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Capítulo 56


Había peso sobre su cadera. No era demasiado pero allí estaba, fijándola a la cama, fijándola a ese calor que se apoyaba en su espalda.

Abrió los ojos. No podía procesar la hora, y la claridad que se colaba por la ventana no ayudaba, entumecida por la lluvia que golpeaba calma el cristal.

Pestañeó. No era que la luz le molestara, no brillaba lo suficiente para ello. Era la pesadez de ese sueño escaso y de una noche que parecía no haber acabado, el reclamo que sus músculos cansados gritaban recordándoselo.

Sonrió.

La mano que posaba libre sobre la otra al lado de su rostro, fue en busca de los dedos que le rozaban el abdomen colgando desde esa cadera. Y le acarició recorriendo con las yemas la extensión de los dedos.

Seiyi tenía manos grandes y suaves. Calientes. Toda su piel era caliente.

Se movió torpemente para girar y quedar sobre sus espaldas, cuidando de aquella caricia que descansaba sobre su cuerpo. El rostro lo ladeó para verle.

Seiyi dormía de lado, tocándola con esa mano que ahora ella acariciaba. Sakura no entendía como siempre se las arreglaba para dormir cerca, siempre en contacto pero sin molestarla.

Sonrió arrugando la nariz. Se veía apuesto con esas facciones calmas. El cabello oscuro y pesado que le caía por sobre el cuello, contrastaban sobre su blanca piel, sobre los músculos cincelados, resaltando las facciones, la quijada.

"Te amo, ¿me escuchas?"

Él lo había dicho con palabras.

Y el corazón se le aceleraba al oírlo otra vez en sus pensamientos. Y la ansiedad le seguía después picándole en los labios, en las yemas, en la piel.

Así había sido durante toda la noche. Porque cuando el final les golpeó sobre aquel sillón, Seiyi no tardó en tomarla entre sus brazos para llevarla a la habitación que les habían asignado, y cerrar la puerta tras de sí asegurándose que nadie fuera a interrumpirlos.

Y se despojaron de las pocas prendas que quedaban sobre sus cuerpos para vestir solo la piel, y aquel calor que les exacerbaba los sentidos y que no hacían más que buscar al otro, a la unión con el otro.

Hubo sexo, tal vez algún que otro orgasmo. No eran importantes, nadie los esperaba. Sólo tocarse, sólo hundirse en la piel del otro con deleite, lentamente, acariciando lo que los dedos alcanzaban para contemplar el resto con sus brazos, con sus bocas.

Había algo nuevo para los dos en ese instante. La calma devoción, que los arrastraba a buscar el sentimiento, que sólo las miradas podían transmitir y devorar.

Fueron los besos los que les robaban los lamentos. El aire no faltaba, la pasión ahora era reemplazada por algo mejor, por algo más profundo que les abrazaba y les quitaba la noción del lugar, del tiempo, del mañana. Sólo ellos, sólo su piel, sus besos, aquella lágrima que Seiyi recogió con los labios al final.

¿Era real? ¿Era acaso aquello real?

La dicha le hinchaba dolorosamente el corazón. Nunca creyó que algo así estaba destinado para ella, porque se sentía tan profundo que hasta si podía considerarlo un simple sueño, porque cada vez que creyó sentirlo en el pasado, se le había negado después. Y ahora estaba allí, y era fuerte, más fuerte, más pleno, llenándole todo. Hasta de miedo.

Cerró los ojos cuando las lágrimas volvieron a nublarlos.

Hubo un recuerdo en ese instante, de una mañana meses atrás, de otra mirada que oscura y pesada se posaba en ella y esa sonrisa que le prometía no lastimarla. Y se sintió tan intenso como lo que ahora este nuevo hombre le hacía sentir, pero aquella vez no entendía que sucedía, porque no se ofrecieron definiciones ni esperanzas. Y se fue. No por su error. Se fue por él, por el destino, por... no lo sabía con precisión, sólo la punzante certeza de que no la querían allí era todo lo que quedaba de aquello. Ya su tiempo había pasado y no era momento de pensarlo.

Y ahora abría los ojos.

Seiyi le estaba contemplando. Calmo, profundo, con aquellos ojos que tornaban a perla y que tanto le fascinaban.

Y le sonrió.

Se mordió el labio después sin hacer más. Fue él quien se movió buscándola a ella.

Lo sintió sobre su cuerpo. Lo sintió besarle la boca y ella devolviéndolo.

Y luego la caricia que le delineó el rostro, llegado después de que sus propios dedos hicieran lo mismo con él, cuando los párpados le temblaron.

Fue esa sonrisa de lado la que le quitó todos los miedos. Porque nunca dejaba de estar un paso delante de sus pensamientos.

—No voy a soltarte esta vez —le susurró con voz ronca.

Ella asintió mirándole los ojos, sonrojada, mientras la mejilla le correspondía a sus dedos.

—No lo hagas —le respondió casi en una súplica.

Volvió a sonreírle.

—Te amo —fueron las palabras graves que depositó sobre sus labios antes de besarla.

No se cansaba de oírlo.

Nunca nadie antes se lo había dicho.

Y hubiera deseado tanto oírlo también desde otros labios...

Era Seiyi quien le había hecho conocer el goce de aquello, siendo el sexo y sus sabores aún más exquisitos de la mano de ese profesado sentimiento. Y era que creía haberlo probado antes, para darse cuenta de que no, y lo lamentaba tanto como se alegraba de que fuera este hombre quien ahora le brindara la lección.

Se separó de ella. La dura erección se posaba sobre sus pliegues que ya lo esperaban. Pero eran los oscuros ojos los que la recorrían, sin prisa de buscar tomarla, sin necesidad de marcarla. Porque ya no había más urgencias de imponer sobre la piel el dominio de su nombre, porque ya simplemente le pertenecía. Se pertenecían.

Aquella confesión fue el voto secreto que les habían unido, y aun siendo tan vano era suficiente. Porque para ambos aquello fue una primera vez que les marcaría de por vida

—Sei, tengo... miedo.

—¿De qué preciosa?

Suspiró.

—Es ... esto ...¿es... real?

Le sonrió. Una grave carcajada escapó erizándole la piel. Y hubo un segundo por el cual rogó que no hiciera eso, las ganas le pulsaron abajo humedeciéndola más.

—Tan real como tú quieras.

—Sei... por favor...

—No voy a soltarte, ¿entiendes? —ella suspiró— No voy a soltarte nunca más. Eres mi mujer ahora.

—¿Tu... mi hombre?

Seiyi carcajeó moviendo las caderas que deslizaron su miembro, acomodándose en la entrada.

—No entiendes nada, ¿no?

—Sei... —gimió cuando él se hundía lentamente en ella—, dime...que...

—Siempre fui tuyo —llegó a lo más profundo quedándose allí—. Te pertenezco...desde que me miraste —y ahora se movía, ella gemía— ...a los ojos...debajo del árbol de ... cerezo.

Sakura entrecerró el ceño.

Un ANBU. La máscara de perro. Nunca olvidó aquello. Ese atardecer debajo del árbol paseando sola... extrañaba a Sasuke y lo sintió. Su energía era tan similar que hasta si la reconfortaba. Él se acercó sin hablarle. Recordó esos ojos debajo de la máscara, lo fijos que estaban en ella, la tranquilidad que le transmitían. Y había algo más que en ese momento no entendió, cuando depositó entre sus dedos una ramita llena de pimpollos de cerezo apenas floreciendo. Ella le sonrió, él asintió. Hubo un instante que nada más existió en aquel cruce de miradas, sólo ella sonriéndole, él inmóvil. Y luego nada. Únicamente la grata sensación, el recuerdo. Y su soledad que dolía un poco menos sin entender porqué era así.

Ahora sí entendía.

Le miró sorprendida. El vaivén que le movía el cuerpo, la llenaba del placer que le tornaba pesado los párpados.

—¿Desde... esa vez?

Seiyi sonrió.

—Desde esa vez.

Y ahora la sonrisa se perdía en la seriedad que le pesaba en la mirada.

Ella hacía lo mismo, moviéndose al son de esas caderas que lentamente iban y venían buscando más piel, más contacto, más placer.

Le acarició el rostro.

Un largo mechón de cabello negro cayó sobre su pecho impregnándola del perfume del varón.

Gimió cerrando por un segundo los ojos, sólo para deleitarse con ese rostro que fijo en ella la devoraba, cuando los abriera después.

—Sei... te amo...te ... amo.

Los movimientos se hicieron más profundos. Ella le acompañaba ahora exigiendo más. La respiración se volvió pesada, golpeando el rostro del otro, inundando la habitación con sus sonidos. Un relámpago afuera crujió violento latigando con un rayo a la distancia. El agua recrudeció y ahora el viento mecía con relativa violencia las ramas del árbol que daban hacia su ventana.

Y ellos dentro, devoraban el placer que el otro pudiera darle, sellando una noche que comenzó con verdades.



Hacia la tarde la lluvia había cesado aunque el día se mantuviera gris y cerrado.

Los gemelos les advirtieron que, de tener que regresar a Konoha, ese era el momento. Estaba lloviendo nuevamente en las cimas de los cerros laderos, y aquello traería nuevas crecidas que bloquearían los pasos. La semana se anunciaba inestable en adelante, tal lo previsto para esas fechas.

Siena apretó a Sakura varios minutos en un abrazo en el que le susurró de todo, en el que le hizo repetir fragmentos de aquella confesión que la tenía tan ilusionada. La chica era una romántica empedernida y le encantaban las nuevas historias de amor, sobre todo una de Seiyi quien toda su vida únicamente prometía a sus conquistas, una buena y corta época de sexo poco convencional y sabroso, siendo Sakura la primera que lo había sacado de aquella costumbre que hasta lo definía.

Fue Léon quien se la quitó de encima, para luego abrazarla él, seguida de Adrien que se sumó a la multitud, y una mirada más que de muerte de parte de Seiyi.

Sakura carcajeaba.

Se despidieron con la promesa de regresar el fin de semana. Los gemelos estaban de vacaciones y Siena descansando luego de una gira intensa que la tuvo bailando hasta cuatro noches por semana, siendo la bailarina cabeza del cuerpo del espectáculo. La exigencia era rigurosa y la chica estaba a la altura, pero no por ello no podía evitar el costo del desgaste. Había bajado mucho de peso, era normal luego de esa clase de eventos, pero Adrien se preocupaba demasiado llegando hasta sugerirle que considerara seriamente en retirarse.

El viaje de regreso fue más lento, gran parte de los caminos estaban hechos un desastre de barro, piedras y ramas. Pero, poco a poco, avanzaron hasta salir de la zona serrana, para subir a las rutas que los llevaban a Konoha.

Anochecía cuando entraron a la ciudad. Se veía preciosa, la lluvia la había castigado todo el fin de semana, y relucía, más bajo la iluminación del festival que se celebraría dentro de dos semanas. Los ciudadanos habían comenzado a adornar sus comercios y algunos las calles. Ya vendrían las decoraciones oficiales y a Sakura aquello siempre le hacía mucha ilusión.

Seiyi sonreía observándola, y por ello decidió dar unas vueltas por Konoha, sólo para deleitarse con la sorpresa en esos ojos y los gritillos de felicidad instándolo a mirar hacia donde ella observaba. Era muy dulce cuando entraba en aquél estado, y lo llenaba de una dicha que sin entenderla del todo, decidía disfrutarla al máximo.

Ya la luna asomaba en un cielo que se tornaba azul oscuro, pintado con algunas nubes que opacaban su brillo cada tanto. En el horizonte se alzaban negra una nueva tormenta que seguramente llegaría en la madrugada, aportando aquél toque de belleza veraniega que realzaba el verde del follaje de la aldea.

Y Sakura ahora carcajeaba ante el último comentario del varón sobre Watari, quien maldecía creyendo que nadie lo veía, luego de pisar la suciedad de algún animal.

—¡Eres malo! —una nueva carcajada le robó las palabras y tuvo que tomarse el estómago para calmarlo — ¡Ay! Pobre Watari.

—Pocas veces lo oigo maldecir.

—¡No puede ser! Está siempre contigo.

—Y siempre es muy correcto.

Detuvo el auto frente a la entrada de la mansión, y se bajó de inmediato para irle a abrir a Sakura, quien ya acostumbrada a esas atenciones, simplemente le esperaba sin atinar a nada.

—Preciosura —la mano llegó de inmediato al abrir la puerta y sonrió al tomarla para salir.

—¿Vamos a buscar algo? Porque puedo esperarte en el auto, si quieres.

—No. Vamos adentro.

Comenzó a caminar a su lado, luego de que le soltara la mano para apoyarla en la espalda baja, impulsándola.

—¿Cenaremos aquí?

—Exacto.

—No me devuelvas muy tarde, ¿eh? —Seiyi carcajeó abriendo la enorme puerta, indicándole que ella entrara primero— ¡No te rías! —le pellizcó el costado al pasar, frunciendo la nariz cuando este gruñó grave en queja— Lo que no hice hoy tendré que hacerlo mañana.

—¡Señor! —la ama de llaves se acercaba algo alterada, dando cortos y rápidos pasitos que retumbaban con taconazos entre los pasillos, interrumpiendo el juego de manos entre los amantes— Disculpe, señor —se inclinó en saludo al detenerse a metros—. No lo esperábamos hoy.

—No se preocupe —le sonrió comenzando a avanzar, la mujer se vio obligada a seguirlos— ¿El estar está habilitado?

—Sí, señor.

—Llévanos té —miró a Sakura, ella le asintió con ganas, el té que preparaban en esa casa era riquísimo—. Y envía a Watari ni bien lo veas.

—¿Se queda a cenar?

—Sí, la señorita también.

La mujer asintió.

—Con permiso, señor —se inclinó apenas en saludo, retirándose.

Y Seiyi abrió las puertas corredizas al estar, encendiendo apenas algunas luces después.

Sakura entró, comenzando a quitarse el abrigo. El ambiente estaba cálido, y no lo necesitaría.

Le encantaba el lugar, el piano, los sillones centrales, los grandes ventanales. El aroma que siempre lo perfumaba era único, una mezcla de lirios con un toque de azar, lo distinguía. Sin dudas, de las pocas habitaciones que conocía de aquella enorme casa, esa era la que más le gustaba.

Pasó rápidamente aspirando profundamente para llenarse de los perfumes, mientras se mordía el labio inferior al arrojar sobre el sillón el abrigo, yendo luego hacia los ventanales y su vista.

Seiyi le seguía detrás, abrigo no llevaba, solo se arremangaba la camisa sin perderse detalles de la jovencita. Era preciosa, tenía esa energía tan pura que tanto le incitaba, y le hacía feliz. Inmensamente feliz ahora.

—Me encanta este lugar.

—A mi también —le dijo rodeándole el cuerpo en un abrazo que le diera por la espalda.

—Mmmmm —le tomó de los desnudos antebrazos acariciándolo—. Pero me gusta más así.

—¿Así como?

—Contigo —alzó el rostro para verlo como podía, él agachaba la cabeza para encontrarla—. Abrazándome —y le sonrió.

Él hizo lo mismo.

—Sei —y ahora su vista volvía al paisaje que ya se encontraba sumido en las tinieblas, interrumpidas por la iluminación artificial.

—¿Mh?

—¿Podemos cenar aquí?

—Claro.

—¿En el suelo?

Seiyi carcajeó.

—¿En el suelo quieres?

—Como un picnic romántico —y se soltó para girar rodeándole el cuello con los brazos al llegar, poniéndose en puntillas después, para alcanzarle los labios—. Muy romántico.

—Mmm... tendría que pensarlo.

—No hay mucho que pensar.

—¿Cómo qué no?

—No, no hay que pensar nada, es muy simple. Una manta, unos almohadones, tú, yo, buen vino de esos ricos que tienes —el varón carcajeó—, y comida fácil de comer.

—Mmmm... es buena la idea... no voy a negarlo. Pero...

—¿Pero? —la sonrisa no pudo ocultar la lengua que pasó por los dientes, al ya ir entendiendo lo que aquellos peros significaban para ese hombre, cuando la miraba así.

—¿Eres consciente que no voy a soltarte después de la cena, no?

La chica carcajeó sonrojándose no de pena, sino de aquella incipiente excitación que pulsó en su centro, cuando él le dedicara esa media sonrisa que tanto le pervertía el rostro.

—¿Ajá?

—Va a ser una cena larga.

—¿De dos horas? ¿Así de larga?

—No. Más larga —y ahora le peinaba algunos cabellos para quitárselos del rostro antes de abrazarle la cintura otra vez.

—Ummm... ¿tres?

—Más.

—¿Más? —encogió el ceño— Pero se hará media noche.

—¿Y cuál es el problema?

—Me tendrás que llevar muy rápido. Mañana tengo que levantarme temprano y-

—No es problema eso. En un minuto te llevo a la cama.

Sakura encogió el ceño separándose. Seiyi ya carcajeaba.

—Mi casa no queda a —cerró de inmediato la boca, abriendo los ojos en sorpresa— ¡Seiyi!

—Te dije que no te soltaría esta vez.

Ella le miró ahora, la reprimenda dio lugar a algo más cuando reconoció en aquel juego de palabras las mismas artimañas, que dulcemente le sedujeron atrapándola antes. Y no pudo evitar esa dicha que agridulce le tembló en los párpados. Porque no le disgustaba la repentina propuesta, aunque intuía que de parte de él no había nada de repentino, sólo en ella, pesando ahora en las heridas que aún no cicatrizaban.

—Quédate —le dijo serio.

Ella suspiró al oírlo.

Lo esperaba, pero no pudo evitar que el corazón se le acelerara al oírlo. Le miró a los ojos, luego a la boca demorando solo un instante para volver. La mirada que la recibió era profunda, tan seria y calma que le estremeció.

—Esta noche y las demás —le susurró. La preocupación caló en los jades curvándole las cejas, aunque se esforzara en ocultarlo— Te quiero conmigo, en mi cama, en mis mañanas, no hoy ni por un tiempo...te quiero en mi vida.

Ella jadeó, sus jades huyeron, apretando los dedos que tomaron la camisa en los hombros del varón.

Siempre dos pasos delante, siempre leyéndola a la perfección...

—Mírame.

Y lo hizo aunque con aquello ya no pudiera ocultar nada.

—No dudes.

Ella negó.

Él le acaricio la mejilla acunándola en su mano después.

—Te amo, preciosa —ella le miraba— Esto no es capricho. Te amo.

Sonrió. Suspiró luego.

No se cansaba de oír esas palabras, y cada vez le causaban más.

—Quédate —Sakura le acarició los labios.

Asintió luego, mirándole con timidez.

—Dilo de nuevo.

Seiyi sonrió ahora fijo en sus jades.

—Te amo —repitió con su tono más grave.

Sakura se mordía el labio besándole después, un beso lento que sólo buscaba sentir, un beso que pronto la tuvo hundiendo los dedos en la nuca del varón buscando aferrarlo para más profundidad, mientras él acariciaba su desnuda cintura con una mano correspondiendo la otra a la espalda, apretándola a él.

Pronto ese contacto se cargaría de ganas, no podía ser de otra forma con él, iba dándose cuenta, aunque ahora no habría prisa en aquello, nadie apuraba a tomarse, ya no. No se sentía así.

La soltó lentamente cuando el suave golpe en la puerta les anunció que les buscaban.

Respiraron sobre sus bocas con el picor por el otro aun en los labios. Y hubo una duda de si acaso seguir con aquello, pero fue el varón quien al fin se alejara cerrando sus labios para acariciarle la mejilla después.

—¿El té? —preguntó Sakura.

—Watari —respondió él, reconociendo la rítmica de los golpecitos. Así se anunciaba su mayordomo, era el código pactado.

—¿Y es por la cena?

Seiyi sonrió divertido mirándole los labios.

—Seguramente.

—Entonces dile que pase. Tengo hambre.

Carcajeó antes de depositarle un rápido beso en los labios.

—¿Si? —dijo en voz alta.

—Watari, señor. Me envió llamar.

—Pasa.

El hombre abrió la puerta entrando con normalidad, aunque era evidente para Seiyi la alegría que contenía al encontrarse a Sakura entre sus brazos.

—Señorita Haruno —se inclinó apenas en saludo al llegar, mientras ella se soltaba del cuello del Hyuga, acurrucándose en el pecho cuando sintió que este no la soltaba.

—Buenas noches, Watari.

—Sakura y yo vamos a cenar algo aquí —el hombre asentía— Prepara una manta al lado de la ventana y un vino tinto, de la cosecha dos mil doce.

—¿Algo en particular para cenar?

La miró a Sakura.

—¿Tienes alguna preferencia?

—No... no sé, lo que sea —respondió algo incómoda, no se acostumbraba a esas atenciones.

—Si me permite —interrumpió Watari saliendo en su rescate—, tenemos pasta rellena de salmón.

—¿Prepararon raviolonoes? —saltó Seiyi.

—Así es señor, hoy al mediodía.

—¿Sólo de salmón?

—No, también prepararon de langostino y otros de espinaca y nueces.

—¿Raviolones? —preguntó Sakura, no entendía de que hablaban.

—Te van a gustar —le sonrió—. Prepara de los tres a la sartén, con una salsa de peras y pistacho para acompañar.

—Perfecto. Para beber sugiero entonces, un blanco chardonay cosecha dos mil doce, señor.

—Tu sí que sabes, Watari. Que sea ese.

—Excelente —sonrió mirando a Sakura que lucía curiosa— ¿Algo más, señor?

—Sí, acomoda las cosas de Sakura.

—¿Mis cosas? —saltó Sakura.

—Ya están en una de las habitaciones del ala de dormitorios, señor.

Ahora se separaba de Seiyi para verle con el ceño contraído.

—¿Pero cómo mis cosas?

—Llévalas a mi habitación.

Era ahora el mayordomo quien lo veía con un frunce en el ceño en evidente sorpresa, aunque poco durara en aquella expresión.

Cuando a la mañana temprano, le llegara el mensaje de que fuera a la casa de la pelirrosa por varias mudas de ropa de trabajo, supuso que la relación había avanzado. Aunque cierto resquemor le arremolinara en los pensamientos, temiendo que aquel movimiento en el Hyuga la convirtiera en una más de sus esclavas, encasillándola en esa larga colección de gustos pasajeros. Cierto era que albergaba otras esperanzas, pero temía que las viejas costumbres terminaran por tentarlo.

Por fortuna, ese abrazo que la mantenía dulcemente entre sus brazos, distaba demasiado con el trato que le diera a cualquiera de las señoritas que se transformaban en sus compañeras sexuales. El Hyuga no se dejaba tocar, menos se dirigía a ellas de aquella forma tan cariñosa. Mirarlas a los ojos sólo se daba en contadas situaciones, o cuando debía contenerlas. Y jamás salían del juego, la relación que mantenía con sus señoritas, como le gustaba llamarlas, era 24/7, todo el tiempo sus esclavas. Entendía que las apreciaba, cuidándolas demostraba aquello, pero el sentimiento distaba mucho de ser profundo.

Por ende, era evidente que con Sakura no estaba en el rol de amo. Era el hombre, era su muchacho, la sonrisa que profundizaba aquellos hoyuelos se lo confirmaba y no hacía más que hincharle el corazón de gratificación.

Y que la moviera a su habitación, ya tiraba por el suelo todos sus temores. Estaba sucediendo.

Carraspeó.

—¿Cómo me dijo, señor? —debía confirmarlo.

—Seiyi, ¿qué pasa con mis cosas?

Seiyi le depositó un corto beso carcajeando, para ignorar su reclamo después.

—Que acomodes las cosas de Sakura en mi vestidor —la miró—, ella se quedará conmigo.

Watari sonrió ya sin disimularlo.

—Como diga, señor —y se inclinó en saludo, sonriéndole después a la joven—. Señorita, con su permiso —para retirarse de inmediato a cumplir con lo pedido, sin demorar ni un instante.

—¡Sei! —una pequeña trompadita impactó en el pecho del varón, quien no la soltaba— ¡Tenías todo esto planeado!

—¿Qué cosa? —intentó besarla.

—¡No! Besos...mm... ¡no! ¡Espera! —el varón carcajeaba apretándole la cintura— No pensabas dejarme regresar, ¿no?

—Te lo dije, no iba a soltarte esta vez.

—Pero no sabías si iba a aceptar.

—Aceptaste.

—¡No lo sabías!

Seiyi carcajeó. La chica enrojecía ahora de coraje, aunque supiera que en el fondo le gustaban aquellas cosas.

—O sea que lo que yo piense no importa.

—Sí, importa.

—¡Claro! Por eso enviaste a alguien a husmear en mi casa y en mis-

—Fue Watari —le interrumpió—. No dejaría que nadie más estuviera entre tus cosas.

—¡No respondes a mi pregunta! —ahora una trompita se cerraba en los labios, una que no venía de otro lugar que no fuera el disgusto, aunque a Seiyi no pudiera resultarle más que dulce.

—¿No? ¿Y cuál es tu pregunta?

Ella exhaló por la nariz mirándole con el ceño contraído. Seiyi la observaba con una sonrisa boba.

—No conocías mi respuesta.

—No ibas a decirme que no.

—¡No importa! No hagas estas cosas sin-

Un beso la calló. Ella lo cortó para replicar, pero uno nuevo llegó, uno más intenso que no le permitió retroceder y que la tuvo cediendo por todo lo que le hacía sentir.

—Eres... malo —le susurró cuando cortaron el contacto, pero sin alejarse del todo.

—¿Por?

—Haces cosas sin preguntarme...

—¿No querías quedarte?

—Sí, pero...

—Y yo sabía que querías. Te conozco, Sakura.

Ella cerró la boca en ese instante, mirándole a los ojos, midiéndole, buscándole la veta para seguir reclamando y ganarle.

—Bueno... sí, quería —se rindió al fin—. Pero... mañana tengo que levantarme temprano y... bueno, voy a molestarte.

—Tú no me molestas.

—Y tengo mis gustos.

—Lo sé.

—Y mis horarios.

—Los conozco.

Sakura suspiró.

—No me mudaré aquí.

Ahora Seiyi sonreía de lado, con esa sonrisa encantadora que lo volvía irresistible para sus hormonas.

—Sei, no me mudaré aquí.

—Cómo digas.

La sonrisa se profundizó.

—¡En serio te digo!

—Y te creo.

—Pero...

Seiyi carcajeó, una carcajada grave que se perdía en su boca ahora con el beso que la tomó después, cuando esa mirada jade de reprimenda se coronara con el sonrojo de la excitación que la invadía. Le gustaba ese hombre, cada detalle de Seiyi le seducía, hasta aquella necesidad exasperante de adelantarse a sus intenciones y decisiones, encendiendo no sólo su libido, sino también la furia al reconocer él que no se había equivocado ni una vez desde que se conocieran.

Gimió cuando el beso le rosó los labios más demandante, pero no más rápido. Esa noche la prisa no era la premisa, y por ello aquello tenía más erotismo.

Las manos en su cintura ahora se soltaban para ascender por la espalda, abriéndose al apretarla a él una, para colarse debajo de la holgada remera la otra. Sakura gemía al elevar su cuerpo colocándose en puntas de pie, mientras se sostenía de los anchos hombros.

El aroma de Seiyi, su perfume, era embriagante. La fuerza de sus dedos, la firmeza del cuerpo sobre el cual se apoyaba ahora, encendían el resto. Y fue percibir la erección sobre su abdomen, para entender que la noche sería larga, porque simplemente quería sentirlo y no por algunos instantes. Iba entendiendo el sexo que le proponía ese hombre, uno lleno de orgasmos, pero también de la ausencia de ellos, dándole lugar al disfrute de sólo conectar, de solo hundirse en la piel del otro, de caricias calientes que ya si se sentían como fuego.

Nadie dijo nada, ni lo pidió. Fueron sus manos las que obraron por sí mismas al buscar quitar la ropa del otro, olvidando por completo el lugar, la hora y el pedido de una cena que se daría allí mismo.

—¡Oh, por dios! —fue el grito que la anunció, y luego el sonido de cubiertos cayendo— ¡P-perdón! ¡Perdón! No quise y —se tapaba los ojos agachándose a recoger lo que había arrojado— ¡No vi nada! ¡Lo juro! ¡Lo siento!

Sakura se apretó en el desnudo pecho de Seiyi, ya no tenía remera, el varón aún vestía la camisa pero abierta. La rodeó con los brazos, sabía lo pudorosa que era la joven con la servidumbre de la casa.

—¡Señorita Yisihara! ¡Le dije que golpeara antes de entrar! —Watari aparecía detrás con una manta. Más allá dos mucamas más se asomaban con almohadones y un carro de comida.

Seiyi carcajeó girando para quedar de espaldas a la gente, mientras observaba a Sakura con una sonrisa.

—Tranquila —le susurró— , con Watari no pasa-

—¡Ya sé! —respondió entre dientes— Él está acostumbrado a verte desnudo con mujeres, ¿no?

—¿Celosa?

—¡Cállate! —le susurró gesticulando como si le gritara.

—Perdone mi señor —ahora se acercaba Watari con la joven siguiéndole detrás agachando la cabeza— ¡Tu ve con el resto a preparar la mesa! —la mucama asintió varias veces sin levantar la mirada, completamente avergonzada— Señora Jumier, tome —y entregó la manta—. Le dejo todo en sus manos.

—¿Es nueva, Watari?

—Sí, señor. Comenzó esta mañana.

—No seas tan duro con ella.

—Lo tendré en cuenta, señor —carraspeó agachándose para juntar la blusa de Sakura—. Señorita, tome —y miró hacia otro lado mientras la chica casi se la arrancaba de la mano, para vestirse oculta por el cuerpo del varón.

—Gr-gracias —balbuceó asomándose ya cubierta, pero con las mejillas encendidas. Seiyi se abotonaba la camisa.

—En unos minutos, todo estará listo, señorita —y le sonrió.

—S-Sí... no hay problema.

Suspiró.

Y en ese instante una molestia le punzó en el bajo vientre. Intentó ignorarla, pero luego otra más fuerte le volvió a azotar. No era fecha para su período, ¿acaso se había sobrepasado el fin de semana? No lo creía. Los cálculos mentales no tardaron en llegar, abriendo los ojos cuando cayera en la cuenta de que en realidad debía haberle bajado cinco días antes de su cumpleaños.

—Sei...

Este hablaba con Watari.

Le tomó la manga de la camisa, jalando suavemente.

—Sei.

—¿Si?

—Podrías indicarme en donde... ¿está el baño?

—Sí, preciosa —se giró señalando hacia una puerta que quedaba un par de metros a la derecha de la amplia entrada— ¿Necesitas algo?

—No. Ya vengo.

—¿Estás bien?

—Sí, sí —sonrió— Sólo debo... ir.

Seiyi asintió sonriéndole, para regresar a la conversación con su mayordomo.

Sakura suspiró alejándose de los hombres. El atuendo que le regalara Siena se componía de colores claros. Cualquier accidente se notaría manchándolo, sino era que esa punzada fuera un calambre. Había tomado todos los recaudos, pero la actividad en las últimas semanas había sido más que bastante. Los nervios le tensaron la espalda. Mejor no sacar conjeturas hasta auto examinarse.

Abrió las puertas que le indicaran. De inmediato las luces se encendieron, desplegándose ante ella una enorme estancia, con ante baño cubierto de mármol grisáceo en donde tranquilamente podrían estar conversando tres personas, y tendrían espacio de sobra. La moderna bacha, daba hacia los amplios espejos, iluminados con precisión para facilitar hasta maquillarse. Y más allá, un estante con toda clase de neceseres para damas. Y también para caballeros.

Se acercó a husmear. Había pañuelos descartables, bolitas de algodón, varias sombras como maquillaje, y labiales. Más allá, elementos de higiene femenina y hasta ¿condones? No quería preguntárselo. El mundo de Seiyi era extravagantemente sexual, y no podía negar que le gustaba, aunque aún le costaba demasiado evitar sentir celos, como si aún continuara compitiendo sin saber bien contra quien.

Una nueva punzada la llevó rápidamente a meterse en uno de los tres sanitarios.

Cerró sin traba, no creía que nadie fuera a molestarla y se sentó bajándose rápidamente el pantalón y la ropa interior. Nada.

No dejó que le preocupara. Iba a desplegar el chakra de inspección cuando lo sintió, y se sentó al fin. Allí estaba, su período.

—Mierda —realmente tenía ganas de lo que sucedería después de la cena. Sino era que se daba durante.

Se higienizó y fue en busca de uno de los tampones para colocárselo.

Había una molestia, así que tomó mano de unos analgésicos que se encontraban más allá. Había varias marcas y de distintas composiciones, todos en dosis bajas. Era como un botiquín de emergencias para mujeres.

Sonrió. Seiyi no dejaba de sorprenderle.

Se refrescó la cara para luego observarse al espejo. Unas incipientes ojeras asomaban debajo de sus ojos. El fin de semana había sido intenso, lleno de sorpresas, sexo y poco sueño. Lleno de algo nuevo que jamás había experimentado.

Amar siendo amada.

Sin tener que esconderse, sin fecha de caducidad, sin miedo del mañana.

Se sentía bien.

—¿Sakura? —unos pequeños golpecitos en la puerta seguidos de la voz de Seiyi, le hicieron reaccionar— ¿Estás bien?

—Sí, sí, todo bien —y abrió la puerta, suspirando al salir.

—¿Qué pasa?

—Nada.

—Pero te noto —se agachó apenas para observarla mejor—... algo pálida. ¿De verdad estás bien?

—Sí, solo que ... mi periodo bajó —le dijo lo último en un susurro, torciendo la boca después.

—¿Y cuál es el problema?

—Qué ... bueno... íbamos a cenar y luego... algo más. Dijiste que la cena iba a ser larga.

Seiyi carcajeó y luego la tomó de los hombros para llevarla a sus brazos. La ocurrencia le había enternecido.

—No veo el problema en eso.

—¿Qué? ¿Quieres igual?

—A mí no me molesta, siendo tú.

—Si... pero es enchastroso.

Volvió a carcajear besándola ahora.

—Eso es cierto —un nuevo beso y luego le acarició— ¿Y estás bien? ¿No te duele nada? No tienes buen semblante.

—Sí... me molesta. Pero tomé un analgésico. Tienes... tienes de todo para la higiene femenina en ese baño.

—En cada baño de la casa.

—¿En serio?

—Sí —y en ese instante recordó que el único baño que no estaba preparado para la emergencia de una mujer, era el de su habitación. Nunca había mujeres en su dormitorio. No hasta ahora.

—Claro... entiendo —los celos calaron evidentes otra vez—, tienes muchas mujeres.

Seiyi carcajeó sin poder evitar apretarla nuevamente contra él.

—No tengo, trabajo con muchas mujeres.

—¿Trabajas? —empujó para separarse aunque sólo pudiera hacerlo apenas— ¿Ahora le dices así?

—Sí, porque ahora sólo trabajo con ellas —intentó besarla pero cuando ella huyó no pudo más que reír, adoraba cuando se ponía así celosa—. A la única que pretendo follar cada noche es a ti.

Sakura suspiró relajando los brazos que empujaban contra su pecho.

—Menos esta noche.

—No te sientes bien, esta noche pasaremos de eso.

Y ahora relajaba todo su cuerpo, dejándose acariciar.

—Entonces, es mejor que me vaya.

—¿Por?

—Se arruinó nuestra noche.

Seiyi volvió a carcajear.

—O sea que crees que te quedas solo para que pudiera follarte —le tomó del mentón para fijarla a sus ojos— ¿Eso soy para ti? ¿Solo alguien para follar?

—¡No! —él sostenía la mirada— Bueno, no solo para eso.

—Ah... es bueno saberlo.

—¡Sei! ¡No empieces con tus juegos! Que estoy... sensible.

Le sonrió y luego le besó.

—Sensible... ¿sabes que es bueno para cuando se está sensible?

Ella negó.

—Que te consientan —Sakura sonrió—. Y resulta que también soy excelente en eso.

La chica carcajeó, mordiéndose el labio inferior antes de rodear el cuello con los brazos para besarle.

Watari los observaba desde la distancia, atento también a que las sirvientas terminaran de acomodar los alimentos, para echarlas lo más rápido posible después. Le encantaba ver a su señor, a su muchacho, tan tierno con alguien. Esa sonrisa que ahora le estiraba los labios, marcando los hoyuelos, clara señal de que aquello que lo tenía así era genuino, le llenaba el alma. No desaprobó nunca su estilo de vida, aunque sabía que la soledad hacía parte de ello, y era justamente eso lo que le molestaba. Porque el Hyuga era una excelente persona más allá de esa fachada arrogante y fría que siempre mostraba. Él lo había criado para ser un hombre de bien, y no quería que fuera el amor justo la experiencia que le faltara en la vida. Y ahora, ya no le faltaba.

Hacía años que no le veía así de feliz, y menos dedicado exclusivamente a una única mujer, sin roles de por medio, sin juegos, sin reglas. Sólo siendo él, disfrutando de otra persona más allá de lo sexual, bajando esa fachada dura e ilegible.

Sonrió antes de suspirar y tirar de los picos de su chaleco alisándolo, para acercarse lentamente.

Los nuevos amantes cuchicheaban y reían.

Carraspeó.

—¿Señor?

—¿Está todo listo? —preguntó este sin dejar de mirar a la mujer entre sus brazos.

—Así es, señor. Me retiro. Si necesita algo más, me avisa.

—Ve a descansar Watari —ahora sí le miraba— Pero antes, acondiciona elementos de higiene femenina en mi habitación.

—¡Seiyi! —exclamó Sakura avergonzada, escondiéndose en su pecho.

Él carcajeó mirando a Watari quien sonreía tierno ahora, observándole con sorpresa en los ojos, para gratificarse con ese asentimiento que vino después. Seiyi acondicionaba su habitación, su santuario, para incluirla a ella. Eso era enorme.

—Despreocúpese, señor —carraspeó— ¿Señorita? ¿Alguna preferencia?

Sakura le miró, saliendo de su escondite.

—Compresas ultra finas con alas. Tela suave —habló rápidamente, no entendía por qué ella, siendo médico, sentía tanta vergüenza hablando de esos temas con Watari, el hombre le inspiraba mucho respeto—. Gra-gracias.

—No hay porqué, señorita —le sonrió y luego miró a Seiyi—. Señor —e inclinándose apenas en saludo, se retiró sonriente, cerrando suavemente las puertas de la estancia al salir.

—Ahora sí, preciosa, ¿cenamos?

—Muero de hambre.



La mañana amaneció lluviosa como había comenzado la noche. Contrario a lo que acordaron al iniciar la cena, se quedaron poco más pasada la media noche sentados en los almohadones al lado de los ventanales, viendo hacia afuera, hacia la oscuridad del parque y Konoha que se retorcía en los relámpagos. Sakura estaba fascinada observando aquel espectáculo, recostada en los brazos de Seiyi, mientras las gotas contra los cristales los arrullaban.

No conversaban. Cada uno fundido en los brazos del otro disfrutaba de aquel tácito silencio para arrojarse solo al tacto, al calor del cuerpo del otro, a las caricias. El goce era casto, pero no menos intenso. Se sentía pleno, completo, era fuerte pero, sobre todo, correcto. Aquello, ella en los brazos de él, él apretándola a su cuerpo, rodeándole tiernamente, era exactamente lo que debía ser.

La noche no siguió del todo buena para Sakura. Los cólicos la tenían quejándose en su sueño hasta que al fin la despertaban. Y Seiyi con ella, siempre con ella.

Lamentó haberle robado horas de descanso en más de una oportunidad, pero él simplemente le sonreía para llevarla nuevamente a sus brazos, envolviendo con las enormes manos el bajo vientre, brindándole calor para aliviar el dolor que los analgésicos ni el chakra lograban calmar.

Y cuando al fin los despertadores les anunciaran el fin del reposo, él comenzó el día junto a ella. La llevaría al trabajo, y aunque Sakura se negara, cayó perfecto aquel mensaje que le llegara durante el desayunado solicitando su urgente presencia en la empresa que tenía en Konoha. No pudo contradecirlo cuando la subió a su auto, besándola con ganas al dejarla en la entrada al hospital. Varias enfermeras los vieron, cuchicheado después, pero no les importó. No a Sakura, menos a Seiyi. Aquello era real.

Fue Noozomi la que la recibiera a los gritos, cuando llegó a su puesto en el horario de entrada del personal administrativo. Y era evidente que ya le habían ido con el cuento, lo que, sumado a lo que vio durante la noche de la fiesta de cumpleaños, no hizo más que hasta robarle una lágrima de emoción.

—Sí, es mi novio, Noozomi.

Tuvo que admitirlo al fin. Y si bien aquella afirmación le causó cierto temor acelerándole el pulso, sabía que era cierto. Al fin y al cabo, él la había presentado como su futura esposa frente a los gemelos y Siena, frase que la chispeante joven no dejó de repetir en medio de susurros, durante todo el desayuno del día anterior.

Se sentía extraño aquello. Jamás había podido decir que un amor era realmente suyo. Sasuke no andaba con esas cursilerías, se lo había dejado bien en claro cuando ella se lo preguntó luego de que se acostaran por primera vez. Y con Kakashi no había sido una opción, lo de ellos no tenía nombre porque no tenía futuro, aunque nadie lo mencionara hasta que la fatalidad de la verdad, se presentara arrebatándole definitivamente esas ganas.

Y Seiyi, el hombre más peligroso en su vida, le dio todo lo que antes nadie quiso brindarle, dejándola allí, caminando sobre una nube con la felicidad arremolinando en el estómago, para cerrarlo después por el temor a un futuro que no podía evitar sentirlo incierto.

Pero no se ahogaría en las dudas ni en los miedos. Había decidió abrazar el consejo de Siena y vivir aquello, por más que contradijera a Tsunade. El amor sincero era escaso, superar el tiempo manteniéndose intacto, una hazaña que pocos lograban. Y ella, aun sin proponérselo, quería tomarlo y averiguar qué pasaría. Pero sobre todo, quería disfrutarlo. Ya demasiada señales tenia de que aquello era real.

—¿Puedo pasar? —fue Shizune la que se asomara a su consultorio, por la hendija semiabierta de la puerta, luego de dar sus característica dos golpecitos con el nudillo del dedo índice.

Ya habían dado las veinte horas, el día fue más intenso de lo esperado transcurriendo rápido. Noozomi hacía más de una hora que había terminado su jornada, solo quedaba el personal de los turno de noche, y algún que otro médico dando la última ronda a sus pacientes internados.

Sakura no se había prácticamente movido de su consultorio, atendiendo los turnos de ese día y el anterior, para dedicarse ahora al papelerío. Se sentía exhausta, más con un período que estaba siendo particularmente difícil ese mes. Había consultado a su ginecóloga quedándose tranquila luego, era normal luego de varios meses sin la píldora, situación que revertiría con los nuevos anticonceptivos que le había recetado y que comenzaría esa misma noche.

—¡Shizune! Sí, pasa, pasa —le sonrió invitándola a sentarse frente a ella— ¡Qué linda sorpresa! Bueno... espero que lo sea.

La mujer carcajeó apoyado la cartera y el ligero abrigo sobre la camilla para sentarse después.

—Sí, no traigo problemas —suspiró— ¡Dios! ¡Cómo llueve! —y se peinó los húmedos cabellos hacia atrás después.

—¿Sigue lloviendo? —miró por sobre su hombro a la ventana detrás—. Sí, sigue. No me moví de aquí en todo el bendito día. Casi que ni me daba cuenta la hora que era.

—¡Te pegaste el faltón ayer! —carcajeó, Sakura asentía sonrojándose, su lado responsable jalaba por aquella falta— No te preocupes... veo que la fiesta del sábado se extendió, ¿no?

—Algo así...

—¿Algo así? —ambas rieron— Te vi irte con el bombón del Hyuga, y muchísimo más temprano que el resto.

—Así es —el sonrojo aumentaba.

—Y veo que no te acompañó simplemente a tu casa.

—En realidad... no fuimos a mi casa.

—¿No? —abrió enormes los ojos carcajeando después— Me muero por saber dónde, pero mejor ni me cuentes.

—No lo iba a hacer.

—¡Mala! —volvieron a carcajear— Mira... me alegro, ¿sabes? Te mereces divertirte con alguien así.

—Gracias —iba a replicar aclarando que no era una aventura, pero decidió que era mejor dejarlo así. Que todo se diera y se supiera naturalmente.

—Pasé a ver el paciente de la siete.

—¿El de quebraduras múltiples?

—Sí, él fue mi última cirugía antes de regresar a mis funciones de mano derecha del hokage —suspiró pesado y luego sonrió—. Veo que tuviste que hacerle una nueva.

—Sí, la semana pasa. Pero fue solo un toque en la rodilla, para acelerar la curación. Se le formó un borde cicatrizal que le iba a quitar movilidad.

—Leí el reporte —Sakura asintió—. Me alegro que evolucione bien.

Suspiró nuevamente, la sonrisa se le disipó luego llevándola a mirar hacia todo el consultorio y a cada elemento allí dentro, con nostalgia en los ojos.

—¿Qué pasa Shizune?

—Nada, ¿por?

—Te noto.... ¿triste?

—Cansada, dirás.

—Puede ser... pero no... Me parece que es otra cosa.

Shizune sonrió.

—Me conoces.

—Compartimos muchas cosas.

—Sí...

—Extrañas esto, ¿no? Digo, ser médico.

Ahora la morocha asentía mordiéndose el labio inferior, completamente seria.

—¿Por qué no le dices a Kakashi?

—Lo pensé —suspiró—. Pero Shikamaru acaba de ser padre, quiero que disfrute más tiempo de ese momento único.

—Entiendo. Le tocaría a él ocupar ese puesto.

—Así es —respiró hondo para sonreírle después—. Bueno... será mejor que me valla. Y tú también —le señaló con una mirada de advertencia, conocía lo obsesiva que era la chica con su trabajo—. Coincidimos unas calles juntas.

—Vienen a buscarme.

—¿Seiyi?

Sakura asintió varias veces. Shizune sonrió.

— Veo que te anda cuidando, el atorrante ese.

—Me matan tus halagos —la voz de Seiyi a sus espaldas, la sobresaltó teniendo a Sakura a las risas contenidas al taparse la boca—. Me alegra la estima que mantienes por mí —y le sonrió al detenerse a su lado.

—¡Seiyi! ¡Por dios! —la mujer se tomaba el pecho— ¡No hagas esas cosas!

—¿Hacer qué? ¿No quieres que te hable ahora? —pasaba de ella para ir hacia Sakura, quien le esperaba.

—Sabes que no es eso —desvió la mirada cuando el varón besara con ganas a la pelirrosa, sin importarle que hiciera la otra— Ay...para que te digo, haces lo que quieres... en fin —se puso de pie sin poder evitar observar por unos segundos a su amiga, esta ahora sonreía perdida en esas miradas que ambos se daban, separándose de los labios del varón, pero sin romper el contacto.

Se veía bien, muy bien. Se veía tranquila y él... ¿enamorado?

Negó sin querer sacar demasiadas conjeturas. Lo conocía demasiado habiendo compartido muchos momentos con él mientras crecían, y era notable que había un cambio, pero no quería arriesgarse a nada.

Tomó su piloto y cartera, girando hacia los amantes que ahora se decían algo entre susurros.

—Sakura —carraspeó—, perdón por interrumpir.

—Estás perdonada —dijo Seiyi sin mirarla—, siempre y cuando, desaparezcas ahora.

—¡Sei! —le reprendió Sakura, incomodándose por aquello.

—Ja ja —se burló irónicamente la morocha— Te duele la garganta, ¿Sakura?

—Eh...

—¿No fuiste tú la que habló? Entonces debe ser alguien en la calle...

Seiyi sonrió de lado y tomó aire para responderle, cuando sintió a Sakura jalar de la manga de su abrigo. Le miró. Esta negaba.

—¿Te ... te vas Shi?

—Sí, hablamos en otro momento, cuando haya menos ruido —se colocó el abrigo cuando oyó un trueno afuera, señal de que seguiría lloviendo—. Ah... ve preparando los reportes del final de la obra en el hospital, y el detalle de los gastos extraordinarios.

—Están casi listos, pero...

—Probablemente se adelante la reunión de la aldea.

Esta asintió poniéndose seria.

—No te preocupes... es sólo por si acaso. Sé que te gusta tener todo bien detallado y... nada. Lo hablamos mañana, ¿puedes?

—Sí. Ven a última hora.

—¿Me aseguras que no va a haber...interrupciones desagradables?

Seiyi carcajeó.

Sakura le miró sonriendo con picardía.

—Entonces ven a las seis, cuando terminan los turnos.

—Mejor. Que tengas una buena noche, Sakura.

—Por supuesto que la va a tener —fue el Hyuga quien respondió.

Rodó los ojos mirando una vez más a la chica, para salir de allí, batiendo la mano en saludo tras su espalda.

—¡Eres malo! —un chirlito impactó en la mano del varón, seguido del grito de la chica cuando este le jaló poniéndola de pie para besarla con más ganas que antes.

—Mmmm...

—Te extrañé. ¿Tú no?

—Mmmm... mu...cho... pero... no tenías —Seiyi le mordió el labio robándole un gemido— ... Sei... no seas tan malo.

—Lo dices por Shizune?

—Sí, ella...

—Tranquila. Siempre nos tratamos así.

Sakura suspiró ahora. Se conocían. Claro que se conocían, y eso no hizo más que picar en sus celos aunque le restara importancia cuando el varón le besara otra vez.

—¿Cómo te sentiste en todo el día?

—Lo dices por mi período o por el trabajo.

—Por los dos —y le robó un nuevo beso.

—Molesto e intenso.

—¿Te dolió mucho?

—Más o menos. Pero me dieron unos analgésicos que fueron más efectivos.

—Bien —y le sonrió.

—Y comienzo con los anticonceptivos de nuevo, así que...

Seiyi sonrió, acariciándole la mejilla nuevamente.

—¿Y cómo te sientes ahora?

—Bien —suspiró—. Pero algo tensa.

El trabajo había sido de locos, pero lo que le comentara Shizune antes de retirarse, fue el detonante de esa tensión, porque sabía lo que aquello significaba, y no era por el proyecto en sí lo que le preocupara.

—¿Es por lo que te dijo Shizune?

Le miró sorprendida.

¿Cómo hacía para leer tanto de ella?

—No —dudó—. Bueno... sí. Algo de eso hay.

Seiyi le sonrió calmo.

—Tranquila. Él va a tratarte profesionalmente.

Su sorpresa aumentó sonrojándola.

Él.

Kakashi.

No quería mencionarlo, ni que Seiyi lo hiciera. Pero era imposible que él no notara eso, la conocía de formas que ella ignoraba.

Asintió bajando la mirada, y sus dedos encortaron la forma de liberar la intranquilidad jugando con las solapas de la camisa sobre el pecho del varón.

—Temes lo que te cause a ti.

Suspiró. Las manos se quedaron quietas. Dudó en responder, pero era en vano ocultar algo con ese hombre.

Asintió al fin, pero no pudo mirarle a los ojos.

—Tú también estarás bien —y ahora agachaba el rostro buscándole, brindando esa preciosa sonrisa calma cuando al fin se encontró con sus jades. Ella temía, como si hubiera una falta en aquello.

—Sei...

—Preciosa, a qué le temes.

Negó mordiéndose nerviosa el labio inferior.

—Habla conmigo.

Suspiró.

—A... a... hacerte...daño —balbuceó.

Él carcajeó gravemente, besándola después. Era preciosa, más cuando hacía esas cosas, cuando esas mejillas se le encendían abriendo inocentemente los preciosos jades. Una joya, única. Suya.

No podía negar que en cierta medida le molestaba que Kakashi la viera, no iba ignorar eso, pero también sabía que era imposible que no se cruzaran, sus deberes lo demandarían. Y no podía explicarle lo que le quemaba saber que ella aún tenía sentimientos por ese hombre, su amigo. Que no lo olvidaría fácil, y que él al fin bajó sus demandas para tenerle, cayendo al aceptar ese pasado que insidioso se colaba en sus presentes, porque ya simplemente no soportaba privar su vida de ella. Y agradecía la sinceridad de la chica ,aunque aquello lo dejara en desventaja. Pero era mejor así, el solo hecho de que admitiera su temor frente a él, demostraba lo comprometida que estaba con esa relación, y eso lo tenía allí, aferrándola a su vida. Sin sinceridad ni confianza, no existía futuro. Y él lo quería. Lo quería todo. Pronto ese corazón sería sólo suyo.

Le observó cuando se separaron otra vez. Le peinó los cabellos luego acariciándole el rostro. Ella aún seguía con temor en los ojos, prendada de él, esperando una respuesta innecesaria.

—Eres mía —le susurró.

—Tuya —respondió antes de sonreír, iluminándose sus jades.

Y ahora la mano que la acunaba, le tomaba de la quijada llevándola más hacia él, con la posesividad que sus duros ojos ya no podían ocultar. Sakura jadeó. El arrebato le apretó las piernas cuando el gesto le punzara en su centro.

—¿Mía?

—Sí...tuya —la respiración le tembló—... mi señor.

Sonrió de lado. Ella agachó la mirada en respeto, agitada ya.

—No te dije que no me miraras.

Y ahora volvía a él. Seiyi le observaba.

Esos jades temblaban, pero de otra sensación. Las pequeñas manos se cerraban en sus solapas y los labios se separaban ahora cuando los ojos se posaran allí.

Entrega total, eso había exigido, y sabía que ella aun no se había entregado como su sumisa. En ese instante, la deseaba de esa forma, aunque no era una posibilidad, el cuerpo de la joven no estaba en condiciones.

—Otro día será —dijo al fin soltándole la quijada para besarla después.

—Sei... te deseo...

—Recupérate primero.

Ella asintió.

Él respiró hondo.

Y ahora sus pequeños dedos le recorrían los labios.

—¿Y —suspiró—... y como fue tu día?

—Largo.

—Igual que el mío.

Las miradas se encontraron. Había deseo en cada uno, un deseo oscuro.

—¿Estás cansado?

—No, ¿por?

Ella encogió un hombro.

—Quería invitarte a un lugar al que íbamos con Naruto y las chicas cuando las misiones nos dejaban estresados.

Seiyi sonrió. Sabia a que lugar se refería. Él había ido muchas veces, y si bien siempre fue consciente de las ninjas más jóvenes, en aquella época la chica no le llamaba la atención. Solo a su amigo, quien siempre buscaba la forma para que ella no bebiera demasiado.

Seiyi carcajeó.

—De seguro que tú ibas.

—Sí, cada noche .

Ahora era Sakura la que carcajeaba.

—¿Te emborrachabas cada noche?

—Yo no —y no dijo mas dejándola con la duda que le hinchaba las mejillas.

—Me lo imagino —jugó con un cabello que rodó pesado por sobre el hombro del varón—. En esa época no sabíamos el uno del otro.

—Lo dirás por ti.

Sakura frunció el ceño incrédula.

—Nunca te vi.

Él sonrió. No iba a darle detalles de nada, ni con quien iba a ese bar ni cada vez que molestaba a su amigo, cuando lo advertía observándola o usando sus trucos para que la chica se fuera lo más rápido posible, antes de que otro ninja hiciera un movimiento para intentar seducirla, porque siempre había alguno interesado en ella.

—¿Y tú te emborrachabas cada vez? —decidió cambiarle el tema, la chica suspiró.

—Cuando iba con mis compañeros, no. Pero —carcajeó pícara—... sí cuando iba con Tsunade.

—¿Tsunade?

—Sip —sonrió—. Ella era muy exigente conmigo y había días en que se apiadaba y me invitaba a comer. Terminábamos siempre en el bar. La conoces.

Seiyi carcajeó ahora. La verdad, las pocas veces en que recordaba haberla visto, nunca fue con su tía. E iba dándose cuenta de porqué.

—¿Y ahora quieres que hagamos eso?

—¿La verdad? No —carcajearon—. Pero estoy tensa, estresada y ... caliente. Y tengo en frente un hombre condenadamente apuesto —Seiyi le sonrió de lado—. Mmmm... no hagas eso.

—¿Por qué no?

—Porque no me harás nada después y me resultas irresistible cuando me sonríes así.

Volvió a carcajear, besándola luego. Él también sentía lo mismo, pero conocía de períodos dolorosos y no era la mejor opción el sexo esa noche, siendo su segundo día y teniendo ese deseo que se descontrolaría ni bien la viera desnuda en su cama.

—Yo me siento igual.

—Mmmm... ¿el bar entonces?

—El bar será.

—Eso sí, antes de las nueve tenemos que estar en tu casa.

—¿Por?

Sakura le sonrió ampliamente.

—Watari me dijo que me iba a preparar mi platillo favorito.



El local estaba lleno, el día lluvioso predisponía a permanecer encerrados para finalizar la jornada.

Muchos ninjas conversaban animadamente, algunos algo bebidos, otros apenas alegres. Más allá, grupos de mujeres que no pertenecían al mundo ninja pero sí querían desposar a alguno, o simplemente divertirse aprovechando la fama de resistencia y buen físico que los caracterizaba, reían pavoneándose y echando miradas provocativas al que a osaba a hacer contacto.

Muchas habían notado de inmediato a Seiyi ni bien entrara, sin lograr descifrar a que mundo pertenecía, desistiendo en dedicarle más de su preciado tiempo, cuando al fin constataban que el varón se encontraba muy entretenido con la chica de cabellera rosa entre sus brazos, y que no reparaba en ellas en lo absoluto.

Sakura reía sentada a su lado en la mesa más cercana a la ventana, una que el Hyuga logró hacerse luego de hablar con el dueño, un amigo de años que se alegró de verle. Los asientos eran enfrentados, aunque él no permitiría esa ubicación, llevándola a su lado en la pequeña mesa ni bien fueran a acomodarse.

Las mejillas ya se le teñían al calor de la bebida, y él no hacía más que disfrutarla, provocando las ocurrencias de la chica, aunque comenzara a quitarle las copas. Su estado no mejoraría con el alcohol, y aunque ella protestara con esos pucheritos que lo tenían conteniendo las ganas de morderle la boca, bien sabía que su compañero tenía toda la razón.

Le encantaba ser cuidada por él. Le encantaba que le buscara siempre con la mirada, con las manos, tocándole, acariciándola. Y le encantaba cuando reía. Su voz era tan grave y sus labios se estiraban en esa mueca que le marcaba los hoyuelos, que la tenían prendada, observándole poco menos que embobada cuando él reía.

La nariz se le arrugaba cada vez que iba a contar algo divertido de su fin de semana, al fin y al cabo, no habían conversado mucho sobre la fiesta y la posterior visita a los gemelos, el tiempo a solas había sido utilizado de otra forma. Pero ahora, el ambiente y las circunstancias, no les permitían otra cosa y era por ello que Seiyi había accedido a un lugar tan público y expuesto.

—Y cuando me di cuenta —carcajeó— ...tenía que andar cuidándome el doble que sino...¡pafate! me besaba.

—Siena es increíble —le tomó la mano, varias personas en el bar los observaron, las demostraciones de afecto en público no eran tan habituales—. Y tú le pareces adorable.

—¡Ya me di cuenta! —ambos carcajearon.

—¿Sakura chan?

Ella giró cuando creyó oír su nombre en medio del bullicio.

—¡Sakura chan! —el grito seguido de la escandalosa risa de Naruto fue inconfundible ahora, sobreponiéndose a todas las voces. Le siguió la mano agitándose arriba, por encima del gentío.

—¿Naruto?

Seiyi sonrió apoyándose en el respaldar de su asiento, sin soltarle la mano.

—¡Ey! ¡Sakura! —y ahora avanzaba a trompicones en medio de la gente, disculpándose con algunos, pasando de otros que simplemente estaban muy borrachos como para notarlo— ¿Qué haces aquí? ¡Qué bueno verte! —gritaba aun cuando ya se encontraba a su lado.

—¿No estabas de misión?

—Estábamos —y volteó a hacerle señas a Sasuke, quien serio se acercaba más lentamente—. Lo resolvimos antes —y carcajeó sonriendo ampliamente—, y decidimos venir un rato aquí, como en los viejos tiempos. Qué bueno que tú también estés y...

Miró a Seiyi ahora, con el ceño fruncido.

—¿Ese no es el tipo que estaba contigo en la fiesta?

Seiyi sonrió.

—Buenas noches Sakura —la voz de Sasuke lo interrumpió—, coronel Hyuga.

—¡¿Coronel?! —gritó Naruto.

—¡Ey! ¡Ya deja de gritar, cabeza hueca! —Sakura le dio un golpecito en el brazo con la mano libre, uno que buscó doler.

—¡Ey, Sakura! ¿Aún me maltratas?

Seiyi sonrió, Sasuke miraba a su amigo con hastío.

—Ya no cubro ese cargo —intervino el Hyuga interrumpiendo la incipiente discusión entre compañeros de equipo.

—¿Eh? Pero...Sakura, ya déjame —esta bufó maldiciendo por debajo—. No lo ubico de-

—De las fuerzas ANBU, Naruto, él las dirigía —aclaró Sasuke.

Ahora el rubio abría grandes los ojos al caer en la cuenta de quién tenía en frente, y del respeto que le debía, en definitiva, era un superior en la jerarquía de la milicia.

—Disculpe —y se inclinó en respetuoso saludo—. No conocía su identidad.

—Como la mayoría —le dijo este—. No te preocupes, ya no estoy en las fuerzas, soy un civil más.

—¡Naruto tienes que prestar más atención antes de hablar! —le reprendió Sakura entre dientes.

—Eh... no seas tan mala conmigo.

Y la discusión iniciaba otra vez.

Sasuke suspiró y luego miró al Hyuga quién observaba entretenido la pelea de esos dos.

—No te hacía habitué de un lugar así —le dijo.

Seiyi giró viéndole ahora, moviendo suavemente los dedos que tomaban la pequeña mano de su mujer, acariciándola.

—Ella quería venir.

Y ahora el Uchiha sonreía depositando sus ojos en ese agarre, que se lucía casto apoyado sobre la mesa.

—Entiendo.

El Hyuga sonrió.

—¿Cómo están los bebés?

—Voy de camino a casa —ahora Naruto los miraba—. Yuuto te extraña.

—Dobe... ¿le conoces? —interrumpió el rubio.

—Sí —respondió sin quitar su atención del hombre frente a él.

—Dile a Karin que mañana voy a visitarle.

—Le hará bien.

—¡Dobe, no me dijiste que lo conocías!

—No te digo todo —y ahora miraba a Sakura, ella le sonreía apretando la mano del hombre a su lado.

—¿Y de donde se conocen? —insistió Naruto.

Sasuke suspiró.

Las puertas de entrada se abrieron de repente, para dejar salir un grupo de hombres demasiado alegres y tumultuosos que comenzaban a gritar cuando notaron la lluvia que recrudecía, mojándolos.

Todos los ninjas giraron hacia al lugar, puro instinto de años desarmando peligros.

—Falsa alarma —soltó el rubio, volviendo la atención a su amiga quien continuaba observando a los hombres, algunos gritando en el suelo barroso al caerse por su terrible estado.

Era Naruto quien ahora abría grande los ojos, cayendo en la cuenta de esas manos aferradas con cariño, de ese hombre que parecía envolverla con su presencia aún sin tocarla demasiado. Miró a Sakura quien por un segundo cruzó con los azules de su amigo.

—Tú y él —jaló de la manga floja de Sasuke, llamándole— ... Dobe, él es...

Este giró sin darle demasiada importancia. Para él no era novedad aquello.

—Sakura, él es...

Le sonrió, tomando aire después.

—Es mi novio, Naruto.

Seiyi la miró de inmediato al oírla, Sasuke hizo lo mismo.

—¿¡En serio, Sakurachan!?

—Sí. En serio.

—Desde cuand-

—Ya. Deja de meterte. Vamos que los demás llegaron.

Naruto volteó torpemente constatando lo que su compañero decía. La sonrisa se le ensanchó de inmediato, y fue la mano la que se alzó nuevamente antes de gritar.

—¡Kakashi sensei! —le llamó al verle entre los recién llegados, empujando al frente la silla con Guy —¡Ey! ¡Aquí!

Sasuke gruñó.

Y luego le tomó del cuello para arrastrarlo de allí. Sabía que no era lo mejor reunir a esos tres, aunque Naruto se esforzara en lo contrario al continuar haciéndole señas al peliplata y a Guy.

Sakura había quedado helada por unos segundos, hasta que sintió el apretón en la mano sobre la mesa. Giró de inmediato para encontrarse con la mirada calma de Seiyi y esa sonrisa segura que prácticamente si borraba cualquier temor desde sus pensamientos, centrando todo en él, su hombre.

Se inclinó hacia el frente, acercándose. Ella hizo lo mismo sonriéndole en el proceso. Algunas personas repararon en ellos pero no por demasiado tiempo.

—¿Así que soy tu novio? —le dijo en un tono bajo.

Ella se sonrojó.

—Bueno... puede ser —suspiró— ¿Q-quieres... ser mi novio?

—¿Me lo estás proponiendo? —carcajeó, estirando la sonrisa de lado antes de posar sus ojos en esa boquita que se hinchaba al frente, nerviosa.

—P-puede ser... me gustaría —suspiró— ... no sé...

—¿No sabes? —se acercó más, provocativo— ¿Haces una declaración así de fuerte y luego no sabes?

Ella se encogió de hombros, sonrojada, sonriéndole después.

El varón seguía acercándose sin medir ni importarle que varios les observaran ahora.

—No sé si a ti te va lo de... novios.

—Ajá. ¿O sea que me lo propones porque supones que yo querría eso? —le acarició la mejilla.

—Puede ser...

—Y si no dependiera de mí, ¿me lo propondrías?

Suspiró seria ahora y le miró.

—Sakura, dime que-

—¡Quiero que seas mi novio! —le interrumpió hablándole firme, en el arrebato que le impulsó un momentáneo coraje que ahora le coloreaba hasta las orejas.

Seiyi sonrió ampliamente.

—Acepto —le tomó el mentón ahora—. Pero con una condición.

Sakura tragaba duro.

—C-cual...

La sonrisa se le ladeó, y ahora había picardía en la mirada.

—Llegado el momento, lo sabrás.

—Sei, no seas-

—Shhh —y le besó, lentamente.

Sakura gimió en ese beso, apretando las piernas luego cuando sus ojos se cerraron. Cuando Seiyi iniciaba sus juegos, no podía evitar sentirse de gelatina, y la sensibilidad de sus días no ayudaba.

—Eres malo —le dijo al soltarle los labios. Él carcajeó.

—Y me lo pediste igual.

—Me estoy arrepintiendo.

—¿Segura?

—Sí, porque te estás portando mal.

—Sabes que eso que dices es mentira.

Ella puchereó. Era irresistiblemente tierna cuando hacía eso, los oscuros ojos de Seiyi se lo dejaban saber.

—No hagas eso.

—¿Qué? —le respondió con inocencia.

—Ahora tú eres la mala —Sakura carcajeó—. Sabes que esta noche no podré castigarte.

Y ahora se mordía el labio inferior.

—¿Ibas a castigarme?

Seiyi le miro la boca, los dedos en su rostro se movieron impacientes y no pudo más que reír alejándose, para mirar la hora desde su reloj pulsera.

—Faltan cinco para las nueve. ¿Vamos?

Sakura le miró con picardía relamiéndose los dientes.

—Muero de hambre —y ahora le tomaba la mano que el varón le extendió al ponerse de pie — ... mi señor.

El varón le sonrió tomando de la silla de ella el piloto para colocárselo sobre los hombros, acercándose a su oído cuando fue a correrle los cabellos que aplastaría con la tela.

—Ve acostumbrándote a llamarme así —le susurró con voz grave—. Por qué no tienes idea de lo que te espera.



No era el único que los observaba, pero si el único que mantenía fija la mirada en ellos, y sólo ellos.

En ella.

En sus jades nerviosos que pronto brillaron al dejar de buscarle. En esa sonrisa juguetona y genuina que se sonrojaba cuando el otro le hablaba.

La tocaba.

La seducía.

Y ella le miraba con ilusión, con esa ingenua lujuria que él había sabido despertar. Y que ahora ya simplemente no le pertenecía. Porque a él le miraba distinto, porque a él le huía, le dolía fijarse en sus ojos, le dolían sus besos, su toque.

Se iba.

Se le iba...

La mano que sostenía la botella de cerveza se cerró apretándola. Se enfriaron las yemas, resbalaron apenas por la congelada superficie, acariciando el vidrio como el Hyuga acariciaba la suave piel de su niña rosa.

Su niña rosa... suya.

—Ey, viejo, ¿cómo le habías dicho? ¿Te acuerdas? —la voz de Naruto le devolvió al ambiente.

Ahora Sakura se ponía de pie luego de que Seiyi le ayudara a levantarse, y este buscaba el piloto. Dos borrachos se cruzaron riendo antes de abrazarse, ya no podía verle.

—¿Kakashi? ¿Cómo era? —carcajeó manteniendo la anécdota, pero pronto su semblante mutó a un infantil enojo al reparar en como lo ignoraba— ¡Viejo! Te estoy hablando y...¿qué tanto ves? —se inclinó hacia el frente para acercase a la ubicación de su ex sensei y mirar en la misma dirección que este lo hacía.

Los borrachos ahora se sostenían torpemente el uno al otro.

—No seas pesado, Naruto —acotó Sasuke.

Guy sensei carcajeaba al observar la mínima riña de esos dos jóvenes frente a ellos. Las mejillas encendidas y ahora la tercer botella que apoyaba casi vacía en la mesa, eran clara señal de su estado. Aunque haría falta mucho más para derribar a ese hombre que, aun en silla de ruedas, no dejaba de ser un oponente digo.

—¡La juventud! ¡Preciosa juventud! Mírense, eternos rivales, en la flor de la juventud y adultez.

Sasuke rodó los ojos, aunque apenas sonrió antes de beber un sorbo más.

—Kakashi, no hay nada más que borrachos.

—¿Y qué esperabas? —casi que si lo gruñó y bebió de su botella.

Sasuke le miraba ahora. Él sí sabía bien que tenía tan absorto al peliplata, asomando una nueva sonrisa cuando la puerta del local se abrió nuevamente dejando pasar a la pelirrosa y al Hyuga, quien comenzaba a cubrirla con su propio piloto, debajo de sus brazos, para protegerla de la lluvia aun mojándose él.

—Nunca va a dejarlos ir, ¿no, sensei?

Kakashi le miró serio.

—¿Dejar ir qué? ¿A los borrachos? —protestó Naruto que se sintió fuera de todo.

—Es un hombre de paz, busca la paz, pequeño rubio —acotó Guy con voz firme.

—¿Eso? —carcajeó— ¡Relájese, viejo! Esta noche otros se encargan de la seguridad.

—Más respeto, Naruto.

—Aquí es mi viejo, y estamos divirtiéndonos un rato. Relajándonos —y se encogió de hombros, para beber después media botella de un solo saque.

—Tiene un punto, mi eterno rival. Deberías hacerle caso.

Kakashi suspiró, acariciando el frío vidrio otra vez. Su cerveza estaba intacta.

Sasuke le observaba, Naruto parloteaba con Guy ahora festejándole por haberle dado la razón.

La mirada del peliplata se perdía en la botella frente a él, antes de que simplemente apenas si ladeara el rostro hacia la ventana que quedaba a su derecha, y hacia los dos transeúntes que pasaban abrazados mojándose.

—Tsk —suspiró Sasuke antes de beber otro trago. Nadie le advertiría que quería decir con aquello, sólo Kakashi quién ahora fijaba sus oscuros ojos en los del otro, helándole con la expresión en ellos.

—Ah... creo que esto me está picando —exhaló Guy.

—¿Picando? ¡Viejo, ya está picado! —carcajeó Naruto.

—Sí, ya nada es lo mismo en este cuerpo, no tan joven.

—No es tan viejo, deje de tratarse así.

—¡Cierto, mi querido amigo! La juventud aun reboza en mi espíritu —carcajeó— ¡Y mi cuerpo exige unas alitas fritas!

Naruto se unió a las carcajadas —¡A que sí!

Sasuke sonrió cuando se encontró con la mirada de Guy, que aun sonriendo amplia e inocentemente, transmitía un mensaje más que claro a un excelente lector. Y el Uchiha lo era.

—Vamos por las alitas —dijo poniéndose de pie de repente, para jalar luego del chaleco de su amigo.

—¿Eh? ¿Qué...? Pero...¿nosotros?

—Vamos a comparar, Naruto.

—Llamemos al moz-

—Vamos a comprar —demandó con firmeza antes de arrastrarlo con él a trompicones. El rubio dejaba oír sus quejas, aunque a nadie le importaban en ese lugar.

Guy suspiró largamente antes de beber el último trago de su botella.

Kakashi le miró.

—Hacía falta un poco de silencio, ¿no, amigo mío?

—No es que haya demasiado aquí, pero sí —rieron—. Naruto tiene demasiada energía.

—Igual que yo, y no te quejas.

Le miró sonriéndole después, mientras bebía el segundo sorbo de su cerveza.

—Pero tu voz no es tan... chillona.

—Cierto —y ahora batía la botella buscando juntar de la espuma una pequeña gota.

—Toma —Kakashi le extendió la suya, que apenas si había iniciado—. Los chicos traerán mas.

Guy agradeció con la mirada bebiendo nuevamente.

—Ah.... deliciosa, aunque ya la estabas calentando entre tus manos —la apoyó en frente, mirándole—. Amigo, no se desaprovecha así una bebida tan virtuosa.

Kakashi carcajeó, aunque la sonrisa no llegara a sus ojos. Siempre con Guy se sintió relajado, sin la necesidad de tener que esconder lo que le sucedía. La presencia de su extravagante y eterno rival, era confortable, era segura. Guy se caracterizó siempre por ser un hombre entero, de confianza, alguien tan positivo y férreo que le era imposible mantener sus emociones y pensamientos a raya, porque sabía que siempre le comprendería, no había juicios en su espíritu.

Él no era un sujeto de demostrar demasiado, y su entrenamiento le facilitaba controlar la gestualidad para ser ilegible, ni hablar de la máscara que le cubría la mitad del rostro casi todo el tiempo, lo que le facilitaba la tarea. Aunque para una persona como Guy, aquello no era una barrera para nada. "Los ojos son la ventana al alma" siempre le decía, antes de soltarle las simples palabras que terminaban desnudando sus verdades. Ni Seiyi era tan hábil en aquello.

—¿Qué anda sucediendo, rival mío?

El peliplata suspiró.

—Estoy cansado. Mucho trabajo.

—¿Si?

—Ser hokage a veces... apesta.

Rieron.

Guy bebió un nuevo sorbo asintiendo. Entendía que aquello era cierto, el tiempo libre que compartían se había vuelto escaso, y sabía lo que su amigo adoraba la tranquilidad de manejar sus soledades. No obstante, aquella excusa era eso, sólo una excusa.

—Hubo tiempos peores contigo en ese puesto.

—Sí, pero era más joven.

—Fue hace dos años.

—Hace dos años, era dos años más joven.

Guy sonrió, fijando los ojos en los suyos, manteniendo ese contacto por unos segundos.

—Mi gran amigo, sabes que los ojos son la ventana al alma, ¿no?

Asintió, inhalando disimuladamente una gran bocanada de aire, preparándose para lo que vendría.

—El trabajo no es el que te tiene así.

Negó.

Y luego suspiró mirando primero hacia la nada y luego hacia aquella distante mesa, al lado de la ventana, en la que minutos atrás estaban ellos, estaba ella. Ahora tres desconocidos bebían.

—¿Porque la dejaste ir?

Fueron esas palabras las que lo tuvieron suspirando otra vez.

—Sabías lo que sucedía, ¿no?

—Sí.

Su mirada seguía fija en aquella mesa, como si intentara rememorar esos momentos, esa sonrisa calma y hermosa a la distancia, que no era por él ni para él, y aun así la prefería a verla llorando.

—Quien te dijo.

—No hacía falta que me lo dijeran. Te conozco amigo, vi como la mirabas y ella a ti. Era hermoso lo que tenían. El amor entre amantes, es un tesoro único y precioso.

Kakashi asintió bajando la mirada luego para devolverla a sus manos sobre la mesa.

—No se fue.

—La dejaste.

No dijo nada y eso fue todo lo que Guy necesitó para confirmar lo que pensaba.

—¿Porque?

—No era una historia.... viable.

Sonrió con un dejo de amargura. Conocía de esas historias, pero la de su amigo, aun entrando fácilmente en esa categoría, no lo era. No desde que ella fuera mayor de edad.

—No me salgas con el verso de que porque era tu alumna ni la diferencia de edad, eso no es una excusa si hay amor verdadero.

Kakashi se encogió de hombros.

—Tal vez no había... amor verdadero.

—Mi eterno rival, miénteme mejor.

Kakashi sonrió con dolor y le miró de reojo. Este le observaba, extendiéndole ahora la cerveza para que bebiera un sorbo. No iba a negarse aquello, y fueron quizás esos largos tragos los que al final le envalentonaron la lengua.

—No soportaba saber... que —respiró hondo— ... iba a perderla. No quería pasar por eso.

—Ibas a perderla... ¿ese es tu miedo?

Asintió.

—Por eso la corriste.

No dijo nada.

—Y ahora ella está con Seiyi —la mandíbula del peliplata se tensó— ¿Eres consciente de que está con Seiyi, no?

Suspiró .

—Bien. Y eso no te da miedo.

—Él... él va a hacerle feliz. Sabes que es un buen tipo y-

—Pero tú la echaste de tu vida porque tenías miedo de perderla.

—Sí, Guy.

—Y si ella se va con Seiyi, podría decirse que es como si la perdieras.

—Sí, pero es mejor así y-

—¿Te habla?

—No entiendo.

—Sakura después de romper contigo ¿siguió hablándote como antes? Digo, ¿quedaron como amigos, siguen con sus charlas de té o entrenando?

—No. No pudimos ser... como antes.

—Entonces la perdiste.

Kakashi abrió los ojos quedándose helado ante aquello. Quiso replicar pero no encontró las palabras.

—Amigo, ¿te das cuenta que hiciste realidad tu miedo?

—No, Guy, no es así. Si se quedaba conmigo...sabes lo que les pasa a las personas que aprecio y-

—¡Cierto! —chasqueó la lengua— La maldición Hatake.

Asintió.

—Amigo, ¿tú me aprecias?

Kakashi entrecerró el ceño.

—Entiendo que no debes apreciarme demasiado, soy tu compañero de batallas, tu rival, soy algo más que un-

—Guy, eres mi amigo. Claro que te aprecio, pero no entiendo-

—Entonces, algo no está bien. Tú me mientes o tu maldición no estaría funcionando del todo.

Le miró, Guy sonrió ampliamente. Los ojos se le achinaron.

—¡Porque este cuerpo reboza de vida! —se golpeó el pecho tomándole la mano después para apoyársela en el bíceps que hinchaba al contraer el brazo contrario— ¡Tócalo! ¡Fuerte, vigoroso!

Ahora Kakashi sonreía, tenía un buen punto y el corazón se le aceleraba de sólo considerar que había razón en aquello. Porque si la había, le habilitaba a buscarla, a devolverla a su vida, a su cama, su casa. Y no dejarla ir nunca más.

—¡Ya, suéltame! —carcajeó— Que mañana seremos la nueva pareja gay de la aldea.

Guy reía ahora, robándole la cerveza para acabársela

—Veo que lo captaste. Ahora, ve y reclámasela a Seiyi. ¡Hombre, esa joven es tuya!

El golpe de las dos bandejas llenas de frituras, sonó seco frente a ellos, le siguieron las tres nuevas botellas de cerveza y la risotada alegre de Guy.

—¡Al fin! —se frotó las manos— ¡Este cuerpo necesita proteína!

—¡No eres el único! —carcajeó Naruto tomando asiento, mientras Sasuke sacaba de una mesa que se acababa de desocupar, las servilletas de papel— Tuvo una buena idea en que vayamos a buscar comida. Hinata no está en casa y no me deja comprar ramen instantáneo —puchereó.

—Tienes una excelente mujer —aportó Guy, tomando la primer presa—. Mantiene a su hombre alimentado y saludable. Hace bien en no dejarte comer porquerías.

—No son porquerías —protestó ofendido, tomando la primer alita, y ahora miraba a Kakashi quien se encontraba otra vez con la mirada en aquella mesa distante— ¡Ey, viejo! ¿No comes? Las pago yo, ¡son gratis!

—¿Cómo dices?

—¡Que comas! ¡Que es gratis! —carcajeó— Y no dejas pasar comidas gratis.

El peliplata suspiró mirando la bandeja, pero sin tocarla.

—No tengo mucha hambre.

—¿Eh? ¿Cómo qué no? Ya sabe que me rendí en la hazaña de verle la cara, es promesa. Así que coma tranquilo.

—Ya déjalo, Naruto —se interpuso Sasuke. Guy asentía engullendo lo que más podía.

—Es que... no me gusta verte así, viejo.

—¿Así como?

—Preocupado —suspiró—. Los insurgentes ya están controlados, con el dobe hicimos un buen trabajo —Sasuke asintió—. No hay nuevas amenazas. Relájese un rato.

Kakashi ni se inmutó, aunque quizás fue demasiado obvio en sus gestos, o Naruto tuvo un destello de brillantez. Lo que fuera, no se esperaba lo que le dijo después.

—¿Es por Sakura?

Alzó la vista fijándola en el rubio.

Sasuke detuvo lo que hacía. Guy siguió comiendo aunque se le escapara una risita.

—¿Qué?

—Es que la vi con el tipo ese, el Hyuga.

Kakashi endureció el semblante, intentando volverlo ilegible. Guy reía por lo bajo.

—Entiendo que lo conoces, ¿no Kakashi? —el mencionado asintió.

—Fue su camarada y amigo —aportó Guy antes de morder de su nueva presa de pollo.

—¿En serio?

—Sí, es así —carraspeó— ¿Pero que hay con él?

—Tsk —se quejó Sasuke antes de beber de su botella.

—Bueno, porque me quedé preocupado cuando Sakura lo presentó como su novio.

—¡¿Qué?!

Sasuke no dijo nada, intentó mantenerse inmutable. Guy explotó en tos ahogándose con el bocado que masticaba.

—¡Eh! ¡Sensei!

Sasuke se puso de pie, devolviéndose a su lugar cuando Kakashi reaccionó golpeando la espalda del hombre hasta que este levantó la mano en señal de que estaba todo bien.

—¿Pasó?

Asintió varias veces, bebiendo un sorbo de cerveza para suavizar la garganta.

—Perdón, perdón. Mala mía, caballeros.

—Todo bien, pero tenga cuidado sensei —aclaró Naruto.

—Come más despacio amigo —le reprendió Kakashi. Este sólo le miró.

El silencio se hizo entre ellos hasta que al fin Guy sonrió tomando la presa asesina y levantándola al frente.

—Está todo en orden caballeros, que no se interrumpa nuestra cena.

Naruto carcajeó, Sasuke simplemente lo ignoró y Kakashi ahora miraba nuevamente hacia aquella mesa.

Había dado el paso.

Seiyi lo había hecho. Había tomado todo de ella, tal como le advirtiera.

—Dígame que es un buen tipo —Naruto preguntó en un tono bajo, hablando sólo con él.

Kakashi suspiró, estirándose en la silla antes de mirarlo.

—Lo es.

—¿Le preocupa que ella sufra?

—Sí —el ceño se le contrajo—. Pero es una mujer adulta e inteligente. Sabrá manejarlo.

Se frotó luego las piernas dudando de si lo que haría sería lo correcto. Pero ya no aguantaba más estar allí. Había ido a distraerse, compartir con su amigo, sus ex alumnos. Y ahora, no hacía más que pensar en ella, maldiciendo el momento en que se la encontrara, en que la viera con él.

Suspiró y se puso de pie.

—Voy a despedirme por hoy —de su bolsillo delantero extrajo un billete y se loe extendió a Naruto— Para cubrir las cervezas.

—Eh... pero...

—Estoy cansado, mejor me voy —miró a Guy—. Sasuke te alcanza, ¿ok?

—Perfecto amigo. Pero no es bueno que estés solo. ¿Estás seguro irte justamente ahora?

Sabía a qué se refería con eso.

—Sí, estoy seguro.

—¡Pero, Kakashi! —replicó Naruto, poniéndose de pie para detenerlo, pero ya era tarde, este avanzaba hacia la salida.

Fue Sasuke quien jaló de su chaqueta para sentarlo.

—¡Ey, dobe! ¿Qué haces?

—Ya, quédate quieto y come de una vez.

—Pero... ¿qué hice?

Este le gruñó, colocándole una presa nueva en frente, a ver si con eso cerraba la boca. Y quedó viendo por donde su ex sensei se perdía, mojándose en la lluvia que ahora recrudecía afuera.


Sé que pasaron tres semanas desde la última publicación, pero entiendan que estaba dejando que se recuperaran... jajajajajajaja... No! Mentira! En realidad, estaba muy ocupada con el trabajo y se me hacía imposible terminar el cap.

Bueno, entiendo que este cap fue muchísimo más tranquilo que el anterior. Yo lo llamaría más un cap puente que uno que defina muchas cosas, pero... creo que es necesario.

Espero que lo hayan disfrutado.

Agradezco muchísimo su paciencia, y las preguntas que me hacían para saber cuando iba a publicar. Realmente se sintió muy lindo, como cada vez.

Bueno, me dejo de parlotear. Las leo ahora.

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