Capítulo 36
Kakashi observaba de reojo a su ex pupilo, sentado a la derecha en la larga banca de la sala de espera a cirugía, llevaban ya más de una hora aguardando novedades de Sakura.
Karin había entrado al quirófano cerca de la media noche para practicarle una cesárea de urgencia, ya que no dilataba y las escasas fuerzas de la mujer ya casi la abandonaban. El rostro de Sakura era profesional al anunciarse a Sasuke, transmitiendo seguridad y calma al familiar del paciente, pero una corta mirada al peliplata ubicado un paso detrás de este, le dijo todo. El asunto venía complicado.
Kakashi no acotó nada a la breve charla. Sólo asintió con el ceño contraído y se concentró en apoyar al Uchiha, aunque sabía que con este las palabras estaban de sobra.
El pelinegro suspiró echándose hacia delante al tomar una rodilla. Segundos después, la ansiedad por demás contenida lo llevó a apoyar las espaldas en el respaldar al tiempo que se frotaba el rostro varias veces intentando calmarse.
—Está en buenas manos. Las mejores —acotó Kakashi con su tono calmo, pero no menos firme, sin levantar la vista del icha icha que le regalara Sakura, al que ya releía por tercera vez aunque su mente no estuviera entre medio de las letras.
Porque estaba en su cama, horas atrás, cuando la joven se confesara clara y directamente, sin darle ni el mínimo margen para huir o cambiar de tema. Y los nervios le anudaban el estómago. Ese nudo incómodo e insoportable que le enojaba, uno que hacía años luego de la cuarta guerra shinobi, que no sentía.
Y lo odiaba. Porque estaban en esa situación por su culpa. Por su incapacidad para anticiparse a esa declaración, o tan sólo manejarla de forma diferente. Sakura no era una más a descartar.
Y se odiaba. Eligiendo ese sentir para no reconocer lo aterrado que le hacía sentir la pequeña mujer de cabellos rosas.
—Lo sé —respondió al fin el Uchiha, levantando la mirada hacia el reloj por enésima vez en el transcurso de algo más de diez minutos.— Sólo que... —y suspiró antes de ponerse de pie caminando unos pasos hacia la puerta vaivén que comunicaba la sala, con el inicio del ala quirúrgica.
—No vas a lograr nada poniéndote así. Tú, mejor que nadie lo sabe.
—Sí —respondió sin voltear y sin moverse del lugar o intención.
Y Kakashi lo entendía. Dentro de ese quirófano no sólo se encontraba la mujer que ese muchacho había elegido para formar una familia, sino que también estaban sus hijos viniendo al mundo, con la incertidumbre y el miedo gestándose por el silencio de una situación que se debatía entre la vida de la desolación completa. Él más que nadie entendía eso. Y le aterraba, llevándolo a tomar las peores decisiones.
Unos pasos lejanos pero rápidos, provenientes de detrás de la puerta, rompieron la monotonía de la solitaria sala. Sasuke se inclinó hacia delante, conteniendo las ganas de atravesarla, y Kakashi simplemente se puso de pie, yendo hacia a su lado deteniéndose un paso atrás.
Sakura se acercaba, no podía verla pero claramente la sentía. Y su propio corazón se desbocó en la espera del encuentro. Él no aguardaba novedades, pero sí ansiaba verla.
La cabellera rosa apenas si asomó por las ventanas circulares de las puertas cuando se detuvo detrás, dejándola ver por completo en el instante que abrió ambas hojas lo suficiente para pasar.
Lucía hermosa con su cabello recogido en una coleta suelta, la bata blanca de médico puesta por sobre la chaqueta y pantalones verde agua de cirugía. Su semblante denotaba cansancio pero no agotamiento. Y eso le aliviaba. Ella estaba bien.
No cruzó miradas con Kakashi, su atención cayó directamente sobre Sasuke, quien estaba demasiado estoico para lucir natural. El joven se contenía a fuerza de pura voluntad, era por demás evidente, tanto para su ex sensei como para su compañera de equipo, pero nadie diría nada.
—Sauske —suspiró— , eres padre de tres hermosos y saludables bebés. Dos varones gemelos y una niña. Los tres están bien, nacieron a término y con buen peso. En estos momentos, están siendo preparados para que los veas en breve.
Sasuke suspiró. Sus hombros apenas se relajaron y una incipiente sonrisa se dibujó en esos labios. Si bien la alegría por sus hijos lo invadía, aunque fuera escuetamente evidente, aún faltaba saber de su mujer. La miró a los ojos y eso fue todo lo que Sakura necesitó para entender la pregunta no dicha.
—Fue un parto difícil, no voy a negártelo. Karin es una luchadora y gracias a ella esos bebés nacieron. Pero-
—Dímelo sin vueltas, Sakura —interrumpió envolviendo su semblante en una dureza que amenazaba reflotar el Sasuke de antaño, enfermo de odio y venganza, como si se preparara para lo peor.
—Sus reservas de chakra se agotaron y su cuerpo estaba débil por el duro embarazo —suspiró—. Entró en un coma ni bien nació el último bebé.
—¿Coma? —repitió Sasuke cambiando la mueca de su rostro a una de preocupación. Kakashi dio un paso hacia él, colocándole una mano en el hombro en señal de apoyo.
—Su estado es delicado, pero debes tener en cuenta que ella pertenece al clan Uzumaki, suelen entrar como en un estado de ... hiper sueño para recuperar sus energías y sanarse.
—Pero dijiste que está en coma.
Ella asintió. —Es una mujer fuerte —le tomó del brazo, acariciándole con el pulgar— , y las señales que me devuelve su cuerpo me dicen que ese proceso inició —. Le sonrió con genuina calma ahora, aunque estuviera preocupada—. Por eso sugerí que la llevaran a terapia, para monitorearla más de cerca y poder intervenir ante cualquier cambio. Créeme que no dejaré que nada le pase.
Sasuke asintió en respuesta, aunque su mirada tembló por unos segundos. Sakura no pudo evitar abrir los ojos en sorpresa al percatarse del gesto, era una reacción muy humana, que hacía demasiado tiempo no aparecía en el Uchiha, y la llenó de orgullo saber que algo de esa sensibilidad que tanto se esforzó por quebrar en el pasado, había regresado.
—Va a estar bien. Solo... es tiempo. ¿Ok?
Él dudó unos instantes pero luego asintió nuevamente.
Kakashi carraspeó en ese momento, alejándose para darle lugar a la enfermera que se acercaba.
—¿Señor Uchiha? —lo llamó y este volteó de inmediato a verla, provocando un sonrojo en la joven. El ninja era famoso y aún no perdía su toque entre las féminas, siendo esa mirada oscura y tan fría la que más las enloqueciera—. Sus...sus bebés ya están listos —y le sonrió agachando la mirada apenada.
Sasuke asintió y echó a andar en la dirección de donde ella había provenido, haciendo reaccionar torpemente a la enfermera cuando pasó a su lado.
—Por-por allá, señor Uchiha —dijo, señalando lo obvio.
Sakura miró a Kakashi comenzando a caminar detrás, mientras le hacía un gesto para que la siguiera.
El peliplata abrió los ojos al percatarse de que le estaba pidiendo que fuera con ellos a conocer los bebés, y negó rápidamente sin moverse del lugar. No se le daba bien todo el tema con los niños, ya varias veces la había cagado en la torre del hokage cuando algunos pidieran un autógrafo por ser uno de los héroes de guerra, lo que lo llevaba a concluir que con los bebés sería peor. Pero la mirada furiosa que le dedicó su pelirrosa ni bien terminó el desplante, no le dieron demasiadas opciones. Era seguirlos por su propio pie, o aguantar que lo llevaran a las rastras.
Respiró hondo e hizo caso. No lo dejaba en una posición muy dominante, pero era de hombres valientes saber también cuándo ceder.
Los colores de las paredes comenzaron a mutar de un blanco grisáceo, típico de las áreas comunes, a colores pasteles que transformaban la atmósfera a una más cálida. El aroma que se apreciaba ya dejaba de ser a puro desinfectante, tiñéndose de suaves y típicos florales a bebés. Y los pequeños llantos, apenas audibles, de niños que recién asomaban a la vida, que aún les faltaba aumentar sus fuerzas para que los pulmones impulsaran con más ímpetu el aire por sus cuerdas vocales, se oían por doquier.
Y cuando llegó al fin, segundos después que sus ex alumnos, Sasuke lucía inmóvil detrás de un vidrio el cual protegía más de una veintena de cunas, todas ocupadas por pequeños bultitos celestes o rosas.
Abrumado por las emociones, el Uchiha apenas si entendía las palabras de la enfermera quien le pedía que entrara con ella. Fue la mano de Sakura que lo tomó por el codo, la que lo sacó de su ensimismamiento, dejándose arrastrar hacia la habitación.
Una dulce sonrisa adornaba el rostro de la pelirrosa, con ese pequeño sonrojo que la embellecía, un sonrojo que no delataba pena ni excitación, sino un calmo gusto.
Kakashi decidió quedarse fuera, tras la protección del vidrio. Sabía que tarde o temprano le obligarían a pasar, pero hasta que no sucediera, ese sería su lugar. Cerca pero a salvo de cualquier contacto, así estaba bien y rogaba que durara mucho tiempo.
—Señor Uchiha —le llamó la enfermera, de pie al lado de tres cunas, dos ocupadas cada una por un bebé con la cabellera rojiza alborotada, tal su madre, y al lado de la tercera, una enfermera canguro yacía de pie con un bebé de cabellera abundante y negra que bebía con desesperación del biberón— ,sus hijos.
Sasuke se detuvo al lado y los observó unos instantes a cada uno.
—¡Tócalos! —Le animó Sakura mientras acariciaba suavemente la mejilla de uno de los varoncitos —. Son tan suaves.
Él asintió y le imitó segundos después con mucha cautela, como si esos seres tan frágiles de repente pudieran desaparecer ante su toque, notando como el corazón se le desbocaba enloquecido y los ojos se le abrumaban de lágrimas.
—Son...son mis hijos.
—Sí, tus hijos —y le sonrió.
—Señor Uchiha, ¿quiere cargarla? —le llamó suavemente la atención la canguro, cuando la bebé ya hiciera su provecho.
Sakura sonrió complacida, asintiendo antes de que él siquiera reaccionara, y lo tomó de la muñeca para arrastrarlo a la silla que yacía a un lado de las cunas.
—Siéntate.
Y llamó a la enfermera para que se acercara con la niña, ayudándole al varón a acomodar su brazo para recibirla.
La niña dio un leve chillido cuando cambió de portador, apretando más las manitos en pequeños puños al quedar al fin en el regazo de su papá.
Sasuke la miraba aterrado apretándola contra su pecho, mientras las lágrimas brotaban otra vez al observar ese pequeño rostro tan similar al suyo.
—Es... parecida a mí.
—Es igualita a ti —le susurró Sakura, inclinándose hacia la pequeña—. Los varoncitos son más parecidos a la mamá. Aunque es temprano aún para decirlo.
Él asintió aunque no pudo evitar acotar —Ella será mi niña. ¿No es así, pequeña Sarada?
Sakura carcajeó bajo al oírlo nombrarla con el nombre que ella siempre utilizó para la bebé, señal de que al final lo había elegido. Y se alejó luego de ello para ir hasta la primera enfermera, la encargada de la maternidad.
—¿Cuánto podrán quedarse?
—La pediatra pidió que hasta el viernes los tengamos en observación. Pero están muy saludables —. Miró hacia las cunas con una sonrisa—. Es sólo precaución, por la gestación complicada que tuvieron.
—Bien —la pelirrosa se mordió la mejilla interior algo ansiosa.
Le tranquilizaban esas novedades pero significaba que en menos de cuatro días los niños deberían irse del hospital, con lo que concordaba ya que un establecimiento de salud no era lugar para bebés, pero le preocupaba por la situación del pelinegro. Lo observó por su hombro, Sasuke ahora hablaba con uno de los médicos a cargo de la terapia intensiva.
—Mantenme informada, ¿si?
La mujer asintió y ella iba a retirarse cuando se detuvo girando de nuevo hacia la susodicha.
—Y por favor, deja que el padre venga todas las veces que quiera. Prepara la sala de lactancia para él. Que los alimente y esté con ellos lo más que se pueda.
—De acuerdo, doctora.
Cuando Sakura regresó a Sasuke, este intentaba entregarle la niña a la canguro, reflejando una seriedad en su rostro que ya era alarmante.
—¿Todo en orden? —interrumpió haciendo una ademán con las manos para que se la dieran a ella.
—Debo ir a firmar unas autorizaciones y-
—¿Doctor?
—Sí, doctora Haruno. Está todo en orden. Busco al señor Uchicha sólo por papeleo formal que el familiar a cargo debe firmar. La paciente sigue estable.
Sakura asintió, sonriéndole al pequeño paquete que ahora apretaba sus manitos por sobre ese dulce rostro.
—Por favor, permítale que la vea unos instantes.
El hombre entrecerró los ojos, eso contradecía el protocolo de terapia, pero no discutiría con su superior.
—Entendido —y giró hacia Sasuke— ,acompáñeme por favor.
Echaron a andar, pasando al lado de Kakashi quien les saludó y luego apenas si se asomó por la puerta para ubicar a Sakura quien ahora balanceaba suavemente a la bebé entre sus brazos. Le sonrió ni bien lo vio observándola, invitándolo a entrar con un ademán de cabeza. Al peliplata se le terminaba el tiempo de quedarse al margen, y apretó los dientes antes de dar el primer paso dentro de la maternidad.
Todas las cunitas de plástico transparente estaban ocupadas, sus integrantes completamente dormidos, y temía hacer algún ruido que los despertara. Así que se movía con extrema cautela, demasiado lento para el gusto de la joven.
—Vamos...¡acércate! —le apuró en un demandante susurro y al hombre no le quedó más opción.
Cuando llegó a su lado, intentó no acercarse demasiado, pero fue ella quien cerró el espacio.
—¡Mira! —lentamente quitó la parte de la mantita que la cubría para que el peliplata apreciara mejor ese pequeño rostro—. ¿No es preciosa? Tan pequeñita...
—Sí. Hermosa.
—Ohhhh —la bebé sacaba apenas la lengüita con sus ojos cerrados—, mira que dulzura. Dime ¿puede haber algo más encantador que esto? —y se acercó más a Kakashi obligándolo a agacharse apenas para apreciar los gestos—. Una pequeñita, fuerte y hermosa bebé. Saludala, sensei.
El peliplata carraspeó nervioso. Se sentía muy incómodo pero obedecería.
—Ho-hola pequeña... —la miró a Sakura.
—Sarada.
—Hola pequeña Sarada —le dijo apenas susurrando, acercándose levemente.
Y la niña se removió al escucharlo estirando torpemente sus bracitos hacia la voz del varón.
—¡Mira! ¡Te busca!
—¿Q-qué?
La expresión de susto del hokage era impagable y Sakura no pudo evitar reír, conteniendo lo más que podía el volumen. Un hombre que enfrentó peligros inigualables en dos guerras, se asustaba por un bebé indefenso que le demostraba interés.
—A ver, háblale de nuevo —y se acercó a él mientras el varón se inclinaba hacia atrás tratando de mantener la distancia—. ¡No seas miedoso! Vamos, háblale.
—Emmm... —ella lo apuró con los ojos, provocando un sonrojo de nervios en el hombre quien la miró asustado — ¿Pero qué le digo?
—Cualquier cosa. Algo dulce.
—Bueno... a ver, algo dulce... qué sería algo dulce...—se remojó los labios mientras ganaba tiempo para encontrar qué decir. La tarea era sencilla, pero le estaba volviendo loco, y se acercó tomando aire para hablar modulosamente—. Pequeña... ¿pequeña Sarada?
La bebé se removió otra vez al oírlo, aumentando el tamaño de la sonrisa en la pelirosa, quien lo instó a que lo hiciera una vez más.
—Emmm... soy Kakashi, el sensei de tu papá.
Nuevamente la bebé se removió sacando la lengüita en lo que parecía un prototipo de sonrisa, para luego estirar las manos hacia la voz.
—¡Oh, por dios! ¡Quiere ir contigo! —dijo una exaltada Sakura y giró extendiéndola suavemente, para que el hombre la tomara.
—¿Yo? —miró los brazos de la mujer y de inmediato hizo un paso hacia atrás—. No ,no ,no, Sakura. No soy bueno con los bebés.
—¡Vamos! No hay que hacer nada especial. Si me cargas a mí, puedes con ella —y le reprendió sonriéndole de lado—. Vamos, coloca los brazos como hago yo.
—No creo que sea una buena idea —su semblante ya estaba pálido.
—Sí, lo es. Acomoda los brazos como yo —y ese segundo pedido, fue una orden.
Kakashi suspiró y temblorosamente imitó a la pelirrosa, para agacharse apenas quedando a su altura cuando la mujer comenzó a depositar con extremo cuidado la bebé en sus brazos.
El varón lucía aterrado, no menos incómodo, pero la obedecía en todo y ella no podía estar más a gusto. Cuando terminó de acomodarla, le acarició el brazo antes de correr un poco la mantita rosa para arroparla mejor.
—¿Viste? No fue tan difícil.
Kakashi no respondía nada. Sólo observaba al pequeño paquete de no más de dos kilos y medio, que movía los manitos sacando la lengua de vez en cuando, como si estuviera buscando la posición para dormir.
—Mira... la estás relajando —y lo miró.
—Ah... ¿si?
—Sí. Tienes el toque con los niños
—Es casualidad —y sonrió, por primera vez desde que la bebé quedara entre sus brazos, sonrió.
La miró. Lucía tan pequeña e indefensa, tan bonita apretando esas diminutas y arrugadas manitos, que algo cálido despertó en él, aunque ni siquiera se permitiría preguntarse qué.
—Y te queda muy... sexi —le dijo Sakura en un tono bajo, con esa mirada picarona que a él siempre le enloqueciera.
—¿Si?
—Sí. Muy —y se sintió tentada a besarlo, olvidándose de que estaba en un lugar en donde debían mantener la compostura. Se acercó a él y cuando estuvo a centímetros de su mejilla, lo recordó. Y por primera vez en todos esos meses que llevaban juntos de esa forma más íntima, se sintió clandestina. Se sintió como la otra que debía guardar las formas para la sociedad.
Se alejó de inmediato, bajando por un segundo la mirada, molesta, algo dolida. Y no pudo más que respirar hondo para aliviarse.
—¿Estás bien, Sakura?
—Eh...sí. Sí. ¿Por qué no-
—Doctora Haruno —una enfermera le interrumpió hablando lo más bajo que podía en esa zona—. La busca la pediatra.
—Bien. Ahí voy —miró a Kakashi quien la estudiaba con el ceño contraído—. Espérame aquí.
—¿Pero qué hago con...?
—Lo que estás haciendo —y se encogió de hombros antes de comenzar a caminar.
—¿Pero y si-
—Shhh... mira, está dormida. Ya vuelvo.
Y se alejó de inmediato dejando a un Kakashi con el aire atorado en la boca y las palabras ahogadas en la garganta, imposible de moverse del lugar. La vio perderse tras el pasillo cuando cruzó la puerta y de inmediato se sumió en la tarea de tratar de ubicar a las canguros, quienes parecían haber desaparecido de repente, dejándolo solo con esa criatura que iba a devorarlo en cualquier instante.
Respiró hondo resignado al terror, y luego la observó.
La bebé dormía plácidamente entre sus brazos y no era que desistiera de su intento de quitársela, pero temía que si acaso la movía llorara, y que nadie viniera en su rescate. ¿Qué demonios haría con un bebé llorando? Y cuando siquiera osó a apenas mover una manito, sumida ya en su sueño, Kakashi desesperó reaccionando con la inmovilidad que hasta dejó todo el aire atorado en los pulmones.
—Hokage, ¿quiere que la acueste en su cuna? —la sugerencia de la enfermera fue la salvación, aliviando todo sus pesares cuando, apenas moviéndose, asintió y la chica metió la más manos entre sus brazos para deslizarla suavemente a su regazo.
Le sonrió nuevamente agachando la cabeza en respetuoso saludo, y se dedicó a atender a la pequeña, la cual dio un diminuto chillido al abandonar los brazos del peliplata.
—Mira a la pillina, estaba realmente cómoda con usted —le susurró y él no hizo más que sonreír incómodo, saludando con la mano antes de salir de la habitación prácticamente huyendo, por si se le llegaba a ocurrir a la mujer devolvérsela.
Ya en la seguridad del pasillo, respirando hondo de alivio, fue que encontró a Sasuke nuevamente. Lucía agotado, y algo angustiado, aunque tranquilo. O frío, fiel al estilo que ponía una máscara en frente tornándolo indescifrable. Y lo prefería, ya que por lo menos, no era la ira la que habitaba en él.
Se acercó, observándolo por unos segundos mientras el pelinegro veía a sus hijos dormir desde atrás del vidrio.
—¿Te dijeron algo de Karin?
—Que sus signos vitales son favorables y que hay que esperar.
Kakashi asintió serio volviendo su mirada a los bebés, manteniendo el silencio por unos segundos. Metió las manos en los bolsillos, balanceando su peso a la otra cadera.
—Ya duermen —le dijo suavemente, queriendo sacar conversación— ,tienes unos hijos hermosos.
El Uchiha sonrió escuetamente. Quizás la primera sonrisa genuina que le viera en años, y en ese instante, una de las enfermeras de la maternidad que lo vio, decidió asomarse a llamarlo.
—Señor Uchiha, ¿quiere darle las buenas noches por unos instantes?
—¿Puedo? —respondió sorprendido, provocando la misma reacción a Kakashi. Ver tanta emocionalidad en ese muchacho, un joven hombre ya, aunque fuera sutil resultaba abrumador.
—¡Claro! —y le sonrió antes de volver a los bebés.
Sasuke asintió y miró a Kakashi una vez más antes de seguir a la enfermera, deteniéndose delante de las cunas.
La imagen de ese frío hombre, imperturbable, inclinándose apenas sobre esas pequeñas personitas, extendiendo la mano para acariciarle las manitos en apenas un roce, resultaba en extremo dulce. El peliplata se dedicó a apreciar el cambio en el hombre que fuera en un tiempo ese discípulo envenenado por la furia, absorto en su sed de venganza, que terminó perdiéndose en caminos tortuosos que podrían haberlo matado de no ser por el renegado de su hermano, Itachi, quien diera gran parte de su vida por Konoha y el resto por su pequeño hermano, salvándolo para regalarle una nueva oportunidad.
Y allí estaba esa oportunidad. De la mano de tres pequeños niños y suya, porque él como hokage, le estaba reivindicando al aprovechar sus habilidades en la defensa de Konoha para que tuviera la oportunidad de mostrarse ante el resto de las personas, y lograr su redención de una vez por todas. Elegía creer en él, y no lo estaba defraudando.
—¿Se durmieron?
Kakashi la miró ocultando el respingo que le dio la sorpresiva aparición de Sakura, aunque esta no lo hubiera hecho a propósito.
—¿Te asusté?
—Bueno... menos pregunta dios y más perdona.
Ella le sonrió de lado antes de cruzar los brazos al frente y darle un corto codazo cómplice
—Te asusté. No me viste venir.
—No fue así.
—Sí, lo fue.
—Algo.
—¿No vas a reconocerlo?
La miró, le encantaban esos juegos.
—¿Reconocer qué?
—¡Ay, dios! Eres imposible —y se mordió el labio inferior antes de concentrar en Sasuke la atención.
Kakashi carcajeó bajo y luego suspiró. —Sí, están dormidos. Lo dejaron entrar unos minutos para que les diera las buenas noches.
—Les pedí que le dejaran compartir lo más que pudieran con sus hijos. Le va a hacer bien—. Kakashi sonrió, la pelirrosa estaba contribuyendo también al cambio del Uchiha—. Pero hay muchos bebés y pronto le pedirán que se retire. ¿Cómo lo viste?
—Está dentro de todo bien. Extrañamente... ¿enternecido? —Sakura carcajeó por la salida de su ex sensei—. Pero lo veo estable, comprometido. A pesar de lo de Karin.
—Sí... irá bien —dijo, oyéndose más como una expresión de deseo que una realidad.
Y se quedaron viendo la escena por unos instantes más hasta que Sakura le tomó del brazo antes de apoyar la cabeza suavemente en el hombro del varón.
Y él no hizo nada para impedirlo, a pesar de que el gesto resultara en una leve exposición de lo que entre ellos sucedía, disfrutando también de ese inocente contacto que lo gratificaba de formas inexplicables. El nacimiento de los bebés de su ex alumno, su primer alumno que se convirtiera en padre, hecho que para él tenía una significancia mucho mayor que lo que parecía; fue traumática, pero mucho peor sería todo lo que tendría que vivir de ahora en adelante con su mujer en coma y sus pequeños requiriendo de mucha atención. Era doloroso en gran medida, pero no lo dejaría solo. Y sabía que Sakura tampoco.
—Vamos —la sintió moverse antes de que le jalara levemente el brazo para retirarse del lugar, volviendo a la sala de espera de cirugía.
Allí Sakura se desplomó en una de las sillas, sentándose él a su lado con todo el cuerpo girado hacia ella.
—¿Fue dura la cirugía?
—Más bien tensa.
Extendió una mano para masajearle el cuello, provocando un leve gemido desde la pelirrosa.
—¿Estás cansada?
—Mmm... algo.
—Te sientes tensa. Será mejor que vayamos a descansar.
—No es eso lo que me tiene así...
—¿Quieres contarme?
Ella suspiró sin realmente responderle, cerrando los ojos cuando Kakashi profundizara el masaje en la nuca.
—Los bebés están bien... muy bien. Lo que no justificará su... estancia en maternidad por mucho tiempo.
Kakashi asintió siguiendo la conversación, aunque ella no lo viera, bajando con su mano hacia el inicio de los músculos trapecio donde apretó, provocándole un nuevo gemido.
—El viernes les darán de alta y ...Sasuke deberá llevarlos ...a otro lugar.
—Entiendo que la habitación en la que se queda no es una opción, ¿no?— y ahora se separó de ella al escuchar pasos acercarse.
Sakura respiró hondo apoyándose en el respaldar de la dura silla de plástico.
—No —le miró con preocupación, llevando con sus dedos un mechón detrás de la oreja— , no me gusta que estén ahí, esto es un hospital...
—Aun Sasuke no tiene un lugar fuera de aquí. Lo sabes.
Ella asintió. —Y tampoco podrá irse del todo, por Karin.
Se quedaron unos instantes en silencio.
—Le mantendré la habitación, Sakura. Informa eso a la administración.
—Lo asumí, Kakashi, pero me preocupan esos bebés. Necesitan a sus padres. Si tan solo la nueva maternidad estuviera lista...
Suspiró con frustración y Kakashi no pudo contenerse de tocarla nuevamente, apoyando una mano sobre la que ella descansaba en su regazo, para acariciarla.
—Mira, aún restan unos días para el viernes. No te precipites. Ahora estás cansada y con demasiadas preocupaciones. Vamos a casa a dormir y mañana sé que algo se te ocurrirá. Siempre se te ocurre algo —y le sonrió provocando la misma reacción.
—¿Me... me abrazas, Kakashi?
—¿Aquí?
Negó agachando la mirada en decepción y él la entendió buscando de inmediato el abrazo pedido, apretándola contra su cuerpo por unos instantes.
—¿Mejor?
—Aún no...
—Digo, ¿porque no nos vamos y te doy todos los abrazos que quieres en casa?
Ella se separó ante esas palabras negando.
—Ve tú, aun no puedo. Tengo papeleo que dejar listo.
—Te espero.
—No hace falta.
—No te vas a ir sola de aquí. Es tardísimo.
—Kakashi, no exageres. Caminar por las calles de Konoha de noche no es un riesgo para mí. Me enviaste a misiones más peligrosas que esas.
Él le sonrió achicando los ojos. —Te espero igual —luego se acercó y le picó la nariz antes de ponerse de pie—. ¿A dónde tienes que ir por tus papeles?
Ella carcajeó. Ese hombre era imposible y la volvería loca. Esa clase de gestos eran los que le hacían confundir, pero necesitaba comenzar a considerar seriamente aquello que una vez pensó, que quizás las atenciones que el hombre tenía sólo para con ella no involucraba sentimientos, sino que nacía de la relación que siempre vivieron, una en la que él la protegió cada vez, aun cuando no era necesario. Quizás Kakashi era esa clase de hombres a la antigua, que siempre cuidarían a las mujeres a su alrededor sin necesidad de que ellas representaran algo en su vida. O quizás se equivocaba en eso, y él solo estaba asustado por lo que implicaba una relación con ella, y por eso reaccionaba alejando cualquier intento de tornar todo más serio, más real que una simple aventura sexual.
No lo sabía, y no iba a resolverlo esa noche. Aun le dolía la distancia con la cual tomara su confesión, y sabía que no podía exigirle nada. Al fin y al cabo, toda esa historia con él había arrancado como un juego de experimentación, la tonta fue ella en enamorarse en vez de simplemente disfrutar del momento, uno que simplemente parecía que comenzaba a llegar a su final. Y sabía que le dolería, como el demonio. Sólo tendría que mantener a raya las ilusiones e ignorar las esperanzas que le generaban actitudes como esa, y como la que ahora le brindaba al acariciarle el rostro de una forma peligrosa en un lugar en donde podrían exponerse. Estaba siendo solo... Kakashi, ese sexi ex sensei que siempre la cuidara, porque eso era cierto, él había velado por ella toda su vida. Y eso no significaba nada más que sólo el cariño y respeto que le tenía. Nada más. Así debía ser.
—¿Y entonces? ¿A dónde vamos?
—A mi oficina.
Sakura le sonrió, aunque había un pequeño dejo de dolor en esa sonrisa, uno que a Kakashi no le pasó inadvertido, haciéndole saber que ese pequeño detalle en la cama, esa duda, había evidenciado sus más profundas intenciones, unas con las que llevaba batallando desde que siquiera la tocara, odiándose por ser él quien ahora le haría sufrir, pero entendiendo que así sería mejor.
Aun así, la siguió y se quedaría con ella todo lo que le hiciera falta, y volverían juntos a su casa para dormir en su cama, abrazándola, haciéndole sentir que aún ese tiempo juntos no terminaba. Y que realmente no quería que terminara aunque sabía que debería.
¿Por qué demonios todo tenía que ser complicado en su vida? Le gustaba esa mujer, la adoraba, era todo lo que alguna vez quiso. ¿Porque demonios tan solo no se arriesgaba de una puta vez y veía que pasaba?
Respiró hondo dejando escapar un suave lamento sin darse cuenta.
—¿Sucede algo, sensei? —le preguntó al oír esa queja, mientras subían las escaleras.
—No, nada. ¿Por?
—Me pareció que querías decirme algo.
—No, no... Yo sólo.... es que estaba pensando en la situación de Sasuke y sus bebés.
—Ah... sí. Yo también pensaba en eso.
Y llegaron a la oficina, abriendo con la llave antes de entrar y darle paso a él.
—No tengo un sillón como en la tuya, pero puedes estirarte en la camilla si quieres.
—Emm... yo pensaba ayudarte.
—¿Ayudarme?
—Sí —y le sonrió.
Ella lo miró algo extrañada, no por el ofrecimiento en sí, sino porque iba a ser papeleo bastante técnico, de un tema que Kakashi no dominaba en absoluto. Pero tampoco le desagradaba la idea, así que ¿porqué no intentarlo? Irían algo más lento, pero siempre disfrutaba de la compañía de él.
—Bueno... Siéntate ahí —y le señaló una de las sillas en frente a su escritorio, mientras ella sacaba las carpetas con los formularios a completar. Lo miró una vez más antes de sentarse en su propio sillón— ¿seguro que quieres ayudarme con esto?
—Sí. ¿No me crees capaz? —provocó.
—No, no es eso...es...—se sonrojó de inmediato al no saber cómo mentirle— ,bueno, sí. Es eso
Kakashi carcajeó.
—Eres linda cuando te pones así.
—Kakashi...
—Dame algo que pueda hacer, y listo. Tan bruto no soy.
Ella asintió y sacó los formularios. Estaban desordenados así que comenzaría con algo simple.
—Tengo que llenar tres reportes. Los formularios 100, 102 y 105. Búscalos aquí y dame esos tres en el orden que te mencioné, mientras reviso mis notas.
Él tomó la carpeta y puso manos a la obra mientras ella comenzaba a hojear la pequeña libreta de bolsillo, que contenía las anotaciones realizadas por la asistente durante la cirugía a Karin. Y si bien eran precisas y ordenadas, como cada vez, le resultaba difícil concentrarse para ubicar las que necesitaba, sobre todo para armar un orden que le permitiera delegar el llenado de las formas.
La situación de los bebés, esa pequeña Sarada tan preciosa y fuerte que no le dejaron revisar a su gusto, la actitud de Kakashi que la confundía, y hasta sus propios miedos que ahora comenzaban a hacerle ruido en la cabeza, azuzando a aquellos recuerdos cargados de dolor de cuando Sasuke la abandonara, eran un torbellino imposible de ignorar. Y comenzaba a considerar que la propuesta de ir a dormir para mañana continuar, era una excelente opción aunque no la dejara del todo tranquila.
Respiró hondo para espabilarse, apoyando la cabeza en la mano, y no se dio cuenta lo evidente que fue en su queja hasta que Kakashi le tocara el codo para llamar su atención.
—¿Sucede algo, linda?
—¿Cómo? —lo miró.
—Te quejaste y creí que pasaba algo. Estamos suspirona esta noche.
—¿Suspirona?
—Sí, a cada rato te escucho suspirar, y sólo haces eso cuando estás angustiada. ¿Qué sucede? ¿Los bebés?
—Sí, me preocupan mucho. No puedo dejar de pensar en ellos.
Ahora era él quien suspiraba de alivio.
—Te oigo.
Ella apoyó ambas manos en el escritorio, dejando la libretita de a lado, y buscó las palabras a decir concentrándose solo en los bebés, la prioridad de ese momento.
—Son tres bebés, Kakashi. Y Sasuke será un padre solo por ...¡vaya a saber cuánto tiempo!
Kakashi se echó hacia atrás en la silla metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón, tomando esa postura de estratega que sus alumnos siempre le reclamaron, durante las charlas de fogata en las noches de misiones, y que él no fuera consciente de ello.
—¿Te preocupa Sasuke?
—¿Eso es lo que oíste? —Le reclamó.
—Bebés y Sauske oí. ¿Te preocupa él?
—¡No! ¡Me preocupan los bebés, Kakashi! —entrecerró los ojos—. Sasuke no sabe nada de cómo cuidarlos y estará solo. Y además no deberá únicamente cuidarlos a ellos, sino a su madre en coma. ¡Y no cuenta ni siquiera con un lugar para tenerlos!
—En lo del lugar, tranquila. Seiyi está en eso.
La mención del Hyuga la tensó. No entendía porque cada vez que Seiyi se colaba en las conversaciones, su corazón se aceleraba.
—No entiendo. ¿Seiyi?
—Es un tema... complejo. Pero quédate tranquila. Pronto habrá un lugar para esos niños.
No asintió, ni dijo nada, porque sabía que por más que insistiera, él no brindaría más detalles de los que ya le diera.
—¿Cuándo estará solucionado? —fue todo lo que preguntó ahora.
—Pronto.
—¿El viernes?
—No.
Sakura suspiró.
—Dile a Seiyi que tiene que ser el viernes.
Kakashi sonrió. Sabía que iba a ponerse intensa ni bien le contara de ello.
—No va a ser posible.
—¿Que le digas o que lo consiga?
—Que lo consiga —. Ella se mordió la mejilla por dentro, como siempre hiciera cada vez que la preocupación la invadía y no podía controlarlo—. Lo que sucedió esta noche, nos tomó por sorpresa a todos, Sakura.
—Sí... —dijo aflojando su postura, arrastrando las manos a su regazo al descansar las espaldas en el respaldar.
Su mirada se perdió en la nada pensando sobre la situación, y Kakashi sólo se dedicó a observarla, entendiendo su preocupación pero meditando en cómo ayudarla.
—Puedo conseguir más tiempo en maternidad para los bebés.
—Lo sé Kakashi, y te lo hubiera sugerido si considerara que es la mejor opción. Pero no es... no es lo mejor. Esos niños necesitan un hogar. No gente que los cuide.
Le sonrió sabiendo que le estaba dando vueltas al asunto.
—Creo que ya tienes una solución, ¿o no?
Ella lo miró sosteniendo esa mirada unos segundos para luego suspirar.
—Vas a decir que no.
—¿A qué?
—A mi idea.
—Bueno, si no vas a decírmela, desde ya me niego — se encogió de hombros. —Ahora convénceme de que te diga que sí.
—¡Kakashi!
—Que.
—¡No te hagas el difícil!
—¿Yo estoy siendo el difícil? —carcajeó ganándose una mirada asesina—. Vamos, habla. Así puedo decirte que no, de nuevo.
Ella infló los cachetes enojada pero no pudo más que rendirse a esa mirada pesada y calma que le brindaba el varón, una que siempre le había gustado y que ahora no hacía más que derretirla.
—Ok —respiró hondo—. Mientras conversaba con la pediatra se me ocurrió que podíamos pedirles a otras parejas que se llevaran por un tiempo un bebé a su casa. No sería la primera vez que se hace algo así —. Hizo una pausa mirándolo a los ojos para evaluar la reacción del peliplata, pero este tenía un semblante ilegible indicándole, con un ademán de mano, que prosiguiera—. Naruto e Hinata no serán padres hasta dentro de tres meses y ella no tendrá problemas en llevarse uno de los bebés. Naruto querrá ayudar a su amigo. Hablaría con Ino para el otro bebé. Sé que aceptará, ella está intentando embarazarse y creo que le va a ayudar cuidar de un bebé.
Se calló en ese instante esperando por una respuesta de parte de Kakashi. Él asentía a cada oración, y cuando se percató de que ella no seguiría hablando suspiró.
—Estoy de acuerdo. Me parece una idea genial, Sasuke podría visitarlos alternando con el cuidado de Karin. Le mantendría la habitación aquí en el hospital hasta que tenga su vivienda lista. No veo el problema. ¿Porque me hubiera negado?
Ella sonrió ampliamente, tamborileando alegre los dedos sobre el escritorio ahora, ansiosamente alegre.
Sospechosamente alegre.
Él entrecerró los ojos ante esa reacción. Y miró los delgados dedos que se movían frente a él antes de volver a los chispeantes ojos jade.
—Espera... mencionaste dos bebés. Y son tres... Sarada-
—¡La llevaríamos nosotros! —le interrumpió.
—¿N-nosotros?
—Sí. Sólo serían un par de semanas...creo. Bueno, más o menos. Tengo a quien pedirle una cuna prestada y algo de ropa, compraría el resto. No sería tan difícil hacerlo entre los dos. Además Noozomi me ayudaría, ya verás-
—Espera, espera, espera —la silenció ya respirando rápido, con un dejo de terror en la mirada—. ¿Dices que vas a llevarte a Sarada a vivir a mi casa?
—Sí. Con nosotros. Porque prácticamente vivo en tu casa y-
—Sakura... ¡no sé nada de bebés!
—Tienes el toque. La hiciste dormir hoy. El resto se aprende.
—¡Fue casualidad! Yo... no tengo casa preparada para niños y-
—¡Es una bebé! Volverá con sus papás antes de siquiera sentarse sola, no hay que tener nada preparado. Además, ya lo pensé, le pediremos ayuda a los Niken. Ellos ya tuvieron bebés. ¡Muchos bebés! Son experimentados.
—¡Cachorros! ¡Tuvieron cachorros, no bebés!
—Al principio es prácticamente lo mismo. No te preocupes.
—No lo sé , Sakura —negó varias veces— ¿No pensaste mejor en Shikamaru?
—Ellos serán padres en un par de semanas. Temari está agitadísima con esa enorme panza, tiene que descansar. No. No son opción. Pero nosotros sí.
—Tú sí.
Ella respiró hondo poniéndose seria de repente
—Entiendo. Ok. Debí imaginarlo. No puedo forzarte a esto—. Lo miró ahora, con esos ojos jade duros y Kakashi ni pudo evitar el temblor que lo sacudió por dentro—. Yo me la llevaré. A mi departamento.
—¿Qué?
—Que voy a llevarme a Sarada, con o sin tu ayuda. Tomé la decisión desde que la pediatra me dijo que no era adecuado dejarlos en el hospital, pero no te lo consulté y no puedo invadirte. En eso me equivoqué, perdón.
—No, no es eso.
—¿Entonces?
Él respiró hondo acercándose a ella. Estiró las manos sobre el escritorio tomando las de ella y se las acarició antes de mirarla de nuevo a los ojos. Estaba nervioso. Muy nervioso. Lo que acababa de proponerle Sakura lo sacaba por completo de su zona de confort.
—Yo...¿estás realmente segura de esto?
—Sí.
—Pero no sabemos nada de bebés.
—Hablas por ti.
—Estamos bien así.
—Es por un tiempo, Kakashi. Hasta que Sasuke se organice.
—¿Lo dices por lo de Seiyi?
—Sí...en parte —pestañeó rápido—. Y Karin, y su nueva realidad. Acaba de convertirse en padre y está solo. Necesita ayuda de calidad.
Kakashi asintió varias veces, acariciándole una vez más las manos.
—No estoy listo.
Ella carcajeó. Él lucía aterrado, como si le acabaran de decir que la dejó embarazada y dentro de nueve meses tendría un mini Hatake.
—Yo te enseño. Te gustará.
—No dije que sí.
—¿Seguro? —y lo miró con pícara dulzura en los ojos, y esa sonrisa suave y candente que él siempre le observara de adolescente cuando quería convencer a Sasuke de algo.
—¡Mierda, Sakura! Vas a matarme...
Carcajeó de nuevo soltándose de ese agarre, para ir hacia el peliplata y sentarse a horcajadas sobre él. En ese instante, con ese sí, se olvidó por completo que entre ellos había una fecha de caducidad, porque acababa de complacerla en algo que le hacía mucha ilusión.
Le bajó la máscara y lo besó con efusividad, colando su lengua instantes después.
Él gimió tomándole la cintura, siendo consciente de que la chica era su debilidad y que tan solo una mirada de su parte le tenía rendido a cualquier solicitud.
—Mmmmf...eres...Sakura...eres...
—¿Si? ¿Soy? —y le besó nuevamente antes de que hablara.
—Espera... —ella lo miró unos instantes depositando suaves besos en sus mejillas y cuello después, dejándole los labios libres—. Eres... ummmm... consciente de que... ¿podremos...follar ...menos?
—Es un bebé —le besó— ,duermen mucho.
Él asintió aunque no confiara en esas palabras. Y sabía que se metía en un lío terrible, que más de una vez lo llevaría a preguntarse porque demonios no la detuvo o simplemente le dejó ir a su propio departamento para terrible empresa. Y luego, ni bien consideraba esa opción, caía en la cuenta de que no quería que se fuera. Y en ese instante se percató al fin de que se encontraba en verdaderos problemas.
La nieve congelada crujía debajo de los apurados pasos de Sasuke. Estaba molesto por la hora, aunque elegía eso para no reconocer los nervios que también lo carcomían. Regresar a ese lugar que en su infancia fue todo y a la vez la nada completa, le volvían loco.
Juró jamás volver siquiera a poner un pie allí. Por él, por Itachi y su memoria, y por todos los idiotas Uchihas que se dejaron llevar por su retorcido antepasado, Madara.
Y allí estaba.
Otra vez en frente a las puertas que daban entrada hacia las viviendas del barrio cerrado perteneciente a uno de los clanes más prominentes y poderosos de la aldea. Un clan que apenas sobrevivía en él, y ahora en sus hijos. El barrio Uchiha yacía muerto detrás de las puertas de madera rojas, siempre abiertas en el pasado, clausuradas luego de la masacre que ejecutara tan efectivamente su hermano.
La mañana era cruelmente fría, aun cuando el sol se luciera brillante en el cielo. Él y sus pocas ganas de estar en ese lugar, lo hacía sentir más duro aún.
—Llegué —dijo al fin.
De detrás de un árbol, la silueta de Seiyi se dibujó asomándose luego del humo de su cigarrillo.
—Tarde —respondió antes de arrojar la colilla al suelo y apagarlo con el pie
—Sólo cinco minutos.
—Es tarde al fin, pero no andaremos con detalles —caminó a paso firme hacia él y cuando estuvo al frente, del bolsillo interno de su sobretodo extrajo un pequeño envoltorio—. Kakashi me dijo que fuiste padre anoche, mis felicitaciones.
—Gracias.
Tomó el paquete y lo guardó debajo de la capa.
—De nada. Y vas a tener que abrirlo, si quieres que avancemos.
Sasuke no dijo nada, ni siquiera cambió la expresión de molestia de su rostro, pero obedeció al pedido, retirando al fin de la pequeña caja una llave color bronce con un lazo rojo desgastado atado como adorno en el extremo.
Lo miró en ese instante y Seiyi no hizo más que sonreír corriéndose hacia un lado para mostrarle las puertas cerradas, que lucían descoloridas por el paso del tiempo, y algo maltratadas por la falta de mantenimiento.
—¿Abro?
—Es obvio, ¿no?
Le dedicó una mirada furiosa que no emanaba demasiada emocionalidad, solo la suficiente para que el Hyuga supiera no que estaba a gusto allí, aunque poco le importara a este.
Cuando giró la llave en su cerradura, solo un clic bastó para que cedieran abriéndose apenas. Y el empujón que llegó después, les hizo seguir su camino plegándose lentamente hasta golpear en los topes en el suelo puestos para su frenado.
Y allí Sasuke no pudo más que abrir los ojos en sorpresa ante la imagen que se extendió ante él.
El barrio Uchiha, el de su infancia, estaba extrañamente vivo, ordenado, cada cosa en su lugar. Hasta el último detalle, la última campana con sus lazos rojos, cada símbolo en las puerta que identificaba la familia que allí habitaba. Hasta el último árbol, aún carente de flores, pero inexplicablemente vivo. Todo igual que aquél último día que llegara de la escuela antes de su desenlace fatídico. Tal y como sus mejores memorias lo recordaban. Sano, vivo, entero. Como si esperara a los hombres de regreso de su trabajo, o a los niños que salieran de sus actividades. Como si sus mujeres aún estuvieran dentro por el frío, cocinando, o jugando con los más pequeños. Todo intacto.
Giró hacia Seiyi con una mirada estupefacta, una que no se decidía entre la sorpresa o el horror. Este venía entrando a paso lento, acercándose a él.
—¿Cómo es esto posible?
—Lo estuve reconstruyendo, armando tu legado, tal como me lo pidiera tu hermano.
Los ojos del Uchiha temblaron ante esa mención, sin poder evitar que alguna lágrima se agolpara, aunque rápidamente la contuviera.
—¿I-Itachi?
Y en ese instante, una sonrisa asomó en los labios del Hyuga, respirando hondo al evocar aquellos años en los que el Uchiha mayor, un genio entre los genios dentro del clan, se escapara cada noche que podía para mantener esas largas conversaciones filosóficas con él, una vez que ambos se descubrieran. Lo respetaba profundamente, y admiraba, recordando cada vez que Itachi le dijera que él era el único que realmente le entendía por completo.
Recordaba como si fuera ayer cuando intentó detenerlo ofreciéndole el exilio encubierto, ofreciéndole rescatar a su pequeño hermano aún cuando no le cayera en gracia. El dolor que vislumbró en los ojos de ese joven, aún un adolescente en aquella época, en el instante en que le pidiera su promesa, esa convicción cargada de sacrificio imposible de ignorar, aun le abrumaba. La paz con la que vivían ese día, era su herencia, la paz a base de sangre.
Y ahora, con la reconstrucción de ese lugar tan emblemático, concluía con la promesa que hiciera para que su hermano iniciara un futuro mejor.
—Sí, él me pidió que cuidara todo esto para ti. Que llegaría el día en que continuarías con el legado y reiniciarías tu clan para bien.
Sasuke no dijo nada, pero no salía de su sorpresa. Se sentía feliz, nervioso, abrumado. Ese lugar no representaba lo mejor de su historia y juró no volver, pero ahora que sabía que era un regalo de Itachi, no podía pensar más que en ver a sus hijos correteando por allí.
—Aún faltan detalles estéticos y reparar las cañerías de algunas casas, nada complejo. Pero las nevadas frenaron las obras. La semana que viene se reanudan, la llegada de tus hijos amerita un esfuerzo extra.
Sasuke ni se atrevía a asentir, aunque entendiera todo.
Observó cada lugar, cada sendero, hasta las herramientas de los trabajadores que yacían a un lado. Todo parecía surreal, hasta que sus ojos se toparon con la vivienda familiar. Su vivienda.
—Puedo... ¿puedo ir hasta mi casa?
—Claro.
Prácticamente si corrió a la entrada de la vivienda. Era la segunda desde el ingreso al barrio, una de las más grandes. Fugaku fue uno de los líderes más importantes y así lo homenajeaba el clan, con la casa más grande, austera al mejor estilo Uchiha pero no menos elegante y confortable.
Se detuvo frente a los escalones mirando hacia arriba por unos segundos. Tomó aire y, tembloroso, dio el primer paso. El segundo y tercero simplemente llegaron por inercia, dejándolo frente a la amplia puerta. Extendió con cautela la mano hacia el picaporte, debiendo tomar aire una vez más antes de abrir y, cuando al fin lo hizo, la respiración se le aceleró ante la imagen.
Todo estaba igual. Todo como ese día. Sólo faltaba el aroma de la cocina de su madre, y hasta si creería que podría verla de pie al lado de la estufa cocinando, si acaso fuera hasta la cocina.
Entró, con pasos lentos y medidos, observando todo y a la vez nada, porque lo que sus pupilas registraban se mezclaban a la vez con los recuerdos de aquella mañana, la última mañana de inocente felicidad en su vida.
Segundos después, Seiyi llegó, pero se quedó observando desde la entrada. Entendía que ese era un momento de íntima reconciliación con el pasado del chico, y su presencia no era necesaria.
—Está... está todo igual— dijo sin voltear, sabiendo que el mayor se encontraba detrás de él.
—Itachi fue muy preciso con los detalles. Lo preparó todo para ti. Yo sólo soy el medio para entregar su legado. Ahora te pertenece.
Sasuke asintió reparando ahora en el rincón en donde sobre la repisa de adorno, se encontraba el portaretrato dorado con la fotografía de su hermano el día de su prematura graduación. El orgullo en ese precioso rostro era apenas opacado por la conciencia del dolor de la finitud que lo abrumaba.
Se acercó tomándola entre sus manos y suspiró.
—Lo hiciste bien.
—A diferencia de él, no lo hice por ti.
—Me queda claro.
El silencio se adueñó de la situación y Seiyi entendió que ya había cumplido con la misión que le encargara Kakashi. Su deseo era mostrarle todo una vez que estuvieran las obras finalizadas, pero el destino tenía sus propios planes. Aun así, había al fin cumplido en otorgar la llave que Itachi pusiera a su resguardo antes de salir a emprender la voluntad de su designio.
Siempre tuvo los títulos del lugar, lo había comprado luego de la masacre negociando arduamente, a veces hasta de forma tirana, con los distintos hokages, logrando no sólo los terrenos sino la manutención de Sasuke, hasta que llegara ese momento. Y había llegado. Cumplió la promesa hecha a su amigo, a su hermano.
—Bien. Cierra cuando salgas.
Y giró bajando lentamente los escalones, mientras buscaba dentro de los bolsillos internos de su sobretodo, el paquete de cigarrillos.
—Es tu legado también.
Se detuvo en el último escalón.
—Soy Hyuga —le dijo sin voltearse ni detenerse.
—Sólo la mitad.
Seiyi sonrió con sorna. Odiaba que le recordaran eso.
—Tú eres mitad Biwaku y te dices llamar sólo Uchiha —giró apenas lo suficiente para verlo antes de encender el cigarrillo que había logrado sacar—. Uno es lo que siente.
—Hablas igual que él.
Esas palabras le dolieron. Apretó los dientes en medio de esa sonrisa que acaso si quería expresar aquello que no sentía. El pendejo no sabía lo que estaba diciendo, o sí lo sabía y lo mismo osaba provocar a su suerte, entendiendo que no era un halago ya que no se refería a Itachi.
—Se nota que lo conociste poco —y tomó con furia la primera calada, que lo tranquilizó apenas lo suficiente para ignorarlo—. Usa bien tu legado. El mío termina aquí con los Uchiha.
Y giró completamente, emprendiendo al fin su camino.
—¡Tienes que hablarme más de mi hermano! —le gritó.
—Otro día.
Ni siquiera se detuvo para constatar si lo había oído a esa distancia. No le importaba.
—¡Ella no te olvidó! —gritó como último intento de detenerlo, consiguiéndolo al fin, sin entender el porqué de esa abrumadora necesidad por retenerlo. No le caía bien el Hyuga, apenas si lo soportaba, pero en ese preciso instante no quería que se fuera, no quería que lo dejara solo, como si en ese hombre encontrara algo de aquel hermano mayor perdido por su maldita propia mano.
Seiyi respiró hondo antes de girar el rostro, viéndolo con furia por sobre su hombro. Le había llamado la atención, de una forma vil pero efectiva al fin.
—Que mierda estás diciendo.
—Sakura no te olvida.
La mención de su nombre le hizo girar por completo, provocando un respingo en el Uchiha. Respetaba a ese sujeto como no lo había hecho con nadie en su vida.
—¿Qué carajos pretendes con esto, pendejo? —espetó entre dientes.
—Te gusta ella. Y es imposible que tú le seas indiferente.
Seiyi no dijo nada. Sólo comenzó a caminar hacia él arrojando el cigarro encendido a la nieve ni bien alcanzó la casa. Respiró hondo al detenerse en la base de la corta escalera, mirando con advertencia a los ojos del Uchiha.
—No juegues, pendejo. No sabes con quién te metes.
—No estoy jugando. Te estoy diciendo algo que te importa.
Seiyi apretó los dientes, mientras su ceño se contraía.
—Habla.
—Le pregunté por ti. Está preocupada.
—Fui su paciente.
—No está preocupada por eso.
El Hyuga entrecerró más la mirada, rumiando en la boca insultos que contendría. No lograba deducir que buscaba ese mocoso tentándolo con información sobre la pelirrosa. Pero lo que más lo tenía molesto, era caer en un truco tan básico de una forma tan monumental como lo hacía.
—Cree que estás enojado con ella. Y te echa de menos.
La mirada de advertencia del mayor ya rayaba la amenaza.
—Si te preguntas si esto que hago es para retenerte, la respuesta es sí. Es verdad, te estoy reteniendo—. Balanceó el peso en sus caderas, tomando el mango de la katana por debajo de la capa, sólo en precaución—. Pero lo que te digo de ella, también lo es. Y si tengo que mencionarla cada vez para que me digas lo que necesito, lo haré.
—No la metas en este juego.
—No lo hago. Ahora, háblame de Itachi.
Seiyi lo observó de arriba a abajo desde su posición, meditando por unos segundos las palabras del joven. Tenía pelotas, debía reconocerlo, y no sólo eso, tenía bien en claro lo que quería sin dudar a ir por ello, ni en los medios a utilizar. Era implacable, al igual que él.
Comenzaba a gustarle el pendejo.
—¿Desayunaste?
—Aún no.
—Vamos, yo invito —y giró comenzando a caminar sin esperar al chico—. Pero vas a tener que darme más detalles de esa conversación, si quieres que hable de tu hermano.
Sasuke asintió, siguiéndole el paso detrás hacia la salida del barrio Uchiha.
Ahora su barrio.
Ahora, nuevamente, el lugar de su clan.
.
.
¡Y nacieron los bebés! Al fin, al fin...
Y tenemos a Kakashi y Sakura tensos entre ellos. La bomba que se soltó en la cama aún no decantó todos los escombros. Siguen cayendo. ¿Podrán superarlo?
Ya sé, no me maten las fans del Sasusaku. Entiendo que no les guste mucho que Sasuke esté con Karin, pero bueno, así es aquí. Verán que tan mal no trato a Sasuke jajajajajaja...
Y el final, ¿que pasó ahí? Apareció nuestro dios Itachi jajajaja... él siempre tiene sorpresas y le salva la tarde a Sasuke. Bueno, ahora la sorpresa viene de la mano de Seiyi y el "clan Uchiha". ¿Que tenemos ahí?
Ahora las dejo a ustedes que opinen. Sé que las tengo mal acostumbradas al sexo, pero la vida no es sólo sexo (¿yo diciendo eso? me desconozco jajajajaja). Bueno... lo que pasa es que van a pasar cosas y.... ¡mejor no digo más!
Antes de irme les dejo un pequeño comentario.... ¿les gustan las sorpresas de Navidad?
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