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Capítulo 52

La puerta de la oficina de espera, contigua a la del hokage, se abrió dando paso a una atareada Shizune quien quedo colgada del picaporte mientras seguía hablando con Kakashi dentro, respondiendo a unas solicitudes que este aparentemente le hacía.

Sakura dio un respingo al oír la abertura chirriando al abrir, quedándose prendada de esas voces, buscando inconscientemente entre ellas a la del peliplata, aunque desde su ángulo más que eso no podía hacer, no veía nada.

No podía decir que no estaba nerviosa. Desde la conversación con Tsunade, ni bien llegara al hospital a media mañana, ese había sido su estado predominante, aunque fue hábil en impedir que le robara demasiado de su buen humor, ya que no debería estar allí según sus planes para el fin de semana.

La idea inicial era regresar el miércoles, por lo que les quedaba un día más en la finca, al fin y al cabo ella había dado parte de que iba a utilizar dos de sus días de franco atrasados. Pero durante el atardecer del lunes, el mensaje que le llegara a Seiyi solicitando su presencia por unos contratos a cerrar en carácter de urgencia, les acortó las pequeñas vacaciones. Y si bien al varón le molestó tener que responder a aquello, negándose en una primera instancia, fue Sakura quien le convenció de no retrasar las obligaciones, siempre y cuando cenaran juntos a su regreso. Claro que el plan propuesto ni fue discutido, agregando él que a partir de ese fin de semana siempre cenarían juntos, porque también así dormirían. Y si bien sus intenciones conllevaban a mudarla con él, Sakura se negó a ello inteligentemente, sugiriéndole que podía visitarla a las noches, tantas veces como a él le gustara.

Sonrió cuando sintió el picor en el cuello de aquella mordida que le propinara al calor del sexo durante la madrugada. Si bien su cuerpo estaba satisfecho, cada ronda con Seiyi era única, y esa última fue intensa, llegando a dudar de si el motivo de las varias marcas que dejó por su cuerpo, siendo esa la más visible, fuera debido a su descontrolada pasión, o por que acaso quería marcarla. Conociendo lo dominante y posesivo que se comportaba con ella, era más que seguro que el acto caía en la segunda opción.

Apoyó la carpeta sobre la falda para acomodarse más arriba el pequeño pañuelo que, a forma de adorno, se había colocado alrededor del cuello para tapar esa bendita marca, aunque sinceramente no le molestara eso. No había nada que ocultar de esa nueva relación que estaba viviendo, aunque siempre era más prudente mantener el decoro en el trabajo.

—¡Ay, dios! —suspiró Shizune ni bien cerró la puerta— ¡Está insufrible hoy! —susurró rodando los ojos.

Sakura le sonrió nerviosa, intentando disimular aquello, y tomó las carpetas para ponerse de pie.

—Perdona... aún no es tu turno. Está con la General ANBU.

—Entiendo —y volvió a su asiento.

Shizune la observó unos segundos. Tenía órdenes que cumplir, pero no podía evitar reparar en su amiga que ahora le levantaba la vista con una calma y fingida sonrisa en los labios.

—Sakura... ¿estás bien?

—Sí. ¿Por qué no debería estarlo? —le miró sorprendida.

—Es que —suspiró — ...no me gusta esto.

—¿Qué cosa?

—¡Esto, Sakura! —dijo entre dientes señalado con el pulgar hacia atrás, hacia la oficina del hokage.

—Ah... entiendo —sonrió nuevamente, y esta vez se sintió genuino—, está todo bien Shizune. No hay problema.

—No sé... es muy pronto y-

—No hay problemas. En serio te lo digo.

La mujer asintió chasqueando la lengua luego.

—No voy a dejarte sola.

—No te hagas drama.

—No. No voy a estar tranquila si me voy de esa oficina.

Sakura carcajeó.

—Tsunade me dijo lo mismo cuando me informó de esta reunión.

—¿Viste? Si ella opina igual, es porque tengo razón.

—Y te voy a responder lo mismo que a ella: fue mi sensei antes, sé cómo manejarlo.

La mujer suspiró con preocupación en la mirada.

—Lo sé... y confío en ti, pero... no quiero que te afecte.

—Tranquila —le sonrió agradeciendo aquella preocupación—. Voy a estar bien. Pero, si quieres estar ahí, no voy a impedírtelo.

—Bien. Sí, me deja más tranquila si estoy. Así que... mira, voy a terminar esto rápido.

La pelirrosa le asintió viéndola alejarse diligente, antes de suspirar para aliviar la tensión que le causó aquello.

Estaría bien.

Sí, lo estaría. La ruptura se sentía muy reciente en ese instante, aunque ya hubiera pasado tiempo. Pero también era reciente esa nueva relación que estaba construyendo, y fue recordar la sonrisa de Seiyi al cruzar la puerta del dormitorio mientras le llevaba el desayuno a la cama esa mañana, uno que había preparado con sus propias manos en ese esfuerzo culinario que le valió mas por ello que por el sabor logrado; para no poder evitar morderse el labio inferior llenándose con la calidez que siempre le provocaba el varón.

Sí, estaría bien.

—Ya regreso —pasó Shizune a su lado casi corriendo, anunciándole una explicación que no necesitaba. Pero no diría nada, la pelinegra se sentía como en una especie de deuda protectora, y era en vano oponerse a ello.

Las voces dentro de la oficina del hokage se dejaron oír nuevamente a través la puerta entreabierta, mezclándose por unos segundos, hasta que aquella de tinte grave y profundo se sobrepusiera a las demás estremeciéndola.

Allí estaba Kakashi, hacía meses que no le oía, y no entendió la razón del porqué escucharlo le puso tan nerviosamente feliz. Jugó con los dedos sobre su falda, tomó la carpeta y luego se removió en el asiento enderezando la espalda, mirando hacia esa puerta mientras acomodaba su semblante al suspirar para calmar la agitación que la estaba turbando.

Y luego pensó en Seiyi, en su sonrisa de lado, en esos preciosos ojos oscuros que destellaban a perla cuando la miraban, como si aquello fuera el ancla que la devolviera a la realidad, y fue esa leve sonrisa que se le asomó en los labios la que la tranquilizara.

—Sakura —Shizune la sacó de sus cavilaciones al asomarse detrás de la puerta—, en unos minutos puedes entrar —y regresó a la oficina al ser llamada nuevamente.

La pelirrosa asintió, poniéndose de pie antes de pasarse una mano por los cabellos para verificar que estaba todo en orden, como el pañuelo en su cuello.

—Ai, ai —oyó y luego nuevamente Shizune, acompañada de una seria mujer enfundada en un uniforme de alto rango.

La mujer le miró por unos segundos como si la reconociera, o por lo menos eso entendió por la expresión que le cubrió esos indescifrables ojos. Ella no le conocía, pero igual le saludó en cortesía y respeto como lo hacía con cualquier superior, y se quedó inmóvil hasta que Shizune regresó sola.

—Vamos —le dijo al pasar a su lado invitándola a seguirla.

El estómago le dio un vuelco y dudó en el primer paso que rápidamente dio. Era profesional. Kakashi fue siempre su sensei, era su hokage y superior, antes que aquel amante que le hizo descubrir el placer y creer nuevamente en el amor, aunque él se lo negara.

El peliplata no alzó la vista de los escritos que estaba firmando cuando las mujeres entraron, sonando sus pasos en la amplia oficina.

Sakura suspiró disimulada al detenerse en frente del escritorio, guardando una prudente distancia, mientras la otra mujer se acercaba para tomar los papeles que este le daba, recibiendo los nuevos. Algo hablaron en voz baja, ella no prestó demasiada atención como para entenderlo, sólo le miraba, dándose cuenta en ese instante que ansiaba encontrarse con esos ojos que llegaron fugazmente unos segundos después.

Kakashi pasó sobre ella detallándola por unos breves instantes, como si fuera una shinobi más, cualquiera de sus otros soldados; antes de fijarse en la pelinegra que le brindaba nuevos detalles, sorprendiéndose al desilusionarse por aquello. Esperaba más, aunque no sabía qué, y no debía ser otra cosa.

—Luego de la reunión voy y-

—No, ahora —fue la orden que le impartió el hombre.

Shizune miró nerviosamente a la pelirrosa, que se mantenía estoica al frente tomando la carpeta con sus dos manos sobre la falda. Y volvió a él casi suplicando.

—Mi asistencia en la reunión formal que realizarán ahora me-

—No te necesito en este trámite. Pero sí que termines lo que te pedí.

La mirada que le brindó al decir aquello, no le dio lugar a la protesta que se ahogó en su boca, dejándola sólo con la opción de asentir y cumplir la orden.

La mirada que le echó a la pelirrosa al pasar a su lado gritaba un "lo siento" que le llevó a esta a asentir y sonreírle tranquila, para brindarle calma a la pobre mujer que buscaba solo protegerla de algo que no debía ni necesitaba.

Carraspeó para no suspirar cuando notó la puerta cerrarse detrás, y alzó luego la mirada a él, que ahora revisaba los nuevos papeles ignorándola por completo.

Esperó unos segundos, oyendo sólo el crujir de las hojas que giraba lentamente. Tragó duro sin saber qué hacer, sintiendo el corazón acelerándose a cada segundo que él no daba señales de querer contactar con ella.

Hasta que sus nervios la hicieron reaccionar.

—Hokage sama —le llamó.

—Un minuto.

No la miró, pero ella asintió en respuesta quedándose inmóvil, atreviéndose únicamente a seguir con los ojos cada movimiento de esos largos dedos al tomar los documentos, girarlos, recorrerlos. Hasta que posó de lado la mano soltándolos, alzando los ojos en ese instante para encontrarse con aquel par negros e indescifrables, que la miraron sin emoción alguna.

—Te escucho.

Tuvo que disimular el respingo que le causó oírlo, sobre todo porque le hablaba a ella. Era la única persona además de él en ese lugar, otra cosa no debía esperar.

—Hokage sama, vengo a-

—No es necesaria tanta formalidad conmigo, Sakura —la voz era dura, intentando se cortés con las palabras pero el tono no evidenciaba aquello. Y la hizo estremecer.

Asintió en respuesta, carraspeando para iniciar.

—Vengo para que formalmente hagamos la firma en conjunto de la solicitud de la doctora Tsunade, para la desconexión del paciente Nagato.

Y se acercó el metro que faltaba al escritorio, para posar abierta la delgada carpeta y desplegar las cinco formas de autorizaciones frente a él después.

Kakashi las observó recorriéndolas apenas, nunca había tenido que firmar una de aquellas, aunque no distara mucho de otras formas, y luego alzó los ojos nuevamente a ella.

—¿Conoces el procedimiento?

—Sí.

—¿Lo has aplicado antes?

—Sí, hok... digo, sí, Kakashi. Lo he hecho.

—Explícamelo.

Ella carraspeó contrayendo el ceño, pero no se negaría.

—El procedimiento es sencillo. Únicamente se deben desconectar las maquinas que asisten a la respiración artificial. Segundos después, inicia el proceso de muerte.

—Proceso de muerte...

—Sí. Es muy rápido en un cuerpo tan deteriorado como el del señor Nagato.

La miraba. No perdía detalle de esa pequeña mujer frente a él.

Toda la mañana había estado esperando inconscientemente ese momento. El tenerla frente a él, a solas. Oírla, sentir su perfume. No estaba al tanto de cuanto deseó aquello hasta que Shizune le anunciara que se encontraba en la sala de espera a su lado. Hacía semanas que no estaban así de cerca, y fue aquello lo que tuvo su humor en el vilo de lo insoportable, escondiendo detrás de ostracismo la necesidad de ella que le hervía en la sangre.

Estaba preciosa.

Se veía bien, con la mirada chispeante, la piel reluciente.

Su cabello había crecido, ahora le tocaba los hombros. Cada mes se lo recortaba, le decía que le molestaba al trabajar. Pero ahora no, y le sentaba aunque, tratándose de ella, nada le quedaría mal a sus ojos.

Y si bien le alegraba verla bien, no dejaba de pesarle saber que en aquel bienestar estaba la huella de Seiyi, su amigo...

—Estás de acuerdo con el procedimiento.

—Sí.

—Sakura... ¿estas realmente de acuerdo con el procedimiento?

Ella entrecerró el ceño.

—No entiendo la pregunta.

—Morirá una persona.

Ella asintió.

—Somos ninjas, es parte de nuestro trabajo.

—Esto es distinto.

—El paciente ya está muerto, Kakashi. Sin las máquinas que lo asistieron durante su cautiverio y también ahora, ya haría años que lo estaría.

Él no dijo nada de inmediato, se mantuvo fijo en esos jades.

—¿Y eso lo hace correcto?

—No lo hace correcto o justo. Es la única opción que queda.

—No, podemos dejarlo conectado. Esa es otra opción.

—Sí, lo es. Pero estaría consumiendo recursos a los que otros pacientes, los que sí tienen la posibilidad de sobrevivir, no podrán acceder sólo porque no quisimos ser ... ¿injustos? —el tono de la chica había encrudecido.

—Entiendo, pero-

—Disculpe, Hokage —le interrumpió—, como médico y directora del hospital, voy a autorizar la desconexión. No puedo darme el lujo de que el altruismo vaya en perjuicio de otras vidas que podrían ser salvadas, en detrimento de una que hace años que está condenada.

—Vas a firmar.

—Ya lo hice, fíjese —ya no le tuteaba, marcando la distancia que acababa de imponer—. El protocolo diplomático requiere de esta conversación, pero no de su autorización. Estoy aquí de buena voluntad como mero formalismo, pero no estoy obligada a retirar mi decisión por su negativa. Usted elije si firma o no.

Kakashi sonrió para sus adentros. Esa era la Sakura que conocía, la que había visto florecer de la mano de Tsunade. Una que le fascinaba porque no dudaba en enfrentarlo por sus convicciones, desafiándolo al imponerse, despertando esas ganas que le hervían por doblegarla a su placer en la intimidad. Esa chica dulce que fuera su alumna, ahora era la fuerte mujer que le provocaba, a la que anhelaba. La misma que en ese momento se sonrojaba al mirarlo a los ojos y encontrar aquello que meses atrás la encendía dejándola dispuesta a su capricho, aquella a la que le temblaban los jades cuando él recrudeciera la mirada, hambriento, seducido por esas pequeñas señales que ella inadvertidamente le brindaba dejándole saber que aún su cuerpo le obedecía.

Preciosa, perfecta.

El corazón le golpeaba el pecho, desbocándose cuando advirtiera la respiración de la chica descontrolarse y a ella luchando porque no se le notara.

Única. Suya, tan suya...

Suspiró al fin, cortando aquello que amenazaba a su cordura tentándolo a arrojar al demonio esa distancia que los separaba para ir por ella. Y debió respirar hondo una vez más acomodando el semblante, volviéndolo duro nuevamente para cerrarse a ella, y tomó la pluma estampando una firma en cada hoja.

—Listo.

Ella aflojo la mueca que le contraía el rostro en ese instante. No podía decir que no entendía aquello, Kakashi siempre fue hasta el hueso en cada tema que debiera ser tratado, sin importar quien estuviera al frente o si le presionaba demasiado, y era consciente que hasta si había sido suave con ella. Lo sabía encarnizarse más con temas que eran muchos menores que el que los convocaba. Pero no se sorprendía por eso, sino por el calor que sintió recorrerle la piel cuando él la mirara de esa forma en aquel duelo de convicciones. Y de lo débil que era su cuerpo ante él, para no mencionar que ni siquiera quiso ella evitar dejarse llevar por aquello, porque si a algo le temía, era a eso. Al efecto que él tenía sobre ella y a recordar que aún no se terminaba nada.

—Bien —dijo y estiró la mano para recoger cada documento acomodándolo dentro de la carpeta que pronto cerraría—. Eso sería todo, hoka... digo, Kakashi.

—¿Cuándo lo harán?

—Mañana a las nueve en punto.

—Shizune ya reservó un espacio para sepultura, te lo va a estar comunicando durante la tarde.

Sakura asintió y luego sonrió.

—Así que estabas de acuerdo...

—Claro. Tsunade fue clara ayer.

—Entiendo... —suspiró sintiendo en su estómago nuevamente los nervios revoloteando—. Bueno. Como dije, eso era todo —y le miró rápidamente tratando de evitar esos ojos que estaban fijos en ella.

Pero no lo logró.

Ni bien los suyos hicieron contacto nuevamente, ya sin excusas valederas para ello, ya no pudo irse de allí. Porque fue posarse en ellos ya sin nada que intermediaria, sin una decisión, sin sus roles formales, para encontrar nuevamente al hombre que la tuvo ilusionada durante años, aunque no se diera cuenta. Que fuera el dueño de su amor y su lujuria durante meses. Y que ahora le apretaba el estómago bajo un imposible anhelo que debía aprender a dejar ir.

Y se resignó entendiendo que aquello que sentía en ese instante poco a poco se apagaría, poco a poco se hundiría en la frialdad de esos ojos negros que apáticos ahora la observaban. Y tal vez quiso creer, por un instante, que esa distancia, que esa mirada helada que la recorría, se ocultaba detrás del hielo para no sentir lo que ella sentía, porque eso que encontraba no era lo mismo que él le transmitió tantas veces con caricias, con sonrisas, con palabras... aunque de estas últimas era de prudentes desconfiar.

Sonrió dulcemente, pero no inocente, y bajó su mirada, entendiendo que era tonto aquello, sin saber que el hombre detrás del escritorio apretaba los puños lejos de alcance de su mirada. Que sabía muchísimo de máscaras, no sólo de la que vestía, y mantendría de ella y de cualquiera oculto aquello que sentía, y que ahora parecía desgarrarle las entrañas empujándolo a algo que no haría, aunque soltarla tampoco estaba entre las opciones que quería.

—Bueno —Sakura sonrió—, con todo aclarado, será mejor que-

—Te ves bien, Sakura.

Aquello le sorprendió. Alzó la mirada con esos jadea bien abiertos.

—¿S-si? ...bueno, trato de cuidarme, hacer ejercicio...eso —una sonrisa nerviosa se esbozó luego antes del sonrojo que devino al cruzar otra vez con esos ojos que no dejaban de detallarla.

—Sí, haces bien...

—¿Y tú... cómo ... cómo estás Kakashi? —suspiró—. Luces cansado.

—Mucho trabajo.

Asintió humedeciéndose los labios luego, arrastrando esos oscuros ojos a su boca.

—No fuiste a los... los controles.

—No he tenido tiempo.

—Tienes que hacerlo. Lo que sufriste, puede dejar secuelas.

—Lo sé —ahora fue él quien respiró hondo—. Te prometo que la semana que viene lo haré.

—¿Y por qué no mañana? Estoy libre a la tarde.

La mirada del peliplata recrudeció en seriedad.

—O...o te agendo...con otro médico. No debo ser yo sino... quieres.

Por unos instantes Kakashi sólo le miro. Y no era que no quería responderle, no estaba evadiéndola, la conversación era irrelevante para él. El sólo hecho de tenerla allí, a su alcance, era como si ella volviera a su vida en aquella secreta exclusividad que la hacía suya. Y quería grabar cada uno de esos gestos nerviosos, esos sonrojos, hasta su carácter, para hacer más soportables las noches de soledad que le seguirían a ese encuentro.

—Bueno... le pediré a Shizune que agende una consulta —dijo al fin, con esa habitual voz relajada con la que siempre le hablara.

—Perfecto —apretó la carpeta entre sus manos para contener los nervios, esbozando una sonrisa mayor—. Bueno... esperaré tu llamado y —él le miraba, demasiado fijo, demasiado profundo para su nerviosismo, que le encendía las mejillas a cada exhalación y era tal la provocación que sentía, que comenzó a creer que lo hacía a propósito— ... yo... debo irme.

Y se inclinó en saludo, manteniendo su vista al piso unos segundos más que la cortesía. Solo buscaba calmarse, lo que le jugó en contra porque cuando alzó la mirada él estaba de pie.

—Ha-hasta luego... hokage sama.

—Espera, Sakura.

Abrió el cajón a su derecha, extrayendo un hermoso paquetito de color blanco con pintas rosas, cerrado por encima con la cinta rústica de color amarillo pastel que coronaba un moño arriba. Y se acercó.

—No me decidía si hacer esto ahora —extendió la mano con el pintoresco regalo hacia ella—, pero no quise dejarlo pasar...El domingo es tu cumpleaños.

Ella observó intrigada ese pequeño paquete que reposaba en la palma del peliplata, y luego la sonrisa se le ensanchó cuando él se detuvo en frente, manteniendo una distancia prudente pero siendo aún estrecha para simples amigos.

—¡Te acordaste! —y ahora le miraba a los ojos, tiñendo sus mejillas de rosa mientras estiraba tímida la mano para tomarlo.

Él sonrió debajo de la máscara, llegando algo de esa sonrisa a sus ojos, una cálida y genuina que Sakura supo apreciar, hinchándole el corazón luego. Le encantaba ver en él, aunque sea por escasos segundos, al sensei que era antaño con ella, rompiendo ese hielo que construyó entre ellos al dejarla.

—¿Cómo podría olvidarme? —le miró los dedos tembloroso que ahora tomaba el moño, indecisos de acercarse del todo, y fue su otra mano la que en un arrebato tomó delicadamente la de la fémina, para girarla y posar después el paquetito que lució enorme en esa pequeña mano.

El contacto de sus yemas luego de tanto tiempo lejos, le erizó la piel robándole el suspiro que vino después, uno que escapó indecoroso sin reparar en formas, y que lo llevó a Kakashi a avanzar más en esa caricia que no pretendía dar y que al final se le salió de control, porque lo que ella sintiera, ahora era propio.

Clavado en ese rostro, no perdía detalle. Eran segundos, eran mínimas reacciones y tan exquisitas, que no las dejaría pasar. No en ese instante. Y si era incorrecto aquello, lo pagaría esa noche cuando el hambre, las ganas y la angustia llegaran a recordarle cada uno de los errores que estaba cometiendo.

Los dedos que se negaban a abandonar ese toque, ahora se deslizaban suaves y lentos, subiendo por el dorso, llegando al inicio de la muñeca que no tardó en rodear envolviéndola.

Ella elevó la mirada en ese instante, y no debería haberlo hecho, porque fue encontrarse con esos oscuros ojos que ahora destilaban el denso deseo que a fuerza de compostura lograba ocultar, el que la tuvo jadeando sin quererlo.

Fue sentirlo acercarse luego, rozando las yemas su muñeca, y fue la punzada que anidó en su estómago la que la hizo reaccionar.

¿Qué sucedía?

—Kakashi.... yo —dio un paso atrás jalando suavemente la mano que le sostenía.

Él entendió y la soltó, no sin molestarle aquello, sabiendo que todo ese fin de semana fuera su amigo quien le acariciara, pero ella huía a su toque ahora. Y no podía reclamarle nada, fue por su propia decisión que estaba en esa situación, pero era la razón débil ante todas las emociones, siendo la ácida de los celos y la agobiante del deseo, quienes se regocijaban atormentándolo.

Se enderezó del todo aumentando la distancia, para suspirar después calmándose. Nada de lo que hiciera en ese instante estaba planeado, sólo darle su regalo. Pero fue sentir esa cálida piel en sus dedos, para que el sonrojo que la cubriera lo volviera loco instantes después. Ella era suya, todo ella. Sólo él sabía cómo encenderla precisamente, conocía la sutileza que la tendría prendada de su persona. Sólo él, no Seiyi.

Y aun así... esa cercanía era incorrecta.

—¿No vas a abrirlo? —le dijo volviendo al estoicismo que le endureció los ojos, mientas metía las manos en los bolsillos.

—Eh... sí, sí —sonrió nerviosa, ardiéndole el rostro, y si bien sentía que debía irse corriendo de allí, salir así no era una opción, no porque fuera descortés, sino simplemente porque no quería— ...m-muero... por saber qué es.

Dejó la carpeta en una silla que estaba cerca para liberar sus manos, y se puso en la tarea de desatarlo para poder luego abrir la tapa que develaría el misterio.

—¡Kakashi! —le miro con emoción al revelarse. Un pequeño y suculento cup cake de limón con crema de merengue y chispas de chocolate, se floreaba en la preciosa cajita, como cada año hiciera, superándose una vez más—. Es... es precioso.

—Pruébalo.

—¿Ahora?

—¿Te perderás la sorpresa?

Ella carcajeó bajito, algo nerviosa, aunque en la picardía de sus ojos ya él podía bien apreciar que estaba bajando la guardia, que se permitía acercarse y dejarlo llegar. Como antes, como cuando fuera su sensei.

—¿No era esta la sorpresa? —lo alzó mostrándolo.

—Sí... si te conformas sólo con la mitad —le dijo rascándose ahora la mejilla para volver a guardar la mano en los bolsillos.

No quería que ella notara el gusto que le causaba todo aquello. Ni la erección que ya se le había formado.

Sakura volvió a carcajear, mordiéndose el labio inferior mientras bajaba el papel que contenía el esponjoso mini pastelito, y se lo acercó a los labios abriendo la boca, dudando en el primer mordisco cuando lo miró y lo encontró observándola atento.

Con un gesto de cejas, él le ordeno que siguiera y ella sonrió antes de hincar los dientes profundo.

Y allí se reveló la segunda parte de aquel regalo. Un centro de jalea de cereza que en su seno albergaba chocolate picante derretido.

Sakura abrió los ojos ante la mezcla de sabores y texturas, que explotaba en su boca a medida que se combinaban cada uno de los ingredientes.

Y le miró masticando lento para maximizar el disfrute, dejando los ojos en blanco por un segundo extasiada en esos sabores.

—Mmmm... ¡dios! —dijo como pudo con la boca llena— Esto...mmmmm —tragó relamiéndose luego— .... esto es orgásmico...¡dios!

Y le hincó nuevamente los dientes mientras el peliplata al frente carcajeaba suave, con esa voz grave, mucho más que instante atrás, que la tuvo mirándole la boca aunque se la cubriera la máscara.

Fue esa sonrisa con las mejillas hinchadas, llena de tortita, o tal vez los ojos que se blanquearon de nuevo al revivir el placer de los sabores, no entendió qué, pero Kakashi podía jurar que atesoraría aquel momento por toda su vida. Y eso estaba bien y podía permitirse una breve licencia al disfrutarla de esa forma, lo controlaba. Pero fue reparar en aquella pequeña mancha de merengue sobre los labios femeninos y la lengua que instantes después apenas si los arrastró, para que su mano se moviera sola al salir del bolsillo, impulsando el pulgar que terminara de limpiarla al rosarle suavemente los labios en una caricia.

Y fue esa mirada jade que tembló ante el contacto, o tal vez que ella elevara la cabeza hacia él luego, o quizás fuera esa mano que nunca se corrió de su mejilla, que buscó acariciarla abriéndose demandante. No lo supo bien, pero ya le era imposible medir el arrebato que le llevó a sostenerle el rostro, mientras que con la otra enganchaba la máscara bajándola al inclinarse para tomarle la dulce boca en un beso.

Fue suave, pero decido. No forzó nada, pero no pidió permiso, haciéndole abrir los ojos a la joven en aquella nebulosa de sensaciones que no le permitían entender nada. Porque fue todo explotar en ella en el preciso instante que lo sintió posarse. Y fue tan incorrecto como manso, que estaba en ella el simple paso para detenerlo, pero fueron sus labios los que la traicionaron al abrirse dejándolo llegar más, al moverse lentamente acompañando la caricia que el varón brindaba buscándola. Fueron sus ansias las que le contrajeron el estómago, punzando en su bajo vientre al mismo tiempo, las que ahogaron el tímido gemido mientras le cerraba los ojos, un gemido que se vio opacado segundos después con el grueso del varón.

Extrañaba aquello, el sabor de su sensei, la textura de su ímpetu. Lo que le hacía sentir en cada toque, siendo Seiyi más intenso y demandante en aquello, devorándola en lascivia como nadie, pero le ganaba Kakashi en profundidad haciéndole temblar hasta el alma, haciéndole desear enferma que nunca la hubiera echado de su vida.

Y fue esa comparación inconsciente en la que cayera, la que la llevara a abrir los ojos de repente.

¿Qué demonios estaban haciendo?

Primero cedió ante Seiyi cuando no debía, ¿y ahora esto? ¿Pero qué sucedía con ella?

Fue recordar el momento en Kakashi la mirara, sin emociones en los ojos, al decirle que ya se había aburrido del sexo con ella, que no la amaba, para poder al fin tener las fuerzas de cortar aquello.

Detuvo sus labios apoyando la palma de la mano libre en el pecho haciéndole fuerza al empujarlo apena, y él le entendió de inmediato aunque sus ganas se resistieran a cortar aquello que le llenó de paz los pocos segundos que durara el contacto. Y se detuvo, pero no se separó de ella, apoyando ahora su frente en la de la fémina

—Kakashi... que...

—No digas nada —sus alientos se mezclaban—. Sólo no me-

—¡No! —fue ella la que rompió todo contacto cuando él intentara besarla de nuevo.

¿Qué hacía? ¿Qué demonios hacía deseándola de esa forma? Se desconocía en ese instante, pero tampoco quería detener nada de lo que estaba sintiendo.

— ¿Qué haces? Kakashi... qué... me... me...

Sakura se alejó un paso evitando cualquier acercamiento, dejándolo con la mano que le sostenían el rostro segundos atrás, en el aire, marcando una mejilla que ya no estaba a su alcance.

Él no atino a nada más. Sólo la observaba serio con la mirada encendida coronada por ese cejo contraído.

—Me besaste... me...

El pastelito que aún estaba en su otra mano, le ensuciaba los dedos con la jalea que bajaba por la gravedad. Pero ni siquiera reparaba en ello, sólo en ese hombre parado frente a ella que le había acelerado hasta el alma, erizado cada poro; recordándole aquello que no había sido más que una experiencia más para él, cuando para ella tranquilamente podría haber sido todo.

—Estabas cansado de mí, ya no me querías y... y ahora—contrajo el ceño incrédula, dolida— ... ¿ahora me besas?

—Fue un impulso por —suspiró cayendo al fin en su error— ... Discúlpame —le dijo volviendo su mirada fría, levantando nuevamente ese muro de hielo que tenía arriba al comenzar aquel encuentro.

Y fue alejarse un paso para subir la máscara de nuevo, aislándose por completo. Siendo plenamente consciente de su desacierto, cuando se permitió observar por unos segundos esos jades que ahora lo miraban con confusión y angustia, cuando en realidad hubiera preferido furia. Y fue ver aquello para que el goce pleno que segundos atrás lo inundaba, fuera ahora reemplazado por la punzada de dolor que le atravesó.

—Sabes lo que siento por ti... que estoy tratando de... no puedes —miró el pastelito en su mano cuando sintió la jalea tocándole la palma ahora— ...No te entiendo, Kakashi... creí que... no importa...

Miró hacia un lado y al otro, saliendo su atención de ese hombre que entendía la estaba lastimando. Sólo la silla en donde dejó la carpeta era la mejor opción para deshacerse de aquel regalo, y eso hizo, dejando la mano en alto con los dedos abiertos para evitar mancharse luego.

—Sakura, dije que lo siento.

—No me sirve eso... yo —intentó acercarse poniendo ella la mano embardunando como escudo entre ambos— ...no te muevas —siseó— ...quédate ahí.

Le señaló el lugar para ahora agacharse levemente a tomar la carpeta sin perderlo de vista. Y sin decir más, sólo mirándolo a los ojos para asegurarse que no achicara la distancia, caminó temblorosa los pasos que le faltaban hacia la puerta abriéndola rápidamente para largarse de allí.

Kakashi gruñó ni bien el portazo lo dejó solo, pasándose las manos por el rostro frustrado.

—¿En que carajos estaba pensando?

Y respiró hondo luego al ver en el piso el precioso paquete que contenía su regalo. Ese gesto había sido sincero, sabía lo que significaba para la chica esa fecha, y él siempre procuraba levantarle el ánimo. Y ahora... lo había arruinado todo.

Se agachó recogiendo el envoltorio y el hilo, para luego tomar desde la silla el resto de pastel sin comer y arrojarlo al cesto, yendo hacia los ventanales después.

Suspiró al mirar hacia abajo, hacia donde debiera ver a Sakura caminando si hubiera salido, pero todavía no lo hacía. Aún se encontraba en la torre. Y giró la vista hacia la puerta tentado en ir a buscarla para explicar aquello. Había estado mal lo que hizo, cuando ella bajaba la guardia con él, sintiéndose como si le perdonara por la forma en que la dejó, traicionaba su confianza.

Apretó los puños dudando, pero no lo haría. No debía.

Ya demasiado hijo de puta fue a besarla, entendiendo que aquello no sólo la afectaba a ella, ya que Sakura sufriría por su acción al no dejarla olvidarlo, pero él lo haría también y con creces al ahora confirmar que jamás dejaría de añorarla, y que sólo bastarían unos pocos segundos cerca, para que su cuerpo hiciera lo que su cordura negaba. Ese simple beso, ese acercamiento, sirvió para demostrarle que cerca de ella su voluntad era débil, que jamás podría volver a compartir lo que eran antes de meterla a su cama, simplemente porque él no podría resistirse a ella. Y no debía, tenía que dejarla ir. Debía hacerlo.

Fijó la vista a la calle esperando por ella, considerando esa la mejor opción en ese momento. Necesitaba verla irse, necesitaba asegurarse de que estaría bien.

Los segundos en que demoró en abandonar ese edificio, se le hicieron minutos, se sintieron horas, tiempo que su cuerpo no dejó de apretar los puños en los bolsillos, moviendo impaciente el pie que jalaba por girar a buscarla. Era sólo su determinación la que lo mantenía con los ojos pegados al vidrio, esperando por ella, esperando verla partir, para observar la posición de sus hombros a la distancia, la velocidad de sus pasos, el agarre sobre esa carpeta. Porque la conocía tanto que aun así, lejos, podría notar su estado de ánimo, porque fueron años de entenderla a distancia, de obrar en las sombras.

El corazón le dio un vuelco al verla saliendo rápido, con paso firme y constante, como si huyera. Gruñó. Abrazaba la carpeta frente a su pecho, juraba que si hasta podía sentir el dolor que seguro anidaba en esos preciosos jades, rogando porque permutara a furia cuando lo meditara mejor al alejarse de todo lo que lo representara a él.

—Mierda —susurró y comenzó a buscar entre sus pensamientos alguna estrategia que le llevara a pedirle disculpas, unas que se entendieran. Explicarse, prometerle que aquello no se repetiría aunque sabía que eso era una vil mentira, porque la necesitaba. Le dolía lo que le hizo, pero más le dolía la distancia. Le quemaba saberla prohibida, pero más le ardía saberla entre los brazos de su amigo.

Y respiró hondo nuevamente cuando oyó la puerta abrirse a sus espaldas, sabiendo que no era ella. Por ahora cruzaba la segunda calle, perdiéndose entre la arboleda del parque al final, lejos de su campo visual, lejos de él, lejos de su vida.

—Kakashi...¿qué sucedió?

—Firmamos los documentos —respondió fijo en esa ventana.

—Pero...

—¿Qué tema sigue? —le interrumpió sin alejarse de aquel vidrio, sin voltear, sin gana de nada más pero sabiendo que más que nunca debería ocupar su tiempo.



No lloró al salir de esa oficina. Ni siquiera en el baño de mujeres de la planta baja al lavar sus manos del pegote del dulce. Se contuvo durante el camino al hospital, llenándose de bronca para así no pensar en la angustia que le causó aquel simple acto.

Se forzó a sonreír cuando más de una persona le saludó por la calle, obligándose a lucir casual, como si sólo la apuraran sus obligaciones, y no porque estaba huyendo. Porque huía. Huía de él, de lo que hizo, de lo frío que se mostró después de haberla cautivado con esos ojos que le mostraron otra vez a su sensei, a ese hombre con una dulzura extraña que se preocupaba por ella, que siempre le hacía sentir mejor. Pero más que nada huía de lo que sintió, de lo que se permitió y de lo que deseó los minutos que estuvo dentro de esa oficina. Porque deseó que se acercara, deseó ver otra vez a ese Kakashi que la sedujo, que la enamoró, a su Kakashi. Y lo vio, por un instante allí estuvo. Y fue en esos momentos que lo que más deseó fue que la besara, porque por un instante, al apreciar la silueta de esos labios debajo de la máscara, añoró sus besos. Y él lo hizo, y ella le dejó.

Pero lo peor fue que deseó que él no se detuviera, que no le hiciera caso a su negativa, y aún sin comprender ese anhelo, detestando la clase de mujer que aquello le convertía, entendía que su ser necesitaba saber si el impulso que él se adjudicó minimizando el beso, venía de lo profundo de sus sentimientos, esos que creyó ver, esos que sus palabras al curarla le sugerían escondiéndose después.

Y se odiaba por ello. Porque no confirmó ninguna de sus sospechas, él seguía siendo el mismo hombre que sólo pasó el rato con ella, pero ella... sólo logró tener en claro una cosa y fue que estaba lejos de poder olvidarlo.

Y en ese instante pensó en Seiyi, en sus promesas, en su sonrisa, en esa seguridad que le brindó en un primer fin de semana, aun cargando con aquel pasado que la llevó a juzgarlo tan duramente.

Y le molestó lo que permitió que sucediera, necesitando de sus abrazos en ese instante, aún entendiendo que no lo merecía.

Respiró hondo antes de cruzar las puertas del hospital, acomodando su semblante tras cada paso, endureciéndolo al llenarlo de profesionalidad. Y se obligó a olvidarlo, se obligó a correrlo de sus pensamientos. No tenía sentido en ahondar en aquello ni en las razones que le llevaron a besarla.

Porque no quería pensarlo. No quería razonarlo ni sentirlo. No importaba que doliera, sabía que en algún momento ese enfrentamiento debía pasar, el beso fue una simple prueba. Una que le recordaba que no debía bajar la guardia ante él. Que debía cuidarse más, olvidarse un poco de los sentimientos.

Olvidarse un poco de los hombres.

—¿Qué te hizo ese idiota ahora?

La voz de Tsunade le asustó, dando un respingo hacia atrás al cruzar la puerta a su consultorio

—¡Tsunade!

—Cuéntamelo todo —arremetió la mujer sin darle tiempo a nada, con ese ceño contraído.

—¿Eh? —sonrió nerviosa — ¿Que... que me hizo quién?

—¡Oh, vamos Sakura! Sabes que hablo del degenerado de tu ex sensei.

Sakura chistó haciendo un ademán para que bajara la voz. Ya era claro que el romance que tuvo con el hokage no era tan secreto, pero tampoco quería sacar de la ignorancia a aquellos que aún no se enteraban.

Cerró lo puerta a su despacho luego de constatar de que nadie las escuchara, y se acercó a ella sonriendo lo más sincera y tranquila que pudo.

—No pasó nada —le dijo extendiendo la carpeta, tratando de sonar casual—. Firmó rápido, si eso te preocupa.

—Pensó con la cabeza por una vez.

Sakura se sentó en su lugar, frente a ella, observándola revisar cada forma. La mujer era muy meticulosa con las cuestiones delicadas.

—Dime —dijo fin— ¿Cómo te fue?

—Bien —le respondió esperando aquello, pero mostrándose extrañada, como sino entendiera a que iba—, lo ves en las firmas, ¿no?

—No es eso a lo que me refiero.

—¿Entonces?

—Sakura —advirtió—, no te hagas la tonta.

Ella pestañeó rápido, sonriendo aunque no le saliera del todo. La mueca tembló y debió bajar un rato la mirada para que la otra no leyera nada desde sus ojos.

—Bueno... todavía me causa algo... pero —una sonrisa se dibujó genuina— ... ya va a pasar.

Tsunade suspiró.

—Claro que va a pasar —y luego endureció el ceño contraído—. Pero no con el idiota de mi sobrino.

—¿Sobrino?

—Seiyi, Sakura.

Ella asintió. Así que también sabía de eso.

—¿Quien... quien te dijo?

—Nadie. Sólo que soy más vieja de lo que aparento y los conozco muy bien —ahora se fijó en sus ojos—. A todos, Sakura. Incluida a ti.

Ella asintió apretado los labios. No sabía que agregar para persuadirla, era claro que no podría, y dudó.

—No busco eso en Sei.

—¿Sei?

—Seiyi —la mujer entrecerró el ceño en reproche— Bueno... es que así le llamo —justificó sonrojándose.

La mirada de la Senju se tornó algo más que exigente. Era obvio que aquello no le gustaba, no le estaba aprobando la relación.

—¿Qué tan cercano es para ti... Sei?

—No entiendo.

—Sé que ya se acostaron, sáltate esa parte —continuó—. Ahora dime, que significa él para ti. ¿Hasta dónde le dejaste llegar?

La pelirrosa respiró hondo. Esa mujer hablándole de un hombre le ponía más nerviosa que la reunión que tuvo con Kakashi.

—Aun... aun no lo sé —suspiró nuevamente—. Creo que sólo me ... me hace bien —y se encogió de hombros sonriendo levemente—. Me halaga, me cuida de una forma... diferente.

—Diferente dices...

—Sí. Él... él es muy apasionado, seguro. Si dudas... simplemente te olvidas sobre qué cuando está cerca —sonrió mirándola ahora, y luego desvió sus ojos a algún punto del escritorio al recordar momentos vividos durante los últimos meses, y esa sonrisa se ensanchó llegando clara hasta los ojos—. Él... él tiene esa forma de... mirarte, de... contenerte que... no sé Tsunade —y ahora se fijó en la rubia frente a ella quien la observaba atenta, con el ceño contraído — No sé qué siento, sólo que estoy bien... muy bien con él a mi lado.

Tsunade quedó pensativa, no esperaba una respuesta tan profunda. Las mujeres por lo general enloquecían con la elegancia que el varón tenía, y esa descarada y educada forma de dirigirse a ellas, exudando sexualidad en cada gesto. El amor era superficial, era el sexo y el dinero lo que más calaba en ellas.

Pero Sakura... sabía que su alumna no era cualquier mujer, pero no esperaba para nada esa respuesta. No tan rápido.

Torció la boca apoyándose en el respaldar de su silla antes de cruzar los brazos.

—Es un hijo de puta —masculló bronca en esas palabras.

—¿Cómo?

—¿Ya te presentó a las otras?

—¿O-otras? —ahora la mueca dulce en su rostro se esfumaba.

—Sí. Siempre que inicia a una, suma a otras. Nunca tiene una sola, le gustan los —chasqueó la lengua con sorna— ... ¿cómo es que le decía?... ah, sí... los harem de esclavas.

—Ah, eso —suspiró aliviada Sakura—. Veo que sabes de sus gustos...

—Sí. Sé muchas cosas de él, que ni se imagina de que estoy al tanto —y ahora la miró entrecerrando los ojos—. ¿Tú también las sabes?

—Eh...sí. Él es muy sincero conmigo —eso era cierto, pero no por los motivos que dejaba ver.

—¿De verdad te lo contó?

Sakura asintió varias veces, sonrojándose hasta las orejas.

—Me ...me contó de eso, y de que también hace meses que ya no tiene.

—¿Y le creíste?

—No al principio —se encogió de hombros—. Luego fue distinto... él me hizo muy bien, Tsunade. Con lo de Kakashi. Y dije ¿por qué no?

—¡Porque puede ser una estrategia para engatusarte!

—Bueno... no sé... no lo creo —sentía las orejas arderle ahora, esa conversación era demasiado íntima—, él me dijo todo eso mucho antes de que emp ...digo, de todo esto.

—Mpf...ya veo —estaba sorprendida, y aunque aquello podría ser una jugada del Hyuga, sabía que no lo era.

Lo había visto solo y por demasiado tiempo, algo que le resultó inusual pero no le dio importancia, considerando que tal vez se le había terminado las novedades en Konoha y andaba tras de algo más exótico.

Claro que ahora le iba cerrando todo hasta el punto de molestarle por ser su protegida el foco de la atención del hombre. Y le preocupaba lo que fuera hacer con ella, aunque si algo admiraba de su sobrino era la sinceridad, lo que en algún punto le dejaba tranquila.

El tipo no iba a medias con las mujeres, era directo pidiendo lo que quería. Y le fue bien así, ninguna se le negaba. Que Sakura le dijera aquello, confirmaba una vez más que la integridad del Hyuga se mantenía intacta, pero no dejaba de ser novedad aquella especie de monogamia, lo que ahora le daba un indicio de que su alumna podía ser más peligrosa para él, que el hombre para ella.

Sakura sonrió observando la mirada dura e intrigada de la Senju.

—¿Pasa algo sensei?

—No, nada —su semblante se relajó—... bueno, sí. Es que... ¡ay niña mía! ¡Quedaste en medio de dos grandes!

Sakura no supo que responder, sólo sonrojarse más. Y la mujer no pudo más que sonreír al ver aquel gesto.

—Y te entiendo. Créeme que te entiendo... ¡no me mires así!

Sakura pestañeó sonrojándose más.

—No... no estoy...

—¡Sí, estás pensando en que habré hecho!

La joven negó algo asustada, provocando una carcajada en la mayor.

—Fui joven alguna vez, Sakura.

—Lo... lo sé...perdón si...

—Nada —batió la mano—. No te preocupes y no voy a contarte si eso esperas —advirtió.

Sakura rio.

—¿No? Qué pena.

—Sí, que pena —suspiró poniéndose algo más seria, pero no menos dulce, nada habitual en ella—. Sólo puedo decirte algo. Seiyi es un buen tipo, es un excelente hombre, debo admitirlo. Solo que... no es del tipo de relaciones convencionales. En todo eso del amor, ¿me explico?

La pelirrosa asintió, sabía aquello, pero no por eso no pudo evitar ilusionarse con lo que viviera y todas aquellas palabras que le ablandaron las barreras durante ese fin de semana.

—Pero, también debo admitir que como se está comportando contigo —torció la boca y la miró sonriendo después — ...tsk... me tiene sorprendida.

—¿S-sorprendida?

—Nunca lo vi ser así con una mujer, esforzarse tanto. Cambiar las formas —los ojos de Sakura se iluminaron— ¡Pero no bajes la guardia! No con él. Prométeme eso Sakura.

—¿Qué... que no baje la guardia?

—Sí. Que no te enamores tan rápido.

—No... eso no, no estoy enamorándome

—Sí, claro —sonrió—. Y ahora vas a decirme que ya te olvidaste del idiota de Kakashi.

Una mueca de preocupación bañó el rostro de la pelirrosa. Los ojos se le llenaron de lágrimas y tuvo que morderse los labios girando en su silla para ocultarse de la mujer. La leía como un libro abierto, y la simple mención de nuevos sentimientos sobre un hombre al cual en cierta forma le temía por el daño que pudiera hacerle, no le restaba el dolor que regresó a su vida con el maldito beso del otro.

Tsunade quedó helada ante la reacción, dudando en qué hacer. Era mujer dura, no se le daban los consuelos, pero fue ver esos hombros temblar apenas para que no midiera el impulso que la llevó a ponerse de pie para ir a abrazarla.

—Tranquila... shhh... tranquila...

Sakura abrió los ojos en sorpresa al sentirse rodeada por esos brazos, al impregnarse por el aroma dulce y floral que su maestra, una sanin legendaria, siempre usaba y que ahora la inundaba calmándola. Y los cerró al fin, entregándose a esa calidez que si hasta la sintió maternal, porque era eso lo que necesitaba en ese momento, una madre. Y la suya no estaba, desde hacía años.

—Gracias...

—No hay nada que agradecer —le acarició suavemente. No era demasiado, entendía eso, pero era lo que le salía, y luego se separó mirándola a los ojos, encontrándose con esos jades húmedos y vidriosos que se negaban a soltar las lágrimas.

—Son unos idiotas esos dos.

—No sé... ellos son así —se encogió de hombros— ...y es mi culpa también.

—¿Tu culpa? Pero si son dos lobos degenerados.

—No fueron tan... malos. No Kakashi ... y Sei, digo, Seiyi —se corrigió ante el cambio en la mirada de su maestra — ...hasta ahora no lo es y... no sé... realmente ya no sé cómo manejar ...esto.

—Tsk —dijo enderezándose, pero sin irse del frente de su alumna, por si era necesario otro abrazo— Te pusieron en el medio, hijos de reverendas putas. Mándalos a la mierda. No te merecen.

Sakura sonrió, y luego negó bajando la cabeza, cavilando por unos segundos al observar sus dedos inquietos sobre la falda.

Kakashi había estado en su vida prácticamente desde siempre, siendo ese símbolo masculino de tanta presencia aun cuando no se daba cuenta. Y ahora estaba en su cabeza y en su corazón, y sabía que extirparlo de este último requeriría mucho más que tiempo del que en un principio creyó. Ese repentino beso acababa de demostrárselo.

Y Seiyi... él simplemente se había metido en sus pensamientos, en su piel, en su mente, como una tormenta; arrasando todo sin explicaciones, ni justificaciones, ni motivos. Sólo entró sin ella anticiparlo, con esa intriga seductora que tan bien desplegaba, una que consideró no sería peligrosa si mantenía ese escudo que lo definía como un casanovas. Pero, fue un instante, una mirada sincera, tal vez aquél beso robado que inconscientemente fue a buscar, para que cuando se diera cuenta, ya fuera tarde. Ya estaba allí, ocupándolo todo, tomándolo todo. Y aun sin mediar demasiada historia entre ellos, presentía que borrarlo iba a serle tan difícil como lo era con Kakashi.

Ambos tenían algo que la seducía, le brindaban esa seguridad y calidez que sólo sentía cerca de ellos. Se sentía ella misma, plena, a su alrededor, y a la vez su voluntad se deshacía en los caprichos masculinos. Era fuerte y era débil ante ellos, primero lo probó con uno, y esa tarde lo confirmó con el otro. Y en ese instante lo supo, lo maravilloso en aquello, en esas densas historias, a las que temía fueran una condena, su condena.

Suspiró al fin, un suspiro profundo que tembló ante un hipo de angustia.

—Me... me gustan —alzó la mirada algo asustada—...me... me causan algo a-aquí —y apoyó la mano en el pecho.

—¡Ay, nena! —la mirada en la mayor aflojó cualquier reclamo, ahora era comprensiva y fue esa mano que se extendió acariciándole la mejilla la que terminó por desarmar a Sakura, haciéndole soltar lágrimas silenciosas, pesadas— ¿Sientes algo por los dos?

—No...no lo sé —se encogió de hombros, aterrada, preocupada, creyendo que sino lo admitía, no sería tan real— ...yo...Lo... lo de Kakashi... yo me enamore de él...

—Lo sé.

—Y.. y...

— Esta bien, está bien —le abrazó nuevamente, aunque sintiera que eso no era suficiente—. Está bien enamorarse, sólo que él... no debería haberse aprovechado de ti prometiéndote-

—Es mi culpa— sollozó interrumpiéndola.

—No, es culpa de ese idiota.

—Él... él nunca me prometió nada...y... y me ayudó ... y... yo no quise ver la realidad hasta que —nuevas lágrimas brotaron.

Tsunade no dijo nada, la dejó entre sus brazos unos instantes más hasta que la sintió calmarse.

—¿Te hizo algo hoy? —le dijo cuándo se separó, alzándole el rostro mojado entre sus manos.

Sakura negó sin mirarla. No quería echar más leña al fuego, porque sabía que su ex maestra no dudaría en tomar cartas en el asunto. Y ella bien que conocía lo que eso significaba tratándose de la Senju.

—¿Segura?

Debía darle algo sino no la quería insistiendo hasta que se le notara la mentira.

—Sólo... sólo me dio un pastelito para mí cumpleaños. Se acordó, como siempre.

—Idiota —murmuró sonriéndole cuando Sakura alzó una ceja—, fue dulce.

—S-sí... dulce...

Tsunade respiró hondo, separándose de la chica para buscar unos pañuelos descartables desde el escritorio, extendiéndoselos para que se limpiara. Y luego, se apoyó de lado sobre el mueble, cruzando los brazos al frente.

—Siento mucho haberte dejado ir sola a aquella oficina.

—Yo no —se sopló la nariz suavemente— ...yo no la dejé. No se preocupe.

—No debería haberte hecho caso.

—Algún día iba a suceder, ¿no? Debía enfrentarlo. Siempre hay una primera vez —sonrió.

La mujer se mordió el labio con el ceño contraído. Tenía razón en eso. Y asintió al fin.

—Sakura.

—¿Mhm?

—No voy a decirte qué hacer con tu vida, o con ellos, aunque sepas lo que pienso —suspiró mordiéndose el labio de lado luego—, pero... cuídate.

—Lo hago.

—Cuídate mejor —suspiró y se quedó luego mirándola para en segundos desarmar el cruce de brazos, ya había sido suficiente y de continuar allí, estaría pronto dándole órdenes sobre su vida privada.

Y la niña pronto tendrá veinticinco. Ya era una mujer, no debía meterse tanto.

Tomando la carpeta con las autorizaciones, la abrió para extraer una de las copias autorizadas y la dejó sobre el escritorio para que le quedara a la directora, el resto las tomó para ella. Iban a distintos sectores del hospital.

—Me encargo de esto. Y despreocúpate, no hace falta que estés mañana.

—Como diga. Pero-

—Guarda esa forma para el archivo. ¿Tienes ya asignado el lote para enterrarlo?

—Shizune vendrá más tarde con la documentación.

—Bien —caminó hacia la salida—. Y tranquila —dijo antes de voltear—, son sólo hombres. No le des la importancia que no tienen. Sólo... disfrútalos —y le guiñó un ojo antes de abrir la puerta.

Sakura la miró sorprendidas y luego sonrió al observar la media sonrisa que la mayor le dedicó junto a esas palabras.

—Que tengas un mejor día a partir de ahora —y se retiró definitivamente.

—U-usted también —respondió alzándole la mano.



Sakura no salía de su asombro. No podía creer que en Konoha hubiera tantos lugares así, no la hacía una aldea con tantos establecimientos o clubes exclusivos.

Cada vez que Seiyi la invitaba a cenar siempre terminaba llevándola a un restaurante exótico o carísimo, del que no había oído nombrar nunca. Claro que entendía el porqué de ese desconocimiento, era necesario moverse en los círculos en los que lo hacía personas como el Hyuga, y no era eso lo que le sorprendía, sino la amplia oferta que existía.

El local era sumamente acogedor y refinado, con mesas separadas que garantizaban la privacidad, y ellos, al encontrarse en un palco, estaban prácticamente fuera de la vista de todos; tal como le gustaba al Hyuga, quien no dejaba de detallarla desde que iniciara el espectáculo de bailarines a ritmo de salsa en el escenario abajo.

La chica estaba sumamente concentrada, con sus jades abiertos atentos a cada movimiento. Le encantaba observarle ese brillo particular por cada novedad que le traía a su joven vida, y era por ello que se esmeraba cada vez que le invitaba a salir. Pero había algo diferente esa noche, había una alegría que no estaba plena, cierta turbación en la mirada que la llevaba a huir de él cuándo los pensamientos la asolaban. Y si bien lo no gustaba eso, porque no debería estar, no luego de ese fin de semana juntos; le entendía. Más después de saber que esa tarde, Kakashi la esperaba por unos trámites que requerían de una reunión entre ellos. Y no era que la estaba siguiendo, la información vino a él cuándo la general ANBU debió reunirse para cerrar unos asuntos inconclusos que, por cuestiones obvias, no pudieron tratar ese fin de semana.

Bebió de su copa de vino, un sorbo que dejó en su boca unos segundos de más para que lo llenara de sabor, mientras la observaba, levantando la copa hacia un lado para que el mozo la rellenara nuevamente.

No podía decir que aquello no lo intranquilizaba, confirmando el pálpito que lo torturara al tener que regresar, pero fue verla en el pórtico de su casa, esperándolo esa noche al sorprenderlo con el corto vestido azul que vistiera, uno de los que había elegido desde su colección, para entender que todo estaría bien si ella simplemente volvía a él cada vez.

Estaba preciosa, quizás más que en otras oportunidades, luciéndole de maravillas el atuendo, más que a las modelos que lo presentaran. Aquel escote en corazón que le realzaba el busto, la cintura ceñida que se hacía pequeña coronando esas caderas sobre las cuales descansaba la apretada y corta falda tubo, con el tajo al costado que le incitaba a todo además de observarla. Y su cabello recogido a un lado, ocultando con gracia la marca que le dejara la noche anterior, le daban ese toque íntimo de un código que sólo podrían conocerlo ambos.

Preciosa. Única. Y tan distante...

La vio suspirar pesado para luego borrar esa pequeña sonrisa que le adornaba los ojos al perder la mirada a la nada, más allá de espectáculo. Fue sutil el gesto, nadie notaría un cambio en la muchacha. Excepto él. Y fue considerar una vez más que en aquello podía estar Kakashi, para que le hirviera la sangre.

Chasqueó la lengua indeciso. No quería incitarla a nada, pero era que ya no aguantaba verla así. Era lograr relajarla para que volviera a él tal como los días anteriores, o ir por Kakashi para desfogarse la bronca aun sin saber exactamente que pasaba.

Estiró la mano libre hacia ella. Sentados en el sillón de dos cuerpos que rodeaba la mesa, un simple movimiento de su parte la tenía más que cerca. Giró la mano para acariciarle suavemente el brazo que yacía hacia su lado con el dorso.

Sakura volteó el rostro al sentir el contacto de esos dedos erizándole la piel, y le sonrió al encontrarse con aquellos profundos ojos observándola fijamente.

Seiyi la miraba serio. Ella se acercó esperando por la mano que luego fue a su rostro a realizarle lo mismo.

—Acércate —le dijo en ese tono grave, apoyando la copa en la mesa.

Y ella lo hizo. Siempre le obedecía, dócil, dispuesta.

Le tomó el mentón al tenerla cerca y lo alzó hacia sus labios para besarla, lento, suave. Degustó cada centímetro sintiéndola entregarse, cerrando los ojos al abrir la boca dejándose hacer.

No estuvo satisfecho al soltarla y mentiría sino reconocía que esperaba más de aquello. Ese beso que de entrega tenía la pasividad que la dejaba a su merced, sólo reconfirmaba que allí, en medio, estaba su amigo. Ella siempre exigía más de él, iba conociéndola y le encantaba que siempre demandara en medio de su obediencia.

Se alejó para mirarla a los ojos después. Ella hacía lo mismo, esperando sumisa a él.

...

Sonrió, y ahora apoyó las espaldas en el respaldo, acomodándose para verla mejor, cada detalle, cada reacción.

—¿Te gusta el lugar?

—Me encanta. Es muy... romántico.

La sonrisa se le estiró de lado por unos segundos, majestuoso al tomar la copa de vino nuevamente.

Ella le devolvió el gesto bajando la mirada. El varón le cohibía en ese instante y sabía que era exactamente lo que lo causaba, estremeciéndola al presentir que él también podía saber lo mismo. Sentía que era transparente bajo esa mirada.

— ¿Te sientes cómoda?

—Sí —pestañeó intranquila, intentando disimular aquello—. Estoy contigo.

—Claro que estás conmigo —bebió un sorbo—. Pero yo pregunté si estabas cómoda

—Sí... lo estoy —y suspiró acomodando luego un mechón de su flequillo detrás de la oreja, nerviosa al bajar la mirada otra vez. Esos ojos duros, profundos sobre ella, esa noche le hacían estremecer y no en placer.

—No lo parece.

La respiración se le aceleró en ese instante.

Seiyi apretó los dientes. Había mucho más de lo que creía allí.

La detalló unos segundos, jugó con la copa entre sus dedos antes de dejarla sobre la mesa otra vez y respiró hondo antes de descansar la mano en el apoya brazos del sillón.

—Dime que sucede, Sakura

Ella negó.

—¿No tienes nada, o no quieres contarme?

Respiró hondo girando el cuerpo después para acomodarse de espaldas a él, sin mirarlo , alejándose lo que podía en aquel asiento.

Seiyi sonrió molesto, pero no insistió. No de inmediato.

Los labios le picaron por un cigarrillo, así era cada vez que algo le intranquilizaba, pero había elegido el área para no fumadores evitando caer fácil en la tentación. Sakura le había pedido dejar aquel vicio, y él simplemente no podría negarse, aunque no se lo fuera a reconocer directamente.

La observó cerrarse a él pretendiendo atender al espectáculo otra vez, aunque esa respiración levemente agitada le confirmara que sus pensamientos estaban en otro lado.

Si fuera otra la mujer en su mesa, ya estaría exigiéndole respuestas, demandando por completa sinceridad y obediencia, considerando tal vez castigarla o dejarla por evadir así sus preguntas. Pero no era cualquiera, era ella, y no quería eso.

Quería que ella fuera a por él, que confiara en él. Que le contara lo que sucedía, quería saberlo de sus propios labios, no de otros, ojos indiscretos que le llevaran información por mera deuda o cortesía. Entendía que una plena entrega era prematura, pero ya demasiado había hecho, o eso creía, para demostrar que era digno de estar en su vida, plenamente.

Y no lo estaba logrando.

Apretó los dedos de esa mano en alto frustrado, exhalando por la nariz, lamiéndose molesto los labios por ese puto picor que ya estaba volviéndolo loco.

La observó, ella seguía atenta a otro lado, más cerrada que antes. No podía presionarla de nuevo, no si la quería completamente en su vida.

—Discúlpame —le dijo y se puso de pie.

—¿Sei?

—Ya regreso. Disfruta del espectáculo.

Tomó su saco, en el que yacían ocultos los cigarrillos mentolados, y se retiró del palco colocándoselo en el camino escaleras abajo.

Ella le siguió con la mirada todo el tiempo que pudo, preocupada por la repentina reacción del varón. Pero no se levantó. Entendía que así debiera ser mejor, sus emociones eran un lío haciéndole difícil mantener a raya esa sensación de falta que la atacaba cada vez que él le miraba

Suspiró al quedar sola, perdiendo su atención abajo, en aquello que él le sugiriera, aunque ya ni le importaba. Se removió intranquila en el asiento, acomodó nuevamente un mechón de cabello que ni siquiera se había escapado. Y finalmente volvió sus ojos en la dirección a donde él se había retirado.

Dudó.

No le gustaba eso. Sentía que Seiyi sabía todo y eso sólo podía significar que la había estado siguiendo, y odiaba que aun continuara con esa estúpida costumbre. No se podía construir una relación, como él pretendía, así. La base era la confianza mutua, si ella podía confiar, él también debía hacerlo.

Y a pesar de aquella sensación de falta, del dolor que le punzaba por lo que hiciera Kakashi, fue ahora el enojo la que la movilizó.

Se puso de pie acomodándose la estrecha falda más hacia abajo luego, y miró al mozo quien le sonrió al notarla.

—¿Señorita?

—Emmm...¿Puede decirme hacia donde fue el señor que me acompaña?

— El señor Hyuga —le conocía, claro que le conocía—, bajó al bar, señorita.

—Al bar... ¿por dónde debo...?

—Tome el pasillo a la izquierda al final de las escaleras.

—Gracias —le sonrió y emprendió marcha dejando al joven al cuidado de sus abrigos y cartera. Era un mozo designado exclusivamente a atenderlos, no se movería de allí hasta que ellos dejaran el lugar.

Caminó rápido al principio, cuidando de cada paso por sus altos tacones, hasta tomar el pasillo iluminado suavemente. Era estrecho, entre elegante y oscuro, anunciando la exclusividad de la sección a la que estaba entrando.

No era largo, aunque si lo aparentaba, o tal vez avanzaba con cautela, tratando de adivinar lo imposible. Ella no pertenecía a ese mundo de gustos extravagantes. La música cambiaba a medida que más se adentraba, mezclando las alegres notas de la salsa del espectáculo, por unas más sensuales, al igual que la iluminación.

Una cortina de cuentas negras y brillantes, se abrió de repente, con aquella mano que las quitó de su camino.

—Señorita —un hombre de gran tamaño, ataviado en un traje negro, cuidaba la entrada al lugar dándole la bienvenida al invitarla a entrar con la mirada.

Ella asintió y sonrió dando los dos pasos que la dejaron en aquel refinado lugar, amplio, lleno de elegantes hombres acompañados de sus mujeres o sus... lo que fuera. Algunos conversaban en las barras, otros cómodamente sentados en sillones. Mujeres reían, algunas sumamente distinguidas, que exudaban poder hasta en las contenidas sonrisas, otras simplemente sensuales, demostrando de inmediato la posición de cada una.

—Preciosa —una voz detrás la hizo girar. Era grave, no la de Seiyi, pero la mirada con la que le recorrió el cuerpo fue igual de penetrante y dura. Le estremeció—. Primera vez aquí.

—S-sí.

El hombre le sonrió acercándose con esa sonrisa lasciva en los labios.

—¡Busco al señor Hyuga! —dijo de repente, como si aquello le justificara o defendiera.

—¿Seiyi Hyuga?

Ella asintió y la sonrisa del mayor se esfumó, dándole paso a una hastío.

—Allí —señaló volteando para largarse. No perdería el tiempo con una joven ocupada, y menos por él.

Sakura giró el rostro hacia donde le indicara, encontrándose con esos preciosos ojos perla que la miraban fijos, serios, demandantes.

Tragó duro al notarlo a la distancia.

La piel se le erizó sólo con esa mirada. La respiración se le descontroló de repente. La imagen del varón, altiva, dominante, sobresalía a los demás y se centraba en ella.

Suspiró recordando a que fue hasta allí, siendo quizás el motivo injusto pero no menos certero, y avanzó entre los presentes a paso firme, apretando los puños.

Seiyi sonrió de lado triunfante al verla avanzar. Ahora lucía enojada.

«Mejor».

Enojada siempre era sincera y le fascinaba tener que calmarla.

Caló de su cigarrillo cómodamente sentado en el sillón de un cuerpo, y alzó la mano para que la señorita a su lado se inclinara alcanzándole la bandeja en la que sacudió las cenizas.

—Seiyi —se detuvo al frente. Él arrojó el humo levantando una ceja en espera a las palabras—. Me seguiste hoy.

—Me lo dice alguien que decidió no esperarme.

—No me cambies el tema —continuó—. Me seguiste hoy.

Soltó el humo que quedaba en su boca, antes de calar otra vez.

—No.

—No me mientas.

—¿Luzco como un hombre que necesita mentir?

Ella cerró más los puños en coraje, mientras él soltaba el humo hacia un lado, con esa mirada dura y altiva, fija en ella.

—No, pero me dices... esas cosas...

—¿Que te dije, Sakura? —le habló lento, calando después.

—Me preguntas cosas.

—¿Si? ¿Y qué te pregunte que supuestamente yo sé?

—Qué...que hablara.

—Esa no fue una pregunta —expulsó nuevamente el humo—. Y no hablaste.

Sakura se cruzó de brazos ahora. El busto se le subió por el movimiento, asomando el muslo por la abertura de la falda al apoyar el peso en la otra pierna.

Seiyi la observó de pies a cabeza estremeciéndola.

—No, no hablé —dijo al fin.

Él caló lentamente, entrecerrando los ojos al absorber el humo que escapó de entre los dientes. Y sonrió antes de expulsarlo otra vez, tomándose todo el tiempo del mundo.

—¿Ves? Me equivoqué. Prueba de que no te seguí.

—Pero lo sabes.

Él alzó una ceja.

—Qué sé según tú.

—Sei —la furia caló en su garganta, apretando dura al rasparla. Porque no era furia realmente aquello, era ese sentir de falta, esa desesperación por aquello que parecía no terminar y por la impotencia que le daba que ese hombre frente a ella la dominara así, casi sin esforzarse.

Los labios le temblaron luego mientras las cejas se le contraían en una mueca de dolor. Esnifó conteniéndose, mirando hacia otro lado primero, para luego ocultar su rostro al agacharlo.

Apretó los ojos para evitar llorar, un nudo ya le dolía en la garganta, y luego lo miró. Él la esperaba serio, había suficiencia pero ya no disfrute en aquello. El cigarrillo humeaba en la bandeja a su lado, mientras la señorita que le atendía se retiraba por el ademán que el Hyuga ahora le hacía.

—Habla.

Ella negó.

—Habla conmigo —ordenó. Ya le era imposible mantener la compostura.

Se mordió el labio, una lágrima quiso resbalar pero terminó en el dorso de su mano. Y ahora le miraba suspirando.

—Vi a ...a Kakashi esta tarde.

Seiyi asintió.

—Y él ... él —suspiró, los labios le temblaron—. Él me besó.

El rostro del Hyuga era indescifrable en ese instante, no así la mano que se cerraba en el posa brazos del negro sillón de piel que lo sostenía.

«Así que era eso».

—Y yo... yo le correspondí por unos... segundos.

—¿Qué más?

Sakura negó.

—Sakura...

Suspiró conteniendo más lágrimas. No sabía porque aquello la sensibilizaba tanto.

—Lo sentí todo y... —negó apretando los labios para no seguir hablando.

Seiyi se puso de pie en ese momento, tranquilo, frío, como si aquello fuera nada. Se acomodó el saco y se acercó a ella tomándole del brazo luego.

Sakura le miró sin entender, desarmando el cruce cuando él jalara para tomarle la mano ahora, y se dejó llevar cuidando cada paso por sus altos tacones, cuando él comenzó a avanzar yendo hacia otro pasillo en donde un hombre duro, tan grande como el de la otra enteada, le miró asintiendo cuando le reconoció.

Avanzo detrás de él. El agarre en su mano era duro, parecía un reclamo, y cuando abrió una de las puertas que adornaban aquel pasillo arrojándola dentro después, le entendió.

O eso creyó.

Porque ni bien cerró al entrar, le tomó el rostro entre sus manos para besarla con furia, con desesperado reclamo, como si aquello fuera un intento de borrar la sensación que Kakashi plantara en la que ahora reclamaba como su mujer.

Ella gimió en esos labios sin poder evitar recordar el momento en que lo pensó mientras gozaba de lo que el otro le hacía. Y el solo hecho de recordar los labios de Kakashi sobre los suyos con la caliente pasión de Seiyi robándole el aliento ahora, la tuvo gimiendo, la tuvo entregándose, le tuvo dejando escapar las lágrimas que ahora brotaban sola cortando aquel beso que el varón quería continuar.

—Sei —susurro sobre esa boca. Y él negó besándola otra vez— ...Sei... no me... alejes.

—No lo elijas

Ella sollozó.

Él le tomo el rostro entre sus manos fijándola a sus ojos. Ella lloraba con los ojos cerrados, el rímel escurría marcando esos caminos salados en negro.

—Habla conmigo.

Sakura asintió ahora calmando sus sollozos. Y él la soltó lentamente llevándola consigo hacia el sillón que se alzaba coqueta al lado de la cama. Se sentó y la jaló suavemente acomodándola en su regazo, acunándola entre sus brazos.

Le miró ahora, los jades vidriosos, consternados, le acariciaron el rostro siguiendo ese rastro los temblorosos dedos luego. Seiyi era apuesto, era duro y a la vez la llenaba de esa calidez que le enloquecía y le daba seguridad. Él la esperaba, detallándola tranquilo.

—Aun... siento cosas por él —la mano se deslizó hacia el pecho tomándole la camisa—...pero... pensé en ti cuando él me...y... y estoy tan confundida...

Sollozó.

Él le acarició.

—¿Quieres que nos detengamos? —le dijo porque necesitaba que ella se negara, que le eligiera a él, y su corazón se quedó en vilo mientras no le respondiera.

—¿Tú quieres...eso?

—Esto no se trata de mí.

La mano en la camisa se apretó.

—¿Me creerías si te digo que... que no?

—Pero aún lo sientes a él.

—Sí... pero quiero esto —suspiró— ...te... te quiero a ti.

Seiyi le delineó el rostro en un impulso, respirando pesado. El corazón le latía como loco.

—Sei... quiero... quiero olvidar.

La mirada se le oscureció. Él no había llegado a su vida para borrar pasados, pero si ella se lo pedía...

—¿Quieres olvidarlo?

Asintió mirándolo con esos jades bien abiertos.

—Deberé ser el único entonces. Deberás entregarte a mí.

En ese instante recordó a Tsunade y a su advertencia. Y aun entendiendo la genuina preocupación de la mujer, esos ojos que ahora la miraban oscureciéndose parecían devorarla y ella no podía disfrutarlo más. Era quizás enfermo, era quizás un error aquello, pero ya había cometido dos en su vida. Uno al dedicar años a alguien que ni la reparara, y el otro habiendo creído en promesas que ni existieron.

Y aquí no pasaba ninguna de esas dos cosas.

Quizás fuera la exclusividad su problema

—En cuerpo, mente y alma —ella tragaba duro viéndolo, la voz era grave, oscura, hablándole lento—. Menos no toleraré de ti.

O quizás estaba metiéndose con un hombre que demandaría de ella todo, cuya intensidad la devoraría por completo. No lo sabía.

Mal decían que no hay dos sin tres, y eso le asustaba. Pero quizás con Seiyi se equivocaran, tal vez ella fuera la excepción a todas sus reglas.

O no.

Ya era imposible definirlo.

—¿Sakura?

Asintió. El corazón le martilleaba en el pecho apretando más el agarre en esa camisa.

—Sei...enamórame.


¡Hola! Buen día, buen día. 

Nuevo capítulo para renovar las emociones. ¿A que fue un cap con-de-todo?

Espero que lo hayan disfrutado porque a mí me encantó escribirlo, aunque mis personajes hagan lo que se les canta las ganas. Pero les quedó bien ¿o no? jajajajaja

Las leo.

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