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Capítulo 19

Luego del último golpe el mundo parecía dar vueltas alrededor de mí, la luz del techo me cegaba y pequeños puntos de color negro me impedían ver con claridad lo que me rodeaba. Dos pares de zapatos, era todo lo que alcanzaba a abarcar mi vista. Uno zapateaba un pie, como si estuviera a la espera de que yo dijera algo, mientras los otros se mantenían clavados en el suelo, cambiando de posición de vez en cuando, dando la impresión de que meditaba muy bien los siguientes pasos a dar.

—Ya no va a hablar más, la dejaste sin aire —oí que decía una voz masculina, provocando que me estremeciera de pies a cabeza. No era la primera vez que la escuchaba y el haberlo hecho tantas veces en situaciones desagradables había dejado su huella en mí.

—De algún modo u otro nos tendrá que decir dónde podemos encontrar a otros y cómo podemos usar los poderes que hemos recaudado.

El pie que zapateaba se detuvo y se dobló sobre las puntas, dejándome ver mejor las piernas. Una mano tomó mi cabello y me jaló hacia arriba, obligándome a ver al dueño de esos pies, un rostro que jamás olvidaría. Por su semblante pude deducir que estaba perdiendo la paciencia conmigo y amenazaba con continuar los golpes a la menor provocación.

—Hemos sido muy condescendientes contigo, deberías tenerlo en cuenta —comenzó—. Ahora, si no quieres que le pase algo a quienes tú quieres y a los pocos que quedan de tu raza, me dirás cómo podemos usar sus poderes y luego nos enseñarás algunos trucos, ¿está claro?

Su falso tono amable me causó escalofríos e instó a alejarme de él a la brevedad, pero las piernas no me acompañaban en mi decisión y su agarre a mi cabello era los suficientemente firme para mantenerme donde me tenía y no dejarme huir. Asentí levemente, dándole a entender que entendía a qué se refería, por temor a las consecuencias si decía no.

—Entonces...

—No sé cómo hacerlo.

Su mirada dura y penetrante sobre la mía casi me sacó lágrimas. Nada fue peor que el momento en el que de una habitación cercana se comenzaron a oír gritos llamando mi nombre. Y no eran cualquier voces, pertenecían a las personas con las que me había relacionado poco antes de que empezara el calvario. Entre todas logré distinguir a Tomás y no pude evitar preguntarme cómo habían dado con él si no nos habíamos relacionado tan estrechamente. Empecé a moverme en mi lugar y suplicar al guardia que los dejara ir, argumentando que ellos no tenían culpa de mi ignorancia ni eran responsables de lo que yo era.

—Entonces dime cómo.

—No sé cómo.

Miró al guardia que tenía a su espalda y alcancé a escuchar cómo le pedía que continuaran con las torturas y las empeoraran. Las lágrimas no tardaron más en brotar y cuando menos me di cuenta estaba luchando con mis pocas fuerzas para librarme y ayudar a mis seres queridos, pero ellos eran más fuertes que yo y sin el mayor esfuerzo me dejaban nuevamente en el suelo. Era angustiante ver cómo se reían de mi dolor mientras yo sufría con la impotencia de no poder hacer nada al respecto. Tomaron sus armas y me apuntaron, con esa escena cerré fuertemente los ojos esperando el disparo, más este nunca llegó. Cuando los abrí nuevamente no estaban los guardias, no había luz que me cegara, solo era yo recostada en una cama en medio de la oscuridad. Había sido una pesadilla.

Fue como si mi cuerpo se hundiera aún más en el colchón y las almohadas cuando el alivio de saberme a salvo me invadió. Esa era la verdadera magia de la vida.

Al mirar el reloj, eran las cuatro de la mañana, todavía quedaban horas para que amanezca y comenzara el movimiento en la casa, pero no me sentía con ganas de dormir. Era mi primera noche en ese lugar y aún tenía miedo que de pronto abrieran la puerta y aparecieran los guardias para llevarme con ellos nuevamente, acabando con mi corta tregua.

En vez de seguir atormentándome con aquellos pensamientos negativos, preferí calmarme y volver a dormir, pero por más que lo intentaba no podía borrar las imágenes de la pesadilla y de los recuerdos que me atormentaban. Estuve cayendo en pequeños episodios de sueño y vela durante las horas restantes hasta que alguien llegó con una bandeja con mi desayuno y pese a que había dormido parte de la noche, me sentía aún cansada con ganas de echarlo para regresar a mi descanso pausado.

—Te traje el desayuno —anunció Dan—. Lo hizo Yami especialmente para ti.

—¿Quién es Yami? —pregunté confundida con un tono que sonó más ronco de lo que hubiese querido.

—La mujer que estaba conmigo cuando despertaste ayer.

Asentí dándole a entender que recordaba a quién se refería y con dificultad me senté para consumir los alimentos que me ofrecía. Pensaba que una vez que comenzara él se marcharía para desayunar por su cuenta, pero se quedó ahí viéndome mientras comía poco a poco. El silencio, poco usual en nosotros cuando éramos niños, me estaba molestando más de lo que debería, por lo que comencé a hacerle preguntas acerca de cómo me habían encontrado. Así supe que fue mera casualidad que, mientras hacía su ronda con algunos compañeros, me hallaron en medio de mi huida, que dormí por cerca de dos días seguidos antes de recuperar la consciencia y que mientras dormía decía algunas palabras que daban a entender que tenía pesadillas.

—Era desesperante no poder despertarte —admitió.

Me sentí mal por él, pero a la vez agradecida de que hallan cuidado de mí durante ese tiempo y que lo siguieran haciendo. Tomé nota mental de que tendría que buscar un modo de agradecer más adelante aquellos servicios de una forma u otra. Respirando hondamente, mostrando que ya me sentía satisfecha aunque no hubiera comido la mitad de mi plato decidí cambiar de tema y preguntarle a Dan por él. La conversación ya había girado por mucho tiempo en torno a mí y ya era su turno de que explicara qué había sido de él durante los años que perdimos el contacto.

—Pensaba que habías muerto porque cuando fuimos a ver tu casa con mis padres no estaba ninguno de ustedes. Al ver el peligro que corríamos, decidimos mudarnos más al norte, porque así tendríamos opción de pasar a otro país si era necesario. Todo iba bien, hasta que un día hace dos años nos encontraron. Papá se entregó a ellos mientras nosotros escapábamos...

—¿Lo encontraron? —Pregunté con cautela cuando él se pausó.

—Muerto.

Si fueron unos pocos segundos o en realidad fueron minutos, no lo sé, lo que sé es que aquel momento de silencio me pareció una eternidad y no sabía qué decir exactamente. ¿Qué se suponía que se hacía cuando estás frente a alguien que ha perdido a un ser querido? Porque yo no lo sabía, cuando perdí a los míos no hubo alguien que me diera consuelo con las palabras usuales. Estuve sola por varias horas y cuando me encontró la hechicera me obligó a serenarme. Estaba sola en el mundo y si quería vivir, debía ser fuerte y continuar la vida como si fuera humana.

—Yo... Dan...

—No hace falta que digas nada —Fingió una sonrisa que no alcanzó a sus ojos llorosos.

—Sabes que cuentas conmigo, ¿no?

—Por supuesto.

—Si no quieres seguir...

—Después de eso nos encontramos con otros seres mágicos, se estaban organizando para defendernos en grupo y no en solitario. Había de todo y lo sigue habiendo, Alcanto. Esta ya no es una batalla con la que debas lidiar a solas, sino que en equipo, porque para eso nos hemos reunido.

Sus palabras me emocionaron y calmaron en parte algunos de mis miedos. Volvía a sentirme parte de algo y con la certeza de que habría alguien a mi lado en quien confiar y apoyarme desde ese instante en adelante. No mucho después él se marchó para desayunar, volviendo a dejarme en la soledad de mi habitación, dándome tiempo para mirarla con mayor atención. Las paredes eran de color crema y los muebles de un café oscuro para hacer contraste. Por la ventana en la pared a mi derecha alcanzaba a ver algunos árboles, pero no lograba distinguir tantos detalles por los visillos. En vez de pararme para mirar con mayor detalle la vista, me acomodé en la cama y con un suspiro de satisfacción me permití borrar por unas horas los recuerdos y dormir tranquilamente, recuperando el sueño perdido durante la noche.

No desperté hasta varias horas después producto del hambre y con justa razón mi estómago parecía quejarse, pues eran las tres de la tarde cuando volví a abrir los ojos. Pese al dolor en mis pies, estaba dispuesta a ponerme de pie y buscar algo por mi cuenta, pero no alcancé a pararme cuando escuché dos toques en la puerta, por la que entró un hombre de mayor edad luego de que yo diera el pase. Su rostro me parecía familiar, como si lo hubiese visto antes en alguna parte sin poder recordar con exactitud dónde o cuándo. Se sentó en una silla al lado de mi cama, su presencia parecía exigir respeto, la forma en que se sentó me hizo sacar a mí mis modales, aunque su mirada amable de algún modo me permitía estar más relajada.

—Ha de haber sido difícil para ti este último tiempo.

—Algo...

—¿Algo? No seas modesta ni quieras parecer fuerte frente a mí, que tengo más años de los que represento, eso tenlo por seguro.

Me pregunté qué clase de ser mágico sería como para dar esa afirmación. Su cabello era canoso, pero sus ojos también eran grises, por lo que podía tratarse de un mago, aunque podría ser de casualidad la coincidencia de colores. Sea como sea, me sentía descolocada ante la presencia de ese hombre en mi habitación.

—Soy Geox, mago. Últimamente he estado tomando las riendas de este lugar.

—¿Dónde estoy?

—Me extrañaba que no lo hubieras preguntado. Esta casa funciona como refugio para seres mágicos, aquí nos reunimos de tanto en tanto los seres de la zona para planificar los pasos a dar.

—¿Para qué?

—Para nuestra libertad. Hemos querido unirnos y ayudarnos mutuamente para combatir contra las personas encargadas de todo este sufrimiento.

Sus respuestas eran concisas, pero ayudaban a calmar mis dudas más urgentes, aunque abrían otras que demandaban ser aclaradas.

—¿Están sacando a seres mágicos de los centros de investigación?

—Aún no, no hemos encontrado el modo de entrar ni ellos tampoco la forma de salir... excepto tú.

—Eso fue solo casualidad.

—De cualquier forma, nos serás de ayuda.

—No lo creo... así como estoy, soy más una carga que otra cosa. No he hecho más que dormir y comer estos días.

—Te recuperarás.

—Aun así seré inútil, no sirvo para pelear.

—Eres más valiosa de lo que crees.

—¿Por qué?

Con la misma sinceridad que había respondido antes esperaba que lo hiciera en ese momento, sin embargo, luego de varios segundos mirándome atentamente se puso de pie, anunciando que avisaría a alguien para que subiera con una bandeja con un plato de comida para mí. Así se marchó de mi habitación dejándome consternada con su extraña y corta visita y con más dudas de las que tenía anteriormente.

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