Capítulo 43
Dedicado a mi preciosa
El espejo le devolvió la dura furia que reflejaban sus ojos contemplándose a través del cristal. Furia y cansancio que oscurecían las ojeras debajo, perdiéndose en el enrojecimiento de los párpados por el llanto que la acompañó gran parte de la noche.
—No vas a ser una víctima, no esta vez —la voz quebrada pero dura hizo eco en el diminuto y pulcro baño de su alcoba—, no lo fuiste y no lo eres.
Apretó el agarre de los dedos sobre la bacha acercándose a ese espejo, como si de esa forma increpara más a la niña que aún sufría en ese reflejo.
—No más, Sakura.
Y contuvo el aire en su nariz evitando el nuevo llanto que dolía en la garganta, y que se coló lentamente en esa lágrima solitaria que rodó abajo inadvertidamente.
Se quebró al fin cuando la amargura le tocó los labios, debiendo cortar ese contacto visual con ella misma para no avergonzarse.
Seguía sin entender qué había pasado la noche anterior. No le entendía a Kakashi y no podía dejar de repetirse a sí misma que algo debiera haberle sucedido, algo grave, y quería convencerse de que era externo, una amenaza o presiones o... ¡ya no sabía qué pensar! Pero se negaba a aceptar la pequeña vocecita maliciosa que desde su interior le decía que ya había acabado todo entre ellos, que aquello que siempre presintió era verdad, no los miedos de una joven enamorada, que al fin Kakashi sería un hombre más que pasaría de ella. Pero otra parte se resistía a esa idea, callando a la imbécil que no dejaba de repetir ese veneno, porque la historia que le contara Shizune cuando se sinceraron en un momento a solas en el hospital, le hablaba de otra realidad.
Ese hombre frío que le hizo el amor la noche anterior no era el mismo que veló por ella día y noche mientras yacía en esa cama. Que se olvidó de cargos y de formas, hasta de su propia integridad, en los días que cuidara por ella mientras estaba inconsciente y Tsunade no aparecía. Que le sostenía la mano y le acariciaba a costa de todos los juicios que le cayeron después por no haber cumplido sus funciones en pos de un inescrupuloso amorío con su ex pupila. Porque no ocultó ante nadie lo que ella significaba en su vida, ni siquiera ante Tsunade cuando al fin llegara.
Sabía lo que le tocaría a ella y esperaba que le cayera ni bien se enteraran de que ya estaba bien. Y nada había sucedido. Él se encargó tal como le dijera Shizune y Seiyi no le negara al preguntarle.
No, el Kakashi que la rechazó horas atrás escudándose detrás de ese cretino, no era el mismo que su amiga describía. Ni el que Seiyi le mostrara cuando escuetamente le explicara en la situación de guerra y personal en la que se encontraba el peliplata.
—¡No! —se dijo levantando la mirada dura nuevamente a ese reflejo. No creería ni un ápice a esa vocecita ni a ese pálpito. Ni a ese dolor que insistía en que se hiciera un bolita aceptando que su destino era correr a los hombres que amaba.
No. Eso no estaba bien.
Se secó con brusquedad la lágrima indiscreta, dispuesta a enfrentar el día ahora. Dispuesta a volver a su vida y a averiguar qué sucedía con Kakashi, que le sucedía a él. Aunque aquello debiera esperar a que regresara de ese viaje, porque escribirle no era una opción, más en la situación de guerra en la que se encontraba, cada mensaje que llegara al hokage sería controlado para evitar contiendas diplomáticas. No complicaría más al hokage por su ansiedad, por lo que la paciencia debería hacer parte de su vida hasta que él regresara. La paciencia y la templanza frente a esa vocecita que no se callaba, más allá de su determinación.
Se quitó con premura el camisón y la ropa interior, arrojándola al cesto de la ropa sucia antes de meterse a la ducha, que la golpeó con el agua fría antes de que se calentara al escurrir por los caños. Toda su ropa ahora olía a él, como toda ella. Y por primera vez en su vida, no quería oler a él. No a esa versión de él.
Y se lavó, frotándose la piel con su esponja rosada untada en jabón de lirios, el único que quedaba en su casa. Olería a lirios, más tarde compraría el de vainilla y cerezos que le gustaba. Lavó su cabello y su rostro, suspirando al cerrar la lluvia. Sonriendo al envolverse en el toallón para secarse, en ese esfuerzo de terminar de salir del estado en el que él la había dejado. No estaría allí ni un minuto más. No esta Sakura.
Se encremó el cuerpo con la loción que había dejado aquella tarde en que decidió que esa no la llevaría consigo, y buscó rápidamente un conjunto de ropa interior y prendas para vestirse. Las mejores las había llevado de Kakashi y no tenía ganas de abrir el bolso que yacía abajo en la cocina, así que hurgó entre las que estaban colgadas. Unos buenos cancanes color piel, una falda rosa oscuro, una camiseta de tirantes a la piel y un abrigado pullover color natural que le quedaba al cuerpo. Se miró al espejo angosto que tenía en la puerta de su ropero y quedó complacida con la combinación elegida, que a pesar de todo le lucía bien. Se calzó las botas caña alta y se maquilló, quería ocultar cualquier ojera e hinchazón. Se vería aceptable al menos, e iría al hospital, no se quedaría encerrada ese día. Aun no debía regresar a trabajar, Tsunade le pidió que descansara unos días más en su casa prorrogando el alta definitiva, pero le haría peor quedarse quieta. Además, ya se sentía bien y con fuerzas, y mantenerse ocupada volviendo a su rutina le harían llevadera la espera.
Secó apenas su cabello con el secador y se colocó una vincha que hacía juego con su pullover para retirar los mechones del rostro. Estaba bien.
Abrió las ventanas para que entrara luz a su habitación torciendo la boca por el desorden. Rápidamente quitó las sábanas arrojándolas también al cesto de ropa sucia, y estiró el endredón encima del desprovisto colchón, a la noche lo tendería. Ahora sí, todo lucía mejor.
Sonrió al perfumarse y bajó rápidamente las escaleras.
Se sentía mejor así, y no se permitiría otra cosa.
Pero fue abrir las ventanas de su living tropezando con las cajas que le dejara Seiyi la noche anterior, para que la realidad volviera a golpearla, cayendo en la cuenta de lo largo que se le harían los días que Kakashi estuviera fuera. Necesitaba desesperadamente hablar con él pero debería aguantarse y si ya se le estaba haciendo difícil, no quería ni imaginarse lo que sería a medida que transcurriera el tiempo.
—No serán tantos días —se dijo—, nunca demoró más de tres en volver de los asuntos como hokage.
Y era cierto. Así que sólo debería esperar ese tiempo.
Suspiró y se dirigió hacia la cocina para preparase el desayuno, pero en el instante en que entró se dio cuenta de que no tenía nada. Hacía semanas que no abastecía su alacena, menos la heladera.
Torció la boca cuando un recuerdo se coló en sus pensamientos, uno de tantos de las mañanas en que despertaban juntos y a ella le tocaba preparar el desayuno. Él la mimaba cada vez que estaba cocinando, algo en ese acto le encendía. Le encantaba cuando rozaba su nariz en el cuello al abrazarle la cintura desde atrás, adulando lo bien que se veían las tortitas que cocinaba, como si aquello tan simple fueran lo mejor del mundo.
El dolor le punzó el corazón e intentó tomar más de ella susurrándole que eso que recordaba había terminado. Pero no se lo permitiría. No dejaría que sus fantasmas la devolvieran a la angustia en la que se sumió toda la noche.
—No Sakura, basta. Ya basta... —apretó los ojos fuerte sacudiendo la cabeza—. Sal de aquí...¡ahora!
Y salió de su cocina como si se la llevara el diablo.
Desayunaría en la cafetería del hospital, o en su consultorio si estaba llena. Se colocó rápidamente el abrigo que colgaba del organizador, tomando el bolso que yacía sobre el sillón y, sin mirar hacia las cajas que quisieron cruzarse en su campo visual, prácticamente si corrió a la puerta desllavando de inmediato.
Se iría de allí lo más rápido posible, aclararía la mente con el aire frío, y la calle y la gente que le saludara. Y luego ya vería que le deparaba el hospital, su amado hospital. Sonrió al abrir la puerta y por suerte no dio un primer paso atolondrado, sino las tazas descartables de té verde que portaba Seiyi en sus manos, hubiera ido a parar sobre ella.
—¡Epa!
—¡Seiyi! —reculó viéndolo con ojos bien abiertos.
—Preciosa —le sonrió con galantería— ¿pasó algo?
—Eh...no, no. ¿Por qué debería...pasarme algo?
—Porque parecía que estabas huyendo de tu casa.
Ella carcajeó nerviosa, cubriéndose con un sonrojo que le llegó hasta las orejas.
—No, no, sólo... iba al hospital.
—¿Al hospital? Tsunade dijo que debías-
—¡Sí! —le interrumpió sonriendo aún más nerviosa— Lo dijo, pero ya estoy bien y... y... me gusta el hospital, la gente, distraerme...
—¿Distraerte? —alzó una ceja observándola mejor, estaba preciosa como siempre, pero había algo más en esos ojos que rehuían a él, y en ese titubeo que no observara más desde que había despertado y la confianza entre ellos aumentara—. Sakura, enserio ¿sucede algo?
—¡No! ¡Nada! Es... el hospital y... ¿qué haces aquí tan temprano?
Alzó ambas tazas en sus manos mostrándoselas.
—¿El desayuno? —ella no salía de su sorpresa, o quizás buscaba como esconder todo lo que le pasaba de él— ¿No recuerdas? Te lo prometí anoche.
Le miró una vez para luego volver su atención a las tazas, volviendo a ese momento la tarde anterior, cuando él intentaba hacerle sentir mejor.
—Ou...Seiyi, ¡disculpa! Yo... lo olvidé y... disculpa, de verdad l-lo siento.
—Si me dejas pasar, te disculpo —le dijo con una nueva sonrisa—, y de paso dejas entrar a los chicos que vienen con los dulces.
—¿Chicos?
Él se inclinó apenas hacia el costado permitiendo que las caras sonrientes de los cadetes de la casa de té más exclusiva de Konoha, aquella a la que la invitara en retribución a su tratamiento, le saludaran mostrando en sus manos las bandejas que ocupaban dulces de todas las clases.
—Pero... pero... ¿tantos dulces?
—La sorpresa, preciosa —y le guiñó un ojo.
—¿C-cómo?
—La sorpresa que te prometí —giró viendo hacia los jóvenes y como comenzaban a entrecerrar los ojos al mojarse con la intensa llovizna que acababa de comenzar— Y que se está mojando y se va a arruinar.
Sakura reaccionó con un respingo, corriéndose de la puerta para abrirla del todo, pidiendo disculpas mientras los hacía pasar.
—Perdón —le susurró a Seiyi cuando este pasara a su lado, siendo el último en entrar.
—Pídeselas a ellos —y se detuvo unos segundos para inclinarse más cerca de su oído— ,a mí me lo pagas —le dijo con voz grave mientras le dedicaba una sonrisa ladina que le hizo sonrojar hasta las orejas, antes de seguir su camino y colocar las tazas sobre la mesa indicándole a los jóvenes los lugares en donde debían acomodar las bandejas.
Se quitó el abrigo observándola cerrar la puerta detrás de los cadetes mientras se disculpaba con ellos repetidas veces, y tomó asiento desprendiéndose el saco gris oscuro, a juego con los pantalones, que vestía esa mañana.
Sakura quedó inmóvil al girar y verlo. El cabello oscuro y suelto le caía pesado sobre uno de los hombros, resaltando la tela y el contorno de ese masculino rostro, debiendo respirar hondo cuando le sonrió invitándola a tomar asiento frente a él.
—Son... son muchos— dijo acercándose, dejando su propio abrigo y bolso en otra silla—. Hubieras traído sólo los de limón, no era necesaria tanta-
—Sí, lo era —le interrumpió— ,sino no hubiera sido una sorpresa.
Ella le miró por unos segundos para luego sonreír ampliamente deslumbrada por la variedad. Había más de veinte dulces, dos de cada clase, con fruta, crema, o chispas; algunos muy elegantes y otros simples pero no menos suculentos, y tuvo que morderse el labio inferior por las ganas que le provocaron. Estaba hambrienta, pero no sabía cuanto antes de ver tal despliegue de postres.
Se sonrojó al levantar sus ojos hacia el varón. Este la contemplaba con una mirada tan profunda que encendió todo en ella, y no hizo más que bajar los párpados por lo insoportablemente caliente que le resultó la sonrisa que le devolviera cómplice y provocadora de sus reacciones.
—Precisamente por eso era necesario sorprenderte.
—¿C-cómo dices?
—Ese sonrojo, la forma en que pestañeas cuando crees que es demasiado lo que sientes.
—Yo...yo no siento-
—Sí, sientes —le interrumpió inclinándose hacia ella, y esperaba que la chica marcara distancia esa mañana, la notaba algo alterada; pero contrario a lo que creía ella se mantuvo quieta dejándolo invadir nuevamente su espacio— , pero no te preocupes, es un secreto entre nosotros.
Sakura quedó helada en ese instante, mirándolo a los ojos, a esos profundos ojos oscuros que destelleaban a perla, y él entendió que debía volver a su lugar cuando el jade se posara en sus labios después. Era demasiada la tentación, era demasiado lo que él sentía como para mantener sus propias ganas a raya si no se alejaba.
Carraspeó.
—Bueno, ¿no vas a probarlos?
Ella suspiró pestañeando rápido luego, para mirar hacia los pasteles preciosamente acomodados por toda su mesa.
—No sé ...por cual comenzar. Son tantos...
Él sonrió y rápidamente tomó uno pequeño de chocolate.
—Abre la boca.
—¿Qué? Seiyi-
—Que abras la boca —le interrumpió.
Ella miró el dulce que yacía entre los dedos del varón y se sonrojó recordando aquella vez que Kakashi le diera de comer durante el desayuno después de...
—No me hagas repetirlo, Sakura.
El corazón se le disparó ante esas palabras. Sintió las mejillas hervirle y la saliva alivianarse en su boca, pero fue peor cuando reparó en la mirada oscura del varón. Fue peor cuando la sonrisa se le tiñera apenas en una perversión que bien conocía pero que no experimentara desde esa mano.
La voz grave, la mirada pesada, y el aire que ahora se volvía denso entrando en sus pulmones, las ganas anidando en su vientre, la piel erizándole los poros simplemente por imaginarse tocándola. Todo era abrumador e incontrolable. Otra vez su cuerpo se ataba al capricho de ese hombre que apenas si estaba conociendo.
Separó los labios al fin, esperando por él, quien no tardara en cerrar el espacio depositando el pequeño dulce entre sus dientes, acariciándole el rostro con el pulgar ni bien ella lo engullera.
La observó unos segundos más, conteniendo su propio aliento, y fue la sensatez la que lo llevó a desarmar su aura de dominio remplazándola por una más sutil, la del Seiyi que se sentara con ella debajo de la tienda, la del amigo. La del hombre que debería mantenerla a raya si quería seguir allí conteniéndola, y lo quería. Porque ahora iría por todo, ahora no regresaría sino era con ella de su mano.
—Y bien, ¿fue de tu agrado mi elección?
Ella asintió debiendo cerrar los ojos en disfrute. La verdad era que fue un manjar, no exageraba. El hombre tenía un gusto exquisito en los dulces.
—Bien, ahora prueba... —buscó otro, eligiendo uno de naranja ahora— , este, va a cortar ese sabor.
Y se lo acercó nuevamente.
Ella le miró deteniendo todo, esperando en esos ojos la misma perversión que encontrara segundos atrás. Pero no estaba, ahora sólo había una dulce diversión que le llevó a sonreír primero, carcajeando después para abrirle nuevamente la boca robándole de un brusco mordisco el dulce, que le tomó hasta los dedos untándolos de su saliva.
—¡Ey! Debes comer solo lo que te doy, no mis dedos.
Carcajeó tapándose la boca con el dorso de la mano mientras masticaba.
—¡Perdón! No pude...resistirme.
—¿Perdón?
Ella asintió ya sin poder contener su risa mientras le extendía una de las servilletas de papel que vinieran junto con los dulces, para que se limpiara. Una que él jamás tomó, llevándose en su lugar los dedos hacia los labios para quitarse el pegote y la saliva. Chupó primero uno y luego el otro fijándose en ella y la reacción de esos preciosos jades que siguieron sorprendidos cada paso, mirándolo a los ojos cuando terminó sin demorar en perderse en la sonrisa tentadora que le esbozó después.
Tragó el dulce, pesado pasó por su garganta y él sonrió otra vez, gratificado por las reacciones de la chica.
—Están... están muy buenos, Seiyi.
—Y aún no pruebas el té.
Y eso hizo, tomando la taza de papel para destaparla e iniciando ese ritual inconsistente de soplar tres veces antes de beber.
—Mmmm... —le miró asintiendo en aprobación—. Exquisito. ¿Es otra variante, no?
—Exacto.
—¡Es excelente! Me encanta.
—Me alegro —y bebió del suyo también, disfrutando él de la variante que siempre eligiera, y ahora sabía que podía ofrecérsela a ella sin preguntar— Sakura, dime ¿realmente vas a ir al hospital?
—Bueno... sí, tenía ganas.
—Apenas ayer te dieron el alta. Deberías ir de a poco.
—Pero ya estoy bien. A parte, trabajar me va a hacer bien. Me va a distraer.
—Pero si esa es la razón, yo te puedo distraer sin moverte de casa.
Ella carcajeó.
—Tú ya demasiado tienes, no es necesario que sumes una carga —se acomodó un mechón que había escapado a la vincha recordando el día en que despertara en el hospital y lo hallara dormido en una silla a su lado, sin descontar de todas las veces que Shizune le contara que él también la cuidaba, no sólo Kakashi—. Ya demasiado hiciste por mí.
—Y voy a seguir haciéndolo —le sonrió sonrojándola—. Así que entenderás lo que estoy a punto de hacer.
Y se puso de pie dirigiéndose a la puerta de entrada bajo la interrogante mirada de Sakura. Probó la llave al llegar dando la vuelta que le restaba trabando la cerradura, para sacarla después mostrándosela antes de guardarla en el bolsillo frontal de su pantalón, asegurándose que cayera en lo más profundo.
—¿Qué haces?
—De aquí hoy no te vas.
—¿Qué? —sonrió divertida dejando la taza sobre la mesa— ¿Pretendes secuestrarme ahora?
—Nope. Pretendo mantenerte aquí, descansando.
—Es lo mismo si lo haces en contra de mi voluntad.
—¿Es en contra de tu voluntad? Yo te veo muy sonriente —y se sentó frente a ella nuevamente.
—Sonrío porque que tengas la llave ahí —y señaló con el dedo su entrepierna— ,no creas que va a detenerme si quiero quitártela.
La sonrisa que adornó los labios del varón fue perversa en ese instante pero no menos atractiva, sonrojándola aún más para su propio deleite.
—Cuento con eso, preciosa —se estiró apenas en la silla para que su pelvis quedara aún más a la vista—. Pero después no te quejes de lo que ocasionas.
El rostro de la chica se tiñó por completo en ese instante, resaltando los jades que tanto lo enloquecieran, echándose a reír nerviosa luego. Seiyi era imposible, tenaz hasta lo insoportable, y por primera vez desde que Kakashi le dejara la noche anterior, no sintió más esa punzada de dolor y esa vocecita torturante que le recordaba el final que siempre presintiera. Por primera vez en horas, sentía que todo estaba bien y que iba a seguir estándolo.
Sólo debía recordar que frente a ella estaba sentado un hombre terriblemente apuesto que la seducía a cada segundo que podía. Si no olvidaba eso, todo estaría bien.
Pero se advertía olvidándolo, porque no podía evitar morderse los labios cuando le sonreía de esa forma en que lo hacía en ese preciso instante, porque no había podido olvidar ni por un segundo lo bien que sabían esos labios cuando la besaban, lo bien que se sentían sus manos cuando la tocaban, ni el calor de su aroma rodeándola.
Y por primera vez desde que lo conociera, entendía lo peligroso que era relajarse a él y a las sensaciones que le provocaba, pero en ese instante se sentía tan bien, por lo que no lucharía contra ello, sólo mantendría distancia. Y si no podía obviarlo, al menos todo estaría bien si evitaba tocarlo.
Y no se trataba de no poder. Porque esa mañana, el problema era que no quería evitar nada.
—Muy bien señora Watanabe, tome la medicación como le acabo de explicar y haga reposo por tres días, sólo eso. Pero haga el reposo, ¿eh?
—Sí, doctora —la anciana sentada frente a ella en el escritorio de su consultorio asentía temblorosamente.
—Quédese tranquila doctora, yo me encargo de que lo haga —la joven nieta, de pie a su lado acariciaba los hombros de la mujer—. Porque no vamos a hacer nada por varios días, ¿no, abu?
Sakura sonrió, era muy tierna la escena.
—Bien, me alegro que esta vez vaya a hacerme caso —y se puso de pie para despedirlas—. La semana que viene la trae a control.
—Sí, doctora —le respondió ayudando a su abuela a ponerse de pie mientras Sakura se dirigía hacia la puerta del consultorio abriéndoles—. Muchas gracias por la paciencia —le susurró al pasar a su lado para retirarse, llevando a la anciana del brazo.
—Es un placer. Cuídala —y le sonrió antes de volver a su escritorio, dejando la puerta abierta por las señas que le hiciera Nozoomi ni bien la viera desocuparse.
—¡Doctora! Ese fue el último paciente de la mañana.
—Que bien —respondió intentando mostrar algo de emoción ante su agitada secretaria, una que no tenía ese día, mientras firmaba la documentación que ésta le había alcanzado.
—Entonces... ¿yo podría —Sakura no levantó la vista, ni siquiera la escuchaba— ...doctora?
—¿Mhm?
—¿Se encuentra bien?
—Sí, Nozoomi —la miró de reojo antes de estampar la última firma— ¿Porqué preguntas?
—No, nada —tomó todos los papeles y comenzó a acomodarlos entre sus manos, demorando más de lo habitual— Porque... la veo algo más...apagada que de costumbre.
—Estoy algo cansada.
—Pero lleva días así, ¿seguro que está bien?
Sakura pestañeó rápido buscando acomodar la expresión de su rostro a una más afable que convenciera a la joven.
—¡Seguro, Nozoomi! Quédate tranquila.
—Pero, está algo pálida.
—Ya te dije que estoy bien, sólo es cansancio.
—¿Segura, segura?
—Sí, Nozoomi, segura, segura —y le sonrió.
—Bueno. Bien. Bien. Mejor así. Entonces... —amplió la sonrisa que tenía— ¿Puedo ir a almorzar? Es que me espera —se inclinó sobre el escritorio para acercarse más a ella y hablarle en susurros— ...el chico nuevo ¿se acuerda?
—¿Cuál? ¿El enfermero?
—No, no. Ese ya es historia, doctora —la sonrisa se le volvió picarona ahora—. El paramédico.
—Ou —Sakura alzó una ceja recordando al apuesto joven, proveniente de Suna, que había ingresado al hospital hacía más de dos meses, y sonrió de inmediato cómplice de la chica— ¡Pero mira que picarona! ¡No te tenía así!
—¡Ay, sí! El amor para mi es... el amor.
Sakura carcajeó negando. Nozoomi era un sol, y uno bien terrible.
—Ve, ve, disfruta.
La chica soltó un chillido de alegría saliendo de inmediato, pero se asomó un segundo después para saludarla.
—¡Gracias doctora! Vaya a almorzar usted también, que no tiene agenda hasta las dos de la tarde.
Sakura asintió batiendo la mano en el aire para saludarla con una sonrisa divertida en los labios, la que se borró ni bien la joven cerrara la puerta al salir.
Suspiró descansando todo el peso de su cuerpo en el respaldar antes de mirar el reloj pared y constatar la hora. Faltaban apenas cinco minutos para el mediodía, horario en el que casi siempre salía para encontrarse con Kakashi a almorzar, por lo menos la mayoría de los días en los que sus deberes se lo permitían.
Pero desde que se fuera a batalla, esos encuentros no sucedieron más. Ni las cenas, ni los desayunos, nada. Hasta que Kakashi se fuera de viaje, en esa amarga despedida.
Y se esforzó en no preocuparse demasiado en un principio, por más que la vocecita instigadora regresara cada mañana a recordarle aquel pálpito, hasta que se cumpliera el quinto día sin noticias. Los viajes del peliplata no demoraban jamás tanto, y consideró que contar un cuarto días con su ausencia era prudente. Pero cuando se cumpliera el quinto sin siquiera una noticia de él, el dolor comenzó a calar profundo, tanto como la preocupación.
Hacia el sexto día se llegó a la torre, encontrándose con un atareado Shikamaru que le contara con toda la prudencia posible, que Kakashi estaba bien, solo que el viaje se había prologando por cuestiones diplomáticas. Que seguro le enviaría un mensaje en cualquier momento.
La esperanza la tranquilizó, pero hacia el octavo día ya le era difícil ignorar la maldita vocecita, que tiñó sus ojos de tristeza y dolor.
Solo Seiyi la distraía cuando caía de imprevisto a desayunar con ella, o a cenar. Los almuerzos eran difíciles para el Hyuga y sus empresas que siempre lo requerían a esos horarios, pero se aseguraba de pasar con ella aunque sea una de esas dos comidas. Debía reconocer que el hombre le iluminaba el día, por lo menos mientras estaba con él no pensaba en Kakashi y en la dolorosa despedida. Menos en ese pálpito. Cuando él estaba cerca las vocecitas se callaban junto con su dolor.
Pero el día anterior, el décimo desde que el peliplata se fuera, no se encontraron. Ni tampoco al desayuno del onceavo. Seguramente estaría muy ocupado, no iba a molestarle. Ese día no les tocaba entrenamiento, porque el Hyuga se aseguró de que entrenara día de por medio desde el momento en que Tsunade se lo recomendara para reactivar el flujo de chakra hacia los músculos. Era muy atento con ella, demasiado, y demasiado bueno. Y entendía que debería detenerlo eventualmente ya que si se descuidaba se advertía sintiendo más de lo prudente, y se estaba volviendo peligroso para ella y no era precisamente por él. Pero los momentos en que compartían tiempo juntos todo parecía acomodarse a su alrededor, como si hubiera algo destinado en esos actos, y se sentía bien tanto como cuando compartía tiempo con Kakashi.
Suspiró.
Su estómago rugió recordándole que era la hora del almuerzo. Así que decidió salir. Afuera el día estaba hermoso, con sol y temperaturas más agradables ya. Lo aprovecharía aunque sus ánimos no la predispusieran para ello.
Se quitó la casaca de médico y tomó su bolso, correspondiendo el abrigo en su otro brazo, llevándolo por las dudas de si refrescaba. Salió rumbo a la cafetería a comprar un sandwich, comería en el parque.
No se equivocó al elegir sentarse en la banca debajo de los cerezos. Faltaba mucho para que florecieran, pero ya algunos brotes comenzaban a hinchar los nudos de las ramas. Una brisa sutilmente cálida soplaba y el sol golpeaba suavemente su rostro. Era agradable y por unos instantes la desenfocaban del dolor que le oprimía el pecho, uno que por momentos se transformaba en molestia a la que debía ponerle un freno sino quería dejarse llevar por peores caminos.
Suspiró antes de propinarle el siguiente bocado a su sandwich de atún, uno que estaba realmente bueno. La nueva cocinera de la cafetería mejoraba con cada día y lo agradecía. Ya demasiado con que no podía comer tan a menudo comida casera, como para encima no estuviera aceptable la comprada.
—¡Al fin te encuentro!
Sakura dio un respiro al escuchar la voz masculina a sus espaldas, y giró a constatar si era para ella aun con el sandwich en la boca.
Seiyi le sonreía indicándole con la mano que se corriera para darle espacio a su lado.
—¡Seiyi! —le respondió cubriéndose la boca, apurando a tragar para hablar después sin escupirle en el proceso— ¿Me buscabas a esta hora?
—La verdad que no, sólo lo dije por cortesía —ella subió una ceja— ¡Obvio que te buscaba! No pude llegar a desayunar contigo hoy.
—Sí, faltaste y no me trajiste los pastelitos de limón que me habías prometido —le hizo un pucherito entre lastimoso y enojado.
—Mis más sinceras disculpas —juntó las manos al frente de su rostro—. Créeme que voy a recompensarte.
—Te creo.
—Obvio que me crees.
—Porque nunca mientes —le arrojó provocativa, recordando una de sus tantas discusiones en esos días.
—A ti sí, nunca te miento.
Ella carcajeó —¿Sólo a mí?
—Soy frontal con todos, pero contigo más.
—Ummmm —entrecerró los ojos fijándose en él por unos segundos—.... Ahí ya no te creo tanto.
—¿Vamos a volver con eso?
—No, si me dijeras la verdad.
—Te he dicho siempre la verdad.
—Justo, justo en eso, no te creo —y propinó un nuevo mordisco a su sándwich sonriéndole después con las mejillas hinchadas de comida.
—¿No? —Seiyi carcajeó provocando el sonrojo en Sakura cada vez que le brindaba esas amplias sonrisas— Todavía no logro convencerte del todo, ¿no?
—Nope.
Respiró hondo derrotado.
—Bueno, trabajaré más en cambiar la opinión que tienes sobre mí.
—¡Buena suerte!
La miró de lado ahora, con una media sonrisa que comenzaba a asomarse —¿Me estás retando?
Ella se encogió de hombros al morder otro bocado.
—Bien —dijo, y en un rápido movimiento le arrebató de entre las manos el sandwich a medio comer. Sabía que la chica se molestaba cuando le tocaban la comida y quería provocarla, además de comer algo. Estaba hambriento, llevaba desde la madrugada en reuniones tomando solo algún que otro café negro para espabilar.
—¡Ey, ey, ey! ¿¡Qué haces!?
—Mmmm... delicioso —le dijo con la boca llena, mientras se estiraba hacia un costado para evitar que ella recuperara su almuerzo—. El mejor sandwich que probé en mi vida.
—¡Mentiroso! ¡Devuélveme...lo! —le regañó entre dientes dando manotazos hacia ese hombre que le sacaba una cabeza aún sentados, y brindando un divertido espectáculo para unas jóvenes que pasaban por el lugar y los estaban observando, sobre todo a Seiyi quien carcajeaba con la boca llena, mientras una furia rosa casi que se le tiraba encima luchando.
Ella se detuvo ni bien fue consciente de las chicas, bajando el rostro para ocultarse de esas miradas indiscretas, hasta que al fin pasaran de ellos perdiéndose entre la gente.
—¡Mira lo que haces! —le regañó.
—Sí, como tu sándwich.
—¡No! Nos estaban mirando.
—¿Mirando? ¿Por?
—¡El espectáculo que dábamos! ¡Por eso!
Él carcajeó.
—El espectáculo que dabas, yo simplemente comía.
—¡Claro! —resopló mirándolo con enojo— ¡Mi almuerzo!
—Sí, tu almuerzo —y le sonrió antes de mandar un nuevo mordisco y extenderlo para devolverlo.
—Pues, ya que ni lo quiero.
—Bueno, mejor. ¡Más para mí! Tenía hambre.
Ella suspiró y tomó de la bolsa de papel, la botella con jugo de limón, bebiendo unos generosos sorbos después.
—Raro en ti.
—¿Por qué lo dices?
—Nunca estás así... tan hambriento —le miró de reojo antes de beber otro trago.
—Es que —tragó—... no desayuné esta mañana.
—Me parecía. No eres de comer tan simple.
—Que pueda darme el gusto de comer bien cada vez que quiera, no significa que no disfrute de lo simple. Soy un hombre agradecido, Sakura.
—Como digas —y bebió otro sorbo de jugo extendiéndole la botella después, ese hombre se atragantaría sino humedecía la garganta—. ¿Qué te pasó? Digo, porque no desayunaste.
—Estuve ocupado —le tomó la botella ofreciéndole a cambio el último trozo de sandwich, que Sakura aceptó al fin, estaba hambrienta también y su porción se vio considerablemente reducida con la llegada del Hyuga—. Tuve que cerrar cuestiones de mi cargo ANBU, hacer la sucesión de responsabilidad.
—¿Pudiste al fin terminar con eso?
—Sí, ya está toda la papelería formal lista.
—Sí, Shikamaru andaba a mil hoy, lo crucé esta mañana y ni me saludó.
—Sí, y ni te imaginas como estaba el hokage.
Sakura detuvo todo lo que hacía mirándolo con ojos bien abiertos en ese instante.
—¿El hokage?
Y en ese preciso momento, Seiyi cayó en la cuenta del error que acababa de cometer. Mencionar a Kakashi no fue la mejor opción, pero no lo había hecho intencionalmente. Creía que el peliplata se había reunido con ella la noche anterior, cuando salió de la reunión a la que lo había convocado durante algo más de una hora. Pero evidentemente ella no sabía nada de su regreso.
Suspiró. Ya no podía dar marcha atrás si no quería mentirle. Y no le mentiría por un error de su amigo.
—Sí, el hokage.
—¿Te reuniste con él e-esta mañana?
—Sí —la miró serio ahora. El semblante de la chica se había ensombrecido y no le gustaba. Toda la semana la dedicó a hacerle olvidar, a hacerle sentir bien. Porque sabía que su amigo no la estaba tratando de la mejor forma, y no quería que sufriera, por lo menos no tanto. Y mientras él pudiera, haría lo que estuviera a su alcance para ver solo sonrisas en esos labios. Pero nunca se imaginó hasta qué punto llegaban los actos del peliplata, y no pudo más que enojarse en ese momento. Le dolía el dolor de la chica, como si fuera propio.
—¿Cuándo... cuándo regresó... Kakashi?
Suspiró nuevamente. Sabía lo que pasaría al responderle.
—Ayer a la tarde.
Ella apretó los labios agachando el rostro para que no la viera. Él simplemente apretaba los dientes en furia.
—Sakura... no sabía-
—No tienes la culpa, Seiyi —y se puso de pie tomando rápidamente el bolso y su abrigo, los que había dejado apoyado al lado de la banca.
—Espera —le aferró la mano deteniéndola—. No te vayas así.
Sakura respiró hondo con la cabeza gacha, mirándolo a los ojos unos segundos después.
—Necesito estar un rato sola.
—Te llevo con él si quieres.
—Seiyi...
Se puso de pie él también, juntando la botella vacía para colocarla dentro de la bolsa de papel y no dejar suciedad en el parque.
—Vamos.
—No, en serio. Déjalo así.
—No, Sakura. Vamos con Kakashi, esto no va a quedar de esta forma.
No le soltó la mano, arrastrándola junto a él hasta el cesto en donde se deshizo de la basura, para luego echar a andar con dirección a la torre.
La llevaría allí y se aseguraría de que la recibiera. Y luego... luego debería irse. Ya no tendría nada más que hacer y no se quedaría a mirar ese encuentro..
El segundero parecía transcurrir lento retumbando con su frío golpeteo en todas las paredes de la cocina de Sakura.
Ella sentada en su mesa sola, con la taza de té verde que le trajera Seiyi más temprano, ya helada entre sus manos, miraba a la nada impaciente e impávida, esperando por él.
"Esta noche va a verte" fue todo lo que le dijo Shikamaru. Kakashi no la recibió, a ella ni a Seiyi, quien lograra al fin colarse en esa oficina luego de empujar al ANBU que custodiaba la entrada. No supo de qué hablaron, apenas si llegó a apreciarlo por unos segundos, ataviado con la casaca blanca del hokage, a través de la hendija de la puerta.
"¿Estás bien?", le preguntó luego el Nara, pero ella no le respondió con palabras, sólo un asentimiento y una leve sonrisa que podían dejarlo tranquilo, si acaso se tratara de alguien menos listo. O que la conociera menos.
Para Shikamaru tampoco había pasado desapercibido el cambio en el peliplata, saltando de distraído y relajado, a frío y enfocado en una única cosa, el trabajo.
No dijo mucho cuando Seiyi apareció detrás de esa puerta luego, con el ceño contraído y el rostro levemente coloreado. Estaba enojado, aunque se relajara al verla. A ella intentó sonreírle, claro que no pudo, no sino quería mentirle.
Se ofreció a acompañarla a su casa, pero ella no quiso. Se fue sola al hospital, luego de tener que rechazar la insistencia de su amigo, quien decantara por entenderla en esos instantes, pero estuvo allí, parado en la puerta de salida del trabajo cuando dieran las ocho.
No la dejó sola, aunque poco hablaran.
Llegó junto a ella a su casa, para abrazarla cuando al fin quedaran al resguardo de esas cuatro paredes. Sólo la soltó el tiempo que tardó en atender a Watari, quien traía dos tes y un paquetito con cuatro dulces de limón, que prácticamente ni tocara. Pero sonrió al verlos, le sonrió a él con ojos iluminados por unos segundos. Ese era el efecto de Seiyi en ella, aunque poco le durara en ese momento.
Las vocecitas que la torturaron durante días, ahora estaban calladas. Solo la miraban con la suficiencia del "te lo dije", que la dejaban derrumbada.
No recordaba que el dolor del rechazo quemara tanto. Aunque creía conocerlo por Sasuke, ahora entendía que eso no fue nada, fue apenas una pataleta ante un capricho infantil de ansiar aquello que se le escapaba. Ahora, era el amor no correspondido el que la ahogaba.
Levantó la mirada hacia la puerta de repente, cuando sintió su energía. Llevaba buscándola desde horas atrás, desde que Seiyi se retirara por su pedido. Como si buscándolo lograra que él viniera más rápido.
Eran pasadas las diez treinta de la noche cuando al fin se anunció en su puerta con tres tranquilos golpes.
Sakura prácticamente si corrió a su encuentro, abriéndole torpemente, con ojos bien abiertos y la respiración acelerada.
—¡Kakashi! —dijo ni bien la silueta del varón se dibujó frente a ella, circunscripta en el aura que la luz de calle anaranjada le confería—. Pasa, por favor.
Él le saludó asintiendo, y entró tranquilamente quitándose el abrigo cuando ella le pidiera para acomodarlo en el gancho de la entrada.
—¿Cómo... cómo estás? —preguntó tímidamente a sus espaldas.
—Bien —fue su respuesta sin voltear.
Ella apuró el paso para ir hacia la mesa, ofreciéndole asiento al llegar.
—Siéntate aquí... o donde quieras —él tomó la silla indicada— ¿Quieres algo de beber? Un té o-
—No es necesario, no me quedaré mucho.
Esas palabras le contrajeron el corazón, y no pudo ocultarlo. Una mueca de tristeza profunda cruzó sus cejas opacando los jades que él tanto adoraba, pero no la miró, no quería. Estaba decidido, lo había meditado por más de diez días y el convencimiento al que llegara no tambalearía por nada.
Sakura se sentó al fin frente a él, apoyando las manos sobre la mesa después, y le miró a los ojos, buscando un atisbo de su ex sensei, del hombre que le hiciera el amor tantas noches jurándole que la cuidaría, que no la lastimaría.
Pero la estaba destruyendo.
—Dijiste que vendrías a hablar...viniste.
—Sí.
—De qué —suspiró con dolor en esa exhalación—... ¿de qué querías hablar?
Él respiró hondo pero firme, y antes de que pudiera abrir la boca para comenzar, fue ella quien le increpó ya impaciente.
—Te fuiste enojado... no supe nada de ti por días y ni siquiera me avisaste cuando llegaste.
No le respondió. Solo la miraba esperando a que descargara el resto, porque la conocía y sabía que había más.
—Llegaste ayer, Kakashi.
Él asintió.
—Y estoy aquí ahora.
—Llegaste ayer a la tarde. ¿No podrías habérmelo dicho siquiera? Estaba preocupada por ti.
—No debías preocuparte.
—¡Pero estaba preocupada por ti! —apretó los ojos limpiando con el dorso de su mano la lágrima que quiso escaparse—. No entiendo que te sucedió. Porque ahora estás-
—No sucedió nada que no fuera a suceder, Sakura.
—¿Qué...qué quieres decir?
Respiró hondo, buscaba las mejores palabras sin sonar como un cretino. Aunque fuera uno, se sintiera como tal.
—Sakura, lo que creas que tuvimos —la miró por unos segundos sin demostrar emoción alguna, fijándose en esos jades para afirmar lo que diría después —, se terminó.
—¿C-cómo? —las lágrimas se agolparon en sus ojos.
—Me conoces, Sakura, sabes que no soy hombre de relaciones. Nunca lo seré.
Ella bajó la mirada a sus dedos por unos instantes, tratando de procesar las palabras, pero no lo lograba y no podía volver a él así como se sentía. Se perdió en algún detalle de esa habitación tal vez negando lo que oía, o tal vez sin entenderlo del todo.
—Sabías que lo que hacíamos tenía un tiempo, nunca te prometí nada —continuó—, y ese tiempo simplemente se terminó.
Ella negó. Las lágrimas ya rodaban pesadas por sus mejillas.
—Es así, Sakura. Sabes que me aburro de las relaciones, y lo nuestro fue la que me duró más. Pero ya... ya no funciona.
—¿Te ...aburres? ¿Te a-aburriste de mí?
—No de ti —respiró hondo nuevamente huyendo de mirarla, la voz se le quebraba si dejaba que ese nudo avanzara, debiendo recordarse una vez más que lo que hacía era la mejor decisión que pudiera tomar para ella— ,del sexo contigo.
—¿Q-que? Ya no... no quieres...
—Sakura, fue grandioso. Todo lo que hicimos fue grandioso y créeme cuando te digo que es mejor dejarlo aquí.
—¿Fue ...fue porque te dije que te amaba?
—No.
—¿Fue por la batalla? ¿Por qué me hirieron?
—No, no, Sakura.
—¡Mírame! —le gritó y él obedeció luego de respirar hondo una vez más— ¡Me besaste antes de ir a batalla! ¡No fue un beso de alguien que está aburrido de otro!
—Sakura, no le bus-
Se puso de pie en ese instante, apoyando ambas manos con violencia en la mesa cuando se inclinara más cerca.
—¿¡Porque no me dices la verdad!? —respiró agitada un par de veces, sin poder contener ya las lágrimas que comenzaron a brotar sin control— ¡Me decías que lo que teníamos era único! ¡Que no querías que terminara, que-
—Sakura —la detuvo con voz firme pero no menos calma— , al calor del sexo se dicen muchas cosas.
Ella jadeó adolorida, debiendo enderezar los brazos que le flaquearon al sostenerla.
—¿No... no eran verdad?
—Lo eran. En ese momento —suspiró agachando la mirada ahora, no soportaba verla llorar—. Ya no lo son.
Las lágrimas brotaban bañando su rostro, cayendo en pesadas gotas sobre la madera lustrosa de su mesa, y debió tomar asiento cuando las piernas le flaquearon si quería guardar algo de su integridad. Ese hombre que toda su vida la había cuidado, que tanta devoción le había demostrado los últimos meses, ahora simplemente la descartaba destruyéndola de incontables formas.
Se dejó caer en esa silla, sin mirarlo, sólo buscando la forma de frenar las lágrimas sin emitir sonidos, como si quisiera desaparecer.
—Créeme que no quise lastimarte.
No dijo nada.
Él la observó unos segundos, apretando los puños que yacían sobre sus rodillas debajo de la mesa. Se odiaba tanto como le dolía, porque estaba viendo en ella el mismo sufrimiento que lo llevara a abrazarla aquella vez que Sasuke volviera con Karin. Y ahora era él quien causaba el mismo daño, entendiendo que era peor, porque ahora eran dos personas a las que dañaba. A ella y a él.
Pero esa era la mejor decisión, eventualmente se olvidaría de él y el dolor se iría, eventualmente volverían a ser los mismos de antes, siendo ella una mujer más fuerte, dueña de su placer. Segura, feliz y confiada, todo lo que ahora no se veía.
Se puso de pie en ese instante.
—Espero que... podamos seguir siendo amigos.
—No.
—Entiendo...
—¡Que no te creo Kakashi! —lo miró a los ojos ahora— ¡No puedes haberte aburrido! ¡Shizune me contó todo! Me... me contó como estabas cuando yo no despertaba —él negó huyendo a ese contacto— Sí, me contó lo que me cuidaste, lo... lo que tuviste que soportar del consejo. De Tsunade...¡de todos! ¡Eso no se hace solo por sexo!
—Sakura...
—¡No hables sino vas a decirme la verdad! —nuevas lágrimas brotaron— ¡Porque me lastimas más si me tomas como idiota!
Ya había estado en esa situación antes, aunque nunca le hubiera importado lo que pensaran o sintieran las sumisas que creyeron enamorarse de él. Y esperaba a que Sakura no fuera por ese camino, pero el dolor que él le causaba la dejaba allí. Y le estaba destruyendo más de lo que llegara a considerar porque ahora no sólo le importaba, sino que le desgarraba por dentro hacer lo que iba a hacer.
La miró respirando hondo, acomodando su semblante a ese despreocupado y distraído que siempre lo caracterizara, aunque de aquello no tuviera nada.
—¿Qué quieres saber?
—Que... hay alguien... ¿hay alguien más?
Esa era siempre la pregunta.
—Bueno, no quería llegar a esto —y esa era siempre la respuesta que mejor funcionaba—... pero sí, hay alguien más —aunque no fuera verdad.
Se quedó clavada en esos oscuros ojos unos segundos hasta que nuevas lágrimas le nublaran la vista, y allí decidió al fin cubrirse el rostro con las manos, ocultándose de aquél que tanto daño ya le había causado.
—Vete —le dijo con voz quebrada volteando en la silla para que no la viera.
Y él mantuvo su personaje estoico, aunque por dentro apenas si era jirones de lo que alguna vez fue el ex sensei, el amigo... el hombre.
Reparó en esos hombros temblorosos en medio del silencioso llanto, y tuvo que contener las ganas por abrazarla al apretar los puños. Lo que decidiera ya estaba hecho, no había vuelta atrás, así que simplemente caminó hacia la puerta, tomó el abrigo que colgaba a la derecha y salió cerrando suave, para no asustarla.
Ya en la calle subió el cierre hasta arriba abrigándose, mientras marchaba rumbo a su casa, a paso firme que no decidía si hacerlo rápido, porque la mitad de él jalaba para volver a ese departamento y tomarla entre sus brazos pidiéndole perdón, diciéndole que todo lo que le dijo era mentira. Cuando la otra mitad, aterrada le gritaba que dejara todo allí, que terminara de alejarse de ella, era lo mejor. La vida luego de las vacaciones siempre seguía la cómoda rutina de lo conocido, de la soledad sin reclamos y sin pérdidas, de la acostumbrada tranquilidad aunque le llevara un tiempo adaptarse otra vez. Tal vez algún desfogue ocasional le calmara fortuitamente, sumisas no le faltarían.
Pero todo sabría insulso luego de sus lágrimas. Y sabía, aunque no quisiera reconocer, que odiaría su rutina y eventualmente volvería a odiarse él.
Fue en esa esquina, la que abría la calle que lo llevaba a su casa, en que la sintió al fin. Esa dulce energía nunca pasaría desapercibida de él, y lo estaba siguiendo. Ella venía a buscarlo.
El corazón se le desbocó ante la certeza, dudando entre dejarse alcanzar o enfrentarla otra vez, y en cualquiera de las opciones sabía que perdería, porque no hacía ni cinco minutos que había terminado y ya le extrañaba, y no podría mantener por más tiempo su estoica fachada. Aun así, sin saber que hacer, no dejó de caminar, apurando el paso en su lugar.
En esa misma dirección, volteando en la siguiente calle, el camino le llevaba al Lux. Y allí el terreno no sería más neutral que la calle, pero sí más seguro. No estaría solo.
Y allí fue. Y ella tras él en las sombras.
No tardó en salir Zulima a su encuentro ni bien se sentara en unas de las barras, había un par de parejas conversando que lo miraron por unos segundos casi reconociéndolo, y grupos de amigos más allá. No era noche de perversiones, hoy el Lux no funcionaba de fachadas y la rubia estaba aburrida, por no decir que hastiada de números.
Le llamó a su despacho segundos después, contoneando las caderas como de costumbre, era una gata que sabía lo que tenía y gustaba de humillar a base a celo a sus sumisos, y Riuk no estaba a salvo de ese encasillamiento. El oscuro joven lo observó con ojos de advertencia todo su recorrido hasta perderse en el pasillo tras la rubia, aunque poco le importara lo que este quisiera, solo huir de la dulzura que lo seguía y que acababa de entrar al bar.
Zulima no cerró la puerta del despacho, dejando un faro apenas visible al final del lúgubre pasillo, llevándolo a mirar incómodo la abertura por el libre acceso que brindaba, aunque confiaba en que Sakura no se animaría a tanto.
De lo que se olvidaba era que la joven estaba furiosa, dolida y despechada. Sabio quien dijo aquella vez que temía más a una mujer en despecho que a un enemigo hábil. Y ella esa noche, no sería la excepción a la maldita regla.
La sintió avanzar por ese pasillo, Zulima hablaba fascinada de tenerlo para ella en exclusiva, aunque este no le escuchaba más que asentir simulando.
Fue el instante en que supo que se asomaría, cuando tomó la decisión más dolorosa de su vida.
Fue repentino, fue medido aunque se viera como un impulso, pero no dudó en bajarse la máscara en ese instante, tomando el rostro de la rubia entre sus manos, para luego morderle los labios en un cargado beso. No podía decir que no conocía ese sabor y menos que le disgustara, pero fue más amargo el dolor que le invadió cuando al fin la escuchara.
—Era cierto...
Zulima le empujó ni bien notó a la chica, aunque segundos antes le correspondiera con ganas. Le miró con un interrogante en los ojos al que el varón respondiera besándola otra vez para callarla. Y ella se dejó por lo que segundos antes en esas oscura mirada apreciara. Estaba desesperado, necesitaba esa ancla, y ella siempre estaría para él, aún no había logrado sacarlo del todo de su sistema.
Y fue hacerle el favor aprovechando el momento, para que su mano le tomara de la nunca segundos después, profundizando unas caricias que pronto abandonaron la suavidad. Nunca la dulzura fue con ellos, y sus cuerpos lo recordaban tomando el mando como antaño.
—Perdón... —le susurró sobre los labios cuando al fin él se detuviera, en el instante en que la energía de su niña se disipara otra vez. Ella ya se había ido.
—Vas a tener que explicarme esto —le dijo alejándolo de ella para ir hacia el espejo y limpiarse el labial rojo que le había corrido.
Kakashi se desplomó en el sillón, perdiendo el rostro entre las manos después. No lloraba, no podía, pero le dolía el cuerpo, el alma.
—Toma, límpiate —le extendió un pañuelo descartable antes de ir hacia el escritorio, y tomar un cigarrillo mentolado desde el cajón superior.
—¿Y? Estoy esperando.
—No esta noche, Zulima.
Ella soltó la primer calada entrecerrando sus ojos azules, y se acercó deteniéndose enfrente para mirarlo desde arriba duramente.
—No quieres hacerme esperar.
Kakashi respiró hondo al alzar la mirada. Conocía perfectamente lo que la mujer pensaba cuando esos duros ojos se posaban así en él. Estaba enojada. Estaba impaciente.
—Zulima no-
—Señora para ti —le escupió las palabras casi despectivas.
Y él no pudo más que reaccionar como lo hacía al principio. Su respiración se volvió pesada en ese instante. No quería aquello pero lo necesitaba y su cuerpo le recordaba lo que disfrutaba cuando ella usaba ese tono. El dolor que sentía era insoportable y sabía que la noche sería un infierno, sino se expiaba.
Y la miró, la miró rendido.
—¿Te has portado mal, muchachito? —se inclinó acercándose a su rostro para soltarle el humo en la cara después.
—Sí...señora.
Ella sonrió satisfecha, la perversidad calando sus facciones la tornaba duramente hermosa. Todo en él reaccionaba a esa mueca, devolviéndolo a los primeros años de entrenamiento.
—Así me gusta, obediente —se enderezó nuevamente, cruzando un brazo bajo los pechos, hinchándolos más al sostener el codo de la mano que tomaba el cigarrillo—. Ahora, cuéntame lo que va a suceder.
—Zulima-
El bofetón que llegó de imprevisto, le giró la cara callándolo.
—Señora —balbuceó después con derrota en los ojos que ahora se esforzaban por no mirarla, no debía—... no aquí, por favor... no ahora.
Ella sonrió, ese hombre era lujuria pura para ella y se veía precioso así de sometido, pero le dolía. Entendía que el hecho de que la besara no significaba nada, sólo era una forma de romper a la pelirrosa. Y le lastimaba, porque había fantaseado tantas veces con ese beso de regreso, que saberlo impropio le quemaba en el alma. Pero más le quemaba el desespero del sufrimiento que habitaba en esos ojos cuando la mirara al separarse por oírla a ella reclamando a sus espaldas.
Entendía que hizo lo necesario para alejarla, aunque no llegara a descubrir que carajos le sucedía, pero lo conocía lo suficiente como para saber que le estaba rogando que lo castigara por lo que había hecho. Así era Kakashi, una bomba de emociones contenida detrás del hastío, detrás de esa máscara relajada de que nada le importaba. Pero todo le importaba, todo sentía.
Era noble, era dulce, era profundo y a la vez un caos. Más de una vez intentó ayudarlo, pero él estaba cómodo en ese lugar. Temía tanto a la felicidad que no abandonaría el sufrimiento conocido con tal de no sentirlo más.
—Está bien, está bien—se arrodilló frente a él bajando a la ama para dejar a la amiga— ¿Quieres contarme?
Él negó y ella no pudo más que apagar el cigarrillo para luego acercarse y abrazarlo, oyéndolo sollozar entre sus brazos. Por que al fin en lo que llevara de la noche, la fachada superada que armara, una que lograra a fuerza de convencimiento de días de meditarlo, se deshizo en miles de pedazos, dejando expuesto al niño aterrado que yacía en su interior desde aquella vez que encontrara a su padre muerto.
Dejando al hombre destruído que revivía ahora cada una de las pérdidas de antaño, aquellas que lo marcaron, aquellas que lo rompieron. Y si bien se levantó cada vez que las piernas se le quebraran, esta vez había llegado al límite, porque fue una bendición y la peor pena permitirse vivir lo que ella le ofreciera, aun siendo consciente de que esto sucedería. Sabía que no serían gratis sus besos, sus caricias, las miradas tiernas ni el calor de sus manos al tocarlo. Sabía que probarla sería la condena que lo atara al abismo definitivamente, pero también sabía que si se quedaba con ella, sufriendo cada vez que se alejara, terminaría por asfixiarla porque lo haría, no podría resistirse a querer encerrarla en su burbuja. Y sería peor atarla a una vida llena de sus miedos que sufrirla al echarla de ella.
Sakura eventualmente le olvidaría. Su paso la había dejado más fuerte, más entera. Y algún día volvería a hablarle como su ex sensei, sonriéndole ante los chistes o las reprimendas. Ella lo superaría. Estaba convencido.
Aunque también entendiera, que él jamás superaría su tiempo con ella. Su cuerpo, sus labios, su anhelo, nada en él volvería a ser igual. Porque él jamás la olvidaría, aunque fuera el único que debiera.
Solo diré: no me odien.
Por que yo los adoro...
Todos sabían que este momento llegaría. Kakashi y sus miedos echarían todo a perder. Y sí, llegó. Lo siento.
Pero no desesperen. No todo es tan malo....¿no?
Nos leemos en el próximo capítulo, uno que tengo muchísimas ganas de escribir. Wiiiiii!
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