Capítulo 18
—Así que ahora, tranquila. Está todo bien, ¡más que bien! Y va a seguir así.
Karin asintió dándole un breve apretón de agradecimiento a la mano que Sakura tenía apoyada a su lado, antes de soltarla para tomar la de Sasuke que, desde el otro lado de la cama, la miraba con notable ternura en sus ojos.
—¿Escuchaste? Vamos a tener otro bebé más.
Él le sonrió dulcemente con una pequeña sonrisa, pero una sumamente cariñosa. Lucía ¿emocionado?
Sakura lo observó por unos instantes. El cambio en el ninja era increíble. Jamás lo había visto tan amoroso con alguien, y se lamentó por un breve segundo de que ella no hubiera obtenido aunque sea una milésima parte de esos gestos durante el tiempo que estuvieron juntos.
Pero no le reprochaba. Él y lo que hubieran tenido eran parte de su pasado, uno que debería haber sido mejor pero que ahora sabía que no pudo ser de otra forma. Y estaba en paz con eso, alegrándose de que al fin él hubiera encontrado en Karin a la persona que era mejor para su vida, y a la que le estaba brindando una mejor versión suya.
Respiró hondo soltando sus cavilaciones.
—Bueno, Karin, a partir de mañana comenzaré con las inyecciones de chakra para acelerar su desarrollo.
—Gracias Sakura. Gracias. Por... todo.
—No es necesario que me agradezcas. Para eso estamos los médicos. — buscó con los ojos a su compañero —Y, Sasuke, ahora la cuidas. — le advirtió.
Él asintió sin desviar la atención de la mujer que sostenía con sus manos fuertemente la de él. La acariciaba con la mirada y Sakura podía jurar que, si hubiera tenido el otro brazo intacto, le estaría recorriendo con los dedos el rostro tal como lo hacía con sus ojos.
Se notaba que la quería. Y eso la tranquilizaba. Esos niños tendrían un padre fuerte, un ninja legendario, y presente.
Sakura les brindó una breve sonrisa y se despidió retirándose rápidamente de la habitación para organizar sus siguientes consultas. Si mal no recordaba, Seiyi estaría allí en veinte minutos.
Suspiró acelerando el paso hacia su despacho privado, en donde lo había citado para mantener la mayor reserva sobre el caso. El agente era un hombre que no pasaba desapercibido ante nadie, menos ante las féminas, y no quería tener a las enfermeras averiguando sobre él. No hasta tener en su poder los resultados de lo que le extrajera durante la última intervención, y hablar al fin con el Hokage.
—¡Sakura! Espera.
El llamado de Sasuke la frenó en medio del pasillo, y giró en su encuentro apreciando la mueca de dolor que esbozó el Uchiha cuando detuvo el paso a su lado.
Sakura contrajo el ceño al verlo tocarse el costado. Sasuke no era de los que demostraba el dolor físico. En realidad, no demostraba nada, únicamente su furia. Aunque, lo que observara dentro de esa habitación instantes atrás, le daban un indicio de que estaba cambiando y ya no podía dar nada por hecho. Le gustaba ser testigo de una versión más humana de su compañero de equipo.
—¿Te sucede algo? — le dijo señalando el lado que se tocaba.
—No es por mí. Quiero hablarte de Karin.
—Sí. Dime.
—En privado.
Realmente los pasillos estaban atestados, a pesar de que esa era un ala nueva, así que entendió el pedido de su compañero.
—Ok. Vamos a mi despacho y hablamos más cómodos. Sígueme.
Ambos se encaminaron rápidamente hacia el ala antigua del hospital, no siendo del total agrado del Uchiha el cual tuvo que calmar su andar en un par de ocasiones, disimulando la molestia física tras actos de respeto al brindarle paso a otros médicos o enfermeras.
Cuando Sakura cerró la puerta de su consultorio personal, empujándola con la cadera, él tomó asiento en la silla frente al escritorio, soltando un disimulado suspiro de alivio.
—Estás herido.
—No tengo nada.
—No te lo estaba preguntando. Lo veo.
Él le restó importancia al asunto ignorándolo completamente, ganándose una mueca de disgusto por parte de la pelirrosa.
—¿No te sientas?
—¿En serio, Sasuke? ¿Ya dando órdenes?
Pero aun así se sentó. Esa actitud le molestó, entendiendo que su entusiasmo por observar un cambio en él fue prematuro. Pero aun así, era el familiar de su paciente, su compañero de equipo y su... podría decir que intento de ex novio. No le quedaba más remedio que dejar pasar esas palabras. Pero sólo por esa vez.
Carraspeó.
—Te escucho.
—Veo mucho mejor a Karin, en todo sentido. Me comentó que Ino la está atendiendo también, psicológicamente.
—Sí. Sé que esas cosas no te van mucho, pero le pedí que la analizara. Karin nunca fue muy estable, digo... — corrigió sus palabras entendiendo que podía ser ofensiva sino medía los términos — Tiene un carácter algo volátil, y temía que una crisis nerviosa afectara con el embarazo. Pero respondió muy bien, está colaborando.
Él asintió pero guardó silencio unos instantes.
Sakura se preparó esperando que saliera con alguna frase despectiva, como las de antaño, así que buscó en su mente los mejores y más profesionales argumentos que le permitieran defenderse. Lo conocía lo suficiente para saber que se venía la confrontación.
—Gracias.
El gesto la dejó con el aire atorado en la boca. Sus ojos se abrieron de sorpresa e incredulidad, y no pudo evitar el sonrojo que invadió sus mejillas segundos después.
—Es la segunda vez que me agradeces esta semana. ¿Debería ...preocuparme?
Él le sonrió. Una pequeña sonrisa, no demasiado cálida pero sonrisa al fin.
—Entonces...— no salía del asombro — ¿Eso es... todo?
—No. Hay algo más que me gustaría saber. — carraspeó volviendo su semblante al imperturbable tan característico del pelinegro — Sé que Ino avanzó mucho con sus jutsus mentales y quería-
Una mueca de dolor le cortó las palabras, inclinándose levemente hacia el costado. Sakura simplemente reaccionó poniéndose de pie de inmediato, yendo hacia él para examinarlo.
Pero no la dejaría, e intentó alejarla ganándose una reprimenda.
—¡Sasuke! Debo revisarte. ¡Ya deja de portarte como un niño!
—No pasa nada.
— Hay dolor. Ya es la tercera vez que te observo quejarte y tú eres de los de umbral alto. Eso no es menor.
—Déjalo.
—Sasuke. — el rostro de la pelirrosa se desfiguró en furia — Te pones de pie, te quitas la capa y te recuestas sobre esa camilla. ¡Ya!
Su voz no era dulce, menos el enojo por la corta paciencia colmada que desbordaba desde su mirada. Y él conocía muy bien lo que seguía a eso, y sabía que no iba a detenerse porque fuera él. No ahora. La conocía fuera de sí, sobre todo el estado en el que quedaba el objeto de su furia, fue testigo varias veces de las tundas que se ganara Naruto en el pasado. Y también sabía que no se encontraba en la mejor de las posiciones como para negociar una tregua. No le quedaba otra que obedecerle.
—Tsk— y se levantó siguiendo cada una de las órdenes, no sin dedicarle una mirada desaprobatoria. Que se sometiera no significaba que lo hiciera con gusto.
—Despréndete el chaleco.
Nuevamente obedeció, estirando su pecho no sin dolor. Ella ni lo miró, desplegando el chakra verde de inspección ni bien tuvo la zona libre.
El ceño de Sakura se contraía a medida que avanzaba con el análisis, deteniéndose en un punto sobre sus costillas.
—Ummmm... interesante la paliza que te dieron. Deben haber sido buenos porque para poder alcanzarte...
—Eran rápidos y-
Cerró la boca de repente, apretando los dientes cuando ella presionó sobre sus costillas.
—Eso dolió, ¿no?
—Sí.
—Bueno... me quedo más tranquila. — suspiró de alivio — Solo tienes dos costillas fisuradas y varias contusiones. Es evidente que no te tocaron con los bastones.
Él giro rápidamente el rostro para verla a los ojos. —¿Kakashi te lo dijo?
—¿Eh? ¿Qué? ¿Debía decirme algo?
—No, no debía.
—¿Y por qué preguntas? No entiendo a lo que-
—Se veían muy unidos el otro día. Y supuse que él te contaba todo ya que-
—Supones mal— le cortó alzándole apenas la voz.
Quitó sus manos con evidente molestia, para ir hacia el delgado mueble al lado de la camilla y sacar unos calmantes. Que Sasuke asumiera que Kakashi era flexible con sus obligaciones sólo porque fuera cercano a ella, la enervó, más allá de que sus palabras le sugerían que sospechaba sobre la clase de relación que mantenían. Y si bien poco debía importarle, no quería tenerlo husmeando en su vida y menos en la del peliplata.
—Sí... tienes razón en que estamos más unidos... que antes — suspiró queriendo calmarse, no podía negar que la observación de Sasuke la puso nerviosa, y no le daría lugar a que siguiera indagando — Me ha ...ayudado mucho.
Sasuke asintió sin dejar de escrutarla y Sakura sabía lo que eso significaba.
—Pero lo que te dije fue porque tus heridas me son familiares. Ya he atendido a un par de ANBUs por fuertes encuentros con estos grupos. Y, la verdad, les fue peor que a ti. Por eso sé de los bastones.
La miró clavándose en sus ojos por unos segundos.
—Entiendo.
—Bueno. No hay mucho más que hacer con esas heridas. Déjame aplicarte un poco de chakra que acelere la curación y luego te tomas una de estas cada doce horas por tres días. Aprovecha las vacaciones que te dio Kakashi, y trata de descansar. No es necesario reposo total, pero no hagas fuerza ni movimientos bruscos.
Le dejó el paquete de pastillas sobre el pecho y se arremangó para comenzar a aplicarle chakra curativo, concentrándose sobre las costillas.
—¿En qué te ayudó?
—¿Cómo?
—En que te ayudó Kakashi.
Ella pestañeó rápido un par de veces.
—Bueno... no estaba pasando por mi mejor momento unos meses atrás y...— no quería decirle la razón de su dolor, por que dicha razón estaba frente a ella y, la verdad, sentía que eso ya no era parte de su presente, más después del día que había pasado con Kakashi tras el fortuito encuentro, un día en el que el peliplata se había concentrado en mimarla expresándole su cariño en todas las formas posibles — Bueno... quiero decir que él no me dejó atravesar por mi mala época sola.
Sasuke la observó unos segundos, reparando en los gestos nerviosos que la pelirrosa intentaba ocultar.
—¿Que te sucedía?
—Nada. Cosas de la vida, Sasuke. Eso me sucedía. — y le sonrió cortando cualquier réplica, concentrándose únicamente en cumplir la función de médico que la requería en ese instante.
Sasuke respiró hondo y se alivió al notar que ese movimiento en su pecho no le implicó el dolor que venía sintiendo desde hacía días al respirar.
—Bien. Por hoy estaríamos. En un par de días, con el medicamento que te dí, estarás como nuevo.— le dijo de espaldas mientras se dirigía hacia su escritorio.
—Fue por mí.
—¿Qué...? — Sakura alzó la vista unos segundos para encontrarse con esos profundos ojos negros que la detallaban, pero no se quedaría viéndolo para darle la oportunidad de que leyera de ella algo que no quería mostrar — No, no fue por ti.— sacó de su cajón el recetario junto a la lapicera, meditando en si era acertado mentirle justamente a ese ninja que podía sacarte la verdad con un simple genjutsu del que ni se darías cuenta — Bueno, ¿sabes? En realidad sí... Sí. Parte sí fue por ti. — terminó de escribir las indicaciones y suspiró rindiéndose— Sí, Sasuke. Estaba mal por ti. Pero no me debes nada. Ya no. Sólo... olvídalo.
— Sakura.— se acercó abotonándose el chaleco con una sola mano. — Sabes que no hubiéramos funcionado.
Ella apretó los dientes en ese momento. Sobre todo cuando lo vio de pie frente a ella, con esa mirada fría como si hablara de un simple trámite.
—¿Y crees que no lo sé? Pero a diferencia de ti, yo si sentía algo y estaba dispuesta a... lucharlo.
—No me eras indiferente. Yo te tenía cariño.
Ella rió con algo de sarcasmo.
—Digamos como que... no era suficiente ese cariño. Pero ¿sabes? Es pasado y no te reclamo nada. Así que simplemente... olvídalo. — se puso de pie extendiéndole las indicaciones — Aquí tienes por escrito lo que acabo de decirte.
—No es necesario. Voy a recordarlo.
—Tómalo. — su tono no daba lugar a réplica.
Sasuke lo tomó y lo guardó en el bolsillo delantero del chaleco antes de buscar su capa.
—Me deja tranquilo que no haya pendientes entre nosotros. Va a facilitar trabajar juntos.
Ella ni le respondió. Ni siquiera lo miró.
—Pero, Sakura, ten cuidado con Kakashi.
Sonrió con furia. ¿Qué carajos? ¿Quién lo habilitó a meterse en su vida?
—Eres muy enamoradiza y hermosa, y él muy astuto. Puede aprovecharse de ti.
—Sasuke, ya vete.
—Te lo digo con la mejor de las inten-
—Vete. ¡Ya!— gritó con furia apretando los puños sobre la mesa.
La miró unos segundos, dejando la capa colgar de su brazo. Cualquiera podría no entender la exagerada reacción de la pelirrosa ante ese consejo bien intencionado, pero nada estaba más lejos de la realidad. No para él. Era un tipo frío pero no estúpido. Y allí estaba sucediendo lo que suponía, lo que convertía a su advertencia en una inútil.
—Tsk. Como quieras. — y giró retirándose tranquilamente, como si fuera un paciente más.
Sakura exhaló todo el aire contenido en sus pulmones al sentir el sordo sonido de la puerta al cerrar tras la partida del Uchiha, y relajó su cuerpo sobre la silla.
La furia le carcomía por dentro. Sentía unas enormes ganas de romper algo. Sus puños apretados, dejaron los nudillos pálidos marcando pequeñas líneas sobre el escritorio de madera que comenzaba a crujir.
¿Quién carajos se creyó que era él al meterse así en su vida? ¿En qué momento sintió que tenía siquiera el derecho de opinar?
Idiota. Un idiota.
No le bastó sólo con sacarse la ganas con ella y dejarla tirada como un mero objeto que ya carecía de valor. En sima ahora, meses después y aun sin siquiera dignarse a demostrar pena o apuro aunque sea por mera cortesía, el sujeto se brindó las atribuciones altruista de ¿ayudarla?
Apretó los dientes rumiando la furia que se deshacía en su boca arremolinada en saliva. ¿Cómo pudo estar enamorada de... de eso alguna vez? ¡Doblemente idiota! Y en ese instante se detestó más por ese capricho infantil que la llevó a atarse a un sujeto que no valía más que siquiera alguna fantasía, que por el simple hecho de lo que osara a decirle.
Y aún peor se sentía por permitir que esas palabras la afectaran de tal forma, desestabilizándola de esa manera. Tendría que haberle arrojado unas cuantas verdades a la cara, aprovechando el riesgo que asumió al traer al presente lo que ella ya había enterrado.
¡Triplemente idiota!
¿Cómo pudo paralizarse así por el enojo y simplemente echarlo? Eso no podía quedar así. El malestar no la soltaría sino resolvía toda la mierda que él había arrojado dentro de sus pensamientos. Respiró hondo tomando el coraje que quemó sus pulmones al llenarlos, y se puso de pie dispuesta a buscarlo y cantarle todo lo que tenía dentro. Porque la escucharía, ¡sí que la escucharía!
El carraspeo detrás de la puerta la detuvo por un segundo.
—Disculpa Sakura, ¿estás ocupada?
Esa voz masculina, tan pesada y elegantemente modulada terminó de romper las nocivas cavilaciones que la dominaban, y volvió en si misma notando el desastre que acababa de hacerle a su escritorio. Y hubiera sido peor si llegaba a salir de esa oficina en busca del Uchiha.
—Eh... no... no... — se sentó manoteando rápidamente un par de papeles para ocultar las incipientes grietas.— ¿Quién me...? ¡Seiyi! Cierto que ... pase... ¡Digo! Pasa, por favor adelante.
Suspiró acomodando el semblante mientras cruzaba las manos sobre los papeles, e intentó dibujar una mueca de amabilidad cuando él entró, caminando con su mejor porte de arrogante elegancia. El estoicismo de su figura era apenas cincelado por la cálida sonrisa que le brindó al percatarse de la jade mirada que destilaba un grado de inestabilidad desde la pelirrosa.
Contrajo el ceño, había visto en el pasado esa clase de dolor mezclada con frustración en los hermosos iris de la joven. Y sabía quién le provocaba la precisa mezcla de emociones que la dejaban así. Apretó los dientes en el instante en que reparó la persona con la que acababa de cruzarse en las escaleras hacia esa oficina. Y no había sido mera coincidencia.
El joven Uchiha. Era evidente que había estado con ella antes de que él llegara. No mucha gente circulaba por esa ala del hospital, y menos hacia las antiguas oficinas, tan alejadas de todo. Y el estado de la joven, ese estado tan característico de dolor en ella, no podía deberse a otra cosa que no fuera ese sujeto. Conocía a detalle la historia sucedida entre ellos, sobre todo lo devastadora que había sido para la joven. Lo había visto de primera y segunda mano durante todos los días en que la observara cuidándola a pedido de Kakashi.
Miró por sobre su hombro hacia atrás, hacia las escaleras, conteniendo la molestia que le causó saber que acababan de lastimar a Sakura. No sabía bien el cómo, pero sí tenía la certeza de cuánto.
Cerró la puerta tras de él y se volvió a ella con una sonrisa, ocultando el disgusto. Ya se ocuparía del sujeto después.
—Si llego en mal momento, puedo venir más tarde.
— No, no...— suspiró acomodando un mechón de cabello tras la oreja — No es necesario. No me pasa nada... Está todo bien y — cerró la boca al notar la mirada incrédula con la que la escrutaba — ¿Tan mala cara tengo?
—Mala no. Tú nunca tienes una mala cara, no para mí — dejó su abrigo en el respaldar de la silla y tomó asiento frente a ella, apoyando las erguidas espaldas en el respaldar mientras cruzaba una pierna sobre la otra. — Sólo te noto algo ...furiosa.
Ella intentó sonreír para persuadirlo, pero él no cambió la expresión con la que esperaba la verdad.
—Y no me equivoco. Nunca. — y elevó una ceja cuestionadora.
Sakura respiró hondo bajando todas las defensas. Se sentía algo inestable como para poder darle lucha a Seiyi. Ese hombre siempre la ponía inquieta, pero por alguna razón le hacía sentir que todo estaba bien a su alrededor, que con él estaba...segura.
—Bueno, sí... No voy a negártelo. Menos a ti. Pero ya se me pasa, en serio. Ya sabes...cosas del trabajo que a veces afectan.
— Trabajo... — chasqueó la lengua fijando esa incrédula mirada en ella — ¿El paciente que acaba de retirarse intentó propasarse contigo?
—¿Cómo? — lo miró descolocada — ¿Dices que si Sasuke intentó...?
—Sasuke...— dijo con sorna, como si acabara de descubrir la identidad del sujeto — Con que así se llama.
Ella asintió sin darle demasiada importancia.
—Él no... bueno, no voy a negártelo, discutimos. Pero no es algo nuevo entre nosotros. Lo conozco de hace años, es mi compañero de equipo.
—¿Tu equipo?
— El siete. El equipo de Kakashi. — le dijo con orgullo.
—Cierto... cierto, ahora recuerdo. Tú eras la pequeña ninja del equipo de Kakashi Hatake. — sonrió recordando aquellas épocas en que la joven fuera una niña, una simple y menuda niña a la que no le encontraba el motivo para que tuviera a su amigo tan loco — Fue el único grupo de genin que llegó a pasar sus pruebas. El enigmático y exigente Kakashi Hatake. ¡Todo un personaje!
—¿Lo conoces?
—¿A Kakashi? — ella asintió — Tengo que. Sabes que soy uno de sus agentes.
— Cierto, cierto. Y, además, uno de los importantes.
Le confirmó sus palabras con la mirada, con ese asentimiento tan altruista casi de realeza que no hizo más que paralizar todo en ella. Ese hombre sentado en frente tenía una presencia tan imponente, y la detallaba con tal minuciosidad que a vece le parecía sentirlo leyendo sus pensamientos.
—Así que entiendes la reserva que debes tener con nuestras conversaciones.
—Entiendo. Por eso te atiendo aquí, lejos de todo. Las enfermeras se ponen algo curiosas con mis pacientes, no sé por qué. Y contigo las tengo husmeando a más no poder. Digamos como que... no pasas desapercibido, menos para las mujeres.
—Agradezco entonces las molestias que te tomaste.
Ella le restó importancia con un agite de su mano — Es lo menos que podía hacer. Me gusta cuidarte... digo, cuidar de mis pacientes. De todos. ¿No?
Se carcajeó nerviosa por el fallo de sus palabras. El galanteo del hombre no le era indiferente, a ella ni a ninguna de las mujeres del hospital. Pero no por eso podía dejarse así tan en evidencia, ya no era una chiquilla.
Seiyi no pudo más que profundizar su mirada en ese instante, aprovechándose del momento de debilidad en la joven al notar el leve sonrojo que se extendía sobre sus mejillas. Le encantaba cuando las palabras que ella pronunciaba le fallaban exponiéndola, por eso la motivaba a hablar, había descubierto un punto por donde colarse. Y mentiría si no admitía que le fascinaban esas reacciones, ansiando como nunca tener la oportunidad de profundizar en ellas pero en otras situaciones.
—Así que el equipo siete... O sea que tu entrenamiento fue finalizado por uno de los sannin legendarios. Nada más ni nada menos que por la mismísima Tsunade Senju.
—Así es. — suspiró aliviada por el cambio de tema — El quinto fue también mi sensei.
—Eres una caja de sorpresas, Sakura — y esbozó una encantadora sonrisa de lado, de esas sonrisas elegantes y seductoras que le confería un aura de hombre irresistible.
Sakura notó sus mejillas arder con mayor intensidad en ese momento, sintiendo la necesidad de huir de la mirada del Hyuga.
— Bueno, no es tan así. Tuve mucha suerte y estaré toda mi vida agradecida por ello.
—Una suerte que supiste aprovechar. No cualquiera sabe detectar las verdaderas oportunidades en la vida y trabajar por ellas. Y tú sí, lo que te convierte en una mujer muy inteligente.
—Gracias.
—Y hermosa.
Ese fue un coqueteo. Sutil pero directo, tomando a Sakura con la guardia baja. Lo miró en ese instante, con los ojos abiertos y completamente sonrojada.
—Seiyi, escúchate... — le sonrió nerviosa — Soy más... más simple de lo que crees.
—¿Simple? No menosprecies la belleza que portas. Eres una mujer que está más allá de lo exótico.
—Ya... no exageres ¿quieres?
—¿Yo? ¿Exagerar? — una carcajada grave y sensual adornó esa endemoniada sonrisa — No soy hombre de dar cumplidos, Sakura. Nunca utilicé como recurso la adulación. Así que entiende que mis palabras no buscan nada más que reconocer lo que tengo en frente.
Ella suspiró sonrojándose aún más.
—Y no te avergüences, sólo disfrútalo.
—Yo...yo...gracias — balbuceó — E-es que no acostumbro a ...recibir tantos halagos.
—¿No? Y yo que creí que sería tan sólo uno más en tu vida.
—¡No eres para nada uno más!
Él alzó una ceja y su mirada se volvió depredadora en ese instante. Elegante, pero peligrosa acelerando todo en Sakura, advirtiendo al fin que debía cortar ese juego el cual había iniciado con... no sabía cómo, pero que estaba absolutamente fuera de su control.
—Ya... d-digo, no eres alguien... del tipo...común. Y... — carraspeó mirándolo con el ceño contraído, en el afán de conferirse una imagen de seria profesionalidad, aunque no engañara a nadie, menos a Seiyi que la observaba sonrojarse una y otra vez ante cada una de sus palabras — No deberíamos retrasar más el tratamiento, se-señor Hyuga.
Él carcajeó por lo bajo. Demasiado bajo y profundo. Le encantaba como la chica reaccionaba y entendía que la había puesto demasiado nerviosa. Era perverso y en un grado incorrecto lo que le hacía, pero no podía resistirse a ello, era uno de los pequeños placeres que por el momento podía tener que con ella. Y no era hombre de negarse placeres, menos de sentir culpa por ellos. Siempre prefirió pedir perdón antes que permiso, y con ella no sería la excepción. Menos con ella.
—Perdona...Seiyi.
—No, perdóname tú a mí. Es que te encontré tan molesta que no pude contenerme. Mi intención no era hacerte perder el tiempo. — y se puso de pie quitándose la yukata para comenzar a desatarse la camisa de seda que vestía debajo, frente a ella. — Menos incomodarte.
Nunca dejó de detallarla mientras se quitaba la ropa, observando como ella se esforzaba por desviar la mirada buscando ente los papeles lo que suponía eran su historia clínica. Realmente le fascinaba la chica y la forma en que su naturaleza se rebelaba ante él, entendiendo al fin lo que le sucediera a su amigo durante tantos años.
—N-no es necesario que te la quites— lo detuvo Sakura antes de que deslizara por los brazos la camisa para quedar desnudo de la cintura hacia arriba, como lo había hecho en las citas previas — Hoy ha-hace frío y ... puedo trabajar a-así.
Quiso abofetearse mentalmente al notar ese tartamudeo nervioso cuando él esbozó una sonrisa de lado devolviendo la camisa sobre sus hombros, pero sin cerrarla al frente, lo que tornó toda su presencia en una aún más descaradamente sensual.
«Dios»
Tuvo que contener el aire en sus pulmones para no jadear. La verdad, era peor así que desnudo. La seda pesada caía sobre cada trabajada fibra muscular acentuando las formas masculinas de ese ancho torso y, él, con esa mirada penetrante y tan elegante sobre ella, no hacían más que recordarle lo condenadamente apuesto que era su paciente. Y que de alguna forma parecía estarle... ¿coqueteando?
No, no podía ser. Esas eran fantasías de una mente de chiquilla ingenua y pervertida. Se rio mentalmente por sus ocurrencias. Nozomi la estaba contagiando con todos esos chismes románticos tan exagerados, y las anécdotas de amantes fallidos con las que le sacaba alguna que otra carcajada cada semana.
Carraspeó quitando toda su timidez y con la mano le indicó que se recostara en la camilla. Lo siguió por detrás, frotando enérgicamente las palmas entre sí para templarlas. Lo que tenía que hacer requeriría contacto de piel y no soportaría verlo estremecerse por su frío toque, menos teniéndolo a medio vestir luego de ese juego de flirteo.
—Bueno... hoy no debería dolerte lo que voy a hacer. Me dices si hay molestias.
Él no le respondió. Sólo giró el rostro hacia ella, mientras el pesado y largo cabello caía por el costado de la camilla. Y la miró a los ojos una vez más, antes de que ella rehuyera de ese contacto sonrojándose nuevamente.
Sonrió satisfecho.
«Preciosa.»
El final del día le dejaba a Sakura un saldo de dos rondas a reorganizar por un médico que se había retirado por gripe, papelería administrativa a autorizar, una agenda de dos cirugías para programar y el disgusto por las palabras de Sasuke que la acompañaron el resto de la tarde desde que las oyera. Y, para completar el cuadro, no había podido ir a almorzar con Kakashi.
Si bien el día no había sido una locura gracias a las medidas que acertadamente el hokage tomara por el temporal, algunos accidentes menores se habían dado. Y ella tuvo que asistir un par de fracturas cerradas que requirieron de su destreza con chakra, consumiéndole su tan esperada hora de almuerzo. Ni siquiera hablando con Shikamaru pudo reprogramarlo, lo que la molestó aún más. Contaba con el alivio emocional que le brindaría compartir aunque sea unos minutos con Kakashi.
Las palabras del Uchiha resonaban una y otra vez en su cabeza, tan despectivas y frías que le encendían la bronca ardiéndole en la boca del estómago. Y no era que le habían implantado dudas sobre las intenciones de Kakashi hacia ella. Podría tenerlas, no lo negaba, pero no en el sentido malicioso que él le sugería. El bienestar que su ex sensei le causaba con cada caricia, hasta solo con su presencia, la alejaban de ese supuesto hecho.
Lo que realmente le molestaba era que el ninja había osado a opinar sobre su vida, siendo que él no podía ni siquiera a aspirar a ser ejemplo de nada.
No tenía ni el derecho ni el permiso, ni siquiera la obligación moral. Ella no era una doncella ingenua en apuros a la que había que salvar de la perversión. Y si lo fuera, tampoco allí él tendría permitido el consejo.
Suspiró hondo con los dientes apretados. Ni siquiera la forma en que estampó en la hoja su firma, casi traspasando el papel, le ayudó a aliviar la bronca. Menos el caramelo de su chupaleta, el cual molió de un solo mordisco. Maldijo cuando se quedó sólo con el cabito. Realmente le gustaba saborear esos dulces, jugando con la bolita de caramelo entre sus labios y dientes, mientras el azúcar se le deshacía en la lengua tiñéndola del color que tocara de acuerdo al sabor. ¡Hasta ese placer le arruinó Sasuke! Y agradecía que Seiyi apareciera tan de repente durante sus segundos de furia, evitando que quedara en ridículo por la escena que iba a montarle.
Suspiró maldiciendo por lo bajo, tomó otro dulce desde el cajón y se lo llevó a la boca tratando de no morderlo otra vez. A veces se desconocía. Realmente le hubiera venido muy bien ese almuerzo con Kakashi, y no pudo evitar la sonrisa que se deslizó en su rostro al recordar las miradas del peliplata, y la forma de sus labios cuando se movían al hablarle, el sabor que le dejaba en la boca al besarlo. Todo era tan caliente, tan exquisito y tan... correcto con él, que agradecía como se habían dado las cosas entre ellos esos últimos días.
Tuvo que apretar las piernas cuando su piel recordó el placer que sólo ese hombre sabía brindarle con maestría, quejándose por la abstinencia de besos a la que debió someterse durante horas, presa de sus obligaciones de médico.
Le gustaba su ex sensei. Siempre le había gustado. Y ahora sabía que ella a él también. Y no veía la hora de verlo nuevamente.
Nunca nada era suficiente con él, menos quedarse quieta. Si le robaba un beso, terminaba devorándolo. Si un abrazo la sorprendía, era imposible no acabar enredados en la cama o en el sillón, y el suelo funcionaba también. Si acaso una caricia se colaba indecorosa, nada se detenía hasta dejarlos agotados, reclamando por aire y descanso.
Sí... nunca se había sentido mejor en toda su vida.
El golpeteo en la puerta la sobresaltó. Contrajo el ceño molesta. No esperaba a nadie y no quería intromisiones que la retrasaran. Necesitaba terminar todo e irse cuanto antes para buscar a Kakashi e invitarlo a cenar. No sabía si esa noche quedarían en su casa o en algún restaurant, y la verdad que ya lo extrañaba.
Miró hacia la puerta dudando, pero sus ganas de finalizar la jornada fueron más grandes que su decoro. Y se sumió en el trabajo ignorando a la persona que la llamara.
Pero quien fuera que estaba del otro lado, sabía que en el consultorio había alguien. La luz que se colaba por las rendijas bien la delataban, y golpeó nuevamente girando el picaporte en vano ya que la puerta estaba cerrada con llave por dentro.
Sakura gruñó ante la insistencia.
—¡No estoy para nadie! — gritó asumiendo que era Nozomi o alguno de los otros médicos.
—¿Ni siquiera para mí?
La voz grave se oyó opaca detrás de la puerta, pero era inconfundible. Sakura abrió grandes los ojos sonriendo ampliamente.
«¡Kakashi!»
Rápidamente soltó todo y se dirigió a la puerta, desprendiéndose la bata de médico en el camino, para alisar la ajustada camisa más dentro de la pollera tubo que se había puesto. Esa mañana, al salir de la casa de Kakashi, pasó por su departamento para cambiarse de ropas y así sorprenderlo al mediodía con un atuendo más atrevido. Nada fuera de su estilo, pero eligió uno que le marcaba algo más las curvas. Claro que tuvo que posponer la sorpresa.
Acomodó la chupaleta a un costado y abrió sonriéndole seductoramente.
—Hokage. — lo llamó con voz dulce y profunda.
—Dra. Haruno...— le respondió mientras la detallaba de arriba abajo, demorando la inspección en los pechos de la joven, deteniéndose al fin en el dulce con el que jugaba entre sus labios.
Y en ese instante reparó lo deliciosa que se vería su polla en esa boquita húmeda y carnosa.
Carraspeó.
—¿No me va a invitar a pasar, doctora?
—¡Oh, que maleducada de mi parte! Adelante, hokage. — Y se corrió lo necesario para que él ingresara, pero no lo suficiente para que lo hiciera con comodidad.
El cuerpo delgado y alto de Kakashi no pudo pasar sin rozarle con el brazo los pechos, dedicándole una sonrisa seductora debajo de la máscara durante todo el recorrido. Su niña rosa estaba juguetona esa noche, y le encantaba que se soltara con esa picardía. Sentía que retaba su lado más dominante, demandando de la firmeza de su placer.
—Disculpe, doctora. No fue mi intención tocarla.
Ella rió.
—Debería ser más cuidadoso, hokage. Cualquiera pensaría que intenta propasarse conmigo.
— Usted no se corrió lo suficiente.
Ella entrecerró los ojos lamiéndose los dientes que asomaban por su amplia sonrisa.
—Hokage, acaso sugiere que... ¿lo estoy provocando?
Él caminó hacia el escritorio en absoluta calma, quitándose sin apuro el abrigo, y luego giró haciéndole una seña con la mano para que cerrara la puerta, mientras se apoyaba en el escritorio.
—No sería la primera vez, ¿no, Sakura? — le dijo con voz grave cuando ella trabó la puerta colocándole cerrojo.
—Así que te provoco.
—Mmm... algo.
Ella caminó lentamente hacia él, quitándose la bata de médico para dejarle a la vista la ajustada camisa que se hundía en la pollera tubo, la que llegaba un par de centímetros sobre la rodilla.
Kakashi la detalló de arriba abajo nuevamente, ahora que no había nada que le impedía apreciarla con claridad, sin poder evitar reparar otra vez en los pechos que apenas se asomaban cuando Sakura desprendió el segundo botón.
—¿Te gusta?
—Sabes que te prefiero con menos tela en sima.
—Ummm... — hizo un pequeño puchero — Y yo que me la puse para ti.
—Pero yo no estuve en todo el día contigo... ¿debería creerte que fue para mí?
Sakura detuvo sus sensuales pasos frente a él y le rodeó el cuello con los brazos, posando el cuerpo sobre el firme de su sensei. Él ni se movió, obligándola a estirarse en puntas de pie para apenas estar más cerca de su rostro. Escasamente si inclinó la cabeza, sólo para verla a los ojos sin facilitarle la tarea de alcanzarlo. Ella quería jugar y él era un ávido jugador.
—Estaba en mis planes almorzar contigo — le dijo haciendo una pequeña mueca de queja al mirarlo desde abajo — Pero tu secretario no me dejó.
—Ah... sí... No es fácil encontrar buen personal hoy en día. — y le tomó la cintura con una mano jalándola más hacia él. — Permíteme compensarte. ¿Cenarías conmigo?
Ella le sonrió mordiéndose el labio inferior.
—¿Sólo cenar?
Él rio. Una carcajada profunda que la estremeció.
—¿Alguna vez te he invitado sólo a cenar?
— ¿Últimamente? — Sakura arrugó la nariz. — Nope.
—¿Y entonces?
—Ummm... me encantaría. — y deslizó una mano hacia la máscara con la intención de bajársela para dejar libres esos labios de los que se había abstenido demasiado tiempo para su gusto, más teniéndolo tan cerca.
Pero él se lo impidió al sostenerle la muñeca alejándola de su rostro.
—Sakura, ¿qué intentas hacer?
—Besarte.
—¿Besarme?
—Sabes que me encanta besarte. Te lo he dicho muchas veces.
—Aja... pero ¿te he dado permiso? — Le habló con una tranquilidad espeluznante, con voz oscura y dominante.
Y sus ojos se oscurecieron en ese momento. La miró desde arriba, una mirada arrogante, pesada y hambrienta, que la hizo estremecer excitándola casi instantáneamente, sin poder controlar nada de lo que sucedía en su cuerpo. La respiración se le volvió pesada, entrecortada, y tuvo que apretar las piernas por el apremiante deseo que le invadió su centro mojándola en segundos.
—No respondiste a mi pregunta, Sakura.
Ella bajó la mirada en ese instante. Sonrojada, apenada, terriblemente excitada.
—No — apenas logró articular respirando pesado.
Kakashi sonrió debajo de la máscara. Su niña rosa era perfecta. Apenas si había realizado un par de movimientos y la tenía en un estado delicioso. Sin mencionar que sabía lo mojada que debía encontrarse y ya le picaban los labios por saborearle esas dulces carnes antes de follarla duro. Y podría hacerlo, en ese preciso instante. Pero prefería esperar, tenía otras ideas, y por primera vez en casi una década, sabía que podía disfrutarla sin fingir ser alguien más.
—¿Quieres que te deje besarme?
Ella asintió apenas, colgada de su cuello, sin alzar la mirada.
Kakashi encorvó un poco su espalda, inclinándose hacia el costado del rostro de la pelirrosa, quien quedó inmóvil al sentir el aliento de su ex sensei cerca del oído.
—Vas a tener que merecértelo esta noche. — le susurró con voz oscura.
Ella jadeó repentinamente. Y sus mejillas se tiñeron.
—¿E-estamos jugando... s-sensei?
—¿Y tú qué crees?
Tuvo que apretar las piernas nuevamente con esa pregunta, cerrando con fuerza los labios para contener un gemido. La horda de placer que la invadió en ese instante, provocada por unas simples palabras articuladas bajo una voz tan dura, tan profunda, no hizo más que confirmarle que lo que fuera a suceder ni bien cruzaran la puerta de la casa de Kakashi sería extremadamente caliente. Y lo disfrutaría como nunca.
—Que... que lección vamos a... a...
—¿Lecciones? Digamos como que... voy a tomarme libertades artísticas.
—Y... ¿y eso? — su cuerpo tembló de anticipación.
— Que no sabrás que voy a hacerte esta vez, Sakura.
Ella se estremeció en ese instante. Su sensei siempre fue impredecible, pero desde que iniciaran este juego sexual casi siempre lo que sucedía era lo que habían leído primero. El no saber qué iba a hacerle, como iba a tocarla, la excitaba de una forma que nunca pensó que fuera posible. Y se desconocía, nunca había sido una mujer tan sexual.
—¿Vas a ser...como Jean?
Él carcajeó.
—¿Malo?
—Digo... — alzó la mirada tímida a él — ¿Muy...muy duro?
La mirada de Kakashi se volvió perversa pero indescifrable.
—¿Quieres eso?
Ella jadeó. Ya sentía su centro palpitando de sólo evocar en su mente las imágenes de Kimikura inmovilizada, totalmente a merced de Jean, gozando cada toque hasta los más egoístas.
Asintió mirándolo con las mejillas encendidas y la respiración descontrolada. Ya no tenía en los ojos la seguridad con la que le había abierto la puerta de su consultorio, pero sí mucha expectativa. E impaciencia.
—¿Entiendes lo que me estás pidiendo?
Bajó la mirada temblorosa asintiendo y eso no pudo más que enloquecerlo.
Kakashi le tomó el mentón y lentamente se lo alzó para verla a los ojos.
—No va a ser romántico. ¿Estás bien con eso?
—Mhm— respondió tímida, apretando los labios y el dulce que aún permanecía entre ellos.
Kakashi le tomó del cabito y se lo quito lentamente, escuchando un dulce sonido al romper la succión con la que lo sostenía.
—Me gusta esto. — se lo pasó por los labios — Y más cuando lo chupas.
Ella le sonrió apenas, asomando levemente la punta de la lengua para pasarla sobre la bolita roja del dulce, rodeándolo lentamente, mientras observaba a su ex sensei con una mirada de duda ante el movimiento.
«Deliciosa...»
—¿Estás juguetona hoy, eh?
—Muy — le respondió con esa timidez aviesa que lo volvía loco — ¿Está mal eso, sensei?
Kakashi gruñó. Realmente deliciosa.
Y se desenredó de esos brazos para tomar el abrigo de la pelirrosa, extendiéndoselo.
—Nos vamos.
Ella carcajeó juguetona metiéndose la chupaleta nuevamente en la boca antes de abrigarse y tomar la cartera. Respiró hondo un par de veces para acomodar su cuerpo y su presencia antes de salir de la oficina. De reojo detalló a Kakashi, él lucía simplemente perfecto, como si nada hubiera sucedido aunque sabía lo excitado que estaba. Había sentido la dureza del varón contra su abdomen y no veía la hora de tenerlo dentro devorándole la boca mientras tanto.
—¿Con hambre, hokage?
—Mucho.
Y salieron tras cerrar con llave la oficina, caminando uno al lado del otro, rápido y esforzándose por disimular la nueva relación que los ataba conteniendo la necesidad de tocarse mientras avanzaban. Había muchos ojos en ese hospital, muchos curiosos y no querían generar rumores que les opacaran el momento. Aunque poco les importaba que supusieran sobre ellos, había gente querida en sus vidas que podían verse afectadas, debían mantener el decoro.
Bajaron rápidamente las escaleras, saludado a los médicos que iniciaban la guardia, y a la seguridad de la puerta principal quien, con una amable sonrisa, les destrabó las puertas de vidrio para que el hokage y la futura directora salieran sin mayores complicaciones.
Se miraron sonrientes ya fuera del hospital y de la mayoría de las miradas intrigadas con que los saludaban al pasar a su lado. Kakashi subió las solapas de su abrigo al sentir el viento, mientras Sakura terminaba de envolver su cuello con la bufanda. Él la observó unos segundos sin poder evitar, en un arrebato, tomarle la bufanda subiéndola más arriba para taparle hasta la nariz.
Se miraron con picardía antes de que él le ofreciera el brazo, el que ella tomó riendo. E iniciaron su camino. A su noche. A su juego.
Ansiosos como si fuera la primera vez.
—Amor... ¿todo está bien?
—Sí — y bebió un sorbo de la sopa desde la taza, sin despegar la mirada hacia la calle siguiendo el rápido caminar de dos transeúntes en particular.
—¿Qué haces ahí? Está frío. Ven conmigo.
Desde el cuarto piso, Sasuke apoyado en el borde del marco de la amplia ventana hacia la calle, observaba los movimientos de Kakashi y Sakura sin perder detalle alguno. No respondió a los llamados de su mujer, ni siquiera le dio un indicio de haberla escuchado. Él era así y ella lo conocía.
Se tomó unos segundos más hasta que los vio doblar la esquina perdiéndose de su alcance. Suspiró antes de beber un nuevo sorbo.
—Ahí voy.
—¿Estás trabajando?
—Algo así.
Dejó la taza en la mesa que Sakura les prestara para hacerles la estadía más cómoda, y se dirigió hacia la cama. Karin le sonrió cuando se encontró con esa dura mirada sobre ella. Una mirada que le fascinaba y que ahora podía reclamar como propia.
—El hokage te dio unas vacaciones, aprovéchalas. — y se corrió un poco para darle espacio en la cama.
Sasuke no dijo nada, tampoco había algo que decir. Se quitó los zapatos y tomó la taza que su mujer le entregaba, antes de arropar una de las almohadas en contra del respaldar recostándose al lado de Karin.
Ella se rodeó los hombros con el brazo de Sasuke, acomodándose sobre su pecho con una sonrisa de placer en los labios.
—Me encanta que estés aquí. — alzó la mirada reclamando ese contacto —Nos encanta tenerte con nosotros.
Sasuke le sonrió con calidez en los ojos ahora. Le encantaba cuando ella hablaba de una familia. Luego de dejar a Sakura en busca de su camino, día a día una nueva necesidad se había instalado en él. La de reiniciar su clan. En algún momento había pensado en regresar y desposarla, al fin y al cabo Sakura era una fuerte ninja, con un control fuera de lo normal sobre el chakra y le gustaba, tenía varias características físicas que lo incitaban. Pero eso fue antes de volver a cruzar a Karin luego de que la liberaran.
Siempre le había gustado la pelirroja, sobre todo lo obediente que era a su mando, siendo el único que podía dominarla y por el que la chica hacía lo que fuera. Sin mencionar que le fascinaban sus pechos y lo flexible que era en la cama. Y allí ni lo pensó, menos luego de que en una descontrolada noche de pasión ella le confesara que no se había cuidado, que quería tener un hijo con él. Lo tomó como una señal y aprovechó el momento. Semanas después lo supo, ella estaba embarazada y no pudo sentirse más que complacido.
Hasta que el destino lo devolviera a Konhoa prematuramente. Eso no estaba en sus planes.
Encontrarse con Sakura no le causó nada. Tampoco le preocupaba ese reencuentro, pero al verla nuevamente, por un segundo había considerado que quizás podrían llevarse mejor y reiniciar algo del pasado. La ninja estaba más hermosa que cuando la dejara y sabía que él la enloquecía.
Lo que nunca esperó fue encontrarla esa tarde en la casa de Kakashi. La forma en que ella miraba a su ex sensei le recordó antaño, cuando él y sólo él recibía esa clase de atención desde la pelirrosa. Y no le gustó.
Menos cuando vio desde Kakashi desplegarse esa aura de dominio que la marcaba como propia. Allí sucedía algo. Siempre sospechó que a su ex sensei la joven no le era indiferente, la protegía demasiado en las misiones, siempre más atento a ella que a sus otros dos alumnos. Aunque, en esas épocas, pensó que se trataba de simple caballerosidad.
Pero hoy, luego de esa discusión, lo supo. Sakura se acostaba con Kakashi.
Kakashi le había quitado lo suyo.
Y no le gustó en absoluto.
¡Chan! Sasuke, Sasukito... ¿pero que te pasa?
Es complicado este chico, ¿no? ¿Ustedes que creen? ¿Creen que realmente sienta algo por Sakura o no le gusta perder? Si será...
Pero salgamos del drama... ¿a que estuvo lindo Kakashi más dominante? ¿O no? Ahí todo juguetón y duro jajajajaja... Ya como que el dulce estaba demasiado dulce y necesitábamos algo de látigo jajajajaja
Bueno chiquis, verán que hoy vine el miércoles, cumpliendo cronograma. Y espero que les haya gustado el capítulo porque a mí me encantó escribirlo.
Ahora sí, nos vemos el próximo miércoles. ¡Chauchis!
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