3
Al llegar, Sophia salió a recibirlo ni bien pudo ver la aeronave descender en la propiedad. Detrás de ella, asomaron desde la casa de piedra Ghodaran y Kiltaara. En cuanto Agorén abrió la compuerta del aerotransportador, Sophia le envolvió en un abrazo.
—¡Creímos que te había pasado algo, tardaste mucho! —exclamó, preocupada.
—He ido a hacer un pequeño encargo, en cuanto terminé de hablar con Miseeua —Agorén miró por encima del hombro de Sophia, al mismo tiempo que se separaba de ella—. Vengan.
—¿Todo ha salido bien, padre? —preguntó Ghodraan, mientras se acercaba seguido por Kiltaara.
—He hablado con Miseeua, y ha entendido la situación. Sin embargo, creo que ya es tiempo de que empieces a tomar ciertas responsabilidades, más ahora teniendo en cuenta que ha sucedido esto —volvió dentro de la nave, y entonces tomó la armadura, el guantelete y la espada—. Esto es para ti, quiero que lo uses. Asumo que te las has ganado—dijo, haciéndole entrega de los objetos. El rostro de Ghodraan se iluminó de la sorpresa.
—¿Qué? Pero... es como tu armadura... —murmuró.
—Úsala con responsabilidad, al igual que la espada. No son juguetes, lo que está sucediendo ahora mismo tampoco lo es, y ya tienes la edad para actuar como un verdadero Negumakiano —volvió dentro de la nave y tomo el pulsór de antimateria. Al salir, miró a Kiltaara—. Tú eres parte de las Yoaeebuii, ¿verdad?
—Sí, señor.
—Imagino que sabes cómo funciona esto.
—Sí, señor —respondió nuevamente.
—Bien, entonces tenlo a mano por cualquier cosa que suceda de aquí en más.
Sophia miró a Agorén de forma preocupada. No entendía porque los estaba preparando como si marcharan a una guerra, más allá de la inminente invasión.
—¿Qué pasa, mi amor? ¿Por qué estás dándole armas? —preguntó.
—En breve iré a la sede del Concejo de los Cinco, para solicitar refuerzos de las razas aliadas en la invasión que está por venir. No sé cuánto tiempo estaré ausente, pero si Kurguunta llega a volver aquí, no va a venir a charlar, y es mejor que estén preparados —explicó.
—No creo que mi padre inicie una revuelta, no contra usted. Es uno de los generales más respetados de todo Negumak, y sabe que tiene el favor del rey —opinó Kiltaara. Agorén entonces le apoyó una mano en el hombro.
—Si algo aprendí en mi tiempo en la Tierra, es que nunca sabes lo que alguien es capaz de hacer, incluso hasta la gente cercana a ti —Se tomó un momento para mirarla de la cabeza a los pies—. ¿Esta es la apariencia que elegiste para estar cerca de Ghodraan?
—Sí, señor —respondió, de forma tímida. Agorén miró a su hijo, y este mostró una tenue sonrisa.
—Bien, si vas a quedarte con nosotros, hay que conseguirte una cama.
—No hace falta —intervino Ghodraan—. Ella dormirá conmigo.
Sophia sonrió, bajando la mirada al suelo, tratando de no ver la mirada de Agorén y soltar la risa allí mismo. Él asintió con la cabeza.
—Como prefieras —dijo—. Ocúpate de ellos, mi amor, yo iré a supervisar los avances de los campos de fuerza en la ciudad. Volveré bien entrada la noche.
Sophia se acercó y despidió con un rápido beso en los labios a Agorén, mientras que Kiltaara observaba aquel gesto de forma curiosa, ya que nunca había visto algo similar. Agorén entonces volvió al aerotransportador de color gris plata, subió a él y el aparato se elevó de forma silenciosa, perdiéndose en la distancia. Una vez a solas, Sophia giró hacia ellos, y miró directamente a Ghodraan.
—Siento que tu padre está abrumado con todo esto, y no podemos hacer nada para ayudarlo —comentó.
—Lo sé, madre. Quizá me he excedido al enfrentar así a un general de las Yoaeebuii, pero no podía permitir que lastimara a Kiltaara, mucho menos que la llevara lejos de aquí.
—Y has hecho bien —asintió, con una sonrisa—. Es lo que debe hacerse cuando el amor es verdadero. Cuando lo sientes de verdad, solo conoces de valentía, aunque muchas veces debas ponerte en riesgo a ti mismo sin saber que va a pasar después, porque el amor real no es para cobardes. Tu padre arriesgó su vida por mi cuando me llevó a Utaraa, y yo en cambio dejé todo mi mundo atrás para ir con él a los confines del cosmos. Quien sabe lo que Woa tendrá destinado para ti, hijo.
—Usted es muy sabia, no me asombra que Ghodraan sea como es, teniendo en cuenta que es su hijo —intervino Kiltaara. Sophia entonces sonrió con verdadera modestia.
—Apenas estoy comenzando a serlo, querida —dijo—. Los dejaré un rato a solas, supongo que van a querer charlar algunas cuestiones.
Le guiñó un ojo a Ghodraan antes de retirarse de nuevo al interior de los aposentos de piedra, y una vez que estuvieron solos en el patio, Ghodraan se acercó hacia una gran loseta de piedra que oficiaba de banquillo, sentándose en ella. Kiltaara así lo hizo también, a su lado, y al bajar la mirada él no pudo evitar sonreír. Los pies de ella, envueltos en sus sandalias de cuero animal, eran blancos y perfectos con dedos delicados y finos. Casi hasta le parecía sentir que la ternura le invadía por completo, quería besarlos y nunca apartarse de ella.
—¿Estás bien? —Decidió preguntarle, para interrumpir el silencio. —Imagino que no debe ser fácil para ti ponerte en contra de tu padre.
—No, no es fácil, pero te ha ofendido, a ti y a tu familia. Y como una soldado de las Yoaeebuii, mi deber es defender la justicia por encima de todas las cosas, y esto es una injusticia. Él no debió llamarte engendro, no debió seguirme y romper mi privacidad.
—Tienes un sentido del deber muy grande, Kiltaara, y te agradezco por ello, pero aún no me has respondido a la pregunta. ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes?
—Ahora has hecho dos preguntas, ¿Cuál se supone que debo responderte primero? —dijo, sonriendo.
—La que tú quieras, o consideres más importante.
—Estoy bien, me siento cómoda aquí, charlando contigo. Aunque siento como si algo me cosquilleara aquí en el pecho —dijo, señalándose entre la hendidura de los senos—. Pienso en que dijiste que dormiré contigo, eso es raro, nunca he dormido con nadie.
—¿Estás asustada?
—¿Debo temerte? ¿Me harás daño? —preguntó ella, levantando la mirada hacia los ojos azulinos de Ghodraan.
—Jamás podría —aseguró.
—Entonces no. Pero la sensación es casi igual, solo que no sé definirla.
—Quizá estés nerviosa, la incertidumbre de no saber que pasará es lo que te hace sentir así.
En aquel momento, Kiltaara dio un resoplido y bajó la mirada hacia el suelo, acariciando con el dedo gordo del pie una fina hierba de las tantas que poblaban el patio.
—Sé lo que pasara, dormiremos como dijiste y aunque parezca algo cotidiano, es como si estuviera esperando algo más, o como si la circunstancia me indicara que aquí en tu aposento hacen otras cosas más que dormir, y... —titubeó como si estuviera sopesando las palabras— si yo me quedo a tu lado quizá también tenga que hacerlas, y no sé cómo.
Ghodraan no pudo evitar sonreír, al mismo tiempo que el hervor del pudor le recorría las mejillas tiñéndolas de rojo allí donde la piel escamosa no había cubierto la cara.
—Bueno, mis padres hacen eso, yo aún no —especificó—. Pero no tienes por qué hacerlo, si no quieres.
—¿Y qué es lo que ellos hacen, particularmente? —preguntó, con total inocencia. Ghodraan resopló por la nariz, al mismo tiempo que pensaba en lo difícil que estaba tornándose aquella conversación.
—Bueno... ellos se reproducen sin reproducirse, porque no tienen más hijos aparte de mí. Es complicado de explicar, porque es algo muy íntimo. Padre me explicó que antiguamente, hubo una época en donde los Negumakianos tenían a sus hijos de forma tradicional, por apareamiento, pero ahora solamente crean los cuerpos de forma genéticamente controlada, y ya nadie practica la fecundación de forma natural.
—Lo sé, casi todos crecimos escuchando esas historias, y también conocemos el lugar donde los cuerpos son creados. Cuando yo muera también ocuparé un cuerpo, al igual que tú, y nuestra conciencia no se unirá a Boaeeii Biaeeii hasta dentro de cinco vidas.
—Sí, así parece.
Sobrevino entre ellos un nuevo silencio, y esta vez, fue Kiltaara quien lo rompió.
—Lo que tus padres hicieron al despedirse, creí que se iban a saludar de forma tradicional, pero en lugar de ello se unieron por sus bocas. ¿Por qué?
—Bueno, así se saludan y se despiden siempre. Se llama beso.
—¿Y eso también es algo muy íntimo?
Ghodraan no pudo evitar reír esta vez. Entonces negó con la cabeza.
—No, no necesariamente. Es algo más común, es como una muestra de afecto que solamente se hace con quien quieres o amas.
—¿Amas? —Kiltaara lo miró sin comprender.
—Supongo que tendremos que descubrirlo juntos, porque yo tampoco sé muy bien que es eso, nunca me ha pasado —dijo.
—Beso... —murmuró, pensativa. Entonces miró a Ghodraan de forma aprehensiva, como si se le hubiera ocurrido una idea maravillosa. —Quiero intentarlo. ¿Puedes enseñarme?
Ghodraan tragó saliva, abriendo grandes los ojos. Ojos que sin poder evitarlo, descendieron hasta sus labios rosados y carnosos. Lo había estado deseando desde que la vio cambiar de aspecto al de una hermosísima humana de cabello tan rubio como la luz del sol, pero ahora que su deseo podía hacerse realidad, sencillamente no sabía qué hacer. Sentía que le sudaban las manos, las cuales se frotó contra su túnica.
—¿Yo? ¿Enseñarte? —balbuceó.
—Sí, ¿puedes? Quizá deba preguntarle a tu madre como es, si ella lo hace tal vez podría enseñarme mejor, en verdad no lo sé.
—¡No, yo lo haré! —exclamó él. Entonces suspiró hondo, y la miró por enésima vez en aquellos minutos que se le hicieron gigantescamente largos. —Bien, creo que... debemos relajarnos. Yo giraré mi cabeza hacia allí —señaló a la derecha—, tan solo un poco, y tú te quedarás donde estás.
—De acuerdo —consintió ella—. ¿Debo hacer algo después?
—Creo que lo mejor será que trates de imitar mis movimientos con los labios, en eso consiste, por lo que sé. Ahora ya no hables más.
El corazón de Ghodraan latía con fuerza, lo podía sentir rebotando en su pecho como una bestia enloquecida. Se acercó poco a poco a ella, de forma sutil, casi con temor a asustarla. Kiltaara no cesaba de mirarlo con fijeza, centímetro a centímetro cada vez más cerca, hasta que en un impulso de valentía, Ghodraan le apoyó la mano derecha en la mejilla y entonces dejó reposar sus labios en los de ella. Apenas una sutil caricia, y presionó contra ellos.
Sintió como si de pronto toda la luz de todos los soles en cada galaxia del cosmos estallara dentro de sí. Cerró los ojos ante el contacto y con tanta delicadeza como podía, profundizó su beso un poco más, sintiendo la calidez del aliento de Kiltaara que se mezclaba con el suyo. Era glorioso, era una sensación completamente indescriptible que ni siquiera en sus mejores sueños podría haberla idealizado. Movió los labios entonces poco a poco, mientras ella también le imitó apoyando una mano en la mitad escamosa de su rostro. Luego de unos minutos, Ghodraan movió la lengua. Era un movimiento atrevido, lo sabía, pero también lo anhelaba porque necesitaba experimentar todas las sensaciones.
Kiltaara lo siguió tanto como pudo. Al principio, ella se sintió muy rara, ya que nunca había hecho una cosa así. Por el contrario, no sentía asco, sino una extraña y placentera sensación de calidez en zonas de aquel cuerpo que aún no podía reconocer. Al principio, la lengua de Ghodraan le rozó los labios, luego se encontró con la de ella en una extraña sincronía conjunta. Un par de minutos después y cuando los labios de ambos ya estaban muy húmedos, se separaron. El primero en apartarse fue Ghodraan, quien abrió los ojos y la miró con la ensoñación propia de quien ha experimentado la mejor sensación de su vida. Kiltaara aún continuaba con los ojos cerrados y en cuanto dejó de sentir el contacto en su boca, abrió los ojos también. Ambos tenían la respiración un poco agitada, y ninguno sabía por qué.
—¿Estás bien? —preguntó él, casi en un susurro.
—Sí.
—¿Te ha gustado?
—Es raro, pero me ha gustado, sí —aseguró ella—. En especial eso que hiciste con la lengua. ¿Y a ti?
—A mí también me ha gustado, mucho.
Entonces, para su sorpresa, Kiltaara sonrió.
—Podría acostumbrarme a esto muy fácilmente, aunque tengo mucho calor —Sin ningún tipo de pudor metió la mano en la entrepierna, bajo su túnica, palpó y luego se miró los dedos sin comprender. Estaban húmedos—. No entiendo...
—Bueno, supongo que eso es parte de lo que te comentaba al principio. Pero aprenderemos poco a poco —Ghodraan entonces le volvió a acariciar una mejilla, acarició sus labios con el pulgar, y le sonrió con los ojos llenos de adoración—. Eres hermosa, Kiltaara. La Negumakiana más hermosa del planeta.
Para su deleite, ella también le devolvió el gesto.
—Y tú también lo eres, Ghodraan. El Negumakiano más hermoso y valiente del planeta —dijo, y tomando la iniciativa se acercó para volver a besarlo. Sentía que necesitaba más de lo mismo.
*****
Agorén volvió a su aposento bien entrada la noche, casi rozando la madrugada. Ghodraan y Kiltaara aún estaban en el patio, muy juntos uno al otro, charlando en susurros y tomados de las manos. Al bajar de su aerotransportador, no pudo evitar mirarlos con una sonrisa, ya que una parte de sí mismo evocó el primer contacto físico que tuvo con Sophia, mucho tiempo atrás. Sin embargo, solamente se limitó a devolverles el tímido saludo que les hicieron, y continuó hacia el interior de la casa de piedra. Sophia lo esperaba en el dormitorio, recostada encima de la cama de piedra con los brazos por detrás de la nuca. Al verlo llegar, se puso de pie con rapidez y se acercó para abrazarlo.
—¡Hasta que al fin llegas! —comentó. —¿Cómo te fue?
—Los campos de fuerza de la ciudad ya están casi terminados, solo están ajustando algunos detalles con respecto a la intensidad del escudo y la energía requerida. Las Yoaeebuii están siendo abastecidas de armas nuevas, y con respecto a las naves de combate, en breve será lanzada una nueva flota con mejores armas integradas —respondió, dando un resoplido—. Puede decirse que todo está saliendo a pedir de boca.
—Y todo gracias a ti, a tu responsabilidad y compromiso a la hora de dirigir las defensas —Sophia se acercó apoyándole las manos en el pecho y lo miró directamente a los ojos—. Estoy muy orgullosa de ti, estoy segura que luego de esto, podrías ser considerado para un cargo aún más alto.
—No es lo que busco, pero tampoco me desagrada la idea. Sin embargo, queda lo más importante de todo, en un par de días tendré que ir a la sede del Concejo de los Cinco, a pedir ayuda de las razas aliadas. No podremos con los invasores nosotros solos, esa es una realidad que debemos solucionar cuanto antes.
—Me encantaría poder acompañarte...
Antes de responder, Agorén le deposito un suave y profundo beso en los labios, y le acarició el cabello con ternura.
—Y a mí me encantaría que lo hicieras, pero alguien tiene que quedarse con ellos —dijo, señalando hacia la entrada del aposento de piedra—. Por cierto, ¿Qué tal va todo? Los he visto muy unidos cuando llegué.
Sophia le hizo un gesto con la cabeza para que se recostara en la cama con ella, y una vez que ya estaban uno al lado del otro, apoyó la cabeza en su pecho haciendo circulitos con su índice encima del pectoral. Agorén, sin embargo, le acarició la espalda rodeándola con el brazo.
—Ghodraan la ama.
—¿Cómo lo sabes? ¿Te lo ha dicho? —preguntó él.
—No necesito que me lo diga, me basta con verlo en sus ojos.
—¿Ah sí? ¿Y cómo es eso?
—La mira de la misma forma que te miraba yo a ti.
Agorén sonrió, y asintió con la cabeza. Sabia a lo que se refería.
—Será su primer amor, es algo muy especial.
—Sí, lo es.
—Quizá debamos explicarle algunas cosas, ya está en edad de...
Sophia comenzó a reírse repleta de picardía.
—No hace falta —respondió—. Los he visto besarse, creo que la propia naturalidad de las cosas los guiará.
—Sí, quizá...
Sophia miró de reojo la expresión de Agorén, levantando la vista. Se le notaba que estaba preocupado, lo podía adivinar en la expresión de su rostro, sus facciones tensionadas y la mirada fija en el techo abovedado de piedra. Se incorporó, irguiendo la cabeza, y lo miró fijamente.
—¿Qué tienes? —preguntó.
—Ella es miembro de las Yoaeebuii, y cuando los K'assaries lleguen, tendrá que ir a luchar como todo Negumakiano. Ghodraan no la dejará ir, o si lo permite, ira con ella para protegerla. Va a ser una contienda dura, van a haber muchos muertos, y Ghodraan no tiene el entrenamiento ni la disciplina. Temo que perdamos a nuestro único hijo.
Sophia hizo un largo silencio, solamente interrumpido por un suspiro. Lo cierto era que tenía toda la razón del mundo, no podía permitir que una cosa así sucediera, pero también sabía que no podría hacer nada para evitarlo cuando llegara el momento.
—Ghodraan tiene tu entrenamiento, y no hay nadie como tú en combate. Tenemos que confiar en Woa —dijo. Sin embargo, y aunque intentaba darle palabras de aliento, sentía que no podía convencerse a sí misma de lo que estaba diciendo. Como para intentar acallar las voces dentro de su cabeza, volvió a acurrucarse en el pecho de Agorén tanto como pudo, aferrándose con fuerza a él—. Ahora ya no digas más nada y abrázame, mi amor, que voy a extrañarte mucho cuando te vayas.
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