Capítulo 2.
Amaris.
Mi mirada fija en el exterior se encuentra con un mar de sombras y ramas, estamos dentro de un bosque que parece interminable, oscuro y denso. Los árboles se alzan como gigantes encapuchados, sus ramas enredadas golpean el auto en un ritmo constante, como si quisieran advertirnos del peligro que acecha. El camino, es más parecido a un sendero abandonado que a una carretera, serpentea y se desvanece en la oscuridad, envolviéndonos en un abrazo inquietante.
Hemos estado así durante cuatro interminables horas, atrapados en una travesía sin fin. Mis preguntas son como ecos en la cabina del vehículo, repitiéndose sin cesar, pero ninguna obtiene una respuesta más allá de "Lo sabrás cuando lleguemos".
Evan y Anne están más callados que nunca, revisan la hora, revisan sus mapas antiguos, lucen ansiosos y provocan que mis nervios hagan opresión en mi pecho, sabiendo que este viaje no es una mudanza más.
— Oigan — los llamo, ellos me ven por el retrovisor casi al instante. — . ¿Al menos puedo saber por qué llaman "Territorio humano" a... la ciudad, el país, el continente o lo que sea?.
— Es territorio habitado por humanos, por eso lo decimos así — responde Evan. Frunzo el seño levemente.
— Si,¿pero a qué te refieres con "humanos"? — pregunto. — ¿Y a donde vamos? ¿Por que no hay nada cerca?.
— Amaris — me llama Anne en tono calmado. — lo sabrás cuando lleguemos.
Y ahí está.
Suelto un bufido y ruedo los ojos mientras me hundo en el asiento cruzando mis brazos y mirando por la ventana nuevamente.
De repente, la música del radio se corta abruptamente, el sonido blanco del estático invade el espacio mientras la señal se pierde completamente. El vehículo se detiene con un estrépito que resuena en mis huesos, y un escalofrío recorre mi espalda como si la propia tierra estuviera temblando.
— Lo sabía, aún recuerdo el camino — murmura Evan con una mezcla de orgullo y emoción. — El auto llega hasta aquí. Hora de bajar — sentencia apagando el motor con un clic definitivo.
Se baja con una calma calculada y rodea el auto, abriendo mi puerta con una elegancia que solo aumenta mi desasosiego. Me extiende el brazo, una invitación que acepto con recelo descendiendo mientras mi mente lucha por hallar algún indicio de dónde estamos, pero solo me encuentro con mi propio reflejo en el auto, mi cabello luce casi blanco en medio de la oscuridad y mis ojos lucen más resplandecientes que nunca, el gris casi se convierte en plateado. Frunzo el seño tomando el cabello entre mis dedos para verlo más de cerca, parece resplandecer.
Anne sigue a Evan, sus pasos tranquilos, como si estuviera en su propia casa. El maletero se abre con un crujido y Evan comienza a bajar nuestro escaso equipaje.
Ni siquiera me dejaron traer todas mis cosas, esto sí que es extraño.
Me alejo del auto, mis pasos resonando en el vacío, me esfuerzo por observar con detalle el entorno: un bosque tan impenetrable como una pesadilla. No hay rastro de civilización, solo el susurro inquietante del viento entre los árboles.
— ¿Qué estamos buscando aquí? — pregunto, con mi voz temblando mientras me giro para enfrentar a mis guías. Ellos se miran.
— Está es la frontera entre el territorio humano y Los reinos de la Luna — responde Evan, — . En el reino... las cosas son diferentes, todo lo es. Así que no podemos seguir en el auto.
Miro a mi alrededor nuevamente, este no parece un reino, y tampoco una frontera; no termino de mirar a los árboles cuando el suelo debajo de nosotros comienza a temblar, las pequeñas piedras en el suelo rebotan como si fueran impulsadas por una fuerza invisible. El pánico se apodera de mí cuando Evan me toma del brazo, arrastrándome detrás de él y Anne. Ambos me colocan a salvo, acorralándome contra el auto. Mi corazón late con fuerza, cada latido reverbera en mi pecho mientras las pisadas se acercan, es una estampida, una que parece imparable.
En un instante, el bosque se llena de una oleada de lobos anormalmente grandes, sus ojos brillando con una ferocidad terrorífica. Los hombres a caballo que los acompañan visten con pieles ásperas, chalecos de cuero y pantalones de telas primitivas que parecen más adornos de guerra que ropa. Todos tienen el cabello oscuro brillante y una piel color canela que indica cuánto tiempo pasan bajo el sol. La escena es un cuadro que podría haber salido de una leyenda olvidada.
El miedo se arremolina en mi estómago mientras los lobos rodean nuestra posición, sus miradas penetrantes y sus gruñidos llenan el aire. Estoy atrapada en una pesadilla que parece cobrar vida, el misterio de este lugar y la amenaza palpable de los lobos creando un torbellino de terror que amenaza con consumirlo todo.
Cuatro hombres a caballo se abren paso entre las bestias gigantes, sus monturas avanzan con una majestuosidad que parece aplastar la densa oscuridad del bosque. Cuando llegan frente a mis cuidadores, el líder, un hombre de presencia imponente, ojos almendrados y piel canela sonríe con una mezcla de respeto y emoción.
— Bienvenidos de vuelta a su hogar — dice con una voz profunda que retumba en el aire. Su mirada atraviesa el pequeño espacio entre mis protectores y se encuentra con la mía. — ¿Nuestra Alfa?.
Evan y Anne se apartan con una precisión casi ceremonial, dejándome completamente expuesta ante el hombre y su impresionante séquito de lobos. Mi corazón late frenético mientras el miedo y la fascinación se entrelazan en mi pecho.
El hombre baja de su caballo con una gracia que contrasta con la ferocidad de los animales que lo rodean. Avanza hacia mí con pasos decididos, y un escalofrío recorre mi cuerpo cuando me mira con una sorpresa evidente.
— Es la viva imagen de su madre — susurra. Lo veo frunciendo el ceño con confusión mientras él se arrodilla frente a mí, en un gesto de devoción. — Mi Alfa.
Los hombres detrás de él también se arrodillan, sus gestos reflejan una sumisión y respeto tan profundos que me hacen cuestionar mi realidad. Los lobos, que hasta hace un momento eran una masa de pelaje feroz y ojos inquietantes, ahora se tumban en el suelo, extendiendo sus patas delanteras hacia mí en un acto de reverencia.
La visión de estos seres majestuosos y de estos hombres, me deja sin aliento. La confusión me atrapa, pero hay algo en la manera en que todos se postran ante mí que empieza a habitar en mi interior.
— Le presento a su manada, "Los salvajes de la luna" — anuncia Evan con una solemnidad que corta el aire. Los aullidos eufóricos de los lobos llenan el bosque, un coro salvaje que se eleva hacia el cielo. Los hombres sonríen con orgullo, y sus gritos y silbidos se mezclan con los aullidos, creando una sinfonía que me hace temblar y espanta a las aves que vuelan despavoridas entre las ramas. — Han esperado diecisiete años para volver a ver a su Alfa.
Mientras los ecos de los aullidos reverberan en mis oídos, siento un peso inmenso sobre mis hombros comenzar a oprimirme.
Este lugar, estos seres, esta manada... Todo comienza a cobrar sentido pero al mismo tiempo es desconcertante.
— ¿Yo soy su Alfa? ¿Como un Alfa de lobos? — pregunto, el temblor en mi voz me traiciona revelando el torbellino de emociones que siento. La confusión y el miedo se mezclan mientras observo a las majestuosas bestias que nos rodean, sus ojos brillando con una intensidad que me resulta casi abrumadora ¿cuántos son? ¿son miles? si, definitivamente lo son, ¿pero cuantos miles de ellos? — ¿Cómo es posible?
— Su tío espera en la aldea, mi Alfa. Será mejor que comencemos el viaje de regreso. Tal vez en el camino pueda resolver algunas de sus dudas. — responde el hombre con una formalidad tan imponente que casi me hace sentir aún más pequeña. — Tenemos caballos preparados para ustedes.
— ¿Caballos? — elevo las cejas con incredulidad, mi mente abrumada por la serie de preguntas que surgen acompañados de un miedo atroz por no saber montar. — Perdón, ¿tengo un tío?.
El hombre dirige una mirada cautelosa hacia mis cuidadores, quienes ahora muestran signos de incomodidad y vergüenza. La tensión en el aire es palpable.
— Creímos que sería más seguro mantenerte en la ignorancia hasta que fueras lo suficientemente madura para poder comprender — explica Anne, sus ojos llenos de una mezcla de preocupación y arrepentimiento. Su voz es suave pero firme, como si intentara calmar no solo mi ansiedad, sino también la suya.
Anne se acerca, su expresión es una máscara de resolución y una pizca de desesperación, mientras Evan se mantiene a mi lado, sus ojos vigilantes sobre el entorno. Su presencia es una barrera protectora contra el desconocido que grita órdenes a nuestras espaldas.
— Amaris, te lo explicaré en el camino — dice Anne con una determinación que apenas oculta su propio nerviosismo. — Tu tío te dará todas las respuestas que buscas.
El camino, el dichoso camino, ¿es suficientemente largo para que estas personas resuelvan todas mis dudas? No lo sé.
— Bien — me resigno sin saber que más hacer. — , entonces vayamos allá — declaró girándome y caminando para subir de nuevo al auto, Evan rápidamente pone una mano sobre la puerta de este, impidiéndome abrirla, lo miro desconcertada.
— Los autos no pueden entrar a Los reinos, te lo dije antes — susurra para mi.
El hombre al que Anne se dirige muestra un leve signo de decepción mientras niega con la cabeza, como si la tecnología moderna y la comodidad del mundo exterior fueran conceptos ajenos a su realidad.
— Nuestra manada es una de las más antiguas, sin autos, sin electricidad — dice, como si esa afirmación fuera suficiente para explicar la brecha entre nuestros mundos. — No usamos los inventos del humano.
Un chico se acerca a mi con un caballo detrás de él, sus manos llevan las riendas y el animal obedece a su ritmo calmado. Dos chicos más lo siguen cada uno con un caballo también. Cuando llega hasta mi me extiende las riendas del animal.
— Este es su caballo, mi Alfa — me dice el hombre, entregándome las riendas con una reverencia que acentúa aún más el aire de solemnidad.
— Oh, gracias — murmuro, tomando las riendas con manos que no pueden dejar de temblar. El caballo, grande y poderoso, se presenta ante mí como un gigante sereno.
Evan se acerca para ayudarme a montar. Cada intento fallido aumenta mi ansiedad, hasta que finalmente logro acomodarme sobre el caballo. Los hombres de la manada observan con una mezcla de admiración y respeto, sus miradas fijas en mí como si esperaran algo de mi presencia.
Mi mirada se dirige a Anne, que está montada en otro caballo detrás de mí. Su rostro refleja una emoción contenida, sus ojos brillan con una mezcla de alegría y ansiedad mientras me observa.
— Bienvenida Alfa Amaris Khan — pronuncia el hombre.
— ¿Khan? — pregunto, el apellido resuena en mi mente como un eco lejano. — ¿Qué significa eso?
— Es el apellido de tu padre — aclara Anne, su voz ahora una mezcla de firmeza y ternura mientras guía mi caballo con habilidad.
— ¿Y cuál era el apellido de mi madre? — la curiosidad me consume, mientras siento que cada respuesta es un fragmento vital que se me ha estado ocultando.
— Ella era conocida simplemente como Esmeray — responde el hombre a caballo con una reverencia en su voz. — O más comúnmente como "Hija de la Luna".
Mis ojos se amplían al escuchar ese nombre, la revelación me golpea con la fuerza de una ola.
Hija de la Luna la frase hizo eco en mi mente, ¿que significa esto? ¿Por que siento que una parte de mí reconoce esas palabras aunque nunca las había escuchado antes?
La manada que nos rodea, cada lobo con su propia aura de reverencia, se despliega a nuestro alrededor, sus cuerpos masivos y poderosos acentuando la gravedad del momento.
— ¿Por qué se llamaba así? — pregunto, con la voz empapada en una mezcla de temor y ansias de respuestas.
— No más preguntas, Amaris — ordena Anne, su tono cargado de una preocupación que intenta disimular. — Tu tío te lo explicará todo cuando lleguemos a la aldea.
¿¡Qué aldea!?
— Dijiste que en el camino resolverían mis dudas — protesto. Anne me da una mirada que me hace saber que no dirá más.
La frustración burbujea en mi interior mientras el grupo comienza a moverse. Cabalgamos en silencio durante casi una hora, la vastedad del bosque parece engullirnos en su sombra. La vegetación espesa y las sombras danzantes parecen ocultar secretos antiguos, intensificando el misterio que me rodea.
El suelo bajo nosotros cruje ocasionalmente, y el aire se llena de murmullos incomprensibles de la manada, que parece percibir la magnitud del cambio que está ocurriendo. Cada lamento y susurro en el viento se convierte en un recordatorio de que estoy al borde de una revelación trascendental.
La sensación de que estoy a punto de descubrir mi verdadero lugar en el mundo me envuelve, mientras el miedo y la fascinación se entrelazan en mi pecho.
Anne me dirige con una mezcla de severidad y cariño, mientras Evan permanece como un guardián silencioso, vigilando cada movimiento de los lobos. La promesa de respuestas inminentes y el misterio que aún envuelve mi destino se combinan en una espera inquietante.
— No hay vuelta atrás ahora — murmura Anne, con su voz cargada de una mezcla de resolución y preocupación, mientras el camino se adentra en la oscuridad del bosque. — Prepárate para enfrentar la verdad.
Y con esas palabras, nos adentramos en lo desconocido, con una sensación de que lo que estoy a punto de descubrir podría ser tan asombroso como aterrador.
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