Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 50

Las carcajadas divertidas y emocionadas de Sakura, llenaban el deportivo de Seiyi en el cual viajaban rumbo a la finca privada de la familia Hyuga. El viaje les iba a tomar al menos una hora, no por la distancia en sí, sino por lo sinuoso del camino. Aunque poco le importaba a la chica, la cual reía en cada nueva curva o lomada que el varón tomaba a velocidad, haciendo derrapar el coche en algunas para provocar tal reacción. La pelirrosa no era asustadiza e iba conociéndole ese gustillo que demostraba por las emociones fuertes. Él no hacía más que disfrutarla, observándola luego de cada truco para reír junto a ella cuando esas dulces carcajadas lo contagiaban.

Después del desayuno y de elegir los vestidos para un fin de semana que ella ni se imaginaba, los planes de Seiyi se vieron interrumpidos cuando le expresa que quería pasarlo a solas con él, sin nadie que pudiera interrumpirlos por más que los atendieran. Le sorprendió el pedido llenándolo de satisfacción cuando le entendió al fin. Tan diferente y opuesta a cualquiera de las otras mujeres a las que agasajara en el pasado, ella buscaba intimidad en donde las demás preferían ser tratadas como princesas. Y se lo daría, todo lo que ella pidiera, él se lo daría.

Y allí estaban, montados en el deportivo que hacía meses no usaba, vestido él de forma casual con aquella remera oscura escote en "V" que se ceñía a su pecho, y los jeans negros gastados que tan bien le marcaban el trasero, tenía a Sakura mirándolo con ganas cada vez que ella creía que él no la observaba. Y le sonreía, ni bien la sorprendía, porque le encantaba despertar de esa forma la libido de la joven, aunque no se lo dejara ver.

Fue en aquella última lomada, en donde las carcajadas provocadas por las cosquillas en su barriga, la tuvieron riendo con tantas ganas, que ya no se aguantó las ansias por besarla. Y allí fueron, entrando al primer mirador que encontró, aparcando bajo las preguntas de la chica que no entendía lo que sucedía, hasta que se detuvieran y el varón le tomara la nuca para aferrarla a su beso. Uno que se tomó todo el tiempo para expresar en vehemencia el gusto que le daba que ella al fin se decidiera.

Y al beso se le coló aquella mano que le recorrió los descubiertos muslos que la solera verde agua de falda corta y suelta, poco esfuerzo hacía para impedirle la impertinencia.

—Sei... —susurró entrecortado cuando le acarició sus desnudos pliegues, porque si de algo carecían aquellos atuendos, eran de ropa interior, detalle que la fémina reclamó en contadas veces obteniendo por respuesta un "siempre disponible" que le cerraba la boca hinchándole los acalorados mofletes.

Él gruñó al sentirla, sus dedos resbalaron fácilmente indicándole que estaba lista. Fueron unos breves minutos de besos para que ese cuerpo reaccionara a él de forma exquisita, y no pudo enloquecerle más.

—Estás mojada —le dijo sobre los labios cuándo le soltó la boca, y ella no pudo más que asentir sonriéndole apenas, encendida ante esa mirada afiebrada. Si algo tenía el toque del varón, era esa piel que le quemaba y que le prendía el cuerpo de forma inconsciente, ni siquiera ella lo controlaba, preguntándose qué demonios le hacía ese hombre para provocar tal lascivia en ella.

—Tú me...haces...eso...

El varón sonrió, sosteniéndole la nuca, aumentando en recorrido los movimientos de sus dedos.

—¿Yo?

—Sí... mmmm... tú...

—¿Sólo yo?

Ella no respondió de inmediato, concentrada en lo que él le hacía, perdida en ese placer peligroso de estar tocándose en un lugar público, solo podía respirar fuerte mordiéndose el labio para no gemir. Y él no supo qué hacer con aquello que le movió la falta de respuesta, porque aun sabiéndose el único en ese instante en la vida de la chica, no lo sabía si lo era en pensamiento y ,ese simple detalle, le picó los celos, aquella maldita emoción que había entrado a su vida junto con ella.

—Sakura, ¿solo yo? —repitió con firmeza.

—Sei... ¡oh, dios! —gimió cuando ahora uno de los dedos le penetraba y ella luchaba contra el instinto de cerrar las piernas por decoro— Sí...sólo... tú... sólo...

Y le besó en ese instante, tornando el movimiento de sus dedos en uno más intenso que pronto la tendrían temblando en aquel orgasmo que gritó en su boca.

Lentamente se separó de ella, lo suficiente para observarla, cuando el cuerpo aflojó la tensión. Estaba hermosa toda sonrojada, el color del vestido le asentaba, y esos labios hinchados con la mirada pesada del reciente éxtasis, la volvían un ser exquisito para sus ojos.

Se limpió los dedos en el vaquero y luego le acarició el rostro sonriéndole cuando esta le mirara abriendo los ojos.

—¿Qué... qué fue eso?

—Tenía ganas de besarte.

—Eso no fue sólo un beso.

Se encogió de hombros.

—Me gustan tus orgasmos.

Ella sonrió carcajeando después, pasándose una mano en los cabellos que se le habían adherido al rostro. Afuera estaba cálido y el aire acondicionado se había apagado junto al motor al aparcar.

—Me dejaste exhausta...

—Duerme el resto del camino.

Ella le observó. Aún él tenía la mirada oscura, con las cejas contraídas en esa excitación furiosa como ella le llamaba, y no pudo evitar acariciarle el rostro mordiéndose el labio inferior. Seiyi era muy atractivo, y cuando la miraba así, le encendía completamente volviéndose su voluntad gelatina.

—¿Y tú?

—¿Yo qué?

—No vas a...

Carcajeó.

—Cuando lleguemos —le dio un corto beso relajando el semblante. Y le soltó al fin, colocándole el cinturón y acomodándole la falda antes de volver por completo a su asiento preparándose para salir de nuevo.

—Sei —le llamó Sakura antes de que arrancara el motor—, me gustó ese beso.

Él carcajeó y la miró luego, acariciándole el rostro antes de dar marcha al auto y salir del lugar, regresando al camino.

Pronto la joven estaría dormida, primero viendo por unos minutos el monótono paisaje de arbustos por la ventanilla, para luego caer rendida. La noche había sido larga, no había desperdiciado ni un minuto sin dejar de follarla o besarla. Era conocido como un amo intenso y exigente, pero más que eso, era un amante incansable. Sabía medir sus desfogues, había encontrado el punto exacto de disfrute sin necesidad de abusar de los orgasmos, y así era mejor. Pero con ella, no sólo desplegaba la misma exigencia que con sus esclavas, con ella era distinto porque Sakura no sería nunca de esa clase. Ella era única y lo que le causaba era tan intenso y profundo, que casi que podía asustarle de considerar no tenerla. Y follarla... no, hacerle el amor, era la forma que tenía de controlar aquello, porque sentirla, poseerla, era por primera vez un acto único que le llenaba más que con cualquiera antes.

Y allí entendió a Kakashi y a sus fantasmas, quien decidió soltarla antes de que el destino se la arrebatara en esa fantasía que él tenía de una maldición sobre los Hatake.

Él no la soltaría, no mientras ella no quisiera, y se aseguraría de que le eligiera día tras día, noche tras noche.

La entrada a la finca pronto se hizo visible con aquel extenso camino bordeado por altos árboles, uno que su madre dedicara tanto a armarlo a gusto. El peón que custodiaba la tranquera, le estaba esperando, sería el único que podía quedarse ya que tenía su propia casa alejada de la finca, y debía custodiar la entrada para que nadie les interrumpiera.

Le saludó con un asentimiento al que este le respondió igual, y entró, mientras cerraban las vallas a su paso. Sakura dormía apacible a su lado, arrullada por los movimientos del auto.

—Preciosa —le susurró acariciándole la mejilla cuando al fin estacionaron en la entrada.

Ella frunció el ceño y luego abrió los ojos de repente al recordarlo, Seiyi le esperaba con una sonrisa tranquila.

—¡Llegamos!

—Sí —y carcajeó—, te dormiste profundo.

—Ay, sí —se pasó una mano por el rostro mientras él le desprendía el cinturón de seguridad—, muy y estoy —bostezó debiendo estirar el cuerpo— ...mejor. Me dejaste muerta anoche.

Seiyi no dijo nada, sólo le sonrió y se bajó del auto yendo rápidamente hacia la puerta de la chica para abrirle, quien salió tomándole la mano que él le extendiera caballerosamente.

La casa que se desplegó ante su vista, nada tenía que ver con la moderna mansión de Seiyi, pero no dejaba de ser hermosa y acogedora, evocando a recuerdos de infancia por la tradicionalidad en la construcción. Observó cada detalle que pudo en el escaso tiempo que él le permitió, antes de que jalara de esa pequeña mano para llevarla adentro.

—Ven, quiero mostrártela.

Nadie salió a recibirlos, así se había asegurado. La casa estaba vacía pero lucía como si la hubieran acomodado recientemente, dejando todo listo para invitados. Las pequeñas calderas de té estaban encendidas, igual que la calefacción central aunque estuviera baja y, a esas horas, las puertas estaban corridas dejando pasar la cálida brisa.

Se quitaron los zapatos en la puerta, siendo él más rápido, decantando en ayudarle con uno de los pies para acelerar el trámite.

—¿Apurado?

—Tú demasiado lenta —y le besó los labios antes de ponerse de pie tomándole la mano nuevamente. Y así la llevó con él, casi a las rastras, pasando rápidamente por varias habitaciones elegantes y tradicionalmente decoradas, hasta que llegaron a la que sería su dormitorio, con el enorme colchón en el centro y vista hacia un patio lleno de vegetación prolijamente recortada.

—¿Aquí dormiremos?

—Si dormimos, sí —ella carcajeó—, pero no es eso lo que quiero mostrarte.

Dejaron sus abrigos en un pequeño sillón, los bolsos aun no los habían bajado, y siguieron camino por el largo pasillo que conectaba la habitación con otras, hasta una gran puerta en el fondo. El calor que emanaba desde esa zona era mayor, y cuando al fin las abrieron pudo apreciarlo. Un piletón de aguas termales se abría ante ellos, sumergido entre las rocas y rodeados de vegetación y asientos que se combinaban orgánicamente con el paisaje. Más allá, una tetera de hierro calentaba el agua para el té.

—¡Aguas termales! ¡Qué bueno! —la sonrisa que adornó esos labios después de la sorpresa, hincharon el gusto del varón—. Hace muchísimo que no entro a una.

—Sabía que iba a gustarte.

—¿Es natural?

—Sí. Mi madre eligió este lugar para su finca personal cuando las descubrió.

—Es precioso —y se quedó abstraída contemplando todo, cuando por el rabillo del ojo, lo vio moverse a su lado quitándose la ropa.

—¿Qué haces?

—Vamos a meternos.

—¿Desnudos?

Y ahora se bajaba el boxer.

—Claro —Sakura se sonrojó—. ¿De qué otra forma? Nadie vendrá, estamos solos. Vamos —y fue él quien comenzó a desabrocharle el vestido por el frente para aflojarlo y quitárselo por arriba.

Aun sonrojada se dejó hacer y arrastrar suavemente hacia las aguas. El primer tacto con los dedos del pie sobre el borde, fue agradable, estaban a una excelente temperatura, y pronto le siguió al varón bajando el resto de los escalones que la sumergió a su lado.

—Mmmm... esto es agradable.

—¿Sólo agradable? —Seiyi ahora le rodeaba la cintura con sus brazos arrastrándola más hacia el centro. Pronto Sakura no estaría haciendo pie, la tina era tan honda como para llegarle por encima del pecho al Hyuga, lo que dada la diferencia de alturas y profundidad la llevarían a aferrarse a su cuello para mantenerse cómodamente a flote.

—Hasta ahora... sí.

Él carcajeó siendo observado por esa jovencita que parecía derretirse ante sus sonrisas.

—Me encanta cuando ríes —le susurró mirándole los labios—. Se te hacen unos pequeños hoyuelos aquí y... aquí.

—¿Se me hacen hoyuelos? —le miró extrañado.

—Sí, pero solo cuando ríes con ganas —y se mordió el labio inferior ante la nueva sonrisa del varón—. Justo como... ahora.

Giró con ella aferrada del cuello, moviendo el agua tibia que ahora le mojaba más los cabellos.

—Antes no se te hacían —continuó—, recién ahora te los noto.

—¿Y a ti que te hace eso?

—Me encanta.

—¿Nada más? —provocó.

—Y me dan ganas de besarte.

—¿Sólo eso?

Ella rio.

—Sólo eso en público.

—Ajá —le sonrió nuevamente, tomándole por debajo del agua las piernas de la joven para que le envolviera las caderas— ¿Y si no estamos en público?

Comenzó a avanzar con ella hacia un suave borde que quedaba al extremo opuesto de donde habían entrado. Los vapores de agua del piletón ahora podían empañar la visual de cualquier testigo inoportuno, si fuera que los hubiera.

—Me dan ganas de follarte —susurró.

—Buena respuesta.

Sakura gimió divertida cuando sus espaldas tocaron la tibia pared detrás de ella, siendo que segundos después llegó el cuerpo de él apretando el suyo cuando le tomó la boca en ese beso que cumplían con sus ganas.

Y si bien sabía que no sería solo eso, se arrojó de tal forma a lo que él le causaba que no advirtió el momento en el que se acomodó entrando en ella fácilmente.

Gimió en su boca, encogiendo el ceño, no entendía a su cuerpo el cual había sucumbido al cansancio de un fuerte orgasmo no hacía más de cuarenta minutos, y ahora se encendía en sensibilidad y preparación en apenas instantes. Ese hombre tenía algo que a su cuerpo le encantaba, que se ataba a su disposición, siempre disponible e iba entendiendo que dispuesta, porque aun sin proponérselo, ya se encontraba gimiendo en goce ante cada nueva embestida.

—Eres... única —gruñó él antes de morderle la boca, tomándole con fuerza ambos glúteos para aumentar la intensidad de sus arremetidas.

Y pronto la pared que le daba soporte le sería insuficiente, necesitaba más, llegar más profundo, obtener más entrega. Fue así que la tomó de la cintura, llevándola a un descanso que se abría en una zona de poca profundidad, si apenas diez centímetros de agua cubrían una blanca y tibia explanada en la que la subió recostándola de espaldas para llegar él segundos después, arremetiendo tanto en su centro como en su boca. Y se volvió feroz en aquel instante, tomándole los brazos para depositarlos por encima de su cabeza. No hizo falta órdenes, no hizo falta sujetarla, ella entendió perfecto, estirándose más y abriéndole más las piernas, envolviéndole en la fiereza que pronto se exacerbó al tenerla así entregada, así dispuesta.

—Me vuelves loco —le dijo al cortar el beso, y ya no la besaría. Ahora sus ojos sólo querían observar esas muecas de placer, ese sonrojo, la forma en que su cabeza deslizaba el agua ante cada embestida.

No buscaba complacerla, o tal vez sí, entendía que la pasión de sus caderas era poco menos que dolorosa, pero la chica respondía con tal disfrute que se advirtió dándole más solo por inercia, se advirtió entrando en ella desesperado, buscando su placer, buscando solo su final que tantas veces en aquella noche se hubiera negado. Y lo hizo. Lo hizo al fin, explotando en un gruñido, cuando con una mano le sostuviera una de las caderas hundiendo las uñas en la blanca carne.

Ella gritó, gozó su final, hasta el último espasmo, como si hubiera sido propio, y luego sonrió cuando al fin se encontrara con los oscuros ojos de Seiyi que le observaban extasiado, aunque no sólo existía aquello en esa mirada.

El ceño lo tenía encogido, tal le viera varias veces mientras le follaba, confiriéndole ese aura más dura y atractiva que lejos de asustarle, le fascinaba. Pero no por ello no comenzó a preguntarse por qué la veía así. Fue la mano que se movió por sí sola, que se elevó de su sumisa posición hacia el rostro del varón, acariciándole la mejilla para luego tocarle una ceja, la que le llamó la atención aflojando un poco aquella expresión.

—¿Por qué te enojas?

El varón jadeó, aún se encontraba recomponiendo su respiración. Ese final había sido fuerte, se le había salido de control luego de advertir la disposición de la fémina a su capricho, nada le encendía más ni menos demandaba desde sus esclavas que aquello que a ella le salía tan naturalmente, que lo tenía poco más que fascinado disfrutando de un sexo que apenas si se asomaba de los límites pasionales del vainilla, pero que lo estaba llenando tanto.

—¿Enojado?

—Siempre tiñes el ceño —le besó callándola, un beso profundo que se salió de su boca para bajar al cuello—. Mmm...no... ¿no lo estás?

No le dijo nada. Era una respuesta que no le daría, porque ni él la tenía, en su lugar siguió besado ese cuello, pasando una mano detrás de la espalda para elevarla más y que el agua no le molestara en la tarea.

Y ella se dejó hacer, sintiéndolo en lo profundo, sobre su piel, besándola mientras su propia respiración ahora se descontrolaba en todo lo que le hacía sentir, y quiso replicarle, no pretendía dejar ir aquello, pero él sería más rápido al tomarle la boca en un nuevo beso que se tornaría tan intenso como lento, que no sólo buscaría su silencio, sino prolongar aquel nuevo goce que le hinchaba la piel en sensaciones jamás sentidas.

—No sé qué me... haces, Sakura —y ahora le aferraba la nuca con la mano que se deslizó por debajo en su espalda.

Ella simplemente le miraba, con los labios hinchados, los ojos afiebrados de ese final que no obtuvo y que tampoco lograría de tan satisfecha y agotada que se encontraba.

—Qué tienes —susurró agitado, y ahora su ceño volvía a contraerse, endureciéndole el rostro tanto como tornándolo irresistible— ... eres única.

Y le besó luego, iniciando nuevas estocadas que de fiereza esta vez no tendrían nada. Eran firmes y profundas, pero solo buscaban una caricia, solo buscaban sentirla como lo hacían sus labios, su piel y su alma. Nadie contaba el tiempo, nadie contaba nada, solo ellos, el agua y aquella nueva experiencia que ahora era a Sakura a quien asustaba.



—¿En qué piensas?

La voz profunda y calma de Seiyi la sacó de sus cavilaciones. Llevaban rato observando el paisaje teñirse de bruma por la calma pero constante lluvia, que comenzó de repente cuando dieron pasadas las seis. Y esa enorme casa tenía una habitación de descanso que daba al parque principal, lugar al que Seiyi la invitó a beber té, acurrucándose luego en los almohadones que reposaban contra la pared, abriéndose hacia delante la más majestuosa vista de la finca. Y allí terminó ella luego de beber de su taza, haciéndose pequeña en el pecho del varón, mientras jalaba de uno de los brazos para que la envolviera no sólo con la manta que había dispuesto para los dos, sino también con su cálido abrazo. Los atardeceres se volvían frescas en el campo, y esa tarde primaveral por más calurosa que hubiera comenzado, estaba bajando rápidamente sus temperaturas gracias a la lluvia.

Seiyi no podía disfrutarla más y no entendía como aquel acto de tal calma, de tal casto contacto, lo tenía a gusto eligiendo olvidar el paso del tiempo para perpetuarlo en sus recuerdos.

—¿Cómo? —respondió sin moverse, fue él quien se inclinara buscando la mirada que pronto ella devolvería al alzar la cabeza, sin salirse del confortante abrazo que la acunaba.

—Cuando estas así, tan quieta, con esos hermosos ojos tan abiertos; sé que por tu mente pasan miles de pensamientos. Y me intrigan.

—¿Yo te intrigo?

Asintió sonriéndole suavemente.

—No tengo demasiados misterios en mi vida.

—En tu vida no, yo hablo de tus pensamientos.

Ella suspiró volviendo la atención al paisaje, antes de frotarse contra el pecho buscando más contacto, estaba poniéndose frío.

—¿Tienes frío?

—Mmm... sí.

—Espera —y se puso de pie soportando la queja de la chica quien se acaparó toda la manta de inmediato.

El varón, vistiendo solo un flojo pantalón gris de yoga, parecía no sentir el clima, y no era consciente en ese instante de lo bien que se veía con la cabellera larga y oscura, deslizándose sobre su trabajada y ancha espalda.

Fue a las puertas de vidrio que daban hacia el parque, cerrándolas por completo sin quitar la vista, y luego se encargó de subir las llamas del hogar que, a pesar de ser a gas y moderno, no desentonaba en absoluto en aquella tradicional habitación.

Volvió a ella al terminar, pero no buscó recuperar su lugar. Acomodó mejor los almohadones y desplegó una nueva manta, una de piel, recostándose luego e invitándola a su lado.

—Ven —llamó con la tela alzada esperando por ella, quien no demoró, acurrucándose de nuevo sobre su pecho— ¿Mejor?

—Mucho mejor —frotó la mejilla sobre la cálida piel, que apenas si le raspó por el vello depilado—. Es fresco aquí y me tienes con poca ropa —se quejó con un puchero nuevamente, y era cierto aquello.

Luego de las aguas termales, un pequeño camisón de tiras fue su única vestimenta. No era vulgar ni indiscreto, todo lo contrario, pero realzaba elegantemente su figura sin interponerse con la disponibilidad que el varón le recordaba tan sólo con barrerla con esa mirada coronada de aprobación.

Seiyi carcajeó, realmente que la tarde se descompusiera lo sorprendió y no habían llevado ropas para un fin de semana así, el pronóstico daba caluroso hasta el lunes.

—Búscale el lado bueno.

—Cual.

—Te tengo entre mis brazos todo el tiempo.

Ella se incorporó con el ceño contraído.

—¡Me hubieras tenido igual! —espetó— Con o sin ropa...

—A mí me gusta más sin.

—Machista.

—Vamos, hipócrita, que a ti también te gusto con menos ropa —ella se sonrojó abriendo los ojos— Te vi cada vez picarona.

—Bueno... pero tú... ¡Tú no tienes frío!

—¿Quién dijo que no?

—Bueno, no te quejas.

—Eso no significa nada —y le tomó del mentón acercándola para depositarle un beso que iba a ser breve, pero que por alguna razón fue indeciso en cortar aquel contacto, abriéndose lento al principio pero que pronto se cargó de ganas.

Sakura no podía resistirse a ellos e iba entendiendo que el efecto que tenían sobre ella cada vez calaban más dentro derritiendo su cuerpo más rápido.

—Mmm... me encantan tus besos.

Seiyi carcajeó sobre sus labios, acariciándole la mejilla después.

—¿Si?

—Te lo digo siempre.

—Y me encanta escucharlo cada vez.

—Bueno —una sonrisa enorme adornó sus labios, ignorantes de aquel calor que comenzaba a abrazarle el estómago—, me encantan tus besos.

—¿Si?

—Me encantan, me encantan, me encantan.

—¿Quieres más?

—Los quiero a todos.

Él carcajeó grave volviendo pesada la mirada de Sakura, había notado el efecto que tenía su risa, su voz, en la pelirrosa y no dudó en hablarle de esa forma antes de besarle nuevamente.

—Te los doy a todos, entonces —y no fueron sólo sus labios los que la buscaron esta vez, porque las manos cedieron pronto a ese rostro, deslizándose hacia la cintura, para moverla encima de su cuerpo.

Ella gimió acomodándose luego, apoyando una de las manos en el duro pectoral y la otra en un almohadón al lado del varón, antes de abrir las piernas montándose a horcajadas sin cortar aquel beso, que se movía tranquilo pero no menos intenso.

Así era siempre con él, iba dándose cuenta, un casto juego de romance que sin medirlo le encendían las ganas. Pronto el calor estuvo recorriéndole el cuerpo, junto con esas enormes manos que no dudaron en acariciarle las piernas levantando la suave tela que no se oponía a la dirección que esas caricias le estaban dando.

La respiración se le volvió pesada casi al instante, el corazón se desbocaba ahora al dejarse llevar por ese contacto que ya de cándido no tenía nada. Eran los labios, las lenguas, hasta la respiración que ruidosa se colaba en el desenfrenado roce ahora, inundando la habitación con los sonidos de la excitación al descontrolarse.

—Sei —sólo dijo cuando apenas se separó, dejando que la débil prenda al fin abandonara su cuerpo al ser jalada hacia arriba por la mano del varón, que pronto volvió a su nuca aferrándola a la nueva toma que la tuvo gimiendo ni bien la sintió.

Apenas empezaban aquel nuevo ruedo, y ya su cuerpo hervía. Sentía la piel sensible en cada centímetro que esos dedos le recorrían. Los pezones rozaban contra aquel duro pecho, y era suficiente para despertarle más deseo, que anidaba en olas en su hinchado centro que no hacía más que pedirlo. Fue esa mano que le rozó la raja la que le tuvo gruñendo al hombre, quien no dudó en liberar aquella erección a la que Sakura observó con ganas.

Fue separarse de él para elevar sus caderas, buscando auto penetrarse con la violencia que sus ansias le exigían. Estaba lista, sus carnes mojadas, las ganas jalando furiosas como si hiciera meses de no sentir esa satisfacción, que hacía apenas un par de horas que la había agraciado. Pero así era con él, un fuego constante, un juego de cuerpos que nunca acababa.

Se mordió el labio por el dolor que se sobrepuso al goce que la invadió por su propia brusquedad, y fue él quien aferrara las caderas al detenerla.

—Shhh... tranquila —y le miró a los ojos llevando una mano abajo, la que acomodó el falo en un nuevo ángulo—. Lento, así —y empujó entrando en ella centímetro a centímetro, tortuoso, pesado, atajando las ansias de la chica que la tenían intentando pujar, con el fuerte agarre en la cintura.

No entendía aquello, no se entendía a ella. Con Kakashi era todo caliente, era excepcional, profundo en placer con un sometimiento completo, encendiéndose a él en instantes, y era duro y era exigente. Y aquí, con Seiyi... su cuerpo se deshacía en lascivia pura, aun en contra de sus intenciones, ardiendo a pesar del cansancio que era ignorado en pos del placer con el que él se esmerara en atenderle.

No entendía y no quería entenderlo, era fuerte, era grandioso y ahora se perdía en esa mirada oscura que se enfurecía ante cada nueva estocada, elevándola bruscamente en aquel movimiento que él no permitía ceder el mando. Seiyi siempre dominaba, cada vez en que lo hicieran no le concedió la iniciativa por más de unos momentos, y no le desagradaba, todo lo contrario porque entregarse a él, a su capricho, era simplemente natural para su cuerpo.

—Qué... qué me haces...Sei —le miró a los ojos manteniendo el contacto a pesar del movimiento y del placer que le nublaba la razón

—No. Tú que ...me haces...

Y ahora le tomaba la nuca jalándola hacia su boca para besarla de nuevo, penetrándola también con su lengua antes de empujar una rodilla para extenderle la pierna a su lado, y luego fue esa misma mano que aferró la cintura girándola para situarse él encima.

Ella gimió en ese beso antes de que la soltara, gritando su nombre cuando en medio del frenesí, la lengua del varón bajara a ocuparse de uno de sus pechos, sin dejar de penetrarla.

El placer era inmenso, y fue gritar de nuevo cuando la violencia de esa lengua se desplazara al otro pezón, haciéndole estremecer. Hacía tiempo que no tenía ese estímulo, siendo uno de sus favoritos, y fue más fuerte cuando Seiyi le tomó una de sus manos llevándola a la entrepierna

—Tócate —ordenó antes de volver a sus pechos, y ella comenzó sin entender demasiado, sólo sintiendo.

Y fue así que, aun cuando la ronda comenzara con un final incierto, un nuevo orgasmo comenzó a tomarla, profundizando el castigo que le daba a su clítoris mientras los espasmos la tenían temblando, gruñendo en placer mientras él no le soltaba los pechos. Esa espalda arqueada pronto relajó la tensión, sus músculos se ablandaron y ahora fue el turno del varón, quien quitó la pequeña mano de la ecuación, aferrándole ambas muñecas sobre la cabeza. Y se acomodó reanudando el vaivén que pronto lo tuvo gritando en su propia liberación.

Cayó al fin sobre ella, midiendo su peso al apoyar el codo al costado mientras aun sostenía duramente esas muñecas con la otra. Y jadeó buscando aire, jadeó duro con los ojos cerrados cuando su rostro se regocijó en la curva del cuello femenino, quien en igual estado ahora tragaba duro.

—Sei... eso fue...

Él no dijo nada, demasiado ya si respiraba mejor, y fue sentir que parte de sus fuerzas flaqueaban, cuando decidió girar saliendo de ella para recostarse a su lado. Ambos quedaron con la mirada al techo, aunque ninguno mirara nada. Eran sus pechos que descontrolados buscaban la calma, en donde el frío ya no reclamaba reparo y los almohadones, que en algún momento fueron su sostén, ahora lucían desperdigados a sus lados.

—¿Estás bien? —preguntó el varón al fin.

—Sí... no sé... vas a matarme a... orgasmos.

Y rieron, como podían, pero rieron, buscándose con las miradas luego.

—En serio, Sei... eres insaciable...

—¿Yo solamente?

—Tú siempre empiezas.

—Y tú nunca me detienes.

Ella sonrió, contagiando aún más la media sonrisa con la que él la observaba, haciendo que esos incipientes hoyuelos volvieran a lucirse, tornándolo nuevamente irresistible.

—¿Cómo hacerlo? —y se mordió el labio.

—No seas condescendiente.

—¡Y tú no seas tan caliente!

Carcajearon, girando él de lado hacia ella para tomarle el rostro en una caricia que terminó besándola de nuevo.

—Tú me calientas.

—Me vuelves loca.

—¿Si?

—Me tienes siempre... mojada.

Él sonrió antes de besarla.

—Me di cuenta.

Ella suspiró en ese instante, viéndose dulce con ese sonrojo perlado sobre las mejillas, y esa incipiente seriedad propia de la duda.

—¿Qué pasa, linda?

—Es que...no sé qué me haces. No logro darme cuenta y-

—¿Para calentarte? —ella asintió— Eres tú la lasciva.

—No, me haces algo, lo sé.

—Claro.

—¿Es algo que tienen escondido los Hyuga? Son un clan misterioso.

Seiyi rio con ganas.

—Naruto me decía que Hinata-

—No, no, no, nada de eso —y la tomó entre sus brazos buscando con una mano la manta que volvió a cubrirlos. El calor del sexo ya estaba disipándose y no quería que resfriara—. No sé que te habrá dicho Naruto, o cómo será mi prima, pero no te estoy haciendo nada.

—Bueno, entonces ... no sé...

—No sabes... —le acarició acomodándole los cabellos.

Y fue en ese instante que quedaron viéndose el uno al otro, con sus respiraciones calmas, y los cuerpos satisfechos el tiempo que les durara iniciar una nueva ronda. Porque Sakura iba enterándose que con él, el sexo, nunca acababa.

Y fue el fluir del desfogue del hombre, el que comenzó a correr lento entre sus piernas el cual le sorprendiera, removiéndola inquieta al recordar aquel detalle que el calor de la noche y de Seiyi abordándola a cada rato, le hubieran evitado reparar, asustándola en ese instante. ¿Cómo pudo olvidarlo? Luego del accidente, no toleraba los anticonceptivos, quizás fueron las partículas las que la dejaron sensible, y fue la recomendación de Tsunade quien sugiriera un par de meses de descanso. No había peligro en aquello, siempre y cuando se cuidara de alguna otra forma, detalle que no fue el centro de sus preocupaciones luego de la ruptura con Kakashi y hasta el momento, que iniciaba algo que prometía ser intenso.

—Sei...

—¿Mhm?

—Hay algo que... bueno, dado lo repentino... no hablamos.

Él sonrió cayendo de inmediato.

—Estoy limpio, Sakura.

—Sí, lo sé, pero-

—Y tú también.

Ella se incorporó de repente.

—¿Cómo sabes eso?

—Me dijiste que tus controles salieron bien.

—Ah, sí pero... ¿dedujiste eso?

—Mi trabajo es la inteligencia —y se giró apenas acariciándole los cabellos ahora— ¿Qué te preocupa?

—Bueno, es que... como se dio todo... bueno, no nos cuidamos.

Él suspiró. Normalmente se cuidaba con sus esclavas, no sólo ellas debían tomar anticonceptivos, sino que siempre se utilizaba un método de barrera. Era sabido que los amos más exigentes no desperdiciaban su semilla con nadie, y muy pocas merecieron de él todo antes, pero con Sakura era distinto. Sentirla piel a piel no era negociable, que no quedara algo de él luego de tenerla, imposible.

—No voy a cuidarme contigo, Sakura.

—¿N-no?

—No.

Ella se mordió un cachete por dentro bajando la mirada con algo de preocupación luego.

—¿Te cuidas?

Ella negó.

—Es... temporal. Luego del accidente... tuve que depurar mi cuerpo y-

—¿No te estás cuidando?

—Sólo hasta el mes que viene. Por eso te pregunto. Pero sino... si no quieres, aplicar el jutsu de Tsunade y-

Conocía aquél método, era impartido a todas las ninjas por si debían utilizarlo durante las misiones, tanto con ellas mismas como con otras mujeres para evitar embarazos indeseados.

—Es bastante efectivo y su efecto dura por horas.

—¿Ya lo hiciste?

—No... aún no.

Y ahora esa mirada se volvió profunda, se volvió oscura, ya no sonreía pero imposible era no notar el gusto que aquello le brindaba.

Él dentro de ella, él sin barreras, ella igual, sin nada que interfiriera con sus cuerpos. Fue sublime aquel sentimiento, que le llevó a mirarle la boca deseando el beso que luego le conduciría a follarla, porque estaba listo de nuevo y ella ya lo notaría en esa respiración que se le tornó pesada.

—No lo hagas.

—Sei... pero, debo ejecutarlo sino-

—No lo apliques.

—Pero-

—No.

Y le besó, apretándola luego contra su cuerpo, le besó con ganas, tomándole el rostro, girándola sobre sus espaldas, colándose entre sus piernas.

—Sei... estás... mmmm —gimió ante esos dedos que buscaban estimularla.

—Me vuelves loco Sakura.

—Sei —y ahora ella suspiraba sintiéndolo en su cuello, en sus pechos, sintiendo la boca rozar su abdomen y caderas, curvándole la espalda cuando fuera la lengua quien azotara el clítoris en vez de los dedos, llevándola a alzar la cabeza para observarlo con el ceño contraído, el hombre no tenía tabúes, allí había restos de sus fluidos mezclados y la tomó igual, barriéndole con la lengua para incendiar su centro.

Sabía que un nuevo final sería imposible para ella, pero no por eso no disfrutaría de aquello que la tuvo gimiendo descontrolada en segundos. La lengua de Seiyi era tan intensa como todo en ese hombre, y la tuvieron temblando sin ser un éxtasis en ese instante. Era fuerte e insoportable, rogó por más y rogó porque se detuviera, y cuando si hasta una lágrima resbaló por sus ojos con ese temblor contrayéndole el cuerpo, la giró reconstándola boca abajo, para ir por ella posándose segundos después.

Un brazo pasó por su pecho girándole suavemente el rostro para besarla, al momento que entró de una estocada en ella. Fue la otra mano que aferró la cadera fijándola a sus embates, la que hundió los dedos en esa carne provocándole el placer que sólo ese incipiente dolor de sometimiento podía encenderle. Y allí entendió, cuando le soltara la boca oyéndole gemir, con esa furia embelleciendo los oscuros ojos, que aquello no era para ella. Que aquella lengua solo buscó relajarla para eso, para su llegada por que quien estaba ahí en ese instante, era el amo, uno que no preguntaba ni esperaba, no negociaba ni anticipaba, y que parecía buscar poseerla en ese instante, una posesión que llegó después en aquella liberación que si hasta le robó un gemido y que por alguna razón, la dejó satisfecha, sonriendo aun cuando no pudiera verla.

Fue Seiyi quien ahora no entendía nada, apretando sus caderas contra los glúteos, manteniendo su falo en lo profundo que bombeaba más de él en cada gruñido que le robaba, fue placer puro, oscuro y denso, que no entendía bien que había sido, o que buscaba con aquello. Sólo sabía que lo había necesitado, que el sólo hecho de saberla a su merced, habían reclamado todo de él. Y ahora...

—Sakura... preciosa —susurró grave contra su nuca, tragando duro para continuar, con los ojos cerrados, el ceño contraído— ...no sé qué me haces...qué me... haces...

—Te encanto —fue su respuesta, una que lo llevó a sonreír en sus cabellos, riendo después suavemente.

—Me encantas... sí...con tus poderes de hada.

Ella alzó torpemente una mano, moviendo los dedos sobre el rostro del Hyuga como si le arrojara polvos mágicos, y luego buscó acomodarse, haciendo que él saliera y la jalara hacia su pecho cuando al fin girara.

—Te dije... vas a matarme.

—No terminaste esta vez, no te quejes.

—¡Porque no podía!

—La próxima...te prometo que la próxima —suspiró—...terminas.

Se sentía agotado. Por primera vez en ese fin de semana, su cuerpo le pesaba.

—Primero dormimos.

Él asintió y le acarició la mejilla cuando ella borró su sonrisa quedándose en silencio unos instantes.

—Sei —habló—... voy a aplicar el jutsu de emergencia de todas formas

Respiró hondo.

—Lo sé.

—Yo-

—Pero quiero que sepas que, de no funcionar, yo estaría encantado.

Sakura alzó la mirada en ese instante, tanto sorprendida como asustada.

—Sei... ¿qué dices? —le observó unos segundos, él hacía lo mismo— Recién estamos conociéndonos y -

—Llevo conociéndote desde hace años, Sakura

Ella asintió, apretando los labios con preocupación.

—Pero tú no —le acarició—. Y está bien. Sólo... sólo quería que lo supieras.

No hubo respuesta, la mirada de la pelirrosa estaba absorta en el pecho del varón y en esos dedos que ahora jugaban inquietos encima. Y luego hubo un suspiro y aquella sonrisa con la cual al fin alzó la mirada.

—¿En serio lo dices?

—Qué cosa.

—Lo de si...

—Sí.

—¿De verdad?

—De verdad.

Y ahora apoyaba el mentón para verle mejor, con esa sonrisilla pícara y esa pregunta en el cejo.

—¿En serio qué te gustaría? Eres un hombre libre.

Él rio.

—¡Sí, en serio!

—No sé, Sei. No te hago de esos.

Seiyi carcajeó en ese momento abrazándola con ganas, para mirarla a los ojos luego.

—No te estoy pidiendo nada. Sólo quería que lo supieras, que no tienes de qué preocuparte conmigo, por nada. Ahora, ve a aplicarte el jutsu y vuelve conmigo.

—Tengo tiempo hasta mañana.

—Ve ahora. ¿Acaso piensas que no voy a volver a hacértelo?

Soltó la cabeza hundiéndola en su pecho.

—¡Vas a matarme!

Él rio y luego le dio una palmadita en el trasero.

—Ve.

—Ok, ok —y se puso de pie buscando el pequeño camisón para vestirlo antes de salir rumbo al baño.

—No hay nadie en la casa —le gritó al verle cruzar la puerta vestida.

—Lo sé, pero... ¡lo mismo! —devolvió antes de perderse por el pasillo.

Seiyi suspiró al quedar a solas, llevando un brazo detrás de la cabeza que usó como almohada antes de perder la mirada en el paisaje que se abría brumoso y algo más oscuro ahora. Y toda sonrisa se borró de su rostro a caer en la cuenta de todo lo que estaba sintiendo.

Y fue recodar cada momento en que su cuerpo simplemente había tomado la iniciativa fuera de cualquier control, para darse cuenta que aquello que la chica le hacía sentir era aterradoramente maravilloso, porque no sólo por primera vez entendía que controlaba muy pocas cosas, sino que estaba más vivo que nunca.

Sonrió aunque supiera que aún no estaba todo dicho, y aun así, no importaba. Él se había abierto un lugar en la vida de esa chica, contra cualquier pronóstico, y eso ya era suficiente aunque iría por el resto.

Y cuando un nuevo suspiro caló en sus pulmones, recordó al fin el cansancio que le azotaba los músculos. Rio, tomando los pantalones que pronto se colocaría, para ir a buscar a la chica y llevarla a la cama, porque ella tenía razón cuando le dijera que debían dormir un rato.

Así que lo harían.

Dormir juntos por un rato.

Tan solo por un rato.



¡Hola, hola! ¡Buen día! Hoy vine bien, ¿no? Cumpliendo con el cronograma (toco madera sin patas para que siga así la racha jajajajaja)

Bueno, y la cosa está encendida y ardiendo. El arco Seisaku en su esplendor. Y con esto quiero decirles que no me olvido que este es un Kakasaku, aunque sea uno algo diferente, y que aquellas que anhelan a Kakashi pronto lo van a tener (aunque no sé si les va a gustar, ¡perdón!) y veremos si vuelve al ruedo.

¿Ustedes que creen, dejará ir del todo a Sakura?

¿Guerra de machos alfas o...?

Nada.

Sólo tengan paciencia, y confíen en mí que les va a gustar.

Gracias por seguir ahí, por seguir eligiendo esta historia y por hacerme saber sus opiniones. De verdad, gracias.

Nos leemos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro