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Capítulo 41

No le gustaba que su piel luciera tan blanca, aunque ya no hubiera rastro de las heridas que días atrás la marcara.

No le gustaba que la respiración se le hubiera vuelto tan calma, tan lenta, demorando cada vez más tiempo entre cada débil inhalación y exhalación. O que en la última hora tuvieran que colocarle la narina para proporcionarle oxígeno.

No se sentía cómodo con todos los cables que salían desde su pecho, conectados a los monitores que delataban un corazón que cada vez latía más débil.

Ni que su propia piel fuera más caliente que la de ella. Se sentía demasiado fría bajo sus yemas impulsándolo a subir la liviana manta de abrigo cada vez que le acariciaba.

—Por favor, despierta. No me dejes, linda —le susurró cuando se acercó a su rostro, besándole la frente luego a través de la máscara, sin miramientos, sin ocultarse a cualquier mirada indiscreta.

Poco ya le importaba lo que otros pensaran. Llevaba más de dos días así, sin moverse de su lado apenas si para ir al baño, o comer algún platillo que Hinata le alcanzara. Dormir era simplemente imposible, solo quería estar cerca de ella la mayor parte del tiempo, retirándose apenas media hora para un cambio de ropas cuando Ino se acercaba a ver a su amiga, y se quedaba con ella hasta que él regresara.

Sólo un momento pudo sonreír con algo de ganas, y fue cuando Sasuke pasara por novedades, llevando con él a Sarada. Ver a esa beba por unos instantes, y la forma en que le estiraba las manitos para tocarlo, fue un bálsamo, y más al saber que su madre había despertado al fin con fuerzas renovadas y pronto tendría el alta para ir a su nuevo hogar, el barrio Uchiha, a vivir los cinco juntos.

Se alegraba por su antiguo pupilo, y le brindaba algo de tranquilidad saber que al fin su vida se encauzaba por buen rumbo, considerando que no tenía sentido percibir aquel logro como injusto cuando posaba los ojos en una Sakura inconsciente, cuyo estado desmejoraba a cada minuto.

Desde el instante en que supo que ella se apagaba, que su vida se le diluía entre los dedos, decidió que su tiempo sería solo para ella. Dejó de lado todo, delegando la aldea en manos de Shikamaru, quien a su corta edad estaba a la altura del desafío, recurriendo a él sólo por consejo ante alguna decisión más compleja, o en las visitas esporádicas que realizaba junto a Temari, quien pronto daría a luz. La guerra había tomado un impase luego de la última batalla, Naruto, Sai, Tenten y Kiba al frente lo estaban haciendo muy bien, junto a Sasuke quien resguardaba las fronteras y su presencia era suficiente motivo para aterrorizar a cualquier que intentara osar meterse en los límites de Konoha.

Sólo el consejo era el que presionaba, aunque Shikamaru los mantuviera a raya. Kakashi de ello no se enteraba, así se aseguraba el Nara ya que los reclamos que realizaban no los consideraba trascendentales. Por lo menos no por el momento, aunque sabía muy bien que cualquier día caerían con la fuerza de un rayo reclamando por el hokage.

—Deberías ir a descansar, Kakashi.

El peliplata suspiró sin soltar por debajo de las mantas, la flácida mano de la joven.

—Estoy descansando aquí, Shizune.

La mujer chasqueó la lengua molesta, mientras tomaba mediciones desde los monitores y revisaba el estado de los sueros. No era su trabajo, pero en las últimas horas la salud de la pelirrosa había ido en picada, aunque no se lo dijera a Kakashi, decidiendo ella seguir de cerca el caso. No quería alarmarle, pero por si acaso ya había armado un equipo con los dos mejores médicos en aplicación del negatiburo, uno de ellos traído desde el frente de Naruto. Pensaba hacer un nuevo choque cuando despuntara el alba. El byakugou casi se apagaba, las líneas ya eran apenas imperceptibles regresando lentamente hacia el sello en su frente, clara señal de que el chakra se acababa y de que sus esfuerzos por irradiar más ya no estaban llegando. Las partículas lo interceptaban más rápido, para luego arremeter contra su objetivo ni bien lo devoraban. Avanzaban lento, pero avanzaban, y estaba desesperando al quedarse ya sin opciones.

El Hyuga no había regresado más luego de que ella le confirmara la mala noticia sobre Sakura, dejándola devastada. Contaba con él para ubicar a Tsunade. La mayor de las Hyuga, su madre, una gran amiga de su tía, era realmente la única capaz de arrancarla desde las sombras. Lo había hecho en el pasado y contaba con que lo lograría de nuevo. Pero no estaba sucediendo, y se le acababa el tiempo.

—Sabes que no puedes estar aquí.

—Sí puedo, Shizune.

—No debes, Kakashi.

Él suspiró sin responderle. No iba a discutirle lo que ya bien sabía, aunque poco le importara. Su atención y su energía estaban puestas en la mujer que yacía en la cama. Nadie lo movería de allí.

Sakura se le escapaba. Se iba de su vida de la forma que más temía y no podía dejar de culparse por ello. Otra vez le tocaba a él la mala fortuna de quedar vivo. Y de quedarse solo.

No entendía qué designio había en su vida que siempre el destino le obligaba a recorrer el mismo tortuoso camino. Y se odiaba. Porque ya bastante experiencia tenía para volver a cometer otra vez el error de relajarse y amar, de ser feliz, de entregar su cordura a alguien más que no fuera él mismo.

¡Qué idiota que era! No debería haber dejado que lo besara esa noche, ni siquiera haberle hecho el amor. No debería haberla tocado, o dejarla entrar tanto en su vida. Esa historia que permitió iniciar, esas vacaciones como le gustaba llamarlas, se había cobrado todo y ahora quedaría él, solo, vacío, quebrado. Aunque ya ni siquiera esas palabras le definían lo que sentía, porque jamás había experimentado el desespero que parecía que hasta le comía la cordura. Era como un enorme agujero sangrante en el pecho, que no lo mataba pero no le dejaba respirar.

¿Cómo volvería a su rutina luego de ella? ¿Cómo siquiera tendría ánimos de velar por Konoha si ella ya no sería uno de los habitantes, el único al que realmente deseaba proteger?

Otra vez se hundiría, aunque no se equivocaba al pensar que esta vez no saldría de ello. Porque no podría recuperarse de esa ausencia. No de ella.

—Ok —suspiró Shizune abriendo el armario de la habitación para extraer la almohada extra que allí se guardaba para los pacientes—... sé que no podré contigo. Toma, aunque sea trata de descansar un poco —le dijo extendiéndole la prenda.

—Gracias.

Ella le sonrió y miró una vez más hacia los monitores. No estaba bien lo que estos devolvían, nada bien. Pero callaría, no serían sus palabras ni tampoco su mirada quien echara esas verdades sobre el hombre que no hacía más que observar a Sakura, como si de esa forma lograra torcer el destino. Le dolía verlo así, y le dolía ella. Sólo esperaba que la intervención de la mañana funcionara.

—Me voy a dormir, es tarde —Kakashi le asintió, tomando ese gesto como saludo—. Intenta dormir un poco esta noche. Trataré de cubrirte diciendo que te autoricé... otra vez.

—Gracias, Shizune.

—No me agradezcas, no está bien esto.

—Lo sé.

—Bien... —suspiró frotándose el rostro con ambas manos—. Bien que lo sabes porque...—intentó reprenderle, pero sería en vano, las prioridades de ese hombre eran otras— Nada...ya... buenas noches, Kakashi.

Él no dijo nada, ya había sumido su mirada otra vez en la chica, dejándola a Shizune con esa angustia imposible de correr y con una preocupación más, él.

Necesitaba irse a descansar. Todas las fuerzas que pudiera acopiar en esa noche, le serían útiles a la mañana siguiente. Pero le destrozaba el alma verlo así, haber caído en la cuenta al fin de la historia de amor que se estaba dando entre ellos, y le pesaba terminar descubriéndolo de esta terrible manera. Lo ocultaron muy bien, y le entendía las razones aunque no las compartiera. Ya eran adultos y sus funciones no los dejaban en una desventaja, y aún así eligieron las sombras. Y le dolía que todo se revelara tan trágicamente y...

—¡Shizune! —Kakashi llamó su atención poniéndose de pie repentinamente— ¡No respira! —Apoyó la mano sobre el pecho para asegurarse y en ese instante los monitores comenzaron a saltar con todas clases de alertas. El corazón se le había detenido abruptamente.

—¡Córrete Kakashi! —le ordenó desplegando de inmediato el chakra de inspección. Lo que temía, estaba pasando, y maldijo por dentro por haberse quedado sin tiempo.

—¿Qué... qué pasa? ¿Qué está pasando?

Una enfermera entró corriendo en ese momento, alertada por las alarmas, y buscó rápidamente desde el rincón de la habitación la bandeja con los medicamentos para reanimaciones, preparándolos de inmediato en el orden de aplicación, mientras Shizune escaneaba el cuerpo de la chica.

—Que sucede...que —Kakashi miraba estupefacto a escaso metro y medio de la cama. Tenía los ojos abiertos en desesperación aunque en ese momento no sintiera nada, como si dentro de él todo se hubiera congelado de repente.

—¡Riu, dosis mínima de atropina! —La joven asintió—. Y prepara la epinefrina.

—Listo señora. ¿Enciendo el desfibrilador?

—No, no podemos usarlo con las partículas. Se activarán más —dirigió sus manos con el jutsu de inspección activo hacia el pecho—, y están llegando al corazón.

En ese instante, un segundo enfermero entró.

—Tú, llama a Agusto, ¡y ya! Lo necesito para el negatiboru.

—¡Sí señora! —dijo el muchacho saliendo de inmediato a cumplir con la orden.

—Shizune...—le llamó Kakashi con voz apagada.

—No ahora, Hatake.

—¿Qué pasa? Dime que-

—Riu —le interrumpió ignorándolo por completo —, inyecta la atropina a la cuenta de tres.

La chica asintió, corriendo a Kakashi al empujarlo con su hombro, para situarse del lado de los sueros, e introdujo la aguja en la válvula para medicamentos.

—¿Lista? —la chica asintió— A la cuenta de tres. No la toques, por favor.

—¡Sí, señora!

—Tú, Kakashi, lejos.

Shizune activó el negatiboru que pronto tiñó el aura verde de inspección en sus manos por el negro, y cuando el tres se oyó, ambas aplicaron sus tratamientos.

El cuerpo de Sakura comenzó a convulsionar debajo del jutsu prohibido, teniendo esta que negar a la enfermera que buscaba una segunda dosis al observar que el corazón no respondía. De inmediato intensificó las ondas de su tratamiento y tras segundos que fueron agónicos para Kakashi, los latidos comenzaron a surgir en el monitor cardíaco. Eran lentos pero allí estaban.

Shizune cortó el nagatiburo para cambiarlo por inspección, y fue en el instante en que su semblante se alivió corroborando que había detenido el ataque de partículas, en el que el segundo enfermero y Augusto llegaron.

Respiró hondo mirando a Kakashi antes de apoyarse en la cama agitada. El sudor le perlaba la frente y su semblante palidecía por el cansancio de la ejecución. Le asintió al levantar por unos segundos la mirada encontrándose con la desesperada de él. Pero fue quedarse unos instantes en esos ojos para constatar el horror en Kakashi cuando este advirtiera la gran mancha roja de sangre, que crecía en el pecho de Sakura tras cada latido.

—¡La herida se abrió, doctora! —advirtió con obviedad la enfermera.

Y fue verlo por sus medios para notar que la joven comenzaba a convulsionar nuevamente. El ataque había reiniciado.

Kakashi corrió a su lado tomando la mano de la pelirrosa, y fue chocar contra el otro médico que intentaba escanear el nuevo camino que habían iniciado las partículas para que Shizune reaccionara.

—¡Sácalo de aquí! —le gritó al enfermero.

Y este obedeció de inmediato tomando de los hombros a su hokage, quien se resistió mirando con desespero a su amiga. Pero esta sólo le repetía que se fuera sin darle explicaciones ni esperanzas, y aun sin poder oírla realmente, su necesidad jalaba a esa cama, a aferrar con más fuerza esa pequeña mano, como si de él dependiera mantenerla en esta vida.

—¡No! —gritó cuando le tomaron por la muñeca impidiéndole la hazaña.

—¡Kakashi, déjanos trabajar!

—¡Shizune, no! Por favor, no me alejes...

—¡Sácalo! —gritó el médico mayor cuando los latidos se detuvieron otra vez y él no encontraba el espacio suficiente para trabajar—. ¡Media dosis de epinefrina y otra de antropina, ya!

El enfermero jaló con más fuerza de Kakashi llevándolo a las rastras cuando este se inmovilizara ante el pitido plano del monitor cardíaco.

La miró a Shizune quien ahora quitaba la almohada de apoyo de Sakura y le liberaba el pecho ensangrentado. No entendía nada, sólo ese pitido ensordecedor que le hablaba burlón recordándole que la vida era efímera en la joven, en su niña rosa.

Casi el aire abandona sus pulmones cuando el enfermero lo empujó fuera de la habitación, cerrando rápidamente la puerta después, mientras le pedía disculpas.

Y corrió hacia la ventana, observando lo que podía de la chica mientras Shizune aplicaba las maniobras manuales de resurrección, manchándose la manos con sangre en el proceso, y el médico le irradiaba energía desde el abdomen en una maniobra distractora para las partículas. La necesitaban viva a aplicar el negatiboru una vez más.

Y allí entendió.

Era real. Se moría.

Ella se iba.

Si no lograban sacarla de ese paro, los minutos que le sostuvo la mano serían los últimos en los que la tocara.

Ese beso que le arrebatara antes de marcharse al frente de batalla, fue la última vez que sintió su sabor.

La perdía.

La perdía de la forma en que tanto temiera.

Se tomó la cabeza con ambas manos cuando los segundos pasaban y ella no respondía.

—No puede ser —susurró—... No Sakura... no puedes hacerme esto... no me hagas esto...no...

Su respiración se agitó más, si era que acaso podía respirar, y la desesperación le apretó la garganta dándole paso ahora al dolor que le agujereó el pecho. Era insoportable, era caliente. Sentía todo y a la vez nada.

Y fue ver el intercambio de miradas entre los médicos, quienes ahora iniciaban nuevamente el negatiboru, aun cuando el monitor mantuviera ese sonido endemoniadamente plano, en el que entendió al fin que ya todo estaba acabado.

Apoyó las manos en el vidrio susurrando su nombre mil veces. Y la vio convulsionar debajo del halo negro que la cubría como un manto, pero sin un atisbo de sus latidos; cuando a lo lejos a su derecha, una voz conocida sobresalió de entre las pocas personas que aún circulaban por los pasillos.

Giró hacia el sonido y allí los vio.

Atravesando las puertas de entrada al ala de cuidados especiales, Tsunade avanzaba a tranco apurado, con el ceño contraído en urgencia, los puños apretados a los lados y esa expresión de furiosa concentración que tanto le conocía. A su derecha un ninja médico, uno de los primero que estuvo al frente de batalla, pupilo de Sakura; le explicaba la situación, el comportamiento de las partículas y el método de negatiboru desarrollado por la shinobi. Y a su izquierda, con el semblante ojeroso y una incipiente barba de dos días, Seiyi avanzaba serio a la misma velocidad.

Reparó en él en ese instante y la mirada de Kakashi le dijo todo. Corrió a su lado no para hablarle, sino para asomarse por la ventana, hacia al desastre que era esa habitación.

—Se muere...

—No digas eso —siseó entre dientes Seiyi y la miró a Tsunade quien comprendió rápidamente la urgencia corriendo hacia esa habitación.

—¡Córranse todos! —les gritó anunciándose ni bien abrió la puerta, mientras activaba el byakugou de inmediato y el negatiboru con su propio jutsu en una mano.

Shizune sonrió y el resto prácticamente si pegaron sus espaldas contra la pared al verla. Conocían su carácter y nadie quería enfrentarla.

Tsunade apoyó la mano libre en el pecho de Sakura, extendiendo su byakugou que ahora envolvía la piel de la joven, y con la otra le aplicó un golpe duro de negatiboru cinco veces mayor al utilizado hasta el momento. Ese pequeño cuerpo se arqueó inhumanamente al instante, brotando desde sus poros un líquido negro mezclado con sangre. Y se mantuvo así unos segundos mientras el halo negro la cubría, cayendo después inerte aunque lo monitores delataban el reinicio vigoroso de los latidos.

Todos se acercaron de inmediato, la herida comenzó a sangrar otra vez y Tsunade a dar órdenes.

El byakubou de la Senju reactivó poco a poco el de Sakura, el cual débil comenzó a desplegarse, aunque no completamente, haciendo que el corte en el pecho cerrara apenas.

—Bien. Con esto servirá para estabilizarla. ¡Tú! —señaló al enfermera— ¡Prepara el quirófano! ¡Y tú! —ahora era el turno del médico— ,los instrumentos, sabes los que me gustan.

—No...no lo sé —le respondió este con ojos asustados, buscando en el resto la complicidad que lo salvara de esa mujer.

—¡Averígualo!— le gritó a él, y luego miró al resto.

Todos asintieron y salieron corriendo si cuestionamientos.

—¡Vamos que alguien la lleve! ¡Ya, ya, ya!

Shizune se acercó apoyándole una mano en el hombro, mientras la Senju le sonreía.

—Buen trabajo, Shizu.

Y luego su mirada fue hacia la ventana, hacia esos dos hombres que lucían destruidos, entrecerrando inquisidora el ceño al reparar en el peliplata.

—¿Qué le pasa a ese?

—Ese —suspiró Shizune al ver hacia el mismo sitio que su tía— ,es que con Sakura ...pasaron cosas que...—negó mordiéndose los labios, sabía que sus palabras generaría situaciones complejas, conocía muy bien a su tía— Mira, es largo de contar —le respondió dándole paso a las dos enfermeras que desconectaron a Sakura preparándola diligentemente para llevarla al quirófano.

Tsunade cerró mucho más el ceño estudiándolo unos instantes, cayendo al fin en una lógica suposición, y salió de inmediato deteniéndose unos segundos al frente de los dos hombres que ahora la miraban expectantes.

Chasqueó la lengua luego de alternar su mirada por unos instantes en cada uno, cruzando los brazos al fin antes de comenzar a hablar.

—Voy a salvarla —Seiyi intentó replicarle ganándose una mirada furiosa que le cerró la boca de inmediato— ,y después voy a tener una seria conversación con ustedes dos.

Como llegó se fue, a tranco largo detrás de Shizune y del resto.

Kakashi y Seiyi se quedaron inmóviles viéndola, agotados y respirando hondo al unísono cuando las puertas vaivén hacia el quirófano se cerraron detrás de la Senju.

—Lo conseguiste —dijo al fin el peliplata.

—Sí.

—¿A qué precio?

—Te dije que daría todo por ella.

Kakashi asintió respirando hondo una vez más. Y lo miró al fin. El otro se pasaba las manos por su cansado rostro ahora.

—Gracias —Seiyi le detalló de reojo entre medio de sus manos al oírlo. Kakashi asintió reafirmando la palabra que no repetiría.

Le sonrió luego brindándole una breve palmada en el hombro, para voltear con dirección a los asientos después.

Se desplomó en uno de ellos, uno que daba el respaldar a la pared y que le permitiría descansar la cabeza en el muro. La espera sería larga y necesitaba unos minutos de verdadera calma.



Tsunade se detuvo frente a ellos, mientras se colocaba la casaca de médico como mero formalismo. Tenía el cabello recogido en una cola improlija, pero su semblante estaba fresco e intacto, aun cuando hubiera estado más de cuatro horas en cirugía. Pero lo que tenía en frescura no lo tenía en calidez.

Kakashi suspiró al hacer contacto visual por un instante. Seiyi, sentado a su lado en igual posición, ni cambió la expresión cuando la Senju posó sus ojos en él.

—Caballeros —arremangó la casaca antes de cruzar los brazos al frente sobre sus prominentes pechos— ,la cirugía fue un éxito, pero Sakura quedó en cuidados intensivos hasta que el byakugou termine de sanar sus órganos. El daño fue masivo. No la perdimos sólo porque el todo poderoso no la quería arriba aun.

Kakashi endureció la mirada, Seiyi cerró los ojos frotándose la cara con una mano.

—Me trajiste a tiempo —se dirigió al Hyuga ahora.

Este negó sin mirarla. En realidad debería haber llegado antes, no entendía por qué su madre demoró tanto en darle la ubicación, siendo que ni siquiera se encontraba tan lejos de la aldea.

Los observó una vez más dedicándole exclusivos segundos a cada uno, para luego hacer una mueca despectiva y voltear comenzando a caminar hacia los consultorios. Robaría uno para su uso el tiempo que necesitara

—Tienen que seguirme caballeros.

El tono no fue duro, pero la orden era clara. Y ambos sabían que no debían desobedecerle aunque las ganas no les faltaran. Sin conocer exactamente qué les diría, la promesa de esa seria conversación aún retumbaba en sus pensamientos, y les molestaba porque lo único que querían hacer en ese instante era verla, y no estaba dentro de las posibilidades.

—¡Que me sigan, carajo!

El grito les sobresaltó, y más de una enfermera asomó su rostro desde las habitaciones para reprender al desubicado, decidiendo no hacerlo cuando constataron quien era. Las reglas eran claras en el hospital, pero peor sería enfrentarse a ella.

Ambos hombres dieron un respingo y tan pronto como ella abriera la puerta del consultorio elegido, los tenía detrás esperando a la invitación que llegó después cuando se ubicó dentro.

—Cierra la puerta —le dijo al peliplata, siendo este el último en entrar.

Seiyi carraspeó al apoyarse en la camilla situada a la derecha del escritorio. Kakashi quedó de pie, al lado de la puerta, metiendo las manos en los bolsillos antes de suspirar.

Ambos hombres lucían agotados, pero ahora sus ojos ya no brillaban en desespero. Ahora solo había una ilusión, y las ganas de no estar encerrados en ese lugar y menos con ella.

Tsunade podría sonreír divertida al tener a dos grandes ninjas tan sometidos a su mando, pero las circunstancias no daban pie a ello. Porque realmente se encontraba enfadada, soltando un gruñido una vez que se terminara de acomodar en el mullido sillón detrás del escritorio.

—Así que al final lo hiciste, viejo zorro —Kakashi alzó la mirada sorprendido—. Sí, a ti te hablo. No te hagas el que no sabes a lo que me refiero.

—No me hago, no lo sé.

La mujer torció la boca y chasqueó la lengua con una sonrisa irónica que le otorgaban un aura de peligroso terror. Respiró hondo antes de apoyar una de sus manos sobre el escritorio, dando pequeños golpecitos sobre la madera.

—Bueno, a ver. Lo diré de otra forma, una más... clara —la sonrisa se esfumó dando paso a la reprimenda que vendría—. Te la follaste.

Kakashi abrió un poco más los ojos, para luego mirar hacia otro lado. El respeto que le tenía a esa mujer, le incomodaba hablándole ella así.

—Ah...eso.

—Sí, "ah, eso" —apretó los dientes, de esa forma tan particular que en ella le estiraba los labios contrayendo algunos pliegues sobre la nariz. Cuando hacía eso, por más aterradora que se viera, Kakashi entendía el por que tenía tan loco a Jiraya— ¿Tuviste que caer? ¿Tan básico eres? —gruñó— Todos apostaban a que no te aguantarías cuando ella fuera mayor de edad. Y no te la aguantaste. Por lo menos la dejaste llegar a los veinticinco.

—¿Cómo que apostaban?

Seiyi carcajeó a su lado ganándose una mirada asesina de parte de su amigo.

—¿Cuánto hace que te la tiras?

—No me la tiro, y eso no te incumbe.

—No claro, tú no te la tiras. Le "haces el amor" —le dijo con ironía.

—Tsunade, si me disculpas eso no es de tu-

—¡No te disculpo ni una mierda! —le interrumpió alzando la voz— ¿Sabes a lo que te vas a tener que enfrentar ahora?

—Lo sé pero-

—¿Y a lo que ella deberá enfrentar por que no te aguantaste la polla dentro de tus pantalones? ¿¡Eh!? ¿¡Lo sabes!?

Kakashi respiró hondo. Era imposible intentar explicarle algo cuando se metía en ese estado furioso que la cerraba. Entendía lo que le debía haber afectado encontrar a su pupila en ese estado. La Senju adoraba a Sakura, aunque su carácter duro le impidiera expresarlo en palabras, sus actos hablaban por sí solos y nunca con nadie, excepto su difunto hermanito, tuvo tal dedicación como la tuvo hacia ella. Y ahora él debía soportar la descarga de adrenalina.

—¡O al menos, si te la querías seguir follando, deberías haberte aguantado un poco frente a todos en este hospital! ¡No hay una enfermera que no hable de ti y de ella! ¡Ni una, Kakashi! ¿¡Sabes lo que eso significa para una figura pública cómo tú!? ¿¡Y lo que le harán a ella, poniendo en juicio el mérito de sus logros por ti!?

El peliplata bajó la vista al suelo unos segundos. Sí, lo había considerado. Cada vez que la besaba, cada vez que avanzaba un paso más en esa relación que nunca quiso nombrar y que no iba a dejar que saliera a la luz, porque nunca esa relación debía haber comenzado en primer lugar, ni durado tanto.

Suspiró.

—No es tan así, Tsunade.

—¿¡Que no es tan así? ¡Hombres! —alzó los brazos en un arrebato— ¡Hombres que no ven más allá de sus putas pollas!

Seiyi los observaba desde su rincón, con el ceño contraído. Si bien al principio disfrutó de la reprimenda a su amigo, ya no eran divertidas las acusaciones y las épocas habían cambiado. No era tan grave una relación así, con esa diferencia de edad o por los cargos que los unieran en el pasado. Su tía estaba juzgando desde la experiencia de otras épocas.

—El consejo va a cuestionarte todo lo referente con ella, ahora.

—Ya lo hacen —murmuró.

—Tía —intervino el Hyuga— ,no creo creo que sea tan grave.

—¡Tú te callas! —Seiyi reculó— ¡Que para ti también hay! Porque si andas tan angustiado por ella es porque simplemente no pudiste llevártela a la cama, aun. Y ella no es una de tus conquistas, ¿eh? ¡Ni por un minuto más lo consideras! ¡A esa niña no la tocas! ¿Entendido?

Kakashi lo miró de reojo. Seiyi estaba con la cabeza gacha.

¿Seiyi sometido? Era de no creer. Y no pudo evitar sonreír.

—No te rías, pelotudo —le dijo este por lo bajo cuando la Senju le dio la espalda al girar la silla.

—¡Hombres! ¡Dios! ¡Hombre y sus putas pollas arruinando todo! —apretó las manos volviendo a ellos luego, con un dedo acusador hacia Kakashi — ¡Más te vale que no esté embarazada, porque te la corto!

Seiyi carcajeó bajo.

—¡Y a ti también por si acaso!

Todos se miraron en ese instante, midiéndose cada uno, conteniendo las palabras y las intenciones, hasta que al fin la mujer relajó su semblante quitando la furia del medio.

Suspiró y los hombres por las dudas se mantuvieron en vilo, y cuando la vieron relajar sus espaldas en el respaldar, se miraron entre ellos antes de avanzar cautelosamente un paso hacia ella.

—Hombres...—se frotó la cara para luego mirar a Seiyi— ¿Tienes unas de esas petaca de sake?

Este asintió y del bolsillo interno de su sobretodo, sacó la pequeña botella forrada en cuero.

La Senju se la arrebató desde la mano, bebiendo tres grandes sorbos de un trago, y suspiró ruidosamente en placer.

—Siempre consigues el mejor.

—Sólo cuando vienes.

—Cierto, tu vicio son los cigarrillos —. Seiyi asintió— Van a matarte algún día.

—No si te tengo cerca.

Ella le sonrió.

Y luego su mirada se tiñó de dolor perdiéndose en el suelo unos segundos para luego subir hacia los ojos de Kakashi.

—Casi la pierdo, Hatake —. Este apretó la mandíbula—. Una mujer prácticamente indestructible, en la flor de su vida, vuelta de trapo entre mis dedos.

—Pero no la perdiste —le susurró más para sí mismo que para consolarla, dando un paso hacia ella.

—No —se frotó la cara con una mano, lucía consternada, sufriendo por algo que no fue—. No sé qué hubiera hecho si...

El Hatake inmóvil, simplemente asintió. Le entendía. Él tampoco sabría que hubiera sido de su vida. No sabía que hubiera sido de él sí la joven no sobrevivía, y ahora que estaba viva y estaría bien, aún con esa felicidad hinchándole el pecho, no sabía qué hacer. Porque esas semanas de angustia asfixiante, fue todo lo que necesitó para recordar al fin, con completa claridad, todas las razones que justificaban lo incorrecto de esa relación.

—Pero no sucedió eso. En su lugar está viva. Está bien. Y quiero verla —. Interrumpió las dolorosas cavilaciones el Hyuga, imponiéndose con la fuerza que siempre exudaba su dominio.

La mirada que le echó la Senju fue de advertencia.

—Tú no te acerques.

Seiyi le sonrió.

—¿Sabes que voy a hacerlo de todas formas, no?

—No te quiero en medio.

—No me importa lo que quieras.

La mujer se incorporó en ese instante, colocándose en frente de su sobrino de la vida, a los escasos centímetros que sus enormes pechos le permitían sin entrar en contacto físico. La diferencia de alturas era notoria, debía mirarlo desde abajo y este poco esfuerzo hacía desde arriba para facilitarle la tarea.

—No me gusta lo que estás haciendo.

—¿Y que estoy haciendo, según tú?

Kakashi los observaba, entre sorprendido y molesto por la posesividad que demostraba su amigo sobre Sakura, aun estando él al frente.

—Mira nene, mantén esa verga lejos de mi pequeña.

Seiyi carcajeó provocativo.

—Eso, mi querida tía, no lo decides tú.

—¿No? Está por verse.

El peliplata se posicionó cerca de los dos en ese instante, clavando la mirada en su amigo antes de llamarle atención carraspeando notoriamente para que el Hyuga desviara los ojos a él.

—Te olvidas de que Sakura es mía.

Seiyi endureció toda su expresión.

—La chica no es de nadie —replicó Tsunade, aunque fue ignorada por completo. Ahora el duelo era entre los hombres.

—¿Seguro? ¿Lo es? ¿Por cuánto tiempo?

—No te importa. Estás fuera de esto.

Seiyi le sonrió prepotente girándose por completo hacia el peliplata.

—¿Fuera? No estaría tan seguro de eso si estuviera en tú lugar.

Kakashi entrecerró el ceño. Esas palabras no se sintieron meras provocaciones. Estaban demarcando un territorio ganado.

—Aléjate —advirtió acercándose más.

—Sabes que no pienso hacerlo.

—No me busques, Seiyi.

—¿Que vas a hacerme sino? ¿Golpearme?

La Senju no salía de su sorpresa ahora, dejando su propia furia de lado. Esos dos hombres acaso se... ¿estaban disputando a Sakura? Nunca había visto a Seiyi pelear por una mujer, siempre fue al contrario, ellas se lo reñían. ¿Y ahora? Que Kakashi hubiera logrado llevársela a la cama no le gustaba, pero no le sorprendía, siempre le vio en los ojos esas ganas que le tenía, pero desconocía por completo los fuertes sentimientos que en ese momento se estaban manifestando.

Pero que su sobrino de la vida, un mujeriego promiscuo que jamás había decantado en preferencia por nadie, ahora la buscara rayando el desconsuelo para que le salvara la vida a una mujer, que luciera destruido luchando por ella contra su mejor amigo, ¡eso sí que era una nueva!

Debería conversar seriamente con Sakura ni bien pudiera.

—Caballeros —dijo luego de carraspear— ¿Terminaron con el despliegue de testosterona?

Ni la miraron.

—¡Caballeros!

No tardaron en soltar el duelo que mantenían al escucharla, dando un paso atrás.

—Mejor así —reparó en cada uno unos instantes, incitándolos a alejarse más, tomando asiento nuevamente cuando se encontraban a una distancia prudente.

Y suspiró escandalosa al terminar de acomodarse.

Kakashi hacía lo mismo, metiendo de mala gana las manos en los bolsillos. Seiyi se alejaba de él, yendo hacia la ventana para apoyarse de lado en el marco, con los brazos cruzados.

—Me imagino que tienes planes con esa relación.

El peliplata no le dijo nada, ganándose un gruñido.

—No quiero que la tengas de amante a escondidas, Hatake —Seiyi chasqueó la lengua en disgusto, mirando por la ventana hacia la calle ahora—. La blanqueas como tu novia, pareja, ¡lo que sea! O la dejas. No vas a arruinar su carrera con sospechas de favores profesionales a cambio de sexo.

—Las cosas ya no funcionan así, Tsunade.

—¿No? El mundo habrá... evolucionado, pero hay cosas que siguen funcionando igual. Tienes tus opciones, no digas que no te advertí.

—No vas a hacer na-

—Nada, Hatake. Esas son tus opciones —. El peliplata apretó la mandíbula pero no le replicó nada más, no podría. Y ahora Tsunade miraba a Seiyi quien ni reparaba en ella—. Y tú, Hyuga... ¡ey! ¡Mírame!

El aludido giró el rostro hastiado.

—No te quiero cerca confundiendo a nadie, ¿entendido?

—Entendido.

—No me lo digas repitiendo como loro. Te conozco y no voy a dejar que la lastimes. Así que cualesquiera que sean tus planes, olvídalos.

Seiyi gruñó desviando su vista nuevamente hacia las ventanas. No le daría con el gusto de aceptar sus demandas, pero tampoco discutiría y la Senju lo sabía.

—Bien... ahora que ya quedó todo claro, vamos a lo importante —. Ambos la miraron con atención en ese instante— Como ya saben, el ataque que sufrió Sakura fue grave, pero ya está fuera de peligro. Con el negatiboru le quité las partículas, y luego logré infundirle suficiente chakra para que reactivara su propio byakugou por completo. La mantuve bajo el mío por más de una hora para acelerar el proceso.

Hizo una pausa midiéndolos, ninguno cortaba el contacto visual.

—Sigue inconsciente pero-

—¿Inconsciente? ¿Pero no está fuera de peligro? —interrumpió Seiyi.

—Es normal. Quienes portamos el byakugou lo hacemos para enfocar toda la energía en el proceso de recuperación.

—¿Cuanto tiempo permanecerá así?

—Un día, máximo dos, Kakashi.

El peliplata asintió.

—La mantendremos bajo observación constante por cualquier cambio. Las partículas hicieron que la herida del pecho se profundizara e infectara. Tuvimos suerte de que no tocó el corazón.

—¿Cuánto tardará en cicatrizar?

—Ya cicatrizó —el peliplata abrió los ojos en sorpresa—. Sakura es muy poderosa, Kakashi. Sólo que se dieron demasiadas cosas juntas.

—Entiendo —suspiró—. Quiero verla, Tsunade.

Seiyi salió de su cómoda posición en la ventana acercándose a su amigo. La mujer sonrió.

—La están llevando a la habitación.

—¿No quedará en terapia?

—No es necesario. Ya te dije, es muy poderosa. Sólo la monitorearemos por precaución, no quiero sorpresas —golpeó una uña sobre el escritorio—. Necesitaremos gente constantemente con ella. Llama a sus amigos.

—No es necesario —dijo Seiyi—. Yo me quedaré junto a ella el tiempo que sea necesario.

—¿Qué parte de te quiero lejos no entendiste?

—Tsunade, yo también me quedaré —intervino el peliplata.

—Tú tienes tus obligaciones como Hokage, demasiado que ni fuiste a la torre en tres días.

Seiyi lo miró —. Debes tener el consejo encima.

—No te das una idea —le susurró a su amigo.

—Kakashi, no puedes.

—Tomaremos turnos— interrumpió Seiyi a Tsunade—. Estaremos cuatro horas cada uno.

La Senju miró a Kakashi y este asintió.

No era que le agradara del todo a su amigo cerca de la pelirrosa, pero lo prefería por encima de Sasuke o Gino.

—¡Dios! —gruñó— ¡Son imposibles! ¿Nada de lo que dije hace un rato se lo tomaron en serio?

Ninguno respondió, pero ella ya sabía la respuesta.

—Ok, ok, ok... pero no quiero escenas, ni despliegues de testosterona, nada. Tú —apuntó a Kakashi con el dedo— ,trae esas cochinadas que lees y haces eso mientras estés a su lado. Luce como un sensei preocupado, no como un amante desconsolado. Y tú —ahora le tocaba a Seiyi— ,te quiero sentado de ella a dos metros. No la tocas, no le hablas, sólo observas por cambios. Nada más. ¿Entendido?

Asintieron.

—¿Entendido? —alzó la voz.

Ambos rodaron los ojos.

—Sí, señora —respondieron al unísono.

—Bien. Así me gusta —y se puso de pie para retirarse.

—Ahora, vengan conmigo. Los llevaré a verla, así comienzan con eso de los... turnos.



La noche pasó. Las primeras luces del alba los encontró a ambos en esa habitación, cada uno de un lado de la cama. Nadie quiso ceder el primer turno, demasiado habían sufrido ya.

Kakashi dormía con la cabeza apoyada en la pared mientras le sostenía la mano derecha a Sakura.

Seiyi, del otro lado, descansaba su rostro de lado apoyado sobre el brazo que había depositado en la cama, cerca de las piernas de la pelirrosa, mientras que con los dedos le acariciaba el dorso de la mano izquierda cerca de su alcance.

Él no dormía. No podía.

Estuvo tres días en una carrera frenética para traer a la Senju, tres días en los que su tiempo se privó de ella, de tenerla cerca, sabiendo que en cualquier momento todo aquello que podría ser, simplemente quedaría en ese condicional que lo llenaría de vacío. Nunca sintió en su vida la vorágine de felicidad, deseo y angustia a la que ella lo empujó solo con mirarle a los ojos esa tarde, y que lo llevó a ese instante en donde su mundo se derrumbó ante la certeza de lo inevitable. Jamás se había sentido así de desesperado, ni siquiera cuando fue consciente del rechazo de sus orígenes, o por las frías presiones de su madre. Jamás. Sólo tuvo que llegar ella a su vida para sentir que le faltaba todo si ella no estaba.

Se incorporó cuando sintió pasos detrás de él, y giró el rostro en el instante en que el sujeto carraspeó a sus espaldas.

Era Tsunade, quien lo miraba con reprimenda en los ojos, mientras que con un gesto de cabeza le ordenaba se largara de allí.

No le obedeció de inmediato, pero no le quedó otra opción cuando ella rodeó la cama y de una patada en el pie del peliplata, le demandó lo mismo al despertarlo.

Salieron bajo la atenta mirada de la mujer, quien cerró la puerta y las cortinas de la ventana al pasillo, para impedirles observar.

Kakashi, aturdido aún, desperezó la espalda. Seiyi se frotaba el rostro con las manos, apenas si había dormido

—Me duele... todo —le dijo el peliplata.

—¿No estamos más para esto, no?

—No, definitivamente no —y se miraron sin poder evitar reír segundos después.

Si bien ella no despertaba, los colores en su rostro ya eran saludables y la piel se sentía tibia al tacto. No estaba conectada a cables y respiraba sin ayuda. Todo su estado era mejor, y las líneas oscuras y vívidas del byakogou que la rodeaban, prometían una pronta mejoría. El alivio que sentían esos hombres se traducía en felicidad aunque aún desearan verla pestañear y mirarlos con esos chispeantes ojos jade sorprendidos, para sonrojarse después. Y por ello se quedaron, para disfrutar de esa paz de saber que no se iría a ninguna lado, y esperando al milagro de su mirada.

—¿Qué hora tienes?

Seiyi sacó su reloj pulsera desde el bolsillo del pantalón.

—Casi las siete.

—Mierda.

—¿A qué hora entras?

—Poco antes de las ocho, si quiero tener un rato a solas con Shikamaru ,claro.

—No vayas sino quieres.

—Debo —suspiró pesado— ,lo que dice Tsunade es cierto. Pero, mierda...

—¡Que se vayan al carajo esos viejos! Sabes que no pueden hacerte nada.

Kakashi río.

—No, a mí no.

—A ella tampoco.

—Bueno... a ella sí, si convencen a los concejales.

Seiyi apretó los dientes. Eso era cierto. Se había olvidado de la política, ese detalle de la democracia que por momentos se vivía como un grano en el culo. Y últimamente, era uno bien grande.

—Entiendo. Ve. Yo me encargo —Kakashi lo miró. No le gustaba tener que dejarla, y le picaban los celos que él se quedara, pero lo prefería a cualquiera—. Ven cuando te desocupes.

Ahora era Kakashi quien se frotaba el rostro enérgicamente .

—¿Y si despierta antes de que llegue?

—Te envío a llamar.

—¿Seguro?

—¿Por qué no lo haría?

—Seiyi —le miró con advertencia.

—¿Aún estás con ella?

Este le levantó una ceja. La pregunta estaba demás, aunque su amigo lo leyera tan bien que entendía de donde venía el cuestionamiento. Si bien se esforzó por que sus dubitaciones se mantuvieran a raya, no podía engañar a Seiyi, y finalmente este había notado los fantasmas del pasado azotando y no se la dejaría pasar.

—Entonces no tienes nada de qué preocuparte. Sólo no la sueltes, ¿me oíste? —lo miró fijo— No la sueltes. Que te importe un carajo todo. Si ella es tuya, es tuya.

Kakashi respiró hondo. Eran ciertas esas palabras, aunque ya no las sintiera así. Ahora que la calma regresaba, se sentía ajeno en esa historia, y la certeza del final que no quería cobraba tal fuerza que hasta si alivio le proporcionaba. Porque en lo profundo era consciente de que no soportaría vivir todos los días sabiendo que la angustia por perderla definitivamente, era real y podría darse en cualquier momento.

—Está bien —es todo lo que le dijo mirando al suelo—. Cuídala mientras yo no esté.

Y volteó en dirección a la salida colocando las manos en los bolsillos, caminando con su pasear despreocupado, tranquilo, ese que lo hacía lucir como un irresponsable.

Y Seiyi no pudo más que respirar hondo al observarlo, notando nuevamente esos hombros cansados, ese peso que se posaba en ellos cuando los fantasmas regresaban.

Y aunque su advertencia era firme y genuina, supo en ese instante que su amigo no las escucharía. Y lo odió, porque por más que eso significaba que ella estaría libre, esa libertad sabría agria si la tenía que ver llorar.

.

.

—Entonces entienda, hokage sama —el cargo se pronunció con cierta burla en los labios de la anciana— ,que estos días no pudimos sacar otra conclusión menos escandalosa. Y es inadmisible esa relación.

Kakashi los escuchaba, llevaba algo más de veinte minutos solo escuchándolos.

Luego de analizar los reportes del frente, y las averiguaciones que los espías de Seiyi hicieron en base a la información obtenida en los interrogatorios, el principio del fin de esa incipiente guerra estaba cerca. El esfuerzo de Sakura, el sacrificio que había hecho a costa de su propia salud, dio más de un resultado. Y estaba orgulloso, aunque supiera que lo hubieran obtenido de todas formas sin la necesidad de exponerla así.

—¿Entiende que fueron maestro y alumna, que es su superior?

—Eso no lo inhabilita a nada. Ya no es su maestro. Es un igual —aclaró Shikamaru.

—Es su superior. Es su hokage.

—Es el superior de cualquier mujer que trabaje para la aldea. Entonces, en base a esa lógica, ¿no podría tener una relación con el cincuenta por ciento de las mujeres de Konoha?

—¡No salga con sus juegos de palabras, Nara! —la anciana estaba furiosa, la decencia de antaño, de décadas pasadas, hacía estragos en el semblante de la mujer, que ahora miraba con cierto desprecio no sólo al hokage sino también a su ayudante—. Sabe que los asuntos de alcoba no son importantes sino conllevan un escándalo político. Los concejales están furiosos, sólo los proyectos de la señorita Haruno se aprueban, se retrasan las decisiones de guerra si ella está involucrada, el hokage falta a sus responsabilidades para cuidarla—el puño de la mujer resonó sobre la mesa— ¡Es inadmisible!

—La relación no sería problema sino interfiriera con los asuntos de estado —calmó apenas el anciano, tratando de contener el arrebato de esta mirándola con advertencia.

—Y no interfirieron —aclaró Shikamaru—. Al final, ella fue al frente en el mejor momento, ya que varios generales insurgentes estaban allí porque no podían derrotar a ese grupo y nosotros los capturamos. Si ella hubiera ido antes hubiera sido en vano. No veo el problema en esa decisión.

—Si ella hubiera ido antes, los hubiéramos capturado antes, señor Nara.

—Eso no puede afirmarlo.

—¡Sí, podemos! Se sabe que en el interrogatorio uno de esos generales confesó que se encontraba en esa batalla para matar al ninja del chakra poderoso.

—Habrá sido su misión, no la de todos.

—Puede ser —arremetió la mujer— ,pero la duda está sobre la mesa, y ahora muchas de las decisiones del hokage se encontrarán en tela de juicio.

Kakashi no hacía nada. Con el ceño contraído y las manos apoyadas sobre sus piernas, los escuchaba. O quizás simulaba escucharlos. El Nara no sabía qué pensar, Kakashi no había sido el mismo desde que Sakura partiera en esa misión.

—El daimyo Inuzuka está pidiendo explicaciones. No le gusta que en su país se siembren estos escándalos. Siempre Konoha se caracterizó por su decencia y efectividad.

—No entiendo en qué punto hay un escándalo —arremetió el Nara.

—En el punto en que relaciones de cama modifican decisiones de estrategias. Se perdió mucho dinero en estas batallas —aclaró Koharu— ,aunque poco me importa ello, me molestan más la vidas de todos esas promesas ninjas que ya no lo serán por retrasar una sugerencia nuestra, sólo por el interés personal sobre una ninja en particular.

Kakashi respiró hondo ahora y habló al fin.

—Cuáles son sus demandas.

Shikamaru lo miró sorprendido. Estuvo batallando con esos ancianos durante dos días para mantenerlos en duda sobre la certeza de sus juicios, para que en menos de media hora de insidioso parloteo este se rindiera tan fácil.

Los ancianos se miraron entre ellos, quedándose en silencio por unos segundos, siendo Homura quien hablara al fin.

—Nuestro daimyo pide que se separe a la señorita Haruno de las fuerzas.

—Eso es inadmisible y lo sabe. Es el mejor médico de la aldea, superando a la mismísima Tsunade.

Koharu sonrió en ese momento. Las discusiones que había tenido con esa mujer eran épicas, y que la nombrara ahora le producía la gracia que antes no.

—Se solicitó que se removiera de las fuerzas de Konoha. No de la fuerzas ninjas. Que la envíe a otro país, el daimyo de la Aldea escondida en las nubes la quiere.

El Nara entrecerró el ceño.

—De esa forma el escándalo de su relación se enfriaría y su atención regresaría aquí, al cargo que le fue honorablemente entregado.

El semblante del Hatake ni se inmutó. Estaba listo para una confrontación como esa, Tsunade le había advertido que irían por ella, el eslabón más débil dentro de las cadenas de influencia, y buscarían arruinarle la carrera.

—Entiendo. Pero no será necesario separar a nadie de las fuerzas de Konoha, porque no hay una relación entre la señorita Haruno y yo —Shikamaru lo miró nuevamente—. El cariño que me une a ella es la profunda admiración y respeto que surgió durante los años en que trabajamos juntos. Lo que hice por ella lo hubiera hecho por Naruto y lo hice en su momento por Sasuke. Actualmente estoy ayudando al Uchiha a integrarse nuevamente en esta sociedad, cuando la mayoría del público se opone, y no veo a nadie sugiriendo un escándalo por ello.

—Porque no se acuesta con el señor Uchiha —dijo ácidamente la anciana.

—Si ese es su problema, entonces la señorita Haruno está a salvo.

—¿Qué quiere decir?

—Lo que entendió.

Todos se quedaron en silencio en ese instante.

—Por favor, hágaselo saber al daimyo —arremetió el peliplata dando por cerrado el asunto—. Ahora, ¿qué otro tema más tenemos que tratar?

La anciana apretó la mandíbula. No estaba conforme con el resultado, y no demoró en hablar.

—Entonces deberá revisar las relaciones entre sus subordinados, porque el señor Hyuga sí infringió las leyes al ir al frente protegiendo a la señorita Haruno, cuando nada justificaba que abandonara su puesto de inteligencia.

—¿Qué leyes infringió según usted? El general de la división ANBU tiene autonomía en sus decisiones. Danzo había aprobado esa ordenanza tiempo antes de fallecer, en común acuerdo con ustedes.

—Sí, y no lo discuto. Pero su lugar en una guerra es al lado del hokage, y va al frente si el hokage lo solicita. Y entiendo que usted no se lo solicitó.

Vieja de mierda.

Le estaban buscando la veta. Si salvaba a su amigo diciendo que él se lo había pedido, irían otra vez por Sakura ya que asumirían que esa orden fue para protegerla a ella. Lo que era cierto, pero no necesariamente debería haberse sabido.

Todo se le había salido fuera de control y ahora el futuro de Sakura pendía de un hilo, tal como se lo advirtiera Tsunade. Y si bien él podía parar ese fallo al negarse, no podría detener el juicio social que vendría después cuando los concejales comenzaron a hablar influyendo en la opinión pública. Ya había observado con anterioridad reputaciones volverse polvo por un rumor que esos hombres sembraron, y ahora, para complicarlo, había un daimyo opinando igual en medio.

Que lo jodieran a él, no le importaba. Y sabía que al Hyuga le haría un favor removiéndolo de ese cargo. Pero a Sakura, la destruirían a cambio de nada, porque él no le daría ese futuro que ella esperaba, por más que ese futuro se viera tan tentador entre sus manos.

—No, no lo solicité —admitió al fin.

El Nara a su lado respiró hondo. Había sido la mejor jugada para calmar las aguas. Pero el negarla, eso le olía mal, muy mal.



La noche había entrado fría. Había llovido gran parte de la tarde refrescando el ambiente, cosa que no le molestaba a Seiyi quien apagaba su cigarrillo al salir del coche.

No había visto a Kakashi en todo el día y cuando Tsunade fuera a revisar a Sakura, le ordenó que se tomara la tarde, que descansara. Él se negó sólo considerando la dura sugerencia de que fuera a ducharse, afeitarse y cambiarse las ropas antes de regresar, teniendo que oírla despotricar en contra de esa cercanía que él mantenía con su pupila y que no le gustaba.

Poco le importaba.

Sólo la chica ocupaba sus pensamientos e intenciones en ese momento. Verla bien. Verla abrir los ojos una vez más, sonrojándose cuando él la provocara. Y si bien deseaba que su amigo al fin hubiera estado allí, sería un hipócrita no reconocer que adoraba ser él quien estuviera en exclusiva para ella.

—¿Le traigo algo para la cena, señor?

—No será necesario, Watari. Comeré en la cafetería del hospital.

—Está bien, señor. No se olvide de la manta, será una noche fría.

Seiyi sonrió volviéndose a buscar la manta azul que el hombre le había preparado. Y le saludó con la mano al salir del vehículo otra vez.

Entró al hospital, yendo a paso rápido hacia la habitación en donde la joven reposaba.

Tsunade estaba de pie al lado de la cama, pasando nuevamente su chakra de inspección. El byakugou de la joven se había retirado y Seiyi no pudo más que alarmarse.

—¿Está todo bien, cachorro?

—No me digas cachorro.

—Entonces hazme caso y mantente lejos de ella.

—¿Así piensas correrme? ¿Con un sobrenombre infantil? Parecería que no me conocieras.

—El que se olvidó quien soy yo, fuiste tú —apagó el chakra y sonrió observando a la joven con cierta dulzura y orgullo—. Vamos bien. Es una chica muy, muy fuerte.

—¿Qué sucedió?

—Ella misma retiró el byakugou, terminó de sanarse. Y lo hizo muy bien.

—¿Y porque duerme aún?

—Porque está cansada —comenzó a cubrirla con las mantas de abrigo, la temperatura estaba descendiendo—. En cualquier momento podría despertar.

Seiyi respiró hondo soltando la manta en el sillón que había acomodado al lado de la cama, y no fue consciente del momento en que se acercó a la chica observándola con una sonrisa de alivio en los labios, para acariciarle el rostro con el dorso de sus dedos después. Fue una caricia sin intención, casta en su esencia, pero por extremo cargada de dulzura.

—Te dije que no la tocaras —este la ignoró, aunque retirara los dedos de ese rostro, no quería iniciar una contienda y ya tendría tiempo a solas para expresarse a gusto.

—¿Kakashi vino mientras no estuve?

—No. El consejo lo debe estar matando. Oí que un daimyo andaba reuniéndose con ellos.

—Mierda —fue todo lo que pudo decir Seiyi y la mujer frente a él asintió.

—Sí, eso pasa con los escándalos cuando la polla le gana a la razón.

—¿Sabes que no es sólo sexo con ella, no?

Tsunade lo miró entrecerrando el ceño.

—¿Lo dices por él o por ti?

—Por los dos.

—Sí, cómo no. El amor les va a durar hasta que se la hayan follado cada uno, y después seguirán a la novedad que venga. Sino los conoceré, yo.

Seiyi suspiró, era imposible quitarle una idea de la cabeza hablando, debería verlo por sí misma para convencerse, y se alejó para quitarse el abrigo, el cual colgó del gancho al lado del ropero.

Tsunade se desarremangaba ahora caminando en dirección a él, deteniéndose enfrente con la mirada dura puesta en los ojos de su apuesto sobrino.

Se quedó quieto preguntándose qué demonios se traería esa mujer ahora y no pudo evitar entrecerrar el ceño.

—¿Que necesitas?

Ella chasqueó la lengua cruzando los brazos al frente

—Nunca creí ver esto en mi vida.

—¿A qué te refieres?

Le sonrió con algo de malicia al acercarse más.

—No la hagas sufrir, ¿me escuchaste? —advirtió duramente— Es de las que valen la pena.

Y esa simple frase le llenó de una alegría que no creía que podía sentir, porque esa frase le reconocía a él como una posibilidad en la vida de la pelirrosa, y aunque los juicios de su tía poco le importaban, que en eses instante tuviera la aprobación de esa forma tan particular, le demostró que siempre la opinión de esa dura mujer había calado profundo en él, aunque terminara decidiendo por sí mismo al final.

Le asintió observándola retirarse con una advertencia en la mirada, y estando a solas otra vez, no dudó ni un segundo en tomar su lugar al lado de la joven. Ni bien se sentó, buscó de debajo de las mantas la mano que cada vez que podía tomaba, ese casto contacto con ella le llenaba de una satisfacción de la que no se privaría mientras pudiera. Kakashi regresaría en cualquier momento y debería correrse definitivamente, porque si ese ninja era sensato dejaría de a lado los fantasmas que ya lo estaban atormentando y no la soltaría. Pero sólo si era sensato, porque ya le había advertido en la mirada ese terror que sólo esas alimañas podían causarle. Y temió, no por su amigo, eventualmente se recuperaría como lo hacía cada vez, cerrándose a la felicidad nuevamente. Esta vez temió por él mismo, por lo que debería soportar mientras la viera sufrir con el corazón hecho añicos. Y no quería eso, aun cuando significara que la puerta de entrada a una historia con la joven se abriera con ese dolor, prefería mil veces quedarse observando desde las sombras mientras añoraba aquello que pudiera ser, con tal de verla feliz, plena, brindándole esas sonrisas tan puras y brillantes de joven enamorada aunque no fueran para él ni por él.

Eso lo había vuelto esa pequeña mujer, en un mejor hombre, aun sin darle nada.

Apretó la pequeña mano suavemente y la observó con una sonrisa en los labios, una dolorosa y feliz sonrisa.

—No veo la hora de verte despertar hermosa. Para que te enojes conmigo, por ser yo quien esté aquí y no él —se acercó a ella hablándole en susurros ahora—. Aunque quiero que sepas que, pase lo que pase, siempre voy a estar para ti. Siempre.

Se incorporó apenas y le deposito un suave beso en la frente, antes de tomar nuevamente asiento. Se sentía exhausto y el alivio de saber que pronto despertaría, le había robado lo último que quedaba en su cuerpo de adrenalina. Necesitaba dormir.

Corrió apenas su trasero para tomar la manta sobre la que se había sentado, y la desplegó cubriéndose el cuerpo para luego acomodarse estirando las piernas y apoyando la cabeza de lado sobre la almohada de la joven. Y le tomó la mano por debajo de la manta otra vez, cerrando al fin los ojos en un suspiro que pronto lo tendría dormido.

Podía decir que a su lado, cuidándola, el sueño se le había vuelto liviano. Las noches acampando a su lado en misión, no fueron diferentes, pero por otra razones. Allí, dentro de la improvisada tienda que armara para los dos, velaba por el sueño de la chica estando atento a cualquier sonido que resultara inusual, por más que sus cinco hombres se turnaran para lo mismo afuera. Pero igual, él necesitaba velar por ella cuando al fin esos preciosos ojos se cerraban.

Velar y observarla en calma.

La chica mantenía la guardia en alto alrededor de él la mayor parte del tiempo, y no la culpaba. Dos veces le había robado besos que no supieron a forzados, y entendía que ella temiera que hubiera una tercera vez. Y no era que no lo considerara, pero no quería alejarla más de lo que ya lo había hecho.

Fue en la segunda noche que pasaron juntos como compañeros ninjas, en la que ella le sonrió cuando él de contrabando le ofreciera de beber un trago de licor que calmara en algo el frío. Era una noche de estrellas, limpia y helada, en la que no podían montar fogatas. Se habían observado movimientos inusuales y no querían llamar más la atención de lo debido. Sólo les quedaba la cercanía y las mantas para tener algo de calor, abrazarla hubiera sido más efectivo pero no podía. Aunque lograra al fin sentarse a su lado dentro de la tienda.

Fue en ese momento en que una conversación relajada surgiera, en la que abandonó sin notarlo cualquier coqueteo o tensión por su misión personal. Sólo se dedicó a compartir con ella, escucharla y aportar sus propias anécdotas de misiones. Fue agradable y fue quizás el detalle que lo dejó más embelesado por ella.

No pudo dormir demasiado esa noche. Quería observarla, lo necesitaba, y fue la primera vez que ella durmiera de lado viendo hacia él. Fue la primera vez que dejó que contemplara los rasgos de su rostro a gusto, porque la chica era una excelente ninja y estaba todo el tiempo consciente de lo que sucedía a su alrededor. Él no sería una excepción, por lo que carcajeó por lo bajo cuando, en medio de ese supuesto sueño en el que estaba sumida, ella sonrió juguetona para luego susurrarle "Te atrapé".

Sí, lo había atrapado observándola. Y quizás ella debiera haberle dicho algo más, pero no lo hizo. Y tampoco lo hizo cuando él se acercó lentamente rodeándole el cuerpo con el brazo que la llevó más contra de él. No buscaba nada más que sentirla, no iba a robar nada aunque ganas no le faltaran. Pero se le hizo imposible detener a su corazón cuando se le desbocó al sentirla frotar el rostro contra su pecho.

Esa mujer le mataría, lo volvería loco con esas señales que lo acercaban y alejaban al mismo tiempo.

—¿S-Seiyi?

La escuchó llamarlo a lo lejos, como aquella mañana luego de dormir abrazándola durante la misión.

—Seiyi...¿eres tú?

—Mmmm... —su voz sonaba tan dulce, tal como esa mañana. En realidad, sonaba más suave que ese día, como si ella estuviera muy cansada.

Intentó mover la mano para acariciarla pero no pudo. Se sentía tan exhausto y ese lugar, cerca de ella, rodeado con ese tibio calor, y su aroma a cerezo y a desinfectante... ¿desinfectante?

—Seiyi...despierta.

Abrió los ojos de repente. La misión ya no existía, ni el peligro inminente. No se encontraba dormido sobre la manta en el duro suelo de esa tienda, y no había frío, ni nieve, ni hierba seca. En realidad, ese era un colchón y sábanas del hospital.

Estaba en el hospital, dormido con el rostro de medio lado apoyado al lado de la cama de la pelirrosa. Fue oírla una vez más llamarlo, para caer definitivamente en la realidad. Había despertado.

—Seiyi...

—¡Sakura! —dijo al fin al elevar bruscamente la cabeza girando para verla. Y tuvo que contener el aire en los pulmones, cuando esos hermosos ojos jade prácticamente sonrieron al unísono con esa pequeña boquita al verle—. ¡Estás bien!

Ella asintió y se removió molesta, jalando de la mano que él sostenía fuertemente debajo de las mantas. Le advirtió de inmediato, soltándola mientras se incorporaba del todo.

—Disculpa...yo-

—No hay problema, estabas muy dormido.

—Sí, muy —bostezó luego de sonreírle, poniéndose de pie segundos después debiendo apoyar una mano en el colchón para sostenerse. Se sentía algo mareado, todo había sucedido tan de repente que estaba tardando en acomodarse.

Sakura lo observaba, Seiyi estaba tan apuesto como siempre aunque en su semblante ya se marcaba con el cansancio y con algo más que no llegó a descubrir en ese momento. Y extrañamente, contrario a lo que pensó ni bien notara quien era el hombre que la acompañaba, no había desilusión en su persona. Sólo tranquilidad y un cierto bienestar que la desconcertaba.

—Luces agotado, Seiyi.

Él asintió.

—Siento que no he logrado dormir bien en siglos.

—¿Tsunade te hizo renegar?

—No, ella no. Claro, una vez que la encontré —sonrió estirando la espalda luego—. Fueron días complicados, Sakura.

—¿Si? Yo... no recuerdo mucho después del ataque...¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Casi dos... —miró hacia el techo mientras contaba los días, todo se había dado tan tortuosamente, que ni siquiera era consciente de cuando el día se transformaba en noche ni del paso exacto del tiempo, sólo una certeza lo habitó por esas semanas, y era la de que de no encontrar a Tsunade, ella moría, y no lo permitiría—. Sí, casi dos semanas. Dos largas semanas.

Y respiró hondo al posar sus ojos sobre esos jades que lo miraban sorprendida, tal como lo hiciera siempre, como si nunca hubieran estado cerca de apagarse definitivamente.

Ella le sonrió y luego hizo una mueca de dolor que le alarmó.

—¿Estás bien? Llamaré a-

—No, no. No hace falta. Sólo que siento el cuello algo... duro. ¿Podrías incorporarme? —y le señaló con la mirada la punta de la cama, entendiendo él de inmediato que quería que le levantara el cabezal.

Así lo hizo y pronto la chica se acomodó en una posición semi sentada.

—¿Mejor?

—Sí, muchísimo, gracias —le sonrió mirándolo y él no pudo evitar ir hacia ella, sentándose en la cama para verla más de cerca, para tenerla tal como la tuvo antes de todo ese infierno.

Y eso hizo, observarla, cada detalle en ese preciso rostro que ahora lucía tan lleno de vida, sin rastros de dolor o sufrimiento. Le sonrió contagiándose de la chica, y sin medirlo, pronto sus dedos le recorrían la mejilla derecha retirando algunos suaves cabellos a su paso.

—Cumpliste, Seiyi.

Él asintió.

—No debe haber sido fácil encontrarla, puse un gran peso sobre tus hombros —y ahora era ella la que le apoyaba una mano en la mejilla del varón.

Él cerró los ojos ante el contacto, sin poder evitar girar apenas el rostro buscando con los labios esa pequeña palma, la que pronto encontró, depositando un casto beso al abrir los ojos fijándolos en los de ella.

—No, haría lo que fuera por ti.

Ella le sonrió para luego dejar escapar el suspiro que le llevó la mirada a los labios del hombre frente a ella, delatándola en el sonrojo que pronto la invadió.

El corazón de Seiyi enloqueció en ese instante, y cuando se percató de la cercanía que su cuerpo buscaba, se alejó prudentemente bajando la mirada y quitando dulcemente la mano de la chica desde su rostro. Ese contacto ya quemaba y no podría resistirse una segunda vez.

—Fue duro, Sakura.

Ella se puso seria. No era totalmente consciente de lo que había sucedido, pero sí entendía que había sido grande. La energía en su cuerpo aún fluía distinto, y sentía un chakra ajeno que, aún débil, circulaba por sus canales. Era evidente que Tsunade debió tenerle que inyectar gran parte del suyo, lo que le daba un indicio de los límites que tocaron sus heridas.

—¿Qué sucedió?

—Casi te perdemos.

Sus ojos se abrieron de repente para llenarse apenas con lágrimas que supo contener. No fue por ella que esa emoción le abrumó, sino por lo que viera en los ojos del varón que ahora la miraba consternado.

Y si Seiyi estaba así, no se podía imaginar cómo lo vivió su ex sensei.

—¿Kakashi sabe lo que sucedió?

Le dolió que lo mencionara, pero ya le extrañaba que no lo hiciera.

—Estuvo siempre aquí contigo.

—Hoy no.

—No, hoy tuvo que ser otra vez hokage.

Ella asintió bajando la mirada con algo de decepción.

—Pero me pidió que lo llamara ni bien despertaras.

—Ok —dijo jugando ahora con los dedos sobre su regazo, hasta que dos dedos de Seiyi le subieran el mentón para verla a los ojos otra vez.

—Ese hombre casi desespera cuando no despertabas.

Asintió, apretando los labios para contenerse.

—Yo casi enloquezco, Sakura.

Le miró en ese instante y lo que vio le abrumó tanto, que debió pestañear para soportarlo.

Seiyi sonrió y respiró hondo antes de ponerse de pie.

—Voy a buscar a Tsunade. Tenía que llamarla ni bien despertaras. ¿Estarás bien en lo que regreso?

Ella asintió.

Respiró hondo observándola una vez más. Dudó unos segundos en mover los pies, sabía que cuando saliera de esa habitación, los momentos exclusivos con ella terminarían, porque también llamaría a Kakashi y debería irse, no porque alguien se lo pidiera, sino porque sabía que no soportaría verle sonreír sin que al menos una de esas sonrisas le correspondieran genuinamente.

Pero así eran las cosas y así la había elegido. Nadie le hubiera tenido tan prendado sino le fuera prohibido, se conocía lo suficiente como para saber que lo fácil no era lo que más le durara entre las manos. Pero ella ya estaba rebasando esa categoría, ella se estaba volviendo dolorosa.

Y salió de esa habitación al fin. No porque debiera o pudiera al fin sentir menos, sino porque era lo correcto. Lo correcto para ella, y él haría lo que fuera por ella.



¡Hola!

¡Volví de las vacaciones! ¿Me extrañaron? Porque yo sí, y adoré cada mensaje que me enviaron.

¡Y traje regalito! Para todos. ¿Qué les pareció?

Los leo. je je je


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