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Capítulo 47

Capítulo dedicado a @luzbell72. ¡Qué tengas un hermoso cumpleaños, linda!


El viernes pasó volando, entre citas con sus pacientes, una cirugía en revisión y aquellas juntas presupuestarias, casi que no tuvo tiempo de pensar en que tenía a Kakashi a pocos metros y que podían requerirla en cualquier momento, situación que le crispaba los nervios porque sabía que de ir a esa habitación, él estaría despierto.

Por suerte su condición evolucionó favorablemente, lo que le quitaba un peso a su angustia, y Shizune cumplió la palabra dándole sus informes cada una hora, logrando que ella mantuviera la distancia sin faltar al juramento hacia el hokage.

Pero de lo que no pudo olvidarse a cada instante en que el silencio la tomaba, fue de Seiyi, preguntándose cada noche, al llegar a su casa, si habría alguna sorpresa, alguna carta o simplemente una flor esperándola que le brindara señales de él. Sólo pedía aquello, una simple señal, porque temía pedir por él, sorprendiéndose a sí misma fantaseando con el reencuentro, él esperándola en la puerta, apoyado de lado en el marco con esa sonrisa ladina que le invitaba a besarlo.

Y una sonrisa boba se le dibujaba en los labios, debiendo recomponer rápidamente el semblante antes de que alguien se le ocurriera preguntar algo.

—¿Doctora? —Nozoomi entró luego de anunciarse con dos golpes, la puerta a su despacho estaba abierta aunque ni siquiera eso le sirvió para advertirla.

—Sí, dime.

—Shizune me dejó el reporte de la última hora, tuvo que irse antes, pero me dijo que se preocupara porque dejó a Ame de guarida. Que le llamará a ella por cualquier cosa, así usted descansa.

—Perfecto, sin partes esta noche —tomó el documento leyéndolo rápidamente pero no sin menos detalle, y lo firmó al final devolviéndoselo a Nozomi quien ya había comenzado a prepararse para irse—. Por favor, llévalo de regreso a la habitación del hokage antes de retirarte.

—Pero... ¿no irá usted?

—¿Cómo? —Sakura levantó la vista sorprendida por el reclamo.

—Que, digo, siempre quería ir usted cuando se trataba del hokage y ahora... esta semana, que lo tenía cerca...bueno, ahora ya no. ¿Pasó algo?

La pelirrosa pestañeó rápido para ocultar la incomodidad que esas palabras le habían causado. Nozoomi era una joven muy avispada, que hubiera notado algo le ponía nerviosa, porque si ella llegara a deducir la clase de relación que habían mantenido oculta, no sería luego la única y eso podría traerles problemas.

—No...no, nada. ¿Por?

—Digo, eran muy cercanos y de repente ¡pum! Nada —. Abrazó el reporte con esa mueca de insidiosa deducción que siempre ponía, mirando hacia un lado y arriba, tan dulce y peligrosa que si hasta a Sakura le incomodaba— ¿Tendrá algo que ver lo que dicen, doctora?

El pulso se aceleró, la respiración buscaba entrecortarse y debió carraspear para acomodar toda esa situación sino quería dejarse en evidencia.

—¿Qué... qué dicen?

El rostro de la joven se iluminó ante la posibilidad de indagar sobre un rumor, no en vano Sakura varias veces tuvo que llamarle la atención al distraerse por chismes, aunque no hubiera maldad en ello, sólo esa juvenil curiosidad por los secretos ajenos.

—Que el coronel Hyuga y usted tienen algo —se abanicó el rostro con esa mueca de éxtasis—...y que por eso el hokage tuvo que sacarlo de su cargo.

Y eso, era una completa novedad para ella. Sabía que Seiyi había dejado de ser el líder de las fuerzas ANBU, pero que ella tuviera que ver en aquello le tomaba por sorpresa.

—¿E-en ...serio? ¿Yo? C-cómo... ¿se dice que es... por mi culpa?

—Bueno... no se dijo su nombre. Pero se habló de una ninja médico joven, por la que el coronel desafió órdenes cuando ella fue al frente —le miró con una sonrisita—, y a mí no me hizo falta demasiado para atar cabos, doctora. Todo ese coqueteo cuando fuera su paciente... ay, dios...¡qué hombre! ¡Y lo tiene usted! —Sakura abrió sus ojos enormes, más en susto que en sorpresa— ¡Pero no se preocupe! Yo no dije nada —hizo una mueca de un cierre en sus labios—, nada, nada. Sólo lo escuché y luego lo supuse y se lo dije a usted, sólo a usted, y ahora...

—A-ahora... ¿qué?

—Con eso de que no va a ver al hokage, me queda muchísimo más claro ¿Está enojado con usted?

Sakura entrecerró el ceño, mutando la sorpresa a enojo. Habladurías, puras habladurías, y ella preocupándose ahora al prenderse de lo que no consideraba más que pendejadas.

—¡No! ¡Nozoomi! ¿Qué te dije de los chismes?

La joven se sonrojó en ese instante, entendiendo la metida de pata, y reaccionó tomando nuevamente el reporte para cubrirse la mitad de la cara.

— ¡Ay, perdón! Doctora... ¡perdón, perdón! Yo creí... es que me lo contaron y me pareció que... Yo no dije nada ¿eh? Yo no confirmé nada, y... ¡no me rete doctora!

Sakura suspiró. No le llamaría demasiado la atención, ya por sobrado tenía con que lidiar como para meterse en embrollos de pasillo. Pero, aun así, no podía negar que aquello le dejó preocupada.

—¿Debería, no? —le miró con advertencia— Sabes que no me gustan los chismes.

—Sí, sí... perdón pero... —la mirada de Sakura era dura— ¡Mejor voy a llevar el parte! Y... ¡que tenga un buen fin de semana, doctora!— saludó saliendo prácticamente corriendo, sin darle lugar a que pudiera ella devolverle el gesto.

Suspiró cuando la chica cerró la puerta casi golpeándola por el apuro. No podía decir que aquellas palabras, meras habladurías, no le hubieran dejado preocupada. Siempre había algo de verdad en lo que la gente rumoreaba, lo había comprobado en varias oportunidades, pero no tenía idea desde donde venía aquello, y preguntarle al mismísimo hokage no era una de las opciones.

Pero, a pesar de todo, la suerte quedaba en cierta forma de su lado en el asunto. Su historia con Kakashi estaba a salvo, la gente pensaba que el hokage estaba molesto con dos subordinados que desafiaron las reglas, pero ¿por qué sólo el Hyuga había recibido la reprimenda?

Se mordió una uña inquieta, nunca Seiyi le comentó la razón verdadera por la que dejó su cargo, sólo que estaba conforme con aquello ya que su puesto se debía a un favor para el hokage, pero ahora le afligía que hubiera pasado por todo ese embrollo debido a ella. No tenía sentido darle tantas vueltas al tema, lo hecho, hecho estaba y seguramente habría una razón más que asuntos de polleras, pero aun así decidió que lo hablaría cuando volviera a verlo. Y fue aquél pensamiento que la llevó a soltar todo lo que estaba haciendo.

Cuando Seiyi regresara...

Ya habían pasado cinco días desde que se fuera y comenzaba a preocuparle. Cuando Kakashi tuviera que irse de Konoha, le prometió que en menos de tres días regresaría y no fue así. Y cuando volvió, sólo la vio para dejarla.

¿Y si con Seiyi pasaba lo mismo?

Sacudió la cabeza ni bien se atravesó aquel pensamiento. Era una posibilidad, tal vez, pero el destino no tenía tantas razones para ensañarse así con ella. Y si así fuera...

—¡Ya, Sakura! ¡Ya! —se reprendió a sí misma buscando cortar esa cadena de pensamientos. No le ayudaban en nada, y ella estaba dispuesta a no dejarse arrastrar al fondo nuevamente, y menos por otro hombre.

Y fue así que tomó con fuerzas esa lapicera, volviendo a los escritos para cerrar toda la papelería del día. Pretendía tomarse el fin de semana para ella, acomodar algunas cosas en la casa, entrenar y comprarse aquel vestido que viera de paso en una vidriera. Sí, esos planes le gustaban.

Tal vez leer ese libro de superación que Ino le prestara, y que tanto le había ayudado cuando su padre muriera en la guerra. Tal vez la invitaría a pasear o a comer algo, una salida de chicas le vendría bien, hacía mucho que no convivían sólo como amigas.

Y si Seiyi regresaba...sería lindo verle. Tenía realmente ganas de hablar con él, y compartir un té. Abrazarle y jugar con sus coqueteos, relamiéndose en esas sonrisas que tanto le provocaban.

Sonrió.

Le extrañaba, no podía negarlo, y ya no le pesaba hacerlo, aunque las dudas estuvieran siempre listas para asaltarla, azuzando las inseguridades cada tanto, aunque ella rápidamente las descartara.

Suspiró con la última firma, y buscó las carpetas para ordenarlas, cuando de repente percibió esa leve energía que se acercaba a su despacho. Una energía que le sabía intensa, que en ese afán de sinestesia, siempre oliera a roble y canela, picante y embriagadora...

—¡Seiyi!

Se puso de pie de repente, con una gran sonrisa en los labios, dejando los papeles a su suerte para ir al encuentro abriendo la puerta tan rápido como la tomara.

Sasuke quedó viéndola con ojos bien abiertos, a menos de medio metro de distancia. No entendía el arrebato del repentino recibimiento, ni menos porque la sonrisa con la que la pelirrosa abriera poco a poco se iba disipando.

—¿Sa-sasuke?

—Eh...sí —encogió el ceño— ¿esperabas a alguien?

Ella, inmóvil, no le respondió, ni siquiera reparó en que él dijo algo, pero pronto su atención cayó en aquel bulto que se movía, arropado en brazos.

—Pasamos a visitarte —e inclinó el pequeño paquete mostrando a la niña dentro, que pronto se asomó inquieta de entre las mantas.

Y allí reaccionó.

—¡Sasuke! —y sonrió insegura para volver nuevamente a la beba— ¡Hola Sarada! ¡Qué linda sorpresa! —la pequeña chilló en respuesta, siempre le reconocía de inmediato.

—¿Interrumpimos en algo?

—¿Cómo...? Eh... no, no, yo solo creí...

—Que yo era otra persona —y le sonrió escuetamente, de otra forma no le salía al Uchiha. Él conocía muy bien su chakra, y ya había percibido quien tenía uno tan similar que si hasta le impresionaba el parecido.

—No es ...eso, solo que...—le miró intentando sonreírle de cortesía aunque le saliera peor que si hubiera tratado de ser sincera—. Nada, pasen.

Y ahora la sonrisa fue genuina, robando a Sarada de los brazos paternos inmediatamente pasaron por la puerta a su despacho.

—De verdad, me alegra que hayan venido. Ya extrañaba a esta pequeñina —la niña hizo muequitas de alegría, sacando la lengua a cada movimiento y pronto balbuceó estirándole la manito para tomarle la nariz y parte de los labios al acercarse a besarla—. Mucho, mucho la extrañaba. ¿Qué hace mi cosita hermosa? ¿Paseando con papá? ¿Eh?

—Sabía que ella te alegraría.

—Es tan hermosa. Si hasta da ganas de apretujarla toda... ¡Y está enorme!

—Sí, crece muy rápido. Es fuerte. Como tú.

Sakura le sonrió mirándolo unos segundos de reojo, para volver la atención a la pequeña que ahora balbuceaba en ese intento de respuesta.

—Te veo bien, Sakura. Me tenías preocupado.

—¿Si? Viniendo de ti, me siento halagada —y carcajeó mientras que el otro la observaba serio sin encontrarle el chiste a las palabras.

—Temía que ver a Kakashi te molestara —continuó— ,pero debía traerlo a ti.

—Hiciste bien, es mi obligación, ¿no? Más allá de todo, soy el médico de hokage.

—No me refería a eso.

Ella asintió, suspirando luego, manteniéndose bien aunque parte de la alegría se disipara de su rostro al recordar aquellos días.

—Fue duro, no voy a mentirte, pero era inevitable —se encogió de hombros—. Conocíamos a nuestro sensei, ¿cuántas mujeres le vimos? Muchas y a la vez ninguna —Sasuke asintió concordando—, algún día iba a suceder si seguía allí, era consciente de ello.

—Con más razón, me quedo tranquilo de que estás bien.

—Sí —le sonrió genuinamente al mirarle— ,lo estoy. Gracias.

Este no le respondió, sólo quedó observando como su hija en brazos de Sakura, jugueteaba con los dedos de ésta buscando en realidad el cabello rosado que tanto le llamaba la atención cada vez que la tenía cerca.

—Sasuke kun —le miró al ser llamado así, hacía mucho que no le oía decírselo con tal dulzura— ¿sabes?... Yo me enojé esa vez que... bueno, te comportaste como un idiota.

—¿Cuándo?

—Cuando me advertiste sobre Kakashi, ¿lo recuerdas? —este asintió—. Y al final tenías razón.

—¿Qué te advertí?

—¿Vas a hacerme repetirlo? —esperó sin más respuesta que esa dura mirada aguardando por las palabras—. Sí, vas a hacerme repetirlo. Bueno... en que soy una enamoradiza ingenua y en que Kakashi se aprovecharía de eso.

Sasuke frunció el ceño apoyándose en la camilla luego.

—No tuve razón en nada de eso.

—¡No te hagas el modesto ahora! No estoy enoj... ¡ay, Sarada! —interrumpió cuando la niña al fin jaló de sus cabellos, chillando de satisfacción al lograr el cometido de tomarlo— ¡pero que pillina más fuerte! —De a uno le soltó los pegajosos deditos —¿qué le das de comer?

—Lo que recomendó el pediatra y-

—Ya lo sé, Sasuke —rodó los ojos ante la mirada confusa del hombre, realmente no le iban las ironías al Uchiha, y se quedó jugando con la bebé que reaccionaba con chillidos y carcajaditas a cada mueca que ella le hacía.

Sasuke sonrió nuevamente ante la imagen, enterneciéndose más de lo que su duro carácter podría llegar a demostrar.

—Me equivoqué con ustedes.

—Como digas... igual al final resultó como anticipaste. Salí lastimada.

El varón frente a ella apretó los dientes, sin tener palabras para replicar, y asintió cuando la chica le miró una vez más. No le gustaba haber acertado en aquello, por primera vez sentía que esa mujer merecía mucho más de lo que la vida le había dado. Miró hacia la ventana dejándola tranquila para que jugara con su hija, al fin y al cabo esa fue su intención con la visita, considerando que tal vez, cuando Kakashi estuviera menos agrio, sería bueno tener una seria conversación de hombres.

—Sasuke... ya que estás aquí —este le miró al llamarle— ,hoy me enteré de algo que ...creo que podrías ayudar a sacarme la duda.

Este asintió volviendo su semblante a serio, nada diferente a la costumbre.

—Fue un chisme, pero me preocupa.

—Dime.

—Seiyi...digo, el coronel Hyuga, él dejó su puesto en la milicia ANBU.

—Sí. Eso es oficial, lo sabes.

—Sí, sí. Eso sí, lo sé. Pero hoy me dijeron que Kakashi le hizo renunciar por... por mí —le miró fijamente buscando alguna reacción ante las palabras, una que, obviamente, no encontraría en un hombre que se caracterizaba por ser indescifrable—. ¿Es... es cierto eso?

—Sí.

—Oh...wow...¿¡Enserio!? —prácticamente si lo gritó, haciendo asustar a la niña, por lo que tuvo que mimarla sonriendo, distrayéndola para que no puchereara—. Perdón, perdón pequeña, shhh...shhh... esta tía gritona que tienes —y ahora volvió su mirada preocupada a Sasuke —¿Cómo vas a decírmelo así?

—Me preguntaste.

—¡Ay, sí! Pero deberías haber tenido algo más de... tacto.

—Creí que lo sabías.

—¡No! —suspiró—. No sabía nada ¿no es evidente acaso?

—Sí.

—¿Y bueno? ¿Qué tienes para decirme de eso?

—No sé qué quieres que te diga —se encogió de hombros—. Kakashi le pidió la renuncia por desobedecer obligaciones vitales de su puesto, movido por los intereses románticos hacia ti, otro miembro de la milicia.

—Pero... pero... ¡eso no es cierto!

—¿Que desobedeció las obligaciones? Fue al frente de batalla a protegerte, Sakura. Y su deber era estar al lado del hokage para la toma de decisiones de guerra. Eso cuesta el cargo.

Sakura quedó callada mirándolo preocupada, para luego desviar su atención a la nada recordando las conversaciones sobre lo sucedido, mientras estaba en recuperación internada.

—Pero porque...¿Por qué no me lo dijo? —susurró.

—Porque, para él, tú eres más importante que cualquier cargo.

Y ahora la mirada mutaba a sorpresa.

Sasuke la observaba seriamente, fijo en esos ojos que ahora huían apenados, resaltados por el enrojecimiento de las mejillas y esa leve sonrisa que se colaba entre avergonzada y satisfecha. Y así era que esa joven, algo fría y estrecha al entregarse a él, provocándole apenas el tiempo que le durara la novedad del sexo, tenía ahora enloquecidos y detrás de ella a dos de los hombres más importantes de la aldea.

Llevaba tiempo preguntándoselo, y era que no encontraba en ella aquello que podía tenerlos tan prendados de su persona. Era evidente que la chica escondía más virtuosidad de lo que con él demostrara, o tal vez fuera su culpa el no tener la suficiente maña o experiencia para despertarla.

Pero que esos dos, que si de algo se había hartado fuera de oír de sus historias de cama, estuvieran disputándosela de esa forma, cayendo hasta en líos con sus funciones, era porque la chica lo valía, no como un simple trofeo.

No le molestaba aquello, sino su propia incompetencia para no verlo. Y no pudo más que sonreír, tal vez orgulloso, entendiendo al fin que había historias que no debían ser contadas, y otras que simplemente engañarían al destino para encontrar su lugar y florecer.

Una media sonrisa asomó en el varón, y esta vez no se sintió escueta.

—Debo admitir que no supe ver la clase de mujer que eres, Sakura.

Esta dio un paso atrás, entre confundida y sorprendida ante la confesión. Entendía que el Uchiha era un nuevo hombre ahora, y habían hecho las paces encontrándose como compañeros de equipo y amigos, pero no por eso no dejaba de reconocer esa naturaleza impredecible que no les ahorraba malos ratos cada tanto.

—¿Qué...qué quieres decir ?

—No te estoy insultando, si eso interpretas.

—Ah...es bueno saberlo —le sonrió incómoda, y si bien le tranquilizaba aquello, no dudó en ir detrás de su escritorio, alzando ese escudo por si acaso.

—Realmente no lo supe ver.

—¿Qué cosa? —y carcajeó nerviosa.

—Tienes locos a dos de los hombres más importantes de la aldea.

—¿Q-qué? —no entendía nada, de dónde salían esas confesiones ni que buscaba con aquello—. Creo que exageras —disimuló su nerviosismo sentándose en el sillón, con la excusa de tomar un pequeño juguete de goma desde el cajón para la inquieta niña en sus brazos, aunque más buscaba distancia del Uchiha—. No pasa nada con Seiyi.

—Lo mismo decías de Kakashi.

No dijo nada, hablar sólo expondría su nerviosismo, así que concentró la atención en esa beba, tratando de controlar el sonrojo que le calentaba hasta las orejas

—No te es indiferente Seiyi.

—¿Cómo?

—Que te gusta —le sonrió con algo de orgullo propio en el gesto, que ella cayera ante los encantos de Hyuga en cierta forma le reivindicaba como el primer hombre de su vida— Imposible que sea de otra forma.

—¿Qué...qué? ¡Mira lo que dices! —carcajeó nerviosa— ¿Crees que me gusta?

—No lo creo, lo veo.

—Yo...

—Es un buen hombre, Sakura.

Y ahora entrecerraba el ceño ante un Sasuke que más que temerle, comenzaba a desconcertarle.

—¿Me...me lo estás aprobando?

—No. Te digo lo que veo.

Ella suspiró. ¿Tan obvia era? En su defensa, no necesitaba ser obvia con Sasuke, ese hombre podía deducir mucho de tan solo un pestañeo nervioso y le admiraba por ello.

—Pero... bueno... entiendo la...digo, el pedido de renuncia —cambió de tema, estaba ya demasiado inquieta—. Pero no fue así cómo pasó. Él-

—Sakura, él no fue al frente a ganar una batalla. Su objetivo era cuidarte. Lo admitió al presentar la renuncia al frente del consejo. No tienes que excusarlo.

La mirada de Sakura se tiñó de sorpresa y, por un instante, una leve sonrisa quiso asomar aunque la disimulara rápidamente. Esas palabras le brindaban mayor calidez de las que esperaba.

—Aunque entiendo que no lo hizo solo. Kakashi lo autorizó.

—¿C-cómo? Dices que Kakashi... ¿lo sabía y luego le hizo renunciar?

—Digo que ninguno de los dos iba a permitir que te sucediera algo. Si de ellos dependía, no hubieras ido a la batalla. Seiyi conocía muy bien los riesgos si hacía lo que hizo, y quiso ser él quien te cuidara. Los dos estuvieron de acuerdo.

Sakura le observaba. Ya no sabía qué pensar. Era cierto que ambos le cuidaron en el hospital, en eso Sasuke no mentía. Pero aquello le resultaba extraño, aunque era imposible negar que Sasuke no mentía, por ende era tal como le decía. Lo que la dejaba en esos momentos con miles de preguntas, pero con una extraña sensación de bienestar. Kakashi al fin y al cabo sí le quería, pero él nunca negó eso. Cuando cortara esa clase de relación sólo le dijo que no le amaba, y que no le interesaba más seguir en ese juego de parejas, no obstante la estima y la amistad que siempre hubo, no se iría. Pero Seiyi... lo que acababa de hacer Sasuke fue confirmar las palabras que aquella noche le dijera y eso le quitaba más de un fantasma.

Sumándole a la ganas repentinas que le dieron por verlo.

—Pero le costó el cargo a Seiyi.

—Sí.

—No sé... no sé qué decir —miró a la niña una vez más antes de volver a Sasuke—. Yo...

— ¿Te lo tiras?

—¿¡Qué!? Pero ...¿¡eso piensas de mí!? —la acusación no estaba demasiado lejos de sus intenciones, pero no pudo sentirse menos ofendida. Se puso de pie amenazadora, y Sasuke solo echó a reír, escuetamente, fiel a su estilo pero carcajada al fin.

Ella le observó sin entender demasiado, y luego cayó en la cuenta de que estaba bromeando. O al menos lo hizo pasar así. Y rio junto a él, contagiando a la beba que se sacó el juguete de la boca para balbucear a gritillos.

—De verdad, ese tipo está loco por ti —dijo al fin recordando la cantidad de veces que logró chantajearlo gracias al interés por la pelirrosa.

—No creo que sea tan así. Es solo... estima por cómo le curé.

—Sí, claro —y se incorporó con aquello, buscando a la beba de los brazos de Sakura.

—¿Ya se van?

—Es tarde y Karin me está esperando para bañar a los bebés —la cubrió con la manta, con Sakura ayudándole—. Además, tú esperabas a Seiyi.

—¿Qué dices? —se sonrojó por completo— No, no esperaba a nadie, señor deducción.

—Tsk... Lo que digas.

Y la acomodó en su regazo mientras Sakura depositaba un pequeño beso en la mejilla de la beba antes de cubrirle más la carita con la manta. Ya no estaba tan frío, pero aun el aire podría resfriarla, la niña era pequeña.

—Que tengas un buen fin de semana.

—Ok, ustedes también —y los observó alejarse, deteniéndolos ni bien cruzaran la puerta— ¡Sasuke!

Éste volteó.

—Quería preguntarte si puedo... si puedo ir a visitar a Sarada este fin de semana. U otro día si están ocupados. No tiene que ser este fin de semana, claro y-

—Eres bienvenida en mi casa cuando quieras Sakura —le interrumpió—. No tienes que preguntar.

Ella asintió con una amplia sonrisa que el Uchiha devolvió escuetamente, antes de voltear y marcharse de allí dejándola sola con esa mezcla de sensaciones agradables que no comprendía aun del todo.

La única certeza era esa enorme sonrisa en el rostro. Y esas inmensas ganas por verle, que ahora ya no la tenían preguntándose de donde vendría el próximo embate que la arrojaría al suelo.

Y sin esperar más, se puso de pie, tomó su cartera y abrigo, y salió de allí. Si Seiyi volvía esa noche, de seguro iría a su casa. Y ella estaría esperándolo.



Llegar a su casa y observar el buzón como primera medida, quizá no fue la mejor idea. Tal vez debiera haberse quedado con la duda, manteniendo la ilusión intacta,que le hacía sentir los pies livianos, por lo menos por un rato más. Pero no lo hizo, y allí estaba suspirando mientras llavaba la puerta, preguntándose qué estaría haciendo Seiyi, o si acaso se acordara de ella.

No importaba, no dejaría que nada le arruinara la noche, y pronto estaba desvistiéndose para entrar a una ducha caliente que le quitara el polvo y sudor del día. No se dejaría caer, no esta vez. Luego de la visita de Sasuke y Sarada tenía esa cálida sensación que la recorría, sin mencionar que la niña le había cambiado por completo el humor. Esa beba volteaba su día siempre para el buen lado cada vez que le sonreía, y ahora que ya comenzaba a balbucear, era puro encanto el que derramaba. Y la adoraba.

Aunque había otro pensamiento que no podía quitarse de la cabeza, y fue sobre el chakra que percibiera antes de abrir la puerta de su despacho. No entendía porque Sasuke se sentía tan parecido a Seiyi, el chico sabía ocultar muy bien su chakra pero ¿cambiarlo? Ese era un jutsu muy complejo y pocos ninjas podían ejecutarlo, siendo prácticamente nulos.

Lo había revisado un par de veces mientras estaban conversando, y sí, era el mismo, solo variando en algunas notas, en donde Seiyi rebosaba en seducción Sasuke lo tenía de dureza. Por lo demás, eran prácticamente iguales, como si fueran... ¿familia?

No le dio demasiadas vueltas al asunto, quizás sólo era una coincidencia, como aquellas personas que ostentaban un parecido físico impresionante pero que no los unía más que la especie.

Así que decidió que, esa noche y por más que las ganas le pidieran otra cosa, la pasaría bien en su casa, en su nueva y enorme cama, tomando té con dulces de limón al leer aquel libro que Ino le regalara.

Y no fue distinto al día siguiente. Despertó temprano extrañamente descansada y ligeramente alegre. Había bienestar en su cuerpo y, por primera vez en días, sus pensamientos no se distorsionaban por malos caminos.

Había amanecido cálido, el sol brillaba y el aire estaba levemente tibio, ideal para el ejercicio. Y así fue que se calzó su ropa cómoda de ninja, y salió al trote hacia el campo de entrenamiento, unas horas saltando y golpeando cosas, tal vez algún voluntario dispuesto a armar contienda.

La tarde llegó y luego de una siesta se bañó y arregló. Quería salir de paseo, pensando en Ino para que la acompañara, pero luego decantó en hacerlo a solas. Se sentía bien así. Fue a aquella tienda en la que viera el vestido que le gustara, y se lo compró luego de medírselo, pasando por la casa de té a la que siempre fueran con Kakashi. Sonrió al recordar aquellas tardes y pronto algo de tristeza quiso invadirla, demasiadas vivencias y poco tiempo había pasado como para acostumbrarse a que aquellos momentos ya solo pertenecerían al pasado. Así que decidió que el café sería la mejor opción, y fue hacia la pequeña cafetería al final del pasaje, esa en la que hacían unos dulces baratos, a la que iba con Naruto de vez en cuando.

La noche la regresó a su hogar. Otra vez había olvidado encender las luces del pórtico, y como era costumbre su mirada fue hacia el buzón ni bien abriera la puerta. No podía decir que no le gustaba no tener sorpresas, haber recibido alguna noticia de Seiyi realmente le hubieran cerrado un precioso sábado, pero tampoco dejaría que la inexistencia de ellas le arruinaran el momento.

El domingo llegó y con el un nuevo y precioso día, que se anunciaba desde temprano como más cálido que su antecesor, teniéndola lista en menos de cinco minutos, para enfrentar nuevamente algo de entrenamiento. El grupo de genin preparándose para el examen que encontrara el día anterior, fue divertido y le presentó algunos cortos desafíos que no sólo le sirvieron para poner a prueba su estado, sino que los aprovechó para ayudarles con el examen, con la promesa de repetir al otro día si era que acaso no llovía. Y no estaba lloviendo.

Y allí estaban los chicos, sonrientes y entusiasmados dos de ellos, el tercero serio pero no menos atento, si hasta le recordaba a ella, Naruto y Sasuke cuando fueran estudiantes.

Les saludó a la distancia apurando el paso y pronto estaban los cuatro iniciando contiendas que prometían para el domingo un desafío algo más duro, por lo menos para ellos.

—¡Doctora Haruno!

Sakura volteó al escuchar su nombre desde lejos, pero sin llegar a precisar la ubicación exacta. Dejó el bollo de arroz, uno que le diera la joven del grupo para cargar energías durante el breve descanso, y se puso de pie tapándose el sol que le daba de frente con una mano.

—¡Doctora Haruno! ¡Aquí! —el joven muchacho vestido de enfermero, blandía una mano desde la cima de la colina que daba inicio al parque de entrenamiento ninja.

Sakura asintió ni bien diera con él, echando un trote rápido para ir a su encuentro, reconociéndolo de inmediato como uno de los enfermeros nuevos que trabajaba junto a Shizune ese fin de semana.

—Buenas tardes...

—Soy Isao, doctora.

—¡Isao! ¡Perdón por no reconocerte! El sol me dejó algo cegada.

—No hay problema, doctora, y disculpe que la interrumpa, pero la doctora Kikazawa pidió que la buscara.

Sakura se alteró, que Shizune le buscara el fin de semana cuando prácticamente si le rogara para que no fuera al hospital, sólo significaba una cosa, el estado de Kakashi había desmejorado. Sólo la llamaría si sucedía eso.

—¿Pasó algo con el hokage?

—No doctora, pero Kikazawa le necesita por una cuestión administrativa que debe resolver hoy mismo.

—¿Pero es grave? —le increpó con insistencia.

El chico reculó nervioso, ya era conocido el carácter de la pelirrosa cuando no obtenía respuestas, uno apenas algo más dócil que su mentora, lo que ya le labraba una fama poderosa.

—N-no lo sé... sólo me pidió que la buscara ya mismo y-

—¡Vamos! —le dijo prácticamente gritándole la orden, antes de girar y saludar a los jóvenes ninjas, quienes le devolvieron el gesto pero con algo de desilusión en la mirada, y echó a andar en carrera, constatando apenas de que la siguieran— ¿Y, qué esperas? ¡Vamos!

Llegar al hospital no le tomó más de diez minutos. Claro que a ella, el problema fue el enfermero quien carecía de su estado y entrenamiento, llegando diez minutos después de la pelirrosa, al perderla en el camino. La verdad, a ella no le importaba, su preocupación estaba en Shizune y en esa casi excusa que pusiera para convocarla. No creía que fueran cuestiones administrativas, no un domingo ni con esa urgencia, y no encontrarla en su despacho ni en el laboratorio, los lugares habituales en donde se reunían a hablar de Kakashi, le confirmaba la sospecha alterando aún más sus nervios.

Así que ni dudó en ir directamente hacia el piso en donde se encontraba internado el peliplata, pasando primero por el descanso y por la oficina que oficiaba de consultorio. Y nada, lo que le dejaba una única opción para dar con la morocha. La habitación del hokage.

Allí fue, no sin tener que respirar hondo dos veces mientras recorría los pasillos que la llevaban al ala. El día estaba tranquilo siendo ese lugar y fin de semana, y aun siendo horario de visitas, poca gente podría estar deambulado dada la reserva del internado.

Suspiró nuevamente frente la puerta de la antesala, acomodando su preocupado semblante a uno de fría profesionalidad, y abrió casi impulsivamente con todo el coraje que su ansiedad le brindara.

No había nadie en aquel lugar, cuando esperaba ver a su colega, asumiendo entonces que ella se encontraba tras la segunda puerta. Entrecerró el ceño, la puerta estaba cerrada, y debió carraspear para romper el nudo de nervios que le apretó repentinamente la garganta, al caer en la cuenta de que la única opción que le quedaba sería entrar a aquella habitación, con el hombre que hasta hacía pocas semanas le besaba con hambre y le miraba a los ojos con exclusiva ternura.

Suspiró al acercarse, oyendo dos voces dentro sin entender exactamente las palabras, siendo una femenina y la otra del peliplata. Y giró el picaporte empujando levemente, aunque no llegara a más cuando Isao le llamara.

—¡Doctora... Haruno! —colgado del picaporte a la antesala, el enfermero trataba de recuperar el aliento—. No... me esperó y... ¡ay, dios! Nunca corrí... tanto en mí...vida.

Se enderezó tomando grandes bocanadas de aire, estirando su estómago. Estaba colorado y tenía toda la frente perlada.

Sakura soltó la puerta, la cual se abrió apenas solo impulsada por su propio peso, siendo ella inconsciente de ese movimiento. Ahora se acercaba al pobre chico examinando su estado.

—Disculpa, pero creí que me necesitaban de urgencia.

—No, no —respiró hondo por la nariz una vez más— ...era importante, no urgente.

—¿Y dónde está Shizune? No la encontré por ningún lado.

—La esperaba en la... cafetería. No me dejó decirle.

—Ou.

—Ya está... subiendo.

—Perdón... lo siento mucho —se inclinó en disculpas y el chico le negó por respeto.

—No hay... problema...y sino le molesta, voy... a sentarme un rato... afuera.

—No, no, ve, ve —y le pidió una nueva disculpa silenciosa—. Eso sí, recuerda entrenar más, eres muy joven para no tener estado.

Él asintió sonriendo simplemente por complacencia, y salió antes de que a esa mujer se le ocurriera otra cosa. No estaba más para esos trotes.

Y allí quedó, de pie en medio de la sala, sintiendo algo de vergüenza por el arrebato en frente de un subordinado. Siempre pregonaba el respeto y de sus nervios de acero, y ella reaccionó peor que una novata. Las mejillas se le encendieron por la pena de su infantil comportamiento, y fue en el momento en que se echaba aire con la mano, que sintió a sus espaldas el peso de una mirada que hacía tiempo que no experimentaba.

Giró de repente, casi sin medirlo, solo atraída por aquella sensación que lejos de molestarle, sentía que le llamaba.

Y tal vez si hubiera estado más atenta, aquello hubiera carecido de la magia que le dejó prendada de esos oscuros ojos, que parecían detallarla con añoranza o con sorpresa, o tal vez una mezcla de ambas. No podía explicar exactamente que le provocó aquello, pero todo en ella se paralizó en ese instante. El aire, los latidos, el tiempo.

Por esa rendija, por ese espacio entre la puerta y el marco, a la distancia de escasos metros, sus ojos otra vez se encontraban. Y fueron años de contemplación comprimidos en reales segundos, en que parecieron al fin conectarse. No había palabras, no había deseo, sólo aquel sentimiento que colapsó en su corazón golpeándole las entrañas.

Y no pudo hacer mucho, nada más que nada, sólo seguirle viendo y sentirse ajena a aquello que le supiera por un tiempo tan propio, un corto o buen tiempo, uno sanador y profundo, uno que le quitó el miedo a querer sumándole el gusto por ser querida.

Y fue esa mano pálida, de uñas pulcramente pintadas en rojo, que le surcó el mentón cubierto por el tapabocas, la que le giró el masculino rostro rompiendo aquella burbuja. Él estaba con ella, ¿quién más le cuidaría? Él estaba con la mujer que le tocaba en turno divertirle, complacerlo, o serle su compañía. ¿Se aburriría algún día como lo hizo con ella? La promesa de aquel hombre le rezaba eso cuando la dejara. Pero no era ya su asunto.

Y bajó la mirada sonriendo resignada, entendiendo por una breve fracción de segundo que él siempre estaría en su corazón, que no le olvidaría nunca, que en esa historia el amor quizás no se perdería porque lo suyo venía desde siempre y desde un lugar mucho más profundo que solamente cama y atracción. Que un nuevo hombre sería un nuevo amor, pero nunca el mismo que le dio a él, porque ese ya lo había dado.

Y sentía que había más en ella, que sí, que era capaz de algo nuevo.

La mano que le tomó del antebrazo, le hizo dar un respigo al levantar la mirada. No había oído entrar a nadie, menos acercarse.

Shizune le miraba con una disculpa en los ojos, comenzando a jalar de ella para llevarla afuera, lejos del peliplata.

—Disculpa —le susurró ya estando en los pasillos— ...no me imaginé que vendrías ahora y me fui a tomar un café. Eso estuvo mal.

—No hay problema, Shi —respondió sonriendo—. De verdad que no pasa nada.

Y comenzó a avanzar a su lado, siguiéndola a donde la llevara, sin medir el rumbo. Aun su atención estaba en aquel lugar y en esos ojos que tanto le recordaron.

—Pero no era necesario que le vieras, y menos con... nada. No hacía falta.

Sakura ya no dijo nada, sólo le sonrió dulcemente halagada de la preocupación de su amiga, y la siguió. Ahora notaba hacia donde iban, la cafetería, sentándose en la silla frente a Shizune ni bien llegaran.

—¿Pido algo para ti?

Pero no le respondió, estaba pensativa, quizás procesando aún aquellos ojos o añorando al Hyuga. ¡Y qué bien le vendría verlo! Ya no sólo le extrañaba, en ese instante necesitaba sus brazos.

—¿Sakura? —le toco el brazo estirándose por sobre la mesa— En serio, perdona. No medí el impacto de mi llamado.

—No, no... Shi... enserio, está bien, fui yo la atolondrada. Solo pensaba que... nada —sonrió nuevamente—. Nada...¿me decías?

—Si quieres, dejamos esto para otro momento. No es necesario que lo hablemos ahora.

—Ya no te preocupes. Dime.

Shizune suspiró y llamó al mozo tomando ella la decisión.

—Te voy a pedir un café con un pedazo de tarta de limón, hicieron una muy rica hoy.

—No hace falta.

—Va por mi cuenta, ¿sí? —advirtió con la mirada sin darle tiempo a protestar—Te lo comes, el dulce cura el alma.

Sakura asintió carcajeando mientras la otra hacía el pedido, además de reponer su propia taza de café que ya se había enfriado.

Y ni bien el mozo se retirara, suspiró y arrancó por los motivos de aquel llamado, siendo Sakura la que al principio le costara concentrarse aunque se mantuviera con una expresión de seria escucha. No quería hacerle sentir peor de lo que ya su amiga se sentía, entrando pronto en su modo más profesional. Las obligaciones de la aldea y esa maldita amenaza de guerra estaban requiriendo la presencia del hokage, por lo que el consejo y el daimyo solicitaban poder contar con Kakashi a primera hora del inicio de la semana, pedido al que no estuvo de acuerdo Sakura concordando con Shizune cuando leyeran el resultado de los últimos análisis.

Decidieron postergar el alta hasta el martes a la mañana, día en que se repetirían dichos controles y que, si daban bien, podría brindar un alta con reposo ambulatorio, permitiéndole al hokage trabajar desde su casa con descansos de media hora cada dos de trabajo, durante lo que restara de la semana.

Sakura expresó su preocupación por que el paciente cumpliera, ya le conocía las mañas al hombre sabiéndolo cabezota, a lo que Shizune agregó que ya había pedido su traslado para volver a ser la mano derecha del hokage. Ella observaba lo mismo y que el peliplata no le hacía demasiado caso al Nara en lo que a salud personal se tratara. De ella no zafaría, al menos no tan fácil.

Estando ambas de acuerdo, a sabiendas de que Tsunade se había cargado al hombro la investigación de las partículas, siendo un tornado en ese laboratorio que en cierta medida los técnicos padecían, nada podía ser mejor en aquella decisión, salvando el detalle de que ya no se verían tan a menudo ahora. Por lo menos hasta que aquella historia de ruptura se diluyera en el tiempo.

Se quedaron una hora más luego de cerrar el tema de trabajo, un nuevo café les coronó la conversación de amigas, tiñendo la tarde de banalidades y risas.

Para un poco más pasada la hora de siesta, Sakura decidió regresar a su casa. Necesitaba un rato a solas, una ducha y cambiarse las transpiradas ropas. Y sin medirlo, la mirada cayó en ese buzón ni bien cruzara la entrada, soportando la nueva desilusión que llegó casi instantánea. No había nada, otra vez nada. Y esa tarde necesitaba casi con desesperación la presencia del Hyuga, necesidad que pronto la llevó a la tristeza y luego al enojo cuando entrara en su habitación notando aquella inmensa cama, tan de su estilo marcando esa vacía presencia, que ya colada en su vida le recordaba que él estaba pero no cuando ella quería.

—¡Idiota! —espetó con bronca para luego darle una patada a esas mantas que colgaban preciosas por un lado de la cama, antes de desnudarse dejando un regadero de ropas sucias a su paso al entrar en la regadera.

Y cuando la lluvia golpeó su rostro, como si de una consejera se tratara, le llenó el pensamiento de certezas y una de ellas era aquella afirmación que ella misma se hiciera: no hay necesidad de un hombre para sacar a otro.

Y era cierto.

Pero su voluntad flaqueaba cuando de ese dolor punzante se trataba, ya temiéndole más que a la soledad, la cual acaso si notara en los últimos días. Y allí sonrió, porque su primer miedo era aquella y el segundo el dolor.

Así que enjugó esos pesares que ya ni lágrimas le robaban, dejándolos fluir y resbalarse hasta el desagüe junto al jabón y la suciedad. Debía ser paciente y tomar la decisión correcta, de seguir adelante siendo ella, toda ella. Sólo ella.



La mañana del lunes la tomó con un poco más de cansancio. El entrenamiento del fin de semana le recordaban que había descuidado su disciplina y ya no se lo permitiría. A partir de ese día, declaró que cada tarde o cada siesta, cada momento libre, sería para darle a su cuerpo lo que a tantos años le dedicara.

Y arrancó.

El día fue ameno aunque no menos liviano. El atardecer pronto llegó, llevándola al gimnasio de la academia en donde pudo cruzar algunos puños con Rock Lee y Tenten, quienes lucían muy a gusto en su mutua compañía. Quien diría, que aquella alegría y esa intensidad encontrarían un lugar juntos en la vida.

Ya la noche la llevó a su casa y al esfuerzo de no mirar ese buzón que nuevamente estaba vacío.

El martes no fue distinto, sólo cambió la pregunta y el cuestionamiento, y que ya no mediría cuando regresaría el Hyuga, sino si acaso lo haría. No podía decir que no le importara, aunque ya no fuera lo primero en lo que pensara cada mañana y cada noche al regreso. Ya el buzón restó de protagonismo, entrando sin tener que esforzarse en no mirarlo, aunque su corazón latiera rápido cuando al mover la puerta un sobre cayera pesado. Era una de las cuentas, nada menos importante. Y hubo algo de aquella decepción que pronto olvidó detrás de su cena.

El resto de los días no fueron peores, el alta de Kakashi quien la llevó a suspirar al firmarla, y alguno de sus pacientes, sobre todos los más pequeños. Un té con Ino, ya que ya no bebía más café por su estado, y entrenamiento duro elevando las exigencias a su cuerpo.

Hubo un cambio, uno pequeño, y fue aquel que le demandó a arreglarse. Y no era que esperaba cruzárselo, sólo procuraba que cuando ella misma se viera en algún reflejo, fuera otra Sakura la que le sonriera.

Y allí echó mano a los consejos de un hábil Watari repitiendo el ritual que le enseñara para preparar la piel y sutilmente maquillarla. Le tomó algo más de tiempo los primeros días, pero para el viernes ya había tomado el ritmo y los trazos naturalmente le salían.

Hubo sonrisas ante los inesperados piropos, aunque no fueran masculinos. Fue Noozomi la que primero lo notara atribuyéndole el cambio al Hyuga y, aunque aquello no fuera del todo cierto, tampoco se esforzó por sacarla de esas ideas. Prefería que se entretuviera en ese, para que no fuera por el primero.

Y el viernes llegó nuevamente, y la tuvieron mirándose al espejo, maquillada y envuelta en su albornoz porque ya no quería verse con las ropas de todos los días. Y así fue, que decantó por aquel vestido que se comprara, uno de media estación, mangas tres cuartos con un escote en V pronunciado que le llegaba al borde de los senos, siendo insinuador pero sin revelar nada. Ajustado al cuerpo arriba, para soltarse en la cintura llegando con holgura hasta la media pierna, corto para la seducción pero no tanto para el descaro. Sí, le gustaba como le lucía, y el pequeño pañuelo al cuello de tonos borra vino haciendo juego, las botas cortas que le diera Seiyi y su abrigo, completaban el estilo de ese día que le hacía sentir poco menos que una diosa. Le gustó más con el cabello suelto y los aretes que Watari le insistiera que vistiera cada día. Le picaba la incomodidad por lo costoso de su precio, pero para un hombre como el Hyuga aquello no importaba, sólo el hecho de que ella los usara y se sintiera bien en el proceso.

Y así salió, sintiéndose plena, sintiéndose hermosa.

Sintiéndose bien. Al fin bien.

No era mujer que necesitara de llamar la atención para su autoestima, tampoco era eso lo que buscaba, sólo proyectar en su cuerpo el bienestar que encontraba en su alma.

Hacia la tarde, el día terminaba temprano, no menos tranquilo que los anteriores pero si mucho antes. Así que cuando Nozoomi anunció que se retiraba, ella hizo lo mismo, quitándose la chaqueta de médico y reemplazándolo con el abrigo el cual dejó abierto.

Salió, no sin antes agradecer la observación del guardia, sonriendo ante la mirada aprobatoria que más de un médico o enfermero le echaba. Normalmente ya era pasada la hora de cena la que la tenía en las calles, apurada por conseguir algo para comer en la noche y en llegar a su casa, pero ese día era distinto, si apenas despuntaban las luces del alumbrado público, y aun la gente deambulaba tranquila con sus compras o regresando de sus actividades.

Nadie la esperaba en casa y nada debía hacer después, así que decidió consentirse tomando un café en aquella cafetería paqueta a la que normalmente no iba por no contar con el tiempo o ganas, y ese día tenía ambas.

El local era muy bonito, decorado moderno pero no menos elegante y acogedor, y era notable que su idea para la tarde era la misma que la que tenían todos los estudiantes y jóvenes trabajadores ya que el lugar estaba atestado.

La cola de espera para encargar la bebida era larga, pero ella tampoco tenía apuro, así que se quitó el abrigo ya dentro del local, colgándolo de sus brazos mientras esperaba el turno, dedicándose a contemplar distraída los distintos objetos que decoraban el lugar..

No notó el tiempo transcurrido, ni toda la gente que iba y venía, hasta que la cajera llamó su atención, sonriéndole cuando esta al fin espabilara.

—Perdón, estaba distraída. Es muy hermoso el lugar.

—¡No hay problema, doctora!

—¿Me conoces?

—¡Claro! Siempre atiende a mi abuelita. ¡Y como la hace renegar con lo cabezota que es!

Sakura entrecerró el ceño, conocía a la anciana a la que se refería pero no lograba dar con la chica en su memoria, y si bien le resultaba familiar, no llegaba a darse cuenta de quién era.

—¿Akiko? —arriesgó.

—No, Yoki. Akiko es mi hermana —y le sonrió.

—¡Perdón!

—No se disculpe. Es que siempre va ella, yo la llevé una sola vez, cuando estaba de franco.

—Ahhh... por eso me resultabas familiar pero no me daba cuenta—suspiró— ¿Cómo está nana, mejor? No la vi esta semana.

—Desde que la tenemos bien cortita, sí, ¡mejoró muchísimo! Ya anda haciendo de las suyas. Entre nos... creo que era mejor que se quedara quieta —carcajearon— Gracias por preguntar por ella, doctora. Mi nana la adora. Creo que si tuviera un nieto, estaría buscando casarla con él —miró hacia atrás de Sakura en ese instante, hacia la extensa cola que parecía aumentar cada minuto, pero no fue eso lo que disminuyó la sonrisa, volviéndola en una algo nerviosa—. Disculpe, doctora, ¿me dice su pedido?

—Oh, sí, sí... no quería demorarte con mi charla —miró hacia el gran cartel con la carta de bebidas decidiéndose rápidamente, rara vez pedía otra—. Quiero un vainilla late mediano, con canela extra y un roll de manzana, ese al que le agregan chispas ¿lo tienen? Porque no le veo en el menú.

—Sí, hay de ese. Se lo pido —anotó el pedido— ¿Lo toma aquí o lo preparamos para llevar?

—Lo tomo aq-

—Que sean dos iguales—la voz masculina detrás de ella le interrumpió— , y para llevar, señorita.

Sakura se sobresaltó por el arrebato que lo superpuso a su orden, y no pudo más que voltear de repente a enfrentar a aquél que le faltara el respeto, pero que extrañamente le acelera el corazón al creer reconocerlo.

Y allí le esperaba, inclinando apenas la cabeza para que ella mejor le apreciara.

—¿S-Seiyi?

Le sonrió, una suave sonrisa pero no menos seductora, aguardando por esa sorprendida mirada jade que pronto se resaltó bajo el sonrojo que la tiñera.

—Señor, ¿a nombre de quién? —solicitó la cajera.

—Hyuga, señorita —respondió sin mover su atención de la pelirrosa, que había quedado inmóvil frente suyo y al parecer muda—. Hola, Sakura.

—Ho-hola... cuando... ¿cuándo regresaste?

Esa endemoniada sonrisa se amplió.

—Estás hermosa.



El café quedó en el olvido cuando la invitación a cenar se impusiera. Dos jóvenes que lucían enamorados conversando en los bancos de afuera, recibieron el regalo del Hyuga, quien contenía bajo el argumento del mal estacionamiento, ese apuro por meterla al coche que aguardaba aparcado a una cuadra. Estaba bellísima así vestida y arreglada, sencilla fiel a su estilo, pero no menos llamativa. Se la veía bien, y eso le encantaba, pero tal como él reparaba en cada detalle de ese cuerpo, era consciente de que otros también lo hacían, y si nadie se le acercara en esa cola que la mantuvo expuesta y esperando por algo menos que media hora, fue el hecho de que él andaba cerca ahuyentando a cualquier atrevido.

Había llegado de viaje hacía dos días, al final el temporal que lo demorara fue más fuerte que lo pronosticado, provocando derrumbes que bloquearon los caminos además de inundaciones en varios poblados vecinos. Por suerte no hubo demasiados daños, solo los suficientes para mantenerlo allí aislado gran parte de la semana. Y si bien podría haberse anunciado el miércoles, quiso darle espacio volviendo a los viejos hábitos de observarla desde las sombras por su propia mano, aunque siempre hubiera tenido a alguien velando por ella todos esos días que estuviera fuera, manteniéndolo informado. Sabía que aquél comportamiento era cuestionable, y no se loaba de ello, pero no podría dormir tranquilo sino la sabia bien, a salvo, y era sabido de su persona que él jamás se quedaba con las ganas de absolutamente nada. Al final el Hatake le había contagiado no solo la devoción por esa joven, sino también la desesperación por velar por ella.

Fueron esos celos de ver a otros acechándola, emoción que jamás había sentido, fue su cercanía, o tal vez ese sonrojo nervioso y ansioso con el que lo miraba, aquello que lo tenía tan inquieto en el auto, ya rayando la impaciencia por llegar al restaurante elegido, sobre todo a la mesa del reservado, tal como a él le gustara cenar con ella, a solas. Pero debió reconocer que mucho más tuvo que contenerse, cuando ella no pudiera esconder ese enojo que le contrajo los labios y el ceño al reclamarle el por qué no le había avisado antes de su regreso. Ella no quiso admitirlo en ese instante, pero se colaron en el reclamo los celos del misterio de ese prolongado viaje, porque él nunca le aclaró el motivo de tan extensa demora.

Nunca en la vida tan poco lo puso tan duro, debiendo acomodarse distinto en el auto para no resultar evidente, ni menos doloroso. Agradeció que un buen trecho del camino, ella decidiera demostrarle la molestia prestando únicamente atención al camino que se abría por la ventanilla opuesta, situación que le dio la oportunidad de detallarla minuciosamente sin entrar en provocaciones, porque la miraría de todas formas aun si ella se diera cuenta.

Estaba hermosa, un deleite para la vista. Y no solo aquello, lucía mucho mejor que cuando la dejara, más relajada, como si gran parte del dolor que él tratara de mitigarle, de a poco se fuera diluyendo en el tiempo. Y le alegraba poniéndole ansioso en partes iguales, ya que aquello le acercaba al momento de definiciones, y no iba a permitir otra que no fuera él con ella. Sólo se detendría si ella se lo pedía, y moría de sólo considerar aquel escenario.

—Hermoso lugar —le dijo dejando que fuera él quien deslizara su abrigo desde los hombros quitándoselo.

—Me alegro.

Era la primera vez en los últimos veinte minutos, en que ella le dirigía la palabra. Luego de enojarse, el único gesto que le indicaba que le escuchaba era un asentimiento o el simple hecho de avanzar hacia donde la mano que apoyaba en su espalda le señalaba.

Se quitó las botas tal indicaba el mozo de aquella mesa privada, ambientada al lejano oriente, simulando una noche arábiga. La atmósfera era muy acogedora y romántica, y no pudo evitar sonrojarse cuando Seiyi le tomara de la mano invitándola a arrodillarse a su lado sobre los almohadones y alfombras que se desplegaban alrededor de la mesa.

Él estaba mejor que nunca, o tal vez era que lo había extrañado demasiado, pero ese cabello negro y pesado que suelto caía sobre esos anchos hombros, que tenían la camisa oscura de seda tensándose ante cada movimiento, le obligaba a tener que contener su agitada respiración a fuerza de disimulados suspiros.

Pero fue peor cuando ella al fin se acomodara, cruzando las piernas a un costado dada su corta falda, reparando él en esa tela que poco a poco subía dejando los trabajados muslos a su deleite, que no pudo más que demandar su cercanía importándole poco respetar la distancia que le marcaba con su enojo. Como le fue imposible a ella, ocultar ese aliento alborotado cuando él jalara levemente de su mano al acercarla más a su lado.

—Muy... muy hermoso... todo —balbuceó mirando los tules que caían del techo en el momento en que la intensidad de las luces apenas bajaron, dejando que relucieran más aquellas de tonos cálidos y ocres que simulaban velas o pequeñas antorchas—. Es como estar en una tienda en medio del desierto... Una tienda muy elegante, digna de cuento. Está todo... hermoso.

—No más que tú —le susurró con voz grave, esperando por esos apenados jades que le buscaron ni bien le escuchara.

Él le sonrió y ella debió respirar hondo bajando de inmediato la mirada, que indiscreta había ido de esos ojos hacia sus labios.

—¿Ya se te pasó el enojo?

—¿P-por? Sí, ya...¡no! Digo... —carraspeó completamente roja tratando de acomodar su embobamiento en firmeza— ¿Crees que por traerme a un lugar bonito, me olvido de las cosas?

Él carcajeó, grave, seductor.

—¿No funciona así contigo?

—¡No! —se alejó ofendida—. Me conoces, sabes que no funcionan así las cosas conmigo.

La carcajada de Seiyi aumentó en intensidad.

—¿De qué te ríes?

—De lo linda y adorable que eres —le dijo acercándose a centímetros—. ¿No ves que estoy provocándote?

Ella frunció el ceño, entrecerrando los ojos, desencadenando una nueva carcajada en el varón, y esa sonrisa de la que se asomaban apenas los colmillos, que tan marcados los tenía ese hombre, un detalle que para ella le resultaba tan irresistible como extraño.

—Malo.

—¿Yo?

—Sí.

—¿Y por qué soy malo ahora?

—Lo sabes.

—No, no lo sé.

—Te lo dije en el auto.

—En el auto sólo me reclamaste que no te avisé cuando llegué.

—Sí, por eso.

—Pero si justo te estaba avisando en ese momento. ¿Eso te enojó? ¿Qué te avisé?

—¡Sí!

—¿Sí? Entonces te enojas porque te aviso.

—¡No! ¡Ayyyy, Seiyi! —le empujó en ese instante soportando esa suaves y graves carcajadas que retumbaban en su bajo vientre cada vez que las soltaba— ¡No me hagas esos juegos de palabras!

Y en ese momento, el mozo entró con una bandeja, conteniendo toda clase de platillos orientales.

Sakura observó sorprendida mientras el hombre se arrodillaba para acomodar los pequeños platos y salsas, distribuyéndolos por toda la mesa, dejando luego un cuenco de bronce con agua tibia y dos pequeñas toallas a sendos lados. Y cuando al fin se levantó retirándose, Sakura increpó a Seiyi con reprimenda en la mirada.

—¿Cuándo ordenamos?

— Es una degustación de la casa. Son platillos exóticos y le permiten a los neófitos —le señaló con la mirada, ella entrecerrando los ojos en respuesta— ,sí, como tú, probarlos antes de ordenar. Es una forma de que se lleven una buena experiencia.

—Oh... wow, no me esperaba eso.

—Por eso elegí este lugar para... avisarte —hizo conejitos con los dedos resaltando la palabra— ...de que había vuelto.

Ella puchereó.

—Llegaste el miércoles.

Y ahí iban de nuevo.

Sakura no era consciente de cómo le enloquecía con aquello. Si fuera una tortura estar tras ella toda la tarde, observándole preciosa y tan lejos de su alcance, ese instante ya rayaba lo insano. Pero era necesaria esa lejanía, no buscaba otro efecto que aquel que ya estaba logrando, aunque no hubiera calculado adecuadamente la reacción de su propio cuerpo ante el caprichoso comportamiento, que si ya casi que lo tenía goteando.

—Sí.

—Y no me avisaste hasta ahora.

—Así es, ¿y cuál es el problema en eso?

Ella respiró hondo y se sonrojó sólo de considerar decirlo, porque sentía que perdía una pequeña batalla al reconocer lo que le había provocado su ausencia.

—No me gustó.

—¿Por? —dijo mojándose los dedos en aquel cuenco, para secarlos después y tomar una pequeña bolita frita que parecía carne rebozada. La mojó en una salsa color carmín acercándosela a los labios—. Abre la boca.

Ella le miró y obedeció con algo de reticencia.

—No seas desconfiada, ¿alguna vez te he decepcionado?

Asintió, sin dejar de mirarlo, tomando con los labios el pequeño bocadillo, que comenzó a picar ni bien tocara la lengua. Le observó ahora entrecerrando el ceño en reclamo, tapándose la boca con el dorso de la mano.

—¿Pica? —le dijo carcajeando— No es más fuerte que el wasabi, no te quejes.

—Hace mucho —bebió un sorbo de té tibio que habían servido junto con los platillos— ...que no como... wasabi —otro sorbo y el calor había pasado— ¡Malo!

—Ya no te pica.

—Malo igual.

—Pero si te gustó, ¿qué me reclamas?

—Fue delicioso, sí, pero... sigo enojada.

—¿Por qué te decepcioné?

—Sí... por eso.

Él suspiró sin dejar de sonreír, lavándose otra vez los mismos dedos con los que le diera de comer.

—Y así que te decepciono —repitió tomando ahora una pequeña hojita de parra con la que alzó un puñado de arroz con especias y salsa, acercándosela otra vez—...Ahora prueba ...este.

Ella le miró con desconfianza, abriendo la boca al fin cuando él asintiera.

—¿Tampoco confías en mí ahora? —y empujó el pequeño paquetito que había armado dentro de la boca de la joven, dejando los dedos al alcance para que ella los chupara absorbiendo la salsa que había escurrido a ellos—. Así me gusta.

Y le sonrió, limpiándose los dedos mientras le observaba masticar.

—Este estuvo... suave

—Y tú no confías... mujer de poca fe.

—No dije eso.

—Pero sí que te decepciono.

Ella suspiró ablandando su semblante.

—Es que... Seiyi, no entiendes.

—Explícame.

Un nuevo puchero adornó esos labios, y él debió contenerse de no abalanzarse a morderlos.

—¡Desapareciste por más de una semana, Seiyi! —dijo al fin y él sonrió sin mirarla buscando ahora un falafel que tomó para él.

—¿Sólo eso?

—¡Son muchos días! ¡Dijiste que ibas a estar para mí!

—Y lo estoy.

—¡No! Te fuiste. No estuviste.

—Soy un hombre de negocios, Sakura.

—Lo sé —agachó la cabeza avergonzada, buscando el té luego para disimular esa molestia—. Pero... me mandaste flores los primeros días.

—Porque no me olvidé de ti.

—¿Y después sí? Porque no me mandaste más nada.

Le miró ahora, acariciándole la mejilla derecha al llevarle un mechón de cabellos detrás de la oreja.

—Imposible olvidarte — pero no aclaró nada.

Ella alzó la vista sólo unos segundos, para encontrarse con esos ojos profundos que parecían devorarla en el instante. Y fue tal la fiereza de esa mirada, que no pudo evitar sonrojarse dejando que las palabras escaparan.

—Me hacías falta...—balbuceó.

—¿Si?

Asintió mordiéndose el labio inferior cuando lo vio acercarse.

—Te extrañé.

Y aquello era lo que buscaba. El corazón se le aceleró, aunque pudiera disimularlo bajo ese tranquilo estoicismo que lo mostraba como un hombre imperturbable. Si ella supiera que por dentro provocaba lo contrario, estaría perdiendo aun sin haber iniciado.

—¿Cuánto?

Y ahora los jades cayeron en esa boca que sonreía ladina.

—Mucho.

—¿Mucho?

Asintió volviendo vidriosos e indecisos a sus ojos, provocando a esa mano que le tomaba el mentón ahora, empujándolo hacia abajo con el pulgar para entreabrir la pequeña boca, amenazando tomarla, pero quedándose sólo en ganas. Era tal el embrujo del momento, de esa joven que lo tuvo desvelado desde que volviera y la viera deseable no sólo para sus ojos; era tal la locura que despertaba en sus demonios, que ese simple juego ya lo tenía más que preparado a cualquier insinuación.

Pero no cedería. No aún.

Se alejó lento luego de aspirar por breves segundos ese aliento. Sonriéndole a esos labios para reparar luego en la mirada que deseaba y no entendía porque él no seguía adelante.

—Yo también te extrañé, preciosa —le dijo.

Ella tragó duro obligándose a cerrar la boca. Y fue ese movimiento que le soltó el mentón para luego alejarse del todo llamando a los mozos, mientras ella apenada, sin entender demasiado lo que le había hecho, acomodaba su falda bajándola al enderezar la espalda.

Suspiró luego, preguntándose qué carajos sucedía, si aquello era un juego, comenzaba a alterarla tanto como excitarla, y una cosa alimentaba a la otra en ese torbellino, que fue la inocente pregunta que la sacó de la vacilación al ofrecerle Seiyi una copa de vino dulce.

Asintió sin saber exactamente a qué, y dos copas de cristal aparecieron en frente vaciando en ellas el mozo, el brillante líquido carmesí.

Brindó solo en inercia al varón y bebió un sorbo imitándole.

Estaba delicioso y lo necesitaba, probarlo sólo dejó en evidencia aquello. Así que bebió otro, y luego un tercero.

Y le miró. Él esperaba detallándola, jugando con su bebida al girarla dejando que el cuerpo de su virtusiodad se adhiriera a las paredes de vidrio.

— ¿Te gusta?

No le dijo nada, solo bebió otra vez dudando al volver a esos negros ojos, que ahora la desafiaban al acompañar esa voracidad con la que la observaba con una sonrisa de lado.

—Me gusta.

Fue un nuevo trago que demoró en sus labios el tiempo que le llevara vaciarlo, el que le brindó el coraje cuando al fin apoyara con cuidado la copa a su lado.

Le miró y se detuvo detallando al varón que tenía en frente, que ahora apoyaba sus amplias espaldas en el mullido respaldo, mientras una seña de sus dedos les dejaba a solas de servicio, y separados del resto al correr los telones que oficiaban de exótica entrada.

Respiró hondo exhalando entrecortado, el varón leía en ella mejor de lo que ella misma lo hacía, y dudó. Le observó la mano que sostenía el cabo de la copa, la firmeza de esos largos dedos, el tamaño de la palma. El bíceps ahora se tensaba al apoyar el codo sobre la rodilla, siendo esos ojos, esa sonrisa endemoniada, la que volviera irresistible al resto.

—Sei —le dijo dulcemente, demasiado para el hombre que encrudeció esa mirada—Quiero...quiero besarte.

Y él simplemente carcajeó. No era burla ni menos provocación. Era gusto, el cual se expresó en el sorbo que bebió lentamente sin dejar de mirarla, ocultando sus intenciones antes de apoyar ese vaso en la mesa para girar el cuerpo hacia ella.

— ¿Y entonces?

Sakura suspiró y fue verle limpiar con el pulgar la mancha carmesí sobre sus labios, para que su cuerpo simplemente reaccionara a buscar lo que le era ofrecido.

Se mordió el borde del labio antes de inclinarse al frente, apoyando sus manos en los almohadones, para gatear lentamente los dos cortos pasos que les separaban.

Seiyi esperaba, soportando la locura que la reacción de la joven le causaba. No imaginó aquello, ni que ella con tal inocencia le sedujera de esa forma, si fue verle el deseo en los ojos teñidos de esa pena cuando se acercara a su rostro, para no poder reparar nada más que en la pequeña boca que se abría buscando por la suya.

Y se dejó tomar, lento y sin dudas, cerrando los ojos. Ella se deslizó suavemente succionando ese néctar firme que le tuviera fantaseando tantos días y noches, al conocerle y desearle hasta enfermar de impotencia.

Y se atrevió a más cuando sin soltarle, avanzó hacia él elevando su cuerpo para apoyarse en el duro pecho.

Fueron esos brazos los que ahora le rodearon, fue la mano que buscó aquella nuca, fueron esos masculinos labios que ahora dominaban el beso buscando subirla a su regazo.

—Seiyi... —gimió cuando le soltó la boca bajando por su quijada.

Jadeó al sentirlo moverse lento recorriendo con la lengua su garganta. Fue la mano en la espalda la que la acarició pesado mientras la otra le sostenía la cabeza donde la quería y necesitaba.

Y jadeó otra vez cuando la boca llegó a su pecho, mientras la mano ahora subía apretada y lento por sus costillas.

—Preciosa —le dijo al soltar de un hombro el vestido antes de besarle la piel que allí se exponía— ...así me gusta... sin sostén —y rosó el duro pezón marcado a fuego sobre la tela, antes de que ella le mirara con lujuria otra vez—. Siempre debes vestir así cuando estés conmigo —y ahora la mano bajaba para recorrerle el muslo colándose debajo de la falda—. Disponible... no me gustan las barreras.

—Sei...yi... —suspiró cerrando los ojos cuando esos dedos se acercaron peligrosamente a su centro, deteniéndose a la distancia prudente para enloquecer al deseo.

—Sólo conmigo.

Y le besó el cuello luego, buscándole los labios que devoró en medio de un ronco gemido aferrando ese rostro ahora a su capricho.

Las manos la recorrían, tomaban su nuca, acariciaban pesado las mejillas, la espalda, las piernas. Y ahora era ella llevada por ese beso, que lento y profundo llenaba cada centímetro de su boca, que se animó a tocar con los dedos todo aquello que vieran sus ojos. Fue así que primero recorrió el firme pecho, metiéndose debajo de las solapas, le tomó el sedoso cabello, apretando los hombros, rozando los brazos, el abdomen, la espalda.

Y cuando él se separó un instante para ir de nuevo a ese cuello, un nuevo reclamo encontró su lugar en medio de susurros.

—No vuelvas a irte... por favor...

Se detuvo tomándole el rostro para mirarla. Estaba excitada, él apenas si mantenía su lujuria a raya.

—No puedo prometerte eso.

—E-entonces no... desaparezcas...

Le sonrió.

—Estoy aquí, ahora.

—Pero te fuiste... —puchereó— Me... me dejaste sola...

Y eso era aquello. Al fin caía.

—¿Te sientes sola?

Asintió.

Y él apretó la mandíbula en ese momento. Era eso, no el deseo.

El beso, las ganas... aun ella estaba en el pasado buscando desesperada salir de ello. Y él era esa soga, seguía siendo el salvavidas que la sacaba del sufrimiento. Aún estaba en aquel lugar, y si bien debía bastar para aquellas genuinas reacciones que lo llevaron a besarla, su persona no se conformaría con eso.

Y la besó de nuevo, sólo porque necesitaba disfrutarla, tocarla, sentirla. Aunque ese segundo supiera más a furia que a lujuria, aun así necesitaba sentirla, porque esa noche allí acababa, aún no estaba lista y enfureció por aquello. Porque de verdad había albergado la ilusión del regreso, aun sabiendo que era pronto pero añorando lo primero.



No pudo evitar el beso que se le escapó a las ganas, cuando debajo del oscuro pórtico de aquel pequeño departamento, ella le mirara encendida con la pequeña sonrisa que le invitaba al contacto.

No, no pudo evitarlo. Ni eso, ni abrazarla, ni desear colarse entre esas piernas en aquella cama.

—Quédate esta noche —le susurró sobre la boca.

—Me halaga tu pedido —y era cierto, que ella se animara a tanto hablaba de la confianza que le tenía aunque con eso no alcanzara.

Ella sonrió buscando otro beso. Y él se lo dio, porque lo quería, pero más se lo dio porque lo necesitaba. Así lo había reducido esa niña, a un manojo de deseo que debía contener a fuerza de esmero si quería ser el único triunfador en esa historia, el primero.

Y luego de unos segundos, el calor volvió a tomar rienda de sus cuerpos, dejándose llevar a apretarla contra esa puerta mientras ella se alzaba de puntas para aferrarle el cuello.

—Me gustas, Sei.

Él sonrió mordiéndole la boca para separarse luego.

—No encendiste la luz.

Carcajeó.

—Lo sé... pero hoy no importa, ¿no? Tengo a mi caballero.

—Claro —le acaricio acomodándole los cabellos sin soltar ese abrazo— ,uno que va a velar hasta que entres, cierres y te metas en la cama.

—¿Velar? —entrecerró los ojos.

—Así es.

Le miró seria por unos segundos y luego a esa boca, volviendo a los ojos. Y allí entendió, él no iba a quedarse. No lo haría.

—¿Otra vez vas a dejarme sola?

Le sonrió sin evitar la molestia de aquello.

—Debes aprender a vivir con eso.

—¿Con que me dejes?

—Con tu soledad.

Ella negó, apretando los ojos y cerrando los dedos sobre esas solapas para aferrarlo cerca, evitando que se fuera.

—Siempre lo estuve y ya no quiero, no más.

—No, no te confundas, nunca estuviste sola.

—Sí, Sasuke se iba todo el tiempo y-

—Siempre estuviste esperando, esperándolo — le habló dulce pero no menos firme— , era una soledad física. Ahora no hay nada aquí —le señaló el lugar— ,ni adelante.

Negó nuevamente. Otra vez él se le escapaba.

—No... no me gusta esto.

Le sonrió.

—Porque aún no le entiendes.

—¡Quédate y ayúdame a entenderlo! —le dijo con desesperación.

—No, yo no puedo. Debes hacerlo por tí misma.

—Sei... enserio...

—Y cuando realmente aprendas a estarlo —le tomó las pequeñas manos soltándoselas de la tela para depositarle luego un suave beso sobre los dedos— ,volveremos aquí, a seguir la noche.

—No te vayas.

Le sonrió soltándola, dando un paso atrás en ese escalón.

—Hasta mañana, Sakura.

—¡No! —le retuvo tomándole de la mano— Si...si te vas ahora, no... no ...¡no voy a querer que regreses! —amenazó en desespero, ya enojada.

—Entonces será un adiós.

—Seiyi ...¿no entiendes que quiero estar contigo?

—No, la que no entiendes eres tú —continuó—. No me quieres a mí. Es lo mismo que aquella madrugada.

Ella agachó la mirada.

—Piénsalo bien. Y cuando estés lista, sabes dónde encontrarme.

—Pero... estoy lista. No puedes decir-

—No estás lista para mí.

—¿P-para tí? —le tomó esa pequeña mano soltándosela de la propia, acariciándosela al asentirle —Pero ... eso es injusto, Sei... como... ¿cómo voy a saberlo?

Le sonrió.

Esa respuesta le gustó, comenzaba a entender.

—Cuando aún sin sentirte vacía, sigas extrañándome —y le besó el dorso antes de soltarla definitivamente —Hasta ese momento, Sakura, es mejor que no nos veamos.

—¿Q-qué? —ahora había preocupación en sus ojos— Dijiste que... me esperarías.

—Lo estoy haciendo.

—¿Así? No...no...pero ... dijiste que sentías cosas por... por mí.

—Y es cierto.

Lo miró apretando los labios frustrada. Y él no podía más que desear devorarla en ese momento. No soportaba verla sufrir, y menos de su propia mano, pero necesitaba de ella todo, no solo la lujuria del consuelo. Todo.

—Pero yo...yo te quiero.

—Y yo a ti —le respondió, aunque ese no fuera el sentimiento—. Pero eso no cambia las cosas.

—No juegues conmigo, por favor... Sei...

—Si así fuera, no estaríamos hablando en este momento —le sonrió soportando esos ojos que comenzaban a cargarse—. Ahora conoces mis condiciones, preciosa. El resto depende de ti

—Sei...

Y se alejó un paso dedicándole una breve sonrisa antes de voltear para arrancar su retirada, calmo, firme, apretando los dientes en soporte a la decisión que le estaba costando. Y se fue sin mirar atrás, dejándola con los ojos clavados en sus espaldas, en aquel auto que arrancó suavemente y que fue perdiéndose poco a poco de su campo visual, hundiéndose en la noche y en aquella distancia que sería lo único que habitaría entre los dos, el tiempo que a ella le tomara decidirse.


Bueno, hoy sí llegué en tiempo y forma, ¿no?

No saben lo que corrí para terminar este cap, y me quedó larguísimo, aunque creo que no se van a quejar por eso. Así que pido mil disculpas si hay partes improlijas o con algún errorcito que me haya quedado, o sino se entiende algo (me avisan, ¿eh? yo encantada de corregirlo).

Dejo un enorme saludo al apoyo incondicional de mi queridísima @MilleHatake que anoche hizo malabares para ponerse a corregir el cap a última hora, porque pensé que no llegaba y llegué y ella le puso todas las ganas en ayudarme. Gracias, hermosa, mil mil gracias.

Bueno, ahora sí, me siento a leerlas je je je

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