Capítulo 27
—Kakashi... — Shikamaru llamó su atención, asomándose por la puerta de la oficina luego de dar unos breves golpecitos — Son casi las nueve y está todo listo. Me retiro.
Kakashi apenas lo miró levantando levemente la vista desde el informe que le dejará Shizune, antes de retirarse de la reunión.
—¿Cómo dices?
Su seriedad era sepulcral. En ceño contraído sólo la acrecentaba.
Shikamaru suspiró.
—Que si no necesitas nada, me retiro.
—Ah, Ok... hasta mañana — es todo lo que dijo antes de regresar a su lectura.
Y si bien era lo que el Nara esperaba como respuesta, no le gustaba en nada la actitud del peliplata. Desde que ingresaran a esa reunión, el humor del hombre había permutado a uno de mil demonios, que si hubiera resultado insoportable o tal vez tóxico, hubiera ameritado una intervención de su parte para acomodarlo. Pero no fue así. El ceño contraído, el semblante duro e indescifrable, armaron una coraza impenetrable alrededor del hokage que no le permitía ni siquiera tener una idea de qué le sucedía. Menos sus escuetas palabras, que de cansadas pasaron a casi nulas brindándole aún menos información.
Era evidente que en ello tenía que ver Sakura y todo ese despliegue de testosterona que observó, pero no podía estar seguro al cien por ciento, lo que limitaba sus maniobras.
Suspiró pesadamente. No podía simplemente dejarlo pasar.
—Kakashi, ¿estás bien?
El peliplata respiró hondo cerrando los ojos por unos instantes, como si quisiera calmar el temperamento ante la molestia de su secretario.
—Sí. — fue todo lo que le respondió sin siquiera mirarlo.
—Es tarde ya.
—Lo sé. Puedes irte
Shikamaru lo dudó unos segundos hasta que decantó en entrar un par de pasos en la oficina.
—Es tarde para ti también. Y fue un día pesado. Deberías reti-
—Dije que puedes irte, Shikamaru.— lo interrumpió sin levantar la vista, sumido en ese documento que simulaba leer, porque llevaba bastante más de hora y media recorriendo tres míseras páginas sin entender un ápice de lo que se detallaba en ellas, no por la dificultad del texto o sus tecnicismos, sino por su nula concentración.
El muchacho lo observó unos segundos y luego entendió que no lograría nada más que un infructífero enfrentamiento. Y se sentía demasiado cansado para discutir.
—Entiendo. Buenas noches, hokage. — Y se retiró a paso cansado, tal como siempre caminara, hubiera prisa o no.
Kakashi soltó los papeles con molestia y pasó ambas manos por su rostro cuando quedó a solas al fin. Se sentía agotado, abrumado, pero sobre todo molesto. La situación con los insurgentes no era simple y sabía que tenía un conflicto armado en puerta sino lograba desarmarlo antes, pero a pesar de todo, confiaba en los profesionales que estaban en el caso. Hasta en la misma Sakura quien lo sorprendió con sus descubrimientos y su proactividad tan asertiva, cuando quedó en medio de un asunto al que no la quería meter.
En el que no confiaba era en Seiyi cerca de ella, y en esa relación clandestina que, sin significar nada, le molestaba que ella ni siquiera se lo hubiera mencionado. Ni un comentario sobre ese paciente con una herida tan particular. O de que se vio forzada a hacer concesiones en los métodos de curación. Nada. Nada de nada. Como si su intención fuera ocultárselo.
Pero aun queriéndola culpar por su proceder, tampoco eso era lo incorrecto. Ella no tenía por qué, ni se debía a él, para comentarle de su día a día. Si quería hablar, era su decisión. Además, conocía demasiado a su amigo para estar seguro de que había jugado la carta de la misión secreta, de su cargo y función. Ella no podía saltar la decisión de silencio de alguien de ese rango, mientras el agente estuviera en sus competencias y facultades mentales. Todo lo había hecho bien.
Demasiado bien.
«Hijo de puta.»
Porque era recordar esas pequeñas sonrisas cómplices que ella le devolviera, o la forma en que él le observaba mientras ella se sentía con el derecho de reclamarle; era recordarlo y volverse loco. Porque esas miradas, esa complicidad, esa confianza eran suyas. No las tuvo Sasuke, no la tuvo Naruto que fue como un hermano para ella, y no la tendría Seiyi.
—¡La puta madre! — Soltó en un grito antes de ponerse de pie.
Caminó por su despacho unos metros de un lado hacia el otro, observando el ventanal, el techo, la puerta. Como una fiera enjaulada que ya se quedara sin opciones para escapar.
Y al final se detuvo frente a la sección de la ventana que ofrecía la vista en dirección hacia donde quedaba su casa. Respiró hondo luego de unos segundos de contemplación. Seguramente Sakura lo estaría esperando. Siempre volvía a su hogar, noche tras noche. Por lo general regresaban juntos, pero ese día él quiso abstenerse de verla. Una excusa que por más valedera que fuera, fue duramente tajante al indicarle que no tenía tiempo para paseos, que se varían luego. Y ni siquiera la miró partir, ni siquiera se preguntó si la lastimó o desilusionó en ese instante. Sólo se encerró en sus reuniones y demás problemas, sintiendo como los celos le quemaban el pecho.
Era un mal hombre.
Definitivamente siempre tuvo razón en ello, y fue un idiota al considerar que quizás podría torcer ese designio hacia su favor y cambiar.
Cambiar qué.
Los malos no cambian. Solo evolucionan a peor.
Y él era eso. Un hombre roto, y un mal hombre en la vida de su niña rosa.
Y cuando el aire entró profundo a sus pulmones una vez más, fue caer en dolor de recordar que ella no tenía la culpa de haber elegido otra vez mal, de Seiyi, de sus inseguridades. Ella no tenía la culpa de nada.
Miró el reloj. Ya daban pasadas las nueve y cuarto. Era mejor que regresara a casa sino quería preocuparla además de herirla. Porque aunque aún se sintiera molesto, demasiado, y dolido; tal vez verla lo calmara, o quizás no. Pero debía regresar.
Se quitó la capa del hokage, la que usaba en reuniones con funcionarios, y se colocó el abrigo antes de salir de su oficina.
Un saludo al guardia indicando que ya no quedaba nadie para que cerrara todas las puertas, y la noche y su frío lo recibieron para azotarlo.
Noche clara, estrellada y helada. No corría brisa. Sin sonidos. Ya la nieve yacía dura en los rincones, amontonada por su propio peso, o por el accionar de las barredoras que la corrían del camino.
Sólo el crujir de su peso quebrando el hielo bajo los pies, le indicaban que algo estaba vivo en ese desierto de luces artificiales, calles limpias y frío. Ese crujir y sus pensamientos que volvían a alborotarlo cuando la sonrisa preciosa de Sakura no lo buscara a él esa tarde. Dolía. Como el demonio.
Nunca se había sentido así. Nunca antes ni nunca después de Sasuke, de cuando el pendejo regresara de uno de sus tantos viajes de redención y la reclamara. Se odió ser testigo de esa noche en que lo observó seducirla, le vio la mirada afiebrada y las ganas de desfogue. Y sabía que ese hombre no sería el mejor amante que la iniciara, porque el cuerpo de su niña era virgen en esos placeres en aquellos entonces, y el desgraciado no hizo mucho en convertirla bien en mujer. Sólo dolor, egoísmo y una pasión fría que la dejaron frustrada y con ese sentimiento de vacía suciedad.
Sí... en aquellos tiempos se sintió igual que ahora.
Entonces entendía que se trataba de lo mismo. Sólo que ahora había algo más, algo más profundo que lo atormentaba. Porque antes nunca la había probado, su sabor y calor quedaban reducidos a meras especulaciones de la fantasía. Pero ahora, sabía cómo ella se sentía en sus brazos, como esos gemidos le encendían y lo llenaban, y temía perderle. Temía tener que dejarlos ir. Por sus miedos, o por lo que hiciera Seiyi.
¡Mierda!
Se detuvo en su andar elevando la mirada al cielo y respiró hondo. Todo eso que sentía era su culpa. No de ella ni de su amigo. Su culpa. Sus miedos. Sus demonios. Y esa certeza que siempre abrazó como consuelo pero que por primera vez quería descartar.
Y apuró el paso ni bien se dio cuenta que en su casa, en su propio hogar, ella estaría esperándolo. A él. Ella elegía estar con él. Y él sólo perdía el precioso y escaso tiempo que el destino le regalara con ella.
El pulso con el que sostenía la llave frente a la puerta de su hogar, le tembló en duda. Y lo llevó a asomarse por una de las ventanas de la cocina que daban hacia el hogar, lugar que ella adoraba utilizar para leer o pasar el rato. Y allí estaba, envuelta en la manta que le comprara para estar en su casa, y enfundada en uno de sus piyamas. Seguramente esa clara piel ya olería a él, y sus ropas a ella.
Estaba cómodamente sentada en la mullida alfombra, frente al calor del hogar que había encendido. La rodeaban varios libros y su rostro lucía concentrado leyendo un pergamino que sostenía entre sus manos. Estaba hermosa. Con esa aura ingenua que siempre la rodeaba. Esa aura que Seiyi se atrevió a descubrir y disfrutar en privado a sus espaldas, sabiendo que le pertenecían a él.
La furia volvió a subirle ácida por la garganta cuanto recordó las miradas cómplices. Cuando recordó esa pequeña sonrisa sonrojada con la cual saludó a su amigo, y no a él.
Y allí la mano dejó de temblarle y decidió entrar de una vez.
Sakura levantó la vista ni bien escuchó la cerradura abrir. Y se puso de pie en un instante soltando la manta peluda que Kakashi le regalara cuando fueron más las noches que pasaba estudiando en esa casa que en la propia.
—¡Kakashi!— se apresuró a recibirlo, buscándole con los ojos la mirada que no pudiera hallar.
—Hola Sakura— le dijo en un tono bajo, arrojando las llaves al cenicero que funcionaba más de llavero, y siguió caminando hacia detrás del desayunador mientras se quitaba el abrigo que dejó colgando de unas de las banquetas.
No la miró ni una vez en todo el trayecto, dejándola helada unos pasos tras de él.
—Em...preparé algo de cena. Es casera. Una tarta de verduras que...— apresuró sus pasos para quedar a su lado. — Guarde para ti. ¿Quieres?
No le respondió. Sólo abrió la heladera y sacó la botella de jugo de naranja, para servirse en un vaso que se secaba sobre la rejilla.
—¿No? ¿No quieres?
—No tengo hambre.— fue tajante.
Ella asintió y quedó viéndolo unos segundos, como él terminaba de beber y dejaba el vaso en el fregadero.
—También hice té. Estoy bebiendo. ¿Quieres un poco? Está caliente.
—Estoy cansado, Sakura.
—Pero va a relajarte si vienes a-
—Mira,— le interrumpió callándola — voy a darme una ducha y a dormir. No te molestes.
Ella cerró la boca en ese instante, con dolor en los ojos. No entendía la actitud de Kakashi. Fue incómodo lo que hiciera Sasuke, no iba a negarlo, pero no creía que fuera para tanto. Ni tampoco su propuesta, que en definitiva era la que había provocado todas esas reacciones luego de que el Uchiha jugara al ex defensor o lo que sea que fuera lo que hizo. O eso quería pensar.
Kakashi ni reparó en ella al pasar a su lado, ignorándola con esfuerzo. Le dolía tenerla así, con ese cariño y las atenciones que siempre le profesaba. Tenerla para él, en su hogar, inundando cada rincón con sus aromas, sus perfumes, su comida. Era más de lo que alguna vez había soñado tener. Pero esa noche le dolía. Le dolía y enojaba en partes iguales saber que había compartido con otro momentos que eran suyos. Y que quizás en el futuro compartiría más, mucho más.
Y cuando comenzó a subir las escaleras rumbo a su habitación, la voz temblorosa de su niña rosa lo detuvo.
—Lo siento.
Él respiró hondo sin voltear.
— Yo... mi propuesta en la reunión, siento lo que... lo que hizo.
Él apenas giró el rostro para observarla. —¿Eso te preocupa?
—Te enojaste por lo que... lo que hizo Sasuke después,¿no?
Terminó de girar por completo para quedar frente a ella, unos escalones más arriba.
—¿Crees que Sasuke puede afectarme?
—Es que...no te dije que él... creo que él sabe lo nuestro y está acosándome.
—¿Cómo?
—Lo estoy manejando. ¡No te preocupes! Pero lo de hoy... — chasqueó la lengua en disgusto — No sé qué carajos quería lograr.
Kakashi se acercó a ella con el ceño contraído.
—Debes contarme esas cosas.
—No creí que fuera para tanto. — lo miró a los ojos, con esas pupilas jade bien claras, con preocupación. — Él es pasado, Kakashi. De verdad. No siento nada por él. Sólo el cariño de un compañero de equipo.
Kakashi asintió apenas.
—En serio, te lo digo de verdad.
—Lo sé. — y no pudo evitar acercarse y acunarle la mejilla con una de sus manos. Se veía tan dulce, apenada, que el corazón se le contraía al sentirla sufrir por él.
Y sabía que estaba mal lo que le hacía, solo que aún el pecho le punzaba cada vez que recordaba esa sonrisa hacia Seiyi, ese reclamo, esa mirada cómplice de quienes se entienden sin palabras.
Y los celos otra vez anidaron en él. Quitó la mano de repente endureciendo su semblante nuevamente, o lo que ella podía apreciar ya que aún vestía la máscara.
—Kakashi... que-
—Mejor voy a ducharme.
—Espera.— y estiró su mano como hacía cada noche en que regresaban juntos, para bajarle la máscara y darle un beso, pero él la detuvo
—No, Sakura. Mejor... déjalo así.
—¿No? Pero... — Los ojos se le llenaron de lágrimas en ese momento. Que él no se dejara ver para ella significaba que las cosas volvían a ser como antes. La máscara era el símbolo de la confianza entre ellos, y su ausencia significaba que la vulnerabilidad de su identidad estaba a salvo con ella. Y ahora... parecía que volvían al principio.
—Sólo... no pienses en nada. — Se alejó de ella cerrando la posibilidad a cualquier nuevo contacto.
Sakura demoró unos instantes en reaccionar, pero cuando lo observó voltear para subir nuevamente las escaleras, dio rápidamente los pasos que los separaban tomándolo de la muñeca para detenerlo.
—Kakashi, ¿qué pasa? Estás enoj-
—¡Basta, Sakura!— y tiró secamente de su brazo para soltarse. — ¡Ya detente! Sólo... sólo dame espacio.
Ella enmudeció. Él ni siquiera la miró luego de sus palabras. Simplemente reanudó la marcha de sus pasos, subiendo la escalera con naturalidad, alejándose de ella, dejándola fría, sola.
Sakura se abrazó a sí misma sin moverse del lugar, sólo observando las espaldas de su ex sensei mientras se alejaba. Pasándose una mano por los cabellos, para luego jalar de la máscara bajándola antes de entrar a su habitación.
Una lágrima rodó por su mejilla cuando lo vio perderse detrás de la puerta que no cerró del todo, permitiéndole apreciar que se movía por la habitación gracias el juego de luces y sombras que se proyectaba por la rendija.
Rápidamente la limpió con la palma de la mano y respiró hondo obligándose a contener el resto que amenazaba por salir. No entendía qué demonios sucedía, qué pasó esa tarde para ponerlo así. Lo había notado distante cuando llegó más tarde a la reunión. Las miradas de apoyo que siempre le brindaba en cada junta no estaban allí. No esperaba por sus ojos y no le devolvió nada las pocas veces que los encontró. Entendía que la situación era grave, pero ya habían estado en esa posición antes y jamás fue tan frío con ella como ese día. Era como si... como si estuviera enojado con ella pero no sabía el porqué, ni qué dijo o hizo, que le provocó tal enojo.
E iba dándose cuenta que no lograría nada esa noche.
Giró hacia el hogar y caminó despacio hacia sus libros de estudio esparcidos por toda la alfombra. Se agachó y comenzó a juntarlos, debía dejar el lugar ordenado tal como lo encontró. Después de todo, no era su casa ni su espacio de estudio.
Espacio...
Eso era lo que él le había pedido. Y desde hacía semanas ella estaba instalada allí, de repente él la invitó y ella ya no se fue. Eso no estaba bien. Quizás lo estaba asfixiando, o ella misma estaba forzando un cambio en alguien demasiado independiente y solitario. Al fin y al cabo no los unía más que la amistad de años y esa licencia que se otorgaron para disfrutarse mutuamente en experimentación. No podía exigirle nada.
Y ya que más daba.
Lo mejor era esa noche irse a su propio departamento. Tal vez la distancia aclararía un poco los ánimos y lograría hablar con él al otro día. U otro día.
Esnifó fuerte cuando las lágrimas quisieron brotar otra vez, y apuró la tarea de reunir todos los documentos y libros, colocando señaladores en las páginas en las que había dejado. Guardó todo ordenadamente dentro de su mochila y buscó sus botas, reparando en que las había dejado en la habitación de Kakashi, junto a toda su ropa, porque vestía una de las enormes pijamas que siempre le prestara. No podía salir así a la calle.
Maldijo por dentro al notar que debería subir donde él estaba, pero si era rápida no se verían, si lograba vestirse antes de que saliera de la ducha.
Subió rápidamente sin demorar, buscando sus prendas que había dejado en el sillón. Se quitó el pantalón de piyamas y las gruesas medias de piel que utilizaba como calzado dentro de la casa, colocándose rápidamente las bucaneras negras de lana que le regalara Ino. Las adoraba por lo cómodas y calientes que eran. Buscó su falda pero no la encontró rápidamente, así que decantó por quitarse la remera para colocarse la camisa mientras seguía buscando con la mirada la prenda perdida. Sus dedos se cruzaban torpemente mientras abotonaba de abajo hacia arriba la camisa. Quería darse prisa antes de que Kakashi acabara, y parecía que sus manos se negaban a obedecerla.
La regadera se dejó de oír y apresuró sus movimientos dejando la camisa a medio prender, con su escote abierto que permitía asomar el encaje de su corpiño negro; y buscó ambas botas notando caída detrás del sillón la falda. Maldijo al tener que arrojarse por sobre el respaldar, quedando su trasero hacia arriba, adornado por la delicada tanga a juego con el brasier que resaltaba sus atributos. Era una pose comprometedora, pero la más rápida para hacerse con la prenda.
Y no la alcanzaba. Se mordió el labio inferior estirando aún más el brazo, mientras respingaba el trasero, esperando que la velocidad de su cruzada fuera mayor que la del peliplata en el baño, ya que no demoraría en salir. Nunca demoraba luego que salía de debajo de la regadera.
Se estiró un poco más, esforzándose por tomar entre sus dedos la suave prenda. Sólo un poco más y...
—¿Qué haces?
La voz grave de Kakashi se oyó, ni bien abrió la puerta del baño encontrándose con el trasero de Sakura elevado y precioso, ofreciéndole una grandiosa vista de una anatomía que bien conocía, pero que no se cansaba de apreciar.
Ella dio un respingo incorporándose sin el botín que se deslizara de entre los dedos cuando se levantó a toda velocidad. Y se puso de pie girando para tapar su trasero, roja de esfuerzo y de vergüenza.
—Nada. Buscaba mi falda.
Él la reparó de arriba a abajo, en como la camisa blanca apenas prendida dejaba ver sus pechos que se alzaban sobre las copas del encaje negro. La pequeña tanga del mismo color que apenas si cubría ese delicado sexo. Y las piernas, esas torneadas piernas que se lucían increíbles envueltas en las bucaneras que llegaban hasta la mitad del muslo. Si ella hubiera querido sorprenderlo con un atuendo casual y sexy, lo había logrado. Y más cuando la actitud que lo acompañaba era una de pena y timidez, tal como a él lo enloqueciera cada vez.
—¿Por qué? — La miró a los ojos al increparla, esforzándose por no bajar a ese cuerpo nuevamente.
Pero ella no lo veía. Perdida en la marcada anatomía del varón, que resplandecía aún húmeda, con pequeñas gotitas en cada músculo, cada fibra. En cómo ese pecho se movía al respirar, y el resto cubierto sólo a la altura de la cadera, de la cual prendía atado a duras penas en un nudo al costado, un húmedo y pesado toallón.
—Porque... quería vestirme.
Él entrecerró los ojos.
—¿Te ibas?
Sakura asintió. Y espabiló pestañeando rápido para luego desviar su mirada a las botas.
—Respóndeme.
—Te respondí.
Kakashi respiró hondo. —Con palabras, Sakura.
—¡Sí! Me voy. Me pediste espacio.
—No te pedí que te fueras.
—Pero quiero irme. — y giró recogiendo sus botas para luego dirigirse al sillón y decantar por correrlo y juntar la falda.
Kakashi la dejó hacer y cuando la vio tomar el grueso pullover que yacía en otro de los sillones, se acercó.
—No.
Ella negó y aferrando sus cosas simplemente se dirigió hacia la puerta. Terminaría de vestirse abajo.
Pera lo mano de Kakashi tomándola del brazo se lo impidió.
—No quieres irte.
—Sí, sí quiero. — y lo miró a los ojos, intentando lucir furiosa.
—No te creo.
Ella apretó los labios. Había nuevas lágrimas presionando en sus ojos. Pero esnifó para evitar que salieran.
—No me importa lo que creas. Necesitas tu espacio, y yo... yo también
—No quiero que te vayas. No voy a permitir que te vayas así.
Sakura pestañeó varias veces. Ya su nariz estaba enrojeciendo por el esfuerzo por no llorar.
—¿A-así? ¿Así cómo?
Él relajó apenas la mirada. Le dolía verla así, agitada, sufriendo por su culpa. Tenía los ojos vidriosos y esa mirada dolida. Odiaba que la hicieran sufrir y ahora él era ese idiota que lo hacía.
—Estás por llorar, Sakura.
Se mordió los labios y bajó la cabeza para que no pudiera verla. —Ya se me pasa. Así que, suéltame.
—Sakura...
—En serio Kakashi. No me gusta esto.
Él respiró hondo y, sin soltarla, con la otra mano quiso elevarle el rostro para verla a los ojos. Pero ella se lo impidió.
—A mí tampoco.
—Pero igual estás enojado conmigo.
—Estoy enojado... pero no contigo.
—No me mientas.
Kakashi se inclinó acercándose a ella hasta casi posar la húmeda frente en los cabellos de la joven, quien se mantenía con la cabeza gacha, quieta en su agarre y apretando las prendas a su cuerpo. No le gustaba verla así. Ella no sabía que estaba en medio de una disputa, una a la que él la había metido sin quererlo.
—No te miento.
—Te conozco, Kakashi, mucho y por demasiado tiempo como para saber que estás molesto conmigo — él suspiró — Y lo peor no es que lo niegues, es que no sé el por qué... — alzó la mirada apenas, para verlo a esos grises ojos que se mostraban dolidos — No sé qué hice, o que dije... o si simplemente te cansaste de mí y-
—Eso nunca.
—Y... ¿y entonces? — Él la miró acariciándole la mejilla. — Dime algo para que pueda arreglarlo. Por favor...
Ya no tenía sentido eso que estaba haciendo y tenía tantas ganas de besarla, pero era aún ese sentir ardido el que jalaba en contra alejándolo. Tan básica era la emoción que lo inundaba que si hasta sentía vergüenza de sí mismo, pero era acercarse a ella por perdón y callar volviendo a su segura frialdad.
Negó cerrando los ojos.
—Dime que fue, por favor...
—Déjalo.
—Fue... ¿fue por que me metí en el caso? — él negó — ¿Acaso mi propuesta...? Desconocía los tratados diplomáticos.
—Sakura....
—¿Fue porque traté a Seiyi?
Kakashi se tensó apretando la mandíbula, y los dedos que rozaban las mejillas de la joven en una caricia se detuvieron de inmediato al oír ese nombre pronunciado de la pequeña boca de su niña.
No le dijo mi paciente, no le llamó por el apellido como acostumbraban los médicos. No. Lo mencionó por su nombre de pila, marcando la cercanía que tenía con él, recordándole todo.
Podía elegir decirle la verdad en ese instante. Que sí, que era por ese sujeto que estaba así con ella. Pero admitirlo era reconocer que su amigo le estaba ganando y no lo haría.
Se alejó, pero no le soltó el brazo ni la miró, y aunque no había palabras, ella comenzaba a entender.
—¿Fue eso, no?— lo buscó en vano con la mirada — ¿No?
Kakashi respiró hondo, recordando el exacto momento en que ellos cruzaran miradas al entrar en la reunión, y ella le devolviera la sonrisa, esas sonrisas sonrojadas que solo le pertenecían a él. Fue un instante, efímero y retorcido al repartirse mil veces dentro de sus pensamientos, y fue volver a evocar la suficiencia de la victoria de su amigo, y la sangre simplemente le ardió.
La soltó bruscamente alejándose de ella unos pasos.
—Kakashi ¿pero qué...? — Sakura no entendía qué le sucedía y podría haber sido su momento de retirarse, pero no quería dejar las cosas ahí. Soltó su ropa sobre el sillón, y así como estaba, a medio vestir, se acercó a él — ¿Que tiene Seiyi? Dime.
—Nada... es solo...— se pasó una mano por el rostro —No me contaste sobre él.
—¿Te enojaste por eso? — Sakura entrecerró el ceño, no podía creer el planteo, nunca se lo hubiera esperado desde Kakashi. Él más que nadie, conocía las reglas de la reserva de las misiones complejas encargadas por el hokage, no podía molestarse por eso. — Vino a mi consulta con las credenciales, no podía hablar mientras él estuviera en su facultades y-
—Lo sé. Lo sé.
—¿Y entonces? — la respiración se le agitó buscando la razón de ese reproche, pero no las encontraba. Kakashi no era así, nunca lo había sido. O por lo menos no con ella. Debía haber algo más y no se lo estaba diciendo.
—No me hagas caso.
—Fue... ¿fue por el negatibu chakura? No te gusto que lo usara y-
En ese instante Kakashi giró y se acercó a ella furioso.
—¡Te pusiste en riesgo por él! ¡¿No entiendes?!
—¿Qué...? Pero es mi paciente y-
—¡Asumiste demasiados riesgos! ¡No mides cuando estás en esa clase de situaciones, y no me gusta que no primes tu salud!
Ella quedó inmóvil en ese momento. Su ex sensei le estaba gritando. Reclamándole por la forma de obrar siendo un médico comprometido con la aldea. Siempre lo fue y antes ello sólo le causaba orgullo. Ahora...
—¡Kakashi! ¡¿Y que pretendías?! — las últimas palabras del peliplata la habían encendido. Una cosa era un reclamo por un disgusto, hasta por celos si lo eran lo toleraba. Pero metiéndose en su profesión, ese ya era un límite que no permitiría pasar, a él ni a nadie. — ¿Que dejara morir a Seiyi sólo porque a ti no te gusta que me ponga en peligro? ¡¿Eh?! ¡¿Eso pretendías?!
Y otra vez nombrándolo.
—¡No! ¡Toma más recaudos! ¡Podrías haberme llamado! ¡Pero decidiste ejercer un jutsu prohibido a solas con él!
Kakashi era consciente de que el reclamo no tenía fundamentos. Pero se aferró a ello. Era eso o exponer sus celos. Benditos celos.
—¿Y qué diferencia hubieras hecho? ¿O acaso sabes algo del negatiboru más que sólo que es prohibido? Dime, ¿sabes algo que yo no?
—¡No! Pero no hubieras estado en riesgo.
—¡Kakashi! ¡Es... es una idiotez lo que dices! ¿Te escuchas? — respiró varias veces observándolo. El varón lucía atractivo semidesnudo y con esa mirada de furia. Sino estuviera tan enojada, en ese instante se hubiera abalanzado contra él para comerle la boca — ¿Qué te pasa?
—¿A mí? — el peliplata alzó la voz una vez más — Me pasa que no me gusta que me ocultes cosas y asumas riesgos innecesarios. ¡Eso me pasa!
Ella lo miró contrayendo el ceño sin creer del todo lo que le decía. La discusión ya no tenía sentido
—Ya te explique todo y... tendrás tu reporte mañana. Ahora... estás... estás imposible. Yo...
—¡¿Tu que?! Sabes que tengo razón...
Sakura gritó. —¡No puedes reclamarme nada!
—¿Yo no y tu si? Tu si puedes reclamar por Zulima y yo no tengo ni el derecho a enfurecerme porque pusiste tu salud física y mental en riesgo por...por... ¿ese? ¿En serio Sakura?
Sakura sonrió con furia y sorna, respirando agitada, mordiéndose el labio inferior al intentar calmarse. Si seguía gritando esto no acabaría jamás.
—Ese... ese a quien mencionas así, tan despectivamente, ese es tu agente de más alto rango, un hombre de tu entera confianza y leal al hokage y la aldea.— Kakashi apretó los dientes en furia — Y tiene nombre. Seiyi Hyu-
—¡Pero, por favor! ¡Ya deja de nombrarlo! ¿¡Quieres!? ¡Deja de nombrarlo de una puta vez!
Sakura dio un respingo ante esa reacción explosiva. Lo observó unos segundos sin creer lo que veía. La furia se le agolpó en la garganta pero decidió no responder, porque sino lo conociera tanto, diría que estaba celoso. Que toda esa discusión había sido un berrinche por celos. Pero no quería decantar por esa conclusión, por que más lo notaba dolido y seguía sin entenderlo. Él seguía eligiendo no hablar con sinceridad y ya no podía simplemente creer el argumento de la seguridad de su salud y el jutsu prohibido. Era coherente pero no justificaban todo ese enojo.
Definitivamente cuando él le pidió espacio, estaba en lo cierto. Y ahora ya no le pesaba dárselo. Ahora ella lo necesitaba.
—Estás... estás como loco hoy.
—Claro... ahora el loco soy sólo yo.
—¡Sí! ¡Sólo tú! Porque yo quería hablar contigo, entenderte, solucionarlo. Pero... No me gusta esto... y tenías razón, no quiero irme, no así. Pero... ¿sabes? no me dejas alternativa.
Y se inclinó a tomar con bronca las botas que se habían deslizado al suelo junto a sus demás prendas. Aunque no llegara a alcanzarlas a todas cuando él la tomó de la muñeca con violencia jalándola rápidamente para enderezarla.
—¿Qué crees que haces?
—¡Kakashi!
—¿¡Qué crees que haces?!
—¡Me voy! — le grito fijándose en esos ojos oscuros y furiosos que le reclamaban. — ¿Querías espacio? ¡Te lo doy!
—Tú no te vas a ningún lado— le respondió entre dientes.
—¿No? Pues, mira y compruébalo.— y jaló bruscamente, soltándose del fuerte agarre que ya casi había enrojecido su piel, y con furia se agachó juntando el resto de las prendas.
Pero no fue tan rápida.
Kakashi arremetió contra ella quitándole lo poco que tenía entre sus manos, para arrojarla lejos de ella. Y cuando la pelirrosa quiso replicarle, en un rápido movimiento le tomó ambas manos elevándolas por sobre su cabeza, cuando las aferró en contra la pared al lado de la puerta, la cual cerró violentamente al empujarla con su mano libre.
—Te dije que no te vas a ningún lado.
—¡Si! ¡Me voy! — y forcejeó en vano. Kakashi había enviado una gran oleada de chakra a los dedos que la sostenían por las muñecas, quitándole cualquier posibilidad de intentar zafarse.— ¡Suéltame! — demandó cuando cayó en la cuenta que no podría escapar. —¡No seas infantil que-
La calló tomándole la boca en un violento beso que le dolió más a él que a ella. Tenía la sangre hirviendo en sus venas, por furia, por deseo, por impotencia. No entendía bien que era todo eso que lo impulsaba a discutir con ella, a querer lastimarla por cómo le dolía a él, pero que a la vez no le permitía dejarla ir. Sabía que unas horas a solas calmarían a esas bestias que ni sabía que tenía, pero sería mucho más insoportable la distancia de su calor, de su aroma, que el hecho de tenerla enojada, dolida y confundida entre sus manos.
Y fue ese beso, y los reclamos de furia ahogados, o tal vez el roce violento y apretado de sus cuerpos durante el forcejeo, lo que despertara nuevas ansias en él. Fue ese simple acto crudo de dominación aun cuando no buscara algo erótico, que lo encendió de una forma brutal. Quizás estaba mal sentirse así de excitado en esa situación, pero no podía impedirlo.
Y cuando los dedos de la mano libre se inmiscuyeron descarados por el costado de las pequeñas bragas, se dio cuenta de que no era el único. Ella estaba mojada, completamente mojada.
La escuchó gemir en ese instante, y le soltó la boca para verla a los ojos.
Estaba furiosa y excitada. Y él también.
Forcejeó una vez más cuando notó la breve tregua que la daba el peliplata, pero aunque buscara zafarse, más rápido fue el varón quien de un tirón soltó la toalla que lo vestía y enganchó luego el elástico de la braga corriéndola a un costado para acomodarse en su entrada.
Y empujó llenándola de una estocada, mordiéndose el labio inferior en una mueca de rabiosa excitación, que no hacía más que contemplar ese gesto obsceno con el que ella lo recibía entre sus piernas.
No le dio tiempo a acostumbrarse, ni se tomó el tiempo de acariciarla. Sólo la miraba mientras su mano libre aferraba dolorosamente la cadera que mantenía en ese lugar para que lo recibiera, embestida tras embestida, llegando más profundo en cada una, ahogándose en los gemidos de la pelirrosa quien ahora le devoraba la boca con la mirada.
—Tú... no te vas...a ningún... lado... ¿entiendes?
No le dijo nada. Solo le deseaba los labios, que él no le daría por el simple hecho de que ella los esperaba.
—Eres... mía... toda... mía.
Y la furia lo abordó una vez más, cuando la joven lo viera a los ojos y recordara esa mirada en su amigo.
Las estocadas se hicieron salvajes. Crudas.
También su respiración, que se mezclaba entre los gruñidos que se le escapaban presos del placer que esa mujer a su merced tan bien sabía brindarle.
Y cuando la sintió tensar todos los músculos en el preludio al orgasmo, salió de ella repentinamente y la giró para dejarla de espaldas a él, aplastándola con el peso de su cuerpo.
—¡Kakashi! — le gritó en reclamo.
—¿Qué? ¿Ya quieres llegar?— y de un arrebato le arrancó las pequeñas bragas que cayeron destrozada al suelo en medio de una queja de la chica.
—Eran... nuevas— y no pudo decir más, cuando la mano que le tomaba el cuello le giró el rostro para besarla, penetrándola con la lengua mientras acomodaba ese pequeño y redondo trasero para recibirlo por detrás.
Y entró en ella violentamente causando algo de dolor en el acto, uno que la mujer no pudiera recibir con menos placer que el de encenderse aún más. Gimió desvergonzadamente en la boca del varón mientras este castigaba con furia y sin descanso ese centro, aferrándose por las caderas y el cuello mientras ella hacía lo que podía manteniéndose de pie al apoyarse en la pared.
Nunca lo había sentido así, tan visceral en el sexo. Lo suyo era pasión ruda pero nunca lo había sentido tan descontrolado y hambriento, como si buscara marcarla, o quizás solo castigarle. Y aun sabiendo que eso no debía ser un castigo, si lo fuera no podía sentirse más exquisito. Porque fue oírlo gruñir preso de lujuria en su oído cuando le soltara al fin la boca, para que su clímax se disparara amenazando con un nuevo orgasmo.
Y allí Kakashi salió de ella sosteniéndola en su lugar cuando en medios de quejas ella respingó el trasero buscándolo.
—¿Quieres esto? — y restregó su dura erección entre las nalgas
—Que...que haces... Kakashi, déjame ter-
—Eres golosa. — le interrumpió susurrándole al oído —Y traviesa. Muy traviesa. — y le acarició apretada la nalga con su pene — No voy a ser gentil esta vez.
—Estas... ¿estás castigándome?
No le respondió. En su lugar carcajeó alejándose y tomándole de la muñeca. De un jalón la llevó contra su cuerpo tomándole de los cabellos de la nuca cuando su furioso beso llegó para morderle la boca, mientras la empujaba hacia la cama.
Sakura dio un grito de sorpresa cuando el último envite la arrojó cayendo en rebote sobre el colchón. Y le siguió él, metiéndose entre sus piernas, buscando arrebatarle la camisa.
—¡No la rompas! A esta no.
Carcajeó pero le obedeció. Desprendió uno a uno los pocos botones que aún se mantenían cerrados, mientras ella le observaba respirando rápido. Y no demoró más hundiendo la mano en la espalda para soltar el corpiño, abalanzándose sobre esos rosados pechos cuando los liberó.
Sakura gimió al sentir la lengua de su ex sensei azotándole los pezones. Era un punto demasiado sensible para ella y Kakashi le retaceaba ese estímulo, a sabiendas de cómo la desesperaba a la chica que lo hiciera. Y mientras la estimulaba así, con la otra mano acomodó su pene en la entrada y la penetró sin dejar de lamerla.
El grito de Sakura fue obsceno y se aferró a los cabellos húmedos de Kakashi mientras este la embestía, más suavemente dado el ángulo, pero si respiro y sin desatender esos pequeños pechos.
—¡Dios! — gritó cuando su centro se tensó por tercera vez en el rato que llevaban follando, y la dejó llegar al límite para salir de ella una vez más antes de que se desencadenara un orgasmo que prometía ser arrollador.
—¡Carajo Kakashi! ¡Ya basta!— gritó retorciéndose por el placer negado, mientras él se bajaba de la cama y la tomaba de los tobillos girándola.
No tardó en respingarle el trasero, mientras le quitaba la camisa y el sostén, dejándola vestida sólo con esas hermosas bucaneras negras que le conferían un aura de perversa inocencia.
Le abrió más las piernas cuando ella forcejeó molesta por el placer negado, teniendo que asestarle una firme nalgada cuando le protestó entorpeciéndole la tarea.
—¡Sensei!
—Quieta.
Lo miró por sobre el hombro, con los ojos encendidos, con el semblante afiebrado y brilloso por el sudor. Pero la dureza en los ojos del varón la cohibieron y tuvo que agachar el rostro, mordiéndose los labios en excitación. Kakashi no era consciente de lo endemoniadamente apuesto que se veía con su rostro bañado en ese estoicismo lujurioso, que lo único que le permitía leer era que iba a follarla, pero no sabía cómo, ni cuánto, ni cuándo. Su cuerpo se reducía a un manojo de excitación y lujuria, mojándose ante el mínimo estímulo, cada vez que se encontraba con esos oscuros ojos viéndola así, y allí comprendió el poder que él tenía sobre ella como su amo.
Con una caricia pesada, Kakashi le soltó la cadera recorriéndole la espalda, notando los espasmos que la piel sensible y anhelante de placer, provocaba en ella bajo su toque. Sonrió satisfecho, sonrió perverso de saberla de él en lo profundo. Porque era suya. Y en ese instante, el enojo que lo enajenó toda la tarde comenzó a perder el sentido. Porque fue tan sólo una provocación la de su amigo, aún ella era suya y lo seguiría siendo.
—Así me gusta.
Y esa mano calmó su presión al pasar sobre la marca enrojecida sobre la nalga, oyéndola gemir tímidamente por el toque. Y perdió su camino cuando hundió dos de sus dedos por la raja del culo, deslizándose hasta el apretado ano que, a pesar de ser virgen a cualquier intromisión, se sentía ablandado por la terrible excitación de la chica.
Lo rodeó con las yemas, escuchándola gemir, provocándole un leve respingo cuando ejerció algo de presión confirmando la castidad de dicho orificio.
—¿Eres virgen de aquí?
Ella asintió repetidas veces, mordiéndose el labio inferior por lo que esas palabras significaban, imaginándose que podría llegar a hacerle, cuando de imprevisto sintió la lengua de él recorrerle ese preciso lugar. Gimió sin entender demasiado la sensación, pero entregada a lo que ese hombre quisiera hacer con ella. Si estuvo enojada en algún momento, ya no lo recordaba. Ahora solo quería sentirlo.
—Eres deliciosa.— y se incorporó apoyándose en el colchón para llegar hasta el oído de Sakura por detrás — Ese agujero es mío, ¿entendido?
Ella asintió respirando pesado.
Lo sintió alejarse, saliendo de la cama, dudando de sí buscarlo con la mirada, ansiosa de lo que iba a suceder después.
—Quieta. — fue la orden que llegó oscura, dejándola con la respiración descontrolada en anticipación.
Fueron segundos lo que él demoró, fueron sonidos que llegaron a ella, de cajones abriéndose de pasos acercándose. No entendía. Pero cerró los ojos cuando la excitación hinchó aún más su sexo al sentir el leve calor de la presencia del varón detrás.
La siguiente sensación llegó en forma de caricias, fueron esas yemas calientes que untaron su ano con suavidad, y la presión de algo frío que comenzó a pujar.
Ella gimió. Y él sonrió. Estaba tan estrecha...
—Tranquila. Respira y relájate. — ella asintió, pero era molesto, presionaba y sentía que debía expulsarlo. — Relájate. Esto va a suceder así que simplemente recíbelo. Te va a gustar.
Asintió una vez más y la sensación mejoró cuando el calor de su cuerpo entibió el objeto. Quiso girar, preguntar. Pero él no se lo permitió.
—Shhhh... sólo siente.— y presionó solo un poco más cuando ella relajó los músculos, introduciendo el pequeño plug anal de bajo calibre en forma de joya, solo un poco más. Iba a prepararla, de a poco, la dilataría para recibirlo, la prepararía para que su primera experiencia por allí fuera con él y fuera la mejor. Esa primera vez sería suya y no la demoraría.
Ella gimió apretando los labios cuando Kakashi terminó de introducir la joya, sintiendo como la mano que le acariciaba la espalda la reconfortaba.
—Listo, pequeña. Lo hiciste muy bien. Ahora, déjalo, recíbelo.
La sensación era rara. Algo molesta, pero no dolorosa. Sentía una presión y ganas de empujar que debía distraer para no hacerlo, pero las caricias que rozaban su sensible piel, le hacían olvidar de la sensación reemplazándola por placer
Y cuando los dedos que la recorrían se hundieron entre sus pliegues, para azotar su hinchado clítoris, la molestia comenzó a dejar el lugar al goce.
Ella gimió bajo el estímulo y él intensificó la masturbación que le brindaba al penetrarle violentamente con dos dedos. Sentirse penetrada de esa forma, por sus dos orificios, era una experiencia rara, pero que la estaba haciendo gozar como nunca. Y se rindió a esos placeres hasta que la mano que la estimulaba salió de su centro para empujar la espalada hacia abajo, haciéndole apoyar su rostro y pecho en el colchón, dejándole el trasero en alto y totalmente expuesto.
—Quieta.— ordenó nuevamente con voz oscura.
Sakura se mordió el labio inferior obedeciendo, cuando adivinó lo que él haría, y no tuvo que esperar demasiado hasta sentir que se acomodaba en su entrada y la llenaba de una sola estocada.
Si instantes atrás se sentía bien al ser penetrada por sus dos orificios, ahora la sensación de llenura era plena y el placer que la arrolló, la llevó a cerrar los ojos mientras mordía las sábanas debajo gimiendo sin poderse contener.
—Eres mía, pequeña.
Ella gemía y él la penetraba sin descanso.
—¿Eres mía?
¡Dios! Todo era tan fuerte para ella, que ni siquiera lo escuchaba.
—¡Responde! — y una nueva nalgada la azotó haciéndole estremecer.
Elevó apenas el rostro, soltando las sábanas que quedaron húmedas por la liviana saliva que las rodeaba, y tragando duro, apenas si pudo hablar.
—Sí... ¡Sí! ¡Tuya, tuya! — una brutal estocada la empujó hacia delante, pero el fuerte agarre en las caderas no la dejó caer, provocándole un arrollador placer que la tenía tambaleante, sin siquiera poder abrir los ojos —¡Oh, por dios!
Los dedos se hundieron más en esa cremosa piel, marcándola, jalándola hacia la pelvis del varón mientras la penetraba una y otra vez. Sakura gemía, descontrolada, recibiendo el placer furioso, casi enfermo que ese hombre le brindaba.
La sensibilidad extrema en su cuerpo por los orgasmos negados, y la novedad de esa presión en su trasero que la llenaba doble, no tardó en hinchar cada fibra dentro suyo acercándola rápidamente a un nuevo éxtasis que prometía ser arrollador. Sus dedos se cerraron furiosos tomando las sábanas, mientras su cintura se quebraba aún más para darle toda la cabida a las estocadas del varón, quien sintió rápidamente los cambios en el cuerpo de su mujer.
Sonrió al disfrutar de anticipado la queja que ella le haría por sus acciones, y la orilló a un nuevo final saliendo de ella en el momento justo.
—¡No, no, no! ¡Sigue! ¡Kakashi! No me hagas esto... — y se retorció enojada ofreciéndole su trasero al quebrarse una vez más.
Kakashi carcajeó tomándole un tobillo para girarla, observándola agitada, furiosa, deseosa de más placer. Y le encantaba verla así. Tan entregada, sin un ápice del control que ella siempre se esforzaba por mantener.
Rápidamente se acomodó entre sus piernas, tomado su falo para pasarlo entre los húmedos pliegues.
—¡Sí! Hazlo...—arqueó la espalada abriendo más las piernas esperándolo ansiosa.
—¿Lo quieres?
—Sí... por favor... no me lo niegues más..
—No te mereces que te lo de, Sakura— y se frotó nuevamente amenazando con entrar.
—Por favor... por favor...— rogaba sin poder verlo, mareada, frustrada, y él simplemente la disfrutaba.
—Te portaste mal. ¿Porque yo me debería portar bien?
—No, no, no...no hice nada...
—¿No? ¿Y cómo lo sé?
Ella lo miró como pudo, con los ojos afiebrados y llorosos, resaltados por el rosado en su rostro producto de la agitación del placer irresoluto.
—Porque soy tuya... solo tuya... mírame... ¡Oh dios!— se estremeció cuando volvió a acariciarla con su caliente falo — Kakashi yo... soy tuya...
Le sonrió con malicia y empujó penetrándola una vez más.
Eso quería escuchar. Y aunque supiera que eran sólo palabras, no sé sentía eso cuando su rostro se desfiguraba en placer mientras la penetraba. Porque no se perdería ningún detalle hasta llevarla al orgasmo que sí le regalaría esta vez.
Empujó una y otra vez, hasta que su propia necesidad hizo mella, tomándole una pierna para elevarla al engancharla en el doblez del codo y brindándose un mayor ángulo de penetración. Y se volvió feroz. Sin perder detalle de cada mueca. Sin dejar de disfrutarla mientras ella rasguñaba las sábanas porque él no le permitía tocarlo.
Hasta que el orgasmo se formó una vez más y esta vez Kakashi no se lo impidió. Sakura gritó cuando el placer la arrolló haciéndola temblar incontrolablemente. Un orgasmo intenso invadió cada fibra de su cuerpo llevándola a apretar los dientes, haciéndola gozar como nunca antes. Y cuando los espasmos comenzaron a relajarse, una lágrima rodó por el rabillo del ojo mientras Kakashi continuaba embistiéndola, buscando su propio placer, que no tardó en llegar, corriéndose con fuerza segundos después.
Con los ojos cerrados quedaron disfrutando los resabios de un éxtasis que dejó sus cuerpos agotados. Las respiraciones buscaban la calma y pronto encontraron un ritmo que les permitió tragar para humedecer sus secas gargantas.
—¡Oh, dios!— Sakura habló al fin, como podía, aclarando la voz. — Eso fue... oh, dios...tan fuerte... tan...
Él sonrió soltando la pierna enganchada en su brazo, y se dejó caer sobre ella, posando todo su peso en los codos que apoyó a los costados, para no aplastarla.
—Muy fuerte.
—Por dios...— Sakura abrió apenas los ojos aun luchando con su errática respiración. Las mejillas las tenía rojas, el cuello y pecho también, presa aún del intenso placer que el peliplata le hiciera vivir.— ¿Que fue todo eso?
—¿Una follada dura?
Ella carcajeó apenas, agitada, aun gozando de ese climax que lentamente se diluía en su piel. Él le sonrió nuevamente, luego de morderle con suavidad el hombro, causándole un estremecimiento.
—Eso... no fue una simple follada, Kakashi.
—¿No?
—¡No! — lo miró a los ojos — No, no. Me hiciste renegar, me hiciste sufrir. Fuiste un ... desgraciado.
—¿Aja? — le besó los labios dulcemente —Uno que te hizo gozar como nunca.
—¡Y sufrir! — Kakashi alzó una ceja en suficiencia y ella lo entendió —¡Me castigaste!
Le sonrió de lado con malicia, acariciándole las mejillas mientras le retiraba los cabellos adheridos. Estaban completamente sudados.
—¡Eso fue un castigo! — le golpeó el pecho con las manos — ¡Puto! ¡Te enojaste y me castigaste!
—Ummm... ¿y porque te castigaría?
—Porque estabas enojado conmigo. Muy enojado.
—Bueno, quizás puede ser que así sea. O simplemente quería follarte.
—¿Puede ser? Estabas furioso, no lo niegues. Enojado, como loco porque...— lo miró a los ojos abriendo grandes los suyos cuando cayó en la cuenta de la verdadera razón de la molestia del peliplata — Kakashi... ¡estabas celoso!
—¿Yo, celoso?
Sakura entrecerró el ceño mientras un puchero se dibujaba en sus labios. A Kakashi le volvía loco esa mueca así que simplemente la besó.
—Espera, espera... — la besó nuevamente — Mmm... espera. ¡Estabas celoso! ¡No lo puedo creer! — carcajeó— Y de ... ¡de Seiyi!
—No, para nada — y asintió riendo. Ya no tenía sentido ocultarlo. Ella era suya y pretendía que así siguiera siendo. Seiyi no tenía razón cuando decía que él la cagaría.
La pelirrosa abrió los ojos grandes mientras le sonreía.
—¡Me lo admitiste!
—Yo no dije nada.
—¡Sí! ¡Te pusiste celoso!—él le pellizcó haciéndole cosquillas en las costillas — ¡Ay! ¡Malo! ¡Para, para! Para... que no doy más...—y carcajeó. —Mañana voy a estar exhausta.
—Tomate la mañana y listo.
—No puedo.
—El hokage te lo ordena y ¿tú no puedes?
—No, porque el hokage se puso celoso y me exigió un informe detallado del tratamiento que le apliqué a mi apuesto paciente, para mañana a la tarde a primer hora, porque quiere supervisar que le haya hecho lo que dije que hice. Así que no, no puedo descansar mañana.
—¿Que dijiste?
—Que el hokage me pidió-
—No, no. Sobre tu paciente. ¿Qué dijiste?
Ella sonrió ladina —Que el hokage quiere supervisar el tratamiento que-
—¡No! Después.
—¿Que es apuesto? ¿Eso?
Y le apretó las costillas reanudado las cosquillas mientras la aprisionaba con su cuerpo.
—Con que eso es ... lo que piensas... mientras lo tratas, ¿eh?
Ella carcajeó retorciéndose hasta que Kakashi detuvo sus arremetida e intentó alejarse para dejarla más cómoda.
—No...no salgas. — le pidió entre risas.
—No voy a salir, pero-
—Estás duro todavía.
Él le sonrió.
—Porque me gustas, mucho.
—Y tú a mí, sensei.— se miraron en ese instante, con una pequeña sonrisa — No lo dudes...nunca. Eres grandioso y yo te qui-
La besó en ese instante, interrumpiéndola. No quería que dijera lo que iba a decir, no luego de él haberse portado tan mal. La culpa por su maltrato y por celos ya comenzaba a molestarle.
—Lo sé, pequeña — le susurró sobre los labios — Lo sé. Sólo que... no me hagas caso. Solo, perdóname si te hice sufrir.
La sonrisa en el rostro de Sakura se ensanchó.
—Me diste unas ganas de... de molerte a golpes. Estabas insoportable.
—Lo merecía.
—Sí, te lo merecías...— carcajeó y se removió con algo de molestia al notar ahora la presión en su trasero.
Él relajó levemente su peso hacia el lado, sabiendo de inmediato lo que le sucedía.
— ¿Te molesta?
—Ese... ¿ese coso en mi culo? — Él asintió — ¿Que me metiste?
—Una joya anal.
—¿Una qué?
—Es para irte dilatando.
Ella se puso seria sin entender del todo.
—Confía en mí, ¿sí?
Lo miró unos instantes. Iba a follarla por el culo, o eso intuía y si bien le daba algo de temor por lo que una vez Ino le contara, sabía que con Kakashi nada en el sexo era malo. Así que sí, confiaría. Pero ahora le estaba molestando.
—Ok. Pero quítamelo ahora. Está como que... no sé...
Él carcajeó y salió de ella poniéndose de pie para luego, en un rápido movimiento, cargarla entre sus brazos. Sakura gritó riendo al aferrarse al cuello de su ex sensei, y salieron hacia el baño.
Seiyi soltó lentamente el humo de su cigarrillo mientras seguía con la mirada los movimientos del Uchiha más joven, que avanzaba lentamente portando en su mano un pequeño paquete de alimentos. Lo estaba esperando, escondido detrás del árbol que daba inicio al callejón por donde Sasuke pasaba cada noche para llegar más rápido al hospital.
Arrojó el cigarrillo al piso y lo aplastó con el zapato preparándose para abordarlo, cuando su objetivo se encontraba a pasos de su posición.
—Buenos noches, señor Uchiha.
Sasuke detuvo su andar repentinamente. El corazón se le aceleró al reconocer la voz, y no pudo evitar el nerviosismo que lo invadió al no notar en ese instante la presencia del hombre. Alguien como el Hyuga lo estaba esperando, evidentemente acechándolo y él no lo había advertido.
Lo miró a los ojos cuando Seiyi dio un paso adelante saliendo de las sombras que lo escondían. La alta lámpara del alumbrado público los bañó con su escueta luz, permitiéndole observar las duras intenciones de sus rostros, las que no auguraban nada bueno pero no precisaban lo que sucedería.
—Seiyi...
—Señor Hyuga, para ti.
Sasuke apretó el paquete buscando la forma de deshacerse de el sin estropear el contenido. Le llevaba dulces a Karin.
—Que quieres.
—Puedes dejar el paquete en ese asiento— le respondió señalándole la banca, adelantándose a la intención de Sasuke.
El joven entrecerró el ceño disimulando la ola de temor que lo atravesó. No entendía porque, pero ese hombre le erizaba todos los poros y nunca podía anticiparse a nada con él.
Jamás fue obediente, no a la primera, pero esa noche algo lo impulsaba a respetar las sugerencias del mayor. Sin perder el contacto, se alejó un par de pasos hacia el asiento y depositó su compra, para luego volver a la posición original.
—Que quieres.
—No me gustó tu comportamiento de hoy.
—Repito, que quieres.
Seiyi sonrió. Una sonrisa dura que contribuyó a aumentar el temor del Uchiha.
—Hablar.
Sauske lo observó. El hombre no se movía. Su rostro era ilegible. Serio, calmo, frío. Ese aura dura lo llevaba a respetarlo aun cuando no había motivos para ello. Y cuando quiso al fin tomar aire para indagar, un destello rojo adornó los ojos del Hyuga y lo hizo tambalear intentando alejarse unos pasos hacia atrás.
El terror lo invadió de inmediato, como una sombra que subió por sus pies para rodearle la garganta apretándolo. Una ola de dolor mezclada con angustia llegó después, golpeándolo con fuerza, haciéndole gritar cuando la mano de Seiyi le tomó de las solapas de la capa jalándolo dentro del pasaje, alejándolos de la luz y de cualquier mirada indiscreta que pudiera cruzar a esas horas por la calle. Aunque todo el lugar estuviera desierto.
Sasuke cayó de culo al frío suelo, empapándose con la nieve al derretirla con su calor. No entendía nada, solo que su pecho se apretaba en dolor y su mano quedaba paralizada sin atinar siquiera a tomar la katana que colgaba de su cintura. Alzó apenas la vista y observó al Hyuga alejarse del lugar, caminando lento.
—¡Habla te dije! — le gritó sin poder ponerse de pie y sintió como las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos incontrolablemente.
Seiyi ni reparó. No hizo nada. Sólo se alejó perdiéndose en la oscuridad de la noche, dejándolo solo y confundido. Inmovilizado por el terror y vulnerable.
Respiró hondo, una y otra vez buscando calmarse, pero sólo logró hiperventilar. Intentaba mover sus piernas, pero no le respondían o lo hacían temblorosamente. Sentía que las fuerzas lo abandonaban, mientras la angustia rasgaba su garganta. No entendía nada.
En un movimiento que le costó horrores, logró girar sobre su cuerpo quedando de rodillas, raspando la palma de su mano al caer en esa posición. Intentó ponerse de pie, pero las fuerzas no regresaban. Todo su cuerpo temblaba por el esfuerzo, y no podía dejar de llorar.
¿Qué mierda le había hecho ese hombre?
Fue un cobarde atacándolo así y dejándolo solo. Pero, si lo meditaba, no hubo ataque. Nada. Sólo terror y un inmenso dolor oprimiéndole el pecho.
Gritó.
Se sentía tan solo, tan dolido, que si hasta el cuerpo comenzaba a arderle. Se sentía abandonado, como cuando fue un pequeño niño y su familia entera fuera asesinada por su hermano. Y el muy bastardo había huido sin terminar el trabajo, sin dejarle nada.
Su corazón se apretó y alzó la vista.
Frente a él estaba Karin. Lo miraba y lloraba, desconsolada, apretándose el plano vientre. Tenía las manos llenas de sangre y de sus labios salía una palabra repetida una y mil veces.
—Perdón... perdón...no pude.
Karin. Los bebés.
—¡No! ¿Qué pasó? ¿¡Qué hiciste!? — la mujer lloraba y se pasaba las manos ensangrentadas por el rostro.
—Me dejaste y yo... no pude... perdón... perdón...
—¡No te dejé! ¡Mujer! Aquí estoy... ¿no me ves? — intentó levantarse pero sus piernas fallaron y cayó de bruces al suelo. El dolor en sus labios fue inmediato, pero no podía perder el foco en la mujer frente a él. Sus hijos ¿Dónde estaban sus hijos?
—Karin... — la llamó pero no había nadie ya.
Y de repente risas. Agudos chillidos divertidos de niños, y pasitos por todos lados.
¿Niños? Estaba demasiado frío para que hubiera niños en la calle, y era demasiado tarde. No entendía nada.
Y luego la vio otra vez. Karin de pie, con sus tres hijos.
¿Qué demonios?
Y en medio de esa imagen, el llanto de una mujer a sus espaldas lo hizo girar, incorporándose como pudo para quedar sentado. El barro se deslizó por las solapas de su capa, mientras pasó el dorso de la mano por la boca para limpiarse la sangre de su labio roto.
Era Sakura. Lloraba, desconsolada y silenciosamente. Un llanto doloroso que le apretó el corazón. Le dolía verla sufrir y no entendía el porqué, nunca le había afectado lo que le sucediera a la pelirrosa.
Ella alzó la vista y clavó sus hermosos ojos jade en los de él. No le dijo nada, sólo nuevas lágrimas brotaron al verlo.
Esa mirada chispeante, tan jovial y llena de alegría, estaba apagada. Y de inmediato supo el porqué. Fue por él, él la apagó. Él le quitó la alegría. Llegó a ella, tomó su amor, tomó todo de ella y simplemente desapareció.
Y en ese instante, las lágrimas de la pelirrosa, cada gota que resbalaba pesada por el rostro, le dolió más que cualquier otra cosa en el mundo. Fue como si todo el dolor que le causara ahora él lo sintiera, años acumulados en un pequeño instante. Fue agudo, fue penetrante, fue desgarrador.
Tuvo que apartar la mirada para soportarlo. Ya no quería verla así, era demasiado tortuosso. Ella había sido una buena amiga, una buena mujer y él siempre la menospreció, como habían hecho con él. Hizo que ella con su amor pagara sus dolores y no lo merecía.
—Sakura, perdón... yo...— y cuando alzó la mirada para hablarle, no estaba.
¿Qué demonios estaba pasando?
Gritó cerrando fuertes los ojos y cuando los abrió al fin no había nadie, sólo él en el callejón, sentando en el suelo con las espaldas apoyadas en el paredón. Su rostro empapado en lágrimas, la respiración agitada.
Oyó una carraspera a su derecha y giró de inmediato. Seiyi llamaba su atención, mientras encendía tranquilamente un nuevo cigarrillo.
Sasuke lo miró con terror en los ojos.
—¿Quién... quién eres?
—¿Importa?
No le respondió. No podía. Aún intentaba acomodar su respiración.
Seiyi soltó el humo de la primera bocanada de encendido, y lo observó desde arriba, con la seriedad y dureza que siempre transmitía su mirada.
—Ya sabes que tienes que hacer. Fui claro.
El Uchiha estaba inmóvil viéndolo.
—Hazlo bien. Te estaré observando.
Y volteó saliendo del pasaje con su caminar elegante, hacia el auto que había estacionado a unos metros más allá esperándolo.
Sasuke le siguió cada paso con la mirada, hasta que quedó completamente solo otra vez
Aun el corazón le dolía y la angustia le cerraba la garganta. Se secó las lágrimas con la manga y respiró hondo un par de veces para calmarse.
Karin lo esperaba y él necesitaba verla más que nunca. Tocar esa panza, sentir las pataditas de sus hijos no natos.
No entendía nada de lo que había sucedido. Pero le resultaba familiar la sensación, ese escozor helado que le erizaba los cabellos de la nuca cada vez que veía al Hyuga. Y allí lo recordó. Recordó ese episodio con Hitachi y...
¡Mierda! ¿Cómo Seiyi pudo hacer eso?
Bueno, volví. Intensa, ¿no? je je je
Me gustó Kakashi enojado. ¿Y a ustedes? ¿Les gustó también?
Esta vez hice lo posible para llegar en tiempo y forma, claro de acuerdo a los tiempos que yo les prometo. Ustedes son buenas, y no se quejan (gracias!). Aunque esta vez, llegué antes ¿no? ¿O no? Sí, antes. Je! Estoy perdida con tantos feriados (benditos y hermosos feriados)
Espero que hayan disfrutado este cap, por que la verdad yo como que le estuve dando vueltas a un par de escenas que no me cerraban. Pero mis dedos querían ir por ahí, y yo no, pero fueron igual. Y cuando quise desandar el camino, pues, no, las ideas se quedaban atoradas porque en realidad querían IR POR AHÍ.
Así que lo que leen es lo que quedó. No me resistí a mis maquiavélicos dedos que cobraron vida en este capítulo. Y creo que, al final y luego de hacer psicoterapia con mi adorada MilleHatake, pues, fue la mejor decisión.
Y luego, cuando seguí avanzando, definitivamente mis dedos tenía razón y obraron de forma misteriosa llevándome por ese camino.
Así que.... ¿les gustó? Diganme que sí jajajaja ¿Comentarios? ¿Siiiii?
Nos leemos el próximo miércoles, y para la próxima prometo actualización doble. Je je je ... preludio a .... ¡lo que mis dedos quieran! jajajaja.
Beso.
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