio.
—¡Ah! Doctora, me olvidaba. Vino el papucho de su novio.
—¿Seiyi?
—Sí, ¿qué, tiene otro? —Sakura rodó los ojos riendo— Pasó por aquí con el señor Uchiha, la buscaban para invitarla a almorzar. Pero le dije que no había vuelto de la reunión y se fueron.
—¿Me dejó algún mensaje?
—No, nada. Solo vinieron. Quería decirle.
Sakura asintió agradeciendo, mientras Noozomi salía hacia la cafetería, con la tarjeta para la máquina de café en mano.
Entró sin cerrar, para ir directo hacia su escritorio. Apoyó la cartera en la mesita de atrás, para luego dejar la carpeta. Y allí lo vio. Un pimpollo rosa pastel, adorando con un pequeño lazo verde, como sus ojos.
Sonrió tomándolo delicadamente entre sus dedos. No tenía espinas, se las habían quitado.
Ese había sido Seiyi, y sabía porque lo había hecho. Era para confortarla, él bien sabía lo ansiosa que estaba por esa reunión, el temor que tenía. Le había dado aliento, le había aconsejado, confió en que ella iba a saberlo manejar y que todo estaría bien. Y no se había equivocado, pero por si acaso la buscó, le dejó esa rosa recordándole que él estaba ahí.
Se mordió el labio inferior sonriendo. Seiyi era un hombre completo, tan lleno de detalles que no se esperarían de alguien tan arrogante y avasallador como él, que no necesitaba de hacer aquello para lograr algo con alguien, y aún así lo hacía.
Y eran justamente esas pequeñas cosas las que la enamoraban, las que las tenían pensando en él más allá de una historia que aún no se cerraba. Que la tenían prefiriéndolo a pesar de que aún su corazón sangrara y albergara esas estúpidas esperanzas, que no le hacían bien en nada.
—¿Dónde está?
Watari sonrió.
—En el estar, señor.
Seiyi respiró aliviado, aunque su semblante aun permaneciera frío, mientras reanudaba la marcha tomando el pasillo que lo llevaría a aquella habitación.
La tarde no había transcurrido amena. Una demora en el cierre de un trato hizo peligrar dos contratos millonarios, situación que lo absorbió luego de que dejara a Sasuke y sus sobrinos en la entrada al barrio del clan Uchiha.
Y aunque no hubiera podido estar mucho rato con ella, no fue menor no encontrarla para el almuerzo, sabiéndola a solas con Kakashi. Fue quizás ese asunto el que torció su humor y no la urgencia en el trabajo. El profesionalismo en sus empresas hizo el resto devolviendo su persona a la fría e ilegible de siempre.
No quiso reconocer lo mucho que le había pesado, la simple idea del tiempo que le robaba el peliplata, pero allí estaba, molesto, atribuyendo aquella irritabilidad a la incompetencia de un agente de ventas. Eran quizás esos pocos minutos de calmo silencio que se dieron cada tanto en su ajetreada tarde, los que le brindaron el espacio para solo pensar en ella y meditar lo que sentía. En ella a solas con su amigo. En aquella promesa que vio en los ojos de Kakashi cuando le desafiara. Y en ese "te amo" que ella le susurrara sobre los labios antes de despedirse en la mañana.
—Por favor, Seiyi, tenemos que cerrar este tema ahora —intervino Azame caminando rápidamente detrás de él, con un tinte de ruego en la voz, algo inusual en la fémina. Conocía muy bien a su empleador, y a la determinación con la que avanzaba y sabía que poco le importaba el contrato en esos instantes. Les seguía el abogado, releyendo unos documentos, sin prestarles demasiada atención.
— Seiyi, ¿me escuchaste?
—Espérame en el estudio.
—Pero no debemos-
—En diez minutos estoy —fue lo último que les dijo antes de cruzar las puertas al estar mirándoles por sobre el hombro con esa advertencia que les ordenaba desaparecer de inmediato.
La mujer suspiró disimuladamente. El abogado ya había emprendido rumbo al estudio dejándola atrás, sin siquiera iba a molestarse en contradecir nada.
Seiyi se detuvo al inicio de los escalones, atento a los pasos que se alejaban, y la buscó con la mirada al saberse a solas.
Le urgía verla.
Le hubiera calmado las ansias recogerla él mismo a la salida del hospital, pero tuvo que delegar aquello en Watari. Lo que arrojó sólo más molestia en su carácter.
Y allí estaba, al lado de los amplios ventanales, su lugar favorito, como siempre le decía. Había colocado unos almohadones en el suelo, sentada ella encima, con el semblante concentrado, el frunce en el ceño lo evidenciaba. Leía atentamente un libro que mantenía apoyado en una pequeña mesita, que seguramente su mayordomo le había facilitado, mordiendo ahora el capuchón de la lapicera en la otra mano. Tan absorta se encontraba en su tarea, que no se había percatado de que él la observaba. Y lejos de preocuparle, le encantó, porque eso significaba que ella estaba cómoda en su casa, buscando poco a poco los lugares que podría llamarlos suyos. Y él se los daría. Todo le daría.
Estaba preciosa con su coleta alta y ese cabello que apenas le rosaba el cuello. La camisa ceñida que vestía le marcaba las curvas, al igual que su pantalón en color bordó a media pierna. Sencilla y hermosa.
Así también la debía haber disfrutado su amigo.
Suspiró apretando los puños dentro de los bolsillos del pantalón, el saco oscuro se arrugaba en el movimiento. Y sonrió luego, comenzando a avanzar.
Ella era suya. Que él la viera todo lo que quisiera. Que la disfrutara hablándole, que la añorara en sus fantasías, que la follara imaginándola en el cuerpo de otras. Sólo eso le quedaba. Porque no iba a soltarla.
Ya no.
La vio levantar los ojos rápidamente cuando escuchó pasos acercarse. Y esa preciosa sonrisa estirarse completa cuando advirtió quien era.
—¡Sei!
—Hola preciosa —le sonrió sacando una de las manos de su bolsillo para tomarle la cintura cuando ella se arrojara a su cuello, estirándose en puntas de pie para besarle.
—Gracias —le dijo y él le miró confundido—. La rosa, es muy bonita —y giró apenas el rostro apuntando hacia la mesita.
Allí estaba, ese pequeño pimpollo rosa, descansando al lado del libro.
—Te gustó.
—Me encantó —y le besó de nuevo. Su efusividad contrastaba contra la tácita distancia que él marcaba al no devorarla. Porque eso era lo que ella esperaba en aquel reencuentro, aunque tenía clavado en el pensamiento aquella pequeña espinita de su reencuentro con Kakashi— ¿Y tu día, cómo fue? Sasuke me contó que ibas a ayudarle.
—Sí, así fue —suspiró, y en ese instante decidió no mencionarle que la había estado esperando —. Pero se complicaron unos temas en el trabajo.
—Bueno... pero ahora puedes relajarte. Podemos ducharnos juntos y cenar algo en la habitación —le miró con picardía—. Ya estoy lista.
Seiyi sonrió, no podía negar que esos planes le encantaban. Pero no podía. No aun. Y era mejor no decantar en aquello, menos con esa ácida emoción rondándole en los pensamientos. Conocía muy bien su lado más severo, y ella no era una mujer para dichos tratos.
—Me temo que vas a tener que cenar sola —Sakura se puso seria—. Tengo que terminar unos asuntos. Me esperan en el estudio.
—¿Ahora?
—Ahora —se separó apenas de la chica, observándole el rostro, para luego acariciarle la mejilla, deslizando los dedos por el cuello y el escote, del cual jaló apenas la tela para observar más allá—. Pero espérame para ducharte —le dijo fríamente mientras los ojos recorrían ahora el otro lado, al girarle suavemente el mentón.
Se sintió como una caricia, una demasiado demandante y posesiva, pero así era el Hyuga, así lo había aceptado, aunque Sakura no pudiera evitar presentir que aquello se trataba de algo más. Había algo distinto en el hombre, la dulzura de los últimos días se había vuelto áspera, asomando cierto recelo, esa dureza en el carácter, esa ilegibilidad que la tuviera casi obsesionada cuando era apenas su paciente.
No entendió qué, pero ese comportamiento en el varón apretó su bajo vientre, y fueron sus mejillas las que la delataron.
Seiyi sonrió casi imperceptiblemente de lado.
«Preciosa».
—Voy a pedir una cena ligera para ti —ella asintió sin atinar a nada más que a mirarle—. Ve a la habitación ni bien la termines.
—Está bien, pero...
—Espérame allí —le interrumpió echándole una última mirada, para luego voltear retirándose del estar bajo la mirada de Sakura, quien siguió sus pasos hasta al fin quedar a solas.
Su cuerpo tembló en ese instante. Sintió la necesidad de apretar las piernas, aunque se abstuvo de ello. Sabía que él le gustaba estar siempre presente durante su placer, y por alguna extraña razón no pudo desobedecer aquella tácita orden.
Suspiró.
¿Que acababa de suceder?
La reunión en su estudio demoró algo más de dos horas. Daban pasadas las diez de la noche cuando sus colaboradores se despidieron, luego de cenar todos juntos en aquel mismo lugar. Carne y algo de verduras cocidas fue el menú, simple y digerible.
Respiró hondo cuando quedó a solas. Watari le servía una medida de sake, como cada noche cuando el trabajo era el que finalizaba la jornada. Bien conocía a su muchacho, y sabía que aquella pequeña dosis, siempre le relajaba el ímpetu.
—La señorita Haruno le espera en sus dormitorios. Le serví un té de limón hace unos instantes.
—Hiciste bien—le respondió aflojándose apenas el nudo de la corbata. La camisa blanca la tenía arremangada sobre los antebrazos.
—¿Está todo bien, señor?
Seiyi bebió su copa de un solo trago y se la extendió al mayordomo.
—Sí, pudimos resolver todo esta misma noche.
—No me refería a eso.
Le sonrió y luego le miró por unos segundos.
—Que descanses, Watari —le dijo poniéndose de pie, para luego tomar el saco que había apoyado en el respaldar del sillón, colgándolo de su brazo.
El hombre se inclinó en respeto, esperando que se retirara primero este antes de hacerlo él.
Avanzó tranquilo por las escaleras que lo llevaban al ala de su dormitorio. En ese piso había dos habitaciones, la suya y la de juegos. Observó aquella oscura puerta cerrada bajo llave ni bien entró al pasillo que las conectaba. Tuvo que humedecerse los labios, jamás sintió que debía contener sus ansias con tantas fuerzas como esa noche, porque de verdad le picaba al amo las ganas de castigo. Su ser lo necesitaba, pero aún no era tiempo, Sakura no era para él una simple esclava. Aquello requería de otra clase de iniciación.
Volteó avanzando los escasos pasos que le quedaban hacia su dormitorio y abrió.
Sakura giró sobre su cuerpo cuando oyó la puerta. Estaba sobre la cama, leyendo aquel mismo libro, aun vestida pero descalza, tal como él se lo pidiera.
Seiyi avanzó luego de cerrar, arrojando el saco sobre uno de los sillones, para luego ir hacia el pequeño bar que se encontraba en una esquina, a servirse una medida de wiski con dos hielos.
Sakura ahora, arrodillada sobre la cama, le seguía con la mirada. Los jades bien abiertos y la respiración levemente agitada en expectativa, evidenciaban su estado, una mezcla de ansiedad que le arremolinaba los pensamientos, y esa pulsante excitación que le reclamaba en su centro.
—Seiyi... te esperé —anunció. Este no le respondió, de espaldas a ella giró dos veces la copa batiendo el hielo, antes de beber el primer sorbo y, recién ahí, volteó a verla.
Preciosa.
Como el pecho subía y bajaba pesado, las manos que contraían nerviosas los dedos que se posaban sobre sus rodillas, y ese sonrojo que resaltaba el verde de sus ojos...
Avanzó lentamente hacia la cama. La dureza de su semblante no le restaba elegancia, el altruismo de la mirada lo envolvía en esa aura irresistible.
—Hiciste bien —le dijo ni bien se detuvo y ella avanzó a gatas acercándose, primero dudando y luego simplemente respondiendo a sus instintos.
—¿Pudiste... resolver el trabajo? —preguntó suavemente cuando se arrodilló en frente, debiendo alzar la cabeza para mirarlo a los ojos.
—Sí.
—Me... me alegro.
Él la miraba. Y luego bebió otro sorbo.
—Cuéntame, ¿cómo te fue en la reunión esta mañana?
—¡Bien! Se dio todo como —encogió un hombro—... tal como dijiste.
—¿Se portó bien?
—¡Sí! —le sonrió ampliamente— Fue... muy profesional. Como... como antes.
Asintió mirándole los labios.
Y no le gustó esa sonrisa, ni como le brillaron los jades cuando reconoció que Kakashi volvía a ser el de antes.
El de antes...
El sensei que la enamoró.
Al que aún no olvidaba.
—¿Y tú?
—¿Yo?
—Sí, cómo te —iba a decir otra cosa—...Me interesa saber cómo te sentiste.
—Yo... yo... ¡bien! También, bien. Nor-normal.
Pero le tembló la voz.
Seiyi suspiró. Y luego le delineó el rostro suavemente, observándole cada detalle.
Y volteó bebiendo de su vaso mientras se dirigía hacia el pequeño bar.
—Desnúdate —ordenó aún de espaldas.
Sakura dio un respingo. La respiración se le aceleró en ese instante.
Seiyi estaba distinto, y la desconcertaba, pero no por ello le disgustaba. Su cuerpo respondía a aquel hombre casi sin que ella se lo propusiera. Se había encendido de una forma que no controlaba.
Y obedeció.
Los dedos fueron precisos al desabrochar cada botón de la camisa, aunque se enredara luego cuando la mirada del varón se posara en ella a la distancia.
Cayó la primera prenda, y luego fue por el sostén. No se le hizo fácil desabrocharlo, pero lo logró.
Seiyi ahora se quitaba la corbata enroscándola en una mano.
La joven carraspeó.
—No te detengas —le dijo desabrochándose solo los dos primeros botones de su camisa.
Ella asintió, saliendo de la cama, desprendiendo luego el pantalón para bajarlo junto con las bragas. Una pierna salió primero, luego la otra, quedando al fin desnuda. De pie, colgó las manos a sus lados, apretando sin querer los muslos cuando Seiyi le recorrió de pies a cabeza.
—Separa las piernas —le dijo, y ella obedeció de inmediato.
Y luego se acercó.
La mirada de la joven quedó en el suelo cuando este se detuvo en frente. No podía ya hacer contacto, los párpados le temblaron cuando lo intentó.
Fue la mano del varón la que le tomó del mentón alzándole el rostro, pero aun así desvió sus iris, no pudo mirarlo, gratificando al amo que se sobreponía al hombre frente a ella.
No supo bien que le observaba, pero no tardó en inclinarse sobre ella, acariciándole el cuello con la punta de la nariz mientras aspiraba de su aroma. No se había duchado, tal como él se lo pidiera, y aquello hasta podía incomodarla, pero contrario a ello la erotizó.
El cuerpo le tembló, los poros se le contrajeron y fue un jadeo el que escapó de sus labios abiertos en el instante en que la excitación se hizo insoportable. Y cuando fue al otro lado repitiendo el recorrido, tuvo que morderse la boca para no emitir sonidos. Sabía que no podía hacerlos a menos que él se lo pidiera.
Nadie planteó el inicio del juego, nadie pactó límites ni prácticas, pero así era con Seiyi, y si bien aquello le encrespaba los nervios, debía reconocer que a su cuerpo le gustaba la incertidumbre, le gustaba esa clase de amo.
—Gírate —le dijo cuándo le soltó el rostro, y luego fueron sus manos tomadas para juntarlas detrás de la espalda, siendo amarradas después con la corbata.
Gimió cuando el nudo se sintió tenso sobre sus muñecas. Seiyi tiró de los amarres constatando que no lastimaba la piel, pero tampoco buscó confortarla. Le gustaba así, que sintiera el yugo.
—Camina —le dijo tomándola de un brazo para guiarla hacia la cama.
Y cuando llegó al borde, la sostuvo de ese agarre ayudándola a subirse, dejándola arrodillada a centímetros del borde.
—Inclínate —ordenó.
Ella dudó pero fue esa mano en la espalda la que la empujó suavemente, ayudándola a poyar la cabeza de lado en el colchón, tomándole de la cadera para respingarle más el trasero. Y ahora esa misma mano se deslizaba hacia la base de su espalda presionando.
—Quiebra la cintura.
Lo hizo.
Y ahora le tomaban los muslos por la cara interna abriéndoselos más. Todo su centro quedaba expuesto y abierto, fueron esos dedos los que la recorrieron luego de soltarla, los que le terminaron de confirmar aquella sensación haciéndole gemir. Las manos tras su espalda se cerraron apretadas cuando dos de esos dedos se hundieron en su húmedo canal, porque estaba excitada, lista para él.
Apretados la recorrieron por dentro, girando y abriéndose apenas, raspándola deliciosamente cuando salieron de ella. La sostuvo firme por una nalga, mientras lo oía lamiendo los dedos que la habían recorrido.
La respiración se le aceleró, pero necesitó abrir la boca cuando ambas manos del varón se apoyaron bruscamente en sus glúteos, abriéndole los pliegues con los pulgares. No dijo nada, pero debió morderse el labio inferior cuando fue la nariz la que le recorrió la vagina ahora, aspirando profundamente de su aroma.
—Dios...
Y ahora la lengua la barría en su extensión, caliente y húmeda la invadió por fuera para luego penetrarla.
—¡Dios mío!
Un grito se le escapó cuando una de las manos impactara en la nalga derecha. Esa era la orden, la reprimenda que le exigía el silencio. Al amo no le gustaban los sonidos, a menos que los pidiera.
Y el frenesí comenzó. Esa lengua la castigó deliciosamente, volviéndose insoportable a medida que el tiempo transcurría. Su cuerpo tembló, las manos atadas en la espalda se cerraron y abrieron repetidamente. La respiración descontrolada sentía que ya no le era suficiente. Estaba cerca su final y él lo sabía.
Salió bruscamente de ella. Se quejó retorciéndose, estaba tan cerca que ahora su cuerpo sufría latiendo duro en su centro. Sólo consiguió algo de alivio cuando dos dedos la recorrieron estimulándola escuetamente, antes de dejarla otra vez.
Oyó el cinto del pantalón tintinear al ser desprendido, y luego el siseo del cierre al bajar. Y ahora el colchón se movía al hundirse debajo de una de las rodillas del varón.
—Esto será para mí, Sakura —la voz era oscura, le encantaba cuando le hablaba estando así de excitado, temblando su cuerpo cuando fuera el duro y caliente falo el que ahora la recorriera— Sakura, responde.
—Sí —gimió mordiéndose el labio inferior—. Lo que usted desee, mi señor.
Los dedos que aferraban la cadera se hundieron dolosamente ante la respuesta, pero más violenta fue la estocada que lo hundió llenándola hasta el fondo.
Un gritillo se le escapo, fue imposible no hacerlo. Hubo placer en aquel movimiento, placer y dolor en partes iguales, pero fue más grandiosa la sensación que sobrevino después cuando fueran las violentas estocadas las que la empujaban con demanda. Seiyi gruñía, jadeaba poseyéndola, su voz era grave, sus sonidos sensuales.
Había locura en aquel acto, una posesiva, una enferma que buscaba marcarla, que buscaba borrar un paso inexistente para reemplazar nada por él, sólo aquella idea que lo tuvo enfermo durante todo el día.
Ella gimió cuando el movimiento se hizo más violento. Era imposible no gozarlo, se sentía caliente, duro, la llenaba completamente estirando sus paredes. Eran los dedos en la dulce carne, era el falo abriéndola, rosándola, castigándola deliciosamente. Y era él, su voz, sus sonidos, su cuerpo, la presencia que se sobreponía. Era todo.
Y fue un grito de Sakura el que selló el orgasmo del hombre, cuando se hundió en lo más profundo vaciándose con aquel gruñido que le cerró los ojos en disfrute. Fueron segundos que quedó apretado a ella, bombeando su semilla, hacía días que no tenían sexo y aquello era abundante. Y cuando el éxtasis le dio lugar a la conciencia, los dedos aflojaron el agarre para ahora abrirse en suaves caricias.
No salió de ella inmediatamente, sólo se quedó allí agachando su cuerpo para depositarle un beso en la espalda. Los pesados cabellos cayeron sobre ella llenándola del aroma a colonia que siempre usaba el Hyuga, y ella no pudo más que sonreír.
Fueron unos instantes así, hasta que al fin se incorporó, saliendo lentamente.
—Quédate así —le dijo cuando intentó moverse.
Asintió abriendo los ojos.
La pose no era incómoda, pero Seiyi había acabado profusamente y ya sentía que escurriría en cualquier momento, temía ensuciar el acolchado blanco, pero una orden era dicha para cumplirla, aunque la frustración que palpitaba en sus sienes la tentaran para desobedecerla.
Lo vio alejarse entrando al baño. Las luces se encendieron a su paso, luego quedaron los sonidos. Escuchó los grifos ser abiertos, era la ducha la que ahora resonaba.
Carraspeó acomodándose. El semen comenzaba a fluir ensuciándole los labios para bajar pesado hacia la cara interna de su muslo izquierdo.
Respingó el trasero cuando lo vio aparecer. Estaba desnudo, el falo aun lucía erecto. La mirada era dura, el ceño lo traía contraído.
Se detuvo detrás de ella, la respiración ahora delataba a Sakura. Fueron segundos en que la contempló, segundos que perecieron eternos, luego los dedos le recorrieron el muslo recogiendo sus fluidos mezclados. La caricia fue tan suave como placentera, el éxtasis negado hizo el resto sensibilizando la piel. Fue su gemido el que se ahogó en el edredón cuando esos mismos dedos se hundieron en su embardunado canal.
—Estas excitada.
Ella asintió, y luego sintió una mano desatarle las suyas.
—Ven —le dijo y ella torpemente se incorporó para ser alzada por el varón, al pasar una mano detrás de sus rodillas y la otra por la espalda.
Le miró ahora al rodearle el cuello. Él hacía lo mismo. El ceño contraído no se relajaba y sus mejillas ardían, no pudo evitar acariciarle. Lucía apuesto, como siempre, pero esa noche había algo más. Algo oscuro y denso que se retorcía detrás de esos preciosos iris que tornaban a perla, algo que la demandaba, que quería poseerla. Y sin entender demasiado, no hacía más que disfrutarlo, porque verle así era una delicia.
Entraron juntos a la ducha. Era amplia, como todo en esa casa. La regadera cubría la mitad de la estancia, el piso ya estaba caliente cuando él la depositó luego de que la fina lluvia tibia los bañara.
La miró a los ojos siempre, en cada movimiento. Ella hizo lo mismo quedando de pie frente a frente. Era pequeña a su lado, el hombre le llevaba cabeza y media, obligándole a inclinar la cabeza para observarla. Y ella se lo facilitaba al alzar la suya.
Le acarició delicadamente la mejilla. Los labios se le entreabrieron cuando el dedo pulgar los delineó casi sin tocarlos.
Y ahora ese ceño se relajaba bajo el toque de la pequeña mano, que se apoyaba en el húmedo pecho para impulsarla a buscarle la boca en un beso. Él se lo facilitó y no tardó en tomarle la cintura para apretarla a su cuerpo.
El beso fue suave al apoyarse, más no al quedarse, porque fue hambre el que la llevó a morderle, gruñendo él antes de hundirle la lengua.
Fueron las ganas irresolutas de ella las que ahora le aferraban el falo jalándolo lentamente en una apretada masturbación. Él gemía besándola con ganas, que si hasta parecía ser el único que no había probado el éxtasis. Y no tardaron las ganas por tenerla, en florecer violenta, al tomarla en sus brazos alzándola para que le envolviera las caderas con las piernas. Golpearon la pared las pequeñas espaldas de Sakura, fue medido, fue excitante, le llegó luego el empuje que la penetró por completo, mientras le devoraba la boca. La piel mojada hacía el resto, frotando uno contra el otro, resbalando en ese apretado placer que le cerraba los ojos llevándole la cabeza hacia atrás cuando él se hundió en su cuello para tener mejor agarre.
Fueron minutos de gemidos, de ese descontrolado placer que los devoraba, ella entregada, él enloquecido pujando sin descanso contra ella, enceguecido por robarle el orgasmo que le había negado la primer vez.
—Sigue... sigue...—era la dulce demanda que se escapa en medio de gemidos. Las uñas clavadas en los anchos hombros, las piernas apretadas en las caderas.
Él acaso si la oía, no iba a dejar de follarla, simplemente porque lo deseaba, su cuerpo demandaba de ella como el aire, y cuando aquel fuerte orgasmo la golpeó estremeciéndola, él se dejó ir una vez más sin cortar el vaivén que la mantuvo extasiada unos segundos más.
Y cuando la locura cedió ante la calma, sus alientos agitados se encontraron debajo de la fina lluvia, al igual que sus ojos afiebrados. Él la miraba profundamente, buscando en aquellos jades que luego le sonrieron, la confirmación que necesitaba. Y como si ella le percibiera, fueron las palabras que soltó dulcemente las que le tuvieron besándola después.
—Te elegí a ti... sólo a ti.
El corazón le golpeaba violento mientras el nuevo beso los unía también y fue separarse apenas para no poder evitar repetir lo que esa pequeña mujer le hacía sentir.
—Te amo, ¿oíste?
Asintió buscándole la boca.
—En serio, Sakura, lo digo en serio... te amo.
Ella ahora le tomaba el rostro posando una de sus manos en la mejilla del varón. Las gotas escurrían por ese rostro, pegándole el negro cabello. Las cejas se nublaban con pequeñas gotas, y esos ojos... esos ojos le besaban por lo que sus labios aún no hacían.
Seiyi era apuesto, muy apuesto. Pero en ese instante no era eso en lo que ella reparaba. Era en el hombre, el que habitaba detrás de esa dura fachada, el que de a poco se dejaba ver por las hendijas que aquel sentimiento estaba dibujando. Y era precioso, era intenso.
Y en ese momento, recordó a Kakashi. Recordó lo que sentía y lo grandioso que fue tenerle.
Pero ahora, en ese instante, era otro el que le enloquecía el corazón, el que le llenaba el alma de goce y de miedo, de ganas y de ansias. De todo. Y quería más, más de él, más de ese futuro que siempre le prometía.
—Yo también —le susurró—, yo también lo digo enserio, Sei —le sonrió mirándole a los ojos—. Te elegí a ti.
¡Hola! ¡Hola!
Aquí estoy, cubriendo mi cronograma nuevo de publicación cada dos semanas. Sí, de ahora en más va a ser cada dos semanas.
Como ya he comentado, ando en un proyecto grande en mi negocio, y el tiempo libre para escribir es más acotado. Si quiero sacar caps como a mi me gustan (y quiero! jajajajaj), no puedo hacerlo semanalmente. Y no voy a abandonar este fic...¡no! jajajajaja
Así que agradezco muchísimo que sigan ahí, y sigan leyendo, y me aguanten. De verdad. Gracias. ¡Lo digo enserio!
Bueno, ahora sí, las leo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro