Capítulo 22
Advertencia: capítulo con alto y exclusivo contenido sexual, orientado a prácticas de dominación y sumisión. Si hieren tu sensibilidad, por favor, sáltalo.
Sakura olía a rosas. A rosas y a cerezo.
Respiraba tranquila, con los ojos cerrados en disfrute, mientras hundía su cuerpo en las cálidas aguas perfumadas con jabones de esas dos flores. Sólo sus hombros y rostro quedaban fuera, reluciendo apenas iluminados por la tenue luz de las velas aromáticas dispuestas en una de las repisas.
El baño de la habitación de huéspedes fue el elegido para la preparación previa a la sesión, momento en el que Kakashi se dedicaba por completo a acicalar a su sumisa, a consentirla con caricias conectando desde la relajación, antes de asumir un rol más áspero.
Adoraba esa clase de ritual y su gusto se vio reflejado en el esmero de cada pequeño detalle en esa habitación. Si hasta con pétalos había llenado la tina, sumándose luego para bañarla él mismo, acariciándole mientras le enjabonaba la piel con las manos llenas de espuma, luego de lavarle con cuidado y cariño el cabello. Le susurraba al oído lo importante que era para él prepararla, relajándola para su primer experiencia de disciplina y dominación, porque iba a ser mucho más intensa que lo que experimentaran hasta el momento. Y si bien Sakura no había llegado a leer nada sobre lo que le estaba haciendo, no se negaría a las atenciones.
Era grandiosa la dedicación que él le brindaba ese día. Desde el desayuno en el que la despertara a punta de suaves besos por el rostro acompañados de castas caricias, que no buscaban excitarla manteniendo la abstinencia que habían decidido adoptar por los últimos dos días. Y si bien su cuerpo anhelaba los orgasmos y sensaciones que ese hombre le impartía con destreza, entendía que el ayuno sexual al que se sometieron de común acuerdo, tornaría la experiencia en una más extrema y placentera.
Adoraba como la observaba mientras enjuagaba su piel, y no pudo más que deleitarse con el espectáculo que el varonil cuerpo desnudo de su ex sensei le ofreció al abandonar la calidez de las aguas. Debía esperarlo, esa fue la orden. Él prepararía el resto, incluyendo el castigo. Uno que ella no había elegido pero que, aunque no llegara a adivinarlo con las pistas que él le diera la noche anterior, le juraba que lo había leído en una de las tantas historias que le dio. Ella se había quejado por el cambio, pero él la convenció de que no se resistiera con la excusa de que sería mucho más divertido así, que confiara en él. Y ella confiaba.
Y si bien le causaba algo de ansiedad, sabía que no tenía de qué preocuparse. Esa ansiedad era más por anticipación a la placentera experiencia, que por temor a lo que le haría.
Le sonrió cuando lo vio asomarse al abrir lentamente la puerta del baño. Él ya estaba vestido con un pantalón negro, descalzo y con una apretada camisa ninja del mismo color, sin mangas y sin tapa bocas. Ya no lo necesitaba con ella. La simpleza y cotidianidad de su vestimenta no le quitaban lo apuesto, y sintió su centro encenderse sólo con la sonrisa que le dedicó. Una que ya no era tan dulce, que destilaba un toque de perversión, de esa perversión que ya conocía en parte y que se diluía en su saliva alivianada por la presencia de ese hombre, su hombre.
Sin palabras le extendió la mano para que ella la tomara poniéndose de pie. El agua le recorrió el cuerpo y él siguió con la mirada los surcos que marcaban cada gota deslizándose hacia abajo, sin siquiera inmutarse ante el espectáculo de esos pezones erectos y el pubis delicadamente depilado por sus hábiles manos. Así la había preparado. Sin vellos para su primer experiencia.
La secó con cuidado, con caricias pesadas. Y sosteniéndola de una mano, se hincó en una rodilla frente a ella para colocarle la pequeña y floja braguita de seda blanca que apenas si le cubría el sexo.
Sakura lo detallaba con la respiración algo pesada. El rostro estoico del varón, ya sin sonrisas pero no menos afable, le conferían un aura que la tenían temblando cada vez que sus ojos cruzaban con esa mirada gris, pesada y oscurecida en anticipación.
Vestida solo con esa pequeña prenda, la sentó en la cama y secó su cabello tranquilamente sin decir palabra alguna durante proceso, peinando con relativa destreza todas las cortas hebras en un rodete tradicional que, coronado y sostenido por un broche de jade adornado con cuentas que caían a un lado, no logró que un mechón rebelde se resistiera al peinado cayendo por un costado del rostro. Pero no importaba, el toque de inocencia que le confería, lejos de arruinar sus planes, le enloquecía.
Si bien Sakura desconocía esas puntuales habilidades del ninja, lo que realmente le sorprendió fue cuando a su derecha en la cama acomodó un pequeño estuche de maquillaje, el cual desplegó al arrodillarse frente a ella separando sus piernas para acomodarse en medio.
Ella lo observaba mientras él elegía el delineador y las sombras, con las cuales demostró la maestría que tenía al maquillarle los ojos resaltando su color, sin cargar a la belleza natural que ya la chica ostentaba.
—Estás lleno de sorpresas, sensei. Nunca me imaginé que sabías algo de esto.
Él le sonrió carcajeando gravemente sin detener su trabajo. Una sonrisa que tornó su rostro en uno más apuesto aún.
—Y tú eres más hermosa de lo que crees.— Le tomó el mentón y con un gesto le indicó que estirara sus labios para pintárselos de un rojo rubí que convirtió esa boca en una aún más suculenta. — Esta noche vas a lucirte, vas a ser una diosa. Mi diosa.
Sakura se sonrojó mientras le aplicaba el fijador en rostro y labios, para evitar que se corriera el maquillaje con el sudor.
Se alejó apenas contemplando con meticulosa observación su trabajo y le sonrió una vez más.
—Cree en todo lo que te digo, porque no es adulación, es verdad.
Y dicho eso se puso de pie y se dirigió al placard del cual extrajo un corto kimono de seda, de color rosa pastel adornado con bordados abstractos de flores en rosa fuerte, negro y jade.
—Es... es precioso, Kakashi.
—Lo envié a hacer especialmente para ti.
Ella lo miró con sorpresa y se sonrojó al ponerse de pie, girando para facilitarle que la vistiera. Con un pequeño toque la volvió frente a sí, cerrándole el largo lazo que funcionaba como cinturón. La prenda tenía un amplio escote que apenas si se cerraba sobre su abdomen, sin mostrar los senos pero abandonándolos a disposición del varón. Llegaba apenas debajo de los glúteos, dejando sus largas y torneadas piernas libres. De tradicional sólo tenía el corte, porque no guardaba ni una de las normas de decoro dignas de esas prendas.
Sin decir más, tomó el segundo lazo de seda que descansaba sobre su hombro para, girándola de espaldas a él nuevamente, cubrirle los ojos con este, prestando especial atención en no apretar los párpados.
—¿Queda cómodo?
—Mhm.
—¿Llegas a ver algo de luz?
—No, no.
—Sin trampas, Sakura.
—¡No miento!— y carcajeó algo ansiosa.
Kakashi respiró hondo calmando su propia ansiedad. Estaba disfrutando todos los preparativos como nunca lo hizo en su vida, y la verdad era que ya no veía la hora de comenzar. Pero un buen amo experimentado como lo era él, siempre se debía a la paciencia, en control en todo momento y jamás cometía errores por ansiedad.
La tomó suavemente de los hombros acercándose al oído derecho de la pelirrosa.
—De ahora en más, Sakura — le habló lento, con voz grave y dura, provocando un respingo en la joven quien comenzó a excitarse por esas simples palabras — Te entregarás a mí, a mis demandas, al placer que yo disponga y a como quiera dártelo. Tendrás que ejecutar cada orden que te dé. Y sabes que no me gusta repetir nada. Soy paciente pero no tolerante. ¿Está claro?
Ella respiraba agitado ya. Sólo la voz de él a su oído eran el incentivo suficiente para que su libido se disparara a las nubes. Las palabras eran ya casi un adorno, que complementaban a despertar un hambre que nunca supo que podía llegar a sentir de esa forma y por tan poco.
—¿Sakura?
Ella asintió.
—No, Sakura. Con palabras. Tú ya sabes cómo me gusta que me respondas.
—S-Si, sensei.—balbuceó conteniendo un gemido.
—Misma palabra de seguridad que siempre, ¿Sakura?
—A-Azul...
—¿Azul qué? Es la última vez que te corrijo, Sakura — y le brindó una leve presión sobre los hombros al cerrar los dedos con los que la acariciaban.
Ella gimió apretando las piernas. Y él no pudo más que sonreír ante la reacción. Era perfecta.
—Azul, sensei.
—Bien. — acarició esa piel con los pulgares aflojando el agarre — Gato será la mía.
Ella dio un respingo. Nunca se imaginó que un dominante tuviera palabra de seguridad. No lo había leído, pero no quería interrumpir nada con preguntas. Luego le pediría que se lo explicara. Ahora quería sentir.
La soltó por unos segundos. La piel de la joven tembló ante la lejanía de su toque. Los ojos fuertemente vendados, que le anulaba un sentido, y toda la sensibilidad florecida por la excitación, exacerbaban a los demás.
Lo buscó ansiosa disimulando su prisa. Buscó su aroma en el aire, los sonidos del cuerpo del varón al moverse, pero sólo lo encontró cuando él le tomó la mano y le pidió que lo siguiera.
Estaba descalza. Cada baldosa que tocaba con sus plantas le transferían el frío del suelo. Pero luego hubo calidez cuando tocó la madera de las escaleras. Paso a paso, él le daba pequeños tirones en su mano para que levantara los pies a cada escalón, guiándola. Y ella respetaba cada silenciosa orden.
Hasta que llegaron a la habitación de su ex sensei. El aroma de las velas con una leve esencia a cerezo la recibió confortándola. Estaba cálido el ambiente, pero no pudo anticipar nada más.
Él la guió hasta el centro, o eso era lo que percibía. Y allí la soltó. No midió el tiempo que estuvo parada en ese lugar. Sólo se quedó quieta esperándolo. Él no le había dicho otra cosa y sabía que debía obedecerle, aunque su cuerpo temblara.
Kakashi la rodeó silenciosamente, detallándola por unos instantes. Ella temblaba de vez en cuando y sabía que eso no era una reacción al frío, ni siquiera temor. Eso era excitación pura, ansiedad. Ella quería sentirlo, y su impaciencia la estaba abrumando. Y esa era el estado en que la quería en ese preciso momento. Los ojos vendados cumplían esa función, el de amplificar cualquier sensación o emoción.
Sonrió complacido y se dirigió lentamente al sillón de un cuerpo que había acomodado estratégicamente en la sala, desde el lugar que le permitiría observarla cómodamente para el castigo que quería imponerle.
Se sentó dejando que ella oyera el sonido que el roce de su ropa con la tela del mueble provocó. La vio estremecerse moviendo temblorosa su rostro en dirección a él, mientras se acomodaba sin prisa, relajando sus espaldas en el respaldar, con las piernas abiertas y descansando los codos en los mullidos posa brazos.
La observó una vez más, sonriendo de lado al proyectar todo lo que iba a hacerle y necesitó contener el sonoro jadeo que le provocó su propia anticipación. ¿Cuánto hacía que no se sentía así de ansioso con una sumisa? Años. Porque fueron años esperando por la mujer que tenía frente a él en ese momento, entregándose por completo por primera vez.
El pecho se le agitó de ser consciente de ello y quiso no pensarlo para evitar que se colara en esa hermosa realidad lo desatinado de sus actos. Se frotó el rostro con una mano tranquilizándose. Esa noche el control era suyo, porque pretendía enloquecerla llevándola a sus límites.
Carraspeó tomándose el mentón entre dos dedos, viéndola buscar los sonidos que él emitía. Respiró hondo en silencio un par de veces, adoptando el estoicismo que requería su papel, porque sabía que así la disfrutaría más.
—Sakura — su voz era oscura al llamarla — Quítate la venda.
Ella tembló ligeramente y obedeció casi al instante. Tuvo que apretar los párpados para acostumbrarse a la luz, aunque esta fuera cálida y tenue, pero lo suficientemente clara como para molestar a sus pupilas dilatadas por la oscuridad.
Jadeó cuando acostumbró sus ojos, reparando inmediatamente en él. Se veía tan elegante ahí sentado, en esa pose de dominio completo, de mando. Tan apuesto con esa mirada pesada y perversa sobre ella, que si apenas lo conociera le causaría temor. Pero era él, era Kakashi, su Kakashi y lo conocía aunque no pudiera leer nada de él en ese momento. Y eso no podía excitarle más.
—¿Ves esos zapatos detrás de ti?
Ella giró indecisa el rostro y los encontró. Unos elegantes zapatos de plataforma y taco alto de más de veinte centímetros, negros, corte boca de pescado. Destellaban por su decoración brillosa, dignos de una Drag Queen. Pero, ¿qué hacían ahí?
—¿Los ves o no? — su voz fue dura, pero no menos paciente. Le hablaba lentamente en un tono que no daba lugar a réplica.
–S-sí, sensei.
—Quiero que te los pongas. Ahora.
Ella lo miró a los ojos con sorpresa. Él se lo permitió por unos segundos antes de apurarla con un ademán.
Suspiró buscando que había en ese acto que pudiera llegar a gustarle. No entendía a donde iba con eso o como carajos iba a montarse en esos altos e incómodos zapatos, pero no podría no obedecerle. Menos quejarse, antes de entender qué objeto tenía esos elementos.
Dio un par de pasos indecisos, quedando de espaldas a él, y cuando quiso agacharse a tomarlos la interrumpió.
—No. Inclínate.
Se enderezó de golpe y giró enfrentándolo.
—No te dije que giraras. Solo te pedí que te inclinaras para tomarlos.
Ella respiró hondo. Si hacía eso quedaría completamente expuesta a él. Todos sus orificios depilados a él, ya que la floja y pequeña braga no ocultaría nada, y no pudo evitar enrojecerse en vergüenza.
—Entiendes lo que te pido, ¿no?
Ella asintió. Él endureció la mirada reclamando la respuesta que le gustaba.
—Sí, sensei.
Y volteó inclinándose lentamente. El corto kimono se alzó dejando sus nalgas completamente descubiertas y se sonrojó hasta el cuello por lo que eso significaba, pero aun así continuó tal como él se lo había pedido.
Tomó uno de los zapatos por el talón preguntándose cómo se los colocaría sin agacharse. Menos considerar como mantendría la estabilidad sobre ese calzado. Era brutal que alguien pudiera usar eso, pero si una Drag Queen, un hombre, podía hacerlo ¿porque ella, una shinobi experimentada en el uso del chakra, no lo lograría?
Y fue así que desvió algo de chakra a sus tobillos apoyándose en la pared para inclinarse hacia un lado y calzarse el primer zapato. Su cuerpo se elevó veinte centímetros cuando se apoyó por completo sobre el pie, y con algo de torpeza y temor se calzó el otro. Al quedar completamente sobre esos instrumentos que debían considerarse de belleza, sintió que sus tobillos temblaban y no tardó en desviar más chakra para estabilizarse.
—No seas tramposa, Sakura — ella lo miró por sobre el hombro, con los ojos bien abiertos al ser descubierta — No uses tu chakra.
—Pero... voy a caer sino-
—¿Es una protesta lo que oigo?
—¡Kakashi! Yo— giró interrumpiendo sus palabras cuando él entrecerró los ojos, entendiendo de inmediato con ese gesto que sus palabras estaban fuera de lugar — Yo...sensei, sólo un poco. Permíteme usar algo de chakra. Prometo...prometo que-
—¿Prometes? — la calló — ¿Crees que puedes negociar conmigo? Esto es un castigo, pequeña.
Los ojos de Sakura se abrieron aún más. Y allí lo recordó. Ahora entendía cuando Kakashi le hablara de que le haría algo más como escarmiento, y que ella lo había leído aunque no se acordara. El desfile. El castigo del desfile desnuda. Ella aún le tenía pena y él insistía en que esa noche trabajarían en aquello que aún le costaba con él. No entendió la pista, pero ahora todo estaba claro. Y allí supo que no tendría escapatoria. Y sin llegar a deducir el porqué, la simple realidad de saberse sin opciones, la llevó a apretar las piernas sin medirlo cuando sintió el calor y la humedad anidar en su centro.
Alzó la vista con los párpados temblorosos, y el color que cubrió sus mejillas fue el detonante de esa mirada perversa que la inspeccionaba al anclarse en ella.
—P-perdón, sensei. — balbuceó agachado la cabeza.
El corazón de Kakashi se aceleró en ese instante. Ella reaccionaba de forma precisa, volviéndolo loco. Era perfecta y no veía la hora de ponerla a temblar. Pero supo acomodar su semblante para que no se notara el agite que le estremeció el cuerpo. Ya el empalme entre sus piernas era notable y no le preocupaba ocultarlo. Para ello estaban allí, para gozarla.
—Desvístete.
Y sin levantar la mirada, ella comenzó a desatar delicadamente el nudo que mantenía la prenda cerrada frente a su cuerpo. Cuando se abrió por el propio peso de la tela, la deslizó sin esfuerzo por los hombros soltándola a la mitad de camino para que llegara rápido al suelo.
Lo miró al cumplir con la orden, y él le señaló las bragas con los ojos. Sakura suspiró, mientras hundía el pulgar en una de las tiras para bajarlo, soltándola cuando sobrepasó las caderas. La floja prenda cayó lentamente entre sus piernas, obligándola a levantar primero un pie para desengancharla del zapato, y luego el otro.
Dejo sus brazos colgando al terminar, respirando pesado, a la espera de la próxima orden que estaba tardando más de lo que su libido podía soportar.
—Sakura, ahora quiero que desfiles para mí. Que me demuestres que vale la pena todo el tiempo que voy a dedicar en ti.
Ella lo miró temblorosa apenas alzando la vista, midiendo por un segundo que comenzar a hacer. Él tenía toda su atención en ella, en su cuerpo, y si bien ya la había observado desnuda en más de un ángulo, en ese momento, sobre esos zapatos, así arreglada y maquillada, se sentía más expuesta que nunca. Y él parecía devorarla con cada inhalación que daba al respirar.
—¿Y? ¿Qué esperas?
Dio un respingo, e intentó moverse, pero esos zapatos eran tan altos que uno de sus tobillos tembló. Respiró hondo enderezado su espalda para mantener el equilibrio y lo miró de inmediato aguardando por la reprimenda.
Pero Kakashi era paciente, aunque tuviera un límite. El cual ella aún no conocía y no entendía porque, en ese instante, le encendió la simple idea de averiguarlo. Así apenada e incómoda comenzaba a divertirle la situación, y creyó empezar a entender cómo funcionaban esas sanciones y lo mucho que las disfrutaría de ahora en más.
Fue así que decidió dirigir un poco de chakra a sus pies, solo un poco, confiando en que él no lo notaría, o por lo menos no de inmediato. Y así, sintiéndose más segura, elevó el mentón y comenzó a dar pequeños pasos hacia un lado de la habitación siendo seguida por la atenta y pesada mirada de su ex sensei.
Cuando llego al límite, giró dándole la espalda para que apreciara su trasero y, colocando una mano en la cintura, lo miró por sobre su hombro.
Él asintió pidiendo que continuara, y ella dio la vuelta para caminar hacia el otro lado pasando frente a él, dando pasos seguros y elegantes. La altura de esos zapatos le hacía contonear la cadera obligadamente, casi permitiéndole sentir esos ojos sobre sus nalgas, o sobre los tambaleantes pechos que se agitaban con cada paso.
Y cuando llegó al otro extremo de la habitación, ya con su vergüenza fuera de la ecuación, él la detuvo.
—Sakura, ven. Te quiero frente a mí.
Obedeció al instante, sin entender pero tranquila.
Y cuando se detuvo, Kakashi la observó de pies a cabeza antes de anclarse en sus ojos.
— Eres consciente de que acabas de hacer trampa, ¿no?
La descubrió. Ella abrió los ojos.
—N-no... s-sólo me acostumbré y-
—Lo estás empeorando.
Agachó la mirada ante la dureza de sus ojos y lo siguiente que notó fue la mano de él tomándole la muñeca.
—Eres traviesa. Muy traviesa. Estabas advertida y lo ignoraste.
Ella no dijo nada respirando agitada.
—¿Sabes lo que significa desobedecerme?
Asintió.
—Me haces repetirlo.
—S-si, sensei. Disculpe, sensei. Soy nuev-
Endureció la mirada callándola, para luego jalar de su muñeca suavemente acercándola. Él se acomodó sacando más fuera del sillón sus rodillas.
—Recuéstate sobre tu abdomen en mis rodillas.
—¿Qué? — lo miró con los ojos bien abiertos, entendiendo lo que le pedía pero incrédula ante lo que sucedería a continuación.
—No voy a repetirlo.
¿Acaso le haría un spanking?
Indecisa y agitada se acomodó como él le pidió y, cuando terminó de apoyarse, sintió como le acomodaba su trasero más hacia arriba al inclinarle aún más la cabeza.
—Sensei, ¿qué...?
—Sabes lo que va a suceder. Por ser tu primera vez, solo serán tres.— le acarició la espalda con una mano, posicionándola en la cintura. Presionó para mantenerla en esa posición y elevó la otra mano. — Ahora, cuenta.
Y dicho eso el picor de un fuerte azote con la mano en palma, se sintió en la nalga derecha.
Sakura gritó dando un respingo.
—¿Sakura?
—U-uno— y gimió cerrando apretados los ojos.
Y cuando esperaba que un segundo golpe llegara, la misma mano que la maltrató acarició la zona que ya se sentía algo más caliente. Le recorrió con los dedos toda la extensión de la marca colorada que se había manifestado rápidamente sobre la blanca y sensible piel.
Ella gimió apretando los labios y, cuando menos se lo esperaba, un nuevo azote la hizo gritar otra vez.
—¡Dos! ¡Oh... por Kami! Cómo arde... Kakashi que-
—Shhhh— y los dedos suavemente la calmaron otra vez.
El peliplata sonrió al observar como la piel de las piernas y la espalda se erizaba ante las sensaciones que le provocaba, y no pudo evitar desviar dos dedos hacia el centro de ese redondo culo, recorriendo por detrás la delicada raja de su niña rosa. Estaba mojada, completamente mojada. Sonrió satisfecho.
Y cuando ella relajó la respiración y la tensión de su espalda, la última nalgada la azotó por el mismo lugar.
—¡Mierda! ¡Mhmhmmmm! ¡Tres! ¡Tres! — suspiró — Al fin... tres.
Kakashi carcajeó observando cómo levantaba instintivamente ese trasero buscando su recompensa. ¡Que le había salido viciosa su niña rosa!
Le acarició la espalada con la mano que la sostenía por la cintura, para luego con la otra, utilizando todos sus dedos, mimar la zona maltratada.
—¿Vas a portarte bien ahora?
—¡Malo! — le respondió haciendo un puchero, que le mostró por sobre el hombro.
El varón carcajeó sin dejar de acariciarla, y luego le depositó un suave beso sobre la marca colorada en la nalga, y le ayudó a incorporarse poniéndola de pie frente a él.
Ella mantenía ese puchero de niña caprichosa en sus labios y la cabeza gacha en protesta por el castigo, y él no podía más que reír, ya completamente excitado. Estaba hermosa, irresistible para sus instintos.
—Soy malo si tú eres desobediente, Sakura— y carraspeó antes de adoptar la posición original recostando sus espaldas en el respaldar — Ahora, quiero que desfiles y me muestres tu hermoso cuerpo. Sin una pizca de chakra en los pies.
Ella ni se movió y él cambió toda su expresión a una más dura, oscureciendo su voz.
—Ya, Sakura.
Lo miró unos instantes y fue eso lo que necesitó para saber que sería peor la próxima vez y, la verdad, que sólo tres nalgadas con esa mano grande y pesada le tenían el trasero caliente y picando, no quería imaginarse si fueran más. Así que decidió obedecer y, a paso lento e inseguro, se alejó de él para posicionarse en lo que se podía llamar el centro de la habitación, a una distancia prudente para que él la apreciara completamente.
Con mucho esfuerzo, levantó su mentón enderezando la espalda y comenzó a caminar, cuidando de no tropezar en la alfombra ni que sus tobillos cedieran en cada paso doblándose.
Y caminó, hacia un lado, luego hacia el otro, contoneando sus caderas, mientras exponía la marca del varón sobre su maltratada nalga a cada paso. Y él la detallaba con expresión estoica, recorriendo ese pequeño cuerpo de arriba a abajo lentamente, delimitando con cuidado cada porción de piel, con una mirada cargada de calmo deseo, de un hambre que podía esperar por la presa y jugar con ella el tiempo que necesitara o quisiera, porque así le apetecía.
Ella temblaba y se sonrojaba cada vez que reparaba en esos ojos grises recorriéndola, aún sin cruzar miradas. Se sentía poderosa y pequeña a la vez. Había gusto en el acto por notar ese apetito casi enfermo sobre ella, pero vergüenza por la forma lasciva en que se expresaba.
Cuando completó los dos primeros recorridos, se detuvo y lo miró esperando la orden que la sacara de esa rutina que la estaba avergonzado. Pero él, apenas sonriéndole complacido, indicó con un ademán de mano que continuara. La pelirrosa suspiró sonrojándose por tener que repetir su caminar, sin mencionar que la planta de los pies comenzaba a dolerle por el inclinado ángulo, y reanudó la marcha, repitiendo tantas veces como él se lo indicara.
Y en la última vuelta, cuando él sudor comenzaba a perlar su espalda y mejillas por el esfuerzo, Kakashi detuvo todo.
—Ya es suficiente.— Lo oyó quedándose inmóvil en el lugar. —Acércate.
Ella suspiró tomando fuerzas para cumplir su última voluntad, o al menos esperaba que fuera así. Y cuando llegó cerca, entendió por la forma en él que se inclinó hacia delante en su asiento, que cerca significaba muy cerca. Y así se acomodó.
—Abre las piernas — le dijo cuándo se detuvo a centímetros de él, con sus piernas rozándole las rodillas.
—Más abiertas, Sakura.
Ella se sonrojó y separó aún más sus piernas, dejando expuesto su depilado pubis frente al rostro de su ex sensei. Ni bien terminó de acomodarse, el varón concentró toda su atención en su zona y ella sentía que el rostro le ardía en vergüenza.
Kakashi aspiró profundamente apreciando el aroma de la piel del abdomen, la cual tembló ante la acción.
—Hueles bien. A rosas y cerezos, como tú. — y acercó su nariz al pubis repitiendo la operación.
—Sen-sensi... yo...
—Y aquí huele mejor. Ábrete con los dedos. Muéstrame lo mojada que estás.
—¿Q-que?
—Que te separes los labios con tus dedos. Ahora, Sakura.
La respiración de la joven se agitó. Eso sería demasiado, pero fue verlo a los ojos una vez más y saber que no había otra opción.
Mordiéndose el labio inferior, miró hacia otro lado y llevó una de sus manos a la zona para separar los depilados labios mayores, dejando su dulce y brillosa carne expuesta a él. Y esperó. Esperó a que él le dijera que era suficiente, pero en vez de eso sintió la lengua de su ex sensei recorrerla lenta y completamente.
Gimió.
Y él le sonrió.
—Deliciosa.
—Se-sensei...esta...
La miró. — ¿Qué sucede, Sakura?
—Yo... sabes que me... me da-
—¿Vergüenza?
Asintió tímidamente.
—¿Por qué?— y alejó el rostro del pubis de la chica para mirarla más cómodamente al rostro, pero no le pidió que cambiara de posición.
Ella negó cerrando los ojos, sin querer hablar.
Kakashi la observó unos segundos admitiendo al fin lo que debía reforzar en la chica para que la experiencia fuera realmente buena para ella. Con una mano retiró las de ella de su pubis y le acarició el plano abdomen antes de inclinarse para quitarle un zapato.
Sakura se sostuvo de uno de los hombros del varón para facilitarle la tarea, mientras él quitaba lentamente el primer calzado acariciándole el tobillo, luego el empeine llegando, hasta los dedos cuando al fin lo retiró. Desvió los dedos hacia la planta, masajeándola lentamente.
—¿Mejor?
—Mhm.
—Tienes una piel muy suave, Sakura. Suave y blanca.
Posó suavemente ese pie en el suelo y se dedicó a hacer lo mismo con el otro, acariciándole en cada movimiento.
—Me encanta tocarla, sentir tu suavidad. Me encanta besarla, su sabor, el dulce calor que emana.
Luego la miró desde abajo, encontrándose con unos sorprendidos e ilusionados ojos verdes a los que el maquillaje resaltaba de forma fantástica.
Se puso de pie frente a ella y luego le impulsó el rostro hacia arriba apoyando un dedo debajo del mentón.
—Eres preciosa, Sakura. Tienes un mirar que me cautiva, que me vuelve loco. — desvió su atención a los labios que ella entreabrió ofreciéndolos solo por instinto, y se inclinó acercándose como si fuera a besarla pero no lo hizo. — Tu boca pequeña, es mi perdición. La deseé por años, por tantos años. — el tibio aliento de Kakashi se los acariciaba y la joven no pudo más que gemir ansiando el contacto — Y cuando haces eso... muero por hacerte mía.
Ese dedo que la impulsaba la soltó para acariciarle el labio inferior. Y luego lo rodó para delinearle con el dorso el rostro.
—Preciosa, única...
La contempló recorriendo con la mirada el camino de sus dedos, hasta que los perdió en el cuello bajando suavemente hasta los hombros, erizandole la piel a su paso.
El pecho de Sakura se agitaba cada vez más.
—Eres perfecta...
—No...
Él le sonrió.
—¿No? No puedes decirme cómo te veo. Porque para mí eres así.
—Sensei... no-
—Shhh.
Comenzó a rodearla acomodándose detrás de ella. Apoyó ambas manos en los pequeños hombros al quedar detrás, y se inclinó para hablarle al oído.
—No sabes cuánto esperé por ti. Por tenerte así.— las manos sobre los hombros comenzaron a deslizarse por los brazos.— Desnuda, entregada...— aspiró el aroma de su cuello libre de cabellos, llenándose de ella — Oliendo así para mí, pendiente de mis caricias — y ahora una mano encontraba el camino hasta su centro — Mojada, excitada...
Ella gimió al sentir como con dos dedos abiertos Kakshi le frotaba los labios mayores, dejándola deseosa de su toque más focalizado.
—No debes avergonzarte de tu cuerpo, ni de ti. No tienes idea de la preciosa mujer que eres. Perfecta.
Ella suspiró.
—No... no soy... per... perfecta.
—La perfección, hermosa... — recorrió su cuello con la nariz, rozándole la nuca, al tiempo que un dedo delineaba suavemente la raja robándole humedad, que esparció por el clítoris en el camino hacia arriba — Está en los ojos del que observa.
Ella gimió al sentirlo nuevamente tocándola.
—Así que no vuelvas a corregir lo que yo pienso de ti, Sakura. ¿Entendido?
Ella gimió sin responder.
—¿Sakura?
—Si... si, sensei.
Y se alejó de repente dejándola tambaleante, excitada y deseosa de ese calor que la envolvía por las espaldas. Pero no se movió. Él no se lo había pedido, aunque la curiosidad y ansiedad por lo que pudiera venir la tenía expectante de los sonidos que comenzó a oír tras su espalda.
¿Habría una nueva experiencia que la sorprendiera? ¿O irían directo a la sesión que ella había elegido?
Cuando oyó el tintineo de elementos de metal, se mordió el labio inferior suponiendo que eran los ganchos de las sogas de shibari.
—Puedes voltear, Sakura.
Y cuando giró vio los ganchos que supuso colgando desde agarres en el techo. Sogas fuertes, de color rojo, se desprendían de estos y caían enroscándose en el suelo. Eran largas, y se veían suaves.
Kakashi le extendió la mano indicándole que se acercara a él, y no dudó. A paso firme en segundos estuvo a su lado, tomándole la mano sin dejar de observar el despliegue de sogas.
—¿Cómo tenías esto aquí y no lo vi antes?
—Tengo mis trucos.— y le guiñó un ojo.
Y cuando al fin bajó la mirada pudo apreciar la serie de elementos que se encontraban cuidadosamente dispuestos sobre la cómoda al frente de ellos. Quien estuviera ajeno al ambiente, los vería como elementos de tortura. Pero ella sabía qué no se utilizarían así, y si bien conocía la forma de aplicación y lo que provocaba en quienes lo recibían, no tenía idea exacta de que sentiría o que esperar. Debería sentir temor y sabía que no sería algo incomprensible, pero confiaba con su vida en el hombre que las aplicaría sobre ella, sabiendo que sólo habría placer en sus actos sin necesidad de detener nada. Y hasta comenzó a anhelar la mirada que tendría sobre ella cuando comenzara a hacerle cada una de las cosas que había leído, porque ella también estaría atenta a él, y había llegado a apreciar en cómo su ex sensei contenía la prisa por saborearla.
Apretó las piernas de repente y Kakashi la vio. Dejó lo que estaba haciendo y se acercó a ella acariciándole el rostro con comprensión, aunque su mirada destilara otra sensación.
—¿Ansiosa?
Ella asintió apretando los labios al respirar pesado, aleteando las fosas.
—Tranquila, no temas. Todo aquí, todo esto que ves, solo será para darte placer.
—No estoy ...asustada.
La miró a los ojos vidriosos de excitación, y supo que no mentía. Le sonrió nuevamente tomándole el rostro con ambas manos.
—Entonces relájate. Tenemos todo el tiempo del mundo y pienso disfrutarte cada segundo de esta noche.
Ella se humedeció los labios mirándole la boca. Y él le entendió.
—¿Ni comenzamos y ya estás demandando mis atenciones? — asintió tímidamente sin desviarse de su objeto de deseo. Él carcajeó. — Voy a ceder sólo esta vez. ¿Entendido? Sólo porque es tu primer vez
Y la besó. Un beso calmo, profundo, caliente. La lengua se coló después acariciando la de ella al robarle su sabor.
Sakura no pudo más que gemir. Ese beso no había sido más intenso que otros que le diera antes, pero era diferente. Su singularidad radicaba en la atmósfera que los rodeaba y en esas intenciones que se colaban con sutileza ansiosas por la promesa del cuento elegido.
Kakashi se separó lentamente, cortando con el hechizo que lo sellaba a esa pequeña boca, y sintió la necesidad de respirar hondo varias veces para callar a sus demonios. Y cuando abrió los ojos al fin, estaba en calma, estaba en control.
La tomó de la mano y la posicionó en medio de dos de las sogas que colgaban del techo. Tomó un extremo y, estirándolo entre ambas manos, lo rodó por la piel del pecho de la fémina.
—Las elegí suaves y fuertes, igual que tú. Rojas para que contrasten en tu clara piel.
Y le tomó de las manos llevándolas atrás, comenzando a pasar la cuerda envolviendo cada brazo en puntos estratégicos. Y luego se las cruzó detrás, tomando con cada mano el codo contrario, envolviéndolas firmemente con la soga en la justa presión.
—¿Se siente bien? — chequeó.
—Sí, sensei.
Y apretó solo un poco más arrancando un leve gemido de la pelirrosa. La observó por unos segundos viendo que era excitación la que la hacía reaccionar así. Si había molestia o dolor, solo contribuían a exacerbar el placer, reaccionando exquisitamente, como no había observado nunca antes en una neófita tan dulce como ella. Y eso la hacía más única y más perfecta. Más suya, sólo suya.
Acomodó las sogas armando los nudos en la espalda que le daría soporte al cuerpo y el rápido afloje si fuera necesario, y luego cruzó los extremos libres sobre los hombros armando hábilmente el resto de los nudos por frente, envolviendo los pechos como los bordes de una brasier hueco, apretándolos ni bien terminó de cerrar la figura.
Sakura gimió en ese momento, al sentir la fuerza del agarre sobre su pecho y él le sonrió mirándola a los ojos por un instante, siempre atento. Y luego regresó a su labor, terminando de amarrar el pecho al pasar más soga sobre las costillas, atando los nudos estratégicos que pulsaran en distintos puntos de chakra aumentando el goce explosivo.
Tensando los amarres con las manos, probó la fuerza de sus ataduras.
—¿Te sientes bien?
—Sí, sensei. —balbuceó respirando pesado ya.
Él sonrió y se situó de espaldas a ella para jalar del extremo de la cuerda que caía del techo. El movimiento la elevó dejándola cómodamente en puntas de pie inclinada levemente hacia delante.
La joven dio un pequeño gemido ante la acción repentina, que la tuvo suspirando cuando sintió la mano de Kakashi acariciarle una nalga hasta la pierna.
—Que suave que eres, hermosa.
Ella no dijo nada. Solo se mordió el labio inferior concentrándose en respirar. Sentía sus brazos inmóviles y que había perdido control. Y si bien el agarre de sus dedos en el suelo aún le conferían algo estabilidad, sabía que no tardaría en quedar a merced de él. La lectura le dio una idea de lo que sucedería esa noche, pero no conocía si Kakashi le haría todo lo descrito en el cuento o si respetaría el orden en la ejecución. Y sólo podía imaginar lo que se sentiría ya que no hubo explicaciones previas, sólo la declaración de intenciones pasando a la acción. Y moría de ganas por experimentarlo.
Gimió imprevistamente cuando sintió que anudaban una soga alrededor de su muslo, a centímetros de la ingle, repitiendo lo mismo en la otra, segundos después. El jalón de apriete la hizo estremecer, erizándole la piel.
Kakashi se relamió gustoso detrás de la joven. Las reacciones tan positivas que ella le brindaba lo tenían más duro que en cualquier sesión anterior, e hinchaba su ego dominante.
—¿Te gusta esto?— y le acarició la espalda con las yemas, recorriendo al final la raja de su culo.
Ella asintió y no logró llegar a decir nada, cuando un nuevo jalón de la soga que la sostenía le llevó las piernas más hacia atrás empinándole el trasero.
—Y estarás mucho mejor— le susurró con voz oscura mientras le acariciaba la nalga enrojecida. Y no tardó en colar un dedo entre ambas para rozarle la humedad de su intimidad robándole un nuevo gemido.
Jalando levemente de una de las cuerdas, le separó levemente las piernas, y luego trabó ambas cuerdas de un gancho, evitando que se deslizaran y soltaran el delgado cuerpo que sostenían. En la pose en que Sakura había quedado, dejaba su torso colgando con los pechos a merced de él, y ese hermoso y redondeado trasero empinado y abierto hacia sus manos. Una delicia entregada sin opción a siquiera moverse, temblando cada vez que los largos y hábiles dedos del varón le recorrían, mojándose ante cada nuevo estímulo que llegaba como dolor o imposibilidad.
El peliplata se relamió antes de desviar la atención a la cómoda donde yacían sus látigos, cada uno para un propósito tortuoso o placentero en función de las manos que lo sostuvieran, y el capricho del receptor, capricho que él era hábil en leer y que ya tan bien había vislumbrado en la fémina entregada a su tortura.
Pasó sus dedos sobre cada uno, bajo la atenta y afiebrada mirada de su niña rosa. Ella sólo los conocía por la descripción de las lecturas, pero pronto tendría una mejor idea de las sensaciones proporcionadas. Y él moría de ganas de hacérselas experimentar.
Ya había notado lo bien que su cuerpo había reaccionado a una estimulación de explosión, y podría seguir con algo más focalizado, pero fue tan profundo el placer que causó en él ese spanking con la palma, que no se primaría de experimentarlo nuevamente a través de un instrumento más preciso.
Y así fue que rápidamente decantó por el látigo de varias tiras, el famoso gato de nueve colas. Un excelente instrumento de flagelación erótica, compuesto por abundantes cuerdas planas de cuero de cabra, de ancho medio para aumentar la sensación de picor, y con un cuerpo de más de treinta centímetros de largo; el cual siendo intenso para una iniciada, no sería el más exigente ni le daría ese uso.
Y si bien entraba en la categoría de los favoritos, no era el que más escogía, ya que las experiencias más intensas eran lo suyo. Pero sabía que no le restaría el placer de esa noche, porque primero estaba cuidarla a ella y conocer sus límites, siendo esa la principal motivación que tenía su empalme ya palpitando.
Lo tomó por el mango forrado del mismo material, deslizando las cuerdas planas por su otra mano en un simple acto de presentación. Sakura gimió, intentando en vano cerrar las piernas. Era de locos desear lo que estaba deseando, sentir a su cuerpo vibrar y hervir buscando experimentar sensaciones que a otros los horrorizaría. Pero lo ansiaba, aun sin conocerlo anhelaba con locura sentirlo.
Y no tuvo que esperar demasiado.
Kakashi fue a sus espaldas y en un ágil y suave movimiento que no anticipó intenciones, descargó el primer azote sobre la nalga desatendida.
Sakura gritó cuando el escozor de varias de las tiras se extendieron por su piel, dejándola temblorosa a medida que el calor y ardor se incrementaban luego de la primer explosión.
Dolía, picaba, era desesperante. Y quería más.
Gimió apretando la boca. No comprendía del todo lo que estaba haciendo, y moverse solo la ponía a temblar. No entendía a su cuerpo ni a ese dolor que rápidamente se convertía en olas ardientes de placer que apretaban su centro hinchándolo. Lo sentía caliente, palpitando bajo sus propios latidos, suplicante de atención. Pero menos entendía el arrollador goce que llegaba después cuando los dedos de Kakashi le recorrían las zonas de piel que escocía.
—Sen...sei...— gimió.
Y él se carcajeó relamiéndose al descargar otro azote ni bien quitó su mano.
Sakura gimió esta vez, arqueando su columna, exponiendo más su centro en ese movimiento. Y esta vez la caricia no llegó a su piel maltratada, pasó primero por sus pliegues brillosos recogiendo humedad para pasarla luego por las zonas que ardían.
—Como te mojas, hermosa...estás tan deliciosa. Pruébate.— y le llevó los dedos untados a la boca.
No tuvo que pedirle nada, ella abrió los labios recibiéndolo y chupó con ganas, como si necesitara de ello. Kakashi tuvo que contener su propio gemido.
—Es suficiente, pequeña — le dijo al quitarle los dedos. Y no tardó en descargar un nuevo azote en la otra nalga.
Pero no la consoló esta vez. Simplemente la observó gemir, estremecerse ante el dulce castigo, para luego quejarse en un sollozo por su desatención.
Y fue en ese momento en que intentó mirarlo reclamante por sobre su hombro, que un nuevo latigazo se descargó en el mismo lugar quemándole velozmente.
—¡Sensei! — Gritó. Y todo su cuerpo se estremeció.
Ardía, dolía. Sentía que le quemaba y que no era justo, pero la excitaba de tal forma que su visión ya estaba nublada solo con esos movimientos. Lo que había leído sobre la práctica era mezquino ante la realidad de la experiencia, o el escritor no entendía un carajo de esa clase de placer. Las sensaciones físicas de dolor por los golpes tan hábilmente propinados, la aprehensión de esas sogas que la inmovilizaban quemándole la piel cuando se movía, se mezclaban con la real indefensión. Estaba a merced de él en esa posición. De la forma en que la había amarrado, forzando apenas sus articulaciones, toda la descomunal fuerza del dominio del chakra que ostentaba como shinobi, era inútil. Por primera vez en años estaba totalmente indefensa ante un hombre. Ante ese hombre que la volviera loca de placer noche tras noche y que ahora la observaba respirar pesado por sus castigos, que la recorría con esos iris perdidos ante la oscuridad de sus dilatadas pupilas.
Debería sentir miedo, debería estar suplicando porque se detuviera, que la dejara ir. Eso era lo sensato. Pero no era lo que quería su cuerpo. La contradicción la desesperaba y la excitaba en la misma medida, envolviéndola en una nebulosa de sensaciones de la que no quería salir.
Lo miró. Jadeante. Frenética. Había calor en esa mirada jade, en esas mejillas encendidas y brillosas de sudor que ya no se cubrían en pena. Era la furiosa necesidad de una liberación la que las coloreaba. Era una demanda, una súplica y a la vez una rendición. Quería más, más de lo que le hacía, más de lo que aún estaba por hacerle.
Y a Kakashi no pudo fascinarle más la mirada con la que lo retaba. La tomó con fuerza del mentón acercándola a su rostro. Y le sonrió cuando la tuvo cerca.
—Eres perversa...— Sakura gimió clavando sus pupilas en esos labios que se movían cerca de los suyos — ¿Quieres más pequeña? Porque no he terminado contigo...
—Sí.
—¿Sí que?
—Sí, sensei.
—Pídemelo.
Ella gimió contrayendo el ceño. Su mirada se agitó.
—Sensei... más. Dame más.
—¿Y los modales? Eres una señorita, quiero modales.
—Yo... sensei... más — su mirada se volvió suplicante — Por... por favor.
—Así es pequeña.
La soltó yendo a su lado y descargó rápidamente un nuevo latigazo con más ímpetu esta vez.
El escozor fue punzante e inmediato. Ella gritó para morderse el labio después. Y un nuevo golpe la estremeció.
Su gemido fue descontrolado. No había límites. Nadie había definido el número ni nadie estaba contando. Y cuando alzó con dificultad la vista para indagar, un nuevo castigo la azotó debajo de esa mirada oscura e imperturbable del varón.
—¡Dios! ¡Sensei! Esto es... es grandioso...
Kakashi respiró hondo controlando sus más perversos demonios, perdiéndose en esa expresión de éxtasis que se dibujaba en los ojos cerrados, en el ceño contraído y en las mejillas rebosantes de color llenas de placer de la joven. En sus sueños más perversos se había apenas atrevido a saborearla así en el pasado. Y ahora... ahora la tenía en frente, toda suya, para devorarla, para disfrutarla a como mejor le viniera en ganas.
Se acercó tomándole el mentón entre sus dedos llevándole el rostro más cerca del suyo, y respirar su aire.
—Esto no termina aquí, pequeña.
Ella gimió.
Y él le sonrió con malicia. Porque lo que siguiera, lo iba a disfrutar más. Mucho más.
No voy a decir mucho, sólo que me encantaría leer sus opiniones de lo que sucedió hasta aquí y que... ¡¡es actualización doble!!
Sigan leyendo...
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