Capítulo 25
—¡Felicitaciones doctora Haruno! — el médico de Suna, un hombre regordete de más de sesenta años, experto de renombre en cirugía cardiológica pediátrica, no dejaba de demostrar su alegría y admiración, luego de que el corazón que acababa de trasplantar al niño de siete años, comenzara a latir por su propia cuenta. — La cirugía fue un éxito y se lo debemos a usted.
Ella sonreía sonrojándose mientras se desataba el barbijo, no acostumbrada a esos halagos tan efusivos, y no pudo sentirse menos incómoda cuando las enfermeras y demás asistentes en la cirugía, comenzaron a rodearla para expresar su admiración.
—Fue un esfuerzo de todos. Todos lo conseguimos.
—No, no, no. No menosprecie su intervención, que sin ella no podría darle a los padres de mi paciente la maravillosa noticia de que, no sólo sobrevivió a esta compleja cirugía, sino que lo verán graduarse y llenarlos de nietos.
Y carcajeó dichas esas palabras llenas de genuina alegría, mientras una estudiante se acercaba para que Sakura le firmara los apuntes. Era como si se hubiera convertido en una celebridad de repente.
—Por favor, no pierda tiempo en mí y hable con esos padres. Deben-
El hombre carcajeó con una risa áspera de ávido fumador, interrumpiéndola.
— Es usted realmente humilde y joven. Tome mi consejo, aprenda a recibir halagos, los aciertos suelen ser menores a los infortunios en nuestra profesión. Disfrútelos.
—Lo acepto, gracias — y le sonrió estrechando la mano que le estiró como forma de despedida, antes de perderse detrás de las puertas vaivén que separaban el área de cirugía de los pasillos que conectaban con la sala de espera. El doctor Unagi sería quien hablaría con la familia, al fin y al cabo eran sus pacientes. Ella simplemente había sido convocada a esa cirugía de emergencia de acuerdo a una recomendación que no logró averiguar de primeras, ya que antes estaba el deber. Y ese deber ese lunes, era salvar la vida de un pequeño. Ya tendría tiempo de investigaciones.
—Doctora Haruno, por favor, sígame— la enfermera que la asistió en el quirófano, llamó su atención para guiarla a la oficina y completar el resto del papeleo.
—Ah, sí. Vamos. ¿Tienes todo ya?
—Así es. La delegación de Suna me acaba de entregar los documentos para que los complete. Mero formalismo. — y rodó la cabeza de un lado a otro echándola hacia atrás, buscando aflojar la tensión en las cervicales, antes de abrirle la puerta al pequeño despacho administrativo.
—¿Estás cansada?
—Sí... demasiado.
—¿Otra vez la bebé?
—¡Ay, sí! Desde que comencé a trabajar se despierta en más de un momento a la noche, para amamantar. Estoy... — bostezó largamente —Perdón, pero estoy agotada.
—Aún así, trabajaste muy bien hoy.
—La situación lo ameritaba, doctora. Pero agoté todas mis reservas.
Sakura tomó asiento mientras la enfermera colocaba las carpetas frente a ella y le alcanzaba una pluma.
—Tomate la tarde, Ima.
—Doctora... — abrió los ojos.
—¿Cuánto queda de tu turno?
La mujer miró al reloj de pared frente a ella. Recién habían dado diez minutos pasados de las cinco de la tarde.
—Tres horas... más o menos.
—Ve. Yo respondo por ti. Ve y duérmete una buena siesta
—Doctora, no sé, puede necesitarme.
—¡Ve! — y la echó con ademán de mano.
La mujer le agradeció inclinándose demasiado y varias veces. Realmente necesitaba dormir. Y salió rápido cuando Sakura entrecerró los ojos con amenaza ante su demora, concentrando la atención en los papeles al quedar a solas.
Suspiró. Un largo y aliviado suspiro que la llevó a sonreír ni bien giró el primero folio.
Se sentía bien. Más que bien. Y no era sólo por el éxito de la cirugía, aunque no le disminuyera el mérito.
Le recorría el cuerpo una sensación de bienestar que no sólo era eso, pero no encontraba el término adecuado para definirlo. Sólo podía decir que hacía mucho, demasiado, tiempo que no se sentía así. Su cuerpo estaba liviano, la piel le relucía, y los labios se le curvaban en una sonrisa una y otra vez, sin siquiera ser consciente al hacerlo. Porque era traer a sus pensamientos esos sonrientes ojos oscuros que la acariciaban sin tocarla, casi venerándola, y sentir mariposas y calor y cosquillas, todo al mismo tiempo, recorrerle el cuerpo.
Lo que viviera ese fin de semana con Kakashi había sido único. Intenso, tan desconcertante y a la vez tan correcto, que no se imaginaba en el futuro amando de otra forma, siendo tan plena al hacerlo.
Y ahí detuvo la línea de sus pensamientos.
«¿Amando?»
Era cerrar los ojos una vez más y verle nuevamente sonriéndole, mirándola con ternura, con deseo. En como el lunar en su mentón se le movía al hablarle tornando ese rostro en uno más irresistible de lo que ya era por naturaleza.
Detuvo lo que hacía en ese instante tapándose los labios que se le escapaban por los bordes de la palma en una más amplia sonrisa.
¿Tan fuerte era lo que sentía para ya llamarlo así? Y extrañamente, así sorprendida, en ningún momento sintió miedo, pero dudó de si ese era el exacto sentir, porque si bien entre ellos las cosas no eran tan simples como una amistad con derechos, percibía que había una fecha límite en esa relación, la que la orillaba a la calma sensatez. Aunque muriera por simplemente soltar todo lo que bullía en su interior y vivirlo con completa imprudencia.
Por primera vez en su vida, notaba la convivencia de dos mujeres en su cuerpo. Una que simplemente sentía con locura y la otra que no quería desprenderse de los recuerdos, y funcionaba como ese dique que rompía paisajes al inundarlos, pero que armaba otros nuevos. Y tal vez era mejor así. O no. Pero de lo que sí tenía certeza era de que la mujer que Kakashi había despertado en ella, jamás volvería atrás.
Sólo esperaba que la soledad que tanto disfrutaba su ex sensei, ya se hubiera contaminado de su presencia y que él no quisiera dejarla ir jamás. Porque ella ya simplemente no quería irse de ese lugar.
Y aun así, con todas esas incertidumbres, estaba feliz. Y aun así no temía y elegía lo que estaba viviendo y sintiendo, una y otra y otra vez más.
—Disculpe doctora.
Sakura alzó la vista hacia la puerta en donde un sonriente pero agotado doctor Unagi se asomaba respetuosamente.
—La familia de Taro quiere hablar con usted. — ella abrió los ojos para disculparse, su tarde aún no había terminado y había demasiado que hacer para tomar esa conversación que sabía no sería breve. Tenía consultas que se habían atrasado y no quería demorar las revisiones a sus pacientes, pero el hombre con la comprensión de la experiencia la interrumpió con su afable mirada. — No se preocupe, ya les dije que tendrá que ser mañana, que la doctora estaba ocupada.
—Gracias— suspiró — No es que no quiero atenderles.
—Lo sé. Y por eso venía a avisarle del pedido, y a comentarle que mañana por la mañana la van a estar esperando. Le cedo a usted el próximo parte médico, si está de acuerdo.
Ella asintió. —Por supuesto. Cuente con ello.
El hombre le sonrió amablemente — Entonces la dejo para que pueda avanzar. — y comenzó a retirarse lentamente aunque se devolviera casi de repente haciéndola sobresaltar.
—Y doctora... gracias por todo su desinteresado apoyo..Entiendo que complicamos su jornada al llegar tan de imprevisto, pero la forma en que tomó el caso y con la velocidad en la que se preparó, me ha dejado sorprendido y con fe en el futuro. Lo que me contaron de usted no contradice en nada a lo que observé en estas pocas horas que compartimos. Es una mujer digna de la admiración de su recomendación. Que descanse, lo tiene merecido.
Ella sonrió aunque no pudo evitar contraer apenas el ceño. Otra vez mencionaban una recomendación pero no a quien las había brindado. Abrió la boca para replicarle, pero no le dio el tiempo. El hombre se había retirado, trabando suavemente la puerta tras de sí.
Torció los labios en una mueca quedándose con la duda una vez más. Ya daban las cinco y treinta y necesitaba hablar con Noozomi para acomodar los turnos que debieron mover por la cirugía.
Firmó el último papel, e iba a cerrar la carpeta cuando un símbolo al final del documento le llamó la atención. Era de...¿la casa Hyuga?
Lo observó detenidamente desconfiando de sí lo había visto antes, pero la letra que lo acompañaba era la que plantaba la duda. Esa sin dudas nunca la había observado.
—Yuri... Yu... ¡Yuriko!
¿Sería acaso Yuriko Hyuga?
Definitivamente, jamás había leído ese nombre antes. Sería de algún pariente lejano de Hinata o tal vez sólo el apellido coincidía en sus escrituras. Le preguntaría a Hinata en la próxima consulta, que si no mal recordaba, sería el viernes. Y la incógnita de la recomendación quedaría varios días más sin resolver.
Guardó todo en la carpeta, la cual dejó sobre el despacho de la pequeña sala administrativa de cirugía, pronto lo recogería el personal, y dispuso marcha acelerada hacia sus consultorios, donde Noozomi la estaría esperando y seguramente la reprendería.
No había dado más de diez pasos, una vez que salió del área de cirugía, que escuchó su nombre repetido varias veces en medio de apresurados taconazos.
Suspiró antes de girarse al encuentro, hacerse la sorda no le sería útil ya que era imposible justificar ese comportamiento, el área estaba casi desierta. Y así, manteniéndose entre seria y sorprendida, volteó para encontrarse con una alterada Shizune que venía a su encuentro.
—¿Shizune?
—¡Al fin! — jadeó al detenerse frente a ella — Llevo todo el día detrás tuyo.
La mirada de la morocha era una de seriedad absoluta. Si en algo más era buena esa mujer, sin dudas era en su cara de póker, porque lo único que Sakura logró deducir en la rápida mirada que le echó era que la razón por lo que la buscara era importante. Así que no hizo más que asentir copiándole la expresión.
—¿Sucedió algo?
—Sí. Tengo los resultados de las muestras que enviaste la semana pasada — Sakura entrecerró el ceño, no le había enviado precisamente a ella nada — Las del soldado herido.
La pelirrosa retobó sorprendida sin entender demasiado. ¿Le hablaba sobre Seiyi?
—Una de las técnicas no entendía lo que estaba analizando y me pidió ayuda. Yo me encontraba en los laboratorios por pedido de Kakashi. — Sakura asintió recordando la visita de Sasuke y las precisas instrucciones de su ex sensei, y comenzó a entender — Vi algo, Sakura. Tenemos que hablar. Y ahora.
Ella asintió con un movimiento de cabeza y echó a andar con una Shizune que la siguió como si le leyera la mente. No en vano ambas habían sido entrenadas por el mismo sanin legendario.
Noozomi salió a su encuentro ni bien las vio, aunque decidiera ser escueta en sus palabras al notar la seriedad de ambas mujeres. Sakura se limitó a dar tres instrucciones, reprogramar las citas para el día siguiente, derivar las urgencias y controles, y saber si Seiyi había ido a consulta. Se había prácticamente olvidado de él, el comentario de Shizune le recordó la breve cita que habían acordado la semana pasada.
El Hyuga no había dado señales de vida y rogaba que no lo hiciera en la próxima hora. Entendía que la conversación con Shizune le llevaría más que unos breves minutos, siempre era así con ella cuando un tema médico las convocaba. La mujer era realmente excepcional investigando, por lo que su lugar como mano derecha de Tsunade no le quedaba grande ni regalado por el parentesco.
—Bien. Ya estamos tranquilas. — acotó Sakura cuando cerrara con llave su despacho, mientras la pelinegra tomaba asiento en la silla frente al escritorio, apoyando los papeles que abrazaba.
Ni bien Sakura se acomodó frente a ella, suspiró.
—Quiero que me cuentes las circunstancias en las que te hiciste con la muestra que analicé.
La pelirrosa pestañeó varias veces, no podía negar que le incomodó la forma en que la mujer abordara el tema, pero la conocía y entendía la prisa.
—El paciente llegó a mi consulta con un brazo inmovilizado por una herida de batalla en el hombro. No era grave a simple vista, pero le quitaban movilidad.
—¿Cómo era la herida?
—Pequeña. Eran tres orificios demasiado pequeños como para ser graves. Pero el dolor era intenso, el agente lo expresó en varias oportunidades. — Shizune parecía desmenuzar cada palabra que ella le decía — ¿Por?
—¿Te dijo cómo fue herido?
—No. Sólo que fue en batalla. Pidió mi consulta fuera de horario y en carácter de reserva por misión ANBU clasificada. No pude ni siquiera preguntar con qué lo hirieron, aunque él parecía saber que lo que tenía no era normal.
—Lo que tenía era mortal. Y lo hubiera asesinado en un par de días.
Sakura entrecerró el ceño asintiendo. Su pronóstico había sido el mismo.
—Llegué a la misma conclusión. Detecté que tenía dentro del cuerpo un objeto extraño que parecía ser sensible al chakra. Reaccionaba al suyo bloqueando los canales.
Shizune la miraba y por instantes perdía su atención en algún punto de la habitación, meditando cada palabra. Negó un par de veces antes de hablar.
—No sé cómo pero... Sakura, todos los soldados heridos por lo mismo que el agente que atendiste murieron. Tarde o temprano, con su chakra completamente licuado.
—Entiendo.
—No. No enti-
—Disculpa que te interrumpa, pero sé que Sasuke logró hacerse con un arma de los insurgentes y-
—¿Cómo?
Sakura se sonrojó levemente entendiendo su exposición, pero necesitaba saber más y no podría obtener nada más si no soltaba algo en el camino.
—No importan los detalles. Lo importante es que deduje que esa arma es la que lo había herido. Pero... la verdad, no entiendo como... funciona.
—Eso es lo que estoy averiguando. Pero, lo que hiciste puede salvar vidas si esta ofensiva se agrava.
—¿Lo dices enserio?
—Sí, mira... ¿recuerdas las varas de metal que le extrajiste a Naruto luego del ataque de Pain?
—Sí, ¿pero que tienen que ver?
—El arma que analizo, las muestras del agente, las varas de Pain, son todas de un material casi igual.
—¿Qué?
— Pude observar un comportamiento similar... no sabría decirte bien exactamente que me llamó la atención, fue todo muy rápido, y lo investigué comparándolos. Nagato accedía al chakra para controlar el cuerpo en el cual insertaba las varas en puntos estratégicos de los canales. Desconozco si habrá conocido también este uso, pero pequeñas dosis de ese mismo metal, en puntos clave del cuerpo, anulan el chakra. Lo licuan.
— Dices que son materiales similares... ¿pero como podrían serlo?
—¿Dices si Nagato está vivo?
Sakura la miró con temor en los ojos. —No lo está. ¿No?
—No lo sé, y espero que no. Lo único que puedo asegurarte es que son similares en su composición y acceden al chakra de la misma forma pero con resultados diferentes. Uno lo controla y el otro lo destruye, pero toman contacto de la misma forma. Aún me faltan varios estudios, pero no quise dejar pasar más tiempo antes de comentártelo.
Ambas mujeres perdieron la mirada sobre el escritorio analizando toda la información que se habían compartido, preocupadas y alteradas aunque quienes las observaran creerían que mantenían un diálogo interno tranquilo con la mesa.
—Un hijo. — dijo Sakura al fin.
—No creas que no lo pensé. Pero no tengo forma de demostrarlo, — carraspeó para volver al tema que las tenía reunidas— Sakura, estos elementos que descubriste son muy peligrosos. Son imparables cuando se activan.
—Lo sé. Lo vi en acción.
—Pero... ¿cómo hiciste para sacarlos? Cuando fijan el objetivo no se detienen.
Sakura respiró hondo. Entendía que para explicarle debería violar el secreto de la misión ANBU porque tendría que revelar detalles. Ella, como médico y ninja, había realizado el juramento de silencio que se debe al hokage y a cualquier agente en misión federal de alto rango, pero Shizune estaba bajo las órdenes de Kakashi, la máxima autoridad, y bajo las mismas reglas. Tarde o temprano se haría con los detalles de su intervención, por lo que era coherente asumir el riesgo de hablar.
—El agente que atendí fue el jefe de los ANBU. Estaba en-
—¿Seiyi Hyuga?
—Exacto— no le sorprendió que lo conociera, el cargo que tuvo durante el mandato de Tsunade le daba acceso a esa información. — Creo que lo que lo salvó fue su habilidad natural como Hyuga, el de manipular sus redes de chakra, por lo que instintivamente logró aislar las partículas en una zona. Lo mantuvo con vida varios días hasta que su energía comenzó a agotarse y las partículas se vieron libres para reiniciar su avance. Lento, pero avanzaban y estaban haciendo mucho daño aun sin llegar al canal del hombro.
Respiró hondo clavada en los oscuros ojos de la mujer frente a ella, unos ojos que analizaban cada gesto y cada palabra que decía, y que se abrieron más grandes exigiendo que continuara cuando hiciera esa pausa.
—Cuando comencé el tratamiento, tanto con chakra de inspección como con el ryo, noté que se movían hacia mí destruyendo todo el tejido a su paso. Ni bien me detenían regresaban instantáneamente su camino hacia el punto del flujo que buscaban originalmente. Si seguía así... la herida se complejizaría y no detendría nada. — tamborileó nerviosamente los dedos sobre la mesa — Shizune, en ese momento no entendía que tenía en frente y el agente no quería decirme nada.
—Entiendo.
—Bien. Entonces no te enojarás cuando te diga que decidí utilizar el chakra negativo.
—¿Como?
—Lo había usado antes, en muy pequeñas dosis, para tratar unos parásitos. Esta vez... la dosis fue mayor.
—Sabes que Tsunade nos advertía mucho sobre ese jutsu.
—Sí, pero preguntas cómo salvé al paciente. Y te lo estoy diciendo.
—Sigue.
—Ok— respiró hondo — Decidí improvisar. Con una mano apliqué un golpe de chakra negativo. No sé si esa energía desactivó las partículas o sólo las desorientó, la cuestión fue que al hacerlo pude extraerlos. Obviamente causé daño en el hombro del paciente, pero una vez esos elementos estuvieron fuera, el flujo de los canales de chakra se reactivaron y pude aplicar el ninjutsu de curación.
—Entiendo... entiendo... Sakura — la mujer la miró con sorpresa y una sonrisa — ¡fue brillante! — ella asintió con una tímida sonrisa en los labios. —Pero... debes haber quedado agotada.
—Sí, casi me desmayo. No sé qué hubiera hecho si no funcionaba. Creo que hubiera decantado por la cirugía tradicional. — se encogió de hombros con algo de preocupación en la mirada, al caer en la cuenta de la imprudencia de su procedimiento sin otro profesional de respaldo presente.
—No. — negó varias veces — No hubiera funcionado la cirugía.
—¿No?
—Hice experimentos en trozos de carne insertando chakra activo — la pelirrosa la miraba interrogante — Después te cuento los detalles. La cuestión es que una vez que esas partículas se introducen entre los músculos, no hay forma de sacarlos quirúrgicamente. Si detectan...digamos como que si se sienten amenazados, explotan en miles de partículas más pequeñas imposibles de detectar y destruyen el tejido en cuestión de segundos volviéndose más rápidas y agresivas. Están muy bien diseñados. Así que lo que hiciste...
Sakura entrecerró el ceño. Había logrado torpemente idear un método de tratamiento, pero a un precio muy alto para quien lo aplicara. Si Seiyi hubiera tenido más de una herida de esa clase, o hubieran sido más de un paciente, no podría haberlo atendido correctamente.
Respiró hondo para aliviar la tensión que le causó.
—Sí, pero es muy limitado.
—Lo sé. Yo misma he utilizado también ese jutsu y lo conozco.
Sakura se echó hacia atrás, apoyándose en el respaldar mientras su mente trabajaba a velocidad ideando los peores escenarios y la forma de resolverlos.
—Shizune, ¿qué pasaría si...?
—No sigas por ahí. Lo sé y sería ... un problema — respiró hondo también — Mira, déjame seguir investigando, conocer un poco más lo que tenemos entre manos, y así te ayudo a mejorar ese jutsu. Creo que diste en la clave para un tratamiento. Va a salvar vidas, Sakura. — y una gran sonrisa se dibujó en su rostro.
La pelirrosa asintió copiándole en el gesto.
—Hay que hablarlo con el hokage.
—Sí, Sakura. Cuando me retire esta tarde, voy a acordar una reunión para mañana a primer hora. Tendríamos que estar todos, no sólo yo. Esto es grande.
—¿Lo dices por Seiyi?
—Lo digo por él, por ti y por Sasuke. Estamos todos en esto.
—Entiendo, pero ¿puedo pedirte un favor? Seiyi me pidió conocer los resultados de las muestras de su cirugía antes de convocar la reunión. Se lo prometí. Tiene que venir a cita por control sobre su herida. Dame hasta mañana, ¿puede ser?
La pelinegra la miró extrañada por unos segundos, pero luego comprendió la promesa de la médico. Era obvio que ese agente reclamaría la primicia para él, más si estaba en la misión para con el Hokage que le indicara a Sakura.
—Está bien. Confirmarme a primera hora de mañana. Sino iré directamente con Kakashi. Esto no puede demorar, Sakura.
—Comparto. — respiró hondo apoyándose nuevamente en el respaldar de su asiento, el que crujió al recibir su peso. El mueble ya requería un cambio pero adoraba lo suave que era y como se amoldaba a su cuerpo — ¿Temes una nueva guerra?
—No me permito ni pensarlo. Por eso quiero adelantarme a todo lo que pueda.
—Entiendo y me gustaría que-
Unos golpes en la puerta le cortaron la frase molestándola.
—¿Si?
—Soy Noozomi, doctora — la voz apagada de su secretaria le suavizó la expresión más no el disgusto por la interrupción — Venía a ver si necesitaban algo, o si querían un café. Sé que sus reuniones son largas.
Sakura sonrió. Noozomi era única. Un torbellino que se deshacía en dulzura y atención por momentos.
—¿Quieres Shizune?
—¡Obvio! Necesito revisar otras cosas contigo.
Sakura asintió y se puso de pie para abrir la puerta y darle las indicaciones rápidamente a su secretaria. Ella también quería seguir profundizando en lo que hallara Shizune, estaba por demás preocupada.
El final de la jornada sorprendió a Sakura perdida entre libros. Había sido un acierto posponer y derivar todas sus citas, el tiempo libre en su recóndita oficina era más que preciado. Aunque de recóndita cada vez tenía menos, por más que mantuviera el silencio de la lejanía.
—Disculpe doctora— la voz suave de Noozomi al asomarse tras la puerta, le hizo levantar la vista por primera vez en horas. — Me retiro.
—¿Ya? Pero si... — el reloj de la oficina le quitó toda duda — ¡Carajo! ¿Ya son las ocho? Se me fue el tiempo.
— Me di cuenta, doctora— y carcajeó — ¿Necesita que haga alguna diligencia antes de retirarme?
—No, no. Está bien. Solo que... Sei, digo, ¿el señor Hyuga no vino?
—No doctora. Lo hubiera hecho pasar de lo contrario.
—Ah... ok. — Sakura pasó una mano por su rostro aliviándose, siendo consciente de la tensión en su cuello — Nos vemos mañana, Noozomi. Gracias por todo.
—De nada, doctora. — abrió la boca para replicar algo más, pero la pelirrosa ya estaba sumida nuevamente entre sus libros, y entendía que no era lo mejor interrumpirla. Así que sólo sonrió y se retiró cerrando la puerta suavemente.
Sakura suspiró largamente unos instantes después. Se sentía algo agotada y ansiosa. Luego de que Shizune se fuera dedicó toda la tarde a investigar más sobre el chakra negativo, la magia negra de los ninjas tal como le llamara exageradamente Tsunade cada vez que tocaban el tema. Necesitaba saber más, mucho más si realmente esa era la clave para combatir esta nueva amenaza. Y por lo que conversaban con Shizune, por el momento no solo lo era, sino que era lo único que tenían.
Y no le gustaba no poder decírselo a Kakashi, aunque entendía que era mejor así. No podía hablar de secretos de estado en la cama y dejarse luego en evidencia frente a los demás. No sólo sería incorrecto sino que también podría considerarse una violación a las normas de sus cargos. Más que nunca le urgía hablar con Seiyi, y el desgraciado se había olvidado de su cita.
Miró nuevamente el reloj, aún restaban más de dos horas para la cita de cena que tuviera con Kakashi. Sonrió al recordar la forma en la que la había invitado, su ex sensei era dulce cuando quería.
—Muy bien. — respiró hondo apoyando las manos sobre su escritorio atestado de libros y documentos, para impulsarse y ponerse de pie de inmediato — Si Mahoma no va a la montaña... —se dijo antes de echar una última mirada al desorden reinante, que no tocaría.
Y sin demorar más, se quitó la bata tomando su abrigo y bolso, y salió del despacho luego de cerrarlo con llave.
No llevaba ni la mitad del camino a la salida del hospital, cuando Sasuke le llamó la atención.
—Sakura, espérame.
Ella frenó su andar, no sin disgusto, pero no podía ignorarlo. Tal vez se tratara de su paciente aunque lo dudara luego de los desubicados reclamos de su ex intento de novio.
—Dime. — es todo lo que le dijo cuando llegó frente a ella.
—Necesito hablar contigo.
—¿Es por Karin?
—No.
—Entonces no puedo, Sasuke. Voy de salida y estoy apurada.
Él gruñó contrayendo el ceño.
—¿Vas con Kakashi?
Ella lo miró haciendo una leve mueca de disgusto, pero decidió contener la emoción. No se enredaría en lo que fuera ese juego de celos que montaba Sasuke. Si eran que acaso podían llamarse celos. El sujeto era perverso, y no de la clase agradable.
—Sí.
Era todo lo que le diría antes de girar para retomar su camino, pero el fuerte agarre en su brazo la detuvo.
—Ya te dije que no te conviene Kakashi.
—Y a mí me importó una mierda en ese momento. ¿Crees que ahora va a cambiar mi opinión? — y se clavó en esos oscuros ojos con una mirada tan fuerte y fría, que Sasuke no pudo más que tener que disimular el estremecimiento que le causó. La Sakura que tenía en frente no era la que conocía. Algo le había pasado, y si bien sabía que la había hecho sufrir, no se atribuía a sí mismo dicho cambio.
La soltó. Más su expresión le demostraba que eso no había terminado.
Sakura giró al sentirse libre de su agarre, y sin siquiera despedirse, giró emprendiendo su acelerada marcha. No por huir de él, casi que no le importaba lo que pensara el Uchiha. Aunque no podía ignorar que le molestaba esa estúpida y caprichosa actitud hacia con ella, la que no llegaba a entender, por más que considerara que con un poco de dedicación lo haría, si era que acaso quería perder tiempo en ello. Y no quería.
El frío de la oscura tarde la recibió al cruzar las amplias puertas principales, luego de saludar al guarda. Cubrió su boca con la bufanda, acomodándola tal como siempre lo hacía Kakashi, cada vez que salían juntos, y emprendió la marcha hacia la mansión Hyuga. En realidad, hacia la mansión de Seiyi la cual quedaba exactamente para el lado opuesto que las del resto de su clan. Sonrió recordando la breve frase que el ANBU le dedicara para comentar algo sobre sobre su familia de sangre, cuando le explicara donde vivía en aquella tarde que la invitara a beber un té.
Si bien la enorme casa, que destacaba del resto por su moderna arquitectura, estaba retirada del resto de las viviendas de lujo en esa zona, no quedaba muy lejos del hospital. Apenas en quince minutos Sakura había llegado, aunque no sabía si el corto tiempo pudiera atribuirse a la distancia o a la prisa que tenía por tratar el tema que la convocaba.
Un dejo de nerviosismo le anidó en el estómago al detenerse frente a la puerta principal. La valla que cerraba el jardín estaba abierta a esas horas, y había vehículos estacionados en una zona algo alejada de la entrada, lo que le indicaba que podría haber gente en la mansión. O que Seiyi estaba ocupado y por ello no había asistido a su cita médica. Lo que fuera no sería excusa suficiente para detenerla, decidió que la misión revestía un carácter de mayor importancia al tratarse de seguridad nacional, y que el Hyuga no la contradeciría en ello.
Pero, dudaba de si esa era la exacta razón de su nerviosismo. Forzar las reglas con altos mandos no era cosa menor, pero ella a su corta edad para el cargo, no se encontraba muy por debajo de la autoridad del agente. Por lo que entendía que quizás su intranquilidad se debiera al lugar en donde lo vería y no a la situación. Esa casa, la casa de Seiyi, era el ámbito privado del agente y allí ella no tendría ventaja alguna sobre el territorio.
Respiró hondo. ¿Qué demonios estaba pensando? No enfrentaría a un enemigo, sólo conversaría con su paciente, el más apuesto paciente que alguna vez tuvo en su vida, sobre un tema que les concernía no sólo por ese vínculo, sino también por sus competencias profesionales de ninjas. Pero le ponía nerviosa de igual manera. Ese sujeto le alteraba, aunque no se permitiera reconocerlo.
Timbró aclarándose la garganta inmediatamente, antes de que alguien abriera.
Segundos después, una mujer mayor ataviada en un uniforme negro ajustado a su delgado cuerpo, abrió fijándose en los ojos por unos segundos antes de recorrerle con la mirada el cuerpo sin cambiar esa seria y algo asquerosa expresión del rostro.
—Buenas noches.
—Emm...buenas noches— Sakura bajó la bufanda descubriéndose el rostro y su amable sonrisa, extendiéndole con dubitación la mano en saludo — Me llamo Haruno, Sakura. Busco al señor Huyga. ¿Él estar-
—¿Tiene cita? — la interrumpió secamente sin responderle el gesto.
—No, no. Yo sólo-
—Entonces, el señor no está. — e intentó cerrar la puerta, pero Sakura se lo impidió al hablarle rápidamente.
—¡En realidad! — la detuvo — En realidad ...él tenía cita conmigo esta tarde. Una a la que no fue.
La mujer no cambió la expresión en su rostro, pero volvió a abrir del todo la puerta.
—¿Quién es usted señorita?
—Como le dije, soy Sakura Haruno, el médico que atendió las he-
—¡Señora Tetsuya! Yo atiendo a la señorita, puede retirarse.
La voz masculina y calma de un hombre notablemente mayor, se oyó detrás de la desagradable mujer. Ésta apenas si hizo una mueca sin prestarle mayor atención a Sakura al escucharlo, girando para retirarse sin emitir sonido alguno.
El hombre, con su escaso cabello canoso corto, el bigote perfectamente acicalado, ataviado en un traje que distaba de ser un simple uniforme, se asomó sonriéndole con elegancia.
—Disculpe los modales de la ama de llaves. Soy Watari Wammy, el ayudante y mayordomo del señor Hyuga. Por favor, entre, debe estarse congelando.
Sakura sonrió asintiendo y rápidamente ingresó quedando deslumbrada por el tamaño y elegancia de la recepción de la mansión. Desde afuera no se apreciaba de esa forma.
—Por favor, permítame — el hombre extendió el brazo solicitando el abrigo y demás pertenencias de Sakura. Ella dudó unos segundos pero luego recordó el episodio de la casa de té a la que la invitara Seiyi, y rápidamente se lo quitó entregándoselos.
—El señor Hyuga se encuentra en una junta con sus asesores. Era de mi entero conocimiento que tenía que ir a su cita, pero unos asuntos urgentes lo demoraron. Pido disculpas en su nombre. — Le explicó amablemente antes de que con un ademán le indicara que lo siguiera.
—¿Le apetece beber algo caliente? Acabo de preparar té de limón. Receta de mi familia.
—Sí. Me encantaría, gracias.
—Perfecto. Por favor, póngase cómoda. — y le indicó que bajara unas amplias escaleras de no más de tres escalones, que daban a lo que parecía ser un enorme living, decorado en colores neutros, con sillones amplios y cómodos, ostentando una enorme biblioteca en una pared que daban hacia un amplio ventanal con vista a las colinas de Konoha, que lucían sin reparo sus tonalidades invernales típicas de la época.
Hacia una derecha, y cerca de un hogar central encendido, se encontraba un piano de cola, en color blanco. ¿Acaso Seiyi tocaba ese instrumento? Para el corto tiempo que llevaba conociéndolo, lo hacía un hombre práctico, uno que no tendría tremendo instrumento sólo de decoración.
—Siéntase como en su casa, señorita.
Ella carcajeó suavemente y con nerviosismo.
—¡No creo que pueda! Ésta sola habitación quintuplica todo mi departamento.
—Bueno, inténtelo entonces. Es lo que al señor le gustaría. — le sonrió cortésmente — Ahora si me disculpa, voy a anunciarla y a traerle su té. El señor se alegrará mucho de saber que está usted aquí.
Ella asintió quedándose unos segundos inmóvil en el lugar mientras recorría con la mirada todo la estancia. Era hermosa. Digna de un hombre como Seiyi. Nunca se puso a imaginar cómo sería el hogar de su paciente, pero si lo hubiera hecho de seguro sería así, por lo que no le sorprendió.
Se abrazó unos segundos a sí misma, frotándose los brazos, no porque tuviera frío, era más para quitarse el dejo de incomodidad que la invadía que por otra razón. Sola en ese enorme lugar, sabiendo que era la casa de Seiyi, la ponían intranquila.
Pero debía esperar. No se iría de allí hasta poder hablar con su paciente. La reunión que Shizune convocaría no podía retrasarse y ella debía cumplir con la palabra hacia un agente de alto rango en misión clasificada. Era su deber como ninja, más allá de la incipiente amistad que comenzara a unirlos.
Giró observando una vez más el lugar, y decidió ir hacia el ventanal. La verdad, el hombre tenía muy buen gusto para elegir las vistas. Se lo demostró primero con la ubicación de la mesa elegida en la casa de té, ahora la habitación en la que se encontraba. Y se imaginaba que el resto de la casa no sería menos. Desde afuera había llegado a apreciar que la construcción tenía enormes ventanales y eran muchos. Lo que la llevaba a pensar el dineral que se gastaría en la climatización, ya que no solo el frío castigaba a Konoha, los veranos eran crudos también.
Sonrió. Las cosas que se le ocurrían cuando estaba nerviosa.
Más allá de toda cavilación, la vista era fantástica. Así que la disfrutaría. Se imaginaba que leer o estudiar en esa habitación, tan iluminada y cálida, sería realmente un placer. Tan relajante y...
—¡Que hermosa sorpresa que me brindó la tarde!
La voz profunda y calma de Seiyi le asustó provocándole un respingo en respuesta.
—Perdón, no pretendía asustarte.
Sakura se sonrojó al girar y verlo de pie, sobre la escalera.
Seiyi era demasiado apuesto para sus nervios, y esa tarde, ataviado en un traje negro, con la camisa al tono y corbata de un azul profundo que apenas si sobresalía por algunos detalles en azul francia, resaltando la pulcra tez blanca, no sería la excepción. El cabello suelto, cruzado hacia un lado, prolijamente peinado, caía pesado sobre los hombros confiriéndole un aura aún más dominante.
Le sonreía. Con esa sonrisa elegante y altiva, siempre acompañada de una mirada hacia ella que le hacían estremecer.
—No...no es nada. Sólo estaba... demasiado concentrada en la vista. Tienes una casa realmente hermosa. Bueno, lo que vi hasta ahora.
—Gracias. — y bajó los escalones caminando sin prisa hacia ella — Eres bienvenida cuando gustes.
Sakura sonrió sonrojándose aún más, y necesitó desviar la mirada cuando el varón se detuvo frente a ella acortando notablemente la distancia.
Abrió los ojos grandes cuando sintió que le tomaba la mano que colgaba a su lado, y se la llevaba hacia los labios depositándole un suave pero no breve beso en los nudillos.
—Seiyi...
—Esta es mi disculpa. Por faltar a nuestra cita de esta tarde.
—Eso... bueno, no hay problema. — los labios se le estiraron tímidamente, con un dejo de ilusión en la mirada —Vine yo.
Seiyi amplió su sonrisa separando el rostro de la mano lentamente, pero sin romper el contacto.
—Interesante.
—P-pero no sólo... vine por eso. Tengo... tengo los resultados del material que te extraje.
El semblante del Hyuga se ensombreció en ese momento. Era un tema que también le preocupaba y de verdad quería saber más sobre lo que la joven averiguara. Así que le soltó la mano para indicarle que fuera hacia los sillones, ofreciéndole que tomara asiento en el más amplio que se situaba frente al que él siempre utilizaba, uno de un cuerpo con respaldar alto y apoya brazos, digno del estatus y posición que su perfil exudaba.
—Soy todo oídos. — Le dijo acomodándose las solapas del saco al sentarse.
Sakura asintió.
—Como te comentaba. Tengo los resultados de las muestras, las terminó analizando Shizune. Sé que se conocen, así que no hay problema en ello.
Seiyi le confirmó la afirmación con un movimiento de cabeza.
—No voy a entrar en detalles del cómo ella terminó realizando el trabajo, pero por fortuna así se dio. Descubrió que lo que te extraje son piezas de metal que reaccionan al chakra, como bien ya sabemos, pero están compuestas de un material similar a las varas que emitía Nagato.
—¿Nagato?— contrajo el ceño volviendo su semblante terriblemente serio — ¿Pero como...?
—Tenemos unas muestras de ese material, las cuales con Tsunade decidimos resguardar. Son las que le extraje a Naruto, por el ataque de Pain.
—Entiendo. ¿Pero cómo es que son del mismo material? Nagato está muerto.
—Tenemos la misma duda. Y no es el mismo material. Es muy similar en composición, pero no del todo igual. Shizune lo seguirá analizado. Ella tiene en su poder uno de los bastones por lo que cuenta con material de sobra para análisis.
El Hyuga contrajo el ceño cuando ella mencionó el arma, y Sakura lo notó.
—Lo trajo Sasuke Uchiha, de una de sus misiones. También lo atacaron.
Seiyi sonrió con un dejo de sorna. Estaba al tanto de ello, Kakashi se lo había comentado. Pero no dejaba de molestarle el nombre de ese pendejo pronunciado por los labios de Sakura.
—No entendemos aún cómo funciona exactamente, sólo que te salvaste de milagro.
—Un milagro que se llama Sakura.
Los ojos de Sakura se abrieron de repente —¿Qué?
—En Suna me atendieron tres médicos del kasekage. Tres. Los mejores. Ninguno pudo hacer nada, ni siquiera determinaron la gravedad. Gaara, lo conoces bien, me dijo que recurriera a ti. Y no se equivocó.
—Entiendo.
—Salvaste a su hermano del veneno de Sasori. Y nadie sobrevivió nunca a Sasori.— Ella se sonrojó.—Había visto lo suficiente como para conocer la gravedad, pero según yo, no me habían tocado. Lo que convierte esas varas en aún más peligrosas ya que no necesariamente deben darte de lleno para lograr su objetivo. Y el objetivo no es golpear.
—No. Es tomar contacto con el cuerpo para desprender partículas. Y desprenden muchas. Matan en horas, si tienes suerte. Minutos es la regla, por los cálculos de Shizune.
Seiyi respiró hondo. La habilidad de su clan lo había salvado una vez más.
—A ti solo te contaminaron tres partículas, Seiyi, sólo tres. Y te estaban licuando los canales de chakra. Imagina a los demás. Hay caídos por ataques con esta arma, ¿no?
—Sí.
—¿Dónde están?
—Sabes que ya te di demasiada información con sólo responderte esa pregunta. — había una advertencia en su mirada.
Ella asintió frotándose las rodillas con las manos. Lanzó un largo suspiro meditando la escueta información que le diera Seiyi, cuando oyó el tintineo de tazas chocando entre sí.
—Watari, ya era hora.
—Me disculpo por la demora, señor. La señorita Azame solicitó mi presencia cuando usted se retiró.
—Perdón... Seiyi, yo podía esperar hasta que terminaras, no era necesario que cortaras tu reunión por mi vis-
—Sakura, siempre estás y estarás tú primero.
Watari dispuso las tazas en la mesa ratona al lado de ellos, sirviendo la caliente infusión que rápidamente inundó el lugar con el azahar que brotaba de líquido.
—Huele delicioso, señor Wammy.
El mayordomo le sonrió sin levantar la vista de la tarea. — Watari, usted puede llamarme por mi nombre de pila.
—Gracias, Watari.
El mayordomo asintió en confirmación, alcanzándole la taza y se dispuso a hacer lo mismo con la de su señor. Miró a los ojos a Seiyi en el momento en que éste se inclinó a tomar la suya.
—Excelente elección, señor. — y le sonrió.
Seiyi asintió con gusto en la mirada, y el hombre comenzó a retirarse.
—Por cierto señor, — detuvo su andar frente a las escaleras — Ohara me pidió que lo convocara por unos breves minutos.
—Dile que venga él aquí.
El hombre afirmó con un movimiento de cabeza antes de inclinarse apenas en saludo, y se retiró con la bandeja entre sus manos.
—Ummm... delicioso. — susurró Sakura cuando quedaron a solas. Ya había bebido con ganas varios sorbos.
—Es una receta de la familia de Watari.
—Lo sabía, me lo había comentado cuando me lo ofreció.
—¿Si? Estuvo conversador contigo.
—Es muy agradable tu mayordomo. Y su receta es genial. Mucho mejor que el té que me invitaste a beber. — le provocó mientras sonreía apoyando la taza en sus labios para beber un nuevo sorbo.
—¿Lo de él es mejor que lo mío?
—En cuestión de tés, sí— y carcajeó bajito.
—Ummm. Me voy a poner celoso.
Ahora la carcajada fue mayor.
—Sí, claro. Tu celoso. No me la creo. — Apoyó la taza en el plato a su lado y, con un largo suspiro, borró toda risa de su rostro. Necesitaba hablar con Seiyi por lo que la convocaba. — Volviendo al tema...— Seiyi le copió en seriedad siguiéndola en intenciones — Shizune quería reunirse con el hokage hoy. La detuve hasta mañana hasta que hablara contigo, pero ya no podré demorarlo más, ni tampoco lo quiero. Esto es grave, Seiyi.
—Lo sé. — chasqueó la lengua. — Dile que la pida. Pero yo quiero estar. Y tú también vas a ir.
—Ella dijo lo mismo. Pero no creo que sea lo más acertado en esta instan-
—No te lo sugerí. — la mirada se endureció.
Ella suspiró aceptándolo. Realmente prefería hablarlo a solas con Kakashi, o por lo menos sólo con Shizune al frente. Pero entendía que era mejor que todo el grupo involucrado estuviera, lo que convertía la reunión en una de cinco, ya que Shizune convocaría también a Sasuke, quien era el que más conocía el funcionamiento de esas armas.
— Está bien. No voy a oponerme. Aunque no estoy de acuerdo.
—Lo sé. — Le respondió fríamente.
La presencia de Sakura era necesaria. Por la experiencia durante el tratamiento de su herida, fue la única que realmente logró algo favorable en contra de la amenaza y eso la convertía en un elemento indispensable en la lucha contra estos nuevos insurgentes. Pero sería de hipócritas no admitir que moría por ver la reacción de su amigo cuando se enterara que no sólo ella lo conocía, sino que ya había cierta confianza entre ellos. Y si bien esa sería una declaración de guerra, sus intenciones no eran del todo nefastas. Quería mostrarle lo fácil que le sería a él quitársela, por si todavía seguía con esas idioteces de los miedos y la meritocracia. Si arruinaba lo que tenía con ella, a esa chica no la tocaría otro hombre que no fuera a él. Y lo dejaría claro.
—Bueno. Pero no vine sólo por eso. Así que, ahora vamos a la cita.
Él carcajeó.
—¿Tan rápido quieres desvestirme?
—¿Qué? — abrió grandes los ojos en sorpresa, para caer al instante en la broma — ¡Ya quisieras, pervertido!
—¿Pervertido? ¿Yo? Si sólo te lo decía para facilitarte mi revisión. No me digas que... ¿creíste que me estaba insinuando para que tengamos sexo?
—¡Seiyi! — los colores en el rostro de Sakura ya comenzaban a invadirla hasta el cuello.
Él carcajeó divertido, disfrutándola de verla en ese estado.
El enojo en Sakura no tardó de presentarse en sus facciones, provocándole a sacarle la lengua en réplica para luego torcerle la cara con evidente disgusto.
A Seiyi le encantaba cuando hacía eso. Se lo había observado en reacciones hacia Kakashi, en algunas oportunidades en que los seguía a escondidas, y no podía más que provocarle una sonrisa. Y en ese instante, teniéndola frente a él tan inquieta y toda sonrojada, ya no solo le provocaba simples sonrisas. Tenerla así en su casa, en un ámbito tan privado en donde no había necesidad de abstenerse en nada, su mirada se tiñó de oscuridad, contaminada de las perversas intenciones que ella tan bien revolucionaba cada vez que estaba cerca.
—No hagas eso, Sakura.
—¿Qué? ¿Te refieres a esto? — y le sacó nuevamente la lengua, sonriéndole al terminar.
—No voy a volver a advertirlo.
—¿No? ¿Y que me harías si no te hago caso? — provocó juguetona, más para olvidarse de esos nervios que la invadían que por realmente molestarle. — Te recuerdo que eres mi amigo.
—¿Y eso te serviría de qué forma? Vete enterando que soy un hombre que consigue lo que quiere.
—Y no lo dudo. — ella sonrió con malicia — Pero vete enterando que conmigo no podrás.
La perversidad de la mirada del varón se removió en ese instante, desmenuzando en placer las palabras desafiantes de la pequeña mujer frente a él, una que le enloquecía cada vez más.
—¿Me estás retando?
—¿Yo? ¿Y para que te retaría? Esto no es una competencia, no cuando una parte ya ganó. ¿O no?
La sonrisa de Seiyi se ensanchó volviéndose predadora, mientras se inclinaba hacia delante lentamente, hasta apoyar los codos en sus rodillas. Descansó el mentón entre sus pulgares, mientras los índices acariciaban sus labios conteniendo las ansias de esa sonrisa que se abría mostrando los dientes. El cabello rodó por los hombros cayendo al frente por su peso. La imagen del varón era terriblemente tentadora y acechante, y Sakura no podía negar que instintivamente su cuerpo jalaba hacia atrás ante la cercanía que cerraba el Hyuga, pero no su juicio. Ese la obligaba a quedarse en el lugar, mostrando una sonrisa determinada de victoria.
Y él, notando cada una de las reacciones de la chica, no hacía más que alimentar el deseo que ya hervía en su interior.
—Eres... eres única, pequeña.
—Q-qué bueno que te des c-cuenta. — replicó enderezando aun más la espalda, para brindarse la templanza que comenzaba a abandonarla.
Seiyi carcajeó, una risa grave, demasiado grave.
Y la observó. Se prendó en ella detallándola por completo sin disimular ni un ápice las ganas que lo invadían, fijándose luego en esos penetrantes iris verdes, que lo miraban traicionándola al temblar buscando huir de la fuerza del varón. Ellos se daban cuenta de lo que su dueña se empecinaba por ignorar.
Y moría por tocarla en ese momento. Acariciarla, abrazarla, impregnándose de su aroma. Morderle la boca en el camino mientras degustara el sabor de esa clara piel. Tantas cosas y a la vez nada, tan sólo mirarla. Era la primera vez que no sabía qué hacer con una fémina que le gustaba, era la primera vez que lo desafiaban de esa forma debiendo él contenerse por respeto. Y en medio de su confusión sólo una certeza se le fijó en los pensamientos, que en realidad moría sólo por besarla. Y casi sus ganas lo traicionan cuando la mirada se le desvió indecorosa hacia esos pequeños labios que se movieron para darle paso a la lengua que los humedeció.
Se le había secado la boca. A ella también la traicionaron sus ansias, o eso era lo que eligió creer.
Y volvió de inmediato a esos ojos esmeraldas, que vacilaban ante la distancia cada vez menor que los separaba. Si estaba haciendo mal, ni intentaba mediarlo. Porque ella continuando con esa postura desafiante, lejos de detenerlo lo determinaba. Esa boca, esa pequeña boca...
Una carraspera a sus espaldas lo rescató del instinto que lo impulsaba a tomar lo que deseaba. Seiyi apenas si giró el rostro hacia la voz, con el ceño contraído en disgusto, para encontrarse con su abogado, quien se disculpó en un gesto inquieto.
—Disculpe, señor Huyga. Pero necesito que firme los documentos. Tengo que enviarlos cuanto antes.
El Hyuga chasqueó la lengua antes de respirar hondo, poniéndose de pie sin ocultar la molestia que le causaba ese hombre allí.
El abogado lo esperó, algo inquieto pero no menos firme y lo dirigió hacia una cómoda que estaba cerca cuando su cliente llegó hasta él.
—No podía demorar esto, Seiyi— le susurró mientras el Hygua se inclinaba a firmar los papeles con la pluma que le diera el hombre. —Sé que estás con ella y no te gustan las interrupciones, pero-
—No hables. —respondió entre dientes.
Azame apareció en ese momento, a paso firme. La joven mujer era una escultura enfundada en ese traje de color violeta oscuro que remarcada cada curva sin ser indecente, exudando profesionalismo por cada poro, y más por esa mirada seria y profunda que depositó en Sakura ni bien entró a la habitación.
La pelirrosa intentó saludarla con un gesto de cabeza, sin recibir respuesta alguna. La mirada estoica que la fémina mantenía sobre ella la intimidaban en cierta manera, pero no le dio importancia. Al fin y al cabo todos en esa casa se veían por demás serios y hasta algo secos de carácter, pero entendía que tendrían sus razones. Si trabajaban para Seiyi no la deberían tener fácil, su paciente era un hombre por demás exigente y la paciencia no pertenecía a su listado de méritos, bien lo iba averiguando aunque notara que hacia ella hacía demasiadas excepciones. Le halagaba esa excepcionalidad, pero por alguna razón le inquietaba no descubrir del todo las intenciones que él tenía con ella, las que quería creer que no eran del todo sexuales ya que había sido clara la última vez que habían conversado. O eso esperaba.
—Azame, ¿tienes listas las gráficas?
La mujer rompió el contacto con Sakura y giró hacia él acercándose rápidamente.
Seiyi dejó los papeles de su abogado sobre la cómoda, tomando los nuevos que ella le alcanzara, y los revisó sin cambiar la expresión en su rostro. No así la mujer, en la que una sonrisa se dibujó suavemente sobre los labios cuando el joven abogado a su lado, le echara una mirada rápida pero no menos lasciva.
Sakura sonrió también. Allí había algo. Y por alguna razón, le enterneció percatarse de ello, aunque la escena distara y mucho de ser tierna.
—Tal como lo predijiste. Procede con los arreglos. Ni bien estén los papeles listos, viajamos y cerramos el trato.
—¿Cuándo quieres viajar? — cuestionó la mujer.
—Esta noche.
—Seiyi, —aportó con evidente incomodidad el varón a su lado — Aún faltan las-
—Era broma, Hideki.
El hombre pareció respirar aliviado, aunque mantuviera la compostura profesional. Seiyi ni se inmutó, no movió ni un ápice la expresión de molestia.
—Buen trabajo, Azame. — la mujer asintió tomando los documentos. — Hideki, — giró hacia el hombre extendiéndole la mano que rápidamente este tomó. — Impecable las gestiones. Como siempre digo, tengo el mejor equipo.
Y con esas palabras simplemente volteó hacia Sakura, sonriéndole cuando se encontró con su mirada expectante, y se dirigió hacia ella dando por terminada la reunión con sus colaboradores. Hideki y Azame se retiraron rápidamente, no sin antes echarse un par de miradas cómplices que Sakura siguió con una sonrisa.
—Seiyi, — le susurró haciendo que este se inclinara apenas hacia ella antes de sentarse — entre esos dos pasa algo, ¿no?
Él asintió carcajeando. Pasaba de todo entre esos dos, pero no entraría en detalles en ese momento, no con Sakura. Azame había sido una de sus esclavas, aunque en realidad tenía más madera de sumisa. Y se enamoró perdidamente de Hideki, el joven abogado que Seiyi contrató tiempo después. La atracción fue mutua y pronto el romance había florecido, pero la fémina no estaba satisfecha sexualmente, no con el sexo vainilla el cual le funcionó al principio pero no lo haría a largo plazo, si la intención era de que la relación prosperara. El amor no tardó en aparecer y la necesidad de seguir al siguiente nivel se coló en las primeras crisis. Y ahí fue que intervino Seiyi, cediendo su dominio para entrenar a un enamorado Hideki a convertirse en el dominante que su ex esclava necesitaba. Y allí estaban, transformándose en la familia que se elige, más allá de la profesionalidad que los uniera.
Algún día se lo contaría a Sakura. Ahora, se concentraría en mantenerla cerca ya que más no podría.
—Ya concluí mis compromisos, así que vamos a estar más tranquilos. ¿En qué habíamos quedado, Sakura?
Ella sonrió recordando cómo se retaban en ese juego que prefirió pensar que no era de seducción, pero no lo mencionaría. Era demasiado... peligroso si quería llevar la amistad por un largo camino.
—En tu cita. Que no fuiste y por ende no me contaste cómo te fue cuando iniciaste a entrenar.
—Cierto... — chasqueó la lengua con algo de desilusión, realmente quería seguir en el punto en que los habían interrumpido, pero respetaría la decisión de la mujer —El entrenamiento. Bueno, verás, estuve algo ocupado con los negocios y no pude realmente entrenar.
Ella frunció el ceño torciendo la boca.
Él carcajeó.
—No te creo, señorito.
—¿Me llamas mentiroso?
—Yo no dije eso, dije que no te creía. ¡Nunca te quedas quieto! Y justamente ahora que te doy permiso, lo haces. Eres contra, ¿eh?
—No me quedé precisamente quieto — y le arrojó una mirada sugerente haciéndole sonrojar por lo que ello significaba. — Pero no entrené.
—Seiyi... sabes que así se retrasa todo.
—¿Vas a reprenderme?
—¡Obviamente!
Él carcajeó y se puso de pie en ese instante quitándose el saco, bajo una mirada de sorpresa de parte de la fémina.
—¿Qué haces?
—No quiero que me reprendas, así que...vamos a entrenar.
—¿Qué? ¿Ahora? Y...pero ¿por qué vamos?
Se dirigió hacia la pared que lindaba con la entrada, en la que presionó un comunicador bajo la interrogante mirada de Sakura, mientras se desprendía los gemelos de la camisa para soltarla.
— Porque vamos a entrenar, tú y yo. ¿Qué mejor que tu excelente ojo médico vea de primera mano la reacción de mi hombro? Además eres ninja, aprovechemos y midamos técnicas. Quiero conocerte en batalla y que tan bien te entrenaron.
—Ou— es todo lo que pudo responder Sakura, cuando lo vio aflojarse la corbata y desprenderse los dos primeros botones de la camisa. Y sin quererlo, ese gesto que no guardaba más que la intención de comodidad, la acaloró. Pero disimuló rápidamente su semblante cuando Watari entró a la habitación.
—¿Me llamaba, señor?
—¿La sala de entrenamiento está lista?
—Sí, señor.
—Acércale ropa adecuada a Sakura. Los espero allí.
—¿Talla?
—La misma que Rumi.
El hombre asintió y miró a una estupefacta Sakura que tardaba en procesar la situación.
—Acompáñeme señorita, por favor.
Miró a Seyi quien reconfirmó el pedido con un movimiento de cabeza, mientras comenzaba a desprenderse el cinturón del pantalón. Sakura entrecerró los ojos cuando vio la acción provocando una risa demasiado seductora de parte del varón al percatarse de la pena en la pelirrosa, quien se sonrojó hasta las orejas apurando el paso detrás del mayordomo.
—Watari... — le llamó posicionándose rápidamente a su lado cuando salieron de la habitación — Donde... ¿a dónde me llevas?
—Al vestidor de la señorita Rumi.
—¿Rumi? Quién...¿quién es?
—Es una de las protegidas del señor.
—¿Protegida?
Una jovencita alta, delgada, que no ostentaba más de trece años, pasó a su lado demasiado ensimismada en lo que leía, chocando contra una Sakura que no hacía más que seguir el apurado paso de Watari.
—¡D-disculpe! Yo... no la vi...yo-
—No te hagas problema, yo tampoco te vi. Perdón. — y se agachó para alcanzarle los papeles apreciando el rostro apenado de la chica, quien desapareció ni bien los tomó.
Watari carraspeó al lado de la puerta que acaba de abrir, invitando a la pelirrosa a entrar. Sakura dudó unos segundos, siguiendo con la vista el torpe y apenado andar de la joven, antes de ir hacia donde el mayordomo indicaba. Si Seiyi le resultara un hombre intrigante ni bien lo conociera, en esos últimos minutos se había transformado en un desafío, un misterio a resolver.
—Por favor señorita, por aquí. Este es el vestidor. — y encendió las luces desplegándose ante Sakura una habitación llena de toda clase de atuendos femeninos, con prendas, calzado, abrigos y hasta joyería, para todas las ocasiones.
Y no pudo más que vociferar una sorda admiración mientras observaba todo, hasta que Watari llegara a su lado con una serie de prendas deportivas.
—Estas son de su talla. — y las depositó prolijamente sobre el sillón frente a ella — La dejo sola para que las pruebe. Sino son de su agrado, en el armario cuatro hay más.
Watari se inclinó en saludo pero antes de que saliera Sakura lo detuvo.
—¿A dónde voy luego?
— El señor la espera en el salón de entrenamiento.
—Esta casa es muy grande y no sé...ummm... dónde queda todo.
—No se preocupe, estaré esperándola afuera. Si necesita algo, solo me llama.
—¡Ah! Ok, ok.
Y se retiró dejándola sola para que se cambiara.
Sakura buscó donde dejar su propia ropa, eligiendo el espacio vacío que quedara sobre el sillón en el que descansaban las prendas deportivas. Eran cuatro atuendos diferentes, todos compuestos por una calza de media pierna de tiro alto, y un top que le daría soporte y retención a los pechos. Sonrió, esa clase de tops no los necesitaba realmente para sus pequeños pechos, pero conocía de su comodidad. La ropa deportiva que le alcanzó Watari eran de fibras muy modernas, elásticas que daban cierta presión sobre los músculos sosteniéndolos. Sabía de su existencia y de que eran importados ya que no se fabricaban en el país, por lo que su precio era elevado.
Rápidamente se desvistió, quedando en ropa interior, y se colocó la calza de color negro con ribetes en rojo borravino, la más clásica. Era comodísima. Hizo algunos movimientos para amoldarla a su cuerpo notando la flexibilidad y sustento que esperaba. ¡Lo que hubiera dado en sus épocas de genin por algo así!
Se quitó el corpiño reemplazándolo por el ajustado top, para luego mirarse al espejo. No le quedaba nada mal. Hacía rato que no se observaba, luego de su ruptura, ya que siempre atribuyó el abandono de Sasuke a su escasa belleza física y a su cuerpo flacucho, y no quería recordarlo cada vez que se viera. Pero ahora era distinto, ya no se apreciaba de esa forma, y notó que había ganado algo de peso, lo que le favorecía confiriéndole unas más redondeadas curvas. Le gustó la imagen que le devolviera el espejo. Y entendió en ese momento por qué Kakashi insistiera tanto con su alimentación.
Sonrió mientras se recogía el cabello en una cola alta, fijándola arriba con una de las fuertes ligas que encontró en una repisa. Y luego tomó la campera corta que completaba el atuendo, para calzarse las pantuflas que Watari le dejará al lado de la puerta.
Cuando salió, el hombre aguardaba de pie con las manos tomadas al frente. Le sonrió ni bien la vio, y con un ademán le indicó el camino por el cual debía seguirlo.
Tomaron un largo pasillo, adornado con algunas plantas y un enorme ventanal que dejaba entrar la iluminación artificial del parque que, a esas horas de la tarde, estaban completamente encendidas iluminando el bellísima paisaje invernal. Definitivamente Seiyi era amante de las vistas naturales.
Luego de recorrer un tramo y subir una escalera, la enorme puerta doble de madera que daba al gimnasio, se desplegó ante ellos. Watari tomó sendos picaportes de cada hoja, y jalándolos, abrió las dos para darle paso.
—Adelante señorita.
Sakura entró abriendo grandes los ojos por la calidez del lugar. Era un gimnasio preparado en detalle, decorado en madera con espejos ubicados estratégicamente, y ataviado con toda clase de equipamiento para la musculación. En el centro se abría un dojo que daba a una pared en la que colgaban cuidadosamente dispuestas, armas ninja variadas y de distintos calibres tanto de entrenamiento como de uso en batalla. Y hacia el final, un nuevo ventanal se abría iluminando todo el ámbito, ostentando a una derecha una cascada de vidrio.
Y allí, inspeccionando las armas, estaba Seiyi esperándola, ataviado en un ligero kimono blanco que se adhería más a su figura distando de los tradicionales, y el típico hakama en negro, envuelto en su estrecha cintura la cual acentuaba las amplias espaldas del varón. Al cabello se lo había recogido en una apretada media cola al estilo samurai.
Giró a recibirla, con esa mirada penetrante destellando a perla, que le robaba el aire si no se controlaba. Toda su figura era por demás imponente en esas prendas tradicionales, lo que llevo a Sakura a obligarse a contener el jadeo que brotó imprevisto, disimulándolo en una sonrisa nerviosa.
—¿Fueron de tu agrado los atuendos?
—¿Mi ropa? — Se señaló. Él asintió — Más que de mi agrado, son excelentes. Muy cómodas.
Y comenzó a quitarse la campera cuando notó que él tomaba la katana de entrenamiento.
Sakura sonrió de lado. — Utiliza la de batalla.
—¿Cómo?
—Elige la que está allí. La de batalla, la de mango negro y recto. Es mejor así. Por la adrenalina. — provocó con una mueca.
—Esto es un entrenamiento y no quiero lastimarte.
—No vas a poder lastimarme, Seiyi. — y estiró los brazos para luego sacudirlos dando unos pequeños saltos calentando las piernas.
Seiyi sonrió de lado aceptando el reto, aunque tendría cuidado.
Ella se deslizó hacia el centro del dojo ya descalza, cuando lo vio tomar el arma que le indicara, y se colocó en posición al hacer contacto con esos oscuros ojos tan particulares. Eran unos hermosos ojos, los más exóticos que alguna vez hubiera visto.
Le sonrió de lado invitándolo a acercarse con un movimiento altanero de su mano.
Y a Seiyi ese gesto no pudo más que enloquecerle. Le devolvió la sonrisa carcajeando por lo bajo, mientras se acercaba a ella con la espada a un lado.
—¿Lista?
—Nací lista.
—¡Pero que estamos descaradas hoy!
—¿Descarada? Seiyi, por favor. Vas a hacerme pensar que soy demasiado rival para ti.
Él volvió a reír desplegando la espada.
—No me provoques, pequeña.
—¿O qué? — y se lanzó hacia él buscando asestarle unos rápidos golpes en el brazo comprometido por la lesión.
No llegó a tocarlo. Seiyi la esquivó hábilmente sólo moviendo el torso, buscando la contraofensiva cuando ella aterrizó a su lado.
La punta de la katana pasó muy cerca de una de las tiras del top, lo que la llevó a mirarlo a los ojos. El varón la observaba con una sonrisa de lado, incitándola a más, y confirmando sus intenciones.
Sakura carcajeó divertida. ¡Con que eso se traía! Hasta pervertido había salido buscándole cortar los breteles. Arremetió atacando desde atrás para forzar un moviendo en los brazos que no llegó.
En su lugar, el ninja saltó esquivándola, para dar un giro completo en el aire aterrizando detrás de ella. Y antes de que la pelirrosa si quiera volteara el rostro para verlo, un sutil corte achicó el ancho del brete derecho.
—¡Uno! — gritó Seiyi.
Y ella gruñó al palparse la zona.
Inmediatamente saltó para arremeter con golpes sin descanso, llenando los puños de afilado chakra. Si alguno diera contra el hombre, la herida debería ser tratada. Pero confiaba en la habilidad del Hyuga para esquivarlos o retenerlos.
Cada uno de sus puños sólo encontraron la espada, la cual el varón movía con agilidad y destreza. Y allí la pelirrosa encontró el ataque justo que movilizaría los ligamentos que se encontraba evaluando. Un golpe más y... el último movimiento de defensa de Seiyi falló en un segundo de demora y el chakra de su puño cayó en un ángulo excelente para quebrar la espada.
—¡Uno mío! — Gritó Skura observando a un sorprendido Seiyi que se recobró rápidamente arrojando los trozos de su arma a un costado, para arremeter con sus puños.
Fue tras ella con una velocidad que la joven no se esperó, y que terminaron con ella de espaldas en el suelo, y él arrodillado de piernas abiertas inmovilizándole las caderas, con el puño que iba a su rostro frenando a milímetros de tocarla en impacto.
—Dos mías— susurró él entre jadeos.
Y ella sonrió echándose a reír.
—¡Buena esa! Muy buena.
Seiyi relajó la posición reemplazando el puño por una caricia con los nudillos. Estaba hermosa en el suelo, con los cabellos desparramados, las mejillas sonrojadas apenas perladas de sudor y su aliento agitado por el rápido e intenso ejercicio. Le encantaba observar como los labios se le movían mientras los humedecía y, en el preciso instante en que notó los suyos cosquillear por saborearla, decidió ponerse de pie. Porque si no la devoraría allí mismo tirando a la basura todo su lento trabajo de seducción.
—¿Llegaste a observar algo o repetimos? — y le estiró la mano para ayudarla a incorporarse.
—Sí. Es más, si me permites, me gustaría aplicar algo de chakra de tratamiento ahora mismo.
Él asintió tomando asiento en la silla que se encontraba a un lado del dojo y que Sakura le señalara.
La chica se ubicó entre sus piernas para quedar cómodamente cerca, como hiciera semanas atrás, tomando ese acto como uno natural entre ellos, lo que le sorprendió gratamente a Seiyi. Y sin demorar, esos pequeños dedos aflojaron un poco el kimono para descubrir lo más que pudiera el hombro afectado sin desvestirlo. No veía correcto quitarle absolutamente ninguna prenda en ese momento, y no entendía el porqué más siendo médico y él su paciente, pero decidió hacerle caso a sus instintos.
Frotando ambas manos, generó una esfera de luz. Seiyi la miró con el ceño contraído. Era la primera vez que observaba un chakra así que no se utilizara para ataque. Parecía una pequeña esfera de rasengan.
— Es un justsu médico de recuperación acelerada. No lo uso siempre ya que el receptor no suele soportarlo.
—¿Y crees que yo sí?
—Eres muy fuerte, Seiyi. Sino no lo usaría contigo.
Y dichas esas palabras, metió la mano que sostenía la pequeña esfera dentro de las ropas pasándola por el hombro.
Seiyi gruñó al sentir la energía penetrar en la piel y contrajo el ceño con el dolor punzante que lo atravesó segundos después
—Tranquilo. Eso que sientes son tus tejidos reaccionando. Tenías un ligamento muy mal cicatrizado.
Él respiró hondo soportando la nueva ola de dolor que lo atravesó.
—Ya estamos. — Sakura apretó el agarre de su mano sonriéndole cuando él la busco con la mirada — Sólo un poco más. No es tan grave como cuando te saqué los metales. Así que no te me pongas sensible
Él negó y carcajeó ante la reprimenda.
—¿No vas a ni siquiera consentirme en esto?
—¿A ti? No. En nada.
Carcajeó nuevamente y ella lo acompañó en las risas.
—Qué mala que eres.
—Y tú, un travieso.
—¿Travieso? — una nueva risilla se le escapó, aunque la mueca de dolor que esbozara luego cortó la algarabía — ¿Y ahora que te hice?
—¿No te acuerdas?
Negó riendo y ella señaló con los ojos hacia el bretel con el corte.
—Yo no te hice eso.
—No. Tú no. Fue tu katana, cuando sin querer se dirigió con la profundidad precisa para que corte la tela sin tocarme la piel. Es muy inteligente tu katana.
—Sí, es la mejor... Digamos, era porque-
Gruñó interrumpiendo sus palabras, contrayendo el ceño en dolor de inmediato.
—Quédate quieto un rato, sólo un poco más, ya estamos. — encendió el chakra verde de inspección concentrándose unos segundos —Y... ¡listo! — suspiró de alivio sonriendo cuando pudo apreciar los ligamentos recuperando flexibilidad. La operación aplicada los había roto nuevamente para poder recortar el tejido cicatrizal uniéndolos luego con una costura que no le restaría flexibilidad.
—¿Duele aun?
—Sí... pero menos.
—Bien. — activó un nuevo chakra, uno más cálido que la llevó a envolver la zona apoyando su mano. El jutsu era uno de alivio y requería contacto para su correcta aplicación.
Seiyi suspiró al sentir el dolor abandonándolo, relajando sus facciones. —Ahora sí.
—Tienes una muy buena recuperación, Seiyi.
La miró. Ella sonreía mientras concentraba toda su atención en la zona en tratamiento. Lucía bellísima, más que cualquier otro día en que la hubiera encontrado. Estaba reluciente, con una seguridad y felicidad que no había visto antes, y él sabía muy bien de dónde provenía eso. Y le alegraba verla así, aunque le pesara no ser él quien la hubiera curado de esa forma.
Y sin controlarlo, se advirtió acariciando entre sus dedos los rebeldes mechones que se soltaron de la coleta, mientras los arrastraba detrás de la oreja.
No fue consciente del sonrojo de la chica al sentir su toque. Él solo estaba ensimismado en acariciar esa piel, armando en su mente escenarios futuros en donde esas sonrisas sólo provinieran provocadas por su propia mano. Porque sabía que podía hacerla feliz, ya que él lo sería inmensamente si lo que acababan de vivir fuera parte de su día a día. Porque sin planearlo, se vio añorando el tiempo compartido con ella aún cuando la tuviera en frente, deseándola no sólo en su cama sino también así, simplemente compartiendo, conversando, retándose. Y en ese instante, por primera vez en su vida y para una mujer, un dejo de temor lo invadió al no lograr entender qué le sucedía, qué carajos era esa necesidad que lo jalaba hacia ella. Y porque, sobre todo instinto que le advertía no ir por ese camino, no quería soltarla por nada del mundo.
—¿Qué estás haciendo, Seiyi?
Y fue allí que la soltó, cuando notara que ahora sus dedos le detallaban la quijada recorriéndola en una caricia hacia el mentón, hacia sus labios.
—Agradecimiento.
Ella torció la boca, pero en su mirada no había reprimenda.
—Tienes una forma muy extraña de agradecer.
Él carcajeó —¿Qué, nunca te agradecieron así?
—No.— Y retiró la mano del hombro terminando el procedimiento. No tenía prisa por alejarse, Seiyi no la incomodaba, sabía que era un sujeto que siempre subiría el nivel en los coqueteos, pero no faltaría a su respeto. Las hormonas que alteraba en ella, no eran su culpa después de todo, y allí realmente sí necesitaba algo de distancia pero para ella misma.
— Bueno, mueve el hombro. — Le dijo al alejarse lo suficiente para apreciar sus movimientos, invitándolo a ponerse de pie.
El Huyga giró el hombro hacia un lado y luego cambiando el sentido. Elevó el brazo para luego abrirlo y la miró con sorpresa. No era consciente de la leve limitante que tenía y que ahora había desaparecido.
—Se siente... ¡genial!
—Así es — la sonrisa en la joven se ensanchó — No puedo decir que esté al cien por cien curado, debería darle una revisada la semana que viene para asegurarme, pero ya estás casi como nuevo.
—¡Mejor que nuevo! — siguió moviendo el brazo mientras caminaba — ¡Se siente fantástico! De verdad. ¿Qué dices si seguimos?
—¿Con qué?
Tomó otra de las katanas, una de las reales pero eligiendo la que no le gustara tanto. La que Sakura había quebrado era una de sus favoritas y algo le decía que la segunda correría con la misma suerte, porque tenía intenciones de seguir haciendo travesuras.
—Entrenando.— y se puso en posición otra vez ubicándose en el centro del dojo.
Ella sonrió mirando hacia el reloj de pared. Tenía tiempo. Y la verdad, le había gustado esa pequeña batalla con el Hyuga. Le recordaban los entrenamientos con Kakashi, cuando este se la hacía difícil frustrándola. Y veía ciertos movimientos en Seiyi que seguramente se los había enseñado su ex senesi ya siendo ANBUs. Lo utilizaría a su favor para ganarle, porque la batalla anterior la había perdido por más que hubiera sido utilizada sólo como un método de diagnóstico.
—Tengo tiempo así que... ¿preparado para perder esta vez?
—No. Porque nunca pierdo Sakura.
—No estés tan seguro.
—Recién te gané.
—Esa no cuenta. Te estaba observando el hombro.
—Excusas.
Ella le sonrió de lado, dejando escapar una risilla.
—No vas a opinar lo mismo dentro de cinco minutos.
Él carcajeó y la miró torciendo su sonrisa en una perversa.
—Vas a estar rogando dentro de cinco minutos.
—Tsk... deja de alardear.
La sonrisa en los labios de Seiyi se ensanchó en disfrute y perversión. Le encantaba la mujer que tenía en frente, le fascinaba la combinación exacta de inocencia y provocación que ostentaba, y los modos que utilizaba para retarlo. Muy poca gente osaba desafiarlo, menos las mujeres. Y ella se daba el lujo de hacerlo cada vez que le diera la gana. Era única.
Y se lanzó para darle batalla, aunque muriera por morderle la boca en ese preciso momento, en que ella le sonreía retadora mientras lo esperaba.
Por ahí varias me estuvieron preguntando que querían ver más interacción entre Sakura y Seiyi. Pues verán que este capítulo las debe haber complacido jajajajaja
Sé que hay muchas que no lo quieren, pero él es taaaaaan bueno... Bueno, bueno así como buenazo, no. Pero no es mala gente, mi Seiyi.
¿Y? ¿Qué creen que le pasa con Sakura? Tiene ganas de jugar o... ¡no sugiero nada! ¡digánme ustedes! jajajajaja
Se vienen momentos "intensosssss" e interesantes jajajaja... para devorarlos. A prepararse.
Con viento a favor, nos vemos el próximo miércoles. Un beso enorrrrrrme.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro