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Capítulo 10

El aroma sutil a café fue de a poco llamando su atención hacia la conciencia. Aun somnolienta no entendía bien qué sucedía.

Esos aromas, café fuerte de máquina y un toque de vainilla horneada, le encantaban. Le fascinaba despertar de esa forma y eso sucedía cada vez que la vecina aparentemente tenía una alegría con su esposo. Era evidente que esa noche habían estado felices y agradecía la particular forma de gratitud que tenía la metiche señora.

Sonrió con gusto sin abrir los ojos, frotándose contra la mullida almohada en la que reposaba. No recordaba que fuera tan grande y confortable. Y que oliera tan bien.

Aspiró profundamente hundiendo más el rostro en la suave tela. Ese perfume que la impregnaba era delicioso, de notas suaves y especiadas, con un toque de caoba al final pero tan masculino y relajado que terminaba siendo muy sensual, tal y como oliera su sensei.

«Kakashi...»

Su sonrisa se ensanchó al recordarlo. Lo bien que él le hacía sentir con su calma presencia y sus palabras, lo que se esforzaba en busca de su bienestar. No estaba obligado a hacerlo, y aun así él no la abandonaba. Y quizás era eso lo que esa mañana la tenía tan feliz, él y su insistencia, y sus provocaciones.

Había dormido profundamente como no lo hacía desde meses, sintiéndose totalmente descansada. Y extremadamente relajada, como si se hubiera liberado de alguna forma. Feliz era el sentimiento que mejor definía su adormilado estado de ánimo.

Inhaló otra bocanada de ese aire cargado del aroma de su ex sensei. No entendía por qué lo tenía tan impregnado, quizás era su imaginación que lo evocaba una y otra vez, pero no le importaba. Estaba bien así.

Y en ese instante otros sentidos se activaron.

Desde algún punto sonidos agudos, de utensilios chocando, llegaron a ella. Alguien estaba cocinando y no podía ser su vecina quien los provocara. A menos que estuviera en su propia cocina.

«¿Qué mierda?»

Abrió los ojos de repente, y la realidad la golpeó al constatar en donde se encontraba. Y lo recordó todo.

Estaba en la cama de Kakashi.

Había dormido toda la noche en la cama de su ex sensei.

Había dormido con él, junto a él en su cama, luego de...

Se sentó de repente tapándose la boca con ambas manos al recordar escenas de la caliente noche que habían tenido.

Había visto el rostro de Kakashi.

Sus labios, su sonrisa, ese rostro tan simétrico y proporcionado. Como esos ojos oscuros se fijaban en ella mientras una mueca perversa teñía las masculinas facciones con un atractivo irresistible.

El desgraciado era apuesto. ¡Qué decir! Estaba bueno por donde se lo viera y tenía ese brillo de aviesa picardía en la mirada que la hacía temblar, excitándola como nadie. Él era realmente caliente y... ¡lo había visto desnudo!

«¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Por kami! ¿Qué hice?»

Las mejillas se le colorearon profusamente al recordar cómo él le besó la piel, como le mordió tantas partes de su cuerpo y lo que la encendió con tan poco. Esa lengua era el infierno cuando le recorría el cuello. Y esos dedos sobre su intimidad, la incendiaron.

La fuerza con que la sostenía maltratándole deliciosamente las muñecas, su voz grave, oscura, lo exigente que fue con ella provocándole esa furia que elevaba su lascivia de una forma que nunca imaginó sentir... fue todo tan fuerte.

Y fantástico.

¿En qué momento la lectura del icha icha se volvió tan... explícita? Entendía que la intención siempre había sido que ella aprendiera más sobre su sexualidad, pero ¿cómo pudo descontrolarse de esa forma con un hombre al que debía su completo respeto? Porque era consciente de que ella nunca detuvo nada y de que rogó por más.

No encontraba una explicación en ese momento y, a pesar del nerviosismo y la pena que la invadían por su audacia, no podía sentirse mejor. Siempre le había gustado Kakashi, tenía que admitirlo al fin. Siempre le hizo sentir ese revoloteo en el estómago cuando se acercaba demasiado a hablarle, o cuando la miraba de esa forma que la estremecía acalorándola. Al principio no lo entendía demasiado, pero ahora todo estaba claro. Y anoche pudo confirmarlo.

Tomó la almohada que yacía tras ella para apretarla contra su rostro y liberar ese gritillo de ansiosa alegría que la invadía. Sin saber exactamente qué fue todo eso, había sido fantástico y no sentía culpa. Era extraño, pero por primera vez luego del sexo, o como sea que se llamara lo que hicieron, no estaba incómoda ni en falta por lo que había hecho. Las cosas con Kakashi siempre se sentían como si fueran correctas. Nadie más le brindaba esa seguridad.

Y abajo estaba él preparando el desayuno. Eventualmente la llamaría cuando estuviera listo. Y lo vería otra vez. ¿Se cubriría nuevamente el rostro? Porque moría por verle esos labios nuevamente, esa caliente sonrisa. Y de sólo imaginarlo un profundo calor punzó en su centro.

Se abanicó la cara con las manos respirando profundo para tranquilizar sus colores. Sin negar que sentía algo de vergüenza al enfrentarlo teniendo tan frescas las sensaciones de la noche anterior, las ganas de verlo definitivamente ganaban. Lo que sucediera, sin haberse dado el sexo tradicional, había sido tan sensual y erótico, tan condenadamente excitante, que tranquilamente podría repetir si él siquiera lo insinuara.

Y moría de ganas de que así lo hiciera.

Salió de la cama en un salto. Sentía los ojos hinchados y un leve repaso en su cabellera le dio a entender que era un completo desorden. Rápidamente encontró un espejo, uno enorme que cubría por completo las grandes puertas corredizas del ropero al lado opuesto de la cama. ¿Por qué un hombre necesitaba un espejo tan grande? No podía responderse la pregunta en ese momento, pero le venía de maravillas para acomodar velozmente su aspecto.

Alisó con las manos la enorme pijamas que él le prestara para pasar la noche. Olía a él. Todo olía a él, hasta ella misma y eso no pudo más que provocarle una sonrisa. Ajustó el cordel del amplio pantalón que se le caía al caminar, y allí notó que no llevaba bragas. Una risilla se le escapó al recordar la forma en que las había perdido y tuvo que apretar las piernas de sólo evocar lo que vino después.

Respiró hondo un par de veces sacudiendo la cabeza para quitarse esas imágenes, y acomodó torpemente con las manos los alborotados cabellos, antes de encaminarse hacia la escalera que la llevaría a la cocina.

Bajó rápida pero silenciosamente. Estaba ansiosa y quería tomarse unos segundos después de verlo antes de anunciarse.

Pero todo se fue al demonio ni bien cruzó el umbral de la puerta. Al encontrarlo de espalda, vistiendo su ajustada camiseta que marcaba tan endemoniadamente bien esa ancha espalda, con la máscara arrugada en el cuello, señal de que no la estaba utilizando; todo en ella se alborotó haciendo inútil su intención de pasar desapercibida.

—Oh...wow... ¿Kakashi?

«¡Que idiota Sakura! ¿Quién más iba a ser?»

Kakashi giró al escucharla, aun con la cuchara de batir en la mano. Y ella jadeó al apreciarlo de frente. No sólo porque la luz del día le ofrecía un mejor panorama de ese cuerpo debajo de la ropa, sino porque el delantal a lunares atado a su cintura le conferían un aspecto más irresistible. Un hombre así de caliente, sabiendo lo que hacía en la cocina, arrojaba la compostura de Sakura al demonio.

—Wow...— abrió enorme los ojos sonrojándose profusamente — Estás... ¡wow!

Pero lo mejor del momento, o lo peor para su ya alborotada libido, era que no se había cubierto el rostro. Si durante la noche, con la escasa luz de la lámpara de living, notara lo atractivo que era, ahora le quitaba el aliento.

—Hey... al fin despertaste dormilona.

Ella no podía ni hablar. Menos cerrar la boca. Con los ojos bien abiertos, al pie de la escalera había quedado helada viéndolo.

Kakashi era demasiado apuesto. Ahora entendía todo lo que siempre le sucediera con él.

—¿Hola? — le sonrió saludándola con duda, llevándose la mano libre a la nuca en gesto de incomodidad ante la mirada con que ella lo recorría. — Espero que tengas hambre porque estoy haciendo el desayuno, e hice bast-

—No te cubriste.

Él tomó la tela arrugada del tapabocas que posaba en su cuello y le sonrió nuevamente

—Ah, esto. Bueno...consideré que ya no era necesario entre nosotros ¿no? Digo, mi rostro, lo viste anoche.

Ella asintió repetidamente y tragó con dificultad intentando cortar ese embrujo. Comenzó a caminar lento acercándose a la barra del desayunador que dividía la cocina del resto de la sala, y tomó asiento en una de las banquetas altas que se encontraban de su lado.

—Yo... no entiendo porque te cubrías tanto. Con el equipo creíamos que tenías algo, digo, algo malo que querías ocultar. Pero eres... eres muy lindo... ¡Qué digo! ¡Estás realmente bueno, Kakashi!

Él le brindó una amplia y seductora sonrisa, sin poder evitar el leve sonrojo en sus mejillas que a ella le resultó encantador.

—Bueno...gracias.

—¿Gracias?

—Eh...sí. Me dijiste un cumplido. Y los cumplidos se agradecen, ¿no?

Y giró cuando el pitido de la cafetera expreso le indico que el agua estaba a su justa temperatura.

—Lo haces sonar cómo si no te lo hubieran dicho antes.

—Es que no me lo dijeron tantas veces.

Ella rodó los ojos molesta. No entendía porque, en ese preciso instante, esas simples palabras la habían ofuscado.

«"Tantas veces." Sí, seguro...»

—No te hagas el modesto que no te queda.

Él sonrió para sí mismo. Fue ácido el reclamo. Y le encantó.

—¿Qué?

—Seguro que las cientos de mujeres con las que estuviste no te lo dijeron antes. Sí, y yo me chupo el dedo.

Rio por lo bajo mordiéndose el labio inferior. Ya sabía a lo que ella se refería con esa queja repentina. Estaba celosa.

— ¿Cientos? — una suave carcajada se le escapó mientras colocaba las tazas bajo los picos expreso — Sakura, no fueron tantas.

Nunca la había visto con ese comportamiento tan explícito hacia él. Y le fascinaba.

— Pero fueron muchas.

—Mmmm... menos de las que crees. — y encendió la máquina expreso para que comenzara a servir el café, observando el lento llenado. — ¿Cómo quieres endulzarlo? ¿Prefieres la miel o azúcar normal? Porque tengo de mascabo que es más-

—¡No me desvíes la conversación!

Kakashi rio sin replicarle. Estaba atento a detener la máquina en la medida justa de llenado de las tazas.

— Te lo tienen que haber dicho antes. ¡Y punto!

—Eh...nope. — carraspeó en anticipación a la provocación que le brindaría a continuación — No todas me lo dijeron.

—Me estás mintiendo. — rumió con furia. La simple mención de otras detrás de la palabra "todas" recrudeció ese malestar que sentía.

—No... ¿por qué lo haría?

—Porque de seguro te mostraste ante otras mujeres.

Él carcajeó — No te creas.

¡Cómo la estaba disfrutando!

—Kakashi...

—De verdad te digo.

Ella pestañeó incrédula. Pero igual de molesta que antes. Aunque nada de lo que él le dijera le cerraba y eso la enfurecía. No le gustaba imaginarse que a otras las hiciera sentir tan bien como a ella.

Cuando era su alumna, en varias oportunidades, demasiadas para su gusto, había observado como muchas mujeres, fueran ninjas o civiles, se le insinuaban coqueteándole. Algunas eran descaradas, otras más sutiles. Pero él le respondía casi a todas. Bueno, a todas no, sólo a las más hermosas. Podía elegir el desgraciado.

Y recordaba que estaba enojada sin razón durante días luego de percatarse de esa clase de flirteos, más si eran exitosos.

Ahora entendía el porqué de esas molestias. Y le enfurecía aún más.

—Me tomas de idiota. Porque no te imagino haciendo... digo... "eso"... sin bajarte la máscara.

—¿Haciendo qué?— provocó sin voltear.

—¡Ya sabes a lo que me refiero!

—¿Follar?

No le respondió y él lo tomó como un sí.

—Tengo mis métodos, Sakura. Sabes que no me muestro ante cualquiera.

Ella no sabía si alegrarse o golpearlo en ese momento.

Por las dudas, lo golpearía. Pero con las palabras, para que pudiera terminar el desayuno. Olía bien lo que estaba cocinando y tenía mucha hambre.

—O sea que te las follaste a todas.

Kakashi rio con ganas. Ella ni se imaginaba cuáles eran sus métodos y sería muy difícil explicarle sin exponerse y horrorizarla.

—No Sakura. No soy tan fácil como piensas.

Si bien disfrutaba muchísimo brindado placer, sometiendo a las mujeres que así lo demandaban, nunca cedía al pedido de sexo. No se acostaba con cualquiera. Conocía en detalle el disfrute femenino, y de cómo llevarlas al límite una y otra vez, no en vano se había ganado una excelente reputación en su mundo siendo uno de los dominantes más buscados por las sumisas, pero no se acostaba con ellas.

Sólo tres mujeres habían logrado llevarlo a la cama. Aquel amor adolescente que lo iniciara en su sexualidad, la primer sumisa con la que se introdujo en ese mundo que le fascinara, y la rubia y despampanante Zulima.

A las demás sólo le permitía eventualmente que le brindaran sexo oral, y únicamente sucedía cuando estaba de humor y por demás excitado. El resto del tiempo le alcanzaba para liberarse el placer que ellas le reglaban gustosas con sus gestos, súplicas y gritos.

Nadie le veía el rostro completo. Nunca.

Aunque claramente Sakura, su niña rosa, era la excepción en cada uno de sus principios. Con ella quería todo. Y todo el tiempo.

—¡No puede ser! Te tienen que haber visto...

—No. En absoluto. Eres... — contó mentalmente levantando un dedo por cada mujer que había visto su rostro — Cuarta...no, estaba la niñera que me cuidó así que...quinta. Sí, eres la quinta a la que me muestro.

Esas palabras sonaron sinceras y no pudo ocultar la sonrisa que se dibujó en su rostro. Así que ella era algo así como exclusiva para él.

Lo que no se imaginaba era cuánto.

—¡Jódeme!

Él la miró de reojo sonriéndole con picardía. — Cuando quieras.

Sakura se sonrojó al instante, hasta las orejas, y el calor en su cuerpo aumentó al recordar el exacto momento en que él se movía sobre ella viéndola con esa mirada tan oscura, y lo mucho que había deseado que la penetrara.

Se llevó rápidamente las manos a las mejillas intentando vanamente ocultarlas.

—¡No! ¡No quise decir eso!

Kakashi rio sonoramente mientras posaba ambas tazas, llenas hasta la mitad, frente a ella.

— Eres malo...— y le sacó la lengua en queja.

Ella no era consciente de lo que ocasionaba en él con ese gesto. Al peliplata le encantaba, le provocaba una ternura que le daban ganas de comérsela cuando ella hacía esas muecas con la mezcla exacta de inocencia y sensualidad. Le pellizcó una de las mejillas con el dorso de los dedos, apretando los dientes para contenerse.

— No te das una idea de lo linda que eres cuando te molestas. — y giró para tomar el recipiente con leche espumada dejándola totalmente acalorada.

Y tranquila.

Acababa de borrarle de un plumazo el enojo. Iba enterándose que él tenía una clase de súper poder que funcionaba con ella, tanto para encenderla de inmediato como para calmarla sólo con una caricia.

— No puedes hacerme esas bromas ahora, Kakashi... después d-de anoche. Yo...

—Estuvo bueno el libro que elegí, ¿no?

Ella asintió varias veces sin emitir sonido alguno, observando cómo con maestría el volcaba la leche espumada dentro de cada taza de café, generando dibujos de corazones.

— Ey, no te hacía tan hábil con el... ¿cómo se llama eso que haces con el café?

—Barista. Tuve que aprenderlo para una misión de encubierto

Ella rio, una risita suave de sorpresa. — Eres un misterio andante, sensei. Ni un día es aburrido a tu lado.

—Si tú lo dices. Y, por cierto, soy tu ex sensei. — le sonrió extendiéndole la taza de café con el dibujo de corazón más grande.

—Ya está endulzado. Con dos cucharadas y media, como te gusta. De mascabo, es más saludable.

Ella no pudo más que devolverle el gesto tomando la taza con ilusión observando ese corazón temblar sobre la superficie a medida que ella lo soplaba respetando su ritual, sin ser consciente de la atenta mirada de Kakashi ni de lo que él disfrutaba de la escena.

—Pruébalo y me dices.

—Es que me da pena romper ese dibujo — acotó puchereando antes de beber el primer sorbo.

— ¿Y?

— Mmmm... ¡Riquísimo! Y le pusiste... ¡canela!

Él asintió mientras bebía el suyo.

— En serio, no dejas de sorprenderme.

— Ya sabe señorita, lo mío es la información.

Ambos se sonrieron coqueteando inadvertidamente, quedando en silencio de repente, sólo observándose mientras bebían lentamente de sus tazas. Se generó un momento en el que la sensación reinante era la necesidad de hablar, pero ninguno mencionaba palabra alguna.

El timbre del horno rompió la tensión.

—Tengo algo más que creo que va a gustarte. Hice galletas de avena con chocolate.

Y giró rápidamente tomando el guante para horno.

—Awww... sabes cómo conquistar a una chica por el estómago.

Rieron, mientras él sacaba la bandeja diligentemente, acomodando las galletas de a una en la fuente de porcelana que ya tenía prevista para presentarlas.

—Aquí están. Espera un rato a que se enfríen. — Le advirtió al posar la bandeja frente a ella.

—Ey... ¿por quién me tomas?

—Por la ansiosa que eres — y le brindó un golpecito en la mano que ella había extendido para tomar una.

Rieron en ese momento, mirándose a los ojos, sonriéndose mutuamente.

Sakura suspiro cuando se llevó la tasa a los labios. Estaba nerviosa. Quería hablar con él sobre lo que había sucedido, sólo que no sabía cómo comenzar. Y entendía que no debía sentirse de esa forma, había confianza entre ellos.

Él era su sensei, ¡ex sensei!, y tal vez era eso lo que la ponía tan nerviosa. O tal vez que él fuera tan guapo. ¿Y si era por las dos razones? ¿O porque le gustaba más de lo que admitía?

—¿Kakashi?

— ¿Mhm?

—Emm, puedo...— carraspeó nerviosa — Digo... ¿puedo preguntarte algo?

—Sabes que sí.

Ella respiró hondo.

—Anoche...lo que hicimos...— suspiró — Bueno...fue intenso.

No era lo que quería decir, pero era algo.

—No fue fácil demostrarte lo que se siente bajo esa sesión de erotismo y-

—¡Oh, ya lo creo! — Y comenzó a abanicarse con la mano para refrescar sus mejillas coloradas intensamente otra vez.

—Espero no haberte incomodado. Yo me dejé llevar un poco y temo que-

—¡No! ¡No! No te preocupes. Estuviste bien, muy bien... fuiste muy... dulce.

—Bueno...no definiría lo que te hice como dulce, pero si tú lo dices.

—Sí, sí... pero lo que... — jugó nerviosa con sus dedos — Es que yo sentí que me... ummm...no sé cómo decirlo ...yo-

—Si no te gustó o te sentiste incómoda, dímelo. No voy a ofenderme.

— Es que no es eso. Yo... a mí ...— respiró hondo con esos ojazos bien abiertos —Me...me gustó mucho y...— el enrojecimiento en sus mejillas se incrementó tan sólo de considerar lo que iba a decir, y no pudo más que taparse la cara con ambas manos — ¡Ay, dios! ¡Me desconozco!

Él sonrió victorioso. Si bien buscaba que su niña rosa descubriera su propio placer, no podía evitar aprovechar a meter bocado e insinuarle sus gustos. Sabía que no tenía sentido lo que hacía ya que entre ellos no debía haber nada más, pero no pudo ni quiso contenerse la noche anterior. Menos privarse del regocijo que le brindaba explorarla y encontrar esa sensibilidad extrema a su toque, y ese gusto que demostraba por las prácticas en las que poco a poco la iba introduciendo, aun sin la intención expresa de buscar algo más. Pero era de tontos negarlo, quería todo con ella.

La reacción de Sakura había superado cualquiera de sus expectativas, y era tal que lo volvía loco llegar a simplemente considerar lo que podría ser si decidía seguir por ese camino. Pero a la vez lo atormentaba. No era lo correcto arrastrarla a su mundo, con un hombre como él, roto.

—Tranquila, estás conmigo.

Ella asintió bajando lentamente las manos y mirándolo tímidamente aún con sus mejillas rosas.

—Yo...creo que m-me descontrolé anoche.

—Señal de que la pasaste bien. —Le acarició la mejilla con el pulgar sonriéndole comprensivamente. — Y me alegro.

—Sí...pero creo que...demasiado.

—¿Y eso es malo por?

—Malo no... sólo que...yo... ¿te pedí que...?

Kakashi le sonrió sensualmente, captando la duda de inmediato.

Demasiado sensual para el gusto de Sakura.

—Sí.

Ella respiró hondo sin ocultar su preocupación.

— ¿Cuantas...?

—Cuatro veces.

—¡Ay dios! — Y se escondió otra vez detrás de sus manos.

Él rio tomándole de las muñecas para bajarlas y verla a los ojos.

—Ey...tranquila. Estabas conmigo.

—Sí...pero es que...¡yo no soy así!

—Bueno...tal vez sí conmigo.

Ella emitió un quejido ante esas palabras.

—Mira, esto que hacemos no tiene por qué ser de esa forma si te inquieta. Solo quiero ayudarte a que te descubras porque veo que lo necesitas. Pero si no estás cómoda con esto podemos detenernos. No te sientas obligada a-

—¡Es que no me siento obligada a nada! Y...y...es que me ...g-gusta esto de leer y poder preguntarte cosas.

—Bueno, hagamos sólo eso entonces. Leamos y me preguntas. ¿Te parece bien?

Ella lo miró a los ojos unos segundos antes de asentir con algo de duda.

Y él percibió esa dubitación.

Le sonrió de lado retirando lentamente sus manos de las de ellas, rozándole con las yemas las muñecas en un gesto casual, que de casual no tenía nada. Sabía que con ese toque la provocaría. Ella se soltaba ante él mostrándole lo que realmente pensaba y deseaba con la justa incitación. Y necesitaba desesperadamente conocer lo que pasaba por la cabeza de su niña rosa.

Esa piel porcelana se estremeció bajo la leve caricia y su mirada jade tembló. Pequeñas reacciones que sólo él podría notar, porque la conocía más que nadie.

Ella lo miró, con duda, con temor.

Y él cerró la provocación rozándose inocentemente el labio inferior con el pulgar, simulando limpiarse restos de espuma de café.

Esa mirada indecisa se posó sobre ellos instantáneamente, y las ansias por besarlos regresaron. Fue en el exacto instante en que ella se humedeció sus labios en deseo que él sonrió con un dejo de perversión en los ojos, al clavarse en la temblorosa mirada de su niña rosa.

Ella respiró pesado, sin poder ocultar la agitación del nerviosismo.

—Y si... y si luego de explicarme... ¿m-me siguen quedando dudas?

—Te lo explico más detalladamente.

—¿Y si... s-si quiero saber, digo, experimentar l-lo...lo que se siente?

La mirada sobre ella se oscureció.

Esa era la respuesta que buscaba. Tuvo que moderar su propia respiración para no poner en evidencia lo que le excitaba la situación.

—Pasamos a la práctica.

Ella asintió cortando por un instante el contacto visual.

—Y si... ¿y si la práctica es más...íntima?

Él sabía a lo que se refería.

—Si así lo quieres, lo seguimos.

Suspiró temblorosa.

—Y...h-hasta donde...digo...tú crees que... lo seguiríamos.

Kakashi le sonrió seductoramente.

—El límite lo pones tú, Sakura.

Los ojos de su niña rosa se abrieron más en ese momento, y lo miró por unos segundos para luego desviar la atención a la taza frente a ella.

—O-ok. — balbuceó.

Se acomodó ansiosa en la banqueta, tomando con ambas manos la taza. Respiró hondo varias veces acariciando con los pulgares el borde tibio del recipiente. Él sólo la observaba.

—Yo... no quiero que pienses que soy...que esto...yo no podría con cualquiera.

Él rio. Una leve risa profunda que la estremeció.

—No soy cualquiera para ti, Sakura.

Sus oscuros ojos se fijaron en los de ella. Y allí se quedaron. Y esa vez ella no rehuyó la mirada. No había vergüenza ni temor. Solo duda por inexperiencia y mucha expectativa por la curiosidad de experimentación, por saborear más de esos placeres que la recorrieron en una breve degustación. Esos placeres que se intensificaban por provenir de ese hombre que respetaba, que podía considerarse prohibido para ella, pero admitiendo al fin que le gustaba con locura. Que siempre le había gustado.

Y él tenía mucho para ofrecer. Ella era material moldeable en sus manos y estaba ansioso por darle todo lo que le fuera permitiendo, formándola a su gusto. Siempre había querido esto. Siempre la había deseado. La amaba con locura, pero la deseaba como un enfermo. Y se odiaba por ello. Porque sabía que no debía arrastrarla a sus perversiones.

Aun así, no podía resistirse.

No midieron cuando lentamente se acercaron. Ella perdida en los labios de su ex sensei. Él buscando con las yemas de los dedos esa sensible piel que tanto la provocaba.

El llamado a la puerta con una serie de golpes apurados los desconcentró pero ninguno rompió la mirada que los envolvía.

Unos segundos se midieron y el llamado nuevamente los alertó.

—Creo que deberías atender— susurró Sakura, pero no se movió del lugar.

—Debería.

—Eres el hokage.

Kakashi gruñó con fastidio alejándose de ella, cortando el contacto.

Los golpes insistieron nuevamente con mayor intensidad.

—¡Ya! Ahí voy, ahí voy.

Caminó hasta la puerta y la observó una última vez sonriéndole antes de subirse el cubre bocas para atender. Se veía hermosa en sus piyamas con las mejillas encendidas.

—¡Hokage sama! Lamento despertarlo tan temprano un sábado pero tenemos una urgencia.

Shizune comenzó a hablar a toda velocidad detrás de su bufanda, ni bien Kakashi abrió la puerta, entrando rápidamente sin esperar a ser invitada. Tenía los hombros y la cabeza llena de copos de nieve y el abrigo que la cubría se veía demasiado liviano para las temperaturas que se colaron por la abertura.

—Como verá, el temporal que se pronosticaba como un evento muy raro acaba de llegar a Ko-

Enmudeció cuando vio a Sakura sentada detrás del desayunador vistiendo un pijamas que indiscutiblemente no era suya, en evidente señal de que había pasado la noche con su antiguo sensei.

Contrajo el ceño extrañada y parpadeó varias veces para asegurarse de que era real lo que veía.

—¿Sakura?

Ella sonrió y la saludó tímidamente con la mano.

—¿Que...?

—El temporal Shizune, me estabas hablando del clima.

—Eh...Sí, sí. — volvió su atención hacia Kakashi no sin antes fruncir nuevamente al ceño al mirar por última vez a la ex alumna de su superior, la que se encogía en su asiento como si quisiera desaparecer.



—Bueno...al parecer los planes que tenía para la tarde se me acaban de arruinar.

Kakashi murmuró tras cerrar la puerta.

Volvió su mirada a ella que expectante esperaba con la taza entre ambas manos. Le sonrió mientras se bajaba la máscara. Era realmente agradable poder mostrarse al frente de ella. Y más agradable era la forma en que su niña rosa lo miraba, porque había deseo en esa mirada y lo enloquecía.

Un sonrojo le cubrió las mejillas a la joven cuando él se acercó.

—¿Y cuáles eran esos planes?

—Eran unos que incluían una chimenea, un par de libros y una hermosa ninja.

—¿Si? — ella sonrió ampliamente.

—Así es. Pero no sé si a ella le hubiera gustado.

—¿Y se lo preguntaste?

—Iba a hacerlo. — se apoyó sobre el desayunador tras esas palabras, acercándose a ella.

—¿Si? ¿Y qué te detuvo?

—Shizune.

Ella carcajeó coqueta, bajando la mirada unos segundos. Dejó suavemente la taza en su plato, para descansar los codos en la mesada, balanceándose hacia el frente más cerca de su ex sensei.

Frunció la nariz contrayendo los labios, en esa mueca que a Kakashi sólo le provocaba a devorarla.

—Es molesta a veces, ¿no?

—Ahhh... que voy a decir, es su trabajo. — miró hacia el techo antes de volver su atención a ella. —¿Y? ¿Qué me hubiera respondido la hermosa ninja?

Sakura se mordió el labio inferior divertida, sonrojándose nuevamente.

—Umm...si no hubieran llegado Shizune... ¿me hubieras preguntado?

Él se carcajeó sonriendo de lado. Si no hubiera llegado Shizune, no estarían ni siquiera vestidos en ese momento, menos manteniendo esa coqueta conversación.

—Dicen que es muy difícil hablar coherentemente durante un orgasmo.

Una risita aguda y juguetona se le escapó a la pelirosa. En sus mejillas se intensificó el enrojecimiento mientras que la mirada se tornó chispeante. A Kakashi le encantaban esas reacciones. Le volvía loco, más de lo que llegaba admitir.

—Buen punto, sensei. Realmente muy bueno.

Él le guiñó el ojo antes de acariciarle la mejilla y alejarse para volver a beber su café. Y para mantener bajo a raya las terribles ganas de follarla sobre ese desayunador que lo asaltaron en ese preciso instante.

Ella respiró hondo soltando el aire lentamente. Se sentía excitada, terriblemente excitada. La humedad entre sus piernas era evidente, más sin bragas. Lo deseaba con locura. Ese hombre le encantaba y si él hubiera hecho algún movimiento que le insinuara continuar con el juego de seducción, no dudaría ni un segundo en pedirle repetir lo de la noche anterior.

Pero en su lugar decidió simplemente mirarlo de arriba a abajo y de regreso simplemente imaginando lo que podía ser. No quería demorar más el desayuno, el hokage tenía urgencias que atender para con la aldea, y ella también. La situación afuera se había complicado y tenían que hacerse cargo de sus deberes.

Se llevó una galleta a la boca mirándolo una vez más. Ese hombre era caliente por donde se lo viera. Y ahora que ella sabía el placer que podía brindarle, se le hacía difícil esperar por la hora en que se desocupara de sus labores para seguir leyendo junto a él. O meditando. O experimentando. ¡Lo que sea!

Necesitaba desesperadamente sentirlo nuevamente. Y por completo la próxima vez.

—Sí...qué pena que interrumpieron tus planes.



Hola, hola, hola.

Esta vez, me pasé de cumplidora. Publiqué un día antes. ¡Sí! Hoy no es jueves y publiqué. Je je je

Lo que pasa es que mañana va a ser un día intenso y no quería no poder llegar a publicar y, bueno, me iba a enojar sino podía. Así que ¡acá está! No creo que se enojen por adelantarme, ¿no?

Peeeero... sé que se van a enojar por que no pasó lo que querían que pasara (aún no pasó). Y creanme cuando les digo que mi intención no es hacerlas sufrir, pero se ve que a mis dedos sí por que salen con estas cosas jajajajaa...

Siempre digo que conmigo hay lemmon, limón o cochinada asegurada. Sólo que a veces hay que saber esperarme, y ya verán porque jijijijijijii 

Espero que lo hayan disfrutado aunque me salió medio cortón. 

Nos vemos el próximo jueves. No mañana. El de la semana que viene.

Besos!

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