Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 23

Advertencia: Actualización doble. Si comenzaste por aquí, ve primero al capítulo anterior. ¡No te lo pierdas!

Verla temblando, jadeante con la mirada nublada y los labios abiertos respirando pesado. Verla amarrada, tan vulnerable y a merced de él, con la sensible piel de las nalgas enrojecida por sus latigazos, era una espectáculo que lo tenía en las nubes.

Su propia excitación se mezclaba con los gemidos que la pelirrosa dejaba escapar al observarlo, cuando podía, devorarla con la mirada. Si era verse cada uno excitado por el otro para que la propia libido cayera presa de las intenciones sujetas al capricho y la demanda.

La recorrió minuciosamente, caminando lento a su alrededor, viéndola seguirlo como podía al girar el rostro por donde sus pasos se oían.

Era verla anhelante de que la consolara o castigara, era ver la humedad que comenzaba a manchar sus muslos y sentir que todo iba bien, mejor que bien.

Y sentir ese picor en los dedos por apreciar la vibración del mango de su látigo, al embestir una vez más sobre esas carnes reclamantes de consuelo o brutal atención. Ella jadeó con las piernas abiertas temblando y la decisión fue involuntaria.

Un nuevo azote, multiplicado por cada tira que la acarició con perversidad la dulce piel de la nalga derecha, la tuvo gimiendo en celo. Y fue verla intentar apretar las piernas por el tortuoso placer que hinchó su sexo, lo que tuvo a Kakashi jadeando mientras apretaba su duro falo sobre el pantalón.

—Sensei... dios... sensei... dame... mmmmhf... no...

Se acercó por la espalda tomándole con una mano la quijada por detrás, levantado ese rostro cerca de su oído mientras pegaba las estrechas espaldas a su torso.

—No que, ¿pequeña?

—No...— balbuceó tragando duro, la saliva alivianada la llenaba, y fue sentir la dureza del varón contra las nalgas ardidas la que la orilló al límite una vez más — Mmm... quiero...llegar..

Él carcajeó gustoso, con voz oscura de goce. Sabía lo que le estaba pidiendo. Y fue escucharla gemir una vez más y soltar el látigo tomándole la boca en un beso desesperado, mientras que con la mano libre ya atendía la zona maltratada.

Las sensaciones que recorrieron a Sakura en ese instante, fueron abrumadoras. Sentía que el climax estaba cerca aun cuando él no la tocara en los puntos necesarios para ese placer. Todo su cuerpo se tensaba focalizándose en su entrepierna. Y Kakashi lo leyó.

La mano que atendía su nalga se deslizó hacia el frente, hasta el depilado pubis, para castigar con movimientos circulares pero frenéticos el hinchado clítoris. Los gemidos de placer de la joven se perdían dentro de la boca del varón, porque nunca soltó el beso con el cual le penetraba la boca. Y bastaron solo pocos segundos para hacerla explotar en un fuerte orgasmo que bañó la mano que la atendía.

Kakashi le sonrió de lado soltando el beso cuando la sintió relajarse al fin. Se alejó juntando el flogger del suelo para dejarlo sobre la cómoda otra vez, y luego aflojó las sogas que le sostenían las piernas permitiendo que las pudiera cerrar mejor y descansaran los músculos que aferraban.

Repitió el proceso en las cuerdas del torso, para permitir que quedara de pie enderezándose, aún colgando y sostenida por ese agarre, pero ya sin forzarle la pose anterior.

Ella suspiró y apenas si levantó la cabeza para verlo cuando él se situó frente a ella acariciándole el rostro.

—¿Estás bien?

Ella asintió.

Y la besó elevándole el rostro. La fijó a sus ojos cuando se separó. Aún estaba excitada. Aún estaba procesando todo lo que acababa de pasar. Pero seguía expectante.

Y él tuvo que apretar una vez más su erección, la cual reclamaba atención. Por primera vez en su vida durante una sesión, tenía la imperiosa necesidad de gozar de forma más sexual a su sumisa, de liberar sus ansias poseyendo.

Y ella lo vio, desviando la mirada a esa entrepierna que lucía sobre el apretado pantalón el miembro erecto de su ex sensei. Fue apreciarlo y relamerse, demostrando su nueva necesidad.

Él le sonrió.

—¿Quieres esto, pequeña? — apretó su bulto exponiéndolo.

—¿Mhm?

—Luego.

Y la rodeó acariciándole el cuerpo, acariciando esa piel enrojecida y las zonas en donde la soga había apretado la carne, revisando que todo estuviera en la justa medida para seguir construyendo una experiencia placentera.

Sakura era una mujer fuerte, dañarla físicamente le sería difícil, hecho que lo tranquilizaba, pero eso no quitaba el impacto psicológico del dolor porque, aunque pudiera omitir el daño permanente, la sensación si la sentiría. Así que mientras la acariciaba deleitándose con los gemidos que ella le regalaba ante el goce aumentado por la sensibilidad, verificaba cada una de las sogas que la aferraban por el pecho y la espalda. Cada nudo y el punto donde apoyaban eran escrutados lentamente al hundir sus yemas.

—¿Esto se siente bien? — pregunto al jalar las cuerdas que pasaban por debajo de los pechos.

—Sí, sensei... muy bien.

Él sonrió. Y sin dilatar más el momento, decidió subir el nivel de la experiencia para aplicar la forma colgando de piernas abiertas, la forma que a ella más le había llamado la atención cuando indicara el libro escogido. Pero ella no lo advertiría hasta que jalara dejándola en el aire, experimentando la rudeza del agarre de esas cuerdas en puntos específicos del cuerpo que soportarían el peso sin dañar.

El método utilizado en la antigüedad, era aplicado a prisioneros para evitar su huida y como tortura. Ahora sólo buscaba el placer más perverso de quien lo recibía, en beneficio del goce del maestro en el arte que lo brindara. Y él era un maestro, en ambos usos de la disciplina.

Se agachó apretando el agarre sobre los muslos una vez más, para luego tomar una nueva cuerda de cada lado y pasarla por debajo de las rodillas, anudándola a centímetros de la articulación.

Nuevas cuerdas se utilizaron en el abdomen, a la altura de la cintura, reforzando los agarres de los muslos y rodillas para distribuir el peso.

Ella seguía cada movimiento con la mirada afiebrada, abriendo los ojos a medida que iba entendiendo lo que él hacía.

—Sensei.— susurró en un jadeo, cuando él se puso de pie detrás de ella tomando los extremos sueltos que caían del techo por debajo de las roldanas.

Y jaló. Un tirón suave pero firme que elevó primero el pecho de la fémina, y luego las piernas desde los muslos. La apoyó en su abdomen para darle soporte e impulso, antes de jalar nuevamente haciéndola colgar con las piernas abiertas, en una pose sentada en el aire.

Sakura gritó ante el movimiento, para luego gemir al sentir su sexo totalmente expuesto en la posición, y no pudo más que aflojar la cabeza hacia atrás en goce, dejándola caer sobre el hombro de un Kakashi que no hacía más que deleitarse con el disfrute perverso de la joven.

—¿Se siente bien?

—Muy... bien...

Carcajeó — No lo creo, hermosa. Porque ahora viene lo mejor.

Y se alejó lentamente, soltando el soporte de ese cuerpo para atar las sogas a los ganchos, dejándola fija en esa posición, colgando del techo.

Se situó luego frente a ella para observarla con detenimiento, asegurándose de que cada amarre se distribuyera adecuadamente por el cuerpo, para conferir solo el dolor justo evitando daños. El rostro de Sakura quedaba a la altura del suyo, dejando los pechos y ese precioso y depilado sexo completamente a su merced.

Le acarició el rostro dejando deslizar esa mano hacia abajo, hasta llegar a la húmeda carne que lucía enrojecida y brillosa en excitación.

Ella gimió al sentirlo.

—Hermosa. Simplemente, hermosa.

Le acarició los labios mayores ejerciendo poca presión, aplicando un estímulo efímero para mantenerla concentrada en ese estado hasta que se decidiera con que seguir. Porque tenía ganas de hacerle tantas cosas que, por suerte de acuerdo a reglas consensuadas para esa noche, sólo podía limitarse a las acciones relatadas en el cuento, manteniendo también la tradición del entrenamiento que habían decidido; lo que no lo hacía más fácil, solo reducía apenas las opciones.

Y fue allí cuando la miró a los ojos que supo lo que haría.

Le sonrió perversamente antes de dirigirse a la cómoda, directamente a la fusta de lengüeta. La tomó golpeándolo ruidosamente en la palma de su mano bajo la atenta mirada de Sakura.

La respiración de la joven se aceleró cuando se detuvo frente a ella, acariciándole la mejilla izquierda con la lengüeta. Sabía, por lo leído en el cuento, de que se trataba aquello y de los gritos que diera la sumisa del relato bajo el yugo de ese instrumento, pero no tenía idea de qué iba a sentir, si las sensaciones serían como las provocadas por el flogger o más fuertes; o tal vez diferentes. Y fue esa duda la que clavó el agite de la ansiedad en su mirada. Y fue esa perversión teñida de temor y lujuria la que activó el lado más sádico de Kakashi, su lado de amo exigente.

—Ahora sabrás de lo que soy capaz, pequeña traviesa.

Ella se mordió el labio inferior ante esa voz tan oscura. Y gritó cuando en un leve y corto movimiento, la lengüeta de la fusta impactó en la mejilla que acariciaba.

—¿Pica?

Ella asintió. Pero no era tan fuerte.

Kakashi deslizó la fusta por el cuello, deteniéndose en el valle de los pechos, los que relucían esos pezones pequeños y erectos. Y allí fue, los acarició uno por uno, una y otra vez, a medida que la piel alrededor de la aureola se contraía.

—Eres viciosa, todo te calienta. ¿Es así?

Ella asintió.

—¡Con palabras, Sakura! — y le brindó un pequeño azote al pezón.

Ella dio un respingo gritando, para luego obedecer.

—¡Sí, sensei!

—¿Sí, qué? — azotó el otro pezón.

—¡Soy caliente! — gimió cerrando los ojos. Lo que le hacía el peliplata unido a esa voz tan profunda y exigente, a esa mirada maliciosa y perversa, la tenían temblando, anhelando por sus dedos, por su polla. — Me calientas, sensei. Mucho.

Él se acercó y le mordió suavemente el lóbulo a la vez que con los dedos le acariciaba los pezones.

—Y así me gusta. Pequeña lujuriosa. Bien caliente y dispuesta.

Sakura jadeó buscando sin querer la boca de su ex sensei, quien se alejara riendo mientras preparaba la fusta otra vez.

—No chiquita. Tú no tomas. Yo te doy y lo que quiero ahora...— deslizó la lengüeta suavemente entre sus piernas, rodeando el sexo que brillaba de humedad — Es que ruegues.

Y castigó de repente, suave pero no menos firme, la cara interna de un muslo.

Ella gritó. Se movió tratando de cerrar las piernas. Pero no podía. Ni moverse, ni detener nada, ni siquiera auto complacerse como su centro demandaba. Y le frustraba, la volvía loca.

Abrió los ojos y lo vio, tan perverso, tan excitado, tan impávido ante su desesperación. Y esa imagen no pudo excitarle más, instalando la imperiosa necesidad de que atendiera su palpitante sexo.

—Kakashi...

Un latigazo, aún más fuerte que el anterior, fue a parar al muslo contrario.

—¡Sensei! ¡Perdón! Sensei ... — lloriqueó para luego morderse el labio inferior conteniendo el gemido que vino con el placer del picor — Por ...mmmmhff... favor...

Kakashi carcajeó acercándose otra vez, para acariciarse suavemente el último golpe. Ella temblaba bajo sus dedos, intentando torpemente incitarlo a que atendiera su clítoris.

—Por favor... por fa... vor...

—¿Qué quieres, pequeña viciosa?— y ahora sus dedos se deslizaban peligrosamente cerca del objeto de deseo, tentándola, desesperándola más.

—Que... me toque... sensei...

—¿Quieres esto? — paso dos de sus dedos abiertos por los labios mayores.

Ella gimió.

—¡Si! No, no... más...

—¿Más? ¿No es suficiente lo que te doy?

Ella negó apretando los labios, sabiendo por el tono que utilizó al decirlo, que esa era una indiscreción que él no le perdonaría.

Kakashi cerró los dedos que la acariciaban, para palmear varias veces ese hinchado sexo. La piel de ese pequeño centro hinchado y sensible, estalló en miles de sensaciones haciéndola gritar entre gemidos desvergonzados.

—¿Y eso es suficiente?

Ella no podía responderle, sumida en ese goce que apenas si entendía, procesaba todo como sensaciones buscando con la mirada temblorosa a través de sus ojos empañados en lágrimas de goce, el rostro del varón.

Y él la observaba, embelesado en su sentir por la respuesta de su niña rosa. Iba con la prudencia que sus demonios le permitían a duras penas, rindiéndose de a poco por la forma en que ella se arrojaba en disfrute a ese juego, su juego.

Se alejó soltando todo contacto, para recorrerle con la fusta el brilloso sexo, untando la punta del instrumento con los fluidos.

Ella gritó, no porque realmente él hiciera algo, sino buscando el placer explosivo de esos punzantes golpes.

Pero no los recibiría. En su lugar, la lengüeta tocó ardiente su abdomen, sus senos, sus muslos. Un suave y firme azote tras otro, que no guardaban un ritmo preciso ni un orden. Había dolor, algo más punzante pero más leve a la vez. Y ella gemía tras cada roce, y lo miraba cuando podía deleitándose con esa imagen estoica y caliente que no perdía detalle de sus gestos.

Y a cada golpe le seguía otro, o una caricia con los dedos, a veces la palma. Cuando sus ojos se descuidaban y dejaba de seguirlo, era la lengua o los labios del varón la que la calmaba. Y otro azote que venía después, cuando no lo esperaba. No fue poco tiempo que mantuvieron ese juego, o tal vez sí, ella no podía medirlo. Su conciencia se debatía entre la entrega al perverso goce y la fuerza de la lógica que intentaba entender aquello que sólo exigía sentir.

Y cuando su razón vacilaba en un cuerpo tembloroso, le lengua de Kakashi se hundió en su centro acariciándole con vehemente locura es clítoris punzante e hinchado que lo esperaba.

—¡Sen...sensei! ¡Por dios!

No tuvo que hacer mucho. La atención del varón por apenas segundos la llevó a un segundo orgasmo que la estremeció, orillándola a la inconsciencia del goce.

Y cuando todo parecía haber terminado, su respiración agitada se encontró con el aliento húmedo de Kakashi. Él gruñó cuando le tomó por sus mejillas, hundiendo los dedos en ellas. Esa boca roja relucía, hinchada, anhelante. Y él la deseaba. A esa boca y a ella.

Hubiera seguido castigando, hubiera prolongado esa agonía, pero fue verla a los ojos y saber que su cuerpo ya no soportaba más. Quería hundirse en ella, oírla gritar y retorcerse, penetrándola una y otra vez hasta sacar todas sus ganas vaciándose en ella todas las veces que fuera necesario.

Y así fue que hundió un dedo de repente en ese ya lubricado sexo. Ella gritó. Él gruñó.

—Que mojada estás.

—Sensei...

Otro dedo acompañó al brutal vaivén que de cortéz no tenía nada. Ahora la castigaba de esa forma porque más allá de que el hombre anhelara tomarla con su propio sexo, sus demonios aún estaban hambrientos de gritos en agonía.

Y cuando un nuevo orgasmo quiso asomar tensándole el cuerpo, sacó sus dedos de ella liberando rápidamente la erección que la empaló en una única estocada.

Sakura gimió desvergonzada. Él la miraba. No perdía detalle de sus expresiones.

Tomándola por uno de sus muslos abiertos, la balanceaba golpeando ese sexo contra sus caderas para que la penetración fuera dura, fuera profunda.

Sabía que la pose y el movimiento apretaban las carnes envueltas en las sogas que la sostenía, y no debía durar demasiado. Solo lo suficiente para tenerla rogando.

—Quiero... otro... orgasmo...Sakura.

—Sen...— tragó duro —Sensei... no... puedo.

—Sí... puedes...—y la penetró con fuerza un par de veces más — ¡Ahora!

Y ella gritó. No entendió de donde salió ese último orgasmo, que no fue más fuerte que los anteriores, pero que la hizo temblar sin control agotándola por completo.

Él disminuyó la intensidad de sus movimientos, pero no se detuvo, deleitándose con lo que la sensibilidad por el climax causaba en el cuerpo tembloroso de la joven. Y cuando la relajación comenzó a tomarla, Kakashi salió lentamente de ella para aflojar de a poco las cuerdas que sostenían las piernas para bajarlas, aliviándolas.

Sakuro hizo pie, pero sentía las extremidades entumecidas, imposible mantenerse por ella misma, y Kakashi lo sabía. Desató suavemente las cuerdas que las envolvían por los muslos, acariciando las marcas por la presión con sus manos y cortos besos que provocaban pequeños gemidos en ella.

Le sonrió antes de posicionarse detrás y pasar un brazo por debajo de los pechos para soltar la cuerda que la sostenía en pie. Lentamente la aflojó deslizándose hacia abajo, hasta quedar sentados en el suelo junto a ella que iba arrodillándose al descender. Y ya en el resguardo de su regazo, comenzó a desatarle el torso mimando la piel por donde las cuerdas habían pasado.

La elección para esa noche fueron sogas forradas en seda. No causarían realmente daño por la fricción, pero la presión y la tensión al soportar el peso dejarían marcas por un rato.

Ella gemía debajo de las atenciones del varón, mientras lentamente todas las cuerdas de su cuerpo se iban soltando y cayendo a su lado.

—¿Cómo estás preciosa?

—Muy... bien.— y le sonrió suavemente con los ojos cerrados.

—Excelente.

Y cuando la tuvo lista, dejando ataduras únicamente para tenerle las manos inmovilizadas en la espalda, la inclinó hacia delante poniéndola en cuatro, mientas le apoyaba la mejilla en la mullida alfombra.

Le abrió las piernas situándose detrás, respingándole el trasero, y le recorrió con dos dedos la raja robando humedad.

—Mmm... qué mojada que sigues. ¿Qué voy a hacer con eso?

Ella gemía.

—Fóllame.— le dijo en un susurro, como pudo.

—¿Cómo?

—Que...me fo...lles... Sen...sei

—¿Y los modales?— el lento vaivén de sus dedos entrando, acariciando, apretando, la tenían nuevamente en juego.

—Mmm... por... por favor.

No le exigió nada más. Solo se acomodó detrás de ella y reemplazó sus dedos por el falo, acariciando las húmedas carnes al pasarlo de arriba abajo.

Ella jadeó apretando las manos en un puño detrás de la espalda.

—Fóllame... fóllame...

Una palma cayó sobre una nalga haciéndola gritar.

—Tú ruegas. No exiges.

—Sensei... — gimoteó sensible, agotada, deseosa. Y Kakashi no hacía más que disfrutarla.

Estaba tan hermosa, única, sólo suya.

Y la penetró hundiéndose en lo más profundo, manteniendo esa estocada cerrada mientras acariciaba su último azote. La chica lloriqueó de placer, de ya no poder contener todo lo que su cuerpo sentía. Y él entendía que acababa de ceder a un pedido de una sumisa, al fin y al cabo quería complacerla, era ese su objetivo; pero no fue tan generoso como su rol lo demandaba ya que lo único que quería en ese momento era devorarla de esa forma. Jamás había tenido la necesidad desesperada de poseer antes. Jamás. Tal vez Zulima había sido la excepción, pero no realmente por deseo sino porque ella como buena dómina terminaba llevándolo a ese lugar, y él acababa arrojándose al disfrute con tal de olvidar a la mujer que yacía bajo él en ese instante.

Lentamente salió de ella y la penetró con fuerza una vez más haciéndola gritar. Y luego de ello ya no hubo más control de nada. Las estocadas se hicieron rítmicas, buscando un solo objetivo, su placer. Porque ya no soportaba más conteniéndolo.

Sus propios gemidos comenzaron a mezclarse con los de la joven. El ambiente, ese delgado cuerpo enrojecido por sus atenciones, el sentirla gozar, eran suficiente y demasiado.

No midió cuando los dedos apretaron la carne de las nalgas al hundirse para aferrarla a sus estocadas. O cuando la acariciaba jugando con su ano, notando por primera vez lo apretada que estaba allí. El goce aumentaba al sentir en anticipación el placer machista de llegar a ser el primero en profanarlo, porque lo sería.

No medía el choque de sus caderas que golpeaban sin piedad ese culo al penetrarla una y otra vez. Solo la veía a ella estremecerse, contraer el ceño, abrir y cerrar los dedos de las manos atadas en la espalda. Como los cabellos se desarmaban de ese rodete por la fricción contra la alfombra a causa de sus violentos movimientos.

Solo veía eso. Y la oía. Y sentía. El placer. Las ganas feroces. Sus demonios demandantes.

Los ojos caían pesados en los glúteos de la fémina, en cómo esa cadera cedía agotada para mantenerse firme a cada estocada, evitando caer sólo por sus manos fuertes y grandes que las mantenía en ese lugar. Ver su falo entrar y salir de la joven, brilloso y untado de la abundante humedad que la lubricaba, presa del placer; eran la gloria.

Y no pudo mantenerlo mucho más.

El orgasmo que lo liberó lo tomó de repente pero no de imprevisto. Y sintió cada espasmo que lo vacío dentro de ella, acompañándolo con un gemido profundo, casi gruñidos. Cada uno de los espasmos, mientas se mantenía apretado llegando a lo más profundo.

Sakura gimió al sentir el final del varón, no porque fuera suyo también, sino por el placer que le causó sentirlo llegar con la pasión del goce.

Jadeante Kakashi se mantuvo en éxtasis detrás de ella por unos instantes, y cuando la relajación lo tomó, en un último movimiento de cordura le soltó el amarre de las manos para luego rodearle la cintura llevándola junto a él cayendo de costado sobre la alfombra, pero sin salir de ella.

Unidos en lo profundo, le acarició la espalda antes de apretarla contra su pecho acunándola entre los brazos.

Sakura sonreía sin que la viera, pero él la sentía.

Con los ojos cerrados, comenzó a depositarle suaves besos en la nuca, provocando un suspiro en la joven.

—¿Cómo estás hermosa?

—Genial... genial... eso fue ... asombroso.

—¿Te gustó?

—Mucho... por dios, Kakashi, no me imaginaba que se sintiera... así... tan fuerte, tan bien.

Kakashi sonrió complacido, con su ego aumentado, y la apretó más en contra de él.

—Sí, fue genial.

«Demasiado.»

Esa sesión, la primera entre ambos, sentía que lo había arruinado de por vida. Jamás podría volver a sentirse así con otra sumisa que no fuera ella.

Era una condena.

Pero no importaba. No ahora. No mañana. Y tal vez nunca, porque allí acostados en esa alfombra, amarrados por sus sexos, acariciándose en calma, comenzó a considerar que tal vez, sólo tal vez, no era tan mal hombre para su niña rosa como toda su vida lo había considerado.

Tal vez podría funcionar con ella.

Ahora sí.

¡A que soy re re re linda! Actualización doble, chiquis. Y de un delicioso bieeeeeennnnn intenso.

¿Qué les pareció? No se olviden de dejarme sus impresiones y opiniones, las que sean. Me en-can-tan. Por que les dediqué dos capítulos a una escena de dominación que, la verdad, a mi me fascina. Espero que a ustedes también.

Y no digo más, sólo quiero leerlos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro