Capítulo 45
—Preciosa... —le susurró suavemente al oído, acariciándole el rostro con el dorso de los dedos para despertarla suavemente.
Sakura se había dormido otra vez entre sus brazos, apoyada en su hombro, esta vez en el auto durante el viaje de regreso a la aldea. Porque el día que había planificado para distraerla no terminó en el almuerzo. Cierto fue que la sobremesa se extendió por más de dos horas, en las que más de un café los acompañara mientras degustaban los postres a base de uvas que eran las recomendaciones del chef, resultando luego también los favoritos de la pelirrosa.
Hacia la mitad de la tarde las lloviznas habían cesado dando lugar a un cálido sol que entibiaba el ambiente, además de hacer relucir los viñedos por la humedad que aún no se evaporaba. Y a los cafés le siguió una caminata por las galerías hacia los sembrados, para luego descansar en el casco de la estancia de la familia Lauvuelle, a invitación de su dueño, amigo y socio del Hyuga. Esta se encontraba a más de treinta kilómetros del lugar, lo que les dejaba un viaje de una hora de regreso a Konoha, dado los sinuosos caminos entre los montes y campos.
La mirada de Sakura se tiñó de alegría en todo el día, Seiyi no permitiría otra cosa, y cuando la calma los invadía de a momentos dando lugar a los recuerdos, un sutil coqueteo la tenía sonrojada y atenta a él, porque no permitiría que los actos de otro hombre la lastimaran nuevamente. Kakashi sería el último que la hiciera sufrir.
—Mmm —se quejó frunciendo el ceño ante la molestia. Se encontraba demasiado a gusto entre esos brazos, siendo las vibraciones del auto en movimiento el relajante muscular que le terminaron de invocar al sueño.
—Estamos llegando.
—¿A dónde...?
Él carcajeó suavemente.
—Abre los ojos... es tu casa.
Ella pestañeó, luego frunció el ceño somnolienta, moviendo la cabeza. Se sentía confundida.
—¿Qué? —miró hacia la ventanilla tratando de interpretar en donde estaba—. Ou...si, yo... me dormí —se incorporó lentamente en el asiento mientras Seiyi quitaba el brazo que le rodeaba— ,perdón...¿te incomodé?
—¿Incomodarme? Fue un placer tenerte en mis brazos.
Ella le sonrió. Él hacía lo mismo. Y en ese momento fue ver la luz del pórtico de su casa antes de que el vehículo frenara, para que la alegría que la cubría se opacara.
El día había terminado y debería regresar a la rutina, a su casa vacía, a esa soledad que jamás le molestó pero que ahora amenazaba fría y despiadada esperándola, para obligarla a enfrentar otra vez la realidad. Porque ese día junto a Seiyi había sido un sueño, él se había encargado perfectamente de ello, y giró para verlo constatando que aún siguiera allí a su lado, que él siguiera siendo real. La sonrisa calma con la que le recibió el varón mientras la observaba atentamente, le llenó de calidez y de ganas de no dejarlo ir. ¿Estaba bien retenerlo con ella para no recordar? No lo sabía, la única certeza que en esos instantes era clara era que no se sentía lo suficientemente fuerte para soportar ese dolor, Seiyi le había demostrado que de su mano todo era mejor, y sabía que sería tan fácil solo pedírselo, que se vio tentada a invitarlo a quedarse.
—¿Sucede algo, preciosa?
—Eh...no, no —bajó la mirada en ese instante, se sentía egoísta y desubicada al siquiera considerarlo, y no quería que él lo leyera— ,sólo...estoy cansada.
Tomó su abrigo, el que completaba el atuendo, el bolso a juego y las flores que Seiyi le regalara cuando esa niña pequeña se acercara en el viñedo, vendiendo los arreglos que había logrado armar con la escasas flores de la estación.
Seiyi se adelantó a cualquier movimiento de la joven, saliendo rápidamente del auto para ir a abrirle la puerta. Una sonrisa galante y esa mano extendida que ahora tomaba la suya ayudándole a bajar, la recibieron provocándole un nuevo sonrojo que la llenó de calidez.
—Ven, colócate el abrigo —se lo tomó depositándolo sobre sus hombros.
—No es necesario, Seiyi.
—Está frío.
—La puerta está a dos metros.
Comenzó a caminar a su lado.
—Sí, pero hasta que abras va a pasar un rato.
—Tengo las llaves —le dijo cantarina.
—¿Si? ¿Dónde?
Se detuvieron al lado de la puerta con Sakura revolviendo el pequeño bolso negro, sin encontrarlas.
—Pero si yo... las puse... ¿dónde están?
Seiyi carcajeaba.
—¿Buscas esto? —le dijo luego de unos segundos, alzando frente a su rostro la pequeña llave plateada con el llavero de corazón de jade que Ino le regalara para el día de los amigos.
—Pero...
—Cerró Watari esta mañana.
—Te juro que ... estaba muy distraída —le sonrió nerviosa tomando la llave para luego abrir.
Suspiró pesado cuando el seco sonido de la última vuelta del desllavado, le anunciaron el fin de esa noche, y levantó tímida la mirada hacia el hombre a su lado, que ahora se apoyaba en el marco la puerta observándola con semblante serio, más no menos apacible.
—Tenemos... tenemos que despedirnos... ahora.
—Sí, eso se acostumbra cuando un caballero deja a su dama en la puerta de entrada a su casa —y le sonrió de lado, tan seductor y a la vez ansioso, que si hasta le resultó irresistible a Sakura.
Ella carcajeó bajito, mordiéndose el labio inferior después.
—¿Soy tu dama ahora?
—Siempre lo fuiste.
—¿Ah, sí? —alzó una ceja incrédula— ¿Y desde cuándo sería eso, que yo no me había enterado?
—Desde que te vi.
Ella volvió a morderse el labio jugando ahora con el picaporte. Se negaba a girarlo para abrir al fin.
—Entonces... ¿adiós?
—Ummm... ¿adiós? Es demasiado definitivo para esta despedida, ¿no te parece?
Ahora la carcajada no fue pequeña.
—Cierto... buenas noches, entonces.
Seiyi respiró hondo contemplándola unos segundos. Sinceramente no quería irse, y no había intenciones escondidas en esas ganas, sólo aquellas que buscaban no dejarla sola. Había visto la tristeza asomar en esa mirada ni bien llegaron, y sabía que cuando él se fuera, estaría llorando hasta que diera la madrugada. Y no quería eso, no lo quería al peliplata colándose en esos duros recuerdos arruinando todo el esfuerzo que había puesto con empeño durante el día. Sabía que no estaba en su poder arrancárselo de los pensamientos, tenía una vida con ella ya que por más amantes que fuera durante los últimos meses, primero fue su sensei, su amigo, un gran confidente, eso no podía cambiarlo, y tampoco lo quería. Su fijación era más específica y se circunscribía a las últimas semanas y a la estupidez del Hatake. Así que no dejaría que el capítulo que le abrió como el cretino que la lastimara, se colara esa noche. No hasta que ella hubiera descansado bien y tuviera las suficientes fuerzas como para exorcizar la experiencia por sí sola, porque sabía que debería hacerlo tarde o temprano, él no podía ahorrárselo aunque ganas no le faltaran. Y si bien sólo ella misma lograría al fin cerrar esa historia, si dependía de él que fuera más simple y rápido, allí estaría, a cada minuto, a cada etapa. A su lado.
Le acarició la mejilla como despedida luego y se incorporó de ese marco bajando el escalón hacia el camino de salida a la calle.
—Buenas noches, preciosa —le dijo con una suave sonrisa volteando al fin para retirarse.
Todo en Sakura se detuvo al verlo llegar al auto, y cuando se inclinó a tomar el picaporte, fueron sus palabras las que lo detuvieron
—¡Seiyi!
Giró. La chica ahora apretaba entre sus manos la tira de la cartera, con preocupación en la mirada y ansiedad en su aura.
—Yo...digo...¿quieres tomar un... café?
Sería como el quinto del día.
Seiyi sonrió soltando la puerta.
—¿Quieres que entre contigo?
—¡Sí! —carraspeó nerviosa—...digo, si q-quieres. Por...por el café.
Esa sonrisa se ensanchó volviéndose felina, pero no le respondió nada. Giró hacia el auto hablándole a Watari a través de la ventanilla del acompañante que este bajara. Y luego se incorporó hacia ella cuando el auto al fin arrancó.
Ella sonrió ampliamente, esperando por él que ahora caminaba a su encuentro.
—Se fue... Watari.
—Me invitaste a un café.
—Pero... ¿no iba a esperarte?
—No va a ser necesario.
Sakura sonrió con picardía y algo de nervios por esa oscura mirada que ahora parecía devorársela desde que ella lo invitara.
—¿E-estás seguro?
—Tus cafés son deliciosos.
Sakura sonrió sonrojada.
—Nunca te hice un café.
Él carcajeó ahora.
—¿Y vas a hacerlo esta noche?
El corazón de la joven enloqueció en ese instante. La invitación fue una excusa aunque su decoro se resistiera a reconocerlo, la realidad era que no quería que se fuera, que esperaba a que durmiera con ella como lo hiciera la noche anterior, sólo que ¿cómo pedirlo sin que la malinterpretara?
—No...no lo sé.
Él se inclinó hacia la chica y esta contuvo el aire. Aunque las intenciones no fueran besarla no podía decir que no se sintiera tentado a hacerlo. En su lugar, deslizó la mano por la espalada de ella para girar al fin el picaporte empujando la puerta.
—Te advierto, no tengo piyamas.
—Lo... lo sé —la farsa había sido descubierta.
—¿No te molesta?
—No...no...e-está bien.
—Entonces entremos.
—¡Mierda, Kakashi! —el aludido cerraba el ojo del lado en que Zulima palpaba suavemente aplicándole alcohol— ¡Está feo esto! Deberías ir al hospital.
—No es lo —se contuvo frunciendo el ceño cuando la presión que ejerciera la chica con el algodón sobre su labio partido, le ocasionara más dolor que el esperado— ... peor que me haya pasado.
—Es un golpe de un Hyuga con... las palmas —le reprendió con la mirada— ¡Y quédate quieto, carajo! —suspiró— Es un golpe duro, podría haberte tranquilamente fracturado la mandíbula.
—Pero no lo hizo.
—No, claro que no, y da gracias a tu máscara, sino todo el mundo estaría preguntando qué le pasó al hokage. Tienes el mentón morado —suspiró nuevamente cuando este volvió a moverse por el dolor— ¿Que mierda le hiciste para que te golpeara así?
A la madrugada, casi amaneciendo, Seiyi se había presentado en su casa. Y por más que su llegada a esas horas fuera imprevista, la verdad era que sabía que lo haría ni bien se enterara de lo sucedido con Sakura, sólo que nunca consideró que todo se diera tan rápido.
Él no dormía, no podía. Zulima sí lo hacía, en su cama, a su lado. No tenía realmente ganas de compartir tiempo con nadie, pero la rubia no le permitió regresar solo desde el Lux cuando viera el estado en que había quedado tras la escena que montara para correr a la pelirrosa.
Nada había pasado entre ellos, por más que Zulima se lo sugiriera, más que un té, algunas palabras de consuelo y preguntas no respondidas. Lo único que ella debía saber era que lo suyo con Sakura había terminado y no necesitaba explicaciones para eso, bien había sido parte involuntaria de esa ruptura. Algo que ya tenía claro, iba a costarle caro.
No pudo ignorar demasiado tiempo a Seiyi, aunque se hiciera el que no escuchara los golpes en la puerta ni los gritos que lo maldecían desde abajo. Sabía que los ANBUs no reaccionarían, su superior ya retirado no era una amenaza para el hokage, además de no tener permitido interferir ni menos averiguar, en asuntos personales. Pero todo se había ido al caño cuando fuera la platinada quien lo escuchara, despertando sobresaltada. No pudo detenerla cuando bajó alterada y algo furiosa por las escaleras, y si bien sabía que no podía esquivar la contienda con su amigo, fue peor que ella fuera quien atendiera.
La furia del Hyuga no mermó al verla allí, menos envuelta en una de las remeras del peliplata. Fue de inmediato contra él bajándolo de una trompada luego de correrla, y no se detuvo allí, porque se encaramó sobre él en el suelo apretándole el cuello con las palmas activas llena de chakra mientras le estampaba todos sus insultos y alguna que otra nueva trompada, mientras Zulima gritaba y en vano trataba de jalarlo fuera del peliplata.
Fue duro, pero no opuso resistencia aunque pudiera. En cierta medida sentía que se merecía aquello, y hasta si le supo a necesario ese dolor físico que mitigara la amargura de su alma.
Zulima dejó caer sus manos de repente, agachando la cabeza para buscar los ojos del peliplata. Su amigo, el hombre por el que nunca dejó de sentir, estaba sufriendo y si bien intuía lo que le sucediera, no entendía del todo qué había pasado.
—Kakashi... ¿qué pasó?
Él negó sin decir nada.
—Creí que estabas enamorado de ella.
Se puso de pie de repente, subiéndose la máscara para ir hacia la ventana detrás del hogar encendido, perdiéndose en el paisaje nocturno.
—¿No vas a contarme?
—No.
—Pero deberías hablar, aunque sea algo. Desahogarte.
Él respiró hondo sin mirarla, las explicaciones sobraban y le faltaban las ganas. Solo quería estar solo, rodeado de su ordenada miseria que le ardía comiéndoselo en vida, prefiriéndola a cualquier otra cosa, eran viejos conocidos y ella jamás le defraudaba.
—Deberías irte, Zulima. No creo que a Ryuk le guste mucho que duermas en las noches conmigo.
—Ryuk es mi sum-
—No fue una sugerencia.
—Idiota —le refutó poniéndose de pie de esa banqueta para guardar el alcohol y deshacerse de los algodones usados—. Sabes que Seiyi le anda dando vueltas, ¿no?
Kakashi sólo respiró hondo una vez más. Claro que lo sabía y más le hinchaba los celos verlo tan determinado con ella, más que con cualquier otra mujer antes. Y sabía que al fin lo conseguiría, le había notado el nerviosismo en Sakura cuando el Hyuga andaba cerca. Y le molestaba, más de lo que podía admitir, aunque decidía ni pensarlo.
—¿Sabes que va a conseguirla?
—¿Qué quieres Zulima?
—Saber que carajos te pasó —continuó luego de respirar hondo, acercándose a él— ,estabas loco por tu alumna.
—Eso es lo que piensas tú.
—Eso es lo que vi. No te hagas el idiota.
Kakashi le echó una mirada desganada antes de girar por completo a ella y enfrentarla.
—No te metas en donde no te llaman.
Zulima carcajeó.
—¿En serio, Kakashi? No me metí, me metiste —le espetó con furia ahora—. Te recuerdo que me usaste de excusa para que te dejara ella.
Él se encogió de hombros restándole importancia al reclamo.
—Entonces, tómalo como que te debo una.
La mujer gruñó.
—¡Eres imposible! ¿Sabías? ¡Como el cabeza dura de tu amigo! —En ese instante tomó la decisión de dejarlo solo, sino lo molería ella misma a golpes ahora— ¡Los dos! ¡Los dos! ¡Iguales! ¡Se enamoran y se vuelven unos imbéciles! —se detuvo frente a él a escaso metro y medio señalándolo con el dedo—Tú por dejarla ir por... por... ¡por lo que sea que mierda te pase! Y él por elegir la misma mujer habiendo tantas.
Resopló por la naríz observando la mirada de hastío que el varón le devolvía, y con un gruñido se dirigió hacia el sillón en donde yacían su bolso y abrigo.
—¡Se van a terminar matando ustedes dos!
Kakashi solo la observaba yendo y viniendo mientras se colocaba el abrigo con bronca.
—¡Me cansaron! ¡Harta estoy! ¡Harta! —se colgó la cartera y lo miró una vez más— Me llamas sólo si... ¿sabes? ¡Nada! Volveré cuando tenga que ver algo del Lux.
Y salió a tranco largo cerrando en un portazo.
Kakashi respiró hondo ni bien quedó a solas, debiendo tocarse el mentón que se sentía algo hinchado bajo su tacto. El golpe había sido preciso, el Hyuga solo buscaba lastimarlo para hacerle sufrir el dolor que seguramente vio en ella, y le alegraba, porque sabía que Sakura no estaría sola en ese nuevo embate que el destino le arrojaba, que había alguien que la cuidaría con esmero. Porque por más que le retorciera en celos la sola idea de que él la tocara, de que se volviera al fin él su amo, fue genuina la devoción que observó en esos ojos cuando le advirtiera, cuando la cuidara. Y la furia que destilaba hasta en sus poros la noche anterior cuando fuera a castigarlo, sólo podían surgir desde verdaderos sentimientos, no simplemente de ganas de cama. Seiyi jamás se había esforzado por una mujer, jamás lo necesitó, y por Sakura estaba hasta quedando en desventaja.
Sonrió angustiado y debió cortar el gesto por la punzada de dolor. Al fin tendría que decantar por tomar los analgésicos que Zulima le trajera. La rubia se había portado bien con él, demasiado, recordándole antaño cuando se desvivía por conquistarlo. No podía decir que le fuera indiferente, aun le seguía incitando en alguna forma, siendo esa oferta de una sesión que castigara sus errores un ofrecimiento que le había tentando las ganas, aunque aún no pudiera. Las sensaciones de la pelirrosa entre sus dedos, entre sus labios, todavía estaban muy frescas y no haría más que aumentar su sufrimiento cuando la añorara en medio del goce.
Lavó el vaso que utilizó para beber el agua con el calmante, y no pudo evitar el recuerdos de esa jovencita ataviada en sus pijamas que le lucían enormes, bebiendo café mientras le sonreía con picardía, o cocinando esas tortitas que sabían mágicas desde sus manos. Y se odió. Se odió como nunca por permitirse el lujo de vivir esa experiencia, aun sabiendo que no estaba destinada para él, que no debía, le era prohibida. Y haber saboreado la felicidad desde esos labios fue suficiente para terminar de cerrar la puerta al infierno que lo acompañaría hasta su muerte, porque no se puede añorar lo que se ignora y ahora ya no entraba en ese grupo. Ahora debería verla sonreír colgada de otros brazos, porque Seiyi iba a lograr conquistarla, tenía todo lo que ella merecía, y sabía que no iba a soltarla fácilmente. El Hyuga era posesivo como nadie, aunque jamás absorbente. No entendía cómo podía conjugar esas dos cualidades, pero convivían tan perfectamente en él, que las mujeres que lo había probado se quedaban devotas sin necesidad de límites o reclamos. Así era Seiyi, y Sakura le fascinaba, y había una gran culpa de ello en su persona porque si no le hubiera delegado su cuidado, esto no estaría pasando. Aunque en esa ecuación, ella ahora tampoco tendría a alguien que la cuidara tal como lo hizo y haría él.
La furia anidó insoportable en su pecho, viéndose forzado a descargarla con el puño que se hundió de repente en la pared al lado de la alacena. Los nudillos quedaron profundamente marcados sobre el yeso del revoque, evidencia de ese enojo que ahora le inundaba los ojos con frustradas lágrimas. Lágrimas que pronto migraron a angustia y se cargaron de ese peso descontrolado que las hacía caer y reproduciéndose en partes iguales.
Y lloró.
Primero mirando al suelo y luego debiendo arrodillarse porque ni siquiera las ganas de estar de pie le ayudaron a pasar el momento.
Estaba solo. Estaría así toda su vida.
Pero pudo no estarlo...
Y aun así, seguía eligiendo ese infierno porque sabía que aunque sea así la vería, sana, alegre, viva. Porque si tan solo se hubiera rendido a las ansias de dejarla a su lado, estaba seguro de que la tragedia que era su fiel compañera maldiciendo su puta vida, pasaría y la tomaría burlándose de él ya que ahora le arrancaría lo que más quería. Y sabía que de ese pozo ya no podría salir, ya no querría hacerlo.
Sí, así estaba mejor. Sufrir añorándola pero tenerla viva. Eventualmente esas chispeantes sonrisas le hablarían de nuevo, ya en los preciosos jades no habitaría el dolor de su desconsuelo y podría seguirlos viendo. Así estaba bien, lo prefería.
Porque de otra forma, sabía que la perdería.
Seiyi suspiró pesadamente.
Acostado sobre sus espaldas en la pequeña cama de plaza y media, con Sakura durmiendo acurrucada a su lado, respirando tranquila con la cabeza apoyada en su pecho desnudo mientras la rodeaba con el brazo. Él no hacía más que mirar hacia el techo, utilizando su otro brazo como almohada, buscando alejar los pensamientos que lo devolvían a esa cama, con esa jovencita que hoy vestía el delicado pijamas de encaje con tirante y culote al tono que Watari había colocado en el paquete de regalo del vestido que le diera en la mañana. Él no se lo había pedido, esa había sido idea de su viejo mayordomo, a quien la seriedad no le quitaba lo zorro.
Sonrió. El hombre bien sabía que ese atuendo en sus esclavas lo seducía cuando alguna buscaba un favor más allá de las ideas que él tuviera para el encuentro. Pero esa noche, el detalle que bien era el deleite de sus ojos, se le estaba haciendo insoportable, ya que por más que disfrutara de la vista y con eso debiera alcanzar, el ritual se componía también de quitarlo para después follarlas. Y eso con Sakura, aún estaba vedado.
La noche le sería larga. Muy larga.
Suspiró nuevamente acomodando la cabeza. El brazo ya se le entumecía y no iba a aguantar mucho más tiempo en esa pose.
Sakura a su lado se removió frotándose contra el pecho, sorprendiéndolo. La hacía profundamente dormida.
Alzó la cabeza para observarla y fue en ese instante en que ella hizo lentamente lo mismo sonriéndole al encontrarlo.
—Perdona preciosa, te desperté.
—No, no —se acomodó alejándose un poco para poder verlo mejor— ,me desperté hace un ratito, pero no quería molestarte. Pensé que estabas dormido.
—No, no dormía.
—¿Estas incómodo?
—No, para nada. ¿Por?
—Porque no duermes... yo te pedí que te quedaras y ... mira, no descansas.
—No te preocupes por mí —Seiyi se movió para girar su cuerpo de lado, imitándolo ella luego para quedar frente a frente—. Yo estoy mejor que nunca. Pero tú sí que tienes que descansar.
—Sí —dijo en medio de un suspiro— ,me siento exhausta pero... no puedo —él le acarició la mejilla dulcemente— ... y si tu no estuvieras aquí... no podría parar de llorar. Yo... te agradezco mucho que estés conmigo. Me haces... muy bien.
Seiyi le sonrió, sólo había gratitud en ese gesto, pero la posición le hinchaba los músculos de los brazos y el pecho, y esa simple mueca a penumbras tornaba su mirada en una irresistible para Sakura, quien no hizo más que sonrojarse para deleite del varón.
—Preciosa —le susurró con voz grave— ,simplemente con eso ya me pagas todo.
Ella entrecerró el ceño divertida.
—¿Qué? ¿Te debía algo?
—¿Crees que soy un filántropo? —la risilla de Sakura no se hizo esperar— Claro que me debes, digo, me debías.
—¿Ibas a cobrarme?
—Claro, cuando llegara el momento.
—Y, pregunto... ¿cómo pensabas cobrártelo? No tengo dinero.
—Dinero no quiero, me sobra, preciosa. Pero tienes algo más que me interesa.
—¿Yo? ¿En serio?
—Sí, en serio.
—Pero que puedo tener...
—¿No te das cuenta?
—No... bueno —lo pensó por unos segundos, siguiéndole el juego, debiendo descartar cualquiera de las ideas que le venían— ...no, la verdad que no tengo idea.
Él sonrió de lado, picándole la nariz luego.
—Algo que me gusta mucho, muchísimo. ¿Te sirve la pista?
—¡No! Déjate de misterios y cuéntame.
Él negó divertido, aunque había más seducción que otra cosa en sus gestos.
—Deberás averiguarlo.
—¡Ey! Malo —y cerró su frase con un puchero que a Seiyi simplemente le enloqueció.
Respiró hondo para calmarse acariciándole los cabellos luego.
—Ahora, cuéntame que te tiene despierta a estas horas.
—No me cambies el tema.
—¿Qué? ¿Ya te diste cuenta?
—¡No!
—Bueno, lo hablaremos cuando lo averigües.
Ella frunció la nariz observando esa sonrisa ladina que coronó las palabras. La había dejado fuera de juego, y sin excusas para no responderle la pregunta, porque si bien sabía que podía desahogarse con él, le apenaba hacerlo. Decirlo era reconocer lo poca mujer que se sentía en ese momento.
Suspiró y bajó la mirada hacia sus labios y luego a la nada, desapareciendo casi de inmediato el frunce en el ceño y el brillo divertido en sus ojos, que pronto fueron reemplazados por la duda y el dolor.
—Preciosa —ella alzó las cejas pero no lo miró— ¿No vas a contarme?
—¿Q-que cosa? —balbuceó.
—Que te tiene así, despierta —le acarició el borde de su rostro hundiendo el dedo en el mentón luego para levantarle el rostro hacia él— ...angustiada. ¿A que le temes?
Esos preciosos jades no pudieron ocultar la sorpresa que le causó lo bien que la había leído.
—Seiyi...
—¿Si?
Suspiró mirándolo a los ojos.
—Es que... —negó luego— ¿Realmente quieres saber?
—Quiero hacerte sentir bien.
—Es que me da... me da vergüenza.
—¿Por?
—No, no sé —se encogió de hombros— ,siento que vas a pensar mal de mí si te cuento.
Le sonrió.
—Pruébame.
Ella lo miró, él esperaba calmo, y luego le miró los labios debiendo suspirar antes de pestañear desviando la atención y el deseo a otro lado.
—Yo... es que —carraspeó—... ¿crees que soy una mujer aburrida?
—¿Aburrida? No, no lo creo.
Ella asintió frunciendo el ceño, pensativa ahora, pero no le dijo más.
—¿Y a qué se debe ese planteo?
Respiró hondo en silencio, meditando uno segundos las palabras.
—Es que...cuando Kakashi me dejó, me dijo...eso.
—Qué cosa te dijo.
—Eso. Que se aburrió de mi.
Ahora quien respiraba hondo era Seiyi, comenzando a lidiar con las ganas de hacerle otra visita al peliplata.
—No creo que se haya aburrido.
—Pero lo dijo.
—Decir, podemos decir cualquier cosa. Que sean verdad, es algo muy diferente.
Sakura agachó la cabeza en ese instante, la mueca en sus ojos rápidamente permutó a una de decepción.
—Pero tenía a otra... ya tenía a otra, Seiyi —lo miró con angustia en ese instante.
La seriedad del Hyuga fue dura, pero esbozó una suave sonrisa para calmarla.
—Sasuke nunca me dijo nada antes de irse, pero... él simplemente se fue sin prometer nada y regresó con... Karin y los bebés y esa ilusión...y —un suspiro le cortó las palabras, uno que amenazaba a lágrimas— ...Kakashi tampoco me hizo promesas, fue sincero en eso al menos, pero se fue igual. Tuvo la valentía de... de decirme que ya no...y... me dejó, como Sasuke. Se ve que no valgo lo suficiente para quedarse...
—¿Que no vales qué?
Ella siguió con su hilo de pensamientos.
—Pero se sintió tan real mientras estuvimos juntos que... que yo creí... Pero todo estaba en mi mente, porque al final...él también prefirió a otra.
—¿Kakashi?
Recordó a Zulima en este instante, en como la encontrara vestida con la remera del peliplata cuando lo visitara durante la madrugada. Era obvio que la rubia estaría para él, pero no se imaginó que su amigo la usara como excusa frente a Sakura, porque sabía muy bien que no era la verdadera razón de dejarla. Y aun así, le infló la molestia que ya sentía, de igual forma que si aquella idea fuera verdad.
—Y no puedo culparlo solo que-
—Dime, ¿Kakashi te dijo que te dejaba por otra mujer?
—Me lo dijo pero no le creí... hasta que lo vi besarla cuando —suspiró pesado— ...lo seguí al Lux, y allí lo vi con.. Zulima.
—¿Zulima?
—Sí, ella... y me fui. ¿Qué me iba a quedar viendo más? Era... era verdad al fin.
Seiyi apretó la mandíbula con bronca aunque no permitiría que se le notara, y luego le acaricio los cabellos una vez más.
No se creía el argumento, ni lo que vio la chica, menos lo que él mismo encontrara esa madrugada. Era una coartada, no podía ser otra cosa, le había observado demasiado asustado como para que quisiera iniciar algo más, más con Zulima, una sumisa a la que no podría controlar a antojo.
—¿Que hay mal en mí, Seiyi?
Sus cavilaciones lo habían movido de foco y ahora la miró confundido.
—¿Qué dices?
—Que si tu observas algo mal en mí. Por favor, dímelo.
—No hay nada mal en ti.
—¡No puede ser! Algo debe haber... todos los hombres que amé me dejan por... por otra.
—No hay algo mal en ti para que eso suceda.
—¿No? Cuando hay una constante en un error, es porque algo se hace mal. No puede ser que simplemente-
—Aun no llegó el indicado —le susurró interrumpiéndola—. Es solo eso.
—¿El indicado?
Seiyi asintió teniendo ahora por completo su atención..
—Sí, aquel al que todo ese inmenso amor que brindas, no le quede grande —continuó—. Y encuentre en ti lo que siempre ha buscado.
Sakura entrecerró los ojos ante esas palabras, la dejaban en un mejor lugar que el que ella se había ubicado, y lo meditó buscando una falla en la lógica, o tal vez tratando de encontrar la simple complacencia que la calmara, dudando una vez más de las intenciones del hombre que ahora le sonreía con esa mirada calma y endemoniadamente atractiva en los ojos.
—¿Tu crees?
—Claro, sino no te lo hubiera dicho.
—¿Y si lo dices sólo para hacerme sentir bien?
—¿Me llamas mentiroso?
—No pero-
—Si crees que sólo te lo digo para hacerte sentir mejor, es porque crees que miento. Y yo nunca-
—Me mientes —le interrumpió cortándole la frase.
Seiyi sonrió.
—Vamos entendiéndonos.
Sakura ahora le devolvió el gesto por unos segundos, para luego suspirar meditando esas palabras una vez más.
—¿De qué dudas?
—De... de nada.
—Vamos, habla conmigo.
Negó sin mirarlo, y luego suspiró mordiéndose el labio inferior, regresando su atención a él cuando lo sintiera peinarle los cabellos al acariciarle nuevamente.
—Yo... y si...¿y si no me doy cuenta cual es el indicado?
—Tranquila —continuó— ,él lo sabrá.
—Pero... ¿y cómo me daré cuenta yo de que él lo es?
Le detalló los rasgos unos instantes, contemplando esas delicadas facciones y los jades chispeantes bien abiertos. Adoraba cuando la expresión de intriga mezclada con un toque de ansiosa sorpresa le teñía los ojos, se veía tan hermosa así expectante, tan delicada y tierna, que despertaba todo en él, hasta lo más lascivos demonios.
—Porque no huirá de ti esperando le demuestres que de verdad le amas —le habló con voz grave al clavarse en sus ojos— , porque cargará con cada dolor hasta de cuando te lastimes una uña, y se alegrará con cada sonrisa genuina que esboces —ahora se acercó lo suficiente para que le escuchara, aun cuando la distancia que ya tenían no impediría el mensaje— ...y porque no desperdiciará ninguno de los besos que pueda darte.
Las mejillas de la joven se le tiñeron en ese instante, sin poder evitar temblar ante la mirada oscura y dulce con que la bañaba. Y fue la sonrisa que estiró los masculinos labios por unos segundos, la que la llevó a desear devorarlos al caer sus los jades allí.
Lentamente la mueca se disipó y fue ella la que se relajara cuando el varón se moviera más cerca, empujándola con la sola presencia a recostarse sobre sus espaldas en la cama, dejando que él llegara suavemente a ella.
—Seiyi...
—¿Mhm? —delineó el rostro con la mano libre mirándole la boca ahora.
—¿Sientes... sientes esas cosas?
—Solo por ti.
Fueron simples palabras, tan simples y directas que le estremecieron el espíritu despertando las ganas. Seiyi era fuego puro cuando se acercaba, cuando la miraba, cuando tan solo le hablaba. Y fue escucharle prometer aquello que le supo a genuina verdad, para que se olvidara de la advertencia en el almuerzo al dejar que la besara una vez más.
—No miento.
Y sus labios se sellaron, dando paso pronto a la lengua que los degustó lentamente por dentro, dando rienda libre a esos pequeños dedos que se posaron en su desnudo pecho unos, para enredarse entre los largos cabellos negros que caían densos por un lado, los otros.
Fue un beso lento, medido, pero no menos profundo. Nada era a medias con Seiyi, y ella iba enterándose al fin, logrando develar un poco más el velo de misterio que rodeaba al hombre que ahora acomodaba medio cuerpo sobre ella, posándose sobre el codo para no aplastarla. Sus piernas reaccionaron encogiéndose para contener el pulso que anidó repentino en su centro, pero pronto descendieron dándole paso al varón, que ahora a paso medido se colaba entre ellas.
Fue sentirlo, aprecia la dureza sobre sus livianas ropas de noche, para no poder contener el gemido que inundó sus bocas. Fue el gruñido que vino después, cuando sus cuerpos tomaron el mando inconsciente y se apretaron para frotarse, sumando una caricia a las que ya se brindaban.
Fue el calor, fue ese beso que no terminaba y que iba escapándose del control hacia las ganas, o tal vez las pequeñas manos rozando en punta de uña la ancha espalda, o fue ese suspiro femenino que se coló en su oído cuando al fin sus labios le buscaran la piel del cuello, que le hizo caer en la cuenta de hacia dónde iban con todo ello.
Agradecía ser un hombre en control, conocer cada reacción, cada gusto de su cuerpo, porque ello le permitió detenerse aun cuando la pelirrosa cerraba los ojos en entrega ante cada sensación que él le iba brindando.
—Preciosa —susurró acariciándole la quijada, los alientos mezclándose pesados y rápidos, inmersos en esa densa excitación que los tenía mareados.
—Fue... fue el tercero —balbuceó ella buscándole los labios que ahora sonreían al ser nuevamente besados.
Carcajeó sobre esa pequeña boquita, cerrando luego la caricia que amenazaba su autocontrol otra vez.
—¿Tercero? Sakura, no me dirás que-
—¿Qué? ¿Lo dije en voz alta? —él asintió sonriendo, ella se sonrojó por completo— ¡Ay, no! ¡Ay, no!
—¿Acaso querías qué...?
—¡No lo digas! —y como pudo se tapó el rostro con ambas manos, mientras el varón sobre ella aun carcajeaba en gusto, soportando la excitación que le endurecía hasta en dolor.
—Me encanta que también lo desees —le susurró logrando que ella fin saliera del escondite—,pero aun tu deseo no viene desde donde yo lo quiero.
—Eso... eso, n-no lo sabes —le respondió en medio de un puchero. Se sentía excitada y frustrada en partes iguales, y reprocharle sólo le salía cuando no reparaba en esos oscuros ojos que la observaban atentamente.
—Sí, lo sé.
Y suspiró saliéndose de encima de ella, para caer al colchón a su lado, unos segundos sobre sus espaldas.
Pero no se dejaría demasiado tiempo en esa posición, menos en esa cama. Sentía ese pequeño cuerpo agitado cerca, ese calor, ese aroma que le embriagaba, y por primera vez temió de que su autocontrol se viera comprometido, porque con cada beso le era más difícil mantenerse a raya. Y fue así que se sentó en la cama tras unos instantes, dejando caer sus piernas afuera, sonriendo cuando la pequeña mano le acariciara la espalda segundos después.
—¿Pasa algo, Seiyi?
—Pasa de todo, preciosa —y giró tomando esa pequeña mano para llevarla a sus labios y depositarle un beso— ,pero mi prioridad es que sanes, así que solo... dame unos momentos.
Ella le miró con ojos grandes, sonrojada y asintiendo, sin poder medir el dedo que luego le acarició los labios cuando él no quitara a tiempo la mano.
—Me siento igual que tú —confesó Sakura al fin tímidamente.
—Y me alegra —pero igual tuvo que ponerse de pie, para no arrojarse sobre ella y tomarla—. Voy abajo, a tomar ...agua. Sí, agua.
—Te acompaño.
—No, Sakura. Déjame calmarme y luego volveré a dormir contigo.
Ella asintió regresando debajo de las mantas, sintiendo que no era una opción sugerirle lo contrario nuevamente, ni desobedecerle una vez que bajara. La voz fue dulce pero no menos autoritaria, y entendía que debía darle su espacio. La tensión entre ambos aumentaba a cada segundo y se le estaba haciendo deliciosamente insoportable, castigándola con la culpa de olvidarse tan rápido de Kakashi en los instantes en que saboreaba esos labios, o se cruzaba con esa mirada.
Suspiró al quedar a solas, entendiendo las palabras de Seiyi cuando le hablara sobre su deseo. Aún el dolor le confundía por momentos y la alborotaba, no había ideas claras en su mente, ni siquiera sabía que iba a hacer cuando cruzara a su ex sensei nuevamente. Y aun así, sabiéndose en medio de una tormenta, no la desesperaba, porque sentir el enorme soporte de Seiyi, tan cerca, tan dedicado...como una vez hubiese tenido a Kakashi. Y las dudas le asaltaban al compararlos. Sacudió la cabeza en ese instante, eso que hacía no era sano, y entendía que su mente sólo buscaba protegerla valiéndose de un recurso demasiado vil e incorrecto, pero que le resultara efectivo. El dolor y el miedo a vivirlo nuevamente, no eran buenos consejeros.
Suspiró, cerrando los ojos para dejar de a lado esos pensamientos, y fue en ese instante en que dos sensaciones se presentaron claras con la mismas fuerza. Ese amor que debía apagar por Kakashi, y esa atracción e intriga que Seiyi le despertara desde que lo viera por primera vez entrando en su consultorio. Sólo ellas dos eran nítidas en medio del ruido y la nebulosa, y ahora, cuando sonreía ante la calma que ese enigmático hombre le provocaba con la seguridad que emanaba de sus brazos, de su mirada; había una tercera sensación, una que le decía que no estaría mal permitirse que Seiyi al fin la sedujera. Que era correcto que, tal vez, era el indicado.
Los golpes secos en la puerta se oyeron lejos pero no menos insistentes. El ANBU llevaba más de un minuto golpeando en intervalos regulares, sin atreverse a entrar. Era la casa de su hokage, y era de madrugada. Su superior estaría descansando y lo menos que quería era incomodarlo, con la interrupción que debía consideraba que ya era suficiente.
Kakashi gruñó cuando nuevos golpes se hicieron más nítidos retumbando en sus adoloridas sienes. No recordaba que la cabeza le doliera tanto al dormirse boca abajo en el sillón de su living. Ni que hubiera sentido tanto frío, tenía el cuerpo helado.
El mentón, en la zona del golpe, le pulsaba tanto como sus sienes aunque ahora la piel del labio le tiraba clara señal de la hinchazón, si casi que ni ganas de abrir los ojos le daba, y entendía que el calmante que le dejara Zulima debiera haber funcionado mejor, claro, sino se hubiera bajado media botella del wisky que el Lev le regalara.
—Mierda —susurró al tratar si quiera incorporarse, desplomándose nuevamente sobre los almohadones.
—¿Hokage sama, está ahí? —la voz del ANBU le hizo reaccionar, sentándose a duras penas para luego tomarse la cabeza entre ambas manos al apoyar los codos en las rodillas.
Un escalofrío le cruzó el cuerpo dejándole sentir el mal estado en el que se encontraba. Y se puso de pie al fin, acomodándose los cabellos en lo que le pareció un peinado correcto a su persona, y se subió un poco más la máscara rozándose sin querer la mejilla golpeada. Cerró los ojos en dolor, el Hyuga le había dado más duro de lo que pensaba, y caminó pesadamente hacia la puerta.
—¡Ya va! —gritó arrepintiéndose en seguida— Ya... va —repitió como pudo, soportando el dolor que exhalaba en cada palabra.
Abrió al fin. El ANBU en la puerta le miró con sorpresa, su estado debía ser lamentable, antes de arrodillarse con la cabeza gacha en respeto de su cargo.
—¡Hokage sama! Disculpe la interrupción, soy consciente de que estaba descansando.
—Habla —le dijo este casi en un gruñido.
El muchacho carraspeó manteniendo la posición de sumisión, pero no tardó en cumplir la orden.
—Llegaron informes urgentes desde el frente. Se requiere su presencia en la sede ANBU a las 600 horas.
—Bien —miró hacia atrás, hacia el reloj de pared entendiendo que eso le dejaba apenas cuarenta minutos para alistarse, maldiciendo esa suerte—. Allí estaré.
El ANBU le saludó y desapareció en medio de una nube de humo, mientras su hokage cerraba la puerta.
Kakashi suspiró al quedarse a solas, le dolía todo y un nuevo escalofrío le cruzó el cuerpo.
Debería darse una ducha para mejorar su semblante, y tomarse más de un medicamento si quería estar al menos presentable para la hora citada.
Las pulsaciones en su cabeza le recordaban lo amargo del whisky cuando se tomaba como un anestésico, que en realidad solo le sirviera para quedarse dormido.
Sacó de la alacena dos aspirinas y se las tragó enteras junto a un vaso de agua. Y luego encendió la máquina de café, uno cargado y negro le ayudarían, y suspiró apoyándose en la mesada al frente para esforzarse en no recordarla. Fue esa mueca de angustia la que le indicara que debía encargarse de su rostro, y allí acudió tomar una compresa congelada desde el freezer apoyándola con cuidado en la zona afectada por sobre la máscara, la cual ocultaba lo morado pero no la deformación de la hinchazón.
Y suspiró midiendo el movimiento de sus labios. La vida seguía, sus responsabilidades, sus talentos, su soledad venían junto a la rutina. Ahora regresaba a ser él en esa casa que se le antojaba enorme, la casa que eligiera y que tanto placer le había dado conseguirla. Él y sus libros, también sus nikkens cuando al fin se sintiera con las fuerzas de soportar los reproches, porque saldrían con las mismas de Seiyi y ya le bastaba uno para recordarle, como para tener que soportarlo desde nueve.
Así era él y se prefería de esa forma a devastado porque su maldición al fin la alcanzara.
Aikawa, la comandante al final elegida de entre los candidatos que preparara Seiyi para hacerse cargo del liderazgo ANBU, observaba la meditación del hokage sentado frente a ella en la escueta y enorme oficina central de la sede de la organización.
Un grupo de espías enviados de su propia mano al frente, había logrado dar con tres posibles escondites del líder de los insurgentes, siendo esta información firme y confiable. Pero necesitaban de una fuerza de choque letal y eficaz, que atacara a los tres en simultáneo para evitar huidas y represalias. Si el movimiento lograba capturar al líder, tal como la mujer que no ostentaba más de cuarenta, le afirmara. Esa sería el final de la incipiente guerra que amenazaba nuevamente la paz de sus tierras.
—No veo fallas en su plan, comandante.
La mujer asintió sin mover un ápice la seriedad de su rostro, segura de cada palabra que le dijera.
—Y tengo la gente adecuada para llevar a cabo la misión. Mañana le tendré noticias mías.
Kakashi se puso de pie en ese momento, dando por terminada la cita, extendiendo la mano en saludo. La mujer se la tomó retribuyendo al gesto, dando un fuerte apretón al final, señal del firme liderazgo que esbozaba en todo momento.
—Aguardaré sus novedades, hokage. Sólo le pido celeridad.
—Necesito veinticuatro horas para coordinar los equipos. Mañana sabrá de mí.
—Perfecto —y le sonrió, escuetamente pero sonrisa al fin, antes de soltarle la mano—. Mis agentes le acompañarán hasta la Torre.
—No es necesario.
—No luce bien hokage, permítame quedarme tranquila.
Kakashi asintió, sin fuerzas ni ganas de contradecirla, permitiendo que los dos agentes lo escoltaran hasta sus oficinas. No tenía ánimos de presentarse al trabajo, pero faltaban menos de quince minutos para que iniciara la jornada, y no podía ausentarse dos días consecutivos, menos con esa guerra dando vueltas. Demasiado si la excusa le funcionó el primer día, el segundo levantaría sospechas y tendría a más de tres secretarios exigiendo por una revisión médica, y esa revisión debería ser impartida por la pelirrosa, la médico del hokage. No podía permitirse verla, no tan pronto, no lo soportaría, y confiaba en que la chica buscaría la distancia de su persona enviando a subordinados por los reportes diarios o alguna novedad presupuestaria, o la obra. Reuniones con todos los representantes de la aldea no tenía planeadas hasta dentro de dos meses, tiempo que entendía sería prudente para volverse a ver sin demasiadas consecuencias emocionales.
Suspiró cuando el fresco de la mañana le golpeó el rostro. Aún la resaca se resentía en su sienes, pero las aspirinas la habían mermado hasta hacerla tolerable. El rostro le dolía, nada que el calmante de Zulima no solucionara. Pero el resto de sus amarguras, esas no podrían ser calmadas por nada. Sólo el trabajo lograría distraerlo del vacío, tal como lo hiciera antaño. Y confiaba en que funcionaría esta vez.
Y fue avanzar unas cuadras con los ANBUS uno a cada lado, cuando viera doblar por la calle que llevaba hacia el barrio de Sakura, al auto de Seiyi, conducido por Watari, su mayordomo. Y no pudo ignorarlo aunque se forzara a seguir avanzando en dirección a su destino, pero no dieron ni los cincuenta metros que se detuvo volteando la mirada. ¿Tan temprano iría Seiyi a verla?
Y fueron unos segundos de indecisión en los que los ANBUs simplemente lo observaron, que su juicio se vio derrotado el ímpetu que le llevó a ordenar volverse sobre sus pasos.
—Quiero constatar un asunto.
Y volteó seguido de los confundidos agentes quienes no hicieron más que hacer lo ordenado, ser la escolta del hokage.
Dobló él también por esa esquina, ya el auto no era visible pero recorrió con premura las cinco cuadras que lo llevaban al pequeño departamento, para en la última moverse con prudencia. No quería ser visto.
Y allí, al llegar, logró refugio detrás de un ancho árbol, luego de disipar a los agentes que continuaron con la custodia pero desde la distancia.
Y observó.
El auto detenido en la acera frente al departamento, había luces en la planta baja y pronto la puerta de entrada se abrió para dar paso a Watari quien volteó al ser llamado desde adentro. Y allí lo vio, asomando apenas a la puerta, Seiyi cubierto por una camisa suelta y debajo no llegaba apreciar demasiado, ¿estaba desnudo? El cabello suelto le caía algo revuelto, señal de que estaba durmiendo.
No oía que decían, sólo que hablaban, apreciando la sonrisa y el asentimiento de Watari, quien se retiró tal como si su mandado hubiera sido realizado, mientras Seiyi continuaba hablando desde la puerta.
Y se vio forzado a meterse del todo detrás de ese árbol, cuando el Hyuga alzara de repente la mirada en su dirección, como si le hubiera sentido, y era que no había llegado a aplicar el jutsu que disimulara su chakra.
El aliento se le aceleró nervioso, y no era temor a ser descubierto, era impotencia, era bronca y dolor, era un ácido que le comenzó a correr por la venas. Apenas si había pasado un día de su ruptura y el Hyuga había hecho ya su movimiento, y tan efectivo había sido que estaba allí, en el departamento de Sakura, luego de pasar la noche. Y aunque le molestara al grado de furia, no le sorprendía, la advertencia fue clara cuando se la mencionara cada vez, y no podía decir que no se hubiera asegurado de que lo escuchara. El dolor era peor por ella, porque con tal premura había avanzado cuando le juró que le amaba.
Mentirosa.
Fue respirar hondo un par de veces, oyendo el auto pasar a su lado, que al fin la calma barrió la nebulosa de la furia. No podía reprocharle nada. Si ella buscaba consuelo en su amigo, era libre de hacerlo, al fin y al cabo él había jugado primero esa carta.
Pero aun así entendiendo y considerándolo justo, no podía evitar que le quemara. Fue apretar los dientes y los puños, para encarar de nuevo el regreso a las obligaciones. El día despuntaba y tan pronto sería obvia su presencia en ese barrio, obvia y ajena ya que no era común ver allí al hokage. Y salió alejándose rápido, tal vez mirando unos segundos hacia esa casa por sobre el hombro, convenciéndose a cada paso que era mejor así.
Ella lejos, el Hyuga con ella. Y él... él siendo lo que siempre debiera, el hokage, el sensei, Lomo Plateado cuando al fin tuviera ganas de esas prácticas.
Confiando que aquellas lecciones que le convencieron a tomarla, la dejarían como una mujer más fuerte, más libre y completa, dueña de su sensualidad y placer que le permitiera disfrutar de cualquiera, discerniendo entre los hombres más allá del buen trato de cama.
Confiando en que pronto se olvidaría y le pasaría el dolor se esa ruptura a la que se vio obligado a arrastrarla, y que las sonrisas cómplices volverían, tal vez un té en alguna tarde menos atareada.
Confiando, más allá de la molestia ácida y punzante que le oprimía al tan sólo considerarlo, en que su amigo le diera al fin todo lo que se merecía como mujer, todo aquello que él jamás podría darle.
Ay, ay, ay... como venimos, ¿eh? Las cosas están que arrrrrdeennn entre esos dos.
Aunque aún es muy pronto para Sakura, ¿no? Por más que su corazón (y otras partes de su cuerpo) ya como que le esté gustando la idea de Seiyi, aún está confundida.
Y... y no voy a decir mucho, sólo que hoy me demoré en publicar porque mi niña comenzó la preparatoria (o secundario como se conoce aquí, en Argentina). Y fue como toda una emoción para mí jajajajajaja
Ahora sí, les leo.
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