Capítulo 48
—¡No te rías! —le gritó Sakura en medio de sollozos, luego de arrojarle un almohadón a Ino.
Esta, sentada en medio de la enorme nueva cama de la pelirrosa, esquivaba sin éxito el embate, mientras se tomaba, sin dejar de reír, la pequeña pancita de dos meses que ni se le notaba, pero para ella ya era enorme por la leve hinchazón en su flacura a fuerza de dieta.
—No te... enojes —carcajeaba casi al borde del llanto.
Esa mañana de sábado, habían quedado en salir a desayunar juntas, siendo Ino quien pasaría por su departamento ya que la cafetería elegida quedaba cerca de lo de Sakura. Pero cuando la pelirrosa le atendió, llorando y con un semblante entre demacrado e hinchado por las horas de llanto, la salida de chicas quedó automáticamente cancelada, siendo reemplazada por una sesión de charla y mimos de amigas.
Ino pensó lo peor al verla, que aquello tenía que ver con Kakashi, ya que estaba al tanto de todo. Después del alta de Sakura, cuando la pelirrosa ya se había instalado en su departamento, aquella conversación de sinceramiento entre ellas al fin se había dado. No era que la rubia no supiera nada, un par de visitas en el hospital cuando su amiga aun luchaba para volver a la conciencia, con un peliplata que no se desprendía de su lado, le bastaron para deducir todo. Más que hacía meses que casi ni convivían, y que cada vez que le cruzaba, le veía ese brillo en los ojos como el que observó durante el año en que la relación con Sasuke pareció prosperar. Era obvio que había un hombre en su vida y no era el Uchiha, sino otro que estaba casualmente siempre con ella, su ex sensei.
Poco tardó en atar cabos, aunque no dijera nada. No le correspondía a ella. Hasta aquella tarde.
Y si bien esa verdad le bastaba, intuía que había algo más, alguien más para ser precisos. El Hyuga no pasaba desapercibido ante nadie, menos ante las féminas, y ella no era una excepción. Mas cuando Sai le comentara la estima y admiración que le tenía a ese hombre, primero un agente de alto rango que le entrenó, y luego su superior, siendo el mejor en su trabajo.
Ver un hombre tan duro, recto y frío, que tenía a todas y a la vez no se quedaba con ninguna, tal como se lo definiera Sai; tan dedicado a su amiga, ya rayando el agotamiento mental y físico, le dejaron más de una alerta encendida.
Y ahora, encontrar a Sakura demacrada y furiosa porque ese mismo sujeto le besara y luego no aceptara su propuesta de cama... no podía evitar que le divirtiera, más en alivio que otra cosa.
—Perdona —suspiró sin evitar que unas últimas pequeñas carcajadas escaparan en medio de su alivio —...por fi... perdona, ¿sí?... Es que-
—Eres mala... una puerca despreciable —sollozó abrazando otro almohadón, el último que le quedaba cerca— ¿¡No ves que estoy terriblemente mal!?
—Sí, sí —se secó una lágrima que quedaba en el rabillo, sentándose ahora en frente— ,pero no... En ese punto de lo "terriblemente mal", discierno contigo.
—¿Me llamas mentirosa?
—No, mentirosa no. Pero sí confundida —carcajeó para acomodarse —. No estás mal, estás enojada.
—¡Y sí! ¡Mal y enojada!
—Vamos bien ahora.
Y el nuevo almohadón voló impactando en la cara de Ino quien echo a reír una vez más.
—¡Y te burlas! ¡No se puede hablar contigo!
La rubia no podía contestarle, solo reía pero hizo su mejor esfuerzo para calmarse cuando su emocional amiga ya no contuvo más el nuevo llanto, que ahora bañaba sus enrojecidas mejillas otra vez.
—Bueno...me calmo... ya —respiró hondo por la nariz exhalando por la boca un par de veces, y la miró —. Ya estoy... calmada. Muy —respiró nuevamente —... calmada.
Sakura negó mientras intentaba secarse los ojos con la palma de las manos, siendo detenida por Ino.
—¡No, así no! Te vas a hinchar más... ¡ay, mujer! ¡Cuida más tu piel! —y se estiró a la mesa de noche para tomar las suaves servilletas de papel que Sakura se había llevado en la madrugada—. Toma, sécate con esto...¡pero no te frotes! ¡Mierda! Porfiada, ¿eh?
La pelirrosa sonrió con gracia por los arranques de su amiga, si algo cuidaba en la vida esa pretenciosa mujer, era el aspecto físico. Nunca entendió como pudieron llegar a congeniar tanto, siendo ahora la persona a la que le confiaría hasta su vida.
—Así...bien, muy bien... suave —y ahora era esa tierna sonrisa resaltada en labial rosado a tono con su ropa, quien le buscaba— ¿Mejor?
La pelirrosa negó.
—Bueno, más tranquila quise decir.
Y ahora le asentía.
—No me estaba riendo de ti, frentona, sino de tu reacción.
—Sí... pero ¿cómo quieres que reaccionara? Me rechazaron, Ino.
—Entiendo, es feo eso y no digo que estuvo mal, tu reacción claro...sólo que fue algo... exagerada.
—¡¿Exagerada dices?! —y ahí iban otra vez— ¿Qué parte no entiendes de que me rechazó? ¡Me rechazó como nada luego de decirme que sentía cosas, que me extrañaba, que lo volvía loco, que... una sarta de cosas! ¡Una sarta de mentiras! ¡Porque así son los hombres y-
—¿Mentiras? —le interrumpió Ino, entrecerrando el ceño— ¿Crees que lo que te dijo es mentira porque no se quiso acostar contigo anoche?
—¡Si! ¿Quien hace-
—¡Momento! —le levantó la mano al frente para luego apoyársela en los labios silenciándola— Ahora te callas y me dejas hablar.
—Pero-
—Ya te dejé decir todo lo que querías. Todo. Demasiado. Ya fue mucha toxicidad —advirtió—. Y ahora vuelves a repetirlo, así que eso me dice que ya está, que ya lo dijiste todo —le miró fijamente y cuando la otra no replicó sonrió—. Ahora me toca a mí.
Sakura no dijo nada, sólo permutó su mueca de furia a una de dolorosa frustración, y a un puchero cuando se amiga quitó la mano, estirándose para alcanzar un nuevo almohadón, uno enorme, Seiyi le había llenado la cama de ellos como decoración; y se lo puso entre las piernas abrazándolo resignada.
—Bien —carraspeó—. Sabes que siempre estoy de tu lado,¿ no? —la pelirrosa solo frunció el ceño— ¡Vamos! Lo sabes. No te hagas la ofendida ahora.
—Está bien, estás de mi lado. ¿Contenta?
—Muy —sonrió.
—Entonces sabrás que-
—Aunque no se note, a veces.
—¿Sakura? —advirtió— ¿Ya puedes callarte de una vez?
Asintió y volvió a meter la cara hasta la nariz en esa almohada.
La rubia respiró hondo y acomodó su semblante a uno apacible, con esa sonrisa de profesional ternura y la mirada calma, que si algo provocaba en Sakura cada vez que se dirigía a ella en modo psicóloga, era precisamente lo opuesto. Su amiga era letal analizando gente.
—Sé que toda tu historia con Seiyi la conozco desde hace poco, porque recién ahora quisiste contarme. Y lo respeto. No te juzgo, ni te reclamo nada —le miró con advertencia esperando por la confirmación de sus palabras, que llegó como un leve asentimiento—. Bien. Y todo lo que conozco de lo que sucedió entre ustedes es sólo desde tu versión.
—Pero-
—Sakura, la verdad tiene varias caras y lo sabes —le reprendió y esta decidió callarse.
Ino estaba muy temperamental con las hormonas del embarazo, y su carácter toleraba menos paciencia que antes, así que decidió hundir de nuevo su rostro en la mullida tela que aun olía levemente a la colonia del Hyuga, alborotándola y enfureciéndola en partes iguales.
—Aclarado todo esto, déjame decirte que normalmente las personas, sobre todos los hombres, porque así se lo exigimos las mujeres; estilan simular sentimientos para llevarte a la cama —continuó—. No para negártela hasta que la otra parte esté segura de que sentir lo mismo —y ahora le miraba en silencio para constatar si la otra le seguía la idea, y lo hacía, con los ojos bien abiertos al comprender al fin el significado de aquello, aunque existía esa leve reticencia por el enojo. Ino sonrió—. Veo que vas captando mi punto.
—Sí, pero-
—¿Vas a empezar de nuevo?
La pelirrosa suspiró.
—¿Puedo preguntar al menos?
—Ah, sí. Eso sí.
Ya hacía unos minutos que no sentía la necesidad de llorar, y los ojos rojos comenzaban a arderle.
—Y, si es como dices, porque... porque sentí como si... ¿Cómo si estuviera jugando conmigo? —le levanto la mano cuando la otra iba a regañarle— ¡No estoy empezando de nuevo! No. No —suspiró nuevamente—. Sólo te digo lo que me pasó en ese momento. Fue tan... humillante... no, así no... fue...frustrante, me enfurecí tanto cuando... ¡ay, no sé! ¡Nunca sentí eso! ¡Fue horrible!
Ahora Ino sonreía ampliamente.
—Nunca sentiste eso, porque nunca te negaron el sexo.
—¿¡Como que no!? Sasuke sí me lo negaba, él solo me tomaba cuando él tenía ganas.
—Pero con Sasuke ¿te gustaba tanto como ahora?
Sakura abrió la boca para responder, pero nada salió, decantando por cerrarla mientras buscaba en sus recuerdos con Sasuke, algo de aquel placer que con Kakashi experimentara.
—Tu silencio me confirma todo, frentona.
—Puede ser...
—¿Me vas a decir que Sasuke te calentaba como lo hace Seiyi?
Y ahora se sonrojaba por completo.
—No.
Ino le sonrió comprensivamente.
—Amiga, eso que sentiste fue frustración sexual —le acarició unos cabellos, enterneciéndose por como su amiga estaba descubriéndose como mujer—. Si la frustración en general es tan molesta e insoportable, la sexual es... intensa.
Y carcajeó suavemente luego, contagiando a Sakura.
—Es como cuando los hombres se enojan porque se lo niegas, ¿no?
—¡Exactamente igual! —carcajearon— Créeme, en ese sentido, hombres y mujeres no somos tan diferentes. Y este, por lo que me dices, sabe muy, muy bien como calentar la pava. ¡Que digo! ¡Sabe ponerte a hervir en instantes, amiga!
Sakura rio ahora, nerviosa por la pena que le daba que la rubia descubriera ese lado suyo.
—Créeme... me ha pasado.
—¿Con Sai? No lo tenía un tipo así.
—También con él.
—¿Qué? —ahora era la pelirrosa quien abría los ojos en sorpresa— Ino, no tuviste otros novios, sólo Sai
—Así es. No tuve otros novios.
—¿Me estás diciendo que...?
—Que no tuve otros novios.
—¡Inopuerca! Entonces...¿te acostaste con otros antes de Sai?
—¡Obvio!
—Pero... pero...nunca me dijiste nada —puchereó—. Me ofende, Ino.
—¡Es que no podía! Eras muy... mojigata.
—¡Ey!
—¡En serio! ¡Te horrorizabas por todo! ¿Como iba a decirte sin que me dejaras de hablar? Para ti, para tu versión anterior a esta, llegar virgen al matrimonio era "la regla".
—Ay...sí —agachó la cabeza, en eso no se equivocaba.
—¡Y no está mal eso! Pero conmigo no funciono así —suspiró—. En fin. Sai no fue el primero en el sexo, pero créeme que sí fue y es el mejor, y el que me mostró que el respeto, el amor y el sexo se llevan muy, pero muy bien.
Sakura le miró y luego una sonrisa de comprensión se dibujó en sus labios, una tierna sonrisa que le llevó a bajar la mirada recordando que aquello también le había aprendido con Kakashi, sólo que la parte del amor... bueno, esa había sido unilateral. Pero, aun así, no podía negar que fue una buena historia, y así decidía atesorarla por más que siguiera doliendo en cierta medida.
—Ey...—una cálida mano le acaricio la mejilla llamándole la atención—. Sé que estas palabras pueden remover... cosas. Pero siéntete afortunada de haberlo experimentado.
La pelirrosa asintió, dejando rodar abajo aquella lágrima que escapó silenciosa, una que Ino atrapó con los dedos secándosela con cuidado.
—Va a doler un tiempo, no voy a negártelo, pero ahora sabrás muy bien qué buscar en un nuevo hombre, y sobre todo, saber discernir qué es lo que realmente estás sintiendo, y si aquello que estás recibiendo, es genuino. Ya no podrán engañarte con falsas promesas, porque sabes cómo se siente las verdaderas.
Asintió aunque una nueva lágrima asomara.
—Pero él... él no me amaba.
Ino torció la boca. La excusa que Kakashi le diera para dejarla, no se condecía con sus actos, pero esa mañana no estaba para analizarlo a él, sino para ayudar a su amiga.
—Pero te quería. Te respetaba. No eres cualquier mujer para él, Sakura. Créeme —esta le miró ilusionada por unos segundos— ,aunque no llegaran al amor, ahí hubo algo muy fuerte y, sobretodo, real. Confía en lo que te digo.
Sakura respiró hondo, esnifando después para contener nuevas lágrimas, quedándose en silencio unos segundos hasta que Ino debiera estirarse ya que su cintura le reclamaba.
—Entonces... ahora dime ¿aun crees que Seiyi está jugando contigo?
Le miro por unos segundos, meditando esa pregunta. Y luego negó, agachando la mirada.
—Pero se siente así...
—Sí...pero es una sensación tuya. Porque lo que yo veo, y permiso —advirtió— , es que estás buscando escapar de ese duelo que debes hacer, utilizándolo a él.
—¡¿Qué?! ¡Yo... no estoy utilizando a Seiyi!
—Porque él no te lo permitió.
—¡Ino! ¿Estás de su lado ahora?
—No, del tuyo.
Sakura suspiró y luego hizo un puchero.
—Yo... él...él me gusta. Siento... siento cosas y...
—No te niego eso.
—Pero me dices que lo uso.
—Buscabas, sin intención, la salida más fácil. Y te entiendo, mucho, pero sabes que tengo razón cuando te lo digo —advirtió—. Sakura, sé sincera contigo misma, y veras que lo que este hombre...¡pero qué digo! Lo que este adonis te propone, es muy sano.
El ceño de la pelirrosa se contrajo y necesitó huir de esa mirada que buscaba una respuesta.
—Eso que hiciste me dice que lo sabes...
No respondió, pero luego de unos segundos de silencio le miró preocupada.
—Y... y... ¿ que debo hacer, Ino? —continuó— ¿Olvidar lo que me hace... sentir? Porque... no sé si es ...amor. Pero él me atrae mucho.
—¡Como para que no! —Ino rodó los ojos echándose viento en la cara con una mano— Ese tipo es un lujo para los sentidos, amiga.
—¡No solo físicamente!
—Ya sé, ya sé, no es simplemente un cacho de carne —se estiró tomándole las manos ahora—. No hubiera pasado todo lo que pasó sino fuera más que eso, te conozco. Y no tienes que olvidar nada. Pero aún es muy pronto para decir si lo tuyo con él es solo algo más que...como decirlo sin ofender...ummm... ¿hormonal?
Sakura se preocupó.
—O si los sentimientos serán más profundos. Porque es obvio que ya los tienes.
Ella suspiró sin aun poder salir del embrollo que le angustiaba.
—Estás muy confundida, nena. Y es lógico. Otra historia en tu vida explotó de repente y duele —continuó—. Pero ahora, es justo el momento en que no debes hacer nada.
—¿Nada?
—No, nada. Como te dije, explotó. Tómalo como una explosión literal. Todo roto, escombros, polvo y humo por todos lados. Cómo soldados sabemos que hay que hacer en esos momentos, ¿no?
—Buscar un escudo, proteger ojos y vías respiratorias, y esperar que la bruma pase para evaluar la próxima estrategia.
—¡Exacto! —le sonrió ampliamente— Y aquí es igual. Hay tanta emoción y tantos frentes que no sabes exactamente qué sentir, qué decir o cómo comportarte. Así que simplemente busca un escudo.
Le miró.
—¿Tu?
—Yo, tu casa, un lugar que te guste. Un escudo que te de tranquilidad, que te haga sentir segura. Y luego espera.
Lo estudió unos segundos...mordiéndose las mejillas por dentro cuando parecía que todo esfuerzo de análisis la dejaba como en el principio, sin entender nada.
—No soy buena con estas cosas de la psicología, Ino —sollozó— ¡No sé qué hacer!
—¡Ay dios! —rodó los ojos y se acercó moviendo el trasero para avanzar, tomándole la cara con ambas manos ni bien estuvo más cerca— Te estoy diciendo que no empieces ni termines nada. Deja las cosas como están. Concéntrate en la persona más importante: en tí, en lo que te hace bien, tus amigos, colegas, libros. Deja los chicos y el romance para más adelante. ¡Comparte un gato para que te franelee si necesitas cariño! ¡Mastúrbate carajo!
—¡Ino!
Esta le miró entrecerrando los ojos.
—No te hagas la mojigata que ya de eso no te queda nada... ¡te transformaste en toda una tigresa!
Sakura sonrió lo que pudo apretujada entre esas dos manos.
—Mejor dicho, hija de tigresa, porque yo soy peor que tú en el sexo.
—No lo sé, ¿eh? —Ino conocía toda su nueva exploración en lo sexual, sin entrar en detalles, claro; tampoco en esas prácticas tan especiales que tenía con Kakashi. Ni hablar lo que pasó en la fiesta con el Conde. Aun lo sondearía un poco más antes de confesarle esos gustos tan precisos, por más que ya sabía que la rubia era muchísimo más abierta de mente de lo que dejaba ver.
Ino carcajeó.
—Ayyyy... no sabes lo que me encanta saber que aprendiste de tu cuerpo, de tu placer. El sexo es parte de nuestra vida, y a las mujeres nos cuesta más encontrar el disfrute.
—Nuestro cuerpo es más complejo, pero mucho más exquisito.
La sonrisa de Ino se hizo inmensa demostrando exageradamente el orgullo que le causaba el crecimiento personal de su amiga. El profesional era más que evidente.
—¡Wow, frentona! ¡Qué palabras por favor! —le abrazó apretujándola— Lo entendiste al fin.
Sakura le devolvió el abrazo. No le diría que aquello no era suyo, que se lo había enseñado Kakashi mucho antes de que quizás imaginara gozar tanto del sexo y de sus cuerpos.
Y se quedaron así por unos minutos, con los ojos cerrados y una apoyada en la otra, disfrutando de ese mimo que las reconectaba una vez más, reafirmando aquella amistad que desde niñas iniciara y que luego se viera opacada por la rivalidad surgida al elegir el mismo chico como su crush de infancia.
—Ino...
—¿Mhm?
—No sabes lo bien que se siente poder hablar de esto contigo.
—Lo sé, frentona, lo sé.
—Pero me debes.
Ino carcajeó a sus espaldas.
—No te debo nada.
—Sí, tienes que contarme tus historias.
La rubia echó a reír desarmando el abrazo.
—Una dama no tiene memoria, frentona.
—Sí, pero tú no eres una dama, inopuerca.
Ambas rieron.
—Ok, ok. ¿Qué quieres saber?
—Ummm... ¿el primero? —se picó los labios— Y que tal te fue en esa experiencia. ¿Te dolió? ¿Fue bueno? ¿Que-
—¡Momento! —le silenció— Si quieres saber todo eso, primero te bañas ¡luces terrible! Y te pones algo decente y-
—No saldremos —advirtió.
—¿Pero quién te crees que soy? Así toda ....hinchada —le señaló los ojos— ,y demacrada y... no, no. Hoy no, pero mañana sí —le guiñó un ojo—. Sai sale en misión esta noche y estaré toda solita y hormonal y emocional y-
—Ya entendí, ya entendí. Necesitas una amiga que te mime.
Ino asintió con un pucherito tomándose la pancita luego.
—A mí y a mi pequeño Saiito.
—¿Saiito?
—Sí, porque será un varoncito.
Sakura carcajeó levantándose al fin para buscar una toalla.
—Listo... los mimaré a los dos. Pero —se quitó la enorme sudadera arrojándola al cesto de la ropa sucia— ...sólo si su mamá me cuenta esos... secretitos.
—Y te los contaré. Ve a bañarte ahora que yo preparare el desayuno. ¡Muero de hambre, frentona!
Durante todo el sábado Ino no se movió de su lado. Almorzaron comida comprada que Sai les alcanzó, quedándose con ellas un rato hasta que debió volver a sus obligaciones. La noche llegó y Sakura prácticamente si echó a su amiga de la casa, para que volviera con su esposo, él saldría en misión durante la madrugada y no sabría cuando regresaría, si en días o en una semana, por lo que la pelirrosa no quería que su amiga perdiera tiempo con ella.
La noche no fue del todo buena. Le dolía la cabeza y varios momentos vividos se revolvieron en sus pensamientos, confundiéndola. Fue el aroma de Seiyi en uno de los almohadones el que la trajera al presente, y a las palabras de Ino: no más chicos por un tiempo.
Y rio.
Porque la rubia no perdió oportunidad durante el día para recordárselo, como si de una receta médica se tratara.
El domingo a la mañana amaneció nublado, pero no por ello fue en mal día, ya que no había logrado salir de la cama que ya su amiga y Tenten estaban afuera para ahora si un desayuno de chicas.
Y fue bueno, muy bueno. Si casi que parecían adolescentes comiendo todo lo que se les ocurriera. Claro que en aquellas épocas Ino se cuidaba muchísimo, por la belleza decía, y ahora con su embarazo de casi tres meses, como que se auto otorgaba varias licencias.
Y así comenzó la semana. Con trabajo, almuerzos entre colegas y un té a la tarde con su mejor amiga quien siempre aprovechaba para asegurarse de que fuera mejorando, cerrando así cada día.
No faltaron las noches que las tomaba desprevenidas conversando en el bar, para que luego Ino se quedara a dormir en casa de Sakura. Estaba algo triste y hormonal sin su marido, sumándole que hacía más de dos meses que no tenía sexo, Sai temía lastimar al bebé.
Fue el turno de Sakura para reír de las penas de su amiga, dándole alguno que otro consejo. La rubia era amante del sexo pasional y duro, y Sai estaba muy bien dotado, de ahí los temores del hombre, futuro padre de familia. Nada que no se solucionaría con ciertos trucos, que dejaron a la rubia entusiasmada por el regreso de su amante y compañero.
La semana se tiñó de lluvias luego, complicándole el entrenamiento al aire libre. Aunque no faltaron las tarde buenas, que aun húmedas, le permitió aunque sea correr por el parque. Moverse le limpiaba la cabeza y eso era el recurso que más necesitaba para mantener en orden las ideas, porque cuando las emociones tomaban el control, no era difícil confundirse.
La primer semana pasó y así vino la segunda, con más sol y más calor, y el festejo por la primavera que en días comenzaría, adornando las calles de la aldea.
Ya allí la tenían ella, arriba al despuntar del alba para aprovechar los campos de entrenamientos vacíos. Claro que sólo llegó a disfrutarlos en soledad un par de días, porque cuando se corrió la voz de que la shinobi del equipo siete andaba entrenando, pronto se llenó de jóvenes chunin queriendo demostrar sus destrezas, para refinar técnicas en base a la experiencia de la pelirrosa.
No podía decir que no le importunaba, pero pronto la idea comenzó a gustarle cuando se viera contagiada de ese joven entusiasmo y de no más de algún halago a sus habilidades. Y porque no, a sus atributos.
Y como esa semana, pasó una tercera que prácticamente ni vio, sumida en su trabajo y en las novedades sobre la guerra.
Una nueva misión, esta vez comandada por Naruto y Sasuke, había terminado en un éxito rotundo. Pudieron dar con las cuevas en donde se escondía el líder de los insurgentes, que más que líder resultó ser un arma.
Nagato, aquel que creían muerto, aun sin haber encontrado su cadáver, había sido mantenido en vida vegetal por uno de los ex científicos que enfilaban en las locas cruzadas de Orochimaru. Este hombre, Yakoto Mizuka, como le fue identificado, tuvo siempre sus propias ideas y encontró un camino en ese puñado de fanáticos que lograron rescatar a un moribundo Nagato. Y de allí desarrolló el arma, las partículas, y toda su idea pronto ganó adeptos que ahora huían casi como ratas del barco hundiéndose.
Sonrió con algo de desilusión cuando Shizune se lo contara por debajo de las noticias oficiales, ya que era un secreto bien guardado. El solo hecho de saber que su equipo estuvo al frente, le hizo añorar el pasado y quizás envidiarles un poquito la suerte, porque le hubiera gustado estar allí, al frente con ellos. Aunque supiera que su ausencia había sido lo mejor para ella, una reunión del legendario equipo siente, supondría a Kakashi en el medio, rememorando sentimientos del pasado que dolería al mezclarse con los nuevos.
Tsunade había quedado frente a la investigación médica del cuerpo, para determinar cómo habían producido con sus células aquella arma, y sobre todo si el hombre había sufrido en algún momento. El estado de ese joven a simple vista era deplorable, y hasta si se consideraba inhumano el trato que había recibido.
Y si bien podía pedirle a su ex maestra, la quinta, que interfiriera solicitándola como su ayudante, lo prefirió así, que todo quedara a una prudente distancia de ella. Tal vez alguna consulta informal que sabría que llegaría, le permitiría husmear en el asunto haciéndole parte, pero nada más.
Y así la tomó la cuarta semana, con un congreso en Konoha en el que fuera invitada para abrir un par de charlas, lo que le gratificó en cierta medida, aumentando esa estima que día a día Ino le recordara.
—¡Por aquí, señor! —Watari blandió con energética elegancia, la mano en el aire, situado en la sima de la colina al lado del parque central, en el que esperaba a Seiyi hacía ya más de media hora.
El Hyuga se había tomado la tarde para correr, ejercicio que adoraba y del cual debió prescindir las dos últimas semanas por viajes de negocios que lo tuvieron ocupado. Nunca se imaginó que abrir una cadena de hoteles en las costas fuera una tarea tan demandante, aun cuando hubiera socios de por medio. Y si bien le importunaba aquella presión, no podía quejarse, al fin y al cabo tenía gran parte de la culpa, era hombre exigente y los detalles eran cruciales en los negocios, más uno donde el nivel de lujo era clave para el éxito. De ello dependía ganarle al resto en la competencia, y él rara vez perdía.
Le levantó la mano a su mayordomo, dejándole saber que le había visto, y sin cambiar el ritmo de su respiración ni la velocidad del trote, tomó otro camino alterando el rumbo de su ruta para subir a la rampa que lo llevaría a salir del parque para reunirse con su ayudante.
Y si bien Watari estaba siempre atento a su señor y sus tiempos, en esos instantes casi que se le pasa de largo su presencia, porque aquella cabellera rosa que detectó a los lejos durante la espera, le tenían algo más que interesado.
Hacía casi un mes que su señor y la pelirrosa no se veían, aunque era consciente de que el Hyuga no había dejado de observarla por más que no fuera de su propia mano. Puso a más de una detective a seguirla, porque fueron mujeres esta vez, a él no se le pasó el detalle aunque su empleador no se lo mencionara. Y era lógico que no confiara en él tal estrategia, en más de una ocasión le había manifestado su descontento con tales costumbres, y sabía que el Hyuga era hombre obstinado, no abandonaría aquello que le diera la ventaja, pero se esforzaría en no decepcionarle. Y le adora por ello.
Pero fuera de aquello, entre esos dos no se había dado ninguna clase de contacto. Él no la busco, ella no vino. Y si bien sabía que no era más que una estrategia, no por eso no le preocupaba la distancia. Realmente no quería que la perdiera, era una buena mujer y él sería un mejor hombre para ella si la joven le dejaba entrar en su vida. Sakura era todo lo que su señor necesitaba para abandonar al fin esa solitaria frialdad que lo tenía usando a las mujeres, aun cuando estas lo disfrutaran y toleraran a cambio de favores.
El humor del Hyuga no había sido el mejor durante ese tiempo, tornándolo a insoportable la primer semana, para opacarse en las siguientes, con palabras escuetas y muchas tardes de soledades cuando las juntas de trabajo se acababan.
No hubo mujeres, aunque más de una se le ofrecieran durante los viajes, y si bien recibió regalos sexuales por los tratos cerrados, le ofreció una habitación de lujo en rechazo a cada una, para que pasaran la noche lejos de sus aposentos.
Pero esa tarde, la fortuna estaba de su lado, poniéndolos a ambos en el mismo sitio al mismo tiempo, aunque dudaba de que su señor no lo supiera.
—¡Watari! —jadeó ni bien llegó a su lado, caminando un trecho para bajar las pulsaciones antes de recibir la toalla de mano que colgaba del brazo de su ayudante— ¿Qué te... trae por... aquí?
—Negocios, señor.
—Hoy tenía la agenda... libre —le dijo devolviéndole la tela húmeda ahora, antes de elongar una pierna y luego la otra— ¿Pasó algo?
—Los negocios parece que los buscan, señor —carraspeó con una sonrisa algo incómoda— Mamdame Bollieu llegó hace una hora.
—¿Bollieu? —Frunció el ceño, ese nombre era sinónimo de tormenta, pero también de dinero— ¿Pero si no regresaba hasta el mes próximo?
—Así era, pero tiene novedades que no podían esperar —y una nueva sonrisa iluminó el bigote grisáceo, mientras que Seiyi le miraba ahora confundido.
—¿Y tú de que te sonríes tanto? Bollieu nunca te cayó bien o ...¿no me dirás que esta vez accediste y te gustó?
—No señor, no soy hombre fácil.
—Sí, claro. Díselo a alguien que no conozca tu pasado —y carcajeó.
—Ese fue el pasado que al señor le pareció ver —y una nueva sonrisa le iluminó cuando mirando detrás del Hyuga, volviera a captarla, ahora riendo divertida.
Seiyi entrecerró los ojos, la actitud de su mayordomo le tenía más que confundido, y cuando observara hacia donde iba la atención del hombre, no pudo más que girar para comprobar que carajos estaba viendo.
Y se quedó helado.
Allí, a la distancia, Sakura reía entusiasmada junto dos jóvenes chunin a los que le llevaba poco más de dos o tres años, o así parecía, mientras otros entrenaban a su lado.
La sensación que le provocó verla fue tanto de alegría, como de ese ácido disgusto cada vez que la sabía cerca de otro hombre, y no se consideraba a sí mismo como celoso aunque ella hubiera puesto cada preconcepto de sus sentires debajo de examinación. Casi que se desconocía en esos días, sufriendo esos profundos cambios de humor sólo con una noticia de la pelirrosa.
—La señorita Haruno, ¿no? —intervino insidioso Watari, buscando la reacción que viniera luego.
—No te hagas el que no sabías.
—Al parecer, el que no lo sabía era usted, señor.
Seiyi gruñó confirmando aquella sospecha.
—Eso es nuevo.
—Cállate.
El hombre tuvo que taparse la boca para que no se oyera su risilla.
—Se ve —carraspeó para acomodar la seriedad, aunque de ello no hubiera nada, sólo buscaba provocarle— ...realmente hermosa.
—Tsk.
Watari tuvo que contenerse nuevamente. La imagen de Seiyi inmóvil, con el ceño fruncido y esa seriedad sepulcral al verla disfrutar con otros, lejos de él, de su cuidado y supervisión, era más que divertida. Porque el Hyuga, siendo posesivo, nunca fue celoso, y jamás dejaba una fémina que le gustaba fuera de su radar, ni menos esperarla hasta que ella se decidiera, jamás fue paciente ni menos licencioso. Y Sakura... todo era diferente con ella, y esos celos que le aquejaban como neófitos en su persona, denotaban aquella inseguridad que se esforzaba por ocultar bajo siete capas. Y que se sintiera inseguro solo significaba lo mucho que esa chica significaba para él y de lo difícil que era considerar siquiera perderla.
Carraspeó.
—Señor, Madame Bollieu le está esperando.
—Mhm.
—Creo que será conveniente que nos val-
—Watari —le interrumpió sin dejar de mirarla— ¿Cuanto hace que me espera?
—Una hora, señor.
—Que espere un poco más —y se quitó la sudadera quedándose con la ajustada camiseta térmica sin mangas, una que le lucía toda la fina musculatura que el hombre ya de por si ostentaba. Y echó a correr tomando la rampa que lo llevara casualmente hacia donde ella se encontraba.
Watari sonrió doblando la prenda otorgada viendo cómo iba en un trote medido hacia el encuentro.
Y quedó observándolo, no se perdería ese momento por nada, ansiaba que esos dos al fin se encontraran. Y eso sucedió, cuando al fin su señor pasara al lado. Las jovencitas que la acompañaban fueron las primeras que reaccionaron, dándose ella la vuelta para observar que tanto las entusiasmaba. Fue genuina la reacción de la pelirrosa, sorprendiéndose al verlo, dudando de si aquello que sintiera fuera alegría, nervios o sorpresa. Pero le sonrió cuando este llegó a su lado, asintiendo en confirmación a ese cruce de miradas que la dejó cavilando, siguiendo el paso del varón con la mirada.
La vio dudar, la vio ignorar al resto que les preguntaban algo, quizá si lo conocía o vaya a saber qué, desde la distancia no podía entenderlo. Pero dudó mientras le miraba, hasta si dio unos pasos en la misma dirección deteniéndose cuando le perdiera en la curva colina abajo.
La observó fija su atención en aquel lugar, para luego negar y volver hacia los ninjas que ahora se preparaban para una nueva ronda.
Watari suspiró.
Esperaba más de ese cruce de miradas, pero entendía que la chica tenía su orgullo y así le gustaba. Su señor necesitaba de alguien íntegro y fuerte, que no cediera a cualquier cosa solo por sus encantos y dinero. La horma del zapato existía, como su madre siempre decía.
Y sonrió luego, volteando para dirigirse al auto y esperar dentro. Seiyi ya sabía donde se encontraba y volvería a él en un rato. Y sabía que de aquello, no podría mencionarle nada, porque el sólo hecho de que ella se quedara con esos jóvenes, lo tendría molesto un largo rato.
Carcajeó por lo bajo, no pudo evitarlo.
Seiyi celoso, era nuevo.
Y extraordinario.
La atención de Sakura se encontraba más que dispersa esa mañana. Y la noche anterior no le fue mejor.
Desde que cruzara a Seiyi la tarde del jueves, le fue imposible no pensar en él a cada instante. Primero fue en los momentos libres, luego todo el rato, interfiriendo hasta con sus tareas cotidianas.
La media sonrisa con la que el varón la saludara, ese ceño contraído que arrastraba las oscuras cejas hacia sus ojos profundizando la mirada, una que destelleaba a perla cada que la seguía, la tenían evocando el instante en sus memorias a cada segundo. Ese cuerpo que se tensaba ante cada paso, los músculos hinchados y sudados que se marcaban contra la ajustada camiseta, el cabello sujeto en aquel rodete del cual escapaba apenas un mechón que le rosaba la mejilla... Seiyi era apuesto, demasiado para sus hormonas. Y lo peor, era que ya conocía como sabia, ya conocía la profundidad e inteligencia de sus palabras, el calor y la seducción que tan bien desplegaba en sus juegos. Si fuera un hombre más, uno de esos ninjas jodidamente apuestos que acaso cruzara de vez en cuando, no la tendría suspirando como lo estaba haciendo. Porque aquella promesa de reunirse cuando ella estuviera lista, había regresado a su vida con la fuerza de un rayo golpeándole el pecho desde el preciso instante en que volteara y lo viera observándola.
Sonrió, para luego morder la tapa del bolígrafo nerviosamente.
No podía negar que lo tuvo presente durante todo el mes, aunque decidiera a conciencia no pensarlo. Ni a él, ni a Kakashi. Nada de chicos, tal como le dijera Ino. Y estaba funcionando perfecto.
Pero ahora... ya las ganas le picaban los dedos, los labios, el cuerpo; y la llevó a preguntarse si acaso todo lo que él movía en su persona era meramente sexual, una atracción física no complacida que la empujaba hacia él para saciar las ganas. O tal vez fuera ese aura de amo dominante y perverso que despertara la curiosidad de nuevas experiencias de cama.
¿Era eso? ¿Era sólo eso?
La sonrisa se le desdibujó. No le gustaba considerarse una persona que sólo buscara aquello en otra, pero por otro lado ¿que había de mal en ello? Las andanzas de Ino le confirmaban que hablando claramente, no habría reclamos que cabieran cuando las ansias ya estaban satisfechas.
Y estaba bien, quizás ese fuera el giro que necesitaba en su vida.
Pero luego recordaba como Sai, un hombre algo frío y directo, tomaba la mano de Ino sólo buscando ese casto contacto durante las cenas que compartieran, como con que calma la miraba, una calma que tranquilamente pudiera encenderse en deseo pero que solo albergaban las ganas de compartirlo todo con ella, lo cotidiano, la cama, las aventuras. Y ello le metía en aquel estado en que volvía a su infancia en la que era feliz cada vez que sus padres se besaban, ignorantes de que ella les observara.
Y esa calidez le llevaba al deseo de querer eso en su vida.
Y le llevaba a aquella tienda en medio de la guerra, a aquella cama de hospital con Seiyi sentado en frente, mal dormido y agobiado; a aquel sillón en el que la consolara solo con sus abrazos. Y sí, y si se esforzaba en recordar los malos momentos, la mirada de ese hombre no era hambrienta como en cada anterior encuentro, también había calma, había espera y la felicidad al observar las sonrisas de bienestar del ser querido.
Y sin quererlo, se vio extrañando precisamente eso.
Y se asustó.
Por primera vez en semanas no hubo dolor ni enojo, solo temor. Porque considerar siquiera que Seiyi movía sentimientos, le habilitaba para dañarla en el futuro. Y ya no quería eso.
Pero sabía que lo mejor de la vida estaba a la vuelta de la esquina de los temores, y que al final todo se reducía a los buenos momentos. Ya sentía que casi había perdonado a Kakashi, el había dejado una buena huella en su vida, aunque la salida fuera dolorosa. ¿Pero qué salida no lo era?
—Ay, Sakura... ya —definitivamente aún no estaba para chicos. Aun su cabeza se revolvía con ese incipiente temor al sufrimiento, mezclado con las hormonas y sus deseos de futuro. Así no podía encarar nada nuevo.
O eso creía.
Decidió regresar al trabajo, a sus notas, aunque ya no pudiera escribir ni una línea. Frustrada, arrojó la lapicera, esa mañana no tenía pacientes y aun faltaba para las rondas a las internaciones, no había juntas y no le debía nada a Tsunade. Pero quedarse allí, era imposible.
Así que se puso de pie, tomó la chaqueta de médico y salió a sus recorridos, por más que los adelantara. Ese tiempo extra le permitiría conversar un poco más con los pacientes y distraerse. Y si lo completaba rápido, pasaría por lo de Tsunade.
Sí, eso haría.
La jornada del viernes terminó a horario, con Ino y Susui, la pediatra del piso, visitando a Sakura en su consultorio para robarla y aprovechar la happy hour en la nueva cafetería que abrieron esa semana en la zona de las tiendas más exclusivas. Un paseo para deleitar los ojos con aquellas ropas y terminar deleitando el estómago. Se rumoreaba que los dulces eran exquisitos, que el repostero había sido aprendiz del chef de la casa del te más exclusiva de Konoha, por lo que aquella experiencia prometía, ella ya conocía esos sabores.
No había terminado su trabajo, pero tampoco pasaba nada si dejaba alguna papelería para primer hora del lunes.
Así que salió con las chicas, quienes ya tenían la reserva pactada desde primer hora de la mañana. No le permitirían otra cosa que no fuera acompañarlas.
—¿A que es precioso el lugar? —Susui se regodeaba, al fin y al cabo había sido su idea.
—Sí, muy elegante —los ojos de Ino destellaban de emoción al observar no solo el parque de la cafetería, sino las tiendas que ofrecían sus vidrieras al lugar.
—Buena estrategia de venta, ¿no?
—¡La mejor, Sakura! Como será que ya estoy antojada del vestido rojo.
—¿El que vimos recién? —interrumpió Ino.
—¡Sí! Era un poco caro, pero sé que me quedará de maravillas para sorprender a mi chico.
—¡Esa! —felicitó Sakura —¿Cuando regresa?
—Mañana a la noche, así que no debo demorar. Lo compraré cuando termine mi café —continuó mientras llamaba al mozo— ¿Tú no te viste nada, Ino?
—¡Ay, no! No hay cosas para embarazadas aquí. Que mal. Me discriminan estas tiendas.
—Pero para Sakura sí —y le guiñó un ojo—. Te vi entretenida en varias vidrieras. ¿Cuál te gustó más, el sexi azul o el de las pintitas negras?
Sakura sonrió.
La verdad era que había visto varios vestidos, del estilo de aquel que se comprara y que Seiyi tanto le había adulado como le quedaran. Y extrañamente, en ese preciso instante, cayó en la cuenta de que no lo usó más luego de aquella cena. Ese ni ninguna de sus otras faldas, ni su otro vestido que era menos sugerente. Extrañamente sólo pantalones completaron sus atuendos durante ese mes, que no le quedaban mal, pero que interferían con el libre...acceso.
¿Acaso le obedeció aun cuando no supiera si había algo entre ellos?
Enseguida sus mejillas se encendieron, calentándole hasta las orejas. No fue consciente de aquello hasta ese momento, y fueron las miradas intrigadas de sus amigas las que le advirtieron de que había demorado más de lo prudente en devolver una respuesta.
—¿Pasa algo, cariño? —Ino le tomó la mano preocupada, ella sabía que había algo más detrás de esa mirada perdida.
—No... no —le sonrió—. Me quedé pensando en la pregunta y... ¡es que no puedo decidirme! Me gustan los dos.
—¡Y ve por los dos, querida! —carcajeó estrepitosamente Susui, debiendo componerse cuando el mozo llegara a su lado y las saludara.
Tomaron las cartas y continuaron al quedar solas.
—Son caros...
—Pero tú no tienes muchos gastos. Sin bebés ni mascotas y ¡no rentas! Eso deja mucho dinero disponible.
—Es cierto...
—¡Vamos! ¡Anímate! Yo digo que el de las pintas negras es muy muy sexi. Podríamos organizar salida de chicas el próximo fin de semana y lo estrenas. ¿Qué te parece?
Sakura sonrió, perdiendo la mirada en la carta.
—Me parece buena idea. Creo que voy a seguir tu consejo.
—Bien —suspiró Ino— .Si ya terminaron sus divagues de diva, ¿eligieron? Porque muero de hambre.
—Umm... un vainilla late frío para mí, con una crumble de manzanas y nuez, y... sólo eso. ¿Tu Susui?
—Te voy a copiar, pero voy por la tarta de tres chocolates, necesito toneladas de chocolate para calmar mi ansiedad. Una semana sin sexo me tiene... ¡loca!
Todas rieron.
Y siguieron conversando luego de hacer su pedido, trivialidades que entretenían a Sakura aunque lo suyo no fueran los chismes. Aún así, cada tanto su atención se distraía hacia las calles, hacia las personas que transitaban, sobresaltando su sorpresa cada vez que apreciara a un hombre de cabelleras largas.
Tenía esa ansiedad que le picaba la intuición luego de cruzarse con Seiyi la tarde anterior, que la llevaba a observar a su alrededor inconscientemente buscándolo. Eran las ganas de topárselo de nuevo las que la tenían esperando un nuevo fortuito encuentro, esas mariposas en el estómago que se agitaban recordándole que estaba viva, a la vez que la asustaban. Aunque era claro que la primer sensación era la que ganaba.
Y como si sus pensamientos fueran leídos, en la calle que daba el frente del jardín en el que se encontraban, el auto de Seiyi pasó a velocidad lenta dada la concurrencia de peatones.
Sakura dio un respingo en su asiento al notarlo, abriendo los ojos y enderezando la espalda, atenta a cada movimiento de ese vehículo, y de la silueta que asomaba por la ventanilla de atrás.
Seiyi, allí estaba Seiyi. Con su cabello suelto y esa endemoniada sonrisa que hacían su presencia inigualable, hablaba con alguien, podía verlo. Pero no quien estaba a su lado.
Y fue en el instante en que el semáforo los detuviera, en que pudo apreciar la delicada mano de largos dedos, que le tomó de las mejillas. Era una mujer, y pronto se asomó por unos segundos, sonriente y galante, como si le quisiera hablar mirándole a los ojos.
Una esbelta mujer de cabellos blancos, cortos prolijamente peinados, los labios rojos y esa mirada rasgada, elegante y gatuna, exquisita y preciosa hasta donde la viera.
Todo se detuvo en ella. Hasta el aire que se atoró en los pulmones, el tiempo, los latidos.
Una mujer tocando de una forma cariñosa a Seiyi, y ahora él se inclinaba sobre ella. ¿La besaba? No podía verle.
Y fue la señal del semáforo azul que le indicó al chofer continuar, la que la tuvo siguiendo el lento avanzar del auto hasta que doblara la esquina perdiéndose.
Su semblante cambió de estupefacto a dolido ni bien el coche desapareciera de su vista, fue Ino quien le llamó la atención para que escuchara su chiste, la que le hizo voltear debiendo acomodar la expresión rápidamente, no quería preocupar a su amiga quien había sido su escudo gran parte de ese mes. Ya merecía un descanso.
Fue ese "¿me decías?" y su rápido pestañear, la que le indico a la otra que prosiguiera. Reaccionaba con los ojos y con la risa, solo siendo la mímica de los otros rostros, y lo hizo bien porque nadie preguntó nada, ni siquiera notaron lo fingido en aquello, porque su mente no entendía ni una palabra, estaba en ese coche, en esa mano en Seiyi, sonriéndole a alguien más de la forma en que siempre le sonreía a ella.
Y no le gustó. No le gustó para nada.
¿Tan rápido había pasado de ella?
No, no podía ser eso, debía haber otra razón en lo que vio.
Y se encontró no entendiendo el porqué de lo que le apretaba las entrañas, pero a la vez todo era claro. Estaba celosa. Y no debía estarlo, él no era suyo después de todo, no había nada entre ellos que les atara, y él era así, así lo había conocido, peligroso, seductor y libre, y así le había temido cuando se acercara tanto. ¿Y ahora?
Ahora debía de ser igual, pero se sentía distinto, porque ahora había una confesión, había una promesa, y había un tiempo de espera. No podía haberse olvidado de ello porque simplemente pasara un mes.
Dentro suyo algo despertó en ese momento. Y no podía negar que ahora con la mente clara, aun existía el temor de dejarse llevar por lo que ese hombre le provocaba. Pero estaban aquellas condiciones que él le exigiera esa noche al despedirse que no la soltaban, y aun ella no se había expedido...aun ella no había decidido y él le debía eso.
—Sakura, ¿y a ti que te pareció?
Levantó la vista hacia Susui en ese instante, sonriéndole para seguirle el juego, aunque ahora no le funcionara tanto.
—¡No salgas con que no te van los chismes ahora, frentona! —espetó Ino luego riendo.
—Eh... es que... ¡me perdí! —disimuló consternación— No sé de qué hablaban... ¡van muy rápido ustedes dos!
—¿No? Pero si asentías a cada rato.
—¿En dónde estabas? —indagó su amiga.
—Yo —se encogió de hombros—... me distraje, Ino.
—¿En quién? —carcajeó Susui abriendo los ojos ante un nuevo chisme que no fuera uno que ella contara.
Sakura se sonrojó levemente, la verdad era que la chica había acertado pero lo ignoraba por completo, así que solo se excusaría.
—En realidad no en quien. En qué.
—No te entiendo —reclamó Ino, ahora con la boca llena.
—¡Ay, no hables así! ¡Traga que me escupes!
Rieron todas y la miraron esperando la respuesta.
—Yo... me quede pensando en los vestidos y... ¿saben qué? ¡Me voy a comprar los dos!
—¡Esa! —Susui levantó la mano en festejo, esperando el choque de cinco que la pelirrosa le depositó después.
—¿Vamos?
—¿Qué? ¿Ya, ya? —Ino masticaba apurada.
—¡Que escupes!
—Ya cállate, princesita —y miró a Sakura— ¿Y?
—Sí, ahora Ino.
Y le sonrió nuevamente, aunque la sonrisa de divertida ahora no tenía nada, y la rubia lo notó, por más que decidiera no preguntarle.
Bajó el puño apretándolo contra su pecho, al arrepentirse en tocar la puerta.
En su casa, mientras se duchaba, le pareció una buena idea aquello. Y cuando se viera al espejo atando a su cuello la corta solera de tiras que exigían no utilizar el corpiño como prenda íntima, la idea cobró real forma, si hasta tenía un argumento válido que justificara su presencia esa noche, hasta las sonrisas medidas y su reproche.
Y fue el coraje lo que vio lo bueno en ello, porque ahora, frente a las inmensas puertas de entrada a la mansión de Seiyi, no solo ya dejaba de serlo, sino que rayaba lo ridículo.
¿Qué carajos hacía allí? Si hasta se sentía desnuda cuando la brisa fresca de primavera le rosara las piernas, moviéndole la suelta falda la que debía contener con las manos para que no revelara imprudente sus bragas.
No. No era buena idea.
Así que suspiró y decidió emprender la retirada, cuando una voz conocida le detuvo dejándola helada. La habían descubierto.
—¿Señorita Haruno?
Volteó despacio, utilizando la mejor sonrisa que le saliera sin ser descortés.
—¡Watari! B-buenas... noches.
El hombre le sonrió, venía caminando tranquilo desde la zona de aparcamiento de la mansión, limpiándose las manos con un trapo de blanco inmaculado, seguramente estaría de regreso o haciendo algo con los autos. Qué más daba, de alguna forma debía deshacerse de él y huir.
—Buenas noches también para usted, señorita —se detuvo frente a ella, inclinándose apenas en saludo y luego le miró con una enorme sonrisa en los labios—. Permítame decirle que está usted muy hermosa, esta noche.
—G-gracias.
—¿Recién llega? No la vi entrar.
—Sí, bueno...más o menos... pero-
—¿Nadie le atendió? Qué extraño.
—No, no fue eso. Sólo que... pasaba por aquí y...y ... me di cuenta de la hora y no toqué —carcajeó nerviosa, sintiendo el sudor de los nervios querer brotarle en la frente—, y bueno, no quise... mejor vuelvo en otro momento. ¡Buenas noches!
Se inclinó en saludo rápidamente, e intentó voltear para emprender la retirada.
—¿Buscaba al señor?
—¿C-cómo? —se detuvo.
—Que si buscaba al señor, a Seiyi.
—Eh...sí, pero no es-
—Déjeme anunciarla, entonces.
—¡No! Digo...no...que no es necesario.
—Si vino hasta aquí, seguro lo es.
—Pero él debe estar ocupado con sus negocios, y... y lo mío no es importante —sacudió la mano en el aire—. En serio, regreso otro... día.
—Todo lo que tenga que ver con usted, siempre será prioridad para el señor.
—Pero la hora...
—Él estará encantado de saber que está aquí —se ubicó detrás de ella, extendiendo la mano como si fuera a empujarla por la espalda, aunque ni siquiera la tocara. No iba a dejar que se escapara de allí. Si había llegado por su propio pie, significaba que esa tarde, cuando su señor pasara corriendo a su lado, habían movido algo. Y lo aprovecharía, su lado celestino hervía en ese instante—. Acompáñeme, señorita.
Sakura suspiró. No quería ser descortés con Watari, el hombre le caía más que bien y además, ya la había descubierto. Que le contara a Seiyi de su huida, solo le darían más razones a él para alejarse de ella, tomándola por una inmadura. Si era que ya no era una plantándose en ese lugar, a esas horas de un viernes por la noche, y con una terrible excusa movida solo por celos. Ni hablar de cómo estaba vestida, que era el atuendo que él le exigiera para cuando estuvieran juntos. Si hasta le hacía caso inconscientemente, y eso que se sentía poco menos que furiosa por lo que de esa tarde fuera testigo. Y al caer en que estaba cumpliendo con esa obediencia... si podía hasta abofetearse a ella misma.
Si hubo argumentos para escupirle a la cara, ya no los tenía. Estaba en blanco, o quizás nunca hubo alguno, solo el coraje. ¿Qué le reclamaría? ¿Que si tenía una aventura? ¿Que qué hacía con esa mujer? ¿O porque no había vuelto a verla?
Nada.
Sólo siguió ese impulso que la llevó hasta allí, preparada únicamente para intentar... ¿qué? ¿Deslumbrarlo?
No sabía bien ahora. La claridad que creyó tener mientras compraba esas prendas, en ese instante se le diluían en los nervios mientras avanzaba por el lobby de entrada hacia una pequeña sala.
—Espéreme aquí, señorita. No tardo.
Ella asintió y en pocos segundos se encontró sola, únicamente oyendo los pasos del mayordomo retumbando entre esas altas paredes. Suspiró.
—¡Que idiota que eres Sakura! Luego de esto...te encierras en un convento —se susurró en reprimenda, mientras apretaba las manos al frente, hundiendo los dedos en la pequeña cartera— ¡Ay, no! Cuando Ino se entere...
—¿Señorita? —Watari apareció por detrás asustándola— Disculpe, no fue mi intención.
—Eh... no, no... no pasa nada.
—Mejor así —y le sonrió—. El señor la espera —extendió la mano—. Permítame su bolso y abrigo, por favor.
—No es necesario, no me quedaré mucho.
El hombre le sonrió nuevamente, aunque esta vez el gesto no le supo a cortesía.
—La etiqueta de la casa lo exige. Por favor...
Ella asintió. No le metería en problemas, al fin y al cabo, ese hombre cumplía órdenes.
—Ok —e hizo lo pedido, quedando solo en esa solera que le dejaba los hombros y la espalda descubiertas a la mitad, resaltando la cintura al ceñirse a ella, y su respingado trasero con las sueltas telas que caía hasta un centímetro por encima de la mitad del muslo. Era corta, sí, y revelaba bastante sin ser obscena ni de mal gusto. Aun así, se sentía incómoda.
El hombre tomó sus cosas, girándose al guardarropa en donde las depositó y luego se inclinó en ademán indicándole el camino, que era el mismo por donde había llegado asustándola.
Ni bien dio varios pasos, suspirando en cada corto tramo que avanzaba, recordó el lugar. Estaban yendo a la sala en la que Seiyi la recibiera aquella tarde en que fuera por su tratamiento. Una sala que a ella le fascinaba por la vista hacia el parque, la amplia chimenea y el piano. Adoraba ese piano.
—Permiso señorita —se adelantó cuando llegaron a las enormes puertas corredizas, y las abrió bastante, dándole paso a ella ni bien se adentrara.
Las risas de Seiyi mezcladas con una más, elegante y femenina, le recibieron.
Sentados en el amplio sillón en medio de la sala, uno frente a otro, demasiado cerca para el gusto de Sakura, conversaban viéndose como dos amigos íntimos, si era que de amistosa tenía algo esa delicada mano femenina, de largos dedos coronados con uñas de gata, que se apoyaba ahora sobre el muslo del varón acariciándole casi que sin ganas.
Y fue esa sola imagen, la que ahora borraba los nervios que le invadieron antes de entrar, devolviendo la justificación de su visita en pos del coraje.
«Idiota».
—Señor —Watari carraspeó—, la señorita Haruno está aquí.
Seiyi volteó con esa enorme sonrisa en los labios, la endemoniada sonrisa que lo tornara en un ser tan atractivo como peligroso. Reía aun, movido por las palabras de esa gata que destilaba sofisticación por todos lados, parecía una modelo, fiel a las mujeres que siempre le viera pretendiéndolo, aunque esta tuviera más edad. Si hasta aparentaba que le llevaba bastantes años a Seiyi, aunque aquello no le quitara lo hermosa.
—Sakura —dijo al fin reparándola de pies a cabeza, deteniéndose en cada punto de ese menudo cuerpo que le fascinara. Estaba vestida como él se lo pidiera, siendo consciente que desde aquella noche de despedida, nunca más utilizara falda. La chica le obedecía, y eso no podía más que gratificarlo, sabiendo que en ese juego de seducción él estaba ganando.
—Señor Hyuga —le respondió ella, inclinando apenas la cabeza en formal saludo—. Disculpe si le interrumpo, no era mi intención —miró a Watari con un dejo de reprimenda— ,pero su mayordomo insistió.
—E hizo bien.
—Aunque no tendría problemas en regresar otro día si está —miró a la mujer que ahora tomaba una hebra del cabello del varón para jugar con ella— ...ocupado.
La mujer sonrió en ese instante, inclinándose a recoger la copa de vino en la mesita al frente.
—Es preciosa —le dijo esta al Hyuga en un tono bajo, pero no menos inaudible.
—Lo sé.
Sakura apretó los dientes. ¿Quién se creía esa para opinar sobre ella? Pero esa furia fija en la mujer se disipó cuando cruzara la mirada que el Hyuga tenía sobre ella, una que le decía que había hambre y una enorme satisfacción de tenerla allí, en su casa. En su territorio.
Y ella no pudo más que sonreírle, una pequeña sonrisa con ese leve rubor debajo de los ojos que tanto le enloquecían al varón, olvidándose en ese momento de los motivos de su presencia en el lugar.
Seiyi se puso de pie dirigiéndose hacia ella, y le extendió la mano con la palma arriba para que ella apoyara sus dedos, como le hacía siempre cada vez que la invitaba a acercarse.
—Que hermosa sorpresa —le susurró antes de depositarle un suave beso en los nudillos.
Sakura no pudo más que suspirar.
—Y estás preciosa —jaló de esa mano llevándola más cerca—. Disponible —susurró sólo para los dos.
Todo en ella tembló ante esas palabras, que retumbaron graves en cada rincón de su cuerpo. Y le miró. Él le sonreía de lado, felino, en control y al acecho.
No esperaba que ella fuera tan rápido por él. El movimiento del jueves a la tarde fue deliberado, casual, no estaba en sus planes pero le pareció correcto. Una movida de última hora pero que anticipaba un jaque, aunque supiera que debiera mover varias piezas más para llegar a ese punto.
Pasar por donde ella estaba con sus amigas, mostrándose con Bolleiu, era una de esas movidas, aquello no fue un impulso, estaba calculado. Pero nunca imaginó que sólo ese único movimiento, fuera el que la traería allí.
El mes que había transcurrido separados, aun podían resultar insuficientes para que la chica se aclarara, era consciente de ello. Pero no podía permitir que otros se colaran en su vida, confundiéndola, o aprovechando aquel deseo que tan bien había plantado, dejándolo sin satisfacer. Y se eso significaba que debía apurar las cosas.
Y allí estaba ella, ofreciéndose, marcando que aún no se iría de su vida, reclamando celosa al cumplir una de sus órdenes. Porque estaba celosa, lo veía en sus ojos.
—Señor, la cena estará lista en menos de diez minutos. ¿Agrego un planto?
—Por su puesto.
—No, no... no es necesario, Watari —Sakura giró viéndole, soltándose de la mano de Seiyi— .Yo... yo, ya me voy.
—Después de que cenes —acotó el Hyuga, suave pero no menos autoritario.
Y la pelirrosa le miró sonrojada, con los labios anulados a cualquier protesta, porque cuando ese hombre le hablaba de esa forma, mirándola tan profundamente, su cuerpo le obedecía casi sin mediar intenciones. Pero no pudo evitar desviar por unos segundos la mirada hacia la mujer que le incomodaba, y que ahora bebía otro sorbo de vino sonriendo con cierto triunfo en el gesto.
—Cariño —le llamó la atención esta al ver los ojos de la jovencita sobre ella, que bien simulaba que no conocía lo que allí pasaba, pero de tonta tenía poco—. No voy a cenar, disculpa precioso... pero estoy cansada —le dijo con un pequeño puchero en los labios cuando este giró a verla.
—¿Segura?
Asintió sin quitar la mueca de mascota consentida.
—Serán dos platos, señor —apuró Watari, restándola rápidamente de la ecuación. Nada más quería en el mundo, que una velada de esos dos a solas, y entendía que Bollieu no era del todo ajena a la tensión que se generó en la joven pelirrosa ni bien entrara a la sala.
—No —acotó Seiyi—. Prepara la terraza cerrada.
El mayordomo sonrió.
—Como lo desee señor. Solo denos veinte minutos y estará todo listo.
Seiyi le miró entrecerrando apenas el ceño, no necesitaban ese tiempo, esa zona siempre estaba lista para cenas íntimas o de negocios delicados, ya que ofrecía una privacidad única en la casa, siendo siempre atendida en exclusiva por su mayordomo, la persona de su mayor confianza. Pero le siguió la corriente, conocía a ese hombre y sabía la ansiedad que cargaba por emparejarlo con la pelirrosa, la que ahora no hacía más que jugar nerviosa con los dedos que entrecruzaba sobre su falda.
—Nos avisas.
—Así será, señor —y se retiró.
—Bueno, cariño —la mujer ahora se ponía de pie, agachándose únicamente para tomar desde el talón, sus dos zapatos stiletos en color negro charol. Era altísima, casi tanto como el mismo Seiyi, y elegante, si parecía toda una aristócrata, picando en las inseguridades de Sakura. La miró al estirarse de nuevo, dedicándole una corta sonrisa que ella no supo interpretar, y luego se acercó al varón, siseando el cuerpo aunque este ni la reparara. Su atención estaba en la menuda joven frente a él—. Te dejo solo —le habló pesado luego de apoyarse en su hombro, fija la mirada en la pelirrosa—...toda una belleza escondida, una verdadera musa...
La sonrisa de Seiyi se ensanchó, aunque no demostrara nada con aquello, o Sakura no podía entenderlo. Sus ojos estaban en la mujer, en la mano que le sostenía del hombro del hombre y en esos labios de rojo carmesí tan cerca y tan provocadores.
Y no pudo más que abrir los ojos cuando esa misma mano se deslizó del varón hacia su rostro, tomándole suavemente del mentón.
—Ya lo dije... una musa...
—Que no se toca, madame.
—Oh... lo siento, conde —y le soltó alejándose de él—. Será hasta mañana, que tengas una excelente noche —y le guiñó un ojo comenzando a andar con esos pasos elegantes y medidos que le contoneaban el cuerpo.
Sakura le siguió cada movimiento hasta que cerró la puerta corrediza detrás de ella, y suspiró antes de volver a Seiyi, quien no dejaba de detallarla.
—Me buscabas.
—Bueno... sí... pero no era urgente. Lamento haber interrumpido.
Él le tomó una de las manos que apretadas se entrelazaban sobre su falda, guiándola hacia los sillones.
—¿Lo dices por Bollieu? —Sakura asintió— No interrumpes nada ahora.
La chica apretó los labios ante esa última palabra, entendiendo que si llegaba antes hubiera sido un incordio para el varón, y el coraje que le causó aquello le llevó al arrebato de quitar la mano que sostenían aquellos dedos.
—Lo siento igual —siseó intentando sonar calma.
Seiyi solo le sonrió.
—Siéntate —ordenó, pasando de largo hacia la licorera, para servirse—. Dime que necesitabas.
Sakura se resistía a tomar asiento, pero aquella mirada que le lanzó por sobre el hombro, la tuvo obedeciendo casi al instante, sintiendo el coraje aumentar por las reacciones involuntarias a su intenciones.
—Nada... —suspiró cruzando nuevamente las manos sobre su falda— Sólo que-
—Suelta las manos, Sakura —el sonido del hielo cayendo en la copa de cristal coronó la frase. De espaldas a ella, sin verla, él ya sabía lo que hacía— No quiero que te lastimes.
Ella se miró los apretados dedos cruzados al frente, y casi sin quererlo desarmó el cruce apoyando ambas manos al lado.
«Mierda»
Y el sonrojo de la furia anidó casi al instante en sus mejillas.
—¿Me decías?
—Venía por... por tu... hombro.
Seiyi sonrió antes de voltear. La excusa era valedera, hacía varios días que le venía doliendo, pero tampoco era la gran cosa. Y sabía que ella no estaba allí por eso.
—¿Mi hombro? —la joven asintió, estaba hermosa así vestida, sonrojada, y con los pezones erectos debajo de la tela, porque sí, los notaba— ¿Como adivinaste?
—Te lo observé cuando corrías.
Bebió un sorbo acercándose a ella para sentarse a su lado ahora, detallándola lo suficiente para que agachara la mirada. Y cuando se apoyó en el respaldo, volvió la atención a ella que ahora cerraba los dedos en el borde del sillón, quedando inmovil sin verlo, con la espalda recta.
Estaba nerviosa, ansiosa y excitada, pero no menos celosa. La presencia de Bollieu ni bien ella llegara fue clave, saliéndole todo como esperaba aun cuando fuera antes de tiempo. Algo dentro de él se regodeaba y, si fuera por sus ansias, estaría en ese instante devorándole el cuello, que se ofrecía tan claro y descubierto gracias a esa cola alta que se había hecho como peinado.
—¿Sólo viniste por eso?
Ella dio un respingo al escucharlo, asintiendo después sin voltear.
—Eres muy dedicada con tus pacientes.
No le dijo nada, pero la respiración se le aceleró, siendo completamente evidente para el varón, quien no dejaba de observar esa espalda desnuda ansiando acariciarla.
—¿Y a todos vas a atenderlos a sus casas, vestida así?
Giró de repente, enfrentándolo completamente sonrojada.
—¿Qué insinuas?
—No me gusta que te vistas así para otros —provocó buscando una precisa reacción, aunque ya le picaran los celos de solo saberla por la calle asi de preciosa, y otros ojos sobre ella.
—Me visto así para mi.
—Claro —bebió otro sorbo restándole importancia al coraje de la fémina.
—Claro, ¿qué?
Ya la furia calaba en ella, y Seiyi no podía disfrutar más, aunque era innegable que moría de ganas de tocarla.
—Claro que te creo —y se inclinó apoyando el vaso en la mesita al frente.
El ceño de la pelirrosa se contrajo, y sus mofletes no tardaron en hincharse al apretar los dientes. Siempre era así cuando se enojaba, y lo que le seguía era el arrebato que él esperaba.
Giró ella todo su cuerpo, de repente y sin dudas, quedando frente a frente.
—Mira, Seiyi —resopló, la sonrisa de disfrute en el varón se ensanchaba— No tienes el derecho de observarme eso. Ni de reclamarme. Nada.
—¿Nada?
—¡No, nada! Me visto como quiero, voy donde quiero. Y atiendo a quien yo quiera, como quiero.
—Claro —carcajeó por lo bajo, mientras se apoyaba de lado en el sillón, desplegando un brazo sobre el respaldo para estar más cerca.
Ella le observó, se veía endemoniadamente apuesto. Esas actitudes en el Hyuga le movían todo, que la viera de esa forma tan profunda, con la mirada pesada y esa sonrisa, le llevó solamente a desearle los labios mientras se humedecía los propios. Porque estaba enojada con él por su actitud, frustrada porque el cuerpo seguía respondiendo fuera de su control, y celosa, muy celosa. Y él se burlaba.
—¿De qué carajos te burlas?
—¿Por qué dices eso?
—Te estás riendo.
—Estás preciosa.
—¡No me cambies el tema!
—No lo hago.
—Sei... no arranques con esos juegos. No me-
—Acércate —ordenó.
Y su cuerpo se sintió impulsado a cumplir con esa palabra, mas no lo hizo. Apretó las piernas, cerró los puños y fue el sonrojo el que la delató, aunque se contuviera.
—¡No! Dejate de darme ord-
—Shhh.
—¡Sei! —y ahora este se inclinaba más cerca, tomándole el rostro con una mano— ¿Que haces?
—Nada —y ahora la otra mano se sumaba a la caricia, estando él cada vez más cerca.
Sakura le miraba a los ojos sin poder moverse. Un escalofrío le cruzó la espalda erizando la piel al sentir esos dedos acariciándole.
—Sei... —y ahora le miraba la boca, a centímetros de ella.
Y no pudo decir más, simplemente porque deseaba aquello que el varón iba a hacerle. Cerró los ojos en entrega y Seiyi simplemente sonrió victorioso antes de besarle lentamente, apoyando primero los labios como si pidiera permiso, para iniciar luego las caricias que le abrieron la boca en ganas para que fuera tomada.
Y lo hizo, suavemente pero no menos firme. Y fue ese gemido ahogado en su propia boca el que lo llevó a acercar más al cuerpo de la joven, el que jaló de esas ganas de contacto que hicieron que ella terminara trepándose al sillón para apoyar sus manos en ese firme pecho buscando más. Y no dejó de besarlo, lento, recorriendo cada centimetro de esos dulces labios, dejándose tomar, morder, porque más allá de su furia, de sus celos, verlo pasar a su lado la tarde anterior fue recordarle que eso, ese contacto, ese sabor, era lo que más extrañaba. Tal vez fuera el deseo el que hablaba por ella, pero ahora ya no nacía de la necesidad de huir del dolor, ahora era verdadero, lo deseaba a él, y a lo que despertaba en ella.
Y cuando la sentó de lado sobre su regazo, sosteniendo la nuca con una mano mientras la otra, ya libre, tomaba su lugar al recorrerle el muslo, colándose lento e indecente, por esa suave piel hasta el inicio del glúteo, ella gimió otra vez, contagiándolo a él, y a su dureza, que se clavó en el costado de la joven encendiéndola aun más.
—Te... extrañé... — Sakura susurró sobre esos labios que le ofrecieron un escueto descanso, porque ni bien las palabras terminaran de escapar, pronto la tomaría de nuevo.
Él simplemente había deseado ese instante desde que la conociera, un momento para devorarla a gusto sin robar nada, sin sedar dolores ni huir de pasados. Un momento en donde fuera solo suya para iniciar un nuevo camino, o por lo menos abrir puertas.
Y cuando las descontroladas respiraciones calaron pesados en sus pechos, reclamando por el oxígeno que a duras penas se colaba en medio de su lujuria, fue cuando al fin los afiebrados ojos se encontraron y verdaderamente se vieron.
Allí estaba él, desnudando su alma por primera vez, serio, ahogado en esa excitación que no se limitaba al cuerpo; aunque ella aún no lograra entenderle, o quizá temiera leer en la intensidad que ellos transmitían una promesa que pudiera serle arrebatada más adelante. Su experiencia con los hombres solo le había mostrado eso.
— Hola... —le susurró él con voz profunda.
Y ella le sonrió, agitada, ruborizada.
—Hola, Sei.
—Me encanta cuando me llamas así.
—¿Si?
—Sí... —e intentó besarle de nuevo, aunque ese pequeño índice se colara en medio deteniéndolo.
—Seguro que no prefieres un... ¿hola "cariño"?
Seiyi entrecerró el ceño para luego carcajear entendiendo al fin que el asunto de los celos, que él tan efectivamente desplegara, aún no estaba solucionado.
—La verdad... ummm...si, me gusta cariño —Sakura abrió los ojos—... pero cuando me lo dices tú.
—Se te veía a gusto con esa... mujer.
—¿Bollieu?
—¿Que, había otras acaso?
—Más temprano, sí —provocó a lo que ella reaccionó inflando los cachetes antes de empujarlo con las manos para alejarle, un intento que sería en vano, ya que el brazo que le rodeaba el delgado cuerpo, no le permitirían más que moverse frotándose.
—¡Suéltame!
Seiyi carcajeó buscándole la boca luego, que ella impidió le tomara.
—¡No! Ya basta...en serio, quédate con la gata y con todas... esas...
—¿Gata?
—¡Sí! ¡Las quieres así! ¡Gatas alzadas!
Seiyi carcajeó.
—Yo te quiero a ti.
—¡Pero yo ya no! Así que —su reclamo se vio interrumpido por el grito que dio cuando éste, de un único movimiento, le aferrara la cintura volteandola para acostarla en el sillon, colándose entre sus piernas y encima de ella luego— ¡Seiyi!
—Preciosa.
Ella intentó zafarse, pero fue ese beso que le tomó la boca con medida violencia, el que desarmó el embate. Otra vez su cuerpo se rendía a él, a lo que ofrecía y provocaba, y no entendía por qué carajos, no era eso lo que buscaba al ir esa noche y... ¿a quién demonios quería engañar? Sí, buscaba eso, buscaba esos besos, a él y a la confirmación de que aun ella estaba en sus pensamientos, en sus deseos. Y esas preguntas le fueron respondidas, como complacidos sus anhelos, aunque ahora le picaba la duda de si aquello era exclusivo. Y no le gustaba sentir eso, sentirse una más, tal vez compartirlo.
Seiyi sobre ella, ese calor abrumador y la colonia profunda inundando sus sentidos, esos labios devorándola, las manos apretando su piel, subiéndole la falda ahora, y ella simplemente arrojándose al disfrute de sentirlo, eran mucho más que cualquier duda.
—Te extrañé mucho... preciosa...
—¿Cuánto?
Le mordió apenas el cuello, haciéndole retorcer las caderas que se frotaron contra su dureza
—Me estabas matando...
Sakura sonrió, gimiendo luego, cuando la boca arremietera de nuevo contra su cuello, mientras esos fuertes dedos se enroscaban en la fina tira de la braga, comenzando a buscar bajarla. Y nadie detendría aquello.
No era la idea que tenía ninguno sobre su primera vez juntos, pero eran sus cuerpos cediendo a ese deseo que tantas veces contuvieron, los que los llevaron a buscar quitar barreras, desabrochando la camisa torpemente una, mientras desataba el nudo del vestido en la nuca el otro.
Era descontrol, no estaba bien aquello y él lo sabía, pero era tanta su necesidad de ella que ya no se trataba simplemente de un desfogue, necesitaba estar, tocar, entrar, como si aquello le marcara, la volviera suya. Porque en ralidad lo que en es instante ansiaba era tirar a la mierda cualquier estrategia y volverla su mujer, solo suya, meterse en esa piel, esos pensamientos, ese corazón, reclamando todo, cada gota y centímetro, cada suspiro, como propio y como el único causante de ello.
El débil carraspeo en la puerta, tímido y a la vez preciso, les interrumpió el momento.
Seiyi cortó el beso, no porque quisiera sino porque Sakura empujó de él, para meterse debajo de su pecho, ocultándose a cualquiera. Solo las piernas quedaron por fuera, rodeandole el cuerpo que pronto apretaron en el mismo intento. Y él atinó a taparle la cabeza con un brazo, escondiendola, y posando abierta su otra enorme mano encima de una cadera cubriendo la piel y la diminuta braga a medio quitar.
—¡Watari!
Nunca le reprendió por algo como aquello, ni al hombre le incomodaría, pero en medio estaba ella, la pelirrosa, y ese simple detalle cambiaba las cosas.
—Señor —tragó duro, no había visto demasiado, solo lo suficiente para estar al tanto del descontrol, uno que se dio aun sabiendo que él regresaría en cualquier momento. Y sonrió levemente, detrás de la mano que como un puño se cerró sobre sus labios — Señorita...
—Ayy —esta susurró metida debajo del pecho del varón.
—La cena está servida.
—Vamos en un momento, Watari.
Este asintió, retirándose rápidamente, cerrando la puerta tras él.
—¿Estás bien? — preguntó riendo, y agachó la cabeza buscándola pero ella no se asomó.
—Ay... que vergüenza, Sei.
—Tranquila, está acostumbrado y no vio-
—¡Pero yo no! —le empujó para salirse, aunque en realidad no quería.
El varón carcajeó, moviendo su peso a un lado, movimiento que dejó en evidencia el desastre que eran, él con sus cabellos enmarañados que pronto se acomodaron por el peso, la camisa desprendida, el pantalón apenas suelto, con esa enorme erección que se marcaba sin disimulo.
Ella simplemente enrojeció al verlo, debiendo apoyar una mano en sus pechos para que el vestido no cayera. Y se sentó torpemente en el sillón, tratando de atarlo a su cuello cuando sintió las manos de Seiyi reemplazarla suavemente en la tarea.
—Tranquila, nadie juzgará nada aquí.
—Si — suspiró— ...pero me siento muy... avergonzada igual. ¿Cómo voy a salir de aquí y .. verle? Ay, dios —se tapó la cara con ambas manos— ¿Qué clase de mujer pensara que soy?
—Una adorable —le besó el cuello al terminar la tarea — y la mejor.
—Sei... no tomes esto a la ligera.
—No lo hago, tranquila pero-
—¡Y no me recuerdes a cada rato todas las mujeres que hay en tu vida! —le gritó enfrentándolo con la mirada.
Él entrecerró el ceño para luego sonreír. Estaba celosa, muy, muy celosa. Todo aquello que hizo y se dejó hacer no fue simplemente movido por deseo. Había celos y esa necesidad de reclamarlo suyo metiéndose a competir en el juego. Y le fascinó.
Sonrió encantadoramente antes de acercarse rodendeandole la cintura.
—¿Que hay? — le busco los ojos, pero ella giró el rostro— ¿Por eso estás aquí? ¿Por las mujeres en mi vida?
Y un nuevo beso se coló detrás de su oreja, erizándole todo.
—Basta Sei...
—Estás celosa...
—No.
Y ahora con la nariz le rozaba la misma piel, aspirando el aroma de la chica, una exacta mezcla de cereza, excitación y vainilla.
—Muy celosa.
—¡Ya basta! —quiso alejarse apenas, pero ya su cuerpo hacía otra cosa, acelerando esa respiración, arqueando las caderas que ahora lentamente recorrían una mano buscando hundirse amenazantes entre sus piernas.
—En serio... Sei... ya.. basta ...mmm —los dedos que pasaron por el inicio de su depilado pubis, colándose apenas debajo del elástico de las bragas, la tuvo gimiendo con los ojos cerrados, abriendo levemente las piernas, mientras ahora era su pequeña boca la que lo buscaba.
—No entiendes nada...—susurró antes de besarla de nuevo, pero no la sacó de la duda. Necesitaba ver de lo que ella era capaz, de si aun el peliplata seguía metido como la excusa.
Y se dejó besar, gruñendo en el contacto, cuando una mano le tomó la nuca aferrándolo a ella, mientras las piernas se le abrían más invitándolo a tocarla. Las bragas eran un desastre, tan pequeñas y de encaje, pronto estaban empapadas aunque él no llegara aún a su centro. Lo deseaba pero no se lo daría, aún no, aunque sus manos ya ardieran con la fuerza que hacían al contenerse.
Y fue ese gemido, y luego su gruñido el que los tuvo otra vez en el ruedo, buscando lo que fuera interrumpido instantes atrás, cuando esos dos nuevos golpes secos en la puerta, fueran de otra vez el detonante de la realidad.
«Mierda».
Pero Watari estaba en lo cierto. No era la cena lo que lo tenía insistiendo.
—La cena, preciosa...
Ella asintió respirando pesado, y dio un pequeño respingo cuando esas manos se alejaron de su cuerpo, aunque un casto beso le tocara los hombros.
—¿Te sientes bien?
—Sí... —y le miró ahora por sobre su hombro— Perdón por... esto...
—¿Perdón? — carcajeó — Fue lo mejor de mi semana.
Ella sonrió.
—Es que.. me gusta mucho besarte. No puedo contenerme.
—A mi también.
—Prométeme que ahora no dejarás de... besarme.
—¿Ahora?
—Vas a alejarme de nuevo, ¿no?
Él suspiró poniéndose serio. Aun estaba ese tinte de necesidad en ella, y no sabia bien desde donde venía.
—¿Por qué estás aquí, Sakura?
—Te dije que fue por tu hom-
—Quiero la verdad ahora —interrumpió, alejándose apenas, buscando por sus ojos sin romper el contacto.
Y ahora era ella la que suspiraba.
—Yo...bueno, es que... te vi con... con la gata esta tarde...y —se mordió el labio— No me gustó. Ya... ya te habias olvidado de ...mi.
—¿Y lo hice?
—No... no lo sé...
Sonrió.
—No lo sabes...
Dos nuevos golpes insistieron verificando si lo había oído, y Seiyi se puso de pie suspirando, con alguna maldición en sus pensamientos aunque agradecido, y se abotonó la camisa acomodándola en el pantalón antes de prenderlo. Volteó viéndola como le observaba con sus ojos bien abiertos y la piel de los hombros y el cuello enrojecida por sus besos.
Estaba preciosa. Destilaba tentación en cada minúsculo gesto, y le hacía la vida difícil en esa constante resistencia. Respiró hondo y luego le sonrió estirando la mano que ella tomó para ponerse de pie también.
—Entonces no estás lista...
Ella entrecerró el ceño. Aquello no le gustaba. ¿Volvía de nuevo con eso? ¿Que sabía él de que si estaba lista?
—Lo estoy — arremetió con firmeza mientras él le acomodaba los cabellos en esa coleta alta que tan bien le quedaba, pero no le respondió.
—Sei, lo estoy. ¿Me oíste?
—Vamos a cenar — y comenzó a caminar tomándole la mano.
—¡Estoy lista!— le dijo plantandose en el lugar, mientras jalaba esa mano deteniendolo.
Le miró.
—¿Sí?
—¡Maldita sea! ¿Qué más quieres?— y ahora era la furia la que teñía las mejillas— Te sigo con tu gata, me meto aquí sin... con esa ... puta excusa. ¡Mira mi vestido!
—Exquisito.
—¡Me tienes celosa, mierda! Cada puta sonrisa tuya que le das a otra me... me vuelve loca.
Le sonrió.
—Y no está bien esto que estoy diciendo... que ... ¿que carajos estoy haciendo? — le soltó ahora — No está bien... no...ésta no soy yo ... juegas conmigo.
Y echó a andar a tranco apurado hacia la puerta, pero no llegaría demasiado lejos cuando esa mano la detuvo volteandola para llevarla bruscamente a su pecho para besarla de nuevo.
—Juegas conmigo — le dijo sobre sus labios.
—No.
Y le besó nuevamente, sin encontrar resistencia en ella, sintiendo como nuevamente le rodeaba el cuello con sus brazos mientras se dejaba tomar la boca.
—No dejes... de besarme—susurró — Ya no me lo... niegues...
No le dijo nada, siguió haciendo aquello que le pedía, aunque ahora su ceño se contrajera al disfrutarla, porque por primera vez en su vida sentía que alguien podía tener tanto de él, todo de él, reduciéndolo a nada sino se decidía.
«Mierda».
Por primera vez sentía que no controlaba nada.
Sé que estoy en falta. Sé que dos veces no cumplí, sí, dos. El miércoles y el viernes.
Pero me fue imposible, entre el trabajo y accidente en la familia (que no fue grave, sólo un dedo menos, nada más...) estuve con todo mi tiempo consumido.
Pero aquí está y está bien largo jajajaja... aunque sé que me van a protestar, lo sé y... ¿saben que? lo mejor se hace esperar.
Bueno, ahora sí, les dejo el cap y me siento a leerlas.
Gracias a todos los que preguntaron y a los nuevos lectores y a los que se mantienen allí, firmes. Gracias.
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